Trayectorias post-divorcio. El impacto en el bienestar y en la salud

Trayectorias post-divorcio. El impacto en el bienestar y en la salud. Autores: Carles X. Simó Noguera, Andrea Hernández Monleón , David Muñoz Rodrígue

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Ruido Laboral y su Impacto en Salud
Artículo Original Ruido Laboral y su Impacto en Salud OCCUPATIONAL NOISE AND ITS IMPACT ON HEALTH Francisco Otárola Merino1, Francisco Otárola Zapata

IMPACTO EN LA SALUD DEL PERSONAL
IMPACTO EN LA SALUD DEL PERSONAL DE AYUDA A DOMICILIO DE LOS FACTORES PSICOSOCIALES Y ERGONOMICOS PRESENTES EN EL PUESTO DE TRABAJO. PROPUESTAS DE MEJ

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Trayectorias post-divorcio. El impacto en el bienestar y en la salud. Autores: Carles X. Simó Noguera, Andrea Hernández Monleón , David Muñoz Rodríguez , Victor Soler Penadés Dept. de Sociologia i Antropologia Social (Universitat de València) [email protected] Resumen: Las pautas de co-residencia, la organización del tiempo y la organización de la vida doméstica sufren profundas transformaciones cuando se rompe una unión con hijos. Estas transformaciones se suceden al tiempo que se producen mutaciones importantes en el terreno de las identidades de género y, como consecuencia, en la forma en que estas afectan el maternazgo y el paternazgo. Las encuestas se muestran poco adaptadas a la observación y medida de estas pautas, y al reconocimiento de los dobles hogares como consecuencia de las custodias compartidas. Esta situación afecta fuertemente al estudio demográfico de estas problemáticas. Sin embargo, el recurso cada vez más frecuente de la demografía a los datos cualitativos/discursivos permite observar las nuevas realidades y procesos emergentes, los conceptos y sus términos, así como las razones que los protagonistas dan en relación a las decisiones, las dificultades vividas, la secuencia de los procesos, etc. Con este abordaje se pueden observar, además, las estrategias individuales que adoptan los padres y madres que se han separado para con en el cuidado de sus hijos. Finalmente, cabe analizar las diferentes situaciones postruptura que resultan tanto de los factores estructurales (vivienda, empleo/profesión, disponibilidad de tiempo), como de los procesos de precarización económica y de salud que dejan una impronta importante a muchas mujeres y hombres tras la ruptura. Este estudio exploratorio analiza los datos discursivos de 24 entrevistas en profundidad realizadas a una muestra de 24 hombres y mujeres de 30 a 45 años que han protagonizado una ruptura de unión con hijos y se centra en las trayectorias post-divorcio y más concretamente en el impacto en el bienestar y en la salud. Parablas clave: Divorcio, trayectorias, bienestar, salud.

Investigadora en formación del programa para la Formación de Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte Investigador en formación del programa para la Formación de Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte Investigador en formación del Programa de ayudas de Formación del Personal Investigador (FPI) de la Conselleria de Educación, Formación y Ocupación de la Comunidad Valenciana

1. Introducción La sociología y la demografía han documentado suficientemente cómo la familia nuclear en la que el hombre era el sustentador único del hogar y la mujer quedaba relegada al espacio doméstico, ha dejado de ser el modelo dominante y han aparecido una pluralidad de modelos familiares. Fue el modelo dominante en la edad de oro del capitalismo, pero los cambios acaecidos en el ámbito familiar y en las relaciones interpersonales desde los años sesenta y setenta como consecuencia de, entre otros, el

proceso

de

individualización

(Beck-Gernsheim,

2003;

Alberdi,

1999),

la

incorporación de la mujer al trabajo remunerado (Oppenheimer 1994; Blossfeld y Drobnic 2001; Hakim 2003) y la legislación y legitimación social de las rupturas matrimoniales (Solsona y Simó 2007), y más recientemente la despenalización y desestigmatización de la homosexualidad, han hecho que hoy se conciban como legítimas las familias que en otras épocas se consideraban “desviadas” (Flaquer, 2001), como las homoparentales, las monoparentales y las reconstituídas tras la ruptura de una unión anterior. Entre los procesos familiares y las trayectorias vitales, la experiencia del divorcio deviene cada vez más frecuente. Dicho de otro modo, se observa un proceso de lo que podríamos denominar universalización de las rupturas de pareja, con o sin hijos, puesto que ya no afectan únicamente a personas de alto nivel educativo y/o socioeconómico, sino que esta experiencia vital es vivida en todos los estratos de nuestra sociedad (Simó y Solsona, 2003; Bernardi y Martínez-Pastor, 2011a y 2011b). Al analizar las realidades de las personas que han pasado por una ruptura de pareja, siendo de especial relevancia el estudio de las rupturas de unión con hijos ya que a los conflictos y necesidades propias de los adultos, se suman las necesidades de cuidado y atención de los menores, pudiéndose dar un aumento de la conflictividad entre los padres a la hora de pactar el tipo de custodia y una agudización de los problemas relativos a la gestión del tiempo con los hijos, sobre todo cuando éste se pasa en soledad. Al hablar de ruptura de unión, nos referimos al proceso de disolución de una pareja que ha convivido durante un periodo de tiempo, a lo largo del cual se había constituido como núcleo familiar, pudiendo ser el tipo de unión legal (matrimonio o pareja de hecho) o consensual. Sin embargo, para conocer la incidencia de las rupturas de unión en España, los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE) únicamente nos remiten a las disoluciones de aquellas uniones formalizadas legalmente (separación o divorcio), por lo que es más que razonable que los datos

infraestimen las rupturas al no poder calcular cuantas uniones consensuales se han disuelto. En todo caso, las estadísticas oficiales ofrecen una imagen que no deja lugar a dudas respecto al aumento de las rupturas de unión en nuestro país. Si en el año 2000 se dieron un total de 99360 separaciones y divorcios, en el año 2011 la suma ascendía a 110519, es decir, en 10 años se había dado un incremento, en términos absolutos, de 11159 rupturas de unión por separación y divorcio (tabla 1 y gráfico 1). En este periodo, hay que destacar la aprobación de la ley 15/2005 de 8 de Julio por la que se modifica el Código Civil y la Ley de Enjuiciamiento Civil en materia de separación y divorcio, que en palabras de Montserrat Solsona, “liberalizó el divorcio y generó un aumento de la intensidad del mismo de manera repentina: en 2007 un 60% de los matrimonios se rompían, lo que colocó a España, que siempre se había alineado con los países mediterráneos con bajos niveles, en la segunda posición de Europa, tras Bélgica. No obstante, las cifras de 2008 con una reducción del 13% respecto a 2007, confirman que solo se trataba de un efecto coyuntural” (Solsona, 2001:77)

2. Las trayectorias post-divorcio ¿qué ocurre cuando la pareja se acaba? La literatura científica de los últimos decenios se ha interesado por distintos fenómenos y procesos vinculados con la ruptura de las uniones, identificando tres grandes áreas temáticas en el estudio de las consecuencias no inmediatas de las rupturas de las uniones (Solsona et. al., 2007b). Las perspectivas adoptadas han sido, principalmente, las consecuencias para las personas que protagonizan la ruptura (Andress et. al., 2006); las consecuencias para los hijos e hijas durante el periodo posterior a la ruptura (Flaquer et. al., 2006) y, finalmente, también ha habido un foco de atención que se ha plasmado en estudios sobre la transmisión intergeneracional del divorcio y de sus efectos (Diekmann y Schmidheiny, 2008). En el presente trabajo nos centramos en el estudio de las consecuencias de la ruptura de las uniones desde el punto de vista de las personas que formaban la pareja que se separa. Desde esta perspectiva, últimamente en la sociodemografia se han hecho relevantes aportaciones en referencia a la constitución de nuevas uniones, la reconstrucción de las relaciones con los hijos e hijas (reconstrucción del paternazgo y el maternazgo) y sobre la complejidad creciente de las redes familiares a partir de las familias reconstituidas (Solsona et. al., 2007b).

Entendemos que la ruptura de una unión es un evento biográfico que puede implicar un período de inestabilidad en distintos ámbitos: puede suponer una reducción de renta y pérdida de redes de apoyo informal, entre otras consecuencias; además, estas consecuencias pueden ser mayores cuando concurren otros factores, como por ejemplo la inestabilidad de las fuentes de ingresos, una baja cualificación académica, etc. (Andress et. al., 2006, Kalmjin, 2010, Garriga y Kiernan, 2010). Entre las mujeres, ruptura de las uniones es una de las vías de acceso a la monomarentalidad. (Houle et. al., 2001; Flaquer, Almeda y Navarro-Varas, 2006). El género es uno de los factores que interactúan con las trayectorias familiares. La posibilidad de la influencia del género en la configuración de éstas es alta, tal como plantean algunos autores (Solsona et. al., 2007b; Ferree, 2010). Además del distinto impacto de la monoparentalidad entre hombres y mujeres, en el presente trabajo nos interesa el género por su relación con la configuración de las pautas desde las que padres y madres entienden las responsabilidades del cuidado de sus hijos. Se acepta que, a pesar de la emergencia de nuevos modelos de relación filial, el hecho de ser madre o padre tiene consecuencias diferentes para hombres y mujeres. El patrón de género configura un modelo tradicional, apoyado en la división sexual del trabajo, que implica grados de intensidad diferentes en la responsabilidad de la parentalidad (parenthood) para hombres y mujeres, significando una mayor obligación para estas últimas (Brullet, 1997). En la ruptura de una unión este modelo tradicional también produce consecuencias diferentes: mientras que en caso de los hombres la ruptura puede comportar con mayor probabilidad un descenso de la frecuencia del contacto con los hijos/se (especialmente cuando hay una nueva unión con una pareja distinta), para la mujer suele implicar una intensificación del vínculo filial (Solsona, 2009). No obstante, como también señala Solsona (2009), algunos trabajos recientes estarían apuntando a la existencia de modelos alternativos o modelos emergentes más igualitarios, a pesar de que en última instancia no dejan de tener importancia las variables de tipo socioeconómico, siendo más frecuente encontrar modelos emergentes entre las clases con alto nivel ocupacional y de estudios. Otra aclaración conceptual en relación al género y a los distintos modelos de relación entre padres o madres e hijos/as, es la distinción entre maternidad/paternidad y maternazgo/paternazgo. El maternazgo/paternazgo sería la práctica concreta de la maternidad y la paternidad (Brullet, 1997). La confusión histórica entre maternidad y maternazgo, según Cristina Brullet (1997) estaría relacionada con la extensión del estereotipo de la socialización de los roles sexuales, según el cual las niñas y niños no tenían otra opción que ser socializados para reproducir roles diferenciados en relación

al cuidado de hijos e hijas. Así, según esta autora, el maternazgo y el paternazgo, considerados más allà del modelo tradicional, pueden ser representados por hombres y mujeres indistintamente (Brullet, 1997). Sin abandonar la perspectiva de género, otro proceso que puede estar presente en las relaciones entre hombres y mujeres es el que se ha denominado empowerment, que también ha sido traducido a menudo como “potenciación” (Rappaport, 1987). El modelo del empowerment o potenciación tiene en cuenta la posibilidad de que en determinadas

circunstancias

(especialmente

cuando

hay

fuentes

de

apoyo

comunitario) puede haber un reforzamiento de las capacidades de las personas, un proceso de adquisición de competencias de tipo personal y social, un mayor control sobre las propias vidas, un proceso de aumento de la participación en las decisiones sobre aspectos importantes de la vida de las personas y comunidades y un mayor control sobre el entorno social (Bueno, 2005). Esta perspectiva, en resumen, supone que en determinados momentos se puede cambiar un proceso de negación de las propias capacidades, permitiendo a las personas desplegar un mayor potencial que se concreta en un aumento del control sobre los aspectos que influyen en las propias vidas. Los procesos de ruptura de las uniones, por lo que comportan en tanto que eventos que obligan a la reorganización de muchos aspectos de la vida de las mujeres protagonistas de las rupturas, pueden configurarse como momentos en los cuales se inicia un proceso de empowerment o potenciación de las mujeres (Ferree, 2010).

2.1. El debate teórico sobre las consecuencias de las rupturas de unión: el divorcio como factor de riesgo en los procesos de vulnerabilidad. Strand (2010) plantea que según la literatura habría una relación entre divorcio y enfermedad que afectaría tanto a los hombres como a las mujeres. También Kalmjin (2009), recuerda y cita algunos estudios que han encontrado que la experiencia del divorcio tiene un efecto negativo para la salud mental y, en general, para el bienestar (well-being) de las personas que protagonizan el divorcio. Este mismo autor, analizando datos procedentes de varias encuestas internacionales, concluye que “the divorced have a substantially lower level of well-being than the married, even after controlling for basic social and demographic determinants of well-being” (Kalmjin, 2009: 487). Barstad (2008) ha estudiado las consecuencias posteriores a la ruptura de las uniones (matrimonios y cohabitación), poniendo en relación los problemas emocionales y de

salud mental (depresión y ansiedad) y el proceso de ruptura. Sus conclusiones apuntan que a partir de la ruptura aumenta este tipo de problemas. Por otra parte, Garriga y Kiernan (2010) plantean la existencia de relación entre divorcio y depresión. No obstante, todavía está abierto el debate sobre el sentido de esta relación: ¿es el divorcio el que afecta a la depresión o ésta la que afecta la calidad de la relación? Algunas de las razones por las que no se ha llegado a conclusiones podrían ser metodológicas (insuficiencias de las muestras, tipos de análisis, etc.). Por ejemplo, la mayoría de los estudios se han centrado en las parejas casadas y no en las que cohabitan, por lo que no se puede establecer la relación depresión-divorcio según el tipo de unión. Garriga y Kiernan (2010) concluyen que divorcio y depresión tienen efectos en ambos sentidos. Wagner (2010), basándose en el “Social stress theory, family stress model” de Conger, Rueter y Elder (1999) plantea que las personas que han vivido una ruptura de pareja, debido a su posición más vulnerable desde el punto de vista socioeconómico, pueden sentir una mayor frustración y tener más problemas emocionales. Simoens y Bracke (2010) apuntan también la existencia de una peor salud mental (en concreto, mayor puntuación en depresión y menor satisfacción vital) entre las personas que han vivido la ruptura de una pareja. Estos mismos autores señalan que los indicadores referidos al proceso de la ruptura1 tienen impacto en la salud mental, especialmente aquellos relacionados con la calidad de la relación (divorcio conflictivo y relación post-divorcio) en el caso de las mujeres y, en el de los hombres, los indicadores relacionados con los procesos de toma de decisiones (que inducirían un sentimiento de pérdida de poder que erosiona el imaginario patriarcal) y con la duración del proceso del divorcio. También indican Simoens y Bracke (2010) que hay una mayor tendencia entre las mujeres a que la tensión que genera el divorcio se experimente durante un tiempo más largo. Por otra parte, para profundizar en las diferencias de salud de las personas divorciadas respecto de las que no lo están, algunos trabajos han tratado de comprobar cuál es el uso de los servicios de salud por parte de los y las divorciadas. Así, Colman, Simoens y Bracke (2010) afirman que, ante las mismas necesidades, las personas divorciadas presentan un mayor uso de servicios de salud y tienen más propensión a buscar cuidados profesionales. En un plano más general, concluyen que las diferencias en el uso de salud tienden a igualarse entre personas casadas y 1 Son los siguientes indicadores: a) de tiempo y duración: el tiempo desde el divorcio y la duración del proceso

de divorcio; b relacionados con el proceso: quién lo inicia, la percepción de la imparcialidad del proceso, presencia de conflicto; c) relacionados con el postdivorcio: calidad de la relación con la ex-pareja (Simoens y Bracke, 2010).

personas divorciadas que han entrado en nuevas uniones. No obstante, Sweeney (2010: 670) plantea que los posibles efectos positivos en el bienestar asociados a las segundas uniones (remarriages) tienden a ser menores que los asociados a las primeras uniones. En relación a la mejora asociada a las segundas uniones, los resultados de al menos un estudio sugieren que esto no sucedería en los adultos relativamente mayores (Williams y Umberson, 2004). Las razones para la variabilidad de la mejora de bienestar asociada a volverse a casarse todavía no estarían suficientemente estudiadas. Aunque hay discrepancias sobre las posibles diferencias de género en el bienestar producido por las entradas en nuevas parejas, algunos autores apuntan que podrían ser mayores entre los hombres que entre las mujeres (Williams, 2003; Williams & Umberson, 2004). Según Sweeney (2010: 670) las diferencias respecto al bienestar (well-being) entre la primera y las segundas y posteriores uniones, a pesar de que todavía no se conocen claramente las causas, podrían estar relacionadas con los recursos económicos, el apoyo social, la vigilancia de la salud proporcionada por cada cónyuge al otro miembro de la pareja o las secuelas de los efectos nocivos asociados con el final del matrimonio. Un debate clave abierto en la literatura, según Sweeney (2010: 670) sigue siendo las diferencias observadas a las diferentes situaciones (personas en el primer matrimonio, personas vueltas a casar...) en relación a qué consecuencias se deben a la trayectoria “marital” (marital history) y cuáles a las diferencias preexistentes entre los grupos respecto a las características propias (background characteristics), incluyendo el bienestar evaluado en momentos anteriores en el tiempo. Coleman (2000) destaca que a menudo los factores relacionados con el contexto social más amplio no han sido tenidos en cuenta, así como que por distintas razones tal vez las muestras presentes en los estudios empíricos pueden presentar algunos sesgos. Una aproximación desde una perspectiva comparada sobre las consecuencias en el bienestar (well-being) ha sido realizada por Kalmjin (2010). Entre sus conclusiones este autor apunta que “The first conclusion from this work is that in most developed countries, the divorced have a substantially lower level of well-being than the married, even alter controlling for basic social and demographic determinants of well-being. More importantly, the divorce effect is negative in all the developed country we analyse but its magnitude varies significantly across countries. Three hypotheses were examined to understand these differences: the role of norms, the role of support, and the role of selectivity” (Kalmjin, 2010: 487).

A la hora de analizar las rupturas de unión como un evento catalizador de situaciones de vulnerabilidad es necesario entender ésta desde una perspectiva procesual y multidmensional. Determinados enfoques (Castel, 1999, Karsz, 2004) contemplan la exclusión social desde una perspectiva procesual, en la cual hay implicadas diferentes dimensiones. Esto supone, por lo tanto, que no se trata de una cuestión dicotómica (estar o no estar excluido), sino que existen diferentes grados de exclusión, siendo estos grados el resultado de la combinación de las dimensiones implicadas. Este enfoque de la exclusión es el que ha permitido introducir en la investigación (así como en las políticas de provisión de bienestar) nociones como vulnerabilidad o riesgo. Consideramos que las rupturas de uniones, con la posible inestabilidad que comportarían, pueden ser consideradas desde esta perspectiva procesual de la exclusión como una fuente de vulnerabilidad, aunque, como se acaba de apuntar, es necesario poner en relación a la ruptura otras variables de los individuos que la protagonizan, como el nivel de estudios o el estatus laboral, así como con factores del contexto (grado de desarrollo de las políticas sociales, existencia de redes informales de apoyo, etc. (Almeda, 2004). Además, la comprensión de las situaciones de riesgo social desde un abordaje multidimensional, proporciona la posibilidad de valorar la influencia de las distintas dimensiones en la configuración de procesos que lleven a una mayor vulnerabilidad y/o exclusión social (Raya, 2006). Así, en el contexto social, pensamos que hay algunas dinámicas que habrá que tener en cuenta a la hora de analizar las trayectorias familiares y tratar de identificar fuentes de vulnerabilidad y fuentes de apoyo. Por un lado, el contexto institucional en que tienen lugar las rupturas de las uniones puede tener influencia en las consecuencias de las rupturas. En primer lugar el Estado puede tener un papel importante ante determinados episodios biográficos de las personas. Compartimos la posición de, entre otros autores, Loïc Wacquant, cuando afirma que “los estados […] contribuyen a determinar quién queda relegado, cómo, dónde y durante cuánto tiempo […] son grandes motores de estratificación” (Wacquant, 2001: 175). Hay factores que emanan de los estados con una incidencia directa en la ruptura de las uniones, como por ejemplo la legislación (que puede marcar unos requisitos o condicionar la duración del proceso de separación o divorcio) y el acceso a la justicia (la posibilidad de acceder con facilidad a un abogado de oficio), que pueden ser importantes en los procesos de ruptura de una unión. Carles Simó y Montserrat Solsona (2010), apuntan cómo la demostración del cese efectivo de la convivencia conyugal que exigía la ley del divorcio de 1981 (vigente hasta 2005) “era una especie de pulso impropio de los tiempos en que vivimos que la ley imponía a los esposos, obligados bien a perseverar

públicamente en su desunión, bien a renunciar a tal iniciativa, lo cual llegó incluso a forzar reconciliaciones de más que dudoso éxito” (Simó y Solsona, 2010: 613). Otro factor a considerar son los cambios en la esfera del trabajo asalariado. Ha habido un aumento de la precariedad (en términos de temporalidad en la contratación) y una desaparición de lugares de trabajo que no requerían calificación (Sanchis, 2008). La acción del Estado, a través de la regulación del mercado laboral también puede incidir directamente en las condiciones de vida de las personas asalariadas. El empeoramiento de las condiciones laborales tiene que ver con los salarios, la temporalidad, las garantías frente el despido, etc. En los últimos veinte años los salarios han perdido de media un 2,5% de poder adquisitivo (Colectivo IOÉ, 2008) y la indemnización por despido también se ha abaratado, lo cual ha permitido un aumento en modalidades de contratación ficticiamente consideradas “indefinidas”. Por otro lado, el acceso a un salario ya no protege del riesgo de estar bajo el umbral de la pobreza: la desvinculación entre salarios y aumentos en la productividad, ha situado los salarios mínimos por debajo del umbral de pobreza; esto sucede en Europa y también en los Estados Unidos, donde una parte importante de las personas asalariadas están en situación de empobrecimiento (Iglesias, 1999; Iglesias et. al., 2004). También es importante la articulación de las políticas educativas, los resultados de las cuales implican un acceso diferenciado al mundo de la ocupación. La eliminación de las ocupaciones menos cualificadas puede suponer un mayor riesgo por las personas con bajo nivel de cualificación. En este sentido, el efecto de los factores que acabamos de mencionar puede ser más negativo en el caso de las mujeres que han seguido el modelo de relaciones que hemos denominado tradicional: al haber sacrificado toda o una parte de su carrera profesional en el cuidado de los hijos/se, la ruptura de la unión las enfrenta de nuevo y en peores condiciones a un mercado laboral del cual se habían descolgado (Brullet, 1997). Por último, de los factores contextuales, también nos interesa aquello relacionado con el acceso a la vivienda. La coyuntura económica reciente ha propiciado un encarecimiento generalizado del precio de la vivienda, dificultando por lo tanto el acceso al mismo. Este factor puede influir tanto al momento de la ruptura de las uniones (en el sentido de condicionar la decisión de ruptura por la dificultad de acceder a una nueva vivienda por parte de los miembros de la pareja), como las trayectorias posteriores a la ruptura, pues las estrategias seguidas pueden estar condicionadas por el acceso a la vivienda (puede implicar, por ejemplo, el regreso al hogar familiar de origen de alguno de los miembros de la pareja) (Andress et. al., 2006).

3. Metodología Los enfoques metodológicos han ganado en complejidad en el seno de las ciencias sociales. A medida que el estudio de la realidad ha ido evidenciando la complejidad del mundo social se ha hecho patentiza la necesidad de aproximaciones multidimensionales (Alonso, 1998). De acuerdo con esta percepción compleja y heterogénea de la realidad social podemos diferenciar, al menos, dos niveles: a) el nivel de los hechos o fáctico y b) el nivel de los discursos o significativo. Estos niveles se corresponderían con la consideración de todo fenómeno social desde al menos dos ángulos diferentes: a) La vertiente o dimensión cuantitativa, estructural, objetiva y exterior; b) La vertiente o dimensión cualitativa, intersubjetiva, que toma como referencia el punto de vista de los actores. El desarrollo del presente trabajo no abordará la totalidad de las dimensiones implicadas en las rupturas de las uniones, sino que se centrará en la dimensión cualitativa, el nivel de los discursos y de los significados. La investigación cualitativa pone el énfasis en el carácter socialmente construido de la realidad y en la estrecha relación de los investigadores e investigadoras con aquello que estudian (Denzin y Lincoln, 1998). Dentro del paradigma cualitativo pensamos que una de las técnicas que puede ayudar a captar los discursos es la entrevista semiestructurada. En este tipo de entrevistas se recogen los discursos y las motivaciones mediante la descripción que ofrecen los propios sujetos, que son interrogados sobre sus experiencias, sentimientos y opiniones. En cuanto que procedimiento científico para la obtención de datos, la entrevista supone la sistematización de la comunicación, garantizando la validez y la fiabilidad del análisis posterior (Vallés, 1999). Las entrevistas se basan en un guión de temas o cuestiones que son los mismos para todas las personas entrevistadas. No obstante, el orden en que aparecen los temas no tiene que ser necesariamente el mismo en todas las entrevistas (Vallés, 1999). Siguiendo este mismo autor, en este tipo de entrevistas cualitativas “la estandarización del significado de una pregunta requiere formularla en términos familiares al entrevistado [y] no hay una secuencia de preguntas satisfactoria para todos los entrevistados” (Vallés, 1999: 187). Esta entrevista permite el análisis equivalente de los significados por las diferentes personas entrevistadas (Denzin y Lincoln, 1998).

En el presente trabajo, las entrevistas serán enfocadas desde una perspectiva biográfica. Se tomará como eje articulador de la reconstrucción biográfica la biografía familiar. Pensamos que esta perspectiva biográfica nos puede ayudar a seleccionar e interpretar los acontecimientos que facilitan pasar de lo personal a lo colectivo. Tal como plantea Jesús de Miguel “en el análisis sociológico se pasa de lo personal a lo colectivo [y] es importante explorar el papel de la familia en las vidas individuales, porque la familia constituye lo elemento básico que engarza la persona cono la estructura social” (de Miguel, 1996: 79). En nuestro caso, de la vida familiar de los entrevistados y entrevistadas, lo que nos interesa en concreto es permitir a las personas entrevistadas que seleccionen los acontecimientos más importantes alrededor de la constitución de la unión, el nacimiento de los hijos, el proceso de ruptura y la trayectoria posterior a la ruptura. El análisis se centrará aquí en el impacto en la salud y el bienestar en las trayectorias postdivorcio. 3.1. Muestra El presente trabajo se enmarca en un proyecto más amplio en proceso de elaboración en el que se han realizado 24 entrevistas a hombres y mujeres entre 30 y 45 años que han protagonizado una ruptura de pareja con hijos menores, con una profundidad de un año o más a la realización de la entrevista. Sin embargo, para la presente comunicación únicamente se cuenta con una muestra de 13 entrevistas (hombres y mujeres) ya que las 11 restantes se encuentran en estos momentos en proceso de análisis, no siendo posible incluirlas para este documento. Las entrevistas se realizaron en Barcelona durante el mes de Julio y en Valencia durante el mes de Noviembre de 2012. La información sociodemográfica de la muestra utilizada para el presente trabajo puede consultarse en la siguiente tabla:

4. Resultados 4.a. El impacto en el bienestar Un primer foco de atención sobre las consecuencias post-divorcio se centra en el impacto en el bienestar, y más concretamente en las dimensiones económica y residencial. La ruptura implica la separación de las fuentes de ingresos de la unidad de convivencia y también un aumento de los gastos, especialmente para la persona que deja la vivienda. El propio proceso de ruptura genera unos costes que suponen una traba temporalmente importante. El coste del proceso judicial, sobre todo los abogados, es una carga grande que, además, sobreviene en los momentos más delicados de la ruptura a nivel emocional y también económico, pues en los primeros meses hay, como vamos a ver, unas cargas significativas añadidas. "A nivel económico me quedé fatal. Mira si me quedé fatal que para pagar el abogado le tuve que pedir dinero a mi hermana, no tenía ni un duro en la cuenta (...) Mil quinientos euros debía, porque me tuvieron que dejar dinero para pagar al abogado y me costó eso hace siete años." (H-45)2 “tienes que ir aprendiendo a hacer malabares y jugando con todo un poco, porque es… es eso, no? cógete un curro que te coincida con este horario, que te paguen tanto para poder pagar esto… y bueno, hay meses dónde puedes estirar más, pero tienes que guardar para el siguiente, no? tienes que pronosticar todo” (M-29) 2

Para la presente comunicación, las citas se codifican a partir del sexo (H para hombres y M para mujeres) y la edad en el momento de la entrevista.

Cuando una de las dos personas deja la vivienda y tiene que buscar otra, las consecuencias económicas son claras. Acceder a una nueva vivienda no es sencillo; además del coste económico implica otro tipo de consecuencias. La vivienda no cumple sólo la función de proveer un techo, sino que implica intimidad y está ligada con la identidad y con la sensación de bienestar (well-being). El ejercicio de las funciones parentales también está condicionado por el acceso a la vivienda, así como las relaciones intergeneracionales (con los abuelos, etc.) “[Fue un] Momento super difícil porque… claro, dónde vas? Que no tienes nómina, que tienes que alquilar un piso… olvídate. Olvídate de que alguien que no conoces te diga: “no pasa nada, ya veremos a ver como me pagas…” (M-29) "Des de la separació no tinc espai. Em separe i me'n vaig a casa dels meus pares, aleshores trastos a casa dels meus pares. Em pose a buscar-me alguna cosa i coincideix que m'apunte a una VPO, perquè el pis que teníem estava a nom de la meua ex i això em va de puta mare, perquè puc accedir a una nova vivenda i de VPO. Llavors m'apunte a una VPO de Llanera [empresa constructura]. Llanera se'n va a fer la mà! La qüestió és que mentre em busque un pis de lloguer, però compartit i, clar, ja estàs compartint pis, trastos a un altre pis. Açò s'enquista molt: jo el pis deuria haver-lo tingut en 2009 i el tindré en setembre de 2011. Què ha passat? Jo en el pis de lloguer al final no estic a gust amb la gent amb la que estic convivint i me'n vaig a un altre pis. I ara com ja he de començar a pagar el pis, torne a casa dels meus pares. Aleshores, el que més trobe a faltar és el meu espai. El no haver tingut un espai des que m'he separat crec que ha sigut molt negatiu per a mi, a nivell de no tindre el teu esguard, de no tindre el teu refugi, de no sentir-te com a casa. Jo a casa dels meus pares estic molt bé, al pis on estava estava molt bé i en l'altre pis, en el primer, vaig estar molt bé fins que vaig deixar d'estar bé. Però eixa sensació d'estar rodant, tinc la sensació de què amb 36 anys i amb una filla necessite un espai per a mi i per a ella, que siga nostre, no estar de pas." (H-37) En la dimensión laboral una de las consecuencias de la ruptura es que se incrementa la dificultad para compatibilizar la jornada laboral y el tiempo de cuidado de los hijos e hijas y de trabajo en el hogar. Esta situación no está provocada por la ruptura, más bien es un rasgo relativamente extendido y que sufren especialmente las mujeres porque soportan la existencia de un mercado laboral desconectado las tareas de cuidados y la carencia de corresponsabilidad de los hombres. La ruptura incrementa los problemas de conciliación, especialmente para el miembro de la pareja que más tiempo de custodia tiene adjudicado. Además del horario laboral, la compatibilidad

depende de factores como la proximidad de la escuela donde van los hijos, la disponibilidad de recursos extraescolares que amplían el horario de las actividades de los hijos y la disponibilidad de apoyo familiar. “sí que te reduce, no? claro que te reduce un montón. El poder contar con otra persona que… yo trabajo hacia las ocho, pero se queda él, porque él sale a las 8 y yo los llevo por la mañana al cole… todo eso desaparece. Entonces, sí. Es más jodido encontrar un curro que se acople a un horario que tienes que establecer con los nanos, que… estás jodida. Además tiene que ser ocho horas, no puedes ser prácticamente ningún sitio, tiene que ser turno de mañana… entonces, sí. Pero realmente ya estaba chunga la cosa. Y los curros que yo me he buscado, los curros que me han salido… el bar fue de hecho justamente eso. Un trabajo que probablemente podría estar ahora trabajando de camarera si no es por el rollo este de… no es que “necesitamos a alguien que trabaje de tal hora a tal hora” y yo ese horario no lo puedo hacer” (M-29) 4.b. El impacto en la salud La ruptura también puede tener repercusiones en la salud. Las consecuencias sobre la salud están muy vinculadas con el hecho de quién toma la decisión de romper la relación y con el nivel de conflicto que había en la relación que se rompe y durante el proceso de ruptura. En los discursos encontramos que quienes no toman la decisión de romper sufren más en nivel emocional y esto puede repercutir negativamente sobre su salud mental y física. Las consecuencias psicológicas pueden llegar a ser importantes, sobre todo cuando confluyen, circunstancias que hacen más dura a nivel emocional la experiencia de la ruptura. Cuando una persona no es quien toma la iniciativa y las causas las vive como especialmente lesivas, la ruptura puede derivar en un descenso considerable de la salud mental. Los relatos muestran una sensación de vacío y de desconcierto porque se tienen que asumir muchos cambios que inicialmente no eran deseados. También, entre las personas que no toman la decisión, se vive un sentimiento de culpabilidad: se asume más responsabilidad en el hecho de la ruptura. "Es un bache muy grande. Sí, porque no puedes llevar las riendas de tu vida. No puedes llevarlas como tú las quieres llevar. Fue una época de mucha soledad, de no querer salir. Además, te sientes culpable, piensas que lo has hecho fatal, que no sé qué. Bueno, cosas que te pasan por la cabeza." (M-37)

“hay una inestabilidad psicológica y una inestabilidad de no saber qué haces, dónde vas, qué haces, qué… una inestabilidad increíble.” (M-29) Las repercusiones psicológicas pueden tener efectos sobre la salud física. Una de las consecuencias que aparece en los relatos es la pérdida de peso. Durante el proceso de ruptura, cuando todavía no se ha superado el proceso de luto, algunas de las personas entrevistadas describen episodios de pérdida de peso en un espacio corto de tiempo. Se pierde el hambre de comer (los informantes recurren a la expresión popular que dice que hay momentos en que se cierra el estómago) y puede haber también dificultades para dormir. "Cuando me separo, en principio voy a un psicólogo. Pierdo muchos kilos, pierdo 18 kilos en un año: pesaba 78 y me quedé con 60 kilos. Al final ya no comía, se me cerró el estómago y tampoco comía." (H-45) "Lo pasas mal. Yo adelgacé muchísimo, pero porque se te cierra el estomago, no porque quieras hacer régimen, ni porque quieras que se te note, no, no es un régimen voluntario ni nada." (M-37) Sin embargo, los efectos sobre la salud psicológica y física no son siempre negativos. La ruptura de la pareja implica un gran cambio vital en las personas que pasan por ella y puede ser experimentada como un momento clave de crecimiento personal, de amplitud de redes sociales y de liberación, a pesar de los costes que pueda ocasionar. En este sentido, la ruptura supone, especialmente para las mujeres, un punto de inflexión vital en el que se refuerza su autoestima, su autopercepción como personas independientes y su capacidad para encargarse en solitario de sus vidas y de las de sus hijos, lo que vendría a reflejar el proceso de “empowerment” comentado anteriormente. “también era un poco de liberación, no? Porque al final no es lo que quieres, no? Estas todos los días con mala cara. Mala cara para tu pareja, mala cara para ti, mala cara para tus nanos… [...] He ganado un montón, me he encontrado a mí. He ganado muchísimo de conocerme a mi, de formarme a mi también, no? [...] En todo lo humano me siento más yo, me quiero más también, me valoro más y he ganado también muchísimas, muchísimas… esa misma relación que tenia con los nanos? Que luego es diferente, es una relación mucho más, mucho más cercana.” (M-29) “te das cuenta cuando estás tú sola, que tú también puedes cambiar la bombilla, que también puedes coger el taladro y hacer no sé qué. Tú te estás viendo realmente reforzada e independiente (M-37)

“He iniciat el meu camí de la... cap a l’alliberació. I d’estar més tranquil·la, relaxada, pensar en mi, fer les coses per decisió pròpia sense que ningú influenciés en les meves decisions... sí.” (M-38) Desde este punto de vista, en el que la ruptura de pareja se vive como una oportunidad vital, las consecuencias en la salud física se experimentan como positivas ya que, además de ser posible la desaparición de síntomas o enfermedades presentes durante la relación, las personas tienden a mostrar una mayor preocupación por su salud y su cuerpo, especialmente aparece como habitual el retomar algún tipo de actividad física, lo que les lleva a sentir una mejoría física que a su vez repercute en una mejoría en su salud emocional: “antes tenía jaquecas, tenía migrañas, tenía… de vez en cuándo tenía que ir a que me pincharan en el culo porqué tenía vértigos, se me acumulaban las tensiones en los hombros y tenía vértigos. Entonces cada seis meses como mucho el médico me chutaba. Entonces esto ha desaparecido [riures] todo esto ha desaparecido. Yo ya no tengo jaquecas, ni tengo vértigos, ni… nada de nada” (M-29) “jo m’he trobat molt bé aquets anys. I físicament és quan millor m’he sentit també, he? Sí. També perquè he fet molt d’esport, he fet esport que a mi m’agradava... m’agradava molt, sí, sí, sí.” (M-38) 5. Conclusiones La ruptura de una pareja con niños es, como se ha visto a lo largo del presente trabajo, un acontecimiento vital de gran trascendencia para las personas que pasan por ella al implicar un giro en el proyecto familiar que se había llevado a cabo en común. El proceso de ruptura puede desestabilizar profundamente importantes ámbitos de la vida siendo, por tanto, un factor de vulnerabilidad. Es por ello, que aparece como imprescindible el apoyo integral a las personas que pasan por una ruptura de pareja en la que hay niños, tanto desde las instituciones públicas, como desde la comunidad y las redes de apoyo mútuo. No es se trata únicamente de la necesidad de un apoyo económico, que es fundamental, sino también en las cuestiones residenciales, así como en las relativas a la salud emocional, especialmente durante los primeros momentos post-ruptura. La cuestión de la vivienda aparece como imprescindible ya que no se trata exclusivamente de tener un “techo” donde dormir, sino que la vivienda es entendida y vivida como proveedora de “bienestar general” en tanto que lugar de descanso así como de intimidad familiar, tanto para el adulto como para el niño.

Sin embargo, creemos que no debemos centrar nuestra mirada únicamente en los aspectos negativos o que generan vulnerabilidad ya que, sin tratar de esconderlos o ignorarlos, creemos que las rupturas de unión son también una oportunidad vital que, como las propias personas señalan, permite el crecimiento personal y un mejor autoconocimiento, así como la posibilidad de “empowerment”, especialmente beneficioso para las mujeres. En este sentido, las rupturas de unión pueden entenderse como el deseo de lograr relaciones amorosas cada vez más exigentes y más satisfactorias, aunque ello implique tener que romper con aquellas en las que esto no se logra.

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