(TRES PLIEGOS) HISTORIA DEL ROBO DE ELIS LA ROSA BLANCA ZKCANTADA^ MADRID Despacho: Sucesores do Hernando, Arenal, 11

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(TRES PLIEGOS)

HISTORIA DEL

ROBO DE ELIS LA ROSA BLANCA ZKCANTADA^

MADRID Despacho: Sucesores do Hernando, Arenal, 11.

HX©TOJHM.A. DEL .

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R CAPITULO

PRIMERO.

La casa paterne —Primeras apanoionei dtl hechicero,—Cejos y venssma.

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Habitaba cierto palacio dé recreó un caballero robusto aunque de bastante edad. Era el más rico de todos los nobles de su tiempo. Viudo con una hija de 20 años llamada Elisa, se consideraba feliz de tal modo que nada habia que despertase su ambición.Infinitos' pretendientes : aspiraban dueños de * joven que. habíalo^

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sura adquirir una fa~ .• • ma universal con el renombre de la Bella castellana aludiendo a un hermoso castillo de que.era la única heredera." Como la amaba tanto su padre, ningún gusto ni capricho la negaba. El más dominante en la joven era el de salir todas las mañanas á paseaT á un jardín QU« -

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había en el interior de-palacio-i En-élse distraía -regando-alg*) •• ñas plantas que ella misma solía cultivar, ó bien formando algunos ramilletes, que ya colocaba en el tocador ó regalaba á otras amigas suyas; otras veces pasaba largos ratos leyendo debajo de un bonito cenador de cañas, por la,s cuales se elevaban enredaderas y capuchinas. _¿ • ,¿ " 'i " .' " Mas de cuatro veces acudían á divertirse sus amigas y en particular durante los largos ratos del medio día en estío. Sucedió en cierta ocasión que estando, sola leyendo en un pergamino una histeria q*üe Jwblaba del poder de cierto;hechicero, que robaba para llevárselas ásu castillo las doncellas mas hermosas, se sintió caer sobre su frente una corona de flores y una hermosa sortija en la mano. Admirada con esto volvió la vista hacia arriba para ver quien se la hahia echado y vio una palomita blanca en una de las cañas del cenador. Sorprendida de ello, no se atrevió á probar á cogerla ni de esquivarla creyendo que seria el hechicero de que hablaba el pergamino que estaba leyendo. . .'.vH^l a:,i> Salióse precipitada del cenador y se fué á su cuarto sin contar á nadie lo'que había sacedidG; dí$ándG-''6áér iüádtfeftiíiament ti en el cenador la corona y la sortija. Pasó.aquel dia y los siguientes sin acordarse de tal aventura, y al, .cabo dea-lgun tiempo volvió al jardín á ocuparse ensn tarea favorita, y estando regando un rosal volvió á caerle en la cabeza la corona-y la sortija en la mano, apareciendo otra vez la palomita-; • quiso huir, pero entonces la palomita revoloteando delante de ella ,1a detuvo diciendo: k

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No temas, castellana la de loa rubios cabéllps, • pon la corona en tu sien • ' y la sortija en lu dedo, .. < que es ehregalo de boda (liie^ie enviael hechicero. 1

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- Quedó la joven como petrificada al oír estas palabras, y km atenderá quitarse la coronada la cabeza y la sortija del dedo, se sentó en un banco de céspedes á meditar sobre lo que por ella pasaba. No acertando después de largo rato de reflexión á formar ningún concepto délo que aquello significaba, so fué á su cuarto sin manifestar tampoco a nadie lo que la sucedía. Se acostó, y cuando fueron á'llamarla para comer, se disculpó diciendo que so hallaba'algo indispuesta. Como la amaba tanto, su padre entró en cuidado, fué á verla y la bailó pálida y llorosa; porniasque la preguntó no pudo saber otra cosasino que estaba indispuesta;

Llegó la noche, y la joven rogo que la dejasen soia so protesto de que la seria mejor;' pero era ciertamente para entregrse con toda libertad al llanto, que sin saber por qué tanto la ahogaba. Con efecto, la dejaron sola, y al poco rato oyó el dulce gorgeo de cierto pajarillo, causándole ta^efep,to, que la alivió de la pena que la. devoraba y dejó el llanto',' Sintiendo una satisfacción interior tan grande, que la llenó de gozo y alegría. Cesó de repente el canto .delpajarito y empezó á oirse el sonido de . v a r i ^ nientbs'tóínohi^ músitía sé dejo" seirtir una voz de hombre, pero muy sonora, que cantó los siguientes versos: , :

• i • *•' " > '• "'!: ' Duerme!, 'Elisa seflnfttora,. ••' ' •'' » ' • • ' > ' • • á efuien amo y por quien peno; ' '' •' don (lo gracia y baldad lleno, • . puro ni par que tu candor. Nunca,' nunoa te marchites, , . i .• y . - • y esos labios, prenda hermosa, ; : •:.( i , , ,. rao recuerdan' amorosa, ¡,. ... , ., He tus ojos el fulgor. , ¡ 1

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-Con .-efecto-, al mágico son de esta voz la joven se quedó dormida: a.l momento entró *por Tina ventana un caballero arrogante; de herniosa presencia y ojos centelleantes, se sentó junte al lecho y se quedó contemplando a la hermosa Elisa.'Pero comr al darla un ardiente beso despertase, el caballero se convirtió al instante en- üúa paloma y se colocó'sobre la al mohada: La joven la' vio y sin sospechar cosa alguna la cogió sin el menor reparo y la colocó entre sus b7'azos haciéndola mil caricias. En esto se oyó nuevamente laara re­ cü5l5r­Á­ №85®f y%# dejaron ­pasar': al anciano mendigo. Conclu­ yéronse'^ por fí^ fiestas, y á los pocos dias "volvieron á pasar­ le' recado do ' que (acababa de llegar un monj e que deseaba ha­ blarle, y volvió á contestar desdeñosamente, 'que á nadie reci­ bía. Pasaron otros tantos dias , y volvió el anciano vestido de pe­ regrino, pidiendo posada, pues no­tenia donde pasar la noche y le había cogido una'tempestad en el­camino. Dióronle al fin po­ sada, y litando Elisa que le llevasen á su presencia para preguu» tarlé lo qué había'visto en su peregrinación, y distr •?,ee,on es­ tá relación. Entró; pues; el anciano ante los dueños utíl­^tótülo. y cómo le ofreciesen ún refrigerio, rehusó tomarlo, pac'&jftdo dé sus alforjas­ uñas yerbas que dijo ser su iinico alimento. Ésto hi­ zo recordar á los dos esposos­á, su anciano­'" padre, que, llegado del deseo de encontrar á su hija', había hecho el voto que ya hemos Preguntaron al peregrine/­á dónde iba y qué razón ;

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— 20 — movía á hacer tal peregrinación, y , él entonces .; empezó de es%, manera su relación: ; t • «Habéis de saber,;señores, que yo tenia una hija, La cual era mi orgullo por lo bella y lo virtuosa. Esta hija desapareció de mi lado de un modo extraordinario, y en vano la busqué por, todas partes; nadie me dio razón de ella; Un caballero me ofreció poner todo' su empeño en volverla ámi poder, y yo, agradecido, se la ofrecí por esposa. Ese caballero me engañó villanamente;_ pues aunque es cierto, según, he sabido, qué la libertó de su tirano \ opresor,! se la llevó consigo sin querer que participase; yo de su alegrí. Y lo peor de todo es que esta hija, .que había sido á mi lado tan. virtuosa, que liabia sido de mí tan querida, por quien, tanto había yo llorado, por quien, én fin, me esponía á los trabajos y penalidades de una errante peregrinación,, tampoco? q.^s,q.ó .UOjSp cuidó de buscar á su padre, ni darle un abrazo; y es más,^ que hasta se hizo orgullosa, olvidando los cQnsejos que se la. dieron en su niñez, no daba limosna á los pobres, ni prestaba oido ajas súplicas de los necesitados..,.» Enastólos dos esposos, que conocieron que aquel era su padre, y no extrañaban su justo resentimiento, se arrodillaron delante del peregrino; pero él entonces, separándolos de sí, les dijo: «Aguardad^.que no he concluido.» Y comono hacia caso de los dos que le-pedian perdón, con^ihuo de este modo: «Y viendo el anciano y desdichado padre el menosprecio que hacíande .él, y la ingratitud de; su hija y .de su yerno, se-presentó disfrazado ante ellos, los humilló, y cuando les vio abatidos á sus pies los maldijo ó invocó el poder del,cielo para que de allí en adelante fuesen .tai* •(iesgjraoiaaos w^lQ%Qr cíano, cuyo paternal afecto habían ultrajado....» . r; Al pronunciar estas últimas-: palabras iba & retirarse eí peregrino: la joven Elisa dio un, espantoso grito, y cayó desmayada; ,¡?u esposo, poniéndose en pié, con acento firme y resuelto trató de disculparse, y echó en cara al anciano su severidad, mientras ésteyirémulo, y con semblante,enqjado,¡ les volvió, la. espalda y m salió sin aguardar mas'contestaciones, . Gran desazón produjo esta,escena,en el (sastillo, pues de sus resultas Elisa se afligió muchísimo y cayó gravemente enferma^ y su esposo empezó á cobrar un aspecto poco amable y,un génip áspero y enfadoso; de modo que desde aquel momento fué desapareciendo la felicidad de aquella casa; pero en vez de invocar la ayuda de Rosa Blanca, como era natural, no se acordaron de semejante cosa, porque la tenían enteramente olvidada; así que llegó el caso de que ella, en vista de tan culpable abandono, resolvió vengarse de tal agravio y castigarlos severamente. 1

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dé todo el reino. Formaron una liga, conjurándose para derribar á su rival, y 'empezaron primero con, poner condiciones ,pne,rpsa|! y degradantes al dueño de ól; pero como no quería privarse enípniag mínimode lo.quecreía ser legítinao propietario, no prestóoidp 4 ninguna proposición; Más empeñados entonces sus, contrarios en esta; adquisición, se previnieron todos para echarle, à la fuer^^y bajo pretesto de haberlo mal adquirido. En efepto, le acometieron con un crecidísimo numero de gente armada, ; y conociendo los del castillo, el peligro que les amenazaba, quisieron entrar en un convenio, á que se negaron entonces los otros,, que veían tan favorable o.casion de conseguir sus ambiciosos deseos.. . .• ';) ,• •> ' ;, •. ::

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CAPÍTULO VIL

Desdicha»; y felicidades,—Muerte del padre de Elisa.—Casamiento del Nueva desgracia.—Conclusión.

hijo.».-.

Los dos esposos no tuvieron, paes, mas remedio que, aprovechando la. oscuridad de la,noche, huir á toda prisa para librarsede lamiMrte que ies amenazaba, y.con tal precipitación, que no tuvieron lugar siquiera de recoger algundinero, alhajas, niñada absolutamente., Solos, sin amigos, ni amparo alguno, y con el hijo,, que aun no tenia dos años cumplidos, no les quedó otro recurso que llegar al extremo de tener que mendigar de puerta en puerta la hospitalidad, y porúnico remedio tuvieronquesujetarse á trabajar para ganare! sustento. En tan miserable estado, y dominados aun por su, orgullo y elrecuerdo de la. felicidad perdida, se consideraban los mas. infelices de la tierra, y sin embargo no querían humillarse hasta el punto de ir á pedir auxilio á su padre, porque la humillación les parecía mas espantosa que la muerte. . Por liltimo, en un momento,de desesperación, ya se resolvió Gerardo á quitarse la vida pomo sufrir suerte tan adversa, cuando hó aquí que al quererlo poner en ejecución, vióde improviso caer á, sus pies una rosa blanca. TJnasúbita idea cruzó por su imaginación: cogió.la rosa, y se acordó de su protectora. Este solo recuerdo bastó para desarmar la cólera de Rosa Blanca; y entonces se aparecida Gerardo, quien, á su vista, avergonzado cayó de rodillas implorando su piedad. La benéfica y hermosajó ven le mandó levantar; y después d.o dirigirle una severa mirada, le dijo; «¡Neciol ¿porqué eres

— 22 tan cobardfeí^Porqué íio tienes -valor para sobrevivir A tu desgracia''' A.-' üo' ser per tu inocente hijój qxie'sentiria'sinculpalos'desgracia-. 4os efectos de tu intento, ¿piensas que liubierai venido yo á proteo ierte^Nuncá protejo yo á los qué nomo lrastsan, á los ingratos que me olvidan; pues jamás busca la-ayuda ál hombre, sino que el hombredébé büstíar la ayuda. Y no creas que haya sido la causa de tus desgracias la casualidad, no; he sido yo; que he querido cástl^ gafos por vuestráingratitud; yo, que quiero haceros ver qué nopof poderosos que Seáis os debéis considerar independientes delmundo. Tíaló habéis'vifetoJ» ' '"'i; - - J ' - • -i•Ehesto, hopudíendó sufrir tantasy tánamargás reprénsienesel desdichado Gerardo, pidió mil veces perdón á Rosa Blanca, y la prometió no volver jamás á olvidarla, ni tanpoco á sus consejos, t>esaparecióRosa Blanca, y entonces se fue donde estaba su esposa, Ja abrazóyla contó cuanto le acababa de pasar. En aquel mismo dia, por indicación de lamismaRosa Blanca, sepusieron en caminopara'ir á echarse humildemente á los píeSde supádrey pedir!» perdón. ' '' " ' ' "''i' Cuando llegaron al castillo y so presentaron ala vista del anciano, este,al conocerlos, no pudo menos de ceder á los impulsos del cariño paternal, y viéndolos en tantriste estado, olvidándosede tódpiqpásadb, los abrazó y\admitió éá, su casa, y los trató con él mayor afecto, cuándo le ér¡.térárBn.dé sus desgracias, se dolió dé)* ellas,y procuró remediarlas. Reconciliados deéstemodo con él anciano, ya se consideraban menos infelices, y sin embargo -todavísv lloraban su perdido cas ti I lo'. 51 anciano no podía sufrir con paciencia el ultraje 'hechoá sus hijos. Eri breve aprestó gente, y poñiéndc^ al esposóde suhija á la cabeza de estas tropas, los mandó á reconquistar lo que tan injustamente les h'abiah usurpado. Partió 'én efecto él bizarro Gerardo á la cabeza de su hueste,,y tal valor é inteligencia desplegó, qué .apenas avistó sucastillodíspusodairel asalto deuninodd tan formidable, que, infundiendo tanto, terror á los que le ocupaban, ^considerándose iticapaces de resistir elata

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