Story Transcript
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Casares.—Si bailas con otru teu fago fariña.
USTED e nl a doble página
d ee s t e n ú m e r o
HA HF.CHO ITYPLOSIQN EL
lafantástica
información
u tiro
de fusil
—¡Mozo! ¡Esta sopa no tiene nada de tortuga! —¡Oh, señor, no proteste! Piense que si usted pide una sopa a lo Lebrun, ¿se creería pot eso con derecha a que el Presidente de Francia estuviera en su plato?
—¿No sabe usted que no se pueden sacudir alfombras después de las nueve? —¡La alfombra que tengo entre manos la sacudo yo cuando me da la ¿ana! '
LA MUCHEDUMBRE Y EL GRAN SEÑOR
Y es Salvada de esta otra. (De Passing Show, Londres.)
Lily sueña ser salvada de esta manera.
A N T O N I O
(De Le. Rire, París.)
(De New Yorker.)
VALENTÍN DE PEDRO
P A S O publica asía semana
¡ENGÁÑALA, CONSTANTE! i! iffliiiiiiisiüiiiiiiiii1- ( Y A N O E S D E L I T O ) ,,,i
F A R S A
C Ó M I C A
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A C T O S
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MADRID, 22 DE OCTUBRE DE 1932.—AÑO Vl—NUM. 274. Bedaccióa : Faaeo de San Vicente, 20.—Teléfono 10080.—Suscripción: Kadrld, T,60 semestre; 14 alio.—Prorlacias: 8 semestre; 10 alio.—Bxtraajero: 18,00 semestre; 24 alio.—Día» de pago: Iones de cinco a siete.—Para la buena mareba de nnestra contabilidad deben cobrarse los originales •atea de pasados tres meses desde su publicados, pues traBscnrrldo eae tiempo aa enteaderá qne reaondaa al cobro sos autores.—Los números atrasado! de esta rerlsta se rendes al precio corriente en el klosce de la calle de Alcalá, frente al teatro Alkasar.—K-HITO, Director.
COQUETERÍA AEREA, por WESOLY PAN LA MUJER PILOTO.—Supongo qne no tendrá usted ningún reparo en que viajemos asi hasta que pase la lluvia. Es que tengo el pelo recién ondulado.
VENGANZA
DE P I C A D O R Para- Berra, que tanto se luce comiendo escabeche.
A acción en el exprés ' Hendaya-Madrid, una noche del pasado verano. Al parar el tren en San Sebastián, uno de los viajeros, hombre barbudo, con aspecto respetable y serio, abandona momentáneamente su asiento, bajando al andén donde espera el señor Olazábal, figura política de gran prestigio en Guipúzcoa. Entretanto, ese mundo kaleidoscópico que es una estación de ferrocarril, ha ido presentando sus variadas escenas,- casi siempre impregnadas de un apresuramiento cómico. La serpiente férrea—hoy estamos: de un cursi que, ¡bueno!—, la serpiente férrea ha ido recibiendo nuevos viajeros de toda clase social; desde el canónigo ai carterista, pasando por la cupletista de fama y el torero de postín. Entres éstos han subido al tren los dos hermanos Bienvenida con sus correspondiente cuadrillas. Manolito y Pepe van con un amigo, separados de los banderilleros y picadores, aunque éstos también viajan en primera. El respetable señor que hablaba con Olazábal gana el tren, ya en marcha, y se dirige a su departamento, donde le espera una buena sorpresa: su asiento, junto a la ventanilla, esrá ocupado por un picador de Pepito Bienvenida. El viajero, con toda educación, reclama sus derechos de primer ocupante. Inúiil. El picador se niega en redondo a ceder el asiento, alegando que ,no había en él ninguna señal de ocupado. Se entabla una discusión violenta que se alarga y se alarga sin resultado práctico.
El piquero defiende así su actitud: lleva quince días, desde que salió de Sevilla, sin tiempo para descansar a gusto ni una sola noche-. Está materialmente hecho polvo, hasta el extremo que en esas dos semanas no sabe aún lo que es el cambiarse de calcetines. Se comprende que es un mártr del viaje..., y que no es un entusiasta de la limpieza, precisamente. Como la discusión continúa y no se vislumbra el final, alguien avisa al revisor, que liega en seguida y, enterado del caso, da la razón al caballero de la barba. El asiento que se discute está reservado desde Hendaya por el primer ocupante y en la cabecera figura ¡a tarjeta indicadora. El picador no tiene otro remedio que levantarse y ocupar otro sitio en el mismo departamento. Pero lo hace coa gesto fiero y vengativo. Un banderillero, pasada ya la tormenta, reconviene al picador: —Siempre has de ser el mismo, gachó. Ves que el otro tiene la razón y te quieres salir con la suya. —Y me salgo—asegura el cabezudo. —Ya lo veo. Has tenido que dejar el asiento, a tu pesar. —¿Y qué? ¿Te apuestas algo a que antes de las tres de la mañana me han dejao ese sit o libre? —¿Cómo? —Porque ese tío me las tiene que pagar, ¡maldita sea mi vida! ¡¡Esta noche... me quito las botas!!...
Se ocupan los federales castellanos—¡qué gencues;— ue hacer, con prisas látales y entre hecúoó üuerenciales", estatuto a ios madnlts. Y si ponen mucho empeño tn que ei pueblo rnacuneno a su hecho aé aiirinaaon, pues, nada, nos han parado, irtabrá que comer cocicu después por obligación! Dijo el jefe radical (el hombre de ios mañanas") que sena su ideal una alianza formal de fuerzas republicanas. Su ideal verá cumplido, pues, sintiéndose aludido en las "tuerzas' izquierdistas, se le unirá don Melquíades con las catorce unidades de sus ' huestes" trans... formistas. Ahora están de enhorabuena los empresarios teatrales porque algún congreso llena, desde la puerta a ia escena, casi todos ios locales. Pero al ver tantos congresos (todos los congresos esos de que estamos ya hasta... el moño) nuestro espíritu se escama. ¿Serán algo del programa de los festejos (?) de otoño? También la U. G. T. ha llorado por la congresomanía y un congreso ha convocado para sacar el pasado a la clara luz del día. Y, ¡oh, dicha! En todos momento* son justos sus movimientos. Todo es diáfano y sencillo. La U. G. T. es cosa bien clara que siempre ha dado la cara (por lo menos el Carrillo.) Anda Maciá muy contento, pues dentro de poco van a tener un Parlamento donde hablar a todo evento el dialecto catalán. ¡ Otra Cámara, señores, y otro montón de oradores que añadir a tantas listas! ¿Va un realito a que acabamos en que nos los traspasamos como con los futbolistas? El partido radical socialista ha discutido su incrustación general al bloque parlamental por Azaña sugerido. Puede Azaña estar contento. Será un bloque de cemento el bloque que él ha ideado. Pero, ¡ay!, si entran en sus listas los radical socialistas, va a ser de cemento... armado.
EL DIRECTOR.—Su papel es el de un sátiro que persigue a una "bacante". ¿Lo hará usted bien? EL COMPARSA.—Descuide, señor director; hace diez años que estoy en expectación, de destino.
Con una gran emoción que hasta el páncreas nos anega, vemos la disolución de !a tierna agrupación que agrupó don José Ortega. ¡Qué estropicio; qué estropicio surgirá en todo comido sin este servicio!... ¡Ingrato! ¡Dejarnos así, oh, suplido, con lo mal que está el servicio, éste que no rompió un plato!
GRACIELLA
¡vamos a decir la verdad? ,sobre "el caso i
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> ERROUX es un caso. Un caso como n o se conoce otro en los anales de la, ¿cómo diríamos?, de la..., ______ (de la fatalidad. J u s t o . Porque el pobre don Ale (q. e. p. d.) es un caso fatalístico. De tragedia de Esquilo. No ésta de ahora. La otra. Bien. Don Ale nació, ¿en Barcelona? (¡o pregunto porque no lo sé; palabra), y ya a ios pocos días de su aparición en la vida surgió ja primera calamidad: la batalla de Aljubarrota- ¡Qué le vamos a hacerl Pué creciendo, llegó diciembre, el Gobierno Azaña se instaló en el Poder y ahí sigue, ¿verdad? t n el mes de julio—como quien dice ayer— tí pobrecito don Aie, que ya empezaba a estar viejecín, quizá por sus setenta anos o asi, cogió el somorero, un bastón flexible y, ¡pim pan, pim pam!, se rué al Congreso. ¿A qué iba don Ale al Congreso? Pues iba al Congreso a barrer a ios... ¿De verdad, de veraad, que a lo que don Aie iba al Congreso, acompañado de su sombrerito, su basconcito y sus añitos era a barrer a los?... ¡¡¡Nooooooolü ¡Jamás! Don Ale no iba al Congreso a barrer, ni siquiera a qui.ar el polvo con un plumero. ¿Qué basura le importunaba a don Ale? ¡Ninguna! Sépase, sí; todo eso que se ha inventado—¡bien conocemos o los autores de la infame versión!—era, como otras muchas cosas que se Je venían atribuyendo al elegante finado, una colección de infamias, urdidas por ellos. ¡Sí, por ellos! ¿Qué pasa?... Pues no me interrumpa su señoría, que ahora mismo voy a descubrirlo todo. ¡¡Todo!! Perdone unos instantes el señor Royo. En cuanto termine dispondrá de todo el trimestre para seguir presentando enmiendas.
Señores diputados: Veo con sincera angustia cuan estéril ha sido el benemérito acto realizado por el que f ué gloria laica de este hemiciclo. Todavía aletea por estos espacios la emoción con que todos vimos hundirse la hoja "Guillette" en las nobles y un tanto esderosadas arterias del que fué, aunque muchos lo pusieran en duda (no voy a discutir si con razón o sin ^Ua), jefe de la minoría radical. Don Ale se fué a Montemayor, digo al sepulcro, llevándose su gran secreto... No es posible seguir callando. Hay que decir la verdad, caiga quien caiga (rumores marinos en la mayoría). Hay que hablar claró y serenó aunque se hunda otro (gran "simoun" e n la zona del manifiesto). ¡Basta de farsa! (escándalo para orfeón. Solista: señor Pérez.) »oy a descubrir la infamia que todos hemos cometido con el dulce don Ale. ¡Ejem! I odos recordaréis que en el mes de diciembr e úiliuio, con un frío que pelaba, don Alejandro se fué del Gobierno. Todos recordao s que a partir de aquel día no pasaba hora sin q u e alguien anunciara: ¡Lerroux ha prometido comerse estos carnavales seis socialistas! Todos recordaréis, por último, que ningún socialista, que se sepa, pasó a ocupar el estómago de don Alejandro. ¿Qué quiere decir esto? Nada; absolutamente nada, bien lo sé. Continúo. Después... Un discurso en la plaza de toros de Madrid; otro discurso en la plaza de toros de Zaragoza (sin burladeros); otro discurso en la plaza de toros de la mar de sitios. Y en todos los discursos, ¿qué? La consabida merienda de socialistas y algún que otro ofrecimiento con vistas a la Marina. ¡Ah, pero lo grave no es esto! Después de todo los discursos no los lee nadie y no producen otro daño que el inevitable en la laringe del que los pronuncia. Lo que nos importa es saber quién pronunciaba esos discursos de Lerroux, más claro, el personaje o personajillo que, caracterizándose hábilmente de don Alejandro septuagenario, iba a Alcalá para
EL "YO-YO".—No hay derecho; dos metros y medio de altura... Como esíe tío larguirucho no me pague horas extraordinarias me voy a tener que declarar en huelga.
decir que a él lo que le interesaba en serio era la cría de la garrapiñada; se presentaba en Burgos para proponer el traslado a dicha capital de la catedral de Santiago; salía en Astorga dispuesto a regalarles un puerto de mar con sardinas y todo, y firmaba contratos y contratos con Dominguín a base de degluciones en masa de socialistas. ¿Quién era, o quienes eran, los que de esta forma se producían?... ¿Puede alguien asegurar que quien así hablaba era, indiscutiblemente, el auténtico don Alejandro?... (emoción enorme en el anfiteatro). ¡No! ¡Nadie! He aquí el tremendo misterio que me cumple desvelar... Don Alejandro Lerroux... no es don Alejandro Lerroux. Es decir; no es un don Alejandro Lerroux, sino varios—muchos, quizá— dómines Alejandros... Calma, que me explicaré. Lo voy a decir más claro sin sobreprecio: espiritualmente, no hay, no ha habido nunca más que un don Alejandro Lerroux; don Alejandro Lerroux, el de la semana trágica, el de la cinta española en el sombrero, el del título de abogado de La Laguna; ¡pero corporalmente!... Sabedlo: corporalmente, se pasean por la superficie terráquea lo menos TRES LERROUX que no tienen nad* que ver con el Lerroux que nos ocupa. ¿Hermanos gemelos? ¿Primos? ¿Despreocupados sosias? No lo sé. No lo sabe nadie. Pero el caso, el alucinante caso que nos ha tenido provisionalmente neurasténicos, es éste:
mientras don Alejandro—el verdadero—se levantaba aqui para hacernos saber que él es siempre amigo de sus amigos y que no quería líos, oíro don Alejandro estaba en Bellas Artes hablando mal de nosotros y diciendo que él se hacia cargo de todas las deudas de tute; en tanto que don Ale—el indiscutible—nos deleitaba con sus donosuras y afabilidades, un tercer don Alejandro daba suelta, en cualquier ruedo, a una bandada de injurias. ¿Por qué don Ale consintió estas cosas? Ni palabra. Es su secreto. Se insinuó la posibilidad de que el don Ale número dos fuera el propio Balbontín estupendamente caracterizado. ¿Cierto? No lo sé. Se quiso justificar el bromazo como un truco preparado p o r elementos monarquiz.antes. ¿Exacto? Tampoco lo sé. Y como a partir de aqui ya no sé nada, me voy como una bala a la piscina. Con permiso.
EL DUENDE DE LA TRIBUNA
Los radicales dicen que se sienten extranjeros dentro de la República. Sí, sí. Mlliano Iglesias tiene un aspecto de checoeslovaco que atufa.
—Pero..., ¿es posible?—pregunté—. ¿No trata usted de engañarme? —¿Por qué?—interrogó con extrafieza, mientras su boca se abría en un prolongado bostezo. —Perdóneme que no le crea—insistí—. ¿No ha cambiado usted una palabra durante toda la noche con esa hermosa viajera? —¡Verdad que es hermosa!—elogió—. Pero yo, cuando viajo, no estoy para galanterías ni aventuras. Los viajes me destrozan. Estoy rendido. En aquel instante, la hermosa viajera rubia se desperezaba vulgarmente. • —¡Qué noche más larga!—exclamó—. Voy a lavarme un poco. Estoy marcadísima.
• He sufrido una gran decepción. Yo era un ingenuo que creía en las aventuras de los grandes expresos europeos. Ya no creo. Pero seguiré buscándolas en las novelas...
Pablo TORREMOCHA —¿Está grave, doctor? —Tiene tisis galopante. Pero no se aflija. Al galope hoy se avanza poco. Si fuera a ochenta kilómetros por hora...
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l E encaramé al primer estribo, me así después del segundo y, al alcanzar el tercero—meta de mis afanes— sentí en mi pecho la presión de dos robustas maletas que me hizo perder el equilibrio y caer hacia atrás a] andén. Detrás de las maletas distinguí a un sueñor grueso, rojo y sudoroso que pugnaba por iniciar el descenso, a lo que se resistían aquéllas, atravesadas en la portezuela. —¡Úf!—sopló dirigiéndose a mi modesta persona—. ¡Cómo son ustedes!... ¡Para poder entrar hay primero que dejar salir! —Claro—dije, comprendiendo que sus razones eran tan de peso como sus maletas. Bajó al fin el señor rojo y de nuevo intenté el asalto de la fortaleza ambulante. Siete veces fui empujado con mayor o menor violencia hacia el andén. Por mi imaginación cruzaron los tranvías madrileños que recorren los bulevares, con sus estribos tan cómodos. Hubo un momento en que temí quedarme en tierra, cuando, dadas las señales reglamentarias, el tren comenzó a resoplar y a agitarse. Entonces hice un esfuerzo supremo, cerré los ojos y me encontré caído dentro del vagón. Otro señor me increpó, con muchísima razón, por haber arrollado a su yodada esposa. —¡Perdón!—grité—. He sentido un hormigueo por todo el cuerpo. Mis últimas palabras fueron absorbidas por el primer "ta-ca-ta" del tren. Marchábamos. Tras de mí varios viajeros alborotadores me empujaban por el estrecho pasillo en busca del departamento completamente vacio. Al hallarlo fui arrojado contra una ventanilla. Y una avalancha de siete personas y catorce maletas cayó sobre los muelles sillones y abarrotó las rejillas del compartimiento. Quedé encogido en un rincón. Y me dediqué a pasar revista a mis compañeros. Eran éstos, como he dicho antes, siete: cinco señoritas y dos caballeros. De aquéllas, dos norteamericanas que, unidas por la amistad, recorrían Europa, consumiendo gran cantidad de huevos duros. Las tres señoritas restantes eran también americanas, pero del centro, y viajaban en unión de un caballerete cuyo aspecto recordaba mucho el de los cantadores de tangos más o menos argentinos, ¡che!... Ellas fumaban con desenvoltura y él bebía con fruición agua de mesa. Unos y otros se dirigían a Burgos con objeto de admirar la catedral y saborear de paso el rico queso de fama mundial. El último de los señores era un joven pulcro y elegante y se dirigía a Pozuelo, donde veraneaba su distinguida familia. Las catorce maletas, suspendidas sobre nuestras cabezas como otras tantas espadas de Damocles, amenazaban con desplomarse. En un rincón, mi insignificante maletín aparecían encogido como su dueño. Varias veces sentí el deseo de decir a los americanos del norte y del centro: "A ustedes que recorren largas distan-
MADRID
e x preso
cias, ¿no les abruma tal cantidad de equipaje? Debían ustedes renovar sus vestidos, sus zapatos y sus sombreros en cada poblacición que visitasen, pudiéndose permitir el lujo de ceder lo sustituido en beneficio de los pobres de cada ciudad." Pero no me atreví. Atravesamos los primeros túneles. Cambiáronse las primeras frases estúpidas. Y para no naufragar en la vulgaridad de las palabras que se cruzaban saqué de mi bolsillo una novela y leí: "Una aventura en el expreso." —Estamos llegando a Burgos—'indicó el joven pulcro a una de las señoritas norteamericanas. Ella le pagó la noticia con una sonrisa rubia que lo mismo podía expresar: "¡muy agradecida!" que "¡ya era hora!" Miré al exterior. En efecto. Los primeros álamos en fila. Minutos después nos deteníamos. Descendieron los americanos con sus maletas y quedamos solos el joven distinguido y yo. No por mucho tiempo. Antes de ponerse el tren nuevamente en marcha llegó a hacernos compañía una dama completamente enlutada, esa hermosa viajera rubia que no puede faltar en las novelas y que no faltaba en la muy sabrosa que yo había comenzado a leer a la salida de San Sebastián. El joven pulcro contemplaba con minuciosidad a la hermosa viajera. —Naturalmente—pensé—. La señora Aventura, que gusta de pasearse por los largos corredores de todos los expresos, parece haber penetrado en nuestro departamento, Era preciso esperar, siempre atento a las miradas y movimientos de ambos. Pero el joven elegante había cambiado de táctica y no me quitaba ojo. —Claro—continué meditando—, seguramente le molesto. Para que la aventura pueda desarrollarse es preciso que yo abandone el compartimiento. ¡Ah! Pero entonces no podría presenciarla, y yo quería conocerla, igual que en la novela, por lo menos hasta la primera línea de puntos suspensivos. Se me ocurrió una idea muy socorrida en estos casos: fingir que el sueño me invadía. La hermosa viajera pareció agradecérmelo. Y en e) rostro del joven creí adivinar una sonrisa placentera. Entorné los ojos... * Pasaron los minutos. No sé cuántos. Muchos debieron de ser. Al despertar vi a mis compañeros doblados sobre los sillones, como fantoches desarticulados. Estábamos serca de Avila. Amanecía. En el horizonte aparecía encendida la batería rosada. Iba a comenzar la función del día. —¿Qué estación es la primera?—me preguntó el joven, ya no tan cuidadoso de su indumentaria—. Me he quedado dormido un rato...
Está de moda tildar a los gobernadores de monárquicos o cosa análoga. Es la táctica para acabar con los hombres de la República. Contra el gobernador de Huelva arremeten Cordero y Barriobero. Pero reconozcamos que no es Cordero A; es Cordero Bel.
noticias de la sociedad gorda Despedida. En Camaranchón del Río Seco se celebro ayer el emocionante acto de quitarle el latifundio a nuestro particular amigo Pepito Paco José Francisco de Asíseslavida Lógez Pérez del Gómez-Martínez, conde de Tirapalante, marqués de la Empanadilla de Escabeche, grandísimo de España y etc., etc. Pepito se despidió con sentidas frases de los conejos, que tan buenos ratos le han becho pasar cuando iba de cacería con sus affll* gos y se divertía tanto como aquel día que te dieron al boticario un tiro en la nuca P o r equivocación. A continuación dijo qué iba a hacer ahora, porque si le quitan la renta ignora el rumbo que va a tomar en la vida, puesto que lo único que sabe es jugar al yo-yo. Por último se quejó amargamente de que, con lo bonito que está ahora el latifundio, 11c no de matas y de piedras, vayan a sembrar asquerosas judías, alimento que nunca ha po' dido digerir. Le contestó el alcalde socialista diciéndole que bueno. Terminado el acto, el pueblo en masa pe» netró en el latifundio provisto de gasolina y mecheros sin sello; y en un momento acabó con los conejos. El acto resultó muy brillante. Han salido cinco parques de bomberos para Camaranchón del Río Seco a ver si apagan aquello. Natalicio. La distinguida señora doña Nicolasa del Tiesto, viuda de nuestro querido amigo don Veremundo Mingo, que falleció hace tres años, ha dado a luz con toda felicidad un hermoso niño de dos años y medio de edad, lo cual no debe extrañar, puesto que la madre lleva tres años viuda, y si no no saldría la cuenta. El niño es muy mono y muy listo, y, a pesar de ser tan pequeño, ya es radicalsocialista y todo. ¡Cómo gozaría don Veremundo si levantara la cabeza! Pero el que se muere, ya se sabe. Felxitamos a la madre y al niño.
Don Ventura Gassol no nos ha mandado todavía las seis pesetas con que trata de. catequizarnos y q u e siempre le devolvemos indignados. Verán ustedes cómo lo deja para fin de mes. ¡Tiene más mala idea!...
CARTAS
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i*,,••.?z, Paderewski e Iliro Il;to. El triángulo Turrmia, Norueqa, España es una amenaza para e! imperia'ismo centroestenneuropeo, y von Papen no lo ignora. Por eso La charada de la "Agrupación sus esfuerzos tienden a un tratado secreto con al Servicio de la República": los paraguavos. que por su parte bastante La disolución... mañana. tienen con el Gran Charco, ese que los tiene con el agua al cuello. Se aproxima el día de difuntos. M» explicaré: si en efecto se llegase a Ja Este año también habrá huesos de trple al'anza h'spano-noruego-turca, tmenudo santo..., pero laico. lío internacional se armaba! Turquía empu-
s e r i o s
No lo logrará. El señor Azaña ha dicho que no tiene anrgos en política, y ya en la Sociedad de Naciones se comenta sin recato el alcance y velada intención de e"tas palabras. Esta es la verdadera situación internacional, digan lo que quieran los técnicos. Nosotros la exponemos lealmente y no creemos que Mustafá Kemal se atreva a desmentirnos. Ni el señor Zulueta tampoco. Un punto negro hay en todo este ja'eo. La actitud de Chile. ¿Qué haría Chile si los acontecimientos se desarrollaran tal y como nosotros pronosticamos? He aquí la incógnita. Las elecciones en los Estados Unidos. Hoy día los Estados Unidos permanecen algo alejados de la política internacional. Las elecciones pres:denciales absorben toda su atención. Var'os son los candidatos que tienen probab:l:df d de obtener el triunfo. Mr. Whisky, que presenta un programa encantador que consiste en abolir la ley seca y hacer que todas las fuentes públicas sean de licor y de cerveza en vez de agua. Para más adelante tiene el magno proyecto de quitar el agua de las cataratas del Niágara y sustituirla por whisky. Los estanques serían de cocktail Kemtton y los regos de los campos con cerveza. Mr. Phernales, cuyo programa consiste en organizar los Estados Unidos en grandes parfdos dé "gansters". Todos los ciudadanos, en vez de prestar el servició militar, tendrán la obligación de hacer el de cfánster obligatorio durante un par de años. Así acabaran las sangrientes luchas entre policías y ladrones, que tantas víctimas vienen causando. ¿Cuál de los dos obtendrá el triunfo? Veamos cómo se manifiesta, la opinión su los próximos actos de propaganda que se realicen, y ya haremos el oportuno comentario.
F. PERDIGUERO
EL TIEMPO QUE HACE
pronósticos sobre la temperatura T O M O GUTIÉRREZ es el periódico mejor informado de España y el que tiene los redacto§^> res más guapos, hemos decidido que no falte nunca en nuestro semanario u na nota sobre la temperatura, que es una cosa que va muy bien en una revista. Habíamos pensado solicitar los datos necesarios al observatorio ese de las estrellas; pero como no sabemos lo que le pasa que siempre se equivoca, cambiamos de derrotero y solicitamos lo que nos interesa en las tenencias de alcaldía y sitios así. En justicia conviene reconocer que no nos han hecho demasiado caso; pero, bueno, ahi van los detalles: "En Alaska se observa poco movimiento de viajeros, sin duda ror no haberse abierto aún una estación del Metro en aquellos alrededores D'cen que hace un frío que pela. En Groenlandia también deben estar tiritando norque la otra noche vimos en un Noficiario Fox oue por allí hay la mar rU hie'o. En Chicaqo están los ganstzrs w son un rato largo de frescos; pero que ñor menos de nada tiran de revólver y lo calientan a uno en un r^os por tres. seis. Por España 1P cosa está así. asi. En Madrid1 ya ven ustedes el día aue hace hoy. y en prov'ncias. en unas hace frío y en o'ras casi no «e nota. En la provinda de Toledo hay alguna mareHr'illa, pero r n imrjo-tancia. En la provincia de Luis B"'ln. 1? temperahirp pStí de lo m,V poso. Ni fu ni fa D P aquí al r-íba^ va vPrrmos aué tjpmno hace: pero desde luogo. no conviene metf?rs"
¡AHÍ VA UNA COMEDIA!
—i Qué verdad es que los viajes forman la juventud! —Sí; pero lo que es el calzado lo deforman de una manera...
en los ríos durante la noche sin más abrigo que una camiseta, porque se asustan los peces y los cangrejos de mar. Aviso a los navegantes.—Que no dejéis de escibir cuando lleguéis. Si encontráis un buen bacalao de esos sin espina, traedle. Aviso a los agricultores.—¿Qué les parece eso de la Reforma agraria? Aprovechando que es la época de sembrar ya podían ustedes plantar el arroz con huesos de pollo, y así en ago.?to no había más que segar la paella comp!e'a. Aviso a los automovilistas.—¿Cuándo se van a cansar ustedes de atropellar gente? ¡Cámara, hombre!
Aviso a tos transeúntes.—Esta es la casa que más barato vende. Aviso a todos en general.—A ver si compráis el próximo sábado nuestro número de Difuntos, que va a ser el Hamlet del humorismo. Nuestro pobre, pero honrado obrero que lo está confeccionando y ya lleva terminados once ejemplares, ha sufrido unos ataques de hilaridad que el médico preguntó si era que había v'.sto a Melquíades Alvarez de presidente del Consejo. Realmente esa noticia es la única que podría compararle en gracia a nuestro número de Difuntos. ¡Bueno, dejadse de historias y a comprar GUTIÉRREZ/
LA S I N T I T U L O (Continuación.)
VENANCO.—Ya. JUSTA.—Que m° ha mandao bajar mi senoa pa que os d:ga de su parte que por qué no !e dais el biberón a tu señorito a ver si se cal'a. RUFA.—¡Ay! ¿Sí? Pues, mira, le contestas de ™i parte a tu señora que baje ella a cantarle 'a "nana", porque el b'berón ya no le gusta. JUSTA.—¡Qué rica! Da gracias a que me lie dejao el aceite en la lumbre, hija, que si no, ya te diría yo despacio cuántas son tres y dos. RUFA.—Pues, chica, por eso no te prives... Precisamente, [que vuelque el auto de mi pue" o con tpda mi familia dentro si no estoy Yo deseando bajarte los humos!... TUSTA.—;Tú? RUFA.—Yo. Rufa Cifuen'es y Bermejillo. VENANCIO.—(¡Av. que se enzarzan!) TUSTA.—¡Valiente chula! RUFA—¿Chu'a yo? VENANCIO.—Jóvenes, por Dios... Que hav u n accidentado en la casa, joven... Joven, qu* se ha dejado usted el aceite en la lumbre... JUSTA.—¡Quítese usté de de'ante que la voy a p nsefiar a esa a tener vergüenza!... RUFA.—Aquí Ja única que no tiene vergüenza eres tú, que ya sé que le has comprao a tu "ovio un chaleco de punto con las sisas. VENANCIO.—Pero, mujer, ¿cómo le iba a comprar sin sisas un chaleco? JUSTA.—¡Ea! ¡Pues ahora es cuando te voy a hacer yo una ondulación permanente! RUFA.—Tengo ondülao natural, a Dios gracias. VENANCIO (/nferporaéndose.) Jóvenes, compostura! Jóvenes, un poco de respeto! ¡Que r
soy un funcionario público, jóvenes!... (Le tiran la carpeta.) 'En este momento, por el foro, entra DULZURA- Es una hermosa mujer de unos cuarenta años, elegantísima, que viste traje de calle ti habla con una ligerísima blandura tropical. Sus ¡jestos son siempre dulces y lentos, y su acento, insinuante 11 cautivador.) JUSTA.—{A Venancio.) [Suélteme usté, que la der^o! VENANCIO.—¡Chist! ¡Compostura, jóvenes, qu» hay visita! RUFA.—¿Vis