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Hijo de madre diabtittca Rev. Chi). PedUtr. 62 (2); 103-107,1991 Recien nacido hijo de madre diab^tica Mariano Garci'a C.1 ; Gabriela Kunstmann Z.2

An d a r en l a l u z :
Lección 4 Para el 25 de julio de 2009 A ndar en la luz : Guardar sus mandamientos Sábado 18 de julio LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Leví

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Don Pedro Rico no en balde se elevó como la espuma y hoy lo tenemos de Alcalde (peso pluma). Popular es don Perico porque es joven y elegante, gentil, cariñoso y Rico por detrás y por delante. Este pueblo que es la raza, lo aclama de mil maneras cuando aparece en la plaza y ocupa cuatro barreras.

u tiro

fusil

—Debería usted saber, so torpe, que no se aborda a una señora... —Usted perdone. —...sin descubrirse. (De Querschnitt, Berlín.)

—¿Aprobó su hijo el examen? —No. Le preguntaron cosas de cuando él no había nacido aún. (De Vart Hcm, Estocolmo.)

—Es muy molesto tener que atravesar la calie con usted. —Pues mire, agente, tampoco es un honor tener que ir a su lado. (De Die Ente, Berlín.)

•—Mamá, ¿quieres que rece por la salud de papa? (De Ccskc Slovo, Praga.)

El mejor sistema para no errar el tiro. (De Simplicissimus, Munich.)

LOS DEL PUEBLO (al artista que pinta ia casa).—¿No podría usted ponerle "Se alquila durante el verano", para que se vea en la Exposición? (De Lidovc Noviny, Brno.)

—¿Desea conocer el porvenir de su futuro? —No; prefiero conocer el pasado de mi actual novio. (De Ceskc Slovo. Praga.)

EL GOLPE DE VIENTO... O EL SOMBRERO DISCIPLINADO (De // 420, Florence.)

uiíurrc CSC

UN ABNEGADO,

MADRID,

22 DE ABRIL

DE 1933.-—AÑO VIL—NUM.

300

Redacción : Paseo de San Vicente, 20—Teléfono 16580.—Suscripción : Madrid, 7,50 sciuestre; 14 año.—Provincias: 8 Bemeatre; 15 año.—Extranjero : 13,50 semestre; 24 aüo.—Uias de pago: lunes de cinco a siete.—Para la buena marcha de nuestra contabilidad deben cobrarse los originales untes de pasudos tres meses desde su publicación, pues transcurrido we tiempo se entenderá que renuncian al cobro sus autores.—Lo» número» atrasados de esta revista se venden al precio corriente en ei kiosco de la calle de Alcalá, freate al teatro Alkazar. — K-HITO, Director.

por ORBEGOZO

Si

•—¿Y qué motivos tenía usted para encerrar a su mujer en un baúl y facturarla para Francia? No fue con mala intención, ¿sabe usted? Yo me proponía solamente solucionar el conflicto de la naranja. ¡Y exporte la media que yo tenia.

Ante una nueva amenaza capitalista Un momento, señores. Según nos parece haber leído en varios lugares de acción, la Cámara Oficial del Libro se ha manifestado absolutamente dispuesta a entregar 100.000 pesetas (suponiendo que cien mil pesetas necesiten tantos ceros, que no lo aseguramos de ninguna manera) u la mejor novela escrita en castellano, inédita o impresa en España. Primer punto que nos interesa aclarar inmediatamente. ¿Qué ha querido decir la Cámara Oficial del Libro al comunicarnos que ella entren gara 100.000 pesetas (cien mil) a la mejor novela? ¿Acaso que el autor de la novela no percibirá un sólo céntimo de las 100.000 pesetas, y que éstas pasarán íntegramente a una libreta que se le abrirá a la novela en la Caja postal? Convendría que e&to se precisara aJgo más antes de meternos en gastos. De sobra sabemos, por ser originarios y en prosa de una región ganadera, que a esta clase de concursos, igual que a los de ganados, concurren las obras y no los autores de las cbras. Como asimismo que toda la gloria se adjudica al producto y no al productor. Pero, ¿y las pesetas? ¿Quién se va a llevar las pesetas en compañía dej una nutrida escolta de asalto? Los términos de la convocatoria son más que alarmantes. Llamamos también la opulenta e ilustrada atención de la Cámara del Libro sobre otro extremo de estimable volumen dramático, que afecta a lo que sin tópico pudiéramos llamar elementos vivos del mundo literario. Milagrosamente vivos, sería más exacto. Pueden concurrir a la piñata de las 100.000 pesetas todas las novelas sin más limitación que esta: "estar escrita en castellano, bien sea a máquina o caligráficamente (inéditas), bien sea con amables caracteres de imprenta (impresas)". Queremos transmitir brevemente la alarma que en este momento nos invade. Y vamos a hacerlo con un par de ejemplos para que todos nos comprendan. Si en la dilatada lista de aspirantes al premio se descubriera el nombre de un tal Cervantes, o el de un tal Longo, ¿el jurado calificador admitiría a estos señores y les daría salida para que tomaran parte en la difícil prueba? No es que nosotros hubiéramos pensado presentar por nuestra cuenta el "Quijote" o Dafnis y Cloe, no. Pero si los libros, como dice la convocatoria, pueden ser impresos o inéditos, quisiélamos saber a libros de qué años o de qué siglos nos estamos refiriendo. Porque si nos vamos a encontrar en la Cámara Oficial del Libro con Galdós, Pereda, Alarcón, Valera y Lope de Vega, yo, sintiéndolo mucho, no me presento. Y, por último. Nos parece una atrocidad sin paliativos la increíble cifra a que asciende este premio. ¿Para qué tanto dinero de una vez? No es que yo afirme, como ha diagnosticado Joaquín Belda, que el autor a cuyo poder pasen los veinte mil duros deba morirse obligatoriamente. Pero lo que sí voy a permitirme asegurar es que si el premio no se lo lleva algún escritor del siglo de oro, sino uno novelista actual y plenamente auténtico; es decir: un devoracuartillas profesional, el balazo va a ser peligrosísimo. Sin sangre, sin aviso al juzgado de guardia, pero mortal. Supongamos por un momento que lograran el premio o Julio Camba o Emilio Carrere, y sin tomar aliento tratemos de medir todo el perímetro de nuestra obra. Ahí va un anteproyecto de interviú con Camba. —Vamos a ver, admirado y prudente Camba: ¿qué impresión ha producido en usted verse ascendido a Morgan de la estilográfica? —Yo, aunque gallego, siempre he sido un hombre fundamentalmente sencillo, casi me atrevería a decir místico. Esto se ha reflejado en mi labor literaria. Hablo, claro está, de la literatura-parto, de la literatura-esfuerzo, de la literatura-maldición-bíblica. Escribir, ¿quién lo duda?, puede llegar a ser hasta una tarea grata. —¿Ahora, cuales son sus planes? —Mis planes, ¿sobre qué? —Sobre trabajo inmediato. —¡Ah, sí!... Tengo un proyecto muy interesante. Usted juzgará... He pensado muy meditadamente no volver a agarrar la pluma hasta..., ¿en qué año vivimos? —Mil novecientos treinta y tres. —Justo... Pues hasta allá por el cuarenta y siete o cuarenta y ocho, lindando con el cuarenta y nueve... O mejor el cincuenta, si no es bisiesto. Si hubiera voluntarios radiaríamos la entrevista postuma con el gran Carrere; nos parece, sin embargo, de una superfluidad suntuaria y, como tal, repugnante. El hecho es que vemos muy difícil que este lío mecenesco no llegue al final sin que en la escena no haya un glorioso cadáver. Y resulta algo así como para beberse seis litros de yodo que una vez que nos echamos para alante sea como lo hacen los camiones; esto es, para cargarse al que se ponga a tiro. Triste como una puesta de sol en el Báltico. O como el anteproyecto de bigote de Hitler.

L. PIELTAIN

LA COSTUMBRE, por BLUFR

—Pero, hombre, ¿tan tarde y de uniforme? ¿Cómo es eso? —Porque estoy de "guardia".

MINUTA Los sombreros y las pasas. Hace poco tiempo los sombrereros acudieron al noble pueblo español en súplica de que se volviesen a adquirir sombreros para evitar así la ruina de una industria tan simpa' tica. Estamos seguros de que muchas personas que se habían ya acostumbrado a pulular por la vía pública sin la molesta tapadera, enternecidas las fibras de su corazón, se apresuraron a comprar una chistera, un hongo, un flexible o una modesta gorra, según los posibles de cada cual. Está bien. Nosotros, sinsombreristas, para salvar a una industria digna de encomio, estamos también dispuestos a cargar con una absurda bimba el tiempo suficiente para acudir a los toros y lanzársela con emoción al primero que dé un capotazo. Conocida sin duda, nuestra disposición a hacer el bien, ahora se nos recomienda con gran interés el consumo de la pasa durante determinados días. Vamos a comer pasas. Y las comeremos con gusto. Pero hagamos constar que si, continuando el sistema, se trata de aconsejarnos en breve la degustación de las lentejas o las patatas guisadas elevaremos nuestra protesta hasta donde sea preciso. Hasta ahí podíamos llegar. Cada uno. queridos amigos, come lo que quiere. O lo que puede.

TRADUCCIÓN NO MUYFBUENA, LO RECON O Z C O , DE "UN .CUENTECITO RUSO Acabo de estrangular a mi dorada amiga Catinka Petrovich. ¡Ah, mi dulce amiga!... ¡Tus manos finas y blancas, pero a la vez sombrías como un día de entretiempo en la estepa, jamás volverán a acariciar los cabellos yacentes de tu amante putrefacto! Sí, Malva (1) Oblonov Petrovich, tu loco amante te jura por su padrecito, por su madrecita y por toda la gran Rusia santa que nunca quiso hacerte ese daño. Tú recuerdas, Petrovna (2) Ka-, princhka, tú recuerdas desde el alba amarilla de tu inmortalidad cómo esta mañana temprano, a la hora en que florecen los desperezos heteróclitos, mientras tú te bañabas desnuda en el Orinoco (3), oías una voz velada por las frondas que, saliendo de entre las ramas de aquel castaño miiongo, te cantaba:

sombrío pope (1) que nos contemplaba encendido. —¡Nos ha visto el pope—, murmuramos los dos quedamente. Y el pope, ruboroso, pero severo, impasible, lanzaba con sus ojos sobre nuestros cuerpecitos tiritones el escupitajo sublime de su asco. Fue entonces, mi dulce amiga, cuando yo, para despistar, sin duda, pero influido también por el azoramiento de la vergüenza, decidí estrangularte. ¿Te acuerdas? ¡Ah!, pero tu piel era tan suave y tu garganta tan hermosa, que por no lastimarte busqué tu

imagen en las rizadas ondas, y en tu imagen, la de tu garganta, donde clavé frenético mis dedos crueles. Cómo te veo aún en tus horribles contorsiones agitar el agua! ¡Cómo veo aun tu imagen estrangulada estremecerse alegremente i:n la superficie turbia y turbulenta! Aun me parece oír en mi delirio cómo del fondo del agua, lejos, muy lejos, una voz suave y visueña me gritaba sangrienta: —¿Qué haces, Nicolás? (1). No seas cursi. Este pope viene a verme todos los días... Mis manos languidecieron. Es-

(1) Pope, especie de cura con bigote. (3 H. P.)

(1) Xicolós, tamaño natural de Nicolavich. (3 H. P.)

taba solo. El cadáver de la imagen de mi pequeña Catinka navegaba sin duda sumergido en las aguas otra vez tranquilas. Dejémosle correr; como dijo Tolstoi, nuestro venerable padrecito: agua que va r.'o abajo no vuelve a la viceversa. Y fue entonces cuando, presa del terror que invade al espíritu después de un crimen de estos, al mirar hacia la orilla vi, alucinado, en un prado suntuoso, cómo el brazo negro de un joven pope rodeaba el talle desmayado de mi pequeña Catinka. Y yo pensé incongruente: "Este plan quinquenal me parece que me ha resultado un poco pesado." ¡Mi pobre Catinka!

En las aguas tranquilas Veo dos cuerpos purísimos desembragados, tan puros que yo no sé si eran dos suaves madejas de ha[cer calceta colorada fina... Aquella voz era la mía. ¿Te acuerdas? Fue entonces, Aniceta (4) Petrovna Basiliev, cuando lanzasfó aquel grito herido de vergüenza: —¡Cochino! ¡Cochino!... ¡Sal de ahil ¿Quién se anda por las ramas? ¿Eres tú, Nicolavich? —Yo soy, mi amiga dorada. —¡Ah, me lo figuraba, mi pequeño cochino! Me lo figuraba. ¡Qué fresco eres!... Pero ven, Leónidas Kaulomanof, ven, báñate conmigo. Serás formalito, ¿eh? Mira cómo las aguas tibias y el sol dorado curten mi hermosa piel de calcopirita en flor. Ven. Cogeremos peces. ¿Quieres que cojamos peces? ¡Ah!, pero ya sabes, como dicen los españoles, el que quiera peces, la procesión va por dentro, y tendrás por lo tanto que exponerte a la intemperie tumultuosa de las últimas nieves derretidas. -—¡Ah, C a t i n k a , y a estoy aquí!... ¡No te amohines, mujer! ¿No cogeremos peces?... —¡Vete, cochino! ¿No podías haberte dejado puestos los calzoncillos? Tú recuerdas, Catinka dorada, hermosa Catinka, cómo los enrojecidos ojos de mi sauce se fueron a hacer gárgolas de pudor. Lloré con el candor de la peonía rústica. ¡Ah!, si no fuera por el agua, cómo hubiese deseado que la tierra purificadora de esta gran Rusia santa me hubiera absorbido. Pero tú sabes también, mi beHa Catinka, que en verano yo no uso calzoncillos. Tú recuerdas además, mi pequeña amiga, cómo después, al mirar hacia la orilla, nos helamos ante los ojos fríos de aquel (1) Malva, diminutivo de Calinita. (3. H. P.) (2) Petrovna, diminutivo de Catinka. (3. H. P.) (3) Debe ser un error del autor ; el Orinoco me parece que no llega a Rusia. (3 H. P.) (4) Aniceta, diminutivo da Catínka. (3 H. P.)

MANIFESTACIÓN FASCISTA, galindadm, por GALINDO LOS GUARDIAS.—¡Manos abajo!

ALVARITO

d

ei revés de por

ios

dias

graciella

COSAS

DIVULGACIÓN CIENTÍFICA

PENSAMIENTOS

No es lo mismo...

Los rabos de pasa constituyen un remedio excelente para recordar. Para recordar el vino que se ha perdido por hacer tanta pasa.

"La esencia de la vida estriba en el saber vivir."

...votar a espaldas de la ley, que con la ley en las espaldas. ...un número de votos, que un voto ele números. ...la pureza del sufragio, que sufra uuio la pureza.

"|Ya estoy hasta la Corona", digo, hasta la coronilla, del timito ese del portugués!" Dos o tres naranjas son una cosa muy buena para el cuerpo. Doscientos millones de naranjas pueden ser una indigestión.

(AZAÑA.)

¿Armonía? ¡No me vengas ahora con músicas!" (ALEJANDRO LERROUX.)

...vivir en el Poder, que poder en él vivir. ...el fin de las vacaciones, que las _\acaciones del fin.

(CAL VINO.)

Si dentro de poco no se arregla e¡ problema naranjero, nos vamos a hinchar este verano de "hacer patria" y de naranjada.

"¡Bueno! Ahora se enteran de que nos hemos "mudao". ¡Pues no hace tiempo que dejamos la "casa del pueblo!" (TRIFON GÓMEZ, DE U. G.

T.)

MISCELÁNEA —¡Cuánto me alegro de que se les acaben las vacaciones a los diputados! —¿Y por qué te alegras? —¡Toma! ¡Pues porque no soy diputadol

—¡Vaya, hombre! Al fin Prieto ha conseguido alargarnos la Castellana. —¡Y las caras también, chico!

AIRES VALENCIANOS El aluvión naranjero es difícil de parar, pues son muchas las naranjas que se han echado a rodar.

Escamas tiene el pescado y piel el melocotón. La naranja tiene cascara y es fácil el resbalón.

EPIGRAMA Allá en un pueblo rural, cuando la elección llegó, "Pifania" su voto dio ante la urna electoral. Y el presidente exclamó al tomar de forma grata el papel a la pazguata: "¡Epifanía Pérez, vota!" Y ella entonces gritó: "¡Pata! ¡Qué bota ni qué re...jota! ¡Me llamo Pérez "Zapata"!

COLMOS ¿Cuál es el colmo de un socialista? ¡Pues vaya usted a saber! ¡Nunca llegan al colmo! —¿Cuál es el colmo del sabotaje?

-i-! —Explotar las circunstancias. —¿Y el de la buena armonía? i - j . . . :

—No dar notas.

, M: •—Con los ahorros que he podido hacer al cabo de mi larga vida voy a ver si tomo un pequeño café. ¿Un café-bar en traspaso? — No, hombre; un café con leche.

CARTAS DE SEÑORONAS, por Dalmáu

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V. ¡ . S O N DOS

LA OBRERA DEL HOGAR

SEMANARIO DEFENSOR DE LA SUFRIDA CLASE DE CRIADAS PARA TODO

AÑO I

Una buena cocinera es como un sastre: se preocupa de las sisas.

Nuestro programa

Hacia la reivindicación de la clase Hora es ya, compañeras, de que las muchachas de servicio tengamos tranquilidad, y libertad, y equidad. Desde siglos venimos sufriendo vejámenes y pellizcos de los señores, sin que nadie escuche nuestras quejas ni -"! m o l e s t e en concedernos t. atención que merecemos. Somos una clase vilependiada y errante como el Cometa Halley. De niñas abandonamos las dulzuras de nuestro pueblo, las emocionantes patadas de nuestros progenitores, los bucólicos trabajos en la era sustituyendo a la muía cansada, la alegría bulliciosa de la fiesta del pueblo. Y total, ¿para qué? Para venir a Madrid y recibir broncas de los amos, sacar cera el piso, trabajar como bestias y apenas lograr una distracción semanal cuando con el dependiente de ultramarinos nos vamos al cini o a los Cuatro Caminos a bailar. ¿Es vida esto? No lo es. Y aun debemos preocuparnos por si se rompe mucha vajilla, y por si se ha pegado el arroz, y por si el suelo del comedor sigue con las manchas grasientas del día de Nochebuena. Somos mártires del trabajo las oobrecitas criadas. Pero en el reloj de torre del Destino está próxima la hora de nuestra liberación. ¡Compañeras, unámonos—(¿es unámonos o unámuno?)—en la lucha contra los señoritos! Pidamos la jomada de cincuenta y seis minutos y cobrar cada doce días una mensualidad. Neguémonos a fregar los suelos, que se cansa una la mar. Y en las casas donde el trabajo es agobiador para nosotras, sepamos imponernos a los señores exigiéndoles que nos pongan una criada. ¿O es que no somos de Dios? Robustiana PELAEZ

Plazas

v a c a n t e s

Rogamos a las compañeras que al abandonar una casa nos comuniquen las características de los dueños, para que las que están desacomodadas sepan a qué ate' nerse al ir a pretender. Calle de la Ruda, 86, 1.°—Señores de Palazón. Matrimonio y seis hijos. El menor de veintiséis años, y todos varones. Poco trabajo, comida abundante y paga segura. T u v e que marcharme porque atravesar un pasillo era jugarse la vida. El que pellizca más fuerte es el hijo segundo, que es un bruto.—Mele.cía López. Amor de Dios, 224, 3.° derecha.—Señora viuda de Sanz.'No recomiendo esta casa a ninguna compañera porque la señora es una tía escamona, que en cuanto la falta una cuchara de plata la busca en el baúl de la chica y la

Director y defensor de criadas:

A. 6 . Dalmáu, ex-sordao de caballería

encuentra en seguidita. Tiene una lengua muy mala, y por menos de nada le llama a una ladrona y cosas de esas.—Luisita Candelas. Amor de Dios, 226, 1."—Señores de Zambrano. Excelente casa. No sé cómo darán de comer porque sólo estuve un cuarto de hora. Muchos objetos de oro y ropas costosas. Una casita como hay pocas. A mí, al cuarto de hora de entrar, me mandaron cambiar un billete de mil pesetas. Luisita Candelas. Amor de Dios, 228, 4.°—No pude enterarme de nada. Estaba pretendiendo entrar c u a n d o se presentaron la viuda de Sanz, los de Zambrano y seis guardias, y me llevaron a la cádcel.—Luisita Candelas. Buenavista, 147, 2." izquierda. Señores de Zás-Zas. Mala casa para las criadas, porque no hay manera de sisar una gorda. La señora fue cocinera en su juventud y sabe todos los trucos.— Braulia Pérez. Columela, 73, 4.°—Señor Alburquerque. Caballero solo y asmático. La chica debe servir para todo y además no cobra casi nunca. Y para eso sí que no sirve una servidora.—Nemesia Rascafria. Castellana, 1 9 8 — C o n d e del Abrelatas. No se come más que los lunes, miércoles y viernes. El conde aprovecha los descuidos de una y la vende las ropas del baúl para fumar. Hay que llevar cofia hasta para bañarse Encarnación Gómez. Crónica

Son mejores las casas malas No les choque a mis queridas compañeras esta afirmación que puede parecerles absurda. S o y una mujer vieja que ha sido criada desde los doce años, edad en que sus padres juzgaron que ya estaba criada y la metieron a criada. Puede que esto sea un lío; pero mi intención es buena. Quiero decir con ello que tengo mucha práctica en esto de la servidumbre, y que dicha práctica me permite afirmar rotundamente que las mejores casas para una chica de servir son precisamente aquellas donde peor la traten. Hay que huir como de la peste de esos señores que la toman a una cariño y que la empiezan a tratar como si fuera de la

familia.

Yo estuve en una casa de estas, y cada vez que me acuerdo se me pone la carne de gallina. AI cumplir el primer mes de mi estancia entre aquellos señores, me dijeron con lágrimas en los ojos que yo era una verdadera alhaja y que no se desprenderían de mi jamás. Añadieron que desde aquel momento yo dejaba moralmente de ser su criada, pues

Es indigno que a una chica para todo la despidan porque no sirve.

aunque siguiera haciendo las labores de tal, ellos me conceptuarían siempre como si fuera de la familia. Naturalmente yo me enternecí oyendo aquello y rompí a llorar abrazada a la excelente1 señora, que también lloraba de le lindo, y asi estuvimos diez minutos. Cuando nos serenamos rogué a mi ama que me pagara mi salario del mes anterior, pues necesitaba comprarme una enagua color salmón. Me contestó que no quería ofenderme dándome dinero por mi trabajo, pues eso estará bien con una criada, pero nunca con una persona que pertenece a la familia. Intenté protestar, y me convenció con estas poderosas razones: —Si allá, en el pueblo, tu madre te mandara fregar el suelo de la cocina, ¿te atreverías a pedirle dinero por el trabajo? Si un tío tuyo te ruega que le des un vaso de agua, ¿se lo cobrarás?... No cabía duda de que no. A la familia no se le pueden cobrar estas cosas. Me tranquilicé, por lo tanto, y no volví a pedir mi salario. A los dos dias era sábado, y el señorito se presentó a las cinco de la mañana con un tablón que lo sierran y salen tres andamios. Nada más llegar se lió a patas con la señorita y a mordiscos con los niños hasta que dieron las seis menos cuarto en el reloj de la catedral, hora en que se acordó de que yo era como de la familia y entrando en mi cuarto me sacó de la cama, arrastrándome por los pelos hasta el balcón, donde me obligó a permanecer a caballo en la barandilla hasta las nueve y veinte de la mañana, que le entró sueño. Cinco días después, durante la comida, el señorito empezó a quejarse de lo cara que estaba la vida y de que toda su familia era un batallón de vagos que quería vivir a su costa sin trabajar. Entonces decidió que su mujer se colocara de taquillera del Metro y a los niños los obligó a vender periódicos por las noches, pues quería que todos nos ganáramos el pan que comíamos. Como a mi también me pusiera de vuelta y media, le hice ver (1) que yo me ganaba mi pan con los quehaceres domésticos; pero se puso hecho un biche y me dijo que las cosas de la casa no eran trabajo y que me iba a dar con la sopera en la región frontal. Yo, para aplacarle, le ofrecí darle todos los meses veinticinco duros que me mandaban del pueblo y de esa manera continuar comiendo y trabajando allí sin que nadie pudiera echármelo en cara. Se tranquilizó y llegó a decir que con una familia como yo daba gusto. Pero a mi siempre me ha fas(1) No Babeniu« si es "hice ver" o "iceberg". N. de la K.

NUM. 1

tidiado la vida de familia, y un día cometí la incalificable ingratitud de abandonarlos, poniéndome a servir en otra casa, donde los señores eran unos orgullosos y unos déspotas, que me trataban como a una criada; pero donde me pagaban doce duros todos los meses, y me daban ropa de la señora, y me hinchaba de sisar. Gané tres mil durillos en poco tiempo y puede decirse que fui absolutamente feliz. Margarita GAUTIER

Notas del Comité Paritario Se advierte a las compañeras que deben declarar el boicot al chico de la tahona de Almansa, número 215, no comprándole ni una bizcochada, por su mal proceder con la cocinera Casilda Fogón, a la que no sabemos qué le ha hecho; pero la cuestión es que la pobre chica está con el Paritario a vueltas. Las señoras podrán obligar a sus criadas a lavarse las manos de vez en cuando; pero no podrán extender sus repugnantes prácticas burguesas al lamentable extremo de obligar a las pobres muchachas a lavarse los pies. (Artículo VII.) Las obreras del hogar pueden entonar cuantos cuplets deseen durante la jornada de trabajo. En las frases apasionadas y en los agudos no se las podrá distraer con órdenes caseras que pueden estropear el lucimiento de la cantante. (Artículo XV.) Mientras la criada canta a gritos no podrán dormir los señores. (Artículos IV y I del Sentido Común.)

Notas de Sociedad Han vuelto a pedir el ingreso en el Comité Paritario de Criadas, del que no debieron salir, las aplaudidas artistas de varietés "La Bella Asperón", "Diamantina la del Puré de Guisantes" y "Timo Gonzal", por otro nombre Timotea González, que fue doncella, luego cocinera, después chanteuse a dicción, y ahora parece que quiere colocarse de ama de cria. Nuestra enhorabuena a todas. Por Venancio el de Coloniales (Arrieta, 89) siguen pegándose las criadas del barrio, habiendo quedado fuera de combate 43 en las últimas cuarenta y ocho horas. Parece que lleva las de ganar Dominica Santander, a la que llaman la Ochoa del Sindicato sus amistades. Venancio se muestra pesaroso de haber nacido tan guapísimo.

LA

F I E S T A

N A C I O N A L

los ases de la tauromaquia c más valientes y marchan con (información

con las que, sin causa justificada, nos colocan media plana para decirnos que el "Hormiguita Chico" es muy buena persona, un excelente torero y un formidable jugador de billar. Con mucho gusto damos hoy la p-esente plana, coa lo que se quedará más tranquilo nuestro amigo: pero conste que es la primera y última vez, porque nuestra independencia nos veda dar bombos a nadie gratuitamente. Y total los cinco duros que vamos a cobrar a estos diestros por cada línea de esta información no merece que se les dé importancia. ¿Adonde van cinco miserables duros? ¡Puaf, qué asco! Conste, pues, que al escribir estos renglones no nos gula el menor interés monetario. Lo hacemos sólo por amor al arte. (Cuente bien los renglones, amigo administrador), Ved aquí a Terremoto, el torero de las dos izquierdas, saludando después de una de sus faenas ge< niales. ¡Toreros de tres al cuarto; os ha salido un grano! Claro, estamos en primavera. Nos reprocha un lector amigo el que no figuren en nuestra elegante revista esas informaciones que suelen dar nuestros hermanos mayores de la prensa diaria y

absolutamente

cuantos públicos han tenido la fortuna de admirarle. De temperamento quieto y reconcentrado, nadie al verle hacer el paseíllo se atreve a esperar de él grandes proezas; pero, amigo, sale la fiera y Domingo se crece, como se crecía Belmonte, y ¿qué tiene el enemigo? ¿Dos cuernos? Pues Domingo se los confisca para la fabricación de trompetas. ¿Una dehesa? Pues Domingo le impone la Reforma Agraria y le deja con menos tierra que una

Imparcial

é cinco duros la

niera a pasearse por la calle de Alcalá, se quedaría maravillado por varios motivos: primero porque la gente no le iba a hacer caso, confundiéndole con el anuncio de una película de Karloff, y segundo por la popularidad que entre nosotros tiene el genial espada Indalecio Prieto, y que en los tiempos de Aristóteles no se sospechaba siquiera. Porque Indalecio es como una explosión inesperada que capta

Marcelino Domingo Ortega. Si no estuviera tan gastado el tópico diriamos que la labor de este joven diestro constituye una verdade-a maravilla para todos los públicos ante quienes actúa; pero como el tópico ha perdido fuerza de tanto usarlo por ahí, nos limitaremos a asegurar que el toreo de este hombre es algo maravilloso y que así lo reconocen

Entre la seriedad del público, Marcelino Domingo Ortega se ríe con nerviosidad; es que un botón del chaleco le hace cosquillas en el ombligo, como se deduce de la colocación de la mano. pista de patinar. ¿Qué más tiene el enemigo? ¿Una compañía de cómicos? Pues se acerca, se mete en su terreno, para, templa, porf a, se ciñe y le larga un drama histórico en tres actos que le hace papilla, Este es e! hombre. A nosotros, que nos perecemos por el toreo macho, nos entusiasma, nos subyuga, nos anonada. ¡Nos maravilla! Cada vez que le vemos con la Reforma Agraria en la mano nos entra el estremecimiento de lo sublime, de lo inevitable, de lo espeluznante. Aunque nos consta que Domingo es un hombre de vista y sabe distinguir entre una hermosa heredad de varios kilómetros de extensión y el modestísimo hotel de Pozuelo que constituye toda nuestra fortuna. N o creemos que... ¿Eh?... Porque nosotros, ¿verdad?... En fin, ya veremos... Indalecio Prieto (a) Ajitos sale de la plaza, tras una tarde de gloria, rodeado de capitalistas. La sensatez de éstos les aconseja el rodearlo, pero no el llevarlo en hombros. Pesa meaos una pianola. Aunque, naturalmente, no sea tan musical como la oratoria de don Inda.

Indalecio Prieto (Ajitos). Si Aristóteles, el gran zarzuelero desaparecido, resucitara de pronto y saliendo de su tumba vi-

todas las atenciones de golpe y porrazo. Indalecio es un fenómeno; Indalecio es un bólido, caído de la luna socialista, que allí donde cae asombra, conmueve, obliga a reflexionar y hace un hoyo de seis metros de diámetro. ¡Es mucho Indalecio! Indomable, arrollador, impulsivo, extrem a d o y, sin embargo, ¡cómo guarda la línea!... La linea ferroviaria, claro, porque la otra si la guarda debe ser en el fondo del baúl porque no se le ve nunca. Sus actuaciones se cuentan por éxitos, sus faenas por clamores de la multitud y sus ajos por carros blindados. Blindados ante el temor de que uno de esos ajos, cargado de melinita, haga explosión. Tan gran torero es el lidiador que nos ocupa, que nos ocupa mucho sitio, que para él no rige esa absurda costumbre de que el torero no debe trabajar más que durante el verano y descansar o entrenarse durante el invierno. Don Inda, no. Don Inda trabaja en todo tiempo. A él le tienen sin cuidado las estaciones. ¿ Q u é pasa? ¿Que hay dos estaciones, o tres estaciones, o cuatro estado-

a da día están paso más firme nes? Pues él manda construir un enlace y tan amigos. ¡Y aun dice la gente que el pescado es caro!... Manolo Azaña (a) Terremoto. Torero de izquierdas; después todo lo que queráis; pero ante todo y sobre todo, torero de izquierdas. Hacen bien en llamarle fenómeno, y asombro, y esas cosas así: se lo merece. ¿Cuándo hubo jamás una figura parecida en los anales de la tauromaquia? Observadle bien en la foto de cuerpo entero: airoso, altanero, ¡¡sonriente!!, con aire de triunfo, corresponde a los aplausos de la multitud. En la mano derecha la montera agradeciendo la ovación; en la izquierda el cigarrillo democrático, y... ahora viene el fenómeno indiscutible, en segundo termino, otra izquierda replegada, encogida en actitud de sacudirle un mamporro al que se ponga

flamenco. ¿Hay quien dé más? No más mamporros, más manos... Claro está que estas dotes excepcionales se las debe a la Naturaleza; pero y el saberlas aprovechar, ¿no vale nada? ¿Eh? ¿No vale nada? Si a usted le dan tres manos al nacer, ¿qué hubiera adelantado? Seguramente nada. Y además se sentiría bien desgraciado por no encontrar jamás un par de guantes compuesto de tres guantes. ¡Sin embargo él! La mano derecha la usa para tendérsela a Lerroux y sacarle del pantano; la izquierda A para fumar y para rascarse, y la izquierda B para darle a un señor un puñetazo y mandarle a Villa Cisneros, que es el k. o. por excelencia. Ignoro con cuál de las tres manos enviará los cigarros puros a sus amigos, porque aún no he recibido el que humildemente le pedia en mi crónica anterior. En fin, creo que antes del sábado...

ANGELITO

PACIF ISMO

SI ELLAS QUISIERAN.., brillante artículo de Ángel Ossorio, en "Ahora", titulado "Paz", mueve hoy nuestra pluma. "Si las mujeres e o< os o s ^ ' ^ ' pueblos se opusieran resueltamente a la guerra—dice—no habría guerra." ¡No pide usted nada, don Ángel! ¡Las mujeres! Las pobrecitas, que, como dice Pit¡grilli en una de sus novelas, cuando se producen un ligero rasguño, se desmayan, exigen, en cambio, a los hombres un valor desaforado. Ya en otra ocasión Felipe Sassone, siempre humano y cordial, escribió otro artículo sobre el mismo tema. A pesar de estos trabajos y otros semejantes, algunos de ellos femeninos, nosotros, la verdad, seguimos dudando del pacifismo de las mujeres. Sabemos a lo que nos f-cDinemos; a perder las pocas lectoras que tenemos. Resignémonos. Todo antes que callar. Para las mujeres, el arquetipo varonil sigue s'endo un casco por cabeza, en el pecho una coraza y que riña con todo bicho viviente. Eso de que los escritores—casi todos pacifistas—reciben cartas amorosas es postín que se dan. A quien escriben las mujeres es a Primo Camera. Las mujeres aman a los hombres valientes y—ahora empieza nuestra trancha—: nosotros, ñor desgracia, no lo somos. Este descubrimiento nos llena de rubor. Sin embargo, hemos creído que no debíamos ocultárselo a los lectores, a pesar del desdichado concepto que hayan de formar de nosotros. Acaso ellos, al saber que no hemos de disputarles por la fuerza e! amor de nenguna dama, se sientan compasivos y basta disculpen nuestra debilidad. Pero, ¿v ellas? ¿Nos despreciarán? ¿Encontrarán deleznable nuestra prosa? Indudablemente. Desde hoy más todavía. Temerosos de ello, hubiéramos querido que lo ignorasen, que conservaran ante nuestro nombre un culto casi épico. No nos ha sido posible. Aunque desde hace algunos años venimos dedicando un cuarto de hora todas las mañanas al higiénico y musculoso ejercicio de la gimnas'a sueca, con idea de inyectarnos coraje en grandes dosis, hasta la fecha sólo hemos conseguido adelgazar. Con el mismo fin bélico hemos leído todas las novelas de guerra publicadas, hemos asistido a varios "matchs" de boxeo, hemos estudiado la biografía de Uzcudun y hemos presenciado, atentos sólo a curtir nuestro espíritu, varias corridas de toros, con sus posibles cogidas. Pues bien; en todos los casos, los resultados han sido negativos. Continuamos tan blandos ante el peligro como en nuestros primeros quince años. Mientras fuimos niños, y aunque a cada paso nos vimos señalados por amigos y condiscípulos—la palabra "señalado" la empleamos en sus dos acepciones—, el dolor fue más material que moral. Sólo cuando regresábamos a nuestra casa con una ojera más acentuada que de costumbre o con un relieve en Ú cráneo, el rubor asomaba a nuestro

rostro al escuchar la reprimenda que nuestra bondadosa tía, sobrada de razón, solia dedicarnos. —¿Y a ti de qué te sirven los puños? ¿Eres manco? ¡Cuando algún muchacho te pegue dale tú más fuerte! Han pasado muchos años. En las palabras de nuestra tía hoy creemos ad'vinar el origen de las dificultades que surgen en el seno de la Sociedad de las Naciones. Y al rememorar nuestra prudente actüud de todos los tiempos, se nos ocurre pensar que si bien Wilson fue el organizador de aquélla, nosotros podemos vanagloriarnos de haber sido su precursor. Porque, ¡cuántas veces, después de escuchar las vibrantes alocuciones de nuestra tía, hubimos de imaginar que era más fácil y más humano llamar a los amigos o transeúntes para que sujetaran a nuestros enemigos, evitando así que nos zurrasen! Claro es que teníamos mucho miedo. Si hubiéramos sido audaces y batalladores, después de cada toque de clarín, lanzado por nuestra tía, habríamos corrido en busca de nuestro contrario y le hubiésemos propinado una buena ración de "uppercuts" y "chochets". Pero, repetimos, éramos demasiado miedosos. Al atacar a nuestro enemigo, un extraño temor paralizaba nuestros brazos. Parecíanos que el daño que causáramos a nuestro contrincante lo recibiríamos nosotros. ¡Bobadas! Ya nos lo decía nuestra tía: —Si cuando seas mayor continúas tan blando, te vas a lucir. —¿Por qué, tía?—preguntábamos, llenos a la vez de temor y curiosidad. Porque sí—replicaba ella—. Porque los hombres deben ser valientes. ¿No comprendes que si todos fueran como tú no podría haber guerras? Nosotros, entonces, recordábamos el aire marcial de los chiquillos que jugaban con sables de cartón y escopetas de madera, y, sin saber por qué, llorábamos... También hoy hemos sentido deseos de llorar y hemos tenido que hacer grandes esfuerzos para contenernos. La literatura nos ha salvado del ridículo. Por fortuna, hemos recordado algunas frases escogidas: "Los hombres no lloran, se vengan." "Cuando a los ojos de un hombre asoman las lágrimas es que ya no le caben en el pecho." "Los hombres, aunque se vean en el patíbulo, no deben llorar." Y muchas más que no copiamos por no entristecer a nuestros lectores. La causa principal de nuestras desdichas de hoy es la de siempre, nuestra falta de coraje, y la indirecta, también igual que antaño, una mujer. Creímos merecerla. No tenemos audacia, pero nos sobran ilusiones. , i • t Hacía algún tiempo que no frecuentábamos los cinematógrafos. Aquella tarde, a decir verdad, no nos interesaban mucho los "films', atentos principalmente a las palabras y gestos de nuestra codiciada compañera. Mas como ella nos indicara que no debíamos perder el interesante espectáculo de la proyección, pusimos atención en la pantalla. Ante nuestros ojos pasaba una magnifica comedia, según el favorable juicio de los espectadores que nos rodeaban. Era la tal cinta una exaltación del mamporro. Cada veinte metros de celuloide, el protagonista sostenía una lucha feroz con un rival distinto, y lo vencía. Por tanto, a los mil metros, había vencido a cincuenta rivales. El público ingenuo, llamémosle así, siempre que uno de éstos caía fulminado por los mazazos del héroe, rugía de entusiasmo. Nuestra compañera se sentía asimismo subyugada por el ímpetu del héroe. —¡Ah!—exclamó ella, ya casi al final de la película, cuando el protagonista se disponía a cambiar unos cuantos millones de microbios con su novia—. ¿Serías tú capaz de hacer lo mismo? —Eso sí—respondimos entusiasmados. —Me refiero—aclaró ella apretándonos un bíceps, acaso para cerciorarse de nuestra buena musculatura—a la lucha terrible que ha sostenido ese hombre para salvar a su novia. —Yo, en la medida de mis fuerzas, ¿por qué no?—dijimos, contemplando sus ojos luminosos. En aquellos instantes no supimos lo que prometíamos. Quiso nuestra desgracia que, a la salida del cinematógrafo, tropezáramos con un joven, y que el aire fresco de la noche primaveral nos hiciera olvidar nuestras promesas de héroe de película. —¿Te has fijado?—exclamó nuestra compañera—. ¡Qué grosero! —¿Quién?—interrogamos. —Ese idiota, que me ha tropezado y ni siquiera me ha pedido perdón. —No se habrá dado cuenta—disculpamos. —No lo creo. Has debido agarrarle de las solapas y darle unos cuantos puñetazos. —Si te hubiera ofendido, sí. Pero sin motivo... —¿Sin motivo? No sé por qué se me figura que no eres un hombre valiente. Temblamos. Una nueva película pasaba ante nuestros ojos. Nuestra niñez, nuestra tía, con sus vibrantes arengas, la guerra, el campeonato mundial de boxeo y, por último, el héroe de aquella superproducción. —Tú no eres valiente, ¿verdad?—repitió nuestra compañera. —No—confesamos humillados— No lo soy. Y huimos, temiendo que nos obligase a pegarnos con alguien antes de llegar a su domicilio. No hemos vuelto a verla. ¿Para qué? ¡Ay, si ellas quisieran!... Pero no quieren ni querrán. Y seguirán escribiendo a Marte y a Primo Camera.

Pablo TORREMOCHA

CON EL MISMO ESTILO

EL SITIO ESTRATÉGICO Dice un periódico madrileño que la comida oficial en la Presidencia empezó a las nueve y media y a las diez ya estaban los invitados en la calle. Entonces no hay más que hablar: oficialmente comieron; pero particularmente se fueron al bar de ¡a esquina y acabaron con los bocadillos. La fiesta terminó de madrugada.

Los mozos de un pueblo gallego incendiaron la casa de unos recién casados. Para aumentar el fuego del amor, ¿verdad? Los incendiarios deben ser humoristas cien por cien.

a

Leemos: "La educación de los bábaros." ¿Tendré algo que ver con los humoristas que acabamos de citar? Porque son unos bábaros que ya, ya.

En cincuenta días han transformado lo que fue Hipódromo en una estupenda avenida amplia y elegante. Sólo encontramos un pero a la iniciativa de don Indalecio. Que ha colocado la nueva avenida demasiado lejos. Ya podía usted haberla puesto en la calle del Sombrerete, señor ministro, hombre, que no se fija usted en nada.

"Un atraco en Barcelona". —¿En Barcelona? ¡Qué raro/ ¡Qué raro que no haya sido más que uno! —Es que tos atracadores hacían semana inglesa. —¡Ahí

ESCENA PRIMERA (Una habitación sencilla) EL

ESCENA II

Un judio no puede juzgar a un nazi. No puede juzgarle bien.

Una mendiga de sesenta y ocho años murió de hambre y frío. Al registrar sus ropas le fueron hallados más de tres mil duros en billetes de Banco. Como este caso se repite con frecuencia va a ser cosa de que los que trabajamos adoptemos una determinación: Pedir limosna a los mendigos.

"Grave problema del papel". Del papel moneda, ¿verdad? Sí que es un problemita. En un incendio, al parecer intencionado, ardieron cuarenta mil tos. pinos. Estos revolucionario Estos revolucionarios en cuanto encuentran a mano una cerilla ya están haciendo pinitos. Uzcudun venció en Sevilla. Lo que es el prodigarse demasiado. La gente hace ya de Uzcudun c! n -is > '-/i,.- de la Sociedad de las Naciones. Y a lo mejor, tos dos tienen su mérito.

¿Viene Einstein a España? Si, hombre, que venga. A ver si nos demuestra que la persistencia socialista es un problema relativo.

Sigue en pie el conflicto naranjero. ft-ro, ¿en qué piensan esas naciones? Menos hablar del Desarme y más comer naranjas, musiús. Es lo práctico y lo sano.

ATRACADOR NOVEL. —. Yo

soy el atracador novel que quiere llegar a ser un gran atracador consciente, para lo cual me he comprado este libro que se titula "¿Quiere usted ser un gran atracador en quince lecciones?", y me paso los días y las noches sobre el libro quemándome las pestañas, que es lo mejor, según dicen, para meterse las lecciones en la cabeza. (Coge una vela, la enciende y se quema un poquito las pestañas. Luego lee en el libro.) "El gran atracador deberá llevar un arma moderna para realizar sus atracos. El arma mejor para uso de los grandes atracadores es, hoy día, la ametralladora de tres cañones y setenta detonaciones por minuto. El gran atracador elegirá un sitio por donde no pasen muchas almas, y poco vigilado, para empezar a practicar el atraco." I Perfectamente! Ya me sé muy bien todas las lecciones, y mañana mismo, a las cuatro de la madrugada, que es la hora a propósito para los atracos, según el libro, empezaré a ejercer mi bonita carrera de atracador consciente. Ahora voy a dormir para cumplir la sexta parte de la lecrón cuarta que dice: "El atracador consciente debe dormir diez horas de d i a cuando desee realizar un atraco por la noche." (Vase a la cama y duerme.)

(La esquina de las tapias d~ un cementerio, en las afueras de la población) ATRACADOR NOVEL (con

EL

su

ametralladora bajo el brazo.) — ¡Oh, oh! ¡Qué mala sombra tengo! Hace ya tres noches que vengo aquí a las cuatro de la madrugada para realizar un atraco y todavía no he podido realizarlo porque por aquí no ha pasado nadie. Pero no pierdo la esperanza, porque todos me han indicado este sitio como inmejorable para dar un susto a alguien. Hasta el mismo armero aue me ha vendido esta arma de atracador consciente me dijo muy amable: "Junto a las tapias del cementerio tiene usted un lugar muy indicado para ejercer su honrada profesión. Allí podrá ust e d despojar tranquilamente a todo el mundo, sin peligro ni nada, porque es un sitio solitario por donde no pasa nunca un alma." Y, efectivamente, llevo tres noches ya sin ver un alma por aquí. ¡Oh! ¡Qué mala sombra tengo!... Pero, ¿qué oigo? ¡Suenan pasos! (Escucha atentamente.) ¡Sí, si; suenan pasos! Algún trasnochador que regresa a su casa. ¡Qué alegría! Al fin voy a poder poner en práctica la regla tercera de la lección quince que dice: "El atracador consciente pondrá su arma bajo el brazo y encañonando al que aparezca por la esquina exclamará con voz perentórea: "¡Alto! ¡Déme usted inmediatamente todo lo que

ATRACADOR NOVEL (encaño-

nándole con la ametralladora).— ¡Alto! ¡Déme usted inmediatamente todo lo que lleve encima! (El fantasma trasnochador le da la sábana y se queda en esqueleto y castañeteando los alvéolos de los dientes al sentir el frío de la madrugada.) EL

FANTASMA TRASNOCHADOR.

¡Oh, oh! ¡ Q u é desesperación! ¡Esto me pasa a mí por retirarme tan tarde! Si en vez de venir a las cuatro de la madrugada hubiera venido entre doce y media y una, como hace todo fantasma de buenas costumbres, no me pasaría esto. ¡Oh! ¡Qué desesperación! ¡Ya no podré salir por ahí de noche! EL

ATRACADOR

NOVEL.—¡Oh!

¡Qué idea me ha sugerido este fantasma! Mañana la pondré en práctica. (Vase con la ametralladora y la sábana, y el esqueleto, perdida su categoría de fantasma, se mete en el cementerio desesperado y dando alvéolo con alvéolo.)

ESCENA III [El mismo lugar a las doce y media de la noche siguiente) EL

Tres noches después.

EL

lleve encima!" ¡Oh, oh! ¡Qué emoción! ¡Preparémonos, que ya va a aparecer el trasnochador! (Se pone en guardia y espera detrás de la esquina. Al poco rato aparece en ésta un fantasma trasnochador que arrebujado en su sábana se dirige a prisa hacia la puerta del cementerio.)

ATRACADOR NOVEL

Me

he

instalado aquí más pronto esta noche porque, según mi víctima de la noche pasada, todos los fantasmas decentes se retiran entre doce y media y una de la madrugada. Hoy pienso hacer un buen negocio. Pero chitón, qu TÍA MÁXIMA

Un amigo mío, gran excursionista dominguero de los de cesta, termo, mochila y reata tamiliar, "posee" un tierno vastago doceabrileño", entre la media docenita corrida conque trata de que no se extingan sus ilustres apellidos, que es a la vez el terror, la envidia y el orgullo de esa nutrida y paciente legión de ciudadanos que cañas en ristre festonea las márgenes del Jarama en las estivales tardes domingueras. Casianito Pérez y Pérez, o Casianito Repérez, según los íntimos, se llama nuestro htiroe, y para éJ toda la dicha, toda la telicidad terráquea y celeste está compendiada en sus complicados y cuidadísimos artilugios piscicatorios, asi como resume el conjunto de actividades e iniciativas de que es capaz el dinamismo tísico y mentai •..^. no;:ibre en ese sencillo y conocido coiijuiitu que empieza en un anzuelo, sigue en un hilo, prosigue en una cana y acaba en un... ser pleno de eutoria y optimismo. Durante toda la semana, Casianito vive pendiente del domingo; cuida sus canas, revisa hilos, anzuelos, sedales; si se crata de cebos, cuida exquisitamente ios meuús, es el briilat-ísavarin üe JOS de fabricación casera, y en cuanto a la cria y conservación de los vivos..., ¡con decir que ha llegado a darles tricalcinel Un domingo, paseando el padre por la orilla en espera del aviso de ataque a la paeua, observó que su paciente vastago, bajo un sol de justicia, mitigado en parte por el iuerte viento que soplaba, afrontaba ios rigores aei día caña en ristre y con una enorme hinenazón facial que no tenia ai salir de Madrid. —¡Pero, hijo mío!, ¿cómo estás ahí?; ¿no ves que con este viento se te va a erisipelar esa hinchazón de la cara? JMo tengo la cara hinchada—contestó dificultosamente el héroe del Jarama, metiéndose con el dedo algo que pugnaba por salirse de su boca—. fís que para que no se sequen con el sol y el viento me he puesto las lombrices en la boca. Remite: A. Ristori.

Don Bartolo era un empedernido jugador de lotería, pero tan mal afortunado, que jamás había "picado" ningún premio. Quejándose de su mala suerte a unos amigos, uno de éstos le dijo: —En Barcelona hay un moro atleta que le ha tocado dos veces el "gordo". Esto le dio una idea que resolvió ponerla en práctica; se compró varios aparatos gimnásticos y se puso a hacer gimnasia inmediatamente. Pasado algún tiempo, el amigo le preguntó que tal le había ido; a lo que contestó don Bartolo: —Mal, mal, pues a cada jugada me tiro una nueva "plancha". Remite: J. P. P. Murcia. Un grupo de mujeres acuerda delegar a una de ellas para que se presente a Dios a quejarse de que los hombres no participen de los dolores del parto. El señor atiende a la enviada y le promete, que, en lo sucesivo, el padre sufrirá tanto como la madre. Algún tiempo después la delegada se encontraba en trance de parto, y le extrañaba que, mientras ella sufría, el marido estuviera despreocupado y tranquilo. La pobre mujer empezaba a creer que el Señor había olvidado su promesa. De repente uno de los amigos de la familia se lleva las manos al vientre con un gesto de dolor, y todos le preguntan si está malo. El amigo responde: —No sé por qué me dan estos cólicos. ¿Será por haber comido jamón? Remite: Francisco Jaura.

CUMPLEAÑOS —¡Remoño, cómo está la niña! ¡A quien se le diga que no tiene más que dos primaveras! ¡Viva mi niña! (De Tovar en "La Voz".)

DIALOGU1LLOS DE ACTUALIDAD LA MANO

EXTENDIDA

—¡Vengan esos cinco! (Martínez Barrios, Maura, Franchy Roca, Castrillo y Botella Asensi.) (De K-Hito, en "A B C".)

Estamos ya en pleno período electoral. —¡Hombre, me lo figuraba! El domingo pasé por casualidad por la puerta del teatro de la Comedia... (De Sileno, en "Informaciones .)

pnblica esta semana

La Chascarrillera de Luis Fernández de Sevilla

a EL TOQUE DE MAESTRO —Domina demasiado el rojo. Vamos a darle otro tono. (De K-Hito, en "Nueva Política".)

UCHO se viene hablando estos días de la svástica por unos y por otros. Todo bicho viviente se ha creído obligado a dar su opinión sobre esta materia. Yo no, pues aparte de que soy un chico muy prudentito, poco aficionado a meterme en vidas ajenas, no tengo ni idea de lo que tal cosa pueda ser. Como que la primera vez que oí la tal palabreja, que fue a un extranjero bastante chato, y mis palabras no le ofendan, creí que se referia a la elástica, pero que no lo sabía decir bien, y hasta me jocoseé los Intestinos a costa del t'o aquel tan pasmao, que era un pasmao que, ¡bueno! Ignorante que es uno, lo reconozco. Pero yo no tengo la obligación de ser Menéndez Pelayo, ni don Migue! de Unamuno, ni don Manuel Muiño. Yo no soy más que un Rafael como otro cualquiera. Y ni aun eso, pues aunque me llamo Rafael no soy "el Gallo", al que ni tengo el gusto de conocer; ni soy Rafael González "Machaquito", al que tampoco conozco. Por no ser, no soy ni siquiera ese Rafael González Castell que suele escribir en GUTIÉRREZ, al que también desconozco, porque estoy de un humor de perros y no conozco a nadie desde que cinco días antes de estallar la ú'tima gran guerra europea me gasté cuatro pesetas que tenía y no he vuelto a ver otras. ¿Qué digo a ver? ¡Ni a olerías! Claro que en mi mismo caso habrá muchos

svástica

cientos de ciudadanos, pero no lo confesarán. Y aun sumidos en una mayor incultura que la mía, porque yo al menos sé cantar el tango de la Cacerola de "San Juan de Luz" de una manera que si me oyesen personas de verdadera influencia y buena fe de fijo que me proponían para el premio Nobel. Lo que pasa es que no me acompaña la figura; pero si yo tuviese un tipazo fotogénico de esos que hay, a cualquier hora iban a poder competir conmigo ni SagiVela, ni Juan García, ni Bretaño, ni nadie. Y eso sí que debe ser algo grande, dar el do de pecho como el que da una limosna a un pobre y el si natural como lo más natural. ¿Y dar el sol por la noche después de haberle tomado al mediodía? Esto si que es hermoso: el arte. Crear, hacerse figura universal, llevar una vida fastuosa y picaresca; tener hoy una aventura amorosa, y mañana otra, y pasado otra, y al otro tener que hincharme de hipofosfitos; salir retratado en las revistas gráficas del mundo entero y en las cajas de cerillas; que sean de uno las más bellas mujeres y las más valiosas joyas, y tener un edredón de pluma muy bueno para los pies de la cama y repetir de la salsa del guisado, porque supongo yo que ganando mucho dinero se podrá comer guisado alguna vez que otra. Y luego, cuando ya fuese muy vieje-

EL P R O B L E M A D E LA C R I S I S RESUELTO

i y

Gracias a nuestra ametralladora marca "La Flor de Mayo". Lo mejor para ir tirando De venta en todos los buenos establecimientos de perfumería y similares.

PORVENIR NEGRO S e j s toros como seis "menumentós* maestro. Y la naranja sin exportar. (De K-Hito, en "El Debate".)

cito, muy viejecito, y hubiese cumplido sesenta y muchos años, como Lerroux, y me hubiesen dejado en casa muchas tarjetas, retirarme del "bell canto" recluyéndome en una granja de mi propiedad a cuidar las coles y criar gallinas, entre las que no podrá faltar esa gallina taa lista que tienen todos los granjeros que conoce al amo por la voz, saca el veinte cuando juega a los barquillos, pone los huevos el día de Reyes en los zapatos de los niños, y si alguno de ellos ha sido malo en vez de huevo pone un carbón. ¡Oh, vida patriarcal y arcádica! Bueno, y a todo esto no les he dado a ustedes mi opinión sobre la svástica, esa cruz tan dt moda actualmente que parece la estilizado", de Cagancho dando un pase de rodillas. Pero es que hoy la he cogido autobiográfica y confidencial. Y menos mal que me he dado cuonta a tiempo y por ello les hago a ustedes gracia de... ¿Que no les he hecho gracia de nada? ¿De verdad? No; si ya me lo temía yo; pero como uno de estos días va a venir el cobrador de la luz con el recibito y si yo no le doy luz no me dan luz, pues he dado este articulito a luz... Nada, que me he hecho un lío. Conque, apaga y vamonos, y perdonen si en algo les he ofendido,

Rafael GONZÁLEZ

CASTELL

SI SENOQ; EL EDIFICIO ME 'GUSTA MUCHO.' ES UN ACIERTO. PERO LE UNA COLUMNA

ESO TIENE \ ARREGLO 1

I NO ESTA MAL LA

IDEA! Jk

EL ARQUITECTO Y EL PROPIETARIO, por ORBEGOZO

, i MI MADRE I [ ,'OUE TÍO

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