Un acercamiento a la historia de los Reinos de la Antigua Mesopotamia

1 Un acercamiento a la historia de los Reinos de la Antigua Mesopotamia Prof. Dr. Julio López Saco Escuela de Historia, UCV Escuela de Letras, UCAB

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Revista de la Dirección General de Cultura y Extensión de la Universidad de Los Andes. Mérida-Venezuela Nº 65. Mayo-agosto 2007. pp. 165-182 LOS REIN

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Un acercamiento a la historia de los Reinos de la Antigua Mesopotamia

Prof. Dr. Julio López Saco Escuela de Historia, UCV Escuela de Letras, UCAB Doctorado en Ciencias Sociales, UCV

1. Períodos Neolítico y Protodinástico

La Baja Mesopotamia, que mantendrá una más que notable continuidad cultural, se puede dividir en dos regiones: el sur (Sumer), con localidades como Eridu, Uruk, Nippur o Lagash, y el norte (Acadia), con ciudades destacadas como Babilonia o Kish, si bien, en el III Milenio a.n.e. ambas se identificaron en torno a Babilonia. El nombre Mesopotamia se asocia a una satrapía alejandrina que, a su vez, surge de dos aqueménidas. Antes del II Milenio a.n.E. la región es genéricamente conocida como Mat Biritim, tierra de Mesopotamia, aunque hubo algunos nombres o términos de auto designación, como Kalam (Sumeria) y Matu (acadia). En el Neolítico de la región, antes del VI Milenio a.n.E., específicamente en el Tauro y el Mediterráneo, se destacan los yacimientos de Catal Huyuk (Turquía), Jericó (Cisjordania) y Muraybet (Siria); entre el VI y el IV, se identifican varias fases: Hassuna (5500-5000 a.n.E.), momento en que aparecen los sellos de estampar y las primaras construcciones de canales para el agua; Samarra (5600-4800 a.n.E.), con yacimientos significativos como Baghouz, Tell-es-Sawwan (nombre moderno de Samarra), y Choga Mami; Halaf (5500-4500 a.n.E.), cultura que se expande por toda la Alta Mesopotamia, contactando hacia el sur con Ubaid, y que muestra la presencia de cerámicas con motivos geométricos y zoomorfos, así como estructuras de habitación circulares; y Ubaid (5000-4000 a.n.E.), momento en que se da inicio a las construcciones templarias. Las manifestaciones de esta cultura se constatan en Ur, Uruk

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y también en Siria e Irán. En la segunda mitad del IV Milenio a.n.E., se evidencia la preeminencia de Uruk1, en dos fases, 3500-3200 y 3200-3000 a.n.E., (la bíblica Erech y la sumeria Unug, cuya divinidad principal es Inanna o Ishtar en acadio). Podemos observar una continuidad arqueológica con Ubaid, además de que es el período en que aparecen los centros urbanos, se desarrolla la escritura y se teje una extensa red comercial internacional a través de la instalación de “colonias”. Es en el Bronce Antiguo cuando podemos hablar del mundo sumerio, primera gran cultura que, sin embargo, no identifica un pueblo llamado “sumerios”, de ahí que deba emplearse el término Protodinástico, que presenta tres fases (I, del 2900 a 2750; II, de 2750 a 2600, y III, de 2600 a 2350 a.n.E.). Estas poblaciones coinciden y coexisten con otras semitas en núcleos del norte de la Baja Mesopotamia, en particular Kish; es decir, en la “Acadia”. Estamos ante una cultura urbana, un período de ciudades-estado que estarán en habitual conflicto entre sí, aunque habrá entre ellas cierta unidad, lo que hará que sean entendidas como una entidad cultural (kalam). Será Lugalzagesi, de la ciudad de Umma (2340-2316 a.n.E.), quien unifique la Baja Mesopotamia en un Estado, hasta que Sargón de Akkad (2334-2279 a.n.E.), configure el primer “imperio” mesopotámico (quizá, en realidad, el primer Estado territorial). Es en el Protodinástico III cuando los palacios empiezan a adquirir un papel institucional relevante, que antes monopolizaban los templos, el momento en que surgen los primeros textos legales (reformas de Urukagina) y se establecen relaciones firmes con ciudades como Ebla, en Siria, y Mari, ambas fuera del ámbito territorial y geográfico de Mesopotamia. En esta época del mundo sumerio se constatan los títulos primordiales de los gobernantes: En, relacionado con el templo y el sacerdocio; Ensi o Patesi, que ya era conocido en la etapa de Uruk, gobernador y también representante del rey; Lugal o gobernante humano o, figurativamente, rey, aunque quizá, en realidad, un líder militar, y Rey de Kish, denominación honorífica muy prestigiosa porque representa a la ciudad en la que recayó la primera dinastía real postdiluviana según la Lista Real sumeria. Finalmente, es ahora también cuando se establecen los tres dioses principales del panteón: An, que rige la zona superior del Universo; Enlil, que gobierna el espacio aéreo, y Enki, dominador del Apsu (o Abzu), es decir, de las aguas primordiales.

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Jemdet Nasr es la cultura que sigue a Uruk, si bien hoy se cree que es simplemente una variante tardía de aquella.

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2. El Reino Acadio y la III Dinastía de Ur

El Imperio acadio (2334-2154 a.n.E.) se inicia con Sargón (2334-2279 a.n.E.). Su carácter semita se corresponde con grupos que habitaban el norte de la Baja Mesopotamia desde el III Milenio a.n.E. Será con el rey Naram-sin (cuyo reinado será considerado como un ejemplo negativo para la posteridad), cuando se implante el control acadio sobre la Alta Mesopotamia, incluyendo Ebla, Mari y el Elam, al controlar las rutas comerciales. Sus conquistas darán inicio al protagonismo histórico de entidades étnicas y políticas de carácter nómada, como los Guti, los Amorreos y los Hurritas. La administración imperial desarrolla una nueva lengua, el acadio, que se convertirá en la escritura franca diplomática, relegando al sumerio a un contexto estrictamente religioso y cultual. También ahora se generan nuevas titulaturas reales, en especial la de Rey de Sumer y Akkad y Rey de las Cuatro Regiones, así como la concepción del soberano como un héroe ordenador y civilizador. También en este contexto imperial aparecen nuevas divinidades, como Shamash e Ishtar, relegando a deidades previas relacionadas con la fertilidad. Los dioses empiezan a ser asociados a insignias, símbolos y emblemas que son claramente visibles en el arte. El fin del Imperio producirá la fragmentación política de la Baja Mesopotamia, la aparición en el panorama de entidades étnicas hurritas, y la consolidación dinástica de Elam, además de la presencia esporádica, pero relevante en las fuentes, de poblaciones nómadas Guti en toda la región. Es así como algunas antiguas ciudades-estado recuperan su independencia, destacándose particularmente, la IV y V Dinastías de Uruk y la II de Lagash, en la que destaca la conocida, y muy representada figura, de Gudea (hacia 2120 a.n.E.). La V Dinastía de Uruk, con Utehegal (2123-2113 a.n.E.), vencedor de los Guti, será derrocada por Ur-Nammu, gobernador militar de Ur, iniciándose de este modo la III Dinastía de Ur o “Renacimiento Sumerio” (2113-2004 a.n.E.). Con este nuevo orden político se inicia una nueva centralización administrativa y se busca recuperar, y actualizar, un pasado tradicional que pertenecía al protodinástico. Su iniciador, el mencionado Ur-Nammu (2112-2095 a.n.E.), logra dominar, aunque muchas veces a través de pactos y alianzas, la Baja Mesopotamia, iniciado la construcción de los primeros zigurats y estableciendo los primeros códigos legales, herederos de aquella

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iniciativa de Urukagina. En esta época se escriben las denominadas Baladas Sumerias, asociadas a la legendaria figura de Gilgamesh, composiciones como Enmerkar y el señor de Aratta, que refleja parte del mundo iranio de la época, y mitos como el de Enki y la organización del mundo o el Descenso de Inanna a los infiernos. Será un conjunto de circunstancias, entre las que se encuentran las crecidas desmedidas, la presión de poblaciones nómadas (en particular los Martu o Amorreos), y la imposición política de Elam, las que pongan fin a la dinastía. Un funcionario de la corte, llamado Ishbi-Erra alcanzará el control dinástico fundando la que será la nueva Dinastía de Isin, que iniciará un nuevo período, el del Bronce medio, entre 2000 y 1600 a.n.E., etapa que ha sido etiquetada como período Paleo babilónico (debido a la importancia de la I Dinastía de Babilonia), y en donde destacarán las Dinastías de Isin-Larsa (20041735 a.n.E.) y la completa preeminencia de la célebre ciudad de Babilonia.

3. La Edad del Bronce Medio mesopotámico

El Bronce medio (2000-1600 a.n.E.) fue una época confusa y políticamente compleja, en la que cambia la concepción del Estado, desapareciendo la ciudad-estado y evolucionando hacia el estado territorial. Ahora vemos la convivencia de diferentes reinos en un espacio geográfico que se agranda al incluir Anatolia y el mundo del egeo (conocido como Capthor), factor que desarrolla como mecanismo de relación la diplomacia internacional, especialmente a través de alianzas, matrimonios y redes comerciales. En un primer momento dominan la escena los martu o amorreos, y después el mundo asirio configurado en torno al río Tigris. El Reino Antiguo Asirio, con capital en Assur, centrará sus actividades en el comercio a través de colonias (karum) en Anatolia, extendiéndose territorialmente sólo a partir del rey Shamshi-Adad I (17961775 a.n.E.). Además de estas fuerzas en acción también irrumpen ahora otras, como los indoeuropeos en la península anatólica (grupos hititas, palaítas, luvitas), entre los que los Hititas de Hattusili I y Mussili I (en un período que abarca entre 1650 y 1590 a.n.E.), se consagran como un poderosos reino, el Reino Antiguo Hitita, los hurritas, que a fines del siglo XVI a.n.E. establecerán el reino de Mitanni, Ebla y Mari, que mantienen y

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continúan su antiguo protagonismo, y el reino de Yamhad, centrado en Aleppo y opuesto, como acérrimo enemigo, al de Qatna. Los amorreos, organizados tribalmente, eran semitas occidentales. Fueron considerados en las fuentes como una amenaza, como poblaciones particularmente belicosas, nomádicas y desconocedoras de la vida urbana, que era el referente esencial del orden en la concepción mesopotámica. No obstante, en ciertos documentos, la visión que de ellos se tenía no fue tan despectiva, pues ciertos grupos vivían en ciudades y eran empleados por la administración en actividades varias, en especial como mercenarios en los ejércitos. En el año 2004 a.n.E. los reyes de las dinastías de las ciudades de Isin y Larsa se autoproclamaron herederos directos de la extinta III Dinastía de Ur. A pesar de que en las fuentes ahora son preeminentes, coexisten en realidad con ciudades como Uruk, Sippar, Kish o Babilonia. La dinastía de Isin comienza con Ishbi-Erra (2017-1985 a.n.E.), aunque su rey más importante fue Lipith-Istar (1934-1924 a.n.E.), durante cuyo reinado Larsa inicia su expansión con Gungunum (1932-1906 a.n.E.), conquistando Susa y Ur. Los reyes de la I Dinastía de Larsa eran de origen amorreo, destacándose, por encima de todos, Rim-Sin (1822-1763 a.n.E.), que conquista Isin y llega a controlar toda la región. La relevancia del período estriba en la nueva dinámica de la propiedad y explotación de las tierras, en el comercio, menos controlado por templos y palacios, y en la administración. También ahora aparece la costumbre del rey sustituto, un mecanismo que será relevante en el Imperio Asirio. El Reino Antiguo Asirio (1950-1750 a.n.E.) se establece territorialmente en Subartu (denominación sumerio-acadia del norte). El rey porta el título de Gobernador del dios Assur, y su función principal es representar a la comunidad en el ámbito religioso y hacer cumplir la justicia. En esta etapa del reino Asirio, no existe una política de expansión territorial, sino una fase comercial en Anatolia, que funciona entre 1900 y 1830 a.n.E. Estos puestos comerciales o karum (puertos), en total unos diez, se construyeron extramuros de los asentamientos indígenas, siendo controlados por un alto funcionario que hacía las veces de intermediario entre el palacio y los comerciantes. Al lado de estos muelles mercantiles había puestos militares o wabartum, para proteger las caravanas. No debemos olvidar que dicha actividad mercantil, que conlleva un proceso de aculturación, se desarrolló en un ámbito político fragmentario, con la presencia de

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algunos estados de cierta relevancia, como Purushhattum o Wahshushana. El primer reino Asirio finaliza con la conquista de Assur por Naram-Sin, rey de Eshnunna, ciudad que, de paso, cerraba las puertas de Elam a Mesopotamia. En el Bronce Medio se produce también el resurgimiento de Mari, con una línea dinástica así mismo amorrea, en la que destaca el rey Zimri-Lim. Podemos considerarlo un renacimiento esplendoroso, como parecen indicar las numerosas tablillas del archivo de la ciudad, en el que las relaciones con diversas poblaciones nómadas (haneos, benjaminitas y tuteos), se tornaron pacíficas y de interés y beneficio mutuo. En cualquier caso, la prosperidad de Mari descansó, sin duda, en el comercio con el Egeo, Dilmun y la zona de Biblos en Palestina. Pequeño asentamiento en época acadia y poder provincial de cierta importancia en época de la III Dinastía de Ur, Babilonia alcanzará relevancia hacia 1894 a.C., cuando un amorreo, Sumu-abum conquiste el núcleo e inicie la I Dinastía. Tras un ulterior período expansivo regional, que incluye el país de Akkad y el norte de la Baja Mesopotamia, no será, no obstante, hasta el sexto monarca de la dinastía, Hammurabi (1792-1750 a.n.E.), cuando una gran expansión y proceso de conquista convierta a Babilonia en el gran poder de la época, en un imperio; eso sí efímero, pues se disgregará en 1595 a.C. cuando Mursili I, el rey hitita, conquiste la ciudad2. Babilonia será el gran centro cultural del ámbito mesopotámico, en sustitución de los tradicionales y prestigiosos centros de Nippur y Kish. Es ahora cuando las edubas o casas de las tablillas, originadas con Shulgi en la III Dinastía de Ur, se convierten en grandes centros de conocimiento, pues en ellas se educaba a los escribas, depositarios del saber. También en esta época es el momento en que el panteón de divinidades sufre algunas transformaciones: dioses como Shamash, Nabu, Nergal y, sobre todo, Marduk, que domina el entorno político, sustituyen en relevancia a las tradicionales, y ya antiguas, deidades sumerias, en tanto que sus representaciones se hacen cada vez más simbólicas a través de emblemas y diversos signos. En este período Paleo babilónico se oficializan ceremonias como la Festividad de Akitu, que se celebra en coincidencia con los equinoccios de primavera y otoño, y se vincula al ciclo agrícola. En Babilonia, esta fiesta se asociará a Marduk y se oficiará en el primer mes del año, momento apropiado

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No obstante, su regreso precipitado a Anatolia provoca una especie de vacío de poder en Babilonia, que será colmado por poblaciones montañesas de los montes Zagros, los Casitas, que establecerán una nueva línea dinástica, la segunda, abriendo, de este modo, el período denominado Neobabilonio.

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para recitar el Enuma Elish, poma babilónico de la creación. Al lado de todo lo que se ha esbozado previamente, no debemos olvidar uno de los más famosos eventos culturales de la época, el código de Hammurabi, quizá un reflejo del deseo del soberano de remedar las inscripciones reales de los monarcas acadios y de mostrarse como un elegido por las divinidades. En este código, en realidad más bien un compendio de casos particulares que servirían de modelo de funcionamiento de la sociedad, se reflejan las tres clases sociales del período Paleo babilónico, los hombres libres, aquellos dependientes, y los esclavos, así como una visión del mundo distribuido en sectores: el reino de Elam al este, Sumer al sur, Subartu al norte, amorreos al occidente y Babilonia en el centro de todo. En Anatolia, a fines del III Milenio a.n.E., convivía una población indoeuropea con una cultura previa, denominada hática, en una época en la se diferencian tres grupos lingüísticos indoeuropeos: luvitas, palaítas y nesitas. Un personaje llamado Anitta será quien unifique el territorio en un reino, con capital en la antigua colonia comercial asiria de Kanesh, ahora renombrada Nesa. Sin embargo, serán los mencionados Hattusili I, quien establece la capitalidad en la localidad de Hattusa, y Mursili I, los que, tras una expansión territorial por la península, conformen el Reino Hitita Antiguo, si bien será Telepinu el que lo consolide en torno al año 1500 a.n.E. En el conocido edicto de este último rey se hacen remontar los orígenes del reino a un rey, probablemente mítico, llamado Labarna. En último caso, las permanentes incursiones de los nómadas gasca, los ataques hurritas, y los pactos con reinos fronterizos siempre peligrosos como Kizzuwatna, limitarán al reino hitita en este período, básicamente, al centro de Anatolia. Mientras tanto, Palestina desarrolla en el Bronce Medio una entidad propia, destacándose una estructura en ciudades-estado, muy activas en el comercio, como Meggido, Guezer y Hatsor, cuya arquitectura palacial, templaria y, sobre todo, defensiva, refleja su relevancia en la región. En esta época, en fin, los reyes actúan protegidos por divinidades tutelares identificadas con una ciudad o reino, la religión se torna más personal e intimista, a través de una proliferación de dioses personales y familiares, cotidianos, se redactan nuevos textos, mitos y poemas, como el de Atrahasis, el comercio conoce cierta iniciativa privada, y la donación de tierras por parte de los soberanos a sus más fieles seguidores como pago por sus servicios, propicia la creación y consolidación de grandes familias terratenientes.

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4. La Edad del Bronce Reciente: Hititas, Asirios y Casitas

Es en esta época (1500-1200 a.n.E.), cuando diversas culturas y territorios distantes convergen en el Mediterráneo oriental, en una especie de koiné político-cultural. En la Baja Mesopotamia, en la ciudad de Babilonia, se implanta y despliega la dinastía Casita, reaparece con fuerza Asiria (Reino Medio), y surgen reinos en el área sirio-palestina, como Ugarit3, Biblos o Amurru. Serán la diplomacia, los pactos de vasallaje y los conflictos y guerras, los aspectos predominantes en las relaciones interestatales, ampliadas cada vez más lejos, al mundo egeo minoico y micénico, o al anatólico de los reinos luvitas como Arzawa o Ahhiyawa (quizá los aqueos). La diplomacia y la guerra generan una nueva clase social aristocrático-guerrera, caracterizada por el uso del carro de guerra4 como nuevo símbolo de realeza, que permite a los reyes proclamarse grandes conquistadores heroicos. Esta época de grandes reinos que, en ocasiones, deben enfrentar sublevaciones, recurriendo para frenarlas a la deportación de poblaciones, y que construyen nuevas y grandes capitales (Dur-Kurigalzu los casitas; la nueva residencia real del rey asirio Tukulti-Ninurta I, o Dur-Untash), sufrirán un colapso general, como el resto de los poderes de la región, hacia 1200 a.n.E., debido a lo que las fuentes egipcias de tiempos de Ramsés III, denomina Pueblos del Mar. En un marco geográfico nada homogéneo, con la presencia de diferentes reinos y una fuerte heterogeneidad étnico-lingüística, Suppiluliuma I establece las bases de un imperio Hitita que utilizará como mecanismos de control la diplomacia y la guerra. Tras controlar a los nómadas gasca, firmar un acuerdo con el reino de Hayasa, en Armenia, asegurar el domino de Kizzuwatna e Isuwa, además de mantener a raya el reino de Arzawa, y establecidos así los cimientos del control en Anatolia, el rey se concentró en derrotar a Mitanni y configurar una hegemonía en el norte de Siria, para lo cual firmó

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Los orígenes de Ugarit se hallan en el neolítico acerámico. Su primera mención acontece en textos del archivo de Ebla, del III Milenio a.n.E. El reino se destacó por su reconocido alfabeto y por el comercio, pues su territorio era el paso de salida al mar más adecuado para las caravanas que procedían de Mesopotamia. 4 En el carro se desplazan los monarcas para sus cacerías de leones y para llevar a cabo sus guerras de conquista, ofreciendo la impresión de soberanos capaces de hazañas extraordinarias, como el arte refleja con asiduidad. En cualquier caso, los dioses son los que guían y protegen al rey y a sus ejércitos en sus batallas.

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tratados con los dos principales reinos de la región, Ugarit y Amurru, de ahora en adelante, cómplices aliados, conquistó Karchemish y Aleppo, donde establecerá dos delegaciones de su gobierno, y desplegó una actividad diplomática hacia Babilonia, buscando un aliado, más o menos consistente, frente a los asirios. Esta nueva redistribución de fuerzas en Siria chocará de frente con los intereses de Egipto, hecho que culminará en la famosa batalla de Kadesh (1274 a.n.E.), entre Muwatali II de parte hitita (1295-1272 a.n.E.), y Ramsés II por parte de Egipto. Esta situación fue aprovechada por los asirios, pues sus reyes Adad-Nirari I (1307-1275 a.n.E.) y Salmanasar I (1274-1245 a.n.E.), acabaron controlando los restos de Mitanni y convirtiendo a Karchemish en la frontera natural. Las acciones de los pueblos del Mar y las nuevas incursiones de los gasca aprovechan, finalmente, el agotamiento del heterogéneo imperio Hitita, cuyo territorio será ulteriormente ocupado por las poblaciones frigias. El imperio Hitita, cuya base era el ejército, estaba organizado en una región central, la capital, Hattusa, territorios periféricos, administrados directamente por el rey, y estados vasallos, controlados por gobernantes locales estrechamente vinculados al soberano de los hititas por tratados, pactos y alianzas de diverso tenor. Entre sus aspectos religiosos destaca la costumbre de invitar a los dioses foráneos que se trasladaran, en forma de estatua o a través de su culto, a la capital hitita, a semejanza de lo que será la evocatio romana, y la construcción de santuarios rupestres, como el de Yazilikaya, donde se pueden observar relieves en los que una procesión de divinidades van encabezadas por la pareja Tessub y Herat. La recuperación de Asiria como estado territorial se produce con Ashur-Uballit I (13651330 a.n.E.). Desde ese instante las relaciones con Babilonia se hicieron tensas, estableciéndose una larga rivalidad en la que Babilonia pareciera ejercer una superioridad cultural sobre Asiria, a pesar del poderío militar de esta última. Después de Adad-Nirari I (1307-1275 a.n.E.), que conquista finalmente Hanigalbat (Mitanni para los asirios), es el gran rey Tukulti-Ninurta I (1244-1208 a.n.E.) el que derrota al rey casita Kashtiliash IV conquistando Babilonia, en donde deja reyes títeres y complacientes. Este éxito militar le permitiría adoptar multitud de títulos: rey de Asiria y de Karduniash, rey de Sippar y Babilonia, de Sumer y Akkad, de Tilmun o Dilmun y Meluhha (el Indo), y rey del mar Superior e Inferior, erigiendo la nueva capital llamada Kar-Tukulti-Ninurta.

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Los casitas en Babilonia, denominados a sí mismos Galzu, inician una larga dinastía (1595-1155 a.n.E.), en especial cuando vencen al reino de Hana y derrotan a la dinastía del País del Mar con Agum II (1592-1549 a.n.E.), reunificando en un único poder toda la Baja Mesopotamia. Establecen su centro de poder en la ciudad de Dur-Kurigalzu, que funda Kurigalzu I hacia 1380 a.n.E. En ella hubo un gran zigurat que, durante varias décadas, fue identificado con la Torre de Babel de la Biblia. Conquistado el reino por Tukulti-Ninurta I, recupera su independencia cuando el rey asirio muere, aunque esta circunstancia dura poco: nuevos ataques provenientes de Asiria y, sobre todo, del rey Shutruk-Nakhunte I (1185-1155 a.n.E.) de Elam, acabarán con el reino, trasladándose numerosos objetos a la corte de Susa. La sociedad babilónica casita era aristocrática. La propiedad de los campos estaba en poder de los nobles5. El reino se dividía en provincias regidas por gobernadores. Además de la redacción del famoso Poema del Justo Sufriente, es ahora cuando la tradición literaria de Gilgamesh es fijada en una epopeya sobre su vida y hazañas, entre los siglos XIII y XII a.n.e., en once tablillas que se conservaron en la biblioteca de Asurbanipal en Nínive. En términos generales los casitas adoptaron las tradiciones babilónicas; conformaron una población con señas propias de identidad, aunque perdieron su lengua propia autóctona. Asumen la cultura babilónica existente, identificando a sus dioses con aquellos previos: Maratta con Ninurta o Kamulla con Ea.

5. La Edad del Hierro. Palestina, Reinos Neohititas, Imperio Asirio y Neobabilonia

El tránsito entre el Bronce y la Edad del Hierro viene signado por la invasión de una

serie de poblaciones conocidas como Pueblos del Mar, que producen un colapso generalizado que incluye la desaparición de reinos como Ugarit o culturas como la palacial micénica, aunque también derivan la llegada de pueblos como los arameos, el asentamiento de las tribus israelitas, fundamento del ulterior reino de Israel, aprovechando la crisis generalizada de las ciudades y de las estructuras palaciales existentes, y el establecimientos de nuevos reinos como Moab, Edom y los reinos

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A través de estelas llamadas kudurrus conocemos las tierras entregadas por el rey en pago por los servicios prestados.

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neohititas del norte de Siria. Incluso después de impacto de esta crisis, se desarrollan ciudades en la costa siria que se encargarán de impulsar el efecto colonizador de los fenicios por todo el Mediterráneo. La presencia de estos pueblos (tjeker, shekelesh, peleset, filisteos, weshesh, shardana, denyen, lukka, posteriores lidios, ekwesh, teresh, quizá etruscos, y ahlamu, identificados con los arameos posteriores), coincide con el desvanecimiento de los estados territoriales de mayor envergadura, salvo Egipto, y de los intercambios comerciales a gran escala. Sin embargo, estos Pueblos del Mar fueron una consecuencia final del declive de reinos previos, y no la causa de su desaparición. En el comienzo de la Edad de Hierro, el mundo asirio y babilónico perviven en sus territorios nucleares, la nueva dinastía elamita inicia una política de frecuentes agresiones y llegan a estos territorios grupos de población aramea. Surgen reinos y culturas con nuevos sistemas de escritura, alfabéticos, novedosas técnicas de cultivo y también nuevas prácticas comerciales. La primera mención de Israel, al margen de la Biblia, se fecha en época del faraón Merneptah (1213-1203 a.n.E.), que lo cita en una estela conmemorativa de una victoria militar. La entrada de los israelitas a Canaán parece haber sido debida no tanto a la infiltración o la conquista, como a las revueltas sociales, lo que significa que los primeros serían grupos de población desplazados de los centros urbanos, asentándose en el momento en que desaparecen las estructuras palaciales. Asentadas las tribus, se inicia el período de los Jueces, dominado por líderes militares que protegen a las tribus de los filisteos y de tribus del desierto como los madianitas, y que sirven, a la par, de guías religiosos. En el tránsito a la monarquía, Saúl representa también un hombre de carisma, elegido especialmente para enfrentar a los filisteos. Tras su derrota en Gelboé, batalla por medio de la cual los filisteos se apoderan de buena parte de Palestina, las tribus del norte reconocen a Ishbaal, hijo de Saúl, como monarca, mientras que las del sur, Judá, se organizan en torno a David, que será el rey de ambos reinos. Hacia el año 1000 a.C., David vence a los mencionados filisteos, extiende el reino frente a los arameos y se hace fuerte en relación a Moab y Edom, llegando a firmar pactos con las ciudades fenicias como Tiro. Además, convierte Jerusalén en la capital del reino. Su sucesor, Salomón, divide el reino en doce distritos pero, a su muerte, hacia 930 a.C., Roboam no es aceptado como soberano por las tribus de Israel, mientras que la elección de Jeroboam provoca la división en dos: Israel, con diez tribus, y Judá. El primero

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establece la capital en Samaria en época de Omrí (885-874 a.n.E.). Por su parte en Israel, debido a la presión asiria en época de Tiglat Pileser III (744-727 a.n.E.), se originan facciones entre los que defienden una política de paz con Asiria y los que desean un enfrentamiento. La intervención de Salmanasar V provoca la capitulación de Samaria en 721 a.n.E., en tanto que Sargón II deporta a la población. El final del reino de Israel trae como consecuencia que los asirios se conviertan en incómodos vecinos de Judá, que dependía mucho de Egipto, hecho que provocaría que en 791 a.n.E. Senaquerib interviniese reduciendo el territorio del reino y entregando ciudades a reyes aliados filisteos. El declive de Asiria, no obstante, provoca que en el reinado de Josías (640-609 a.n.E.), Judá recupere espacios y protagonismo, pues es ahora cuando una reforma religiosa persigue otros cultos e implanta, de nuevo, la alianza con Dios. Pero, al mismo tiempo que finaliza el imperio asirio, los reyes egipcios de la XXVI Dinastía se interesan por la región, hasta producirse la intervención del faraón Necao. No obstante, el problema provendría de uno de los vencedores del imperio Asirio, Babilonia: en 597 a.C. Nabucodonosor captura Jerusalén y exilia a la familia real y a los artesanos; diez años después destruye la ciudad y deporta la población a Babilonia, aunque algunos habitantes se refugian en Egipto. Por su parte, los filisteos o peleset, originarios de Caphtor (Creta), se organizaron en una pentápolis (Gaza, Ashdod, Gath, Ekrom y Askhelon). Relacionados con los pelasgos expulsados por los griegos del Egeo o con los hombres del reino micénico de Pilos, trasladados a Canaán tras la destrucción de su reino, se identifican con una cerámica bícroma con elementos decorativos egeos, con las figuras asdhoda, sarcófagos antropoides, la presencia de hogares en las viviendas, la introducción de alimentos como la carne de cerdo y la celebración de reuniones de varones para beber. El mundo fenicio, urbano y comercial, continúa la tradición cultural cananea. En su ambiente de prosperidad y expansión comercial, las ciudades fenicias se verán impactadas por la recuperación asiria. En este contexto, en 875 a.n.E., con Assurnasirpal II, se imponen tributos a Tiro, Sidón, Arwad y Biblos. La mayoría de las ciudades lo rinden, y quizá el proceso colonizador fenicio, en su apogeo en el siglo VIII, haya sido una respuesta necesaria a la tributación impuesta por Asiria. Con Tiglat Pileser III (745727 a.n.E.) se anexionan las ciudades del norte y se encuadran en una nueva provincia, mientras que las del sur siguen pagando impuestos, controladas por la administración

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imperial, siendo Tiro la única urbe con relativa autonomía6. La caída del imperio Asirio deja un espacio libre a la influencia neo babilónica. Así, en 586 a.n.E., Nabucodonosor II atacará Tiro, en tanto que con posterioridad, durante la época aqueménida, la región se convertirá en una satrapía. Aunque las ciudades fenicias poseían importantes recursos naturales, como la madera, y desplegaron una relevante actividad pesquera (murex, salazones), desarrollaron una expansión comercial cuyo epicentro cronológico fue el siglo VIII7, coincidiendo con la colonización griega. Esta expansión hacia occidente aporta una forma de pensar y una cultura oriental que propició el surgimiento y definición de períodos orientalizantes en la cultura etrusca, griega o tartesia, una colonización agraria, derivada de la presión asiria que conlleva desplazamientos de población a las colonias en busca de tierras, así como el desarrollo de una muy valorada actividad artesanal (en metal y marfil, fundamentalmente). La mayoría de las divinidades fenicias ya se encontraban en Ugarit, destacándose Baal, Astarté y Melkart. Entre sus prácticas ha sido relevante el sacrificio humano, denominado molk. Se sacrificaban, en un recinto de nombre tofet, sobre todo a niños, cuyos cuerpos eran incinerados y enterrados en urnas cinerarias. Tal costumbre puede relacionarse con la ofrenda de los más valioso de una familia o comunidad en situación de peligro, asociarse con un control selectivo de la natalidad, o con la costumbre de dejar a un lado, rechazándolos, a los infantes nacidos con malformaciones físicas o psíquicas. Los arameos, probablemente descendientes de poblaciones pastoriles del norte de Siria, comienzan su penetración a fines del siglo XIII a.n.e. por el Próximo Oriente, modificando el mapa regional desde el Mediterráneo hasta el golfo Pérsico. Su infiltración alcanza Babilonia, con cuya población se integra, relacionándose con los caldeos, cuya entrada en la región se produce desde el siglo IX a.n.E. Los grupos arameos se establecen en reinos como los de Saba o el de Hama, que contaron, frente a los asirios, con un fiel aliado en el reino de Urartu, en la región de Anatolia oriental. No obstante, Sargón II (721-705 a.n.E.), integraría estos reinos al mundo asirio. El legado 6

No obstante, Tiró sufrirá el asedio de Asarhadón y Assurbanipal, hasta que en 640 a.n.E. se convierta en provincia. Este momento coincide y, por consiguiente, puede explicar, el desarrollo de Cartago y su mayor autonomía, pues esta colonia, fundada por Tiro en 814 a.n.E., será la sucesora de su metrópoli en la actividad comercial fenicia por el Mediterráneo occidental. 7 Aunque algunas inscripciones en Cerdeña invitan a señalar la presencia fenicia en el Mediterráneo occidental desde el siglo IX a.n.E., hasta el siglo VIII la única región en la que arqueológicamente se constata presencia fenicia es en Chipre.

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cultural arameo ha sido, primordialmente, su lengua, semítica noroccidental, emparentada con el hebreo y el fenicio. A diferencia de los amorreos antes, es decir, en el II Milenio a.n.E., los arameos aportan al Próximo Oriente su lengua y algunas de sus costumbres. El declive de los hititas y de su reino fue aprovechado en principio por los frigios, que ocupan la llanura anatólica, pero también provocó que surgieran en sus antiguos espacios una serie de reinos, denominados neo hititas, que pervivieron hasta el siglo VIII a.C. Estos reinos, heterogéneos por demás, con presencia hurrita y aramea, no sólo son un reflejo de continuidad del desaparecido mundo hitita, aunque su escritura fuese el hitita jeroglífico en sustitución del cuneiforme. Los principales fueron Karchemish, Karatepe (Hama), Patina y Malatya, todos políticamente autónomos. Salmanasar III (858-824 a.n.E.) impone tributo a estos pequeños reinos, hasta que Tiglat Pileser III derrote a Urartu, limitando notablemente su influencia en la región, y someta a los estados neohititas hasta su final integración en la órbita del imperio Asirio. Elam, por su parte, experimenta una expansión con Shutruk-Nakhunte I (1185-1155 a.n.E.), incursionando en el sur de Mesopotamia y conquistando Babilonia en 1176 a.n.E., llevándose a Susa un botín donde viajó la estela de Naram-Sin y el código de Hammurabi. Fue, sin embargo, en el reinado de Shilkhak-In-Shushinak (1140-1120 a.n.E.) cuando el ámbito elamita más se extienda territorialmente, hasta el inicio del declive que perdura hasta el siglo VII a.C. En Babilonia, la dinastía casita finaliza, precisamente, con la expansión elamita, trasladándose el centro neurálgico de la región de la Baja Mesopotamia a Isin, que inicia su segunda dinastía, y que cuenta con Nabucodonosor I (1125-1104 a.n.E.), como el rey que restablece el poder babilónico atacando y conquistando Susa, la conocida capital de Elam. No obstante, a su muerte se produce una disgregación política, finalmente aprovechada por los asirios con Tiglat Pileser I (1114-1076 a.n.E.), que propicia la proliferación de reinos como la II Dinastía del País del Mar (1025-1005 a.n.E.), la Dinastía de Bazi y la Dinastía E, así llamada en la Lista real babilónica. En cualquier caso, Babilonia no pierde su categoría prestigiosa de centro religioso, siendo la creadora de obras literarias que reflejan el escenario político de la época en sus contextos históricos, como el Poema de Erra y Espejo del Príncipe.

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El imperio neoasirio presenta dos fases en su desarrollo. Una primera que se inicia a mediados del siglo IX a.n.E. en la que el poder asirio se extiende, de nuevo, sobre Siria y la Baja Mesopotamia, y una segunda, desde mediados del siglo VIII a.C., en la que los soberanos asirios llevan a cabo un sistemático proceso de conquista de reinos y territorios. La recuperación del mundo asirio empieza con el reinado de Ashurdan II (934-912 a.n.E.), si bien el iniciador de una política exterior más agresiva fue Adadnirari II (911-891 a.n.E.), que vence y expulsa a los arameos de la región del valle del río Tigris. Este rey, además, recupera la ya inveterada costumbre de los reyes asirios de presentarse como dominadores de la naturaleza, del medio geográfico. No será hasta las conquistas de Assurnasirpal II (883-859 a.n.E.) cuando se pongan los cimientos del imperio, conquistas manifestadas a través de una extrema crueldad hacia los enemigos vencidos que será reflejada, desde la óptica ideológica y propagandística, en los majestuosos relieves épico-narrativos que se harán habituales en reinados posteriores. Su hijo Salmanasar III (858-824 a.n.E.) tendrá que enfrentar (batalla de Qarqar, 853 a.n.E.), a una coalición de pueblos, comandados por Damasco, que deseaban proteger las rutas comerciales que atravesaban Siria, Egipto, Arabia y Anatolia. En la conmemoración que este soberano realiza de la batalla aparece, por primera vez mención de los árabes, presentes en la coalición, a la que aportan camellos. Con Tiglat Pileser III (744-727 a.n.E.) comienza la segunda etapa del imperio, que ahora se expandirá por todo el Próximo Oriente, y que casi termina con la conquista de Egipto (671 a.n.E. con Esarhaddon) y Susa (en 646 a.n.E. con Asurbanipal) y la penetración en Anatolia. Es ahora cuando el imperio alcanza su mayor poder y extensión territorial, pero también el momento en que se siembra el inicio del declive, pues se abre la entrada a los medos, origen del reino aqueménida, que, en coalición con Babilonia, terminarán con el imperio asirio al conquistar Nínive en 612 a.n.E. En 729 a.n.E., este soberano se proclama rey de Babilonia y da inicio a la doble monarquía, por la que los reyes asirios intentaron controlar Babilonia. En este período es cuando en lugar de fijar impuestos y pagos a las ciudades y reinos conquistados, se procede a su inmediata integración a la estructura del imperio como provincias, en las que se instalan

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regentes asirios y guarniciones militares, sin dejar de aumentar las frecuentes deportaciones de población8. Con Sargón II (721-705 a.n.E.) se construye una nueva capital, Dur Sharrukin o Khorsabad, y se procede a reestructurar la administración, disminuyendo el tamaño de las provincias imperiales, que pasan ahora de doce a veinticinco. Con Senaquerib (704681 a.n.E.), no obstante, se establece la corte en Nínive. Tras la muerte de Assurbanipal el peligro que se cierne sobre Asiria procede de la meseta irania, lugar en donde Ciaxares en 625 a.n.E. había logrado unir a medos y persas, que serán los que conquisten, con el apoyo babilonio, Assur y Nínive, en 614 y 612 a.n.E., respectivamente, poniendo fin al imperio. Al frente del militarista imperio Asirio estaba el rey, al cual sus súbditos debían un juramento de fidelidad. Los soberanos son los representantes o vicarios de la gran divinidad Assur, que alcanza la consideración de deidad universal, en tanto que el rey es su administrador. La realeza y sus acciones serán representadas en escenas de caza, entendida ésta como una actividad ceremonial que permite representar al rey como vencedor, ordenador y protector. La actitud heroica que de aquí se desprende motiva la representación de los reyes con larga barba, una tiara troncocónica y un paño que cae sobre los hombros. El ejército, conquistador y sofocador de rebeliones, será el gran pilar del imperio, desarrollando actividades militares en las que predomina el asedio de ciudades. Justamente son las ciudades recintos significativos para el imperio, pues sus palacios reflejan el poder de Asiria, con sus relieves, ciclópeas estatuas de toros alados, llamadas lamassu en las entradas, representaciones de genios protectores y hermosos jardines palaciales, confirmado, en consecuencia, que el rey de Asiria es un dominador de Universo. En ellas se desarrolló también una relevante actividad literaria, como nos consta en la biblioteca de Assurbanipal en Nínive, en donde abundan textos oraculares, de presagios y léxicos con términos sumerios, considerada una lengua culta, y acadios. Los frigios, conocidos como mushki en fuentes asirias, se identifican con un reino que tiene a Midas como rey y a Gordion como capital. Aprovechando el vacío dejado por la

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Las deportaciones evitaban las posibles rebeliones de poblaciones sometidas, pero también podían proporcionar al Estado asirio mano de obra necesaria para el trabajo agrario, en particular en regiones con escasez demográfica, así como trabajadores para la construcción de ciudades y obras públicas. Estos deportados, en muchas ocasiones familias enteras, solían vivir agrupados y tenían derechos y propiedades, pasando algunos a integrarse en la sociedad asiria.

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desaparición hitita, los frigios acaban controlando la región anatólica (centro-occidente), durante el siglo VIII a.C. Aunque su origen es indoeuropeo, con la presencia de una lengua similar al tracio y al ilirio, ambos hablados en los Balcanes, recibió influencias sirio-anatólicas y contactó con el mundo griego de modo continuado. Entre sus aportes culturales se destacan los enterramientos tumulares, con presencia de caballos, en tumbas con cámaras rectangulares excavadas en el suelo y con techos de madera soportados por columnas de piedra, y el culto a una diosa madre que porta el epíteto Kubileya, de donde podría provenir la clásica Kybele (Cibeles). El reino lidio, por su parte, surge hacia el año 670 a.n.E. con una dinastía fundada por Giges (680-612 a.n.E.) y una capital ubicada en Sardes, que llegará a ser un centro cultural muy apreciado por los intelectuales griegos, como Tales de Mileto. Los lidios se asocian a los lukka, uno de los Pueblos del Mar, documentados como piratas en los textos hititas y en algunas misivas del archivo de el-Amarna (Ajetatón). Su figura emblemática fue Creso (560-546 a.n.E.), que firma pactos con Esparta, Babilonia y Egipto. De hecho, su muerte coincide con el final del reino, sometido por la fuerza por el aqueménida Ciro II. Su contribución cultural e histórica de mayor relevancia fue la invención de la moneda acuñada, hacia el siglo VI a.n.E. La primera mención asiria sobre la presencia de grupos caldeos se fecha en el año 878 a.n.E. Posiblemente, estas poblaciones llegaron con los arameos, divididos en tres grupos: Bit-Amukanni, asentados en las proximidades de Uruk; Bit-Dakkuri, en torno a Babilonia, y Bit-Yakin, desperdigados en el País del Mar y en Ur. Conforman en Babilonia la denominada Dinastía Caldea (626-539 a.n.E.), iniciada con el rey Nabopolasar (625-605 a.n.E.). Este soberano establece una alianza con Ciaxares, el rey medo, por la que se fijan los límites territoriales de ambos reinos y se reparten las migajas del periclitado imperio asirio, de manera que Babilonia controla ahora toda la Mesopotamia. Su hijo Nabucodonosor II (604-562 a.n.E.) creará un verdadero imperio, derrotando a los egipcios en 605 a.n.E., en Karchemish, y adquiriendo el control sobre Siria-Palestina. En este momento existe, nuevamente, un poder unitario en el Próximo Oriente, aunque será efímero, que comunica el golfo Pérsico con el Mediterráneo, facilitando con ello el comercio, lo cual permitirá que lleguen a Babilonia grandes recursos, empleados en la construcción de monumentos: la puerta de Ishtar, el zigurat (la torre de Babel bíblica) o el Esagila, gran templo del dios Marduk. Es esta la ciudad descrita en las fuentes clásicas griegas, en Heródoto, Ctesias, Diodoro, Aristóteles y

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Plutarco. Nabucodonosor II lleva a cabo la destrucción de Jerusalén en 586 a.n.E. y la deportación de la población a Babilonia, una acción surgida ante la negativa del rey Joaquim de seguir pagando el tributo debido. La definitiva caída de babilonia en manos del rey Ciro, descrita en la Crónica babilónica y en el Cilindro de Ciro, pone fin a todo un período en la antigüedad próximo-oriental.

6. El Elam y la meseta irania. El reino Aqueménida

Irán y Persia son dos acepciones diferentes para una misma área geográfica, aunque responden a conceptos diferentes: Irán procede de Aryanam o tierra de los arios. Aryan es el nombre colectivo de pueblos indoeuropeos asentados entre el segundo y el primer milenio a.n.E. entre el Éufrates y el Ganges; Persia corresponde al SO. de la meseta iraní, la región de Parsa (conocida por los griegos como Parsis y Fars por los árabes). De esta zona procedieron los Aqueménidas, la dinastía persa que crea el imperio, de ahí el uso del nombre. En la llanura de Khuzistán, desde el III Milenio a.n.e. conocida como Elam, se desarrollará la primera organización estatal, con capital en Susa. El interior de la meseta tendrá dos funciones: servirá de cuenca receptora de pueblos invasores, y será una zona de paso obligado para los contactos entre Oriente y Occidente. En el IV Milenio a.n.E. se desarrolló una comunidad calcolítica con asiduos contactos con Mesopotamia. Los progresos tecnológicos y los contactos mercantiles con Mesopotamia provocarán que el hábitat en aldeas dé paso a las ciudades, en especial Susa, que se convertirá en el centro de la comunidad elamita, extendida por el Golfo Pérsico, Anshan, en el actual Fars, Elam (forma babilonia Elamtu, denominada por los elamitas Haltamti) la prolongación de la baja Mesopotamia (Khuzistán y parte del Luristán). Aunque ensombrecida por las actividades de las urbes sumerias, lo que supone una deuda respecto a los progresos en Uruk, Susa desarrolla, hacia 3300 a.n.E. un sistema de escritura denominada protoelamita, así como una glíptica, adoptada de la sumeria, con una temática cotidiana y con presencia de animales fantásticos. Las tablillas con esta escritura aparecen en yacimientos como Tepe Sialk o Godin Tepe. En el III Milenio a.n.E. Irán manifiesta ya características culturales propias, que sólo serán difuminadas con las posteriores invasiones de los indo-iranios. El desarrollo urbano y cultural se fortalece gracias a contactos con otras culturas: con el país de Meluhha

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(cultura del Indo), o con Sumer, quizá a través de Magán (localizada a ambos lados del estrecho de Ormuz) y Dilmún (la isla de Bahrein, en el Golfo Pérsico). Tras encontrarse sometida a la I Dinastía de Kish, Elam recupera su independencia bajo la dinastía de la ciudad de Awan. Esta dinastía (2425-2150 a.n.E.) habría estado compuesta por unos doce reyes. A partir del reinado del octavo rey, Elam cae bajo el poder acadio, pues es conquistada por Sargón de Akad. Bajo el rey Kutik-In Shushinak, sucumbe la dinastía, al tiempo que también la acadia. Tal coincidencia pudo deberse a un mismo motivo: la invasión de las poblaciones montañesas de los Guti. No obstante, quizá el fin de la dinastía de Awan se debió a la toma de la ciudad de Anshan por Gudea, de Lagash, hacia 2200 a.n.E. Elam es una suerte de federación, con un jefe supremo que gobierna sobre un conjunto de príncipes vasallos. La trasmisión hereditaria se haría a través de la madre. La titulatura oficial de la monarquía elamita era sukkal-mah o Gran Regente; un hermano del rey, que ejercería una suerte de virreinato, era el sukkal, regente de Shimashki. Un tercer personaje era el sukkal de Susiana. La influencia acadia, no obstante, afecta la escritura (se adopta el cuneiforme), así como el ámbito religioso. El panteón elamita aparece encabezado por diosas, como Pimikir, Kiririsha (Gran Diosa), y Parti. Sólo desde el II Milenio a.n.E. empiezan a cobrar importancia los dioses masculinos (Humban, Hutran, Nahhunte, dios sol, o In-Shushinak, Señor de Susa). La etnia de los elamitas es dudosa. Pudieron haber sido gentes de piel oscura o negra, de acuerdo con las representaciones en las tumbas vidriadas de Susa y en los bronces encontrados en Luristán. No obstante, una carta de los archivos reales de Mari, datada a principios del II milenio, dice de ellos que eran negros. Según la tradición bíblica se diría que se trata de una etnia semita, pues según el Génesis, Elam es un hijo de Sem y hermano de Assur, Arfaxad, Lud, Aram y Cainam. En consecuencia, elamitas, asirios, arameos y cananeos tendrían un origen común. Tras desaparecer la dinastía de Awan, los escribas elamitas mencionan la de Shimashki, quizá seis principados reunidos, con el núcleo en la región de Isfahán. Durante bastante tiempo, la dinastía será dependiente de los dinastas de la III Dinastía de Ur, hasta 2025 a.n.E., cuando Susa es arrebatada al rey Ibbi-Sin de Ur. La dinastía de Larsa, hacia 1925 a.n.E. establece un dominio efectivo sobre Susa, que será el principio del fin de este período dinástico, en realidad poco conocido. Aunque es posible que la invasión de los

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casitas hubiese afectado Elam, parece más probable que se hubiera producido una reorientación elamita hacia el Irán anterior y las regiones vecinas del Golfo Pérsico, incluyendo algunos conflictos con el País del mar, en el mismo Golfo. Aunque en el III Milenio a.n.E. la urbanización ya había arraigado en Irán, a finales del mismo se evidencia un proceso de abandono masivo de asentamientos, fruto de dos motivos: la invasión de poblaciones extranjeras, o rigores climáticos que generaron colapso económico. Respecto al primer postulado, se ha hablado de que comenzaría la llegada de indoeuropeos, a la par que se instalaban en Anatolia, si bien la arqueología no demuestra vestigios de destrucción. Quizá la llegada de pobladores indoeuropeos sea más una consecuencia del abandono urbano que una causa. En relación a la segunda hipótesis se menciona que la desecación pudo haber provocado una disminución de tierras cultivables y, por lo tanto, hambrunas, pero lo cierto es que el urbanismo iranio estaba estrechamente relacionado con la explotación minera. El fenómeno afecta, en cualquier caso, a la cultura del Indo, cuya vida urbana también declina. En todo caso, el vacío demográfico del interior de Irán es aprovechado por poblaciones nómadas que encuentran aquí lugares adecuados para la sedentarización. Tales poblaciones portan una cerámica de color gris, que se difundirá por todo Irán, salvo en las montañas del Luristán. El grupo étnico de estas poblaciones es indo-ario, rama escindida, ya en el IV Milenio a.n.E., en torno al Volga, de otro grupo indoeuropeo (iranios), que dos milenios después aparecerán en estos territorios. Esta separación tan arcaica se constata porque los Kafirs de Afganistán y los mitanios, herederos de estas penetraciones, no presentan rasgos iranios. Los indo-arios, asentados en torno al Caspio, en la llanura de Gorgan, se caracterizaban por haber domesticado el caballo y por su pericia comercial. Decididos a movilizarse (sin razones aparentes), se dividen en dos grupos: uno occidental, hacia Mesopotamia y luego el Mediterráneo, desarrollando una poderosa estructura estatal (Imperio de Mitanni); y el otro oriental, en ocasiones mezclados con nómadas del norte de Asia central, con los que a través del paso de Khaiber entrarían en India. La indoeuropeización de la meseta irania empezó mucho antes de la instalación de medos, persas y otros grupos iranios. La llegada de los iranios, hacia el siglo XIV a.n.E., está documentada, arqueológicamente, por la aparición de una cerámica gris, armas arrojadizas de bronce y ciertos objetos de los ajuares funerarios. La expansión subsiguiente coincide con el declive de Mitanni y el colapso de la dinastía casita en Babilonia. Los iranios se habían dividió en dos grupos: el primero se estableció en Irán

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occidental, donde daría lugar a dos territorios, uno medo y el otro persa; el segundo se asienta en la orilla oriental del Mar Caspio, pero luego siguen curso hacia el este, entrando en contacto con los indo-arios instalados en India. Estos iranios orientales son los Turanios del Avesta. Tenemos así, una oposición entre medos-persas, por un lado, y turanios, por el otro. Los primeros, en contacto cultural con Mesopotamia crean las estructuras estatales que darán lugar al imperio; los segundos, crean aspectos religiosos básicos de la cultura irania, como el zoroastrismo y la poesía épica. Con la entrada de ambos grupos, hacia fines del II Milenio a.n.E., desaparece la Edad del Bronce y comienza la Edad del Hierro. Estas tribus migratorias eran de carácter ganadero y pastoril, aunque practicaban una agricultura subsidiaria. A su paso es muy probable que se fueran mestizando, lo que complica su realidad histórica. Parece seguro que estos recién llegados potencian la jerarquización social y la actividad artesanal (los bronces de Luristán y los vasos de oro y plata). La nueva segregación social es detectable por medio de los espacios de habitación, pues la presencia de fortalezas, palacios y aldeas fortificadas tendría como función el control del ámbito rural, así como en las tumbas reales. El imperio Aqueménida (550-330 a.n.E.), fue el primero de los imperios persas, siendo el de los partos arsácidas (140 a.n.E. a 224) y el de los sasánidas (224-651), el segundo y tercero, respectivamente. En origen, los persas eran parte integrante de un conjunto de pueblos, los iranios, quizá emigrantes desde Asia central a Irán, cuya presencia se atestigua sólo a partir del I Milenio a.n.E. en la región de Fars. A la par, los medos, emparentados con ellos, se ubicaban en Ecbatana, siendo mencionados en las fuentes asirias junto a los persas en los siglos IX y VIII a.n.E. Otros grupos son los hicarnios, los partos, localizados en las cercanías del mar Caspio, y los bactrianos y sogdianos, en el norte del Hindukush. La unión e integración de las tribus de los medos se produjo hacia 670 a.n.E. con Kashtaritu, en torno a una estructura tribal que era aglutinada por el rey, dependiendo su poder de alianzas y pactos de tipo personal. Le seguirán en el trono Ciaxares (624-585 a.n.E.) y Astiages (584-550 a.n.E.). Este último, según la Crónica de Nabónido, es derrotado por el persa Ciro II, conquistando Ecbatana. Ciro II (557-530 a.n.E.) se erige monarca de los persas, hasta ese momento vasallos de los medos, hacia 557 a.n.E., y será el encargado de crear un vasto imperio que comienza con la conquista de Babilonia y la derrota de Nabónido en 539 a.n.E. Una actitud de tolerancia y de respeto de las tradiciones locales y autóctonas caracteriza al imperio de Ciro; una

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actitud que pudo ayudar a la pervivencia del mismo. El mantenimiento del aparato administrativo y burocrático de Babilonia estabilizó sus conquistas; el respeto a las ciudades, divinidades y diferentes tradiciones, así como el apoyo en las elites locales para administrar los territorios integrados al imperio, fueron también hechos clave para su solidez. Este imperio de Ciro es heredado por Cambises (530-522 a.n.E.), que lo extiende hasta Egipto y le confiere una capital en Persépolis, que consolidará Darío. La ampliación de fronteras se alimenta, ya en época de Darío (521-486 a.n.E.), con la incorporación de la Cirenaica en 513 a.n.E. y las islas del Egeo cercanas a la costa occidental de Asia Menor. Durante su reinado se produce la rebelión de las ciudades jonias encabezadas por Mileto en 498 a.n.E., y apoyadas por Atenas, que deshonraba así el acuerdo que tenía con Persia desde 507 y 506 a.n.E. Sofocada en 494 a.n.E., el rey establece en estas ciudades gobiernos leales pro persas, situación que es el antecedente directo de las guerras médicas. Es, no obstante, con Jerjes (486-465 a.n.E.) cuando el problema griego se hizo más agudo, con el desarrollo de la segunda guerra médica y la derrota persa en Salamina (480 a.n.E.) primero, y Platea (479 a.n.E.) después. Tras la guerra civil entre Artajerjes II (405-359 a.n.E.) y Ciro el joven, aprovechada por Egipto para liberarse momentáneamente, llega al trono Artajerjes III (359-338 a.n.E.), antecesor de Darío III, al que derrota Alejandro Magno. El imperio aqueménida, característicamente multicultural, respetó lenguas, costumbres y rituales autóctonos, llevando a cabo una política integradora alejada de la “oprobiosa” tiranía y crueldad asirias. El rey, asociado con la divinidad Ahura Mazda, actúa en defensa de la libertad, presentándose como un gran cazador. Su grandeza y poderío heroico se refleja en los palacios o apadanas (Pasargada, Persépolis, Susa), y en los relieves que los decoran, en donde se representan todos los países vencidos. El monarca disfrutaba de poder absoluto, como indica su titulatura, rey de reyes, y accedía al trono por elección. A su servicio directo se encontraban nobles que actuaban como sus verdaderos siervos. El imperio se dividió en satrapías (unas veinte en época de Darío), al mando de las cuales solían encontrarse nobles persas que gobernaban desde las antiguas capitales de los reinos sometidos. No obstante, en términos generales, se respetaron las elites locales, siendo empleadas en ciertos cargos de la administración, una administración que usaba el arameo como lengua y el dárico como moneda para su funcionamiento interno.

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7. Una aproximación a Reinos efímeros: Urartu, Mitanni, Ugarit, Kizzuwatna

Urartu o Biainili, con capital en Tushpa, fue un reino desplegado en el marco geográfico en torno al lago Van, separado de la Alta Mesopotamia por los montes Tauro. Ese aislamiento, que favoreció la presencia de poderes o reinos pequeños, luego agrupados, permitió la consolidación urartea. Es probable que con el final de Hanigalbat grupos hurritas se desplazaran hacia el mundo de Urartu, lo que explicaría el nombre de países hurritas otorgado por las fuentes hititas. Este reino, que no existiría sin la presión asiria, adquiere influencias de ese imperio y se expande hacia el Cáucaso, alcanzando su apogeo en época de Argishti (786-764 a.n.E.) y Sarduri II (764-734 a.n.E.), momento en que se estira hasta el Mar Negro. La aparición de los cimerios y las presiones de las tribus escitas provocan el fin del reino hacia 590 a.n.E. Uno de los aspectos relevantes vinculados con Urartu es su universo religioso, con dioses como Teseba, derivado del hurrita Tessub, y Haldi, dios de la guerra, representado de pie sobre un felino, y con tumbas excavadas en la roca, antecedentes de las ulteriores tumbas aqueménidas. La monarquía armenia más relevante es la denominada Urartu por los asirios y Ararat por los hebreos, aunque ellos mismos se denominaban Khaldianos o Haldianos, descendientes de una deidad de nombre Khaldis-Haldi. Esto significa que Urartu fue gobernado por monarcas que portaban el título de sacerdotes o representante de esa divinidad. Entre los siglos IX y VI a.n.E., época de apogeo, disputó a Asiria el dominio del Asia occidental. Aunque se ha debatido si su origen estuvo en Asia Menor o en Georgia, parece que los urarteos serían originarios de Nairi, en la misma Armenia. Este nombre revela un parentesco con hurri, namrri y kirruri, palabras sin conexión con lenguas semíticas. El centro neurálgico de esta monarquía teocrática estuvo en Tushpa, capital del territorio llamado Biaina (otro modo, corrupto, de nombrar Van). En ciertas inscripciones se habla del rey de Biaina. Tiglatpileser I de Asiria asegura haber conquistador 23 reinos de Nairi hacia 1114 a.n.E., reinos que, en cualquier caso, no debieron ocupar un territorio muy grande. Los reinos Nairi pueden haber sido una confederación que suplantó a la población de Biaina inicial. El primer monarca de Urartu fue Arame, aunque uno de los principales se llamó Sardur I (832-825 a.n.E.), autotitulado como Rey del País de Nairi.

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El reino de Mitanni9 se organiza cuando logra amalgamar diversas poblaciones hurritas que ya en el III Milenio a.n.E. aparecían organizadas y con una cultura material propia. Este reino, cuyo primer rey pudo ser Suttarna, fundador de la capital Washshukkanni, será el gran adversario de los soberanos Tutmés (o Tutmosis), en especial Tutmosis III, de la XVIII dinastía egipcia, por el control de la región de Siria. No obstante, desde Amenofis II (Amenhotep II, 1427-1400 a.n.E.), y con Tutmosis IV y Amenofis III (Amenhotep III, 1390-1352 a.n.E.), existieron tratados, incluyendo matrimonios diplomáticos, que especificaban las respectivas áreas de influencia. La sociedad Mitanni era de carácter aristocrático-militar, una nobleza que hizo del carro de guerra su seña de identidad y prestigio, y que les permitió mantener a raya a una serie de reinos vasallos que se unirían a Mitanni por juramentos de fidelidad. En las ciudades, el alcalde (hazannu en acadio), era la autoridad primordial. Aunque poco conocemos de la religiosidad de Mitanni, sabemos, no obstante, que las principales divinidades fueron Tessub, dios de las tormentas, cuyo animal sacro era el toro, y Kumarbi. El final del reino se produce al conjugarse intrigas dinásticas con el ascenso al trono en el reino hitita de Suppiluliuma I (1344-1322 a.n.E.), y de Ashur-Uballit (1365-1330 a.n.E.) en el de Asiria. Mitanni es el nombre otorgado a un antiguo reino ubicado en el norte de Siria. Con tal denominación se designaba la región comprendida entre el río Khabur, gran centro de la ruta del cobre y la plata que desde Anatolia fluía hacia Sumer y Acadia, y el Éufrates, en la época neoasiria. Sus capitales fueron Taidu y, sobre todo, Washshukanni, (Ushshukana en las fuentes asirias), que sigue sin ser hallada en la actualidad. Mitanni fue, en esencia, un estado feudal dirigido por una nobleza guerrera. Se le menciona en los textos encontrados en Nuzi, en Ugarit y en los archivos hititas de la capital Hatussas. Los hurritas conformaron el elemento poblacional en el que se basó este reino. Probablemente aparecieron en la región a partir de la segunda mitad del II milenio, procedentes de Armenia y del noreste del Cáucaso. Su idioma, ni semítico ni indoeuropeo, ha sido relacionado con el urarteo, aunque ciertas palabras y nombres de mandatarios señalan en la dirección de las lenguas indoarias. En este sentido, para algunos historiadores existió una rama de arios invasores del valle del Indo que se desvió y, cruzando Mesopotamia, sumida en la anarquía provocada por la invasión

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Formado mayoritariamente por población de origen hurrita, es conocido también como Naharina en las fuentes egipcias, Hanigalbat en las asirias y País de los Hurritas en las fuentes hititas.

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casita, llegó hasta el valle del río Khabur, dominando a las poblaciones hurritas allí asentadas. Es una tendencia actual de la crítica moderna creer que varias tribus hurritas y algunas ciudades-estado se unieron bajo una sola dinastía tras el colapso de Babilonia debido al saqueo hitita del rey Mursili I en 1595 a.n.E. y a la invasión de los casitas. En cualquier caso, en el siglo XVI a.C. varios pequeños estados hurritas situados al oeste de la ciudad de Assur y en el norte de Siria se unificaron bajo un mismo gobierno. La conquista hitita de Aleppo, la debilidad de algunos reyes asirios y las contiendas internas de los hititas, son las causas fundamentales que crearon un vacío de poder en el norte de Mesopotamia, que conducirían a la creación del reino de Mitanni. Con el paso de algún tiempo, este reino hurrita de Mitanni estuvo en disposición de competir con Asiria, que se encontraba en decadencia, así como con el debilitado Imperio hitita. A mediados del siglo XV a.n.E., el rey mitanio Shaushtatar extendió su poder hacia el este, saqueando Assur. Pero los hititas comenzaron a salir de su etapa decadente y, desde Anatolia, presionaron hacia el sur. La irrupción de este estado hizo que Egipto y el reino de Mitanni optaran por un pacto estratégico, que incluyó intercambios comerciales, repartos territoriales y alianzas matrimoniales, comprometiéndose a combatir a los hititas. Los hititas arrebataron a Mitanni el control de las ciudades sirias, como Karquemish, Alalah y Aleppo, de manera que mediado el siglo XIV a.n.E., Mitanni quedó aislada de Egipto. Además, Asiria comenzó a despuntar, hecho que traería como consecuencia la venganza por el previo saqueo de Assur. Tras una prolongada guerra, el rey asirio Assur-Uballit capturó la capital Washshukanni en 1328 a.n.E., provocando la desaparición del reino de Mitanni, ahora controlado por hititas y asirios. El efímero poderío de Mitanni se fundamentó, esencialmente, en la creación de un guerrero-tipo, denominado mariyannu, “joven guerrero”, en el domino de los ligeros carros de guerra, en el empleo de las armaduras de bronce y, sobre todo, en sus notables conocimientos metalúrgicos. La antigua portuaria ciudad-estado de Ugarit, hoy identificada con Ras Shamra, se hallaba ubicada en la costa mediterránea de Siria, al norte de Lataquia y al suroeste de Antioquía, frente a la extremidad oriental de Chipre. Las excavaciones arqueológicas han revelado grandes templos, dedicados a Baal y a Dagón, además de numerosas casas, desde las humildes a las más lujosas, así como el plan general de la ciudad, con sus magníficos edificios y sus casas particulares, callejuelas y avenidas, fortificaciones y

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puertas. Su período de esplendor se extendió entre 1450 y 1180 a.n.e., si bien la ciudad nació en el Neolítico, siendo un asentamiento relevante en el Levante. La fase conocida como Ugarit I, junto a una serie de tablillas encontradas, arroja una datación para la etapa inicial entre los siglos X al VIII a.n.E. Ugarit fue, sin duda, contemporánea de la monarquía israelita. En Minet el-Beida se han hallado santuarios, cercanos a la necrópolis, que parece eran usados en los ritos de fertilidad. Esta antigua ciudad portuaria estuvo habitada por una población semita nororiental, lingüística y religiosamente emparentada con los cananeos ubicados más al sur y precursores de los fenicios. La evidencia arqueológica señala que la destrucción de esta gran urbe tuvo lugar a fines de la época del faraón egipcio Amenhotep III, o en los primeros años del reinado de Ajenatón, durante la era de el-Amarna, momento en gobernaba el rey Nikmed. Kizzuwatna fue un antiguo reino anatólico que tuvo vigencia a lo largo del II Milenio a.n.e. Surgió en la denominada tierra de Adaniya (hoy Adana), cerca de la costa meridional, en el siglo XVI a.n.E. El centro de este reino, en las tierras altas del sureste de Turquía, fue Kummanni (quizá la Comana romana), la misma región que posteriormente será conocida como Cilicia. La residencia real estuvo situada en Karatepe, más tarde conquistada por los asirios. Los grupos étnicos que compusieron la población del reino fueron los hurritas, hititas y luvitas. De hecho, los hititas y los luvitas contribuyeron a la formación del reino independiente de Kizzuwatna tras el debilitamiento del Reino Antiguo Hitita. Kizzuwatna permaneció como reino autónomo entre los Hititas y Mitanni, hasta su incorporación, como estado vasallo, hacia 1350 a.n.E. Su independencia se mantuvo, en consecuencia, hasta mediado el siglo XIV a.n.e., momento en que fue conquistador por Mitanni. Los registros hititas más antiguos se refieren a Kizzuwatna y a Arzawa, al oeste de Anatolia, como Luvia, de manera que Kizzuwatna pudo consolidarse a partir de una asociación territorial. Arzawa, por su parte, será conocido posteriormente como Lydia (Luddu para los asirios), en época posthitita, a partir de distintas monarquías de cultura hitita. Ocasionalmente vasallo de los hititas, este reino tuvo como capital Apasa, correspondiente a la reconocida capital de Lidia, Éfeso.

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Bibliografía selecta (en español)

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