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CAPÍTULO 3 (Mateo 5, 7, 13)
UN SERMÓN DE VEINTICINCO MINUTOS “Viendo la multitud, subió al monte, y se sentó. Se le acercaron los discípulos, y él, abriendo su boca, les enseñaba diciendo…” (Mateo 5:1, 2)
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n Éxodo vemos a Dios liberando a Israel de Egipto, bautizándolo en el Mar Rojo, protegiéndolo en el desierto durante 40 años, obrando señales y prodigios y entregándole la Ley desde una montaña. En Mateo vemos a Jesús salir de Egipto, ser bautizado en el Jordán, ir al desierto por 40 días, obrar señales y prodigios y encontrarse en persona con Israel en la cima de una montaña donde engrandeció la Ley
LA MISMA FE Muchos cristianos ven el Sermón del Monte (Mateo 5-7) como una nueva “ley de Cristo”, que sustituyó la “ley de Dios”, como si un sistema legalista estuviera siendo reemplazado por un sistema de gracia. Pero la fe de Jesucristo no era una nueva fe; era la misma fe. No era salvación por gracia sustituyendo a la salvación por obras. Siempre fue salvación por gracia. Los
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hijos de Israel fueron salvados por gracia en el Mar Rojo antes de que se les pidiera obedecer en el Sinaí. Richard Elofer, un judío convertido al cristianismo y expresidente de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Israel, afirma: “Es una creencia popular decir que los judíos creían que eran salvados por su obediencia”. “El pueblo judío”, me dijo Elofer en una entrevista, “no cree en la salvación por obras. Para los judíos, la salvación siempre ha sido por fe. Por eso, cuando [los judíos hoy] entran a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, continúan creyendo en la salvación por fe, la fe en Jesús. Cuando estaban en el judaísmo, la fe era solo porque eran judíos. Pero siempre es por la fe”. Craig S. Keener escribe: “La mayoría de los judíos entendía los mandamientos en el contexto de la gracia; dada las demandas de Jesús para una mayor gracia en la práctica... él sin duda entendía las demandas del reino a la luz de la gracia (cf. Mateo 6:12//Lucas 11:4; Marcos 11:25//Mateo 6:14, 15; Marcos 10:15). En las narraciones del Evangelio, Jesús acoge a los que se humillan y reconocen el derecho de Dios a gobernar, aunque en la práctica no lleguen a la meta de la perfección moral (Mateo 5:48). Pero la gracia del reino que Jesús proclamó no era la gracia que no obra de gran parte de la cristiandad occidental; en los Evangelios, el mensaje del reino transforma a quienes lo acogen con mansedumbre, así como aplasta a los arrogantes, a los que sienten satisfechos religiosa y socialmente”. 1 Al predicar este sermón, escribe Keener, Jesús estaba estableciendo su “autoridad única como el supremo expositor del mensaje de la ley un nuevo Moisés”. 2 Jesús mismo dijo: “No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir” (Mateo 5:17).
CÓMO IMAGINARLO El sermón de Jesús probablemente duró unos veinticinco minutos, más breve que la mayoría de los sermones que se predican hoy en la iglesia. Es www.escuela-sabatica.com
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considerado por muchos como el sermón más importante alguna vez se haya predicado. Craig L. Blomberg escribió: “Tal vez ningún otro discurso religioso en la historia de la humanidad ha llamado tanto la atención como lo ha hecho el Sermón del Monte. Filósofos y activistas no cristianos que se han negado a adorar a Jesús, han admirado su ética. En el siglo XX, Mahatma Gandhi fue el más famoso devoto no cristiano del sermón”. 3 ¿Cómo debiéramos entender este increíble discurso? Blomberg cita ocho posibles enfoques: 1. Dos niveles de justicia, uno más bajo para la gente común; y uno más elevado para el clero. 2. Una norma moral imposible de cumplir, pero que nos impulsa a ponernos de rodillas (el enfoque de Lutero). 3. La ética civil/el pacifismo (el enfoque anabaptista). 4. El evangelio social, un llamado a traer el reino de Dios a la Tierra (un punto de vista secular adoptado por Marx). 5. Un llamamiento inspirador a una ética elevada, pero imposible de llevar a la práctica (el enfoque existencialista). 6. Una ética interina solo para los discípulos, puesto que creían erróneamente que Jesús regresaría en el curso de sus vidas (el planteamiento de Albert Schweitzer). 7. Una ética para el futuro reino milenario (punto de vista dispensacionalista). 8. Una escatología inaugurada del ahora/pero todavía no; la ética del sermón es la meta para todos los cristianos, pero “nunca será plenamente efectiva hasta la consumación del reino al regreso de Cristo’’. 4 ¿Cuál de estos enfoques le parece correcto?
APLICANDO EL SERMÓN DEL MONTE Elena de White escribió: “En el Sermón del Monte [Cristo] trató de deshacer la obra que había sido hecha por una falsa educación, y de dar a sus oyentes un concepto correcto de su reino y de su propio carácter... Las verdades que enseñó no son menos importantes para nosotros que para la multiRecursos Escuela Sabática ©
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tud que le seguía. No necesitamos menos que dicha multitud conocer los principios fundamentales del reino de Dios”. 5 Desde su reino, Jesús nos llama a una justicia que ha de ser “mayor que la de los escribas y fariseos” (Mateo 5:20). Este llamamiento tiene dos propósitos. 1) Nos impulsa a ponernos de rodillas, como dijo Lutero, en reconocimiento de que nuestra propia justicia es “como trapo de inmundicia” (Isaías 64:6). Solo la justicia de nuestro Salvador nos salva. 2) Al mismo tiempo, con la seguridad de nuestra salvación en Cristo, somos llamados a la vida abundante que él nos ofrece. Al invitarnos a purificar nuestras mentes, a amar a nuestros enemigos, a no preocuparnos por el mañana, Cristo nos llama al más alto nivel posible, pero todo en el contexto de la gracia salvadora de Dios, que se remonta no solo al Sinaí sino al Edén. William Barclay escribe: “La justicia (vivir correctamente) que Jesús describe es muy superior a la justicia que los escribas y fariseos trataron de lograr por su rigurosa atención a los detalles de la ley Esta justicia va más allá de las palabras y hechos, alcanza los pensamientos y motivos del corazón”. 6 Esta es la diferencia más significativa entre la enseñanza de Cristo y la de los fariseos. La fe de Cristo no es solo una experiencia externa, es también una experiencia interna. Al contemplar la costa de Galilea, Jesús declaró: ‘A cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las pone en práctica, lo compararé a un hombre prudente que edificó su casa sobre la roca” (Mateo 7:24). Durante la estación seca, en la costa de Galilea, la diferencia entre la roca y la arena era casi imperceptible. Por eso edificadores imprudentes edificaron sus casas sobre la arena pensando que era roca. Cuando llegaban las lluvias, el cimiento arenoso era puesto al descubierto y las casas colapsaban. Jesús comparó a los que edificaban sobre la arena con los que escuchaban sus palabras pero no las practicaban. Por el contrario, la persona que edifique su casa de fe sobre la roca, que es Cristo soportará, incluso, las más severas tormentas de la vida.
UNA FE EN AUMENTO Más tarde, desde una barca de pescar, Jesús continuó enseñando respecto a la fe profundamente arraigada por medio de una serie de parábolas registradas www.escuela-sabatica.com
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en Mateo 13. En la primera, contó de un sembrador que esparció las semillas por todas partes, en el camino, en pedregales, entre espinas, y en buena tierra. “Cuando alguno oye la palabra del Reino y no la entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es el que fue sembrado junto al camino. El que fue sembrado en pedregales es el que oye la palabra y al momento la recibe con gozo, pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Pero el que fue sembrado en buena tierra es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta y a treinta por uno” (Mateo 13:19-23). La parábola es impresionante. Las buenas nuevas del Reino se presentan generosamente antes todos, sin excepción. Pero solo los compasivos las reciben. Por medio de una fe profundamente arraigada es que podemos, de forma segura y gozosa, alcanzar el elevado ideal ético que de Cristo ha puesto delante de nosotros. Hace un tiempo leí un cautivante ejemplo de la experiencia cristiana en un sorprendente artículo, “Coming Clean” (Saliendo limpio), escrito por Max Lucado. 7 Durante muchos años Lucado ha sido uno de los autores cristianos más vendidos. Admirado por millones, inevitablemente él ha sido colocado en un alto pedestal, como muchos otros líderes del pensamiento cristiano. Pero en este artículo Lucado abre su alma y revela su propia necesidad de un Salvador. “Me gusta la cerveza”, empezó Lucado. “Siempre me ha gustado. Desde que mi compañero de escuela secundaria y yo bebimos una caja de cervezas de un litro hasta enfermarnos, me ha gustado la cerveza. Me gusta la forma en que la cerveza baja un pedazo de pizza y amortigua el picante de las enchiladas. Va bien con los cacahuates en el juego de béisbol y parece una manera adecuada de coronar una jornada de dieciocho hoyos de golf... Me gusta. Demasiado. El alcoholismo acosa a mis antepasados familiares... Pero cuando tenía veintiún años, la dejé”.
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En este punto del artículo pensé: Oh sí, es lo que esperaba, la confesión de indiscreción juvenil de un pastor de alto perfil. Lo que no esperaba fueron los siguientes párrafos. “Hace unos años algo resucitó mi antojo... En algún momento busqué una lata de cerveza en lugar de una lata de refresco, y tan rápido como uno puede destaparla, era de nuevo un fanático de la cerveza. Primero de vez en cuando... luego una vez a la semana... después diariamente era un fanático de la cerveza. “Mantuve en secreto mi preferencia. Nada de cerveza en casa, para que mis hijas no pensaran mal de mí. Nada de cerveza en público. ¿Quién sabe quién podría verme? Nada en casa, nada en público, lo que dejó una sola opción: los parqueos de las tiendas. Durante aproximadamente una semana era el tipo en el coche, bebiendo de la bolsa de papel marrón”. Lucado contó que compró cerveza mientras iba de camino a un retiro espiritual de hombres. Ahí se dio cuenta que había llegado a ser lo que más odiaba: un hipócrita. “No era tomar cerveza sino el encubrimiento lo que me asqueaba”, escribió. Arrojando la lata de cerveza en la basura, Lucado resolvió hacer bien las cosas y confesar su pecado a sus ancianos de iglesia. “No lo adorné, ni le resté importancia a mis acciones; tan solo las confesé. Y ellos, a su vez, me dieron su perdón. Jim Potts, un querido santo de cabellos plateados se inclinó sobre la mesa y colocó su mano sobre mi hombro y dijo algo como esto: ‘Lo que hiciste estuvo mal. Pero lo que estás haciendo esta noche está mejor’... “Después de hablar con los ancianos, hablé con la iglesia. En nuestra reunión a mitad de semana conté de nuevo la historia. Pedí perdón por mi duplicidad y pedí las oraciones de la congregación. Lo que siguió fue una hora refrescante de confesión en la que otras personas hicieron lo mismo. La iglesia se vio fortalecida, no debilitada, por nuestra sinceridad”. Esta es la simple experiencia de la fe cristiana, de perdón, de limpieza, de buscar su reino y su justicia. “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3).
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EL COFRE DEL TESORO La última parábola de Mateo 13 contiene una sola oración: “Por eso todo escriba docto en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y cosas viejas” (Mateo 13:52). La parábola tal vez aluda a un escriba judío que ha estado escuchando a Jesús enseñar a la orilla del agua. La vida de un escriba se centraba en las Escrituras, y hasta ese punto, su cofre de tesoro había sido llenado con las Escrituras hebreas, el Antiguo Testamento. Pero en esta parábola algo grande ha sucedido. El escriba reconoce que las Escrituras que ama se están cumpliendo en la persona de Jesús. Bien entrada la noche, el escriba va de un lado para el otro en sus pergaminos, descubriendo que Yeshua es Cordero, Sacerdote, Rey Hijo de David, Mesías, Emanuel. El escriba añade una segunda habitación a su casa, una llena de un nuevo tesoro: el Nuevo Testamento. Dentro de esta parábola encontramos nuestra identidad adventista como una verdadera iglesia judeocristiana. Celebramos la salvación solo en Cristo, y también celebramos nuestra herencia espiritual del Edén y del Sinaí. El cofre del tesoro son las Escrituras, toda la Escritura. Esa es la razón por la que soy un adventista del séptimo día.
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Craig S. Keener, The Gospel of Matthew: A Socio-Rhetorical Commentary (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans Publishing Company, 2009), pp. 161, 162. 2 Ibid., p.162. 3 Craig L Blomberg, The New American Commentary: An Exegetical and Theological Exposition of Holy Scripture: Matthew (Nashville, TN: Broadman Press, 1992), pp. 93-95. 4 Ibíd. 5 Elena de White, El Deseado de todas las gentes (Bs. As.: ACES, 2008), cap.31, p. 266. 6 William Barclay, Jesus of Nazareth (Nashville, TN: Thomas Nelson, 1985), p. 39. 7 Max Lucado, “Coming clean". Leadership Journal 33, N° 3 (septiembre del 2012). http://www. Christianitytoday.com/le/2012/summer/comingclean.html.
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