Un verano con Montaigne

Un verano con Montaigne nos presenta una forma de vivir. Antoine Compagnon nos ofrece en cuarenta capítulos breves y sugerentes las lecciones de este

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Un verano con Montaigne nos presenta una forma de vivir. Antoine Compagnon nos ofrece en cuarenta capítulos breves y sugerentes las lecciones de este gran pensador del Renacimiento, invitándonos a descubrir, a través de los Ensayos, un Montaigne moderno, abierto y directo que transmite con modestia y franqueza su experiencia y su filosofía de la vida. Montaigne nos invita a tomarnos un respiro y a recuperar el Carpe diem de Horacio: «Coge el día presente, sin preocuparte del mañana». Nos habla de temas eternos como el amor, la muerte, la amistad, el amor por los libros, el tiempo perdido, la fascinación por la belleza, el deseo e incluso el sobrepeso, descubriéndonos el poder de una inteligencia sutil que es capaz de atravesar el tiempo y permanecer vigente. Montaigne no sólo es moderno, es eterno.

Diseño de portada: estudioidee

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Esta obra nace de un programa de radio emitido el verano de 2012, en el que Antoine Compagnon hablaba durante unos minutos cada día sobre Montaigne. El espacio tuvo tal éxito que inspiró este libro, el cual ya se ha convertido en un bestseller en Francia con más de 100.000 ejemplares vendidos. PVP 16,90 €

www.paidos.com www.espacioculturalyacademico.com

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Antoine Compagnon es escritor y profesor en el Collège de France y en la Universidad de Columbia. Entre sus obras se cuentan Los antimodernos, ¿Para qué sirve la literatura? y Gato encerrado: Montaigne y la alegoría. En Un verano con Montaigne nos invita a conocer a este autor y a hacer nuestras sus enseñanzas para vivir con lucidez y serenidad.

ANTOINE COMPAGNON

Un verano con Montaigne

Paidós Contextos

Michel de Montaigne, Ensayos (1660-1661)

ANTOINE COMPAGNON

«Yo tengo mi propio y exclusivo diccionario: “paso el tiempo” cuando es malo y desagradable; cuando es bueno, no lo quiero pasar, lo degusto, me fijo en él. Hay que pasar corriendo lo malo, y detenerse en lo bueno.»

UN VERANO CON MONTAIGNE

Otros títulos de la colección

ANTOINE COMPAGNON

UN VERANO CON MONTAIGNE

Traducción de Núria Petit Fontserè

PAIDÓS

Barcelona • Buenos Aires • México

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Título original: Un été avec Montaigne, de Antoine Compagnon Publicado originalmente en francés por Éditions des Équateurs Traducción de Núria Petit Fontserè Cubierta de Idee

1ª edición, mayo 2014 No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47

© 2013 Éditions des Équateurs / France Inter © 2014 de la traducción, Núria Petit Fontserè © 2014 de todas las ediciones en castellano, Espasa Libros, S. L. U., Avda. Diagonal, 662-664. 08034 Barcelona, España Paidós es un sello editorial de Espasa Libros, S. L. U. www.paidos.com www.espacioculturalyacademico.com www.planetadelibros.com ISBN: 978-84-493-3031-5 Fotocomposición: Víctor Igual, S. L. Depósito legal: B-7.814/2014 Impresión y encuadernación: Liberdúplex, S. L. El papel utilizado para la impresión de este libro es cien por cien libre de cloro y está calificado como papel ecológico Impreso en España – Printed in Spain

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Sumario

1. El compromiso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2. La conversación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3. Todo se mueve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4. Los indios de Rouen. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5. Una caída del caballo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6. La balanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7. Un hermafrodita . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8. El diente caído . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9. El Nuevo Mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10. Las pesadillas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11. La buena fe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 12. El punto de apoyo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13. La biblioteca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14. A las lectoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15. Guerra y paz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16. El amigo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17. El romano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18. ¿Para qué cambiar? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19. El otro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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20. Los añadidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21. La piel y la camisa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 22. La cabeza bien amueblada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23. Un filósofo fortuito . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24. Una lección trágica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25. El libro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26. La piedra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27. La apuesta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28. Vergüenza y arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29. Los médicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 30. El final y la meta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 31. Una parte de sí mismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32. La caza y la captura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33. Contra el artificio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 34. Antimemorias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35. Olores, tics, mímicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36. Contra la tortura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37. Sic et non . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 38. La docta ignorancia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39. El tiempo perdido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40. El trono del mundo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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CAPÍTULO

1

El compromiso

So pretexto de que Montaigne quiso retratarse como un hombre culto y ocioso retirado en sus tierras, refugiado en su biblioteca, se olvida que también fue un hombre público comprometido con su siglo y que ejerció importantes responsabilidades políticas en una época convulsa de nuestra historia. Sirvió, por ejemplo, de negociador entre los católicos y los protestantes, entre Enrique III y Enrique de Navarra, futuro Enrique IV, y sacó de ello esta lección: En lo poco que ha estado en mis manos negociar entre nuestros príncipes, en medio de las divisiones y subdivisiones que hoy nos desgarran, he evitado con sumo cuidado que se equivocaran sobre mí y se confundieran sobre mi apariencia. La gente del oficio se mantiene tan velada, y se presenta y se finge tan neutral y conciliadora como puede. Yo, por mi parte, me ofrezco con mis opiniones más vivas y con mi forma más propia. ¡Qué negociador más tierno y novato, que prefiere fracasar en su misión a fallarse a sí mismo! Con todo, he tenido hasta ahora tanta suerte —pues sin duda la fortuna es elemento fundamental— que

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un verano con montaigne pocos han pasado de un lado al otro con menos sospecha, más favor y más familiaridad. Tengo una manera de ser abierta, propicia a presentarse y a granjearse la confianza en los primeros encuentros. La naturalidad y la pura verdad resultan todavía oportunas y son aceptadas en cualquier siglo (III, 1, 1181-1182).

Toda su vida adulta estuvo desgarrada por las guerras civiles, que son las peores, como repite en varias ocasiones, porque enfrentan a amigos y a hermanos. Desde 1592, las batallas, escaramuzas, asedios y asesinatos solo se vieron interrumpidos por breves treguas. ¿Cómo sobrevivió? Se lo pregunta a menudo en los Ensayos. El fragmento citado corresponde al capítulo «Lo útil y lo honesto», al principio del tercer libro que data de 1588, tras la amarga experiencia de la alcaldía de Burdeos, en tiempos de guerra y de peste. En «Lo útil y lo honesto», Montaigne aborda la cuestión de la moral pública, o del fin y los medios, de la razón de Estado. Lo que está de moda es Maquiavelo y el realismo político, encarnado en Catalina de Médicis, la hija de Lorenzo II, a quien Maquiavelo dedicó El príncipe. A la reina madre, viuda de Enrique II y madre de los tres últimos Valois, se atribuye la decisión más odiosa de la época: la matanza de san Bartolomé. El maquiavelismo autoriza a mentir, a traicionar la palabra dada y a matar en nombre del interés del Estado para asegurar la estabilidad, que se considera el bien supremo. Montaigne nunca lo admitió. Rechaza siempre el engaño y la hipocresía. Se presenta tal como es y dice lo que piensa, haciendo caso omiso de las convenciones. A la «vía cubierta», como él la llama, prefiere la «vía abierta», la franqueza, la lealtad. Para

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él, el fin no justifica los medios, y no está nunca dispuesto a sacrificar la moral privada a la razón de Estado. Ahora bien, constata que esa conducta insensata no lo ha perjudicado y que incluso lo ha favorecido. Su conducta no solo es más honrada, sino también más útil. Cuando un hombre público miente una vez, nunca más se le da crédito; ha elegido un recurso fácil que tiene fecha de caducidad: ha calculado mal. Según Montaigne, la sinceridad y la fidelidad a la palabra dada es una conducta mucho más rentable. Si no nos impulsa a la honradez la convicción moral, debería incitarnos a ella la razón práctica.

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CAPÍTULO

2

La conversación

¿Cómo se comporta Montaigne en la conversación, ya sea una charla familiar o una discusión más protocolaria? Lo explica en el capítulo «El arte de la discusión», en el tercer libro de los Ensayos. La discusión es el diálogo, la deliberación. Se presenta como un hombre proclive a aceptar las ideas de los demás, abierto, disponible, y no terco, cabezón y empecinado en sus opiniones: Celebro y acaricio la verdad, sea cual fuere la mano en la cual la encuentro, y me entrego a ella con alegría, y le tiendo mis armas vencidas en cuanto la veo acercarse. Y con tal de que no se proceda con un semblante demasiado imperiosamente magistral, me complace que me reprendan. Y me acomodo a los acusadores, a menudo más por cortesía que por enmienda; me gusta gratificar y alentar la libertad de advertirme cediendo fácilmente (III, 8, 1380).

Montaigne afirma que respeta la verdad, incluso cuando es pronunciada por alguien antipático. No es orgulloso, no siente la contradicción como una humillación, le gusta que lo

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corrijan si se equivoca. Lo que no le gusta son los interlocutores arrogantes, seguros de sí mismos, intolerantes. Parece, pues, un hombre honrado, liberal, respetuoso de las ideas, que no pone en ellas ningún amor propio y no se empeña en tener siempre la última palabra. En suma, no concibe la discusión como un combate en el que se trata de vencer. Sin embargo, enseguida añade una restricción: si cede a los que lo reprenden, es más por cortesía que para mejorar, sobre todo si quien lo contradice es engreído. Entonces se inclina, pero sin someter su íntima convicción. ¿No es eso por su parte una forma de fingir, pese a su constante elogio de la sinceridad? A sus adversarios descarados, e incluso a los otros, tiende a darles la razón sin resistirse, por cortesía para que, según dice, sigan ilustrándolo y desengañándolo. Hay que rendir las armas al otro —o por lo menos hacérselo creer— para que este no deje de darnos su opinión en el futuro. Sin embargo —prosigue—, es difícil incitar a los hombres de estos tiempos a hacerlo. No tienen el valor de corregir porque no tienen el valor de soportar ser corregidos. Y hablan siempre con disimulo en presencia unos de otros. Me complace tanto que me juzguen y conozcan, que me resulta casi indiferente de cuál de las dos maneras lo hacen. Mi imaginación se contradice y se condena tan a menudo, que me da igual que lo haga otro, habida cuenta, sobre todo, que no le concedo a su reprensión sino la autoridad que yo quiero. Pero rompo con aquel que se comporta con tanta arrogancia como alguno que conozco, que lamenta haber dado un consejo si no le hacen caso, y considera una injuria que alguien se resista a seguirle (1380-1381).

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Montaigne lamenta que sus contemporáneos no le discutan suficientemente las ideas, por miedo a que este les discuta a su vez las suyas. Como no les gusta que les lleven la contraria y como eso los humilla, no discuten y cada uno se encierra en sus convicciones. Nueva y última vuelta de tuerca: si Montaigne da la razón a sus contrincantes, no es solo por urbanidad, para animar a sus interlocutores a darle la réplica, sino también porque no está muy seguro de sí mismo, porque sus opiniones son variables y él mismo se contradice. A Montaigne le gusta la contradicción, pero se basta solo para llevarse la contraria. Lo que detesta más que nada son las personas demasiado orgullosas que no admiten que no les den la razón. Si hay algo que Montaigne condena es la petulancia y la fatuidad.

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