Una población obrera sobrante en el Chaco argentino: su determinación y sus formas

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Wright, E. O.: “What is middle about the middle class?”, en J. Roemer (ed.): Analytical Marxism, Cambridge University Press, 1986.

Dossier: sobrepoblación relativa

Una población obrera sobrante en el Chaco argentino: su determinación y sus formas Valeria Iñigo Carrera Universidad de Buenos Aires Resumen El presente trabajo avanza sobre la determinación de los tobas del este de la provincia de Formosa como población obrera sobrante. Para ello, parte de la transformación de los indígenas del Chaco argentino en trabajadores productivos para el capital. Luego, se aproxima a la repulsión de la fuerza de trabajo indígena de la producción algodonera así como a su constitución generalizada en objeto de programas sociales de asistencia. Despliega, por último, las formas de su acción y conciencia políticas, abordando las determinaciones concretas de su relación de ciudadanía. Palabras clave Capacidades productivas - Relación de ciudadanía - Tobas Abstract This article focuses on the determination of the Toba people of eastern Formosa province as a surplus population. In order to do so, it starts from the transformation of the indigenous people of the Argentinean Chaco into productive workers for capital. Then, it approaches the expulsion of indigenous labor power from cotton production as well as their generalized constitution in target of social assistance programs. It unfolds, finally, the forms of their political action and consciousness, dealing with the concrete determinations of their citizenship relation. Keywords Productive capacities - Citizenship relation - Toba people 31

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1. El proceso de la vida social de los tobas en su unidad general Estas líneas hablan sobre los tobas o qom del este de la provincia de Formosa.1 Hablan, en rigor de verdad, del proceso de la vida social que se encuentra en la base de su producción como sujetos. En este sentido, el avance es sobre las determinaciones generales de la organización capitalista de la producción social, así como sobre las determinaciones específicas de esa organización entre estos pueblos. No hace mucho tiempo atrás, los estudios antropológicos que tenían por objeto a los denominados “chaquenses típicos” -estudios que gustaban llamarse fenomenológicos-2 habían arribado a una conclusión pretendidamente incuestionable respecto de estos pueblos: en última instancia, su lugar no era el propio de la “civilización occidental”,3 modo en que se referían a la generalidad de la sociedad actual. Quienes adscribían a dicha corriente de pensamiento procuraban que ese enunciado fuera admitido como una certeza natural, sobre la base de su aparente objetividad producto de procedimientos epistemológicos El desarrollo refleja el contenido de mi tesis doctoral (Iñigo Carrera, Valeria: “Sujetos productivos, sujetos políticos, sujetos indígenas: las formas de su objetivación mercantil entre los tobas del este de Formosa”, Tesis de Doctorado, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, 2008). La práctica etnográfica se ha centrado en tres comunidades: el Barrio Namqom (un barrio periurbano situado a unos 10 km de la ciudad capital de Formosa), la Colonia Aborigen Misión Tacaaglé y la Colonia Aborigen La Primavera (ambas, colonias rurales ubicadas sobre la ruta nacional Nº 86, cercanas al río Pilcomayo y distantes, respectivamente, unos 240 y 160 km de la capital formoseña). 2 Braunstein, José: Organización social: propiedad y distribución entre los wichí del noroeste de la provincia de Formosa, Formosa, 2003, www.programadirli.com/ Documentos/Consulta_Braunstein.doc. 3 Bórmida, Marcelo: “Mito y cultura”, Runa: Archivo para las Ciencias del Hombre, Nº 12, 1969, pp. 9-52. 1

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complejos, pero también de la propia voz de los indígenas. Por cierto, el predicamento indígena, en tanto producto de la conciencia, es donde anclaba la investigación así como la explicación de la relación social de esos sujetos. Sin duda, mucha agua ha corrido desde los setenta bajo el puente de la producción antropológica referida a los indígenas chaqueños. En años más recientes, los tobas del este de Formosa han sido objeto de investigaciones variopintas. En modo alguno es posible desconocer su riqueza, en tanto alumbran distintos aspectos de la vida social de los tobas y en tanto habilitan y renuevan la discusión acerca del carácter que deben asumir, en el análisis, la historicidad y la materialidad de los aspectos considerados. No obstante, pervive la pregunta cabal por la relación social general4 de los tobas. Si se acuerda que la producción de los tobas como sujetos sólo puede ser explicada en la unidad de sus múltiples determinaciones -una que tiene por base las condiciones de producción de la vida social-, de lo que se trata entonces es de dar cuenta de la particularidad de esa producción a partir de su relación social general en la organización capitalista de la producción social, mediada, en su determinación, por la condición específica de población indígena. Esto, por cuanto en la forma general de organización de la producción social -esto es, la capitalista- ninguna especificidad personal es la base de la relación social general, sino que el “nexo [del individuo] con la sociedad, lo lleva consigo en el bolsillo”.5 Adentrémonos, entonces, en la determinación de los tobas del este formoseño como población obrera sobrante para dicha organización. 2. La producción material de la existencia Despojo del productor directo indígena de sus condiciones de trabajo: un trabajador productivo para el capital La modalidad de organización de la producción social que precedió históricamente a la capitalista en el este del Chaco central6 tuvo Iñigo Carrera, Juan: El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia, Ediciones Cooperativas, Buenos Aires, 2003. 5 Marx, Karl: Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (borrador) 1857-1858, Volumen I, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1971, p. 84. 6 El Chaco argentino abarca una superficie de unos 400.000 km2, cuyos límites son: al norte, el río Pilcomayo; al este, los ríos Paraná y Paraguay; al oeste, las últimas 4

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por forma la unión del individuo productor respecto de las condiciones objetivas de la realización de su trabajo. La apropiación de las condiciones materiales de su vida era una que -aun requiriendo el desarrollo de ciertas capacidades por parte del individuo que las realizaba- implicaba poco cambio de forma de los objetos apropiados (frutos del suelo), en tanto era limitado el alcance de las fuerzas productivas de la sociedad. Con el desarrollo general de las relaciones propias de la producción plenamente capitalista, el productor directo indígena que organizaba su trabajo sobre la base de relaciones de dependencia personal se vio despojado de su objetividad, al encontrarse expropiado de sus condiciones materiales de existencia originarias y, a continuación, transformado en trabajador productivo para el capital, bajo la doble forma de vendedor de su fuerza de trabajo por un salario y de productor simple de mercancías. Absorción y repulsión de brazos indígenas de la producción algodonera: una población obrera sobrante Ambas formas de realizarse la objetivación mercantil como sujetos de la producción encontraron, entre los tobas del este formoseño, la plenitud de su desarrollo en la producción algodonera. Entre las formas que tomó el avance del capital, fue ésta la que absorbió en mayor grado los brazos indígenas del este del Chaco central. No obstante, tan pronto los requirió como trabajadores asalariados de temporada para las labores culturales y de cosecha y como productores individuales de algodón en bruto, el propio movimiento del capital algodonero determinó su desplazamiento. Lo hizo, a través del aumento en la productividad del trabajo aplicado a aquellas labores mediante la transformación técnica de los procesos de trabajo y la concentración y centralización propias de la organización capitalista de la producción social, en un contexto particular de contracción en la escala de la producción.7 Con lo que, estribaciones de las sierras subandinas; y al sur, el río Salado y el pie de las sierras de Córdoba. El río Bermejo divide la región en dos subregiones: el Chaco austral entre los ríos Bermejo y Salado y el Chaco central entre los ríos Bermejo y Pilcomayo. Así, el Chaco central comprende la provincia de Formosa y el noreste de Salta. 7 La magnitud de la caída en la demanda de trabajadores estacionales por los movimientos de vaivén y la tendencia decreciente en la superficie implantada y en el volumen de la producción de algodón, y por la introducción del control químico y mecánico de las malezas y de la cosecha mecánica, así como la dimensión de la limitación

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acotados en su condición de productores directos de mercancías, tampoco encuentran una demanda normal para su fuerza de trabajo. En síntesis, el capital ha ido determinando a los trabajadores tobas como población obrera económicamente sobrante para las necesidades actuales del proceso nacional de acumulación;8 más aún, les ha ido negando hasta su ser genérico humano: su capacidad para trabajar.9 Acompañando el sentido de la tendencia histórica decreciente en la escala de la producción algodonera, la generación de la población obrera sobrante avanza por encima de toda fluctuación circunstancial propia de la periodicidad de la producción -que implica la necesidad continua del capital algodonero de generar una masa de brazos disponibles pasibles de ser incorporados o licenciados en función de los vaivenes de la producción- y se erige en permanente. La caída en la condición de sobrante implica a los tobas de las colonias rurales Misión Tacaaglé y La Primavera y también a los del barrio periurbano Namqom. Lo hace bajo distintas formas concretas. Mientras que, tras la repulsión de la producción agraria, la población obrera rural encierra la posibilidad de extender su subsistencia en el lugar de residencia aun sin vender su fuerza de trabajo u otras mercancías mediante la producción de medios de vida para el propio consumo, constituyéndose en una población sobrante que no se manifiesta de manera inmediata, los tobas de Namqom se han estancado en esa condición. Comparten, de manera agravada, la situación que es generalizada para los tobas del este de Formosa: la de no encontrar una demanda normal para la fuerza de trabajo en la producción algodonera, ni qué decir ya para la producción privada e independiente de algodón.10 progresiva de los agentes de menor tamaño de mantenerse en producción han sido estimadas para los años agrícolas desde 1930 hasta nuestros días (Iñigo Carrera, Valeria: op. cit.) 8 Marx, Karl: El capital. Crítica de la economía política, Tomo I, Fondo de Cultura Económica, México, 2001. 9 Marx, Karl: Manuscritos: economía y filosofía, Alianza Editorial, Madrid, 1968. 10 Tengamos presente, en este sentido, el desarrollo de Namqom como barrio periurbano. El último tercio de la década de 1960 se vio sacudido por la “crisis del algodón”, en la que la superficie sembrada con el textil se precipitó a límites desconocidos desde el inicio de su ciclo sostenido de expansión. Fue hacia esos mismos años que pobladores provenientes del interior de la propia Formosa así como de la provincia de Chaco comenzaron a asentarse en la ciudad capital para ser luego relocalizados en el Lote Rural Nº 68. Tan pronto como los procesos cíclicos de expansión de la producción algodonera muestran en su base una tendencia progresivamente decreciente, la migración de los tobas tomó nuevos y constantes bríos a lo largo de las

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En su caso, sus diminutas parcelas ni siquiera son puestas a producir para el autoconsumo. Por su parte, las distintas formas de su producción mercantil (elaboración de artesanías, caza comercial) son objeto de la apropiación de plustrabajo, en tanto el productor directo vende la mercancía por debajo del valor al que luego se realiza normalmente en el mercado. Lanzados a las filas del proletariado, sólo pueden vender su fuerza de trabajo de manera precaria, circunstancial y normalmente por debajo de su valor. Esta es, decía, una de las modalidades que asume la caída en la condición de sobrante. La salida progresiva de la producción -no tan sólo algodonera- producto de la mutilación también progresiva de los atributos productivos de la fuerza de trabajo indígena -ya en términos generales- no hace sino esconder, tras de sí, una determinación que es propia de una porción de la población obrera. Subrayo esta cuestión porque la determinación como sobrante suele ser presentada como la negación de la pertenencia a la población obrera, hablándose, incluso, de un proceso de exclusión de esa porción de la población del sistema económico capitalista. Sin embargo, la producción de población sobrante es una tendencia inherente al propio capitalismo. Realización de la reproducción de una población obrera sobrante: los programas sociales de asistencia Esta determinación, que subyace a la imposibilidad de apropiarse de los medios de vida a través del trabajo, se realiza de manera inmediata en su constitución generalizada en beneficiarios de una amplia gama de programas sociales de asistencia a la pobreza y al desempleo.11 décadas siguientes, resultando en el constante crecimiento demográfico del barrio. En los inicios de Namqom asistimos a una continuidad del proceso de producción de los tobas como productores privados e independientes de mercancías en su condición de colonos agrícolas: una porción de las tierras adjudicadas fueron puestas a producir algodón. También durante las primeras décadas de vida del barrio quienes allí se asentaron conservaron su condición de trabajadores asalariados estacionales para la labor de cosecha del algodón. Ya he referido a la trayectoria de repulsión como vendedores de fuerza de trabajo de la producción algodonera. 11 Esta constitución asume magnitudes dramáticas. En 2004 eran unos 51.477 los beneficiarios promedio por mes de programas sociales de empleo, nacionales y provinciales, registrándose una cobertura del 18% de la población provincial mayor de dieciocho años. El nivel de cobertura del Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados era el más alto en todo el país. Contabilizados los beneficiarios del programa entre los ocupados -por encontrarse compelidos a realizar una contraprestación laboral-, la

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Se trata, en gran medida, de la transferencia directa de ingresos mínimos (entre ellos, ayudas económicas no remunerativas contenidas en el Programa Jefes y Jefas de Hogar Desocupados, y asistencia alimentaria directa contenida en el Plan Nacional de Seguridad Alimentaria). Lejos de la promoción del desarrollo de las capacidades productivas de los adultos beneficiarios -mediante la producción de mercancías que entren en el consumo social general-, la tendencia observable en dichos programas consiste en sostener niveles mínimos, que rozan la mera subsistencia, de reproducción material de la vida. En definitiva, los programas sociales -y los de promoción del empleo en particularse instituyen sobre la base de una relación asistencial, no productiva, expresada en contraprestaciones laborales y capacitaciones que, aunque centrales para acceder a ayudas económicas, resultan respuestas impotentes en cuanto al desarrollo de prácticas sociales productivas. Con esto, la tendencia mencionada no hace más que constituirse en una sanción oficial de la caída de los trabajadores tobas en la condición de sobrante. Referida por las producciones técnicas y documentales correspondientes a los programas sociales mencionados en los términos de “vulnerabilidad social” o también “exclusión social”12, la condición general tasa de desocupación de la provincia para el segundo semestre de 2004 era de 6,2%. Si se considera como desocupados a los beneficiarios del Programa Jefes que realizaban contraprestación laboral, esa misma tasa se elevaba a 16,8%. Formosa registraba así una de las mayores brechas en la tasa de desocupación (12,6%), muy por encima del 4,3% correspondiente al total de los aglomerados urbanos del país. Por último, al considerar como desocupados a todos aquellos que percibían algún programa de empleo, la desocupación provincial ascendía a 17% (Dirección de Análisis de Gasto Público y Programas Sociales: Informe sobre los programas de empleo provinciales 2004, http:// www.mecon.gov.ar/peconomica/basehome/programas_empleo2004.pff). 12 La diversidad de situaciones caracterizadas como vulnerables -y las posibles áreas de intervención para la política social- es prácticamente infinita. Su circunscripción es, cuanto menos, difusa. En este sentido, Castel avanza hacia la construcción de una tipología de “zonas de organización o de cohesión social” entre las que los individuos bascularían. Según el autor, la “zona de vulnerabilidad” sería “una zona de turbulencias caracterizada [...] por una precariedad en relación al trabajo y por una fragilidad de soportes relacionales” (Castel, Robert: “De la exclusión como estado a la vulnerabilidad como proceso”, en Archipiélago. Cuadernos de crítica de la cultura, Nº 21, 1995, p. 29). La de la “vulnerabilidad” ocuparía una posición estratégica en tanto zona intermedia entre la de “integración” y la de “exclusión”. Dice Castel que cuanto más se desintegran la inserción laboral y las redes de sociabilidad –en el marco de una crisis de la “sociedad salarial”-, mayor es el riesgo de ruptura del vínculo social que conduciría a la “muerte social”. Cuando el proceso adopta una expresión extrema

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de sobrante aparece mediada, en su determinación, por la condición de indígena. Condición que -según esas mismas producciones- parecería portar en su misma naturaleza la necesidad de la asistencia. A la vez, es presentada como una condición necesitada de un tratamiento peculiar; advendría la “exclusión” (Castel, Robert: op. cit., pp. 27-36). Notemos cómo esta clasificación presenta a la condición correspondiente a la “zona de integración” como la plenitud de las relaciones sociales y a las condiciones correspondientes a las otras dos zonas como la ausencia de relación social, como si ellas no fueran expresiones de la relación social general propia del modo de producción capitalista, tan inherentes a esa relación como la primera. Imbricándose con la “noción de vulnerabilidad” encontramos otra de uso igualmente habitual en materia de políticas sociales: la de “exclusión social”. La misma es definida –en la producción documental referida a los programas sociales y en la académica- por su relación de “oposición a la integración social” (Kaztman, Rubén, Beccaria, Luis, Filgueira, Fernando, Golbert, Laura y Kessler, Gabriel: Vulnerabilidad, activos y exclusión social en Argentina y Uruguay, Organización Internacional del Trabajo, Santiago de Chile, 1999, p. 16). Mientras la “inclusión” se presenta vinculada al “reforzamiento y pleno ejercicio de la ciudadanía” (Ministerio de Desarrollo Social de la Nación: Memoria detallada del estado de la Nación 2003. Documentos anexos, 2004), en tanto conjunto de derechos políticos, civiles y sociales que deben alcanzar al conjunto de la población, la “exclusión” refiere a un acceso limitado a los bienes y servicios básicos necesarios para tener un nivel de vida mínimo. Se deja entrever, hasta aquí, la ficción de una sociedad dual conformada por “incluidos” y “excluidos”, por “los de adentro” y “los de afuera” (Villarreal, Juan: La exclusión social, Grupo Editorial Norma, Buenos Aires, 1997, p. 16). Los “excluidos” serían los pobres, las mujeres, los ancianos, los niños, los migrantes, los indígenas (Villarreal, Juan: op. cit.). Se trataría, en todos los casos, de “elementos cualitativos” que “hablan de sistemas sociales que se han ‘heterogeneizado’, que han superado la homogeneidad relativa de la generalización de relaciones ‘salariales’ en el capitalismo tradicional [...] Hay diferencias cualitativas, acentuadas hoy en el país, que expresan la difusión de relaciones ‘no salariales’, la fragmentación de la sociedad en grupos de orientación sociocultural diferentes” (Ibid., p. 107). Planteos como éste se deshacen en buenas intenciones, al impulsar “un desarrollo con rostro humano” (Ibid., p. 91), al promover el desarrollo de mecanismos de “inclusión social”. Pero lo hacen fundando su mirada sobre la base del énfasis en “los dispositivos generadores de externalidad de los sujetos, de las formas de exclusión social y la constitución de situaciones extra-clase” (Ibid., p. 33). En fin, tanto la “vulnerabilidad social” como la “exclusión social” constituyen términos que no hacen sino reproducir la naturalización, propia del modo de producción capitalista, que presenta a los individuos como si fueran carentes de ser social y se “integraran” a relaciones sociales existentes de manera exterior a ellos. Ya he observado cómo, lejos de ser el de “exclusión”, el lugar que la relación social general de esta población determina para ella es el de estar ciertamente “incluida” bajo la condición de sobrante. Es este último lugar el que se reconoce y cristaliza en la política social de asistencia.

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el cual, fundado muchas veces en la fijación de la condición de indígena en “pautas culturales” naturales y atemporales, pretende aparecer como portador de un signo positivo. Más allá de todo signo, la negación del carácter histórico de la forma que adopta la relación social general de los tobas, se erige en la base sobre la cual se funda la producción de sentidos que tensionan, de manera estigmatizada, el carácter productivo de su trabajo. 3. La producción de la acción y la conciencia políticas Determinación concreta de la relación de ciudadanía: su asunción de una forma mercantil Desde el momento en que su relación social general es la del capital, las formas de acción y conciencia políticas que asume la organización directa del proceso de vida social13 de los tobas del este formoseño tienen por contenido ser las de una población obrera sobrante. Reconocida su condición de ciudadanos (sobre la base, primeramente, de su condición general de trabajadores, y, luego, de su condición particular de indígenas, expresión de una diferenciación de ciudadanía al interior de la población obrera), su ejercicio de la relación política general de ciudadanía encuentra una primera determinación concreta en su producción como una relación que asume la forma -no así los atributos propios- de una mercancía. Se trata de una forma que queda evidenciada en la modalidad que adopta la ejecución a nivel local de los programas sociales de asistencia al desempleo. Lejos de constituir una “distorsión” de una abstracta relación de ciudadanía,14 las relaciones de Iñigo Carrera, Juan: op. cit. Por cierto, el clientelismo político -entendido en los términos de un “intercambio personalizado de favores, bienes y servicios por apoyo político y votos entre masas y élites” (Auyero, Javier: La política de los pobres. Las prácticas clientelistas del peronismo, Manantial, Buenos Aires, 2001, p. 35)- emerge en el discurso político con una connotación negativa, como desnaturalización de una abstracta relación de ciudadanía en tanto se opondría a la transparencia, al igualitarismo, al universalismo, a la democracia. En idéntico sentido se presenta al clientelismo en las producciones técnicas y documentales referidas a los programas sociales de asistencia, y, aun, en la producción académica (Golbert, Laura: “¿Hay opciones en el campo de las políticas sociales? El caso del gobierno autónomo de la ciudad de Buenos Aires”, en A. Ziccardi (ed.): Pobreza, desigualdad social y ciudadana: los límites de las políticas sociales en América Latina, CLACSO, Buenos Aires, 2002, pp. 273-310; Torres, Pablo: Votos, chapas y fideos. Clientelismo político y ayuda social, De la Campana, Buenos 13 14

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mediación política -corrientemente llamadas clientelares- son producidas como una modalidad propia de la gestión de esos programas. En tanto trasciende la particularidad de esa gestión, dicha modalidad se constituye en propia de la acción y la conciencia políticas de una población con capacidades productivas progresivamente mutiladas. En síntesis: en una sociedad en la que sus miembros entran en contacto entre sí en cuanto poseedores y personificaciones de mercancías (el capitalista, de capital, y el obrero, de su capacidad para trabajar),15 cuando el individuo ha sido privado de toda otra mercancía para vender, el ejercicio de la propia subjetividad política se convierte formalmente en una mercancía. En otras palabras, ya no se trata simplemente de la compra de la capacidad para trabajar de individuos separados de los medios de producción. Se trata de la mercantilización, bajo la forma de una relación de intercambio que presenta la mediación de vínculos personales (la clientelar), de la voluntad política de individuos libres (en el doble sentido de no encontrarse sometidos al dominio personal de nadie y de encontrarse separados de los medios de producción necesarios para producir mercancías por su cuenta) e iguales (en el sentido de constituirse en personificaciones de mercancías que intercambian equivalentes). En tanto se revela propia -decía- de la acción y la conciencia políticas de una población obrera sobrante, las relaciones clientelares se constituyen en forma de organización de la producción de su vida social. Una forma que ha sido objeto de transformaciones vinculadas con la progresión en la condición de sobrante.

Otra determinación concreta de la relación de ciudadanía: su implicación en la producción de sujetos colectivos Ahora bien, la anterior no es la única determinación concreta de la relación de ciudadanía de los tobas del este formoseño en tanto población con capacidades productivas progresivamente mutiladas. Su ejercicio encuentra otra determinación concreta -igualmente evidenciada en las formas que asume la ejecución local de los programas sociales de asistencia al desempleo- en la implicación en la producción de sujetos colectivos. La acción política actual de los tobas consiste, en gran medida, en su imbricación en un proceso de lucha de pequeños productores agrarios criollos; aquél desplegado por el Movimiento Campesino de Formosa (MOCAFOR). Esta acción (materializada en concentraciones, movilizaciones, cortes de ruta, encuentros de formación) tiene por forma una serie de demandas con eje en la posibilidad de la continuidad de la reproducción bajo la condición de productores independientes de mercancías agrarias y de vendedores de fuerza de trabajo por un salario, en coyunturas negativas vinculadas a la producción y comercialización del algodón como las de los años 2004 y 2005.16 La demanda por el acceso a los programas sociales expresa el agravamiento de la situación que se procura recomponer a través de la acción directa del Estado. Por su parte, esa acción política es expresión de la caída en la El año agrícola 2004/2005 volvía a insinuarse penoso para el productor algodonero. En julio de 2005 el MOCAFOR volvía a manifestarse en las rutas. Bajo el lema “Tierra, trabajo y democracia”, sus integrantes recorrían unos 260 kilómetros para confluir en la capital formoseña. La lucha por la tierra (su acceso, devolución, titularización y no concentración) se erigía en un claro punto de encuentro y movilización. Claro está, no se trata de una lucha que se restrinja sólo al medio rural. En este sentido, la organización colectiva en Namqom se constituyó, en un principio, de la mano de una experiencia ligada a la lucha por la posesión y propiedad de las tierras del barrio. Aún hoy, la lucha por la tierra galvaniza buena parte de las acciones de movilización de la gente del barrio, poniendo sobre el tapete los límites de la política provincial de regularización de la situación dominial de las tierras que ocupan los pueblos indígenas asentados en suelo formoseño. No obstante, el contenido del petitorio a ser entregado al gobierno provincial en el marco de la referida movilización trascendía el reclamo por la tierra. Por cierto, la demanda por la asistencia en la producción y comercialización del algodón, la reivindicación del acceso a derechos considerados básicos (vivienda, educación, salud, trabajo) y a programas sociales de asistencia habla de una acción reivindicativa por condiciones materiales de vida, que remite a una población trabajadora con capacidades productivas progresivamente mutiladas. 16

Aires, 2002). En este sentido, gran parte de la producción teórica de los últimos tiempos lo examina en relación con la ciudadanía y con las condiciones de posibilidad de formas “genuinas” de democracia. La relación que suele establecerse entre uno y otras es de contraposición: el clientelismo, en su aspecto de relación política particular, se opondría a la ciudadanía, en su faceta de relación política general (O’Donnell, Guillermo: “Un breve comentario”, en Torres, op. cit., pp. 13-15; Torres, op. cit.). Así, el clientelismo no tendría más alcance que “negativas consecuencias [...] sobre la plena vigencia de la ciudadanía” (O’Donnell, op. cit., p. 14); en otras palabras, contribuiría a la “distorsión” de la ciudadanía, en tanto condicionaría la puesta en acto del universalismo que aquélla supone encarnar (Nun, José, “Prefacio”, en Auyero, J.: ¿Favores por votos? Estudios sobre clientelismo político contemporáneo, Losada, Buenos Aires, 1997, pp. 7-10), erigiéndose en un fenómeno que necesitaría ser desmantelado en pos de una ciudadanía más autónoma y activa (Golbert, op. cit.; O’Donnell, op. cit.; Tenti Fanfani, Emilio: “Entender el clientelismo y fortalecer la democracia”, en Torres (ed.), op. cit.; Torres, op. cit.) 15 Marx, Karl: El capital. Libro I. Capítulo VI inédito, Siglo XXI Editores, Buenos Aires, 1974.

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condición de población trabajadora a la que el propio movimiento del capital ha arrancado el ejercicio de su capacidad para trabajar. Lejos del pretendido imperio de la diversidad y la heterogeneidad al interior del movimiento social -pretensión con voluntad de fragmentación de la fuerza de trabajo-, el MOCAFOR se erige en órgano de acción política de un sujeto que se revela uno en el contenido de sus reivindicaciones y en su determinación. Lo anterior se evidencia significativo en un doble sentido. Por un lado, en tanto la participación de los tobas en acciones de movilización de manera conjunta con otros trabajadores asalariados urbanos y rurales y pequeños productores agrarios no ha sido frecuente a lo largo de la historia en la región.17 Antes bien, ha primado la singularidad otorgada por la condición de indígena en las respuestas dadas a las condiciones materiales de existencia impuestas por el proceso de acumulación de capital. Por otro lado, en tanto discute las aproximaciones teóricas hegemónicas que conciben las formas del movimiento social de los últimos tiempos como unas en las que cristalizan nuevos actores, nuevas demandas, nuevas formas de organización y de lucha y nuevos sentidos, que ya no girarían simplemente en torno del proceso de acumulación de capital.18 La recusación a la unidad de las determinaciones propias de las clases sociales en el análisis de los procesos de movilización parece ir de contramano con la situación objetiva ya referida. Ahora bien, más allá del sustento otorgado por el lugar ocupado en la organización de la producción social general, la condición específica de población indígena no deja de asomar en las formas de la acción y la conciencia políticas. Lo hace bajo la forma de la reivindicación de una acción política específica. Y lo hace bajo la forma de la producción de unos sentidos que atribuyen un contenido natural a una supuesta incapacidad de los indígenas para la acción política organizada. Y, Arengo, Elena: “’Civilization and its discontents’. History and aboriginal identity in the Argentine Chaco”, Tesis de Doctorado, Departamento de Antropología, New School for Social Research, New York; Iñigo Carrera, Nicolás: “El problema indígena en la Argentina”, Crítica de Nuestro Tiempo, Nº 10, 1995, pp. 150-164. 18 Auyero, Javier: La protesta. Retratos de la beligerancia popular en la Argentina democrática, Universidad de Buenos Aires, Libros del Rojas, Buenos Aires, 2002; Giarracca, Norma y Bidaseca, Karina: “Introducción”, en Giarracca (ed.): La protesta social en la Argentina. Transformaciones económicas y crisis social en el interior del país, Alianza Editorial, Buenos Aires, 2001, pp. 19-39; Scribano, Adrián y Schuster, Federico: “Protesta social en la Argentina de 2001: entre la normalidad y la ruptura”, OSAL, Nº 5, 2001, pp. 17-22; Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián: Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las organizaciones piqueteras, Biblos, Buenos Aires, 2003. 17

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aun cuando se los reconoce como sujetos con atributos políticos, se atribuye su capacidad para la acción política a la condición natural de indígena. 4. Una unidad con base en la condición de población sobrante El desarrollo contenido en estas líneas ha sido en torno al lugar que les cabe a los tobas del este de la provincia de Formosa en la forma de organización de la producción social. Claro está, no en cualquier forma, sino en la forma general, esto es, en la organización capitalista de la producción social. El análisis admite la siguiente síntesis: la condición de los tobas del este formoseño no es otra, en definitiva, que la que les otorga el capital, en tanto relación social materializada. En todo caso, pretende ser éste un llamado de atención a las producciones antropológicas que ponen el acento en las abstractas voluntades subjetivas, antes que en las condiciones materiales objetivas, en tanto claves explicativas del movimiento de lo real y lo concreto. Si el lugar que les cabe a los tobas en la organización capitalista de la producción social es el que les da el capital, las formas de su conciencia -aquellas que son expresión concreta de existencia del capital- que rigen su acción política son unas cuya posibilidad y potencialidad les viene dada justamente por su condición de población sobrante para dicha organización. Es sobre la base de los términos contenidos en esta última condición que los tobas encuentran la unidad de su condición -mercantilizada- como sujetos. Es sobre esa base, también, que encuentran su unidad como clase.

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