UNIDAD 1: PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA Y CONCEPTOS CENTRALES

FICHA Nº 1: Perspectiva epistemológica y conceptos centrales AÑO: 2012 UNIDAD 1: PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA Y CONCEPTOS CENTRALES A.- Perspectiva teó

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FICHA Nº 1: Perspectiva epistemológica y conceptos centrales AÑO: 2012

UNIDAD 1: PERSPECTIVA EPISTEMOLÓGICA Y CONCEPTOS CENTRALES A.- Perspectiva teórico epistemológica: La asignatura tiene como objeto de estudio la "intervención social" desde una mirada historiográfica. La intención es lograr una comprensión del tema central reconstruyendo las múltiples formas que el mismo ha adquirido en diferentes momentos históricos. Se trata entonces de una propuesta que se sostiene en una concepción epistemológica que privilegia la complejidad, desde la articulación de diferentes planos temporales y espaciales, tanto como la identificación de los múltiples significados de los fenómenos. En otras palabras, sustentamos una concepción que considera que la construcción de conocimientos es siempre guiada por la pregunta, la inquietud por un saber que vaya más allá de lo obvio, de lo dado, de “aquello” que aparece a primera vista. Esta interrogación constante encierra una suerte de sospecha sobre lo ya dicho, escrito y oído, constituyéndose en la llave para la construcción de conocimientos sobre una realidad constantemente cambiante. Además, debemos decir que esta "actitud" frente al conocimiento necesita del condimento de la pasión, del inconformismo y del deseo de aprender, por lo que se juega activamente la voluntad subjetiva. Nociones acerca del entramado teórico Por otra parte, y en correspondencia con lo que estamos desarrollando, consideramos que iniciar un proceso de

comprensión significa dar cuenta de una perspectiva teórica que guía esa misma comprensión, esto quiere decir establecer un régimen de la mirada que posibilite condiciones para producir el diálogo con la realidad y en ese diálogo construir conocimientos. Por teoría, se entiende la articulación específica de conceptos y categorías que permiten establecer tipos de explicaciones para distintos tipos de problemas, ya sean planteados directamente por el contexto social y político como por el desarrollo mismo de una orientación teórica. De esta manera, podemos llamar teoría al conjunto de afirmaciones o proposiciones con que una disciplina dice como es la realidad que estudia, y que se puede considerar como una especie de mapa: un conjunto de conocimientos sobre el mundo, expresados en proposiciones descriptivas y eventualmente explicativas (BELTRAN VILLALBA, 2000). Así, desde una teoría se formulan los problemas de investigación y los procedimientos que se consideran adecuados para su resolución (GUBER, 1986). En nuestro caso, el problema a indagar estaría centrado en el proceso histórico de la intervención social. Nos guiará la Teoría Social, entendida ésta como un cuerpo complejo de proposiciones relacionadas que se autoderivan, se autoexplican, concernientes a una estructura dinámica del modo de reproducirse de un determinado ser social. Esta concepción de Teoría Social, contiene la existencia de teorías sectoriales, disciplinas particulares, pero siempre subordinadas a una matriz teórica mayor (MALACALZA, 1993). Con esto queremos decir que seleccionaremos categorías y conceptos provenientes de diferentes disciplinas (sociología, antropología, historia, filosofía, entre otras), que utilizaremos como "caja de herramientas", o sea, nos darán las posibilidades para analizar, y serán articuladas para dar consistencia argumentativa a

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la comprensión de nuestro recorte particular. Una categoría es un concepto construido que designa rasgos, vínculos y los aspectos más generales de los fenómenos y los objetos. Se convierten en herramientas para el análisis y permiten producir conceptos, por lo tanto no son cerradas, sino simples instrumentos para iniciar la construcción de conocimientos sobre el objeto. Esta construcción de conocimientos se convierte en conceptos, que a su vez pueden operar como categorías de análisis para nuevas construcciones conceptuales. Desde esta perspectiva, los conceptos nunca se crean desde la nada, siempre existe una referencia previa, por lo tanto tienen una historia, un proceso de construcción que es necesario dilucidar, comprender (¿desde qué corriente teórica se acuñaron, por qué, qué quisieron enunciar y qué enuncian ahora?). Los conceptos expresan los acontecimientos, no la esencia de esos acontecimientos. Tienen componentes, que proceden de otros conceptos, de este modo no están aislados, no se cierran en sí mismos sino que los conceptos se remiten unos con otros. Historia e historiografía Estamos aquí porque antes pasaron cosas, tenemos padres, abuelos, bisabuelos..., cada uno vivió algo que produjo que hoy estemos aquí. Hay historias personales, familiares y sociales que articuladas dan cuenta de nuestra historia social más abarcativa. De este modo, entendemos la historia como un pasado que se expresa en el presente. Esta concepción intenta superar la idea de sucesión cronológica, lineal, de etapas definidas, cerradas, a manera de un

proceso evolutivo, donde lo "anterior" es visto como "primitivo", o en todo caso "antiguo" y lo actual como un progreso sobre la etapa anterior. Reconocemos la historia como tiempo en movimiento, donde es posible identificar momentos que presentan particularidades respecto de otros, que expresan un modo de vivir, formas de pensar y de comprender el mundo, propios de la época, pero que en otro momento histórico no desaparecen totalmente, sino que permanecen muchas veces minimizados; en otras épocas en cambio estas formas aparecen re-significadas, es decir con otros significados. Estas argumentaciones nos permiten entender que cada momento histórico otorga las condiciones de posibilidad para que determinados aspectos (formas de vida, de pensamiento, modos de definir problemas) aparezcan como prioritarios, pero donde otras cuestiones se mantienen secundarizadas, menos visibles, y estos aspectos que no son considerados importantes en un momento pueden aparecer como centrales en otra época, e irrumpir, de pronto, otros acontecimientos. De esta manera la historia no se entiende como un continuo, como secuencia de fechas y sucesos que presentan una causa y un efecto que llevan inevitablemente a un fin (el progreso, la felicidad, el Juicio Final), sino como un proceso que presenta continuidades y rupturas. Expresa luchas, héroes anónimos, cotidianeidades y momentos inesperados, verdaderos acontecimientos de los que no se puede fácilmente reconocer causas. Proponemos comprender la historia en su desarrollo global, entendiendo las relaciones entre la historia natural, vivida y el esfuerzo científico por describirla y explicarla, se trata de la historia de la historia, esto es la historiografía, referida en este caso a un recorte particular: la historiografía de la intervención social.

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B- Los conceptos centrales orden, ordenamiento y conflictointegración. Trataremos de examinar teóricamente la cuestión del orden, el ordenamiento, la integración y el conflicto como conceptos que, según la perspectiva desde la cual se abordan, tendrán diferentes significaciones. De esta manera, los mismos serán los conceptos centrales que guiarán la comprensión de los temas que constituyen la asignatura. La pregunta acerca de “¿Cómo se logra la vida colectiva?” o “¿Cómo es posible la existencia de la sociedad?”, nos remite a preguntarnos acerca del orden, ya que es mediante un tipo de orden que las sociedades, los pueblos, logran la convivencia. La palabra “orden” en cuanto problema teórico, nos lleva a la búsqueda de una explicación (de tipo filosófico, sociológico y político) sobre aquellos ‘modelos ideales’ existentes para salvaguardar la vida de conjunto y la reproducción de la sociedad. Es decir que existen diferentes modos de comprender/explicar el “orden social”. Una de las maneras, es entender el orden como un “orden dado”. Esta concepción, prevaleciente en las sociedades premodernas, concibe a la sociedad por fuera del hombre, organizada en función de normas no dictadas por sí mismos, sino emanadas de un ser superior, por Dios. De manera tal, que el orden es concebido como único, inmutable, verdadero, universal. Sin posibilidad de cambio o transformación por parte del hombre ya que es el orden dispuesto por Dios en la tierra, y quien intentara cuestionarlo será considerado hereje con las sanciones que cada situación y cada

época defina. Entonces, podemos decir que es entendido como un orden dogmático, que organiza en forma heterónoma1 a la sociedad. Es en la modernidad, cuando se reconoce al hombre como poseedor de razón, de pensamiento autónomo, desligado de normas divinas, que comienza a preguntarse también acerca de cómo es posible la vida en sociedad. En la búsqueda de respuesta, es que se dan las diferentes propuestas teóricas conocidas como “contractualistas”. Es decir cuál es el tipo de contrato —de acuerdos— necesario para poder lograr la convivencia. El orden es entendido, entonces, como un “orden construido”, ya no por un ser superior y externo, sino por el hombre. A partir de aquí surgen otros interrogantes: ¿quién construye ese orden: algunos o muchos? y ¿para quiénes: para todos, para la mayoría o para pocos? Las respuestas a las mismas nos llevan a abordar los conceptos de conflicto e integración. El conflicto es precisamente eso: “choque, combate… lucha, antagonismo…” (LAROUSSE, 1990). Mientras que la integración puede ser entendida como: “(un) Proceso de unificación de varias entidades antagónicas…”, refiere a la posibilidad de formar parte de un todo. En nuestro caso formar parte de una sociedad. El tratamiento complejo del tema permite percibir que el conflicto es parte constitutiva del orden ya que la posibilidad de integración, siempre implica lucha de intereses sectoriales, que puede llevar al

1 Se entiende por heteronomía la imposición de normas desde fuera del individuo el cual las incorpora como deber sin posibilidad de cuestionarlas.

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riesgo de ruptura del orden establecido e incluso a la desintegración de una sociedad. Leído y sentido comúnmente como caos y desorden, dicho riesgo de ruptura también está diciendo que un nuevo orden se está construyendo, desde la voluntad política de los sujetos. Hablar de “conflicto social”, nos introduce en los diferentes tratamientos que la teoría social le ha otorgado al mismo y que incluso han dado lugar a denominaciones tales como “teorías del conflicto” en oposición a lo que estos autores denominan “teorías del orden”. Tributarias del pensamiento marciano, las teorías del conflicto lo ubican como eje que moldea la estructura social y otorga por lo tanto las condiciones de posibilidad, según algunos pensadores, de la política. En este sentido tal como dice Lechner: “la política surge en el siglo XIX como forma de conflicto sobre la distribución” (1984:35), agregando luego que en tal distribución no sólo se juega lo concerniente a los medios de producción y de la fuerza de trabajo, sino que la política es la lucha que intenta “ordenar los límites que estructuran la vida social, proceso de delimitación en que los hombres, regulando sus divisiones, se constituyen como sujetos” o como expresa en línea con estas consideraciones Eduardo Rinesi citando a Lefort: “…el conflicto es un elemento constitutivo de la política, lo que constituye su propia materia” (2004:13). La conflictividad puede ser entendida como la manifestación del conflicto, es la visibilidad concreta de las contradicciones más profundas de la sociedad (y en nuestro caso de las sociedades capitalistas) por lo que según las relaciones de fuerza y la tensión que acarrean las desigualdades se expresará en diferentes planos

y de diferentes formas. Sumando a ello la propia particularidad según las experiencias subjetivas y las localizaciones territoriales, entre otros aspectos. Como decíamos el orden establecido generalmente es construido por aquellos sectores hegemónicos2, los que detentan el poder. Cuando dichos sectores consideran como válido solamente el modelo de orden social que ellos piensan, entonces se torna un orden de tipo totalitario. En este caso la concepción de orden que subyace es la misma que hablábamos en un inicio respecto del orden dado, y por ende todo conflicto o todo pensamiento diferente al estipulado por ellos, es considerado “peligroso”, “anómalo”, “patológico”, “disfuncional”, “anormal”, “subversivo”, etc. Dando lugar también a la construcción diferentes teorías que brindan la argumentación necesaria para la explicación de ello. De esta manera, pensar el orden desde el dogmatismo no solo es en relación a lo divino, sino también es el mismo orden construido por el hombre que al concebirlo como el único, el verdadero, el universal e inmutable, se torna dogmático. Por otra parte pensar la integración es pensar el conflicto ante esa imposibilidad de construir una sociedad igualitaria, en el marco del sistema capitalista, sistema que lleva en su esencia la desigualdad social. Ante ello las decisiones derivarán alrededor de un mayor o menor grado de integración social, según el tipo de orden que se construya. 2

Se consideran como tales a aquellos grupos sociales que ejercen la dirección política y cultural de una sociedad y que logran así hacer “que mucha gente crea lo que alguien dice”. La construcción de hegemonía es un proceso complejo que articula diferentes aspectos.

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Y las mismas constituirán el ordenamiento necesario para lograr dicho grado de integración. El ordenamiento refiere al análisis y puesta en acto de los mecanismos para mantener el orden, son los “cómos” necesarios para que el orden pueda ser consumado. Son los mecanismos (leyes, instituciones, normas, significados) que desde los lugares de poder se ponen en marcha para lograr disminuir el conflicto, y que están dirigidos a aquellos sectores que pujan por estar integrados, o por conformar otro tipo de orden. Tomemos como ejemplo la transformación de la sociedad salarial a la sociedad de consumo: la lucha de las clases obreras llevó a la sanción de diversas leyes tendientes al reconocimiento de sus derechos como trabajadores, tanto en lo salarial como en las condiciones de laborales, llevando a dichos sectores a un grado mayor de integración dentro del mismo orden capitalista. El tipo de sociedad que comenzaba a formarse era la sociedad salarial, y la integración a la misma era vía el salario. Por otra parte, en la época neoliberal, la toma del poder, es decir el ejercicio de la dirección política, económica y cultural de la sociedad por parte de representantes de sectores dominantes, constituyeron un orden pensado para minorías (un 5% de la población que recibía el 80% de la riqueza nacional y un 95% que recibía solo el 20% de la misma), lográndolo vía las privatizaciones (venta de patrimonio nacional) y leyes de flexibilización laboral, que llevó a grandes masas de trabajadores —antes integrados vía el salario— a la desocupación. Al mismo tiempo, comienza a verse al consumo como elemento integrador. Se es “parte de…” según la capacidad de consumo. La sociedad que se conformando es la sociedad de consumo. Los mecanismos de integración van a estar referidos entonces a dar

respuesta a los diversos conflictos (los que ya no se presentan como unificados, sino que son tan diversos cuanto problemas para consumir se presentan), vinculados con la imagen, la estética, la sexualidad, el género, la informática, las marcas, entre otros. Los conflictos se individualizan, se sectorizan, vinculándolos en todo caso a las dificultades para acceder al consumo. Es así que las oficinas de Defensa al Consumidor, comienzan a tener un protagonismo que ante otro tipo de orden directamente su existencia no era necesaria. Campos disciplinares: Trabajo Social y Ciencia Política: Su intersección en relación con la intervención social (el discurso del “orden y ordenamiento”) Para poder delinear cómo dos campos disciplinares –la Ciencia Política y el Trabajo Social- participan activamente en la intervención social, se torna preciso tener presentes las nociones de orden y ordenamiento desarrolladas anteriormente. Dice Cazzaniga (2004): “(…) la preocupación por el orden común como condición de posibilidad de la vida en sociedad y de la sociedad (…) ha sido tematizada por la teoría política como problemática pertinente al propio campo toda vez que su tratamiento atañe a los intereses generales de los integrantes de una sociedad, intereses necesariamente públicos desde este punto de vista (…). Pero esta preocupación por el orden social también puede ser rastreada en otros registros, aquellos ligados ahora más a la cuestión del “ordenamiento”, significantes que si bien incorpora la pregunta filosófica acerca del orden, pone su acento en los “comos”

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particulares en que el mismo puede ser consumado. Se trata de la materialización en las prácticas institucionalizadas, y que como tales son expresadas por actores, se desarrollan en ciertos espacios, con determinadas normativas, objetos y objetivos, un despliegue que incide en el cotidiano de una forma de vivir en sociedad. (…) en otras palabras, es el espacio de la “puesta en acto” de la intervención social que va tensionando los campos teóricos que le dan sustento, (…). En esta dimensión operan las profesiones vinculadas a lo social, aquellas que dan respuesta a los problemas “prácticos”, y donde Trabajo Social (…) ha dirimido su propia tematización, primero en relación a lo metodológico para en los últimos tiempos virar hacia los procesos sociales que generan las problemáticas objeto de su intervención particular. Este espacio también va a ser ocupado por los politólogos, puestos aquí a formular políticas públicas, quehacer que los vincula estrechamente con eso que dimos en llamar “la puesta en acto”, en tanto deberán dar cuenta de los “comos” del ordenamiento social (…)”. El positivismo en cuanto corriente de pensamiento hegemónico, produjo una división de las ciencias, entre aquellas que “producen” conocimiento y las que los “aplican”, organizando las disciplinas en un orden desigual entre aquellas que son consideradas científicas (piensan) y las tecnológicas (hacen). Es así que en el momento de surgimiento del Trabajo Social, el mismo es presentado como práctica específica para dar respuesta a las manifestaciones de la cuestión social de las primeras décadas del s. XX, ubicándolo como “técnica” ante los problemas cotidianos. Por su lado, la Ciencia Política, es ubicada desde un inicio como “ciencia”, lo cual la lleva a una búsqueda y disputa por su status ante otras ciencias,

particularmente el derecho y la economía, entremezclándose en dicha disputa los debates acerca de su objeto de estudio. Desde otro lugar epistemológico, la división mencionada anteriormente constituye una falsa dicotomía. Lo que existen son campos interpenetrados, lo cual significa identificar las particularidades de ambas disciplinas y sus articulaciones. Desde el Trabajo Social, en su especificidad ubicada en la vida cotidiana de las instituciones y de los sujetos sociales, en su relación sujetonecesidad en sociedades desiguales, proporciona una mirada centrada en los modos en que cotidianamente las personas resuelven su vida, y por ello, en los últimos años ha ido ganando espacio y reconocimiento en el lugar de producción de conocimiento en tanto su capacidad de comprender y de “decir” respecto de los conflictos que se dan en esa conflictiva relación sujeto-necesidades sociales, y que expresan en su diversidad, el cuestionamiento al orden dado y al ordenamiento por él construido. Por su parte, como ya se mencionó, desde la Ciencia Política, los politólogos participan activamente en la elaboración de las políticas públicas, dispositivos de la intervención social a partir de la configuración del estado moderno, y brindan claros estudios respecto de las relaciones de poder, entre sistemas-estructuras e instituciones, en el intento de sostener la cohesión de dicha sociedad, ante la búsqueda trágica del orden. (Rinesi, 2005). Por ello consideramos, que la división pensar-hacer, teoría-práctica, constituye una falsa dicotomía, siendo en todo caso dos polos contradictorios de mutua interdependencia y enriquecimiento. Cuestión social- Intervención social- Lo social

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De acuerdo con lo planteado, entonces, iniciaremos el examen de tres conceptos: cuestión social, intervención social, y lo social. Los mismos serán desarrollados en relación con las múltiples determinaciones que lo configuran como conceptos, sus diversos significados según los supuestos teóricos que los sostienen, así como la riqueza que presentan para comprender la realidad. Estas consideraciones contienen una referencia epistemológica en tanto sostenemos que todo concepto es polisémico, lo que quiere decir que los mismos presentan diferentes y múltiples significados. Tal diversidad obedece a distintos motivos, a saber: a.- la historia de construcción de los conceptos: los mismos no surgen de la nada sino que emergen de ciertos enclaves teóricos, por lo tanto es necesario conocer las corrientes teóricas que le dan sustento. En este sentido existen conceptos que quedan “fijados” y expresan claramente la referencia teórica (tal es el caso de “función” difícil de abstraer de la teoría funcionalista y estructural funcionalista), aunque otros, si bien son usados por diferentes corrientes teóricas presentan significados disímiles según los propios supuestos de esas mismas corrientes. Por otra parte, y siempre en relación con la historia de construcción, un concepto puede tener un significado en un momento histórico y cambiar en otro. Un ejemplo claro se encuentra en el concepto de revolución, mientras que para la Grecia Clásica y el Medioevo significaba movimiento circular siguiendo particularmente la trayectoria de los astros, a partir del siglo XVIII y más precisamente luego de la Revolución Francesa pasa a dar cuenta de los cambios o alteraciones de los órdenes establecidos, inscribiéndose con una connotación política por excelencia (KOSELLECK,1993).

b.- La polisemia además, depende de los contextos de uso de los términos, ya que no necesariamente expresan lo mismo si se utilizan en un plano coloquial más cercano al sentido común, que en el lenguaje académico y según las disciplinas (también en el interior de los propios repertorios conceptuales cada disciplina puede otorgarle a un mismo concepto significados diferentes). Estas observaciones preliminares tienen como intención “alertar” acerca de los conceptos y fundamentalmente para incorporar la actitud indagativa, esto es la inquietud por la pregunta para poder dar cuenta en forma rigurosa de lo que “decimos” y de allí contar con la capacidad de discernir sobre los discursos tanto teóricos como del sentido común. Con todo, y volviendo a la cuestión de los conceptos centrales que hemos identificado, consideramos que la comprensión de los mismos operará como trama teórica desde la cual será posible la reconstrucción crítica de la historiografía de la intervención social. a - Cuestión Social. La emergencia de la cuestión social: el contexto europeo, latinoamericano y argentino. Las distintas perspectivas teóricas acerca del concepto. La “cuestión social” surge como expresión en Europa, a mediados del s. XIX y mantiene su vigencia hasta entrado el s. XX3, designando las demandas de los trabajadores en el marco de la emergencia de la sociedad industrial de los países de ese continente, concretamente en el momento de consolidación del capitalismo como sistema económico-social. Sin embargo podemos 3

Particularmente a fines de siglo XIX también se usa “cuestión obrera”.

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hablar de una “reaparición” del término cuestión social ante la relevancia que adquiere en el vocabulario de las Ciencias Sociales en la década de 1980 (sociología, historia, ciencia política, trabajo social entre otras). En nuestro país comienza a circular en las primeras décadas del s. XX al calor de las luchas obreras en pos de sus reivindicaciones laborales. De acuerdo a lo expresado este concepto se acuña en Europa en un momento histórico particular como es el cambio, por un lado de los modos de producción y por otro de las concepciones políticas. En efecto, a fines del s. XVIII se produce vía la Revolución Francesa la caída de lo que se denomina como “Antiguo Régimen” que no es otra cosa que las monarquías absolutistas. Esta revolución va a poner las bases del ideario moderno de igualdad, libertad y fraternidad impulsado por una nueva clase social: la burguesía. Pero paralelamente se van provocando transformaciones sustantivas en el plano de la producción económica, en este caso con la aparición de la industria, dando lugar a la mutación del trabajo rural y artesanal típica del momento anterior, produciendo una nueva figura: el “trabajador asalariado”, empleado ahora en la industria. Este proceso abre paso a la conformación de la clase obrera o proletariado. Así, este nuevo modo de producción trastoca todos los planos de la vida rompiendo los mecanismos de integración de las sociedades precapitalistas caracterizados por la sociabilidad primaria que se sostenía en los lazos cercanos (familia y comunidad primordialmente). Estos fuertes cambios dan lugar a una nueva pobreza (el pauperismo) con características diferentes a la pobreza existente

hasta el momento, que se expresa en problemas urbanos como el traslado de población del campo a la ciudad donde se instalan las fábricas, lo cual produce serias dificultades habitacionales, y de salubridad entre otros aspectos. Y en problemas laborales, como salarios escasos, condiciones de trabajo infrahumanas, desocupación, etc. Este escenario pone en crisis la viabilidad de ese nuevo sistema –el capitalismo- fundamentalmente por las demandas que comienzan a expresarse desde los sectores más afectados. Esta “explosión” comienza a ser llamada “cuestión social” o “cuestión obrera”. Distintas perspectivas teórico ideológicas que le otorgan sustento al concepto: Si bien en general esta expresión da cuenta de este paisaje de rupturas y demandas, podemos encontrar que según los posicionamientos teóricos e ideológicos, “cuestión social” dará lugar a designaciones de aspectos diferentes. La perspectiva marxista designa como cuestión social al conflicto fundante de la sociedad capitalista, cual es la contradicción capital– trabajo; la forma de resolverla estará centrada en el cambio de sistema social (el socialismo). Mientras que las perspectivas conservadoras (liberalismo y reformismo social) señalan como cuestión social a las transformaciones sociales producto del proceso de industrialización que cambia las normas sociales por lo que su resolución se concibe como la necesidad de que los individuos asuman nuevas reglas de comportamiento según este nuevo orden social (un proceso de adaptación).

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Por su parte, las perspectivas críticas4 (neomarxismo, teoría de la dependencia) consideran que la cuestión social es producto de las desigualdades en la distribución de la riqueza, el poder y el saber, y la forma de dar respuesta a la misma al igual que en la perspectiva marxista tiene que ver con el cambio de sistema social hacia sociedades más igualitarias y democráticas. Estas diferencias también se encuentran al momento de discutir cuando es posible hablar de cuestión social. En este sentido podemos identificar ciertas diferencias entre el marxismo y las teorías neomarxistas. Mientras que para los seguidores del primero sólo es posible considerar esta noción al interior del sistema capitalista, para las segundas se explica que en toda sociedad donde las relaciones sociales son desiguales se puede hablar de cuestión social. Para Luiz Wanderley (1996) -pensador brasilero contemporáneo-, seguidor de esta segunda perspectiva, en Latinoamérica desde la llegada de españoles y portugueses a estas tierras aparecen manifestaciones de la cuestión social por las asimetrías, desigualdades e injusticias que se cometen de parte de los “conquistadores”, y que se desdobla en la cuestión indígena, negra, de la mujer, en las luchas por la independencia y recién a principios del s. XX como contradicción capital – trabajo. No obstante estas diferencias, existe acuerdo en que es posible hablar de “cuestión social” cuando el conflicto se expresa en la escena pública como demandas políticas. Es justamente por esto último que al tomarse conciencia de la gravedad, tanto desde los

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El marxismo es una teoría crítica, acá estamos distinguiendo al mismo de las revisiones que se fueron realizando tratando de superar el carácter dogmático y estructuralista que adquirió en muchos seguidores.

sectores subalternos, como de los sectores que detentan el poder económico y político, se van buscando respuestas. Dentro de las voces que se alzan durante el s. XIX, aparece la Iglesia (particularmente con la encíclica Rerum Novarum), las organizaciones filantrópicas, los reformadores sociales (presentando leyes que atemperen estos problemas), los movimientos sindicales, etc. Algunos aspectos para considerar una conceptualización de Cuestión Social Podemos decir en primer lugar, que la cuestión social se presenta cuando la cohesión (el “orden social” del que hablábamos) de una sociedad o colectivo humano se encuentra en peligro por las fallas o inexistencia de mecanismos de integración (es decir, el “ordenamiento” dado es insuficiente ante los conflictos suscitados). Toda “cuestión social”, se expresa siempre en conflictos que aparecen como problemas –económicos, políticos, etc.- y se manifiestan generalmente en los sectores subordinados de la sociedad, aquellos que no detentan el poder económico o político, y se transforman efectivamente en cuestión social cuando son percibidos y asumidos por un sector de la sociedad, que intenta, por algún medio, cuestionarlos, hacerlos públicos, transformarlos en demanda política, implicando tensiones y conflictos sociales (WANDERLEY, 1996). En otras palabras, hablar de cuestión social siempre implica reconocer la existencia de una cierta conflictividad que se manifiesta públicamente o que permanece latente, aún no percibida como “peligro” para la integración social por el conjunto de una sociedad.

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Identificamos ciertas conceptualizaciones sobre cuestión social, iniciando con las contribuciones de Robert Castel -sociólogo francés contemporáneo-, que desde una mirada europea expresa que: (la cuestión social se presenta como) "... la aporía fundamental a través de la cual una sociedad experimenta el enigma de su cohesión y trata de conjurar el riesgo de su fractura...", agregando que es "... el desafío que interroga, que pone en tela de juicio la capacidad de una sociedad de existir como conjunto ligado por relaciones de interdependencia..." (1997:20). Es decir, es aquella pregunta ante la cual la sociedad no encuentra respuesta respecto de cómo es posible esa convivencia en sociedad, cómo se ha logrado su cohesión, y ante el riesgo de su ruptura, busca, crea, construye, otros mecanismos, modos y formas, que puedan llegar a restablecer un orden social tal que posibilite sostener la vida en sociedad, y lograr una nueva forma de integración social. Algunas preguntas en relación al tema permitirán comprenderlo en su complejidad. ¿Por qué se da el conflicto?, ¿por qué el orden, a partir de la integración lograda, ya no puede ser sostenido? Algunas respuestas las encontramos en Luiz Wanderley, quien plantea que: "... (la cuestión social) significa... saber quién establece la cohesión y en qué condiciones ella se da en una determinada sociedad..." (1996:2). En otras palabras podemos decir que en toda sociedad existe la tendencia a mantener la integración, esto es, vínculos de interdependencia entre sus miembros que expresen una pertenencia a la misma; la pregunta del autor, "quién establece la cohesión" nos alerta respecto de las diferencias ideológicas, políticas, económicas y culturales que existen en el seno de las sociedades, en particular las sociedades

fuertemente estratificadas donde la participación en los asuntos públicos no es igualitaria, ni tampoco el acceso a los servicios, ni el modo de dar respuesta a las necesidades. Esta situación de partida -la desigualdad- define que las reglas de juego de la cohesión social y sus condiciones, por lo general, son establecidas por los sectores dominantes. Por esa misma razón Wanderley expresa: "... vale señalar que la cohesión puede ser rota y que es posible forzar su fractura para constituir otra sociedad (como sucedió con los movimientos de liberación nacional y de superación del capitalismo en nuestro continente)” (1996:2). Luciano Andrenacci (2000) -politólogo argentino contemporáneo-, en la misma línea de Wanderley aporta que la cuestión social constituye una forma de identificar el conflicto, y así otro autor, Octavio Ianni -sociólogo brasileño fallecido recientemente-, dice que: “... De acuerdo a la época y el lugar, la cuestión social mezcla aspectos raciales, regionales y culturales, junto con los económicos y políticos. Es decir, el tejido de la cuestión social mezcla desigualdades y antagonismos de significación estructural”(En Parra, 1999). Gustavo Parra (1999) -trabajador social contemporáneo-, aporta que la cuestión social, como cuestionadora del funcionamiento del sistema social, genera múltiples estrategias (que constituirían los nuevos mecanismos) para enfrentarla, acallarla, naturalizarla, disminuirla o incorporarla. Hasta aquí hemos revisado conceptualizaciones y consideraciones teóricas acerca de “cuestión social” proveniente de autores que se inscriben en la teoría social crítica (entre ellos algunos provenientes de corrientes marxistas, otros del pensamiento crítico latinoamericano) pero volvemos a resaltar que el mismo concepto

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ha sido comprendido y explicado desde corrientes teóricas centradas en el análisis de los conflictos como “desviaciones” de un orden social de por sí coherente. Son las corrientes provenientes del positivismo y funcionalismo (entre otras) que consideran a las manifestaciones de la cuestión social como problemas sociales producto de la incapacidad de los sujetos por incorporar las normas necesarias para integrarse al sistema. De esta manera el reconocimiento de la existencia de la cuestión social por parte de diferentes sectores sociales, no siempre implicó que se piense que las verdaderas causas de su existencia tengan que ver con un sistema que en la base de su funcionamiento genera las desigualdades e injusticias. Muchos han pensado, y de hecho piensan, que las causas de su existencia radican en problemas de índole individual (haraganería, falta de esfuerzo, indolencia, falta de educación, dificultades psicológicas, etc.) o patologías (enfermedades, anormalidades). Según la visión que se tendrá de las causas que originan la cuestión social, serán las respuestas a la misma, generándose múltiples estrategias para enfrentarla. Ya sea acallándola, mediante medidas represivas, naturalizándola, mediante la convicción de que es parte del orden dado, disminuyéndola, mediante reformas parciales en relación a los problemas emergentes o incorporándolas, realizando modificaciones del orden social vigente. Dichas respuestas provienen de diversos sectores; desde la Iglesia Católica mediante la Encíclica Rerum Novarum; los sectores reformistas (conservadores y liberales), así como el mismo estado vía políticas de protección social ante la presión del movimiento obrero organizado.

Aunque la respuesta hegemónica del s. XIX (momento de surgimiento de la cuestión social europea) provino desde el conservadurismo, sustentado teóricamente en Emile Durkheim5, quien sienta las bases teóricas de la integración de la sociedad. Su obra va contra el liberalismo extremadamente individualista y contra el “colectivismo”. Durkheim plantea que se está en presencia de una nueva sociedad, la sociedad industrial, la cual determina un nuevo modo de relación social — ya no de protecciones cercanas, ni de lazos de tradición ligados por lo que él denominó como la solidaridad mecánica— que requiere de una división del trabajo que dispone posiciones determinadas entre los sujetos, siendo estas relaciones sociales son interdependientes, y que él denominó como solidaridad orgánica. Esta sociedad compleja rompe con las normas existentes hasta el momento, dado que son inadecuadas para el nuevo orden social, pero aclara que aún no se han establecido las nuevas produciéndose lo que él denominó como anomia. Durkheim da por ello especial importancia a la educación, a la socialización de los sujetos como mecanismos necesarios para adaptar a los sujetos a la nueva sociedad. Como consecuencia de este pensamiento el proceso social se divide en diferentes ámbito (división socio-técnica del trabajo), considerando a la sociedad como un sistema conformado por subsistemas: el económico, el político, el cultural, el social. La cuestión social en Latinoamérica y en Argentina Si bien en nuestro país, este concepto comienza a circular por la misma época, coincidimos con Wanderley en que la misma (la 5

Durkheim, Emile, (Francia, 1858-1917). Uno de los fundadores de la sociología moderna, junto a Max Weber y Karl Marx

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cuestión social), como expresión de conflictos, debe buscarse en la historia de nuestra América Latina. El autor dice: "... sustentaré que la cuestión social fundante, que permanece vigente con formas variables en estos 500 años desde el descubrimiento a nuestros días, se centra en las extremas desigualdades e injusticias que reinan en la estructura social de los países latino-americanos, resultantes de los modos de producción y reproducción social, de los modos de desarrollo, que se formaron en cada sociedad nacional y en la región. Ella se funda en los contenidos y formas asimétricas asumidas por las relaciones sociales, en sus múltiples dimensiones económicas, políticas, culturales, religiosas, con acento en la concentración de poder y de riqueza de clases y sectores sociales dominantes y en la pobreza generalizada de otras clases y sectores sociales que constituyen las mayorías poblacionales, cuyos impactos alcanzan todas las dimensiones de la vida social, de lo cotidiano de las determinaciones estructurales. (1996:3). Como conflicto que cuestiona, la América Latina va a vivir la cuestión indígena primeramente, luego la cuestión de la organización nacional, desdoblándose en las temáticas negra, rural, obrera, de la mujer, entre otras, por lo que es necesario entender que la cuestión social en nuestras tierras surge en forma diferenciada a la realidad europea y es probable que comience a asumir las mismas características europeas (como conflicto capitaltrabajo) al momento de la efectivización del proceso de industrialización americano. En Argentina adquiere características particulares en relación con la inmigración masiva en las últimas décadas del s. XIX, centrándose fundamentalmente en lo urbano.

En los últimos tiempos, la cuestión social va adquiriendo nuevas modalidades en relación con los cambios profundos en los procesos productivos, la crisis del modelo de crecimiento económico y de la intervención estatal, y las nuevas formas de exclusión (del trabajo asalariado, en particular, aunque hoy surgen múltiples formas de exclusión).

b - Intervención social. Su construcción conceptual. Orígenes. Las paradojas del concepto. El término intervenir proviene etimológicamente del latín interventio. Es un venir entre, un interponerse en una situación que se considera necesaria de revertir. En lenguaje corriente es sinónimo de mediación, intersección, buenos oficios, ayuda, apoyo, cooperación. Pero también es intromisión, injerencia, intrusión en la que la intención violenta, o cuanto menos, correctiva, se puede convertir en mecanismo regulador, puede asociar la coerción y la represión para el mantenimiento o el restablecimiento de un orden dado (ARDOINO,1987). En otras palabras, estamos en presencia de un término contradictorio, que si bien da cuenta de una acción, en sí mismo lleva la carga de significaciones opuestas: lo autoritario y lo cooperativo. Resaltamos esta paradoja ya que sostenemos que cuando se trata de acciones que involucran a "otros", se juega la cuestión ética. Siempre es necesario reconocer hasta donde las intervenciones participan de una respuesta coherente al problema que se presenta, y como las mismas pueden convertirse en formas autoritarias de definir la vida ajena.

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Realizada esta aclaración a la que volveremos constantemente, podemos decir que la noción de intervención social está asociada fundamentalmente, a las acciones que determinado sector social o institucional desarrolla, con el fin de dar respuestas a problemas sociales, o en todo caso para reparar las fisuras que se generan en el tejido social; de esta manera existe un vínculo directo entre intervención social y cuestión social. Podemos agregar, siguiendo a Sánchez Vidal, que se trata de “…una interferencia intencionada para cambiar una situación social que, desde algún tipo de criterio (necesidad, peligro, riesgo de conflicto o daño inminente, incompatibilidad con los valores y normas tenidos como básicos, etc.) se juzgue como insoportable, por lo que precisa un cambio o corrección en una dirección determinada” (1999). De estas consideraciones se desprende que la intervención social siempre es intencionada, persigue cierto tipo de modificación, y por lo tanto está permeada de valores: ¿cómo y quién define sobre que se debe intervenir?, ¿para qué se interviene?, ¿qué se busca como logro?. De hecho estas preguntas obtienen su respuesta a partir de un análisis crítico de las mismas intervenciones sociales. A esta altura cabe preguntarnos por sus orígenes, por su configuración como práctica específica. Robert Castel (1997) considera que el surgimiento de estas acciones se da cuando las redes de sociabilidad primaria, aquellas que una comunidad establece en forma natural para dar respuesta a situaciones especiales, se resquebrajan, o cuando la sociedad se hace más compleja. Alfredo Carballeda (2000) agrega que las sociedades tradicionales estaban fundadas en un principio de cohesión social que se

insertaba en las propias condiciones de la sociedad lo que hacía que el vínculo social se presentara como algo natural. Cambios profundos en la organización social debilitan los lazos cercanos (familia y vecinos) y las tradiciones de una comunidad que vehiculizaban mecanismos de integración social hacia huérfanos, inválidos, discapacitados, etc., no alcanzan a dar respuestas. Es así como "la sociedad comienza a intervenir sobre ella misma” mediante prácticas e instituciones específicas. La emergencia de la intervención social, que según Robert Castel (1997) denomina lo social asistencial, se sitúa con la aparición de las sociedades con estado. En esa hipótesis identifica aspectos que diferencian una práctica específica: - La construcción de un conjunto de prácticas de función protectora o integrativa, y más tarde preventiva; - Las mismas presentan un bosquejo de especialización (núcleos de una profesionalización futura): se trata de individuos o grupos que tienen un mandato parcial y son identificados como tales (cura, empleado del municipio, etc.); - También se da un esquema de tecnificación mínima. Las personas que se encargan de estas prácticas están obligadas a evaluar las situaciones, seleccionar a quienes merecen el auxilio y construir categorías para guiar su acción. Emilio Tenti Fanfani toma el tema diciendo que: “(en la Argentina) Desde sus orígenes el Estado Moderno instala una serie de instituciones especializadas en intervenir sobre necesidades específicas de los sectores tradicionalmente tipificados como "pobres"... Con el paso del tiempo, y en función de ciertos desarrollos en la base material de la sociedad, la dialéctica clases sociales-Estado, da lugar a la conformación de sistemas

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especializados de prestación de servicios sociales. Así se va consolidando un sistema nacional de enseñanza, luego un sistema de salud, otro de seguridad social, más o menos en este orden cronológico." (1989). No obstante esto, es interesante retomar la investigación de Carballeda (2000) sobre la intervención social en nuestras tierras, recuperando como primeras intervenciones las acciones llevadas a cabo por la Hermandad de la Santa Caridad de nuestro Señor Jesucristo por 1760 y que tuvieron por objeto el entierro de los muertos que por sus condiciones de pobreza no eran sepultados en las iglesias o camposantos, dejados los cuerpos en la vía pública. Incluso, podemos remontarnos más y reconocer como intervención social las prácticas de las congregaciones eclesiásticas, entre ellas la Compañía de Jesús que se instala en el s. XVII, encargadas de la evangelización e instrucción a los guaraníes, como veremos más adelante. A manera de síntesis podemos decir que la intervención social aparece como un mecanismo destinado a restaurar las fisuras de una sociedad, tendiendo a la integración social.

c - Lo social. Diversas perspectivas conceptuales. Lo social como conjunto de prácticas asistenciales. Lo social como totalidad. Este concepto "lo social", como ya consideráramos para otros conceptos no tiene un solo significado, según la perspectiva teórica que tomemos y en el contexto discursivo en que lo utilicemos podemos otorgar distintos contenidos y sentidos al mismo. Al

buscar una referencia en el diccionario, encontramos el término "social" como "relativo a sociedad". Todo aspecto adquiere la particularidad de ser considerado "social", mientras no responda a cuestiones estrictamente biológicas -o que se expresan en relación con la naturaleza- y que surgen de la interrelación entre los seres humanos y de su vida comunitaria Lo social como conjunto de prácticas asistenciales En el campo que nos interesa, el de la intervención social, el concepto de “lo social” es entendido y asimilado al de prácticas asistenciales para dar respuesta a diferentes problemas. Por ello, en la actualidad escuchamos hablar de “las políticas sociales”, de determinados “problemas sociales” y de una disciplina: el Trabajo Social, por ejemplo. Esta construcción de lo social como concepto que enuncia un aspecto de la vida humana, concretamente aquellos problemas que se derivan de la imposibilidad que tienen determinados sectores de la sociedad para resolverlos por sí mismos, aparece en la sociedad moderna como una categoría que se ubica en el espacio intermedio entre la organización política y el sistema económico, como dice Robert Castel "... lo social aparece como espacio intermedio para restaurar o establecer vínculos que no obedecían a una lógica estrictamente económica ni a una jurisdicción estrictamente política" (1997:20). La pregunta que se impone es ¿por qué y cuando aparece este modo de entender lo social?, ¿en oposición a qué otros aspectos?, y las pistas las vamos a encontrar rastreando el proceso histórico de su constitución en las sociedades occidentales. Las sociedades feudales, a partir del s. XIII comienzan a emancipar

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una categoría: lo político que da nacimiento a la institución Estado, es desde aquí que “lo político” va a ser asimilado a Estado. Es a partir de la modernidad (s. XVI) y el surgimiento de la individuación que este concepto se consolida. La configuración de un nuevo sistema –el naciente capitalismo- da origen a otra categoría: lo económico. Lo social se constituye como aquella esfera que emerge, después de la revolución francesa como intersección entre lo económico y lo político, “asociando estos dos registros en la búsqueda de la neutralización del violento contraste que oponía el imaginario político moderno a las realidades de la sociedad civil y mercantil (...) la necesidad de “hacer lo social” surge en el momento en que el ideal republicano se ve enfrentado a la forma democrática en el momento en que ésta es puesta en práctica por primera vez, inmediatamente después de la revolución de 1848 (...) así relacionado con su determinación política, lo social aparece como una invención necesaria para volver gobernable una sociedad habiendo optado por un régimen democrático” (DONZELOT, 1983). Este régimen democrático planteaba entre otros principios el de igualdad para todos y derecho al trabajo, estos ideales en el marco del desarrollo capitalista industrial aparecen cuestionados pues resultan inviables para ser alcanzados por toda la sociedad. La igualdad no se expresa como tal en el sistema capitalista ya que unos son los propietarios de los medios de producción y otros de la fuerza de trabajo lo cual no tiene el mismo valor en el mercado, planteándose ya una desigualdad y el derecho al trabajo no puede ser ejercido por todos por igual. Estas dificultades entre lo que la sociedad moderna prometía y la realidad que se vivía, implicará que se piensen respuestas a este

conflicto, que se expresaba en “problemas sociales” o “cuestiones” del orden burgués como bajos salarios, malas condiciones de trabajo, de habitación, de acceso a servicios de salud y educación. Las respuestas que se generen traerán consigo un reconocimiento, una legitimidad para otorgar asistencia que hasta el momento no estaba planteada. Después de la Revolución Francesa de 1848, para la viabilidad de la sociedad en términos de su organización económica (el capitalismo industrial) y política (la democracia), va a ser necesario atender “estos problemas”, esta cuestión social. De este modo, lo social va a ser entendido como “lo socialasistencial”, o sea, aquellas respuestas que se estructuran para “los agentes y víctimas de la revolución industrial”, dicho de otro modo como iniciamos este tema, se asimila a “las prácticas asistenciales para dar respuesta a diferentes problemas”. Según Robert Castel, “Lo ‘social’ consiste en sistemas de regulación, que no son los del mercado, instituidos para tratar de llenar la brecha... (refiriéndose a este social como) un conjunto de dispositivos montados para promover su integración” (1987:20). De este modo, por primera vez y a través de esta trayectoria histórica, se le dará legitimidad a la intervención social, con esto decimos que adquiere reconocimiento la atención de los problemas sociales, en un largo proceso social que consideramos se inicia en este momento histórico que estamos trabajando. Nuestras representaciones ya cargan, comparten, esta idea de “lo social”, justamente porque decimos que adquiere legitimidad, esto significa que no va a ser cuestionada, a partir de aquí, la necesidad de la intervención social.

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Lo antes dicho, produce por una parte un cambio en los modos en que hasta el momento era vista la intervención en la pobreza, pero a la vez va a encubrir las verdaderas causas de la existencia de la pobreza, los vínculos con lo político y económico en el que surge. Decimos que adquiere legitimidad porque lo social como intervención, como prácticas asistenciales, ya existía. Es Castel quien planteará la preexistencia de “lo social” a esta “intervención de lo Social”, entendido además, como las “múltiples formas institucionalizadas de relaciones no mercantiles con las diferentes categorías de indigentes (prácticas e instituciones de asistencia, pero también en los modos sistemáticos de intervención con ciertas poblaciones: control del vagabundeo, obligación del trabajo, control de la circulación de la mano de obra” (1987:20,21). Esta forma de entender lo social tiene como referencia una división del mundo en esferas: lo político, lo económico y lo social, por ejemplo. Cada uno de ellos tendría una especificidad, fronteras definidas con lógicas también diferenciadas. En todo caso se daría una relación entre ellas. La dinámica histórica hizo que estas esferas no quedaran estancas, dándose una interpenetración de las mismas a partir de la pugna de intereses entre diferentes sectores sociales y las luchas por esos intereses. Esta forma de entender “lo social” tiene vigencia en los debates públicos societales, a partir de allí se produce esta escisión de “lo social” con lo político y económico, que implicará por un lado que lo social se explique a sí mismo y por otro, que cuando se quiera argumentar otra perspectiva halla que estructurar un permanente

esfuerzo de remitirlo a las otras esferas, de comprenderlo en sus vínculos con lo político y económico de donde emerge. Al estructurarse este “hiato”, en el mismo movimiento se condena a lo social a perder sus vínculos con la totalidad de la que emerge, entendido como producto del orden burgués que estructuró el sistema capitalista-industrial, que define las perspectivas desde las cuales se entenderán y buscarán las respuestas a esta cuestión social. Punto de partida que nos expresa la complejidad y contradicción sobre ese “lo social” en el cual surge. Si bien el análisis de numerosos autores respecto de la emergencia de lo social en tanto esfera diferenciada es interesante como forma de entender los modos en que se va configurando la vida de las sociedades, y como, por otra parte, van variando las nociones para nombrar las transformaciones, y los contenidos de sus enunciaciones, consideramos que acotar el concepto de lo social a un aspecto específico tal como expusiéramos más arriba, tiene como riesgo separar en forma estanca a la realidad social. En efecto, parcializar la realidad encubre la indisoluble conexión interna que tiene la vida social como una totalidad. Lo social como totalidad Consideramos necesario plantear una comprensión de lo social, que no lo restrinja a una esfera, a un campo particular. Que no lo restrinja a las prácticas asistenciales para dar respuesta a diversos problemas, en tanto concebimos que lo social es más amplio. Ampliando la mirada, diremos que en el mundo de la vida encontraremos dimensiones que se manifestarán con cierta particularidad, y con lógicas también particulares, pero para un análisis que permita una comprensión profunda, debe tenerse en

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cuenta que otras dimensiones están presentes, quizás en forma secundaria, pero que participan en la manifestación de la particularidad. Entendemos "lo social" como el entramado de discursos y prácticas en el que participan activamente las dimensiones políticas, económicas, ideológicas y culturales, que estructuran el espacio de producción y reproducción de la vida individual y colectiva de los sujetos, en un tiempo y espacio determinado. Lo social se convierte así, en un proceso donde participan como un entretejido, diferentes dimensiones, que si bien se las puede diferenciar, no son estancas. Entre las más preponderantes podemos identificar: - Lo económico (se refiere al modo de producción de bienes y a la división socio técnica del trabajo que se da en una sociedad determinada). - Lo político (da cuenta de la organización social, las formas en que se da la lucha por imponer un tipo de organización social y las relaciones de fuerza en el ejercicio del poder). - Lo ideológico (tiene que ver con el sistema de valores, modelos, discursos y prácticas de los diferentes grupos sociales que justifican o cuestionan las relaciones económicas y sociales establecidas). - Lo cultural (la construcción simbólica que actúa como universo de sentido para los sujetos y grupos sociales, tiene íntima relación con la dimensión ideológica). Lo social, se constituye, entonces en el mundo de lo cotidiano de los sujetos, donde las dimensiones señaladas interjuegan continuamente.

Vale aclarar, que en un momento determinado, una de estas dimensiones puede cobrar relevancia en el análisis y en ese momento subordina a las demás, pero no se pueden separar, siempre las demás dimensiones están presentes. Por otra parte, somos los sujetos que mediante las prácticas y los discursos vamos estructurando a ese "social". Las prácticas constituyen el hacer cotidiano, la creación incesante de los hombres y mujeres, dicho en otras palabras, la actividad. Los discursos se relacionan con el lenguaje que es la esfera que expresa simbólicamente la realidad. Los discursos se constituyen en la vida social como una configuración de sentido que articula lo dicho y lo no dicho: palabras, gestos, movimientos, actos, creando vínculos y designando cosas. Existe una relación profunda entre discursos y prácticas, aunque no siempre "se dice lo que se hace" o "se hace lo que se dice". El discurso es una actividad, pero de un orden diferente: al designar, dar nombre a las cosas, el discurso tematiza la realidad, otorgando visibilidad a ciertos aspectos, y de esta manera se convierte en regulador de la vida ya que contienen pretensión de verdad. Las prácticas afianzan este discurso o rompen con él. Los sujetos, además, por estar inmersos en una época histórica, nos vemos condicionados por esos discursos y prácticas. Con esto queremos decir, que tenemos la capacidad de producir, otorgar significación a nuestras vidas individuales y colectivas, pero también somos producidos por la historia. No podemos escapar a las condiciones sociales, aunque podemos transformarlas. Es de ese modo como vamos construyendo la historia, produciendo y reproduciendo la vida, y es también en este escenario donde se presentan los facilitadores u obstáculos que posibilitan o impiden

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esta reproducción cotidiana. En lo social se expresan las necesidades, sean éstas de orden material o simbólico, y también la forma de darles satisfacción. Llegamos así a identificar, que según como se configure este social, como se estructuren y articulen las diferentes dimensiones (económica, política, ideológica, cultural) desde las prácticas y los discursos, será también el modo en que los sujetos den respuesta a sus necesidades. En diferentes épocas históricas, encontraremos también diferentes modos, espacios y significaciones respecto de la satisfacción de las necesidades. Cuando hablamos de configuración social, entonces, estamos haciendo referencia al aspecto general, a la forma que adquiere una sociedad según la articulación de las dimensiones nombradas, y como vemos, esta configuración va variando temporo-espacialmente.

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