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Unidad 6. Las explicaciones filosófica y científica del ser humano Objetivos Situar la pregunta por el ser humano. Analizar el concepto de «ser humano» desde la filosofía y desde la ciencia. Comprender el impacto que para el hombre supone la teoría de la evolución Comprender en lo que ha devenido el ser humano. Defender el humanismo frente al positivismo en la comprensión de la naturaleza humana. Analizar filosóficamente el concepto de persona
Antes de empezar Todas las culturas se han preguntado acerca de nuestro origen y sobre las características y aspectos que nos constituyen y nos diferencia de los animales. Sus respuestas han sido distintas y, a veces, muy distintas, según la cultura y la época en que se daban. Nuestra cultura occidental, como tantas otras, durante muchos siglos dio una respuesta mítica y/o religiosa, sin embargo, a partir del siglo XIX con el desarrollo de la Biología, teoría de la evolución, Genética, el estudio y comprensión del hombre empieza a contemplarse con otra perspectiva y la pregunta acerca de lo que
sea el hombre y el lugar que ocupa en el cosmos sea mucho más compleja y difícil de contestar. Es verdad que las diversas ciencias nos han dado claves incontestables de lo que somos, pero indudablemente no agotan el carácter problemático, incluso misterioso del ser humano. Ellas nos aportan informaciones valiosísimas, pero parciales. La filosofía, teniendo necesariamente en cuenta estas informaciones, intenta reflexionar y comprender al hombre completo en el que los planos biológicos, psicológicos, sociales, culturales, históricos, etc. constituyen una unidad indisociable en la mayoría de las ocasiones.
Esquema de la Unidad 1. La génesis de la realidad humana 1.1. Las teorías precientíficas 1.1.1.El creacionismo 1.1.2.El fijismo 1.1.3.El lamarkismo 1.2. Las teorías científicas 1.2.1.El darwinismo 1.2.2.El mutacionismo 1.2.3.La teoría sintética o neodarwinismo
2 1.3. El origen del ser humano 1.3.1.La evolución biológica del hombre 1.3.2.La evolución del comportamiento humano 1.3.3.La evolución cultural del hombre 2. El impacto filosófico de la teoría de evolución 3. La concepción filosófica del ser humano 3.1. Concepción racionalista del hombre 3.2. Concepción cristiana del hombree 3.3. Concepción marxista del ser humano 3.4. Concepción de Freud del hombre 3.5. Concepción del hombre en la filosofía de los siglos XX y XXI
Cuestiones iniciales
¿cuáles son las mayores diferencias entre el hombre y el animal? ¿qué aspectos del hombre estudian las ciencias? ¿qué aspectos del hombre no pueden explicar las ciencias? ¿en qué aspectos ha cambiado más el hombre a lo largo de la historia? ¿en qué aspectos ha cambiado menos el hombre a lo largo de la historia? ¿cuáles crees que son las incógnitas sobre el hombre que no se han desvelado aún? ¿crees compatible la teoría creacionista del hombre y la de la evolución?
1. La génesis de la realidad humana 1.1. Las teorías precientíficas 1.1.1. El creacionismo Como ya sabemos, el hombre siempre se ha interrogado sobre su origen y sobre sus capacidades y poderes. En el espacio de nuestra cultura occidental la explicación que se ha sostenido durante siglos ha sido el creacionismo. Según ella, Dios, que es omnipotente y sabio, creó el mundo y a todos sus seres en siete días y, en el último, creó al hombre, Adán, con un trozo de arcilla que modeló y dio vida. Le creó de manera especial y le encomendó el cuidado y dominio del mundo. Después, viendo Dios que no era bueno que Adán viviera solo, lo durmió, le arrancó una costilla y de ella salió la primera mujer, Eva. Después de pecar en el Paraíso Dios los expulsó de él, y con la expulsión apareció el mal y la muerte. A partir de este momento, el compromiso primordial del hombre es vivir de acuerdo con los mandamientos divinos y purgar sus pecados para merecer la vida eterna. Según, pues, la teoría creacionista Dios en un acto libre creó al hombre, y lo creó con las características físicas que nosotros tenemos actualmente, dado que los hombres no han cambiado desde la aparición del primer hombre. Esta concepción religiosa del hombre es la que aparece en la Biblia, libro sagrado
3 para judaísmo y el cristianismo. Según este libro el hombre el mundo habría aparecido hace unos 6000 años.
1.1.2. El fijismo Esta teoría defiende que las especies aparecieron de forma idéntica a como los conocemos nosotros ahora. Según el fijismo no es posible la aparición o desaparición de especies. Aristóteles en la antigüedad, y Linneo y Couvier en el siglo XVIII, son los principales defensores de esta teoría. Linneo escribió una obra, Sistema natural, donde hacía la clasificación más completa de las especies existentes, basándose en la inmutabilidad de ellas. Paradójicamente su clasificación contribuyó a la teoría de la evolución, dado que ponía de manifiesto relaciones de mayor o menor semejanza de las especies, según su mayor o menor proximidad en su sistema clasificatorio.
1.1.3. El lamarkismo Lamarck (1744-1829), publicó un libro, Filosofía zoológica, donde por primera vez se negaba de forma rotunda el creacionismo y el fijismo, inaugurando el evolucionismo. Sus principales ideas eran:
Hay una progresión natural desde los organismos más simples a los más complejos. A lo largo del tiempo se produce cambios paulatinos en los organismos. Estos cambios se producen por el uso o desuso de ciertos órganos, por la necesidad vital de adaptarse al medio ambiente. El uso de los órganos produce el desarrollo y evolución de éstos: “la función crea el órgano”. Los caracteres adquiridos se heredan.
1.2. Las teorías científicas 1.2.1. El darwinismo Charles Darwin ha sido probablemente uno de los genios más perdurables de la historia. Nacido en Inglaterra en 1823 y muerto en 1913, durante años estuvo embarcado en el Beagle navegando alrededor del mundo y observando y anotando miles de datos sobre la vida natural. De vuelta a Inglaterra y con grandes dudas, pues temía la reacción de los sectores más conservadores de la sociedad, publicó El origen de las especies, en 1859. Efectivamente, su obra provocó un gran escándalo en Inglaterra y en Europa, estableciéndose fuertes polémicas entre los que defendían la nueva teoría y los que veían en ella un ataque a los principios y creencias más íntimos. Al final, las polémicas fueron aplacándose y la teoría de la evolución fue siendo aceptada. En este libro estableció que la explicación de la diversidad que se observa en la naturaleza se debe a las modificaciones acumuladas por la evolución a lo largo de las sucesivas generaciones. El cambio continuo es inherente a la vida, debido a la influencia del medio. Las tesis fundamentales de su teoría, y que constituyen el punto de partida para todos los posteriores estudios, son las siguientes:
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Todas las especies tienen un origen común, por lo que toda la variedad de las especies están emparentadas entre sí, a partir una o muy pocas especies primigenias. Todas las especies tienden a reproducirse continuamente, ocasionando escasez de medios para la supervivencia, por lo que surge la lucha por la sobrevivencia, muriendo gran cantidad de seres. En esta lucha por la vida, no todos los animales están igualmente preparados, por lo que sólo los más fuertes y mejor dotados sobreviven y logran reproducirse. Los que sobreviven, los más aptos, lo son porque presentan mutaciones. Generalmente, estas mutaciones no tienen consecuencias para la sobrevivencia, o son perjudiciales. Pero cuando se producen mutaciones favorables para adaptarse al cambio que se ha producido en el medio ambiente, los individuos portadores de esta variación logran sobrevivir. Los supervivientes trasmiten las mutaciones a su descendencia lo que le permite adaptarse mejor. La selección natural no es un proceso consciente, sino que los cambios son resultado del azar.
1.2.2. El mutacionismo En los años en que Darwin investigaba y publicaba sus resultados, un monje agustino austriaco, Gregor Mendel, descubrió las leyes genéticas que regulan la herencia. Lamentablemente, aunque defendió en público sus resultados, pasaron totalmente desapercibidos, y tuvieron que pasar más de 30 años para que fueran reconocidos como un paso fundamental para explicar algunos aspectos de la teoría darwinista aún desconocidos. Las leyes de Mendel venían a explicar las variaciones entre individuos y cómo se producía el proceso aparición de nuevas especies. Entre los científicos que siguieron las investigaciones mendelianas sobresale Hugo de Vries. Éste señalo que en todas las especies se dan dos tipos de variaciones:
Modificaciones provocadas por cambios medioambientales y que no se heredan. Mutaciones que son alteraciones que se producen en los genes de los individuos y que luego se transmiten hereditariamente.
Según Darwin, las variaciones aparecen por fluctuación continua, y el cambio evolutivo se acumula en incrementos infinitesimales y en la dirección favorable, gracias a la selección natural. El mutacionismo, sin embargo, postuló que la evolución procedía en dos pasos:
la ocurrencia azarosa de una mutación su preservación o eliminación por la selección natural. Por tanto, los cambios no eran acumulativos (Darwin), sino bruscos.
1.2.3. Teoría sintética o neodarwinismo La pugna abierta entre defensores de la selección natural darwinista y los mutacionistas se resolvió con la teoría sintética de la evolución, o neodarwinismo.
5 Su iniciador fue Th. Dobzhansky que publicó en 1937 la obra La Genética y el origen de las especies. En ella el autor intenta La teoría nos dice que el proceso evolutivo se produce a través de dos momentos:
el momento en que se produce la variación, la mutación genética, mutación que a través de de la recombinación genética que se produce en el proceso sexual explica la variedad de especies y las infinitas variantes en cada una de ellas.
El momento de la selección natural en la que sobreviven los individuos mejor dotados.
En términos genéricos, sostienen los partidarios de esta teoría, la más aceptada en la actualidad, la herencia es conservadora y solo ocasionalmente se produce una mutación genética que produzca un cambio favorable. Por ello, si solo intervinieran los momentos apuntados la evolución sería extraordinariamente lenta, dándose otros dos momentos igualmente primordiales:
Las migraciones: los animales emigran de unos lugares a otros, al tiempo que con ellos transportan polen y semillas de sus primitivos lugares, lo que provoca una gran diversidad al mezclarse los genes sexuales. En ocasiones por causas aleatorias se produce un cambio en la frecuencia de los alelos de una generación a otra, denominándose este momento deriva genética. Normalmente se da una pérdida de los alelos menos frecuentes y una fijación de los más frecuentes, resultando una disminución en la diversidad genética de la población.
Mutaciones, migraciones y deriva genética se producen por azar y provocando la variedad de individuos. Una vez que se produce la variabilidad entre los individuos, la selección natural determina la sobrevivencia de los individuos más aptos.
1.3. El origen del ser humano 1.3.1. La evolución biológica
Como todas las especies animales, también la humana ha estado sometida a la evolución, procediendo evolutivamente de especies inferiores. Los animales más parecidos al hombre son los póngidos (gibón, orangután, chimpancé y gorila). Los póngidos y los homínidos proceden de antepasados comunes: los antropoides. Las diversas investigaciones han probado que la evolución de la especie humana no se ha producido de forma lineal, sino ramificada, lo que indica que hasta la aparición del homo sapiens aparecieron antes ramas que fueron extinguiéndose a lo largo de cientos de miles de años. Este proceso evolutivo nos muestra que el hombre comparte rasgos con los póngidos. Desde el punto de vista bioquímico y genético no hay grandes diferencias entre ellos: el homo sapiens tiene 23 pares de cromosomas, mientras que los grandes monos antropoides poseen 24 pares. Sin embargo, las diferencias anatómicas son mucho más significativas y debieron de ser favorecidas por la evolución. Las más importantes son:
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Reducción del tamaño de los dientes y de las mandíbulas, lo que aumenta la movilidad de la lengua, fundamental para el desarrollo del lenguaje. Posición bípeda y erguida que amplió la capacidad de observación del hombre. Al vivir en la sabana, éste tenía que buscar sus alimentos y protegerse de los animales y la posibilidad de mantenerse de pie de daba mayores posibilidades. Cambio en la estructura del pie. el dedo gordo de los pies no se opone a los otros, lo que le permite el apoyo de toda la planta, lo que aumentó la capacidad de estar de pie y el desplazamiento. Estructura de la pelvis. Ésta se estrecha, modificándose la columna vertebral en forma de S, que le permite una mayor estabilidad y equilibrio y mantener la cabeza erguida, lo que aumenta el campo de observación. Este estrechamiento de la pelvis es el causante que el parto en las mujeres sea mucho más difícil y doloroso que en los grandes simios. Liberación de las manos, que ya no son necesarias para desplazarse. Esto permite que las manos puedan desempeñar funciones técnicas: fabricar y utilizar herramientas. Aumento y abombamiento del cráneo. El aumento del cráneo provoca una mayor capacidad cerebral, desarrollándose las áreas de la corteza cerebral relacionadas con la capacidad perceptiva espacio/temporal, la agudización de los sentidos y el desarrollo de las áreas cerebrales relacionadas con la percepción manual y el lenguaje. Infancia prolongada. El hombre, a decir de muchos biólogos nace “prematuramente”, lo que determina que su infancia sea mucho más prolongada que en los animales y que esté sometida a un largo proceso de aprendizaje. Desaparición de la época de celo. Ha sido uno de los cambios biológicos más importantes y ha condicionado enteramente su vida social. Las relaciones sexuales no están limitadas a periodos temporales concretos, lo que ha determinado el establecimiento de vínculos afectivos de la larga duración en la pareja.
Estos cambios corrieron paralelos con el desarrollo de la capacidad teórica del cerebro, produciéndose una interinfluencia: los cambios en la capacidad técnicomanual del hombre determinan un mayor desarrollo del cerebro, y este mayor desarrollo cerebral, propicia y favorece la aparición de nuevas capacidades manuales. Esto explica en gran parte la situación del hombre: existen animales, delfín, orca, etc. con una gran complejidad cerebral, pero que no pueden aprovecharla por su estructura anatómica.
1.3.2. La evolución del comportamiento humano Los cambios provocaron una mayor complejidad del comportamiento humano, que hicieron posible el tránsito de la animalidad a la cultura. Estos cambios fueron los que hicieron posible la aparición de la cultura, guardando con ella una estrechísima relación e interinfluencia. Los más importantes son:
Pérdida de especialización. El hombre no tiene ningún órgano especializado especialmente, así, por ejemplo, no tiene colmillos especializados para desgarrar la carne, ni es especialmente rápido para huir. En su lugar, ha desarrollado su capacidad social y cultural, que sustituye estas deficiencias. Tampoco tiene ningún sentido especialmente desarrollado, como sucede en la mayoría de las especies animales, pero,
7 en cambio, no tiene ninguno de sus sentidos infradesarrollados como sí ocurre en el reino animal.
La capacidad de simbolización. Ernst Cassirer (1874-1926), definió al hombre como el “animal simbólico”, dado que es único animal que se comunica mediante símbolos. La creación del lenguaje ha sido probablemente la mayor conquista del hombre. En una especie como la humana en la que la vida social se convierte en algo esencial para la supervivencia, la comunicación simbólica garantiza su éxito evolutivo. Además el lenguaje nos permite construir una imagen del mundo, acumular, compartir y transmitir conocimientos, lo que favorece el fortalecimiento de los lazos sociales.
Conciencia de la propia muerte y ajena.
Vida en la realidad. Nuestra manera de relacionarnos con la realidad en la que vivimos es radicalmente diferente a la del resto de los animales. Para los animales la realidad es sólo un conjunto de estímulos que a los que ha de responder para la sobrevivencia, mientras el hombre es consciente de que aquélla es distinta al hombre, y éste se “tiene que hacer cargo” de ella.
Conciencia del propio cuerpo. Esta conciencia no es sólo de nuestra anatomía, sino también de nuestros estados internos, de nuestras limitaciones y poderes.
Apertura al mundo. El hombre es capaz de entender cosas que están muy alejadas de la situación espaciotemporal en que se encuentra, no está encerrado en su medio como los animales. Esto es lo que explica que se haya definido filosóficamente al hombre como el “animal abierto al mundo” capaz de transformarlo y darle sentido. La vida social se hace más compleja.
Libre albedrío. El hombre es el único animal capaz de decir no a la satisfacción de sus necesidades biológicas.
Inconclusión. El animal humano nace inacabado, su vida no está hecha de antemano, sino que tiene que hacerla a lo largo de su vida y sólo podemos decir que está acabada con el advenimiento de la muerte.
Ensimismamiento. El hombre es el único animal “consciente de sí mismo”.
Capacidad de pensar, imaginar y razonar, lo que nos permite crear cosas, hacer proyectos.
1.3.3. La evolución cultural del hombre Los cambios biológicos y anatómicos que ha ido sufriendo el hombre han corrido parejos de su evolución cultural, dado que la especie humana, desde el principio, no estuvo limitada por un comportamiento rígido e instintivo, lo que le permitió aprender cosas nuevas y transmitirlas a través del lenguaje. Sin esta capacidad no habría sobrevivido y no se habría producido la evolución cultural, clave para comprender el desarrollo humano. Muchos son los comportamientos y factores que favorecieron esta evolución, pero los más importantes fueron:
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La caza, que impulsó y favoreció la aparición de algunas características fundamentales: o o o
Desarrollo de las actividades intelectuales como la capacidad de observación y la inteligencia. Progreso técnico. La caza propició la aparición y desarrollo de instrumentos técnicos. Cooperación social y el lenguaje.
El descubrimiento del fuego. Este hallazgo supuso: o o
A nivel social implicó mayor seguridad y protección de los peligros del medio ambiente y de los animales. A nivel fisiológico el fuego comportó cambios en la alimentación, dado que su uso facilitó la masticación, desaparición de toxinas,… permitiendo al hombre convertirse en omnívoro.
La complejidad del aprendizaje. La importancia del aprendizaje social se va haciendo mayor, a lo que contribuye la gran plasticidad de la naturaleza humana y al largo periodo de aprendizaje, que se prolonga durante un tiempo mucho mayor que el de cualquier animal y constituyendo lo que se ha llamado la “segunda naturaleza humana”.
La aparición, progresiva complejidad y diversificación de la acción social. Las sociedades humanas van incorporando nuevos progresos, suponiendo: o o
o
Desarrollo de conductas cooperativas y de ayuda. Diversificación y distribución de funciones. El desarrollo humano implica que los nuevos hallazgos aumentan el número de actividades al tiempo que una progresiva división de funciones: unos cazan, otros hacen herramientas, otros…, Aparición de los roles sociales.
La aparición y progresivo enriquecimiento del lenguaje. Nunca sabremos cuando empezó a hablar el hombre, pero es indudable que tuvo que suceder en paralelo con el desarrollo del cerebro, liberación de las manos, siendo el paso decisivo para la “humanización” del homo sapiens. El lenguaje no sólo favorecía la comunicación, el aprendizaje, la cooperación, sino que permitía pensar, planificar, imaginar,… El desarrollo del lenguaje fue un proceso muy lento, considerándose que fue hace sólo unos 150.000 años cuando este desarrollo se completó.
El desarrollo cultural tiene tres funciones para el hombre de todos los tiempos:
Suplir las carencias biológicas frente a los animales. Adaptarse al medio ambiente. Transformar el medio ambiente.
Es obvio, por todo lo dicho, que la evolución cultural fue paralela a la natural, constituyendo una unidad que hace imposible, al menos por ahora, qué de lo que somos es producto de la herencia genética o de la cultural. La naturaleza biológica humana es radicalmente inseparable de su “segunda naturaleza”, la cultural, y ésta va adquiriendo un papel cada vez más decisivo conforme se va desarrollando la sociedad humana.
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2. El impacto filosófico de la teoría de la evolución La teoría de la evolución de Darwin desafió algunas de las creencias básicas de su tiempo. Cuatro de ellas eran pilares del cristianismo:
la creencia en un mundo constante el carácter creado de este mundo su diseño por un Creador sabio y benigno la posición única del hombre en la creación.
Todas estas creencias habían sido un pilar básico –durante siglos- del modo de vida y de la cultura occidental; y, aunque algunas de ellas ya habían sido sometidas a crítica, esta crítica se había considerado más como un ejercicio puramente intelectual que como algo que afectase a la realidad profunda de las cosas; la teoría de la evolución, por el contrario, atacaba todos principios fundamentales del mundo occidental y, sobre todo, uno: el carácter privilegiado del hombre dentro de la creación. Es más, al afirmar que todas las especies existentes procedían evolutivamente de un tronco común, se atacaba directamente un dogma fundamental: Dios, según el Génesis, había creado al hombre a su imagen y semejanza. La teoría de la evolución también subrayaba el papel del azar, de la contingencia. Si la selección natural deja triunfar al más apto, la superioridad de éste sólo tiene sentido en relación con un medio, que además puede cambiar. La vida, por tanto, se había desarrollado de forma fortuita, sin intervención de ningún ser superior. El impacto del darwinismo sobre la cultura superior y popular fue enorme. En el campo de las ciencias, el evolucionismo se extendió a múltiples campos, surgiendo un interés inusitado por el conocimiento sobre el origen y evolución de todas las realidades del universo. Estudios científicos sobre nuestro planeta ya habían puesto de manifiesto que el universo y el hombre tenían un origen mucho más remoto del que se había creído durante siglos. Sin embargo, el evolucionismo darwinista, por su impacto y relevancia social, fomentó que esta idea se extendiera y asumiera por la cultura occidental. El interés por la evolución se extendió a todos los campos. En el campo de la filosofía había aparecido la idea de evolución hacía ya décadas en filósofos como Kant y Hegel, que habla de una proceso evolutivo/dialéctico de donde deviene todo lo existente, con cotas cada vez mayores de complejidad. Sin embargo, la teoría de la evolución explicaba este hecho apoyándose en datos y pruebas, lo que le confería mayor autoridad. A partir de aquí, el interés por el proceso evolutivo en los campos de las distintas ciencias aumentó notablemente, tanto en las de la naturaleza (astronomía, geología, etc.), como en el campo de las ciencias sociales como la psicología, sociología,… Es comprensible que la primera reacción de los teólogos y de muchos filósofos y gentes normales fuera de rechazo, por suponer que Darwin atacaba la doctrina de la singularidad del hombre como creación máxima de Dios. En el caso de los círculos protestantes se consideraba que atacaba también la extendida convicción de que la Biblia era una fuente de información sobre el mundo natural.
10 Con el tiempo, los testimonios y pruebas a favor de la teoría de la evolución eran tan apabullantes que se hizo imposible para cualquier hombre razonable, negarla. Aparecieron así algunos filósofos, como el jesuita Teilhard de Chardin (1881-1955), que intenta sintetizar la teoría darwinista con el dogma cristiano, proponiendo una teoría finalista, según la cual, no sólo la vida, sino la materia y el pensamiento, están involucrados en el proceso de la evolución. El sentido de la evolución radica en la tendencia hacia el logro de mayores niveles de complejidad y, simultáneamente, al logro de mayores niveles de conciencia tendiendo 'hacia lo Uno'. Frente a esta teoría, otros autores como el premio Nobel Jacques Monot, mantiene que el azar es el mecanismo explicativo de la evolución. También en el campo filosófico el darwinismo afectó principalmente al punto de vista dominante desde la época de Platón, el esencialismo, que afirmaba que todos los seres, entre ellos el hombre, están compuestos de dos realidades, la materia y la esencia, siendo la primera el cuerpo y la segunda el alma, que es la que explica las características más destacadas de los seres. A partir de Darwin, las múltiples especies sólo son explicadas desde su cuerpo, desde su constitución biológica y genética, lo que también confirma el auge del materialismo, tanto en la ciencia como en la filosofía. Sin embargo, esto no quita complejidad y dificultad a la pregunta filosófica por el hombre lo cual explica que, aún teniendo en cuenta los resultados científicos, sigan existiendo teorías muy disímiles sobre el hombre. Una teoría derivada también del darwinismo y que llegó a tener funestas consecuencias fue el “darwinismo social”. Así el creador de esta corriente, Spencer realiza una biologización de las sociedades humanas e intenta establecer leyes naturales de las que inferir conclusiones morales o principios políticos: los individuos, según él mal adaptados sufren las condiciones de su existencia, mientras que los mejor adaptados se aprovechan de su superioridad. No hacen falta reformas sociales ni intervención del Estado, la selección social actúa por sí sola.
3. La concepción filosófica del ser humano Cuando el hombre ha intentado crear la concepción filosófica del ser humano, no ha dado una respuesta unívoca acerca de lo que el hombre sea, sino que históricamente se han dado múltiples interpretaciones filosóficas. Las más importantes son las que siguen:
3.1. Concepción racionalista El término “racionalismo” posee muchos significados distintos, pero el más común hace referencia a la postura que define al hombre como racional y considera que la razón es su característica esencial, por medio de la cual el hombre puede alcanzar la verdad. Esta concepción se inicia con la filosofía griega y tiene continuidad hasta nuestros días. Según esta concepción los rasgos definitorios del hombre son la razón y el lenguaje. Sólo la razón nos da un conocimiento adecuado del mundo y del hombre. Pensaban también que la palabra sirve al hombre para poner en común las ideas fruto de la razón y poder llegar a conocimientos asumidos colectivamente.
11 El ser humano es el único animal que no se contenta con vivir, sino que quiere transformar la naturaleza para de esta manera ponerla a su servicio. Comparte con los animales la necesidad de satisfacer sus necesidades biológicas, pero gracias a su razón no se encuentra sometido al medio, sino que, de alguna manera, se encuentra relativamente liberado de él. La mayoría de las concepciones racionalistas del ser humano son dualistas, es decir, conciben al hombre compuesto de dos partes totalmente distintas: el cuerpo y el alma, siendo esta última la parte más importante y la que define de manera esencial al hombre. Para los racionalistas, las emociones, sentimientos y las pasiones deben de subordinarse a la razón, debido a que proceden del cuerpo y pueden falsificar la percepción de la realidad y al no ser racionales pueden inducir al hombre a comportarse de manera irracional. Para el racionalismo el ser humano posee una disposición natural a vivir en sociedad, siendo definido como “animal social”, carácter que le viene facilitado por el lenguaje. El hombre, según esta corriente filosófica, es libre y tiene capacidad para tomar decisiones, pues gracias a la razón el hombre puede reflexionar sobre cómo actuar, sopesar las alternativas posibles e imaginar las consecuencias que se puede derivar de su acción. También por medio de la razón el hombre puede juzgar sobre lo bueno y lo malo, sobre lo conveniente o no, y orientar así su vida de la mejor manera. Platón, Aristóteles, Descartes,… aunque con notables diferencias forman parte de esta corriente del pensamiento.
3.2. Concepción cristiana del hombre Esta concepción afirma que el hombre es un ser creado por Dios, dotado de alma racional que lo eleva muy por encima del resto de los animales, también creados por Dios. El hecho de ser creado por Dios supone que:
ha sido creado a imagen y semejanza del Creador. el hombre consta de cuerpo y alma, siendo ésta quien debe de dominar al cuerpo, que es la fuente de pecado. tiene una existencia limitada, según designio divino, siendo Él el que la da y la quita; por ello, para el cristianismo la muerte a manos del hombre, sea la propia o la de los otros, no es lícita. el ser humano es único e irreemplazable, por eso es superior a cualquier otra cosa. la finalidad última del hombre es alcanzar la vida eterna y para ello el hombre debe de sacrificarse y renunciar a los placeres terrenales, guardando los mandamientos dados por Dios. la felicidad verdadera sólo se alcanza después de la muerte, pero para ello debe de morir libre de pecado.
Sólo el hombre está dotado de razón, que nos permite conocer y voluntad, facultades que nos abren la posibilidad de actuar con libertad. Por ellas el hombre puede huir de los impulsos egoístas que lo alejan de la salvación. Esta libertad no es absoluta, sino que se encuentra limitada, dado que no es el hombre quien señala las normas y valores que el hombre debe de perseguir, sino Dios. Para el cristianismo el amor y la caridad son los fundamentos de la sociabilidad y debe de basarse en la fraternidad universal, dado que todos los hombres son hijos de Dios
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3.3. Concepción marxista del hombre La concepción del hombre de Carlos Marx (1818-1883) es claramente monista y materialista. El hombre es un ser natural que se define por sus necesidades materiales y espirituales, pero se distingue del resto de los animales en que es capaz de producir lo que necesita a través de la transformación de la naturaleza. Esta capacidad activa del hombre, la actividad creadora, el trabajo, es lo que distingue al hombre del resto de los animales. El hombre, dice Marx, se distingue de los animales por muchas cosas, pero lo que hace que el hombre sea tal y se distinga de los animales de los que procede es su capacidad para transformar la naturaleza, en “producir sus propios medios de vida”. Por eso, dice Marx, "el Hombre no existe, existen los hombres reales e históricos que han vivido relacionándose a través de distintas formas sociales y económicas a lo largo del tiempo". No hay una naturaleza humana que nos determine a vivir de una determinada manera, sino que el hombre se define a sí mismo al vivir en un momento histórico preciso y por establecer un conjunto de relaciones sociales y económicas. Es sólo en ese contexto real dónde podemos contemplar cómo es cada ser humano concreto más allá de una pretendida esencia intemporal. Para Marx, la naturaleza humana no es fija ni acabada, sino que el hombre es un ser histórico y social, que va cambiando a lo largo de la historia. Ésta viene condicionada por la manera como el hombre produce sus propios medios de vida para satisfacer sus necesidades tanto materiales (comer), como espirituales (oír música). La manera como el hombre produce viene dada por dos factores fundamentales:
el desarrollo de los medios de producción (instrumentos, herramientas, máquinas,…) de las relaciones de producción, es decir de las relaciones sociales que se dan entre los distintos protagonistas de la producción (esclavos/esclavistas, señores feudales/vasallos, empresarios/trabajadores). Son relaciones de dominación entre una clase dominante y otras u otras dominadas.
Estos elementos son los que han determinado la existencia de tres grandes épocas históricas: mundo esclavista, mundo feudad y mundo capitalista. Estas etapas las considera Marx injustas, dado que existe importantes diferencias económicas entre los que producen la riqueza: esclavos, vasallos, trabajadores y los que recogen los beneficios: esclavistas, señores, empresarios. Son las diferencias económicas las que determinan la existencia de la injusticia. El hombre, que ha progresado históricamente gracias a su capacidad fundamental, su capacidad creadora, el trabajo, se empobrece económica y espiritualmente, a causa de que siendo la producción de riqueza un hecho social y colectivo en el que intervienen múltiples agentes (empresarios, diseñadores, gestores, trabajadores,…), sin embargo, son los dueños del capital, los empresarios, los que se benefician especialmente. Por eso, el trabajador vive el trabajo, en vez de cómo algo creativo y enriquecedor, como una carga desagradable, aunque inevitable para poder satisfacer sus necesidades. Para Marx, por tanto, la naturaleza plena del hombre se podrá desarrollar plenamente cuando desaparezca las diferencias económicas, causantes en último término, del resto de las diferencias sociales y culturales. Igualmente, será en la sociedad comunista
13 que propugna Marx cuando los hombres, que han ido conquistando progresivas cotas de libertad, alcancen la libertad auténtica y se hagan definitivamente dueños de su destino.
3.4. Concepción de Freud del hombre Sigmund Freud (1856-1939) ha sido sin duda uno de los hombres que más han influido en la comprensión contemporánea del hombre. Freud es, como Marx, materialista, considerando que es en la sola biología del hombre donde hay que acudir para hallar la constitución del ser humano. Según el creador del psicoanálisis, el psiquismo humano está estructurado en tres estructuras fundamentales:
el ello: engloba las pulsiones primarias de la naturaleza humana; tienen un carácter inconsciente y son fundamentalmente dos: Eros (pulsiones sexuales y de autoconservación) y Thanatos (pulsiones agresivas). Forman también parte del ello los rasgos hereditarios y los deseos reprimidos a lo largo de la vida del hombre, que no desaparecen, sino que permanecen latentes en nuestro inconsciente, aunque conscientemente no los recordemos. Todos estos contenidos del ello, inconscientes, están cargados de una energía físico/psíquica que se encuentra regida por el principio de placer. Además estos contenidos son también irracionales y amorales, pues exigen su realización independientemente de las prohibiciones morales o sociales. El superyó: está constituido por el conjunto de normas, prohibiciones y amenazas morales que el sujeto ha ido adquiriendo desde el nacimiento. El superyó se opone a las pulsiones del ello, y su predominio sobre el ello es la causa de muchas de las enfermedades psíquicas. En una parte importante, el superyó es también inconsciente. El yo: es la instancia que intermedia entre las dos restantes y entre el sujeto y la realidad exterior. Posee un papel regulador y trata de dominar las pulsiones del ello, dominadas por el principio de placer a las exigencias del superyó, guiado por el deber moral. Trata de contentar al ello sin que dicha satisfacción provoque conflictos con la instancia moral. Se rige por el principio de realidad.
La libertad humana, según el planteamiento anterior, es sólo un señuelo, un autoengaño, dado que el hombre está dominado por pulsiones inconsciente apenas queda espacio para la libertad. Es la lucha constante que el hombre establece entre las pulsiones del ello que buscan satisfacción, el deber moral del superyó que niega la satisfacción al ello y el yo que intenta contentar al primero sin entrar en conflicto con el superyó; es por esto, dice Freud, que todos los hombres experimentamos una cierta animadversión por la cultura, pues, por una parte, vemos que es la causante del progreso humano, pero, por otra, este progreso se lleva a cabo, en gran parte, reprimiendo las pulsiones del ello. Consecuencia de todo lo anterior es que la sociedad juega en el hombre un papel represor, dado que es la sociedad a través de sus normas y prohibiciones la que origina al superyó. Las necesidades no pueden satisfacerse sino en sociedad y, por tanto, desde este lado, la sociedad es algo benefactor para el individuo; pero, al mismo tiempo, esta misma sociedad es la que impide al hombre satisfacer sus pulsiones y esto le provoca inevitable conflictos psíquicos que tiene que resolver, pero que, según Freud, nunca pueden resolverse totalmente, manifestándose este conflicto en las creaciones humanas: en las instituciones, guerras, obras artísticas,…
14 La sociedad, la cultura, es la causa de la pérdida de la autenticidad humana, pero esta pérdida fatalmente es absolutamente necesaria para el mantenimiento de la vida humana. El ser humano es pues lo que su sociedad, su cultura, le permite ser; esto es lo que explica que la sociedad no persiga la felicidad de sus miembros, sino la convivencia más o menos armónica entre los hombres que la constituyen.
3.5. Concepción del hombre en la filosofía del siglo XX y XXI Para entender la concepción filosófica del hombre en nuestro presente es necesario tener en cuenta varias cosas:
no existe una sola concepción del hombre. algunas de las concepciones pasadas siguen teniendo vigencia, aunque algunas de sus ideas se considere caducas y hayan perdido actualidad. cualquier concepción filosófica actual del hombre debe de partir de los datos científicos que las distintas ciencias (paleontología, biología, neurología,…) nos han aportado al conocimiento actual del ser humano. El hombre no tiene una naturaleza prefijada y común a la especie que le lleve a la persecución de un mismo proyecto de vida. Por el contrario, es el entorno social y cultural en el que el hombre se desarrolla y vive lo que determina lo que el hombre es, sus sentimientos, formas de vida, proyectos, etc.
Aunque, como hemos dicho, no existe una única concepción del hombre, sin embargo, sí podemos afirmar la existencia de ciertos aspectos comunes a todas ellas. Estas concepciones comparten la idea, como no podía ser de otra forma, que el hombre es el animal último que ha aparecido en la evolución natural, procedente de otros seres inferiores y, por tanto, comparte con el resto de los animales, especialmente los más cercanos a él, los póngidos. Estas concepciones también comparten la idea de que a pesar de estos rasgos comunes, el ser humano posee unas características específicas, capacidad de fabricar herramientas, lenguaje, autoconciencia, etc. que lo convierten en un animal diferente al resto. Esta originalidad está determinada en su mayor parte por la existencia de un cerebro mucho más desarrollado que el resto de los animales. Los conocimientos científicos que se tienen actualmente del cerebro permiten afirmar que todas las conductas humanas por muy diferentes que sean se explican por las especiales características de aquél, de manera que no es necesario apelar al alma, como sucedía hasta hace relativamente poco tiempo, para explicarlas y para afirmar la superioridad de la especie humana. Desaparece, pues, el dualismo antropológico para explicar y comprender lo que es el hombre, asumiendo gran parte de los filósofos una postura monista: es el cuerpo biológico del hombre y, dentro de él, la interacción sináptica de las neuronas cerebrales la que explica la conducta humana y lo que los hombres somos. También muchos filósofos niegan la existencia de instintos en el hombre, aunque algunos afirmar la existencia de uno: el instinto de succión. Los animales regulan en gran parte su vida por medio de los instintos que les permite ajustarse al medio en el que vive de forma prácticamente automática, poseyendo muy poca capacidad de innovar. El hombre, por el contrario, tiene que crear su vida gracias a su desarrollo cerebral, siendo esto la base de su libertad.
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