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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA SEDE SAN ANDRES INSTITUTO DE ESTUDIOS CARIBEÑOS EL CARIBE COLOMBIANO SIN PROYECTO POLÍTICO REGIONAL POR: YUSMIDIA S

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA SEDE SAN ANDRES INSTITUTO DE ESTUDIOS CARIBEÑOS

EL CARIBE COLOMBIANO SIN PROYECTO POLÍTICO REGIONAL

POR: YUSMIDIA SOLANO SUAREZ1

San Andrés, Marzo de 2004

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Magíster en Economía Agraria. Especialista en Teorías, Métodos y Técnicas de Investigación Social. Especialista en Género y Políticas Públicas. Diplomada en Planificación del Desarrollo Regional

Presentación Este ensayo pretende demostrar la vigencia de las regiones y la validez de desarrollar un nuevo proceso de regionalización en el Caribe colombiano, cualitativamente diferente a la experiencia precedente basada en foros de deliberación en el transcurso de casi 20 años. Partimos por definir la globalización por ser esta el signo dominante del cambio de época que cuestiona todos los paradigmas existentes y que considerada como contexto puede ubicarnos en las tendencias que las dinámicas territoriales tendrán. Procedemos de la misma manera con la categoría “región”, que usada abundantemente para remplazar cualquier proporción de territorio, genera confusiones que impiden precisión en los debates. Mostramos sucintamente las corrientes que en materia de desarrollo regional tienen presencia en América Latina, con seguidores y adeptos en Colombia, donde el tema del ordenamiento territorial ha sido motivo de intensos debates, pero cuyos nudos centrales no han sido desatados. A continuación aportamos elementos para valorar si el Caribe colombiano es una región, las características que le permiten serlo y las limitaciones que le impiden desarrollarse plenamente. Reseñamos seguidamente los ciclos del proceso de regionalización, deteniéndonos sobretodo en el político o de los foros, para caracterizar el tipo de regionalismo y la calidad de la regionalización que se impuso, que en todo caso no alcanzó los objetivos que decía proponerse en términos de mayor autonomía. Después constatamos la extensión del conflicto armado interno a toda la región, con la sola excepción del Caribe insular, que ha llevado a la consolidación del paramilitarismo y su imposición como modelo que en los hechos reemplazó las propuestas de integración regional. Intentamos explicar porque pasamos de ser la región con el ethos más pacífico del país a una de las primeras zonas de rehabilitación y consolidación y al territorio donde se inauguró la Red de Informantes. Finalmente presentamos algunas reflexiones sobre las posibilidades futuras de la regionalización en Colombia, a manera de conclusiones.

1. Las Regiones en la Globalización Aproximarse a los enfoques sobre las regiones en el mundo globalizado requiere definir que entendemos por globalización, labor compleja al ser esta una categoría que está siendo usada indistintamente para expresar múltiples fenómenos. La caracterización que asumimos en este ensayo es la de Gandarilla Salgado (2002) quien precisa que este concepto abarca tanto un proceso histórico-objetivo, el contexto o escenario mundial, una ideología, y una dimensión político normativa o prescriptiva . Según este autor podemos considerar que: “La globalización es una sacudida fundamental de la sociedad mundial y tiene numerosas causas y no una sola. Es un proceso sumamente contradictorio … no es un simple conjunto de procesos ni tampoco va en una sola dirección. En algunos casos genera solidaridades y en otros las

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destruye... genera algunas formas nuevas de integración que coexisten con formas nuevas de fragmentación. La fase actual del proceso no es solo extensión de las fases anteriores de la expansión del mundo occidental"

Tomando la globalización como contexto, los enfoques que perviven en América Latina respecto al desarrollo regional son básicamente el enfoque neoclásico o neoliberal, el enfoque de desarrollo regional endógeno y el enfoque de desarrollo regional participativo. El enfoque neoliberal sostiene que es posible marchar hacia una mayor convergencia entre regiones, en la medida que haya una mayor voluntad política y capacidad para ceñirse a unas recetas simples: liberalización económica para restituir el libre juego de las fuerzas del mercado; reforma del estado orientada por principios de subsidiaridad y neutralidad y una amplia apertura externa que permita integrar mercados a escala mundial. En realidad este modelo supone que formular políticas públicas regionales no es necesario porque las medidas redistributivas a nivel territorial no hacen sino frenar el crecimiento del conjunto de Estado, ya que constituirían asignación ineficiente de recursos públicos progresivamente escasos. En cambio el mercado se encarga de derivar beneficios aún para las áreas más atrasadas. Por lo tanto se debe negar toda posibilidad de política regional expresa favorecedora de los territorios deprimidos (Fernández Tabales, 1997:17). La postura que esta por el desarrollo regional endógeno plantea reformas democráticas y reconocimiento de más derechos para la gente, en una concepción que analiza las posibilidades de impulsar un efectivo crecimiento de los territorios menos desarrollados para atenuar las brechas de las desigualdades interregionales y avanzar hacia la convergencia. Según esta concepción, las regiones deben hoy, “más que pasar por una exclusiva movilización de recursos económicos, por una creciente dinamización de los recursos socio - culturales presentes en la región, canalizándolos hacia la generación de un contexto social favorable a los objetivos estratégicos de desarrollo regional” (Fernández Tabales, 1997:19). Manifiesta este autor que dicho contexto dependerá en gran medida de la identidad cultural que impregne las relaciones sociales en el territorio, y hasta qué punto en las mismas predominen valores como la cooperación, el acuerdo como fórmula de resolución de conflictos sociales, el sentimiento de pertenencia colectiva a una comunidad, la cultura empresarial regional, la apreciación de la calidad ambiental o el reconocimiento de la legitimidad alcanzada por los gobernantes. Esta Corriente le da importancia al papel de los territorios en el nuevo modelo de acumulación, lo que ven como una alternativa frente al debilitamiento del Estado- Nación que genera la globalización. La inserción de la Región en los procesos globales es una de sus aspiraciones. Dentro de la amplia gama de autores latinoamericanos que han sido agrupados con esta posición hay matices bastante importantes, destacándose las lideradas por el Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social, ILPES, con Sergio Boisier a la cabeza, que propone la construcción social de la región, pero al mismo tiempo hacerla competitiva, promoviendo una especie de “competitividad concertada” (Boiser, 1993a:46).

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La concepción de desarrollo regional participativo la sustenta a nivel Latinoamericano Carlos de Mattos y propone la regionalización como fundamento y salida democrática, que pueda dar racionalidad tanto al esfuerzo público como a los esfuerzos de la sociedad civil en la persecución de su propio desarrollo, esto es, construyendo con autonomía un proyecto de desarrollo a partir de las condiciones endógenas. Su principal exponente en Colombia es Orlando Fals Borda, quien ha documentado la necesidad de un ordenamiento territorial democrático para todo el país y ha propuesto la regionalización como “la búsqueda de la autonomía administrativa y la adopción de formas de democracia participativa en desarrollo del concepto autárquico de soberanía popular”, lo que parte del “reconocimiento dinámico de la historicidad de los territorios” (Fals Borda, 2000).

2. El Caribe colombiano, una región? La Región como categoría de análisis también es objeto de múltiples interpretaciones. De acuerdo a Maria Teresa Uribe (1990), es una realidad históricamente formada, socialmente construida, colectivamente vivida por sus pobladores y a veces también pensada por sus dirigentes y por sus intelectuales. Pero desde siempre ha existido una cierta noción pragmática de lo que es región, considerándola fundamentalmente una parte del todo territorial que se esté considerando. Así, para las Naciones Unidas el mundo se divide en 5 grandes regiones, compuestas por países que a su vez están formados por regiones que son sus divisiones político administrativas. El concepto región, sin embargo es más apropiado a una escala geográfica subnacional si nos atenemos a su origen etimológico, que denota “propio de lo real”, en el sentido de “poder político” (Boisier, 93b:1) representado en gobiernos y estos existen, hasta hoy, solo a escala nacional, subnacional o local. Las características de este tipo de región, que se ha dado en llamar histórica o pivotal, por sugerencia de Boisier, son distancia, fricción del espacio y contiguidad. Recientemente, sin embargo, han aparecido otras posibilidades de conformar regiones dados los cambios vertiginosos en las comunicaciones y el transporte que conlleva la globalización. Se trataría de las llamadas regiones virtuales, propuestas también por Boisier, que no necesariamente tendrían que ser contiguas, porque son acuerdos contractuales entre dos o más regiones pivotales para alcanzar ciertos objetivos de corto y mediano plazo. Los requisitos para que funcionen son la flexibilidad, la elasticidad y la colapsibilidad (Boisier, 93b:11). Para el caso de Colombia, de acuerdo a la investigación realizada por el Centro Regional de Estudios, Asesoría y Monitoreo, CREAM, se denomina Caribe colombiano o Región Caribe al territorio y a los mares de lo que son hoy ocho (8) departamentos de la nación: Siete se encuentran ubicados geográficamente en una de las cinco (5) regiones naturales del país2, y con excepción del Cesar poseen litoral sobre el mar Caribe, conformando el Caribe continental colombiano y otro más, el octavo, es el departamento - archipiélago de 2

“La Costa Atlántica, (sic) constituye otra de las porciones que conforman el complejo cultural litoral - fluvio minero. Conforma además una de las cinco regiones naturales en que se divide el país, es una llanura ondulada, con vastas extensiones de tierra de pendientes casi nulas, enclavada entre las últimas digitaciones de las tres cordilleras y el mar Caribe, incluyendo en su extensión la gigantesca mole de la Sierra Nevada de Santa Marta. A excepción de ésta no se destacan sistemas montañosos importantes, pues las alturas promedias no sobrepasan los 300 metros y las máximas no superan los 500, en las montañas de María y de Piojó, continuación de las digitaciones de la cordillera central correspondientes a las serranías de San Jerónimo de Abibe y Las Palomas. Alturas similares se hallan en la Guajira, cuya elevación cimera 860 mts, se halla en el cerro de Macuira”. GUTIERREZ DE PINEDA, Virginia. FAMILIA Y CULTURA EN COLOMBIA. Tipologías, funciones y dinámica de la familia. Manifestaciones múltiples a través del mosaico cultural y sus estructuras sociales. Coediciones de Tercer Mundo y Departamento de Sociología Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 1968, pag. 185.

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San Andrés, Providencia y Santa Catalina, que con sus amplios limites marinos y una historia particular, constituye el Caribe Insular (Solano, 2001). Desde el punto de vista de región geográfica e histórica y considerando el concepto en la escala subnacional, el Caribe colombiano es una región, aunque hasta ahora se ha enfatizado como tal al Caribe continental colombiano, olvidando a veces incluir al Caribe insular en la denominación y cuando se tiene en cuenta se obvian las particularidades, perfilándose una tendencia homogenizadora no conveniente ni convincente para las partes (los 8 departamentos). Reconocer las diferencias existentes entre el Caribe continental y el insular colombiano no significa negar la pertinencia de la Región como tal, en cambio si ayuda a precisar de mejor manera los aspectos comunes y la diversidad tanto de los territorios como de la población continental e isleña. Importa entonces establecer la identidad y los intereses comunes de la región. En la conformación de la identidad, las condiciones naturales contribuyen a generarla, pero se debe considerar el proceso de poblamiento y otras dinámicas económicas y culturales más amplias, porque “la identidad cultural implica elementos objetivos (lugar geográfico, lengua, religión, instituciones sociales y políticas, historia común, etc); e incluye también elementos subjetivos, estos últimos definibles como la conciencia de que los elementos objetivos comunes representan lazos especiales que vinculan a los miembros de un grupo” (Benedeti Jimeno, 1993:29). En la costa Caribe, los ritmos de la naturaleza y el crisol del mestizaje forjaron comunidades con una particular forma de ser y de vivir, en donde tienen importancia la realización de lo lúdico, la solidaridad familiar, la actitud abierta y franca de las personas, la inteligencia “sentipensante”, la gran capacidad de ser recursivos frente a la adversidad, la creatividad y el “ethos” no violento de sus habitantes (Fals Borda, 1979). Distinto fue el proceso en el archipiélago de San Andrés, en donde la no existencia de pobladores precolombinos plantea una particularidad esencial en la dinámica del mestizaje: se da básicamente entre bautistas ingleses y negros africanos traídos como esclavos una vez establecida la colonización, pues el componente indígena no estuvo presente en la composición étnica de los habitantes de las Islas de San Andrés y Providencia. (Clemente,1994). Con esas peculiaridades se construyeron historias ricas en estrategias de vida con un tejido social fuerte, que fueron aportadas a la conformación de la República, con cuotas de sacrificio importantes en las luchas de independencia, lo que llevó a la Costa a debilitar sus posibilidades de intervención en el escenario nacional (Munera, 1993), que sumado a diferencias sobre el manejo de la nueva República, desembocó en los primeros intentos de autonomía en el siglo XIX.

3. El Proceso de Regionalización en el Caribe Colombiano Retomando la idea de construcción de Región como proceso, en donde el elemento conciente cuenta para su conformación, la regionalización sería entonces el proceso que permite pasar de región geográfica a región socialmente construida, que incluye una creciente integración de las partes que la conforman, un grado elevado de identidad regional y la aplicación de un proyecto de desarrollo que se asume con características particulares, como resultado de una historia y una cultura específicas.

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En el Caribe continental colombiano, las luchas de sus dirigentes por lograr un mayor manejo político y económico de la región se ha presentado en varios ciclos. El primero, al que hemos denominado Ciclo Federal (Siglo XIX, de 1835 a 1886), va desde cuando Juan José Nieto defiende las ventajas del federalismo para la Costa, pasando por “la guerra de los Supremos”, en la que el General Francisco Carmona declara a 5 provincias del litoral como Estado Federal de la Costa en 1841, hasta cuando Nuñez impone la visión centralista del poder en la Constitución de 1886 (Solano, 2001). El Segundo Ciclo, llamado Ciclo de predominio de lo Económico o de la Liga Costeña, va de 1919 a 1922. Como caracteriza MUNERA(1993:510), esta alianza de 1919 persiguió sobre todo objetivos económicos muy concretos. La Liga mostró las desventajas para la Costa del desarrollo económico que se proponía la nación e introdujo una nueva dimensión a su sentimiento regionalista, la dimensión económica, según BELL (1993:2). En el Tercer Ciclo se impuso lo técnico, por tanto lo nombramos Ciclo de predominio de la Planificación Técnica o del Sistema de Planificación Urbana Regional “SIPUR”. Va de 1974 a 1981, aunque el SIPUR existió hasta 1982, ya en 1981 estaba en franca decadencia. El SIPUR se creó como organismo de presión frente al centro, pero también como sustentación técnica a justas aspiraciones regionales, para lo cual se firmó un Acuerdo de Cooperación Técnica con la OEA (Solano,2001). En este ciclo se integra la entonces Intendencia de San Andrés. El Cuarto Ciclo es el Ciclo de predominio de la Política o de los Foros. De 1981 con el 1º Foro, hasta 1998 con el 7º y último, o podría ser hasta 1999 con la liquidación del Corpes, la máxima obra de los dirigentes de este ciclo, pero ese año fue de una lenta agonía para ese organismo, por lo que no cambia para nada el ciclo si lo cerramos en 1998. En todos los Foros estuvieron presentes delegados de San Andrés, que manifestaron acuerdos básicos con las conclusiones que se refrendaron. La realización del Primer Foro en Marzo de 1981, reflejó una cierta continuidad con lo hecho por el SIPUR (1974- 1982), pero ese foro representó la inauguración de una nueva etapa, sobretodo porque había una generación de relevo que estaba dispuesta a perseverar por el proyecto regional, encabezada por los organizadores del evento. La nueva generación de la élite se planteó justificadamente la necesidad de ponerse al frente del cambio de reglas del juego en las relaciones de la Región con el centro, dejando claro que querían dirigir el desarrollo de esta parte de Colombia, pero al mismo tiempo, mayor integración con el resto del país. En los foros realizados predominó un sentido del espectáculo y los temas no fueron tratados con profundidad. El exceso de ponencias presentadas en todos ellos dan cuenta de la inexistencia de un Proyecto Regional consensuado, la utilización de los Foros como plataforma de lanzamiento de figuraciones políticas para posibles nombramientos en la burocracia nacional, pero también la atomización de las fuerzas al interior del proceso donde cada cual tenía su particular visión y no se propiciaban acuerdos al respecto.

4. El Fracaso del Modelo de Regionalización Elitista El Regionalismo que se ha dado es un Regionalismo Vacilante a partir de que tanto los políticos tradicionales como la tecnocracia regional, no han estado verdaderamente

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dispuestos a impulsar un proyecto regional autónomo. Es un Regionalismo que da para todas las interpretaciones y usos oportunistas. Las vacilaciones, la falta de firmeza, de claridad en el contenido del proyecto regional, y el temor a la participación popular en el proceso, son condiciones que han contribuido a que las posiciones centralistas hayan triunfado, al aplazar indefinidamente el tema de la Región. Es un regionalismo sin proyecto político y económico concertado. El Proceso de Regionalización no ha tenido una estructura institucional, por fuera del control del Departamento Nacional de Planeación (el director del CORPES C. A. era dependiente del DNP), que sirviera para el impulso de la propuesta autonómica y que permitiera un liderazgo permanente no sujeto a las negociaciones burocráticas con el poder central. La Regionalización Elitista fue promovida por y para la autodenominada “dirigencia” y la misma servió básicamente para la integración regional de los gremios (Comité Intergremial Costeño y Consejo Regional de Cámaras de Comercio); de los políticos, que formaron un frente parlamentario costeño para presionar al ejecutivo por cargos y prebendas; para la constitución de una tecnocracia regional alrededor de la capacidad técnica de planeación que promovió el CORPES C.A., aunque también, para ganar conocimientos de la situación de la Región, capacidad crítica y de producción de los académicos y la formación de la Asociación de Universidades de la costa, ASIESCA. Nos encontramos pues, en la decadencia de 20 años de Regionalización Elitista al frente de la cual ha estado un Regionalismo Diletante. Durante este lapso muchos de los que iniciaron el último Ciclo con el I Foro en 1981, han ejercido cargos en las estructuras del poder central y no se ha podido detener la tendencia de rezago social y económico de la Región. Se corrobora que no es suficiente llegar a la burocracia estatal central para lograrlo y que la marginalidad del Caribe colombiano es estructural. Sería materia de otro ensayo demostrar que sus problemas no son únicamente los que produce el centralismo sino también los que produce a su interior el funcionamiento de las estructuras reales de poder. Basta mencionar aquí la concentración en la tenencia de la tierra; la desigualdad en la distribución del ingreso; el manejo clientelista del poder político y la utilización de la violencia para acallar la protesta social.

5. Del Ethos no Violento a Zona de "Rehabilitación y Consolidación" La extensión del conflicto armado interno que se originó en la zona andina del país era previsible, sobretodo por su larga e indefinida duración y por la complicidad de algunos sectores de las elites tradicionales del Caribe continental colombiano con la conformación y consolidación del paramilitarismo. Los terratenientes abrazaron con fervor esta causa, porque mantener la estructura latifundista de tenencia de la tierra era coincidente con los objetivos de contrareforma agraria promovida por los paramilitares y el narcotrafico en el país, y no dudaron en hacer parte de las alianzas "no santas" que en la región, excepto en el archipiélago de San Andrés, promueven la guerra contrainsurgente con grupos por fuera del control del Estado. La particularidad del Caribe continental consiste entonces en que ha sido tomado como modelo para el desarrollo de la estrategia contrainsurgente paramilitar, después de sus progresos en Córdoba y Urabá, buscando imponer un domino total en el territorio, para lo cual se intensifica la disputa por zonas de importancia estratégica como la Sierra Nevada de Santa Marta, las orillas del Río Magdalena, los Montes de María, la Ciénaga

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Grande de Santa Marta, y el Nudo del Paramillo con los frentes guerrilleros de las FARC y ELN. De acuerdo al análisis de Armando Borrero, ex consejero presidencial para la Seguridad, refiriéndose a la importancia estratégica del Sur de Bolívar, "Si las autodefensas logran establecer un pasillo continuo a través de la Serranía de San Lucas habrán conseguido una presencia continua desde el Pacífico hasta la frontera con Venezuela, con lo que lograrían su objetivo de aislar la Costa y, así, evitar el contacto entre los frentes guerrilleros del norte, centro y sur del país". La confrontación por el control de la región continuó después de ser superados los enfrentamientos entre diversas grupos de paramilitares que paralizaron la ciudad de Santa Marta en dos ocasiones en febrero de 2002 y recrudeció contra la población civil entre Agosto y Septiembre cuando se produjeron graves masacres en la Guajira y en los Montes de María, en lo que parece ser el despeje por la fuerza de las zonas rurales mediante el asesinato colectivo de comunidades campesinas y la amenaza a los indígenas, supuestamente "colaboradoras" de alguno de los bandos. Por su parte las acciones del ejército contra la guerrilla han incluido bombardeos a la Sierra Nevada, en los cuales siempre hay víctimas de la población civil. Estos hechos confirman de nuevo la reiterada característica del conflicto: los principales ataques, manifestaciones y consecuencias de las acciones armadas son contra la población civil, lo cual constituye violación del Derecho Internacional Humanitario por parte de los diversos actores armados que actúan sin consideración de ningún tipo y en donde hombres y mujeres desarmados son víctimas de su alevosía, reflejando la degradación completa de esta fase de la guerra. Como consecuencia del conflicto armado interno el fenómeno del desplazamiento forzado también aumenta en la región, situación que intensifica las inequidades existentes, propicia aún más la concentración de la riqueza y conlleva a la negación de todos los derechos adquiridos por l@s ciudadan@s en Colombia. La situación que vive esta población puede considerarse como de ciudadanía restringida, que es una condición en la que se presentan restricciones en la capacidad de exijibilidad de los derechos, aún teniendo el status jurídico. Otra característica de la actual situación es la generalización de la sevicia, atrocidad y crueldad de los métodos utilizados para matar. La dinámica de la guerra genera un círculo vicioso de influencia mutua de las diversas violencias que profundiza la tendencia de resolución violenta de los conflictos entre particulares tanto en las zonas urbanas como rurales, con la circunstancia agravante de que la agresividad se manifiesta cada vez mas como actos atroces, incluso por fuera de las acciones de los combatientes armados. Además de intensificarse las riñas callejeras, la violencia intrafamiliar y los delitos relacionados con la violación de los derechos sexuales y reproductivos, se tornan bárbaras las formas como se cometen, porque, según expertos, la violencia se convierte en un patrón de referencia que hace que a las personas les parezca normal relacionarse violentamente. Las atrocidades, la sevicia y la crueldad aparecen cuando se pierde el temor a la autoridad, no se confía en la justicia y surgen los sentimientos de desesperanza. Causa extrañeza, pero es explicable por las condiciones reseñadas anteriormente, que sea en la Región Caribe en donde surgió la Red de Informantes y que posteriormente el

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gobierno del presidente Alvaro Uribe haya resuelto declarar los Montes de María como "zona de rehabilitación y consolidación" mediante medidas promulgadas en el decreto 2020 expedido en Septiembre de 2002, al amparo de la Conmoción Interior dispuesta en el decreto 1837 del 11 de Agosto de 2002. Pasamos de ser la región con el ethos más pacífico del país a una de las primeras zonas de rehabilitación y consolidación y al territorio con mayor auge de soplones. La preocupación de la ciudadanía por la suspensión de las garantías constitucionales se fundamenta en que la Corte Constitucional ya se había pronunciado en abril del 2002 contra la existencia de lo llamados "teatros de operaciones militares" creados por el ex presidente Andrés Pastrana para combatir las zonas de influencia guerrillera, los cuales fueron anulados a partir del el argumento de que violaban los derechos humanos y sin embargo, las zonas de rehabilitación y consolidación los reviven al reeditar sus principales características. Su nueva imposición habla del cambio del régimen político que se está operando y de la poca capacidad de reacción democrática de la llamada sociedad civil, que en el Caribe colombiano es bastante débil, en todo caso. En este contexto el tema regional perdió vigencia, aún cuando ahora son los departamentos del Sur de Colombia los que impulsan la regionalización y recientemente el Tolima hizo una Asamblea Constituyente para avanzar en ello. La región Caribe colombiana quedó rezagada en esta propuesta sobre la que tenía ventajas geográficas, históricas y culturales. Ahora los retrocesos en materia social campean tanto en el parte continental como en la insular, porque San Andrés, si bien no vive la situación de violencia que genera el conflicto armado interno, tiene graves problemas ambientales y de gobernabilidad, que son estructurales sin contar con el reclamo de Nicaragua sobre su soberanía. Pero la vigencia de la Regionalización reaparecerá en las negociaciones de paz, en donde se debe insistir en un nuevo ordenamiento territorial. Por ahora, se debe procurar una amplia participación popular en eventos que se propongan difundir el tema, la concertación de estrategias e intereses y la construcción de institucionalidad civil autónoma; solo así se podrá llenar de contenidos el proyecto regional, definiendo sus límites y alcances. Una dinámica de esta naturaleza se podría garantizar si se gana una mayor integración y fortalecimiento organizacional de las redes sociales.

6. Conclusiones Empezamos este ensayo considerando el significado de la globalización, para establecer que las tendencias que conlleva no son unidireccionales. Así como puede generar solidaridades las destruye y así como puede promover nuevas integraciones, con la misma fuerza puede causar nuevas fragmentaciones. Por ello no se puede decir la última palabra respecto a si propicia o no la existencia de regiones, consideradas en términos subnacionales. De hecho en América Latina perviven enfoques sobre el desarrollo regional que ya tienen tradición de existencia: el enfoque neoclásico o neoliberal, el enfoque de desarrollo regional endógeno y el enfoque de desarrollo regional participativo. Este último tiene amplia acogida en los movimientos sociales del continente al promover un ordenamiento territorial democrático, pendiente aún hoy en día en nuestros países. Se trata de la participación de la población en la construcción de su propia realización mediante un proyecto de desarrollo que aproveche las condiciones endógenas. En Colombia, Orlando Fals Borda es quien más ha insistido en la regionalización como

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búsqueda de autonomía, democracia participativa y soberanía popular, a partir de la historicidad de los territorios. Sin cerrar el debate pero aceptando la vigencia de las regiones en la globalización, surge la confusión generalizada sobre el concepto porque igual que la globalización es polisémico. Acogemos la definición que las define como realidades construidas socialmente, para lo cual se requiere un proyecto político colectivo. En ese sentido, y a pesar del fracaso del regionalismo elitista en el Caribe colombiano, esta parte de Colombia es una región “históricamente formada, colectivamente vivida por sus pobladores”, a veces pensada por sus intelectuales, pero nunca suficientemente por sus dirigentes, quienes impulsaron un proceso de regionalización en el Caribe colombiano sin involucrar al conjunto de la población y sin un proyecto político consensuado. Las presiones de los dirigentes costeños a la Nación por lograr un mayor manejo político y económico de la región se ha presentado en varios ciclos, en los cuales ha primado un cierto énfasis: el Federal, el Económico, la Planificación Técnica, la Política. Este último empezó en 1981 con el primer Foro y finalizó en 1998 con el séptimo y último, lo que nos permite afirmar que en casi 20 años de regionalización elitista al frente de la cual ha estado un regionalismo diletante, se desperdiciaron oportunidades especiales para lograr la cacareada pero al final no deseada autonomía, al preferir transar con el centralismo cuotas burocráticas y beneficios particulares antes que ser consecuentes con los intereses colectivos de la región. En es por ello que podemos concluir que en el Caribe colombiano se ha dado un proceso de regionalización que básicamente ha permitido el fortalecimiento de la identidad, la búsqueda de mayor integración entre los departamentos y la presión por mayor participación en la toma de decisiones sobre su desarrollo, pero no se ha avanzando en la construcción de un proyecto político regional que defina que tipo de sociedad se quiere y se propone construir. Tal proyecto no ha existido en ninguno de los ciclos de la regionalización ni existe actualmente. Por el contrario, la región ha pasado de ser la del Ethos no Violento a Zona de "Rehabilitación y Consolidación", lo que significa que con la excepción de San Andrés, se consolida en ella el proyecto paramilitar, como modelo contrainsurgente exitoso, con las secuelas de violencia, masacres, desplazamiento, aumento de la pobreza, concentración de la riqueza y desempleo. Como los problemas mencionados son estructurales, se debe aprovechar que el tema del ordenamiento territorial será central en cualquier negociación de paz seria que se logre en los próximos años para retomar el proceso de regionalización, pero esta vez con participación de la población organizada en movimientos sociales y con un proyecto político regional democrático, que se debe empezar a diseñar desde ya. Contribuir con esa posibilidad debería ser un propósito del Instituto de Estudios Caribeños de la Universidad Nacional si de verdad busca que el Caribe colombiano sea parte fundamental de la Nación.

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