De Egipto a Canaán Estudio para jóvenes y adolescentes
Por Keila de Macip
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De Egipto a Canaán Lección 1: Ciudadano del mundo ¡Bienvenido al viaje de la vida! Mi nombre es Moisés, tu guía y compañero en esta travesía que iniciaremos el día de hoy. Nuestra aventura comienza en la potencia mundial de hace más de cuatro mil años. Supongo que conoces algo de Egipto. ¿Has escuchado de las pirámides de Keops, el tesoro del faraón Tutankamón, las momias o el río Nilo? Por cierto, para hacer nuestro recorrido más interesante, a veces te haré algunas preguntas, ya que dos cabezas piensan mejor que una. Anota las respuestas en un cuaderno. Como te decía, Egipto resalta en las páginas de la historia como la primera civilización. Lo opuesto a civilizar es permanecer en un estado salvaje. Los egipcios contaban con un lenguaje, símbolo de cultura; y sus tradiciones los colocaron en un sitio privilegiado a diferencia de los otros bárbaros. Remóntate a aquellas épocas. Ahora imagina las pirámides levantándose en el desierto, deléitate en las pinturas plasmadas en los palacios, escucha las recitaciones del Libro de los Muertos, observa las clases sociales. Sí, Egipto logró muchas cosas antes desconocidas. Sin embargo, como en todo país a la delantera, no lo consiguieron solos. La fuerza de trabajo formó su mayor tesoro, y éste era compuesto por los hebreos. Detengámonos un instante. ¿Serías tan amable de sacar tu Biblia y leer Éxodo 1:1-22 y el 2:23-25?
¿Te agradaría pertenecer a este honorable pueblo? Imagina, no eres parte de los nobles, ¡sino de los esclavos! En un aspecto espiritual, digamos que tu pasaporte marca como país residente: el mundo. Aunque no quieras, te riges bajo sus
leyes, participas de sus costumbres y no eres libre. ¿No me crees? Busca Juan 8:31-35. ¿De quién eres esclavo? No eres autónomo para hacer lo que quieras, pues te conduces según el regimen de la sociedad. Revisa Gálatas 4:3. Aquello que llamas “hogar”, no es mas que una prisión. Presta atención: Si encierras un águila, dices que está cautiva. Si la sueltas y zurca los cielos estableciendo su nido en lo alto de una montaña, piensas que la has rescatado. ¿Por qué? Porque fue creada para volar, no para vivir entre barrotes. ¿Sabes para qué fuiste creado? Lee Isaías 43:7. ¿Y bien? Si estás dominado por el faraón de este mundo, él jamás permitirá que cumplas tu misión. ¿Quién es este monarca? Lee Hebreos 2:14. ¿Clamas y gimes como mi pueblo deseando ser libre? ¿Alguna vez has estado a punto de rendirte pensando que la vida no tiene sentido? Entonces compartes la angustia de los esclavos israelitas. Pero ¡Dios oyó su gemido y se acordó de su pacto con Abraham! ¿Sabes una cosa? Ese pacto nos beneficia a ti y a mí. El Señor le dijo a Abraham que en él serían benditas todas las familias de la tierra y lo cumplió a través de Cristo. Dios te ha mirado, te ha reconocido y te ofrece la solución para cambiar de ciudadanía. Es más, él promete hacerte hijo, no esclavo (Juan 8:35). La verdad te hará libre, y la verdad es Jesucristo. Escucha lo que te dice en Mateo 11:28. ¿Estás cansado de los maltratos y de las cargas? Renuncia a tu presente nacionalidad y únete a los muchos que ahora hacen propias las palabras de Efesios 2:1-3. ¡Ven! ¡Vamos a Canaán!
De Egipto a Canaán Lección 2: Tu boleto para el viaje Pasaporte, boleto, impuestos, debes cubrir muchas cosas antes de iniciar un recorrido. En ciertos países te piden visa, en otros no. Es recomendable llevar tu tarjeta de crédito o cheques de viajero para pagar en dólares. Tantos requisitos a veces resultan gravosos, pero indispensables. Para este viaje también solicitamos una condición. Como verás, no es gratis esta excursión, pero lo que tienes que hacer sí es gratuito. Antes de proseguir, dale una leída a
Éxodo 12 para que identifiques la cláusula que los hebreos precisábamos para no morir en aquella noche de la última plaga. Notemos algunos rasgos importantes de la pascua. Dios ya había profetizado lo que ocurriría en Egipto. Se lo dijo al propio Abraham en Génesis 15:13-14. Para el Señor no existen las sorpresas, todo estaba predicho, incluso la forma en que saldrían. Pero los israelitas, como solemos todos hacer, olvidamos sus promesas y el pacto. Dios tenía una misión para Israel: la de ser luz a los gentiles y mostrar al verdadero Dios. Israel sería testigo de la obra redentora del Señor a las naciones y a sus descendientes. Para esto, Dios nos preparó. El éxodo sería la forma de mostrar su poder, su salvación y su carácter. Por lo mismo, la pascua resultó vital para reestablecer el pacto y dejar un festejo para el futuro. Tu boleto para este viaje tiene mucho que ver con la pascua. Por ejemplo, ellos debían elegir un cordero sin mancha. ¿Quién es el Cordero que murió para que nosotros podamos emprender esta aventura? Lee Juan 1:29.
La sangre fue la señal para que el ángel destructor pasara de largo. ¿Qué dice Hebreos 9:22? ¿Y 1 Juan 1:7? Notarás que al cumplir con las instrucciones de Dios, los israelitas no morimos. Si tú cumples con el ingrediente de “creer en Cristo”, no morirás eternamente. Revisa estas citas para confirmar quién es nuestra pascua: 1 Corintios 5:7; Efesios 1:7; 1 Pedro 1:18-19. Durante el viaje, es fácil olvidar cómo obtuvimos el pasaje. Es más, en ocasiones lo menospreciaremos, queriendo dar marcha atrás, lo cual es muy peligroso, porque no fue nuestra sangre la que pagó el precio, sino la del Señor, el Creador de todo, el único que se preocupa por nosotros. Como el Señor sabe lo distraídos e ingratos que solemos ser, instituyó celebraciones. Para los israelitas quedó la pascua, en la que constantemente recreábamos la experiencia del éxodo y que permitía una oportunidad de enseñar a los niños acerca de la fe. Hoy, ¿qué te ha dado? Búscalo en 1 Corintios 11:23-26. Si crees en el Señor Jesús como tu Salvador, tienes el boleto en mano. Empaca tus maletas y recuerda lo esencial que será detenernos cada semana para recordar a Cristo, nuestra pascua; de otro modo, corremos el riesgo de olvidarlo. Acude a la cita sin vacilar. Prepárate para la ocasión, pues debo advertirte que esta celebración será el momento para tomar aire y renovar energías; será el día más sagrado de nuestro peregrinaje en que veremos las cosas en la perspecitva correcta. Asiste y participa; no menosprecies la sangre de Cristo. Además, puede ser una oportunidad para que instruyas a otros sobre nuestro viaje cuando pregunten: ¿Qué es este rito?
De Egipto a Canaán Lección 3: Peregrino de corazón débil ¿Nunca te ha ocurrido que compras un aparato y no resulta ser lo que esperas, pero entonces el vendedor te indica las cláusulas, lo que dicen las letras chiquitas, y te das cuenta de que allí estaba todo fríamente calculado? Lo mismo sucedió en el viaje del pasado. Lo mismo pasa en el presente. En ningún lugar vemos mencionado que el peregrinaje sería carente de peligros o problemas. Tampoco se estipuló la duración del trayecto. Imagínate que lo que pudieron ser unos meses para nosotros los israelitas se convirtieron en años. El punto es que al primer conflicto, mi pueblo ya se quería regresar a Egipto, sí, incluso a costa de la esclavitud. ¡Quién los comprende! Pues tú y yo deberíamos, porque puede que nos ocurra lo mismo. Abre tu Biblia y analiza Éxodo 14. ¡No sigas hasta leerlo todo! ¿Tienes un corazón débil como los
hebreos que se rindieron fácilmente? Analicemos lo acontecido para así evitarlo. Los hebreos tuvieron miedo de Faraón. ¿Y cómo no si venía armado con seiscientos carros escogidos? Dime una cosa, ¿tienes miedo de Satanás? ¿Crees que su ejército puede vencerte sobre todo cuando lo único que observas a tu alrededor es desierto? En 1 Pedro 5:8 se nos dice que el diablo anda buscando a quién devorar. Pero debemos resistir firmes en la fe. ¡Dios está dispuesto a abrir un mar entero para salvarnos! Tal vez debamos hacer una pausa para reflexionar en los versículos 4, 17 y 18 de Éxodo. ¿Cuál era el propósito de Dios al permitir que Faraón los persiguiera? Exacto, ¡glorificarse! Si consideras que cada dificultad en tu vida tiene el fin de darle la gloria al Señor, no te morderías las uñas con tanta preocupación. ¿O sí?
Acepto que es difícil, como lo fue para mis compatriotas, pues no sólo temían a Faraón sino que dudaron de la salvación del Señor. ¿Para qué tantas plagas milagrosas si podían morir en segundos? ¿Tú dudas del Señor? ¿Te has preguntado si vale la pena “sufrir” por él o “sacrificarte” por el evangelio? Perdona si uso comillas, pero es que a veces nuestras definiciones de sacrificio son patéticas. ¿Realmente padeces por Cristo levantándote temprano los domingos o renunciando a los malos hábitos? Mi convicción es que Dios no te ha traído hasta aquí para que de pronto un Faraón te aplaste, ni ha rescatado tu alma por el precio de la sangre de su Hijo, para contemplar cómo te ahogas en el mar. ¡No! Él tiene un propósito para tu vida, y ese es moldearte a la imagen de Cristo. ¿Entonces para qué el mar Rojo? Para que veas la salvación de Dios, algo que “nunca más para siempre verás”. No todos los seres humanos contaremos con un testimonio como el tuyo. Pocos son los que han experimentado la mano poderosa de Dios en sus vidas haciendo de lo imposible algo posible. Ahora que, si no te interesa parecerte a Jesús o ser testigo del poder del Señor, date la vuelta y ríndete ante el Faraón. Pero si por otro lado, quieres triunfar, obedece la misma instrucción que Dios dio a los israelitas: “Dí a los hijos de Israel que marchen”. Lo mismo te dice hoy. Deja a un lado tus dudas y no malinterpretes la fe. Si no ves la salida pues enfrente está el mar, atrás el ejército y a los costados el desierto, Dios abrirá una senda: ¡el mismo mar! Tú sólo ponte en marcha. No te cruces de brazos para ver qué pasa. Sigue caminando en este viaje que has iniciado. Y como dice Santiago: Resiste al diablo y huirá de ti. ¡Ánimo!
De Egipto a Canaán Lección 4: La garantía del viaje En la actualidad te recomiendan comprar un seguro de viaje antes de salir. Es más, te sugieren dejar tus asuntos arreglados, pues uno nunca sabe si el avión en el que vas se desplomará o si el barco se hundirá como el Titanic. Supongo que muchas historias comenzaron con: “Un día salió de su casa rumbo a unas felices vacaciones y. . . nunca regresó”. En nuestra particular travesía no estamos exentos de peligros, ni de la misma muerte, ¿y qué garantía tenemos de estar libres de Egipto y de que la tierra prometida será nuestra? Para esto debemos remontarnos a mis amigos hebreos. La última vez los dejamos del otro lado del mar Rojo, observando cómo morían los soldados egipcios. Seguramente ellos se preguntaron si esa sería la última ocasión en que faraón se acercaría o si continuaría persiguiéndolos. Pero la seguridad de su trayecto se fundaba en el pacto de Abraham con Dios. Las palabras de Dios confimaban este acuerdo: “A tu descendencia daré esta tierra” (Génesis 15:18). Los hechos de Dios también corrobaraban sus promesas. ¿No tuvo Sara un hijo siendo de edad avanzada? ¿No cuidó de Isaac? ¿No los salvó de la hambruna en Canaán al colocar a José en Egipto? ¿No mostró su poder a través de diez plagas? Y finalmente, el carácter de Dios resultaba el mejor depósito: “Yo soy el que soy” (Éxodo 3:14). Lee Hebreos 2:14-16. Puedes notar que Dios cuidó a la descendencia de Abraham, y lo mismo hará con nosotros pues no sólo nos ha librado de la servidumbre, sino que ha prometido ayudarnos. ¿Dónde dice? Corre por tu concordancia y anota cinco promesas del Señor en el Nuevo Testamento. Algunos ejemplos: Jesús no nos dejará, nos da vida eterna.
Es emocionante saber que el éxito de nuestra misión está en manos del Señor. Él se encargará de los resultados. A nosotros sólo nos pide avanzar, es decir, obedecer. Ahora analiza los hechos del Señor en tu vida. Hasta este día, ¿puedes pensar en tres cosas maravillosas que ha hecho Dios por ti? Algunos ejemplos: te ha dado una familia, te ha dado salud, te ha dado la oportunidad de estudiar. Jamás dudes del Señor, pues no sólo sus palabras y sus hechos respaldan su protección, sino su propio carácter. Busca tres atributos con sus respectivas citas que muestren la confianza que tienes en que el Señor no te fallará. Algunos ejemplos: Dios es poderoso, es verdad, es fiel, es perfecto, está en todo lugar. No necesitas pagar cada mes un seguro de vida, ya lo obtuviste al aceptar a Cristo como tu Salvador. Ahora, lee Éxodo 15, en donde aparece mi canto de victoria. Encuentra frases que reflejen la fe que mi hermana y yo encontramos en las palabras, los hechos y el carácter de nuestro Dios. Estamos listos para reanudar la marcha. Pero antes: Aunque tienes asegurada la vida
eterna, puede que en el trayecto pierdas el rumbo, te desanimes o te topes con dificultades. Así que utiliza tu mapa constantemente para hallar la ruta. Echa mano del manual de viajeros que te mostrará cómo conducirte para no perder el ánimo. Usa tu espada cuando el peligro aceche. Revisa las instrucciones para salir de aprietos cuando no sepas para dónde ir. Es decir, ¡lee la Biblia y aprende de la experiencia de otros!
De Egipto a Canaán Lección 5: Peregrino y testigo Sueles toparte con personas en el camino. A algunas sólo las analizas mientras aguardas tu vuelo, otras te desagradan en primera instancia por su apariencia, unas más te incluyen en su conversación. Estas son las que hoy nos interesan. Generalmente las preguntas que surgen entre dos viajeros o entre un turista y un nacional son: ¿De dónde vienes? ¿A dónde vas? ¿Por cuánto tiempo? Cuando alguien escucha del peculiar trayecto en el que tú y yo participamos, muchos fruncen las cejas, o se encogen de hombros, finalmente hasta se burlan. ¿Por qué? Entre otras cosas nuestro destino es desconocido para la mayoría. El País de la Lujuria o el Valle de la Diversión son los más cotizados en las agencias turísticas.Por otro lado, nuestro peculiar estilo de viajar les llama la atención e infla su compasión pues preferimos andar a pie en vez de utilizar carretas o atajos. El éxodo de nosotros los hebreos también recorrió el mundo de ese entonces hasta llegar a Madián, el territorio al noroeste del desierto de Arabia. Cuando las noticias de nuestra marcha arribaron a Jetro, mi suegro, éste salió a mi encuentro. Lee Éxodo 18 hasta el verso 12.
Aclaremos que Jetro no era israelita, sino un gentil. Pero Dios no hace distinción. Es cierto que eligió a Israel para anunciar su nombre, pero ¿a quién debían hacerlo? A los gentiles para que éstos buscaran al verdadero Dios y le sirvieran. Yo conocía de primera mano al Dios de Abraham quien me escogió para mostrar su gloria. Así que mi primera acción al encontrarme con mi suegro consistió en contarle todas las cosas que Jehová había
hecho a Faraón y a los egipcios por amor de Israel, y todo el trabajo que habíamos pasado en el camino, y cómo nos había librado. ¿Cuál fue el resultado? Jetro se alegró, bendijo al Señor y reconoció su supremacía. Para terminar, tomó holocaustos para Dios. ¿Cuál es tu reacción cuando te tropiezas con algún conocido de Egipto o con un extraño que indaga por tu peregrinaje? Tal vez mientes al respecto o evitas ofrecer muchos detalles sobre tus experiencias. Quizás escuchas al otro con atención envidiando los lugares que él ha visitado como los Casinos de la Perdición, la playa del Libertinaje y la ciudad de los Gastos Desenfrenados. El ejemplo de Jetro nos muestra la única alternativa: narrar a otro lo que Dios ha hecho por nosotros. ¿Les platicas de cómo el Señor Jesucristo te libró de la esclavitud? ¿Con qué pasión hablas del amor que ha mostrado por la humanidad? ¿Incluyes las dificultades que has atravesado y cómo el Señor te ha ayudado? Nota que mi discurso no se basó en citas famosas o en un tratado de teología. Sólo necesité mi propia experiencia, y tú cuentas con una. Pablo relataba su conversión, no la de Pedro; Pedro se concretó a lo que él vivió en carne y hueso, no en lo que otros le contaron de Jesús. ¿Cómo es tu testimonio? “Es que no es aparatoso, es decir, no andaba en drogas ni tuve una visión. Tampoco cambié de la noche a la mañana”. Ni yo lo hice, pues me tardé cuarenta años en aceptar que la salvación de mi pueblo vendría por mi mano. La instrucción de tu Salvador es la misma que para el hombre endemoniado: “Cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo”. Él quiere peregrinos que sean testigos, así que: ¡Cuidado cuando se acerca un forastero! ¿Estás listo para hablar?
De Egipto a Canaán Lección 6: Peregrino de corazón frío Si pudiéramos, todos querríamos desplazarnos en primera clase. En el autobús, preferiríamos contar con un refrigerio, una tele decente para ver una buena película y una hermosa azafata atendiendo nuestros caprichos. Sin embargo, de no contar con esta fortuna, preferimos quejarnos suponiendo que todos los demás viajan más cómodos. Se dice que Dios tardó poco en sacarnos de Egipto, pero le llevó cuarenta años sacar a Egipto de nuestros corazones. A cada rato recordábamos la tierra junto al Nilo con añoranza, deseando volver a la esclavitud con tal de probar pepinos. ¿Suena ilógico? Lee con atención Números 11.
Notemos algunos datos interesantes. ¿Quiénes iniciaron las inconformidades según el verso 4? A veces menospreciamos las advertencias del Señor cuando insiste que no nos unamos en yugo desigual con los incrédulos y esto incluye negocios, noviazgo, pero también el viaje. Una de sus razones es evitar este tipo de influencias. También leemos que tuve una charla con el Señor en la que lamenté mi posición como líder. Hasta pedí la muerte. ¿Crees que fueron válidos mis argumentos? Analiza la respuesta del Señor. ¿Me regañó, me castigó, me perdonó o simplemente me dejó desahogarme? Otro incidente ocurre con Josué en los versículos 28 y 29. ¿Qué lección aprendes de esta conversación? La carne que tanto ansiaban mis compatriotas terminó matándolos. Se hartaron de codornices, una plaga los atacó, los codiciosos quedaron sepultados en Kibrot-hataava.
¿Y eso qué tiene que ver contigo? Presta atención a 1 Corintios 10:6 al 12. ¿Qué opinas? Estas cosas sucedieron como ejemplo para que si te sientes tentado a codiciar o a comparar tu presente con aquello que poseías en Egipto, lo pienses dos veces. ¿Qué extrañas del viejo mundo? ¿Echas de menos las fiestas, los negocios chuecos que permitían un mejor estilo de vida o las prácticas que te hacían sentir parte del grupo? Dice Proverbios 1:19 que la codicia quita la vida de sus poseedores, y literalmente se cumplió en mi pueblo. ¿Estás dispuesto a imitarlos? Ahora, analicemos la causa de estos sentimientos. En pocas palabras, el corazón de los israelitas codiciosos estaba frío. Habían perdido la emoción de luchar por la Tierra Prometida y por eso volteaban atrás. Tal vez pones tu vista en las riquezas pues has olvidado lo que te espera en Canaán. Si el futuro no te entusiasma, si el fin del trayecto no te conmueve, entonces tu corazón ha comenzado a helarse. ¡Cuidado! Este es el primer paso para un triste final que veremos en la próxima lección. ¿Cómo evitarlo? En primer lugar, acepta que te has alejado del calor del Señor. Una de las advertencias en Corintios es mirar que no caigas. Quizá creas estar firme, pero no por eso estás exento de fallar. La codicia es sutil; se introduce en tu vida sigilosamente, no de golpe, produciendo pequeñas punzadas de envidia o de descontento que van anidando en tu corazón hasta dar a luz un monstruo llamado codicia, idolatría, fornicación y murmuración. ¿Y cuál es el castigo a esto? Muchos hebreos hallaron la muerte. Acepta tu condición y pide al Señor que purifique tu corazón. Acércate al fuego de su Palabra para derretir el hielo. Mañana, puede ser demasiado tarde.
De Egipto a Canaán Lección 7: Peregrino de corazón endurecido Cuando se te entumen las manos del frío terminas sin sensaciones. Incluso alguien puede golpearte o acercar una vela, y tú no sientes nada. Ese es el principal peligro del frío, y mi pueblo es el mejor ejemplo en Números 14:26-33.
Te recomiendo que leas el contexto: cuando el Señor envía 12 espías a Canaán y estos regresan con noticias. El pueblo mostró incredulidad. ¿Cómo podrían vencer a unos gigantes? Luego, a pesar de que aún estaba reciente su aventura con las codornices, se quejaron contra mi hermano y contra mí. Se rebelaron al punto que querían designar un capitán para volver a Egipto. Imagínate que al tener un examen, lo reprobaron. ¡Todos los mayores de veinte años fallecieron en el desierto! Anduvieron pastoreando cuarenta años hasta ser consumidos. El corazón frío llevó a un endurecimiento. Arribaron al punto de tentar y probar al Señor. Analiza Hebreos 3:7-19. Si oyes hoy su voz, no endurezcas tu corazón. Mira que no haya en ti corazón malo de incredulidad para apartarte de Dios. Fíjate que el pecado engaña al punto que endurecerte. ¿Te ha ocurrido? Tal vez durante esta travesía te has quejado por lo que tienes o lo que no tienes, tal vez has murmurado contra otros viajeros que parecen ir más cómodos o toman atajos que te producen envidia. El pecado de la inconformidad y de la incredulidad (¿realmente existirá Canaán?), enfrían tu ánimo, luego endurecen tu corazón al punto de que ya no te incomoda el remordimiento; has cerrado tus oídos a la voz de tu conciencia. Probablemente has experimentado esta crisis de fe, lo peor es
cuando te juntas con otros que padecen el mismo mal y se contagian unos a otros. Por ejemplo, supongamos que has dejado de asistir por tres o cuatro fines de semana consecutivos a las reuniones. Cuando por fin te dignas aparecer, no te emocionan los himnos, te pones de mal humor porque “tu mejor amigo(a)” te cambió por otro, perdiste el hilo de los estudios, no sabes ni de qué están hablando, y oran por cosas de las que ni enterado estás. Todo esto produce una apatía que solidifica tus defensas de modo que la Palabra de Dios encuentra resistencia. ¿Comprendes el riesgo al que estás expuesto? Obviamente te convences de que tu vida está bien y no necesitas a tus hermanos, o que “no pasa nada” faltando de vez en cuando. Si a eso le agregamos que Egipto te llama la atención, tus problemas son graves. Por eso, Hebreos recomienda que nos exhortemos unos a otros, cada día. ¡Pero si las últimas personas con las que quieres charlar son con las que te aconsejan! Te enfadas cuando alguien te felicita por haber venido o quieres ahorcar al que cuestiona la salud de tu vida espiritual. ¡Lo hacen por tu bien! Y lo mismo debes hacer por aquellos que se están enfriando o cuyos corazones se han endurecido. Hebreos 4:16 dice que nos acerquémos al Señor. Su calor derritirá tu alma, su compasión debilitará tus barreras. Hazlo con confianza, él no te rechazará. ¿Para qué acercarte? Para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. Mañana puede ser demasiado tarde, y la ira del Señor puede alcanzarte. ¿Quieres permanecer afuera por causa de tu incredulidad? Confiesa tu pecado hoy mismo, busca a los que te exhortan y permite que sus palabras derriben fortalezas. Acude a Cristo quien te concederá la gracia suficiente para continuar el viaje con éxito.
De Egipto a Canaán Lección 8: Peregrino de corazón dividido Imagina que por fin llegaste a Disneylandia. Tienes tu pase y desde la reja contemplas los juegos mecánicos y demás atracciones, luego le dices a tus acompañantes: “Entren ustedes, yo aquí los espero”. ¡Estás loco de remate! Tanto ahorrar, caminar, sufrir, ¿para quedarte de espectador? Sería ilógico decidir permanecer del otro lado mientras todos los demás entran. Pero aunque tú y yo nos dirigimos a la Tierra Prometida, puede que antes de arribar, elijas disfrutar las cosas de lejos, conformándote con las bendiciones físicas, es decir, los tesoros terrenales. Nuestro Canaán significa ser semejantes a Cristo aquí en la tierra, es decir, llegar a la estatura del Señor e identificarnos plenamente con él. Como lo diría Pablo en Romanos 8, es pensar en las cosas del Espíritu, ocuparse del Espíritu, agradar a Dios, vivir según el Espíritu y ser guiado por el Espíritu. ¡Oh, no! Te das cuenta de que las bendiciones se mezclan con las batallas. Es decir, la condición para adquirir Canaán es luchar por ella. ¡Debes echar a los actuales moradores fuera! No, gracias, dices. Prefiero establecerme de este lado para evitarme la fatiga. ¿Sabes qué? Padeces de un corazón dividido. Ya te saciaste de maná, abandonaste Egipto asegurando tu libertad de la esclavitud, no sufres de frialdad ni endurecimiento, estás a gusto. ¿Para qué complicar tu existencia? A pesar de todos los conflictos que atravesaste y supuestamente te hicieron madurar, sigues como en Hebreos 5:12, con necesidad de leche. Es más, te da pavor el Jordán, pues reconoces que significa COMPROMISO. Y esa palabra te ahuyenta. Agradeces la pascua, relatas con ternura tu éxodo, lo de las codornices prefieres no
mencionarlo y el castigo por rebeldía lo has tomado con tranquilidad. ¿Cuál es tu problema? Te lo diré con sencillez: tus prioridades no están en orden. Lee Mateo 6:19 al 21. ¿Dónde está tu corazón? ¿Cuál es tu tesoro? Analiza Números 32. ¿Qué sucedió con estos israelitas?
Tal vez digas: “Igual que los rubenitas, sí voy a cooperar con los demás viajeros”. Pero te advierto de que ayudar no implica participar. Las bendiciones que los del otro lado del Jordán reciban, no tendrán el mismo impacto en tu vida. Es importante compartir, pero en la vida hay cosas que son sólo tuyas, como la responsabilidad de cada decisión. De igual modo, los tesoros espirituales que ellos obtendrán, son individuales. Aunque quieran, no los pueden repartir. ¿Quieres quedarte sin ellos? No te dejes gobernar por las circunstancias y porque ves el pasto de este lado aceptable. ¿Acaso ya observaste el del otro lado para poder comparar? ¿Sabes de lo que te perderás si no cruzas el Jordán? Las dos tribus y media escogieron mal. Lógicamente fueron los primeros en ser atacados durante las invasiones, se mezclaron con los paganos primero, ninguna tribu siguió a Jehová de todo corazón. Les costó caro su error, aunque en ese momento creyeron tener la razón. Se cansaron, ya no querían pasar por más dificultades. ¿Cómo le harían ahora con el Jordán? ¿Abriría Dios el río? Lo hizo, y los niños y las mujeres no estuvieron allí para contemplarlo, ni para gritar y destrozar las murallas de Jericó. Optaron por los tesoros terrenales. ¡Qué lástima!
De Egipto a Canaán Lección 9: El propósito del viaje El cosquilleo producido a minutos del aterrizaje es más fuerte en el primer viaje. Volver a casa después de una larga ausencia trae lágrimas a los ojos; reconocer la vieja casa, la misma tienda, los letreros en tu idioma. Por otra parte, enfrentarte al monumento que por años anhelaste observar de primera mano acelera tu pulso. ¿No sucede lo mismo en la víspera de un evento trascendental? Ahora puedes identificarte con los hebreos cuando llegaron al río Jordán. Acuérdate que yo ya no los acompañaba. Esta vez, no hubo dudas ni quejas ante la difícil tarea que tenían al frente. En esta ocasión hubo instrucciones exactas, obediencia a esas órdenes y finalmente el milagro. Lee Josué 3.
Al cruzar el Jordán, se recogieron doce piedras. Luego Josué erigió en Gilgal las doce piedras que habían traído como testimonio de la maravilla que habían vivido, para que todos los pueblos conocieran la poderosa mano de Jehová y los israelitas temieran a Dios todos los días. Nosotros nos hallamos frente al Jordán. Ya no tememos al Faraón, ni cuestionamos el poder de Dios en partir las aguas. La pregunta es: ¿Estás dispuesto a cruzar el río? El Jordán significa el momento cumbre antes de tomar posesión de la Tierra. Ha llegado la hora de rendir tu yo. ¿Lo harás? En la pascua recibimos la salvación; en el mar Rojo nos libramos del poder de Satanás, ahora debemos someter nuestros deseos, nuestros pensamientos, nuestro futuro a los pies del Redentor. Es la hora del compromiso. Ya no eres inexperto en este peregrinaje. Has aprendido a no desmayar, a no endurecer tu corazón, a
no dividirlo. Ahora sencillamente, ofrécelo por completo. Entrégale a él los secretos que aún guardas celosamente. Renuncia a tus aspiraciones y tus metas, Él se encargará de concederte unas mejores. Examina Colosenses 3:1 al 5. ¿Qué debes buscar? ¿Qué debe morir? Es el momento de abandonar esas amistades que Dios no aprueba, de entregarle a Dios tus talentos por completo sin retener unos cuántos para envanecer tu ego o adquirir riquezas, de cederle a él el mando de tu existencia, de dejar atrás los berrinches y actuar con madurez. Ahora analiza Romanos 6:11 al 13. ¿Cómo te debes considerar? ¿Qué no debe reinar? ¿A quién debes presentar tus miembros y para qué? Imagina que el avión está a unos minutos de aterrizar. Debes preparar tu declaración aduanal, poner en orden tu pasaporte y tu visa, ir al tocador a darte una manita de gato y sacar la agenda con la dirección de tu hospedaje. Una vez que desciendas del avión, ya no estás en tu país, sino en otro a cuyas leyes debes sujetarte. Del mismo modo, cruzando el Jordán, Dios se hará cargo. ¿Quieres hacer realidad el versículo que dice “y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”? Entonces levanta doce piedras que recuerden tu compromiso con el Señor. Tu vida será más intensa una vez que la mente de Cristo controle tus acciones. Las batallas continuarán, pero Dios te promete: “Estaré contigo en dondequiera que vayas. Solamente esfuérzate y sé valiente. No temas, ni desmayes”.
De Egipto a Canaán Lección 10: Peregrino de corazón completo ¡Bienvenido a la Tierra Prometida! A tu derecha puedes observar las murallas de Jericó, a tu izquierda está la ciudad de Hai. Como atracciones turísticas tenemos a los gigantones hijos de Anac, a la alianza de Jabín y a los gabaonitas, expertos en disfraces. Todo es tuyo, ahora sólo conquista y ocupa. ¡Lo lograste! Te encuentras en esta condición espiritual donde te has entregado al Señor, cada vez la carne te domina en menor proporción y buscas la guianza del Espíritu. Eres un peregrino de corazón completo. Como en Mateo 11:29, has aprendido a llevar el yugo sobre ti, así que hallarás descanso en tu Señor. Por fin experimentarás la vida abundante que se menciona en Juan 10:10. “Pero, disculpa, hay un pequeño detalle”, me dices. “Tengo que. . . ¿pelear?” ¡Por supuesto! La tierra es tuya, pero debes ganártela. No te aflijas, no estás solo. Analiza estos versículos. ¿Por medio de quién eres vencedor según Romanos 8:37? ¿Quién te da la victoria y haciendo qué la obtendras (1 Corintios 15:57-58)? ¿Cómo son tus armas y qué logran (2 Corintios 10:3 al 5)? ¿Cómo es tu armadura y contra quién luchas (Efesios 6:10 al 20)? ¿Qué debes pelear (1 Timoteo 6:12)? Vendrán luchas. En el libro de Josué aprendemos de los conflictos que los hebreos atravesaron antes de tomar posesión de su tierra. Se toparon con murallas fortificadas, con alianzas del enemigo, con engaños, con desobediencia, con gigantes, pero fueron testigos del poder del Señor, de su gracia para con los gentiles (como en el caso de Rahab la ramera), y del cumplimiento de las promesas de su Capitán, (el mejor ejemplo es Caleb quien recibió Hebrón).
Insisto que nadie prometió que el viaje sería fácil, pero la tierra de la que fluye leche y miel es una realidad, y tú puedes participar de ella. Sólo basta que te la apropies y derrotes al enemigo. Lee Josué 24 con atención. En este capítulo disfrutamos de un repaso de nuestro trayecto. Allí está el pacto con Abraham, la pascua, el Mar Rojo, los
problemas, el Jordán, las guerras. ¿Y ahora qué?, puedes preguntarte. Ya estoy aquí, ¿me siento y disfruto de la tierra por la que no trabajé y por las ciudades que no edifiqué? Dios te dio todo para que lo disfrutes, pero no olvides la advertencia de Josué. Teme a Dios y sírvele con integridad y en verdad. No adores otros dioses. ¡Elige a quién seguir! Que tu compromiso sea: Yo y mi casa serviremos al Señor. Aunque no seas casado o no tengas hijos, desde hoy pónlos en las manos de Dios y pide que seas un ejemplo que los anime a entregarse al único digno de ser alabado. En estas últimas líneas, redacta tu promesa al Señor. Imita a los israelitas quienes dijeron: “A Jehová nuestro Dios serviremos, y a su voz obedeceremos”. Pero a diferencia de ellos, ¡cúmplelo! ________________________________ ________________________________ ________________________________ ________________________________ ________________________________ ________________________________ ¡Me despido! Tu amigo, Moisés. ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.