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NATURALEZA, DISRUPCIÓN Y RESILIENCIA
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Villa La Angostura UN PUEBLO QUE RENACE DE SUS CENIZAS Para atraer turismo, ahora apuestan al “paisaje lunar” que dejó la ceniza
Como en la luna. Así quedan las huellas al caminar, cuando se comienza a llegar a la zona del volcán Puyehue.
Hay una idea instalada sobre lo que significa apreciar la naturaleza: si nos dicen Patagonia pensamos en una montaña, un lago, un kayak. Una sensación de quietud, naturaleza polaroid. Pero eso es apenas una sola foto de una película infinita.
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La naturaleza puede ser pura violencia, como la explosión de cenizas del volcán Puyehue, que desde el 4 de junio despintó la Patagonia, y es también belleza de este nuevo paisaje: enormes extensiones grises cubriendo el azul de los lagos, la piedra pómez que ocupaba el lugar del agua, los bordes difusos del paisaje, pequeñas lecciones de geología en los perfiles de la tierra para ver las erupciones anteriores y los yuyos que empiezan a nacer en la inmensidad gris.
Ya se levantaron 5 millones de metros cúbicos de cenizas en Villa La Angostura. Las cenizas que tendrán un efecto fertilizante, como ocurrió hace años en Los Antiguos no ha impedido que el verde renaciera y los lagos ya se han vuelto otra vez límpidos y azules Pese a todo los vuelos comerciales empezaron a llegar el viernes y entre los guías turísticos locales se promueve como excursión la visita a las cercanías del volcán, para mostrar el “paisaje lunar” de la zona . “Acá hay muchos vecinos que quieren mostrar todo limpio y se la pasan barriendo ceniza. Y cuando llegan los turistas lo primero que quieren saber es sobre el volcán, para qué lado tienen que mirar para verlo, cuál es la nube de cenizas, dónde están las zonas más afectadas”, explica el guía Diego Meier. La filosofía es transformar al enemigo en un atractivo turístico. “Si vos esto lo aprecias como una catástrofe, te largás a llorar. En cambio si lo ves para entender lo que pasó podés encontrarle un atractivo”, dice Meier. Hoy todavía sigue volando ceniza en Villa La Angostura, aunque menos que hace siete meses. En cuanto sopla viento del noroeste el paisaje se vuelve
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brumoso. Pero la llegada de los vuelos sirve para empezar a reactivar la economía. Los hoteles y cabañas de dos y tres estrellas y los hostels incluso están trabajando con niveles de reservas por encima de sus expectativas. Los que más sufren son los hoteles de lujo, acostumbrados a recibir turistas extranjeros que definen con más tiempo sus vacaciones. Para llegar al volcán hay que tomar la ruta 231 hacia el paso Samoré, en la frontera con Chile. Son unos 30 kilómetros y no hace falta un vehículo 4x4 ni preparación física para disfrutar. Es una caminata liviana, para hundir los pies en la ceniza o caminar por la orilla de la laguna Piré, con 40 centímetros de piedra pómez. De repente vuela el viento, hay que cubrirse los ojos. Hay un desierto gris por delante. Cae el sol sobre la montaña y la foto es bellísima. Por Diego Geddes Villa La Angostura. Enviado Especial - 15/01/12
DISRUPCIÓN Y RESILIENCIA Hace pocos meses…
Exodo del paraíso Ya se fueron de Villa La Angostura 2.000 personas Es un quinto de la población. Crecen las consultas por depresión. Bariloche también sufre.
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El paisaje está velado. La postal de Villa La Angostura, y de los alrededores del Parque Nacional Nahuel Huapi, parece una foto mal sacada. Cuando el viento viene de la Cordillera este paraíso se pierde en un gris desolador, decepcionante, cortado apenas por el verde opaco de los pinos y el casco urbano, limpio gracias al esfuerzo y la necesidad de su gente. En esos días – casi todos– la nube de ceniza desvanece los cerros de alrededor. Las partículas que aún despide el cordón Caulle caen como la materialización de la angustia. Las montañas de arena gris que los vecinos barren de los techos y parques de sus casas se acumulan en las veredas hasta que las levanta un camión: en la Municipalidad local cuentan que desde el día de la erupción del Puyehue, el 4 de junio, ya recogieron 5 millones de metros cúbicos de ceniza, arena y piedra pómez. En la zona alejada de la villa, sobre todo rumbo a Chile, el paisaje es de película post-apocalíptica; al costado del camino internacional Samoré, las piedras pómez que cayeron esos días forman dunas grises y el aroma del azufre monopoliza el olfato. Lo que no deja de tener cierta belleza triste. Si bien se siente en la población una actitud de recuperarse a pesar de todo, los expertos auguran un futuro complicado hasta que se calmen los volcanes y, luego, al menos por otros tres años hasta que la arena y la ceniza se vuelvan tierra o viajen con las lluvias hacia las profundidades de los lagos turquesas. Esa perspectiva ha hecho caer en un abismo el ánimo de los 11 mil pobladores del lugar. La economía local –sostenida únicamente por el turismo– está frágil. Las visitas cayeron el 85%, según le dijo a este diario el secretario de Turismo local, Juan José Fioranelli. A pesar de todos los esfuerzos, la situación de incertidumbre hace pensar a muchos pobladores en buscar otro camino. El éxodo comenzó con los primeros estruendos, cinco meses atrás, y aunque algunos volvieron, se mantiene. Los que más padecen la situación, por ahora, son los asalariados y los que tienen problemas respiratorios. Pero no hay poblador inmune. Según una fuente del gobierno provincial, se calcula que abandonaron Villa La Angostura unas 2 mil personas y que otras 200 familias proyectan irse cuando terminen las clases. En el Municipio admiten la realidad. “Se van muchos pero no hay cálculos por ahora”, responde Ariel Domínguez, secretario de Gobierno. Tanto aquí como en Bariloche, las empresas de mudanza tienen reservas hasta febrero. “La cosa está parada y la gente se va. Antes, de cada diez viajes, ocho eran para venir. Ahora es al revés. Este año el trabajo aumentó más del doble”, reconoce Omar García, que tiene locales en ambas ciudades. “Hasta diciembre no hay lugar y quedan pocos hasta febrero, hay clientes que llaman desde La Angostura, pero también de Bariloche”, avisa María Pineda, que hace mudanzas desde la ciudad rionegrina.
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Todavía no se abrió la inscripción del ciclo lectivo 2012, pero en la secretaría de Supervisión local, del Consejo Provincial de Educación, reconocen que hay chicos que ya avisaron que se irán. “Estoy pagando el auto y no tengo plata para la mudanza, si no haría lo mismo”, reconoce Julia Graña, empleada, que llegó en diciembre pasado desde Olivos. “Es difícil vivir, se trabaja muy poco, y si tenés chicos no los podés sacar a la calle”, cuenta. En el hospital la novedad son las consultas psicológicas. “Estamos desbordados. Hay cuadros de angustia y depresión. Con un día lindo cambia el ánimo, pero levantarte y ver todo gris, la verdad que es muy duro”, detalla la directora del hospital, Alejandra Piedecasas. La médica cuenta que los nativos sufren menos: “Saben que esto es parte de la naturaleza del lugar. Los demás están desesperados”. Esa ansiedad genera que, inconscientemente o no, muchos disimulen el drama. “Si todo estuviera tan mal yo no estaría acá con mi familia”, dice Simón Puyó, vicepresidente de la Asociación de Hoteles. “No queremos ver fotos con barbijo, queremos que Clarín nos haga una linda nota”, suplica o exige Nilda Fernández, ex presidenta de esa entidad. “Sería bueno que se entienda que usar barbijo nos muestra como una comunidad responsable”, entiende Víctor Báez, biólogo decano de la Universidad Nacional del Comahue y coordinador del Comisión Científico Técnica de Bariloche, formada para monitorear la salud de la gente de la región. Otros hoteleros coinciden con el pensamiento realista de Báez. S.M., esconde su identidad pero no el panorama: “Será difícil que venga gente en verano, y ojalá que después no haya despidos, pero seguro que muchos se irán de acá”, suspira. Y luego mira el gris de su alrededor: “Es que no se puede mentirle a la gente. Y mucho menos esconder este paisaje”. Por Fernando Soriano Villa La Angostura. Enviado especial 10/11/11