y con el tratamiento ao tnitu, cirsu cneo, do auponor o interpretar vivencias, sentimientos y sensaciones corporales oscuramente experimentados,

28 EL TIEMPO EN LA TERAPIA PSICOANALÍTICA carece de sentido humano. Mis errores de interpretación provienen de que mi comprensión no ha sido adecuad

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EL TIEMPO EN LA TERAPIA PSICOANALÍTICA

carece de sentido humano. Mis errores de interpretación provienen de que mi comprensión no ha sido adecuada. Nuestros horarios sobrecargados nos hacen descuidar con frecuencia el reflexionar por nuestra cuenta ucerca del problema terapéutico que debe enfocarse y en la manera de abordarlo. Tengo la impresión de que, una vez que mi orientación básica parece ser acertada,

EXPERIENCIAS DEL ANÁLISIS DE PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS *

dispongo mejor las variaciones individuales del horario, tengo más paciencia,

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humor y comprensión, pero también una más tranquila firmeza frente a los problemas que mis interpretaciones me plantean.

Fritz Riemann

En el tratamiento de personalidades esquizoides y depresivas es donde existe, en la. terapéutica psicoanalítica, menos tradición, y de ahí que un intercambio

de experiencias se presente aquí como de la mayor importancia. Desde el punto de vista histórico, en la evolución del psicoanálisis figuraron inicialmenle la histeria y la neurosis compulsiva en primer término, porque éstas eran entonces, por razones sociológicas, más frecuentes y, en consecuencia, es en ellas donde el método psicoanalítico hubo de desarrollarse. Estas dos neurosis

se designaron como "neurosis de transferencia" y se delimitaron respecto de las "neurosis narcísistas", las cuales, bebido a la falta o la limitación de la capacidad de transferencia emocional o, respectivamente, de otros procesos de transferencia se consideraron así desde un principio como menos abordables con el método clásico y se presentaban, en consecuencia, como más vecinas de las psicosis.

Si se abordaban las neurosis narcísistas con los medios del psicoanálisis clásico, entonces, o el análisis no lograba a menudo iniciarse, o bien dejaba el paciente de presentarse después de unas pocas sesiones. Todavía en mis años de estudiante, por los años treinta, y luego en las estadísticas de los

institutos, se formulaba en tal caso la cosa aproximadamente así: El paciente ha interrumpido el análisis porque no se produjo transferencia. A partir de semejantes formulaciones y fracasos —también propios— se me planteó por vez primera la cuestión de si en las neurosis narcisistas no habría acaso

que variar los métodos: ¿Había que seguir analizando simplemente por más tiempo y más a fondo, conservando la técnica clásica, sin abandonar doma-

«iado pronto la esperanza de llegar finalmente a los recuerdos primeros, o era, más bien, el método mismo el que había que cambiar, transformándolo even-

tualmente en sentido específicamente conforme a las neurosis, porque no pue

den aplicarse sin más a las neurosis narcisistas las experiencias obtenidas con las neurosis de transferencia?

En el caso de las neurosis de transferencia, se obtenía con el método

clásico un muterial abundante, que se dejaba además verificar más fácilmente; en las neurosis narcisistas, en cambio, las cosas se presentan de otro modo. A propósito del ser, en gran parte onírico-vegetativo e inconsciente, del niño de los primeros días poco sabemos a ciencia cierta. En efecto, en los que sufren trastornos tempranos, los agentes patológicos se sitúan en la base prc-

vorbnl, y con el tratamiento ao tnitu, cirsu cneo, do auponor o interpretar vivencias, sentimientos y sensaciones corporales oscuramente experimentados, 1 Conferencia sustentada en el Instituí für arztliche Psychotherapie in Ziirich, el 22 do

abril de 1964, en el sanatorio cantonal Burgholdi. 29

Riemann, F., 1966a: Experiencias del análisis de personalidades esquizoides y depresivas, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 2, 1966), pp. 29-49.

PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

así como estados de ánimo difíciles de captar, como reacciones a fenómenos de deficiencia o de acumulación de estímulos, etc. Debido al hecho de que, en las neurosis narcisistas, las causas patógenas no elaboradas se sitúan tan

deja de ser. peligrosa. Por supuesto,' hay que reconocer que en semejantes interpretaciones se encuentra y se describe también siempre algo acertado; pero no debemos perder de vista, con todo, que aun aquello correctamente percibido en relación con las categorías sólo se refiere, siempre, a un aspecto parcial, y no es, por consiguiente, la realidad. Si tenemos presente que mu chos pacientes sueñan y se comportan "conforme a la escuela" con terapeutas de escuelas diversas, esto no constituye todavía, sin más, una prueba del ca rácter acertado de una doctrina, sino sólo, inicialmente, del hecho de que todos los diversos principios y explicaciones son también aspectos parciales correctos, y que del subconsciente —para adaptar al tema un proverbio cono cido— resuena el eco según lo que se gritó en él. Voy a ilustrar la cuestión con un ejemplo sencillo: Una paciente depresiva me contó que, en una ocasión, después de una labor relativamente prolongada con un joven analítico, oyó durante la sesión de tratamiento la voz de un niño que cantaba una canción; preguntó al analista si era uno de sus hijos y si se trataba de un muchacho o de una niña. Aquél no contestó, sino que preguntó a su vez por ocurrencias relacio nadas con su pregunta. A lo que ella reaccionó avergonzada y con senti mientos de culpabilidad, percibiendo ahora también ella misma su pregunta como desplazada e impertinente. Un ejemplo muy sencillo, por supuesto, pero ilustrativo, con todo, de lo que me interesa, a saber: éstos, y otros comportamientos semejantes provocan a menudo en el paciente reacciones que leemos como pertenecientes a su cuadro patológico, sin percatarnos tal vez debidamente de hasta qué punto el método deficiente contribuye a provocarlas y empeorarlas. Lo que en este caso el terapeuta se proponía era probablemente obtener, mediante su demanda de ocurrencias, "material", partiendo de la expectación de la repetición de transferencia. Y si esto hubiera sido tal vez acertado todavía con una paciente histérica, porque en ésta podía representar la pregunta una resistencia, una evasión frente a ocurrencias importantes, la cosa es distinta, en cambio, con un paciente depresivo. En efecto, si acaso llega una vez a reunir el valor necesario para hacer una pregunta tan personal y romper con ello el tabú de la:situación analítica, esto debería considerarse como progreso y celebrarse. La respuesta desenvuelta a la pregunta habría posiblemente suscitado ocurren cias por el estilo de: Antes nunca me atrevía a preguntar algo directamente, o alguna otra, con lo que se obtiene material biográfico, sin que el paciente

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tempranamente, estos pacientes no pueden, por supuesto, formularlos, o pue

den Lacerlo sólo con dificultad, y se comprende así que sean las repre sentaciones teóricas de la vivencia del niño más joven las que en mayor

giado discrepan. Si abordamos las neurosis narcisistas con las experiencias

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cobradas en las neurosis de transferencia, abrigamos ya tal vez aquí la espe

ranza injustificada de obtener, lo mismo que en éstas, recuerdos reales de la época, en este caso, más temprana. Y si a pesar de todo se logra, con el mé todo jlásico y con las expectativas obtenidas de las neurosis de transferencia, retener al paciente en el análisis, si se logra, pues, la reconducción, entonces caen los pacientes a menudo en la desesperación y la desorientación totales. Al hacerles revivir su génesis, es los precipita a menudo en estado de resignacióa desesperada y de ansiedades existenciales, lo cual puede ser acaso no sólo iauy doloroso, sino al propio tiempo peligroso. Desarrollan en ello agrebí«üsc; violentas, resistencias, etc., que en ocasiones se leen como pertenecientes

a su cuadro patológico y se analizan, a su vez, sin percatarnos tal vez debid^riente que el método inoperante pueda acaso contribuir a provocarlas.

Tal me parece, algunas veces, que en las neurosis narcisistas hacemos ex-

psriencias que valoramos como hallazgos, porque pensamos en determinados

cuadros patológicos y valoramos e interpretamos según éstos, los cuales, sin embargo, se alejan demasiado, en ocasiones, del paciente individual y llevan, en cierto modo, una existencia propia. Es muy distinto, por ejemplo, reseguir y reconstruir con un paciente .histérico su fase de Edipo; en esto podemos contar, en efecto, con excavar recuerdos verdaderos, y la ocasión genética y la reacción a la misma son más fáciles todavía de comprender. Pero la cosa es muy distinta en el caso de las neurosis narcisistas. Aquí el

margen para las interpretaciones es mucho más amplio, dándose con ello el peligro tanto de prejuicios teóricos como de explicaciones de estructura propia por parte del terapeuta. Y ello es tanto más así, que tales pacientes, debido a capacidad deficiente de verificación propia, están muy dispuestos a aceptar los esfuerzos interpretativos del terapeuta como intento de expli cación posible a la que, con base en su propia experiencia, no tienen otra mejor que oponer. Pero se me antoja, con todo, como muy cuestionable con siderar la aceptación de las interpretaciones por parte del paciente como prueba de su acierto.

El paciente puede acaso aceptar las interpretaciones, por ejemplo, para no caer por completo en el vacío, para' no perder el interés' o la simpatía del analista; puede aceptarlas, pues, por amor del analista o, también, para no haber de dudar o desconfiar de él, perdiendo así la porción de refugio, el

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deba empezar por atravesar nuevas depresiones. Sin duda, la divisoria es siempre muy angosta, y lo que en un determinado caso está bien puede tal

vez no estarlo en otro. Pero, en relación con el aspecto principal de este

apoyo y el sostén que tanto necesita y que, en mi opinión, han de sustituir en él por mucho tiempo la transferencia (en el sentido de la compulsión de

ejemplo, en esta forma pueden diagnosticarse agresiones y depresiones inne cesarias, y considero, por mi parte, que el terapeuta debería de vez en cuando buscar y ofrecer, a título de compensación, aquello que al paciente le falta, esto es, en el depresivo, el valor de ser sujeto, y en el esquizoide, el valor del

repetición).

contacto.

Mediante tales interpretaciones del analista sobre la base de reacciones del paciente, que en parte son producto del método, me parece que se llega muy a menudo a una demonización de la personalidad del paciente y de sus impulsos, o también de sus personas de referencia y del terapeuta, que no

Y para terminar, unas palabras todavía acerca de nuestras representacio nes patológicas mismas. ¿Hasta qué punto se dejan siquiera construir, en nuestra profesión, conceptos fijos, acertados y razonables de enfermedades,

y hasta qué punto se deja incluir en ellos un individuo viviente y único?

Riemann, F., 1966a: Experiencias del análisis de personalidades esquizoides y depresivas, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 2, 1966), pp. 29-49.

PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

Hoy solemos hablar más de personalidades, estructuras, comportamientos o, tipos compulsivos o depresivos, que de "la histeria", de "una perversión", etc., cual cuadro patológico fijo y por fijar, que nos recuerda el constipado de Christian Morgentern, que estaba sentado en la terraza y se precipitó sobre

principio terapéutico. En pacientes esquizoides, he encontrado a menudo com portamientos similares a los que se describirán a continuación, que al principio sólo me llamaron la atención, pero que gradualmente se fueron dejando

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reducir cada vez más a un denominador común, a una manera de estar dichos

un individuo llamado Schrimm. Esto es algo más que un hábito lingüístico

pacientes en el mundo, que se deja caracterizar en esta forma: en todos ellos

propia del paciente. Y esto significa cierta limitación de nuestros enunciados diagnósticos, que hemos de emplear de una manera más cauta y más flexible, pero tal vez señala también una oportunidad de mantenernos más cerca de

compensador, acentúan exageradamente su ser individual único, su ser particu lar, y tratan de salir adelante, en lo posible, sin compañero, esforzándose

cambiado; hay, detrás de ello, una actitud distinta frente al paciente y frente a la enfermedad, esto es: nos esforzamos hoy más por llegar a la fórmula Propriety of the Erich Fromm Document Center. For personal use only. Citation or publication of material prohibited without express written permission of the copyright holder.

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lo viviente y concreto y, tratando cada vez más de comprender el destino único de un paciente más allá de sus "neurosis", de abrir posibilidades tera péuticas más amplias.

Precisamente en las personalidades esquizoides y depresivas puede acaso

se da manifiestamente un gran miedo frente a la proximidad, a la entrega

y la' dependencia, frente a la relación y a la vinculación emocionales; a título por ser autárquicos.

Un paciente de este tipo dijo, después do algún tiempo de labor analítica: "Es curioso, cada vez que vengo a su consultorio, el corredor que conduce a su gabinete es siempre más corto que cuando me voy", lo que quería ex presar que venía de buena gana y constituye un principio todavía inteligible

ser una representación patológica estereotipada cuando mciios una causa más de que no las abordemos con la desenvoltura suficiente y las consideremos

de ilusiones sensuales emocionalmente condicionadas.

partiendo de las neurosis narcisistas vecinas de las psicosis, propendemos

contrarse, además, en su círculo dé intereses. Aceptó; pero el día en que hubiera debido hacerse cargo del empleo dejó de presentarse, sin excusa al guna. (No quería estar obligado a nadie y hacerse así dependiente, y proyec

en ocasiones como más gravemente trastornadas de lo que están en realidad;

fácilmente, sobre la base de síntomas correspondientes a un determinado sín drome, a hablar por ejemplo de estados prepsicóticos.

A partir de análisis propios fallidos con tales pacientes; a partir de la

duda de si era sensato aplicarles o ellos la reconducción cada vez más pro

funda, debido a los peligros que implica; a partir de la convicción de la incertidumbre de todas nuestras interpretaciones teóricas relativas a la época

más temprana, y a partir de la demonización mencionada, surgid en mí la

Otro, en una situación difícil, había obtenido por mediación de un amigo

un empleo muy favorable, que lo salvaba económicamente y resultaba en

taba sobre su amigo motivos desleales.)

Otro más, estaba sentado en un concierto ul lado de un individuo que le

parecía simpático; durante el concierto sintió de repente que del individuo en cuestión partían unos anillos o círculos de colores, que se iban ensanchando y amenazaban con extenderse hasta él, de modo que aprovechó la primera

idea do buscar, en el caso do estos pacientes, un procedimiento terapéutico

oportunidad para huir de la sala, por miedo do que el otro poseyera facultades

actuólo». Ya ocíinlé on un trabajo anterior * que el propio Freud dejo abierta, en relación con el método, cierta libertad de acción, al escribir, en Consejos

intenciones homosexuales. (Aquí cb particularmente claro el temor de hacerse

que tratóse do ayudar cuimto untcH u resolver mejor, primero, los problema»

al médico en el tratamiento psicoanalilico: "Pero debo decir expresamente

quo esta técnica ea lu quo corno más eficuz fie ha revelado para mi indivi

dualidad ; no me atrevo a discutir que una personalidad médica constituida

de modo totalmente dbtinto pueda acaso verse impelida a asumir frente al

enfermo y frente al problema una actitud distinta." Quisiera insistir más

todavía en este aspecto, porque opino que un método adoptado que no nos

satisfaga puede resultar acaso adulterado y perjudicial tanto para el paciente

como para la terapéutica y como para nosotros mismos, y porque es el método

el que debe adaptarse al paciente y al terapeuta, y no a la inversa. Y en otro

.lugar se dice, en Freud ("Caminos de ía terapéutica psicoanalítica") : "Nuestra técnica se ha formado en el tratamiento de la histeria... Pero ya las fobias

nos obligan a ir más allá de nuestra actitud anterior." Así, pues, el propio Freud ha dicho de modo suficientemente inequívoco que la técnica adqui

rida en la histeria no puede aplicarse inalterada al tratamiento de otras formas de neurosis.

Permítaseme esbozar ahora, a título de ilustración, un par de imágenes

con las,que quisiera mostrar cómo he tratado en cada caso de llegar a un 8 "Bedeutung und Handhabung der Gegcnübcrtragimg" ("Significado y manipulación de la contratrasferencia"); Ztschr. /. Psychosomatischc Medizin, 1960, vol. IV, núm. 2.

mágica» de loa que quería servirse para algún propósito, o de que tuviera dependiente de alguien, así como la falsa interpretación de un sentimiento do simpatía como amenaza, debida n tendencias de entrega reprimidas.) Otro pudente más, de esta estructura, recibió una carta de hub padres, cu la que éstos se quejaban de que, en ocasión de su última visita, se había mostrado tan hostil contra ellos; contestó: "Bueno, pues en estas condiciones,

atajaré mis sentimientos". (Aquí se aprecia bien cómo proceden estos indi viduos con sus sentimientos: pueden dejarles libre curso —cuando menos aparentemente— o interrumpirlos deliberadamente, es decir, han de depender por completo de ellos y dejarse dirigir; se los quiere tener en la mano, para ser lo más invulnerables posible.) Un muchacho joven conectó una tecla del piano con una lamparita, de modo que, cuando durante la velada su mamá tocaba el piano, la lamparita se encendía junto a su cama al ser tocada la tecla en cuestión. (Aquí perci bimos claramente al lado de la nostalgia del contacto que no se puede llevar directamente a. alguien, de qué modo la nostalgia acumulada se transforma, "sublimada", pudiendo proporcionar la base de intereses técnicos profesionales ulteriores.)

En contraste con ello, he aquí algunos comportamientos de pacientes de presivos, en los que me llamó también a mi la atención algo como un hilo rojo que corre a lo largo de todos los ejemplos: el no poder ser sujeto, no tener

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PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

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"yo"; el explotarse uno mismo o dejarse explotar; el no poder decir no y íabcr de cumplir, hasta el agotamiento, lo que los demás esperan de uno; el tiicdo de perder al compañero si se le niega algo, o 'sea, en cierto modo,

Al contemplar semejantes comportamientos de personalidades esquizoides v depresivas, tenía la impresión cada vez más clara de que las dos formas de estructura —de modo parecido a la compulsiva y la histérica— presentan algo de decididamente complementario y se fundan en una antinomia de nues

a línea masoquista, y, finalmente, el ser útil como justificación de la propia

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vida, de lu propia existencia, con in resultante sobreofertn frente al mundo.

Una joven bailarina norteamericana vivía en pensión en la casa de una "comadrera". Cuando volvía de su entrenamiento y se disponía a deslizarse a -a cuarto, el ama de la casa la atajaba regularmente y se la llevaba, para un 'pequeño comadreo", o la cocina. Pese a que estaba fatigada y deseaba des cansar un poco antes de la representación nocturna, no se atrevía a negarse. Foda vez 'porque n I03 alemanes, después de ln guerra, no les iba todavía bien,' se sentía "obligada" a invitar a toda la familia —el ama de casa, una nija solterona, el hijo y la nuera, que no era muy bien vista en la casa y se

vengaba dándoselas de gran señora— una taza de café. La hija admiraba, con envidia manifiesta, el bello vestido de la paciente, hasta que ésta" acabó por regalarle uno; el hijo coqueteaba con ella, y, pese a que no sintiera por él absolutamente nada, "tenía" que devolverle de vez en cuando una mirada, para que no se sintiera decepcionado y, finalmente, "tenía" que atraer a la conversación a la nuera, para atenuar las tensiones familiares manifiestas.

Después de casi dos horas de tiempo lamentablemente perdido, se retiraba, toíaknenee agotada, a su cuarto y empezaba a comer poco menos que voraz mente. Fue a causa de esta voracidad, que iba hasta el robo, que había venido al análisis. (He aquí sin duda un ejemplo particularmente claro del no poder ser sujeto y de la autoexplotación, como si uno fuera responsable de todo.)

• U". paciente depresivo no podía hacer nada, sin percibirlo, poco después, como exigencias: si leía un libro, no tardaba en tener el sentimiento de que

el libro le exigía ser leído, y se le iba el gusto; si el día era bello y bri llaba el sol, tenía el sentimiento de que "tenía" que alegrarse de ello, lo que le estropeaba el placer. (Aquí resulta particularmente claro que tales pa cientes sólo se sienten siempre como objeto de algo y trasladan el ser-sujeto, que no viven, hacia fuera, hacia otros y otras cosas.) Una paciente con úlcera gástrica revelaba cada vez más claramente, en el

relato de situaciones cotidianas, cómo se explotaba a sí misma y se dejaba explotar ea forma crónica: tenía un marido difícil y absorbente, que había sido hijo único y, a causa de esta situación de su infancia, la tenía totalmente embargada para sí y no hacía nada sin ella; había de estar siempre dispuesta a satisfacer todos sus deseos, y tenía además cuatro niños, uno de ellos muy diíísíi, ^-j¡¿ no debían poner nervioso al papá, además de las labores de la cusa,'etc. Así, pues, se sacrificaba hacia todos lados, encontraba las exigen cias de los demás perfectamente naturales y no tenía, por lo visto, necesidad

píopia eíguna.^ (Aquí se ve claramente, una vez más, la línea de la propia

explotación crónica, con la trama masoquista, y cómo el carácter insoluble de una situación se traduce en acontecer somático.) Cira paciente era presa de miedo y experimentaba dolores de vientre en

cuanto entraba en alguno de los grandes almacenes. (Cohibida por la abundancie d3 la oferta, que removía en ella deseos reprimidos, experimentados como 'tentación a la'que no podía oponer un yo capaz de cscogor y agarrar.)

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tra vida, a la que dichos pacientes no han sabido encontrar la solución que les fuera adecuada —ya que ésta varía de un individuo a otro—, a saber:

distancia, independencia, autarquía, del lado esquizoide, frente a proximidad, dependencia y falta de yo, del lado depresivo. Así, pues, me resultó eficaz, en Ja práctica, la ¡dea de que todo individuo ha de encontrar, entre otros, la

solución que le es adecuada entre la autoconservación y la devoción (adap

tación), y que las personalidades esquizoides tratan de vivir unilateralmente uno de los dos polos, y las personalidades depresivas el otro, en evitación de sus respectivos temores (hijos en cada caso, por supuesto, de sus génesis res pectivas y también probablemente, de disposiciones corporalcs-anímicas here

dadas).

De este modo, pues, el esquizoide trata de vivir sobrevalorativamente la conservación propia, aspira a la autarquía, acentúa su ser distinto de los

demás y sacrifica a la conservación do su peculiaridad, hasta el solipsismo y

el autismo, aquello que une a los seres humanos, la solidaridad. Y cu forma

diametralmente opuesta, el depresivo trata de huir del yo, mediante adapta ción que llega hasta la identificación y a borrar las fronteras entre el yo y el tú; adhiere al compañero y le sacrifica su peculiaridad por temor de per derlo y hasta de anularse a sí mismo.

Si estas observaciones son acertadas, entonces el método psicoanalítico clá sico exige de estos pacientes algo de lo que no son todavía en absoluto capaces, esto es: del esquizoide, que, en esta situación totalmente nueva y en cierto modo antinatural, abra su corazón confiadamente a un compañero, y del de presivo, por otra parte, que domine dicha situación, también nueva particu larmente difícil, que lo invita a conformarla de modo independiente y subje tivo. Con esto se les pide a uno y otro más de lo que, desde el punto de vista específico-estructural, pueden dar. Y aun ello en un momento precisamente —al principio del análisis— en que el revivir sus frustraciones pasadas sólo

les puede procurar, inicialmcnte, tormento.

Partiendo de la idea de que al paciente esquizoide le ha faltado desde muy temprano un verdadero compañero y que se vio, en consecuencia, recha

zado sobre sí mismo (de ahí que dominen también en él, entre otros, las perversiones no compartidas), debiendo tomarse a sí mismo como compañero, considero que su problema principal es el de esta relación de compañerismo

frustrada, y suelo emplear, con él, las siguientes modificaciones de la técnica: no insisto inicialmentc en que permanezca tendido, a menos que él mismo lo desee o esté de acuerdo. No es sino después de cierto tiempo y en ocasiones

hacia el final, que lo invito a tenderse; pero puede resultar asimismo eficaz, después de un prolongado periodo inicial de tenerlo acostado, trabajar con el paciente sentado; esto produce en la mayoría de los casos aspectos total mente nuevos, también en la transferencia, que en otra forma sólo aparece

rían más difícilmente o más tarde. La desconfianza extraordinaria de tales

individuos se ve innecesariamente reforzada por la situación analítica y por

el terapeutu invisible, y es susceptible do provocar temores eludibles, resisten.

Riemann, F., 1966a: Experiencias del análisis de personalidades esquizoides y depresivas, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 2, 1966), pp. 29-49.

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cias, y aun una inflación por el subconsciente. En la posición sentada puede apreciarse algunas veces mejor lo que pasa en el paciente. Al mismo tiempo,

el paciente puede observar los gestos, la mímica, etc. del terapeuta, lo que para él y la confianza que se trata de obtener de él es sumamente importante. He hecho la experiencia de que, desde entonces, es raro que tales pacientes

dejen de acudir poco después de iniciado el análisis, y que la interrupción del

análisis poco después de su inicio, que anteriormente había experimentado reiteradamente, era debida, probablemente, al hecho de que trabajara yo lege

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artis. Y harto sabemos todos cuan difícil les resulta, precisamente a los más

afectados, hallar el valor, de empezar un análisis con otro terapeuta después de un análisis anterior iniciado, fallido c interrumpido. En la mayoría de los

casos se resignan definitivamente, y no arriesgan ningún otro intento, con la idea de que nada podemos hacer por ellos.

Pero es también a partir de otra experiencia que no insisto aquí inicialmente en una situación analítica. En efecto, con estos individuos sumamente

inestables no sabemos nunca cómo llega una palabra pronunciada y lo que provoca; y según mi experiencia, una palabra pronunciada en la situación analítica es infinitamente más importante que la que se pronuncia en la posi ción sentada, debido al hecho, probablemente, de que en la' situación ana

lítica se proyecta sobre el terapeuta un aspecto adicional mágico y en cierto modo omnipotente que confiere a menudo a sus palabras, aun a las más ino centes según él, una eficacia insospechudn. Y finalmente, es precisamente para estos individuos faltos de contactos y temerosos de los contactos que el terapeuta puede adquirir en la situación clásica, cuando alguna vez se le dirigen, un peso tal, tanto en el sentido positivo como en el negativo, que toda palabra, pronunciada o no pronunciada, es suceptible de provocar reacciones insospechadas. La idea de la neurosis de transferencia "cultivada", tal como se desarrolló para los pacientes histéricos y compulsivos, debería discutirse en mi opinión, en relación con las neu rosis narcisistas, porque la repetición de los antiguos problemas relativos al terapeuta representa aquí otra cosa que allí. En las neurosis narcisistas con duce demasiado a una miseria pasada, a situaciones sin esperanza, porque

aquí'—»i nuestra idea teórica do su génesis es correcta— no podemos echar mano a algo positivo, que se dejara resolver o aflojar, como es el caso, por

ej¡!K.'í¡plo, con las personalidades compulsivas. Además, estas personalidades y las histéricas se hallaban ya referidas, en la edad en que se desarrolló la en

fermedad, a diversas personas, y de ahí que su transferencia sea distinta. Cuando en los depresivos y los esquizoides se logra una transferencia, ésta es en cierto modo total, y con ello se confiere al terapeuta un poder del que no nos damos cuenta cabal, si aplicamos aquí los criterios obtenidos con los pacientes histé ricos y compulsivos. Porque es el caso que los pacientes esquizoides y depre sivos regresan a la relación original de madre-niño, o quieren recuperarla, y si se llega a semejantes regresiones prematuramente, pueden provocarse acaso em

pilones o impulsos suicidas, susceptibles tal vez de evitarse. Así, pues, me parece a mi más importante, en el caso de los pacientes esquizoides y depresivos, traba ja? primero en vista de una relación, enlugar de una repetición de transferencia, que rqui por las razones aducidas, demoniza fácilmente la relación entre el terapeuta y el paciente.

PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

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De ahí que me parezca particularmente importante, en el caso de los indi

viduos esquizoides, abordar y tratar en ellos tempranamente todo aquello que pueda ayudarles a reconocerse a sí mismos en su acción sobre el mundo y a comprender, en consecuencia, la conexión entre sus actitudes inconscientes y las reacciones del mundo alas mismas. Desde su lejanía sin referencias y en ausen cia de contactos, el esquizoide no se da cuenta de cómo actúa sobre los demás, y recibe por consiguiente las reacciones del mundo circundante con poca com prensión de hasta qué punto las haya provocado él mismo con su comporta miento, de Jo que resulta uno de sus circuli vitiosi. En efecto, debido a que no

so percata de que crea él mismo, con su conducta, la constelación de Jas reac

ciones del mundo circundante, sino que en cierto modo sólo percibe los efectos de ellas sin referencia alguna, las interpreta erróneamente yexperimenta o vive el mundo como fundamentalmente hostil yrepelente, hasta la obsesión, lo que lo empuja luego hacia sus agresiones, que se le antojan necesarias. Considero, en

consecuencia, como muy importante abordar estas actitudes de los esquizoides cuanto antes y procurar que se les hagan conscientes. Esto les permite reconocer conexiones entre su propia conducta y el mundo circundante, lo que podrá

acaso actuar en forma extraordinariamente liberadora y hará inclusive posible en ocasiones, un primer intento de reacción positiva. En la comprensión dé

a propia actitud frente al mundo salen también siempre a la luz conexiones biográficas acerca de cómo y por qué uno ha llegado aser como es.

Adaman, cu ul tratamiento do esquizoides lio obtenido siempre también ciones de sueños de comportamiento, etc., lo que, según creo, recomienda ya ambien Schultz-Henckc. Si producen efecto, tanto mejor, y si no lo producen, buenos resultados dejando caer como de paso, "tangencialmcnle", interpreta

tampoco ocasionan daño alguno, en tanto que el insistir en ocurrencias o en interpretaciones propias es susceptible de provocar temores o resistencias in-

necesarios.

En^ el esquizoide, el impulso simpatizante regular y uniforme, y ante todo 1en Cla,C, , a bastidores», fÍmpaJtía' CS' esto Sin duda™¿s importante; efecto, «m1?"1100, detras de los es, enalSuna' formal0 callada y apenas perceptible, se produce en ellos a menudo mucho más de lo que suponemos, lnl parece como 81 las observaciones, hechas al parecer a la ligera, actuaran

como grano de sal y, en un momento dado, se juntaran para dar a la

manera de un cristal, algo nuevo. Es, pues, a partir de tales experiencias a lo que también en ellos constituye, después de todo, una disposición a lo que me vino la idea de apelar en estos trastornados de primera hora más

entelcquial en cierto modo, en lugar de atribuir valor exclusivamente a'la re

petición de transferencia, puesto que, en realidad, no han podido realizar

determinados aspectos de sus disposiciones.

Así, por ejemplo, hubo de sorprenderme que una paciente esquizoide con cuyo análisis no acababa yo de sentirme satisfecho, porque en mi opi

nión ocurría" demasiado poco que fuera tangible, empezara de repente a poder hacer cosas, que anteriormente le habrían sido imposibles, sin que

estas hubieran sido analizadas en detalle. En esto es en lo que comprendí

que rigen en tales pacientes leyes del curso analítico distintas de aquellas a las que estamos acostumbrados en los pacientes histéricos o compulsivos Si logramos despertar en ellos la fuerza integradora del sentimiento, estos

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PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

pacientes recuperan a menudo lo atrasado en forma sorprendentemente rápida,

aunque el terapeuta tenga la impresión de que no ocurre nada, porque subes timamos por una parte la delicadeza del acontecer interior, y porque ellos

no pueden expresar, por la otra, sus experiencias afectivas, o solo lo pueden con dificultad.

.

.

.,

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También la cuestión de la densidad de las sesiones ha de considerarse

en ellos; por mi parte, procedo aquí con cierta elasticidad, porque he tenido la impresión de que las horas demasiado densas -por muy indicadas que puedan ser en otros casos- exigen a menudo de estos pacientes demasiado, pueden representar acaso un acercamiento y un debate excesivos y ser, en conjunto, contraproducentes, toda vez que sólo lenta y paulatinamente se

van haciendo capaces de dejar que alguien se les acerque. De 4 a 5 horas semanales regulares como norma pueden conducir a menudo a un penoso trabajo en el vacío, susceptible además, acaso, de leerse o interpretarse como resistencia del paciente.

Así, pues, en conjunto, trato en el esquizoide de' despertar cuanto antes

lo cue Ibva congénitamenle en potencia, y trabajo de cara al presente y al

futuro, para ayudar a llenar los antiguos vacíos de vivencias. El hacer revivir los antiguos sentimientos de odio y desesperación sólo me parece ser nece

sario, inicialmente, de modo limitado; como que se trata menos, en ellos, de la liberación de represiones y cohibiciones que de la recuperación de algo omitido. Una vez que se ha obtenido con ellos una porción de contacto, las

agresiones, etc. ulteriores se presentan de otro modo, menos demoniacodeafcructivas, y pueden expresarse, en consecuencia, con menos temor y sen

timiento de culpabilidad e- integrarse más fácilmente; además, no llevan tan fácilmente al paciente a la situación sin esperanza de experimentar simul táneamente sentimientos de odio y de necesitar al terapeuta y de sentir por él algo de simpatía, que es en lo que tales análisis fracasan tan fácilmente. La presencia simultánea de afectos y sentimientos contradictorios puede luego

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el desarrollo de su ser propio. De ahí que, al principio de los análisis de

los depresivos, volvamos siempre a oír regularmente de nuevo preguntas como "¿Qué es lo que debo hacer ahora? ¿Qué quiere usted saber de mí?",

y otras por el estilo; o bien callan primero simplemente, lo que aquí no constituye resistencia, sino verdadero desamparo, y es expresión precisamen te de esta falla de poder ser sujeto. Si partiendo de la idea del condicio namiento oral de la depresión tratáramos de obtener demasiado material

de la fase temprana, también esto constituiría una demanda excesiva, por

que dicho material sólo se deja recordar, si es que se deja siquiera, tardía

mente y con dificultad. En cambio, existen actitudes más fáciles de recordar

y comportamientos actuales, en el sentido anteriormente descrito, en relación con personas de referencia anteriores y presentes, y también en la transferen

cia, por supuesto, que se dejan abordar y llevar a la conciencia con mayor facilidad, y la apelación al no poder ser sujeto es eficaz, según mis experien

cias, desde el principio. A través del análisis de tales comportamientos, obte nemos paulatinamente material temprano suficiente y, también aquí menos demonizado y menos cargado de sentimientos de culpabilidad, fortalecedor al propio tiempo del yo, porque la desionización de los impulsos del ello o las exigencias del superego son ya, de hecho, la contrapartida de la debilidad del yo. Así, pues, abordo entales pacientes, ya tempranamente y en todas las ocasio nes que se presentan, el temor de arriesgarse a ser sujetos.

La situación analítica puede acaso aumentar en el depresivo el miedo existente de la pérdida del objeto y los sentimientos de culpabilidad hasta una docilidad que cabe interpretar erróneamente como éxito o que, si hemos em

pezado por ponerla, hemos de volver luego a analizar y resolver. La propen sión a la introyección del objeto, descrita en los depresivos, me parece cons tituir ya un intento enderezado a desarrollar, en la dirección de la autarquía

independiente, el "antipolo esquizoide" que les falta. Porque es el caso que,

cuando he logrado introyectar un compañero, se me ha hecho finalmente im

resolverse más fácilmente en una sucesión, lo que facilita la elaboración.

posible de perder: se ha hecho yo, o yo me he hecho él. Cabe pensar aquí en el mote de Goethe: "Si yo te quiero, ¿a ti que te importa?", lo que quiere decir, efectivamente, que queremos más nuestro sentimiento hacia el otro que a éste mismo o, respectivamente, que nos lo hemos introyectado a tal punto,

de la pérdida del objeto no es más que el reverso de la medalla de la debilidad del yo Así, pues, trato de abordar pronto todo lo que puede reforzar y apo

él un pedazo de eternidad, porque ya sólo dependen de nosotros mismos:

En el depresivo, en cambio, parto de la idea de que ha desarrollado dema siado ipoco "yo" y vive en cierto modo por completo en el tú, en un estado "de dependencia extrema y, en contraste con el esquizoide, su temor consiste en viví* su propio ser, por miedo de perderlo. Porque es el caso que el miedo

yar el desarrollo del yo, la formación del yo. En el caso del paciente depre sivo renuncio también a menudo inicialmente a la posición tendida: aquí, porque creo que aquél no está a la altura de la situación analítica, toda vez

que e: permanecer tendido, proceder a asociaciones libres, etc., o sea, pues,

el ccíiformar una situación extraordinaria y nueva, no le resulta posible en ausencia de todo modelo. Acostumbrado solamente a cumplir a maneja de

eco lo que los demás esperan de él, so encontraría totalmente desamparado, en tal caso, a lo que, dada su estructura, habría de responder con rniedo^ y sentimiento de culpabilidad, con sentimientos de inferioridad y resignación, qus al principio se le deberían evitar, porque esto no haría más que grabar

más profundamente en él aquello precisamente de que queremos liberarlo. Como que ha debido sacrificar —las más de las veces por amor de la madre—

que ya no se nos puede perder y, en esta forma, poseen los sentimientos hacia

forma típica de la relación del depresivo con el compañero, que ése repite también, por supuesto, en la transferencia. En los depresivos me parece, pues, ser más decisivo, sintomáticamente, el temor de la pérdida y la renuncia del propio ser o, respectivamente, la voluntad de no arriesgarlo. Debido al temor de la perdida y a la debilidad del yo, las sesiones densas

revisten importancia en el depresivo también a causa' de la dificultad que' le es inherente de establecer una continuidad de una sesión a otro. También

para recordar, en efecto, se requiere un sujeto capaz de apropiación. Debido al temor de la pérdida, los pacientes depresivos propenden en ocasiones a

pagar los honorarios por adelantado y por cierto tiempo, deseo al' que suelo

plegarme, ya que el hecho de poder contar por tanto tiempo con el terapeuta, les confiere un sentimiento de seguridad. El importe de los honorarios ha do'

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PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

PERSONALIDADES ESQUIZOIDES Y DEPRESIVAS

convenirse con ellos exactamente, porque también en esto hacen fácilmente más de io que pueden o se dejan explotar con facilidad. En ocasiones, a causa

tenía la sensación de que su cara se convertía en hielo cuando se encontraba en compañía de otras personas, y creía que se le debía haber helado alguna vez, por lo que se proponía ir a ver a un dermatólogo. Menosprecio y odio allí donde existe el peligro de simpatía, lo que se aprecia a menudo en la transferencia. Sexualización inmediata, sin transición, de relaciones de con tacto, porque las relaciones puramente sexuales no penetran muy a fondo, y el compañero únicamente sexual es intercambiable. En esta forma por ejemplo, evitó siempre un paciente la auténtica relación afectiva incipiente con una muchacha por medio de relaciones sexuales prematuras, que no tardaban luego en aburrirle y le hacían ir en busca de otras muchachas, con las que volvía a experimentar lo mismo, cosa que en cierto modo se ha convertido hoy también en un problema colectivo. Por otra parte, una mujer sólo podía entregarse a un hombre si sabía que la relación sería breve —porque vivía en otra parte—, con lo que no se daba el peligro de una unión verdadera. Acen tuación del carácter único del yo, en tanto dignidad y libertad de persona incompendida, y en tanto querer distinguirse del "vulgo", lo que puede adop tar todos los grados del individuo singular, en el vestir, el género de vida, etcétera. Temores e incertidumbres evijpblesfc porque en situaciones nuevas no

«O

de la ruptura del recuerdo, podrá acaso ser bueno, en relación con el pro

retrospectivo resulta peligroso, antes de cierto fortalecimiento del yo; si en

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ceso psicoanalítico, hacer que el paciente escriba en la casa una especie de resumen de cada sesión; esto es susceptible de apoyar la continuidad del proceso, de actuar como refuerzo del yo, y de proporcionar un control de lo que ha llegado hasta el paciente, así como de lo que ha olvidado oeliminado. También en el depresivo creo yo que el hacer revivir las desesperaciones ylas frustraciones tempranas por medio de un procedimiento preponderantemente el caso del esquizoide esto amenaza con conducir a impulsos, en el caso del depresivo puede inclusive llegarse al suicidio. De ahí que, en su caso, yo insista micialmentc más en el aspecto cotidiano y en su comportamiento en el aná

lisis, para mostrar aquí las lagunas, etc., a partir de cuya comprensión y do minio el yo-pueda fortalecerse gradualmente ypueda el yo fortalecido elaborar iuego más fácilmente el pasado.

En el trabajo sistemático del aspecto cotidiano desempeñan un papel im portante las situaciones germinales, según he propuesto llamar aquellos luga res3 en los que vuelve siempre a presentarse c¡ peligro para el paciente, según su estructura ysu destino, de grabar su neurosis, a través de comporta

mientos cstructuralmente específicos, un trecho más adentro, pero también con' la oportunidad simultánea de amortiguarla por medio de una nueva res

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se puede preguntar, por orgullo, falta de contacto o distancia, cómo los pre decesores, por ejemplo, han resuelto el problema. Así, por ejemplo, una pa ciento se encontró, en ocasión de un ascenso importante al servicio del Estado,

fugar ds sutura donde concurren el pasado y el presente, donde se reflejan en la- actualidad cotidiana, las elaboraciones de vivencias adquiridas en la

con grandes temores e ideas casi paranoides, porque trató de salir adelante de la nueva situación por sí sola, sin contacto alguno con colegas. Con ello se granjeó además la fama de arrogante, complicándose así todavía enormemente ia nueva situación y la nueva función, para las que por lo demás estaba per fectamente capacitada, hasta llegar casi a fracasar. Solución de problems de

hace al propio tiempo perceptible el factor X del individual destino único, tan difícil de captar, pero terapéuticamenic tan fecundo si se logra captarlo, que es el que proporciona al paciente el sentimiento de la verdadera comprensión. Por supuesto, en la transferencia, las situaciones germinales se disponen tam bién en constelación o, respectivamente, la situación germinal abarca también

directo y falta subsiguiente de certidumbre intuitiva, acerca de lo que sea efectivamente real y de l.o que tal vez no sea más que "imaginación". Autoobservación sobrevalorativa, "vigilarse" hasta una egocentricidad extrema,

puesta creadora. El rastrear, reconocer e interpretar tales situaciones germinales

presenta ia ventaja de que en ello se trabaja en cierto modo siempre en el

primera infancia y las influencias convertidas en actitud general, y donde se

U transferencia y brinda la posibilidad de analizar el problema de la trans ferencia, sin necesidad de dejarlu crecer excesivamente. Toda neurosis tiene sus situaciones germinales típicas, que ye- quisiera

ilustrar todavía, en roluuión con huí pcrsoimlidudea esquizoides y depresivas, l,or Hssdio do algunos ejemplos (expuestos con mayor detalle y también en

relación con las demás formas de neurosis en el trabajo hace un momento

«litado).

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En el esquizoide, éstos se encuentran ante todo en el od-grcoi, en el temor do

la projimidad y la dependencia y en la acentuación autoconservadora de su

carácter único. En la vida, esto puede presentarse bajo la siguiente forma: des

contacto mediante intuición ( hasta la proyección y la imaginación), o mediante elaboración intelectual unilateral como posibilidad de orientación en el mundo, manteniendo la distancia, de donde amplia inseguridad, por falta de contacto

por estar constantemente a la defensiva, lo que puede conducir hasta un aisla miento pronunciado y una soledad heroica, y hasta la amargura y la misan tropía.

Si nos encontramos, pues, en presencia de tales situaciones germinales —que so dejarían multiplicar, por supuesto, fácilmente—, abundantes en amplitud y contenido; si vemos al paciente al vivo en su-.medio y percibimos al propio tiempo en el trasfondo su evolución pasada, que en las situacio nes germinales truusparcnta en cierto modo, entonces podemos trabajar en los múltiples lugares de sutura en los que está en contacto con el mundo en torno suyo —su libido "permanece en circulación", en lugar de fluir sola

embrague" inmediato ea cuanto alguien se le acerca a uno demasiado; esto puede conducir hasta un retraimiento que se expresa en lo somático en forma

mente en la transferencia, lo que, en mi opinión, puede resultar a menudo pe ligroso, afuera, para las personas de referencia del paciente, porque estas rela ciones no hacen luego más que empobrecerse en mayor grado todavía—, y si

s "Ueber neurosenspezifische Anwendung der psychoanalytischen Technik" ("De la

al propio tiempo tratamos siempre conjuntamente la parte sana de la perso nalidad, en la oportunidad anteriormente señalada, que se encuentra en la situación germinal, esto crea un clima terapéutico que es favorable a los

de una rigidez a manera de máscara y en otras contracciones. Una paciente aplicación específica de la técnica psicoanalítica a las neurosis"), Psyche, VI, mim. 6.

Riemann, F., 1966a: Experiencias del análisis de personalidades esquizoides y depresivas, in: Revista de Psicoanálisis, Psiquiatría y Psicología, México (No. 2, 1966), pp. 29-49.

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procesos do maduración ulterior y no exige tan fácilmente demasiado del

lugar de sutura que según mis experiencias llega a ser muy fecundo, porque el reconocimiento y la comprensión de las situaciones germinales despiertan siempre en el paciente su fórmula propia específica, la evolución de su des tino, pasado, que hemos de trabajar ahora en unión de él, y que, al lado del descubrimiento y Ja elaboración del pasado, lo subconsciente y lo repri mido, refuerza siempre al propio tiempo el yo, desdemonizando en esta forma el mundo... en la medida en que se trata de demonización neurótica.

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paciente.

Lt.8 situaciones germinales típicas de los depresivos están ante todo en el

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no arriesgarse a ser yo y en el temor de la pérdida directamente relacionado con alio. En la vida cotidiana pueden presentarse acaso en estu formu: filtrado, desva-orización y escotomización de estímulos, política de las uvas verdes, todo lo cual puede comprenderse bajo el aspecto de renuncias y resignación pre maturas. En efecto, cuando se cree no poder realizar de todos modos los deseos e impulsos, el no poder vivirlos, entonces la no admisión de estímulos facilita la renuncia, sólo que esto se paga, entre otras cosas, con un oscurecimiento dol mundo y con depresiones. Considero como muy importante el explotarse

a sí mismo y el dejar explotarse crónicos, que se convierten a tal punto en segunda naturaleza del paciente, que trascurren en forma de reflejo y y,a ni siquiera sr . perciben conscientemente (recuérdese el ejemplo de la bai larina). Se relaciona íntimamente con ello el no poder tomar y exigir en

el momento oportuno, así como la inseguridad acerca de qué pueda exigirse y dónde. Así, por ejemplo, se atrevió un paciente, después de una labor ana lítica bastante prolongada, a solicitar de su jefe un aumento de salario, por lo de-nás plenamente justificado, y se maravilló de obtenerlo, lo que sin duda alguna habría sido ya posible anteriormente y lo habría ahorrado muchos re sentimientos y sentimientos de inferioridad. La orientación a manera de eco respecto del compañero y el haber de satisfacer todas las expectaciones, ver daderas o supuestas de éste, es uno más de los motivos de que los depresivos "puedan" todavía con un solo individuo, pero se sientan, en cambio, desam parados y desesperados en el caso de varios, porque resulta imposible satisfacer los deseos divergentes de todos ellos. La propensión a la ideologización y la idealización a título de protección contra los propios impulsos agresivos, a causa de los sentimientos de culpabilidad concomitantes, y también porque no • se puede cortar la rama sobre la que se está sentado o sea, pues, porque no se cree poder amar a alguien y, al propio tiempo, servirse de él y reconocer

susfallas. El no poder odiar y la falta de imaginación, en estas conexiones, para lo malo en el otro, con lo que precisamente se crea a menudo en él la cons telación correspondiente: autocompasión, hasta el masoquismo, como sustitutivo de satisfacción.

Así, por ejemplo, un paciente judío no quería sencillamente percatarse de cuál era la situación en el Tercer Reich, insistía en que no había hecho nada malo a nadie y que era un buen alemán; se negó a emigrar, y acabó luego en la cámara de gas de Auschwitz: el tiempo disponible no había bastado para elaborar un aspecto más realista de la situación. Una identificación prematura con el compañero en cada caso, el ver las

cosas, por ello, siempre principalmente desde el punto de vista del otro, el ponerse en su lugar, etc., lo que conduce cada vez en mayor grado a ver las propias conveniencias y los propios intereses demasiado tarde, etc. Las situaciones germinales se remontan muy adentro en la infancia, cons tituyen al propio tiempo focos grávidos de destino en el proceso de la vida, empalmes de problemática y desarrollo individuales, y corren a todo lo largo tanto de la vida cotidiana del paciente como de su actitud analítica. Si se las aborda analíticamente, se las hace conscientes y se trabaja siempre en aquel

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Voy a tratar ahora,' para terminar, de mostrar, con apoyo en la introduc ción de un tratamiento —las 5 primeras horas—, cómo lo dicho sohrc la modificación de la técnica clásica puede resultar fecundo. He escogido la introducción de un tratamiento, por una parte por motivos de tiempo y, por la otra, porque en el caso de los pacientes esquizoides y depresivos tales mo dificaciones—son a menudo precisamente imprescindibles, en mi opinión, al principio del tratamiento. He escogido para ello un paciente depresivo, porque,

debido a los procesos más sutiles y difíciles de captar, la exposición con base en un esquizoide se me hace mucho más difícil. Un médico practicante me envía un paciente de 56 años de edad, a causa de anginofobia, depresiones, llanto coílvulsiv.o y otros estados fóbicos (agora fobia y claustrofobia), además de insomnio. El paciente había permanecido cierto tiempo en una clínica a causa de las depresiones, (a continuación del tratamiento de un infarto cardiaco), y había hecho una cura de insomnio con Megafén. Después de ello se sintió peor, y se propone hacer ahora una cura de Bogomoletz, que alguien le ha recomendado; 'una vez terminada ésta —aproximadamente dentro de unos tres meses—, quiere probar un análisis, como se lo aconseja su médico. En la primera sesión, el paciente parecía poco accesible; la mayor parle del tiempo le rodaban las lágrimas cara abajo, y se sentía manifiestamente poco inclinado hacia el análisis, que no le decía nada. Por mi parte me sentía muy escéptico acerca de si, transcurrido el trimestre en cuestión, volvería o no a comparecer, y hablé con él, en esta primera sesión de toma de contacto, de sus expectaciones a propósito de un tratamiento psicoterapéutico y de su mé todo y le propuse un periodo de prueba. Pasados los tres meses, ha terminado su cura de Bogomoletz y se presenta efectivamente en el consultorio. La cura no le ha producido mejora alguna; sigue teniendo angina de pecho y llora al contármelo, por lo que se disculpa. Su insomnio tampoco ha mejorado: sólo consigue dormir con hipnóticos, y cree que todo será en vano y que nada se puede hacer con él, lo que provoca nuevo llanto y se le ve la cara toda hinchada. El paciente es un comerciante: manifiestamente un hombre honrado y acti vo, que ha progresado y ha alcanzado, con su trabajo, cierto bienestar. La ma

yor parte del tiempo ha gozado de buena salud; nunca antes había tenido algo por el estilo. Ha trabajado siempre con ahinco y rara vez se ha permitido algo: reposo, vacaciones, etc. Lleva 30 años de matrimonio y tiene tres hijas solteras, de 16, 18 y 25 años respectivamente; las relaciones conyugales son buenas. Tiene un solo hermano, 5 años mayor que él, que enfermó alrededor de los 20 de esquizofrenia. Durante el relato de esta sesión, las lágrimas le vuelven a correr, solloza y rae asegura: "No puedo remediarlo, me viene así, sobre todo desde la cura de insomnio".

Lo difícil era, en este caso, la edad del paciente y su sintomatología orgá-

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nica, y su escepticismo a propósito del análisis; además me parecía discutible hasia

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