Y existe pues la Neurociencia Cognitiva? Resumen. And then, does Cognitive Neuroscience exit? Abstract

¿Y existe pues la Neurociencia Cognitiva? CARLES ESCERA Universidad de Barcelona Resumen Se han identificado tres posturas diferenciadas en los comen

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CAJAL Y LA NEUROCIENCIA
QUARK 39-40 (044-065) 5/5/08 12:59 Página 59 CAJAL Y LA NEUROCIENCIA COGNITIVA CIEN AÑOS MÁS TARDE CAJAL AND COGNITIVE NEUROSCIENCE ONE CENTUR

RESUMEN ABSTRACT INTRODUCCIÓN
ISSN 0188-6266 doi:10.15174/au.2014.728 Características de la dieta y consumo de AGE en mujeres embarazadas de distinto nivel socioeconómico Characte

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¿Y existe pues la Neurociencia Cognitiva? CARLES ESCERA Universidad de Barcelona

Resumen Se han identificado tres posturas diferenciadas en los comentarios a los puntos de vista de Escera (2004) en su artículo diana sobre la Aproximación histórica y conceptual a la Neurociencia Cognitiva, a saber, la neurológica, la cognitivista y la neurocognitiva. La cuestión crítica que se está debatiendo es de si de la interacción entre el cerebro y la cognición emergen niveles de análisis, propiedades y leyes distintos, que no pueden ser reducidos para su explicación ni ninguno de los niveles que la originan. El autor concluye que si las funciones cognitivas no son más que funciones del cerebro, aquéllas deben explicarse por las leyes de éste, y entonces no hay más Neurociencia Cognitiva que la Neurociencia. Palabras clave: Psicofisiología, neuropsicología, psicología cognitiva, neurobiología, funciones humanas superiores, cerebro-mente.

And then, does Cognitive Neuroscience exit? Abstract Three different points of view have been identified among the comments to Escera’s (2004) target paper Aproximación histórica y conceptual a la Neurociencia Cognitiva. These can be referred as the neurological, the cognitive, and the neurocognitive points of view. The critical issue under debate is whether different levels of analysis, properties and laws emerge from the interaction between brain and cognition, which can not be reduced for explanation to neither of their composing parts. The author concludes that, if cognitive functions are nothing but brain functions, then brain laws must explain them, and therefore there is no more Cognitive Neuroscience than Neuroscience. Keywords: Psychophysiology, neuropsychology, cognitive psychology, neurobiology, higher human functions, mind-brain.

Agradecimientos: El autor quiere agradecer a Elisa Pazgón sus comentarios y discusión sobre este texto, y la contribución de las instituciones que financian su trabajo de investigación (Ministerio de Ciencia y Tecnología –BS02003-002440, la Generalitat de Catalunya –2003XT-00084, y el Hanse Institute for Advanced Study en Delmenhorst, Alemania). Correspondencia con el autor: Grup de Recerca en Neurociència Cognitiva. Departament de Psiquiatria i Psicobiologia Clínica. Universitat de Barcelona. P. Vall d’Hebron, 171, 08035-Barcelona. Tel. 93 3125048. Email: [email protected] © 2004 by Fundación Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0214-3550

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Preámbulo Ahora estoy seguro de que mi artículo diana, Aproximación histórica y conceptual a la neurociencia cognitiva, no sirvió para sentar cátedra. Pero, por fortuna, sí sirvió para una cosa, que se me antoja, según deduzco de los epílogos de varios de mis compañeros en este número especial, no ser frecuente en nuestro entorno académico, y, de hecho, en nuestra sociedad. Sirvió para intercambiar ideas, opiniones y puntos de vista, y en este sentido para propiciar la libertad de opinión, la libertad de expresarse sin coerción, la libertad, en definitiva, de pensamiento. Y digo esto porque, por lo menos a mí, me ha resultado curioso, cuando no conmovedor, que varios de los autores en este volumen pidieran excusas, no ya por disentir, sino simplemente por opinar. En fin, una práctica que deberíamos ir perdiendo, la de pedir excusas cuando somos francos en la expresión, en favor de la de fomentar la libre circulación de ideas, pensamientos, opiniones y formas de hacer. Quiero agradecer pues, sinceramente, a los editores de la revista la consideración que tuvieron hacia mi artículo ahora diana. En realidad, ese texto se envió para ser publicado por los cauces normales, esto es, tras revisión externa por iguales (peer-review), pero, para mi sorpresa, decidieron proponerlo como texto de referencia para su comentario por parte de distinguidos académicos. A ellos va también mi agradecimiento por su sinceridad y franqueza en la respuesta, por haber abierto y enriquecido sustancialmente no sólo el debate sino también mi forma de pensar y mis puntos de vista sobre la Neurociencia Cognitiva, o si se prefiere ahora, sobre las relaciones entre el cerebro y la mente. Si dijera ahora que no comparto algunos de mis propios planteamientos sobre lo que expuse en el artículo diana quizás causaría sorpresa, pero, como el profesor Sanchéz-Andrés nos hace ver, la complejidad de las cosas está sólo en nuestra ignorancia para comprenderlas, y quizás yo vea ahora la Neurociencia Cognitiva como algo menos complejo. En mi artículo diana planteaba la cuestión de si la Neurociencia Cognitiva constituía una nueva disciplina científica surgida de la fusión de la Neurociencia con la Psicología Cognitiva, y forzando la argumentación hasta límites, ahora admito insostenibles, pretendía que ésta era el resultado de una revolución paradigmática y que establecía claras diferencias con la Neurociencia, la Psicología Cognitiva (¿debería decir ahora Ciencias Cognitivas?) y todas y cada una de las disciplinas psicobiológicas. Todos mis comentaristas coinciden en que me excedí en mi afán por acotar terreno, y acepto que fui más allá de lo razonable a la hora de establecer los lindes de la Neurociencia Cognitiva, especialmente entre ésta y las demás disciplinas de la Psicobiología. Estoy de acuerdo con ellos en que comparte muchas más cosas de las que la hace distinta, si es que al fin y al cabo hay alguna, como más adelante veremos. Ahora entiendo yo que lo que se está debatiendo en esta arena va más allá de la delimitación de territorios académicos, del establecimiento de una marca de clase y de la apropiación de una estrategia de marketing para vender la investigación y la línea de pensamiento propias. En efecto, lo que aquí se nos plantea es si de la interacción entre el cerebro y la cognición emergen niveles de análisis, propiedades y leyes que tienen entidad propia, y que por lo tanto no puedan ser reducidos para su explicación ni al nivel neurológico ni al nivel cognitivo. Esta es, a mi entender, la cuestión crítica, y la que me llevó a plantear el surgimiento de la Neurociencia Cognitiva como disciplina de síntesis para acoger aquellos que defendían que, efectivamente, el nivel de análisis que resultó de la unión entre Neurociencia y Psicología Experimental no podía reducirse a ninguna de las partes que lo componen. Pero veamos antes

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cuáles fueron las objeciones de mis comentaristas a los planteamientos expuestos en mi artículo diana. Sin ánimo de simplificar las cosas, y esperando no malinterpretar las argumentaciones de los autores que comentan el artículo diana, pero para organizar el discurso de una manera ordenada, me ha parecido intuir tres posturas diferenciadas entre los distintos puntos de vista expuestos en este volumen. A estas tres posturas las llamaría yo la neurológica (en el sentido no médico al que alude Tobeña), la cognitivista y la neurocognitiva, la cual, me atrevería a decir, es similar a la que yo defendía en el texto de referencia. Vayamos por partes. La postura neurológica Por decirlo así, Tobeña y Sánchez-Andrés se sitúan en un mismo extremo en el terreno del debate. Quizás Tobeña con una postura más moderada, y quizás Sánchez-Andrés con una planteamiento más reduccionista, aunque sustancialmente no veo diferencias en sus puntos de vista. Desde esta óptica se defiende que todos los ámbitos de investigación en la encrucijada cerebro/mente son ramas de la Neurología (léase Neurociencia, y véase el artículo de Tobeña para una argumentación sobre el uso de estos términos). Tobeña insiste en que todas las aproximaciones metodológicas que se adentran en esta intersección se convierten en variedades del conocimiento neurológico, porque se parte de entrada de la constricción de contar con los sistemas neuronales. Las palabras de Tobeña aquí son suficientemente explícitas y acertadas para definir este punto de vista, de manera que me resultaría difícil igualarlo; por eso prefiero citarlo: “... Si se prescinde de él [del sustrato cerebral] cambiamos de mundo, por supuesto, pero si nos atenemos a sus limitaciones, no nos hemos movido de la Neurología”. Sánchez-Andrés fuerza la argumentación todavía más hacia ese extremo, y considera que no existe diferencia ente la Neurociencia Cognitiva y la “pura y dura” (sic.) Fisiología, aunque concede matizar, Neurofisiología. No me corresponde a mi argumentar sobre la posible existencia de otras disciplinas, dentro de las Neurociencias, distintas a la Neurofisiología –estoy pensando en neuroquímica, neurofarmacología o neuroendocrinología, por ejemplo-, y no voy a hacerlo. Con una sentencia proverbial, Sánchez-Andrés no recuerda que no es necesario que las cosas sean complejas para que no las entendamos, siendo suficiente nuestra ignorancia, pero nos concede que, mientras no nos curamos de ella y devenimos capaces de formular hipótesis en términos [neuro]fisiológicos, nos entretengamos en disciplinas provisionales como forma de aproximarnos a la resolución del problema. Esta concesión a las disciplinas provisionales, o puente, resulta curiosa, por cuanto, como más adelante se verá, se da también desde planteamientos epistemológicos opuestos. En cualquier caso, el planteamiento reduccionista de Sánchez-Andrés resulta peligroso, pues puede llevarnos a aceptar que todo al fin y al cabo se acabará explicando por las leyes de la física, a pesar de que nuestra ignorancia actual no nos lo permita. Y eso obviamente difícilmente ocurrirá, porque entre otras cosas, hemos sido testigos ya del surgimiento de la química como disciplina para explicar la estructura, las propiedades y transformaciones de la materia allí donde la física era incapaz de hacerlo con sus propias leyes. En cualquier caso, mientras ese día no llega, y mientras los neurofisiólogos se ocupan del tráfico de iones a través de las membranas neuronales, y por si acaso ese día no llega nunca, nosotros nos entretendremos, con permiso de los fisiólogos, con nuestras disciplinas “provisionales”. La postura cognitivista

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La postura cognitivista es la que mantienen Tudela, García-Albea, y Costa y Soto-Faraco. Con diferencias de matiz, pero la misma postura al fin y al cabo. La tesis central de Tudela es que la Neurociencia Cognitiva no es una moda más sino, en sus propias palabras, un verdadero logro conceptual y metodológico que proporciona una auténtica base sólida para construir una auténtica ciencia de la mente o ciencia cognitiva. Resaltando su entrecomillado: una “psicología cognitiva por otros medios”. Similar punto de vista adoptan Costa y Soto-Faraco, para quienes la “nueva” ciencia de la mente que yo propugnaba no estaría lejos de la “vieja” (entrecomillado de los autores) ciencia de la mente (la Psicología Cognitiva), aunque, en sintonía con Tudela, llevada a cabo mediante “otras” estrategias experimentales (el entrecomillado aquí es mío). Para García-Albea, la inclusión de la Neurociencia Cognitiva dentro de las Ciencias Cognitivas es más explícita, llegando incluso a considerar a la Neurociencia como parte de estas últimas. Aquí tampoco voy a ser yo quien discuta la legitimidad de esta inclusión, máxime cuando uno de los padres de las Ciencias Cognitivas ilustra su reciente reseña histórica sobre los orígenes de esta disciplina con el hexágono de su interdisciplinariedad, que la incluye (Miller, 2003)1. Este mismo autor (García-Albea) proclama incluso la autonomía de la explicación psicológica con respecto a la explicación neurobiológica –punto de vista que no comparten Costa y Soto-Faraco, para quienes los psicólogos cognitivos “estarían encantados” de poder construir modelos funcionales constreñidos por las propiedades biológicas del cerebro–, aunque justo es reconocer que García-Albea concibe la posibilidad de que se descubran “leyes puente que liguen las propiedades de un nivel con las del otro” –lo cual me recuerda a mi la concesión a las disciplinas provisionales que se hace desde la postura neurológica. La tesis de la autonomía de la explicación psicológica respecto a la neurobiológica (en lo que a la mente se refiere) no la veo yo tampoco exenta de limitaciones. En efecto, aunque García-Albea se muestra crítico con mi “contrapropuesta” (sic.) al planteamiento de Marr respecto a que las teorías computacionales deben rendirse a la realidad neurobiológica, yo insisto aquí en que éstas deben limitarse por los mecanismos de funcionamiento cerebral. Quizás debiera matizar, y aceptar que cuando se pretende explicar cómo un ordenador puede llegar a desarrollar un comportamiento inteligente, eso no sea necesario, pero cuando la computación de la que se pretende dar cuenta es la que tiene lugar en el cerebro, esta restricción deviene incuestionable. La postura neurocognitiva Bien, vistas estas dos posturas aparentemente irreconciliables, la de la “psicología por otros medios”, y la de los de la neurociencia interesada por otros problemas, nos encontramos que la cuestión sigue sin resolverse, sin el menor atisbo de concesión de los unos hacia los otros, y de los otros hacia los unos. No deja de llamar la atención que esas dos posturas encontradas sean las defendidas, en general, por los autores más, digamos, académicamente maduros, mientras que este peculiar equilibrio que yo reivindicaba en mi artículo diana haya encontrado cierta complicidad y apoyo en el entusiasmo de los autores, digamos, académicamente más jóvenes. En este sentido, sí que tal vez algo se esté cociendo en el sentido kuhniano, cuando alguien parece aferrarse a unos postulados con tradición ante la pujanza de nuevas ideas. No voy a entretenerme en exponer de nuevo la tesis central que presenté en mi artículo diana, pero podríamos resumirla en el principio gestáltico de que el todo es más que la suma de sus partes. Con matices, casi todos referidos a los límites que yo pretendía establecer entre la Neurociencia Cognitiva y las demás

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disciplinas psicobiológicas, tanto Barceló, como Cadaveira, como Gómez, Lupiañez, Martín-Loeches, Rodríguez-Fornells y de Diego, y Woods y AnlloVento, están aproximadamente de acuerdo con mi punto de vista. Así por ejemplo, Martín-Loeches matiza que la Neurociencia Cognitiva estudia la función cerebral “desde y para” la Psicología Cognitiva, y en la misma línea, Lupiañez incluso considera que la Psicología Cognitiva es una disciplina integrante de la Neurociencia Cognitiva. Barceló utiliza la metáfora del anuro para defender la existencia de un rincón entre dos mundos (¿he de ser explícito?), aunque alerta sobre los peligros de un afán secesionista, y acaba declarándose más proclive a una Neurociencia “moderna”. Y finalmente Cadaveira, quien se muestra especialmente crítico con mi afán de acotar terreno, defiende y reivindica el reconocimiento de la Neurociencia Cognitiva como una forma de hacer propia dentro de la Piscobiología. Mención a parte merecen Woods y Anllo-Vento, quienes nos proporcionan una información coyuntural muy valiosa para la contextualización del surgimiento de la Neurociencia Cognitiva. En efecto, estos autores resaltan el impacto de factores económicos en la “escisión” de la Neurociencia Cognitiva de la Sociedad de Neurociencia (Society for Neuroscience, SfN), y la constitución de aquélla como sociedad científica individualizada, en un momento en que la eclosión de la neurobiología molecular y el decisivo aporte económico de la industria farmacéutica habían orientado en esta dirección a muchos de los neurocientíficos que anteriormente se ocupaban de aspectos cognitivos. Epílogo Deberíamos ir enfilando la avenida de la síntesis. Lo que hasta aquí nos hemos planteado y discutido es si el resultado de una Neurología con planteamientos cognitivos o de unas Ciencias Cognitivas con cerebro es algo más que la suma de sus partes. Es decir, que si la forma en que el cerebro sustenta las funciones cognitivas va más allá de la Neurología, o si los postulados de las Ciencias Cognitivas, en lo que se refieren a la cognición humana, nunca alcanzarán su más alto fundamento si no tiene en consideración las constricciones que impone el sustrato nervioso. Dicho ya de otro modo, lo que cabe aclarar de una vez por todas es si de la interacción entre el cerebro y la cognición emergen niveles de análisis, propiedades y leyes distintos, que no pueden ser reducidos para su explicación ni a uno ni a otro nivel. Esto nos lleva a la cuestión, no menos trascendente, y en la que prefiero no entrar en detalle ahora, de la naturaleza de la cognición y, por extensión, de la mente. Es decir, si aceptamos que la cognición (la mente) no es más que una función cerebral2, aquélla debe poder explicarse por las leyes de éste. En otras palabras, si convenimos que la mente no es una propiedad emergente del cerebro, sino simplemente una función de éste, entonces necesariamente ha de explicarse por las leyes que rigen su funcionamiento, es decir, las neurológicas. Llegados a este punto, no cabe entonces más Neurociencia Cognitiva que la de la Neurociencia, y por lo tanto no nos queda ya nada más que abogar, a partir de este momento y abiertamente, por una Facultad, una estudios y una licenciatura en Neurociencias.

Notas 1 2

Miller, G. A. (2003). The cognitive revolution: a historical perspective. Trends in Cognitive Sciences, 7, 141-144. Véase Bunge, M. (1988). El problema mente-cerebro: un enfoque psicobiológico. Barcelona: Ariel, para una discusión detallada.

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