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IES Norba Caesarina. DEPARTAMENTO DE LENGUA Y LITERATURA.
LENGUA Y LITERATURA. 1º de Bachillerato.
YO, CLAUDIO. ALGUNAS CLAVES DE LECTURA. Robert Graves y su novela. Robert Graves (1895-‐1985) fue un escritor, poeta y traductor inglés, conocido principalmente por sus novelas históricas. Sobre todas ellas destaca Yo, Claudio, considerada por la crítica una de las mejores del género. A partir de su publicación, Graves, apasionado de la historia de la Antigüedad grecolatina, completó su obra con otras novelas que recrean mitos, historia y leyenda. Para crear Yo Claudio, publicada en 1934, Graves se documenta en algunos historiadores romanos. Él mismo confiesa que sus fuentes son Tácito (autor de los Anales, obra histórica que relata la vida de los cuatro emperadores que sucedieron a Augusto) y Suetonio, que escribió Los doce césares, una serie de retratos de los emperadores desde Julio César hasta Domiciano. También confiesa que su obra tiene algunas inexactitudes históricas ya que él no pretende ser totalmente fiel a los hechos reales sino acercarnos a un mundo pasado que le parece apasionante. Graves realiza una representación, desde el ejemplo de la historia, de las pasiones humanas. Quizá sea este aspecto el que explica en gran medida el éxito de la novela, al interesar a amplios sectores que no necesitan de una preparación cultural relevante para introducirse en las historias y en los personajes de la Roma antigua. La figura histórica del emperador Claudio y el personaje literario. Tiberio Claudio Druso Nerón Germánico (Lyon, 10 a. C. -‐ Roma, 54 d. C.).,fue un emperador romano de la dinastía Julio-‐Claudia. Era sobrino de Tiberio, nieto adoptivo de Augusto y tío de Calígula, a quien sucedió como emperador en el año 41. Marcado por varias taras (era cojo, epiléptico y tartamudo), Claudio era tenido por un bobo en la corte romana, pues se había mantenido apartado de los asuntos públicos, y se había concentrado en escribir estudios históricos sobre los etruscos y los cartagineses. Cuando la guardia pretoriana destronó y asesinó a Calígula, acabando con su disparatado y tiránico reinado, coronó a Claudio, que con más de cincuenta años era el único superviviente de la dinastía, pensando quizá en poner al frente del Imperio a un hombre manejable. Sin embargo, Claudio se mostró como un emperador capaz: amante de las tradiciones romanas, restableció el modelo administrativo de Augusto, repudiando el absolutismo en favor de una mayor colaboración con el Senado. Trató de volver a la pureza de la religión romana, restaurando cultos abandonados y combatiendo los que entendía como «supersticiones» extranjeras. Para mayor eficacia puso los cargos políticos decisivos en manos de sus libertos (esclavos liberados, como Polibio o Narciso), sentando las bases de la burocracia imperial. Extendió la ciudadanía romana entre habitantes de las provincias (Hispania, la Galia, Britania...) En el terreno exterior, impulsó la conquista de Britania (la actual Gran Bretaña) entre el 43 y el 47, así como la anexión definitiva al Imperio de Mauritania (norte de
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Marruecos y Argelia) y los territorios orientales de Licia, Panfilia, Judea y Tracia (43-‐ 46). Una de las lacras del reinado de Claudio fue la influencia que sus mujeres ejercieron en los asuntos de gobierno. Su tercera mujer, Mesalina, le ridiculizó públicamente con sus escandalosas infidelidades, hasta que se decidió a ejecutarla en el 48. Casado luego con su sobrina Agripinilla (que a la vez era biznieta de Augusto), ésta le convenció para que designara sucesor a Nerón, (hijo de un matrimonio anterior de Agripina), en lugar de Británico, hijo de Mesalina y -‐supuestamente-‐ del propio Claudio. Conseguido su objetivo, Agripinilla envenenó a su marido y vio acceder a su hijo Nerón al trono imperial.
El personaje literario de Claudio escribe su supuesta autobiografía y dibuja sin concesiones un espeluznante retrato sobre la depravación, las sangrientas purgas y las intrigas llevadas hasta el crimen durante los reinados de Augusto y Tiberio, culminando con la locura de la etapa de Calígula, su predecesor en el imperio. Graves le dio una continuación a la novela (Claudio el dios y su esposa Mesalina) centrada en los años de su propio reinado. Claudio afirma como narrador que él está contando la verdadera historia de lo que pasó en su vida, y, como historiador, que está decidido a describir los hechos reales de una manera imparcial para la posteridad. Sin embargo, Aunque Claudio sostiene que él es un historiador imparcial y observador, es imposible saber si su relato es real o simplemente su propia versión de la "verdad." Esta cuestión de la verdadera naturaleza de Claudio impregna la totalidad del libro Desde luego, estamos ante un narrador subjetivo que proporciona su punto de vista personal sobre los individuos involucrados en la historia. República versus Imperio. A lo largo de Yo, Claudio, la estructura política de Roma se centra en el conflicto entre la República y el Imperio. Roma se había constituido como república tras la tiranía del último rey Tarquinio el Soberbio. La fórmula republicana ponía el poder en manos del Senado, regido por dos cónsules que se elegían anualmente para evitar caer en el absolutismo o en la tiranía del gobierno unipersonal. Esta fue la fórmula que siguió Roma hasta Cayo Julio César, cuyas aspiraciones de coronarse como único rey provocaron la conspiración que desembocó en su asesinato a manos de un grupo de senadores y nobles encabezado por su propio hijo adoptivo Bruto. Tras la muerte de Julio César, se desencadena una guerra civil entre sus partidarios (entre ellos Octavio Augusto y Marco Antonio) y los partidarios de los ejecutores de César, Bruto y Casio a la cabeza, que son derrotados. Con la victoria de Augusto y los suyos se conforma un triunvirato de poder con Octavio (Augusto), Marco Antonio y Lépido. En la novela se narra cómo Augusto, instigado por su esposa Livia, consigue deshacerse de Antonio y Lépido para centrar en sí mismo todo el poder y acabar con la República. La intervención de Livia en estas intrigas no está probada históricamente.
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El conflicto entre la república y el imperio se expresa más abiertamente a través de los conflictos personales entre los personajes individuales y sus creencias. Después de la muerte de Julio César, Roma tuvo la oportunidad de convertirse en una república, y el abuelo de Claudio (el primer Claudio Druso Nerón) fue uno de los principales defensores de la causa. Sin embargo, su esposa Livia prefería ver Roma como un imperio, creencia que la llevó a divorciarse de su abuelo Claudio y casarse con Augusto en su lugar. Muchos de los asesinatos que comete Livia en la novela pueden ser reconocidos como un esfuerzo para mantener un imperio en lugar de una república: Marcelo, Agripa y Druso todos mueren porque amenazan la causa del imperio. Al principio de la novela, Claudio es, como su abuelo y su padre, un firme republicano. Sin embargo, al final de la novela, se da cuenta de que la preocupación de Livia con el imperio está bien fundada. El imperio de Roma, aunque problemático, proporciona estabilidad y prosperidad en todo el territorio romano. Cuando es coronado emperador por la turba de soldados en el final de la novela, se da cuenta de que sus sentimientos republicanos son idealistas, y un imperio es la única forma de gobierno que pueda tener éxito. La sociedad romana reflejada en la novela. La población de Roma se estructuraba según la riqueza y los derechos legales. Había hombres libres y esclavos. A su vez los hombres libres podían ser ciudadanos, con todos los derechos, libertos (antiguos esclavos liberados) y clientes (extranjeros protegidos por alguna familia noble). Los ciudadanos se dividían en patricios y plebeyos. Los patricios eran los descendientes de los fundadores de Roma y se agrupaban familias con un antepasado común. Formaban una clase privilegiada, gracias a la posesión de grandes latifundios; eran los únicos ciudadanos con derechos políticos y los únicos que podían alcanzar el poder. Los plebeyos eran ciudadanos que se establecieron en Roma tras su fundación y únicamente poseían derechos civiles. Vivían de la artesanía y el comercio o pequeñas propiedades rurales. Yo, Claudio se centra en la etapa de Roma en que el poder está en manos de la familia patricia Julio-‐Claudia, cuyo árbol genealógico suele reproducirse en las ediciones de la novela. La estructura social de Roma se refleja perfectamente en la novela, aunque se centra en el mundo patricio. Cuando Claudio relata situaciones de la vida cotidiana vemos desfilar por las páginas de su autobiografía a esclavos y libertos de su propia familia. Las instituciones en la época de Augusto. Tras liquidar de hecho la República, el nuevo régimen político creado por Octavio Augusto y que con algunas variaciones se mantuvo hasta finales del s. IV, presenta dos características:
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La concentración del poder en la figura del emperador. No obstante, como se ve en la novela, Augusto mantiene la institución republicana del Senado, pero vacío de poder y sumiso siempre al emperador. • El emperador gobernaba asesorado por cargos de confianza nombrados personalmente (secretarios y prefectos) y protegido por una guardia personal, la guardia pretoriana o guardia de corps. Para evitar disputas por el trono, Augusto fijó un sistema sucesorio, según el cual el emperador elegía a su sucesor, normalmente un miembro de su gens o famila. Cuando el heredero no era su hijo, nombraba al elegido hijo adoptivo. Como vemos en la novela, la sucesión del emperador es la mayor causa de intrigas, trampas y asesinatos. En la época de Augusto y sus sucesores, se mantienen formalmente las instituciones republicanas, pero vaciadas de poder. Al frente de estas instituciones están los magistrados, que habitualmente van ascendiendo en los puestos. Durante la República, las leyes y la justicia estaban en manos de los comicios (asambleas de nobles) y el senado. El poder judicial que durante la República ejercían los comicios desapareció por completo en época de Augusto. El poder legislativo si duró un poco más, hasta el final del siglo I d.C. Posteriormente las leyes fueron sustituidas por decretos del emperador; se consideraban obligatorias las recomendaciones del emperador y este era también el que decidía si se emprendían guerras. Durante la época de Tiberio (sucesor de Augusto), las facultades de los comicios pasaron al senado. El Senado: en el imperio estaba constituido por seiscientos miembros elegidos por el emperador. El senado elaboraba las leyes y nombraba a los magistrados, pero no podía oponerse al emperador. Cada vez va teniendo menos poder. Como vemos en la novela, acata siempre la palabra del César. El emperador: Aunque el emperador debía legalmente ser elegido por el senado, con Augusto y sus sucesores será un cargo hereditario, como puede verse en la novela (Augusto nombra a Tiberio, éste a Calígula), o nombrado por el ejército o la guardia pretoriana (que es quien nombra emperador a Claudio). Al nombre personal del emperador se le añaden los títulos de Imperator (poder militar), Caesar y Augustus (sagrado). La emperatriz tiene derecho al título de Augusta. Poderes políticos: El emperador tiene el poder legislativo, el judicial y el de los tribunos (el derecho al veto contra cualquier resolución de los magistrados). Interviene en las elecciones y nombra a los funcionarios. Acuña moneda y se ocupa de los asuntos extranjeros. Como prefecto de las costumbres, nombra senadores (función que en la República hacían antes los censores). Poderes militares: Tiene el poder consular (el mando de los ejércitos), el proconsular (el mando de las provincias imperiales -‐las que están en la periferia del imperio: las más conflictivas y decisivas-‐) y el derecho de vigilancia en las senatoriales (las demás provincias, más pacíficas). •
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Poderes financieros: El emperador no distingue entre su fortuna personal y la del fisco. Poderes religiosos: Como Pontífice Máximo, es jefe de la religión nacional e intérprete del derecho; además es miembro de todos los colegios sacerdotales. Tiene el título de Augustus (“sagrado”). El culto imperial hizo de él un dios en vida. El ejército. Los tiempos de Augusto son los de la Pax romana. No existen en la época recreada en la novela grandes conflictos con las provincias y los territorios conquistados anteriormente. Pero vemos en la novela la importancia de las legiones, comandadas siempre por personas de confianza de Augusto: Agripa, Tiberio, Druso, Germánico… El ejército romano estaba compuesto por una infantería pesada de veinticinco legiones de 5500 hombres cada una, integradas por ciudadanos romanos en su totalidad. La profesionalidad y la experiencia de estos ejércitos se pudo mantener con largos servicios de voluntarios que una vez comprometidos a servir a Roma firmaban un compromiso de vigencia, cuyo tiempo de duración podía ser de dieciséis años para la guardia pretoriana del emperador y veinte para las legiones y tropas urbanas. Augusto se aseguró, al menos simbólicamente, la lealtad de estos hombres haciéndoles jurar obediencia solo al emperador. Ya que Augusto no podía ir personalmente al campo de batalla, se aseguró de escoger entre los senadores de alto rango o entre miembros de su familia a sus generales. Vemos en la novela cómo utiliza para estas labores a Agripa, a Tiberio, a Druso (el padre de Claudio) y a Germánico (hermano de Claudio). Ellos son los encargados de dar órdenes en nombre del Emperador, y se ubicaban en las provincias y fronteras donde las tropas estarían acuarteladas. Para evitar que estas tropas interfirieran en la política interior de Roma o que alguno de sus generales le disputase el poder, como frecuentemente había ocurrido durante la República, la solución de Augusto fue simple y eficiente, emplazando las legiones en las fronteras conflictivas. Vemos cómo Germánico está en Alemania, o Druso con los partos. Pero Augusto no podía arriesgar su poder a grupos armados, por lo que mantuvo tres columnas en la ciudad de Roma y seis en las proximidades bajo su mando. De estas columnas nacería la Guardia Pretoriana o guardia de corps, encargada de resguardar al Emperador. Durante la República, al ser una época más agitada de batallas, existía la costumbre de premiar a los generales victoriosos con un triunfo. Consistía en hacer entrar al héroe vencedor en Roma con su ejército entre las aclamaciones de la multitud. Este tipo de homenajes los suprime Augusto, tal como cuenta Claudio en la novela, por los disturbios que provocan en la ciudad.
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Religión y superstición. Durante el periodo republicano e imperial de Roma, los ciudadanos romanos practicaban una religión politeísta muy similar a la religión en la Antigua Grecia. Su religión fue absorbida de la de los griegos, gracias a los contactos culturales y sus conquistas en la península de los Balcanes. Sin embargo, la religión romana no era, como muchos afirman, una simple copia de la religión griega. La religión romana incorporó elementos religiosos etruscos (de los antiguos pobladores de la Península Itálica) y de otras regiones. He aquí una relación de los principales dioses romanos: Júpiter
Dios de todos los dioses, representa el día.
Apolo
Dios de la verdad, Sol, luz , profecías, etc.
Venus
representa el amor y la belleza.
Marte
Dios de la Guerra.
Plutón
Dios de los muertos y del inframundo.
Neptuno Dios de los mares y océanos. Juno
Diosa de la maternidad.
Baco
Dios del vino, del éxtasis.
Mercurio Mensajero de los dioses , dios del comercio. Ceres
Diosa de la recolección , agricultura.
Vulcano Dios del fuego y los metales. Saturno
Dios de la agricultura y la cosecha.
Cupido
Dios del amor.
Una práctica religiosa muy común en la antigua Roma era la existencia de santuarios domésticos, donde se rendía culto a los dioses protectores del hogar y de la familia ( dioses lares y penates ) . Los templos para el culto público a los dioses también fueron construidos en varias provincias romanas. Los rituales religiosos romanos eran controlados por los gobernantes. El emperador era el pontífice máximo, es decir, la máxima autoridad religiosa. Muchos emperadores romanos exigieron un culto a su persona como si fueran dioses. Como vemos en la novela, Augusto admite ser divinizado en provincias, pero no en Roma. Y Calígula, en su locura, se cree Zeus. El propio Julio César permitió también que se le otorgaran cualidades divinas. Los dioses de la religión romana, aunque eran inmortales, poseían comportamientos y aptitudes similares a los de los seres humanos ( maldad, bondad, egoísmo, franqueza, fuerza, venganza…). De acuerdo con los romanos, los dioses decidían la vida de los mortales. El dios Júpiter fue el de mayor importancia, considerado la divinidad suprema del panteón romano.
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El culto doméstico era ejercido por el padre de familia. Para el culto público había sacerdotes a cuyo frente figuraban los pontífices y el Pontífice máximo (el emperador). Existen asimismo las sacerdotisas de Vesta –diosa del hogar-‐, las vestales, que no debían casarse para dedicarse enteramente al culto divino. Vemos en la novela cómo Livia introduce a su amiga Urgulania en las vestales con fines nada religiosos. La novela nos muestra la religión como una parte muy importante de la vida de Claudio y sus familiares. No sólo los presagios y augurios religiosos determinan las acciones que los individuos toman; el gobierno romano y el poder de la autoridad está intrínsecamente conectada con la religión y los dioses romanos. En Yo, Claudio una vez que Augusto logra la posición de emperador, Livia considera que no tiene la autoridad total porque no es un dios. Cuando en algunas provincias se empieza a adorar a Augusto como un dios, se vuelve mucho más poderoso en el ámbito político. Después de su muerte, su ascenso a la categoría de un dios completo sirve para validar todas sus decisiones políticas durante su reinado. Calígula se esfuerza por lograr una altura similar de poder como Augusto, al proclamarse a sí mismo como un dios durante su reinado. Calígula comete incesto con sus hermanas, ya que sigue el ejemplo del dios griego Zeus y su hermana Juno, e incluso le declara la guerra a Neptuno en un esfuerzo por demostrar su poder divinizado contra los otros dioses. Sin embargo, los esfuerzos de Calígula para combinar religión y el gobierno están motivadas por la locura, no por la ambición política. Como resultado, no es divinizado por el pueblo romano, sino que acaba asesinado por su guardia pretoriana. En una sociedad que pone de relieve la religión en tal grado, la única manera de alcanzar el poder político es combinar el mundo de la religión con el mundo del gobierno. Augusto es el único individuo que crea con éxito una combinación de los dos, pero todos los miembros de la línea julio-‐claudia reconocen la importancia de este enlace. Sacrificios, presagios y augurios. Según la religión romana, lo que más satisfacía a los dioses eran los sacrificios, por lo que estos eran la parte más importante del culto. Había muchos tipos de sacrificios, desde la inmolación de animales hasta la ofrenda de alimentos. En los rituales domésticos raramente se sacrificaban animales, ofreciendo a los dioses frutas, cereales o vino. Sin embargo, en los ritos públicos lo normal era sacrificar animales, pese a que algunos dioses preferían la fruta. Otros dioses se mostraban más caprichosos: a ellos se les ofrendaba no sólo un animal determinado, sino de unas características concretas en cuanto a sexo, color, estado, etc. Elegido el animal, era llevado al altar adornado con cintas y guirnaldas. Entonces se untaba con la mola, salsa hecha por las vestales y se le degollaba. Las vísceras eran quemadas tras ser examinadas por los arúspices, quienes debían dar el
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visto bueno si no encontraban nada anormal en ellas. El resto del animal era consumido en un banquete ritual o bien vendido en las carnicerías. Los romanos daban una importancia decisiva a los presagios y augurios. No iniciaban ninguna asamblea, ninguna elección, ninguna guerra sin haber consultado la voluntad de los dioses. Sacerdotes especiales, los augures o arúspices debían observar el vuelo de las aves, los relámpagos, los intestinos de los animales y otros signos e interpretarlos como buenos o malos augurios. Las gallinas sagradas desempeñaban un papel importante en la guerra y los cónsules hacían depender sus decisiones de si las gallinas comían o no. Hay un episodios en la novela relacionados con estas supersticiones. El cachorro de lobo que le cae en los brazos a Claudio cuando está jugando con sus primos y hermanos es un buen augurio para él, ya que se interpreta como que Claudio será algún día el protector de Roma (el lobezno representa Roma, la loba de la que nacieron Rómulo y Remo, los fundadores legendarios de la ciudad).
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