07 Ilan Pappe Tzvetan Todorov

aceprensa libros: ensayo 25 abril-1 mayo 2007 - n.º 44/07 Historia de la Palestina moderna Ilan Pappe Akal. Madrid (2007). 480 págs. 27 €. T.o.: A H

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aceprensa libros: ensayo

25 abril-1 mayo 2007 - n.º 44/07

Historia de la Palestina moderna Ilan Pappe Akal. Madrid (2007). 480 págs. 27 €. T.o.: A History of Modern Palestine. One Land, Two Peoples. Traducción. Beatriz Mariño.

La complejidad e intensidad de las pasiones y los intereses en presencia convierten al conflicto palestino-israelí en un enfermo al que hay que analizar con sumo cuidado para evitar diagnósticos determinados por filias o fobias previas al conflicto mismo o basados en el discurso dominante. Uno de los raros análisis con pretensiones de objetividad independiente es este estudio histórico de Ilan Pappe. El autor, nacido en Israel y profesor de la Universidad de Haifa, es uno de los intelectuales israelíes más denostados por los actores y afiliados a la interpretación oficial allí dominante. Solo el apoyo de sectores de la comunidad académica y periodística europea consiguió impedir que fuera expulsado, por las autoridades israelíes, de la docencia universitaria. Este dato es interesante para valorar su Historia de la Palestina moderna, ya que nos da una idea de hasta qué punto sus tesis e investigaciones contradicen los tópicos en los que diferentes gobiernos israelíes apoyan decisiones que dificultan o destruyen los esfuerzos de paz. Sin ser exhaustivos, los análisis de Ilan Pappe minan las bases de la teoría imperante sobre una creación artificiosa tanto del pueblo como del nacionalismo palestino. Donde

su tesis es totalmente contraria a la oficial y produce un fuerte rechazo es en la investigación que hace de la huida de palestinos en 1948, motivada por hechos de armas que califica de verdadera limpieza étnica por parte de las fuerzas israelíes. La posición que se adopte al respecto es de gran importancia para Israel, ya que en todas las negociaciones uno de los temas más espinosos es el de la vuelta de más de un millón palestinos a sus hogares. La tesis oficial suele ser que, como se fueron voluntariamente esperando la desaparición del Estado de Israel, han perdido todo derecho al regreso. Esta obra de Pappe es un repaso detallado de las evoluciones sufridas por la zona de Palestina desde el siglo XVIII hasta la segunda intifada en el que se capta la enorme complejidad de los intereses de países limítrofes, europeos, inmigrantes judíos, Estado de Israel, y las diferentes capas sociales en que se estratifican sus habitantes. En suma, un punto de vista diferente, detallado, fundamentado que a veces no puede evitar, aunque parece ocultarlos, ciertos planteamientos propios de los análisis enraizados en los métodos del materialismo histórico. El capítulo sobre los años que denomina como de “gracia postsionista” es especialmente interesante para comprender que, dentro de la propia sociedad israelí no todo es un discurso monolítico dominado por las ideas del Gran Israel y de la seguridad a ultranza. Agustín Alberti.

Elogio del individuo Tzvetan Todorov Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg. Barcelona (2006). 237 páginas. 17 €. T.o.: Éloge de l’individu. Traducción: Noemí Sobregués.

Tzvetan Todorov, nacido en Sofía (Bulgaria), profesor y director del Centro de Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje del CNRS de Francia, introduce este ensayo sobre la pintura flamenca del Renacimiento hablando de la grandeza y decadencia del retrato en la antigüedad. El primer retrato aparece ya en el arte egipcio cuando Akenatón decoró su palacio con escenas cotidianas. En Grecia y Roma, la imagen evolucionó tomando la vía conmemorativa (recuerda a los ausentes y es fiel), y también la glorificadora (celebra a su modelo y lo idealiza) con la finalidad de prolongar la existencia del retratado. Otras funciones, la amorosa y la contemplativa, suplantaron a las anteriores, y en el primer arte cristiano las pinturas se con-

virtieron en “las lecturas” de los analfabetos. Tras un largo periodo en el que el retrato permaneció eclipsado, el autor perfila los cambios en el pensamiento y en la forma de vivir que propiciaron la revalorización de las personas y de cada objeto particular. Señala cómo el germen de los avances conseguidos dos siglos después se encuentra en el realismo de los detalles y los paisajes reproducidos, como se ve en la iluminación de manuscritos. Esta es ya una forma de individualidad. Sitúa el Renacimiento en pintura durante la primera mitad del siglo XV en Italia, en Flandes y en Francia; sin embargo, no menciona el arte de la península Ibérica. Todorov distingue la individualización del mundo representado; la del propio acto de pintar, y su simétrica la del acto de percibir; cuyo exponente inicial fue la figura del donante. Para el autor, el descubrimiento del individuo se debe a “la búsqueda de una nueva forma que permita dar cuenta de experiencias también nuevas”. Es alguien que intenta conocer el mundo

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por sí mismo, lo comprende y, en él, cada objeto obtiene su singularidad. La imagen resulta de una mirada; la subjetividad individual se introduce en el principio de construcción de la misma. Teodorov sitúa la culminación de la nueva pintura en tres pintores que buscan imitar la naturaleza, complacer a los espectadores e instruir de forma diferente e introducen el mundo de los individuos en pintura. Recupera así a Robert Campin (1406-1445) poco conocido, para el que “la belleza sólo es otra manera de designar esa verdad” y desea mostrar las cosas como se presentan.

Todorov describe cómo Jan Van Eyck perfecciona la técnica de representación de objetos y materiales, en su preocupación por la verdad al reproducir lo visible, y nos sumerge en la contemplación de la pintura. Las obras de Rogier van der Weyden muestran el complejo equilibrio entre armonía formal, rigor teológico y exactitud realista, sometiendo este interés por la verdad a principios superiores. Para el autor, los artistas flamencos, al contrario que los italianos, “prefirieron buscar la belleza de cada cosa,.., descubrirla en su inimitable singularidad. La descripción llevada al extremo se transforma en elogio”. Teresa Herrera Fernández-Luna.

Islam y derechos humanos Agustín Motilla (ed.) Trotta. Madrid (2006). 197 págs. 14 €.

¿Es compatible el islam con los derechos humanos y la democracia? Esta cuestión se debate hoy en dos ámbitos: en el más general, la discusión se plantea sobre la universalidad de los derechos humanos frente a los particularismos culturales o religiosos; en el ámbito de Occidente, los interrogantes se suscitan como consecuencia de la integración de inmigrantes musulmanes, y apuntan hacia la armonización del islam con los valores inspiradores de las democracias occidentales. En sus diversas aportaciones, los autores de este libro analizan la concepción islámica de los derechos humanos desde una perspectiva jurídica. La obra tiene en cuenta tanto la posición adoptada por los Estados islámicos en la preparación, ratificación y aplicación de los convenios internacionales sobre derechos humanos aprobados en el seno de Naciones Unidas, como el contenido de tres específicas declaraciones de derechos promovidas por la Organización de la Conferencia Islámica. Dentro de este marco, su estudio se centra en aquellos aspectos de los convenios donde las diferencias son más acusadas y su aprobación suscita más dificultades, como consecuencia del cumplimiento de ciertos mandatos contenidos en la sharia o ley religiosa islámica. Esto ocurre principalmente con la tutela de la libertad religiosa y el derecho a cambiar de religión, la igualdad de derechos de la mujer, la protección de los derechos del menor y los derechos educativos. Todos los autores coinciden en definir la posición de los Estados islámicos como ambivalente: por un lado, han ratificado la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, así como otros textos internacionales de derechos humanos. Pero, por otro, relativizan esos compromisos hasta casi vaciarlos de operatividad, al someterlos a la sharia o ley religiosa islámica, para lo cual se sirven bien de la interposición de reservas o de declaraciones interpretativas que les eximen del cumplimiento de las obligaciones derivadas de

esos derechos, o bien optan por recurrir a la elaboración de sus propias declaraciones de derechos humanos islámicas. El resultado final, según los autores, es que estas declaraciones acaban justificando la perpetuación de violaciones de los derechos humanos fundándose en razones religiosas o culturales. Según Motilla, las declaraciones islámicas aceptan la igualdad en dignidad humana pero no de derechos cuando así lo determina la sharia. En esos casos, el trato diferente según las creencias, el sexo o la condición de la persona, estaría legitimado y no sería discriminatorio. Respecto a la libertad religiosa, el estatuto de los no musulmanes que se infiere de las declaraciones estudiadas por Motilla y García Pardo se acerca más a la tolerancia que a la plena libertad religiosa. Por otra parte, ambos autores destacan la prohibición de cambiar de religión, considerada como una auténtica traición a la familia y a los conciudadanos (penada en algunos casos con la muerte), y la prohibición de realizar proselitismo religioso, entre las restricciones más evidentes del derecho de libertad religiosa. Hay otras muchas, vinculadas a la mujer, al menor y a la educación, que son analizadas por el resto de autores en los respectivos campos temáticos. La estructura de la sociedad musulmana es un reflejo de la organización familiar. Esto explica, según Rossell, que el derecho de familia permanezca como uno de los últimos baluartes del derecho religioso aplicado en los Estados islámicos. Y así, mientras que en muchos países islámicos se aprecia una progresiva desaparición de la discriminación de la mujer en el ámbito público, en el ámbito privado pervive sobre todo en el matrimonio y en las relaciones familiares. No obstante, la convivencia entre el derecho positivo y la sharia en esta materia no se ha afrontado por igual en todos los países islámicos. En algunos, como Túnez, Argelia o Marruecos, se han dado pasos importantes para adecuar las leyes sobre el estatuto personal a lo dispuesto por las normas internacionales, aunque perviven muchas discriminaciones. Los autores coinciden en que la percepción de los derechos humanos en las declaraciones islámicas obedece a su

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raíz teológica, lo que “hace –según Motilla– que éstos descansen, no en un supuesto Derecho natural, como normas impresas por Dios en la naturaleza humana en el modo en que se entiende en la tradición católica, sino en el Derecho revelado por Dios a su Profeta”.

Pero, tal y como reconocen los autores, no existe una idea monolítica sobre la concepción y el reconocimiento de los derechos humanos ni en la doctrina islámica ni entre los Estados islámicos. Los niveles de apertura y flexibilidad varían notablemente. Ana María Vega.

La discriminación positiva en el mundo Thomas Sowell Editorial Gota a Gota. Madrid (2006). 296 págs. 22 €. T.o.: Affirmative Action Around the World. An Empirical Study. Traducción: Mercè Diago Esteva y Abel Debritto Cabezas.

Thomas Sowell, autor prolífico aunque poco traducido en España, analiza los resultados de la aplicación de políticas de discriminación positiva en Estados Unidos, Malasia, India, Sri Lanka y Nigeria. A través del análisis de la experiencia de estos países en distintos momentos de la historia, el autor defiende con datos empíricos el fracaso generalizado de este tipo de políticas en campos como el educativo o el empresarial. Su conclusión es que la discriminación positiva no es un juego de suma cero, sino de resultado negativo en el que habitualmente el número de perjudicados supera al de beneficiados, e incluso produce en estos cierta sensación de frustración. El resultado de tan distintas experiencias muestra que cuando se ha pretendido usar la ingeniería social, imponiendo soluciones igualitarias por decreto, se ha renunciado a solucionar las causas y no se han puesto más que parches para esconder el problema. Por poner un ejemplo, al estudiar la situación de mujeres en puestos de responsabilidad y las diferencias de sus salarios con los hombres, señala que las medidas de discriminación positiva no han logrado resolver el problema, que depende de otra serie de circunstancias como: el incremento de la natalidad, el tipo de trabajos que desempeñan unos y otros,

el riesgo, la continuidad y las posibilidades de quedarse desactualizada… Estas serían las verdaderas causas que el Estado debería tratar de solucionar, facilitando la flexibilidad laboral suficiente para que hombres y mujeres puedan repartir su tiempo de forma razonable, o apoyando la maternidad. El libro muestra además que este tipo de políticas provoca la creación artificial de nuevos grupos o la ampliación inverosímil de los mismos; son los grupos mejor situados los que más aprovechan la situación, mientras que los más necesitados no logran acceder a estos programas. La historia enseña que estas nuevas minorías, muchas veces artificiales, reivindican sus derechos colectivos, derechos de grupo, que acaban pasando por encima de los derechos fundamentales y terminan por amenazar la idea misma de mayoría. Para Sowell la tentación más fuerte y más peligrosa es la de politizar la discriminación positiva, convertirla en una forma más de lograr votos. Los resultados, como muestran experiencias como la de Sri Lanka o Nigeria, pueden terminar siendo dramáticos. En España tenemos un ejemplo reciente en el establecimiento de esta discriminación positiva tanto en el campo de la representación política como en los consejos de administración. Ejemplos similares encontramos en otros sistemas jurídicos en los que han decidido reservar unas cuotas para determinadas minorías, como las de los indígenas. Este libro es un buen ejemplo de que se pueden defender ideas sin separarse de los hechos ni esconderse en la retórica. Rafael Rubio.

Gödel. Paradoja y vida Rebecca Goldstein Antoni Bosch Editor. Barcelona (2006). 259 págs. 19,50 €. T.o.: Incompleteness: The Proof and Paradox of Kurt Gödel. Traducción de Víctor Úbeda.

Kurt Gödel (1906-1978) no goza del mismo prestigio que otros científicos contemporáneos suyos como Albert Einstein. Posiblemente contribuye a ello el hecho de que sus logros se produjeron en un campo, el de la lógica matemática, propio de las ciencias formales y no en alguna rama de la ciencia que haya podido influir directamente en el conjunto de la sociedad.

Sin embargo, sus grandes aportaciones a la lógica formal (los dos teoremas de incompletitud) “se extienden –según su biógrafa– mucho más allá de su estrecho ámbito formal y abordan cuestiones tan vastas y espinosas como la naturaleza de la verdad, el conocimiento y la certidumbre”. Podríamos decir, parafraseando a Kant, que junto con la teoría de la relatividad de Einstein y el principio de incertidumbre de Heisenberg, los teoremas de incompletitud de Gödel despertaron a la ciencia moderna de su “sueño dogmático”. El libro nos presenta, en todo momento, un Gödel muy humano (hasta los límites del drama personal en sus últimos

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días), en ocasiones un tanto idolatrado por la autora, y objeto de diversas interpretaciones, como aquella que le ve como el artífice del freno al sueño de la anhelada hiperracionalidad. Como ha señalado Stephen Hawking, desde esta perspectiva sus teoremas se erigen como un obstáculo insalvable para quienes buscan una Teoría del Todo que pueda explicar todas las fuerzas de la naturaleza. Pero también se le ha interpretado como el proveedor de combustible para la hoguera relativista de la postmodernidad, al creer que sus teoremas legitiman ver toda verdad como una creación esencialmente artificial. Entonces: ¿Quién fue Kurt Gödel? ¿Qué dicen realmente sus teoremas? Y, sobre todo, ¿cuánto pueden dar de sí? Estas cuestiones siguen siendo objeto de controversia y la autora las analiza con claridad y detalle. Rebecca Goldstein nos ofrece un buen instrumento para acercarnos a la dimensión humana e intelectual de este genio universal. La autora nos revela un Gödel cordial, siempre amable con sus alumnos, pero que a la vez era un espíritu atormentado. La combinación de estos factores hizo que sus alumnos le llegaran a ver como un dios; pero, a su vez, Gödel se vio arrastrado hasta el abismo por la gigantesca tarea que

se había impuesto. Aunque siempre estaba rodeado de gente, Gödel era, como diría Hermann Hess, un auténtico lobo estepario. Einstein fue su único amigo, pese a las diferencias abismales de carácter y pensamiento, el único con el que podía hablar de lo “esencial”. La muerte del amigo le dejó solo. Casi 25 años de soledad espiritual le llevaron al borde del derrumbamiento psicológico; drama personal que no pudo soslayar ni siquiera a partir de su cosmovisión teísta (recuperó el argumento ontológico como prueba racional válida para demostrar objetivamente la existencia de Dios, algo que escandalizaba a muchos de sus alumnos). Goldstein, que fue alumna de Gödel, nos aporta luz para entender la vida y la obra de este gran pensador, el más desconocido para el gran público entre los genios del siglo XX. La única dificultad que puede presentar el libro al lector no familiarizado con la lógica formal son unas pocas páginas dedicadas a explicar la fundamentación de los teoremas citados. Por lo demás, la prosa atractiva de Goldstein nos guía, también, por algunos de los grandes hitos intelectuales del siglo pasado. Carlos A. Marmelada.

La dinámica de la evolución humana Natalia López Moratalla EUNSA. Pamplona (2007). 200 págs. 17 €.

Este trabajo trata sobre la evolución humana y sobre la estructura y funcionamiento del cerebro humano y sus diferencias con el del chimpancé a la luz de del estudio comparativo de ambos genomas. El libro abarca las reflexiones personales de la autora tomando como base los descubrimientos más recientes. La exposición sobre lo que se conoce de la evolución humana no se detiene en el estudio de esqueletos, fósiles y metodologías especializadas, sino que muestra las conclusiones más fiables y reflexiona sobre ellas. Llama la atención una pregunta sustancial bien detectada y poco mencionada en otros trabajos: ¿cuál es la causa de que la evolución biológica vaya hacia lo más complejo? Efectivamente, es un hecho que la evolución de los seres vivos va contra la segunda ley de la termodinámica universal, es decir, que todo lo que sucede en el universo aumenta el desorden. Sin embargo, los seres vivos aumentan su orden interno a costa de aumentar el desorden del universo alrededor de ellos. Pero ¿qué es lo que les hace ir a contracorriente? No hay una respuesta adecuada desde la ciencia a estos interrogantes. Más adelante expone que el hombre tiene algo más que su genoma, en contraste con los primates. Por ejemplo, el cuerpo humano tiene más posibilidades que las que le corresponderían a un primate complejo, tales como el habla, el conocimiento objetivo, la abstracción, la libertad de la voluntad

(amor), la capacidad de imaginar el futuro y planificar, el saber que va a morir, las motivaciones y consecuencias morales, la capacidad para generar y transmitir cultura, etc. Para todo ello el cuerpo (el genoma) tiene una serie de adaptaciones que han ido apareciendo poco a poco en la evolución, para manifestar hace unos 200.000 años personas individuales y todavía inacabadas. El cerebro humano completa ese desarrollo en función de las experiencias individuales y libres durante los años de vida personal y transmite lo aprendido a la siguiente generación a través de la cultura. Las diferencias fenotípicas (o sea visibles) entre el genoma del hombre y el del chimpancé parecen deberse a pocos cambios, pero en regiones reguladoras, en genes relacionados con el cerebro (aumento del tamaño, aumento de la posibilidad y velocidad de conexiones neuronales, aumento de los centros relacionados con el lenguaje), en pérdida de genes que controlan automatismos instintivos (olfato, por ejemplo) y en ganancia de otros genes (por ejemplo, los que controlan los gestos faciales), en disminución de la conexión entre el instinto de reproducción y los periodos de fertilidad de la hembra, etc. Todos estos cambios van encaminados a disminuir el influjo de los instintos automáticos animales. La exposición adquiere su mayor interés cuando se describe el funcionamiento del cerebro humano en comparación con el de los primates y otros animales (capítulos 3 y 4). El capítulo 4 contiene una excelente exposición de cómo se piensa actualmente que funciona el cerebro humano, en términos al alcance de la mayoría del público.

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En la forma de la exposición, se echa de menos una mayor conexión de las afirmaciones (algunas veces son solo hipótesis actuales o interpretaciones más o menos justificadas) con las evidencias experimentales actuales. Una confrontación entre las razones que existen actualmente a favor y en contra de algunas explicaciones, con discusión sobre posibles alternativas, reflejaría más exactamente la situación actual, aun-

que ello sería a costa de la claridad de la divulgación. Especialmente en el caso del funcionamiento del cerebro, todavía estamos lejos de poder afirmar con seguridad muchas cosas. Los gráficos que acompañan al texto podrían estar mejor explicados y ser de mayor tamaño, con lo que contribuirían más eficazmente a explicar el texto, a veces muy denso. Julio Coll.

La confusión de géneros Xavier Lacroix Mensajero. Bilbao (2006). 111 págs. 9 €. T.o.: La confusion des genres. Traducción: Ana Pinedo.

La pretensión de que la unión entre parejas del mismo sexo se considere matrimonio y de que la ley admita que un niño pueda tener dos padres o dos madres es un debate donde a menudo cuentan más las posturas emocionales que los razonamientos. No pocas veces ni tan siquiera se da lugar al debate, pues cualquier objeción se despacha invocando el fantasma de la discriminación o de la homofobia. Este pequeño libro aborda de modo sintético estas demandas homosexuales sobre el matrimonio y la adopción. Xavier Lacroix, casado, con tres hijos, decano de la Facultad de Teología de Lyon, donde ha sido también director del Instituto de Ciencias de la Familia, se plantea en el primer capítulo qué sentido tiene el término “homoparentalidad”, que hoy intenta popularizarse. Para justificarlo, se dice que no hay diferencia, en cuanto a bienestar o desarrollo, entre los niños educados por parejas homosexuales o por un padre y una madre. Lacroix señala oportunamente los numerosos fallos metodológicos de los estudios que se esgrimen, debilidades

que serían inadmisibles en cualquier otro campo. Frente a la suposición de que lo decisivo es que el niño se sienta querido, sin que importe la orientación sexual de la pareja parental, Lacroix subraya la importancia del parentesco carnal, que permite al niño ocupar su sitio en la sucesión de generaciones y sentir que tiene un padre real vuelto hacia una mujer (su madre). Ante la demanda de reconocimiento que justifica el “matrimonio” homosexual, Lacroix advierte en el segundo capítulo que “no se trata de gestionar afectos, sino de reconocer e instituir las estructuras fundadoras de lo humano”. Un matrimonio que no incluye la alianza entre un hombre y una mujer, ni la generación, no es más que una figura sin sustancia. En un tercer capítulo más sistemático Lacroix va respondiendo a algunos argumentos habituales a favor de la adopción homosexual. Sus respuestas se caracterizan por poner por delante el interés del niño respecto al de los adultos. Lacroix se esfuerza por aportar claridad en un campo donde hoy quiere imponerse la confusión de géneros. Su argumentación privilegia el enfoque antropológico y hace ver que los términos paternidad, maternidad o matrimonio no son maleables a voluntad. Al tratarse de una recopilación de tres artículos, se advierten algunas repeticiones. Ignacio Aréchaga.

La máquina de la educación José Luis García Garrido Ariel. Barcelona (2006). 254 págs. 15 €.

García Garrido, catedrático de Educación Comparada en la UNED, a lo largo de su vida ha ocupado diversos puestos en el mundo educativo, desde maestro hasta director del Instituto de Evaluación (entonces INCE), y su opinión es escuchada con respeto por aquellos que trabajan en este ámbito, tengan la adscripción política que tengan. Lo que, en un sector tan enfrentado, no es decir poco. Además, García Garrido tiene la virtud de unir un vasto conocimiento en su materia con una claridad de exposición envidiable. La máquina de la educación pretende ser un libro de divulgación de las características de nuestro sistema de enseñan-

za para legos en la materia, desde padres interesados en cómo funciona ese lugar donde dejan a sus hijos día tras día, al público en general perdido en la maraña legislativa (en cuatro años hemos visto en vigor tres leyes educativas superpuestas). Por ello, el libro es también una breve historia de nuestra enseñanza, al menos desde la Ley General de Educación de 1970. El sistema empleado por García Garrido es el de plantear y responder a preguntas que el ciudadano medio se hace sobre la educación en España: “¿Diecisiete sistemas educativos?”, “¿Una administración competente?”, “¿Unos resultados insatisfactorios?” son algunos de los títulos de los capítulos, que son desarrollados por el autor con su habitual cla-

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ridad de ideas, sentido crítico y luminosa exposición. Quien pretenda acercarse de nuevo –quizás desde los años de instituto– al sistema educativo no perderá el tiempo, y sin duda se sorprenderá de cómo han cambiado las cosas, e incluso podrá preguntarse si esta nueva escuela es tan confiable como la que recordaba. Pero el libro admite un segundo nivel de lectura, el de aquellos que ya conocen bastante de nuestro sistema educativo. A este lector el libro no le descubrirá probablemente nada nuevo, pero sin duda le aclarará algunas ideas, le hará pensar de nuevo algunos temas y, sobre todo, le divertirá. Porque el enterado en la materia reconocerá inmediatamente a las personas y grupos que están detras de las descripciones y la ironía de la que el autor hace gala en el texto: quién encargó los informes sobre el sistema con intencionalidad política, qué sindicato copa las plazas de profesores en el exterior, o quién decía que separar a los alumnos a los 15 años era segregador o que la Prueba General de Bachillerato era una antigualla que no estaba presente en ningún país de Europa.

Desde luego, el libro es, quizás “sin querer queriendo”, una obra de denuncia: porque todos los errores de nuestro sistema son puestos encima de la mesa y analizados: la falta de apoyo a las familias, la despreocupación de la sociedad por la educación, la utilización política de la educación por parte de los nacionalismos, la comprensividad tardía de la Logse, la desmotivación del profesorado, el vaciamiento de competencias educativas del Estado en la LOE, la inflación de cargos públicos y de funcionarios no docentes en las administraciones educativas (central y autonómicas), la inoperancia de los mecanismos y departamentos del Ministerio de Educación encargados de la cohesión del sistema, el velo político sobre los datos de nuestra educación, el papel de los conciertos, los mediocres resultados del sistema o los errores fundamentales de la Logse. Si hay que poner algún pero, sería el de los numerosos errores en las fechas, que pueden llevar a confusión a los lectores menos avezados, y que sin duda serán corregidos en las siguientes ediciones. José Manuel Lacasa.

Sin inventar nada. El polvo anónimo del Gulag Lev E. Razgón Alba. Barcelona (2006). 578 págs. 26,50 €. T.o.: Nepridumannoie. Traducción: Vicente Gallego.

Casi se han convertido en un género literario los testimonios de los prisioneros de los campos de concentración soviéticos (ver Aceprensa 141/05). El escritor Lev E. Razgón, otra víctima de la represión, se plantea esta cuestión en el prólogo de las memorias de los más de quince años que pasó en diferentes campos hasta que en 1955 consiguió la libertad. Todos estos escritos intentan explicar lo ocurrido y alertar a las futuras generaciones para que no vuelva a suceder nada parecido. El libro de Razgón está concebido como un alegato contra el olvido: “La apisonadora del terror estalinista ha acabado con un número incalculable de seres. Y el crujido de sus huesos no dejará nunca de resonar en los oídos de todos los hombres”. Basten dos datos: entre el 1 de enero de 1935 y el 22 de junio de 1941, fueron fusiladas en la URSS siete millones de personas. Y Razgón recuerda que en uno de los campos de concentración en los que estuvo, el contingente llegado de Moscú a finales de 1938 ascendía a 517 hombres; en la primavera de 1939 sólo quedaban 27. Sorprende el tono de Razgón al recordar tantos hechos y personas; ninguno de sus relatos transmite odio. Razgón nació en Gorki (Bielorrusia) en 1908. En 1920 se trasladó a Moscú, donde trabajó como monitor, periodista y editor de libros infantiles. Tras la muerte de Kírov se desató el terror estalinista, que

arrastró a buena parte de la familia política de Razgón. Pocos meses después, Razgón, comunista, casado y con una hija pequeña, fue detenido y acusado de “difundir propaganda antisoviética”. La misma acusación recayó en su mujer, enferma de diabetes, que murió a las pocas semanas en un campo de tránsito. La mayoría de los capítulos están dedicados a contarnos las historias de personas anónimas que Razgón conoció en prisión, con las que entabló amistad y que le contaron su vida. Como indica el subtítulo, Razgón pone el acento en estos seres anónimos, más débiles y fáciles de olvidar que las víctimas famosas. Y también quiere acercar a los lectores las vidas concretas no sólo de los prisioneros sino también de los carceleros y de los verdugos, con páginas muy interesantes sobre el proceso de degeneración personal y social. Para Razgón, “tanto los detenidos como los carceleros salieron del campo perdiendo toda noción del deber y de la honradez”. Muy clarificadoras resultan también sus explicaciones sobre cómo funcionaban los tribunales y el Código Penal, considerados por las autoridades soviéticas como meros engranajes del mecanismo de la represión. Después de la desintegración de la Unión Soviética, Razgón tuvo la oportunidad de tener en sus manos las actas de las instrucciones que se hicieron contra él y su esposa fallecida. Leyendo esos papeles volvió a comprobar la mezquindad y arbitrariedad de un régimen que pisoteó todos los derechos de los ciudadanos, disfrazando su tiranía bajo la retórica ampulosa del comunismo. Razgón publicó un libro con estos recuerdos en 1989. En 1992 recibió el premio Sajarov y murió en 1999. Adolfo Torrecilla.

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El siglo de los genocidios Bernard Bruneteau Alianza. Madrid (2007). 286 págs. 19 €. T.o.: Le siècle des génocides. Traducción: Florencia Peyrou y Hugo García.

Matanzas y masacres ha habido siempre. El hombre está más cerca de ser ese “lobo para el hombre” (Hobbes) que el “buen salvaje” corrompido por la civilización (Rousseau). Muchas de las veces en que ha podido matar con impunidad lo ha hecho; y en masa. Una cosa es eso –de lo que no se libra casi ningún pueblo histórico, unos con guerras, otros con esclavitud, otros con deportaciones, otros con sacrificios humanos, otros con persecuciones en nombre de la religión– y otra cosa es un genocidio: “un tipo de masacre de masa unilateral en la que un Estado u otra autoridad tiene la intención de destruir a un grupo al que el mismo perpetrador ha definido”. Ese grupo puede ser étnico o cultural (armenios, judíos, hutus, gitanos) o político (burgueses o kukas en las matanzas ordenadas por Lenin, Stalin, Mao o jémeres rojos). Se entiende que llamar al siglo XX, El siglo de los genocidios, que es el título del reciente libro de Bernard Bruneteau, no es ninguna hipérbole. El resultado es tanto más sangrante cuanto que el siglo XX era el orgulloso heredero de la Revolución, el Progreso y el abatimiento de todas las tiranías, un siglo que proclamó la solemne Declaración de los Derechos Humanos. Pues en todos los tramos del siglo XX se da el genocidio. En la época de la

primera guerra mundial, con la matanza de armenios por parte de los turcos; en el periodo de entreguerras, con las matanzas leninistas y estalinistas; en el periodo de la segunda guerra, con la inmensa tragedia del Holocausto judío; pero es que cuando cae por fin el último de los grandes sistemas dictatoriales, el comunismo soviético, y el mundo parece entrar en una época de paz, es decir, entre 1991 y el final del siglo, sigue el genocidio en países de la antigua Yugoslavia; y sigue en África. Así que la tan cacareada globalización es perfectamente compatible con un recrudecimiento de los localismos, en formas de nacionalismos violentos o en cualquier otra forma; y ya se sabe que es de estos etnicismos, conjugados con el poder, de donde han salido la mayor parte de los genocidios. Bruneteau no es nada optimista sobre el futuro. “En vista de los efectos perversos que tienen la globalización y la democratización actuales sobre las minorías del planeta, corremos el riesgo de que la tentación genocida tenga ante sí un siglo XXI prometedor”. En cualquier caso, por desagradable que resulte, no es inútil tener a la vista los numerosos y crueles genocidios del siglo XX. Sirve, entre otras cosas, de demostración de que un progreso científico o técnico no asegura de por sí el progreso moral. O, en otras palabras: que en cualquier circunstancia hay que esforzarse en algo tan antiguo y tan básico como hacer el bien y evitar el mal. Rafael Gómez Pérez.

Los dogmas de la antiglobalización Juan Carlos Jiménez Redondo Editorial Club Universitario. Alicante (2006). 219 págs. 17,50 €.

Juan Carlos Jiménez Redondo es sociólogo e historiador especializado en temas de política exterior y relaciones internacionales. En este libro reflexiona sobre el papel del liberalismo en los procesos de globalización, al tiempo que trata de desmontar los principales tópicos manejados por los movimientos antiglobalización. Hoy la doctrina liberal sigue bajo sospecha, pues se asocia a un individualismo feroz e insolidario. Para Jiménez Redondo, esta visión está deformada. Es cierto que el primer liberalismo mantuvo algunos postulados antisociales, pero en su evolución “el liberalismo tendió a abandonar el egoísmo radical como justificación del individualismo en favor de la idea de que el bienestar social concernía a todos y de que había bienes intrínsecos que no se podían medir sólo por su utilidad”. ¿El liberalismo puede ser el fundamento de la moderna sociedad internacional? Jiménez Redondo cree que sí, puesto

que el ideal liberal trata de favorecer valores comunes tales como la democracia, la defensa de los derechos humanos, la economía de libre mercado, el Estado de derecho o el respeto a la dignidad de todos los seres humanos. A su juicio, esos valores deberían ser universales porque son los únicos que “han servido para alcanzar altas cotas de paz, equidad, bienestar y libertad”. Ahora bien, ¿de qué manera hacemos efectivos esos valores? Ante la ausencia de un gobierno mundial, es necesario –explica el autor– que una potencia o conjunto de potencias asuman un papel hegemónico. En las condiciones actuales, no cabe duda de que solamente Estados Unidos y sus aliados tienen capacidad para asumir ese liderazgo mundial. Y esto es lo que propone Jiménez Redondo. Estas propuestas chocan frontalmente con el movimiento antiglobalización, aglutinado hoy por el antiamericanismo y la oposición a una concepción liberal de la sociedad internacional. En principio esta oposición sería perfectamente legítima e incluso muy deseable para el debate público, si no fuera por la pobreza de sus argumentos. En efecto, afirma Jiménez Re-

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dondo, los grupos antiglobalización más que ofrecer alternativas, se limitan a pasear pancartas contra el opulento capitalismo que les nutre. Es aquí cuando el autor despliega su artillería de datos y estadísticas. ¿Se puede afirmar con seriedad que la globalización es la causa de la pobreza y del hambre en el mundo?

Mediante una crítica enérgica, el autor denuncia los tópicos y los clichés al uso: la supuesta imposición de la homogeneidad cultural, el mito del multiculturalismo o la maldad de las transnacionales son algunos de los temas tratados. En suma, estamos ante un libro riguroso que trata de introducir racionalidad en un debate complejo. Juan Meseguer Velasco.

Introducción a la metafísica Jean Grondin

Introducción a la metafísica Rafael Gómez Pérez Herder. Barcelona (2006). 398 págs. 29,80 €. T.o.: Introduction à la metáphysique. Traducción: Antoni Martínez Riu. Rialp. Madrid (2006). 265 págs. 14 €.

¿Cómo puede ser que la metafísica, la rama más importante de la filosofía, se encuentre hoy tan marginada? Heidegger señalaba al comienzo de Ser y tiempo que el ser había caído en el olvido, y hoy día podría suscribirse la sentencia. La mayoría de los autores contemporáneos, desde Lyotard a Habermas, pasando por Rorty, apuestan por teorías antiesencialistas, es decir, anti o postmetafísicas. Desde que el pensamiento filosófico renunció, con Kant, al quehacer metafísico, la filosofía como disciplina y como actividad ha perdido mucho de su encanto, pero sobre todo ha dejado por el camino su rigurosidad. Como advierte Gómez Pérez, el abandono de la metafísica es consecuencia del abandono del pensar teórico a favor de la técnica y los saberes prácticos. Estas dos obras tienen distintos formatos y finalidades, pero ambas buscan, a su manera, reivindicar la tarea filosófica por excelencia: la búsqueda desinteresada de la verdad. Jean Grondin, profesor de Filosofía en la Universidad de Montreal y experto en la hermenéutica de Gadamer, lo hace a través de un repaso novedoso e interesante por la historia de la filosofía desde una perspectiva metafísica. Con ello permite al lector no sólo situar a los pensadores dentro de una línea coherente y unitaria sino también comprender la deriva actual de la filosofía. Lejos de haberse extinguido, Grondin cree que la pregunta por el ser –el tema clásico de la metafísica– constitu-

ye el interrogante principal del pensar filosófico. No en vano, la metafísica era la filosofía primera. Además, el autor descubre que la oposición de muchos pensadores actuales a la disciplina es, ante todo, una postura ya metafísica: se hace metafísica incluso negándola, señala. Como historia de la filosofía, el libro de Grondin no tiene desperdicio. Resultan especialmente clarificadores los capítulos dedicados a la Edad Media, en los que se explica la contienda en torno a los universales. Asimismo, hay que alabar el esfuerzo del autor por acercar corrientes filosóficas importantes pero abstrusas: el idealismo alemán, la hermenéutica o las propuestas de Derrida. El libro de Gómez Pérez, publicado en 1978 y que ahora se reedita expone de manera sistemática los principios de la metafísica aristotélico-tomista, aclarando sus conceptos centrales. A diferencia de Grondin, que se limita a la exposición de corrientes, las páginas de Gómez Pérez constituyen una fundamentada defensa del realismo filosófico, como la forma más coherente de aprehender la realidad de las cosas. La metafísica, como su mismo nombre indica, va más allá de lo empírico, pero no significa que abandone el terreno de la razón. Como indica Gómez Pérez, “los temas metafísicos surgen de diversas miradas a la realidad” con el fin de entenderla. Y a partir de la comprensión de lo real es posible fundamentar una antropología, una ética y una política, coherentes con el ser y la naturaleza del hombre. El texto de Grondin y el de Gómez Pérez son dos libros que se complementan. Quizá sea oportuno leer primero el de Gómez Pérez con el fin de aclarar conceptos que no se explican suficientemente en el de Grondin (por ejemplo, la importante distinción entre ser y sustancia, la potencia y el acto, los trascendentales, etc.). Josemaría Carabante. ❐

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Director: Ignacio Aréchaga • Redactor-Jefe: Rafael Serrano Depósito Legal: M. 35.855-1984 • ISSN: 1135-6936 • Imprime: Larvi Se distribuye por suscripción. Se pueden adquirir los derechos de reproducción mediante acuerdo por escrito con el editor.

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