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13. TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS Y CAMBIOS SOCIALES EN EL SIGLO XIX 13.1. Transformaciones económicas En la evolución económica del S. XIX se distinguen dos grandes etapas: -
1800-1830. Es un periodo de retroceso económico motivado sobre todo por la situación política: Guerra de la Independencia y sus secuelas, independencia de América y política absolutista de Fernando VII.
1830-1900. Es un periodo de crecimiento lento que se acelera un poco desde 1860. La revolución industrial – conjunto de cambios en todos los sectores económicos- avanza con lentitud dejando a España muy atrasada en relación a Europa Occidental y creando fuertes desequilibrios territoriales ya que la industrialización se limita a dos regiones (Cataluña, y el País Vasco) mientras el resto de España sigue siendo un país agrario. Proceso de desamortización y cambios agrarios Durante el S. XIX, España siguió siendo un país agrario. En 1900, el 66% de la población activa trabaja en el sector primario lo que refleja la escasa modernización de la agricultura española en el XIX. A excepción de algunas zonas costeras, no se ha producido la revolución agraria (el paso de una agricultura tradicional de subsistencia a una agricultura moderna de mercado o capitalista) que es un factor imprescindible para el proceso de industrialización. La revolución agraria incluye dos aspectos complementarios: el cambio del sistema de propiedad (de feudal a capitalista) y la introducción de nuevas técnicas. -
a) El cambio del sistema de propiedad. En el Antiguo Régimen existía un sistema de propiedad feudal en el que gran parte de las tierras, pertenecientes a la nobleza, al clero o los municipios, estaban amortizadas o vinculadas. Tierras amortizadas o vinculadas
Nobleza
Clero
Señoríos cultivados por campesinos Administraba justicia
Propiedades rurales cultivadas por campesinos
Cobro del diezmo
Municipios
Bienes de propios
Bienes comunales
(Campos arrendados a campesinos)
(Prados y bosques de uso común)
Nombraba cargos municipales
El estado liberal acabó con este sistema de propiedad feudal mediante la desamortización que suprimió el mayorazgo y otras vinculaciones (manos muertas) lo que trajo como consecuencia la aparición de la propiedad libre (aquella que se puede comprar, vender o repartir). Además, con la desamortización eclesiástica y civil (Mendizábal y Madoz), el Estado puso en venta grandes extensiones de tierras de la Iglesia y de los ayuntamientos que habían estado amortizadas. Pero, la desamortización no sirvió para crear una clase media rural y capitalista con capacidad inversora (como deseaban los liberales que la promovieron) sino para aumentar el latifundismo. La necesidad urgente de reducir la deuda pública obligó al Estado a vender las tierras en pública subasta (al que más daba) y fueron compradas por burgueses o nobles. En general, los nuevos propietarios, imitando a la antigua aristocracia (veían la tierra como signo de prestigio y no como negocio), se convirtieron en rentistas. Los campesinos pobres salieron muy perjudicados al perder los derechos de arrendamiento y muchos se convirtieron en jornaleros (2 millones de jornaleros sin tierras en las zonas latifundistas del sur). La mayoría de los campesinos siguieron siendo pequeños propietarios (minifundismo) pobres sin capacidad de inversión.
b) La introducción de nuevas técnicas se vio dificultada por el mal reparto de la propiedad.
Siguieron predominando los sistemas de producción tradicionales (rotación bienal con barbecho, policultivo, ausencia de mecanización y de abonos, etc.) con mucha mano de obra –excepto en algunas regiones periféricas- debido al predominio de pequeños agricultores sin capacidad inversora o de grandes propietarios absentistas que alquilan sus tierras a plazo corto lo que dificulta también las inversiones. No obstante, la agricultura mejoró debido a una mayor especialización regional y al aumento de la producción Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX
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destacando la de cereales y viñedo; pero el aumento de la producción se debió a la puesta en cultivo de nuevas tierras tras la desamortización y no a un aumento de la productividad. Esta falta de competitividad de la agricultura española condujo a una crisis agraria, a final del siglo, motivada por la llegada de cereales americanos más baratos (el barco de vapor abarató el transporte) y la plaga de la filoxera que afectó al viñedo. La crisis se intentó salvar mediante aranceles proteccionistas y una reconversión de cultivos (naranjas, almendras y corcho sustituyen al vino en las exportaciones). Las peculiaridades de la incorporación de España a la revolución industrial En el S. XIX, el proceso de industrialización fue lento y limitado a Cataluña y el País Vasco. Los factores que dificultan el proceso de industrialización son: - El escaso desarrollo agrícola limita el poder adquisitivo de la población campesina. - La falta de inversiones de capital en la industria ya que el capital nacional se orienta a la compra de tierras o de deuda pública y el extranjero a la deuda pública, a la construcción del ferrocarril y a la minería. - La escasez de algunas materias primas (algodón) aunque no de minerales pero éstos se exportaban a bajo precio ya que las minas habían sido vendidas o alquiladas a empresas extranjeras. - La escasez de fuentes de energía: el carbón asturiano o leonés era mediocre y caro. - El atraso tecnológico que obligaba a importar las nuevas máquinas. - Una política industrial inadecuada con concesiones excesivas al capital extranjero que vino primero a construir el ferrocarril y después a explotar las minas. El proteccionismo que se impuso definitivamente desde la Restauración facilitó el despegue industrial pero contribuyó al retraso tecnológico. Se desarrollaron los dos sectores claves de la 1ª Revolución Industrial: - La industria textil en Cataluña desde 1932 gracias al capital acumulado gracias al comercio, a la tradición manufacturera, al espíritu emprendedor y al proteccionismo (fuertes aranceles a las importaciones de textiles extranjeros) que le reservó el mercado nacional y el de las colonias pero frenó su modernización - La industria siderúrgica en el País Vasco, desde 1870, gracias a la inversión de los beneficios del comercio con Gran Bretaña (productos agrarios primero y hierro después) y a la tradición local. Desplazó a la asturiana, que a su vez había desplazado a la malagueña. Otras industrias menos importantes son: la agroalimentaria (fábricas de harina, vinos, aceite, etc.), la química (colorantes y lejías para el sector textil o dinamita para las minas), y papelera A partir de la Ley de Minas (1868) del Sexenio, que puso las minas en manos privadas, se produjo una explotación intensiva por parte del capital extranjero de los yacimientos de minerales metálicos (hierro, cobre, plomo) con vistas a la exportación. El carbón, principal fuente de energía de la 1ª revolución industrial, producido en Asturias y León era caro y malo pero abastecía el mercado nacional gracias al proteccionismo. Modernización de las infraestructuras. El impacto del ferrocarril La revolución industrial exige la creación de un mercado nacional y a ello contribuyó la unificación de pesos y medidas o la implantación de la moneda única, la peseta, pero sobre todo la mejora de las comunicaciones. La construcción del ferrocarril se inició con retraso respecto a otros países de Europa. - La Ley de 1844, que regulaba las concesiones a empresas españolas, no obtuvo buenos resultados (sólo se construyeron las dos primeras líneas: Barcelona-Mataró y Madrid-Aranjuez) y favoreció la corrupción. - La Ley de Ferrocarriles (1855) del Bienio Progresista impulsó la construcción de la red atrayendo al capital extranjero que obtuvo grandes beneficios gracias a las concesiones de gobierno que aseguraba una alta rentabilidad. Pero los resultados no fueron los deseados ya que no sirvió de estímulo para la industria y el comercio. La red radial favorecía a los intereses del capital extranjero (salida de las materias primas hacia los puertos) y a la centralización política pero no conectaba las regiones más activas que estaban en la costa; tampoco sirvió para desarrollar la industria metalúrgica al permitirse a las empresas constructoras importar libremente material ferroviario. La explotación del ferrocarril no sería rentable ya que el tráfico de viajeros y mercancías era escaso. Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX
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13.2. Transformaciones demográficas y sociales Crecimiento demográfico - El crecimiento demográfico es lento, inferior al de otros países occidentales, debido a las pocas mejoras agrarias y el escaso aumento del nivel de vida. España, a excepción de Cataluña, se mantiene dentro del ciclo demográfico antiguo caracterizado por altas tasas de mortalidad (29%o), sobretodo infantil, y altas tasas natalidad (+30%o) aunque la mortalidad ha empezado a descender. Por tanto, no se ha producido la revolución demográfica, otro de los factores de la revolución industrial. - El crecimiento demográfico es excesivo para una economía estancada por lo que se produce una emigración masiva hacia América a finales del S. XIX. - Los movimientos migratorios interiores -desde el centro a la periferia y del campo a la ciudad- permiten la formación de algunos centros urbanos importantes (Barcelona, Madrid, Bilbao, etc.), aunque la población es sigue siendo mayoritariamente rural. - El crecimiento de las ciudades obligó a transformaciones urbanísticas: se derriban las murallas y surgen nuevos barrios (ensanches) burgueses y obreros. De la sociedad estamental a la sociedad de clases El liberalismo acabó con la sociedad estamental (basada en la desigualdad ante la ley) y creó la sociedad de clases, en la que la riqueza establece las diferencias sociales. La nobleza y el clero perdieron sus privilegios pero, mientras que baja nobleza desaparece y el clero regular (Órdenes religiosas) se reduce por la desamortización, la alta nobleza conserva y amplia su riqueza entrando a formar parte de la nueva clase dominante. La sociedad española del S. XIX estaba muy polarizada. - Las élites. Son una minoría (3%) detenta el poder económico y político. La forma la oligarquía terrateniente y financiera (antigua aristocracia que se une a la alta burguesía de los negocios). - La burguesía periférica, más modesta, es la que más contribuye al desarrollo industrial y comercial. - Las clases medias tienen escasa importancia. Desempeñan alguna profesión (administración, cultura, prensa, enseñanza). - Las clases trabajadoras son la gran mayoría. Predominan los campesinos (pequeños propietarios, arrendatarios o jornaleros) pero va aumentando el número de obreros industriales. Sus condiciones de vida son muy duras: bajos salarios, trabajo infantil, analfabetismo, barrios insalubres, etc. Génesis y desarrollo del movimiento obrero en España El movimiento obrero surge tardíamente en España debido a la escasa industrialización. No adquiere gran importancia hasta el Sexenio Democrático (1868-1874) - Los primeros movimientos obreros surgen en los años 30 bajo la forma del luddismo o destrucción de las máquinas (ej. incendio de fábrica de Bonaplata en 1835). Las primeras asociaciones obreras fueron sociedades de socorro mutuo –con fines caritativos- que fueron toleradas durante la Regencia de Espartero (1840-43) - En el reinado de Isabel II el movimiento obrero y campesino es ilegal y está muy perseguido, excepto durante el Bienio Progresista en el que hay mayor permisividad y se producen las primeras huelgas en Barcelona. - En el Sexenio Democrático se legaliza el derecho de reunión y asociación lo que permite la creación de sindicatos obreros y la consolidación del movimiento obrero. La AIT, creada en Londres en 1864, que agrupa a marxistas y anarquistas, crea en España una sección (FRE) en la que predomina la corriente anarquista. La corriente marxista era minoritaria, un grupo de tipógrafos madrileños agrupados en torno a Pablo Iglesias, En Madrid se creó un pequeño grupo marxista (Pablo Iglesias), expulsado de la FRE, que después crearía el PSOE. - En la Restauración, los sindicatos obreros son ilegalizados hasta que el gobierno largo de Sagasta vuelve a establecer el derecho de asociación (1887). El movimiento obrero español, al igual que el internacional, aparecerá dividido en dos grandes corrientes: Anarquistas, de carácter apoliticista y revolucionario. Es el grupo mayoritario (Andalucía y Cataluña).En 1881 crean la FTRE en la que predominan las organizaciones andaluzas partidarias de los actos violentos. La persecución contra la Mano Negra debilitó a la FTRE que desaparece en 1888. El anarquismo se mantiene en Andalucía (ocupaciones de fincas y pueblos) y en Cataluña bajo la forma de sindicalismo o terrorismo individual. Socialistas que emplean tácticas moderadas (huelga, negociación, lucha política). Son minoritarios (obreros del País Vasco, Madrid y Asturias). El PSOE creó la UGT a partir de una sociedad de tipógrafos madrileños, y poco a poco extiende su influencia entre los obreros madrileños y del Norte (mineros asturianos y metalúrgicos vascos) Las asociaciones obreras católicas son creadas para frenar el acercamiento de los obreros a la ideología marxista o anarquista. Tienen escaso papel reivindicativo. Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX
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13.1. Transformaciones Económicas. Proceso de desamortización y cambios agrarios. Las peculiaridades de la incorporación de España a la revolución industrial. Modernización de las infraestructuras: el impacto del ferrocarril La 1ª revolución industrial, que se había producido en Gran Bretaña desde finales del S. XVIIII, es el marco de referencia de este periodo. Se entiende por “revolución industrial” un proceso en el que se desarrollan a la vez diversos sectores impulsándose unos a otros; de ahí, que se hable de revolución demográfica, agrícola, de los transportes, tecnológica, comercial, etc. El crecimiento económico experimentado por España en el S. XVIII se vio frenado por los acontecimientos políticos de principios del S. XIX: la Guerra de Independencia, la pérdida de las colonias y la 1ª guerra carlista. En 1830 la situación económica era peor que en el siglo XVIII. A partir de este momento, España experimenta un crecimiento económico tan lento, si se compara con otros países de Europa Occidental, que a principios del S. XX había quedado francamente retrasada. En Cataluña, y el País Vasco se había iniciado la revolución industrial pero el resto de España seguía siendo un país agrario con fuertes desequilibrios. 1.- Proceso de desamortización y cambios agrarios La revolución agraria es una condición previa para el desarrollo industrial ya que la agricultura ha de proporcionar alimentos a las ciudades, materias primas, mano de obra sobrante y mercado para los productos industriales. Para que ésta se produzca son necesarios dos cambios complementarios: la transformación del sistema de propiedad feudal (vinculada) existente en el Antiguo Régimen por un sistema capitalista (libertad en el uso de la tierra) y la introducción de avances tecnológicos. La reforma del sistema de propiedad se llevó a cabo mediante las desamortizaciones. En el Antiguo Régimen gran parte de la tierra era de “manos muertas”, tierras vinculadas a la nobleza o a la Iglesia, que no tributaban ni podían ser vendidas y, por tanto, no podían ser adquiridas por propietarios que les sacaran más rendimientos. También existían las tierras pertenecientes a los ayuntamientos “de propios y comunes”, cultivadas o sin cultivar, que ayudaban a subsistir a los campesinos del municipio. Los primeros en plantear el cambio del sistema de propiedad vinculada por la propiedad libre fueron los ilustrados en los informes sobre la reforma agraria, que se hicieron en el reinado de Carlos III, pero su aplicación se hará posteriormente. El proceso se llevaría a cabo de forma discontinua: la primera desamortización fue la de Godoy y, las más importantes, la de Mendizábal y Madoz. -
Los gobiernos progresistas de la Regencia de Mª Cristina, aprobaron la Ley de Desamortización eclesiástica de 1835 –de los bienes del clero regular- que suprimía numerosas órdenes religiosas, excepto las dedicadas a la beneficencia y educación. El decreto proponía la venta en lotes pequeños pero rentables, que no podían ser acumulados, con el fin de crear una clase media agraria. Sin embargo, las comisiones municipales fueron las encargadas de hacer los lotes y, al estar controladas por la oligarquía o los campesinos más ricos, hicieron grandes lotes inasequibles a los pequeños propietarios (Ver el comentario en el tema 12.2). También restablecieron la Ley de 1820 que suprimía todo tipo de propiedad vinculada (mayorazgos y manos muertas), los señoríos jurisdiccionales, el diezmo, etc.
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En el Bienio Progresista, se aprobó la más importante de las leyes desamortizadoras: La Ley General de Desamortización de Madoz (1855) que puso en venta las tierras cultivadas del patrimonio municipal, estatal y de las Órdenes Militares, y concluyó la venta de las tierras del clero. Se obligó a los Ayuntamientos a vender las tierras de propios (alquiladas a los vecinos) y los baldíos; se prohibió la venta de tierras comunales (usadas por los vecinos de forma gratuita) pero, como no siempre era fácil diferenciarlas de las anteriores, muchos ayuntamientos también vendieron las tierras comunales. La urgencia por solucionar los problemas financieros del Estado hizo que la desamortización tuviera sobre todo una finalidad recaudatoria: las propiedades eran subastadas y adjudicadas al mejor postor. Los beneficios obtenidos sirvieron para afrontar el problema de la Deuda Pública, financiar la guerra carlista y poco más. La desamortización no contribuyó a crear la clase media rural que deseaban sus promotores.
Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX
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Valor de la desamortización en millones de reales de vellón
DESAMORTIZACIÓN ECLESIASTICA Y CIVIL (en millones de reales de vellón) 3500 3000 2500
Bienes eclesiásticos
2000 1500
Bienes civiles
1000 500 0
1836- 1845- 1855- 18581844 1854 1856 1867
Las consecuencias de la desamortización fueron : -
Un cambio de propiedad: el 40% de la tierra cambió de manos. Los compradores fueron aristócratas o sectores de la burguesía urbana -comerciantes o industriales- que veían la tierra como un signo de prestigio y estabilidad económica. De esta forma no se creó una clase media rural sino que se consolidó el latifundismo. La nueva burguesía agraria se comportó como la aristocracia, a la que trataba de imitar, viviendo de las rentas y no convirtiendo sus nuevas propiedades en modernas explotaciones capitalistas, con algunas excepciones.
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Los pequeños agricultores salieron muy perjudicados al perder los derechos tradicionales de arrendamiento y de uso comunal sobre bosques y prados con cuyos recursos completaban sus escasas rentas. En algunas zonas se produce una proletarización de amplios sectores del campesinado, y empiezan a predominar los jornaleros sin tierra (2 millones) y los arrendatarios de pequeños lotes (600.000). Además, el 95% de los campesinos siguen siendo pequeños propietarios que se encuentran en los niveles mínimos de subsistencia (5 millones). Por tanto, la desamortización será una causa directa del aumento de la conflictividad social en el campo.
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El problema de un sistema de propiedad inadecuado se agravó: las grandes propiedades (latifundios) predominan en el sur, las pequeñas propiedades (minifundios) en el norte y en la huerta de Valencia, y escasean las propiedades medias. Esto se convirtió el principal obstáculo para el desarrollo y modernización de la agricultura. Los latifundios se caracterizaron por el desinterés del propietario – solía arrendar sus tierras y vivir de las rentas-, la escasa inversión, los bajos rendimientos y el empleo masivo de jornaleros con bajos salarios (paro estacional y analfabetismo). Los minifundios no permiten acumular capital y hacer inversiones.
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La producción agraria aumentó hasta 1880. La desamortización fue un estímulo para la agricultura ya que los nuevos dueños querían sacar provecho de lo adquirido. Pero el aumento de la producción agraria no se debió a una mejora de la productividad –ya que no se introducen mejoras técnicas- sino al aumento de la superficie cultivada, a veces tierras marginales. También se produjo una cierta especialización regional.
La producción cerealística se desarrolló en las regiones del interior, impulsada por el proteccionismo que prohibía importar cereales y harinas, pudiendo abastecer al mercado nacional a precios más baratos e incluso, en algunas ocasiones, exportar; pero se seguía manteniendo el sistema tradicional de año y vez (rotación bienal con barbecho, ausencia de mecanización y abonos). La vid tuvo un crecimiento espectacular: en 1851, el vino era ya el producto más importante en la exportación y la aparición de la filoxera en Francia fue aprovechada por España para convertirse en la primera potencia mundial. Este es el momento en el que se configuran las zonas vitícolas españolas (Rioja, Jerez, Penedés...). Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX
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Pero, a partir de 1880 se produce una crisis agraria motivada por la baja productividad agraria. La agricultura española no podrá competir con los bajos precios del trigo americano que empiezan a llegar al mercado europeo gracias al abaratamiento de los transportes (barcos a vapor). A esto se suma la crisis de la viticultura, en 1890, cuando la filoxera ataca a las viñas españolas y la pérdida de las colonias que absorbían parte de la producción de harina. La crisis agraria se intentó salvar mediante el proteccionismo y una reconversión que llevaría a una mayor especialización regional y a sustituir el vino por otros productos de exportación como las naranjas, almendras o corcho a comienzos del S. XX. En 1900, el 66% de la población activa sigue dedicándose al sector primario, lo que indica una escasa modernización de la agricultura española. 2. Las peculiaridades de la incorporación de España a la revolución industrial En el siglo XIX hay un escaso y lento desarrollo industrial limitado a dos regiones: Cataluña y el País Vasco. Se ha afirmado que la revolución industrial fracasó en España debido a varios factores: -
El escaso desarrollo agrícola limita el poder adquisitivo de la población campesina (falta de mercado) tanto de productos textiles como de abonos o maquinaria.
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Las falta de inversiones: la catastrófica situación del Tesoro hizo que el capital nacional se desviara –a través de los bancos- a la financiación de la deuda pública que ofrecían altos intereses, a la compra de tierras o de acciones de ferrocarriles y minas, ya que estas inversiones eran más rentables que la industria. La excepción fue el Banco de Bilbao creado en 1857. El capital extranjero se orientó también a los préstamos al Estado, a la construcción de la red ferroviaria y, desde 1868, a la explotación minera donde tenía garantizado un alto interés.
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Las malas comunicaciones terrestres y la falta de redes comerciales frenaron el desarrollo de un mercado nacional. Por el contrario, la legislación unificadora 1 favoreció la creación de un mercado nacional.
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La escasez de algunas materias primas (algodón) y productos energéticos (carbón mediocre); aunque España contaba con yacimientos minerales importantes que desde 1868 se arrendaron o vendieron a empresas extranjeras.
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El atraso tecnológico que obligaba a importar las nuevas máquinas.
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Una política industrial inadecuada: el endeudamiento del Estado llevó a hacer concesiones excesivas al capital extranjero al que se permitió construir el ferrocarril con material importado. En el Sexenio Revolucionario, se impuso el librecambismo y se vendieron o alquilaron las minas a empresas extranjeras que exportaban libremente el mineral obstaculizando su utilización para la industria española. Durante la Restauración, se impuso el proteccionismo, que facilitó el desarrollo industrial al protegerla de la competencia exterior, pero contribuyó a su retraso y dependencia tecnológica. Los sectores industriales que se desarrollaron más fueron los sectores claves de la 1ª Revolución Industrial: el textil y el siderometalúrgico.
La industria textil catalana
A pesar de no contar con materias primas ni fuentes de energía (algodón y carbón) en Cataluña se desarrolló una importante industria algodonera debido a: -
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La tradición existente (en el S. XVIII habían aparecido manufacturas algodoneras). El capital acumulado gracias al comercio de productos agrarios como el vino.
A lo largo del S. XIX se fue desarrollando una legislación unificadora como el Código Penal, las sociedades por acciones y el sistema monetario y fiscal único. Ejemplo de esto son: la instauración de la peseta en 1868 (Laureano Figuerola) y el monopolio de la emisión de moneda y papel moneda por el Banco de España, de forma que las demás entidades –bancos o sociedades de crédito- se limitarán a prestar dinero. Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX 6
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El espíritu de iniciativa y riesgo de la burguesía catalana. El proteccionismo arancelario que desde 1832 prohibió la entrada de producto textiles británicos y reservó el mercado nacional y el de las colonias a la industria catalana. Sus inicios fueron prometedores: en 1832 los hermanos Bonaplata, que habían estado en Gran Bretaña donde conocieron las últimas innovaciones de la industria textil, crearon la 1ª fábrica que utilizó el vapor. La mecanización fue lenta por la resistencia del movimiento obrero, que rechazaba la introducción de las máquinas (la fábrica de Bonaplata sería quemada en los disturbios de 1835), aunque poco a poco se fueron reduciendo los precios y se abasteció al mercado nacional y al colonial (Cuba y Puerto Rico). El proteccionismo excesivo perjudicaría a la larga a la industria textil catalana que se quedó estancada al no acudir a la financiación bancaria. Las empresas eran demasiado pequeñas y se autofinanciaban. El desarrollo de la industria textil tuvo efectos positivos para Cataluña al servir de estímulo a otras industrias como la química y la mecánica pero no sirvió para arrastrar al resto del país.
La siderurgia vasca
Los altos hornos fueron sustituyendo a las viejas ferrerías y forjas. Los primeros altos hornos surgieron en Andalucía (Málaga y Marbella) entre 1830 y 1850. En 1860 se produjo el predominio pasó a Asturias cuando los hornos de carbón vegetal dejaron de ser competitivos frente a los de carbón mineral (coque). La supresión de los fueros vascos en 1840 permitió a los puertos de Bilbao y San Sebastián convertirse en la vía de salida de los productos del interior. Los comerciantes vascos invertirían el capital obtenido por el comercio en la explotación de mineral de hierro de Vizcaya. Este sector de la burguesía se enriqueció exportando mineral de hierro a Gran Bretaña lo que propició la aparición de astilleros en la ría de Bilbao para la construcción de barcos que transportaban el mineral. A partir de 1860 se construyeron los altos hornos para la fabricación de hierro lo que se vio favorecido por la importación de carbón británico, abundante y barato, que traían los barcos de vuelta. Así, el coste de la energía (carbón de coque) era barato. En 1870, los Ybarra, promueven la renovación tecnológica introduciendo el proceso Bessemer, que permite producir acero. Entre 1880 y 1900 se produce un auge de la siderurgia vasca que domina la producción nacional. En 1902 se crea la sociedad Altos Hornos de Vizcaya La siderurgia sirvió de estímulo para la economía vasca: se desarrollaron empresas metalúrgicas de transformación del acero en Guipúzcoa y otras industrias subsidiarias como la de maquinaria industrial y de transporte, sobre todo los astilleros. Otras industrias fueron la química (explosivos, abonos, etc.) y la papelera. La fundación de una banca regional (Banco de Bilbao en 1856 y Banco de Vizcaya en 1906) que después alcanzaría nivel nacional facilita las fuertes inversiones necesarias para la industria pesada.
Otras actividades industriales
Tienen menos importancia que las dos anteriores. Entre ellas, destaca la industria agroalimentaria: las fábricas de harina en Aragón y Castilla, de vinos y alcoholes en Andalucía, Cataluña o Valencia o la producción de aceite; la industria química (lejías y colorantes para la industria textil y fabricación de dinamita para las minas) y la industria papelera que también se desarrolló en el País Vasco al utilizar la madera.
El auge de la minería
Las malas condiciones agrícolas de la Península se compensaban con grandes recursos mineros que la hicieron atractiva desde la Antigüedad. Además, muchos yacimientos estaban cerca de la costa lo que facilitaba la exportación. La producción minera estuvo estancada hasta el último cuarto del S. XIX debido a la escasa de demanda interna, a la falta de capitales y al hecho de que el Estado ponía trabas a la iniciativa privada. La Ley de Minas (1868) permitió la venta de yacimientos mineros y facilitó la llegada de capital extranjero en un momento de fuerte demanda internacional. Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX
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Las compañías extranjeras llevaron a cabo una explotación intensiva (una auténtica expoliación) de los recursos mineros españoles con vistas a la exportación. En 1900, los minerales metálicos constituían un tercio de las exportaciones españolas; los principales eran el hierro (Vizcaya, Santander), el cobre (Riotinto en Huelva) y el plomo (Cartagena). Sólo una pequeña parte de los beneficios se reinvirtieron en España sobre todo en el País Vasco. El carbón, fuente de energía de la 1ª revolución industrial, se extraía en Asturias y León, era caro y de baja calidad, no se exportaba y se destinaba al mercado nacional gracias al proteccionismo aunque encareció los costes de la industria nacional. 3. La modernización de las infraestructuras. El impacto del ferrocarril La revolución industrial exige la creación de un “mercado nacional” en el que los productos circulen sin dificultad. Pero, las malas comunicaciones y la existencia de diversidad de normas comerciales, de impuestos, de sistemas de pesos y medidas y de monedas obstaculizaban el desarrollo del comercio en España. El sistema de comunicaciones mejoró considerablemente desde 1840. La red de carreteras pasó de 9000 a 40.000 kilómetros; pero el hecho más importante fue la construcción del ferrocarril que permitirá transportar mercancías a gran velocidad y bajos precios. La construcción del ferrocarril se inició con retraso respecto a otros países de Europa. - La Ley de 1844 reguló las concesiones a empresas privadas españolas, pero entre 1844-1855 sólo se habían construido 456 kilómetros. Las líneas Barcelona-Mataró (1848) y Madrid-Aranjuez (1851) fueron las primeras líneas inauguradas. Los escándalos en la concesión de subvenciones contribuyeron a la revolución de 1854. -
El gobierno progresista del Bienio impulsó la construcción de la red ferroviaria con la Ley de Ferrocarriles (1855) que atrajo al capital extranjero mediante amplias concesiones. El Estado subvencionaba a las compañías constructoras (16% del capital invertido y garantizaba una rentabilidad del 6%) con dinero sacado de la desamortización y permitió la libre importación de material ferroviario. El ferrocarril atrajo grandes cantidades de capital, sobretodo de sociedades de crédito francesas, que controlaban las dos grandes compañías: MZA (de los Rosthschil) y CHN (de los Pereira) para las que el negocio fue la construcción y no la explotación posterior.
Pero la construcción del ferrocarril no tuvo los efectos positivos deseados ya no sirvió para estimular la producción. La idea de que el ferrocarril por si sólo creaba riqueza se demostró falsa ya que: - La explotación no era rentable porque el tráfico era escaso ya que no había sido hecho para estimular el desarrollo económico del país sino en función de los intereses del capital extranjero. Su objetivo no fue conectar los centros industriales con los mercados de consumo, lo que hubiera exigido una red periférica más amplia y menos conexiones con Madrid. Por el contrario, la red radial tenía como fin facilitar la salida de minerales o cereales hacia el exterior o fomentar el centralismo. - Frenó el desarrollo de la industria metalúrgica nacional ya que cuando en 1864 se pone fin a la libertad de importaciones ya está casi toda la red terminada. - Desvió capitales nacionales que podrían haberse invertido en la industria.
13.2. Transformaciones sociales. Crecimiento demográfico. De la sociedad estamental a la sociedad de clases. Génesis y desarrollo del movimiento obrero en España.
1. El crecimiento demográfico La población española creció durante el siglo XIX pero a un ritmo muy inferior al de los países occidentales. De 10,5 millones en 1800 a 19,9 millones en 1900 mientras que en Gran Bretaña la población se multiplicaba por cuatro.
Población en millones España Italia EEUU
Francia Inglaterra y Gales
50 40 30 20 10 0 1440
1500
1600
Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX
1700
1800
1900
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El mayor ritmo de crecimiento se produce entre 1820 y 1860 (mejoras agrarias, higiénicas y médicas) para después volver a caer. Esto expresa la incapacidad de la agricultura para sostener el crecimiento demográfico. La tasa de mortalidad siguen siendo alta (29%o), es casi la más alta de Europa sólo superada por Rusia, y sobre todo la de mortalidad infantil; aunque se sitúan por debajo de las tasas de natalidad lo que produce un crecimiento demográfico. El débil crecimiento demográfico produce un exceso de población, que no puede ser absorbida dado es el escaso desarrollo del país y que condujo a finales del siglo XIX a una emigración masiva hacia América. En resumen, España se mantiene dentro del “régimen demográfico tradicional” pues no se ha producido el despegue o “revolución demográfica” si exceptuamos en Cataluña que crece muy por encima del resto de España. El crecimiento urbano estuvo provocado por el éxodo rural (movimiento migratorio del campo a la ciudad), causado más por las dificultades de la vida en el campo que por la atracción de la débil industria. También, en este caso, Cataluña es la excepción ya que su tasa de urbanización es mayor que la del resto de España y similar a la de otros países desarrollados. También se produjo una emigración desde el centro a la periferia especialmente hacia el norte siguiendo una tendencia iniciada en el S. XVII. Aunque se crearon centros urbanos importantes, como Barcelona, Madrid, y más tarde en el País Vasco y en toda la costa peninsular, la población española seguía siendo mayoritariamente rural: en 1914, el 51% vivía en poblaciones de menos de 5000 habitantes y el 91% en ciudades por debajo de los 100.000. El crecimiento urbano dio lugar a transformaciones urbanísticas: se derribaron sus cercas y murallas y surgieron nuevos barrios (los ensanches) burgueses y obreros. Los barrios burgueses surgieron de forma planificada, contaron con todo tipo de servicios y alta calidad constructiva (ej. Barrio de Salamanca en Madrid) mientras que los barrios obreros crecieron de forma desordenada junto a las fábricas, su calidad constructiva es ínfima y carecían de servicios (agua corriente, alcantarillado, escuelas, etc.) 2. De la sociedad estamental a la sociedad de clases El liberalismo acabó con la sociedad estamental (basada en la desigualdad ante la ley) y creó nueva sociedad, la sociedad de clases, en la que las diferencias sociales se establecen según la riqueza. La nobleza y el clero perdieron sus privilegios. La baja nobleza desapareció, el clero regular (órdenes religiosas) disminuyó debido a la desamortización y el descenso de las vocaciones; pero la alta nobleza o aristocracia entró a formar parte de la elite dirigente.
Las elites u oligarquía financiera y terrateniente. Representan el 3% de la población pero detentan el poder económico y político. Están formadas por la aristocracia, que en general mantuvo o incrementó sus bienes, y la burguesía. La alta burguesía de los negocios (banqueros, grandes comerciantes e industriales, propietarios de tierras o inmuebles urbanos, especuladores de bolsa o dueños de títulos de deuda pública) se unió a la vieja aristocracia mediante matrimonios concertados o consiguiendo títulos e imitó su forma de vida de forma que eran más rentistas Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX
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que empresarios capitalistas. A este grupo se sumaron los altos cargos del ejército y del Estado. Las élites vivían en las grandes ciudades y, sobretodo en Madrid. Sus espacios sociales son los salones y palacios aristocráticos.
La burguesía regional y periférica era más modesta pero fue la que contribuyó al desarrollo industrial y comercial. La encontramos en Cádiz, Cataluña, Valencia, Asturias y el País Vasco. A este grupo se unieron los indianos (personas enriquecidas con los negocios en las colonias). Sus espacios sociales son los clubs, círculos y casinos de uso privado.
Las clases medias. Es un grupo social débil si se compara con otros países occidentales: solo representaba el 5-10% de la población, aunque su número fue en aumento. Eran propietarios de inmuebles o negocios, o aspiraban a serlo, y solían desempeñar alguna actividad profesional o empleo público. Controlaban la administración, la cultura, la prensa y la enseñanza. Sus espacios sociales son los cafés de uso público en lo que se organizaban tertulias. Sus condiciones de vida suelen ser bastante precarias pero entre ellos predomina una mentalidad conservadora que desea orden y estabilidad política.
Las clases trabajadoras son gentes humildes, en su mayoría analfabetos y sin derecho al voto hasta finales del S. XIX. Su tiempo libre y su vida social se desarrollaba en la calle (teatros ambulantes, ferias, verbenas y fiestas o toros) y en las tabernas. -
El grupo mayoritario es el de los campesinos entre los que había propietarios, arrendatarios o apareceros y jornaleros. Los propietarios eran numerosos, sobretodo en la mitad norte, pero la mayoría lo eran de pequeños minifundios que no producían lo suficiente y muchos tenían que trabajar como asalariados y arrendatarios para completar sus ingresos. Los arrendatarios estaban sujetos a contratos de corta duración cuyo precio lo fijaba libremente el propietario. Los jornaleros eran el grupo mayoritario en la España latifundista del sur (75% de los trabajadores del campo) y, con la desamortización, aumentaron en número y empeoraron sus condiciones de vida, lo que explica su aspiración a un reparto de tierras.2 El trabajo de los jornaleros era itinerante, sólo cuando había faena (unos 270 al año) y sufrían duras condiciones laborales.
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El número de obreros industriales (proletariado) fue en aumento, a pesar de la escasa industrialización española. El grupo más numeroso estaba en Cataluña y el País Vasco. También había trabajadores urbanos dedicados a oficios tradicionales: albañiles, zapateros, panaderos, etc. Los tipógrafos o trabajadores de la imprenta, eran un grupo muy politizado al saber leer y escribir.
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El estado liberal aplicaba los principios del liberalismo económico (la no intervención del Estado en la economía ni en las relaciones laborales) y no se preocupó por la “cuestión social”. Por ello, todos los trabajadores tenían motivos de malestar comunes: bajos jornales, trabajos precarios de niños y mujeres, jornadas laborales de sol a sol, malas condiciones de trabajo, ausencia de seguros de enfermedad o accidente, barrios insalubres donde se propagaban las enfermedades, etc.
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Los grandes propietarios absentistas dejaban la explotación de sus tierras en manos de grandes arrendatarios que aumentaban sus rendimientos a consta de reducir los jornales y la mano de obra estable. Los arrendamientos eran a corto plazo lo que impedía todo tipo de inversiones para mejorar la productividad. Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX 10
3. Génesis y desarrollo del movimiento obrero en España A lo largo del S. XIX, los trabajadores manifestaron su descontento recurriendo a métodos tradicionales como el bandolerismo rural o los motines y algaradas urbanas. Estas últimas se fueron politizando al ser fomentadas por los progresistas y demócratas. Pero, la industrialización trajo otras formas de lucha y organización propias del movimiento obrero. Hasta la revolución del 68, el movimiento obrero y campesino tienen un carácter limitado. El movimiento obrero se desarrolló en Cataluña, casi exclusivamente, y el movimiento campesino en Andalucía. En el Sexenio Democrático, gracias al derecho de asociación, el movimiento obrero se consolidó, pero las medidas represivas al final de esta etapa (República presidencialista de Serrano) y en los inicios de la Restauración fueron un duro golpe ya que las asociaciones obreras fueron ilegalizadas. La Ley de Asociaciones del gobierno de Sagasta volvió a permitir su reorganización. a) El movimiento obrero antes del Sexenio La formación de organizaciones obreras en España es más tardía que en el resto de Europa occidental. Las primeras protestas espontáneas de los obreros industriales recuerdan al ludismo británico. Los obreros destruían las máquinas de vapor porque veían amenazados sus puestos de trabajo con la nueva tecnología. El caso más grave fue el incendio, durante los disturbios del verano de 835, de la fábrica de Bonaplata, la pionera en el uso del vapor. Las primeras asociaciones obreras autorizadas aparecen durante la Regencia de Espartero cuando se crea en Barcelona la primera asociación conocida, la Sociedad de Tejedores. Son sociedades de socorro mutuo en las que los trabajadores ejercían la solidaridad entre ellos haciendo aportaciones económicas para cubrir la pérdida de trabajo o enfermedad. Estas sociedades fueron el germen de los sindicatos posteriores. En el reinado de Isabel II, el asociacionismo obrero es ilegal, lo que no impidió la difusión de las ideas del socialismo utópico. Durante el Bienio progresista hubo una mayor permisividad, y en 1854 y 1855 se producen las primeras huelgas en Cataluña. La huelga general de 1855 se produjo contra la medida del gobierno progresista de ilegalización de toda sociedad obrera. A partir de entonces, los obreros industriales se inclinaron a favor de los demócratas y republicanos, que reivindicaban el derecho de asociación y la protección de los trabajadores. Durante el reinado de Isabel II y sobre todo en los últimos años, las revueltas campesinas fueron una constante en las zonas latifundistas por el deterioro de las condiciones de vida que trajo la desamortización. El descontento campesino se manifestó en forma de “explosiones de cólera” que eran reprimidas con dureza por las autoridades. La creación de la Guardia Civil por Narváez se hizo con el fin de evitar estas revueltas. En 1864, se fundó en Londres la 1ª Internacional (AIT)3 –impulsada por obreros británicos y franceses- sin presencia española hasta el Congreso de Bruselas (1868) al que fue un representante de las organizaciones clandestinas. En ella participaban todas las corrientes del movimiento obrero pero, desde el principio, existió un enfrentamiento ideológico entre marxistas y anarquistas. Los anarquistas rechazaban toda intervención en la vida política y la organización jerárquica dentro de la Internacional (el Consejo General centralizaba el poder). b) El movimiento obrero durante el Sexenio En el Sexenio Revolucionario se reconoció el derecho de reunión y asociación y las asociaciones obreras salieron a la luz. Los trabajadores crearon asociaciones propias y adoptaron métodos de lucha exclusivos dejando de colaborar con la izquierda burguesa (republicanos o demócratas). En este periodo, el movimiento obrero se consolidó y aparecieron las dos tendencias fundamentales como reflejo de la situación internacional. 3
AIT o 1ª Internacional. Organización internacional que agrupa a todas las corrientes del movimiento obrero. Se creó para coordinar las acciones y evitar el boicot empresarial a la huelgas contratando obreros de otros países. Los estatutos muy influidos por Marx, que participó en su redacción, establecían como principal órgano directivo un Consejo General, elegido en Congresos anuales, por encima de las federaciones nacionales y las secciones locales. En la AIT convivieron durante un tiempo los seguidores de Marx (marxistas o socialistas) y los seguidores de Bakunin (anarquistas) aunque estuvieron enfrentados desde el principio. Los anarquistas rechazaban toda intervención en la vida política y la organización jerárquica dentro de la Internacional (el Consejo General centralizaba el poder) en l Los marxistas terminarían imponiéndose y los anarquistas fueron expulsados de la AIT en 1872 creando después su propia organización. Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX 11
Las nuevas libertades permitieron la creación de la FRE (Federación Regional Española), la sección española de la AIT. Su fundación se debió a la visita del anarquista Guiseppe Fanelli, amigo de Bakunin, a finales de 1868. Gracias a su influencia aparecieron los primeros líderes obreros españoles como el tipógrafo Anselmo Lorenzo. Desde el principio entre los “internacionalistas” españoles hubo un claro predominio de la ideología anarquista. -
La corriente anarquista tenía su área de influencia en la zona mediterránea y, especialmente, entre los obreros catalanes y los jornaleros andaluces4. En 1873 contaba con muchos afiliados (30-40.000). La actuación de la FRE fue bastante moderada aunque algunos de sus grupos participaron en el movimiento cantonal. Su forma de organización era muy autónoma, según los principios anarquistas, dejándose libertad a las secciones de cada oficio. Se distinguió también por su apoliticismo y su indiferencia hacia las elecciones. El anarquismo utilizó como forma de lucha la acción directa contra los empresarios (huelgas o sabotajes) y, en algunos casos (sobretodo en el periodo siguiente), el uso de la violencia para asustar a las autoridades y patronos.
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La corriente marxista fue introducida en 1871 por Paul Lafargue, yerno de Marx, que creó un pequeño grupo madrileño en 1872, liderado por el tipógrafo Pablo Iglesias, del que posteriormente saldría el PSOE. Este grupo sería expulsado de la FRE a raíz del enfrentamiento en el seno de la AIT entre marxistas y anarquistas.
A los pocos días del golpe de estado del general Pavia (1874), un decreto disolvió las asociaciones de la AIT y les obligó a pasar a la clandestinidad. La represión y la crisis que sufriría la AIT (la división interna, la ilegalización en todos los países europeos al ser acusada de participar en la Comuna de París y su traslado a Nueva York llevaron a su disolución) debilitaron al incipiente movimiento obrero español. c) El movimiento obrero después del Sexenio El asociacionismo obrero se mantuvo en la clandestinidad hasta que el gobierno liberal de Sagasta concedió el derecho de reunión con la Ley de Asociaciones (1887) aunque con ciertas restricciones. -
El anarquismo siguió siendo la corriente mayoritaria. En 1881, la FRE resurgió con el nombre de Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) en la que pronto adquirieron mucho peso las organizaciones andaluzas (2/3) partidarias de la acción violenta frente a los representantes de las asociaciones catalanas. En Andalucía aparecieron sociedades secretas, como la Mano Negra (sociedad de pobres contra ladrones y verdugos) que cometieron atentados y acciones criminales contra los patronos. La represión gubernamental fue muy fuerte y, junto a la división interna, dio lugar a la crisis de la FTRE que se disolvió en 1888. Pero, el anarquismo se mantuvo vivo. En Andalucía, se produjeron acciones espontáneas de ocupación de fincas y pueblos; por ejemplo, la toma de Jerez (1892) por una multitud de jornaleros. En Cataluña, el anarco-sindicalismo de carácter más moderado convivió con las acciones terroristas perpetradas por individuos aislados. El anarcoterrorismo se incrementó en la última década con hechos llamativos como las bombas arrojadas en el patio de butacas del Liceo, en la procesión de Corpus contra Martínez Campos o el asesinato de Cánovas.
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El socialismo siguió siendo minoritario. El grupo madrileño de Pablo Iglesias fundó el PSOE y empleó la Sociedad General del Arte de Imprimir, una sociedad de socorro mutuo para tipógrafos creada por Pablo Iglesias en la clandestinidad, para constituir la UGT. El PSOE también participó en la fundación de la 2ª Internacional (1889), una asociación sólo de partidos y sindicatos marxistas o afines (sin presencia anarquista). La UGT estaba vinculada al PSOE -los dirigentes eran los mismos- pero era independiente. Se
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El anarquismo andaluz prefería las teorías de Kropotkin, que defendía el reparto de tierras, frente a las de Bakunin, que defendía el colectivismo. Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX 12
nutrió de nutrió de obreros cualificados y urbanos que estaban organizados por oficios, y se implantó en dos zonas: en Madrid donde los tipógrafos atrajeron y organizaron a trabajadores de otros oficios y los metalúrgicos y mineros del País Vasco y Asturias. Su dirección era más centralizada que la anarquista y sus tácticas eran mucho más moderadas: combinaban la acción directa (huelgas) con la acción política (peticiones a las autoridades, mítines y manifestaciones, participación en las elecciones). -
Para frenar el acercamiento de los obreros a las doctrinas anarquistas y marxistas, la Iglesia católica promovió la creación de los primeros círculos de obreros católicos influidos por grupos similares de otros países. Su principal inspirador fue el jesuita Antonio Vicent y el obispo de Córdoba, fray Ceferino González. Este movimiento se fundamentaría en la doctrina social de la Iglesia formulada en la encíclica Rerum novarum (León XIII, 1891) en la que se denunciaban los excesos del capitalismo. Estos grupos alcanzaron un alto nivel de afiliación gracias al apoyo recibido de la patronal ya que defendían la cooperación entre patronos y obreros. Su papel en los avances sociales fue casi nulo dado su escaso papel reivindicativo.
13.3. Transformaciones culturales. Cambio en las mentalidades. La educación y la prensa. El romanticismo, el movimiento cultural más importante de las primeras décadas del siglo XIX europeo, se fue introduciendo en España a través de los propios literatos españoles exiliados, como Martínez de la Rosa, Espronceda o el Duque de Rivas y se desarrolla tras la muerte de Fernando VII cuando la censura dio paso a la libertad de expresión. Se caracteriza por la defensa de la libertad creadora frente a las normas academicistas del neoclasicismo, por la intuición, la pasión y el sentimiento. En Cataluña y Galicia, el movimiento romántico tuvo relación con la Renaixenca cultural.
La mentalidad positivista favoreció la evolución hacia el costumbrismo y el realismo, que se inspiró en el análisis directo del mundo burgués, e introdujo la preocupación por los problemas sociales. A finales del reinado de Isabel II, se produce el influjo del socialismo utópico francés y después la influencia alemana con el krausismo, cuyo principal propagador fue Sanz del Rio desde su cátedra de la Universidad de Madrid. La educación siguió siendo un privilegio de la oligarquía y la clase media; las clases populares raramente iban a la escuela o la abandonaban pronto. Por ello, la pobreza cultural del país con un70% de la población de analfabetos en 1870 hacía imposible todo cambio político y dificultaba el progreso económico. Se hacía imprescindible la intervención del estado para elevar el nivel cultural Los liberales del S. XIX heredaron la preocupación por la educación de los ilustrados y la idea de que el Estado debía asumir la función docente, monopolizada hasta entonces por la Iglesia, y crear una enseñanza pública, gratuita y libre e impartida en castellano. Sin embargo, las realizaciones de los diversos gobiernos liberales fueron escasas en el terreno de la educación por los problemas presupuestarios y por la mentalidad atrasada y tradicional de las clases dirigentes del país. El sistema educativo estuvo regulado desde el reinado de Isabel II por la Ley de Instrucción Pública (Ley Moyano, 1957) que establecía el control de la enseñanza (planes de estudio, titulaciones) por el Estado. La enseñanza quedó dividida en tres niveles: -
Enseñanza primaria, dividida en elemental y superior. La elemental –de 6 a 9 años- era obligatoria y gratuita para los más pobres y la financiaban los ayuntamientos. Aunque la escolarización fuera obligatoria, en 1900 el 50% de los niños entre 6 y 12 años no estaban escolarizados. La no asistencia se multaba (entre 0,5 y 5 pts.) pero la escolarización era imposible ya que el Estado apenas invirtió en este nivel educativo y en muchos pueblos no había escuela ni maestro. El bajo nivel de vida de la población hacía que los niños abandonaran pronto la escuela para ayudar a sus familias. La enseñanza era deficiente ya que los maestros estaban mal pagados (la mitad ganaban menos que un jornalero) y debían desempeñar otro oficio.
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Enseñanza media o secundaria (Bachillerato). En 1900 sólo había en España 50 institutos públicos, uno en cada capital de provincia o ciudad importante y dos en Madrid. A ellos sólo accedían los hijos de las familias más ricas ya que había que pagar. La despreocupación del Estado por la enseñanza primaria y secundaria hizo que ésta recayera en gran parte en manos privadas, sobretodo de instituciones religiosas (más de 50.000 religiosos se dedicaban a la enseñanza). En el caso de la enseñanza primaria, círculos demócratas, escuelas obreras y, sobretodo instituciones religiosas, crearon una red educativa que incluía escuelas para adultos en horario nocturno o días festivos. En la enseñanza secundaria, la presencia privada era mayor aún (sólo 1/3 de los jóvenes estaba en centros públicos) tanto de la congregaciones religiosas como de otras asociaciones privadas Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX
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Enseñanza universitaria. El Estado tenía el monopolio y a ella dedicaba casi todos sus recursos aunque sólo fuera a la Universidad una minoría de las elites del país (15.000 alumnos en 1900). La Universidad tenía un sistema uniforme y centralista. La Universidad Central de Madrid era la única que impartía todas las licenciaturas y concedía el grado de doctor. El rey nombraba a los rectores y decanos de todas las universidades. Durante el reinado de Isabel II, los profesores universitarios carecían de libertad de cátedra por lo que hubo conflictos y protestas. En el Sexenio existió una amplia libertad pero, de nuevo, la Restauración trajo el establecimiento de una rígida censura sobre cualquier manifestación contraria la monarquía y al dogma católico. El choque con parte del profesorado fue inmediato, algunos dimitieron de sus cargos, otros fueron cesados (Castelar, Salmerón, Montero Ríos y Azárate) en 1875. Estos hechos reflejan el choque entre una mentalidad conservadora y otra forma de pensar que se había extendido entre los intelectuales más liberales: el krausismo5, una filosofía que propugnaba la tolerancia, la responsabilidad, la dignidad de la persona y la regeneración del país a través de la educación. Estos intelectuales defendían nuevas teorías como el positivismo y el darwinismo rechazadas por la Iglesia.
En 1900, el analfabetismo había disminuido al 50% de la ANALFABETISMO: % sobre el población pero no lo suficiente si se compara con otros países occidentales. total de la población. España Francia El 50% de la población seguía siendo analfabeta, destacando algunas Años 90% 45,6% 1845 regiones como el sur peninsular, las islas Baleares y Canarias, Galicia y 37,3% Valencia, donde no se consideraba necesario saber leer y escribir para 1850 sobrevivir. 75% 32% 1860 El analfabetismo era mucho mayor entre las mujeres ya que las 1880 72% 16,1% niñas estaban menos escolarizadas. Hasta 1883, no se permitió a la mujeres 1895 67% 5,6% matricularse en el bachillerato, y las pocas que estudiaban lo hacían “por 1902 63,2% 4,3% libre” en su propia casa. Este sistema de estudio era habitual en las familias 1909 59,2% 4,3% ricas tanto para hombres como para mujeres. Hasta 1910 no se inauguró un 1920 52% 4,1% instituto femenino en Barcelona. La presencia de las mujeres era casi nula en la Universidad y exigía un permiso de la administración. La escritora Concepción Arenal se disfrazó de hombre para asistir a las clases en la Universidad. En España predominaba un tipo de enseñanza tradicional, basado en métodos anticuados y poco críticos y sometida a la vigilancia de la Iglesia. Esta situación del sistema educativo provocó un gran atraso en el desarrollo científico y la investigación. Pero, frente a ello, surgieron iniciativas privadas que trataban de regenerar el país mediante la educación. Su alcance fue limitado pero de mucho interés desde el punto de vista de sus planteamientos pedagógicos y sociales. -
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La Institución Libre de Enseñanza fue fundada en 1876, como centro privado y laico, inspirándose en la ideología del krausismo. Su fundador fue Giner de los Ríos, discípulo de Sanz del Río, un catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Madrid que había sido apartado de su cátedra y desterrado en 1875. La Institución propugnaba el libre pensamiento, el debate científico y la formación integral del individuo. Frente a los métodos tradicionales memorísticos y librescos, introdujo una pedagogía de vanguardia más activa que fomentaba la curiosidad científica y la actitud crítica en un ambiente de libertad. Crearon nuevas materias (educación física, canto, etc.), actividades que fomentaban el contacto con la naturaleza (excursiones y visitas a lugares de interés) y aulas mixtas de chicos y chicas. Aunque su labor fue minoritaria, ya que sólo se beneficiaron los hijos de la burguesía intelectual, sus planteamientos ejercieron gran influencia en la cultura de su tiempo y en fundaciones posteriores. Muchos de sus discípulos y profesores obtuvieron, con el tiempo, gran número de cátedras universitarias en toda España.
Las Escuelas del Ave María, fueron creadas en Granada por el padre Manjón, con planteamientos pedagógicos similares a los de la Institución Libre de Enseñanza –educación activa y contacto con la
Krausismo: corriente de pensamiento que se introdujo en España a mediados del S. XIX. Su nombre se debe al filósofo alemán Friedrich Krause, que defendía la libertad, una religiosidad personal alejada del catolicismo que ponía en armonía el ser humano con el Universo y con Dios y creía en la capacidad de perfección del ser humano a través del conocimiento racional y de una adecuada labor educativa. La doctrina la introduce Sanz del Río, que había ampliado sus estudios en Alemania, y ejerció gran influencia en un grupo de intelectuales españoles. El afán de control ideológico de las Universidades por parte de las autoridades políticas chocó con el afán de libertad de los profesores krausistas que tuvieron que abandonar las cátedras. Uno de ellos creó la Institución Libre de Enseñanza. Las transformaciones económicas y sociales en el S. XIX 14
naturaleza- pero se diferenciaban de esta en su carácter religioso y su orientación social hacia los sectores más marginados, en especial los niños de la comunidad gitana, a los que pretendía retirar de los ambientes callejeros. -
La Escuela Moderna, creada en Barcelona en 1901 por Francisco Ferrer Guardia, rechazaba la pedagogía tradicional –basada en el castigo, la memorización y el dogmatismo católico- y defendía una educación sin coacciones y el racionalismo. Pretendía inculcar los valores anarquistas de igualdad y solidaridad. Fue la primera experiencia pedagógica vinculada al movimiento obrero. Su éxito le permitió expandirse por Cataluña y Andalucía, las zonas de influencia anarquista.
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