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LA EXISTENCIA, ENTRE EL KARMA MORTAL Y LA QUIMERA VITAL | Diego Sánchez |

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os vocablos griegos en su riqueza me permitirán definir en esencia los argumentos que se esgrimirán acerca de lo que atañe a la realidad de la vida, más allá de las estratagemas mentales que existen sobre ella; ya sea por elección o coacción social. El primer vocablo, Byos, hace referencia a la vida orgánica, a aquella que comparte el hombre con las demás especies y se define primariamente por la existencia de células, tejidos, órganos, entre otros. Este tipo de vida, más allá de las concepciones científicas tradicionales, da cuenta de las experiencias del hombre como un vehículo por medio del cual ésta transitará durante algunos años sobre la faz de la tierra acumulando, como veremos adelante, parte del sentido de la vida cognoscible. En segundo término, el vocablo, Psyque, referente a la vida mental, se diferencia del primer concepto en la descripción de aquellos eventos que nos distancian de las demás especies; poéticamente podemos referirnos a ésta

lograr detener o aplazar la tristeza y la muerte. Segundo, la búsqueda del sosiego, o el placer, sin interesar mucho cuál sea el matiz individual que guíe esta búsqueda cuyo fin último es experimentar luces de felicidad. Son estos eventos paradójicos entre la vida y la muerte, la tristeza y la felicidad o el displacer y el placer, la razón principal que nos hacen volver a ese clan adánico. Dado que en el principio “todo era bueno…” la vida del mítico Adán refleja el objeto del deseo humano; como el niño que sale del vientre, el hombre salió del paraíso en el génesis de la creación para ser

como el alma, el centro de las emociones, pensamientos, interpretaciones, el lenguaje y demás procesos superiores. Por último el vocablo, Zoe, pertenece a la vida en términos ascéticos, de plenitud, de gozo, aquella deseable forma de utilizar nuestros sentidos y nuestro cuerpo por encima de cualquier precepto social. Para nadie es desconocido el ritmo acelerado de la vida cotidiana, los afanes de cada día que irrumpen desenfrenadamente sobre la búsqueda de sosiego y placer, y aunque este panorama refleje claramente el mundo occidentalizado y capitalista, pareciera, aunque suene discutible, que puede abarcar a toda la humanidad en todas las épocas. El ejemplo anterior contiene dos premisas básicas de la vida humana y en éstas se engloba la búsqueda del ser. Aunque se estime reduccionista (y no es la intención de este artículo) el ser humano es el resultado de las fuerzas que en su interior participan por saciar las motivaciones más fuertes. Las premisas son: primero, existe en el ser humano el sufrimiento constante y la necesidad por

por tanto estos sentimientos marcaron el verdadero inicio de la vida tal como la conocemos: la vida del primer Adán marcó el rumbo de las generaciones humanas. Este evento poético más allá de ser una visión religiosa es una expresión temprana de la descripción de la vida. La sociedad y la cultura, especialmente las visiones religiosas, han socavado en las mentes de generaciones la idea de que la vida puede ser aun más de lo que vemos, por tanto todos estos escenarios paradisíacos o salvificos que proponen satisfacen y reivindican claramente los más profundos deseos del ser. Tan arraigada está la idea en los hombres de probar un poco de la felicidad o alcanzarla plenamente que todas las culturas y formas de conocimiento extintas y existentes han buscado el grial de la vida eterna, ya sea en la alquimia o en la ingeniería genética. Políticos, médicos, académicos, abogados, eclesiásticos, antropólogos, artistas, economistas y demás luchan diariamente para volver a ese estado adánico de paz sempiterna aunque la entropía prometida de forma divina procure alejarlos de su fin a ellos y a la sociedad a la que sirven.

SIGMUND FREUD SUGERÍA QUE LAS FUENTES DEL DOLOR PARA EL HOMBRE ERAN: ENVEJECER, LAS RELACIONES HUMANAS Y LOS DESASTRES NATURALES

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luego despojado de todo y recibir una sentencia de muerte. ¿Acaso antes de este episodio el hombre había temido, se había escondido, experimentado culpa? Pareciera que nunca,

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El vicio del lenguaje Aunque hacer la definición del término no es la intención de este trabajo, intentaré aclarar qué es aquello a lo que llamamos vida, acaso Byos, o Psyque o más bien Zoe. Sin pretensiones de ser concluyente puedo decir con cierta certeza (de occidental), que el hombre llama vida al disfrute que pueda tener desde el nacimiento hasta la primera muerte, teniendo en cuenta que durante este período ciertos hechos dolorosos pueden también hacer parte de ella. ¿Cuál es el vicio entonces? La vaguedad es felicidad o es dolor. Aquí entonces reconoceremos las fuentes de la vaguedad y de las motivaciones o fuerzas que mantienen al hombre en pie contra la entropía. Sigmund Freud, a quien no es menester hacer presentación, sugería que las fuentes del dolor para el hombre eran: envejecer, las relaciones humanas y los desastres naturales. Todas éstas se recrean en nuestro cuerpo, en tanto que el hecho doloroso no corresponde al suceso, sino el aparato cognoscente sine qua non carecería de sentido la experiencia. Por lo que se recrea en nuestro Byos y Psyque, de modo que la vida como la entendemos las contiene.

No obstante la cultura por medio de sus instituciones, ha determinado en el pensamiento del hombre que todo esto puede relegarse, ya sea con una vida saludable, con incontable dinero, con estoicismo y resignación, con un trabajo ideal, o una mujer ideal, y demás estrategias que le aseguren el estado primigenio de gozo. Hay entonces dos fuentes, la natural y la social (cuya delimitación siempre es difusa), que enredan el concepto de vida en el lenguaje promoviendo un comportamiento desenfrenado y erróneo, claro está, en unas culturas más que en otras y esto se debe precisamente a aquellos afanes de ciertas poblaciones en las cuales las preguntas acerca de la vida per se difícilmente se promueven y más bien se llenan de significado con lo que el mercado ofrece únicamente.

Karma mortal Mi propuesta es clara: la vida humana como la conocemos, en todos sus matices no es más definible que por el dolor mismo o el sufrimiento, es decir, la vida

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es ajena al placer aunque pequeños destellos de éste se vislumbren antes de la primera muerte. La vida es una constante lucha en medio del dolor y desde que se nace, madre e hijo experimentan la primera separación que será durante toda su vida un inevitable vacío de afecto y paz. Desde este momento y en todas las etapas ulteriores de la vida el hijo experimenta una gran cantidad de crisis que buscan mitigar el constante dolor que vive, este karma mortal le guía a la búsqueda de amigos, trabajo, pareja, religión, dinero, de modo que sea soportable la existencia. Es una frenética búsqueda de que su subsistencia se parezca más a la vida que tuvo en el fecundo entorno del útero materno que le brindaba sin envidia todo de sí. Entonces a diferencia de Freud no diría que las fuentes del dolor para el hombre en su vida son tres, sino más bien, diría que la vida misma es el dolor, reflejado en multiformes amenazas. Lo que implica que también somos fuente de dolor para otros y esto es inevitable. El concepto de karma precisa la sucesión de una vida a otra de la propia herencia y esto es claro en la humanidad, que ya sea por entes astrales o improntas genéticas, está destinada a

morir irremediablemente y sufrir mientras viva por todas sus generaciones, pues el supuesto del pecado original parece cumplirse indefectiblemente tal como se proclamó y nos mantiene cautivos al vehículo pasajero de la vida. Éste, a su vez, carga en el interior la mariposa de la esperanza, el alma del hombre que experimenta agobiantes sufrimientos en la cárcel de arcilla, hasta que ésta cumpla el mandato de volver a la tierra. La fuerza de mi argumento radica precisamente en las siguientes palabras que espero sean contundentes para definir por qué dolor y vida son una misma esencia. Ya sea en medio de los lamentos agónicos de un moribundo o de cualquier otra muerte precedida por lo que llamamos vida, solo hay una constante: dolor. Se presenta en muchas formas o en muchas maneras, en nuestros órganos o en nuestra alma, pero este antecedente es muestra de lo que no es vida: la muerte, que no es otra cosa que ausencia de dolor. Cuando el cuerpo yace inerte, la entropía ha vencido y desintegrado todo aquello que nos hacía seres vivos y

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sensibles, ¿sentir qué? La esencia de la vida, dolor. Si se experimenta dolor se está vivo. Pregonar “el ser humano vive”, o decir, “el ser humano sufre” es equivalente. Por tanto la vida es la expresión de un dolor o sufrimiento interno que desencadena conductas en aras de probar la exigua felicidad.

COMO TODAS LAS ESPECIES, EL SER HUMANO SÓLO BUSCA VIVIR, PERO A DIFERENCIA DE ELLAS, EN EL TRAYECTO ASPIRA A SER FELIZ

Implicación social Pues bien, hago referencia a un comportamiento desenfrenado y erróneo, pues aunque no intento parecer un defensor de teorías conspiracionistas, pareciera que al menos en las dinámicas sociales que ha favorecido el hombre durante todas las épocas, el uso de la palabra vida y sus derivaciones en el lenguaje por uso y semántica, han apoyado constantemente las interacciones de subyugación y control. Muestra de esto son: el trabajo en todas sus formas, las doctrinas religiosas, la búsqueda de relaciones afectivas (en pareja, en grupos, etc.), el mantenimiento de la salud, la paternidad, el matrimonio, la universidad y demás instituciones que proclaman de forma explícita o implícita, un ritmo de vida, que a ojos pertinaces significa la explotación del hombre por el hombre, “uno viviendo, o sufriendo para otro” en nombre de la felicidad y la vida. De modo que el círculo continúa

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en tanto que no se pierda el status quo del concepto, pues esto significa generaciones de buenos ciudadanos, empleados, votantes y clientes de una civilización vacilante que, como todas las especies sólo busca vivir, pero a diferencia de ellas, en el trayecto aspira a ser feliz al costo que su grupo social le imponga en ausencia de reflexión, manipulados por afanes y desespero.

Quimera vital En las líneas anteriores pareciera dilatarse la importancia de esa búsqueda y más aun, la creencia humana de que la felicidad es alcanzable. El lenguaje ha sido el factor diferenciador por antonomasia del hombre con los demás animales, y su estudio nos permite comprender cómo el ser humano presenta comportamientos inesperados y para este caso, aun contranaturales. En una mirada crasa de las ideas freudianas acerca del hombre, encontramos que sugiere como motivaciones humanas el tanatos, la fuerza de muerte y el eros, la energía sexual. Los postulados evolucionistas tienden a ser afines al construir sobre la imagen humana una existencia basada en el poder, las relaciones sociales, la sexualidad, entre otros. Y así podríamos mencionar muchos otros postulados que en suma muestran claramente en la existencia del hombre intenciones primitivas que satisfacen principalmente el deseo egoísta de la reproducción genética. No obstante el hombre sueña con mundos espirituales, intangibles, ingrávidos; universos que como se dijo anteriormente, suelen prometer todo aquello que busca el ser y que hacen ver nuestra existencia soportable. Si bien podemos considerar que el lenguaje sea la razón para que los seres humanos puedan crear estos universos y creer en ellos sin que exista un referente inobjetable, hay algo que no puede ser falseado por la ciencia, y que queda a voluntad de los hombres: elegir, considerar su vida

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como una fuente de sufrimiento, para que después de que su semilla sea colocada en la tierra como fruto de la entropía, despliegue una nueva planta, la vida Zoe, aquella que nuestra alma crea todos los días con escenarios paradisíacos donde el sufrimiento de la existencia pueda rescindir algun día. La utopía se encuentra en el lenguaje; la creencia del cielo o el nirvana u otra atmósfera de paz sólo es factible para la especie parlante, que puede hacerlo inteligible, pero no manifiesto a los sentidos. De ningún modo intento decir que el segundo nacimiento como cuestión mística queda probado por el hecho de que la ciencia no haya demostrado la inexistencia total, o mucho menos decir que la vida después de la muerte es un hecho totalmente refutado y olvidado. Intento decir que no conocemos mucho acerca de Zoe, tal vez los destellos de felicidad que tenemos en nuestra vida conocida se parecen y sólo cabe al hombre por medio del lenguaje magnificarlo y articularlo con más credibilidad. El hombre ama las utopías, pues dan cuenta de lo mejor del ser aunque su expresión sea nula: amamos pensar en la felicidad, el amor, el perdón, amamos a Zoe que tal vez en un recodo del espacio desconocido sea la siguiente transformación en la vida de la frágil mariposa, tal vez sólo sea la ulterior forma de metamorfosis. Es posiblemente ese infranqueable paraíso protegido con seres alados y armados en contra del primer Adán y sus hijos como lo relata pictóricamente el Be-Reshit. Entonces hemos de esperar al segundo Adán, el

y egoístas que disipan su existencia por medio del abuso de los demás. A estas alturas el lector en un intento de comprensión ha hecho diferentes juicios e hipótesis, aun de mis creencias, lo que no es inaudito, pues sin duda también estoy imbuido en una fuerza cultural parametrizada por el lenguaje que igualmente cobija mis creencias. La única diferencia es la convicción científica de que el mundo es la suma de un sinnúmero de fenómenos probabilísticos que por rara o baja que se presente la probabilidad siempre habla de la existencia etérea de ciertos tipos de universos y fenómenos hasta ahora inexplicables, como lo son algunos aspectos de la mente humana y sus delirios de los que hoy escribo. Amamos tanto las utopías que al describir el karma mortal, que es la etapa en que vivo y de la que se supone conozco, apenas pude escribir tres robustos párrafos; pero en cuanto a la quimera vital, se exacerban esas ilusiones y se intentan pintar aquellos mundos que en nuestro cosmos mental se ven tan reales e ilusorios al tiempo. Concluyo afirmando que la seguridad de que la vida tal como la conocemos es sufrimiento por definición, es un hecho. De lo demás poco sabemos pero con la habilidad del lenguaje podemos articular inmensas utopías que sigan satisfaciendo ese lado vacío que dejó el vientre primigenio, la idea del segundo Adán es loar el comprensible pero sin referente conocido concepto de Zoe.

EL HOMBRE AMA LAS UTOPÍAS, PUES DAN CUENTA DE LO MEJOR DEL SER AUNQUE SU EXPRESIÓN SEA NULA: AMAMOS PENSAR EN LA FELICIDAD anhelado evento de un nuevo hombre que redima la especie con un nuevo estilo de vida, que entonces dé significado a la segunda vida y a la segunda muerte del hombre, que permita conocer los universos de la anhelada felicidad, que nos permita volver al vientre de la madre universal y aleje de nosotros y de nuestro vocabulario el concepto de separación, que se ha perpetuado en la humanidad como sentimiento de dolor que nos lleva a comportamientos afanados de liosos resultados, de seres intrascendentes

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