31º Encontro Anual da ANPOCS 22 a 26 de outubro de 2007, Caxambu, MG. ST 23: Parentalidades, amor e conjugalidades no Brasil contemporâneo

31º Encontro Anual da ANPOCS 22 a 26 de outubro de 2007, Caxambu, MG ST 23: Parentalidades, amor e conjugalidades no Brasil contemporâneo Autor: Dr.

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31º Encontro Anual da ANPOCS 22 a 26 de outubro de 2007, Caxambu, MG

ST 23: Parentalidades, amor e conjugalidades no Brasil contemporâneo

Autor: Dr. Jordi Roca Girona Departament d’Antropologia, Filosofia i Treball Social Universitat Rovira i Virgili. Tarragona (España)

Título: AMORES LEJANOS, AMORES POSIBLES La constitución de uniones sentimentales entre hombres españoles y mujeres brasileñas en el marco de las transformaciones de los sistemas de género y del amor en la postmodernidad.

Introducción1 La temática que aborda este artículo está atravesada por una serie de unidades de análisis que lejos de poder desarrollar de forma óptima en el espacio del que disponemos vamos, cuando menos, a enumerar y esbozar mínimamente en esta introducción y, en los casos más directamente relacionados con el enunciado del título, ampliaremos brevemente en algunos de los apartados siguientes. Con carácter general entiendo que deben ser considerados dos grandes marcos contextuales en los que se inscribe nuestro trabajo: uno de naturaleza más bien socioeconómica y otro de índole más marcadamente cultural2. El primero debe contemplar la consideración de tres etiquetas conceptuales fundamentales para la explicación del fenómeno que nos interesa: la sociedad globalizada –o globalización o nuevo orden mundial-, la sociedad de la información –o de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC)- y la sociedad de consumo –o sociedad electiva-. Este territorio conceptual nos sitúa en un escenario en donde los límites y las fronteras entre migración y movilidad se difuminan al tiempo que crece su intensidad en relación a recursos de toda índole –personas, capitales-, y en el que se producen nuevas y poderosas relaciones de poder en espacios y procesos sociales transnacionales en un ámbito policéntrico y un continuo redimensionamiento de los límites culturales, producto de las múltiples interconexiones entre grupos sociales disímiles (Featherstone, 1990; Robertson, 1992; Hannerz, 1998; Appadurai, 2001). Con el paso de la movilidad mecánica propia de la sociedad moderna –fundada en el predominio de las relaciones secundarias basadas en distintas formas de asociacionismo-, y sucesora a su vez de la movilidad biológica característica de la sociedad tradicional –con preeminencia de las relaciones primarias de la familia y la comunidad-, a la movilidad electrónica típica de 1

Los datos y reflexiones que siguen se basan en los resultados parciales y provisionales de un proyecto en curso que dirijo y que en este momento se halla en la mitad de su desarrollo, previsto para tres años .El título y los datos concernientes al proyecto son: “Amor importado, migrantes por amor: la constitución de parejas entre españoles y mujeres de América latina y de Europa del Este en el marco de la transformación actual del sistema de género en España”, Proyectos de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico; Programa: Acción Estratégica sobre Fomento de Igualdad de Oportunidades entre mujeres y hombres; Plan Nacional de I + D + I (2004-2007), Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer. En la memoria inicial del proyecto y en algunos artículos en curso hemos presentado el estado de la cuestión en cuanto a producción bibliográfica sobre esta temática específica y otras de colaterales así como el marco contextual y teórico con mayor amplitud. 2 Aunque no resulte plenamente satisfactoria podríamos acudir a la tipología que en ocasiones se ha utilizado para distinguir entre postmodernidad, que haría referencia a los aspectos socioeconómicos de esta supuesta etapa de desarrollo de la sociedad moderna-industrial que se iniciaría en 1989, doscientos años después del inicio de la modernidad, y postmodernismo, que haría hincapié en la dimensión de carácter cultural de este período, caracterizada, entre otras, por el fin o la crisis de las grandes metanarrativas (véase Lyotard, 1984, Lyon, 1994).

la sociedad de la información –cuna del nuevo patrón de relaciones centrado en las comunidades personalizadas, encarnadas en redes centradas en el yo (Wellman, 2001)-, cualquier lugar del mundo es susceptible de estar cerca o de ser accesible con carácter inmediato mediante el recurso a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (Castells, 1996, 2001; Bericat, 2003), que además han ido democratizándose y/o popularizándose de forma progresiva en el marco de la cada vez más asentada sociedad de bajo coste (véase Gaggi y Narduzzi, 2006) y que devienen centrales, asimismo, para hacer posible la existencia de la llamada sociedad de consumo o, mejor, de consumidores (Featherstone, 1991; García Canclini, 1995), en la que se da una oferta constante y variada de productos y servicios -y una correspondiente creación de necesidades de adquirirlos y consumirlos- que consolida el ejercicio de la elección, en todos los ámbitos de la vida, como el acto de máxima expresión de un yo postmoderno (Beck et al., 1994; Giddens, 2000a) construido sobre bases eclécticas y carentes de verdades únicas (Bauman, 1992). El segundo marco contextual, de carácter más marcadamente cultural, debe considerar las transformaciones acaecidas, por una parte, en los modelos y las relaciones de género y, por otra, en el propio concepto de amor, así como los cambios, resultantes de ambas transformaciones, en los modelos y formas relacionales y de convivencia. En este sentido deben ser tenidas en cuenta las bases de partida de estos modelos y relaciones, que debemos situar en el marco de la revolución industrial-burguesa y de la eclosión del romanticismo, que, de forma muy esquemática, establecen un sistema de género fuertemente segregado entre un ámbito reproductivo, domestico y privado y un ámbito productivo, extradoméstico y público de los que se responsabiliza, con carácter exclusivo, a la mujer-esposa y al hombre-esposo respectivamente en el marco de una familia nuclear surgida de la premisa de la selección de cónyuge según criterios de afecto u amor romántico que incluye los aspectos sexuales del amor dentro del matrimonio (véase, entre otros, Giddens, 2000; Bawin-Legros, 2004). Las transformaciones de estos planteamientos irán en la dirección, por una parte, de la superación y trasgresión de la frontera entre las citadas esferas, especialmente por parte de las mujeres, con su gradual acceso a los niveles superiores de enseñanza, su progresiva incorporación al trabajo asalariado y su creciente distanciamiento o alivio de las tareas domésticas y el mayor control de la reproducción biológica (véase Bourdieu, 2000), lo que para algunos ha podido suponer la aparición de una llamada crisis de la masculinidad (Gil Calvo, 1997); y, por otra parte, por la creciente dinámica

individualizadota que aunque suponga, entre otras cosas, la desvictimización de la soltería y la pérdida del carácter perenne de la estabilidad matrimonial, también va asociada a una mixtificación de las relaciones de pareja y un renacer de lo que ha dado en llamarse neo-romanticismo (Beck y Beck-Gernsheim, 1998; Illouz, 1998).

Dimensiones estadístico-cuantitativas del fenómeno En España, en 20053, había un total de 4.144.166 personas de nacionalidad extranjera para un total de 40.564.798 personas de nacionalidad española4. El mayor índice de extranjeros se daba Cataluña, con un total de 913.757, seguida por la comunidad de Madrid, con 800.512. Por lugares de procedencia destacan el 1.557.604 de personas de Latinoamérica y el 1.651.571 de personas procedentes de Europa (979.864 de países de la Unión Europea y 671.707 pertenecientes a países europeos no comunitarios). Por lo que a uniones matrimoniales se refiere, en 2005 hubo en España 208.146 matrimonios, de los cuales un 14,22% (29.604) correspondieron a uniones en las cuales al menos uno de los cónyuges era extranjero. De este total último, 13.672 matrimonios correspondieron a parejas de varón español y mujer extranjera, mientras que 8.730 fueron de mujer española y varón extranjero5. Del grupo más numeroso, el de hombres españoles casados con mujeres extranjeras, destacan las uniones con rusas (725) y ucranianas (306) para el ámbito europeo –tanto comunitario como no comunitario (3.924 matrimonios en total entre varones españoles y mujeres de Europa)- y con colombianas (2.056), ecuatorianas (1.291), brasileñas (1.169), argentinas (776), venezolanas (576), dominicanas (401) y cubanas (346) en relación a los países americanos (8.421 matrimonios en total entre españoles y mujeres de países de América). Obviamente, estas cifras absolutas, ya de por sí significativas, deben evaluarse a la luz de la consideración, cuando menos, de la población nacida en los mencionados países y residente en España. Así, la población de origen ruso en España es de cerca de 40.000 personas, de las cuales 26.259 son mujeres y 13.645 varones; la ucraniana da los siguientes valores: cerca de 70.000 personas, 35.128 mujeres y 34.765 3

Todos los datos demográfico-estadísticos proceden del I.N.E. (Instituto Nacional de Estadística de España) mientras no se indique lo contrario y han sido elaborados por nosotros. 4 En el caso de la población española las mujeres superan a los hombres en cerca de 800.000 personas (19.8884.997 varones por 20.679.801 mujeres), en tanto que para la población extranjera la proporción se invierte (2.215.469 hombres por 1.928.697 mujeres). 5 El otro gran grupo restante lo constituirían las uniones en las que ambos cónyuges son extranjeros: 7.202.

hombres; la de Ecuador: 461.310 (224.476 hombres, 236.834 mujeres); la colombiana: 265.141 (114.994 varones, 150.157 mujeres); la argentina: 150.252 (76.031 hombres y 74.221 mujeres); Brasil: 72.441 (45.087 mujeres y 27.354 hombres); República Dominicana 61.071 ( 36.972 mujeres y 24.099 hombres); la de Venezuela: 51.261 (29.473 mujeres, 21.778 hombres,); y Cuba: 44.739 (24.678 mujeres y 20.061 varones), con lo cual, como puede verse, las uniones con rusas y brasileñas alcanzan los mayores índices porcentuales.

Causas, motivos y expectativas de la búsqueda de una pareja transnacional: la salida de la precariedad material o afectiva ¿Por qué algunos hombres españoles deciden en algún momento de su vida ir al encuentro de una esposa de nacionalidad no española y, más concretamente, de origen latinoamericano? ¿Por qué algunas mujeres de determinados países, entre los cuales algunos latinoamericanos, se muestran disponibles a, y/o realizan una búsqueda activa asimismo de, hombres de nacionalidad extranjera con finalidades matrimoniales? Las razones que se esgrimen como respuesta a estas cuestiones son diversas, si bien una primera constatación bastante recurrente en relación al tema que aparece en los discursos de nuestros informantes, especialmente en el caso de los hombres españoles, tiende a negar el carácter deliberado y plenamente consciente de esta búsqueda. La casualidad, el azar, el encuentro no buscado, inesperado, constituyen elementos discursivos habituales en el relato de los hombres españoles, que además a menudo establecen como una particularidad de su caso en relación al de la mayoría. Estos dos extremos muestran, por una parte, la interiorización de lo anómalo que se considera buscar pareja fuera del propio país, razón por la cual se niega la voluntariedad del proceso aunque indirectamente se asume su validez para la mayoría, y, por otra, la permanencia del dominio del amor romántico que obliga a conformar el discurso de los informantes a su lógica. De ahí el énfasis en los aspectos relacionados con la ausencia de planificación y con el surgimiento imprevisto e incontenible del enamoramiento y de la atracción.

Priscila y Narcís (brasileña, 20; español, 43)6 ilustran a la perfección estos extremos, adelantándonos, al mismo tiempo, algunas de las motivaciones que desarrollaremos a continuación:

“[PRISCILA] Todo el mundo cree que las chicas que vienen aquí (de Brasil) son por la prostitución o la pobreza… no es todo eso. Yo allí en Brasil cuando lo conocí a él estaba bien, trabajaba en el bar de mi padre, con mi niño. Lo que pasa es que me enamoré y nos gustaba estar juntos y él también se enamoró y queríamos estar juntos. [NARCÍS] Es que este caso no es un caso muy regular tampoco. Lo que pasa es que aquí se dio una situación buena. Yo no tenía ningún lazo. Porque hay muchos que engañan… ha sido todo voluntario. No como en el caso de esta tía colombiana (una vecina suya que también ha venido de la misma manera que Priscila pero que a diferencia de ella no se ha integrado en el pueblo e intuyen que las cosas con el marido no funcionan nada bien) que seguramente ha venido por dinero, ¿me entiendes? El nuestro fue un caso muy libre”. Sonia (peruana, 35; español, 37) abunda y redunda en un mismo tipo de planeamiento:

“No, fue más que todo por él, o sea porque me surgió… creo que, como ya había sido decepcionada, y me vino él y me llenó tantas cosas… No fue ni por salir de mi país, que es tan guapo, bueno aquí también, pero allá es mi mundo y mi vida y mis amigos, pero es una cosa, como te digo, estuve en una nube y sentía cosas que no había sentido…” Pero a pesar de esta tendencia a situar el proceso –la búsqueda y/o encuentro de una pareja transnacional y la consiguiente formalización de una relación de convivencia- en una suerte de limbo irracional surgido del predominio de la emoción y el sentimiento por encima de la razón y el cálculo, lo cierto es que existen una serie de razones bien asentadas en el imaginario social, de las que asimismo se hacen eco la mayoría de los informantes, ya sea compartiéndolas, rehusándolas o adjudicándolas únicamente a los demás, que establecen una clara tipología de los motivos que mueven a los hombres y mujeres de nuestro interés a buscarse y relacionarse con finalidades matrimoniales así como de los perfiles de los mismos. De este modo, y en relación a los hombres españoles, la búsqueda de una mujeresposa fuera de los confines comunitarios nacionales es a menudo percibida como una prueba de la incapacidad, ya sea relacional-comunicativa, ya de atractivo físico, o 6

El sistema que seguiré para identificar a los informantes que vayan apareciendo a lo largo del texto será el de señalar entre paréntesis, después de su nombre o pseudónimo, su nacionalidad y su edad así como, tras un punto y coma, la nacionalidad y la edad de su pareja.

ambas, de uno para encontrarla en su propio entorno. De esta premisa se derivaría el imaginario de que el perfil de hombre español que va a casarse con una mujer de la Europa del Este o de Latinoamérica se corresponde con el de alguien de cierta edad – esto es, con suficiente recorrido vital como para haber encontrado ya pareja en su propio entorno o bien en situación de “disponible” después de un “fracaso” amoroso (ruptura con la pareja) y con limitaciones, en ambos casos, para deambular normalmente por los ambientes característicos de relaciones de flirteo-, con escasas dotes de seducción y reducido o inexistente círculo de relaciones.

“Yo tuve una novia durante muchos años y después cuando lo dejamos con la novia pues ya fue cuando fui con este plan de ir a Cuba y todo esto. Tenía 32 años y estuve en esta situación cuatro o cinco años y con este panorama nos fuimos apalancando cuatro o cinco, que nos decían la “peña de los concos”7, y después de estar tantos años aquí, en el bar, que al final ni salíamos ni nada, decidimos ir a Salvador de Bahía” (Narcís, español, 43; brasileña, 20) “Yo salía de una relación de cinco años con una chica, y corté con ella y me quedé un tanto colgado. Claro, cuando cortas estás desconectado de los amigos y te quedas un tanto solo. Y un día conocí a un chico que también había tenido una experiencia con una chica de aquí y también le había ido la cosa mal y se acabó y estaba jodido. Me lo encontré en la barra de un bar que se llama El Bangok, y mira, estábamos allí y empezamos a hablar y a conocernos y desde entonces hemos tenido una buena relación. Entonces él me presentó a unos amigos suyos y quedamos en hacer un viaje a Cuba. Yo hacía un año escaso que había dejado la relación con mi chica” (Cisco, español, 34; cubana, 21) A menudo, además, todo ello acaba por situar a este hombre prototípico, idealmente, en un entorno rural, en donde precisamente se iniciaron, con un cierto carácter precursor, algunas experiencias del estilo de “caravanas de mujeres” – habitualmente con mujeres residentes ya en España pero en gran parte extranjerasincluso antes de la eclosión de los viajes al extranjero en búsqueda de esposa. Este hombre español, en suma, constituye para gran parte de la población la imagen de un fracasado que en buena medida habría tomado el relevo de la figura peyorativa y estigmatizada, igualmente símbolo de fracaso vital, de la “solterona” eterna de la España franquista -años 40 a 70 del siglo pasado- (véase Roca, 1996). En ambos casos, el fracaso no procede tanto de la incapacidad para hallar cónyuge –que representaría apenas el signo manifiesto del mismo- como de la certeza de la incapacidad para 7

Conco es un término catalán que hace referencia, un tanto despectivamente, a un hombre soltero de una edad en la que habitualmente debería estar casado.

(sobre)vivir en solitario. En efecto, las mujeres de la época franquista que no conseguían casarse estaban condenadas a mantenerse en el domicilio familiar como eternas hijas y tías de sus sobrinos, sin posibilidades de alcanzar su objetivo vital por antonomasia: la maternidad. En el caso de “nuestros” hombres actuales que buscan esposa en el extranjero sucede algo parecido, más aún cuanto que hoy en día la soltería no sólo ha dejado de estar estigmatizada sino que incluso constituye ya para muchas personas una opción deseada y voluntaria. En este contexto, pues, empecinarse en buscar esposa puede identificarse como una señal de incapacidad para vivir sin ella. Incapacidad que a menudo se piensa conectada a una resistencia masculina a, por una parte, dejar de tener una esposa que desarrolle el papel “tradicional” de ama de casa, razón por la cual la búsqueda de una mujer procedente de países con condiciones de vida y relaciones de género más precarias se insertaría en una especie de proceso de transferencia nacional de trabajo reproductivo; y, por otra parte, a dejar de ejercer el papel de hombre proveedor y máximo responsable de la unidad conyugal y familiar. El imaginario popular, finalmente, acaba por redondear el perfil en cuestión refiriéndose –a menudo de forma ácida- a los “encantos” disponibles por parte de estos hombres en términos de estricta naturaleza material. Incluso las futuras posibles parejas femeninas no se traen a engaño en este punto. Ana Claudia, cuando su hermano, que vivía en España, le comunicó que iría de vacaciones a Brasil y se traería consigo a un amigo, pensó: “Ostras, va a venir un viejo gordo, calvo… camionero” (brasileña, 37; español, 30). La identificación, no obstante, de los hombres españoles implicados en el proceso que abordamos con la imagen de personas con escasas habilidades sociales y, por ende, intelectuales e incluso económicas, es igualmente matizada desde distintos frentes. Así, la consideración de los mecanismos e instrumentos habituales para manejarse en este mercado matrimonial, como son la mediación por parte de agencias matrimoniales especializadas, el recurso directamente a Internet –chats, foros, portales de encuentro, etc.-, o el viaje de “prospección” en grupo o en solitario, si bien pueden reforzar la idea de la ausencia de habilidades sociales no consiguen hacer lo mismo en relación a las capacidades intelectuales y económicas, por cuanto se trata de recursos que se encuentran lejos aún de ser totalmente accesibles y utilizados para y por la totalidad de la población. La visión emic – iba a decir interesada, pero cuál no lo es- de los responsables de agencias especializadas acostumbra a poner mucho énfasis en el perfil de sus clientes masculinos, que define como:

“profesores universitarios, empresarios de la construcción y del ramo inmobiliario, asesores, abogados, etc., es decir, gente con pasta y nivel cultural medio-alto, con diplomatura o licenciatura universitaria, mayoritariamente de 35 a 55 años, una personalidad muy atractiva y acostumbrada a una dinámica profesional y comercial que aplican también a la resolución de los ámbitos personales y privados, como la búsqueda de pareja ; personas, en fin, ocupadas que no quieren perder su tiempo trasnochando y bebiendo sólo por si el azar les depara un encuentro con la persona de su vida”8. Sea como fuere, sea por lo que fuere, tanto las razones esgrimidas como los tipos ideales configurados se antojan diversos. La siguiente cita expresa de manera sintética buena parte de lo que hemos ido presentando, incluida una suerte de versión masculina del reloj biológico femenino:

“Con mi mejor amigo decidimos que cuando llegásemos a los 40 haríamos alguna cosa, porque cuando llegas a una edad así la soltería es mala. Fuimos a Salvador de Bahía para variar. Aquí en el pueblo ya no conocíamos a gente nueva, gente de fuera. Además, yo soy payés, es que no teníamos opciones. Te apalancas en el bar bebiendo cervezas y no haces nada más. Hay uno de nosotros que bebe mucho. Y cuando tienes 40 años y estás solo o vas hacia un lado o vas hacia el otro. Y entonces decidimos esto. Imagínate, fuimos cuatro tíos con dinero a un lugar en el que todo eran mujeres…” (Narcís español, 43; brasileña, 20) Ello nos conduce directamente a presentar el perfil esbozado en relación a las mujeres extranjeras –obviamente desde la óptica española- que asimismo buscan o acceden a casarse con este perfil de hombre. En este caso los elementos constitutivos del perfil femenino son diametralmente opuestos a los del perfil masculino. De este modo, estas mujeres son por lo general jóvenes y consideradas bellas, esto es, con más que sobradas posibilidades, desde una óptica española, de hallar pareja en sus lugares de origen. La referencia a la “óptica española”, en este punto, es fundamental, puesto que desde el punto de vista del país de origen, concretamente en el caso brasileño, aunque no es el único y ello podría generalizarse al conjunto de países “exportadores” de mujeres para casar, las cosas pueden percibirse de manera muy distinta. Así, diversas investigaciones (véase por ejemplo Goldenberg, 2006) han señalado el desequilibrio demográfico, en términos de una mayoría de mujeres y una ausencia de hombres, mientras que, por otra parte, el concepto de juventud aplicado a una mujer varía considerablemente de, por ejemplo, 8

Idea recogida, por ejemplo, entre los responsables de las agencias www.amigasrusas.com ; www.interdating.es ; www.samsara..es . Véase también Fuentes (2002).

Brasil a España, siendo así que en el primer caso tanto el establecimiento de relaciones sexuales y de pareja como la maternidad se producen con mucha antelación a lo que se da habitualmente en España. Las citadas mujeres son definidas, además, como altamente sociables –simpáticas, cariñosas, afables…- y que anteponen la atención y dedicación a la familia por encima de su realización profesional. Al fracaso personal de los hombres reseñados, ellas oponen, en términos igualmente emic de su entorno y de ellas mismas, un éxito personal, fundado en el hecho de haber salido de sus lugares de origen, que se confronta en todo caso con un fracaso social – de su sociedad de origen -, representado por unas condiciones de vida precarias. La única razón posible de su aceptación a unirse a un hombre del perfil apuntado “no puede” ser otra que la imperiosa necesidad y deseo de mejorar su condición socioeconómica. Y, en efecto, algunas de nuestras informantes latinas así lo expresan de manera clara:

“Las chicas de Brasil están desesperadas. Allá la vida es muy difícil. La razón es más económica. En Brasil todo el mundo cree que el europeo es millonario. Hombre, un camarero, yo por ejemplo [ella trabaja de camarera], puedo comprar un billete e irme de vacaciones. Un camarero en Brasil no puede comprar un billete e ir de vacaciones. Yo ahora en verano gano. Vale, me voy a machacar cuatro meses, porque es lo mío, los fines de semana haciendo extras, un día así se gana bien, si haces extras, ¿no?. Ayer hice 10 horas… Pero aquí la vida es cara. Pero en Brasil por más que patees no vas a comprar un billete para venirte a Europa. Por eso creen que aquí todo el mundo es millonario” (Ana Claudia, brasileña, 37; español, 30) En el caso de las mujeres que forman parte de nuestra unidad de observación, disponemos asimismo de una fuente de información que nos aporta una serie de datos que contribuyen a elaborar en mayor medida el perfil de las mismas. Nos referimos a la información ofrecida en sus páginas web por las agencias matrimoniales especializadas en este tipo de uniones (véase Martínez, 2007; Souza, 2000)9. Así, en el caso de las mujeres latinas presentes en estas páginas, constatamos como Brasil, Colombia y Cuba constituyen los paraderos más presentes y recomendados. La media de edad de las mujeres que se anuncian se mueve entre los 18 y los 35 ó 40 años, lo que sin duda

9

Creemos que, a pesar de los posibles sesgos que puedan contener, es sin duda significativa la exposición de sus estrategias publicitarias, puesto que nos revela la perspectiva de referencia y la representación de modelos que ésta comporta. Vamos a basarnos aquí en una primera revisión efectuada entre algunas agencias de este tipo: www.1000brides.com, www.inter-matrimonios.com, www.Latinamericancupid.com, www.singleslist.net, www.solitos.com, www.kaffarnic.com, www.datfinder.net, www.love24h.com, www.interdating.com, , www.MyLatinRose.com, etc.

puede dar idea de la franja de edad más atractiva para los hombres que buscan pareja, en tanto que, por otra parte, coincide asimismo con su etapa fértil. Teniendo en cuenta que entre las pretensiones de las mujeres inscritas en las agencias el tema de la edad de su posible futura pareja no es prioritario, es decir, que a la mayor parte no les importa – a pesar de alguna matización- que el hombre pueda tener más de 20 años que ellas, esto asegura una franja de edad masculina que puede verse representada hasta los 60 años (en algún caso incluso chicas de 18 años dicen buscar un marido que puede tener de 18 a 80 años). El perfil predominante de las mujeres que aparecen en los catálogos de estas agencias destaca un parámetro común: su belleza. Además del impacto del atractivo físico, el perfil se completa con cualidades y ventajas respecto de las mujeres del país que se presentan como consecuencia de las desfavorables condiciones de vida que sufren en sus respectivos países. De este modo, de las mujeres latinas se destaca más o menos sutilmente que no han experimentado los cambios que ha fomentado la transformación del modelo tradicional de mujer. Así es como las presentan las agencias y así es como se presentan ellas mismas en las palabras supuestamente propias con que acompañan sus fotografías: atentas, amables, cariñosas, serviciales, amantes del hogar y la familia, reacias a las discusiones, etc. a lo que añaden el plus de su vitalidad, simpatía, además de un elemento fundamental: el idioma. El análisis del discurso publicitario de las agencias matrimoniales telemáticas nos ha permitido extraer algunas evidencias. Como es sabido, en una sociedad de consumo capitalista el mercado se rige por la ley de la oferta y la demanda y quien más vende suele ser quien sabe hacerlo con mayor poder de convicción. En el caso que nos ocupa nos hallamos frente a una oferta muy abundante para una demanda que va decididamente en aumento. Así pues, queda tan patente que se trata de la venta de un “producto” que a menudo la redacción de los textos publicitarios se refiere a las mujeres precisamente como si de productos se tratara. Se dice de ellas que son “de calidad”, o bien se las presenta como “paquete”, o incluso como “vendibles”: “Tenemos más novias latinas de calidad que ninguna otra agencia” ( Cali’s Best, en www.singles.list.net); “¡Encuentre Su Corazón Esmeralda En Colombia!!! ¡Le estamos ofreciendo el último paquete para hombres solteros ... “ (Bogota Beauties, en www.singleslist.net/spanish/mujeres-latinas.htm); “Al principio, la agencia plaza todas las damas en su base de datos, luego, a medida que recibe más candidaturas, selecciona las candidatas en función de su capacidad de ser “vendibles””

(www.inter-matrimonios)10. El retrato del modelo femenino propuesto por las agencias acabará de ser perfilado a través de la introducción de la propia perspectiva de las mujeres candidatas, por una parte respecto al tipo de hombre que ellas están buscando, y por otra, a las motivaciones que las impulsan a buscar un español como marido. En cuanto al perfil de hombre preferido, en general se apela a hombres respetuosos, familiares y honrados. Más concretamente, las cualidades que según las agencias son las más valoradas por las mujeres latinas en sus futuros maridos o compañeros son el respeto, el amor y la fidelidad. La seguridad económica representa sin duda un atractivo influyente, pero la mayoría de las agencias latinas se apresuran a difuminar el interés materialista de estas mujeres frente a atributos de naturaleza éticomoral:

“What is most important for Ecuadorian latin women is not the amount of money in your bank account or the country where you live & work. What is most important for latin ladies of Ecuador is a faithful man who will treat them with respect & love. Latin women (ladies) from Ecuador are very special women & very traditional women when it comes to marriage. Ecuadorian latin women believe that marriage is for life. Therefore, marriage to the right man is very important to latin women.” (Latin Partners De Ecuador, en www.singleslist.net/spanish/mujeres-latinas.htm); “El respecto y el amor son las preocupaciones más grandes de mujeres colombianas, y desean a un buen marido fiel.” (Cali’s Best, a www.singleslist.net/spanish/mujeres-latinas.htm). A pesar de las especificidades de cada uno de los discursos publicitarios, existe un aspecto coincidente en el que todas las agencias basan su estrategia: lo que se ofrece (por no decir ‘promete’ o ‘garantiza’) es el hallazgo del amor verdadero y definitivo. Un amor, en primera instancia a distancia, que por diversas circunstancias (tiempo, trabajo, o bien desengaños, desesperanza, etc.) viene a llenar un vacío y supone una nueva posibilidad de recomenzar la vida. Pero al igual que en el caso de los hombres españoles, entre cuyas motivaciones, más allá de su “precariedad afectivo-relacional”, se insinuaba asimismo una cierta búsqueda de una relación de género y de convivencia distinta a la que se impondría hegemónicamente en el nuevo sistema de género español de las últimas décadas, en el caso de las mujeres latinas que buscan encontrar un marido extranjero el deseo de 10

En este punto, y sin ningún ánimo especialmente provocador, bien pudiera recordarse, al hilo de lo que se ha ido presentando, la máxima más simple y más perfecta del marketing como posible telón de fondo normativo-ideológico de algunos de los hombres de países “ricos” que buscan esposas en países “menos ricos”. Esta máxima, como es sabido, establece las cualidades de “bueno, bonito y barato” como la cuadratura del círculo del producto comercial por excelencia.

modificar igualmente las relaciones de género dominantes en su sociedad de origen constituye también un motivo explícitamente declarado. Aunque no, ciertamente, en el medio más mercantilizado de las agencias que operan en Internet, sino en el marco de la relación más o menos empática y confidencial de las entrevistas etnográficas. De este modo, Sonia, por ejemplo, ya tuvo clara esta motivación tras su primera experiencia de noviazgo con su novio peruano:

“Yo tuve una pareja que duró unos cuatro años. Todo el mundo pensaba que me iba a casar con él. Pero yo soy una persona, cómo te puedo decir, que veo ciertas cosas que no me agradan. Y yo veía de parte de él mucho machismo. Entonces yo soy una mujer que el grupo de las que yo conocía siempre me decían: “Ah, tú te vienes con mentes liberales, vienes con mente americanizada, europea”. Y yo les decía: “Pues es mi forma de pensar, porque yo siempre he defendido…” Y me decían: “Y tú la defensora de las del feminismo”. “No es el feminismo –les digo-, es defender tu integridad y tus valores”. Y entonces esta pareja que tenía: “Que te he visto con fulano, te he visto con tal individuo, me han dicho….”. Y yo trabajando, yéndome para aquí, porque yo trabajaba con muchos ingenieros, arquitectos, civiles, porque con ellos programábamos los días de reunión y todo [Sonia trabajaba como educadora en escuelas y en programas de educación en zonas de extrema pobreza en su país, Perú]. “Que me han dicho que…”. Mayormente odian a la mujer. Si te ven… cómo te puedo expresar, no te dejan… Y si la mujer se deja, se joderá toda su vida. Pero si tú reaccionas a tiempo y mandas al trasto, y bueno, porque no te dejan avanzar, o sea, tú por más que quieras, te cortan. Y incluso, que un día llegué a ganar más que él, que él era director de un colegio, llegué a ganar el doble, porque donde yo estaba me pagaban bien, y ya esto fue… Como que me costó, pero al final dije: “no puedo caer en el masoquismo, porque con éste no voy a llegar a ningún sitio. Para que venga y me meta ahí en la casa, trabaje y mi casa y no tenga mi vida”. Y decía que tenía planes y no sé cuánto, y en eso ya… Y me seguía llamando, buscando, y ya cambié mi móvil, y dije “me voy a alejar”, y mi familia me apoyaron, ellos muy bien. Y en ese transcurso tengo una amiga que vive aquí en Bilbao o en San Sebastián [España], su marido es vasco y hablando con ella, ella es de mi ciudad, me conoce, ella se casó antes que yo, hace años, hablando con ella me dice: “No seas tonta, ¿por qué no entras en un chat?” ”. (peruana, 35; español, 37) Resulta por lo menos significativo que a nivel discursivo y de planteamiento ideal nos hallamos ante una cierta situación contradictoria, por cuanto de forma más o menos explícita o velada, los informantes masculinos españoles que buscan o han buscado mujeres latinas como esposas parecen albergar la esperanza de encontrar un modelo de compañera distinto al representado por sus compatriotas generacionales, un modelo de mujer más cercano al representado por sus madres –idealizadas como amas de casa sumisas y serviciales- que al protagonizado por las generaciones adultas y jóvenes de mujeres españolas independientes e igualitarias; en tanto que las mujeres

latinas que pretenden llevar a cabo una unión con un hombre español valoran, entre sus motivaciones, la de encontrar un modelo masculino superador de los valores y principios característicos del machismo que identifican con los hombres de sus respectivos países. La expectativa y el deseo de encontrar una pareja que se fundamente en unas relaciones de género más igualitarias conectan directamente con la imagen y/o el estereotipo que las mujeres latinas dicen tener de los hombres europeos en general y españoles en particular. Como es sabido, además, una de las estrategias para la definición identitaria es la comparación contrastante. De este modo, a la caracterización de los hombres españoles por parte de las mujeres latinas relacionadas con ellos se sucede a menudo una presentación de carácter opuesto del hombre latino por parte de sus compatriotas femeninas, que aún, en algunos casos, llevan este proceso más lejos y lo completan con la ilustración de los rasgos de la mujer española. El hombre español, por su parte, también en ocasiones se zambulle en esta dinámica de presentación de la alteridad cercana y lejana en términos contrastantes, dando buena cuenta de las virtudes y defectos de los hombres y mujeres latinos y de las mujeres españolas. La siguiente cita de Ana Claudia (brasileña, 37; español, 30), es un extenso compendio de este proceder apuntado:

“El hombre español, yo lo he dicho esto desde el primer día que contacté… es, habrá de todo, pero la mayor parte, la gran parte de los hombres españoles son corteses, son educados, son románticos, son hombres… tienen arte, la raza española tiene arte, el arte que falta en Brasil. Yo te puedo hablar de Brasil, más de Río de Janeiro, porque he tenido muy poca relación con Brasil. El hombre brasileño es muy vasto… es una raza muy vasta, muy maleducada. Es mi gente, pero yo puedo hablarlo porque he convivido con ellos allá. Y aquí poquísimas veces me he enfadado con un hombre por salir a cenar con él o por salir a tomar algo o… En Brasil antes de invitarte a un refresco o lo que sea ya vienen de una forma bruta. Pero quizás esto no sea tanto la culpa del hombre. Puede que sea la culpa de las mujeres brasileñas también por querer tan… tan… en qué sentido… en pareja, en Río de Janeiro no hay hombres, sólo hay mujeres…y entonces claro… quieres decir que las mujeres no exigen mucho… yo me divertía mucho estos dos últimos años que estuve. Yo si voy a una fiesta, no sé, a lo que sea, yo voy pensando en divertirme, si hay comidas típicas… allí no, allí es “ay, ¿habrá hombres?, ¿hay chicos?”, “no sé, no he pensado en eso”. Un desespero que no veas, pero desespero desespero. (…) Los hombres allá ponen los cuernos a las mujeres así, descaradamente. Ellos no quieren compromiso. Porque es tan fácil encontrar una mujer y llevarla a la cama que para qué se van a enrollar con una solamente. (…) Y en cuanto a las mujeres españolas… son muy secas. Secas y sosas. Hay muy buenas personas, tengo muy buenas amistades, pero no es normal que todos los

hombres se quejen de lo mismo, ¿no? O sea, muchos hombres españoles, siempre he escuchado comentarios de que las mujeres son frías… eh… son muy, hay un término para esto pero ahora no me acuerdo… distantes… distantes, no son compañeras, habrá de todo pero yo he visto muchas así, y hasta hoy veo compañeras de trabajo referirse al marido o a la pareja de una manera un poco que no me, no me… despectiva… sí. Supongo que eso pasará en muchos sitios. Yo creo que es la razón de porque tienes tiempo con una persona. Utiliza la imaginación, porque si no esta relación se quedará en la costumbre. Te acostumbras a tu pareja y el amor creo que…. ¿Tú crees en este sentido que las mujeres brasileñas son más imaginativas que las españolas? Son, porque tú vas a una peluquería y yo me quedaba. Yo tengo una tía que tiene peluquería y los comentarios de las mujeres brasileñas. Las mujeres tienen un fuego que dios bendiga… eso en Brasil, dices… sí, allá en Brasil. En cualquier sitio, iba a hacer la manicura, iba a casa de alguien, siempre alguna salta con algo… te hablo de intimidad, de pareja. Y aquí la mujer española es muy…. no inventa historias con el marido. Yo, aquí en mi trabajo, en un trabajo que tuve, yo llego a comentar, porque en la intimidad de las mujeres solas son más peligrosas que los hombres, ¿no?. De decir que si esto y aquello, yo también soy muy peliculera, no, de contar cosas y tal. Y me decían “ay, qué es esto, ¿no se ríe de ti?”, y yo digo “sí, hija, se va a reír… ¡aplaude de pie!”. Ellas se sentían como si… sí, como si aquello fuera ridículo, nada del otro mundo, poner algo más sexy o algo así. Y en Brasil tú escuchas a las mujeres hablando de eso y te enseño, sin ningún pudor, sin ninguna vergüenza, sin nada. Yo creo que las mujeres brasileñas hacen más feliz, hasta donde, no voy a generalizar, hasta donde he visto, los años que llevo en este país y lo que he vivido en mi país, yo creo que la mujer brasileña tiene más imaginación… y más acción.” La

lógica

del

discurso

identificador

resulta

clara:

desvalorización/estigmatización del oponente y consiguiente valoración del aliado. El oponente, en este caso, es el/la homólogo/a de género extranjero y el/la compatriota del sexo opuesto –inclusive, en algún caso, puede incluirse en este grupo el/la homólogo/a de género del propio país que forma parte de la mayoría que no busca pareja fuera del mismo-; en tanto que el/la aliado/a es el/la extranjero/a del sexo opuesto. Dicho de otro modo, y de acuerdo con lo que nos ha mostrado la larga cita de Ana Claudia: para una chica brasileña que busca o ha encontrado un hombre español, éste representa lo opuesto, en términos positivos, del hombre brasileño, en tanto que ella misma, asimismo, constituye el reverso, positivo, de la moneda de la mujer española, razón por la cual, tanto su búsqueda de un hombre español como la búsqueda de éste de una mujer brasileña, se justifican o se refuerzan o se legitiman en buena medida tanto por la falta

de atractivo de sus “partners naturales”, es decir, los opuestos sexuales del propio país, como por las características seductoras de los opuestos sexuales del país extranjero11. En el fondo, pues, lo que acaba produciéndose es una suerte de equilibrio de polaridades opuestas en términos sexuales y nacionales pero coincidentes en su significación positiva: las “buenas” mujeres latinas que deben soportar a los hombres “impresentables” (machistas, infieles, irresponsables, no comprometidos) de sus países y los “buenos” hombres españoles que deben soportar a las mujeres “maltratadoras” (frías, distantes, altivas, autoritarias) de su país hallan la mutua “salvación” formando una unión sentimental, dándose pues algo así como una especie de “reciprocidad equilibrada”, de acuerdo con el modelo de Sahlins (1977) que la presenta como el símbolo de la conversión de intereses diferentes en armónicos12. Esto, de algún modo, es lo que viene a expresar Sonia (peruana, 35; español, 37):

“Yo he visto que acá existe el matriarcado, que la mujer adelante y el hombre… es lo que he podido observar. Y acá los hombres aguantan, los que yo he visto, no generalizo. Digo: mujeres un caso y hombres buenos. Las mujeres mandan mucho, gritan mucho, exigen mucho, tratan muy mal y ellos están ahí ayudando, haciendo… y yo digo: en mi país ya las hubiesen mandado los hombres a éstas por un tubo, digo yo. Me quedo pensando: ¿Cómo es? Y allá mujeres buenas, digo, y les tocan unos disparates, es al revés, digo, como no están valoradas ni nada. Allá, si fueran las de allá a acá estuvieran como unas reinas que las trataran, porque allá bueeeeeno, te mandan, te acaban, te acaban psicológica y emocionalmente, emocionalmente mayormente, te van acabando, te trabajan a lo psicológico y si no es esto… (…) Yo soy democrática, yo aplico acá… ni tanto sometimiento, ni tanto mandamiento. Yo soy aquí democrática, porque yo veo a mis cuñados, las mujeres (pone voz de asustados): “Ay, que tengo que ir…” Ellas mandonas cien por cien y todo lo que dicen y todo el rollo, y ellos allí de buenos y varias parejas, y yo no, en cambio, como yo le dije a mi suegra, yo soy democrática, le digo, un poco para acá y un poco para allá. “ De todas formas es justo señalar que este tipo de planteamiento es posible que se enmarque en el seno de una estrategia de carácter (auto) justificativo y legitimador – 11

Dicho sea de paso, aunque no entraremos en profundidad aquí en su significación, que España es el país europeo con mayor número de operaciones estéticas practicadas a mujeres y, asimismo, el país donde las mujeres manifiestan sentirse más insatisfechas con su cuerpo. Aunque en el caso brasileño, como apunta Mirian Goldenberg (s. d.), las cosas son similares o, incluso, más acentuadas. 12 La tipología de reciprocidad de Sahlins (1977) puede constituir asimismo un buen marco para situar otro tipo de planteamientos distintos presentes en las relaciones en las que se hallan inmersas las parejas objeto de nuestro estudio. Así, las visiones “emic” presentes en estos contextos pueden ir generalmente desde la valoración en términos de “reciprocidad generalizada”, esto es, el don o superávit personal ofrecidos libremente, al polo opuesto de la “reciprocidad negativa” (expresión recuperada, a su vez, de la obra de Gouldner, 1960), como acción motivada únicamente por el interés personal que puede utilizar la fuerza, el engaño o el enredo.

lo que en buena medida puede aludir a una interiorización por parte de los actores sociales implicados de un cierto sentimiento de “anormalidad” de su proceder-, por cuanto que en algunos casos que hemos recogido de relación “a la inversa” – mujer española con hombre latino- el discurso se configura en parte en términos similares, no sólo formalmente sino inclusive en algunos puntos a nivel de contenidos. Esto es: el hombre latino como individuo cariñoso, simpático, vitalista, listo, alegre, buen amante; la mujer latina como lanzada, despreocupada, menos responsable, infiel; el hombre español como machista y la mujer española como liberal, avanzada, segura de sí misma, con carácter y personalidad, etc. Finalmente, en relación a este punto de las razones y motivaciones para matrimoniar con un cónyuge de otra nacionalidad, debemos hacer mención al menos de los diferentes tipos de factores que han sido señalados en la bibliografía especializada sobre el tema, y algunos de los cuales han ido apareciendo a lo largo de este apartado, como influyentes en la elección de pareja (véase Rodríguez, 2004): de tipo demográfico, geográficos, psicosociales y socioculturales. Por nuestra parte, y de forma provisional, nos atrevemos a señalar seis condiciones o características más o menos comunes de los países “emisores” de las llamadas “mail order brides”, esposas de alquiler, etc. en relación con los países “receptores”: 1.- Se trata de países antes llamados “en vías de desarrollo” y ahora, por ejemplo en la clasificación que utiliza el PNUD, de “desarrollo humano medio”13 aunque algunos de ellos llamados a ser potencias mundiales en breve (caso de los miembros del “BRIC”, Brasil y Rusia). 2.- Existe una proximidad sociocultural y/o geográfica de estos países “emisores” con los “receptores”. Ello explicaría, por ejemplo, para el caso español, la no existencia de migrantes por amor de los países del Magreb ni de los países asiáticos. 3.- Existencia de rasgos fenotípicos de las mujeres de los países de origen diferenciados de los de las españolas (eslavas y latinas). 4.- No existe una comunidad muy numerosa de inmigrantes de estos países “emisores” de esposas en España. 13

El Índice de Desarrollo Humano publicado en el Informe Sobre Desarrollo Humano 2005 (PNUD, 2005) establece una clasificación compuesta por países con “desarrollo humano alto” –en cuyo grupo, formado por 57 países, se incluye España en el número 21-, países de “desarrollo humano medio” –de la posición 58 a la 145, en donde encontramos por ejemplo la Federación Rusa en el puesto 62, Brasil en el 63, Colombia en el 69, Venezuela en el 75, Ucrania en el 78 o Perú en el 79-, y finalmente países con “desarrollo humano bajo” –del puesto 146 al 177, formado básicamente por países africanos-.

5.- Los países “exportadores” de esposas muestran un desequilibrio demográfico expresado en la existencia de un mayor número de mujeres que de hombres. 6.- La masculinidad de los países “proveedores” de esposas se encuentra altamente desprestigiada, estando asociada a fenómenos como el alcoholismo, la infidelidad y la violencia de género. En los países “receptores”, por su parte, se ha asistido en las últimas décadas a transformaciones de alcance en el sistema de género, especialmente en lo concerniente a los papeles asignados y desarrollados por las mujeres.

Proceso y modalidad de la búsqueda, selección y noviazgo La búsqueda de una pareja sentimental fuera de las fronteras del propio país, en el marco de lo que King (2002: 99) denomina la transnacionalización de la intimidad, y el consiguiente proceso migratorio vinculado a ella para una de las partes de la relación, en el caso que ésta llegue finalmente a concretarse, en la mayoría de casos adopta un esquema perfectamente estructurado y diferenciado en términos de género. De este modo, el procedimiento habitual implica el viaje, bien como primer paso de la búsqueda bien tras un período de contactos virtuales en la distancia –vía Internet (chats, Messenger, etc.), teléfono-, del hombre al lugar de residencia de la mujer. Después de este primer viaje, y por lo general de algunos más que van sucediéndose durante un cierto intervalo de tiempo, si la relación se consolida, se produce la migración de la mujer al país de residencia del hombre. Nos encontramos, pues, ante una realidad en la que, si se nos permite la expresión con finalidades sintético-ilustrativas, el hombre viaja como turista por, e importa, amor y la mujer migra por amor. Este procedimiento esquemático, no obstante, posee numerosos matices –casi tantos como casos existentes que han pasado por ello-, algunos de los cuales es interesante y significativo señalar. Así, en función del país de origen de la mujer en cuestión –latina o eslava, las dos principales procedencias de las migrantes por amor hacia España, como ya hemos indicado- el proceso cambia sustancialmente de manera general. A la mayor distancia geográfica, en relación a España, de los países latinoamericanos en comparación con los de la Europa oriental, se contrapone una evidente mayor proximidad idiomática y en buena medida también cultural de aquéllos con respecto a éstos. Este hecho provoca en cierto modo que el proyecto de búsqueda y relación de los hombres españoles con mujeres latinas sea en general mucho más flexible, menos formalizado y más de tipo colectivo que el de aquéllos que encaminan

sus intereses hacia relacionamientos con mujeres eslavas. Así, mientras que en este último caso el recurso a agencias matrimoniales especializadas –que gestionan desde el acceso a la oferta de las mujeres inscritas en la agencia, la comunicación con las mismas, el viaje, el alojamiento y las presentaciones in situ hasta los trámites burocráticos de visados- es casi inevitable, en el caso de la búsqueda de pareja latina por parte de un hombre español el recurso a una agencia es menos habitual, y otro tanto parece suceder con las mujeres latinas que desean relacionarse con hombres españoles14. La mayoría de nuestros informantes, en este sentido, afirman haber iniciado el proceso bien a través de chats más o menos especializados de Internet –tanto hombres españoles como mujeres latinas- bien, en este caso en relación solamente con los hombres españoles, a través de un viaje, generalmente con amigos, en el marco de las distintas modalidades de turismo que puedan estipularse –sentimental, sexual, de placer, recreativo, cultural, etc.-, bien, en este caso para las mujeres latinas, mediante el contacto –buscado o casual, en condición de garotas de programa o no- en las zonas turísticas de sus respectivos países con turistas extranjeros. Renata de Melo Rosa (2000: 152), por ejemplo, apunta los barrios de Copacabana, Ipanema y Leblon como zonas privilegiadas de encuentro con turistas extranjeros en la ciudad de Río de Janeiro, de forma similar a lo que presentan Ana Paula da Silva y Thaddeus Blanchette (2005) en relación al primero de los barrios citados de esta misma ciudad, en tanto que Fernando Bessa y Octávio Sacramento (2006) señalan la playa de Ponta Negra para la ciudad turística de Natal y Adriana Piscitelli (2004; s.d.) la playa de Iracema en Fortaleza. Los siguientes fragmentos de algunos de los relatos de nuestros informantes ilustran buena parte de estas distintas modalidades de búsqueda, encuentro y relación, con sus matices, que he apuntado:

“Lo que pasa es que había uno de los tres que ya tenía una historia con una chica cubana, y se llamaban por teléfono. Él no había ido aún a Cuba, pero una gente que había ido habían conocido a la chica, muy buena persona, que quería conocer a alguien de fuera y tal, y le dieron la dirección y el teléfono de éste. Y hacía dos años que se llamaban y no se conocían. Y hablaban y tal… sólo por teléfono. Y tenía una foto, alguna carta… Y este era el que nos machacó más para ir a Cuba, porque quería conocer a esta chica. Él no se lo había planteado antes, se le veía un tío muy cortado y… a partir de aquí nosotros dijimos “venga, pues, vamos los tres y te acompañamos”. Entonces, conocíamos a un tío que está 14

Caso distinto es el recurso a agencias especializadas para encontrar pareja dentro del propio país. Véase, entre otros, para el caso brasileño el artículo de Erika Souza (2000) y para el caso español el libro de Fuentes (2002).

con una cubana también y éste ha ido a Cuba como veinte y pico de veces. A veces se la ha traído, pero aún no vive aquí. Y él conocía bastante gente de por allá. Nos dijo que en lugar de ir a un hotel fuéramos a una casa particular para poder movernos más cómodamente. Nosotros sólo sacamos un billete de avión. Y nada, estuvimos unos días en La Habana. La chica del compañero estaba en un lugar de la playa, y lo acompañamos a conocerla. Muy guapa, muy buena chica. Y hablando dijo que conocía a otra chica que era un poco mayor que ella, que tenía una hija, que también era muy buena chica, y bueno, que me empezaron a hablar muy bien de ella. Y entonces le dije que me la podría presentar un día. Y el último día antes de irnos me la presentó, y nos caímos bien. Yo también, en aquella época yo quería contactar con alguna mujer y tal, tener… y bueno, a partir de entonces, volvimos aquí, nos dimos el teléfono, nos llamábamos. Y a partir de aquí ya empezamos. Casi un año que sólo nos llamábamos, porque en el pueblo donde vive no hay Internet. Y volví en febrero de este año (2006) con el otro compañero que tenía la amiga allá y estuvimos unos días con las dos chicas, nos conocimos más… (Cisco, español, 34; cubana, 21) “Yo he estado en Brasil dos veces y en Cuba una vez y el tema de las chicas con los turistas… hay hoteles que ya lo fomentan, a mí no me gusta este tipo de turismo, yo iba para ver otras cosas. Tú llegas y todo es como una burbuja: todo lujo, todo chicas, las chicas más bien vestidas y más guapas… pero cuando atraviesas la frontera de esta burbuja y ves la situación real de estos países, pues es ya cuando cambia todo el punto de vista de la gente que puedas tener de allá. El turismo este, para ellos, es una cuestión de supervivencia, viven de los turistas: hay mujeres, hay niños, hay gays… hay de todo. Es que tú llegas allá y lo primero que piensas es que el país es una casa de putas gigante… todo el mundo está dispuesto a todo. Tú tienes que ponerte en lo que es la situación del país. Yo siempre digo que una puta es una tía que hace libremente esta profesión porque le gusta, por el dinero o por lo que sea, pero la que se ve obligada para mantener una familia, unos hijos o lo que sea, es una superviviente… son estas chicas de programa. Y los tíos van y lo hacen y escuchas unas cosas. Y las chicas no hace falta que sean putas ni que sean de programa. Te vas a un supermercado y una mirada, un gesto, es fácil, es muy fácil acceder.” (Narcís, español, 43; brasileña, 20) “(…) y hablando con ella (una amiga), ella es de mi ciudad, me conoce, ella se casó antes que yo, hace años, hablando con ella me dice: “No seas tonta, me dice, ¿por qué no entras en un chat?” Y digo: “¿A dónde entro?” En el MIR 32. Es un canal de Chat. Ahí hasta encuentras con gente de Reus y todo, en el canal de Reus. Entras y allí está toda España y todo el mundo. Dices voy a ver Madrid, o Zaragoza, o…Tarragona. Mi amiga había conectado así, no sé con qué Chat. Yo no conocía nada, porque nunca se me ocurrió, y como yo no tenía Internet en casa, allí hay muchas cabinas, como aquí, y tú vas y alquilas unas horas. Y yo dije al chico que atiende: quiero chatear. ¿Ah, sí? Riendo, digo: Ponme un Chat, dice: ¿de dónde? Digo: de España, o cualquiera. Y dice: ah, aquí hay uno que han dejado esta mañana. Digo: de dónde. De Barcelona. Y digo: ah, es igual. Y me hablaron un montón de gente. Y de pronto aparece un chico “max factor”. Y digo voy a

hablar con este chico y pim, pim, pim, hablando y, no sé, hubo congeniamiento y ahí estamos (muestra una foto donde aparece la pareja y dice: es muy bueno). Yo me metí allí y hablamos y hubo… como que con él me quedé hablando y hubo bastante congeniamiento, conversar de cosas… Y así fue que lo encontré un día X sin pensarlo, no sé en qué canal entré y lo conozco a él. Y hablando me pidió el Messenger y yo no lo daba a cualquiera y le di y me dice: ¿que te viene bien tal día?, y yo dije: sí. Y bueno calculando: ¿cuántas horas hay de diferencia? Y entonces digo: voy a seguir. Y entonces: mándame una foto…, le mandé, pero nada de truquear, como soy, y ahí hablando, hablando, pasó otro día y le digo: No podré…, le digo, me voy de viaje para trabajar. Ah, ¿si? ¿Cuándo vienes? Ah, vale, quedamos. Y así…. Hasta que me dice: Dame tu número de teléfono. Y me llamaba todos, todos, los días. Oh, qué gasto!. Eso es lo que yo dije: este tío, digo, ¡Dios mio! Y no había ningún día que no me llamara. Sólo cuando me iba de viaje. Y en mi casa ya le tenían familiarizado, porque cuando no estaba, hablaba con mis padres. Y eso que él es tímido, yo no sé cómo ha…, no entiendo yo, tímido, tímido. Y de ahí lo peor viene… te sorprenderás, y seguimos, llamaba a mi casa, y luego flores, no sé como lo hacía, interflora…. El día de no sé qué un ramo de flores. Mis padres se quedaban… ¿Y tú lo habías visto? Yo lo había visto en foto y en cámara, pero en vivo todavía no, nada. Y te parecía bien. Romántico…. No sé… De ahí mandaba fotos, mis padres los llamaba. Y cuando me iba de viaje les decía: Ah, que se cuide mucho y… O sea, los enamoró a mis padres desde lejos. Y ellos allí: ¡Ay! Pasó ocho meses así hablando, luego me dio el teléfono y un día era el cumpleaños de su madre, no sé, y digo: voy a llamar, porque yo también soy de carácter… y su madre: ¡Ay! Y ya sabía de mí porque había enseñado…. Yo le mandé una foto mía y había enseñado la foto: Ay, qué guapa, que no sé cuántos… entonces estaba más delgadita. Y sus padres: ¡Ay, qué bien! Llamando… Bueno, y así pasó al enamoramiento. O sea, tú te enamoraste sin conocerlo ni nada en persona. O sea, fue una ilusión, una ilusión, como que sentías algo, una ilusión, ¿no? ¡Ay! Como que había algo, yo no sé si te habrá pasado, pero como que estás ilusionada. Puedes estar haciendo mil cosas, pero estás ilusionada. Y eso es algo bonito que he logrado sentir. Bueno, pasó eso y me dice: ¿quieres casarte conmigo? A los siete meses de hablar por… y sin verte jamás, te pregunta si te quieres casar con él. Y yo: ¡Qué me dices! Le cambié de tema. Pasó una semana y me dice: ¿Ya lo has pensado? Y le digo: Es que… Y al otro día me vuelve a decir. Y le digo…… No sé qué me entró, no sé, fue algo que no entiendo, será que ya me veía que me quedaba soltera o no sé qué fue y como lo veía una cosa así, digo, yo pensaba, digo, si le digo que no, o sea, esta ilusión se me va a ir, como que lo miré de esa manera, estoy ilusionada y como alguien me dijo: Nunca dejes pasar, hablando con una amiga, las oportunidades porque después te arrepientes, o una cosa así, porque a ella ya le había pasado, y después te arrepientes porque es la persona indicada… Y pensando y le digo que sí. Y ahí pensando: ¡Oh!, que le dicho que sí, ¡oh! Y ya no pue… y me hacía mi cabeza… Y él me dice: Prepara la boda y los papeles… O sea,¿ prepara la boda sin haberte visto? Nada. ¿Y sabes qué? El empezó a ver por el Internet, fue a un gestor aquí, no pagó nada, hizo todo el papeleo, que yo me quedé parada. Me decía: mira, para la boda nos piden esto…Ah, bien, bien. Fue él quien me dijo para casarnos en noviembre. ¿Allí? Allá, claro (en Perú). Fue en noviembre, no noviembre fue cuando lo conocí, me dijo para casarnos por el diciembre más o menos, para casarnos en mayo. En mayo, sí. Había meses para… él hizo su

pasaporte, se hizo papeles y me dice: Tú sólo prepara la boda, el convite…” (Sonia, peruana, 35; español, 37) Como ya apuntaba anteriormente, en el caso de los varones españoles al encuentro de mujeres latinas la solidaridad y complicidad de género, una suerte de communitas masculina, expresada en el viaje en grupo, constituye un factor de determinación y decisión para dar el paso final de emprender el viaje así como un potente deshinibidor. Esta función de superación de la timidez la desarrolla también de forma destacada Internet. En el espacio virtual, a menudo calificado de impersonal y distante, se desarrollan curiosamente relaciones de extrema confianza y sinceridad total con personas “desconocidas” de quienes se destaca su bondad. Además, la rapidez del medio, que hace posible la comunicación instantánea, en tiempo real, parece ir de la mano también con la rapidez, comparativamente, de la concreción de las relaciones. En efecto, los noviazgos telemático-telefónicos se caracterizan por su brevedad15.

La constitución de la pareja: negociación de los papeles y relaciones de género Cuando el proceso de búsqueda, relación inicial, conocimiento y noviazgo es superado satisfactoriamente el paso siguiente lo constituye la concreción de alguna forma de relación de pareja y de unidad residencial. El lugar de residencia, a menudo, ni llega a plantearse como posibilidad de elección. Cuando, no obstante, se plantea el tema, la línea argumental y la decisión final adquieren habitualmente la misma resolución, esto es: el proceso migratorio de la mujer latina hacia España. Incluso en aquellos casos en que la situación estructural y socioeconómica de los miembros de la pareja –cuya disimilitud resulta ser el argumento justificativo de fondo para la elección del destino- no es muy distinta o inclusive más favorable a la mujer, la dirección del proceso permanece inmutable. Lo cual puede resultar una prueba de que en la decisión entran en juego una serie de consideraciones que van más allá de las habitualmente apuntadas y que tendrían que ver con la posición de autoridad y de superioridad jerárquica del marido respecto de la mujer. El caso de Lety (mexicana, 27; español, 28), licenciada en Administración de Empresas y perteneciente a una familia de clase alta, es paradigmático al respecto:

15

Lo cual, si se me permite la ironía, haría las delicias de los guardianes de la normatividad del catolicismo de signo tradicional-integrista, que propugnaban que los noviazgos fueran cortos, para evitar el peligro, y con escasas visitas entre los novios y mínimo contacto entre ellos (véase Roca, 1996).

“Fíjate que me dijo “bueno, qué, ¿que hacemos? Me vengo, me voy o qué pasa”. Le digo: “mira, yo no tengo ningún problema porque yo ya terminé mi carrera, o sea, sea aquí, sea allá yo no tengo problema”. Lo que sí es… como Ramón estaba estudiando… bueno, ahorita lo ha dejado en pausa, de Medio Ambiente… Pero… él, este… hace la profesión de camarero. Entonces allá en México no es bien pagada la… la profesión, ¿no? Entonces yo le comenté eso, que… a ver, que es más fácil que yo, que empiezo de cero, aquí, ¿no?, buscar algo que al revés, ¿no?”16 Con la constitución de la pareja en términos de una relación estable y de coresidencia se inicia el proceso de negociación del triángulo formado por lo público, lo doméstico y lo privado. La distinta formulación y consideración de estas dimensiones ha dado lugar a la aparición, en las últimas décadas, de diversas tipologías que intentan recoger la pluralidad de configuraciones resultantes (véase por ejemplo Comas et alii, 1990; Gutiérrez, 2002 y Roca, 2007). En general, más allá del uso de terminologías distintas, existe un acuerdo en todas las propuestas en señalar diversos modelos que parten del modelo tradicional burgués de estricta separación de esferas y responsabilidades –la mujer ama de casa responsable de la esfera privada y reproductiva y el marido proveedor inserto en la esfera pública y productiva- y sus sucesivas transformaciones: el modelo de doble jornada, que supone la incorporación de la mujeresposa al ámbito productivo sin ninguna otra variación en el resto de la relaciones de género en la pareja; el modelo de ayuda doméstica, que si bien supone que sigue recayendo en la esposa la responsabilidad y actividad principal de lo doméstico puede beneficiarse de ciertas “ayudas” –del esposo, familiares, servicio doméstico, guarderías, etc.-; o el modelo igualitarista, basado en la idea del reparto equitativo y proporcional de la carga doméstica que, no obstante, parece constituir más bien una aspiración y una realidad de tipo retórico y discursivo en auge. En nuestro caso, las parejas resultantes de estas migraciones por amor suelen adoptar, en general, el primer o el tercer modelo o, incluso, una síntesis de ambos, esto es: la dedicación por parte de la esposa únicamente al ámbito privado pero con ayuda doméstica.

“Y en principio pues sí, vi que las mujeres de allí... que su forma de ser coincide bastante con esa apreciación que uno tiene. Y además es que incluso muchas en el propio perfil ya lo ponía “cariñosa, tal...” Y además tienen una combinación muy interesante porque no sólo son cariñosas, suelen ser apasionadas y me reitero en la cuestión y... bueno complacientes, mujeres muy al gusto de un 16

Las “facilidades” de Lety se concretaron en un trabajo como dependienta antes de disfrutar de la baja por maternidad.

hombre. Además tienen un cierto interés en cuidar la casa, no les importa realizar las tareas del hogar en un momento determinado. De alguna forma tienen una forma de ser... a mi gusto, encaja bien en mi circunstancia. Por ejemplo en nuestro caso, Sol no está trabajando, bueno yo me puedo permitir que ella no trabaje y, además consideramos que... no porque no quiera yo que trabaje sino que consideramos que es lo mejor para el niño en los primeros años de su vida. La mujer española muchas veces es más reacia, es decir, ella es más independiente, ha desarrollado en los últimos años una seguridad en sí misma. La mujer (española) suele tener más ambición profesional, por lo menos de tener su camino independiente del hombre a parte de que tenga su relación de pareja. La mujer española raramente accede a por ejemplo estar unos años en casa hoy día para cuidar a los niños cuando realmente yo pienso que para un bebé los primeros años de su vida nada mejor que estar con su madre, a parte de que vaya a todo lo que tenga que ir de actividades. Luego a parte las condiciones económicas y las necesidades influyen, pero es un tema discutible porque habría que ver si el hecho de que la madre trabaje y que tengan que pagar a otra persona para que cuide de la criatura es rentable o no, pero eso es otra discusión que podríamos alargarnos aquí. ¿Por qué digo eso? Porque la forma de ser que ellas tienen encaja muy bien en la que yo como hombre tengo. Eso no quita que a partir de una época ella se ponga a trabajar o estudie o haga lo que quiera porque yo no tengo esa idea de que la mujer tenga que estar en casa. Ha de estar en casa cuando nos interesa que esté en casa, cuando queramos que no esté no estará. Lo cierto es que sí que encontré en la forma de ser en general, generalizar es a veces un error también, de ese tipo de gente, de esa sociedad, de esa educación pues una forma de ser diferentes, una mujer menos exigente que la española y más entregada, más dispuesta a entregarse a esa relación, a ese hombre en todos los aspectos...” (Jordi, español, 41; Sol, venezolana, 37) “¿Trabajaste? Sí, sí, trabajé, pero trabajaba poco porque él no quería que yo trabajara. Y yo tengo pasión por el trabajo. No sé, no es pasión por trabajar, por machacarme… es. Una persona que no tiene una determinada ocupación, yo creo que… ¿Y por qué no quería que trabajaras? Cosas de uno, decía “no, tú tranquila”. Esto es que te quiere cuidar mucho. Todo lo que es demasiado, sobra. Y cogí unas depresiones horribles, horribles. Y le dije: “mira, me marcho”. Y me fui a Brasil.” (Ana Claudia, brasileña, 37; español, 30) “Yo llego de trabajar, él también llega, y me ve cansada a mí y me dice: “yo hago la comida”, él hace la comida y yo me voy a ducharme y todo. Y ya vengo y ya lo ha puesto en la bandeja y está el plato ahí puesto. Y a él le gusta, lo hace, y todos los días. Y yo feliz (ríe), pero yo no lo estoy mandando. Él lo hace porque quiere, y yo mientras voy haciendo otras cosas, porque él quiere y yo digo mejor para mí si tú quieres, le gusta cocinar. ¿Y el resto de la casa? Lo hacemos a pocos, lo hago yo, a veces él, se pone a sacar polvo, o si está desordenado (ríe), me ayudará él, nos ayudamos. O me ve a mi que estoy mala y me dice: Deja, yo lo hago.” (Sonia, peruana, 35; español, 37) “Pere no para de jugar con el niño, mucho más que yo. Él es quien se encarga de muchísimas cosas. También en la casa me ayuda muchísimo. Eso me sorprendió

muchísimo, porque es impensable en un hombre colombiano. Lo sabe hacer todo y nos organizamos según nuestros horarios laborales. A él le gusta más fregar los platos que cocinar. La verdad es que soy yo más machista que él. En su casa me sorprendió muchísimo al principio, su padre hacía de todo y él ahora en nuestra casa hace lo mismo. Eso depende mucho de la educación que has recibido. En mi país no se ve.” (Lucila, colombiana, 24; español, 29) Como bien muestran las diversas citas precedentes las uniones mixtas no dan como resultado la configuración de un único modelo de relaciones de género y de distribución de tareas. Más aún, nuestros datos nos permiten inferir que los modelos resultantes no son tampoco distintos, en líneas generales, de los que funcionan para las parejas “autóctonas”. Si acaso, las diferencias principales se hallan en el hecho de que los modelos “más tradicionales” de la tipología que hemos presentado en el caso de las parejas autóctonas se dan más, aunque no exclusivamente, entre las generaciones de mayor edad y en el caso de las parejas mixtas la variable de la edad de las mujeres, la mayoría de las cuales se mueven en una franja de edades jóvenes, no resulta ser relevante en este sentido. Por otra parte, aún los modelos de carácter más bien tradicional resultan valorados positivamente, en términos de mejora sustantiva de las relaciones de género, por parte de algunas de las mujeres cuando los comparan con los modelos dominantes en sus respectivos países. Esto, en cierto modo, permitiría dar respuesta a una cuestión que planteábamos al inicio, en el sentido de destacar la posible contradicción inherente al hecho de hallarnos ante un tipo de parejas en las que los hombres-maridos pretenden encontrar a mujeres-esposas en el papel de sumisas amas de casa y éstas desean hallar a hombres-esposos con los que entablar relaciones de género más igualitarias. La respuesta, en este caso, pasaría, por un lado, por matizar la afirmación de que las expectativas y motivaciones de los hombres españoles y de las mujeres latinas fueran única y necesariamente éstas a las que hemos hecho referencia – es decir, que entre los hombres españoles que buscan esposas latinas no sólo se encuentra el perfil del macho ibérico no resignado a perder su posición hegemónica y con necesidad de jugar a ser un gran hombre17 y que entre las mujeres latinas que 17

Aunque no podemos dejar de subrayar que una cierta actitud paternalista es habitual en aquellos hombres españoles de más edad involucrados en este tipo de relaciones. Narcís (español, 43; brasileña, 20), más de 20 años mayor que su pareja brasileña, lo expresa sin ningún tipo de subterfugio: “Ella ahora está pasando la adolescencia, porque en todos estos países las mujeres pasan de ser niñas a ser mujeres y ahora aquí ella está como una adolescente, no pasan la etapa del primer amor y los besos inocentes ni nada. Y es por esto que muchas de ellas como Priscila tienen un niño con 16 y 17 años. Ella tiene una habitación llena de muñecas y es muy caprichosa. En ocasiones casi he de hacerle de padre porque estas niñas… como ella, pues… “ahora quiero esto” y yo pues “ven acá ahora mismo, me cago en dios”. Tiene muchas cosas de niña pequeña. Y es que estas niñas tienen una etapa de la vida que les falta”. Y acaba

desean matrimoniar con hombres españoles no siempre hallamos un deseo expreso de cambio sustantivo de las relaciones de género- y, por otro, por señalar que el punto de partida de algunas de estas mujeres, en términos de relaciones de género, está tan anclado en modelos de fuerte dominación masculina que un mínimo cambio en esta relación, aún manteniendo salvaguardado este principio de autoridad y hegemonía masculinas que claramente destilan buena parte de las citas precedentes, es percibido y valorado como un progreso positivo. La triangulación de los ámbitos publico, doméstico y privado y su consiguiente negociación alcanza asimismo una dimensión relevante al considerar la red social que envuelve a estas parejas. Su papel se revela fundamental para el éxito o fracaso de las mismas o, en cualquier caso, para su propia conformación y desarrollo. En este sentido, la presión hacia la endogamia y la homogamia del entorno social, con la correspondiente sanción de las uniones de este tipo –exogámicas y heterogámicas (hipogámicas para el cónyuge nativo)18-, constituye cuando menos una fase bastante habitual en la historia de estas parejas, aunque también es cierto que en muchas ocasiones se trata tan sólo de un episodio inicial de la relación que adquiere una suerte de significado de rito de paso a través del cual se pone a prueba a la pareja:

“Y tus amigos y amigas ¿qué decían? Mis amigos al comienzo, uno me dijo: Uy, lo has pensado bien, porque hay casos de españoles que las llevan a la prostitución, o me decían que habían visto cosas que hacen con las chicas, pero digo: Pero digo: Ya ha venido acá, ¿no? Yo soy… y si me pasa algo, pues me escapo y me voy, o me meto por ahí a unas monjas, o si no como tienes el boletín, tengo una amiga allá y me voy, le digo. Tengo boca para hablar y como rematando todo ello, al finalizar la entrevista, afirmando: “He hecho una buena obra” (refiriéndose a su relación con Priscila). 18 Aunque ello no siempre es así. En la zona de Huelva y Almería (en Andalucía, la región más grande y más meridional de España, exceptuando las islas Canarias), en donde se da un gran número de matrimonios entre hombres españoles y mujeres eslavas inmigrantes, trabajadoras en la agricultura intensiva de la zona (véase Reigada, 2006), las bodas de este tipo, si bien, ciertamente, han generado hostigamiento social, hasta el punto de suscitar la creación de una asociación de mujeres autóctonas que se manifiestan contra estas inmigrantes y las acusan de “robamaridos”, también constituyen a menudo para los hombres un símbolo de estatus social. De manera escueta y esquemática podríamos apuntar que si bien la homogamia constituye una realidad hegemónica tanto en la premodernidad como en la modernidad, en el primer caso, además, representa un ideal social, en tanto que en el segundo su innegable dominio contrasta con el paradigma del amor romántico por excelencia, que es el matrimonio heterogámico. Las uniones surgidas de estas migraciones por amor recuperarían, en cierto modo, el “sabor romántico” por excelencia, al desencadenar, a menudo, la oposición del entorno y el enfrentamiento a éste “por amor” (claro que el romanticismo no deja de ser un lujo sólo al alcance de quienes ya tienen resuelta la subsistencia); pero también, por otro lado, conectarían con uno de los elementos esenciales de las uniones pre-románticas: el dominio de la lógica del interés del que son acusados. Sin duda, pues, esos matrimonios constituyen un buen ejemplo de la mixtura y eclecticismo característicos de la postmodernidad.

hablan el español, yo no soy tonta, y como soy metida en econ… Ah, bueno. Y otros me decían: ¡Ah! Ya está bien que te vayas con él. Y otros: Ah, qué pena que te vas a ir. Y uno me dijo: Ándate! porque aquí nunca no sé qué… en este país que está pobre. Digo: qué va! O sea, había de todo, y otros que te sales de un país que está… allá le dicen mixo, que está pobre. (…) Los (amigos) de él un poco celositos porque habían dicho… una apuesta: no van a llegar a fin de año. ¡Qué malos! y de pronto un año, dos, tres, o sea que no pensaban que íbamos a durar. Como uno se casó el mismo mes que nosotros, el que vino a la boda, y no llego ni a un año y se divorció (…) ¿Y cuando llegaste? Tuve buen recibimiento, mi suegra, me fueron a recoger al aeropuerto, con mi suegro y él. En ese aspecto he tenido muy buena suerte hasta ahora, unos suegros muy buenos, me ayudaron bastante, mi suegra tiene el carácter de esos hogareños, que no coges esto, que no se cuanto… una cosa así, muy bien. Ellos hasta ahora, mira, son cuatro nueras que tiene, pero conmigo tienen más confianza que con las otras tres. Y les converso, les escucho, pero conmigo por lo que veo están contentos porque ven que su hijo ha cambiado, que está diferente, que antes lo veían triste y ahora es otra cosa, que le ha cambiado la vida. Al año ya, mira tuvimos este piso, que lo estamos amueblando… Y yo moviéndome de aquí para allá y ellos sorprendidos, se quedan con la boca abierta. Porque algunos le habían dicho que yo venía por los papeles. Por eso su hermano le dijo: Ten cuidado con el divorcio ¿has averiguado bien? O sea, que es normal. Y otro le había dicho: ¡Oh!, ten cuidado, seguro viene por los papeles y te va a dejar. Y yo le digo a él: Por unos tontos voy a venir acá a estar tonteando, dejar lo más importante que tengo allá, mi familia, pasa, le digo, no, no. Si me he venido, me he venido por otras cosas y si tú te has ido allá te has ido por otra cosa, por sentimientos, no por… esto le dije. Y, como han visto que yo he venido a trabajar también… Si es que le digo: tu familia no podrá decir de mi nada de nada, porque aquí está mi esfuerzo y el tuyo. Por eso sus padres ven todas esas cosas y todos se han quedado… Yo he llegado aquí y no he encontrado ya todo listecito. He tenido que ganármelo y esto es gratificante para mí, porque digo: pues bueno; se ve que me toca ¿Y sus hermanos? Bien, me llevo muy bien con todos. ¿Y el pequeño que dudaba? ¡Uuuu! ¡Ese conmigo uuuuu! ¿Qué haces por aquí? Me hace la broma y todo, porque ve a su hermano que está bien, ha cambiado, lo ven feliz y bueno, y contento, y yo nunca le grito, ni nos gritamos, lo trato bien: En cambio ve los otros hijos que andan diferente…” (Sonia, peruana, 35; español, 37) Al encaje y adaptación a la red social del marido de las migrantes por amor, cuyo principal escollo es precisamente la demostración incuestionable de este carácter de la migración, debe sumársele aún la acomodación a una sociedad de acogida que es percibida y valorada como muy distinta a la de procedencia:

“Me costó muchísimo adaptarme aquí. A ver, te he de decir que todavía me cuesta, porque a ver, son los… las personas catalanas… son muy frías. Entonces

les cuesta mucho el abrirse. Entonces nosotros, por ejemplo, en México, somos diferentes, ¿no? Porque nosotros abrimos nuestro corazón, pues. Y aquí, claro, este… al ser también otro idioma y… ser un poquito más fríos, claro que me… me cuesta mucho” (Lety, mexicana, 27; español, 28) “Es un poco complicado porque las personas todas aquí son muy cerradas. Cuesta mucho estar con la gente y hablar con la gente. Ahora yo tengo la cafetería, todo el mundo habla conmigo, pero antes las mujeres me saludaban y corriendo se metían en su casa y cerrando la puerta. Él aquí es muy conocido; por eso cuando llegué yo empecé a hablar con todo el mundo. Como no trabajaba me iba de un sitio a otro, de un bar a otro bar y hablaba con todo el mundo. Pero es muy difícil tener amigos porqué aquí todo el mundo es muy cerrado, te saludan y muy corteses todo el mundo pero es difícil ver amigos que se quieran. Yo en Brasil con mi amiga siempre estábamos “te quiero” “te amo” y dándonos abrazos pero aquí a la gente le cuesta mucho abrazarse. (…) Por ser extranjera, por ser sudamericana se creen que tengo una facilidad como una chica de programa, como una puta y te dan su número de teléfono y solo piensan en la forma de ir a mi país y poder conseguir una chica, ¿sabes? Y eso pasa en muchos sitios. Cuando voy con el a los sitios, a la playa y eso la gente te mira... los hombres me miran y le miran a él y creen que estoy con él por dinero. Yo noto que la gente por la calle nos mira y se lo miran a él de una forma... de pobrecito. (...) Aquí la gente en cambio es todo trabajar, trabajar, trabajar... Aquí solo vives para trabajar... allí trabajar para vivir, pero allí si te ganas dinero y puedes vivir durante quince días pues ya no trabajas esos quince días...” (Priscila, brasileña, 20; español, 43) “Aquí la gente trabaja demasiado y no aprovecha el tiempo libre para divertirse. Hecho de menos el compadrazgo, esta capacidad de entablar relación hasta con las piedras, las relaciones entre vecinos, esperando el autobús (…) A la gente de aquí les falta espontaneidad, son muy para adentro, y el ritmo es muy rápido” (Aimée, cubana, 31; español, 31) Todo ello en conjunto –la acomodación tanto a la red social del marido como a la sociedad de acogida-, en el caso particular de nuestras informantes migrantes por amor, se da, además, sin el paraguas protector de las denominadas, en la literatura sobre migraciones, cadenas migratorias y de las correspondientes redes migratorias. Este hecho, junto al aludido de la ubicación de algunas de estas migrantes por amor principalmente en el ámbito doméstico, acompañado además del también apuntado recelo, a veces claramente transformado en hostilidad, que ellas puedan sentir en el ámbito público y extradoméstico, puede por acabar conformando una situación de soledad y aislamiento de estas migrantes amorosas, en el marco de lo que ha dado en llamarse Síndrome de Ulises, esto es, la serie de síntomas y duelos por lo que se pierde

y se deja atrás sin tener muy claro lo que se gana que sienten algunas personas durante el transcurso del proceso migratorio:

“A pesar de tener unas condiciones mucho mejores que muchos inmigrantes que llegan, en muchos momentos me he sentido muy triste y sola. He tenido que acudir al psicólogo y tomar medicación. Es verdad, no es fácil empezar tu vida en otro país. Pere me ha ayudado muchísimo y siempre ha estado a mi lado, si no hubiese sido imposible. Hecho en falta muchas cosas, aunque sé que aquí he ganado otras. No sé, el psicólogo me dice que es normal. Hay veces que no sé ni de dónde soy, ni sé de dónde quiero ser. Desprecio y aprecio lo de aquí o lo de allí indiscriminadamente. Espero que estos sentimientos acaben pronto” (Lucila, colombiana, 24; español, 29 ) “Aquí no conocía a nadie. Entonces fue un poco difícil el llegar aquí, ¿no?, porque te sientes sola, te sientes que no conoces a nadie, sólo a tu esposo, ¿no?” (Lety, mexicana, 27; español, 28) No en vano, muchas de ellas confiesan una cierta adicción a Internet, más que al locutorio, al tiempo que hemos hallado ya inclusive algún atisbo de creación de cadena migratoria amorosa, que se construiría a partir del fomento de relaciones sentimentales entre miembros de las redes sociales de las parejas (hermanas y amigas de la migrante que son presentadas, en viajes de la pareja al país de origen de la esposa o en la misma boda o a través de Internet, a amigos del marido). Las luces y las sombras del proceso se reflejan también, inevitablemente, en las valoraciones del mismo: agridulces, contradictorias, contrapuestas…:”Sé que todo lo que tengo y he conseguido aquí no lo podría ni soñar en Colombia. Sólo espero poderlo apreciar y disfrutarlo tal como se merece muy pronto” (Lucila, colombiana, 24; español, 29). Ana Claudia (brasileña, 37; español, 30), por su parte, más contundente, se sincera: “Si hubiera sabido que iba a sentir tanto dolor de la nostalgia, yo creo que no me habría marchado. Esto duele, duele mucho, y es un dolor… horrible”, lo cual no le impide afirmar, en otro momento de la conversación, lo siguiente:

“Yo sólo digo una cosa… Carlos, mira, yo tengo un hombre muy inteligente, ¿no? Nunca tuve una relación como la tengo con él. Yo nunca estuve tan segura de lo que quiero, de querer de verdad, de encontrar una persona y decir “esta persona es la que vale de verdad”. Veo cosas en él que no las he visto en mi vida. Es una persona que sabe escuchar y que… ha sido difícil encontrarlo…. Yo la zona que más odiaba era Cataluña y encuentro en Cataluña lo que más me hace feliz de… yo le digo “no te comparo con nadie, pero las demás parejas eran celosas, eran discusiones, eran peleas”… yo vivo en una armonía, una sintonía. Porque hay diálogo, hay confianza, hay todo, ¿no?”

Lo dicho: el claroscuro.

Bibliografía citada

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