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INTRODUCCIÓN AL ANTIGUO TESTAMENTO /// Lic. Claudia MENDOZA
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3.2. LA ETAPA LLAMADA “PATRIARCAL” Se denomina “patriarcas” a los “primeros padres” (literalmente, “padres del principio”): Abraham, Isaac y Jacob. También, por extensión, se emplea el término para designar a los 12 hijos de Jacob. La “historia de la salvación” –que es la historia del pueblo que nace de Abraham– comienza, según el relato del libro del Génesis, con “la vocación de Abram” (Gen 12,1s.): “Vete de tu tierra, y de tu patria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré...”
Pero esta “historia” plantea muchos interrogantes: La larga narración que ahora forman los capítulos 12-50 del Génesis es fruto de diversas y antiguas tradiciones orales que fueron puestas por escrito poco a poco y mucho después de que “ocurrieran los episodios”. Al comenzar a ponerse por escrito este patrimonio de fe multisecular, era inevitable que aparecieran repeticiones, cortes, interrupciones en la secuencia narrativa, y, sobre todo, actualizaciones propias de la época de composición. En el texto actual hay muy pocos datos sincronizados que permitan ver en el relato una historia propiamente dicha. No resulta fácil tener un conocimiento aproximado del período: no se sabe que sucedía alrededor de estos personajes, quienes gobernaban en los pueblos vecinos o cualquier otro dato que pudiera ofrecer un marco de referencia cronológico, al menos relativo. Por ejemplo, los faraones no aparecen con su nombre propio en Génesis. Y cuando aparece un nombre propio, trae más problemas de los que resuelve. Por ejemplo, en Gén 26 se menciona a Abimelek, reyezuelo de nombre semítico, establecido en el país de los filisteos, que no fueron semitas y que no vivieron en esa época.
¿De qué presunto “período histórico” estamos hablando y cómo determinarlo? Es importante tener muy claro que no existen hasta el momento documentos extrabíblicos directos ni sobre los “patriarcas” ni sobre los grupos presuntamente relacionados con ellos ni sobre los principales acontecimientos relatados1. Para lograr una ubicación cronológica, al menos aproximada de esta etapa, conforme es presentada en los relatos bíblicos, es necesario recurrir, en el mejor de los casos, a un análisis indirecto. Por ejemplo, relacionando los comportamientos de los llamados “clanes patriarcales” con las costumbres (matrimonio, herencia, adopción, etc.), las leyes, la economía, los nombres, los desplazamientos de otros pueblos de la antigüedad, vecinos de esas regiones. Para ello resulta significativo el estudio de las leyes del oriente medio (especialmente del llamado “Código de Hammurabi2“), pues estas ofrecen no sólo un sólido marco de referencia para el estudio jurídico del Pentateuco en general, sino que también permitirían tener una idea de la época a la que podrían pertenecer los fragmentos que se le asemejan. Junto a las leyes
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Lo que, en realidad, no es nada extraño si se piensa que las historias patriarcales, tal como aparecen relatadas en el Génesis, se desarrollan en el marco de clanes y familias, sin mezclarse prácticamente con la “gran historia”. Las llamadas “leyes de Hammurabi” (quién reinó en la antigua Babilonia entre el 1792 y el 1750 a.C.) están grabadas en una estela de piedra negra de más de dos metros de altura, hallada en Susa en el invierno de 1901 y 1902. Actualmente se encuentra en el museo del Louvre. 2
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escritas, también cabe analizar las costumbres de los pueblos nómades o seminómadas (aún los actuales), de enorme valor para iluminar el período: Por ejemplo:
La restitución cuádruple en caso de robo de ganado lanar en Éxodo 21,37 (también recogida en “Costumbres de los Árabes en el país de Moab” del P. Jaussen).
La estructura de las familias y del matrimonio entre los semitas primitivos.
Los ritos de primavera.
La venganza de la sangre.
También, y en referencia al ciclo de Jacob en el Génesis (cf. Génesis 31,39), interesan los estudios sobre las tribus dedicadas al pastoreo de ovejas en el Éufrates Medio.
Este análisis llevó a los expertos durante mucho tiempo a suponer que muchos de estos comportamientos hipotéticamente subyacentes a los relatos, reflejaban la atmósfera de comienzos del II milenio a.C.3. PERO... Hoy día se detecta una tendencia generalizada entre los especialistas a ser más cautos y a contentarse sólo con lo que se puede afirmar con cierta seguridad, sobre todo desde el fundamento de los testimonios “externos”, sin tener en cuenta el texto bíblico (desestimado como fuente de conocimiento histórico, siquiera secundaria). Muchos especialistas actuales entienden que los datos arqueológicos disponibles, prescindiendo del testimonio bíblico, no permitirían hablar seriamente de una “etapa patriarcal”, a la que, clásicamente, se la ubicaría durante el período arqueológico denominado del Bronce Medio II (es decir, entre el 2000 y el 1500 a.C. aproximadamente). Consideran que nada verificable cabría decir acerca de “Israel” y sus presuntos antepasados antes del período arqueológico denominado del Hierro I (es decir, durante el período comprendido aproximadamente entre el 1200 y el 1000 a.C.). Tienden por lo menos a sospechar –sino directamente a rechazar– cualquier tipo de análisis acerca de presuntos sucesos ocurridos con anterioridad a ese período, por considerarlos históricamente infundados, y los tienen por construcciones literarias posteriores. Dicho de otra manera: muchos investigadores actuales estiman que situar una “etapa patriarcal” en un “período” anterior al Hierro I no provendría de recuerdos reales sino que sería consecuencia de una construcción posterior de tradiciones de origen heterogéneo4.
La postura clásica al respecto es la del gran investigador de la “Ècole Biblique” de Jerusalén Rolland DE VAUX, quien, en su emblemática “Historia Antigua de Israel” [Tomo I, Madrid, Cristiandad, 1975, 264] ubica esta etapa entre los siglos XIX y XVII a.C. 3
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No son pocos los especialistas contemporáneos que se manifiestan escépticos y críticos al momento de intentar establecer una remota “etapa patriarcal”. Prefieren referirse en todo caso, más genéricamente –y en el mejor de los casos– al “Israel premonárquico”. Sus reconstrucciones parten no ya de los “patriarcas” del Génesis sino de las tribus “de Israel” establecidas en la época de los Jueces –de las que sí habría testimonios arqueológicos y epigráficos– para luego evaluar las presuntas líneas de desarrollo de la reconstrucción anterior. Citando sólo la bibliografía fácilmente accesible al lector interesado noespecialista, tal es la propuesta de D. NOËL, Los orígenes de Israel, Navarra (CB 99 1999), quien afirma, por ejemplo “...el concepto de período patriarcal es, por lo menos, fuertemente aleatorio, y ...el objeto que puede abarcar escapa al campo histórico propiamente dicho” (Ibid. 65). La importante cuestión de la “protohistoria de Israel” –esto es, en qué circunstancias, cuándo y dónde ha nacido el pueblo que en la Biblia lleva el nombre de Israel– resulta hoy difícilmente accesible a partir de los datos actualmente disponibles. 3.2. LA LLAMADA “ETAPA PATRIARCAL” /// 14/03/2016
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Todo esto suscita un planteo explícito del problema de la “historicidad” de los relatos5.
Principales problemas “históricos” Generados a partir de las narraciones patriarcales 1.
Historicidad de los relatos. Los relatos ¿deben ser tomados como narraciones “históricas”? ¿Qué se entiende por “histórico”? ¿Cuál es su verdadero valor?
De estimar que es posible de alguna manera aceptar una cierta historicidad, aún se plantean importantes interrogantes: 2.
Procedencia geográfica y origen étnico de los llamados “clanes patriarcales”. ¿De dónde provenían los presuntos clanes originales? ¿Cuál era su composición étnica, cuáles eran sus vínculos socioculturales?
3.
Religión de los clanes antiguos. Ya que no pudo ser abrupto el paso de los “primeros padres” desde el “paganismo” a la adoración del Dios Yahweh, cabría preguntarse también por la experiencia de Dios anterior a la llamada “religión yahvista”.
Historicidad de los relatos Antes de los planteamientos extremos actuales –los que desestiman la Biblia como fuente de conocimiento histórico, aún secundaria– ya por lo menos desde J. WELLHAUSEN (fines del s. XIX), la fiabilidad de los relatos patriarcales despertó las sospechas de una buena parte del mundo exegético6. Aplicando la metodología histórico-crítica clásica, no resulta fácil determinar qué grado de autenticidad histórica presentan estos relatos, sobre todo si se tiene en cuenta la gran distancia temporal entre los hechos en sí y la época en que fueron puestos por escrito. De hecho, por poco que se investigue, se encuentra posiciones muy dispares acerca del valor histórico de los relatos: ¿Deben ser tomados al pie de la letra, como narraciones de tipo “biográfico”? ¿Cabe inferir que los relatos fueron transmitidos cuidadosa y fielmente durante siglos hasta que finalmente fueron puestos por escrito? ¿Se trata de relatos de tipo “simbólico”, sin valor histórico alguno? ¿Habrá que hacer coincidir las narraciones con algún relato de tipo mitológico, como en los 11 primeros capítulos del Génesis? ¿Proceden de una reconstrucción teológica de los orígenes posterior7?
Cf. G. NÁPOLE, “Los orígenes del Israel bíblico. Una cuestión abierta”, RevBíb 62 (2000) 55-59. Id., “La historia del ‘Israel Bíblico’ – Cuestiones disputadas”, RevBib 64 (2002/1-2) 69-87 (con indicaciones bibliográficas). Ver: http://www.auladebiblia.com/hi/tema3.html 5
Ver, por ejemplo, D. NOËL, “Los Patriarcas. Historia de la investigación”, en: Id., Los orígenes de Israel, 58-66. 6
Si, como afirma la hipótesis llamada “documental”, las narraciones fueron redactadas por el llamado autor «Yahvista» en el siglo XI a.C. o por el llamado autor «Elohista» en el VIII, ¿qué garantía hay de que cuenten fielmente lo ocurrido casi mil años antes? Esas tradiciones servirán para conocer la cultura, la mentalidad, la religión del Yahvista y del Elohista, pero no la cultura, forma de vida y religión de los patriarcas. Así, WELLHAUSEN escribía en 1878: “No podemos llegar a ningún conocimiento histórico sobre los patriarcas, sino solamente sobre el tiempo en que las narraciones relativas a ellos se formaron en el pueblo israelita; esta época posterior, con sus características internas y externas, ha sido proyectada inconscientemente a la antigüedad más lejana y se refleja en ella como un fantasma 7
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Algunas respuestas de los especialistas hasta la hipótesis de R. De Vaux:
Algunos investigadores han planteado la hipótesis de que la narración de la historia de Abraham y sus hijos, con sus sucesivos desplazamientos, constituiría, en realidad, la representación de algún tipo de “mito astral”. Se llegó a proponer que los patriarcas habrían sido antiguas divinidades cananeas, degradadas al rango de antepasados o a fundadores legendarios de los santuarios de Canaán8. Esta hipótesis parecía sustentarse en la coincidencia de los nombres de los miembros de la familia de Abraham, en lengua acádica, con ciertos dioses astrales, en especial, los del culto lunar. Por ejemplo
Téraj = Yérah (mes lunar). Laban = El blanco (“La blanca”, nombre poético de la luna llena.) Sarra = Šarratu (“reina”, nombre de la “paredra” del dios-luna Sin).
Otra hipótesis sugería que estos personajes podrían ser personificaciones de distintos clanes o tribus (denominados “personajes colectivos” o “personalidades corporativas”). Las historias individuales representarían historias colectivas de todo el grupo. Muchas veces sucede que se caracteriza a un pueblo en la figura de un personaje representativo en esa cultura, de rasgos especiales –por ejemplo “el porteño” o, en este caso, “el antepasado común” del que los miembros de la tribu decían descender –. Las tribus conservaban tradiciones de ese “padre común”, que habría terminado por simbolizar a todo el pueblo, concentrando en sí las tradiciones del grupo.
En esta misma línea, otros opinan que estos personajes en realidad no habrían existido sino que habrían sido inventados para dar unidad al pueblo que se conformó en cuanto tal en una etapa posterior. Era costumbre en la antigüedad, especialmente entre las tribus de beduinos, que, al establecerse una alianza o un pacto entre dos pueblos, se creara una especie de parentesco, buscando un antepasado común. Las relaciones entre los grupos se expresaban en términos de parentesco. Los vínculos de sangre podían ser reales, pero también, ficticios9. Por ejemplo, aplicando –en su comentario al Génesis de 1901– el método de la “Historia de las Formas”, Hermann GUNKEL10 descompuso los relatos patriarcales en elementos en un principio independientes (muchos de los cuales no serían otra cosa que cuentos populares). Los israelitas habrían adoptado ese folklore, fusionando episodios, añadiendo
transfigurado” (J. WELLHAUSEN., Prolegomena zur Geschichte Israels, Berlin 19276, 331, citado por D. NOËL, Los orígenes de Israel, 58). 8
Cuando no, se los tenía incluso por una especie de encarnación de las doce constelaciones del Zodíaco. Para un panorama más amplio de posiciones de este tipo ver R. de VAUX, Historia Antigua de Israel I, 186. Cf. R. de VAUX, “Organización tribal”, en: Id., Instituciones del AT, Barcelona (Herder 1976), 26-32. Se lee en el “Código beduino Ben 'Ameh”: dos tribus, al aliarse, convertían a sus padres respectivos en hermanos, descendientes de un presunto antepasado común. Esto no constituía una realidad biológica sino “sociológica”. La alianza se sellaba afirmando la procedencia común de ambos grupos de un mismo ancestro. 9
10
H. GUNKEL, Die Genesis, Gotinga (1901). Una idea similar es propuesta por su discípulo H. GRESSMANN, “Sage und Geschichte in den Patriarchererzählungen”, ZAW 30 (1910), 1-34: las “migraciones” serían construcciones artificiosas del narrador de leyendas (Sagen) con el propósito de unir tradiciones diversas. Para un breve panorama de la situación, cf. A. SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 142-147, quien –sin negar abiertamente la existencia de estos personajes– se muestra escéptico frente a la posibilidad de hacer constataciones históricas objetivas, sea a partir de los relatos sea de la arqueología u otras ciencias auxiliares. 3.2. LA LLAMADA “ETAPA PATRIARCAL” /// 14/03/2016
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relatos etiológicos y leyendas cultuales. Al vincular ciertas narraciones a determinados lugares, las habrían unido mediante las supuestas migraciones de los personajes de dichos relatos. Se habrían constituido así diversos “ciclos”, organizados finalmente en un todo, proponiendo para ello vínculos genealógicos entre los distintos héroes de los relatos. No son posiciones completamente disparatadas (salvo la primera). De hecho, es verdad que el jefe representa al grupo, y que la tradición solía atribuir al antepasado las experiencias del grupo vinculado a él. Y es cierto que las alianzas entre tribus se expresaban en lenguaje familiar. Esto hace difícil intentar descubrir los datos históricos que subyacen a las diversas tradiciones, cuanto más teniendo en cuenta la gran distancia temporal que media entre los hechos en sí y la época en que fueron puestos por escrito.
R de Vaux y los investigadores de la Ècole Biblique de Jerusalén
Hipótesis de R. DE VAUX
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Hacia 1970, en el horizonte de los métodos histórico críticos clásicos, la gran síntesis de R. DE VAUX cambió ostensiblemente la mirada que sobre las historias patriarcales se tenía hasta entonces. Como conclusión de diversos estudios, tanto literarios como etnológicos (onomástica, instituciones, migraciones, etc.), defendió con apreciable solidez la hipótesis de que los patriarcas habrían sido personajes históricos, efectivamente existentes, y que no se podía privar a las diversas tradiciones subyacentes a los relatos bíblicos de todo valor histórico, por complicadas, oscuras y tardías que pudieran aparecer. DE VAUX estudió los pueblos de comportamientos y costumbres semejantes a los patriarcas –los árabes nómadas– sus “códigos” legislativos, y la forma en que narradores profesionales transmitían sus tradiciones en forma oral, con el objeto de percibir como funcionaba ese procedimiento y que grado de veracidad podía serle atribuido a las 12 historias narradas . En cuanto a los códigos, encontró en ellos muchas disposiciones referidas a matrimonios (por ejemplo, la categoría esposa-hermana, que gozaban de privilegios especiales), concubinato, hijos (por ejemplo, derechos de primogenitura), herencias, compras de terrenos (Abraham compra la gruta de Macpelá; cf. Génesis 23), obligaciones de los pastores (por ejemplo, si pierden animales o si se les mueren), problemas criminales, etc. 11
R. de VAUX, “Los patriarcas y las costumbres jurídicas del AO”, en: Id., Historia Antigua I, 242ss.
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Cf. R. de VAUX, Historia Antigua I, 189. Si bien los relatos en sí puede que no tenga valor “biográfico” en el sentido más estricto del término, eso no significa que no puedan estar transmitiendo implícitamente cierto tipo de noticias auténticas. Entre los datos aportados por la arqueología hubo tres de especial importancia para iluminar estas cuestiones: (1) Las migraciones de los pueblos. (2) Los nombres de individuos y lugares. (3) Las costumbres. Para muchos autores, la migración de Abraham desde Ur a Jarán y de Jarán a Palestina corresponde a la expansión amorrea de comienzos del segundo milenio a.C. El nombre de Abram aparece en tablillas arameas y también los nombres de sus hermanos, Najor y Harán (11,27). También los datos descubiertos sobre costumbres matrimoniales, leyes de adopción, compra de terrenos, etc. reflejarían la situación del siglo XIX a.C. y confirmarían la historicidad básica de estas tradiciones. Dicho de otra manera: a medida que se fue conociendo mejor la cultura, lengua, religión de principios del segundo milenio, se iba pensando que las tradiciones patriarcales encajaban en ellas mucho mejor que en la época del Yahvista o del Elohista. Para estos investigadores sería perfectamente posible pues que Israel hubiera conservado recuerdos auténticos de sus orígenes. 3.2. LA LLAMADA “ETAPA PATRIARCAL” /// 14/03/2016
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Según DE VAUX, las costumbres de los grupos patriarcales tal como aparecen en los relatos de la Biblia encuadran mejor con el horizonte cultural manifestado en estos códigos que con la legislación del Pentateuco. Por ejemplo, Abraham tuvo un hijo de la esclava de su mujer; Jacob tuvo varios hijos de las esclavas de sus dos mujeres (cf. Gen 16 y 30,1-8.9-13). En el “Código de Hammurabi” parece se prevé que una esposa estéril pudiera dar una esclava a su marido para que tuviera hijos de ella (§§ 144-147)13. Todo esto, evaluado cuidadosamente, le permitió sugerir –a su entender con suficiente fundamento– que los relatos patriarcales se integraban mejor en el marco general de las costumbres sociales y jurídicas del Próximo Oriente Antiguo que en la presunta época del «yavista» o del «elohísta». El género de vida de los clanes patriarcales, conforme aparece en los textos, no se correspondían normalmente con el de los israelitas posteriores asentados en Canáan. Y algunas veces hasta detectaba comportamientos que directamente no fueron conservados en Israel. De hecho, hay ciertas conductas que sólo pueden ser explicadas confrontándolos con las leyes de su tiempo. Si el autor sagrado hubiera “inventado” la historia de Abraham –argumentaba DE VAUX– no le hubiera atribuido actitudes de este tipo, inaceptables para la mentalidad veterotestamentaria posterior.
Cuestionamientos actuales a estas hipótesis A pesar de la enorme influencia de los trabajos de DE VAUX, el tema siguió siendo debatido, y hoy día resulta una de las temáticas más especialmente cuestionadas.
Ya hacia mediados de los años 70 del siglo XX, una primera serie de estudios sobre los patriarcas renovó profundamente la problemática. T. L. THOMSON14 y J. VAN SETERS15 se abocaron a un nuevo examen crítico de la tradición de Abraham que rompió definitivamente el acuerdo global de la generación precedente y obligó a retomar los caminos trazados por WELLHAUSEN. Thomas L. THOMPSON afirmaba que el trasfondo histórico reflejado en las tradiciones patriarcales no es el de comienzos del segundo milenio a.C., ni el de los siglos XV-XIV, sino el de la época en que fueron escritas, durante la monarquía de Israel (en realidad, dice lo mismo que WELLHAUSEN un siglo antes, pero basándose ahora en los datos de la arqueología). John VAN SETERS llegaba a conclusiones más radicales todavía, dado que situó al “Yavista” en el siglo VI a.C., y afirmó el carácter puramente literario de estas tradiciones, sin base histórica alguna16.
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R. de VAUX, Historia Antigua I, 245. Cf. M. J. SEUX, Leyes del Antiguo Oriente, Navarra (Verbo Divino, Documentos entorno a la Biblia 15 1987), 53. 14
Thomas L. THOMPSON, The Historicity of the Patriarchal Narratives, Berlin (BZAW 133 1974).
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John VAN SETERS, Abraham in History and Tradition, New Haven - London (1975).
G. W. RAMSEY –The Quest for the Historical Israel. Reconstructing Israel’s Early History, London (SCM Press 1982), especialmente 27-44– sintetiza los argumentos esgrimidos en favor del carácter tardío de las tradiciones “patriarcales”. Proponemos algunos: 1. Los relatos del Génesis contienen elementos que se comprenden mejor conociendo las circunstancias posteriores al asentamiento en Palestina o en la época monárquica. Por ejemplo, el sometimiento de Esaú (Edom) a Jacob (Israel) reflejaría lo ocurrido después de la conquista de Edom por David. 2. La organización de los patriarcas en una cadena genealógica es artificial y supone un largo período de transmisión de las tradiciones. La relación entre los doce antepasados de las tribus y de todos 16
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A esto hay que sumarle la crisis de la teoría documentaria del Pentateuco, que estalla por la misma época, a la que contribuyeron de manera importante las publicaciones sobre Abraham de Th. THOMSON y J. VAN SETERS17.
Aunque no todos los especialistas actuales se sumaron a la demolición sistemática de la etapa llamada “patriarcal”
Hacia 1984 Eberhard BLUM18 revisa la totalidad del conjunto patriarcal y mantiene todavía la época monárquica como “Sitz im Leben” de la primera elaboración de un discurso sobre los orígenes de Israel y de Judá a partir de tradiciones ancestrales conservadas en los santuarios de Betel, Siquén, Penuel, Hebrón y Berseba.
Una posición similar es sostenida por J. VERMEYLEN19, que sigue hablando de un «yavista» davídico y de un «yavista» salomónico.
¿Qué decir entonces acerca de la “historicidad” de los relatos? Entendemos que hay muchas cosas que quedan sin aclarar si se niega todo tipo de historicidad a los relatos “patriarcales”. En primer lugar –tema del que nos ocuparemos más detenidamente enseguida– entendemos que es necesario explicar por qué la religión patriarcal, tal como aparece descripta en varios de los textos bíblicos, es tan distinta de la (rígida) religión oficial de la época en la que presuntamente se habrían escrito los textos. Los patriarcas, que deberían servir de modelos, no rinden siempre culto a Yahvé, sino a diversas manifestaciones del dios supremo cananeo “Ilu” (El). Entendemos por tanto que, sin dejar de atender a las serias objeciones de los especialistas actuales, cabe aún reconocer cierta historicidad fundamental, cierta atmósfera general a la que
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ellos con Jacob también es artificial y tardía, ya que las tribus se asentaron en momentos distintos, provenientes también de ámbitos distintos. Se menciona a los filisteos con frecuencia, pero estos no llegaron a Canaán hasta poco después de 1200 a.C. Los patriarcas establecieron relaciones familiares que resultan incomprensibles a comienzos del segundo milenio. Por ejemplo, con los arameos, que no aparecen con seguridad en los textos mesopotámicos hasta 1100 a.C. Y Abraham es presentado como padre de los árabes, que sólo aparecen en escena hacia el 800 a.C. Muchas localidades mencionadas en los relatos patriarcales no estaban habitadas a comienzos o mediados del segundo milenio (Berseba) o no han dejado rastros arqueológicos del Bronce Medio I (Siquén, Hebrón, Betel).
La crisis repercute en el estudio del tema “patriarcas” por la considerable reducción del contenido preexílico del estrato yavista (J) y la casi desaparición del estrato elohísta (E) en beneficio de una enorme producción deuteronomista y de un J postexílico. 17
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E. BLUM, Die Komposition der Vätergeschichte, Neukirchen-Vluyn (WMANT 57 1984). Ya en la década anterior, hacia 1975, en un marco más “clásico”, A. DE PURY –Promesse divine et légende cultuelle dans le cycle de Jacob, Paris (Gabalda 1975)– había reemprendido el estudio del ciclo de Jacob desde la óptica de la promesa, intentando echar un puente entre las antiguas tradiciones locales y su reanudación o su desarrollo en una historia monárquica de los orígenes de Israel. J. VERMEYLEN, “Les premières étapes littéraires de la formation du Pentateuque”, en: A. DE PURY (ed.), Le Pentateuque en question, Ginebra (Labor et Fides 1989), 149-197. 19
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remiten los textos20, dándole al cuadro resultante algún tipo de verosimilitud histórica y coherencia intrínseca. Consideramos que todavía cabría sostener que los textos bíblicos actuales, aunque largamente releídos y actualizados, sin embargo podrían contener huellas de situaciones culturales antiquísimas, y que, a través de los mismos, aplicando una metodología histórico-crítica rigurosa, se podría obtener algún tipo de información sobre etapas remotas.
¿Esto significa tomar al pie de la letra los orígenes de Israel como una simple historia familiar? La Escritura presenta la historia patriarcal como la historia continuada de una familia: Abraham, Isaac, Jacob, sus doce hijos, padres, a su vez, de las doce tribus de Israel. Pero un análisis más cuidadoso revela que esta historia no es tan continuada ni hay tan estrechas relaciones entre un patriarca y otro21. En el mejor de los casos, los especialistas que están convencidos que cabe mantener algún tipo de historicidad, sugieren que se trataría de tres (o cuatro) personajes independientes, más o menos contemporáneos, figuras “protisraelitas”, relativamente antiguas, unidas a lugares precisos. Hace más de treinta años, cuando publicó su famosa “La historia de Israel”, John BRIGHT –al que nadie podrá acusar de hipercrítico progresista audaz– se limitaba a afirmaciones tan modestas como éstas al proponer sus conclusiones acerca de “la historicidad de los patriarca”: “Concluimos, pues, que los patriarcas fueron figuras históricas, una parte de aquella migración de clanes seminómadas que trajeron una población nueva a Palestina en las primeras centurias del segundo milenio a.C. [...] Estos clanes, aunque predominantemente semitas noroccidentales, procedían de diversos ambientes y habían llegado a Palestina desde varias direcciones, durante un cierto período de tiempo. Sin dudas todos poseían tradiciones de migración, la mayoría de las cuales fueron olvidadas con el transcurso del tiempo. Ya que muchos de estos pueblos vinieron a contribuir, definitivamente a la mezcla de sangre de Israel, debemos hacer notar que los orígenes de Israel fueron... extremadamente complejos [...] Nosotros podemos suponer, aunque ningún texto contemporáneo los menciona, que entre estos clanes emigrantes se desplazaban un Abraham, un Isaac y un Jacob, jeques de clanes considerables, que recordaban sus orígenes en la «llanura de Aram» cerca de Jarán. El núcleo del Israel posterior iba a proceder de ellos”22.
Cf. H. D. PREUSS, “La atmósfera de los relatos”, en: Id., Teología del Antiguo Testamento. Volumen II, Bilbao (Desclée de Brouwer 19991992), 16-17. Dice PREUSS (ibid. 15): “En cualquier caso, la atmósfera sociológica de las historias de los Patriarcas y la época que en las mismas se relata no remiten al tiempo postexílico”. 20
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Por ejemplo, si se atiende a la diferente localización geográfica de los personajes: ABRAHAM se mueve por Hebrón, al sur de Jerusalén. ISAAC, por Berseba, y más al sur, en el Négueb, en el límite del desierto. JACOB, en la montaña central, por Betel y por la Transjordania. John BRIGHT, La historia de Israel, Bilbao (Declée de Brouwer 19706), 101-102. Se habrá advertido un importante detalle: frente a la presentación bíblica de Abraham, Isaac y Jacob como padre, hijo, nieto, Bright habla de personajes independientes, sin relación de descendencia. Podemos decir que este fue el primer gran cambio en la interpretación de los patriarcas. Dice J. L. Sicre: “No debemos extrañarnos ni escandalizarnos. Decir que todo el pueblo de Israel procede de Abraham es tan ingenuo como afirmar que todos los españoles residentes en Méjico descienden de Hernán Cortés. Por otra parte, los antiguos semitas, igual que otros pueblos, eran muy aficionados a expresar las relaciones entre grupos humanos por medio de genealogías. Lo cual no quiere decir que existiese ese parentesco” (J. L. SICRE, El Pentateuco, Granada [2da. edición, revisada y ampliada de apuntes de clase inéditos 1999], 105). La “genealogía” es el instrumento más eficaz para explicar la “etnogénesis”: un pueblo es considerado producto –tras sucesivos vaivenes históricos– de la multiplicación del “primer padre”. La concepción que hace remontar genealógicamente el origen del propio grupo al antepasado común es propio de las sociedades tribales. 22
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APLICANDO LOS MÉTODOS HISTÓRICO CRÍTICOS CLÁSICOS se solía afirmar que el pueblo llamado “Israel” se habría de conformar a partir de diversos grupos, cada uno de los cuales habría tenido sus propios “padres” y sus tradiciones particulares. Posteriormente –recién en la época en que se habrían de unir para formar un sólo pueblo (presumiblemente entre el 1250 y el 1100, en el Hierro I)– las tradiciones de cada grupo individual se habrían puesto en común, presentando a varios de los antepasados respectivos como emparentados en una sola familia y las historia de los diversos grupos como una misma historia común. La genealogía patriarcal del Génesis aparece como la expresión de la unidad ideal del pueblo de Dios. La base de este “emparentamiento” estaría en la Alianza que los habría hermanado a todos23.
Aceptando los textos bíblicos como fuente (secundaria) de conocimiento histórico, ellos mismos suscitan de todos modos otras importantes cuestiones: (a) La procedencia étnica y geográfica de los clanes primitivos; (b) El discernimiento de la cultura primitiva; (c) La experiencia religiosa originaria.
Procedencia geográfica y origen étnico de los antiguos clanes llamados “patriarcales” Con respecto a la procedencia geográfica de los clanes “patriarcales”, el texto más famoso de la Sagrada Escritura afirma que Abraham venía de “Ur de los caldeos”24, emigrando primero a Harán –un importante centro caravanero desde comienzos del II milenio a.C.– para luego dirigirse, obedeciendo una llamada divina (Génesis 12,1-3), a Canaán (cf. Génesis 11, 27-31). Problemas: 1.
En los primeros siglos del II milenio a.C. UR era una de las ciudades sumerias más importantes de la baja Mesopotamia. Pero en esa época no pudo haber sido llamada “Ur de los caldeos” puesto que “los caldeos” –tribus semitas occidentales– no fueron conocidos sino hasta el siglo IX a.C. Y recién a fines del siglo VII a.C. se fundó el imperio neobabilónico de los caldeos en la baja Mesopotamia. No se puede hablar de “Ur de los caldeos” sino a partir de esa época25.
23
Sintetizando brevemente lo que queremos poner de relieve, desde el punto de vista de la historicidad de los relatos: (1) El hecho «histórico» habría sido la alianza entre diversos grupos hasta formar un pueblo: Israel. (2) El relato bíblico ofrece una versión simplificada de este complejo y largo proceso, narrando una historia familiar. El Génesis sólo pretende indicar las estrechas relaciones existentes entre grupos que terminaron formando el pueblo de Israel. (3) La Biblia en conjunto –desde Oseas 12 en adelante– atestigua masivamente que se ha guardado la memoria de Jacob como el patriarca más antiguo de Israel, aquel con el que están relacionadas las “doce tribus”. El nombre de Jacob puede también designar a todo el pueblo a lo largo de toda la Biblia, del que es antepasado epónimo, lo que nunca sucede con Abraham. En algún momento dado, por alguna razón importante (¿Abraham fue el patriarca de Hebrón, la primera capital de David, y al desaparecer el Reino de Israel, la reestructuración unitaria del pasado del pueblo se habría efectuado entonces en sentido únicamente projudío?), Jacob, el antepasado “natural”, terminó en tercera posición en la línea genealógica. Génesis 11,31 “Téraj tomó a su hijo Abram, a su nieto Lot, el hijo de Harán y a su nuera Saray, la mujer de Abram, y salieron juntos de Ur de los caldeos, para dirigirse a Canaán”. Génesis 15,7 Y le dijo: «Yo soy Yahveh que te saqué de Ur de los caldeos, para darte esta tierra en propiedad». (cf. Neh 9,7; Judit 5,6; Hechos 7,2) 24
De hecho, es recién por esta fecha cuando la Biblia –fuera del Génesis– comienzan las referencias a los babilonios de la época de Nabucodonosor como “caldeos”, por ejemplo, 2 Reyes 25,4.13.26; Isaías 43,14; 48,14.20; Jeremías 21,4; 50,10.35; Habacuc 1,6. 25
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41
¿Cómo explicar este anacronismo? Se han sugerido varias posibilidades:
Se puede tratar simplemente de una actualización anacrónica añadida al nombre Ur, utilizando un nombre no de la época patriarcal sino de la época en que se escribió el texto, para ubicar a los lectores.
Pero algunos exégetas lo ven más bien como una relectura posterior –de la época del exilio26– con la intención de relacionar a Abraham con el pueblo donde los judíos estaban en cautividad. Vinculaban así su propio origen con el lugar donde estaban exilados en ese momento. A. SOGGIN27: piensa en una relectura del período exílico o post-exílico de las tradiciones patriarcales, cuando Israel, perdida la independencia política, se encontró primero deportado lejos de su país, y después extranjero en la propia tierra ocupada: “...precisamente en este contexto podría situarse la tan discutida migración de la familia de Abraham desde «Ur de los Caldeos» a Jarán. En lugar de buscar explicaciones inverosímiles, ¿no es mejor ver en la narración el itinerario de los exiliados que vuelven a la patria? También la mención de Ur, anacrónica por otra parte, sería perfectamente lógica, dada la instalación de los deportados en la región sur-oriental de Mesopotamia [...] En esta nueva situación de opresión y dispersión, las promesas divinas de que Israel se convertiría en una gran nación y poseería su tierra, promesas hechas originariamente a los patriarcas, adquirirían un nuevo valor existencial para quien se había visto privado de ellas [...]. El itinerario desde el sureste de Mesopotamia hacia el noroeste para llegar a la Tierra Prometida no es otro que el itinerario de los desterrados de vuelta al país” 28.
2.
Pero, además, en otros pasajes, los patriarcas son relacionados con los arameos: Deuteronomio 26,5 “Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto…” Génesis 28,1-2 “Le dijo Isaac a Jacob. 'No tomes mujer de las hijas de Canaán. Levántate y vete a Paddán Aram a casa de Betuel29...” Génesis 24,3-4 Abraham hace jurar a su sirviente que no tomará mujer de entre las cananeas para su hijo Isaac, sino que: “irás a mi tierra y a mi patria a tomar mujer para mi hijo Isaac [...]. Tomó el siervo diez camellos [...] y se puso en marcha hacia Aram Naharayim30“. (Cf. El matrimonio de Jacob: Génesis 27, 43; 28, 10; 29, 1.4)
Concretamente, en la época de Nabonides, que era oriundo de Harrán y que –enfrentado al clero de Marduk– reconstruyó los templos de Ur y de Harrán y restableció las relaciones entre ambas ciudades; invistió a su anciana madre en el oficio de gran sacerdotisa de Sîn en Harrán, y su hija, en Ur (recordar los nombres que evocan a los dioses del culto lunar entre los miembros de la familia de Abraham). 26
27
A. SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 47.
28
A. SOGGIN, Nueva Historia de Israel, 149: señala que el DeuteroIsaías vislumbra la vuelta de los deportados a la patria como un “segundo éxodo”, un motivo que Isaías 41,8-10 relaciona precisamente con la elección de los patriarcas. BETUEL el arameo hermano de Rebeca, madre de Jacob. Padan Aram –”llanura de Aram”– identificada con Harán. 29
Aram Naharayim: “Aram de los Ríos”, la Alta Mesopotamia, donde estaba Harán y la parentela de Abraham. 30
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Con los arameos ocurre lo mismo que con los caldeos: son muy posteriores a la época de los patriarcas. Recién hacia el siglo XIV a. C. –conforme sabemos por fuentes egipcias– aparecen los rasgos de lo que se convertirá en la poderosa etnia aramea a partir de fines del siglo XII a.C., tras el derrumbamiento de los Imperios Hitita y Egipcio (Aram como nombre de pueblo o de país no aparece en los textos hasta fines del siglo XII a.C.). El reino de Damasco se funda en el s. X a. C., y forma parte de los numerosos estados arameos que por entonces se crean. 3.
Si se establece que los clanes patriarcales primitivos son de comienzos del II milenio, no pueden ser estrictamente ni caldeos ni arameos. ¿Por qué la Biblia los vincula claramente con ambos pueblos? Una respuesta clásica al problema es la que tiene en cuenta el hecho de que esta parte del Oriente Medio habría sido invadida a comienzos del II milenio a.C. por tribus semitas proveniente del oeste, denominados Amorreos31. Las invasiones de los amorreos sí coincidirían históricamente con la época patriarcal. Los nombres de los patriarcas están vinculados a nombres propios32 o a nombres geográficos amorreos. Según R. de VAUX sería muy probable pues, que las migraciones patriarcales estuvieran en relación con el movimiento amorreo (¡cf. Ezequiel 16,2-3!).
En relación con los arameos: Dentro del pueblo amorreo, hubo una tribu –los “ahlamu”, conocidos en la época patriarcal– que, con el tiempo, aparecerá vinculada al futuro pueblo arameo (hay numerosos textos que hablan de los “ahlamu-arameos”). Si bien los patriarcas no pueden haber sido arameos, la fuerte tradición que los vincula a ellos –¡cf. el “credo histórico” de Deuteronomio 26,5!– tiene cierto fundamento histórico, por la vinculación de los arameos con los amorreos de la zona de Mari (Siria33). Cuando se fijaron y pusieron por escrito las tradiciones patriarcales del Génesis –para algunos ya hacia los siglos XI- X a.C., época de los arameos– se conservaba el recuerdo de que los antepasados de Israel habían venido de la Alta Mesopotamia, y se tenía conciencia de los vínculos de sangre que unían a los patriarcas con los semitas instalados entonces en aquella región, los arameos. Sólo que se mencionaba al país y a sus habitantes con los nuevos nombres contemporáneos. Se trata pues de un anacronismo, pero que conecta con la realidad. Por eso, el israelita podía recitar con cierto grado de verosimilitud «Mi padre era un arameo errante...».
En relación con los caldeos: También los futuros caldeos están relacionados con los amorreos, que penetraron Babilonia a partir de fines del III milenio a.C., y llegando hasta Ur. Al caer Ur hacia el 2000 a.C., los invasores amorreos se instalaron sin problemas la región.
Que significa justamente “los occidentales”, una designación probablemente acádica para los diversos pueblos semíticos del noroeste de la alta Mesopotamia y Siria. 31 32
Ninguno de los nombres de los tres patriarcas se le dará jamás a personaje alguno en todo el período del Antiguo Testamento. Todos estos nombres pertenecen a tipos conocidos antes de la aparición de los israelitas como pueblo y en las regiones de donde la Biblia hace venir a los patriarcas. Su significado – dice R. de VAUX (Historia Antigua I, 205)– ya no era entendido por los redactores del Génesis, quienes recurren a etimologías populares (cf. Génesis 17,4-5.15-16; 21,1-7; 25,20-26 y 27,35-36). Por consiguiente, estos nombres habrían sido transmitidos por una tradición muy antigua, y podrían ser nombres amorreos (sin duda que Jacob lo es). 33
De hecho, se ha sugerido dar a los amorreos el nombre de proto-arameos. En Siria central se fueron sucediendo el País de Amurru de “los textos de Mari” en el siglo XVII a.C., la Provincia egipcia de Amurru en los siglos XV y XIV, y el Estado de Amurru, que se mantendrá hasta fines del siglo XII. Casi dos siglos más tarde se fundan en esa misma región los Estados arameos de Jamat, Soba y Bet-Rejob. 3.2. LA LLAMADA “ETAPA PATRIARCAL” /// 14/03/2016
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Si bien los patriarcas no pueden haber sido caldeos, algunos de los grupos cuyos descendientes se integrarán luego al futuro pueblo de Israel si pueden haber tenido recuerdos ciertos de haber estado en Ur, y de haber emigrado desde Ur a Harán – dos grandes rutas unían Ur con Harán a lo largo del Tigris y del Éufrates, y ambas eran frecuentadas a comienzos del II milenio. Al comienzo del II milenio, Ur era un centro muy importante (luego, en la época en que el texto fue escrito, cayó en olvido), y le unían lazos religiosos y comerciales con Harán. Para sostener, la hipótesis de esta emigración de Ur a Harán –histórica y geográficamente posible en la época de Abraham– bastará con considerar la mención a los “caldeos” como una precisión añadida en la época neobabilónica34.
Entonces… Los orígenes de Israel fueros extremadamente complejos: el futuro pueblo de Israel se conformará mediante clanes de diverso origen, fundamentalmente semitas occidentales, pero también de otras estirpes35, en circunstancias distintas y en momentos históricos muy alejados entre sí (un planteamiento más exhaustivo de esta cuestión se propondrá al estudiar la etapa llamada de “la conquista”). A modo de ilustración de este tipo de hipótesis sobre el “origen de Israel”, transcribimos un viejo texto de R. DE VAUX: Dice R. DE VAUX36 “Los grupos que formarán el pueblo de Israel tenían sus tradiciones particulares. Cada grupo reconocía a su antepasado propio, contaba su historia y mantenía su culto al «dios del Padre». De esta multiplicidad primera, las uniones efectuadas entre ciertos grupos hicieron emerger tres «figuras patriarcales», las de Abraham, Isaac y Jacob. Los lazos que después se fueron anudando entre estos grupos ampliados fueron expresados en forma de genealogía, que hacía de todos «hijos de Israel», descendientes de Abraham por Isaac y Jacob-Israel. Esta prehistoria se manifiesta en la diversidad de tradiciones relativas a cada patriarca”.
Cultura de los “patriarcas” DE LOS DATOS EXTRAÍDOS DE LOS TEXTOS BÍBLICOS, se desprendería que la cultura de los clanes primitivos no parece presentar las características de los pueblos nómades, que vagaban por el desierto, con sus caravanas, con sus camellos. Sin duda, los relatos muestran traslados, pero siempre que cambiaban de lugar, era por algún motivo, y, además, se obserba en los textos bíblicos que solían pasar largos períodos en los lugares donde se asentaban. Dadas estas características, y teniendo en cuenta el tipo de ganado muestran haber tenido, se los ha caracterizado como “seminómades en proceso de sedentarización”.
Pero debemos señalar que los investigadores actuales no admiten en general un origen “caldeo” de la familia de Téraj. Más bien sospechan que es una tradición tardía, elaborada especialmente en el contexto del exilio/postexilio, como una relectura del éxodo significativa para los desterrados en Babilonia que reclaman un “nuevo éxodo” desde Babilonia (cf. la forma de “credo” de Génesis 15,7; cf. Jeremías 16,1415); cf. por ejemplo, S. CROATTO, “La mención de Ur de los Caldeos (11,28b-31b)”, en: Id., Exilio y sobrevivencia, Buenos Aires (Lumen 1997), 432-440. 34
35
En la Biblia también se habla de lazos parentales con Moab, Ammón y Edom (cf. Génesis 19,30-38; 36) y con numerosas tribus árabes, incluyendo Madián (cf. Génesis 25,1-5.12-18). 36
R. DE VAUX, Historia Antigua I, 176.
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Dice John BRIGHT37: “Tanto el modo de vida de los patriarcas como la naturaleza de sus desplazamientos, tal como son descriptos en el Génesis, encuadran perfectamente en el medio político y cultural de comienzos del II milenio a.C. Son presentados como seminómadas que viven en tiendas y recorren Palestina y sus regiones limítrofes en todas direcciones, en busca de pastos para sus rebaños, haciendo, a veces, largos recorridos hasta Mesopotamia o Egipto. No eran auténticos bedu', ya que nunca se adentraron profundamente en el desierto [...]. Nunca se establecieron en ciudades, excepto Lot; no cultivaron la tierra, salvo raras excepciones y de un modo limitado (Gen 26, 12); no poseyeron tierra propia, a no ser pequeñas parcelas adquiridas para enterrar a sus muertos (Gen 23, muerte de Sara), No son descriptos como nómades camelleros sino con asnos, lo cual limitaba sus movimientos. Las pocas referencias a los camellos parecen ser retoques posteriores, introducidos para hacer las narraciones más vivas38. Se considera a los patriarcas más bien como pastores semi-nómades, semejantes a los que conocemos a través de los textos de Mari (en los que no se hace mención a los camellos, y cuyos pactos se sellaban, en general, con el sacrificio de un asno). Según Pritchard, su apariencia sería muy parecida a la de aquellos seminómades vestidos con ropajes multicolores, moviéndose a pie, con sus bienes e hijos, cargados en asnos, que se ven pintados en la pared de una tumba del s. XIX en Egipto”.
Religión de los “patriarcas”39 El texto bíblico se pone por escrito en su forma definitiva en plena época monoteísta. La tradición consignada en las Sagradas Escrituras identificó “la religión de los patriarcas” con la religión yavista del pueblo de Israel ya constituido. Pero, la imagen de dios en los presuntos clanes primitivos, ¿cuál era? ¿Cuáles eran los rasgos de la religión anterior al “yavismo”? Los antepasados de Israel ¿rindieron culto a Dios bajo el nombre de Yahweh? Recordemos que el nombre de Yahweh lo revela el Señor recién a Moisés...40 1.
En primer lugar cabe afirmar que es un anacronismo pensar que hayan sido desde siempre estrictamente monoteístas. Hay que decir más bien que hubo un proceso muy largo y complejo que llevó al “monoteísmo”41 en el pueblo de Israel. Los “clanes primitivos” tenían su propia cultura que implicaba sin duda una religiosidad correspondiente que es necesario tratar de determinar y que no se puede identificar sin más con el “yavismo mosaico” posterior. La misma Biblia afirma sin vacilar las prácticas paganas anteriores –cf. Josué 24,2-14– y que habían adorado a otros dioses fuera de Yahveh –cf. Génesis 35,2-4–.
37
J. BRIGHT, La Historia de Israel, Bilbao (Desclée de Brouwer 1970), 86.
38
Los nómades camelleros no aparecen en la Biblia hasta los relatos de Gedeón (Jue 6-8).
T.N.D. METTINGER, “El Dios de nuestros padres. La designación divina en las narraciones patriarcales”, en: Id., Buscando a Dios. Significado y mensaje de los nombres divinos en la Biblia, Córdoba (El Almendro 1994), 65-88. Cf. R. de VAUX, Historia Antigua I, 267-285. 39
40
Si bien hay textos que claramente indican que Yahweh es el dios de los patriarcas (cf. Éxodo 3,6.13.15; esto se afirma a cada paso en Génesis 12-50), en Éxodo 6,2-3 se dice que Moisés fue el primero al que Dios reveló su nombre de Yahweh, mientras que a los patriarcas se les había revelado bajo otro nombre, )él $addáy (cf. Génesis 17,1). ¿Qué pasó antes de Moisés? 41
Hablar de monoteísmo en sentido amplio sólo suele indicar que el grupo está vinculado a una sola divinidad, sin abrir juicio sobre la existencia o no de otras divinidades. Durante largos siglos, Israel tendrá que aprender a adorar sólo a Yahweh, y no a los demás dioses. El monoteísmo en sentido estricto, en su total, clara y crítica expresión, aparece recién en la época de la predicación de los profetas del exilio, quienes no dejan lugar a dudas de que Yahweh es el único Dios y no hay otro fuera de Él. 3.2. LA LLAMADA “ETAPA PATRIARCAL” /// 14/03/2016
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Los importantes textos de Éxodo 3,13-15 y 6,2-342, si bien remarcan la continuidad entre la religión de “los padres” y la fe yavista posterior, al mismo tiempo –y precisamente en su misma insistencia en que Yahweh debe ser identificado con “el dios de los padres”– invitan a sospechar que la antigua religión patriarcal y la religión mosaica ulterior habrían sido históricamente distintas (o, por lo menos, reflejarían dos estadios diferentes en el desarrollo de la historia de la religión de Israel). Es decir, que la identificación de “Yahweh” con el “dios de los padres” no es, en principio, tan obvia como parece surgir de una primera lectura del Génesis. Por ello, parte de la investigación veterotestamentaria del último siglo se abocó a intentar reconstruir los primeros pasos de la “historia de la religión yavista” (de hecho, muchas “Historias de Israel” compuestas durante el siglo XX han incluido algún capítulo sobre la “religión patriarcal” de rasgos preyavista). 2.
En esta línea de investigación, algunos exégetas propusieron prestar atención al empleo de diversos nombres para designar a la divinidad en los textos bíblicos previos a la “revelación” del nombre de Yahweh, en particular, a las designaciones “dios del padre” y dios “)él”. Éxodo 3,6 “Y añadió: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Moisés se cubrió el rostro, porque temía ver a Dios”. Éxodo 6,2-3 “Habló Dios a Moisés y le dijo: «Yo soy Yahveh. v.3 Me aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como El Sadday ( )él $addáy); pero mi nombre de Yahveh no se lo di a conocer”.
EL “DIOS DEL PADRE” En el año 1929 apareció la obra del investigador alemán ALBRECHT ALT: “Der Gott der Väter” (“El Dios de los patriarcas”), que significó por entonces una verdadera revolución en el ámbito de la crítica, no sólo por ofrecer un fino análisis de los textos bíblicos, sino sobre todo por su propuesta de aislar antiguos nombres cúlticos y epítetos divinos de su relectura yavista posterior43. Analizando las diversas denominaciones, Alt creía haber encontrado un “puente histórico” fiable para llegar a descubrir en los materiales de tradición del Génesis los elementos “auténticos” de un estrato de religión preyavista, distinguiendo:
Un grupo de epítetos en las leyendas patriarcales se caracteriza por el elemento «‘el». ALT asociaba estas apelaciones a deidades locales (numina), ligadas a lugares sagrados o a lugares cananeos que pudieron ser encontradas por las tribus cuando entraron en
Para una presentación de esos textos cf. J. L. SKA, “Il nome di Dio (Es 3,14)” y “Es 6 ,2-8: La storia d'Israele e la rivelazione del nome di Dio”, en: Id., Il Libro Sigillato e Il Libro Aperto, Bologna (EDB 2005), 316-326 y 352-355. 42
Antes de los trabajos de ALT se intentaban descubrir en la religión “patriarcal” rasgos primitivos, comparándola con la de los árabes preislámicos. Este método llevo a interpretaciones a veces bastante burdas, que abarcaban desde el fetichismo y el totemismo hasta diversas versiones del “polidemonismo”. Hoy se sabe que el estadio “polidemonista” estaba ya muy superado entre los pueblos semitas. Además, en el ámbitos de la crítica prevalecía “el modelo wellhausiano” del origen del Pentateuco, basado en la crítica de las fuentes, que había privado de todo valor histórico a las sagas sobre los patriarcas, considerándolas como la idealización de un “panorama transfigurado”, definiendo su religiosidad como proyección retrospectiva de la posterior religión yavista; Wellhausen pensaba también que con los restos de una religión árabe pre-islámica se podría reconstruir los primeros estadios de la fe de Israel como culto a los antepasados y creencias en los espíritus (J. WELLHAUSSEN, Prolegomena ... y Reste arabischen Heidentums, 21897; referencia tomada de R. ALBERTZ, “Elementos religiosos de los primitivos grupos familiares («religión de los patriarcas»“), en: Id., Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento 1., Madrid [Trotta 19991992], 60-61). 43
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Canaán. ALT dedicó relativamente poco tiempo a examinar «la religión-’el», y es uno de los puntos más flojos de su trabajo44.
Otro grupo de designaciones –en las que ALT estaba mucho más interesado–: aquellas en las que el dios era identificado con el nombre del patriarca que lo veneraba: Estos epítetos eran: «Toro/Fuerte/Campeón de Jacob» // «Pastor piedra de Israel» (Génesis 49,24:)abîr ya(aqób; ró(eh )eben yi&rf)él) «Benefactor/Escudo de Abraham» (Génesis 15,1: )ánókî mágén lák). «Terror/Pariente de Isaac» (Génesis 31,42: paxad yicxáq ). Y, en forma más genérica, “El dios de” “Abraham45, Isaac46, Jacob”47 // “El dios de” “mi/nuestro padre”48
Al intentar determinar la tipología de estas divinidades –presumiblemente distintas pero todas pertenecientes al mismo tipo religioso (que en el desarrollo de las tradiciones de Israel fueron unificados luego en un único dios familiar mediante el recurso al parentesco entre los patriarcas)– ALT constataba que los “patriarcas” nunca eran presentados adorando a divinidades ligadas a la fertilidad (del suelo o del rebaño) o ligadas a los ciclos de la naturaleza o vinculadas a los santuarios junto a los que se detenían o a las regiones donde habitaban (Siquem, Betel, Hebrón, Mambré). Las divinidades que adoraban los “patriarcas” aparecían vinculadas a las personas, al grupo humano que las adoraba, y desvinculadas de los distintos lugares (a diferencia de los “númenes locales” cananeos). Y parecía también que esas divinidades no tenían nombre propio. ALT, pues, resaltó especialmente estos dos aspectos particulares de estos “dioses del padre”:
Que no tenían nombre propio. De ahí que todas las referencias a ellos se hicieran relacionándolos con el antepasado del grupo. El énfasis estaba puesto en la relación estrecha de la divinidad con el grupo que lo adoraba.
Que no estaban vinculado a ningún lugar específico ni a ningún santuario –tampoco al ciclo agrícola–. Eran dioses personales, de los diversos grupos, no de lugares o de fenómenos naturales.
Podían ser descriptos como dioses que entrababan en parentesco o alianza con el clan, guiándolo en sus peregrinaciones, sus guerras, preocupándose por el éxito de su círculo de adoradores. En este impulso hacia lo social y lo histórico se produjo –según ALT– el encuentro
Tengamos presente que fue recién en 1929 –justamente cuando el libro de ALT salía a la luz– que se descubrieron los “textos ugaríticos” que permitieron demostrar que el apelativo «)él» no designaba genéricamente “numina” locales sino que se trataba del nombre propio del dios supremo del Panteón cananeo. 44
45
Génesis 24,12.27.42.48; 26, 24.
46
Génesis 28,13; 32, 9.10; 31, 53. Gen 46,1; 46, 1-3.
47
Éxodo 3, 6.15; 6, 3.
48
Génesis 31,5.19.42.53; 43,23; 46,3; 49,25; 50,17. Éxodo 3,6.13; 4,5; 15,2.16; 18,4. Cf. Deuteronomio 1,11.21; 4,1; 6,3; 12,1, etc. En plural (“de vuestro/vuestros padres”): Génesis 31,19; 43,23: Éxodo 3,13; 15,16. 3.2. LA LLAMADA “ETAPA PATRIARCAL” /// 14/03/2016
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de la “religión de los patriarcas” con la posterior religión yavista, de la que pudo convertirse en auténtica precursora49. ALT encontró designaciones similares en inscripciones nabateas (pueblo nómade que, en los siglos inmediatamente anteriores al de nuestra era, ocupaba los territorios sur o sudeste de la 50 Palestina; luego fueron apareciendo otros testimonios ). Esto lo llevó a suponer que el culto al “dios del padre” era la expresión religiosa propia de los nómades. El nómade, que no tenía residencia fija, viajaba con su dios –que no estaba ligado a ningún lugar– que era de él y de su familia; lo consolaba, lo guiaba en las migraciones, lo defendía y lo ayudaba en los momentos de necesidad y de aflicción. Estaba metido en la pequeña historia familiar, como un pariente cercano, y los acompañaba a todos los lugares donde eran llevados por sus necesidades. En los relatos del Génesis, “el dios del patriarca” se caracteriza por ser un Dios de promesas (descendencia, tierra, auxilio y protección) –no de exigencias– y por ser fuente de bendición (Génesis 12,1-3; cf. historia de Jacob). Por supuesto que no se trataba de monoteísmo estricto: cada clan tenía su dios familiar. Como mucho, se puede hablar de algún tipo de monolatría, pero de forma tal que esa adhesión al dios de padre no excluyera el reconocimiento de genios o divinidades menores: Por ejemplo, Labán, jura por el dios de su padre – Génesis 31,53– pero al mismo tiempo se queja de haber perdido “sus dioses” – Génesis 31,30–. O, en Génesis 35,2-4: Jacob ordena retirar los dioses para rendir culto en el altar de Betel. Esta religión del “dios del padre” sería –según la hipótesis de ALT– la forma más antigua de religiosidad que se podría alcanzar a través de los textos bíblicos, y habría sido la religión que los antepasados nómades del futuro pueblo de Israel habrían tenido cuando llegaron al país de 51 Canaán . Sólo posteriormente se habría añadido el culto a los «‘elim» y finalmente se habría dado el proceso de fusión por el que “Israel” terminó dando culto a un solo Dios, que asumió todos los nombres propios y fue, además, el dios de Abraham, de Isaac y de Jacob52.
49
A. ALT, Der Gott der Väter, 1929, 43.63. Con expresa referencia a Gálatas 3,24, ALT presenta a los dioses de los patriarcas como paidagogoi (= acompañantes o guías) hacia Yahweh. Según informa A. SOGGIN (Nueva Historia de Israel, 157) en 1934, J. Lewy –en su intento de criticar la tesis de Alt– presentó una serie de textos asirios del período antiguo provenientes de Cesarea de Capadocia en los que aparece, además de la indicación del dios nacional Assur, la de divinidades llamadas «dios de tu padre», a menudo sin otra denominación o especificación (Julius LEWY, “Les Textes paléoassyriens et l’Ancient Testament”, RevHist Rel 110 [1943], 29-65). Posteriormente fueron apareciendo más testimonios. 50
Hoy día, algunos investigadores piensan que detrás de la designación “dios del padre” se esconde más bien algún tipo de “piedad personal”, propia de ambientes familiares, contrapuesta a los diferentes cultos, ritos y creencias de los templos “oficiales” de los grupos “sedentarios” –es decir, no se trataría de un fenómeno propio (y exclusivo) de los nómades–. De hecho, R. ALBERTZ (“Elementos religiosos de los primitivos grupos familiares («religión de los patriarcas»)”, en: Id., Historia de la religión de Israel I, 63) cree que el principal argumento contra la tesis histórico religiosa de ALT consiste en que la designación del Dios de los patriarcas no constituye, de por sí, la prueba irrebatible de una religión de tipo nomádico, sino que el fenómeno se encuentra también en las culturas sedentarias. En este mismo sentido se había manifestado ya G. Lewy con referencia a antiguas cartas asirias (ver nota anterior). 51
52
La hipótesis de ALT, que gozó de inquebrantable fascinación durante años, se vio por primera vez duramente criticada por B. DIEBNER en 1975 –Die Götter des Vaters - Eine Kritik der «Vättergott» Hypoyhese Albrecht Alts, (DBAT 9 1975), 21-51 (le atribuye una selección arbitraria de los materiales, afirmaciones insuficientemente probadas, conclusiones muy cuestionables y un comparativismo inspirado en la fenomenología de la religión, pero con graves lagunas metodológicas)– y refutada detalladamente por M. KÖCKERT en 1988 –Vätergott und Väterverheibungen, (FRLANT 142 1988), 107-115–. El trasfondo de esta revisión fue la crítica de la teoría de las fuentes que, con su absoluto rechazo de una fuente «J» originaria de principios o mediados de la época monárquica, agrietó substancialmente las bases 3.2. LA LLAMADA “ETAPA PATRIARCAL” /// 14/03/2016
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EL DIOS CANANEO )él Éxodo 6,2-3 dice que el Señor se reveló a los patriarcas bajo el nombre de $addáy»53), pero que su nombre Yahweh no se lo dio a conocer.
(«)él
Además de este nombre, en las tradiciones patriarcales –y en muchos otros lugares de la Biblia– se encuentran textos que designan a Dios con un nombre compuesto por el elemento «)él» seguido de un sustantivo o un adjetivo: )él (elyón (EL Excelso) ............................................... Génesis 14, 18-22 (Jerusalén) )él ró)î (EL Vidente) ................................................... Génesis 16,13 (Beer-laxay-roi) )él (ôlám (EL Eterno) .................................................. Génesis 21,33 (Beersheba) )él bêt-)él (EL de Betel) .............................................. Génesis 31,13; 35,7 (Betel); cf. 28,16-19 )él berit (EL de la alianza) ........................................... Jueces 9,46 (Siquem) )él )elóhê yi&rá)él (EL, dios de Israel) ........................ Génesis 33,18-20 (Siquem) )él )elóhê )ábiká (EL dios de tu Padre) ...................... Génesis 46,3; cf. 46,1; 49,25 El término “El” aparece en nombres propios: ISRA-EL .......................................................................... Génesis 32,29; cf. Gen 33,18.19-20 BETU-EL......................................................................... Génesis 24,15 ISMA-EL ......................................................................... Génesis 16,15
El dios “El” en los textos cananeos54 El dios “’el” (Ilu) es conocido por muchos textos conservados de la mitología del Medio Oriente Antiguo, sobre todo, en los textos de Ugarit –ciudad costera del territorio de la actual Siria, destruida entorno al 1200 a.C.– descubiertos en 1929 (es decir, el mismo año que aparecía la obra de Alt). que Alt creía haber establecido de manera segura para postular una proyección histórica del problema a los tiempos premonárquicos. Pero a nuestro entender, no es tan evidente que se pueda admitir una valoración totalmente negativa del significado histórico-religioso de las tradiciones sobre los patriarcas. Parece innegable que las concepciones religiosas de los patriarcas que ha transmitido la tradición difieren substancialmente en una serie de puntos de la auténtica religión yavista, y eso requiere de una explicación. “Precisamente cuando se llega a reconocer que los antiguos relatos sobre los patriarcas proceden de una época en que la religión yavista en Israel ya estaba en pleno desarrollo, el hecho de que los transmisores de las tradiciones del Génesis atribuyeran a sus antepasados un mundo religioso-cultural absolutamente distinto del universo simbólico de la religión yavista requiere de una explicación científico-religiosa” (R. ALBERTZ, “Elementos religiosos de los primitivos grupos familiares («religión de los patriarcas»)”, en: Id., Historia de la religión de Israel I, 64). 53
Este nombre «)él $addáy» aparece con gran frecuencia en el Génesis (por ejemplo, en Génesis 17,1; 28,3; 35,11; 43,14; 48,3; 49,25). La etimología y la derivación lingüística de «$addáy» aún no se ha explicado satisfactoriamente. Algunos lo interpretan como “todopoderoso”, otros como “dios de la montaña”, otros como “dios de la estepa o de la llanura”, sin que se haya llegado a un consenso (cf. R. ALBERTZ, “Nombre y concepción de Dios en el seno de la familia”, en: Id., Historia de la religión de Israel I, 68-69). 54
Cf. G. DEL OLMO LETE, Mitos y leyendas de Canaán según la tradición de Ugarit, Madrid, (Cristiandad 1981); J. M. BLÁZQUEZ, Dioses, mitos y rituales de los semitas en la antigüedad, Madrid (Cristiandad 2001). J. DAY, Yahweh and the Gods and Godesses of Canaan, Sheffield (JSOT.Sup 265 2000). 3.2. LA LLAMADA “ETAPA PATRIARCAL” /// 14/03/2016
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En la mitología cananea y en los textos amorreos es mencionado con frecuencia.55 «Ilu // )él» era un dios importantísimo en el panteón cananeo, el más “lejano” de sus dioses, el dios supremo del cielo. En el panteón de Ugarit, ocupaba siempre el puesto más encumbrado. En el sur de Canaán su culto era especialmente popular a comienzos del II milenio a.C. (culto que, al menos en la zona norte de Siria, declinó hacia el s. XIV en favor del culto a Baal). Los mitos lo describen como un dios anciano y sabio, amable y misericordioso, al que se llamaba “Padre de la humanidad” y “Creador de todo lo creado”, y que dio un hijo al infértil rey Keret. Aunque no se encontró en Ugarit ninguna cosmogonía –si hay teogonías– se lo considera el creador, el anciano cuyas extraordinarias fuerzas procreadoras habían poblado el cielo y la tierra. disponía de una formidable potencia sexual, y por ello se le daba el título de “toro” (en el simbolismo religioso de Medio Oriente Antiguo el “toro” expresaba no sólo la fuerza indómita sino también la fertilidad). «Ilu // )él»
Tenía mucha autoridad –era la suprema instancia que decidía la jerarquización de los demás dioses y el que determinaba y distribuía la realeza entre ellos– pero sus decisiones no eran absolutas. Era rey y señor de los dioses, los reyes y los hombres, unas veces severo, otras compasivo, pero siempre sabio en sus juicios56. Su morada de múltiples estancias estaba situada en los confines de los océanos, en el monte cósmico en el extremo norte, desde donde hacía fluir los ríos, las aguas primordiales 57. Allí se reunía la asamblea de su consejo. Era el lugar de las decisiones cósmicas. Y de las parrandas monumentales. Bendice a los hombres y a su descendencia. Podía curar mientras los otros dioses fracasaban. Se manifestaba a través de visiones o audiciones, también, con frecuencia, mediante sueños (a diferencia de las teofanías del dios de la tormenta cuya voz era el trueno, que cabalgaban sobre las nubes y hacían temblar las montañas con el resoplido de sus narices). También podía aparecer como guerrero divino, en batallas entre dioses, en las teogonías 58. «Ilu // )él» descansaba de las antiguas batallas en las que habría ganado su autoridad patriarcal (hay mitos fenicios que relatan como El sacrifica a sus hijos Mot y Yam59).
55
Así como también a Baal. Es interesante advertir que, en los relatos patriarcales no se menciona ni una vez el nombre de Baal ni aparece ningún nombre propio formado con el teóforo Baal. Baal era, en la presunta época en que diversos investigadores suelen ubicar la llamada “etapa patriarcal”, una joven divinidad de la fertilidad asociada estrechamente con el ciclo vegetal. En los textos de Ugarit (siglo XIV a.C.), “)él” desempeñaba un papel bastante eficaz; no obstante, ya despuntaba el protagonismo regio del dios joven Baal. Puede ser que éste haya sido considerado como un hijo de “)él”, que es el padre de los dioses; pero se le llama expresamente “hijo de Dagán”, el dios de la región del Éufrates Medio. Baal parece ser un dios “recién llegado” al panteón de Ugarit. Distintos testimonios parecen indicar que Baal no adquirió importancia en Canaán antes de la mitad del II milenio. Los relatos patriarcales –que conocen a “)él” e ignoran a Baal– estarían reflejando, pues, un estadio antiguo de la religión cananea. Cf. F.M. CROSS, “'El the divine patriarch”, en: Id., Canaanite myth and Hebrew epic, Cambridge (Harvard Univ. Press 1973), 39-43. G. DEL OLMO LETE, “Universo mitológico de Ugarit”, en: Id., Mitos y leyendas de Canaán según la tradición de Ugarit, 63-64. 56
57
F.M. CROSS, Canaanite myth, 36-39.
58
F.M. CROSS, Canaanite myth and Hebrew epic, 40. En los textos míticos de Ugarit, en realidad, los que libran las batallas son Baal y Anat mientras que “)él” –como el viejo David– se queda en casa seduciendo diosas. Pero en la “Teología fenicia de Sakkunyaton” )él actúa como un poderoso guerrero. Quiere establecer su preeminencia en el panteón. Sus guerras son contra su padre #amêm “cielo” en favor de su dañada madre arc “tierra”. )él toma por esposa a sus hermanas y castra a su padre. Cf. P. MILLER, “El the Warrior”, HTR 60 (1967) 411-431. 59
F.M. CROSS, Canaanite myth and Hebrew epic, 26.
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Detrás de este epíteto –cosa que ALT no pudo ver– hay un dios con nombre propio y una mitología propia de cada santuario o lugar de culto. Es decir, que detrás de estas denominaciones se puede descubrir el culto al dios cananeo «El».
¿Cómo se podría reconstruir hipotéticamente la antigua religión pre-yavista (“patriarcal')? Los investigadores actuales suelen alinearse, con sus matices propios, en algunas de estas tres posturas:
1.
Los que entienden que habrían existido dos fases preyavistas diversas en el ciclo patriarcal Esta hipótesis sostiene que habría que distinguir claramente dos estratos culturales diversos y sucesivos en la llamada “etapa patriarcal”, durante los que, consecuentemente, habrían existido dos tipos diferentes de religiosidad: ANTIGUA ETAPA NÓMADE En la que se adoraba y obedecía al “dios de los padres” (“el dios de Abraham”, “el dios de Isaac”, “el dios de Jacob”), un dios propio y personal de cada patriarca, que lo acompañaba doquiera se desplazara. No habría sido un monoteísmo en sentido estricto sino una especie de “monoteísmo vivencial”: adoraban sólo a su dios, sin juzgar críticamente acerca de la existencia o no de otros dioses. Esta designación no pertenecería al mismo estrato cultural del dios )él, sino que sería mucho más antigua y estaría relacionada con la religiosidad de las tribus nómades originarias. POSTERIOR ETAPA DEL PROCESO DE SEDENTARIZACIÓN Al instalarse en Canaán, habrían entrado en contacto con la religiosidad cananea, de cultura sedentaria, con sus santuarios, con otras formas religiosas, con otras divinidades, con otros nombres. Los primitivos clanes nómades habrían comenzado a adorar a los dioses cananeos y a asumir sus formas de culto. Defendieron una hipótesis de este tipo: ALBRECHT ALT Y WERNER SCHMIDT60 Los patriarcas habrían traído de sus comarcas de origen, en Mesopotamia y Transjordania, el culto al Dios de los patriarcas. Tras su asentamiento en Palestina, habrían entrado en contacto con los cultos locales, establecidos entorno a santuarios como Mambré, Berseba y Siquén, donde se adoraba al dios )él (de este modo quizá, ambas tradiciones, la de )él y la del dios del padre, se habrían ido fundiendo gradualmente61). R. DE VAUX62 “Cuando los clanes nómadas entran en contacto con los sedentarios, frecuentan sus santuarios y, sin abandonar a su dios protector, dan culto a los dioses del país. Los progresos de la vida sedentaria conducen a un sincretismo religioso, y el dios del padre recibe entonces un nombre propio” […] “Esta asimilación del “dios del padre” a EL no
60
A. ALT, Der Gott der Väter, 1929. W. SCHMIDT, The faith of the Old Testament. A history, Oxford Philadelphia (1983), 15-20. Cf. una presentación de ambas posiciones en R. ALBERTZ, “Elementos religiosos de los primitivos grupos familiares («religión de los patriarcas»)”, en: Id., Historia de la religión de Israel I, 60-61 y T.N.D. METTINGER, “El Dios de mis padres”, en: Id., Buscando a Dios, 6870.82. 61
Para los defensores de un planteo de este tipo, el substrato del culto al dios cananeo «)él» es especialmente evidente en los textos referentes a los santuarios como Betel (Gen 28) y Penuel (Gen 32) 62
R. DE VAUX, Historia Antigua I, 273.280.
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significa un abandono de la religión del “dios del padre”, sino más bien un enriquecimiento de ésta. Pero es difícil precisar qué rasgos fueron tomados: no se tomó ningún rasgo mitológico ni las cualidades típicas de El, especialmente en lo concerniente a su papel de dios-rey. Podemos suponer que lo que se tomó especialmente fue su aspecto de poder. Y este rasgo es importantísimo en la medida que significaba una ampliación de la idea de dios, concebida ahora a escala del mundo y no tan sólo en el ámbito de 1a familia o del clan.”
2.
Hay otros exégetas que afirman que sólo se puede detectar con claridad una única fase preyavista en la época preisraelita, en la que se adoraba al dios cananeo “)él”. 2.1. Es decir, no se consideraría necesario distinguir una presunta religiosidad primitiva de tipo “nómade” en la que se habría adorado al “dios del padre”, distinta de la religiosidad “sedentaria” de los cananeos y su dios supremo )él. Así, por ejemplo, los manuales de H. D. Preuss y R. Albertz: H. D. PREUSS63 A diferencia de lo defendido por Alt y sus seguidores –por ejemplo, M. Noth y G. von Rad– dada la escasez y de la difícil interpretación de los testimonios, no se siente ya la necesidad de pensar en un “dios de los padres” especial. Es probable que el dios de cada padre fuera una divinidad del clan, que también se conoció con el nombre de «El». […] En tal caso, en conjunto no sería necesario postular más que un nivel previo al de la yahvización de la religión de los padres, en el cual ésta estaría plasmada en la piedad personal como una religión de “El”64. RAINER ALBERTZ65 Sugiere no definir la religión de los patriarcas como un “estadio previo” sino como un “substrato” de la religión yavista. Las narraciones sobre los patriarcas (Gén 1250) cuentan los comienzos del pueblo de Israel bajo el aspecto de una historia familiar; por eso no es extraño que se acumulen en ellas las vivencias religiosas y los esquemas de interpretación que eran habituales en el seno de la familia. De ahí que la «religión de los patriarcas» se pueda entender como una forma de religiosidad personal o como una religiosidad típicamente familiar. Desde una perspectiva tipológica, ese estrato de religión familiar es mucho más antiguo que la historia de la religión específicamente israelita, puesto que es la base sobre la que se asienta la religión yavista de Israel. Dice R. ALBERTZ66: “[...] ...lo verdaderamente importante es que en Israel, las diversas familias tenían y podían tener sus dioses particulares. Y eso no sólo en los primeros tiempos anteriores a la monarquía, cuando el culto de Yahvé aún no se había impuesto a nivel de tribus, sino también durante toda la época monárquica (cf. Jr 2,27). [...]
H. D. PREUSS, “Las historias de los patriarcas”, en: Id., Teología del Antiguo Testamento. Volumen II, Bilbao (Desclée de Brouwer 19991992), 12-38. 63 64
Cf. R. ALBERTZ, Persönliche Frömigkeit und offizielle Religion. Religionsinterner pluralismus in Israel und Babylon, (CTM A91978), 88-91 y de J. C. DE MOOR, The Rise of Yahwism, (BETL XCI 1990), 229-234. R. ALBERTZ, “Elementos religiosos de los primitivos grupos familiares («religión de los patriarcas»)”, en: Id., Historia de la religión de Israel I, 64; Id., Persönliche Frömigkeit und offizielle Religion, (1978), 77-89. 65
R. ALBERTZ, “Nombre y concepción de Dios en el seno de la familia”, en: Id., Historia de la religión de Israel I, 66-70. 66
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cualquiera que fuera el nombre de los dioses que cada familia escogía como propios, a nivel de religiosidad familiar quedaban privados de toda especificación. En las primitivas familias israelitas, ya venerasen a El Sadday, a El Olam, o a cualquier otro El, éste, en cuanto dios familiar, no tenía en común con el supremo dios del cielo del panteón ugarítico más que el nombre [...] Fuera cual fuera el nombre de la divinidad familiar, su relación con la familia era puramente funcional, centrada en las necesidades vitales del grupo; y esa relación permanecía, en gran medida, inalterable67“. 2.2. En esta posición, surge, además, otra cuestión crucial, planteada no sólo a propósito de la relación entre el llamado “dios del padre” y el dios cananeo )él, sino también a propósito del dios Yahweh y )él: ¿Fueron dos divinidades distintas y separadas, asimiladas luego? ¿O Yahweh fue una forma del dios «)él» desde el comienzo?68 En el siglo XIX, J. WELLHAUSEN69 creía que Yahweh y «)él» eran el mismo dios. F. M. CROSS70 y J. C. DE MOOR71 volvieron a sugerir lo mismo recientemente. FRANK MOORE CROSS72 Plantea que el nombre “Yahweh” podría haber surgido originariamente como una abreviación de una frase tomada de una fórmula cúltica del dios «)él»73 (tal vez habría sido el epíteto de «)él» en cuando dios-patrón de la liga madianita del sur)74 y que, verosímilmente, Yahweh habría sido una figura de )él. “Donde con más claridad aparece ese fenómeno es en la imposición del nombre propio a los miembros de la familia: los elementos teofóricos del nombre pueden cambiar –en eso, la familia se adapta a las costumbres histórico-religiosas del mundo ambiente–, pero los predicados, o sea, lo que expresa la experiencia que cada uno tiene de Dios, permanecen fundamentalmente constantes. también se detecta ese mismo fenómeno en una de las peculiaridades más llamativas de las narraciones sobre los patriarcas, a saber, la ausencia casi total de limitaciones o de polémica religiosa. Sólo en el pasaje tardío de Gn 35,2ss., de origen deuteronomista, Jacob exige a su familia que quite de en medio los dioses que ha traído consigo de Mesopotamia [...] a nivel de religiosidad familiar, cualquier tipo de limitación religiosa carece de sentido, porque lo que se espera de los diferentes dioses y se siente en su presencia es más o menos lo mismo. A ese nivel, el concepto de Dios, fuertemente determinado por su carácter funcional, impide cualquier tipo de diferenciación religiosa profunda” (ibid). 67
Cf. J. DAY, “Yahweh and El”, en: Id., Yahweh and the Gods and Godesses of Canaán, London-New York (JSOT.S 265 2002), 13-41. Cf. T. METTINGER, “The Elusive Essence. YHWH, El and Baal and the Distinctiveness of Israelite Faith”, en: E. BLUM – Ch. MACHOLZ – W. STEGEMANN (hrsg.), Die Hebräische Bibel und ihre zweifache Nachgeschichte. FS Rolf RENDTORFF, Neukirchen-Vluyn, 1990,394-395. 68
69
J. WELLHAUSEN, Prolegomena to the History of Israel, Edinburgh, 1885, 433 n.1 (citado por J. DAY, Yahweh and the Gods and Godesses of Canaán, 13). F.M. CROSS, “The Name Yahweh”, en: Id., Canaanite myth and Hebrew epic, 60-75. Cf. Id., “'El and the God of the Fathers”, ibid 13-43. 70 71
J. C. DE MOOR, The Rise of Yawism, Leuven, (BETL 91 19971990), 310-369.
F.M. CROSS, “The God of the Fathers”, en: Id., Canaanite myth and Hebrew epic, 8-12. Cross reconoce el extremadamente significante aporte de Alt al haber distinguido un tipo especial de divinidad o de culto divino que él denominó «el dios del padre», pero le objeta (1) la legitimidad de la analogía entre los nabateos y el antiguo Israel, alejados geográficamente de Palestina y cronológicamente de los patriarcas; (2) pero sobre todo entiende que el punto más vulnerable de la hipótesis de Alt se encuentra en la noción de que esos dioses no tenían nombres propios ni lugares de culto: “... the movement of the Patriarchas of Israel was from an old culture to a new but related culture, an old pantheon to a new, not from anonymuos gods to named gods ...” (ibid., 12). 72
73
il du yahwi saba’ot = “El, que forma el ejército de los cielos”.
“If Yahweh is recognized as originally a cultic name of 'El, perhaps the epithet of Él as patron deity of the Midianite League in the south, a number of problems in the history of the religion of Israel can be solved” (F.M. CROSS, “The Name Yahweh”, en: Id., Canaanite myth and Hebrew epic, 71; cf. 66). 74
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JOHN DAY75 Tras ofrecer diversos argumentos contra las posiciones de Cross y de de Moor –que identificaron a Yahweh con el dios cananeo )él–, concluye que Yahweh y )él habrían sido originariamente divinidades distintas, que sólo habrían sido amalgamadas ulteriormente. 3.
Finalmente cabe indicar que también existen investigadores que siguen sosteniendo que el motivo del “dios del padre” no pasa de ser un artificio literario para ligar entre ellas las figuras patriarcales y sus relatos respectivos, sin fundamento histórico de ningún 76 tipo .
ACCIONES CÚLTICAS77 Una aproximación Se dice que tal o cual patriarca, después de establecerse en un nuevo lugar de residencia:
“Erigió un altar al Señor” (Génesis 13,18; 33,20; cf. 12,8; 13,4; 26,24s)
Tomó una piedra “y la levantó como estela” (Génesis 28,18; 31,45)
“Plantó un árbol” sagrado (Génesis 21,33)
A veces descubren un santuario donde luego rendirán culto (Génesis 28,10-22; 32,2s) o rinden culto en lugares consagrados (Génesis 12,6; 21,33). Sobre el motivo y la forma de estas celebraciones –fuera del rito de la pascua– no tenemos prácticamente ninguna información. Es probable que se ofrecieran sacrificios de animales (o, tal vez, en extrema necesidad, incluso el sacrificio de un hijo).
75
J. DAY, “Yahweh and El”, en: Id., Yahweh and the Gods and Godesses of Canaán, 14.
Ver B. J. DIEBNER, “Die Götter des Vaters. Eine Kritik der “Vätergott-Hypothese Albrechts Alts”, DBAT 9 (1975), 21-51; H. VORLÄNDER, Mein Gott. Die Vorstellung vom persönlichen Gott im Alten Orient und im Alten Testament, Kevelaer-Neukirchen-Vluyn (AOAT 23 1975); E. RUPRECHT, “Die Religion der Väter. Hauptlinien der Forschungsgeschichte”, DBAT 11 (1976), 2-29. Más recientemente ver E. BLUM, Die Komposition der Vätergeschichte, Neukirchen-Vluyn (BWANT 57 1984), 495-497; M. KÖCKERT, Vätergott und Väterverheibungen. Eine Auseinandersetzung mit Albrecht Alt und seinen Erben, Göttingen (FRLANT 148 1988). 76
R. ALBERTZ, “Acontecimientos religiosos y vida de familia”, en: Id., Historia de la religión de Israel I, 77-83. 77
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