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Segunda parte
4 Prestigiosos maestros, grandes colegas, viejos amigos: los pilares de la dermatología en México
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Pasión por la piel: en memoria del doctor Miguel Ahumada Padilla
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stoy aquí por un hombre que se llama Miguel Ahumada, tuve la suerte de tenerlo junto a mí y él me enseñó a ser generosa y a dar”, así es como doña Eugenia Ayala, viuda de Ahumada, inicia una plática cuando es invitada a dar conferencias sobre su labor social. Y de esta misma manera queremos comenzar a hablar del prestigioso doctor Ahumada Padilla, retomando esta frase de quien vivió con él la pasión por la dermatología y que ahora nos comparte sus recuerdos más entrañables: “Miguel nació en la ciudad de Colima donde estudió la primaria, la secundaria la hizo en Guadalajara. Desde niño tuvo inclinación por la medicina, siempre le llamó la atención acercarse a ver cómo curaban a alguien que se lastimaba. Así que cuando terminó la preparatoria le dijo a sus papás que quería ir a México para estudiar en la unam.” El doctor Antonio González Ochoa fue el más determinante en la elección de su especialidad. Lo invitó al Instituto de Enfermedades Tropicales y lo empezó a enamorar de la dermatología. Los grandes maestros de aquella época fueron después sus amigos más cercanos.
Doctor Miguel Ahumada Padilla.
Su esposa asegura que el doctor Ahumada Padilla siempre quiso aprender todo lo que le fuera posible para darle mucho a México, porque amaba nuestro país, y recuerda: “En una ocasión le propusieron ir a Boston como residente dermatólogo en un hospital. Lo agradeció muchísimo, porque era un honor, pero declinó la invitación”. La docencia también fue fundamental a lo largo de su trayectoria. A la edad de 24 años daba la cátedra de dermatología en la unam y en el Centro Médico La Raza, donde fue jefe del Servicio de Dermatología. Quienes fueron sus alumnos aún lo recuerdan con cariño. En ambos recintos, el doctor Ahumada Padilla laboró durante más de tres décadas. Asimismo, fue de los principales organizadores y participante activo del xv Congreso Mundial de Dermatología, que se celebró en México en 1977.
Hacia 1850
Samuel Plumbe sugirió por primera vez la depilación para el manejo de la tiña o Trichophytan tonsurans. Camille Melchior Gibert crea un jarabe que lleva su nombre, usado para el tratamiento de la sífilis.
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El doctor Ahumada Padilla en un momento familiar de gran importancia.
Doña Eugenia se acuerda perfectamente de cómo definía su esposo a la dermatología: “Como un conjunto de sensaciones que afloraban en la piel. Un conjunto de situaciones de vida que se manifestaban exteriormente y que para poder curarlas se necesitaba no sólo de una pomada o una pastilla, sino entrar al problema de la persona. Él me decía que el 90% de las enfermedades de la piel tenían su origen en las condiciones nerviosas”. Y no duda en recalcar que la dermatología fue su gran pasión: “Yo creo que mi marido tuvo varias pasiones en su vida, pero la más grande fue la dermatología. Se dedicó a ella al doscientos por ciento. Tengo la certeza de que tenía más pacientes que nadie en México”, contaba con más de 400 000 expedientes, entre los que estaba desde el presidente de la República de ese entonces, Miguel de la Madrid, hasta quien no podía pagar por la consulta.
La lepra, castigo de los dioses En el Irán antiguo, las enfermedades de la
El doctor disfrutaba enormemente su trabajo y hasta solía decir en broma: “Aparte de que tuve la suerte de que me gustara tanto mi profesión, tuve la fortuna de encontrar una especialidad en donde no hay emergencias nocturnas ni hay que salir corriendo. Se me mueren muy aliviados”.
“Una de sus cualidades más sobresalientes era la sencillez. Era alérgico a las adulaciones, a los excesos.”
piel más comunes eran la sarna y la lepra. La primera estaba muy extendida porque el agua se utilizaba con fines religiosos y no para la limpieza corporal. El
Para la señora Ayala, el éxito de su esposo se debió, en gran parte, a que era muy humano: “Además de dermatología hacía psicología con sus enfermos, platicaba mucho con ellos, los alentaba. Me contaba que en muchas ocasiones, desde que entraba la persona ya sabía qué tenía. Sin embargo, nunca le decía: ‘Usted tiene esto, lo voy a prescribir porque tengo 50 personas esperando’. Se sentaba y lo escuchaba el tiempo necesario; realmente su labor y éxito, independientemente de que sabía mucho de su especialidad, se debió al amor que le despertaban sus pacientes”. La generosidad del doctor Ahumada Padilla fue más allá de la excelente atención que brindaba: todos los lunes, de 10 a 14 horas, daba consulta gratuita en su consultorio
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particular, para que cualquier persona tuviera acceso a él. El consultorio fue su fuente de amistad y enseñanza. El médico también trabajó intensamente con enfermos de lepra, rechazaba la forma en que enfermeras e incluso doctores trataban a los pacientes por ignorancia del padecimiento. Su esposa fue parte de esta misión: “Un día decidió que yo fuera al leprosario, me pidió que ayudara a estos enfermos. Mi labor era ir a darles cariño; contrariamente a lo que uno espera, se recibe más de lo que se da”. La señora Ayala considera que si su esposo viviera, se asombraría con lo mucho que ha avanzado la ciencia y se habría enfocado a hacer lo necesario: si hubiera que quitar manchas, lo haría. Sin embargo, destaca que con los recursos que él tenía a su alcance —todos los disponibles en su época— hacía maravillas.
El doctor Ahumada Padilla definía a la dermatología “como un conjunto de sensaciones que afloraban en la piel. Un conjunto de situaciones de vida que se manifestaban exteriormente y que para poder curarlas se necesitaba no sólo de una pomada o una pastilla, sino entrar al problema de la persona”.
“En aquella época, la dermatología era general, no como ahora. Y aun así, el doctor John Strauss, gran amigo de mi marido, le decía: ‘Fíjate que en Estados Unidos ya llegamos al punto de que hay especialistas en acné del lado derecho’. Actualmente, yo conozco a varios dermatólogos que si tienes algún problema secundario, lo resuelven con su maquinita de láser y ya.” El doctor Ahumada Padilla siempre estuvo actualizado, recibía publicaciones mensuales de Estados Unidos, Inglaterra y de diversos países del mundo para informarse sobre las novedades en dermatología, y exigía a sus asistentes que leyeran para estar al día. Fue un hombre muy disciplinado, todos los días salía a trabajar a las 6:30 de la mañana y concluía su faena hasta las 11:30 de la noche. Cuando su esposa le solicitaba salir antes para acudir a algún compromiso, él contestaba: “Hasta que vea a mi último paciente”. Le gustaba estar siempre en su consultorio para quien lo necesitara. Y así sucedió: “Tenía una niña como paciente y lamentablemente enfermó del síndrome
1855
Alexander Wood inventa la jeringa hipodérmica.
Hacia 1860
William James Erasmus popularizó los baños en Inglaterra para el cuidado de la piel.
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Siete años antes de fallecer, el doctor Ahumada Padilla se dedicó también a la escultura y logró plasmar su talento. Aquí con algunas de sus obras.
de Stevens-Johnson, un padecimiento muy grave parecido al lupus ampolloso. Toda la noche estuvo con ella, la paciente se puso muy mal, casi muere. Gracias a Dios logró salvarla, si no, yo creo no se hubiera consolado nunca”.
“Tuvo varias pasiones en su vida, pero la más grande fue la dermatología. Se dedicó a ella al doscientos por ciento.” El único cambio en la rutina del doctor Ahumada Padilla se dio siete años antes de su fallecimiento, cuando sumó a su vida una pasión más: la escultura. Doña Eugenia nos comparte ese momento: “Quiso cambiar un poquito el ritmo de su vida, entonces se tomaba tres mañanas a la semana para esculpir. Le encantaba”. Entre sus esculturas
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hay pacientes o personas con las que convivía cotidianamente, como una adolescente que era mesera del lugar en el que solía desayunar. La señora Eugenia vuelve a vivir ese instante: “Un día vio a esta niña, que era muy jovencita y con un cuerpecito muy gracioso, y le dijo: ‘¿No te gustaría que te hiciera una escultura?’. Para que la chica no creyera que era con otras intenciones, la invitó a nuestra casa y le pidió que viniera acompañada de su mamá, me la presentó y, obviamente, le pagó por posar mucho más de lo que ganaba en su trabajo”.
leproso se consideraba impuro a causa de sus lesiones —las cuales estaban relacionadas con
La entrega total a su profesión ni siquiera pudo ser menguada por la enfermedad que lo aquejó, pues trabajó hasta agosto de 1985 y murió el siguiente mes. “Desgraciadamente un cáncer terminó con su vida, pero fue maravilloso que ni en cama estuvo. Murió muy pronto y muy joven, creo que todo lo que vale la pena se va pronto. Fue un excelente hijo, un maravilloso marido, buenísimo como padre, y yo creo que su generosidad lo hizo ser una persona muy querida en vida”, concluye doña Eugenia, quien amablemente hizo una remembranza del hombre que amó.
la idea de corrupción—
Y aunque el doctor Ahumada Padilla falleció hace 24 años, su familia continúa recibiendo muestras de cariño de quienes fueron sus pacientes y amigos, y en sus seis hijos quedó sembrada la generosidad de su padre y su amor por la medicina: el mayor, Miguel Ahumada Ayala, es médico y fue director de la Facultad de Medicina de La Salle; Jorge, es director de la cadena Farmacias Dermatológicas; Fernando, es fundador y presidente de los laboratorios Darier; Alejandro, es director del área latinoamericana de Pfizer en Nueva York, y sus dos hijas, María Eugenia y Cecilia, son destacadas psicólogas.
castigo. Las predilectas de
Hacia 1860
Heinrich Auspitz defendió la aplicación del jabón sobre la piel.
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y a la obra de espíritus malignos. Por otra parte, en la mitología griega abundan ejemplos de las enfermedades como los dioses del Olimpo eran tres: la lepra, la ceguera y la locura.
A lo largo de tu visión, gruta de sal que exhibe sus entrañas, vastos y silentes ventisqueros van rodando poco a poco su molicie, dócil rebaño que acude al primer reclamo del Sol. José Luis Rivas
La construcción del quehacer micológico y la enseñanza, en palabras de Roberto Arenas Guzmán
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abíamos del prestigio del doctor Roberto Arenas, pero no de su afabilidad y
simpatía, la cual constatamos desde el momento en que nos recibió en el Hospital General “Dr. Manuel Gea González”, en una oficina colmada de libros, archivos y muchos recuerdos por compartir. La conversación con el facultativo fluye de manera extraordinaria. No hace falta más que la primera pregunta para que comience a relatarnos su vida. Nacido en Guanajuato, asegura: “Para conocer Guanajuato hay que leer una novela de Jorge Ibargüengoitia; es tradicionalista y costumbrista, pero uno lo ve y dice: ‘Ay, éste soy yo’ ”. A los 18 años, el joven Arenas emigró a León a estudiar en la Facultad de Medicina, a la cual, tiempo después, regresaría a dar clases. Originalmente dermatólogo, muy pronto el doctor Arenas quiso especializarse en micología, pero debido a que en México no había escuelas con la orientación que él quería, tuvo que viajar a Francia para hacer su especialidad en el Instituto Pasteur de París. A su regreso, trabajó un tiempo en el Centro Dermatológico Pascua; después, fundó la sección de micología en el Hospital General “Dr. Manuel Gea González”: “Yo creé esta sección de micología; desde hace más de doce años existe formalmente. Tuve el primer diplomado en micología médica hace diez años, y se han formado alrededor de 50 micólogos aquí, los cuales hacen laboratorio de diagnóstico en el hospital o se dedican a la enseñanza”.
El doctor Roberto Arenas.
Uno de los momentos más importantes en la vida del doctor Arenas fue cuando conoció a su primer maestro. Con su ingreso al Centro Dermatológico Pascua, el médico se convirtió en discípulo del prestigiado doctor Fernando Latapí: “Ser alumno de una personalidad como él no era muy sencillo. Él era muy importante en la dermatología mexicana, pero también era una persona difícil; entonces, puedes tener mucha gente que te sigue pero también mucha que te odia… De eso estoy consciente, de haber sido ‘protegido’ de él, porque para él fui uno de sus hijos académicos y tuve muchos privilegios, pero también desventajas”.
1865
Ernest Bazin recomendó untar ungüento de azufre en todo el cuerpo como tratamiento para la sarna. John Custer hace la primera cirugía antiséptica.
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El especialista médico no oculta la influencia que tuvo el maestro Latapí en su trayectoria académica y profesional. Se siente muy agradecido por todo lo que aprendió y con agrado comenta los años que estuvo junto a él, hasta el día que murió. “Soy su biógrafo, y la ventaja que tuve es que fui el último, ¿no?, porque es como los matrimonios, el que vale es el último; los demás son antecedentes… Yo conviví mucho con él, porque él me adoptó de esa manera, y con él participé de la enseñanza: fui su ayudante en los grupos de pregrado durante muchos años. Actualmente soy el heredero de su obra porque su esposa murió en 2007. Su familia decidió heredarme todo su legado académico, pero no me puedo quedar con algo que le pertenece a la medicina mexicana”.
Hongos al ataque En 1839 una plaga azotó Europa, se trataba del favus —tiña fávica—, padecimiento ocasionado por un hongo. La demostración de la naturaleza fúngica del
El gran respeto y admiración por su maestro provocaron que, a su muerte, el doctor Arenas se encargara de la difícil tarea de escribir su biografía, aun cuando era consciente de que se le entorpecería encontrar información, pues su principal fuente ya no estaba: “Cuando falleció, yo fui a la unam a decir: ‘Se murió el maestro Latapí. No sé qué hacer’. Entonces el director de la Facultad de Medicina, que había sido su alumno de pregrado, me dijo: ‘Mire, yo estoy una semana más como director de la facultad. Ya me voy. Yo creo que lo que usted tiene que hacer es una biografía para la serie Nuestros Maestros que publica la unam, porque él fue uno de nuestros maestros; yo le firmo el compromiso y hace el libro’. Lo que firma un director nadie se lo puede echar para atrás. Firmó y me quedó el compromiso. Y es entonces cuando dices: ‘Ay, en lo que me metí.’, porque el maestro ya no vivía, había que hacerla de lo que había escrito, de las cartas, había que recopilar la información y hacerla”. Las dificultades no intimidaron al especialista médico, y terminó la biografía con mucho éxito. Fue tanta su satisfacción, que incluso realizó otras dos biografías más: una de su maestro en Francia, François Mariat, y otra de su mentor en México, Pedro Lavalle. Esta última la escribió junto con la doctora María del Carmen Padilla Desgarennes. Arenas, quien confiesa nunca haberse imaginado en la profesión de autor, ha vivido desde hace muchos años en el terreno de la escritura, también con libros sobre dermatología y micología: “Llegó un editor de una compañía de libros de medicina a ver al maestro Latapí para que le revisara un libro. El maestro les dijo que me lo mandaran a mí, y yo lo revisé. El editor me preguntó si nunca había escrito un libro. Yo le respondí que no y él me sugirió hacerlo con su ayuda. Y lo dijo verdaderamente,
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porque me ayudó muchísimo; de hecho, los dos primeros libros los escribí con él, y nos sentábamos a trabajar miles de horas, porque eran otras épocas”.
“En Australia entrevisté a un profesor japonés. Lo hice porque llevaba un problema de un caso clínico con diapositivas, y como me lo encontré en un pasillo, enfrente de un auditorio, le enseñé el caso y muy serio me dijo: ‘Mira, yo te recomiendo que busques en México a un muchacho que se apellida Arenas’ ”. Las publicaciones del doctor Arenas son abundantes, entre artículos, capítulos de libros, resúmenes, además de tres libros, dos en español con tres ediciones y uno en inglés. Aunque la medicina lo absorbe mucho tiempo, siempre encuentra momentos para escribir, pues se ha convertido en una actividad imprescindible en su vida: “Empecé el primer libro a máquina, así se hacía en ese tiempo. Las dos publicaciones, la de micología y la de dermatología, han sido muy exitosas. Se han vendido más de 80 000 ejemplares. Digo lo de los libros no por el dinero que pueda ganar, sino más bien porque eso habla de que son textos que han sido aceptados en casi todas las escuelas de dermatología del país, lo que representa la mitad del mercado de la obra. El mercado del libro de micología es más limitado, pero ya logré hacer la tercera edición. El texto en inglés, Tropical Dermatology, tuvo sólo una edición, pero se publica en internet en una página de Estados Unidos. Y bueno, tengo muchas publicaciones, escribo de todo, escribo en mis tiempos libres.”
1866
El doctor Arenas con Rafael Isa Isa, en el Instituto Dermatológico de República Dominicana.
El doctor Arenas con Edgardo y Roberto Arenas Jr., durante un homenaje en la Facultad de Medicina, León, Gto.
Wilhelm His inventó una nueva clase de micrótomo —instrumento que sirve para cortar los objetos que se han de observar con el microscopio— que contribuyó al desarrollo de la histopatología.
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En compañía de varios colegas, durante un Congreso en Colombia.
favus fue obra de tres investigadores: Johann Schönlein, David Gruby y Robert Remak. El alemán Schönlein comprobó la presencia de hongos en las lesiones fávicas en 1839. Dos años después, el húngaro Gruby —quien había enseñado microscopia a figuras como el fisiólogo Claude Bernard y asistido como médico a personalidades como Federico Chopin— describe detalladamente la naturaleza fúngica del favus en comunicación científica a la Academia de Ciencias de París. Además, por primera vez en la historia demostró
El doctor Arenas no se ha conformado con la escritura y la medicina, también se ha ocupado extensamente de la docencia. Por una casualidad, tuvo la posibilidad de dejar un legado al crear un diplomado en micología en el Hospital General “Dr. Manuel Gea González”: “Hubo un chico, Martín Arce, egresado de Guadalajara, que fue mi primer alumno. Vino y me dijo que quería estudiar conmigo. Y le respondí: ‘¿Qué vas a estudiar en este cuartito?’, porque antes tenía sólo uno, ahora tengo un área muy respetable. Y él me respondió que deseaba pasar un año aquí. Lo que hice fue preguntar en enseñanza qué podía hacer y me propusieron crear un diplomado. Desde entonces se hizo una cadena, pues ya al año siguiente llegó otro y otro, y luego alguien me comentó que si podía tomarlo desde su ciudad porque no podía venir; por eso, desde hace cuatro o cinco años creamos el diplomado a distancia vía internet, porque detectamos esa necesidad”. Martín Arce fue su primer alumno del diplomado de Micología médica, pero se han formado alrededor de 50 especialistas, entre los que destacan los doctores Elsa Vásquez del Mercado, Gabriela Moreno, Ramón Fernández, Carmen Magaña, Josefina Carbajosa, Julieta Ruiz (ciudad de México); Roberto Estrada y Guadalupe Chávez (Acapulco); Elena Monroy (Chiapas); Dulce María Nazar, Caroline Chanussot y Miguel Bada del Moral (Veracruz); Pablo Campos (León), y del extranjero Claudio Abiega (Argentina), Dora Molina de Soschin (Colombia-ee. uu.), Lily Zedeño (Ecuador), Janeth Villanueva (Colombia) y Erick Martínez (Guatemala).
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Para el doctor Arenas es de máxima importancia la docencia, el transmitirle conocimientos a jóvenes dispuestos a aprender. Sin embargo, no se considera un maestro permisivo, sino riguroso, mas tiene una razón para ser de esa manera: “Creo que sé enseñar, tuve uno de los mejores maestros, pero sí soy muy estricto; además, mi maestro francés me enseñó que a los alumnos hay que sacarles lo mejor de ellos mismos. Y sí, realmente si les exiges siempre pueden dar más, pero les tienes que exigir hasta el límite. Y yo lo digo también por mi propia vida: entre más tengo que hacer más hago. A veces no puedo ni ver la televisión porque tengo que hacer diez cosas simultáneas y las hago. Entonces yo sé que todo mundo puede tener esa capacidad”.
“Escribe uno por accidente la primera vez, después por estar convencido, porque descubres un mercado, porque te topas con una crítica, porque hay algo que de alguna manera te gusta. Y bueno, yo ya tengo un compromiso con los alumnos, y creo que lo estamos mejorando en cada edición.”
Aunque el doctor bromea sobre sus habilidades, son evidentes sus vastos conocimientos. Además de ser micólogo, escritor y docente, es miembro distinguido de todas las asociaciones de dermatología en México: “Actualmente soy el presidente del Consejo Mexicano de Dermatología: el cmd, una institución que regula y certifica a los médicos en dermatología. Al mismo tiempo, soy miembro de la Academia Nacional de Medicina, el órgano consultivo del Gobierno federal y la institución académica más antigua del país. Es una academia centenaria. También soy ex presidente de la Sociedad y de la Academia Mexicana de Dermatología”. Y como si no fuera suficiente pertenecer a dichas instituciones, el doctor Arenas también ha tenido mucha influencia en organismos internacionales: “El año pasado terminó mi presidencia en el cilad, Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología, que es la asociación dermatológica más grande en habla castellana y portuguesa; agrupa 22 países y, por supuesto, España y Portugal. A mí me eligieron hace seis años en Argentina. Para mí es muy importante mencionar lo del Colegio porque no nos toca a muchos el honor de presidirlo, para que le toque a un país pasa una vida. El presidente mexicano anterior fue el profesor Latapí, hace más de 50 años, por eso para mí, que fui su último alumno, es una de las cosas que sostengo con más orgullo, pero también fue muy pesado en su tiempo”.
1870
El doctor Arenas en compañía de sus alumnas de la Facultad de Medicina de León.
Robert Chesebrough empezó a fabricar la Vaselina Petroleum Jelly, la cual se empleaba para curar heridas y quemaduras.
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Con su esposa Estela de Arenas, H. Vázquez y Daniel Asz.
lo transmisible que es un agente infeccioso, al inocular favus en otra persona y en sí mismo. Gruby no llegó a denominar al agente etiológico del favus y menos aún aislarlo, pero en 1842, el prusiano Remak publicó un informe sobre la inoculación exitosa de material patológico de un paciente en su propio antebrazo y también logró cultivar el hongo en trozos de manzana. En 1845 designó al agente del favus con el nombre de Achorion
schoenleinii en homenaje al profesor Schönlein, pero hoy es conocido como Trichophyton
“Fui presidente del cilad, para mí es muy importante mencionarlo porque no nos toca a muchos el honor de presidirlo. El presidente mexicano anterior fue el profesor Latapí, hace más de 50 años, por eso para mí, que fui su último alumno, es una de las cosas que sostengo con más orgullo.” A pesar de ostentar esta gran cantidad de títulos, el facultativo no se ufana. Muy al contrario, sus comentarios se adornan con bromas y chistes que hablan de su excelente humor. Y aunque, en algún punto de la entrevista, nos confesó que solía ser un niño muy tímido, con el tiempo tuvo que ir quitándose esa seriedad. Ahora, se da incluso tiempo para divertirse y llevar una buena vida, aunque la gran cantidad de viajes que realiza lo frenan un poco: “Bueno, la vida es así, soy bohemio, me da tiempo de vez en cuando de echarme unos tragos, ir a Xochimilco, bailar merengue, juntarme con los amigos [...] Todas las semanas viajo, hago uno o dos viajes por semana. Es una agenda muy complicada de compromisos, porque se mezclan los que tienes como autor, los del hospital, los que tienes con los amigos, y entonces vives así. Pero ésta es la vida que me tocó y la disfruto mucho”. A pesar de su vida ajetreada, el doctor Arenas ha cosechado una gran cantidad de amigos. Él mismo menciona los nexos que ha mantenido, a pesar de que ya han pasado muchos años: “Tengo contacto con prácticamente todos los dermatólogos de este país, porque como viajo tanto siempre los veo. Yo los mato y los resucito porque cuando alguien me dice: ‘Oye, ¿se murió fulano?’, ‘¿sabes algo de fulano?’, yo de todos respondo: ‘No, ya se murió’ y tal vez ni se ha muerto, pero con esa diseminación de la información los puedo matar. Así que me tienen que dar información fidedigna”.
schoenleinii.
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La entretenida conversación y el buen humor del doctor Arenas hicieron que el tiempo se fuera volando. Súbitamente, el doctor se pone un poco serio, al pensar en responder nuestra última pregunta: los distintos retos que deben afrontar los dermatólogos, y nos despide con esta reflexión: “Uno de los retos que sufrimos los dermatólogos de mi generación fue el enfrentarnos a la computación, así que si no la dominas y no la manejas en estos tiempos, no puedes vivir, te quedas fuera de tiempo”. El doctor Arenas con Fernando Gatti, secretario del cilad.
cilad, 2006.
1870
Henry G. Piffard introdujo la cureta dérmica, que en realidad era una modificación de una cureta uterina, y permitía extirpar lesiones pequeñas con un mínimo de traumatismo.
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Una doble misión, y los labios vuelven a su lugar de origen y la espada del extraño ojo se dispone al oleaje mal. La piel se eriza, acrece la fiebre, arden las mordeduras; en estos labios una menuda espuma ilumina el silencio. Efraín Huerta
Doctor José Barba Rubio: un legado de humanidad
E
s viernes y poco a poco van llegando a la casa del doctor José Barba Rubio
sus hijos, nueras, yernos y nietos. Como cada semana, todos se reúnen a comer con doña Aída Gómez Ruibal de Barba. Sabores, emociones, recuerdos, bromas y charla… ¡Qué mejor momento para evocarlo! Hombre de palabra, responsable, tenaz, generoso, honesto, amante de su país y su gente. La existencia del doctor Barba Rubio fue tan admirable como lo ha sido su legado. Contar su historia es tarea fácil, porque abundan las anécdotas, los logros y, sobre todo, los afectos, que esta ocasión toman voz salpicados de la nostalgia de quienes tanto lo amaron y respetaron. José Barba Rubio nació el 19 de enero de 1914, en un pueblito llamado Valle de Guadalupe, en Los Altos de Jalisco. Sus padres fueron doña Teófila G. Rubio y don Modesto Barba Paredes. Fue el mayor de seis hermanos: Modesto, Juan de Dios, Rubén, Mercedes y Olivia.
El doctor Barba Rubio en la oficina del Instituto Dermatológico, el cual desde 1993 lleva su nombre.
Aprendió las primeras letras en una escuela fundada por don Lino, el cura del pueblo. Sin embargo, cuando todavía estaba en la primaria, toda su familia se mudó a Guadalajara y terminó la enseñanza básica en el prestigiado Colegio Morelos. La carrera de medicina la cursó en la Universidad de Guadalajara, pero al segundo año surgieron problemas estudiantiles que causaron la suspensión de las clases y lo orillaron a irse de la ciudad para terminar sus estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México. Xico, Veracruz, fue el lugar que eligió para realizar su servicio social. El dermatólogo José Fernando Barba Gómez recuerda: “Mi padre siempre había sido muy dependiente de su familia, por lo que buscó un lugar lejano y donde hubiera un ambiente menos árido que el de Los Altos de Jalisco. Durante su servicio empezó a meter drenaje y a mejorar las condiciones del pueblo. Ahí se quedó no sólo un año, sino tres”.
El doctor Barba Rubio y su esposa Aída Gómez Ruibal —al centro—, acompañados de sus hijos: José Fernando, Alberto, José Carlos, Patricia, Aída y Julio Barba Gómez —finales de 1965.
1876
El doctor B. A. Watson ideó el “sacabocados” para sacar las pequeñas incrustaciones de pólvora causadas por el uso de armas. Más tarde se usó para la práctica de biopsias cutáneas.
1879
Ernest Henri Besnier promovió la histopatología cutánea al introducir el término “biopsia”.
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El doctor Barba Rubio en el auditorio del antiguo Instituto Dermatológico, junto a él —segundo de izquierda a derecha— está su hermano, el doctor Modesto Barba, quien también fue dermatólogo.
Julio Barba Gómez, reconocido cirujano plástico, agrega: “Fue un hombre que se hizo a base de estudio, de sacrificio. Se quiso ir a hacer su servicio social retirado para desprenderse, para luchar y hacer las cosas por sí mismo”. Muy pronto, Barba Rubio conquistó el cariño y respeto de los habitantes del poblado, pues siempre estaba dispuesto a atender a los enfermos a la hora que fuera necesario y sin importarle obtener una remuneración por su trabajo.
Gente que no deja huella Nuestras huellas dactilares son únicas e irrepetibles. Suelen presentar formaciones muy peculiares que los analistas clasifican en arcos, espirales y vueltas. Se tiene el dato que de estas últimas, 60% de la población la posee. Además, gracias a sus propiedades, es posible aumentar la fricción y sujetar objetos.
El magistrado Alberto Barba Gómez se une a los recuerdos de sus hermanos: “Mi padre decía que una de las mayores satisfacciones que había recibido cuando estaba haciendo su servicio, fue una caja de fruta que obtuvo como pago por atender a una persona que estaba en el cerro y que había sido lesionada seriamente con un machete. Muchos médicos no acudían a estos llamados por temor a ser agredidos, pero a él no le importaba el riesgo y lo hacía”. Ante la carencia de centros hospitalarios en Xico, Barba Rubio se empeñó en la creación de un pequeño hospital; para ello, contó con el apoyo del Ayuntamiento, que presidía el señor Manuel Pozos Castellanos, así como del párroco y de un grupo de voluntarias de la localidad, encabezadas por doña Matilde Peredo de Dauzón. Lamentablemente, el fallecimiento de su hermano lo obligó a abandonar Veracruz. A su regreso, ya interesado por la dermatología, acudió al Pabellón 109 del Hospital General de México, donde se entrevistó con el doctor Salvador González Herrejón y con su ayudante, el doctor Fernando Latapí, los pioneros de esta especialidad en México. Doña Aída Gómez Ruibal asegura que a su esposo le gustaba la dermatología, porque consideraba que todas las enfermedades empiezan por la piel. El doctor José Fernando Barba Gómez añade: “En ese entonces, la dermatología no era muy codiciada, inclusive parece que el doctor Fernando Latapí dijo: ‘¿A este muchacho qué le picó? ¿Por qué quiere ser dermatólogo?’. Mi padre fue el primer alumno del doctor Latapí”. En 1943, ya con nuevos conocimientos, el especialista regresó a Guadalajara y es cuando inicia su carrera como médico dermatólogo. Estableció contacto con sus maestros y entró a la Universidad de Guadalajara a dar la cátedra de Dermatología. Su gran interés por esta rama de la medicina hizo que solicitara la jefatura del Dispensario
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antileproso “Dr. Salvador Garciadiego”. Desde entonces, surgió en él la idea de hacer algo importante por la dermatología, y en 1945 comenzó con la construcción del Instituto Dermatológico que sustituyó al antiguo dispensario.
“Luchaba por los pacientes con lepra, a quienes corrían de sus trabajos por padecer esta enfermedad, pero él hacía todo lo posible para conseguirles otro empleo. Siempre veía por los demás, me decía: ‘Haz cosas buenas, lo que creas que es justo.’ ” Doctor Julio Barba Gómez
El doctor Barba Rubio con su gran maestro y amigo, el doctor Fernando Latapí, y el doctor Aguiar Pupo.
Además de la gran labor médica del doctor Barba Rubio con los pacientes de lepra, fue muy valioso el apoyo moral que les brindó tanto a ellos como a sus familiares. El licenciado Alberto Barba Gómez tiene muy presentes esos días: “En diciembre era muy significativo participar en los preparativos para las posadas para los enfermos y sus hijos, las cuales se realizaban en el Instituto Dermatológico. Íbamos a comprar los dulces, la fruta, siendo yo un chamaco de seis u ocho años más que ayudar era parte de una fiesta: llenar las piñatas, entregar los dulces. Era una actividad familiar, no únicamente del Director, era de toda la familia, todos nos involucrábamos con gusto”. Sin embargo, estas instalaciones tan llenas de gratas experiencias muy pronto resultaron insuficientes. Tras años de trabajo y búsqueda de apoyo, el doctor Barba Rubio consiguió un predio con el respaldo del licenciado Enrique Álvarez del Castillo, gobernador de Jalisco. Es así como el 28 de febrero de 1987 abrió sus puertas el nuevo recinto, que en 1993 cambió su nombre por el de Instituto Dermatológico de Jalisco “Dr. José Barba Rubio”, el cual hoy en día es considerado el más grande y funcional del mundo.
1880
Recepción del antiguo Instituto Dermatológico.
Paul Gerson Unna introdujo el ictiol y la resorcina en el formulario dermatológico. Otras aportaciones suyas fueron la bota de pasta —con gelatina— y las pastas de óxido de cinc.
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En 1991 recibió el Premio Jalisco. El licencado Agustín Yáñez, gobernador de Jalisco, le entregó el galardón.
Sin embargo, se conocen dos malformaciones genéticas, conocidas como el síndrome de Naegeli, descrito por primera vez por Oskar Naegeli en 1927, y la Dermatopatía pigmentosa reticularis, las cuales no permiten la formación de los surcos en la piel e impiden el desarrollo de las huellas digitales.
El doctor Barba Rubio no sólo fue exitoso en su especialidad, su habilidad para la administración y su lealtad, además de la gran amistad que lo unió a Agustín Yánez, gobernador de Jalisco, lo llevaron a ocupar la rectoría de la Universidad de Guadalajara (1953-1954), así como la Jefatura de los Servicios Coordinados de Salud Pública en el Estado (1956-1972) y la dirección de la campaña antileprosa nacional (1965), que coordinó y dirigió junto al doctor Latapí. A pesar de su corta permanencia como rector, logró fundar el laboratorio de Bioquímica de la Facultad de Medicina, actualizó los planes de estudio en la mayoría de las carreras e implementó los exámenes de admisión. También, como asegura el doctor Julio Barba Gómez, ayudó a sus paisanos: “Cuando fue rector, metió a estudiar a gente del Valle de Guadalupe, pero al dejar de serlo también les brindaba apoyo para que ingresaran a la preparatoria, la secundaria o la universidad”. Impartió clases durante más de 50 años. Muchísimas generaciones aprendieron de él en la Facultad de Medicina. Una de sus alumnas fue, precisamente, su nuera, la doctora María del Rosario Ortegón de Barba, quien se especializó en Pediatría: “Para mí fue una experiencia muy bonita conocerlo a él como suegro y como maestro. Obviamente era una persona con gran prestigio, los alumnos lo respetábamos, para nosotros era un privilegio pasar por su materia. Como maestro era muy simpático, muy justo, pero exigentísimo. Nos daba, aparte de la clase, lecciones de vida, nos enseñaba a respetar nuestra profesión. Y como suegro fue excelente, casi como un padre”. Fue también un trabajador incansable: de lunes a viernes se levantaba a las 6 de la mañana, a las 8:30 comenzaba a trabajar, terminaba a las 4 de la tarde. Comía de 4 a 5, tomaba una hora de siesta y a las seis se iba a su consultorio privado; su jornada terminaba hasta las 11 o 12. Después leía un rato y se dormía a la 1:30 o 2 de la mañana. Siempre decía: “El trabajo es tan malo que hasta pagan por hacerlo, ahora imagínate tú si a mí me gusta lo que hago y hasta me pagan por hacerlo, pues es doble satisfacción”. Su ejemplo de esfuerzo, disciplina y pasión por la dermatología es hoy patente en su nieto José Fernando Barba Flores, hijo del doctor José Fernando Barba Gómez: “Yo veía que mi abuelito trabajaba mucho, pero cuando entré a la carrera de medicina fue más amplia mi visión de él como médico. Con tan sólo mencionar el apellido Barba, los maestros te preguntan si eres su familiar, valoras más todo lo que hizo y
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te das cuenta del compromiso que implica el apellido. Soy el primer médico de la tercera generación. Él escuchó siempre que yo decía que iba a ser dermatólogo, pero ya no tuvo la oportunidad de verlo”. Y así como su entrega al trabajo fue loable, también lo fue su calidad humana. A la memoria del doctor José Fernando Barba Gómez llegan imágenes de lo vivido junto a su padre: “Tenía cierta sensibilidad con los pacientes de lepra, le interesaba más la gente de muy pocos recursos económicos. Muchas ocasiones cuando pedía ayuda para el Dermatológico, los más pudientes no le daban nada, y una vez un señor muy humilde, paciente de lepra, le ofreció 1 500 pesos que había juntado con muchos trabajos, fue muy conmovedor. Yo también lo acompañaba a las brigadas que se hacían para controlar enfermedades crónicas; nos íbamos a lugares donde prácticamente había que llegar a caballo y él nunca se rajaba, siempre se identificó con la vida rural”.
“Mi papá siempre fue una persona muy serena, yo prácticamente nunca lo vi enojado. Nunca lo escuché hablar mal de nadie ni criticar a nadie. Fue muy prudente siempre. No era de las personas que te daba consejos, pero con su puro ejemplo fue más que suficiente. Fue muy inteligente, bueno, derecho, justo… un hombre ejemplar.” Aída Barba Gómez, primogénita. El especialista fue distinguido con el Premio Jalisco y el Premio Nacional de Medicina. Recibió el doctorado Honoris Causa en Ciencias Biológicas de la Universidad de Morelos. La Cámara Nacional de Comercio en Guadalajara lo nombró Hombre
1895
Vista aérea del Instituto Dermatológico de Jalisco “Dr. José Barba Rubio”, 1987.
A un año de su fallecimiento, se colocó un busto del doctor José Barba Rubio en el Instituto Dermatológico. Al centro su esposa doña Aída y sus hijos (de izquierda a derecha): el Dr. José Carlos, el Lic. Alberto, el Dr. Julio, Patricia, el Dr. José Fernando y la Lic. Aída Barba Gómez.
Wilhelm Conrad Röntgen crea los Rayos X. El médico danés Niels Ryberg Finsen descubre que la “luz roja” tiene efectos beneficiosos en enfermedades y crea la lámpara de Finsen, utilizada para curar la tuberculosis cutánea.
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El doctor José Barba Rubio en una conferencia.
del año en 1987; fue hijo predilecto de Xico, Veracruz y del Valle de Guadalupe, Jalisco; comendador de la Orden de San Damián, en Belo Horizonte, Brasil y obtuvo el premio, diploma y medalla de oro Castellani-Reiss, por la divulgación de la lepra y la labor de emancipación de los enfermos, otorgada por la International Society of Tropical Dermatology, en Nueva Orleans, en 1979. Participó en más de 120 conferencias; fue autor y coautor de 50 trabajos publicados en el país y el extranjero en libros y revistas médicas. De 1969 a 1995 fue miembro del buró de expertos en lepra de la Organización Mundial de la Salud, con sede en Ginebra, Suiza. Fue miembro del Consejo Mexicano de Dermatología y de la Academia Nacional de Medicina, así como de 43 sociedades dermatológicas en todo el mundo. Pero sin duda, lo más relevante en la vida del especialista se dio cuando el destino lo unió a doña Aída Gómez Ruibal. Fue amor a primera vista, tal y como ella nos lo cuenta: “Mi hermana era paciente de él y un día la acompañé a consulta. Desde que me conoció se me quedaba viendo y la verdad a mí también me gustó. Empezamos a salir, duramos tres años y medio de novios. Nos casamos el 19 de marzo de 1948 y tuvimos la dicha de festejar nuestras bodas de oro en 1998. Era finísima persona, todo mundo lo quería. Fue muy buen hombre y muy buen padre”. Doña Aída fue, sin duda, factor determinante en los triunfos y logros de su esposo y en la formación de sus seis hijos: los médicos José Fernando, Julio Manuel y José Carlos, y los licenciados Aída, Patricia y Alberto Barba Gómez. El poco tiempo libre del doctor Barba Rubio estaba destinado por completo a su familia: “El fin de semana lo dedicaba a nosotros. Nos llevaba al campo, a algún balneario o a la granja; era cuando aprendíamos carpintería, mecánica, electricidad. También era amante de las antigüedades, le encantaba ir al Baratillo, una especie de Lagunilla, donde disfrutaba del regateo. Lo acompañábamos, convivíamos con él y nos iba enseñando cosas de la vida”, recuerda el doctor Julio Barba Gómez.
El doctor José Barba Rubio y su esposa Aída Gómez Ruibal, durante una cena en honor del licenciado Agustín Yáñez, 1956.
Paty, su hija menor, contiene el llanto al evocar cómo la cuidaba su padre: “De niña padecí mucho de las amígdalas y había noches que no podía dormir y mi papá llegaba a la una o dos de la mañana y, sin importar su cansancio, me abrazaba y me paseaba por el pasillo de la casa, para mí eso era algo maravilloso”.
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Doña Aída Gómez Ruibal con sus hijos (de izquierda a derecha): Julio, Aída, Paty y José Fernando Barba Gómez, el día que realizamos esta entrevista, 2009.
El doctor José Barba Rubio fue un hombre culto, le gustaba mucho leer, la música clásica y popular y era un viajero ferviente. Aseguraba que no todo en la vida era trabajo, había que conocer, disfrutar la vida. Y así lo hizo hasta el final de sus días. Como también era un excelente médico general, cuando enfermó, él mismo hizo el diagnóstico y pronóstico de su muerte. Falleció el martes 4 de mayo de 1999 a las 6 de la mañana, a consecuencia de una trombosis de vena renal. “Fue muy doloroso para todos cuando él falleció, nunca pensamos que se fuera a ir tan pronto, creímos que iba a estar muchos años más con nosotros. Fue una persona muy querida, nos dejó un dolor muy grande su ausencia, pero lo tenemos en nuestro corazón y siempre lo recordamos. En los momentos difíciles le pido primero a Dios, a él y a mi padre que nos ayuden a salir adelante y él siempre está con nosotros cuidándonos”, aseguró Norma Leticia Flores Valencia, esposa de José Fernando Barba. Fue velado en el auditorio del Instituto que presidió. El doctor Julio Barba comenta: “Ahí lo velamos porque era como su casa, queríamos que estuviera sólo un rato, pero ya no lo pudimos sacar por la gran cantidad de gente que llegó. El auditorio es para 280 personas y había más de 350, obviamente no había una funeraria que tuviera esa capacidad”. El doctor José Fernando Barba nos comparte un momento que emocionó a los asistentes durante el velorio: “Me acuerdo muy bien que un paciente de lepra lloró mucho por él. Decía que mi padre había sido la única persona que le había ayudado a superarse y lo había curado”.
“Admiraba toda su persona, toda su vida, todo su ser. Cualquier acción de él por más mínima que fuera era un ejemplo a seguir. Si Dios me diera la oportunidad de ir al cielo y me permitiera elegir como padre a uno de los personajes más brillantes que han existido en el mundo, como Mozart, Chopin, Vivaldi, Einstein, yo elegiría al mismo: José Barba Rubio.” Alberto Barba Gómez.
José Barba Rubio vivió y murió rodeado del cariño de familiares, amigos, alumnos, pacientes, a quienes siempre brindó amor, comprensión, apoyo y, por supuesto, alivio. “Viví todo lo que quise, viajé todo lo que quise, comí lo que quise. Hice todo lo que desee en la vida, no tengo nada que reprochar, nada que me haya faltado hacer”. Éstas fueron sus últimas palabras.
1895
Josef Jadanssohn realiza el primer test epicutáneo.
1898
Raymond Sabourand introdujo el agua de D’Alibour en la dermatología para el tratamiento de cierto tipo de heridas y úlceras.
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Es alguien que está en posesión de mis ojos. Los tiene desde que se cierran los portones. Los lleva en los dedos, como anillos. Los lleva como añicos de fruición y zafiro: era ya mi hermano en otoño; y ya cuenta los días y las noches. Paul Celan
Carola Durán McKinster: la dermatología pediátrica, su mejor proyecto de vida
E
l lugar donde nos cita la doctora Carola Durán McKinster es uno de los
hospitales más importantes del país: el Instituto Nacional de Pediatría. Con sus nuevas instalaciones, su avanzada tecnología y su monumental capacidad para recibir pacientes, la doctora nos comenta lo orgullosa que se siente de ejercer su profesión en el Departamento de Dermatología Pediátrica: “Somos privilegiados por trabajar en este hospital, dentro de un ambiente muy agradable”. Después de conocer algunas de las áreas del instituto, la doctora nos recibe en su oficina, donde realiza investigación, docencia o estudio de casos. Este espacio destaca por la gran cantidad de recuerdos de congresos, amigos y pacientes, y por los libros y papeles que amenazan con llenarlo todo.
A la doctora Durán McKinster no le cuesta trabajo entender su motivación para estudiar medicina: su padre fue anestesiólogo, ahora retirado, mientras que su madre fue enfermera. Y aunque tuvo ocho hermanos, en una familia muy unida, ella fue la única que decidió curar enfermos: tres de sus hermanas estudiaron diseño —gráfico o industrial—, y los demás prefirieron dedicarse al comercio. La doctora Durán McKinster en realidad siempre supo que ésa era su verdadera vocación: “Desde niña fui muy enfermiza, y eso a uno lo marca. Además, sufrí algunos accidentes que requerían de ir al hospital, así que tengo buenos recuerdos de médicos que me hicieron sentir muy bien. Y entonces me gustó repetir ese patrón que vi; desde muy chica yo sabía que iba a ser doctora, no tuve ninguna dificultad para tomar esa decisión. Cuando entré a la unam fui muy feliz, y hasta la fecha sigo practicando y ejerciendo muy contenta. Es algo que me gusta. Además es una especialidad que me ha permitido tener una vida de mamá y profesionista a la vez. Tengo dos hijas, Sofía, que es socióloga y Natalia, que está terminando la carrera de veterinaria”.
La doctora Carola Durán McKinster en la oficina que ha sido testigo de su labor como dermatóloga.
Aunque la doctora inició en la pediatría, la dermatología muy pronto llegó a su vida. “A mí me gustó mucho la pediatría; me identificaba con los niños. Ingresé al Instituto Nacional de Pediatría para hacer la especialidad, tres años, y cuando roté por
1900
Época de máximo esplendor de la radioterapia para el tratamiento local de afecciones en dermatología, ginecología y cirugía.
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El sentido del tacto En su libro When the
Snakes Awake: Animals and Earthquake Prediction, publicado en 1984, el investigador Helmut Tributsch habla de los animales como unos verdaderos maestros del tacto. Las esponjas sienten cada movimiento en el agua y las lombrices, y un gran número de insectos, perciben el mundo únicamente a través del tacto. Por otro lado, dice que los animales pueden percibir los movimientos telúricos y terremotos antes de que sucedan. Frecuentemente
el Servicio de Dermatología como pediatra me encantó el ambiente que había, de cordialidad, de compañerismo, de ciencia, pero sobre todo de cómo se deben hacer las cosas correctamente. Se respiraba la ciencia de una forma muy agradable, porque el doctor Ramón Ruiz Maldonado y la doctora Lourdes Tamayo fueron profesores excepcionales”.
“Atendemos pacientes con patología compleja. Mientras más podamos estudiarlos, mejor podremos tratarlos. Ésa es la idea, hacer investigación para poder ofrecerles excelentes tratamientos y mejor calidad de vida.” La entrada al Instituto como adscrita al Departamento de Dermatología fue gracias al doctor Ruiz Maldonado. “Él me invitó a ser parte del equipo a partir de 1989 y hasta 2002, cuando la doctora Tamayo se jubiló y me ofrecieron la Jefatura del Servicio; desde ese año hasta la fecha estoy aquí”. La doctora Durán McKinster expresa la gran admiración y el respeto que siente por sus dos grandes maestros: Ramón Ruiz Maldonado y Lourdes Tamayo, quienes crearon el Servicio de Dermatología Pediátrica: “Es un servicio muy organizado que ellos iniciaron desde 1970, cuando la especialidad de dermatología pediátrica no existía en nuestro país. Ellos hicieron un programa que actualmente ya tiene muchos años y cuenta con reconocimiento universitario. Están muy organizadas las labores de este Departamento: los residentes, ahora en formación, tienen todos los días clase, sesiones de patologías y bibliográficas, cursos internos de micología, de cirugía, lo que hace muy completa su formación”. En el Instituto, la doctora Durán McKinster trabaja con grandes colegas, pero sobre todo con amigos: “Actualmente somos cuatro dermatólogas y el profesor Ruiz Maldonado, quien es investigador nacional emérito; yo soy la Jefa de Servicio y las tres doctoras adscritas: María de la Luz Orozco, María del Mar Sáez de Ocariz y Carolina Palacios. La doctora Tamayo se jubiló en 2002, se fue a Cuernavaca y desafortunadamente para nosotros falleció en noviembre de 2006. La extrañamos mucho; fue una maestra excepcional porque era muy dedicada a enseñarnos y muy amorosa con los pacientes”.
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El fallecimiento de la doctora Tamayo fue una gran pérdida, y en el Departamento de Dermatología se le recuerda con mucho cariño. La doctora Durán McKinster siempre agradecerá la gran enseñanza que la doctora Tamayo le dejó: hacer escuela en la dermatología. Avanzar cada vez más en el terreno de lo desconocido y curar enfermedades que antes no se podía. Por ello, la especialista se ha dedicado los últimos 30 años a la docencia, a transmitir su conocimiento a las generaciones jóvenes. “Somos profesores universitarios, tenemos un programa muy completo, damos clases, hacemos investigación principalmente clínica y, sobre todo, atendemos la consulta, que es nuestra mayor enseñanza. Con mucha frecuencia vamos a congresos para presentar lo que hacemos aquí, es una muy buena manera de actualizarse, de estar siempre estudiando y buscando lo último para poder enseñar mejor un tema, un caso”. La especialista nos cuenta las distintas actividades que se organizan en el Departamento: “Tenemos en este momento seis residentes: las doctoras Angélica Carrillo, Verónica Narváez, Brenda Ramírez, Gabriela Santana, Cecilia Serrano y Vanessa Urtuzuástegui. Existen dos programas: uno que es para pediatras, que deben cursar tres años de dermatología pediátrica, y un programa para dermatólogos generales, que hacen sólo un año. Los residentes de otras escuelas de dermatología rotan uno o dos meses por nuestro servicio; asimismo, nuestros residentes de tercer año rotan por algún servicio de adultos. También tenemos muchos visitantes, cuatro o cinco por mes, que vienen de México y el extranjero. Hemos recibido a muchos latinoamericanos y nos han visitado residentes de Estados Unidos, Alemania, España, Irán, etcétera. En el servicio se han formado alrededor de cien residentes en dermatología pediátrica, desde que el doctor Ruiz Maldonado inició la especialidad en 1976, y la mitad de ellos son extranjeros, 50% son centro-sudamericanos. Hemos tenido excelentes residentes del extranjero, con los que mantenemos muy buena comunicación”. Una gran satisfacción para la doctora es descubrir las huellas que sus mentores, Ruiz Maldonado y Tamayo, han ido dejando por todo el mundo. Pruebas de ello las observa
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“De todas las especialidades, la dermatología es la más extensa, porque la patología varía mucho de acuerdo con las etapas de la vida; es muy diferente en el recién nacido o el lactante, y es abismal con la patología que presentan los adultos mayores.”
Louis Duhring y Tysser hicieron las primeras aplicaciones del citodiagnóstico a la dermatología enfermedades virales como el herpes simple y la varicela.
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se reporta que el ganado trata de escapar de los establos, que los animales domésticos se alteran y comienzan a saltar o a actuar de manera extraña, probablemente a causa de la electricidad estática del aire. La piel de los animales es mucho más seca que la de los seres humanos. Antes de un temblor hay desajustes electromagnéticos en el ambiente, lo que produce que el cabello de los animales se erice y tiemble.
en cada congreso o conferencia a la que asiste, en cada carta o llamada que la pone en contacto con esos residentes: “Continuamente nos escribimos, nos vemos en congresos internacionales, nos consultan casos, nos invitan a sus congresos nacionales, es muy agradable... Da mucho gusto verlos en sus países, repitiendo el esquema o el modelo que el doctor Ruiz Maldonado o la doctora Tamayo instituyeron en este servicio, de realizar una buena selección de residentes, unas buenas clases, una investigación, todo. Siento que copian los modelos y a la larga eso es muy bueno. La verdad es que nuestros dos maestros han hecho una escuela maravillosa, no nada más a nivel nacional, sino internacional. Creo que eso es lo más importante, hacer escuela… No es a nivel de título personal, sino de equipo: todos somos un servicio”. La práctica dermatológica en el Instituto Nacional de Pediatría se enriquece aún más con la interdisciplinariedad: “Tenemos contacto con todas las especialidades pediátricas. Todos los días nos consultan sobre niños internados que no sólo tienen algún problema de piel. Nuestra formación es muy completa, porque tenemos que ver con los neurólogos, gastroenterólogos, neonatólogos, con terapia intensiva, infectología, prácticamente con todos los servicios. Como cualquier otro instituto, somos también un centro de referencia; nos envían niños prácticamente de toda la República para el manejo de casos difíciles o poco comunes”. Esta formación heterogénea da al Instituto una gran calidad profesional y humana. Pero hay algo que preocupa sobremanera a la especialista médica: los pacientes no saben acerca del cuidado de la piel. “Es muy importante que la gente entienda que la piel es un órgano tan funcional como cualquier otro, como el hígado, como el estómago… Se daña la piel muy fácilmente, con los traumatismos, con la exposición solar, con todo lo químico a lo que estamos expuestos actualmente… La gente tiende a automedicarse mucho, a aplicarse cualquier tipo de medicamentos en crema, en ungüentos, en aceite, porque piensan que no es problema untárselos, y tienen efectos alérgicos o colaterales, o se intoxican como si los estuvieran tomando por la boca...”. De acuerdo con la doctora Durán McKinster, hay una gran desinformación entre las personas. El médico debe informar a los pacientes sobre las consecuencias que implica la negligencia o la automedicación: “Hay que educar a la población, hay que tratar de tener más conocimiento, porque actualmente se conocen mejor las propiedades y funciones que la piel realiza”.
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La dermatología, como bien indica la médica, ha crecido enormemente. Ésa es una de las grandes ventajas del siglo xxi: la tecnología ha permitido a la medicina ser más exacta en su diagnóstico. La doctora Durán McKinster menciona las diferencias entre la dermatología de hace 30 años y la actual: “La dermatología ha cambiado a pasos agigantados con la tecnología nueva, con los conocimientos de la genética y la inmunología. Antes el diagnóstico se basaba en las características clínicas, ahora son histológicos, genéticos, moleculares…”. Cuando le preguntamos a la doctora Durán McKinster sobre las diferencias entre la dermatología general y la pediátrica, no duda en respondernos: “Los niños no son adultos pequeños. Las características de la piel son distintas, las condiciones a las que está expuesto un infante y un adulto son totalmente diferentes desde el punto de vista ambiental. Las enfermedades que le dan a un niño en sus primeros años de vida —virales, parasitarias, infecciosas— son distintas a las de un adulto. Además pueden presentar alteraciones genéticas o inmunológicas, lo que hace que una misma enfermedad se manifieste de diferente manera en la edad adulta”. La pasión de la doctora Durán McKinster se trasluce en sus palabras. Está feliz de trabajar en lo que le gusta, en un lugar agradable, con colegas y amigos muy éticos y profesionales, entre ellos los doctores María de la Luz Iracheta Gerez, Cecilia Ridaura Sanz, Daniel Carrasco Daza, Francisco Espinosa Rosales, Víctor Hernández y Marco Antonio Yamazaki. Al hacerle la última pregunta, acerca de qué ha significado la dermatología en su vida, concluye: “Ha sido un proyecto de vida muy agradable, que me permite hacer lo que me gusta: viajar, tener excelentes amigos a nivel nacional e internacional… Y la verdad es que es una especialidad muy propia para alguien que gusta también de tener una vida de familia, tener otras actividades culturales y recreativas, porque no nos absorbe totalmente; uno puede tener sus horarios establecidos y el resto del tiempo disfrutar de otras cosas. Ha sido una especialidad muy adecuada para mi forma de ser, para mi personalidad”.
La especalista disfruta enormemente de su espacio laboral.
1900
Louis Brocq inventa una pomada ampliamente utilizada para el tratamiento de la psoriasis.
1903
Niels Ryberg Finsen desarrolla la actinoterapia.
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Ella es la que me arraiga en esta tierra. La que me incita a contemplar el rostro. El cielo, por las noches, y abarcar un sinnúmero de estrellas. Elías Nandino
Sagrario Hierro Orozco: el movimiento por un mejor servicio en los hospitales de México
L
a doctora Sagrario Hierro Orozco se caracteriza por su profunda
comprensión de los seres humanos y por su vasta preparación.
De padre español y madre oriunda de Real del Monte, Hidalgo, su familia se formó en el Puerto de Veracruz. Nacida el 10 de mayo de 1939, tuvo cinco hermanas y un hermano. Su vocación por la medicina no surgió desde la infancia, fue hasta la adolescencia que se evidenció su interés: “Estaba entre odontología y medicina, y me metí a medicina. Pero decir que tuve vocación desde chica destripando muñecas, no, nunca la tuve”. Hierro Orozco ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad Veracruzana. Ahí conoció a uno de sus grandes maestros: “Tuve la gran fortuna de que mi papá tenía buena relación con un médico muy prestigiado de Veracruz, el doctor Alfredo Lenz del Río, el cirujano más famoso. Mi papá casi me depositó en sus manos, y el doctor me dio la primera educación médica, de manera que estuve en quirófano casi desde el segundo año de medicina”.
Más de 40 años de trabajo incansable.
El afecto se puede sentir en el relato de la doctora. Cuando le preguntamos por algunas historias de su mentor, de inmediato los recuerdos comienzan a surgir: “Las anécdotas son muy simples: cuando ayudaba a operar si estaba viendo al suelo, el doctor Lenz volteaba y decía: ‘¿Por qué estás distrayéndote si estoy operando aquí?’, pero con otras palabras fuertes, de tipo veracruzano. Era un hombre que nunca envejecía, porque siempre tenía 52 años aunque pasara el tiempo”.
“Uno de los retos para el dermatólogo es, en primer lugar, saber la etiología de las enfermedades. El segundo reto es poder resolverles los problemas a los pacientes con una mejor calidad de vida. Y tercero, que podamos hacer labor social.” 1906
Allan Pusey desarrolla la crioterapia con nieve carbónica.
1909
Paul Ehrlich introduce el salvarsán en la terapéutica antisifilítica.
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No fue sino hasta su residencia que las mudanzas llegaron, y con ellas su segundo gran maestro: el doctor Aquiles Calles Ramírez. Hierro Orozco se trasladó a la capital, donde contactó al médico: “Decidí venir a la ciudad de México. El Hospital ‘20 de Noviembre’ del issste tenía un año de haberse inaugurado. Entré a la residencia rotatoria por medio de un examen. Después hice mi especialidad en medicina interna con mi maestro, el doctor Calles Ramírez. Estuve dos años adiestrándome en dermatología. Esto se acostumbraba en aquel tiempo; no era una especialidad conformada, regulada ni organizada como en la actualidad. Hice tres años de medicina interna, uno de residencia rotatoria y dos de dermatología”.
La piel de la Mona Lisa En el año 2008, en la Universidad de Cádiz, la dermatóloga alemana Geltrud Drandl desarrolló una tesis conjuntando su especialidad y el arte pictórico, en la cual asegura que la famosa Mona Lisa de Leonardo
Su historia, sin embargo, es distinta a la que se vive actualmente. Las residencias, en el tiempo en que la doctora estaba, se estructuraban de una manera diametralmente opuesta: “Antes, las residencias no estaban acreditadas por la universidad, sino por las instituciones. Actualmente, se necesita pasar un examen nacional para residentes, un año de medicina interna si se quieren dedicar a la dermatología, y tres años de dermatología. Pero ya están avaladas por la unam, antes eso no sucedía. Yo estuve en el famoso Movimiento Médico de 1964. Era residente. Gracias a ese alzamiento, pudimos conseguir que las residencias universitarias fueran avaladas por la universidad para tener documentos, porque no teníamos nada. Una buena residencia médica y académicamente normarnos por la universidad. Logramos todo eso”. Terminado su tiempo de residencia, la doctora Hierro Orozco se enfrentó a una disyuntiva: regresar a su lugar natal o enfrentar nuevos retos en la ciudad de México. El apoyo del maestro Calles Ramírez fue determinante para la especialista: “Mi maestro me propuso para ser médico de base, por eso ya no volví a Veracruz. Empecé como médica adscrita de base en el Hospital ‘20 de Noviembre’. Ahí me quedé e hicimos una muy buena labor. En 1979, a mi maestro lo nombraron Subdirector Médico Nacional del issste, y me llevó con él: fui Secretaria particular del Subdirector por tres años. Ya después volví. Mi maestro desgraciadamente murió, después de eso, por escalafón, obtuve la Jefatura del Servicio. Desde 1983 a la fecha sigo en ese puesto, pero con un receso: del 93 al 98 fui Subdirectora Médica. Durante ese lapso ya no estuve como Jefa de Servicio, cuando terminó ese tiempo regresé a mi plaza de base”. Su relación con el maestro Calles Ramírez fue entrañable, las palabras de la entrevistada nos lo demuestran: “Era una persona con muchas ganas de vivir. Disfrutaba
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“Si me preguntara qué cambiaría de mi vida, le diría que nada. A pesar de todas las dificultades soy feliz en mi hospital. Tengo 44 años trabajando, ya me podría haber jubilado desde hace cuatro, pero espero cumplir 50 años de estancia, de labor. Falta poquito tiempo, no hay problema.”
tanto la comida como la bebida y las pachangas; gozaba también de su trabajo. Era un médico muy exitoso en su consultorio. Fuimos también fundadores del Hospital Mocel: lo conocimos en obra negra. Estuve con él en el Hospital Mocel por 25 años. Cuando falleció me quedé todavía un buen tiempo, pero pasamos muchas cosas juntos, incluso él me ofreció quedarme como adjunta”.
“La docencia sí me gusta, soy muy pragmática, pero no ocupa una gran parte de mi vida: disfruto más la labor asistencial… Quizá sea de los pocos Jefes de Servicio del hospital que da consulta diario... Mi labor es exactamente igual a la de mis adscritos: diario veo gente con lista.” Con el ejercicio de dichos cargos, la doctora tuvo la oportunidad de impulsar ampliamente la docencia en el Hospital “20 de Noviembre”. Y, aunque se ha topado con numerosos obstáculos, nunca ha dejado de impartir clases ni de formar a jóvenes médicos: “Tengo 32 años en la universidad dando clases. Primero fue de pregrado en la Facultad de Medicina. Posteriormente tuve un receso, hasta que formé la residencia del hospital en 1987. Antes no existía, yo era la única egresada del hospital. Tengo el orgullo de haber formado la residencia ya con aval universitario”. Uno de los mayores gozos de la doctora es formar parte de un equipo cuyos miembros aprenden y se retroalimentan: “Existen 58 egresados del hospital, distribuidos por toda la República. Tenemos tres extranjeros, dos colombianos y actualmente una boliviana. De los 58 que han egresado una gran parte son mujeres, de las cuales cuatro abandonaron la dermatología, son exclusivamente amas de casa. Todos los
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La doctora Hierro Orozco ha sido una gran impulsora de la labor docente.
Bruno Bloch introduce la “prueba de contacto” que abre el camino para el diagnóstico de la alergia. Paul Ehrlich inventa el neosalvarsán que remplaza al salvarsán y es menos tóxico y más manejable.
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“A muchos médicos nos gusta la clínica, oler al paciente, tocarlo, resolverle el problema. A otros les gusta reparar los estragos que hizo un acné muy serio o algo así. Hay otros médicos que prefieren embellecer a la gente [...] pero se debe tener feeling para escoger la subespecialidad.”
demás trabajan y son exitosos. Claro, no todo ha sido color de rosa, he tenido mis problemas con los residentes, pero los he podido sortear bien. Ésa es la satisfacción que a uno le da: que sigan adelante”.
Da Vinci padecía dermatitis atópica. La curiosa aseveración parte de una investigación exhaustiva de dos años, apoyada en la observación minuciosa de las obras de las pinacotecas europeas más importantes. El detalle en el cuadro de Da Vinci permitió a la especialista germana encontrar en el rostro de la mujer indicios de hinchazón en la parte inferior de sus párpados, formado por un doble pliegue, señal de una enfermedad cutánea que suele estar acompañada por enrojecimiento, comezón intensa y sequedad en la piel.
Para la doctora Hierro Orozco el contacto con los pacientes es un elemento imprescindible en su rutina diaria: “La parte asistencial del hospital es importante. A mí la docencia sí me gusta, soy muy pragmática, pero no ocupa una gran parte de mi vida: disfruto más la labor asistencial… Quizá sea de los pocos Jefes de Servicio del hospital que da consulta diario... Mi labor es exactamente igual a la de mis adscritos: diario veo gente con lista”. La destacada trayectoria de la doctora le permite reflexionar sobre las transformaciones que ha habido en la dermatología en los últimos años: “Hay padecimientos que ahora vemos con más frecuencia. El melanoma, por ejemplo, antes era una cosa extraordinaria. Revisábamos tres al año, pero ahora es del diario. Hay enfermedades ampollosas que sí diagnosticábamos, pero no tanto. Los linfomas parece que brotan de la tierra. Si mis maestros vivieran ahora... El doctor Lenz odiaba las maniobras que se llamaban ‘cerradas’ o ‘ciegas’, porque decía: ‘No debes cortar si no ves las cosas’. Si él viviera en esta época, se volvía a morir, porque ahora todo se hace endoscópicamente: se mete un tubo y se quita la vesícula, se pasa otro tubo y se pone algo en las coronarias, o se drena un hematoma cerebral. Él se hubiera vuelto loco”. Cuando llega el turno de exponer su visión sobre la dermatología cosmética, la doctora nos ofrece un enfoque muy interesante: “Cuando empecé en la dermatología, la cosmiatría era muy desdeñada. Se veía con mucho desagrado a ese tipo de doctores. Ahora hay tantos que me pregunto en dónde estamos parados. Cuando yo inicié mi residencia en dermatología, nada más había los bloqueadores solares que se mandaban a hacer por fórmulas magistrales. Actualmente hay 300 o 400 bloqueadores… Le estoy diciendo una partecita, pero en toda la dermatología el desarrollo ha sido amplísimo. Nos tocó la época en que uno debe estudiar o se queda atrás”. Para la doctora Hierro Orozco, todas estas transformaciones son muy benéficas en ciertos aspectos. “A muchos médicos nos gusta la clínica, oler al paciente, tocarlo, resolverle el problema. A otros les gusta reparar los estragos que hizo un acné muy serio o algo así. Hay otros médicos que prefieren embellecer a la gente: ponerle pelo al calvo, quitarle la arruga a la señora, pero se debe tener feeling para escoger la
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La doctora Hierro Orozco en compañía de colegas y amigos.
subespecialidad… Por eso muchos se inclinan a la dermatología cosmética. Sin embargo, hay otras subespecialidades, como la cirugía dermatológica, la dermatopatología, que son muy interesantes; está la dermatología pediátrica… Pero digo, se necesita carácter”. Frente a la multiplicidad de desafíos que se asoman, la doctora Hierro Orozco mira con entusiasmo el panorama de la dermatología y comenta lo que deberá sortear el dermatólogo del siglo xxi: “Uno de los retos para el dermatólogo es, en primer lugar, saber la etiología de las enfermedades, que todavía no la descubrimos. El segundo reto es poder resolverles los problemas a los pacientes con una mejor calidad de vida. Y tercero, que podamos hacer labor social, para que nuestra gente esté en buenas condiciones de la piel. Hay muchas cosas por solucionar. Tenemos muchas enfermedades de tipo dermatológico a causa de la pobreza; desde la lepra, las micosis profundas, los piojos, las pulgas, las chinches, la sarna. Hay numerosas enfermedades que con campañas epidemiológicas se pueden quitar… Ésos son los retos de la dermatología”.
“La dermatología es una de tantas razones para vivir. En verdad, no me podría concebir sin hacer dermatología. Es mi pasión.” Finalmente, al preguntarle qué significa la profesión para ella, la doctora Hierro Orozco nos ilustra su fuerza y dedicación: “La dermatología es una de las razones de mi vida. Una de tantas razones para vivir. En verdad, no me podría concebir sin hacer dermatología. Es mi pasión”.
1917
La doctora Sagrario Hierro Orozco en el desfile del día 1o de mayo de 1962.
Wagner von Jauregg introduce la malarioterapia —inoculación de malaria controlada con quinina—, procedimiento que conseguía “sensibilizar” al enfermo de sífilis con parálisis general progresiva frente a los salvarsanes.
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No es que muera de amor, muero de ti. Muero de ti, amor, de amor de ti, de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma, de ti y de mi boca y del insoportable que yo soy sin ti. Jaime Sabines
Amistad y unión de talentos: María Teresa Hojyo Tomoka y Luciano Domínguez Soto
L
a doctora María Teresa Hojyo Tomoka
y el doctor Luciano Domínguez Soto son, sin lugar a dudas, dos de los dermatólogos de mayor prestigio en nuestro país. Juntos conforman una talentosa dupla cuya vasta labor perdura desde hace más de 45 años. Y esta unión también se hace patente en esta entrevista compartida. Cuando Ma. Teresa Hojyo Tomoka conoció a su futuro compañero profesional, el doctor Domínguez Soto ya tenía camino recorrido en el terreno médico. De padre comerciante y madre ama de casa, Domínguez Soto vivió sus primeros años en una amorosa familia, integrada por tres hermanas y un hermano. Su vocación lo guió desde pequeño hacia la medicina: “Nunca pensé estudiar otra profesión, quizá por las expresiones de mi madre de: ‘Me gustaría que fueras doctor’. Además, en la actualidad, estoy consciente de que no hubiera podido ser otra cosa. Me considero totalmente inhábil para cualquier oficio o profesión que no sea la medicina y más específicamente la dermatología”. Domínguez Soto cursó sus estudios en la Facultad de Medicina de la unam, y en sus últimos años decidió entrar a la dermatología. Su motivación, como él mismo lo indica, fue contraria a la de la mayoría de los doctores: “Escogí la dermatología un poco porque no sabía nada de ella; la verdad, en aquel entonces, siendo totalmente ignorante,
1920
Unidos por la dermatología desde hace más de 40 años.
Sazerac y Levaditi comienzan a emplear bismuto para el tratamiento de la sífilis. Aaron Benchetrit introduce el aceite de Chaulmoogra, sustancia vegetal procedente de la India. Fue la única medicación existente en la época, cuya administración desencadenaba un gran número de efectos secundarios.
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Cicatrices con significado Una forma de dejar una huella eterna en el cuerpo es por medio de las escarificaciones, que son cortes superficiales en la piel que dejan una cicatriz permanente. Estas marcas son más antiguas que los tatuajes y son muy comunes en África, donde señalan que una mujer está preparada para casarse. Para algunos indios norteamericanos es un símbolo de fuerza y valentía. En Etiopía, las mujeres de la tribu Karo, con cicatrices en el torso y pecho, se consideran
me atraía porque no había urgencias. Pero si el día de hoy me preguntaran: ‘¿Quieres ser algo diferente?’, definitivamente diría que no. Soy dermatólogo autodidacta, en mis tiempos todavía no había residencias, lo que pude aprender fue total autoaprendizaje. Me gradué en 1954 y las residencias empezaron en 1961, así que no tuve oportunidad de realizar ninguna”. La doctora Hojyo Tomoka nació también en una familia unida. De raíces japonesas, su padre emigró de Japón a Estados Unidos para estudiar una especialidad en odontología, pero al conocer Nogales se asentó allí definitivamente. Su madre era mexicana de nacimiento pero de padres japoneses, provenía de un pueblito llamado El Tigre, muy cerca de Nacozari. Ambos se conocieron y se casaron en Nogales, donde tuvieron a sus ocho hijos. Sin embargo, muy pronto Ma. Teresa y su familia tuvieron que mudarse a la ciudad de México, confinados durante la Segunda Guerra Mundial. Es de sobra conocido que México, por solidaridad con Estados Unidos, participó en esa guerra contra el Eje Alemania, Italia y Japón. Desde entonces, la doctora Hojyo Tomoka ha vivido dichosa en el Distrito Federal. Al momento de ingresar a la unam, la doctora Hojyo Tomoka tuvo también muy clara su vocación, principalmente por la influencia de su padre: “Mi padre nos inculcó que teníamos que estudiar, y que lo único que podía dejarnos era una profesión; por eso es que escogí medicina. Yo quería ser como él, dentista, pero por alguna razón no deseaba que sus hijas lo fuéramos. Las mujeres tuvimos que ir escogiendo otras carreras: la hermana mayor fue química farmacobióloga, la que sigue fue contadora pública, luego sigo yo como médica y la que sigue también es médica. Sólo la más chica no llevó a cabo ninguna carrera universitaria”. Fue precisamente en el Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales donde la doctora Hojyo Tomoka y el doctor Domínguez Soto se conocieron. Él ya estaba graduado como especialista e impartía clases de dermatología; ella todavía cursaba sus estudios de licenciatura. El doctor Domínguez Soto causó una honda impresión en la doctora Hojyo Tomoka. Una de las anécdotas más relevantes de su relación se sitúa en esa clase de dermatología: “En mi segunda clase de Clínica dermatológica, el doctor me preguntó qué eran unas lesiones y no le supe responder. Me dijo: ‘La voy a reprobar porque usted
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no estudia’. Eso, como alumno, no se olvida. Él asegura que no se acuerda, pero eso me dijo y yo aún lo recuerdo. Desde entonces llevamos 47 años de conocernos”. Los doctores Domínguez Soto y Hojyo Tomoka volvieron a encontrarse en el Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales. El doctor Domínguez Soto trabajaba allí, y la doctora Hojyo Tomoka llegó a escribir su tesis de licenciatura. Ambos laboraban bajo las órdenes del doctor Antonio González Ochoa, que en aquel tiempo era el Jefe del Servicio y se dedicaba a la micología. Cuando la doctora Hojyo Tomoka se graduó, estuvo ausente durante dos años para realizar su residencia en medicina interna, posteriormente regresó al Instituto a cursar la especialidad de dermatología y se quedó como parte de la planta de adscritos al Servicio de Dermatología y Micología. En esa época, los doctores Domínguez Soto y Hojyo Tomoka estuvieron juntos muy poco tiempo, ya que el doctor Albert Kligman le ofreció a la doctora Hojyo una beca como investigadora clínica de dermatología, en la Universidad de Pensilvania, en Filadelfia, ee. uu. Ella, sin dudarlo, aceptó. El doctor Kligman era uno de los médicos más prestigiados del
1921
La docencia ha sido una de sus actividades más gratificantes. Mayo de 2006.
Se empieza a utilizar la vacuna BCG, creada por Albert Calmette y Jean-Marie Camille Guérin, para el tratamiento profiláctico de la lepra.
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La doctora Hojyo Tomoka y el doctor Domínguez Soto rodeados de sus alumnos.
mundo dermatológico internacional, tenía un amplio reconocimiento por sus innumerables trabajos y libros publicados. Haber recibido una invitación de este personaje representaba para ella un verdadero honor.
particularmente atractivas y sensuales. Otra escarificación cultural muy conocida es la realizada por las tribus aborígenes de Papúa, Nueva Guinea, donde los hombres entre los 17 y 18 años se someten a este ritual para ser considerados miembros dignos de la tribu. La escarificación es un ritual bastante doloroso y ampliamente practicado por casi todas las tribus aborígenes cuyos integrantes sean de piel oscura, pues en ellos el tatuaje no es visible. Ha sido usada
Inicialmente la beca era por un año, pero la especialista residió en la Unión Americana tres en total, los cuales fueron determinantes en su vida profesional: “A los tres años, el doctor Domínguez Soto me empezó a llamar para que regresara, y el doctor Kligman también me decía: ‘Mira, ya llevas tres años. Dos más y ya hasta puedes solicitar la ciudadanía y te incorporas al staff de la universidad’. Eran dos cosas que tenía en el corazón y me planteaban un importante dilema, pero siempre gana la nostalgia. Entonces me regresé y estuve cuatro años en el Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales”. Aunque trabajaron juntos en dicho Instituto durante cuatro años, los especialistas tenían la sensación de estar haciendo algo poco productivo. Los oprimía lo cerrado de ese ambiente. El doctor Domínguez Soto llevaba 23 años laborando ahí, y la doctora Hojyo Tomoka cuatro de haber regresado. Ambos sentían que podían dar mucho más; por ello, decidieron aventurarse a nuevos horizontes. La doctora Hojyo Tomoka nos relata: “En ese momento dijimos: ‘Hay que salir a algún sitio donde podamos trabajar y realizarnos’. Entonces nos encontramos este lugar, el Hospital ‘Dr. Gea González’, que tenía cuatro años de haberse convertido en un hospital general, porque antes trataba solamente enfermedades respiratorias. Nosotros nos dimos cuenta de que faltaban médicos en algunas especialidades, y una de ellas era precisamente la dermatología. Fue a partir del 6 de octubre de 1977 que fundamos este departamento de dermatología, al que coloquialmente se le conoce como Dermagea”. Los desafíos de erigir un servicio eran enormes, pero los especialistas médicos no se desalentaron. Con muchos esfuerzos y con la ayuda invaluable del doctor Fernando Ortiz Monasterio pudieron iniciar su labor y comenzar a desarrollarse; contaron, además, con la valiosa colaboración de la excelente enfermera Eloísa Gallardo, proveniente también del mismo Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales. Después de la exitosa creación del Servicio de Dermatología, el paso inmediato se tomó cuando llegó la doctora María Elisa Vega Memije, en 1983. Con su arribo, el doctor Domínguez Soto logró que la Secretaría de Salud autorizara la creación de una residencia de la especialidad en el hospital. Además, el doctor gestionó el permiso
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para que el curso de posgrado fuera avalado por la unam. A partir de 1983 iniciaron las residencias de dermatología en el Hospital General “Dr. Manuel Gea González” y continúan hasta la fecha. El número de residentes, afirma la doctora Hojyo Tomoka, ha sobrepasado sus expectativas; a lo largo de 30 años han desfilado por el servicio aproximadamente 100 estudiantes, 80 nacionales y 20 extranjeros. La exposición del doctor Domínguez Soto demuestra su satisfacción: “Estamos muy orgullosos: en la actualidad tenemos ocho médicos adscritos, todos ellos muy brillantes, muy bien preparados, con estudios de posgrado en el extranjero. Realmente creemos que contamos con un buen servicio, porque tenemos la fortuna de escoger gente joven, entusiasta, con deseos de superarse. En cuanto a nuestros residentes, los seleccionamos año con año en el mes de octubre, anterior al inicio del año académico, así tenemos la oportunidad de escoger lo mejor de lo mejor.
Fotografía de mayo de 2006.
El éxito del servicio, de acuerdo con el doctor Domínguez Soto, se debe primordialmente a la dedicación y al entusiasmo de los residentes. Algunos de ellos, por supuesto, se quedan en el camino, mas esto no es un patrón común: “Nos podemos equivocar, pero esto no es frecuente, por fortuna, ya que en general llegan los mejores promedios de toda la República. Tenemos ese orgullo y esa pena, porque cuando tienes que elegir a tres, cuatro o cinco de entre 50 de los mejores, entonces es muy difícil poder hacer una selección perfecta”. La docencia es un campo muy importante para los especialistas médicos. Además de la investigación y la asistencia, en Dermagea se procura que los residentes tengan una formación integral. Por eso es que los doctores Domínguez Soto y Hojyo Tomoka han insistido siempre en la impartición de conocimientos actualizados de la especialidad. Esto, empero, no funciona en el sentido clásico. El doctor Domínguez Soto
1928
Se comercializa el primer bloqueador solar que contiene salicilato de benzilo y cinamato de benzilo.
1929
Alexander Fleming descubre la penicilina, en el St. Mary’s Hospital de Londres.
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ancestralmente como un ritual de paso a la madurez o como un símbolo de estatus y belleza.
nos lo explica: “Los temas expuestos en cada sesión o seminario tienen siempre una característica: son totalmente interactivos. Los residentes tienen programas previamente elaborados, el temario con sus diferentes variantes se reparte con anterioridad y ellos se encargan de prepararlo y exponerlo, presentan sus clases y nosotros estamos ahí para poder hacer algún comentario, alguna corrección o algún agregado, gracias a lo que nos ha dado la experiencia. Todos los días tenemos la discusión de casos problema para que haya opiniones de lo que se puede hacer. En definitiva éste es un hospital de enseñanza. Nuestras dos principales preocupaciones, a lo que nos debemos, son el paciente y el residente. Un buen servicio se verá a través de sus residentes, en ellos descansa la mayor parte del diario quehacer asistencial”. Una de las razones del éxito en el Servicio es la capacidad de sus residentes, afirma el doctor Domínguez Soto; la otra, el amor que le profesan a su segunda casa, el Hospital General “Dr. Manuel Gea González”. De hecho, los alumnos mantienen un contacto cercano con las actividades del hospital y organizan diversas acciones en beneficio de la dermatología: “Con respecto a nuestra plantilla de médicos adscritos, cinco son ex residentes de Dermagea y ahora pertenecen a esta institución como especialistas. En provincia tenemos a muchos de nuestros ex residentes. Organizamos cursos de dermatología para médicos generales familiares con la participación de los especialistas de esa población, que son nuestros ex alumnos. Como parte de nuestro trabajo, nuestra labor formativa no se reduce a los residentes que van a hacer la especialidad en Dermagea, también vienen de otras instituciones, de otras ramas de la medicina, porque quieren estar dos meses para saber algo de dermatología. Hemos tenido extranjeros de Centroamérica, Ecuador, inclusive de Estados Unidos. Vienen por periodos cortos. Ésa es otra forma de hacer labor de enseñanza y también el tener cursos de pregrado. Se tienen cursos muy especializados, como por ejemplo, en colaboración con la uam, un diplomado de patología bucal que también se lleva a cabo aquí. Además, y en primer lugar, cursos de alta especialidad en cirugía dermatológica y a partir de 2009 en dermatopatología, ambos dirigidos exclusivamente a dermatólogos certificados”. Los empeños del doctor Domínguez Soto y la doctora Hojyo Tomoka, como se puede ver, han sido muy loables. Sin embargo, el especialista considera que es necesario redoblar esfuerzos para que el dermatólogo mexicano pueda ocupar el lugar que le corresponde: “Insistimos, debería haber una mayor labor multidisciplinaria que re-
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“El reto es hacer una mejor dermatología y estar siempre al día. Ahora es menos difícil, porque la tecnología actual permite al dermatólogo prepararse mejor. El dermatólogo puede tratar de destacar más ante sus compañeros de otras especialidades, hacer ver que sabe medicina y que puede descubrir signos claros del problema, pues siempre tendremos algo que enseñar a colegas de otras ramas de la medicina, pero también tenemos que aprender mucho de ellos. Eso es de gran trascendencia y no hay que menospreciarlo, pues lo ideal es que se tenga en mente que la medicina institucional debe ser multidisciplinaria.” Doctor Luciano Domínguez Soto
conozca al dermatólogo en lo que hace y se le invite a compartir experiencias con otros especialistas, esto será siempre en beneficio de la institución, pero sobre todo del enfermo. Frecuentemente sucede que de problemas serios de tipo sistémico, la primera manifestación puede darse en la piel. Es triste decirlo, pero el único capaz de diagnosticar y tratar un problema de piel es el dermatólogo, y eso acontece no sólo en nuestro país, sino también en naciones de primer mundo como Estados Unidos. Pensar que el dermatólogo nada más sabe de piel y que nada más sabe poner nombrecitos diferentes es un error; el dermatólogo en la actualidad es el médico mejor preparado desde el punto de vista de medicina, pues, como ya se ha abundado, es el primero que va a enfrentar los daños de ese órgano-frontera que es la piel.” El amor por la dermatología ha unido a la doctora Hojyo Tomoka y al doctor Domínguez Soto. Al preguntarle a la doctora sobre su mentor, sus palabras nos demuestran el inmenso afecto que siente por él: “Ha sido mi amigo, mi compañero de trabajo, mi maestro; yo soy dermatóloga por él, porque él fue el primero en orientarme. Y siempre ha estado en mis ratos más difíciles. Es una persona que sabe organizar y dirigir. Sin él aquí, yo creo que todos nos bloquearíamos. Es muy disciplinado, muy insistente, eso es lo que necesita todo mundo… Lo único que no le puedo aprender es que él sí sabe cómo conseguir todos los donativos, y eso también es muy importante, ya que el hospital carece de fondos suficientes para ayudar. Todo es pensando en los jóvenes. Si hay dinero es para becas, cursos y material didáctico. Se le ha llegado
1930
El doctor Luciano Domínguez Soto destaca por ser sumamente disciplinado.
En Estados Unidos, Earl C. Padgett inventa el primer dermatomo con el que es posible lograr injertos de piel.
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“En 30 años de enseñanza hay muchachos muy buenos… Lo que es satisfactorio para el doctor y para mí es que a todos les ha ido muy bien en su especialidad, y que están haciendo excelentemente su trabajo en el sitio donde están. Eso es lo que más nos satisface, que salgan bien preparados.” Doctora Ma. Teresa Hojyo Tomoka
Para la doctora Hojyo Tomoka, el doctor Domínguez Soto ha sido su maestro, su compañero de trabajo y su gran amigo.
a pedir que sea director de este hospital, pero él siempre contesta: ‘Yo creo que para eso sí me siento totalmente incapaz’ ”. Y es que el doctor Domínguez Soto no sólo se desenvuelve en el campo profesional de una manera generosa, todos los ámbitos de su existencia demuestran su calidad humana. Su amable esposa, doña Judith Cherit de Domínguez, quien accedió a darnos un testimonio de su marido, lo caracteriza perfectamente como buen esposo, buen hijo y buen padre. “Como esposo ha sido maravilloso”, nos comenta, y destaca que todo lo que ha aprendido a su lado ha sido excepcional —viajes, arte, cultura, cocina…— y un reflejo de las cualidades que distinguen al doctor Domínguez Soto. La doctora Hojyo Tomoka es una gran mujer en todo el sentido de la palabra. Su familia y sus discípulos la describen como una persona honesta, cariñosa y comprensiva. La amistad que se ha forjado a lo largo de los años entre ambos doctores es, claramente, a prueba de todo. Para los dos su gran pasión en la vida es la dermatología; el doctor Domínguez Soto asegura que esta disciplina es su fundamento: “Yo diría que todo lo que nunca imaginé llegar a tener lo he logrado gracias a la dermatología. Tengo la fortuna de tener una familia que me ha apoyado en todo, mis padres, mi esposa, mis hijos. Esta especialidad es casi todo para mí y a ella le debo que haya podido alcanzar mis metas: yo vivo en la dermatología, pienso en la dermatología y sueño con la dermatología”. Por su parte, la doctora Hojyo Tomoka asevera: “A mí me apasiona la dermatología. Cuando reviso a los pacientes se me olvida que son enfermos, entablo con ellos una relación, les explico lo que tienen, disfruto estar con ellos. No es una profesión que yo realice sólo con fines de lucro. Es algo mucho más valioso que no da ninguna otra profesión: sentir una gran alegría cuando logro curar a mis enfermos”. Esta pasión se ha transmitido a través de las generaciones. El doctor Domínguez Soto tiene dos hijos médicos; su hija Judith Domínguez Cherit es una distinguida dermató-
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loga que ha presidido la Sociedad Mexicana de Cirugía Dermatológica y Oncológica, A. C. Por su parte, la doctora Hojyo tiene tres sobrinos estudiando medicina. Para concluir, los especialistas hacen un merecido reconocimiento a quienes forman parte de su equipo de trabajo en la asistencia, docencia e investigación. Es gracias al esfuerzo de todos ellos que la División de Dermatología funciona óptimamente:
María Elisa Vega Memije, jefa de la Sección de Dermopatología.
Sonia Toussaint Caire, adjunta a la Sección de Dermopatología.
Roberto Arenas Guzmán, jefe de la Sección de Micología.
Elsa Vásquez del Mercado, adjunta de la Sección de Micología.
Judith Domínguez Cherit, jefa de la Sección de Dermatología Quirúrgica.
Verónica Fontes Ávalos, adjunta a la Sección de Dermatología Quirúrgica.
Rosa María Lacy Niebla, jefa de la Sección de Fotobiología.
José Contreras Ruiz, director de la Clínica multidisciplinaria de Heridas y Estomas.
Los doctores Hojyo y Domínguez comparten logros y reconocimientos.
Los doctores Hojyo Tomoka y Domínguez Soto, realizados en su trabajo, no podrían imaginar un panorama más feliz o pleno que el suyo. Satisfechos de haberse conocido y haber fundado Dermagea, hoy recogen los frutos de su labor: el profundo agradecimiento de residentes, enfermos, familiares, colegas y amigos.
1932
Frits Zernike inventa el microscopio de fase.
1933
Louis Brocq introdujo la cucharilla de exploración que lleva su nombre.
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Vivo en mi hogar como vivo en mi piel: conozco pieles más hermosas, llamativas, extensas y resistentes; sin embargo, sería muy extraño cambiarlas por la mía. Primo Levi
Un pionero de la dermatología: conversación con el doctor Pedro Lavalle Aguilar
E
l doctor Pedro Lavalle Aguilar es una de las grandes leyendas de la der-
matología. Su larga carrera y sus innumerables discípulos confirman la extraordinaria trayectoria de un médico dedicado y generoso. A sus 91 años, el doctor Lavalle Aguilar está retirado; sin embargo, asiste regularmente a las sesiones tanto del Centro Dermatológico Pascua como de la Sociedad Mexicana de Dermatología, así como también a algunos congresos o reuniones de su especialidad. Ingresó a la Academia Nacional de Medicina en 1965 con el trabajo “Nuevos datos sobre la etiología del micetoma en México y sobre su patogenia”. Actualmente es miembro titular. Por su destacada biografía, llegamos a creer que sería imposible conseguir una entrevista con él. Sin embargo, fue un asunto mucho más sencillo de lo que parecía. Gracias a la mediación del doctor Miguel González, quien amablemente nos puso en contacto con él, tuvimos la oportunidad de entrevistarlo y, sobre todo, de recibir la hospitalidad que caracteriza a los Lavalle Aguilar —su hermana y él. El doctor Lavalle Aguilar nos cita en su domicilio particular. El especialista entra muy pronto en conversación cuando le explicamos que nos interesa su historia y se dispone cordialmente a relatarnos todos los pormenores de su vida académica. Comienza, por supuesto, con la figura de su padre: “Mi padre, el profesor Roberto Lavalle Navarro fue químico farmacéutico. Tenía una farmacia en Orizaba, fue profesor de Química en la preparatoria y en el Centro Educativo Obrero —ceo — de Orizaba y estableció el primer laboratorio de análisis clínicos en dicha ciudad, a principios del siglo xx. Además, era el farmacéutico del Hospital Civil de Orizaba, acompañaba a los médicos en su visita a los enfermos, quienes le indicaban las fórmulas que debía preparar para cada caso”.
El doctor Pedro Lavalle Aguilar en su laboratorio.
La profesión de su padre impresionó hondamente al doctor Lavalle Aguilar. Durante su infancia vivió muy de cerca las experiencias de él, de manera tal que se vio poco a poco guiado hacia la medicina, por una vocación que se manifestaría años después y
1935
Edward Calvin Kendall crea la cortisona.
1938
Ernst Boris Chain trabajó en el aislamiento de la estructura química de la penicilina y otros antibióticos naturales.
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Libros de piel
que lo llevó a estudiar dicha carrera en la unam, donde recibió su título profesional en octubre de 1944.
En la biblioteca de la
Así recuerda y narra el doctor Lavalle Aguilar los momentos más trascendentes de su trayectoria: “En el sexto año de la carrera, cuando cursaba la materia de Dermatología en el servicio de esta especialidad, en el Hospital General de México, tenía la obligación de hacer la historia clínica de un paciente. El doctor Francisco Hernández Zurita, adscrito a dicho servicio, me asignó el caso de un campesino de Campeche que presentaba leishmaniasis cutánea, de la variedad conocida en el sureste del país como úlcera de los chicleros, ya que se presenta en los recolectores de chicle expuestos a la picadura del mosquito transmisor. Por esta circunstancia, el caso me impresionó de tal manera que decidí ser dermatólogo. Fue entonces que conocí al doctor Jorge Millán Gutiérrez, del grupo del doctor Fernando Latapí, ya considerado como el maestro líder de la dermatología en México. Como el doctor Millán Gutiérrez daba una consulta de dermatología en el dispensario de Salubridad ubicado en Arcos de Belén, comencé a asistir a esa consulta dermatológica a la que acudían pacientes en gran número, ya que en aquella época apenas empezaba el Seguro Social.
Universidad Brown, en Estados Unidos, pueden presumir de contar entre su acervo con un libro de anatomía del cual se desprende una peculiaridad: su pasta ha sido pulida y curtida hasta tener un fino color castaño dorado, un trabajo que, a simple vista, asemeja al cuero, pero al mirarlo con detenimiento es posible saber que se trata de piel humana. Aunque parezca grotesco, la práctica de empastar libros con piel humana data de varios siglos de antigüedad. Esta técnica es conocida como encuadernado
”Poco tiempo después (1945), un amigo, el doctor Braulio Peralta, me llevó al Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales, donde había varios laboratorios de distintas ramas, entre ellos el de micología, cuyo jefe era del doctor Antonio González Ochoa, y que era el único al que hasta entonces no se le había asignado ningún médico para su formación, de tal suerte que sin ningún trámite fui admitido en dicho laboratorio, donde permanecí hasta marzo de 1948. En esos años recibí el entrenamiento práctico en Micología, principalmente por las profesoras Catalina Orozco y Ángeles Sandoval. Durante el tiempo que asistí a Tropicales y después, nunca perdí el contacto con el maestro Latapí, ya que desde 1944 acudía a las sesiones del Servicio de Dermatología del Hospital General de México y a partir de 1951 al Centro Dermatológico Pascua, también bajo la dirección del doctor Latapí. Este maestro era ya una autoridad internacionalmente reconocida como leprólogo; en 1948 fundó la Asociación Mexicana de Acción contra la Lepra, impulsó nuevas ideas sobre esta enfermedad: su poca contagiosidad, sólo en convivencia prolongada con enfermos infectados —lepromatosos—; la inutilidad de aislar a los enfermos en leprosarios; la necesidad de que el leprólogo sea dermatólogo para realizar un diagnóstico precoz y un tratamiento con los nuevos medicamentos realmente eficaces: las sulfonas”.
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“El doctor Francisco Hernández Zurita me asignó el caso de un campesino de Campeche que padecía leishmaniasis cutánea, conocida como úlcera de los chicleros, ya que se presenta en los recolectores de chicle expuestos a la picadura del mosquito transmisor; el caso me impresionó de tal manera que decidí ser dermatólogo.”
Estas ideas no fueron aceptadas con facilidad debido a los prejuicios de siglos que, sin embargo, eran los que dominaban en los programas oficiales de lucha contra la lepra. Fue una revolución en el sentido de abolir los leprosarios, esos lugares tétricos en donde se encerraba a los enfermos de por vida. “Yo ingresé a la Asociación Mexicana de Acción contra la Lepra, A. C. —amal— poco tiempo después de su fundación, y se me asignó el cargo de presidente de la Comisión de Estudios y Enseñanza que desempeñé durante 30 años. ”En marzo de 1948 obtuve mi primer puesto oficial como dermatoleprólogo de la Secretaría de Salubridad y Asistencia, por lo que mi relación con el profesor Latapí continuó y en 1953 me envió a Francia. Al llegar a París a fines de octubre, después de asistir al vi Congreso Internacional de Leprología en Madrid, España, en el que comuniqué un caso de micobacteriosis cutánea ulcerosa por M. ulcerans, que fue el primero en México y en el continente americano y octavo en el mundo (P. Lavalle, Marques Iturribaría F. y Middlebrook G., 1953), tras los seis primeros casos australianos —McCallum et al., 1948— y el séptimo del Congo —Van Oye y Ballion, 1950.
Durante el v Congreso Mexicano de Dermatología.
”En París ingresé al Servicio de Dermatología del Hospital Saint-Louis, que era un lugar de prestigio mundial de la dermatología, a cargo del profesor Robert Degos; y asistía al Laboratorio de Micología, a cargo del profesor Emile Rivalier, discípulo de Raymond Jacques Adrien Sabouraud —considerado el padre de la micología. Ahí conocí a Ricardo Zapater de Argentina, quien estaba haciendo una estancia en el Service de Mycologie del Instituto Pasteur al que me llevó y me presentó con los profesores Gabriel Segretain, jefe del Servicio, Eduardo Drohuet y François Mariat. Este último fue designado por Segretain para que se hiciera cargo de mi adiestramiento, asistía todos los días a su laboratorio. Durante mi trato diario con Mariat no sólo hablábamos de micología, sino de otros temas, yo le platicaba de México, de su historia, de su cultura y desarrollo, por lo que en él despertó un gran interés por el país y deseó venir, lo cual consiguió algún tiempo después, culminando así una relación amplia y estrecha entre el Instituto Pasteur y la micología mexicana. Este vínculo
1938
Aparición del microscopio electrónico.
1939
Harry M. Brown crea el dermatomo eléctrico, con el que es posible la extracción de piel con precisión y relativa rapidez.
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El doctor Lavalle Aguilar en la tranquilidad de su hogar.
antropodérmico; para encuadernar los textos se buscaban cuerpos que no habían sido reclamados o miembros amputados de personas. Además del texto mencionado, el inmueble, ubicado en Rhode Island, preserva dos ediciones de The Dance of Death, un libro moralista que data del siglo xix, forrado con cuero de origen humano. Asimismo, un ejemplar del Corán, que se encuentra en la Biblioteca Pública de Cleveland, es considerado un tomo bastante raro, pues se estima que su pasta fue recubierta por la piel de su último propietario, un líder tribal árabe.
se sostuvo por muchos años mantenido por viajes periódicos del profesor Mariat a México, quien generalmente venía acompañado de su esposa Denise, lo que fue un factor importante en la relación amistosa, casi familiar, entre nosotros; y yo iba a París a participar en la enseñanza de la micología en el Instituto Pasteur y en otros centros universitarios no sólo de Francia, sino de otros países como Suiza, Alemania, Bélgica, Holanda, Finlandia, etcétera. Muy importante en esta relación fue el intercambio de nuestros alumnos, ya que algunos de ellos vinieron a hacer estancia en nuestras instituciones médicas, así como jóvenes mexicanos iban a prepararse en micología al Instituto Pasteur. El doctor Mariat escribió alguna vez que nuestro proyecto había dado frutos, ya que hubo discípulos que siguieron la misma trayectoria, no solamente en México, sino en otros países latinoamericanos: Guatemala, Costa Rica, Venezuela, Colombia y otros”. Toda esta escuela de micología se dio desde México. El profesor Mariat recibió varias distinciones, como su nombramiento de miembro honorario de la Academia Nacional de Medicina. Por su parte, el doctor Lavalle Aguilar fue distinguido por el Gobierno francés con la Medalla de Caballero de la Orden Nacional del Mérito, en 1992. No es posible dar un panorama sobre el desarrollo de la dermatología en México sin mencionar el papel que ha tenido la Sociedad Mexicana de Dermatología, fundada en 1936 por iniciativa del profesor Fernando Latapí y el doctor Roberto Núñez Andrade, que se ha extendido por todo el país como factor importante de la enseñanza de la dermatología, al realizar sesiones ordinarias teóricas —que actualmente se efectúan el primer jueves de cada mes— y sesiones clínicas el tercer jueves en el Centro Dermatológico Pascua. Desde 1961 organiza los Congresos Mexicanos de Dermatología, que tienen lugar cada dos años en diferentes ciudades del país; el primero fue en la ciudad de México y nunca se han interrumpido, salvo en el año 1977 cuando se celebró en México el Congreso Internacional de Dermatología. Es así que el xxiii Congreso Mexicano de Dermatología se llevó a cabo en Guadalajara, Jalisco, del 19 al 23 de agosto de 2008. “Como miembro activo de la Sociedad Mexicana de Dermatología a la que ingresé en octubre de 1949, he tenido la oportunidad de desempeñar algunas acciones importantes como presidente de la misma en dos periodos (1956-1958 y 1960-1962). Igualmente organicé y presidí el v Congreso Mexicano de Dermatología del 16 al 20
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“François Mariat se hizo cargo de mi adiestramiento, asistía todos los días a su laboratorio, inició así una relación de trabajo y amistad que fue creciendo, ya que Mariat no sólo era una persona muy sabia en su materia, sino también muy bondadosa y dotada de un gran don de gentes.”
de octubre de 1969. He asistido a los 23 congresos mexicanos de dermatología que hasta la fecha se han realizado. Como miembro de la Internacional Society of Human and Animal Micology —isham— y con la participación de la Sociedad Mexicana de Dermatología, organicé el ii Simposio Internacional de Micetomas, en Taxco, Guerrero, del 16 al 20 de octubre de 1987, que congregó a 52 delegados mexicanos y 27 delegados extranjeros de Francia, Alemania, Italia, India, Macau, Costa de Marfil, Niger, Sudán, Estados Unidos, Costa Rica, Ecuador, Puerto Rico y Venezuela”. Otra actividad que realizó el doctor Lavalle en Europa, en su primer viaje, fue asistir al viii Congreso Internacional de Botánica, durante el que se fundó la isham por los micólogos asistentes, quienes firmaron el acta constitutiva. Además de lo mencionado, destacan entre sus acciones internacionales: la asistencia al Simposio sobre hongos y micosis —Fungi and Fungous Diseases— realizado por la New York Academy of Medicine, en 1961, en el que presentó el tema “Agents of mycetomas”, publicado en las memorias de esa reunión. En 1962 asistió a la reunión de dermatólogos de lengua francesa que se realizó en Quebec, Canadá, donde hizo una revisión de los tratamientos en actinomicetomas, principalmente los debidos a Nocardia brasiliensis. En el x Congreso Ibero-Latinoamericano de Dermatología, Río de Janeiro, Brasil, abril de 1983, organizó una mesa redonda sobre terapéutica de las micosis. Para concluir la entrevista, el doctor Lavalle Aguilar mencionó a sus alumnos más destacados durante su labor como docente: “Fueron numerosos mis alumnos tanto de México como de otros países. Entre ellos puedo mencionar a Roberto Arenas, jefe de Micología en el Hospital ‘Dr. Manuel Gea González’; Alejandro Bonifaz, al frente del Laboratorio de Micología del Servicio de Dermatología del Hospital General de México. Finalmente, me referiré a María del Carmen Padilla, quien se desempeña como jefa del Servicio de Micología del Centro Dermatológico Pascua y a quien yo considero mi discípula estrella por su fidelidad a mis enseñanzas”.
El doctor Lavalle Aguilar con su entrañable amigo y maestro, el doctor François Mariat.
1941
Se introducen las sulfonas para el tratamiento de la lepra.
1942
Daniel Bovet crea el primer antihistamínico de uso clínico, Antergan. Aparece la primera publicación del uso del ultrasonido en el diagnóstico médico.
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Tu corazón a flor de piel, tus manos, tu sonrisa perdida alrededor de un grito, ese tu corazón de nuevo, tan pobre, tan sencillo, y ese tu andar buscándome por donde yo no he ido. Jaime Sabines
Manuel Malacara de la Garza: recuerdos de la vida en el Centro Dermatológico Pascua
C
uando llegamos a la casa del doctor Manuel Malacara de la Garza, el re-
cibimiento es muy caluroso: de inmediato sentimos la alegría y amabilidad de él y de su esposa Lolita, quien le acompaña. Rápidamente entramos en conversación; el médico nos relata los pormenores de su trayectoria académica, gustoso de compartirnos algo de su experiencia de vida. Nos cuenta el doctor Malacara de la Garza que nació en Monclova, Coahuila, en marzo de 1922, donde inició la primaria, pero en vista de que su padre era ferrocarrilero y lo cambiaban de residencia, continuó sus estudios en Monterrey, en San Luis Potosí y finalmente en la Escuela Nacional de Medicina de la unam, ubicada entonces en la plaza de Santo Domingo. Cuando cursó la cátedra de dermatología, el profesor Fernando Latapí lo alentó y apoyó para que se decidiera por esta especialidad. Su respaldo y ejemplo fueron invaluables para su vida profesional y académica; posteriormente, ya como médico, lo invitó a integrarse al Centro Dermatológico Pascua, del que era director. A fines de 1982, su amiga de siempre, la doctora Obdulia Rodríguez, quien para ese entonces ocupaba la dirección, lo nombró jefe de Consulta Externa, puesto que desem peñó hasta su jubilación en febrero de 1996.
El doctor Manuel Malacara de la Garza en la biblioteca del Centro Dermatológico Pascua.
Este Centro le brindó al doctor Malacara de la Garza grandes satisfacciones, tanto laborales como personales. Al respecto nos comenta: “Estuve en el Pascua 45 años (1953-1998) y en el Hospital Colonia de Ferrocarriles Nacionales de México, 23 (19591982). Este último por influencia de mi papá, quien quería a toda costa que su hijo
1943
Comienza la producción comercial de la penicilina en Estados Unidos.
1948
Los corticoides se empiezan a usar como parte del tratamiento contra la artritis reumatoide.
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Durante el xix Congreso Mexicano de Dermatología (Tampico, 2000), en compañía de los doctores Zermeño Navarrete, Amado Saúl y Ramón Ruiz Maldonado.
Longevo, paciente y brillante Agostino Bassi, uno de los pioneros de la parasitología y bacteriología estaba casi ciego cuando realizó sus principales investigaciones. Aunque se doctoró en Leyes para complacer a sus padres, su interés era más bien la agricultura, la ganadería y las ciencias en general. En 1807 comenzó a estudiar el “mal del sueño”, conocido como muscardina, una enfermedad que afecta a los gusanos de seda. Con un tesón increíble, Bassi continuó sus experimentos hasta que 25 años después demostró y publicó que la muscardina era provocada por cierto tipo de hongo. Poco tiempo después, el botánico milanés B. Balsamo-Crivelli identificó al hongo como Botrytis
paradoxa, y al poco tiempo lo rebautizó como B.
bassiana, en honor de Bassi. Pese a esto, el impacto de su libro sobre el “mal del sueño” fue más importante
formara parte del Servicio Médico de dicho Hospital, el cual atendía a los trabajadores ferrocarrileros. Me ofrecían puestos de consulta externa, radiología y otras especialidades, pero yo no los aceptaba aclarando: ‘Soy dermatólogo’. Mi padre se disgustaba por mi rechazo a estas oportunidades, pero finalmente logró que se creara otra plaza en el Servicio de Dermatología que ocupé de inmediato. Tuve como jefe al doctor Eugenio Cañas con el cual me ligó una amistad cordial y a quien suplí cuando se jubiló”. Cabe destacar que el doctor Malacara de la Garza ha sido un hombre leal a las instituciones donde ha laborado y a sus directivos, y entregado por completo a todo lo que emprende. Incluso bromea con nosotros y afirma: “Las camisetas del Pascua y del Hospital Colonia las tengo no solamente puestas, sino tatuadas. Y así como yo, muchos compañeros, pero desgraciadamente en la actualidad esto ya no es tan frecuente”. La práctica docente fue otra de las actividades que más disfrutó: “Fui profesor de Dermatología de la Facultad de Medicina de la unam durante 26 años y maestro de muchas generaciones, hasta que por razones absurdas nos quitaron las clases, a pesar de tener allí todos los medios necesarios: profesores capaces, salones adecuados, biblioteca dermatológica y, sobre todo, pacientes que amablemente colaboraban para dar a los alumnos una enseñanza de calidad. Durante varios años, esa materia se impartió en el Servicio de Medicina Interna de los Hospitales, en muchos casos con fotos de libros de dermatología y profesores no muy experimentados en la especialidad. Ante estas circunstancias, pedí mi renuncia a la cátedra, pero en la unam me sugirieron que mejor solicitara mi jubilación para obtener mejores prestaciones; el problema era que al mismo tiempo debía retirarme del Centro Pascua, ya que las dos instituciones se regían por los lineamientos del issste, que así lo estipulaban. Conclusión: me retiré de la cátedra sin recibir beneficio alguno y continué por algunos años en el Pascua. Afortunadamente no me he desligado de la enseñanza, pues siguen invitándome anualmente para exponer el tema de sífilis en el curso de posgrado del Centro Dermatológico Pascua, hecho que agradezco, porque dar clases significa para mí, gozo y satisfacción, e igualmente colaborar con ponencias en congresos y otros eventos médicos”. El doctor Malacara de la Garza asevera que él no cree en “individualidades” y que trabajar en equipo es la mejor forma de superarse y transmitir valores, y esto es aplicable en todos los ámbitos en los que cada quien se mueve. Esta convicción fue la razón que
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El doctor Malacara de la Garza en compañía de los doctores Fernando Armienta Calderón, Fermín Jurado, José Fernando Barba Gómez y Rafael Isa, durante el Día Mundial de la Lepra. Mazatlán, Sinaloa (enero, 2002).
lo motivó a fundar, junto con un grupo de eminentes dermatólogos amigos, la Asociación de Egresados del Centro Dermatológico Pascua —ederpas—, el 12 de octubre de 1985, en la ciudad de Oaxaca, durante la celebración del xii Congreso Mexicano de Dermatología. A esta reunión acudieron cientos de especialistas, muchos de ellos formados en el Pascua, por lo que aprovecharon la oportunidad.
ederpas tiene objetivos muy claros: fortalecer los
nexos profesionales, culturales, de amistad y convivencia de todos los formados en el Centro Dermatológico Pascua: su alma máter.
Gracias a su vasta experiencia, el especialista fungió como secretario-tesorero del iii Congreso Ibero-Latinoamericano de Dermatología (noviembre de 1956). Ingresó a la Sociedad Mexicana de Dermatología en marzo de 1957, donde fue secretario durante el periodo 1964-1966 y fue presidente de 1968 a 1970, y desde 2008 es socio honorario. Asimismo, fue tesorero del xi Congreso Internacional de Leprología en octubre de 1978; ayudante de la Cátedra de Dermatología por invitación del doctor Eugenio Cañas, titular de ésta en el Hospital Colonia de Ferrocarriles Nacionales de México (1972). Cuando el doctor Cañas se jubiló, asumió dicho cargo y permaneció ahí hasta su retiro en 1996.
1950
Emotiva despedida del doctor Malacara de la Garza, el día de su jubilación.
Desarrollo de la tetraciclina y eritromicina para el tratamiento de las infecciones primarias de la piel, enfermedades de transmisión sexual y dermatosis sobreinfectadas. Introducción de los antibióticos antifúngicos —Griseofulvina, Nistatina, Anfotericina.
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entre los agricultores que
Reconocimiento por sus 45 años de servicio en el Centro Dermatológico Pascua (1998).
entre los médicos. En 1844, a los 71 años de edad, Bassi publicó un artículo sobre contagios en general, donde compara el “mal del sueño” con otras enfermedades infecciosas, tanto de plantas como de animales, y señala que el sarampión, la fiebre manchada, la peste bubónica y la sífilis son producidas por parásitos vivos, animales o vegetales, que al pasar de un individuo a otro se hacen más dañinos y mortales. En 1849, a los 76 años de edad, Bassi escribió otro artículo en el que atribuye el cólera a un organismo vivo; dos años más tarde incluye la rabia y la gonorrea a la lista de enfermedades causadas por parásitos. En su último texto, escrito cuando tenía 80 años, reitera la naturaleza infecciosa de la sífilis, la rabia y el cólera. Bassi murió el 8 de febrero de 1856, a los 83 años
El doctor Malacara de la Garza asegura que todos estos nombramientos enriquecieron su desarrollo profesional, pero también significaron una gran responsabilidad. El especialista hace un paréntesis en nuestra charla para hacer una mención especial: “Quiero agradecer a la industria farmacéutica, pues con su valioso apoyo muchos eventos, tanto nacionales como internacionales, tuvieron mayor éxito en cuanto a organización y asistencia gracias a las becas que otorgaron. Además contamos siempre con sus amables y eficientes representantes, quienes nos proporcionan información sobre los últimos productos dermatológicos, lo cual ayuda en muchas ocasiones para prescribir a los pacientes terapéuticas más eficaces e innovadoras. Naturalmente que a nosotros, médicos especialistas, nos toca la responsabilidad de su empleo adecuado. Por otra parte, nuestra relación tanto con los directivos como con sus representantes es tan cordial, que algunas veces recurrimos a ellos para solicitar medicamentos para nuestro uso personal y familiar, y somos atendidos de inmediato”. Y cuando llega el momento de hablarnos de su esposa Lolita, sus hijos y nietos, la voz del doctor se suaviza; es evidente el profundo amor que les profesa. Casados desde hace más de 54 años, el entendimiento que comparte con su compañera de vida va más allá de las palabras. De esta manera lo expresa: “Desde que la conozco, en los años 50, puedo contar con los dedos de una mano las veces que la he visto enojada, pero así es ella no solamente conmigo y la familia, sino con toda la gente. Claro que por eso a veces abusamos de su bondad. Además, me ha dado apoyo y compañía en todos los eventos y congresos en los que he participado, hecho que ha significado para mí un estímulo para seguir adelante… hasta que el cuerpo aguante”.
de edad.
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“En Saltillo, Coahuila, tenía yo un tío, médico cirujano, a quien le decíamos el Tío doctor; era un hombre serio pero bondadoso y más que nada con absoluta honradez y entrega a su profesión. Su ejemplo y mi afecto hacia él fueron la razón que me impulsó a pensar en estudiar medicina, ya que sólo tenía doce años y empezaba la secundaria…”
El doctor también nos habla de sus pasatiempos: “Disfruto mucho platicar, bromear, averiguar sobre algún tema o acontecimiento en reuniones familiares, de amigos, vecinos, condiscípulos o alumnos, y si no es posible personalmente, lo hago por teléfono a diferentes partes del país para informarme de su salud y de la familia. Me gusta oír música como una forma de descanso y relajamiento; mis preferidas son: romántica, folclórica mexicana, brasileña y de grandes bandas. También soy adicto a comprarme ropa de calidad en las tiendas departamentales, aprovecho las ventas especiales, las gangas, por eso mi esposa me dice el Gangoso”. Finalmente compartió con nosotros sus lemas favoritos:
“No acumules años a la vida, sino vida a los años.”
“Trata de vivir al servicio de los demás.”
“Goza la vida con optimismo.”
“Tenemos un país maravilloso, contribuyamos todos a que sea cada vez mejor.”
El tiempo se termina y el doctor Malacara de la Garza debe atender muchos otros asuntos. Para concluir, le pedimos unas últimas consideraciones sobre la dermatología y el buen humor del doctor sale nuevamente a relucir: “La dermatología es una especialidad directa y objetiva. A los muchachos residentes les digo: ‘Miren, escogieron la mejor especialidad; primero porque es muy práctica, ya que vamos directo al grano; y luego, porque siempre estamos entre puros cueros’ ”. El doctor Malacara de la Garza con su esposa Lolita y el inolvidable doctor José Barba Rubio, en el xv Congreso Mexicano de Dermatología.
1950
Inicia el uso tópico de la hidrocortisona. David Thibaut propuso la exéresis simple con sutura inmediata como tratamiento para el epitelioma basocelular.
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De todo, dije, mujer, hasta el más húmedo hueso de tu vientre, donde ya gimes tú, y el aire libre viene, sin sangre o pensamientos: un solo extremo de mi cuerpo se convierte en el todo. Jaime Labastida
Las grandes preocupaciones para el siglo xxi: una visión del doctor Charles Meurehg Haik
E
l doctor Charles M eurehg Haik emana la alegría de quien
ha vivido de acuerdo con sus principios y su vocación. Su plenitud es evidente al momento de conocerlo. Con sonrisa franca y amables palabras, nos recibe en su consultorio de la colonia Nápoles. Después de su bienvenida, entra rápidamente en materia y nos hace una breve narración de las instituciones que han marcado su trayectoria profesional: “Estudié en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México y obtuve el título de médico cirujano. Después ingresé al Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales, donde hice mi especialidad bajo la dirección del profesor Antonio González Ochoa y del doctor Luciano Domínguez Soto, quien fungió como mi tutor. Al terminar la residencia, entré al Instituto Mexicano del Seguro Social, inicié como médico no familiar, dermatólogo en la Clínica No. 19. Cinco años después, ingresé al Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional y luego de ser jefe de la División de Especialidades Médicas, fui invitado por el doctor Gilberto Flores Izquierdo, subdirector general médico, para ser coordinador de la Subdirección General Médica y luego secretario médico. Con estas actividades finalicé mi estancia en la Clínica No. 8 del imss, en 1984. A partir de ese momento y hasta la actualidad, me he dedicado a la consulta privada”.
El doctor Meurehg Haik y su esposa, la licenciada Carmen Salcedo.
Este rápido encuentro no es más que el comienzo de una interesante charla. El doctor Meurehg Haik proviene de una familia francolibanesa, de padre comerciante y madre ama de casa. Tuvo cuatro hermanos, ninguno de los cuales quiso entrar a la disciplina médica. Los únicos familiares dedicados a la medicina fueron dos primos, uno en cirugía general y el otro en gineco-obstetricia. Finalizada su estancia en la Facultad de Medicina, el doctor Meurehg Haik ingresó al Instituto de Enfermedades Tropicales. Ahí conoció a excelentes compañeros que estudiaban o trabajaban, entre ellos los doctores Octavio Ortega, Clemente Moreno,
1951
La primera propuesta conocida para la amplificación de la luz mediante la emisión estimulada fue presentada por V. A. Fabrikant.
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La verdadera enfermedad de Cuasimodo Uno de los “monstruos” más célebres de la literatura mundial es, sin duda, Cuasimodo, el campanero de la catedral de Nuestra Señora de
París. El escritor Victor Hugo dibujó un retrato inolvidable de sus malformaciones físicas: “No intentaremos que el lector se haga una idea de esta nariz tetraédrica, de esa boca desproporcionada; de este pequeño ojo izquierdo obstruido por una ceja roja enmarañada, mientras el ojo derecho desaparece por completo bajo una enorme verruga; de estos dientes descolocados, mellados por aquí y por ahí, como las almenas de una fortaleza; de este labio calloso en el que un diente se vislumbra como el colmillo de un elefante; de este mentón hendido
Miguel Ahumada, Luciano Domínguez, Ernesto Macotela y a su gran maestro, el profesor Antonio González Ochoa, quien introdujo la micología a México. El doctor Meurehg Haik tiene muy buenos recuerdos de su profesor, producto de una grata convivencia en dicho Instituto: “Era una persona muy educada, simpática, amena, con gran actividad profesional. Asistían al Departamento que él presidía numerosos médicos extranjeros para estudiar esa especialidad. Tenía una casa en Huixquilucan, Estado de México, donde ofrecía reuniones ocasionalmente”.
Durante casi tres años, junto a la doctora Julieta Ruiz Esmenjaud, colaboró en beneficio de la salud de los mazahuas en el Estado de México. Después el doctor Meurehg Haik obtuvo una beca para llevar a cabo un posgrado en la Universidad de Glasgow, Escocia, bajo la tutela del profesor John A. Milne, con quien realizó diversas investigaciones sobre el pigmento cutáneo y estudió dermatopatología. También asistió el Departamento de Dermatología del Hospital Addenbrooke en Cambridge, Inglaterra, con el profesor Arthur Rook. A su regreso a la ciudad de México fundó la Clínica de Tumores de Piel en el Hospital de Especialidades del Centro Médico Nacional y trabajó como consultante de la especialidad de dermatología en el Hospital de Oncología de dicho centro hospitalario. Pertenece a varias agrupaciones y academias médicas, nacionales y extranjeras. Por su trayectoria profesional, ha recibido homenajes de la Academia Mexicana de Dermatología, de la cual fue vicepresidente de 1973 a 1975 y presidente de 1975 a 1977. En cuanto a su labor como docente comenta: “Inicialmente me dediqué a la docencia en la Universidad Nacional Autónoma de México, como profesor ayudante. Actualmente soy profesor invitado a los diferentes congresos médicos y actividades de las distintas academias. Para mí ésta es la manera de expresar la experiencia de tantos años y compartir lo que aprendí y sigo aprendiendo todos los días de quienes me escuchan, porque también me enseñan mucho”.
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“Antaño se consideraba a la dermatología como una especialidad superficial que solamente curaba barros y verrugas. Paulatinamente y gracias a la medicina interna, se constató la gran importancia que tiene como una colateral de aquélla. Si no se estudia medicina interna, no es posible ser un buen dermatólogo.” Debido a su vocación y al deseo constante de ayudar a la gente con menos recursos, ha ofrecido y ofrece consulta gratuita. Ejemplo de ello ha sido su colaboración en beneficio de la salud de los mazahuas en el Estado de México por casi tres años, con el apoyo de la doctora Julieta Ruiz Esmenjaud. El doctor Meurehg Haik vislumbra grandes retos en la dermatología. Uno de ellos, quizá el más complicado, es la transformación que ha sufrido la especialidad: “Los médicos se inscriben en la Facultad de Medicina y después en la residencia de dermatología pensando en obtener mucho dinero, sobre todo cuando se dedican a la dermatología cosmética. El médico tiene el derecho de vivir bien, pero sin volver la mirada únicamente al aspecto económico; debe ofrecer una atención oportuna, científica, honesta y, sobre todo, humana”.
“El paciente deposita su vida y su salud en el médico y éste no debe defraudarlo con pobres conocimientos o una atención displicente.” Al traer a colación este fenómeno, el doctor Meurehg Haik enumera las razones por las cuales cree que la medicina y la dermatología en particular han cambiado al paso de los años: “Por un lado, los avances científicos en genética, biología molecular y tecnología, y, por otro, la sobrepoblación mundial, estas condiciones implican un gran reto para quienes se dedican a mantener la salud. No es lo mismo atender unos cuantos pacientes, a tener en espera a grandes cantidades de personas que sufren algún padecimiento cutáneo y que no pueden ser atendidas con el tiempo debido”. Estos cambios, asegura el doctor Meurehg Haik, tienen que ver con una sociedad que ha olvidado los principales valores humanos y se dedica a aspectos superfluos o
1954
James Gordon, Charles H. Townes y Herbert Zeiger lograron construir en Columbia, EE. UU., el primer máser —amplificación de microondas por emisión estimulada de radiación. Se comienza a utilizar la tetraciclina oral para el tratamiento del acné.
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Durante el homenaje que le rindió la Academia Mexicana de Dermatología , en 2007.
[…]. Una gran cabeza de rizos pelirrojos; entre los hombros, una joroba enorme visible incluso desde delante; unos muslos y piernas unidas deformemente que sólo pueden juntarse por las rodillas […].” Algunos estudiosos sugieren que Cuasimodo padecía de neurofibromatosis de von Recklinghausen, que es un trastorno hereditario en el cual se forman tumores en tejidos nerviosos en la piel, en la capa profunda de la piel, al igual que en los nervios del cerebro y la médula espinal. Victor Hugo se inspiró en un caso real contemporáneo para elaborar el retrato de Cuasimodo, quizá en Corcovito, el enano sordomudo que el autor había conocido en el colegio de los Nobles en Madrid.
materiales. La idea constante es motivar al médico para llevar a cabo una medicina basada en la evidencia científica. A lo largo de nuestra conversación, el especialista recalca la importancia de la ética. Ante nuestra pregunta sobre cuáles deben ser los valores del médico, nuestro entrevistado no titubea en mencionar: “Ser ético, muy responsable, honesto, muy humano y constantemente estudioso. El paciente deposita su vida y su salud en el médico y éste no debe defraudarlo con pobres conocimientos o una atención displicente”. Es por ello que el doctor Meurehg Haik hace tanto énfasis en la importancia de la profesión responsable, basada en valores genuinos, aspectos que infunde con frecuencia en los diferentes cursos que imparte. Una condición específica que le preocupa es el cambio climático y la indiferencia de la gente al medio ambiente. Por ejemplo, la disminución evidente en el grosor de la capa de ozono produce mayor filtración de los rayos ultravioleta a nuestra atmósfera, lo que ocasiona daños diversos, entre ellos el cáncer en la piel que ha incrementado su frecuencia, en particular del melanoma, que puede poner en peligro la vida. Por otro lado, según las palabras de nuestro entrevistado, existen otras amenazas en las que se conjugan principalmente los intereses económicos. Se trata de la automedicación que promueven diversas industrias farmacéuticas que ‘invaden’ los medios de comunicación para anunciar sus productos y le sugieren al paciente que el problema que lo aqueja puede resolverlo sin necesidad de una consulta médica adecuada. Esto ocasiona diversos efectos indeseables, en ocasiones severos. Desde su clínica privada, el doctor Meurehg Haik informa correctamente a los pacientes sobre todos estos aspectos. Sus esfuerzos constantes, desde hace 40 años, cuando comenzó con su consultorio privado, se han visto reflejados en el cariño y la confianza que le profesan los enfermos. Con varios miles de pacientes que han pasado por sus manos, el doctor nos comenta que ha sufrido frustraciones cuando no puede curar a una persona por alguna enfermedad avanzada o irresoluble, aunque también ha tenido enormes satisfacciones al poder resolver los problemas que afectan la salud y la autoestima de las personas.
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Al final, sus palabras revelan lo que la dermatología ha representado en su vida, pues además de darle grandes amigos, entre quienes destacan los doctores León Neumann, Francisco Pérez Atamoros, Fernando Montes de Oca, Mario Magaña y Clemente Moreno, esta especialidad ha significado: “Poder tratar el órgano más grande del cuerpo humano, el más difícil en función de que todo parece ser lo mismo, pero no lo es; es un espejo del interior de la persona, entonces es un reto diario muy significativo cuando se hace con esa conciencia y con el gusto y la responsabilidad de ayudar, que no es fácil; por ello creo que no podría ser otra cosa más que dermatólogo”.
Hacia 1955
Empieza a utilizarse la técnica del peeling químico.
1956
Burke introduce la técnica de la dermoabrasión y el material necesario para llevarla a cabo.
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De la vida humana: la duración, un punto; la sustancia, un flujo; la sensación, oscura; el alma, un remolino; la fortuna, enigmática… Marco Aurelio, Pensamientos, 2, 17
La disciplina dermatológica en San Luis Potosí: una entrevista con el doctor Benjamín Moncada González
L
a R epública M exicana cuenta con numerosos centros der-
matológicos, todos ellos muy prestigiados. Los más citados, sin embargo, son los fincados en la ciudad de México, tal vez por esa costumbre de pensar en términos de centralismo, por una mala tradición política. Por ello luchan tantos y tantos profesionales para erradicar esa señal de tiempos pasados. El doctor Benjamín Moncada González es uno de esos combatientes. Aunque alguna vez trabajó en la ciudad de México, ha procurado mantenerse en San Luis Potosí. El amor que siente por su tierra natal se ve reflejado en la tenacidad con la que labora y en todos los esfuerzos que hace por mejorar su especialidad, la dermatología. De hecho, durante nuestra conversación, el doctor Moncada González regresa frecuentemente a las bondades de San Luis Potosí y destaca los grandes avances que se han alcanzado en un lugar que uno pensaría no tan desarrollado. Sin embargo, el médico, apologista de la Huasteca Potosina, sin proponérselo, nos da otro punto de vista. Nacido en enero de 1942, Benjamín Moncada González proviene de una familia como las que se estilaban en aquellos años: de padre ganadero, madre ama de casa y comerciante; el niño Benjamín creció acompañado de ocho hermanos, de los cuales sólo uno más se dedicó a la medicina. Quizá haya sido ese gusto por servir a la gente lo que causó que ingresara a la Facultad de Medicina en la Universidad de San Luis Potosí. Fue en los años de preparatoria, tiempo de indecisión usualmente, cuando descubrió su futura profesión, embebido en las clases de biología y anatomía, y en los laboratorios donde se descubrían los secretos de la naturaleza.
1957
El doctor Benjamín Moncada González, excelente dermatólogo y gran músico.
Charles H. Townes esbozó un proyecto para la construcción de un “máser óptico” que emitiría luz visible. Él y Arthur Schawlow desarrollaron un plan detallado para crear un láser.
—125—
El doctor Moncada González en un congreso.
Al entrar a la universidad, la sólida formación del doctor Moncada González se conjuntó con su poderosa voluntad de aprender, y muy pronto comenzaron a verse los resultados. Al poco tiempo, fue obteniendo uno a uno los más anhelados distintivos: “Obtuve el primer lugar por mis calificaciones. Había un premio en papel cartón que daban cada año, y los cinco años de la carrera logré ese reconocimiento”. En el doctor Moncada González también se combinaba una necesidad de ayudar al prójimo. Por eso, en la primera oportunidad que se le presentó, intentó socorrer a las personas con más carencias: “Después de la carrera hice mi servicio social, mucha gente con algunos pretextos no lo realiza. Yo lo hice en el norte del estado, en la Presa de Guadalupe, en un lugar conocido como ixtlera, donde la población se mantiene de tallar lechuguilla e ixtle para sacar fibras y poder vivir. Ahí estuve un año”.
Fábrica de piel En la década de los 90, un grupo de investigadores mexicanos del Cinvestav desarrolló un banco de queratinocitos para inducir el desarrollo de las células epiteliales, a partir del prepucio de un infante recién nacido. En el año 2001 la empresa biotecnológica Bioskinco —formada por el dicho
Después de prestar ayuda a aquella comunidad, el turno fue para la ciudad de México. El doctor Moncada González hizo su residencia en el Instituto Nacional de Nutrición, en Medicina Interna. En ese tiempo, posiblemente, la persona que más influyó en él fue el maestro Donato Alarcón Segovia, gran especialista en inmunología, fallecido en 2004 a los 69 años: “La intención de estudiar dermatología la tenía antes de estudiar medicina interna; era un preámbulo para hacer la derma. Se necesita una preparación previa, porque dermatología es parte de la medicina interna. Al acabar medicina interna, fui aceptado en la Universidad de Chicago, donde estuve cuatro años en la especialidad”. La Universidad de Chicago le brindó grandes satisfacciones. Sin embargo, no se siente capaz de juzgar cuál de las dos experiencias, estudiar en la ciudad de México o en Chicago, fue más grata: “No hay comparación. Es como si me preguntaran qué me gusta más, una pick-up o un carro. Cada uno tiene sus necesidades. Yo creo que cada ámbito fue apropiado para aprender. Son diferentes. La dermatología en Chicago fue exhaustiva. En cierto modo había épocas más pesadas para la medicina interna, en cuanto a atención hospitalaria y demás, porque en ese lugar se veía a la dermatología como parte de la medicina interna, no como fenómeno aislado”. A pesar de sus diversas opciones, como regresar al Distrito Federal o radicar permanentemente en Estados Unidos, el doctor Moncada González decidió seguir su más grande anhelo: volver a San Luis Potosí. En junio de 1973 estaba de regreso en su tierra natal, y un par de meses después se incorporó a la Facultad de Medicina
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en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí —uaslp—, así como a su hospital. Los siguientes 35 años ha laborado en dicha institución y nunca se ha arrepentido de haberla elegido: “Creo que estos años han sido muy fructíferos. La formación que he tenido, al menos así lo veo, es tripartita: por un lado asistencia, atender al paciente; docencia, en un principio de pregrado y luego de posgrado; finalmente, la investigación. Se deben explicar estos elementos integrados; no se puede hablar de una cosa sin la otra. Así que se crearon dos entidades, al año siguiente de haber llegado, lo que se llamó un laboratorio de inmunología, y en 79 el inicio de la residencia en dermatología, la tercera en el país fuera del Distrito Federal; fuera de ahí sólo están Monterrey y Guadalajara”.
En la celebración de su cumpleaños.
En la uaslp, el facultativo conoció a uno de sus grandes maestros: Manuel Medina, fallecido el año 2008 —trabajando, como bien subraya el doctor Moncada González. Por su parte, el doctor Medina tuvo un papel muy importante en la vida profesional y académica de nuestro entrevistado, quien guarda para él palabras de gratitud y admiración: “En 1947, en San Luis Potosí, el doctor Medina inició el Servicio de Dermatología. El doctor fue notable porque tuvo mucho que ver con la lepra. Existe una reacción que se llama Reacción de Medina, como reconocimiento universal a su autoría. Es una reacción clínica, consiste en que al inyectar una sustancia en un paciente determinado, se hace positiva o no según lo que se esté buscando… También por muchos años se ha dicho que incorporó la inmunología a la dermatología. A la par que se hizo la residencia de dermatología, se creó un laboratorio de inmunología, el primero que hizo estudios en tejidos y sueros inmunológicamente mediados en la especialidad. Ahora todos lo hacen, pero en ese tiempo fue el primero”.
1960
Charles H. Townes, Arthur L. Schawlow y Gordon Gould inventan el rayo láser.
1961
Se empieza a utilizar el ácido retinoico para el tratamiento del acné.
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“En los años recientes ocurre una desgracia: que la dermatología se está viendo como un aspecto de belleza. Se tiene la idea que derma es igual a belleza, y esto no puede ser, se está desviando la atención, el profesional que egresa está ‘contaminado’ por la práctica de la cosmética.”
grupo de científicos y algunos empresarios— comercializa el primer tejido epidérmico capaz de regenerar rápidamente las lesiones cutáneas: Epifast. Este “parche” de piel humana está hecho con cuatro capas de células epiteliales especializadas que reconstituyen los tejidos dañados por quemaduras, úlceras y cualquier otro padecimiento que afecte a la piel. En comparación con los tratamientos convencionales es más barato y seguro. No requiere compatibilidad
El doctor Moncada González se ha dedicado apasionadamente a tres puntos de la formación, que él considera vitales: docencia, asistencia e investigación. Quizá sea la docencia la actividad a la que más esfuerzos dedica, porque estima su gran importancia en la actualidad. De ahí la razón de que se haya interesado tanto por los programas y las posibilidades de los jóvenes doctores: “Tenemos un programa de residencias desde 1979, además de la enseñanza de la especialidad a los estudiantes de medicina”.
“Cuando uno trata a un paciente, tiene que verlo como si fuera su amigo. Si tiene que hacer curar al paciente, debe tratar de evitar los aspectos burocráticos que impiden una buena atención médica. Hay que ver al paciente como si fuera uno mismo, más que a un amigo.” He ahí una de las mayores preocupaciones del especialista médico: el viraje de la dermatología a la cosmética. Al galeno le inquieta sobremanera el futuro de la disciplina, principalmente por las tentaciones que sufren los dermatólogos: “Fui invitado a un congreso de dermatología a Estados Unidos. Había dos temas muy interesantes: uno de ellos, quién va a atender a pacientes dermatológicos en 2015; el otro, quién va a educar a los médicos de dermatología para 2015. Esto es una desgracia, porque si el médico actual se involucra en cosmética más que en dermatología, ¿qué va a pasar con la enseñanza de la verdadera dermatología, si va a ser tomada por otros médicos que no tienen la preparación para atender padecimientos dermatológicos serios o incluso mortales? Los consejos de certificación, las academias, las escuelas deberían ver esto y darle seguimiento”. De ahí que el doctor tome tan en serio el papel de la docencia. Porque en cada momento es testigo de este vuelco hacia la apariencia, y el olvido de la verdadera salud. El especialista nos comenta un hecho que ha presenciado en nuestro país vecino: “En Estados Unidos usted tiene una cita para ver a un dermatólogo y le dice: ‘¿Para qué la quiere?’. ‘Tengo este granito, tengo comezón’, y le responden: ‘Ah, le toca dentro
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de 36 días’. Otra cita: ‘¿Para qué la quiere?’, ‘Para que me pongan Botox’, ‘Seis días’. Ahí hay una gran diferencia entre patología real y otra cosa: una gran desviación a la cosmética”. Por eso la medicina estadounidense está intentando atacar este grave problema. Para ello, se han implementado medidas que lo contrarresten de una forma efectiva: “Se están haciendo esfuerzos para que esto cambie, haciendo que el profesional que quiere estudiar dermatología tenga cinco años de entrenamiento, en lugar de los clásicos cuatro que hay que hacer por acá. Y en esos cinco años saldrá preparado para hacer exámenes de certificación del Consejo de Medicina Interna y de Dermatología. Es un intento de darle la vuelta. Es un problema serio”. En la Facultad de Medicina de la uaslp también tienen que convivir con dicho conflicto. Nuestro entrevistado nos explica de qué manera se ha lidiado con esto: “Si nos atenemos a la proporción de gente que sale y se dedica a la docencia y la investigación, quizá sea muy alto el porcentaje o la proporción. La gente que sale de aquí está colocada en la enseñanza e investigación, obviamente sin desatender lo asistencial… Claro, hay personas que han hecho cosmética una vez que salen de aquí, pero eso no lo puede usted evitar: se les da lo que se les da y cada quien lo utiliza de la forma que lo desee. Por eso nuestra selección es bastante rígida, en busca de gente que pueda seguir el camino de los tres fundamentos que ya mencioné: enseñanza, investigación y asistencia”.
1962
El doctor Moncada con sus alumnos.
Struggen demuestra que el ácido retinoico —tretinoína— se puede emplear en casos de ictiosis, pitiriasis rubra pilaris y queratosis actínica. Se introduce el primer filtro de protección contra los rayos UVA: Benzofenona.
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El doctor Moncada González comparte con colegas y amigos su experiencia y conocimientos.
genética porque no se integra a la piel de los enfermos y puede conservarse durante un año a -70 °C y durante un mes a -20 °C. Aun en las lesiones más severas, como las quemaduras de tercer grado, la recuperación se logra entre siete u ocho días. El restablecimiento es más rápido porque ya no se tiene que lavar la herida, el dolor disminuye y no hay pérdida de líquidos en la zona.
El doctor se enorgullece de lo que la uaslp ha hecho en el campo de la dermatología, al contrarrestar efectivamente el desplazamiento hacia la cosmética. De hecho, la universidad es la única entidad en la República Mexicana que se ha detenido en probar la eficacia de filtros solares, cremas y jabones, entre muchos otros productos para la piel: “Si a usted le dicen ese producto es bueno o malo, y le enseñan un anuncio, usted se guía por lo que le dice la empresa. Si le dicen: ‘Esa crema es buena para que la piel no se le seque y no le dé comezón’, usted lo cree porque la Profeco o la Secretaría de Salubridad no hacen eso. Y es que el único lugar donde se prueban esas cosas es en San Luis Potosí”. Aunque dichos productos deberían ser probados por la Procuraduría Federal del Consumidor o la Secretaría de Salud con el mismo rigor que los medicamentos, hasta el momento no ha sucedido: la legislación es tan laxa que permite que existan productos engañosos o truculentos. Un ejemplo de esto es lo que ocurre con los jabones: “Si uno le pregunta a un doctor: ‘Oye, ¿qué jabón me recomiendas?’, él responde: ‘Un jabón neutro’, que es decir nada. En la Universidad de San Luis Potosí se han hecho también estudios para ver qué jabón es menos nocivo para la piel. El que más le hace daño luego es el que más se publicita; el punto tres es el menos nocivo. El que más irrita es el cinco. Hay jabones muy reputados para niños con punto cinco, contrastado con el punto tres de otros jabones. ¿Cómo se sabe cuál es el mejor? Haciendo las pruebas, y para avisarle a la autoridad federal, ya sea Profeco o Salubridad. Eso es a lo que nos hemos dedicado todos estos años”. El doctor Moncada González considera imprescindibles estos exámenes, pues en cada recomendación que haga un doctor va en juego su reputación: “Las pruebas son necesarias, porque, ¿cómo le dice a un paciente que use un filtro nada más porque el fabricante dice que sirve? Hay que saberlo. Y esto no es nuevo: hay publicaciones desde los 70, en la Revista de Dermatología se pueden ver datos sobre filtros y jabones. Y más recientemente en la Gaceta Médica de México, el órgano de la Academia Nacional de Medicina. Si tenemos los medios para hacerlo, pues lo hacemos. Tenemos el equipo para hacerlo, la disponibilidad. Bueno, también se requiere de voluntarios para poder usar su piel, para definir lo que le estoy diciendo”. La objetividad y el compromiso por salvaguardar la salud del cliente se encuentran olvidados por muchos grandes fabricantes de productos para la piel. Por ello, el doc-
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“Las pruebas son necesarias, porque, ¿cómo le dice a un paciente que use un filtro nada más porque el fabricante dice que sirve? Hay que saberlo.”
tor Moncada González lanza un reto para ellos: basarse siempre en pruebas bien sustentadas. “Los comerciantes utilizan elegantes cartones en sus productos, pero no tienen referencias médicas reales, no hay un examen clínico con uso de pacientes y animales, que es la investigación clínica. Es como si usted me quisiera vender un carro que no trae factura. No se lo puedo comprar. Por más que se diga que hacen esto y esto, no los puedo comprar; lo tengo que hacer yo mismo. Si está investigado por ciertos métodos y está publicado en el lugar adecuado, pues ahí está el interés, ¿no? No publicado por los archivos de la empresa que lo fabrique, sino publicado por un tercero, que discriminó y estudió ese artículo”. De acuerdo con el doctor Moncada González, los retos de la dermatología se hallan ahí, en los dilemas de la nueva época, en la cosmética que amenaza con invadirlo todo, en las asociaciones y sociedades que deben mover sus estructuras para erradicar estos obstáculos. Pero la dermatología no acaba en ese punto, en las malas noticias y en los retos que debe enfrentar: es, también, una razón para vivir, para levantarse todos los días y encontrar un sentido a la existencia. El especialista sabe esto y, por tal razón, ama su profesión intensamente. “A esto me dedico. No estoy en este campo porque haya sido forzado, como alguien que encuentra un trabajo remunerativo y ahí está le guste o no. Seleccioné esta rama de la medicina, tuve la fortuna de poder hacer una trayectoria apropiada en la formación y la disfruto”.
1964
El doctor Moncada González durante una ponencia en la Academia Mexicana de Dermatología.
Jean Arouette presenta el tratamiento quirúrgico de las cicatrices deprimidas de la cara mediante el método de los levantamientos.
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Mi cuerpo es el sepulcro en el que escondo los fósiles instintos que como peces ciegos torpemente se mueven en mi sangre. Elías Nandino
La piel bajo la mirada microscópica del doctor Clemente Alejandro Moreno Collado
U
n microscopio que le ha regalado certezas y numerosos libros que dan tes-
timonio de su gusto por la lectura han sido los grandes aliados del doctor Clemente Alejandro Moreno Collado a lo largo de más de tres décadas de trayectoria, y también son lo primero que llama nuestra atención cuando ingresamos a su consultorio, donde conversamos con él para conocer un poco de su vida, pero sobre todo de su principal pasión: la dermatopatología. El doctor Moreno Collado nace en Veracruz, en el seno de una familia autodidacta que lo rodeó de amor y grandes enseñanzas. Cuando habla de su niñez, evoca imágenes de amenas charlas que compartía con sus tíos y sus cinco hermanos sobre geografía e historia; se ve jugando con lagartijas y observando animales, y vuelve a sentir, como en aquellos días, el deseo de convertirse en médico. Y con la misma convicción que elige su profesión, selecciona el lugar donde estudiará: “Cuando estaba en la preparatoria, un día fueron al puerto de Veracruz los alumnos de la Escuela Médico Militar vestidos de gala a un intercambio con los cadetes de la H. Escuela Naval. Me llamaron la atención y pregunté quiénes eran. Me dijeron que se trataba de estudiantes de medicina de una escuela a la que costaba mucho trabajo ingresar. Me propuse que ésa sería mi universidad y así fue”. Al concluir la carrera de medicina, realiza tres años de estudios en el Hospital Central Militar y decide especializarse en dermatología. La razón: “Fue en gran parte llevado de la mano de mi maestro, el general Crescencio Ochoa y Mena, jefe del Servicio de Dermatología, quien con una simple vista, a veces desde muy lejos, podía hacer los diagnósticos de las enfermedades de la piel. Yo estaba acostumbrado a estudiar al individuo en forma integral en la medicina interna y obviamente eso fue muy intrigante para mí, me llamó mucho más la atención para profundizar en ese conocimiento y de ahí nació el deseo de estudiar la dermatopatología”. Fue tal su interés que se olvidó incluso de su gran aptitud para la cirugía, a pesar de que en esa especialidad había obtenido el primer lugar en la universidad.
1964
Para el doctor Clemente Alejandro Moreno Collado, el microscopio ha sido su fiel aliado.
En Estados Unidos sale al mercado una venda —“Steristrip”— que, en determinados casos, evita el cosido de heridas.
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El doctor Moreno Collado con sus compañeros y paisanos, develando la placa de la calle Escuela Médico Militar, en su tierra natal, el Puerto de Veracruz (1987).
La Enciclopedia Médico-Quirúrgica francesa fue el primer libro con el cual el doctor Ochoa y Mena lo acercó a la dermatología de la escuela francesa. “Yo creo que el maestro vio en mí una buena vocación, me encargaba trabajos y me permitía atender enfermos”, asegura el doctor Moreno Collado con satisfacción.
Colonias de gérmenes Un reporte de la revista
Science —29 de mayo de 2009— revela que un grupo de científicos del Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano de los Estados Unidos, concentrado en identificar todos los microbios que habitan la piel de los seres humanos, registró la existencia de 205 diferentes gérmenes, un número mayor de
En el último año de su residencia, para poder estudiar, prestaba sus servicios sólo una vez a la semana en la Fuerza Aérea. Por esta razón, el doctor Luciano Domínguez, jefe del Departamento de Dermatología del Hospital General “Dr. Manuel Gea González”, quien en ese entonces asistía al maestro Antonio González Ochoa, creía que no trabajaba y un día le ofreció el puesto que dejaría en el Hospital de Hacienda —que después perteneció al issste. El especialista recuerda con una sonrisa esta propuesta: “Un día Luciano me dijo: ‘Oiga Moreno, yo veo que usted no trabaja’. Me ofreció su lugar y acepté porque eran pocas horas y podía seguir estudiando. Trabajé ahí once o doce años, hasta que cambiaron el hospital de Tacuba a la colonia Roma en un edificio que estaba en Álvaro Obregón y que en la época del temblor se cayó”. Después de un año de internado y dos en la residencia de Medicina Interna en el Hospital Central Militar, el doctor Moreno Collado fue de los primeros alumnos que se inscribieron a un curso de posgrado —que apenas iniciaba— en el Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales con el introductor de la micología en México, don Antonio González Ochoa. “Junto a él trabajaba gente importante como Luciano Domínguez y Mario Magaña, en dermatología; Dionisio Félix, Catalina Orozco y Ángeles Sandoval, en micología; Enriqueta Pizarro, en virología. Con ellos compartí mucho y he convivido hasta la actualidad. Lourdes Tamayo fue mi compañera de esa generación que siguió a mi querido amigo Charles Meurehg, quien había inaugurado el curso”. Durante el posgrado, el médico vivió una enriquecedora experiencia, tanto a nivel personal como profesional, con don Antonio González Ochoa y otros fundadores de la Academia Mexicana de Dermatología, así como con don Manuel Martínez Báez, maestro de Dermatopatología en el Instituto de Enfermedades Tropicales: “Don Manuel era un hombre muy disciplinado y muy enérgico, no le gustaba que lo interrumpieran en su trabajo y como yo tenía un gran deseo de estar viendo en el microscopio a cada rato iba, pero no me dejaba pasar. Me decía: ‘Cuando esté el resultado de su caso yo se lo envío, usted no tiene nada que hacer aquí’ ”. Pasó un año y en una oca-
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Los primeros dermatopatólogos con el profesor Abulafia (al centro). De izquierda a derecha, los doctores Charles Meurehg Clemente Moreno, Jorge Fernández Díez y Amado González Mendoza.
sión que llegó al Instituto una niña con lesiones tumorales cerca del tobillo, el doctor Moreno Collado le practicó una biopsia y acudió con don Manuel por los resultados, pero no se los daba. Luego de varios meses, llegó la hermana de la paciente con la misma lesión; a ella también se le tomó una biopsia, la llevaron con el maestro, pero no daba ninguna respuesta. Hasta que un día le dijo: “No tengo idea de qué se trata, mientras tanto le vamos a llamar a la enfermedad Moreno Collado, porque cómo da usted guerra preguntando”. El interés del doctor no cesó, cierta ocasión mientras revisaba unas revistas de la biblioteca del maestro González Ochoa, en una de ellas —la dermatológica editada en Basilea, Suiza— encontró una descripción exactamente igual a la de las niñas, subió corriendo para avisarle al doctor Martínez que ya sabía cuál era la enfermedad: hamartoma angiomatoso sudoríparo secretor. “No sabíamos de qué se trataba, porque sólo se habían dado nueve casos en el mundo, así que tuvimos el diez y el once. Tuve esa gran satisfacción por haber leído. El maestro me solicitó que escribiera el trabajo, lo hice y obviamente lo puse a él en primer lugar, pero me dijo: ‘No, usted es el autor, usted lo escribió y encontró a las niñas, así que va primero’, y me dio el honor de publicar conmigo estos casos”, manifiesta agradecido. En 1971, el doctor Moreno Collado tiene la oportunidad de ir a París a estudiar dermatopatología en el Hospital Saint-Louis. En ese tiempo, el jefe del Servicio de Dermatología era el profesor Robert Degos y el jefe de Dermatopatología era Jean Civatte. Prácticamente en esa misma época iniciaba la dermatopatología en México con la doctora Josefa Novales Santa Coloma y también acababa de regresar de su estancia, tanto en Europa como en Estados Unidos, el doctor Rafael Andrade. Con ambos tuvo la oportunidad de fundar la Sociedad Mexicana de Dermatopatología; de hecho, fueron, junto con Jorge Fernández Díez, Charles Meurehg Haik y Amado González Mendoza, los primeros que incursionaron en esa subespecialidad.
1964
“El ser venereólogo, dermatopatólogo, micólogo, leprólogo… eso hace al dermatólogo completo, y nuestra generación tuvo la fortuna de especializarse en toda la dermatología.”
El cirujano británico Norman Cecil Tanner desarrolla una nueva técnica para el trasplante de piel, el llamado trasplante en malla —Meshgraft.
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especies del que se tenía contemplado encontrar. El asombro fue doble al descubrir que de acuerdo con la zona explorada del cuerpo, los microorganismos habitan en mayor o menor medida. Para ejemplificar, afirman que el antebrazo arroja 44 variedades diferentes, mientras la zona detrás de la oreja contiene 19. El método utilizado para llegar a dichas conclusiones resulta innovador por recurrir a analizar a los microbios basándose en su secuencia de adn en lugar de cultivarlos. Es así como lograron identificar 112 000 secuencias que clasificaron y compararon. Los resultados ayudarán a entender algunas afecciones y responder dudas sobre problemas tales como la psoriasis y la dermatitis atópica.
Celebración del Día del Maestro en la Escuela Médico Militar, en 2005.
A su regreso de Francia, instituye el curso de posgrado en Dermatología en el Hospital Central Militar y queda a cargo del Servicio de Dermatología tras la jubilación del doctor Ochoa y Mena. En este periodo nunca dejó de dar consulta externa. El doctor Moreno Collado es profesor emérito en la Escuela Médico Militar. Durante los últimos 30 años impartió clases a todas las generaciones de dermatólogos militares y actualmente da cátedra de posgrado y en ocasiones de pregrado. Para él la docencia ha sido fundamental, pues las enseñanzas de sus maestros fueron determinantes en su camino profesional y ha tratado de transmitir a sus alumnos todo cuanto aprendió.
“El maestro Crescencio Ochoa y Mena me enseñó algo que ahora yo comparto: el mejor libro es el enfermo.” Y cuando le solicitamos que mencione a algunos de sus alumnos más brillantes, no duda en nombrar a los doctores Juan José Ávila, Mario Alva, Laura Juárez Navarrete, Rosa Elba Benuto y Carmen Magaña, ex y actual jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Central Militar. Al hablar de los avances de su especialidad, el doctor Moreno Collado destaca que a su generación le tocó pasar de una dermatología empírica a una sustentada en la investigación científica, gracias a ello pudo tener un conocimiento integral: “Experimentamos los inicios en los que la especialidad se fundaba sólo en la clínica. Aprendimos de grandes maestros que con simplemente observar la piel llegaban a un diagnóstico y conocían muy bien las enfermedades aunque se carecía de muchos métodos terapéuticos. También conocimos la dermatología de prescripción; a mí todavía me tocó formular, lo que era muy interesante porque se adaptaban los tratamientos a cada enfermo. Además, había un gran acercamiento entre el médico y el paciente, eso se ha perdido un poco en parte porque se ha burocratizado la atención y también porque es mayor la cantidad de enfermos que se tienen que atender”. Asimismo, agradece estar viviendo tantos cambios en la medicina y, por supuesto, en la dermatología: “La quimioterapia y las sustancias biológicas han modificado en forma importante la medicina. También se adelantó muchísimo en la cirugía y en otras disciplinas, al grado que se han hecho subramas dentro de la misma especialidad”.
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“Tengo la convicción de que la medicina interna es la base de la dermatología, y las nuevas generaciones, para ser buenos dermatólogos, deberán preocuparse por ver al individuo en conjunto.”
El doctor Moreno Collado también ha ejercido la venereología. Ha trabajado en enfermedades de transmisión sexual y vio el nacimiento de una epidemia tan importante como el vih sida: “Aunque era una noticia desagradable para el paciente, desde el punto de vista médico fue muy importante poder identificar este padecimiento a través de la piel y eso solamente lo hace un médico bien entrenado”. Otra faceta importante en su vida ha sido su entrega a la Academia Mexicana de Dermatología —institución que presidió y de la que actualmente es miembro del Consejo de Honor y Justicia—; donde se ha ocupado de preservar los ideales de sus fundadores con muchos de los cuales convivió y colaboró, como los doctores Oswaldo Arias Capetillo, Antonio González Ochoa, Rubén Salazar Mallén, Jorge Millán, Arseny Lepiavka, Crescencio Ochoa y Mena. “Mi preocupación ha sido que la Academia y actualmente también la Fundación sean dirigidas por gente con amplio sentido del deber y la honestidad, cuya prioridad sea transmitir los conocimientos a sus socios, así como educar a la población sobre las enfermedades de la piel”, aseveró.
El doctor Moreno Collado recibe de manos del licenciado Adolfo López Mateos, presidente de la República Mexicana, el título de Mayor Médico Cirujano y Partero, en 1963.
Al preguntarle qué ha significado la dermatología, tanto personal como profesionalmente, asevera que lo es todo en su vida. Ha dedicado más de 30 años de servicio en el Hospital Central Militar; 27 brindando consulta para apoyar actividades de beneficencia y 23 de trabajo en el Centro Médico ABC. Y una de las grandes satisfacciones que le ha dado es que la mayoría de sus diagnósticos los ha podido confirmar a través de la imagen histopatológica y, curiosamente, cuando no tiene el diagnóstico clínico le sucede igual con la patología. Aunque no niega que en ocasiones es muy grato que el microscopio le ayude a resolver algún caso. Y aunque la dermatología ha sido su principal actividad, el especialista es un hombre de múltiples pasiones, entre ellas viajar, el beisbol, el esquí acuático, la fotografía y la lectura; le encantan las bibliotecas y, especialmente, los libros antiguos.
1965
El doctor Moreno Collado es profesor emérito en la Escuela Médico Militar.
Se introducen las sulfonas y la talidomida para la leprorreacción. Se inicia el uso del peróxido de benzoilo en el tratamiento del acné, a pesar de que fue descubierto en 1930 y autorizado por la fda en 1960.
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Un beso en la boca despierta otro beso y mueren los dos en un eco… Elías Nandino
Una vida en infinitas experiencias: testimonios de León Neumann Scheffer
A
l momento de conocer a don León Neumann Scheffer,
de inmediato intuimos sus profundas raíces; tal vez sea por su mirada o por la serenidad que refleja su semblante. Y, ciertamente, el doctor lleva tras de sí una larga historia que comienza en tierras muy lejanas: su familia salió de Alemania huyendo de la Segunda Guerra Mundial. Debido a su ascendencia judía, sus padres emigraron a tierras mexicanas, sin más alternativa que separarse del resto de la familia. En esta nueva patria nacerían el médico y su hermana. Cuando el especialista era niño, conoció a fondo el barrio de Tacuba, lugar donde se estableció su familia. También tuvo la oportunidad de descubrir todos los rincones del centro de la ciudad, ya que él, su hermana y sus padres se trasladaron ahí una temporada. El joven Neumann Scheffer estudió en una escuela particular, el Colegio Yavne, y posteriormente entró a la Facultad de Medicina de la unam. Antes de él, ninguno de sus familiares había sido médico: “Desde muy pequeño tuve la vocación y la idea de que iba a ser médico, y aunque trataron de disuadirme porque era una carrera muy larga, muy pesada, muy matada, de mucho estudio… Inclusive en la preparatoria me sugirieron que me hiciera un examen para valorar mis aptitudes y, según el psicólogo, los resultados indicaban que debía estudiar ingeniería química. Yo dije: ‘Pues a mí no me interesa ni la ingeniería ni la química, yo quiero ser médico’; y me respondían: ‘Pero no tiene usted las características necesarias’. Yo pensé: ‘Ya veremos’. Y estudié medicina porque era lo que yo quería”. Ésa fue una de las decisiones más duras que debió tomar el doctor Neumann Scheffer. Ni siquiera su padre, una de las columnas en
1967
Experiencia y conocimiento que le han permitido encauzar a varias generaciones de dermatólogos.
R. Abad Iglesias publica un artículo acerca del efecto benéfico de la nueva sustancia SCA —Crymptomphalus Aspersa Secretion— en el tratamiento de la radiodermitis. Leon Goldman escribe un artículo sobre la aplicación del láser en los tatuajes.
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El cigarro y el tono de piel Un equipo de investigadores de la Pennsylvania State University realizó un estudio sobre fumadores afroamericanos y sus conclusiones fueron principalmente dos: a este tipo de raza le cuesta más trabajo dejar el cigarro y —como resultado preliminar— el tono oscuro de su piel permite ser un blanco más frágil para la adicción a la nicotina. Los análisis, publicados en la revista Pharmacology,
Biochemistry and Behavior en el mes de junio de 2009, concluyen
su vida, estaba de acuerdo con que se dedicara al ejercicio hipocrático. La familia insistía en que estudiara ingeniería, pero, obedeciendo a su corazón, hizo lo que realmente le apasionaba. Los años de estudio en la facultad fueron fascinantes: “Fueron realmente muy bonitos, la pasé muy bien. Había que estudiar mucho, pero siempre fui buen estudiante y me gustaba hacerlo. Nunca tuve problemas. Salí bien de la facultad; inclusive me dieron mención honorífica en mi examen profesional… Me gradué muy bien”. La dermatología llegó por una serie de circunstancias que lo fueron guiando hasta esta disciplina: “Casualmente, una vez, un dermatólogo que ya no vive, le preguntó a un amigo suyo, que era otorrino, si no conocía a un joven que estuviera en la escuela de medicina que lo pudiera ayudar en su consultorio por las tardes. Y él le dijo: ‘Pues no conozco a nadie; ya soy viejo, hace mucho que salí de la escuela, pero tengo un socio joven, le voy a preguntar a él’. El mencionado socio joven, que también ya falleció, me conocía a mí, así que me habló y me preguntó si me interesaba el trabajo. Pensé que no estaba haciendo nada, y unos pesos que me entraran no me caerían mal, aunque fuera para los camiones. Fui y me quedé una temporada larga: como tres o cuatro años. Y como ya estaba encarrilado, entré a estudiar la especialidad en forma”.
“Hay que dar algo de uno, lo que se pueda, a esa gente que no tiene recursos. Yo lo sigo haciendo: soy médico de la Clínica de Beneficencia del ABC, doy consulta una vez a la semana, y la gente nos da sólo las gracias, pero lo hago con mucho gusto.” Aquel dermatólogo era el prestigiado doctor Miguel Ahumada, padre de los conocidos empresarios Jorge y Fernando Ahumada Ayala, que hoy poseen farmacias y laboratorios. Neumann Scheffer guarda un profundo agradecimiento al doctor Miguel Ahumada, que tanto le enseñó sobre dermatología. Al decidir su especialidad, el doctor Neumann Scheffer tomó una decisión contraria a la de la mayoría de los dermatólogos de la época: “En ese entonces había prácticamente dos escuelas: los que estaban en el Centro Dermatológico Pascua y parte del
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“Es imposible que un médico vea a un paciente y no observe la piel primero. Un cardiólogo le va a poner el estetoscopio en el corazón, pero sobre la piel… ésta lo cubre todo. Y eso nos da un panorama muy general: muchas enfermedades de otros órganos se manifiestan en la piel; hay que tener buen ojo clínico para entender que hay algo más allá.”
Hospital General, y los “renegados”, digamos, que estábamos en el Instituto de Enfermedades Tropicales, que ya no existe tampoco —estoy hablando de la prehistoria—; ahí nos formamos un grupo importante de dermatólogos de hoy en día”. Interesado por aprender más, nuestro entrevistado se lanzó a una empresa aventurada: dos años en Alemania para terminar su especialidad en dermatología en la Clínica Universitaria de la ciudad de Múnich. Sin embargo, cuando regresó a México tuvo que volver a luchar para recuperar el terreno que había abandonado en tierra mexicana, el cual se le presentaba hostil al joven médico —y recién casado—: “Fue muy difícil, nada más como detalle, teníamos un coche chiquito, de esos que se supone que no gastan mucha gasolina, y mi suegro le regaló a mi esposa otro más, pero lo teníamos que dejar encerrado, porque no había para ponerle gasolina a los dos autos. O era uno o era el otro”. Al regresar a México, el doctor Neumann Scheffer comenzó a trabajar en un laboratorio farmacéutico, pero de nuevo se presentó una decisión difícil. Comenzó a trabajar en su consultorio privado al mismo tiempo que en el laboratorio. Pronto se hizo evidente que debía elegir sólo uno de ellos: “El consultorio fue creciendo… Llegó un momento en que hablé con mis jefes en el laboratorio y les dije que necesitaba más tiempo para dedicarle a mi consulta; me dieron medio tiempo, con lo cual podía llegar más temprano al consultorio. Esta situación no duró mucho, porque empezó a haber reestructuraciones en el laboratorio, se cambió de dirección a la planta que estaba en la carretera a Toluca, y ya estaba muy complicado llegar, así que renuncié para estar de lleno en mi consultorio. Todavía me buscaron de otro laboratorio, me ofrecieron medio tiempo, pero duré poco, pues lo que yo quería era enfocarme a mis pacientes. Me salí de ahí y desde entonces me he dedicado a mi consultorio”. Mas ésa no ha sido la única combinación que realizó el médico en su vida profesional; de una u otra manera, se ha dedicado asiduamente al ejercicio docente, y ha contribuido a la formación de decenas de jóvenes dermatólogos: “Fui profesor ayudante en
1969
Se lanza al mercado el Clobetasol, un corticoide tópico de alta potencia.
1970
Thomas B. Fitzpatrick empieza a administrar fotosensibilizantes —psoralenos— para el tratamiento de la psoriasis al exponer al paciente a los rayos UVA.
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que existe la posibilidad de encontrar una relación entre los niveles de pigmentación de la piel oscura y los altos niveles de consumo de cigarros.
algún momento de mi vida profesional, ya no lo soy. Pero he tenido, afortunadamente, en este recorrido de casi 40 años, un número importante de jóvenes que están en entrenamiento en dermatología o que han terminado la especialidad y vienen aquí a aprender otras cosas de la medicina privada, que no es lo mismo que se aprende en el hospital. Han pasado muchos, muchos jóvenes que ahora son dermatólogos distinguidos, y he tenido el honor de encauzar a varios de ellos: tengo alumnos en diferentes lugares de la República y el extranjero, que han rotado conmigo, entre ellos los doctores Karina Alfaro, María Esther Coronel, Laura Angélica Galván Soria, Linda García Hidalgo, Claudia Mendoza de Jesús, Silvia Orozco, Laura Paredes Romo, Adriana Pérez Uribe, Blanca Reyes, Julieta Ruiz Esmenjaud, Rocío Tajonar, Sergio Botis, Julio Green, Víctor Otero y José Luis Ramírez”.
El grupo estudiado estuvo constituido por 147 hombres y mujeres afroamericanos y con problemas de adicción al cigarro, quienes respondieron a una encuesta para conocer el nivel de su dependencia. Además, en la investigación fue necesario utilizar un reflectómetro, el cual evaluó los niveles de melanina en la frente y cara interna del brazo de quienes participaron en el ensayo científico.
“Afortunadamente, en este recorrido de casi 40 años, he tenido un número importante de jóvenes que están en entrenamiento en dermatología o que han terminado la especialidad y vienen aquí a aprender otras cosas de la medicina privada, que no es lo mismo que se aprende en el hospital.” Su entusiasmo por el conocimiento se deja ver al momento de preguntarle por esos grandes maestros, todos ellos entrañables amigos: “Tuve grandes maestros, recuerdo, por ejemplo, a Miguel Ahumada, quien me introdujo en el campo de la dermatología; y luego, del Instituto de Enfermedades Tropicales, los doctores Antonio González Ochoa, Luciano Domínguez Soto, Mario Magaña, Ernesto Escalona y Oswaldo Arias Capetillo, quien, aunque no estaba directamente en Enfermedades Tropicales, estaba en un dispensario antivenéreo donde se veían enfermedades de transmisión sexual, y nosotros íbamos ahí para aprender ese tipo de patología”. La pasión de Neumann Scheffer es evidente en cada una de sus palabras, sobre todo cuando le preguntamos qué ha significado la dermatología para él: “Es una especialidad muy bonita, muy completa; se interrelaciona prácticamente con todas las
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demás especialidades: es imposible que un médico vea a un paciente y no observe la piel primero; un cardiólogo le va a poner el estetoscopio en el corazón, pero sobre la piel. Hay una interrelación con todas las especialidades. No así, por ejemplo, la oftalmología, que es muy pequeña… la piel lo cubre todo”. Y como si nuestra charla fuera una suerte de círculo, regresamos a las raíces del doctor Neumann Scheffer cuando vuelve a recordar a su padre. Discretamente le preguntamos si su progenitor pudo atestiguar sus éxitos, nos responde con cierto dejo de melancolía y esperanza: “Sí, mi padre, que se llamaba Moritz Neumann, afortunadamente vivió hasta los ochenta y tantos años, y pudo ver algo de lo que había logrado en la vida. Mi madre, desgraciadamente, murió muy joven, cuando yo tenía siete años de edad. No recuerdo mucho de ella. Mi padre fue de muy pocas palabras siempre, una persona que expresaba muy poco: él con la mirada decía más que con las palabras. Yo sé que estaba orgulloso, pero no lo expresaba. Fue a través de otras personas que supe que sí le enorgullecía lo que había logrado. Pero él nunca me lo dijo”.
Gracias al doctor Miguel Ahumada, el doctor Neumann Scheffer se dedicó a la dermatología.
1970
Eugene Van Scott y Ruey J. Yu descubren los ácidos no tóxicos de origen natural, que tienen beneficios notables en la formación de nueva piel.
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Desde hace mucho tiempo la tierra te conoce: eres compacta como el pan o la madera, eres cuerpo, racimo de segura sustancia, tienes peso de acacia, de legumbre dorada. Pablo Neruda
Impulsor de la dermatología de avanzada en México, doctor Jorge Ocampo Candiani
C
uando era niño, anhelaba convertirse en médico y alcanzó
su sueño. Actualmente, el doctor Jorge Ocampo Candiani es jefe del Servicio de Dermatología y de Cirugía Dermatológica del Hospital Universitario; profesor de dermatología y cirugía dermatológica y jefe del Servicio de Dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León (uanl). Es, por supuesto, uno de los dermatólogos más reconocidos en México, entre otras cosas, por impulsar la introducción de tecnología de punta en su especialidad, en el estado de Nuevo León. Conozcamos un poco más del doctor Ocampo Candiani en sus propias palabras: “Nací en Ciudad Obregón, Sonora. Mi mamá se dedicó al hogar. Mi padre fue gerente nacional de ventas de GoodyearOxo y, aunque no estudió medicina, fue un ejemplo de tenacidad, puntualidad, responsabilidad, amor a su esposa, a su familia y al trabajo; fue un modelo para mí y creo que influyó en forma muy importante en mi vida”.
“Mi padre fue para mí un ejemplo de tenacidad, puntualidad, responsabilidad, amor a su esposa, a su familia y al trabajo.” Decidió estudiar medicina desde los cuatro o cinco años: “Mi sueño siempre fue ser médico. Si yo veía a un amigo que sufría algún traumatismo o se golpeaba, me gustaba ayudar, pero nunca fue por alguna influencia familiar, finalmente fue por un gusto que desde muy
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Desde niño, el doctor Jorge Ocampo Candiani, soñaba con ser médico y logró ser uno de los mejores dermatólogos del país.
Geiner Bollag descubre la isotretinoína, utilizada en los tratamientos contra el acné por su efecto sebosupresor.
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pequeño tuve. Nunca dudé en estudiar medicina; nunca soñé, como lo habitual en todo niño, con ser bombero ni aviador, yo siempre dije voy a ser doctor y mis juegos giraban alrededor de la medicina”. La certeza con la que eligió su carrera animó a sus padres, quienes le brindaron todo el apoyo necesario: “Yo era el hijo mayor, había sido un estudiante destacado en la primaria, secundaria y preparatoria, así que ellos estaban muy ilusionados de que yo fuera médico”. El doctor realizó sus primeros estudios en la ciudad de México, pero determinó cursar medicina en la uanl. El motivo: “Siempre ha sido considerada como una de las universidades de mayor prestigio a nivel nacional”.
El melanoma podría causar otro tipo de cáncer Los pacientes tratados por un melanoma tienen más del doble de posibilidades de desarrollar otro tipo de cáncer que el resto de la población, según investigadores de la Queen’s University de Belfast, en el Reino Unido,
Desgraciadamente, cuando estaba en el cuarto año de medicina, su padre fallece: “Fue algo muy dramático para mí, porque mis dos hermanos estaban en la escuela también y yo tuve que dedicarme a trabajar al mismo tiempo que estudiaba medicina para poder terminar mi carrera”. Su acercamiento a la dermatología no fue inmediato, ya que en un inicio se interesó por la cardiología, después por la cirugía cardiovascular, luego por la cirugía plástica y en el último año de la carrera es cuando opta por la dermatología. ¿Por qué?: “Por comentarios de mis maestros de pregrado y porque yo vi en la dermatología un área muy completa, donde se veían cuestiones clínicas y se relacionaba mucho con la medicina interna. Posteriormente empezó a surgir la cirugía dermatológica y esto la hizo una especialidad más completa aún, además había muchas áreas de oportunidad en la investigación, tanto básica como clínica, y eso era lo que yo buscaba”. El doctor Ocampo Candiani se ha enfocado tanto al tratamiento de lesiones precancerosas y cancerosas como a problemas comunes: acné, psoriasis, vitiligo, aplicaciones de toxina botulínica, trasplante de cabello, liposucción, pero asevera que su mayor satisfacción es poder tratar en la actualidad el cáncer en la piel con una técnica adecuada que permite conservar la función y la estética de sus pacientes. El bienestar de los enfermos siempre ha sido su principal interés. Recuerda varios casos que ha atendido y nos relata uno de ellos: “Hubo una paciente que la habían operado muchas ocasiones en la ciudad de México por un cáncer en la piel que volvía y volvía. El doctor León Neumann le recomendó que viniera conmigo a Monterrey y
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El doctor Ocampo Candiani con una de sus pacientes.
afortunadamente ella lleva más de quince años libre del padecimiento, y tengo el gusto de que una o dos veces al año nos llama para recordarnos lo agradecida que está. También nos alegra ver cada año a un promedio de 80 familias de pacientes con lepra, las cuales nos ven con cariño, valoran el esfuerzo que estamos haciendo para atenderlos y resolverles su problema”.
“Admiraba mucho al doctor Juventino González Benavides, porque supo combinar la enseñanza, la atención a los pacientes y al mismo tiempo su capacidad de liderazgo, que lo llevó a ocupar puestos políticos y sociales importantes.” Durante la formación profesional del doctor Ocampo Candiani hubo grandes y admirados maestros, entre ellos se encuentra el doctor Juventino González Benavides: “Fue el decano de la dermatología en Nuevo León. Se formó en la ciudad de México con el doctor Fernando Latapí. Era una persona que amaba su especialidad; en Nuevo León llevó a la dermatología de ser una especialidad desconocida en el medio médico y con los pacientes a ser muy renombrada. Fue uno de los fundadores de la Sociedad de Dermatología del Estado y Jefe del Servicio de Dermatología durante muchos años. Además fue un líder social, llegó a ser diputado local y alcalde del municipio de Monterrey. Recibió muchas condecoraciones, yo lo admiraba porque supo combinar la enseñanza, la atención a los pacientes y al mismo tiempo su capacidad de liderazgo, que lo llevó a ocupar puestos políticos y sociales importantes”.
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Se sintetiza el etretinato, útil para el tratamiento de la psoriasis y otros trastornos de queratinización. Se empieza a utilizar la clindamicina para el tratamiento del acné.
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cuyo estudio fue publicado en el British Journal of
Cancer, en enero de 2009. De acuerdo con Sara Hiom, de la organización británica Cancer Research UK, esta investigación puede ayudar a los médicos a ofrecer información más precisa a los pacientes que han sufrido un cáncer de piel para que sepan cómo reducir el riesgo de desarrollar un segundo cáncer. Los científicos afirman que aproximadamente la mitad de todos los casos de cáncer podría prevenirse con cambios en el estilo de vida: dejar de fumar, evitar el sobrepeso o no beber alcohol en exceso. Según datos del mismo año, la Organización Mundial de la Salud ha declarado que cada año hay 132 000 nuevos casos de cáncer del piel.
Otro médico que marcó su vida fue Carlos Canseco Morales, eminente especialista fallecido en enero de 2009: “Él fue alergólogo y un líder que yo admiré mucho. Ocupó el puesto más importante en la Fundación Rotaria y fue presidente de Rotary International. En su época de rotarios, hizo una de las campañas más fuertes para erradicar del mundo la poliomielitis. Él también reunía las calificaciones para ser un gran maestro, un gran clínico, un gran médico, un gran investigador, un gran líder social; combinaba la medicina con otras actividades muy importantes para la sociedad”. Ambos no sólo fueron un ejemplo a seguir para el doctor Ocampo Candiani, sino un apoyo esencial para poder continuar su carrera, principalmente en el momento de estudiar la especialidad y subespecialidad en cirugía dermatológica: “El doctor Carlos Canseco me ayudó a obtener una beca de la Fundación Rotaria, para que al terminar mis estudios de dermatología pudiera hacer una subespecialidad en cirugía dermatológica, en Barcelona, España, y posteriormente en la Universidad de Birmingham, en Alabama, Estados Unidos. Gracias a su apoyo pude irme becado, por eso agradezco en forma muy importante la ayuda que se me dio”. Y así como obtuvo el respaldo de sus maestros, también recibió grandes enseñanzas. El doctor Ocampo Candiani nos comparte una de ellas: “La mayor lección la recibí del doctor Juventino González Benavides. Fue un hombre muy sencillo que falleció hace aproximadamente tres años. Él tuvo un problema en la columna y quedó en silla de ruedas y aun así venía todos los días a dar clases. Era su pasión, era un gran maestro, se preocupaba por nosotros; era muy estricto, pero al mismo tiempo nos impulsaba y a cualquier actividad que desarrollaba nos invitaba a participar. Si iba a la televisión, nos llevaba a los residentes a hacer campañas de prevención de cualquier tipo de enfermedades de la piel. Adoraba a sus pacientes de lepra; de hecho, inició unas posadas para ellos, que me ha tocado continuar con el apoyo de todos los ex residentes del hospital, donde se les regalan despensas, cobertores y hay diferentes diversiones para sus hijos, con la idea de unirnos como una gran familia y aprovechamos ese momento para revisar a sus hijos o nietos para detectar a tiempo esta enfermedad”. El doctor Ocampo Candiani, tras una estancia de año y medio en el Hospital Sagrado Corazón —que depende de la Universidad Central de Barcelona—, se fue a aprender algunas técnicas especiales de cirugía dermatológica cosmética, como el trasplante de pelo. En París estudió con el doctor Pierre Fournier, considerado a nivel mundial
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El doctor Ocampo Candiani ha recibido múltiples premios y reconocimientos por su excelente labor en el estado de Nuevo León.
como uno de los padres de la liposucción; y en la Universidad de Birmingham aprendió más técnicas de láser y dermabrasión con el doctor Gary Monheit, uno de los creadores de los peelings químicos. Luego hizo algunas rotaciones en Minneapolis y Nueva Orleans; estuvo tres meses en la Universidad Baylor en Houston, y en Toronto con el doctor Walter Unger, quien es un experto en trasplante de cabello.
“Para corresponder con el apoyo recibido, yo sentía que tenía que venir a montar ciertas técnicas que no se conocían ni en Monterrey ni en México, como la cirugía micrográfica de Mohs.” A su regreso a Monterrey, ingresó al Hospital Universitario y a la planta docente del Departamento de Dermatología de la Facultad de Medicina, uanl: “Para corresponder con el apoyo recibido, yo sentía que tenía que venir a montar ciertas técnicas que no se conocían ni en Monterrey ni en México, como la cirugía micrográfica de Mohs, desarrollada en Estados Unidos por el doctor Frederick Mohs, que es un método muy especializado para la extirpación y el tratamiento de cáncer de la piel. Nuestro centro fue el primero a nivel nacional que implantó este servicio para nuestros pacientes de todo México”.
1974
El doctor Eugene Van Scott y Ruey J. Yu publican el primer estudio científico sobre los beneficios de los alfahidroxiácidos —AHA— en el tratamiento de los problemas más comunes de la piel. Se inicia el uso de la eritromicina tópica en el tratamiento del acné.
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“La dermatología es de lo más significativo en mi vida, me ha permitido un desarrollo muy importante en cuanto a mi persona y a mi familia.” En cuanto a la docencia, a finales de 2008, el especialista recibió un reconocimiento por 20 años de labor. Ésta, asegura, ha sido muy importante en su desarrollo profesional: “Yo le dedico gran parte de mi día a la enseñanza; sensibilizamos a los estudiantes de pregrado sobre la importancia de la prevalencia de las enfermedades de la piel, pues cerca del 20% de las patologías vistas en la consulta del médico general son dermatológicas. Los ayudamos a detectar a tiempo enfermedades importantes como el cáncer de la piel, en particular el melanoma, y en padecimientos como la lepra, los auxiliamos para que puedan tener la sensibilidad para diagnosticar y atender este tipo de mal”. El posgrado también es un área trascendental de la facultad, donde se han formado la gran mayoría de los dermatólogos de Monterrey, del norte del país y, recientemente, de diferentes partes de la República Mexicana.
Familiares, amigos y colegas celebran sus logros en el Hospital Universitario.
Al preguntarle al especialista sobre sus alumnos más destacados, respondió sentirse orgulloso de todos los egresados del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario. También reconoció la gran amistad que lo une a diversos colegas: “Afortunadamente, tengo amigos de muchas partes de México, de Latinoamérica y del mundo. Maestros que ahora son parte de mis amigos: de Estados Unidos, el doctor Perry Robins, uno de los padres de la cirugía dermatológica; en España, los doctores Alejandro Camps, Francisco Camacho, Julián Sánchez Conejo Mir y José María Mascaro, uno de los íconos de la dermatología a nivel mundial; en Argentina, Ana Kaminsky y Carlos Fernando Gatti; en Canadá, los doctores Alastair y Jean Carruthers; en El Salvador, el doctor Enrique Hernández Pérez; en Portugal, el doctor Antonio Picoto; en la ciudad de México, los doctores Roberto Arenas, Amado Saúl, Alejandro Bonifaz, Luciano Domínguez Soto, Clemente Moreno, María del Carmen Padilla, Judith Domínguez, Ivonne Arellano, Rosa María Gutiérrez, Carola Durán y José Gerardo Silva, quien fue mi compañero de especialidad y ahora es mi compadre; y en Guadalajara, los doctores Barba, don José (q.e.p.d.), José Fernando y Julio”.
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Su familia es su gran apoyo. Aquí lo vemos acompañado de su esposa, la licenciada Sonia Garza, y sus dos hijos, Jorge Alejandro y Sonia Sofía.
“Debemos darles todas las herramientas necesarias a los dermatólogos para que puedan destacar y demostrar que para cuestiones oncológicas tumorales, médicas y cosméticas, el especialista que está preparado es el dermatólogo.” Para resumir los logros que el doctor Ocampo Candiani ha tenido a lo largo de su vida, comenzamos por la formación de una gran familia y el nacimiento de sus dos hijos Jorge Alejandro y Sonia Sofía Ocampo Garza. Actualmente, ambos estudian medicina, y aunque nos confiesa que le ilusiona que alguno se especialice en dermatología, dejará que ellos decidan su camino y los apoyará de la misma manera que él fue respaldado por sus padres. Otros de sus orgullos: “Obtuve un reconocimiento de la Sociedad Mexicana de Cirugía Dermatológica y Oncológica. También me nombraron miembro de la Academia Nacional de Medicina y de la Academia Mexicana de Cirugía. En 2004 ingresé al Sistema Nacional de Investigadores del conacyt. El año pasado fui nombrado miembro del Consejo Mexicano de Dermatología, hemos obtenido muchos premios de investigación a nivel nacional e internacional”. Además, tiene cerca de 121 publicaciones y 29 en el Index Medicus; ha participado como conferencista invitado en más de 30 países. Es miembro de muchas sociedades a nivel nacional e internacional; es presidente electo de la Sociedad Internacional de Cirugía Dermatológica y vicepresidente del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (cilad); y es presidente del comité organizador del xviii congreso del cilad, que se llevará a cabo en Cancún en noviembre de 2010.
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Greiter populariza el SPF —Sun Protection Factor— a pesar de que Schulze ya lo había propuesto en 1956.
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El doctor Ocampo Candiani al impartir una conferencia.
La notable trayectoria del doctor Ocampo le ha permitido experimentar los avances de la dermatología. Nos habla en especial de los que él ha vivido: “La dermatología cambió radicalmente en los últimos años, de ser una especialidad puramente médica, se ha convertido en médico-quirúrgica. A mí me tocó este cambio importante, de ser una especialidad médico-quirúrgica ahora también es cosmética, cuando originalmente se veían sólo pacientes con problemas médicos. Después se vio que el médico diagnosticaba el problema, pero también podía tratarlo, primero con medicamentos y cuando era necesario de una manera quirúrgica. Últimamente, los dermatólogos se han involucrado muchísimo en el cáncer y precáncer de la piel; en las áreas de dermatología cosmética han aportado muchísimo a nivel mundial sobre las técnicas de liposucción, radiofrecuencia, electrocirugía, terapia fotodinámica y, finalmente, el uso de tecnologías láser para diferentes padecimientos de la piel que antes se consideraban no tratables. Gracias a ello, muchos de nuestros pacientes ahora pueden ser tratados de una manera muy adecuada, pues antes no teníamos las herramientas para hacerlo”.
“En todo el mundo y en particular en México y en nuestro Servicio de Dermatología del Hospital Universitario, los aspirantes a ser dermatólogos son de los mejores estudiantes de medicina, por lo que el futuro de nuestra especialidad está garantizado, ya que la materia prima que está ingresando es de lo mejor que hay.” Nuevo León es pionero de muchos progresos dermatológicos: el primer láser de depilación de toda Latinoamérica, también fue el primero en contar con equipos como el Láser Fraxel y otros tipos de tecnología láser que han puesto a la vanguardia al estado. Y así como hay avances, también retos, el doctor Ocampo Candiani menciona los que hoy en día deben afrontar los dermatólogos: “Tenemos que enfrentar o saber com-
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batir con profesionalidad y capacitación a la gente que no tiene la especialidad en dermatología y que se quiere dedicar a problemas de la piel, muchas veces apoyados con capitales muy fuertes de empresarios. Debemos darles todas las herramientas necesarias a los dermatólogos para que puedan destacar y demostrar que para cuestiones oncológicas tumorales, médicas y cosméticas, el especialista que está preparado es el dermatólogo; ése es el principal reto, que nuestra comunidad y el público en general sepan esto”. Finalmente, asegura ver con entusiasmo el futuro de la dermatología: “Seguirá evolucionando; viene gente muy buena y bien preparada en las áreas de la dermatología general, la cosmética y la cirugía. El área de investigación es de las más importantes y cada día estamos avanzando más en su desarrollo. En el Hospital Universitario tenemos investigaciones básicas, clínicas y relacionadas con la industria farmacéutica; creo que en la actualidad, en todo el mundo y en particular en México y en nuestro Servicio de Dermatología del Hospital Universitario, los aspirantes a ser dermatólogos son de los mejores estudiantes de medicina, por lo que el futuro de nuestra especialidad está garantizado, ya que la materia prima que está ingresando es de lo mejor que hay”.
1974
El doctor Edelmiro Pérez, subdirector del Hospital Universitario; el doctor Ocampo Candiani; el ingeniero José Antonio González, rector de la uanl y el doctor Donato Saldívar, director de la Facultad de Medicina y Hospital Universitario de la uanl, durante el acto inaugural del Servicio de Dermatología, julio de 2008.
En el xlv Curso de Terapéutica Dermatológica, celebrado del 15 al 17 de abril de 1999.
Los doctores Eugene Van Scott y Ruey J. Yu comprobaron la efectividad de los alfahidroxiácidos —AHA— para reducir los signos del envejecimiento, como las líneas de expresión, arrugas y los trastornos de la pigmentación.
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Soy ahora ese límite extraño, esa piel que consume, que se quema y se gasta, ese tacto profundo que va desde la piel al pozo ciego de mis venas, y también un ruiseñor y un alto Sol, tendido, mudo. Jaime Labastida
Capturamos instantes del quehacer dermatológico de la doctora Rocío Orozco Topete
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a doctora Rocío Orozco Topete, jefa del
Departamento de Dermatología del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, siempre se ha considerado profesora, fotógrafa y dermatóloga, ya que profesa un gran amor por estas actividades, las cuales ha podido combinar exitosamente. Y si capturáramos su labor dermatológica en una serie de instantáneas, la primera imagen que surgiría sería el momento en que decide estudiar medicina: “A la medicina llegué porque era la única carrera que me atraía. Además, mi familia influyó mucho, porque mi abuelo materno fue médico general; mi tío materno, ginecólogo; mi tía paterna, cirujana, y siempre conté con el apoyo de mi madre y mi padre para estudiar lo que me gustara”. La doctora Orozco Topete realizó sus estudios en la Universidad Nacional Autónoma de México; hizo su residencia en medicina interna porque pensaba dedicarse a la endocrinología. Sin embargo, se dio cuenta de que esa disciplina no era lo que realmente le interesaba. Hubo un factor determinante que, nos comenta, la llevó a especializarse en dermatología: “El primer caso de pénfigo que viví. Era una paciente de quien nadie tenía el diagnóstico, cuando se hicieron las biopsias y se supo lo que era, estuvo hospitalizada tres meses. Al ver su evolución, cómo mejoraba y se controlaba la enfermedad, me di cuenta de la especialidad que quería. Además fue una paciente que seguí atendiendo a través de los años”.
Al centro, de pie, se encuentra la doctora Rocío Orozco Topete, rodeada de su gran equipo de colaboradores.
1976
Se empiezan a utilizar los fillers de colágeno.
1977
El laboratorio dermatológico Bioderma crea Nodé Fluide, un champú suave, sin detergente y de uso diario.
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Las causas y remedios del acné en el Renacimiento En su libro De Decoratione
Liber, publicado por primera vez en 1508, Girolamo Mercuriale recapitula algunas teorías relacionadas con el acné. Aristóteles escribió que estos pequeños abscesos eran resultado de un desequilibrio humoral. Por su parte, Galeno afirmaba que estas erupciones cutáneas eran causadas por el espesor anormal de la sangre, lo que también era provocado por la inestabilidad de los humores.
“Antes sólo había un área de consulta en la que en un principio se veían ocho pacientes, actualmente en el Departamento de Dermatología estamos atendiendo a 80.” Pero lo que más llamó su atención sobre esta rama de la medicina fue que “la dermatología era una especialidad en la que había muchas preguntas y grandes vacíos en el tratamiento, por lo cual había un gran espacio para la investigación, el estudio y manejo de pacientes”. Entre los destacados maestros que compartieron su saber dermatológico con la especialista, se encuentra la doctora María Teresa Hojyo, a quien considera como su mentora inicial. Después de pasar un año en el Hospital General “Dr. Manuel Gea González”, la doctora Orozco Topete se fue a Estados Unidos, donde trabajó con el doctor Peter Elias, quien fue su mentor en el área de investigación. La mayor enseñanza que recibió de él fue “mantener la curiosidad por investigar”. La doctora Orozco Topete estuvo dos años en Estados Unidos, en la Universidad de California, en San Francisco. A su regreso obtuvo una plaza en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”, donde, desde 1982 hasta la fecha, ha laborado ininterrumpidamente. Para la médica, su área de interés ha sido el vínculo entre la medicina interna y la dermatología, esencialmente respecto a reacciones medicamentosas en la piel y el paciente inmunosuprimido. En relación con el sida, durante su estancia en San Francisco inició esta epidemia y le tocó ver los primeros casos de la enfermedad. La especialista fue una de las primeras en publicar cuáles eran las manifestaciones en la piel de los enfermos y asegura con satisfacción: “Somos considerados entre los expertos en pacientes inmunosuprimidos con lesiones en piel”. Uno de sus mayores logros ha sido la fundación del Departamento de Dermatología en el citado Instituto, donde comenta: “La dermatología sólo era un servicio de
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“El reto de las nuevas generaciones es tomar el gusto por la práctica de la dermatología en su área médica.”
interconsulta, en la que en un principio se veían ocho pacientes, actualmente estamos atendiendo a 80. Poco a poco las autoridades del hospital vieron la importancia de que este servicio se convirtiera en Departamento, el cual cuenta con actividades asistenciales, de enseñanza e investigación, y está conformado por las doctoras Linda García Hidalgo, Guadalupe Ortiz Pedroza, Carla Archer Dubon, Josefina Carbajosa, Lilly Esquivel y Amparo Hernández Salazar, con quienes se ha logrado un equipo de trabajo muy exitoso y completo, en las diferentes áreas de la especialidad”. En cuanto a los egresados, han conseguido formar dermatólogos que cuentan con las herramientas necesarias para desarrollarse a nivel profesional y hospitalario, así como en la práctica de consultorio. “En la actualidad tenemos siete egresadas, las doctoras: Carla Archer Dubon, Vilma García Benítez, Beatriz García de Acevedo, María Guadalupe Matus, Elva Cárdenas Zeivy, Ana Ruelas Villavicencio y Brenda Oralia López Tintos, quienes se han insertado a la práctica de la especialidad de manera exitosa”, aseguró la doctora. Actualmente, los residentes que están en entrenamiento son: Mónica Fernández Sánchez, Cecilia Sánchez Hernández, Ruth Quiroz Mejía, Yann Vincent Charli Joseph y Silvia Méndez Flores.
La doctora Orozco Topete también disfruta de la fotografía. Estas iguanas de las islas Galápagos son una muestra de su obra.
El Departamento de Dermatología es el más joven del país y cuenta con todo el apoyo institucional para ofrecer un entrenamiento completo: “Entre nuestras áreas de interés incluimos la dermatoscopia, iniciada por el doctor Christian Scholtés hace diez años, la cual nos ha permitido hacer diagnósticos más precisos de lesiones pigmentadas. Por las características de nuestros enfermos en el Instituto, en el grupo de pacientes inmunosuprimidos observamos una gran cantidad de dermatosis de tipo inflamatorio, neoplásico e infeccioso que requieren un diagnóstico temprano, para lo cual hemos desarrollado algoritmos de estudio muy útiles”.
1978
La fda publica las directrices de los protectores solares y el SPF. Los doctores Eugene Van Scott y Ruey J. Yu obtienen la patente de los alfahidroxiácidos —AHA—, de gran utilidad en el tratamiento de la ictiosis.
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Para la doctora Orozco Topete, la fotografía de animales es uno de sus temas favoritos.
Mercuriale postuló también su propia teoría, la cual vinculaba al acné con las emociones. De esta forma, las espinillas aparecían en el rostro porque, cuando se experimentaba alguna alteración, la sangre subía a la cabeza, ruborizando a la persona. Este exceso de sangre “inundaba” el cutis y causaba el nacimiento de las espinillas. Para eliminarlas, Mercuriale sugería tomar medidas muy estrictas, como evitar la luz del sol, el fuego, los movimientos bruscos y todo aquello que pudiera incrementar la temperatura de la cara y la cabeza. No se debían comer platillos muy salados o dulces, sino aquellos alimentos que tuvieran la facultad de aliviar al hígado y retirar sangre de la superficie corporal, como la achicoria y la cebada.
A lo largo de su carrera, la especialista ha vivido muchos cambios en el quehacer dermatológico, entre ellos menciona: “El gran desarrollo de la terapéutica dermatológica en los últimos 20 años, con base en el conocimiento de la fisiopatogenia de las enfermedades, lo que ha sido extraordinario, porque al conocer las causas de las enfermedades de la piel se ha podido dar un tratamiento racional a los pacientes”. Sin embargo, lamenta que en México la investigación sea insuficiente. “Somos pocos los dermatólogos que estamos en condiciones de hacer investigación a nivel académico y esto es un problema tanto para el desarrollo de la especialidad en México como para los dermatólogos jóvenes, quienes no tienen imágenes con las cuales identificarse y entrenarse. No hay suficiente apoyo a la investigación y las enfermedades dermatológicas no entran en las prioridades de salud en nuestro medio”. Para la doctora Orozco Topete, la dermatología es una disciplina que siempre ha estado desarrollándose en forma dinámica; hoy en día, el reto es mantener a las nuevas generaciones interesadas en la parte médica de la especialidad. Al respecto de la cosmética, manifestó: “Desafortunadamente, no hay muchas oportunidades de trabajo en la dermatología académica institucional, entonces la mayoría de los médicos optan por el área cosmética, algunas veces sin tener el entrenamiento adecuado”. En cuanto a su labor como docente, la doctora Orozco Topete ha impartido clases desde que cursaba el segundo año de medicina. “Empecé como ayudante de profesor en bioquímica y a través de los años en dermatología con alumnos de pregrado y posgrado, y, desde que se fundó la residencia, como profesor titular. Una de las satisfacciones más importantes como profesora fue el recibir la distinción Indivisa Manent a la excelencia académica, reconocimiento otorgado por los alumnos cuando impartía clases de dermatología en la Universidad La Salle”. Otra gran satisfacción ha sido el observar el desarrollo exitoso de sus egresados en la vida profesional. Al preguntarle a la doctora qué ha significado la dermatología en su vida, no duda en contestar: “Significa que no me equivoqué. Fue un acierto completo”. Prueba de ello son los múltiples artículos y publicaciones que documentan sus investigaciones, así como las distinciones que ha recibido, entre ellas, fue becaria del conacyt para desarrollar estudios de posgrado en Dermatología; fue presidenta de la Academia Mexicana
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“Somos pocos los dermatólogos que trabajamos en la vida académica institucional y esto es un problema.”
de Dermatología (1993-1995) y miembro del Comité de Morbi-Mortalidad del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” (1993-1998). Asimismo, ha sido y es de gran relevancia su participación activa en diversas sociedades médicas, como la Society for Investigative Dermatology Inc.; la American Academy of Dermatology; la International Society of Dermatology, Tropical, Geographic and Ecologic; el Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología; la Sociedad Latinoamericana de Investigación Dermatológica, de la que fue miembro fundador, y su reciente ingreso a la Academia Nacional de Medicina. Y no podíamos concluir esta conversación sin enfocarnos en la fotografía: “Es una de mis pasiones, le dedico la mayor parte de mi tiempo libre. Mi esposo es cómplice y el más entusiasta admirador, como parte de su apoyo me regaló mi primera cámara digital... A mi padre le gustaba mucho la fotografía y desde ahí empecé a tomar el gusto; hice un diplomado de fotografía digital en el Tecnológico de Monterrey y he tomado talleres en Francia y Estados Unidos. Siempre dije que la fotografía era mi subespecialidad dentro de la dermatología; he realizado fotos dermatológicas e inclusive en la Academia Mexicana de Dermatología encabecé talleres de fotografía dermatológica”. La especialista ha expuesto su obra en el Instituto donde labora y en una muestra colectiva con compañeros del Tecnológico de Monterrey. Su mirada fotográfica se ha centrado en viajes, flores y animales, pero en este momento experimenta con algo más personal que titulará Reflejos. La doctora Orozco Topete vive profesionalmente entre dos pasiones paralelas —dermatología y fotografía—, en las cuales los ojos son el elemento esencial: en una la llevan al diagnóstico y en la otra a la contemplación de la vida detenida en una fracción de segundo. Y con esta instantánea, cerramos el obturador.
1979
Ha expuesto sus fotografías en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”.
Se emplea la isotretinoína oral en el tratamiento del acné. Salen al mercado los derivados del dibenzoilmetano como protección contra los rayos UVA.
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Pero a pesar de la carga de los años, permanezco enamorado de la vida y a la vez de mi muerte: simbiosis en que fundo mi existencia. Elías Nandino
Vivir para la dermatología, la gran obra de la doctora Yolanda Ortiz Becerra
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os dermatólogos vivimos de la dermatología, pero tú vives para la dermatolo-
gía”, así describió la doctora María Teresa Hojyo la entrega de la doctora Yolanda Ortiz Becerra y no se equivocó. Con más de 50 años de trabajo incansable, la especialista es, sin duda, una de las dermatólogas de mayor prestigio en México. Yolanda Ortiz nace en la ciudad de México en 1934, en la calle del Sol, astro que ha sido un buen presagio en su vida y, como ella misma asegura, siempre la ha acompañado en los momentos más difíciles y brillantes. Hablar con la doctora de su trayectoria profesional nos traslada al comienzo de todo, al momento en que decide estudiar medicina: “Cuando cursaba la primaria y secundaria, los domingos iba a comer a casa de Alfredo Becerra, un primo hermano que era estudiante de medicina y después se especializó en hematología; él era amigo de Agustín Chévez, quien llegó a ser un gran patólogo. Vengo de familia de médicos, y eso me interesó mucho desde niña”. En 1953, la doctora Ortiz Becerra forma parte de la penúltima generación de la antigua Facultad de Medicina, ubicada en Santo Domingo. Al tercer año de estudios, ingresa al Hospital General de México para cursar dermatología con el profesor Fernando Latapí. Sin embargo, por ironías del destino, un problema familiar la obliga a truncar su carrera, pero continúa trabajando en forma voluntaria tanto en el Hospital General de México como en el Centro Dermatológico Pascua.
La doctora Yolanda Ortiz Becerra es admirada y respetada por su tesón y determinación para enfrentar los obstáculos que se le han presentado en la vida.
El 1º de noviembre de 1957 entra a la Secretaría de Salud como secretaria del doctor Latapí; durante 22 años colabora con él en sus artículos, organiza la biblioteca del Centro Dermatológico Pascua y al mismo tiempo realiza actividades administrativas y asistenciales. Tiempo después —1970— reingresa a la Facultad de Medicina de la unam, en Ciudad Universitaria. Para lograrlo contó con el apoyo de la doctora Magali Giner: “A ella le agradeceré siempre que me permitió estudiar nuevamente y terminar la carrera. Me enseñó medicina interna integrada a la dermatología”.
Hacia 1980
La citometría de flujo permite determinar diversos parámetros celulares, lo que ayuda a tipificar el carácter dañino de una lesión.
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“El primer caso que atendí fue de micetoma en el Servicio de Dermatología del Hospital General S.S.A. Después fue un niño de nueve años, nunca se me olvidará su nombre, Víctor Murillo, tenía lepra lepromatosa; fue mi paciente hasta que se casó y se fue a residir a provincia.”
Ya iniciada de nuevo la carrera de Medicina, en 1973 sufre un problema de salud, trombosis de la vena central de la retina del ojo derecho, que le quita la visión. Meses después, el glaucoma complica el padecimiento; desde entonces pierde la vista del ojo derecho y es sometida a varias intervenciones. A partir de ese suceso, ha sido dermatóloga de un solo ojo, esto marcó en forma importante su trayectoria de superación en la especialidad.
El bronceado, ¿una adicción? Desde hace unos años, lucir un cuerpo bronceado se ha convertido en una necesidad para muchas personas, quienes ven en una piel morena una manera de destacar. De esta obsesión pueden derivar consecuencias muy peligrosas, entre ellas el cáncer de piel, cada vez más extendido. Otro de los efectos es un trastorno psicológico denominado tanorexia, poco estudiado, pero que se está presentando cada vez con mayor frecuencia.
En 1975 hace su internado de pregrado en el Hospital Juárez de México y al concluirlo regresa al Centro Dermatológico Pascua para realizar el servicio social en investigación en 1976, año en que también presenta su examen profesional. En 1977, reintegrada como médica dermatóloga de dicho Centro, participa en la organización del xv Congreso Mundial de Dermatología celebrado en la ciudad de México en octubre del mismo año. En noviembre de 1977 la envían a dirigir el Hospital Dr. Pedro López S.S.A., para pacientes internados con lepra, ubicado en Zoquiapan, Estado de México. Su labor no fue nada fácil: “Era un hospital muy complicado, que tenía en abandono absoluto a los pacientes. Me puse a trabajar con mis colaboradores para hacerlo un hospital general que tuviera una consulta externa para la población”. Durante los cuatro años de su gestión (1977-1981) sigue participando en diversas actividades del Centro Dermatológico Pascua. En julio de 1981, se reintegra al antiguo Hospital Juárez del Centro Histórico como jefa del Servicio de Dermatología. “Al llegar lo transformé en un servicio médico-quirúrgico, gracias al entrenamiento que tuve con cirujanos dermatólogos y cirujanos plásticos en el Centro Dermatológico Pascua S.S.A.”. El terremoto de 1985 cimbra su vida tanto personal como profesionalmente, así lo recuerda: “Soy sobreviviente del sismo, porque con el doctor Gilberto Lozano Zaldívar intercambié la clase de las siete de la mañana, pues él tenía una intervención quirúrgica. Él falleció en el siniestro. Fue terrible el trauma”. Como parte del Consejo Técnico Consultivo participó en la reconstrucción del nuevo hospital junto con el Banco Mundial y la Lotería Nacional. Desde 1989 a la fecha, es jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Juárez de México, en Magdalena de las Salinas, así como miembro del Consejo Técnico Consultivo, vocal del Comité de Ética en Investigación y presidenta del Comité de Bioética.
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“Toda la vida mi tema predilecto ha sido el melasma. Publiqué los primeros 20 casos de melasma por anticonceptivos en México, en 1965, y se presentó un trabajo con 100 casos en el xiii Congreso Internacional de Dermatología, celebrado en Múnich, Alemania, en 1967.” La doctora Ortiz Becerra ha sido alumna, maestra, pero sobre todo amiga de muchas generaciones de dermatólogos. Entre ellos, indudablemente, se encuentran el doctor Fernando Latapí y sus inseparables colegas, Amado Saúl, Pedro Lavalle y Manuel Malacara. A sus recuerdos se unen: “La doctora Obdulia Rodríguez, la doctora Concepción Estrada —q.e.p.d.— y la doctora Josefa Novales. También conocí al doctor Oswaldo Arias, un excelente médico militar. Otro de mis grandes maestros y amigo fue el doctor Antonio González Ochoa y sus colaboradores, los doctores Luciano Domínguez y María Teresa Hojyo. Tuve la fortuna de tener un amigo que fue alumno del Pascua y que con el tiempo se transformó en el primer profesor de dermatología cosmética, el doctor Enrique Hernández Pérez, de San Salvador. Yo fui a aprender dermatología cosmética con él y con su esposa, la señora Raquel de Hernández Pérez”.
La doctora Ortiz Becerra con amigos, colegas y maestros del Centro Dermatológico Pascua.
La docencia sigue siendo esencial en su carrera; desde hace más de tres décadas es profesora de pregrado de dermatología en la unam y del Instituto Politécnico Nacio-
1981
Gérard Binnig y Heinrich Rohrer inventaron el microscopio de túnel de barrido.
1982
Inicio del uso de la isotretinoína local en el tratamiento del acné.
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“Aprendí a atender pacientes con lepra, hongos, micetomas, infecciones de transmisión sexual y después con vihsida, pero también estudié y trabajé en administración hospitalaria; todo lo tuve que mezclar, pero sin descuidar la dermatología.”
nal; profesora de posgrado de medicina interna y pediatría en el Hospital Juárez de México. Asimismo, durante diez años fue profesora de posgrado de medicina familiar, y como ella misma comenta: “Me gusta compartir lo que he aprendido, por eso invito a la gente a que estudie más, que viva más y que vea con pasión la medicina para que sean mejores médicos”. Innumerables generaciones de dermatólogos han tenido la fortuna de recibir las enseñanzas de la doctora Ortiz Becerra, quien asegura tener muchos alumnos brillantes, pero destaca a quienes le han dado mayores satisfacciones, como las doctoras Isabel Arias, María Emilia del Pino, Graciela Guzmán, Lourdes Soria, Imelda Izeta, Gabriela Ortega. Entre los doctores menciona a Ramón Ruiz Maldonado, Orlando Jaramillo, Horacio Luna y Leonardo Álvarez Paque, y agrega: “También tengo como colaboradores muy queridos del Hospital Juárez a las doctoras egresadas del Hospital Gea González, Leticia Boeta Ángeles, una gran cirujana oncóloga, Heidi Muñoz Hink, Miriam Puebla Miranda y como médico adscrito al Servicio, el doctor Vicente Torres Lozada”. La carrera de la doctora Ortiz Becerra goza de reconocimiento nacional e internacional. Pertenece a la Sociedad Polaca de Dermatología, a la Sociedad Francesa de Dermatología, a la Academia Española de Dermatología, a todas las sociedades latinoamericanas de dermatología, a la Academia Americana de Dermatología, Sociedad Internacional de Dermatología y a la Sociedad Latinoamericana de Cirugía Cosmética y Reconstructiva.
Comité Organizador del xv Congreso Internacional de Dermatología. Sentados, de izquierda a derecha: los doctores Teresa Hojyo, Luciano Domínguez, Antonio González Ochoa, Miguel Ahumada y Yolanda Ortiz Becerra. De pie, de izquierda a derecha: Mario Magaña Lozano, Jorge Peniche, Jorge Carvallo, Ramón Ruiz Maldonado y Amado Saúl.
Desde 1977 forma parte de la Sociedad Mexicana de Dermatología y es miembro del Comité de Educación Médica Continua, institución que presidió de 1988 a 1990. En 1987 ingresa a la Academia Mexicana de Dermatología, donde ha sido miembro del Comité de Honor y Justicia y del Comité Científico. Es igualmente miembro, desde hace varios años, de la Sociedad Mexicana de Oncología y Cirugía Dermatológica. En 2008 fue nombrada presidenta honoraria de la xxvii Reunión Anual de Dermatólogos Latino Americanos —radla—, que se celebró en la ciudad de México en julio de 2009. Su participación en los congresos nacionales e internacionales también ha sido fructífera; desde 1956 ha asistido a casi todos. Sólo recuerda haber faltado al xiv Congreso Mundial de Dermatología celebrado en Venecia, en 1973.
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“La dermatología tiene muchísimas enfermedades que atender, cerca de 2 000, algunas raras veces las vemos; la mayoría son crónicas, recidivantes, controlables. Si se entiende ese concepto, entonces se verá su importancia.”
Asimismo, ha tenido la oportunidad de intercambiar experiencias en diferentes partes del mundo: “Estuve hace muchos años en España, en el Hospital San Juan de Dios con el profesor Gay Prieto, en el Hospital de Leprología de Fontilles, Alicante. En París fui al Hospital Saint-Louis y llevé un curso de micología para extranjeros en el Instituto Pasteur. Asistí a la Clínica Dermatológica de Varsovia con la profesora Stefania Jablonska, la primera dermatóloga que conocí a nivel internacional —en 1962— y de quien aprendí muchísimo. He ido a visitar servicios de dermatología y lepra en diversas partes del mundo, como Egipto, Marruecos, India, Nepal, Bamako, incluso en un hospital en el Congo Belga conocí al profesor Albert Schweitzer, y hace muchos años en Agra, India, estuve en un hospital de avanzada para enfermos de lepra”. Todas estas experiencias han permitido que la especialista viva los cambios más significativos de la dermatología en nuestro país, entre los que menciona: “La dermatología en México ha tenido grandes modificaciones, dejó de ser tradicional para ser de avanzada, de investigación, de alta enseñanza, de posgrado y muy especializada. En la década de los 60 avanzó muchísimo en cirugía, en inmunología y en otras ramas. Se ha hecho multidisciplinaria, los tratamientos se modernizaron, dejamos de usar fórmulas magistrales, aprendimos de la terapéutica anglosajona y de otros países”. Otro cambio que también resalta es el avance de las mujeres: “Fui la séptima dermatóloga que entró a la especialidad, actualmente el 80% de los dermatólogos son del género femenino”.
La doctora Ortiz Becerra ha sido alumna, maestra y, principalmente, amiga de muchas generaciones de dermatólogos.
Y si bien la doctora Ortiz Becerra fue de las primeras dermatólogas en México, también es una de las pioneras de la dermatología cosmética en nuestro país: “Desde la década de los 90, la dermatología es una especialidad médico-quirúrgica y cosmética. La cosmética es indispensable porque los pacientes lo piden”.
1982
Gertrude Belle Elion crea el Aciclovir, agente antiviral altamente efectivo contra el virus del herpes.
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“También me he dedicado a la dermatología de la tercera edad; de hecho, tenemos una conferencia que se llama ‘Manifestaciones cutáneas por el maltrato a las personas de la tercera edad’ .”
La doctora Ortiz Becerra en compañía de dos entrañables amigos, los doctores Teresa Hojyo y Luciano Domínguez.
Por ello, para la especialista, los retos que deben enfrentar los dermatólogos son: “Actualizarnos porque todo cambia; estamos en una época en la que las células madre son un problema bioético, pero han venido a proporcionar una mejor calidad de vida a pacientes con enfermedades graves en la piel. También hay retos a nivel administrativo en relación con la calidad de atención que debemos dar. Y si uno entra en la cosmética, cada día los pacientes exigen más y quieren pagar menos, creen que un tratamiento es mágico, pero tiene que combinarse con otras tecnologías, como peelings químicos, láser, láser no ablativo, ipl —luz intensa pulsada. Es un desafío estar al día y trabajar con estas tecnologías, pero no es necesario tener todas, porque el médico comete un grave error, cree que debe adquirirlas, invierte muchísimo y fracasa porque no tiene el número suficiente de pacientes; hay que saber compartir, habrá compañeros mejores que uno, especializados en terapias más avanzadas, con tecnología de punta, y es así como nos vamos dedicando a subespecialidades en la parte quirúrgica, cosmética y médica”. Al respecto, la doctora Ortiz Becerra cita un editorial que escribió hace más de cuatro años, donde hacía hincapié en que la dermatología debe ser integral: “Ése es el reto, hacerla integral, moderna y actualizada, y tomar en cuenta estos tres aspectos: médico, quirúrgico y cosmético; capacitarse en cada área, pero no querer abarcar todas, los médicos más jóvenes deben entender esto”. Como ejemplo de ello nombra a la doctora Isabel Arias Gómez y al doctor Gilberto Adame Miranda, ambos tienen una clínica de dermatología médico-quirúrgica y cosmética, al igual que los doctores Jorge Ocampo Candiani y Gerardo Silva Siwady, quienes cuentan con clínicas de alta tecnología en Monterrey y Torreón, respectivamente. “En Guadalajara y la ciudad de México, dermatólogos del Hospital General como Ivonne Arellano y la doctora Rosa María Ponce también se dedican a esos tres aspectos. La doctora Gladys León es una de las mayores expertas en psoriasis con terapéutica biológica. En el Hospital ‘20 de Noviembre’ tenemos gente muy capacitada, como la doctora Sagrario Hierro, jefa del Departamento de Dermatología y Gabriela Frías, quien se dedica a terapia biológica y maneja todas estas tecnologías. En el Hospital General ‘Dr.
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Una joven doctora, Yolanda Ortiz, con el doctor José Guerrero-Santos en un Congreso a fines de los años sesenta.
Manuel Gea González’, el Departamento de Dermatología es de alta especialidad con dermatólogos prominentes como Luciano Domínguez Soto, María Teresa Hojyo, Elisa Vega, Sonia Toussaint, Rosy Lacy, Roberto Arenas y colaboradores, y el Centro Dermatológico Pascua D. F., bajo la dirección actual del doctor Fermín Jurado y otros especialistas de gran prestigio como Josefa Novales, Gisela Navarrete, María del Carmen Padilla Desgarennes y colaboradores”.
“He tenido una vida que considero muy satisfactoria, muy pródiga.” Y si se pensaba que toda una vida dedicada a la dermatología no daba cabida a otras pasiones, la doctora nos da la respuesta certera: “Me encantan los desiertos, conozco casi todos los del mundo; me fascina caminar en ellos, es una sensación de libertad. Otro de mis pasatiempos es conocer volcanes. También me gusta mucho viajar y la arqueología, soy egiptóloga de corazón… A nivel personal, la dermatología me hizo crecer mucho, amplió mi cultura y mi capacidad de lectura, y la vida me ha permitido tantas cosas, aventuras y viajes”. Por todo lo vivido, la doctora Ortiz Becerra experimenta un momento decisivo: el retiro. Muy agradecida lo expresa: “Quiero jubilarme, ya he dado mucho a la dermatología y la dermatología me ha dado las mayores satisfacciones de mi vida. Me retiraré muy contenta y con grandes amistades”.
La doctora Ortiz Becerra con miembros de la Directiva del cilad y de la Directiva del Congreso de Guadalajara, cuando éste se preparaba en 1988.
Su rostro irradia plenitud, la vida nada le debe, y sabemos que aún le esperan muchos desiertos por recorrer y todavía tiene que maravillarse con volcanes tan activos como ella.
1983
Cordero publica los resultados del primer estudio del ácido retinoico para el tratamiento del daño solar.
1984
Industrial Farmacéutica Cantabria —IFC— empieza a aplicar el Neovasc como neoangiogénico.
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Tu piel madura, festival al tacto, como llovida en plenitud te envuelve, si a veces en follaje se resuelve, con la aridez en otras hace pacto. Griselda Álvarez
Más de 50 años de amor por la piel: Luis Ramírez Rivera
E
l doctor Luis R amírez R ivera es un gran conversador,
ameno, simpático, siempre dispuesto a narrar alguna anécdota graciosa o edificante. La entrevista marcha por ese camino. Don Luis nos cuenta historias interesantes, en las que demuestra su buena memoria y su ingenio. Retirado actualmente de la práctica clínica, el doctor Ramírez Rivera nos brinda un espacio para compartirnos un poco de su gran trayectoria, con menciones de sus maestros, colegas y buenos amigos. La historia del médico comienza cuando sus padres —dedicados a la docencia— se conocieron en Colima, durante una visita de su papá al estado. Muy pronto se trasladaron a Oaxaca, donde se casaron y continuaron ejerciendo funciones magisteriales. El padre del doctor Ramírez Rivera fue director de educación por casi catorce años y su madre era docente. El nacimiento de su hermana tuvo complicaciones debido a la incompetencia del ginecólogo, razón por la cual su madre decidió dejar temporalmente Oaxaca para dar a luz a su segundo hijo, Luis, en el Distrito Federal, en 1928. Tras los 40 días del puerperio —periodo de descanso después del parto— volvieron.
El doctor Luis Ramírez Rivera descubrió su gusto por la dermatología en el Hospital Colonia.
El médico recuerda con mucha alegría la casa de sus padres, en la colonia Zacahuitzco. También evoca con nostalgia las calles de Oaxaca y sus escuelas que lindaban con el templo de Santo Domingo. Los primeros trece años de su vida los vivió en esas hermosas tierras, hasta que sucedió una noticia inesperada: su padre fue nombrado director de la Escuela Nacional de Maestros, y los Ramírez se mudaron de nuevo a la ciudad de México. De toda la familia, fue el que rompió la tradición: mientras sus padres y hermanas se dedicaron al ejercicio docente, él quiso enfocarse a otras disciplinas. A pesar de que tomó el primer curso de la Normal, por insistencia de sus progenitores, nunca tuvo verdadero aprecio por esa profesión: “Terminé la primaria y estudié un año de Nor-
1986
Industrial Farmacéutica Cantabria —IFC— descubre la eficacia de la SCA —Cryptomphalus Aspersa Secretion— al tratar a los quemados del accidente nuclear Chernobil, Rusia.
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¡A sudar! En los últimos miles de años, los humanos nos hemos convertido en los mamíferos más sudorosos. De hecho, la antropóloga Nina G. Jablonski, en su libro
Skin: A Natural History, publicado a finales de 2006, celebra la evolución de tres atributos únicos de la piel humana: su sudoración extrema, su gama de tonalidades y su extraordinaria variedad para decorarla —tatuajes,
piercings. Menciona que aunque a menudo se dice que el desarrollo de nuestro cerebro hizo posible que evolucionáramos,
mal, porque mis papás querían que fuera maestro; mi hermana mayor y mi hermana menor se recibieron de maestras”. En el Distrito Federal, Ramírez Rivera terminó la secundaria y posteriormente cursó el bachillerato en ciencias biológicas en la preparatoria de San Ildefonso de la unam. En 1946 ingresó a la Escuela de Medicina en Santo Domingo, con el entusiasmo que sólo la juventud puede dar. Muy pronto, el doctor Ramírez Rivera comenzó a trabajar: “En cuarto año conseguí una chamba en el Hospital Colonia —que pertenecía a Ferrocarriles Nacionales de México—, en el Departamento de Sífilis y Piel. Yo entré en 1949 y tenía que estar en el hospital en la consulta. De ahí me iba a las clases y hacía una guardia cada diez días. Por ello se dio mi afición por la dermatología, porque empecé a ver las enfermedades: la dermatología se aprende viendo pacientes, no fotografías”.
“Cuando ya llevas tiempo en la dermatología es fácil la distinción de enfermedades. Si uno no hace el diagnóstico en unos minutos, quiere decir que no sabe qué tiene el paciente, entonces se realizan exámenes de complemento como la biopsia y otro tipo de cultivos. Es muy variable y muy divertida, aunque hay veces que uno no puede ayudar al paciente, porque hay enfermedades que no tienen cura.” Durante el sexto año de la licenciatura, el doctor conoció teóricamente lo que ya veía en el hospital, con el maestro Eugenio Cañas en la materia de Dermatología. En realidad, el doctor Cañas era adjunto de don Vicente Ramírez, quien también se apoyaba en Blas Sosa Camacho. Nuestro entrevistado guarda muy buenos recuerdos de la gran influencia que tuvo el doctor Cañas para su vida futura, y nos comenta algunos detalles del maestro: “Trabajó en Petróleos Mexicanos. Fue dermatólogo de los servicios en ese hospital y titular. Su papá también estaba especializado en dermatología, se llamaba Manuel Cañas. Cuando lo conocí, también lo traté; tenía 80 años, pero todavía estaba muy lúcido; era una persona inteligente, con mucha experiencia. Él estuvo en La Ha-
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bana, porque en aquella época los cubanos eran los más adelantados en dermatología, y ahí mandó también a su hijo a estudiar durante varios meses”. Muy pronto llegó a la vida del doctor Ramírez Rivera un golpe de suerte cuando finalizó los seis años de licenciatura: “Al terminar la carrera, tuve intenciones de quedarme como médico en el Hospital Colonia, pero como no tenía las influencias ni las agarraderas necesarias, no me quedé. Estuve trabajando dos años gratis: asistía y veía a gente del sindicato de ferrocarriles, pero nunca me dieron la plaza. En eso conocí al doctor Antonio González Ochoa, quien era jefe del Servicio de Dermatología y Micología del Instituto de Enfermedades Tropicales que existía en aquella época, y me invitó a trabajar con él”. La memoria del doctor Ramírez Rivera se aviva en cuanto el nombre de Antonio González Ochoa sale a la conversación. Con su acostumbrada minuciosidad, nos relata algunos pormenores de su otro gran mentor: “Antonio González Ochoa fue una persona muy trabajadora. Era maestro de la unam y del Instituto Politécnico Nacional, viajaba mucho, iba a congresos, era reconocido internacionalmente. Fue presidente del xv Congreso Mundial de Dermatología que hubo aquí en México, en 1977. Era un gran conversador, muy sencillo, modesto, muy capaz, y todavía mucha gente lo recuerda”.
“En cuarto año de la carrera conseguí una chamba en el Hospital Colonia —que pertenecía a Ferrocarriles Nacionales de México—, en el Departamento de Sífilis y Piel. Yo entré en 1949 y tenía que estar en el hospital en la consulta. De ahí me iba a las clases y hacía una guardia cada diez días. Por ello se dio mi afición por la dermatología, porque empecé a ver las enfermedades: la dermatología se aprende viendo pacientes, no fotografías.”
Existía un impedimento para que el doctor Ramírez Rivera se enfocara completamente al instituto, y precisamente tenía que ver con la ayuda del doctor Eugenio Cañas. Y aunque no parecía haber suficiente tiempo para las múltiples actividades del doctor, de alguna manera supo sortearlas y continuar con ellas durante muchos años: “El maestro Cañas me había inscrito ya en la universidad como ayudante. Yo le ayudaba con los grupos que él recibía en el Hospital Colonia, veía a los enfermos y a veces me dejaba dar clases. Cuando me fui a Tropicales, seguí con la misma plaza. Ya cumplí 31 años de profesor. Ahí está un papel que me dio la universidad antes de que me jubilara”. Es en las reminiscencias de esas clases, cuando los nombres de colegas y amigos comienzan a desfilar: Luciano Domínguez, Charles Meurehg, Frina Diamant, Mario
1988
Se empieza a aplicar el tratamiento de resurfacing para el rejuvenecimiento del rostro con láser CO2. Los doctores Eugene Van Scott y Ruey J. Yu fundan NeoStrata, empresa que ha registrado más de cien patentes de alfahidroxiácidos y tecnologías relacionadas.
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esto jamás se habría logrado sin la excepcional capacidad de nuestra piel para sudar. El hombre primitivo recorría grandes áreas y para sobrevivir el sol ecuatorial necesitaba refrescar su cerebro; para este propósito, sus glándulas sudoríparas se incrementaron, lo cual permitió que el tamaño del cerebro se expandiera. La investigadora asegura que gracias a esta habilidad para sudar, los humanos pudieron dejar los sofocantes bosques de África para poblar el mundo. A lo largo de sus estudios sobre la piel, la doctora Jablonski descubrió que éste es el más menospreciado de nuestros órganos; nunca valoramos su importancia como productor de sudor, aceites, cerilla, pigmentos y sustancias que todos necesitamos para que nuestro cuerpo funcione bien y esté protegido.
Magaña, entre muchos otros que llegaron a su vida. El doctor Miguel Ahumada Padilla, otro amigo del doctor, fue incluso su compañero de consultorio, cuando ambos se asociaron para dedicar unas horas a su clínica privada. La siguiente oportunidad llegó a la vida de Ramírez Rivera precisamente por el doctor Miguel Ahumada Padilla: “A él lo nombraron jefe del Departamento de dermatología del Hospital La Raza imss y me invitó a trabajar ahí. Acepté, pero como era un interinato pensé que al año me iban a quitar y si renunciaba a Tropicales me quedaría sin uno y sin otro. Así que tomé sólo cuatro horas y seguí con el otro trabajo. Después pusieron ocho horas y ya no pude ir a Tropicales. Seguí en La Raza y me dieron la base”. La rutina del doctor Ramírez Rivera comenzó a estabilizarse, aun más con el trabajo que consiguió en el hospital de la industria azucarera. Ahí estuvo al frente del Departamento de Dermatología durante 54 años, hasta que lo liquidaron y vendieron el nosocomio al Grupo Ángeles. Durante todos esos años, el facultativo repartió su tiempo entre ambos hospitales y su consultorio privado. Es notable el esfuerzo que el doctor debía hacer para conciliar todas estas actividades, pero también se debe destacar su pasión por la disciplina. Nuestro entrevistado continuó con la docencia en el Instituto de Enfermedades Tropicales y posteriormente en el Centro Médico La Raza. Con su buen humor, el doctor nos transmite su gusto por impartir los conocimientos a las jóvenes generaciones: “La docencia es muy divertida porque la dermatología es muy variada. Es una de las especialidades en la que usted tiene que ver las cosas para conocerlas. No es como las otras que le dicen ‘aquí abajo hay una bola, tóquela’, y la toca y a lo mejor no la siente, o siente dos bolas en vez de una. Aquí es más directo. Así que el dermatólogo debe tener la capacidad de observar y fijarse en los datos y las lesiones para poder integrar un diagnóstico. Ya después va al libro a concretar lo que está viendo”. Quizá sea la dificultad del quehacer dermatológico lo que le interesó al doctor Ramírez. Sin embargo, como él nos explica, el médico debe irse instruyendo en la clasificación de las patologías cutáneas. “Cuando ya llevas tiempo en la dermatología se hace fácil la distinción. Si uno no hace el diagnóstico en unos minutos, quiere decir que no sabe qué tiene el paciente, entonces se realizan exámenes de complemento como la biopsia y otro tipo de cultivos. Es muy variable y muy divertida, aunque a veces uno no puede ayudar al paciente, porque hay enfermedades que no tienen cura”.
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“El dermatólogo debe tener la capacidad de observar y fijarse en los datos y las lesiones para poder integrar un diagnóstico. Ya después va al libro a concretar lo que está viendo.”
Nuestro entrevistado abunda en las diversas enfermedades que le tocó revisar; algunas de ellas le atrajeron especialmente y tiene vívidas memorias de su desarrollo en los pacientes del Instituto y Centro Médico La Raza: “Hemos visto casos de coccidioidomicosis, una micosis muy rara provocada por un hongo. También la histoplasmosis en Tropicales. Es una enfermedad que se contagia por esporas… Los murciélagos se meten en cuevas y grutas, y esa patología se desarrolla en el guano. Usted entra, levanta con los pies el polvo, las esporas tienen muy poco peso y están muchas horas en el aire, así que las respira, se le van a los pulmones y le da un cuadro. En Tropicales tuvimos la oportunidad de ver padecimientos que no son de todos los días”. Una de las enfermedades que más llamó la atención del médico es la lepra, que conoció gracias al trabajo del doctor Fernando Latapí. También fue cautivado por padecimientos micológicos, que se daban principalmente en las zonas rurales. Su vasta experiencia se demuestra con tales recuerdos: “Ahora tenemos muchos medicamentos que antes no había, por ejemplo, en la lepra. Cuando yo estudié había un aceite que se usaba en la lepra, que después de muchos años se dieron cuenta de que no servía para nada: el aceite de Chaulmoogra… Al hospital nos llegaba de todo; vi muchos padecimientos por hongos y micetomas, sobre todo en la gente que trabaja en el campo que anda sin protección, se inoculan, se desarrolla y cuando acuden al hospital ya está muy avanzado. Pero como ya han instalado clínicas en los ingenios, pues ya difícilmente los mandan a nuestra capital... En La Raza así pasaba”.
El doctor Ramírez Rivera es socio adscrito de la Academia Mexicana de Dermatología desde 1955.
A lo largo de la entrevista, se vislumbra el entusiasmo del doctor por su profesión. Por eso, al finalizar nuestra charla, nos responde con júbilo, y un poquito de picardía, a la obligada pregunta sobre su retiro: “Claro que pienso en el retiro, pero no lo haré mientras pueda ver, transmitir por el mismo canal. Que la gente no me diga que me tiembla la mano o que no escucho ni veo bien. Uno debe estar consciente de sus limitaciones. Un cirujano no puede operar si tiene Parkinson. Y una gente no puede estar al cien por ciento si tiene alguna falla. Yo ya estoy al final de la carrera, tengo más de 50 años en ella. Ya cumplí mis bodas de oro como médico”.
1989
El doctor Eugene Van Scott incluye el ácido glicólico como ingrediente del peeling, desarrollado por NeoStrata. La fda autoriza el uso de la BTX-A —Botulinum ToxinType A— para el tratamiento del estrabismo y el blefaroespasmo.
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Todos llevamos máscara, y llega un momento en que no podemos quitárnosla sin llevarnos algo de nuestra piel. André Berthiamue
Obdulia Rodríguez Rodríguez: un homenaje a la mentora de la dermatología mexicana
R
esulta toda una experiencia conocer a la doctora Obdulia Rodríguez Ro-
dríguez, citada en innumerables ocasiones por los dermatólogos más prestigiados. La doctora nos recibe en su oficina en el Centro Dermatológico Pascua, después de una clase muy interesante, lo cual deducimos por los rostros encantados de los estudiantes. La doctora Rodríguez Rodríguez nos comenta que siempre ha procurado vivir de acuerdo con esta máxima: predicar el respeto con los hechos. Sus palabras nos ilustran: “No se enseña con la palabra, se enseña con el ejemplo. De nada sirve que un padre le enseñe a su hijo que llegue temprano y que no beba, si el primero que llega tarde a su casa es él, y el primero que llega borracho es él. Todo lo que le pueda decir a su hijo sale sobrando si él no lo vive”. La doctora Rodríguez Rodríguez es una mujer de ideas muy firmes, con valores inquebrantables. Y eso, asegura la especialista médica, tiene que ver necesariamente con la educación que le dio su madre: “Lo que soy, se lo debo a mi madre”. Fue precisamente la devoción hacia ella, lo que condujo a la doctora Rodríguez Rodríguez a la medicina. A muy corta edad, Rodríguez descubrió a qué quería dedicar su vida: “Cuando tenía 4 o 5 años, mi madre tuvo fiebre tifoidea… a mí no me dejaban entrar a verla, porque en aquel tiempo no sé qué idea tenían y no podía uno acercarse si la persona tenía tifoidea, ¡si no se transmite platicando con la persona!... Un día llegó el doctor a verla y se quedó en la puerta: le preguntó, la recetó, pero no entró a explorarla. Cuando se fue, yo le pregunté a mi madre: ‘Mamá, ¿por qué el doctor no entró a hablar con usted y a explorarla, a tomarle la temperatura?’, era lo que yo pensaba que tenían que hacer. Ella me contestó: ‘Porque tengo una enfermedad infecciosa y no quiere contagiar a sus otros enfermos’. Unos días después fui con ella y le dije: ‘Mamá, voy a estudiar medicina, pero yo sí voy a entrar a ver a mis enfermos’ ”. La doctora Rodríguez Rodríguez realizó sus estudios en Tampico, con la vocación por la medicina corriendo por sus venas. Su madre fue la guía en el camino que eligió y la
1989
Ha trabajado incansablemente durante más de 50 años.
Los filtros inorgánicos micronizados salen al mercado —dióxido de titanio— y en 1992 se introduce el óxido de cinc.
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luz que le alumbró siempre, incluso en las decisiones más difíciles. Pero cuando vino la más importante, cuenta la doctora, tuvo que desobedecer a su progenitora, quien, pensando en el bienestar de la joven Obdulia, quería que se dedicara a la química. Ella, siguiendo su verdadera inclinación, se negó a seguir dicha profesión: “Cuando llegué a la preparatoria, hice también el bachillerato en ciencias químicas, porque mi madre, aconsejada por otras personas, dijo que la carrera de médico era muy larga y que mejor estudiara química; yo, un poco por no contradecir, estudié el primer año del bachillerato en ciencias, pero no me gustaba. Entonces le dije que estudiaba medicina o no estudiaba nada. Fue la única vez que me opuse a algo que mi madre quería, pero le hice ver que era mi vida futura. Le aseguré: ‘No voy a hacer una cosa que no me guste, porque si como médica no voy a ser nada, como química menos, porque no me gusta’. Estudié medicina y aquí estoy”.
“No me he arrepentido nunca de ser médico. Volvería a estudiar lo mismo, me dedicaría a lo mismo, pero procuraría hacerlo mejor, nada más.” La piel bajo el sol ¿El color de nuestra piel no es cuestión de razas, sino de sol? En el año 2000 se publicó un estudio llevado a cabo por la doctora Nina G. Jablonski, profesora y jefa del Departamento
Su destino fue entonces inevitable: la Facultad de Medicina de la unam. Había cursado sus últimos años de educación media superior en el Distrito Federal, en la Escuela Nacional Preparatoria, así que no fue necesario trasladarse a otra ciudad. Sus años de estudio en la universidad fueron muy gratos, la doctora Rodríguez Rodríguez los recuerda con gran cariño. La educación que recibió fue magnífica, afirma, por los maestros que le dieron clases: “Tuve maestros extraordinarios. El de Anatomía, el doctor Fernando Quiroz, el famoso Burro Quiroz, un gran maestro. Llevé clases con muchos médicos muy notables; de pediatría el doctor Rafael Soto, excelente. Cardiología la tomé con dos médicos muy buenos, Alfonso de Gortari y Rafael Carral y de Teresa. Luego tomé Ginecología y Obstetricia con Alcibíades Marván, uno de los mejores ginecólogos de aquel tiempo. Fui alumna de don Gonzalo Castañeda, maestro de todos los grandes cirujanos de la época; de hecho, pertenecí al último grupo al que le dio clases. Fui alumna del doctor Bustamante, un gran especialista en salud pública. Y tuve la oportunidad de conocer y tratar a maestros de una categoría sobresaliente, como don Ignacio Chávez. Todos nosotros, aunque no hubiéramos tomado clases con él, lo considerábamos un maestro”.
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La doctora Rodríguez Rodríguez con su maestro, el doctor Fernando Latapí, y el doctor Pedro Lavalle, en Madrid (1953).
Fueron los grandes preceptores los que la llevaron a la dermatología. Aunque no había tenido relación con dicha especialidad, muy pronto tuvo contacto con la que se convertiría en la gran pasión de su vida: “Yo no llevé la clase de dermatología en la facultad porque cuando estudié era optativa. Como no coincidía con los horarios que tenía, no la pude tomar, pero después caí en la dermatología porque al hacer el internado de pregrado me tocó el pabellón 11 del Hospital General de México, que es de dermatología. Ahí fue donde conocí a dos maestros que influyeron enormemente en mi vida: uno, Don Salvador González Herrejón, a quien le debo el ser dermatóloga. Y el doctor Fernando Latapí, quien hizo que me interesara por la lepra”. El cariño que le profesó la doctora Rodríguez Rodríguez al doctor González Herrejón se demuestra en su conversación. Nos cuenta, incluso, algunos de los acontecimientos más relevantes de la vida del doctor. “Don Salvador González Herrejón fue uno de los grandes médicos del siglo xx. A él se debe la teoría de que el mal del pinto era causado por una espiroqueta, por un treponema semejante al de la sífilis, pero que no se transmitía por contacto sexual… Cuando José Alfonso Armenteros, un cubano, encontró el treponema en un caso de pinto en Cuba y comprobó la teoría de don Salvador, lo nombró treponema Herrejoni… Fue un médico muy destacado, con una gran personalidad, pero que nunca le gustó figurar en nada; por eso, mucha gente no sabe de él. No era protagónico”.
“La docencia es lo que más me gusta. Pienso que toda persona que sabe algo, en el momento en que adquiere un conocimiento, adquiere una responsabilidad, y es la de transmitirlo.” También el maestro Latapí tiene un lugar en el corazón de la doctora Rodríguez Rodríguez. Ella recuerda con mucho afecto el tiempo que estuvo cerca de él y la influencia
La medicina le ha dado la oportunidad de servir a los demás, lo cual motiva su vida.
1991
Se inventa el calcipotriol, análogo de la vitamina D3 para el tratamiento de la psoriasis.
1992
El BTX-A se usa por primera vez en la medicina cosmética.
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de Antropología de la Universidad Estatal de Pensilvania, donde afirma que el color de la piel es lo que regula la reacción de nuestro cuerpo a los rayos del sol. La piel oscura evolucionó para proteger al cuerpo de los excesivos rayos solares; la clara se desarrolló cuando la gente migró lejos del Ecuador y necesitaba sintetizar vitamina d en su piel, y para lograrlo tuvieron que perder pigmento. Para Jablonski no hay raza blanca ni negra, sino variaciones de colores que corresponden a la evolución y adaptación de la piel en relación con los niveles de radiación ultravioleta.
que tuvo en su vida futura: “El maestro Latapí fue el mejor leprólogo del país durante muchos años, y muy respetado internacionalmente como dermatólogo. A él le debo mi interés por la leprología. Fue jefe del Servicio de Dermatología del Hospital General de México, y al mismo tiempo era director del Dispensario Antileproso ‘Dr. Ladislao de la Pascua’… Él insistió en que los casos de lepra se debían descubrir al principio, para que no fuera necesaria su rehabilitación ni física ni social. Por ese motivo se empezó a dar consulta de dermatología. Los médicos que atendíamos por las mañanas a los enfermos de lepra regresábamos voluntariamente por la tarde a dar la consulta de dermatología. La primera consulta de ‘derma’ que se dio en el Pascua la di yo. No tiene mayor importancia, simplemente es que estaba yo y a mí me tocó”. La doctora Rodríguez Rodríguez hace una exacta recapitulación de los dispensarios, así como del nombre que éstos llevan en honor a los médicos de mayor prestigio: “El nombre completo de este centro es Ladislao de la Pascua, quien fue un gran médico del siglo xix, y fue de los primeros que publicó un trabajo sobre lepra no sólo en México sino en el mundo. Se habían publicado otros temas, pero nunca sobre lepra; él lo hizo en 1844. Por eso se le dio el nombre. Otro gran médico mexicano, el doctor González Urueña, fue el que inició la lucha contra la lepra en México, en 1910. En los años 30 empezaron a funcionar un número determinado de dispensarios; se adaptaron algunas casas para ver a los enfermos de lepra. El único que se construyó ex profeso fue el Centro Dermatológico Pascua. A cada uno de ellos le dieron el nombre de uno de los médicos que se dedicaron a la lepra, aquí en México había un dispensario que se llamaba Doctor Rafael Lucio. También se construyó una leprosería a 36 kilómetros de la ciudad de México, todavía existe pero ya prácticamente no tiene enfermos, sólo unos cuantos que están curados, pero que quedaron incapacitados”. La doctora Rodríguez Rodríguez disfruta de un gran amor a la vida, que no sólo se demuestra por su dedicación a los pacientes. También se ha consagrado muchos años a la docencia, una de sus mayores pasiones. Tiene una razón muy fuerte para hacerlo, una motivación que la ha llevado a seguir generación tras generación: “La docencia es lo que más me gusta. Pienso que toda persona que sabe algo, en el momento en que adquiere un conocimiento, adquiere una responsabilidad, y es la de transmitirlo. No tenemos que ser como los cocineros, que se mueren con la receta”. El anhelo de la doctora Rodríguez Rodríguez va más allá de los meros conocimientos médicos; desea enseñar no solamente información, sino valores, ética médica. Como
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buena humanista, su inquietud es que los estudiantes comprendan por qué se debe ejercer: “Se ha ido perdiendo la conciencia de que la medicina no es un negocio. La medicina es un ministerio, y si el médico ejerce la profesión y se dedica a una rama de ella para ganar más dinero, está haciendo algo que es una prevaricación. Yo no estoy en contra de que uno gane para vivir, porque para eso estudia uno… Si se tiene una profesión es para ejercerla, y todo trabajo debe ser remunerado, pero tampoco debe ser explotado”.
La doctora Rodríguez Rodríguez ha recibido múltiples reconocimientos nacionales e internacionales.
La doctora Rodríguez Rodríguez nos comenta los cambios que observa en el mundo actual que, como bien señala, no siempre han sido buenos: “La libertad es uno de los grandes dones que Dios nos ha dado, pero libertad no quiere decir hacer lo que me da la gana, es hacer lo que me corresponde por el lugar que ocupo, por el sexo que tengo, por la edad que me identifica. Una mujer de mi edad, que se vista como una quinceañera, ¡hágame el favor! No es lo mismo libertad que libertinaje. Yo veo muchas veces en el periódico que fulano de tal dijo tal palabra, una palabrota. ¿Eso es libertad de expresión? Eso es libertinaje”.
“Se ha ido perdiendo la conciencia de que la medicina no es un negocio. La medicina es un ministerio, y si el médico ejerce la profesión y se dedica a una rama de ella para ganar más dinero, está haciendo algo que es una prevaricación. Yo no estoy en contra de que uno gane para vivir, porque para eso estudia uno…”
1994
Se comercializa el primer sistema IPL —Intense Pulsed Light. Bioderma descubre la solución micelar y crea Sensibio H2O, un agua limpiadora y desmaquillante para pieles sensibles que se ha consolidado como la número uno en Francia.
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El doctor Fernando Latapí hizo que la doctora Rodríguez Rodríguez se interesara por la lepra.
La doctora también manifiesta abiertamente su preocupación por las nuevas generaciones y reitera que la familia debe ser la gran educadora de los seres humanos: “Yo pienso que una de las grandes fallas de los gobiernos —no me estoy refiriendo al nuestro, sino en general— es que a veces le dan más importancia a cosas que no son fundamentales. Para mí lo más importante es la educación, la salud, la familia. Que no se destruya la familia. El día que desaparezca lo poco que queda de la conciencia de la familia en nuestro país, México se pulverizará. Es la primera célula de la sociedad. Una familia bien constituida es un semillero de buenos ciudadanos”. Es probable que por todas esas razones la maestra Rodríguez Rodríguez se haya dedicado con tanto entusiasmo a la enseñanza; fruto de ello son los numerosos alumnos con quienes ha compartido su saber, entre los que destacan los doctores Fermín Jurado, actual director del Centro Dermatológico Pascua; Gisela Navarrete, jefa del Servicio de Dermatopatología, y Armando Medina, jefe de Oncología Dermatológica, ambos del mencionado Centro; así como la doctora Josefina Carbajosa Martínez, dermatocirujana del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán”. Y aunque la especialista se enfoca al conocimiento dermatológico, su verdadero fundamento es la ética, que permite al estudiante ser más que un médico: “La dermatología es una especialidad muy completa, porque le ayuda a uno a no sólo ver al paciente como un enfermo, sino como un ser humano. Ésa es una de las características que tiene este centro, que se ha enseñado a los médicos que trabajan aquí a atender a los enfermos no como un número o un expediente, sino como una persona a la que debe tratarse con la dignidad que merece. Para nosotros antes que nada es una persona. Por eso yo creo que tenemos tantos enfermos”. Parte de esa ética médica radica en reconocer, como lo hace modestamente la doctora Rodríguez Rodríguez, que el médico no lo sabe todo. El especialista médico es un ser humano falible y, como tal, no puede prometer lo que no está seguro de cumplir: “Hay veces que uno no sabe muchísimas cosas; a principios del siglo xx se conocían 800 dermatosis, ahora son más de 2 000. No hay nadie que pueda decir que conoce completamente una especialidad, muchísimo menos toda la medicina. Puede uno no saber, pero esa no es razón para mentirle al paciente… No siempre sabemos, porque, reitero, no hay médico que pueda decir que lo sabe todo. Y que metemos la pata, sí, somos seres humanos: cuando nos damos cuenta procuramos corregirlo. El único que no se equivoca es el que no hace nada”.
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La doctora Rodríguez Rodríguez fue la primera mujer en obtener el premio “Eduardo Liceaga”, en 2003.
Desde su posición, la doctora Rodríguez Rodríguez ha combatido tenazmente todos esos defectos de la sociedad actual. Sabe diagnosticar perfectamente a su enemigo, que anida en cada persona sin conciencia —la doctora recalca esta noción. Ése es el gran desafío para todos los seres humanos que habitan esta Tierra, y por lo que seguirá luchando hasta el último día de su vida: “Hay mucho materialismo. Es un materialismo que, insisto, no es de los médicos, es de toda la humanidad actual: a la gente le importa más tener que ser. Y es más importante ser que tener, y en el médico, más que ser es darse en el servicio a los enfermos. Ése es el reto de la medicina actual”.
1997
“La dermatología es una especialidad muy completa, le ayuda a uno en muchas ocasiones a ver al paciente no sólo como un enfermo, sino como un ser humano. Ésa es una de las características que tiene el Centro Pascua: se ha enseñado a los médicos que trabajan aquí a atender a los enfermos no como un número o un expediente, sino como una persona, a la que se le debe tratar con la dignidad que merece. Para nosotros antes que nada es una persona.”
Industrial Farmacéutica Cantabria —IFC— lanza la línea Endocare en España, a cuyos productos incorpora la SCA —por sus siglas en inglés, Secreción de Cryptomphalus Aspersa. Su efectividad fue comprobada tras su aplicación en pacientes con radiodermatitis, a consecuencia del accidente nuclear de Chernobil, Rusia.
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Si el pigmento divide a los hermanos tú y yo sabemos que la piel cautiva, y somos por la piel aun más humanos. Griselda Álvarez
Evocaciones de la dermatología pediátrica en voz de su precursor, Ramón Ruiz Maldonado
E
l primer acercamiento al doctor Ramón Ruiz Maldonado, reconocido como el
iniciador de la dermatología pediátrica, es tan afortunado como la conversación que posteriormente pudimos tener con él. Cuando lo contactamos sobresale su modestia, ya que al solicitarle una entrevista, rápidamente resta méritos a su gran trayectoria y nos sugiere que mejor entrevistemos a la doctora Obdulia Rodríguez. Y cuando finalmente nos concede una plática, su sencillez es el denominador común. Quizá la mejor manera de entender esa humildad provenga de su esposa, la doctora Guevara, quien amablemente nos habla de él: “Ramón es muy modesto. Hay que estarlo convenciendo de quién es. Decirle que no entre a determinada actividad porque no es su nivel. O que acepte las cosas, por ejemplo, en Argentina —hace aproximadamente dos años—, le dieron la medalla de la Fundación Marchionini para dermatólogos que han hecho algo a nivel humano por la dermatología mundial. Es una distinción que muchas veces se declara desierta... Estaba francamente apenado de que se la dieran, tal es su modestia”. Y es que el facultativo posee una de las cualidades más significativas en este medio tan demandante: una inteligencia que lo hace ir más allá de los límites acostumbrados. De acuerdo con su esposa, la dermatóloga Amparo Guevara, su forma de pensar es la clave para entender a una mente excepcional. “El tipo de pensamiento de Ramón es cautivador: verlo sacar conclusiones y empezar con cosas… A veces me pregunta, porque además ésa es su forma de pensar, con interrogaciones. No le interesa lo que yo le conteste, probablemente, sino plantear la pregunta que lo hace pensar a él, que es más complejo… Y sí, he visto trabajar a una mente genial paso a paso, y llegar a una conclusión que después vemos publicada en un journal”.
El doctor Ramón Ruiz Maldonado fue fundador del Servicio de Dermatología en el Instituto Nacional de Pediatría.
Una de las maneras de entender la trayectoria del doctor Ruiz Maldonado es retrocediendo a su historia. Nacido en Puebla, en 1937, el doctor fue el mayor de seis hermanos. Su familia, como él mismo lo comenta, siempre tuvo diversos intereses profesionales: “Mi padre se dedicaba a vender repuestos sobre todo para Petróleos
1997
El doctor Mostapha Omar desarrolló una fórmula que combina las vitaminas c y e solubles en agua.
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Caricias saludables Aunque una caricia puede parecer algo simple, está comprobado que su efecto es muy profundo. Diversas investigaciones han demostrado la relación de la piel y el tacto con la salud física y mental. Una de ellas fue documentada por el National Geographic
Institute en 2002 y se llevó a cabo en el Hospital Jackson Memorial, en Miami, Florida, donde se estudiaron los efectos en dos segmentos de la población que con frecuencia son privados del contacto físico: por un lado, personas de la tercera edad y por
Mexicanos, ahora que está de moda. Mi mamá se dedicaba a las labores domésticas. De mis hermanos, tengo cinco hermanos y una hermana, uno era comerciante, otro murió de un tumor maligno, otro es cura dominico y trabajaba en Chiapas. Mi hermana se casó y mi hermano Gerardo, que es el menor, es pintor y vive en San Miguel de Allende, Guanajuato”. Aunque ninguno de sus familiares se dedicaba a la medicina, el joven Ramón pronto tomó interés por ella, gracias a uno de sus padrinos. Ramón Ruiz vivía en Puebla, donde cursó sus primeros estudios. Más tarde, al momento de determinar su futuro, una decisión providencial lo llevó al camino de la medicina: su familia se trasladó al Distrito Federal. El doctor aún recuerda con cariño sus años de estudio: “Fueron, supongo, como los de todo el mundo, había que estudiar mucho, aprender mucho. No estuve a disgusto”. El interés por la dermatología no llegó de inmediato al doctor Ruiz Maldonado. Como un reto a su inteligencia aguda, un nuevo camino se le presentó: “En realidad, mi entrada a la dermatología fue por accidente, porque llevaba muy buen promedio en la carrera, llevaba nueve y pico, y cuando cursé dermatología me fue muy mal en el examen, entonces no quería tener una mala calificación y mejor cursé dermatología, estuve mucho más en contacto con la especialidad y acabé un año haciendo dermatología, por eso fue, porque se dio esa circunstancia”. Con la especialidad elegida, el doctor Ruiz Maldonado se dedicó apasionadamente a su residencia. En el Hospital General de México y en el Centro Dermatológico Pascua trabó contacto con quien sería su verdadero maestro: Fernando Latapí. El respeto y la admiración se sienten en sus palabras: “Era una persona que representaba al maestro clásico, pero era realmente el único dermatólogo más o menos bien formado en México. Él fue quien inició la dermatología en nuestro país”. Cuando terminó su residencia, uno de sus colegas le hizo una invitación irresistible: el doctor José Benavides lo invitó al Instituto Nacional de Pediatría. Aunque Ruiz Maldonado no tenía ninguna experiencia en esa área, aceptó gustoso y comenzó desde cero; al tiempo que aprendía los principios de la especialidad pediátrica, fundó el Servicio de Dermatología en el centro hospitalario.
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Fue en alguna de las reuniones americanas que conoció a la doctora Lourdes Tamayo Sánchez. Al saber que tenía experiencia en niños —la cual adquirió en San José, Costa Rica—, el especialista la invitó al Departamento de Dermatología. En ese lugar, la doctora desarrolló su vida profesional.
El doctor Ruiz Maldonado acompañado de colegas y grandes amigos.
La doctora Guevara nos habla de la relación profesional que su esposo sostuvo con Lourdes Tamayo: “Yo siempre he dicho que en la vida existen matrimonios empresariales… Son dos mentes que en determinado proyecto están colaborando como un matrimonio. No importa el género. Lourdes fue la esposa intelectual de Ramón. A mí me ayudó a entender la mente de Ramón. Muchísimo”. Gracias a los esfuerzos de esta dupla profesional —que ayudó sobremanera a que la mente de Ruiz Maldonado recorriera otras sendas—, el Servicio de Dermatología fue creciendo. La doctora Carola Durán McKinster, por ejemplo, fue una muestra del desarrollo del departamento. Primero como residente, después como médica adscrita y actualmente como la jefa del servicio, es una de las más fervientes admiradoras del
1997
Se comercializa el Imiquimod, un modificador de la respuesta inmune.
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La fda aprobó el uso de la talidomida —Thalomid®— para el tratamiento de un trastorno grave de la piel: el eritema nodoso leproso.
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El doctor Ruiz Maldonado con las doctoras Carola Durán, Lourdes Tamayo (q.e.p.d.) y Luz Orozco-Covarrubias.
doctor Ruiz Maldonado. Igual papel tiene la especialista Luz Orozco-Covarrubias y el resto de los residentes y médicos adscritos. Todos coinciden en la gran inteligencia del especialista. otro bebés que nacen prematuramente. Para hacer la investigación, se invitó
“El mayor reto es hacer investigación además de la clínica, la genética; investigar aspectos biológicos y métodos terapéuticos”.
a ancianos a dar masaje tres veces al día a bebés que se encontraban recuperándose en incubadoras. Los resultados arrojaron que quienes recibieron este tratamiento obtuvieron 49% más de peso en comparación con los que no y hasta pudieron irse seis días antes a su casa. En cuanto a las personas que trabajaron con los niños, se reportó que bajó su nivel de depresión. Los científicos consideran que el masaje estimula áreas del cerebro y que la piel y éste están más conectados en las etapas tempranas de la vida.
Su esposa recalca estas cualidades. De acuerdo con su experiencia, el doctor Ruiz Maldonado no sólo deslumbra por su brillante papel en la dermatología, sino por su gran corazón y su generosidad sin reservas. La doctora Guevara nos comparte una anécdota: “Había un alumno de El Salvador, al que le avisaron que su papá estaba mal y tenía que ir por carretera a verlo. Ramón le pagó el avión sin ninguna duda, porque el muchacho no podía pagarlo. No tenía por qué hacerlo, pero ése es el tipo de cosas que hace. O podía oír a una de sus alumnas llorar porque se enfermó su bebé o el marido le hizo no sé qué, y brindaba su ayuda. Eso lo hace un maestro, eso hace que lo sigan… Sí, la generalidad de la dermatología está ahí, está escrita. El humano con el que se vive es un hombre sensacional, con un corazón enorme”. Durante más de 30 años, el doctor Ruiz Maldonado ha sido mentor de múltiples generaciones. Y cada una de ellas ha significado un aprendizaje continuo, una nueva forma de ser maestro. Tal vez sea por eso que nuevos desafíos siguen apareciendo en su camino: “El mayor reto es hacer investigación además de la clínica, la genética; investigar aspectos biológicos y métodos terapéuticos”. Las palabras finales del médico son muy reveladoras, permiten explicarnos lo que todo este trabajo ha querido decir en su alma, lo que significa la dermatología: una vida única e irrepetible, una comunidad a prueba de cualquier cosa, una hermandad con todo aquel que se interese por la piel de los infantes: “Cuarenta años de trabajo. En general ha sido muy interesante, lo que pasa es que prácticamente todos, menos los pacientes en el instituto y los de las tardes, hemos hecho dermatología general”.
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“Si Ramón no fuera el maestro de la dermatología mexicana en pediatría, yo lo admiraría igual. Yo admiro al hombre, no al maestro. Yo no me enamoré del maestro, como muchas alumnas que sí. Él nunca fue mi maestro, a mí me sacó a bailar.” Doctora Amparo Guevara
2000
Se introducen los inmunomoduladores tópicos Tacrolimus y Pimecrolimus para el tratamiento de las enfermedades inflamatorias de la piel.
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De qué piel perdida o inútilmente deseada. De qué desnudez cortante como navaja. De qué herida reciente o lejana. De qué roto sueño. De qué pronta muerte. De qué primer muerto. De qué, de quién vendrá a herirte como si fueras un dios; tú, tantas veces herido, y tantas, como él, heridos. Eduardo Mitre
El maestro que ha marcado la vida de varias generaciones, Amado Saúl Cano
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l médico A mado Saúl Cano es una eminencia en la dermatología; citado en
innumerables ocasiones por sus colegas, todos coinciden en recordarlo como el gran maestro que cambió sus vidas. Durante muchas décadas, su enseñanza ha marcado a generaciones de profesionistas y es, indudablemente, porque les ha dado lecciones más allá de la medicina: de valores, ética y, sobre todo, de vida. Pero no sólo se le reconoce por su profesionalismo, también son famosos su buen trato y su amabilidad. La trayectoria del doctor Saúl es vastísima, casi tanto como los recuerdos que nos va compartiendo a lo largo de la entrevista. Nacido a principios de la década de los 30, el 1º de enero de 1931, Amado Saúl vivió sus primeros años en la ciudad de México: “En Peralvillo, en el mismo centro de la ciudad, cuando éste era diferente y ‘vivible’; no había la inseguridad que hay ahora… A mí me tocó estudiar en el Centro; la primaria estaba en la calle de Cuba. Todavía está la escuela, es una casa muy antigua y tiene un letrero que dice que ahí había vivido la Malinche con su esposo. En ese tiempo casi no había escuelas particulares, la mayoría eran oficiales, y muy buenas”.
El doctor Amado Saúl Cano a la edad de 27 años.
El padre de Amado Saúl se dedicaba a la plomería, a la electricidad y al comercio, entre muchas otras cosas. Durante su infancia, el joven Amado, primogénito de ocho hermanos, tuvo que ayudar a su padre a construir y vender parrillas y hornos eléctricos. Pero su anhelo era otro: siempre se interesó en el área científica, en la biología y la medicina. Desde pequeño jugaba al doctor y disfrutaba mucho al observar todas las cuestiones médicas. Con el paso del tiempo, la ciencia comenzó a ser determinante en su formación: “A mitad de secundaria me dijeron que tenía la tendencia a ir hacia otras ramas y no hacia la biología… Pero dije: ‘No quiero ciencias físico-matemáticas, yo quiero biología’, y a la hora de entrar a la preparatoria, donde ya se separaban los bachilleratos, entré al de biología”. Cuando ingresó al bachillerato, comprendió que su vocación era salvar vidas, por ello se convirtió en médico: “Entré a la preparatoria número dos que estaba en el Colegio
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Los doctores Sheldon Pinnel y Omar Mostapha demuestran con estudios farmacoquinéticos los efectos del ácido ascórbico sobre la piel.
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El doctor Saúl Cano el día que dejó la jefatura del Servicio de Dermatología del Hospital General de México.
¿La viruela y la poesía? “¡Pues bien!, yo necesito decirte que te adoro decirte que te quiero con todo el corazón […].” “[…] pirexia aguda y eruptiva, de naturaleza contagiosa y caracterizada por la presencia en la piel de elevaciones duras
de San Ildefonso. Después de ahí, fui a la Escuela Nacional de Medicina que estaba enfrente de la iglesia de Santo Domingo; era el barrio universitario. Cuando ya casi terminaba la carrera, en quinto año, fue cuando se cambiaron a Ciudad Universitaria. A mí me tocó sólo el final de la carrera ahí, y no me gustaba ir porque estaba muy lejos, estaba muy frío, pero cerraron oficialmente la escuela de Santo Domingo y tuvimos que irnos en los últimos años a cu. Me tocó la inauguración con el presidente Miguel Alemán”.
ó vesiculosas, que al cabo de algún tiempo se transforman en pústulas umbilicadas en su centro, las cuales supuran y se
“Cuando entré al Hospital General, pugné porque se abriera la enseñanza de posgrado y empezamos el primer curso en 1977.”
secan dejando en su lugar manchas que desaparecen mas ó menos tarde, ó cicatrices indelebles de formas irregulares y variables”. Tal vez resulte extraño, pero los dos textos
A la hora de especializarse, el doctor Saúl Cano tenía varios intereses, aunque aún pesaba sobre él la indecisión: “Había llevado varias materias, me interesaba la pediatría, comencé a hacer algo de eso; me interesaba la neumología… La dermatología no me disgustaba, se me facilitó aquí en el Hospital General con el doctor Ernesto Escalona, que era uno de los doctores que había. Me gustó, pero no tuve especial predilección por ella”. Fue dermatología, sin embargo, la elegida por el doctor como carrera de vida, y fue convirtiéndose en una gran pasión. Nuestro entrevistado comenzó a trabajar con diversos doctores y muy pronto entró en contacto con el Hospital General de México, el sitio que le ha dejado una profunda marca:“Entré aquí cuando estaba Fernando Latapí como jefe del Servicio… No había residencias que le pagaran a uno para aprender;
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“Empezamos en el Centro Pascua cuando estaba la campaña contra la lepra. Se formaron médicos dermatólogos jóvenes que iban con una enfermera y un jeep a las áreas endémicas de lepra a descubrir enfermos y ponerlos en tratamiento… Ahí conocí mi país, porque soy citadino y uno creería que todo es la ciudad de México; conocí los ranchitos, los pueblitos, la miseria, el hambre.” uno se acercaba a los hospitales y pedía que lo aceptaran. Uno pagaba la enseñanza con trabajo… Vine con el doctor Latapí, pero él era director a la vez del Centro Dermatológico Pascua, así que entré aquí en 1956. Empecé a ver la consulta, después a darla; entré en el mes de junio, ya por septiembre, octubre, el doctor Latapí me pidió que fuera por las tardes al Centro Pascua, que estaba entonces en Garciadiego, y después, ya en la noche, me iba a un consultorio particular de medicina general que tenía en mi casa. Así estaba repartida la cosa”. El doctor Saúl Cano nos ofrece un fascinante panorama de recuerdos, e inmediatamente nos remite a los pasillos de la nueva Facultad de Medicina o al Hospital General de México, con todos los prestigiados médicos que en ese tiempo se estaban formando allí. El especialista nos transmite también los diversos cambios que sufrieron el Hospital General de México y el Centro Dermatológico Pascua: “Más tarde estuvo la plaza pagada, primero aquí en el hospital —300 mensuales, en ese tiempo—, y después hubo una plaza en el Centro Pascua ya pagada, así que estuve ahí durante 25 años. Me quedé después enseñando, luego de subjefe, hasta que fui subiendo de categoría por oposición, como era antes. Ahora ya no, ahora es de dedo, pero antes tenía usted que hacer examen, presentar su currículum y competir con varias personas para llegar a ser primero adscrito, luego adjunto y después jefe de servicio”. Cuando le preguntamos al doctor por otros especialistas médicos que dirigieron el Servicio de Dermatología del Hospital General de México, de inmediato se agolpan los nombres en su cabeza: “Desde que se fundó este hospital en 1905, el 5 de mayo se instituyó un departamento para enfermedades venéreas y lepra, y el primer jefe fue el doctor Jesús González Urueña; después el doctor Salvador González Herrejón, quien se dedicó mucho al mal del pinto; luego, el maestro Latapí, que estuvo más de 25 años al mando. Cuando yo llegué, en 1956, él era el jefe. Y después el doctor Ernesto Escalona, quien duró nada más tres o cuatro años porque murió pronto, y ya entré yo como jefe de departamento; posteriormente, ingresó por oposición la doctora Gladys León, que estuvo diez años. Por último, la doctora Rosa María Ponce,
2001
El doctor Saúl Cano en compañía de los doctores Jorge Peniche, Gladys León y Jorge Adam (Ecuador), en el Congreso Ecuatoriano de Dermatología.
El doctor Saúl Cano y sus alumnos de posgrado.
Los doctores Eugene Van Scott y Ruey J. Yu —fundadores de NeoStrata— desarrollan los polihidroxiácidos, los cuales brindan beneficios adicionales a los AHA, como mayor hidratación, protección antioxidante y compatibilidad clínica con cualquier tipo de piel, incluyendo las más sensibles.
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El doctor Amado Saúl Cano en su consultorio.
anteriores corresponden al mismo autor: Manuel Acuña. El primero es un fragmento de su famoso poema “Nocturno a Rosario” y el segundo, es parte de un artículo sobre la viruela que fue publicado en El
Porvenir, periódico de la Sociedad Filoiátrica y de Beneficencia de los alumnos de la Escuela de Medicina, en 1872. Durante la segunda mitad del siglo XIX, la viruela era motivo de preocupación, su sola mención parecía remitir de inmediato a “muerte”. Y si bien es cierto que Acuña trascendió por sus aportaciones literarias y no por sus escritos médicos, como
quien ya no fue por oposición, sino que entregaron un currículum y la dirección dijo “éste”, como se hace casi todo, por dedo. Independientemente de que tenga méritos o no, pero, claro, la doctora sí los tiene: ya tiene dos años de estar en la jefatura; es la séptima desde 1905”. Una de las experiencias más enriquecedoras para el galeno fue reconocer su país, saberse mexicano. Desde la medicina, Amado Saúl tuvo la oportunidad de conocer todas las aristas de un México empobrecido y paradójico. Su mirada se apaga un poco al recordar uno de los pasajes más desolados de su vida: “Se formaron médicos dermatólogos jóvenes que fueron con una enfermera y un jeep a las áreas endémicas de lepra a descubrir enfermos y ponerlos en tratamiento. Hubo cursos y yo participé en el de dermatología y leprología; fui supervisor de esa campaña por cinco años; iba yo al campo en jeep a los pequeños ranchitos… diríamos que ahí conocí mi país, porque soy citadino y uno diría que todo es la ciudad de México, y conocí los ranchitos, los pueblitos, la miseria, el hambre y todo”. Posiblemente de ahí provenga el interés por la docencia del doctor Saúl Cano. Deseoso de transmitir sus conocimientos y formar médicos, desde hace muchos años ha tenido injerencia en el ámbito magisterial: “Cuando la doctora Obdulia Rodríguez se marchó a Pamplona, ella era ayudante del doctor Latapí en la universidad. Yo me quedé en su lugar prácticamente desde 1956, aunque la universidad me reconoce la plaza desde 1960. Fui asistente del maestro Latapí durante muchos años, hasta después de un tiempo me quedé con un grupo particular en la universidad. Ya casi cumplo 50 años en la universidad y 30 en el Instituto Politécnico en la enseñanza de pregrado”. Fue precisamente por las medidas que implementó el doctor Latapí que comenzó a ampliarse la enseñanza oficial de posgrado, por la necesidad que tenían los médicos de seguir con sus estudios. Uno de los grandes luchadores fue el doctor Saúl Cano, quien abrió las puertas para este conocimiento: “Primero fue en Tropicales, luego en La Raza; paradójicamente, el maestro no quería que se hiciera una residencia oficial en el Pascua, tenía sus ideas. Cuando entré en el 77, pugné porque se abriera aquí la enseñanza de posgrado y empezamos el primer curso en el Hospital General en 1977. La doctora Gladys León, quien fue jefa de Servicio, provenía de una de las primeras generaciones de residentes que hubo aquí”.
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Directiva de la Sociedad Mexicana de Dermatología (1964-1965).
“La medicina se ha volcado hacia la parte femenina: los grupos de pregrado son 60% mujeres, 40% hombres, y las residentes de esta otra generación son cuatro mujeres; en la anterior hubo sólo un hombre.” Por toda esa reconocida trayectoria, el doctor Saúl Cano posee amigos, más que colegas, y son muy numerosos. Uno de los más allegados, compañero de largos años de carrera, es el doctor Jorge Peniche, a quien recuerda entrañablemente: “Cuando entré al Hospital General, el doctor Peniche acababa de ingresar, en marzo o mayo, o algo así; él daba consulta y hacía más cosas que yo, pero convivimos todos los años hasta su muerte… El doctor Peniche se interesó mucho por la cirugía, por los tumores; venía con él gente de cirugía plástica y de otros lugares para ver a los enfermos. Después se quedó y formó esa unidad que durante un tiempo ha sido muy importante en la formación de dermatooncólogos y cirujanos dermatólogos. Ahora también existen esos departamentos en el Pascua, en el Gea, pero ése fue el primero y se inició con el doctor Peniche”. Todos estos recuerdos parecen revivir una de las épocas más fascinantes de la dermatología: sus inicios, la lucha contra la desinformación, la unión entre doctores para
2003
El doctor Saúl Cano con la doctora Josefina Carbajosa Martínez.
Bioderma obtiene la patente de Fluidactiv®, que disminuye el grosor del sebo y previene la obstrucción de los poros. Esta patente se incorpora en todos los productos de la gama Sébium.
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El doctor Saúl Cano es también un excelente músico. Ha compuesto aproximadamente 200 canciones.
estudiante de medicina mostró interés por esta enfermedad, la cual
que avanzase trabajosamente esta disciplina. El doctor Saúl Cano se siente orgulloso de lo que se ha logrado, y nos despide con un rostro optimista: “Ha habido una explosión dermatológica en el país. En ese tiempo no había residencias y veníamos a aprender pidiendo, éramos cuatro o cinco: Peniche, uno de Panamá y dos o tres que veníamos aquí. No había otro lugar. Ahora, en el último examen para elegir a los residentes, hubo 40 médicos para escoger sólo a cuatro de ellos. Esto demuestra el florecimiento de la dermatología en la actualidad”.
describía como fuente del más alto grado de horror instintivo y natural. Respecto al posible tratamiento, Acuña ofrecía diferentes alternativas de acuerdo con cada uno de los estadios de la afección. Para la primera etapa, el escritor recomendaba limonada o agua fresca para calmar la sed, así como una habitación mantenida a una temperatura constante y moderada. Manuel Acuña se suicidó en 1873; tenía tan sólo 24 años, había concluido el cuarto año de la carrera de
El doctor Saúl Cano dictando una conferencia en 1986.
Medicina y ya ocupaba un sitio destacado como poeta.
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Toda una vida al lado de dos eminencias de la dermatología Agradezco al señor Pedro Hoth, director general de Fedele, por invitarme a escribir unas líneas sobre dos eminencias: los doctores Fernando Latapí y Amado Saúl Cano. Muchas personalidades ya han escrito acerca de su vida académica y profesional, a mí me gustaría destacar más su lado humano. Conocí al doctor Fernando Latapí en enero de 1958, trabajé con él durante 25 años, lapso en el que viví su gran obra. El doctor Latapí fue una persona íntegra, culta, de carácter introvertido y con un gran sentido de humanidad. Siempre les dio una excelente atención a sus pacientes, sobre todo a los enfermos de lepra; durante quince años consecutivos les brindó ayuda en especie, que constaba de una despensa mensual. De él aprendí a dar sin esperar nada a cambio. Además, fue una de las personas a quien durante 25 años le regalé flores en su onomástico y cumpleaños. Al principio, porque era lo que estaba a mi alcance y después me di cuenta de que le fascinaban. Recuerdo que sólo le fallé un año, porque en esa fecha tuve que salir de la ciudad y le envié un telegrama felicitándolo; cuando regresé me dijo: “Te extrañé”. Él era poco expresivo, esa frase me dijo mucho.
Sofía González, fiel colaboradora del doctor Amado Saúl, muestra el lado más humano del especialista.
Tuve la fortuna de conocer al doctor Amado Saúl Cano en la misma fecha que al doctor Latapí. Me pareció una persona muy inteligente y educada. A través de los años me he dado cuenta de que es un hombre admirable, sencillo, honesto y entregado a sus enfermos. Yo siempre lo he calificado con 99% de cualidades y 1% de defectos. Cabe mencionar sus otras virtudes, como haber compuesto 180 canciones, tocar la guitarra, saber bailar. Además, ha grabado tres discos; el primero me fascina, contiene “Como amigos”, “El significado del beso” y muchas más. Al doctor le han hecho muchos homenajes en vida. En el año 2003, en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, se le entregó un reconocimiento Doctor Honoris Causa por sus excepcionales méritos académicos. Estoy muy orgullosa de trabajar con él. Gracias, doctor Saúl, por permitirme que asista Drupi a su consultorio. Sofía González Esquivel
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Cellskinlab, filial de Phytoceuticals, Inc., del doctor Omar Mostapha, formula el Recover OL Serum, una mezcla de las vitaminas c, e, a y el extracto de la hoja de olivo —Oleuropein—, la cual logra un poderoso efecto antioxidante, antienvejecimiento y antiviral.
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Ha sido un largo día para ti hasta que diste conmigo. Estás llena de cardenales. Higos reventados, el lívido color púrpura de tu piel. Jeanette Winterson
Oliverio Welsh Lozano: la dermatología mexicana y su desarrollo en el norte del país
L
a voz de Oliverio Welsh no refleja su verdadera edad ni las experiencias
de vida que le ha tocado compartir. Es probable que la juventud que resuena en su forma de hablar se relacione con su franqueza y cordialidad. Desde las comunicaciones iniciales hasta el término de nuestra entrevista, nunca pierde sus buenas maneras ni el interés por destacar la medicina neoleonesa. El especialista médico llegó al mundo en 1939, es oriundo de Montemorelos, una pequeña ciudad del estado de Nuevo León. Sus padres, un exitoso farmacéutico y una feliz ama de casa, fueron una gran influencia para que tomara las grandes decisiones de su vida. Su progenitor deseó siempre que alguno de sus hijos se dedicara a la disciplina médica, y aunque Oliverio Welsh tuvo cuatro hermanos, sólo en él despertó el interés por ayudar a los enfermos. Los bisabuelos de nuestro entrevistado, así como su abuelo, fueron los que terminaron por influir en la carrera que más tarde elegiría: “Mi abuelo y mi bisabuelo eran médicos egresados de la Universidad de Maryland… A mí me interesó la medicina desde pequeño, asistía a la farmacia y estaba muy en contacto con las fórmulas magistrales que se preparaban en la década de los 40, y como mi padre había sido farmacéutico desde los años 20, entonces hay una larga tradición de medicina”.
El doctor Oliverio Welsh fue el primer dermatólogo que obtuvo el doctorado en Medicina en la UANL.
Tiempo después, la familia Welsh se trasladó a la ciudad de Monterrey, donde el joven Oliverio cursó la preparatoria; posteriormente ingresó a la Facultad de Medicina de la uanl. Él siempre tuvo la certeza de cuál sería su profesión y para ello contó con el apoyo de sus padres y hermanos. Sus años de estudio fueron de alegría y entusiasmo: “Yo realmente los disfruté mucho, afortunadamente me fue bien. El primer año obtuve el segundo lugar en la Facultad de Medicina de la generación 56; y luego, ya al final, el cuarto lugar. Conforme fueron pasando los años, nos tocó la zona de transición entre la escuela francesa, que en ese tiempo todavía estaba en boga, y comenzaba la escuela norteamericana a influenciar a los maestros de nuestra facultad”.
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Industrial Farmacéutica Cantabria —IFC— utiliza los lípidos purificados de omento, que desarrollan una acción angiogénica y garantizan una acción específica y eficaz para el trofismo cutáneo, prevenir procesos degenerativos y asegurar la regeneración de las funciones cutáneas.
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“Siempre he pensado que el ser pobre o rico es un accidente de la vida, y que todos tenemos la obligación de dar nuestra energía para atender por igual al necesitado que al pudiente, con el mismo respeto, dedicación y eficiencia, aunque no pague. Esto en mi caso particular lo he podido llevar a cabo a través de mi participación como subjefe y, posteriormente, como jefe del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario.” La piel como arte El órgano más largo de nuestro cuerpo no sólo es visto como objeto de estudio o reflejo de nuestras emociones o padecimientos, sino también como arte. Para el artista contemporáneo Spencer Tunick, la piel es el principal elemento de su obra; desde 1992 ha
Después de los primeros seis años, al momento de seguir con la residencia rotatoria, el doctor Welsh realizó un examen para poder ir a Estados Unidos, lo que muy rápidamente consiguió: “Inicié la residencia en patología clínica, en el Hospital Universitario en Monterrey, para ese entonces ya había aprobado el examen para poder practicar medicina en Estados Unidos. Hice solicitudes en diferentes hospitales donde pudiera estudiar: Harvard, la Universidad de Michigan, la Universidad de Tennessee. La Universidad de Michigan fue la que me seleccionó para ir a hacer mi internado de Medicina Interna. Estoy hablando del año 1965, cuando comencé en el Hospital de la Universidad, en Ann Arbor”. Su estancia en el país vecino fue el momento determinante para que se centrara en el estudio de las enfermedades cutáneas. Aunque en un primer momento no existía en él una inclinación por la dermatología, muy pronto se evidenció su verdadera vocación: “Yo realmente no quería especializarme en dermatología, no me había pasado por la mente. Mi idea era hacer medicina interna y hematología, pero por azares del destino, al momento de estar ahí, me di cuenta de que para poder hacer hematología se requería tener visa de residente y la mía era de estudiante —nada más hay que recordar que en esa época estaba en su apogeo la guerra de Vietnam, si tenías visa de residencia te llamaban inmediatamente a las filas del combate. El destino quiso que me propusieran quedarme cuando yo roté por dermatología y dije: ‘Bueno, voy a hacer dermatología’. Al principio tenía muchas dudas, pero poco a poco me fui convenciendo de que había sido una buena elección”.
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El doctor Welsh recuerda estos momentos con una gran emoción. Al respecto, el facultativo nos describe una anécdota curiosa que influyó en su decisión: “En esto contribuyó un amigo mío, que actualmente es director del Instituto Nacional de Perinatología, el doctor Gregorio Pérez Palacios. En ese tiempo, él estaba haciendo endocrinología ginecológica en Ann Arbor, posteriormente regresó al Instituto Nacional de la Nutrición ‘Salvador Zubirán’. Somos muy amigos, fuimos compañeros en la Facultad de Medicina en Monterrey y también durante el posgrado en el extranjero. Un día yo le comenté que estaba aprendiendo mucha medicina interna y estando en dermatología, él me dijo: ‘Mira, tú realmente acudes a todas las conferencias del Departamento de Medicina Interna, me parece que eres un internista frustrado. Deberías convencerte de hacer dermatología y olvidarte de ser un internista’. Así que terminé todo mi entrenamiento en dermatología, de tres años, además del año de medicina interna.”
“El médico debe practicar una dermatología ética, tomando siempre en cuenta al paciente para darle la mejor alternativa de solución a su enfermedad, en el menor tiempo posible y a un precio adecuado.”
Su estancia en Estados Unidos lo llevó a descubrir uno de sus mayores intereses en el campo de la medicina: “En ese periodo tuve la oportunidad de hacer algo de investigación, de saber cómo se hacía. Teníamos un gran departamento en el que participaban, en el aspecto básico, diferentes ramas de la medicina y fuimos expuestos a esa experiencia. Realmente tuve el privilegio de estar en una institución que formó numerosos jefes de departamento de dermatología en Estados Unidos, y tuve muchas veces la oportunidad de conocerlos durante mi residencia”. Cuando volvió a Monterrey, el doctor Juventino González Benavides le hizo una propuesta de trabajo desafiante: “En el año 69 regresé a México y en ese momento comencé a asistir al Servicio de Dermatología. En agosto, el director en turno me dio la oportunidad de entrar como profesor. En ese entonces estaba como jefe del Servicio de Dermatología el doctor Juventino González Benavides, quien había hecho su posgrado en México durante un año (1949); su maestro de dermatología en Monterrey fue el doctor Antonio Peyrí, un dermatólogo exiliado durante la Guerra Civil Española, quien radicó en Monterrey durante los años 40. Él lo motivó para estudiar derma-
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Bioderma registra la patente Bioprotección® celular, que protege el adn celular y a las células de Langerhans y estimula la síntesis de las proteínas de choque térmico. La patente se incorpora en todos los productos de la gama Photoderm, para asegurar una protección integral contra los daños causados por los rayos uva y uvb.
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registrado con cámaras fotográficas y de video el cuerpo desnudo de miles de personas en más de 75 ciudades del mundo, lo que también ha ocasionado que lo arresten en diversas ocasiones. Para Tunick, la piel es poesía visual, un mar de formas y colores que, además de plasmar la belleza de este órgano —sea del color que sea—, crea arte y celebra la dignidad del cuerpo humano.
tología, luego, en 1949, hizo su año de especialidad en el Centro Dermatológico ‘Dr. Ladislao de la Pascua’, en la ciudad de México, bajo la dirección del doctor Fernando Latapí. Al terminar ese año, regresó a Monterrey como profesor del departamento y fue nombrado subjefe y posteriormente, en 1962, jefe del Servicio de Dermatología. Desde un principio, en el año 69 o 70, ya me había comisionado el doctor Juventino para que diseñara un programa de estudios de pregrado y posgrado. Yo me quedé a cargo de la implementación de los programas, tomando como modelo el de Estados Unidos en el área de dermatología, y fui nombrado coordinador de posgrado”. A partir de esta fecha, el trabajo del doctor Welsh se vinculó inevitablemente con la universidad y con el servicio de dermatología del hospital. Es uno de sus más grandes orgullos, pues con el paso del tiempo experimentó todas sus transformaciones y su progreso. Éste es un ejemplo de los cambios que vivió: “En 1979 inicié mi periodo como subdirector de investigación y estudios de posgrado de la Facultad de Medicina, continué como profesor y subjefe por oposición del Servicio de Dermatología. Durante los siete años que estuve como subdirector de posgrado, realizamos el organigrama de la Subdirección y reestructuramos todo el posgrado; iniciamos los doctorados y elaboramos exámenes de admisión y un sistema para que hubiera entrevistas personales; creamos pruebas y métodos estrictos para evaluar a los candidatos, lo que evitó que se admitiera en las residencias a gente que no cumpliera con los requisitos. Esto nos permitió completar una reestructuración en las 42 especialidades y subespecialidades del Hospital Universitario”. El doctor Welsh implementó estrategias y modificaciones no sólo en el ámbito asistencial, con los cambios en el hospital, sino también en la enseñanza. Además, apoyó actividades de investigación al crear la Secretaría de Investigación. En 1980 comenzaron los planes para la implementación de los doctorados en Medicina y Ciencias de la Facultad de Medicina, y varios profesores iniciaron sus estudios e investigación, entre ellos nuestro entrevistado, quien fue el primer dermatólogo en obtener ese grado académico en la Universidad Autónoma de Nuevo León. En 1982 se dio un suceso importante que el doctor Welsh nos comparte: “La Secretaría de Investigación de la Universidad realizó un congreso denominado Encuentro Regional de Investigación, en el que participaron todas las facultades. Nosotros decidimos convertirlo en un evento propio de la Facultad de Medicina y durante mi
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periodo como subdirector lo realizamos cada dos años. A mí me tocó efectuar los primeros tres encuentros y logré su permanencia; posteriormente, las autoridades lo hicieron anualmente hasta 2006, cuando volvieron a realizarse como en un principio, cada dos años, y de ser un evento regional y nacional se convirtió en internacional. Además, la secretaría fue elevada al rango de Subdirección de Investigación por el doctor Donato Saldívar, y el primer subdirector a cargo fue el doctor Gerardo González”. Hasta 1991, el doctor Welsh fue subjefe del Servicio de Dermatología, donde apoyó con grandes innovaciones y diversas actividades. Sin embargo, en ese mismo año, cuando el doctor Benavides fue nombrado alcalde suplente de la ciudad de Monterrey y terminó su periodo como titular del Servicio de Dermatología, a nuestro entrevistado le tocó la responsabilidad de sustituirlo como jefe del Servicio; gracias a su experiencia previa, se volcó a transformar las estructuras hospitalarias y docentes de la especialidad dermatológica de la Universidad Autónoma de Nuevo León. Cuando salió, en 2003, las mejoras eran evidentes: “En noviembre de 2003, logramos colocar al Departamento de Dermatología como el primer servicio de dermatología en México con calidad de excelencia en el conacyt, pues fue el primero en el país que reunió todos los requisitos para ser incluido dentro de las residencias de excelencia. Los estudiantes de pregrado habían obtenido por esas fechas el primer lugar en la evaluación del examen nacional para la residencia en el área de dermatología. Obtuvimos la internacionalización del servicio mediante el intercambio de profesores y alumnos con diversas instituciones académicas de Estados Unidos, Sudamérica y Europa. Logramos que varios de nuestros profesores entraran a la Academia Nacional de Medicina y al SNI. Creamos un laboratorio interdisciplinario para la investigación, que incluía las técnicas de biología molecular, el cual fue inaugurado en 1998, y es el sitio donde se llevan a cabo los estudios de la línea de investigación en
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El doctor Welsh fue distinguido por sus actividades en el área de Investigación Científica.
Se comienzan a utilizar los tratamientos biológicos —etarnercept, infliximab, adalimumab, alefacept y etalizmab— para atacar las respuestas inmunológicas relacionadas con la psoriasis.
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enfermedades bacterianas intracelulares, principalmente infecciones por actinomicetos —micetomas—, lepra y tuberculosis. En él desarrollan sus tesis doctorales en Medicina y Ciencias nuestros estudiantes de posgrado. También se implementó una unidad de láser y otra de fototerapia y un sitio para la evolución y control de los expedientes clínicos de los proyectos de investigación. Al final de mi periodo como jefe del Servicio, logramos la aprobación por Junta Directiva del sitio y dejamos recursos económicos para iniciar la construcción de la nueva clínica de dermatología, cuya construcción fue dirigida y completada en julio de 2007 por el doctor Jorge Ocampo Candiani, mi sucesor en la jefatura del Servicio de Dermatología desde noviembre de 2003”.
El doctor Welsh recibe de José Natividad González Parás, gobernador de Nuevo León, la presea al Mérito Cívico.
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Es imposible en un texto tan breve nombrar todos los avances que logró un dermatólogo tan brillante. Se puede constatar, sin embargo, el aprecio de sus colaboradores, alumnos y colegas en esta batalla cotidiana, con un galardón que muy pocos consiguen: “Cuando terminé mi periodo como jefe del Servicio de Dermatología, me nombraron profesor emérito de la Facultad de Medicina, lo cual fue un honor para mí y lo acepté con mucho gusto. Con ello me convertí en el más joven de los profesores eméritos. Esta circunstancia me ayudó a estar activo en la enseñanza de pregrado y de los residentes de posgrado, y me permite ser asesor en las tesis de doctorado, especialidad y maestría. Así que estoy contento porque ya no tengo las cargas administrativas, y al realizarse el cambio de Jefatura pasé la estafeta a las manos de gente más joven y eficiente”.
Entre sus alumnos más destacados se encuentran los doctores Minerva Gómez de Garza, Jorge Ocampo Candiani, José Gerardo Silva Siwady y Lucio Vera Cabrera, con quien fundó, en 1998, el Laboratorio Interdisciplinario de Investigación Dermatológica del Departamento de Dermatología del Hospital Universitario, en Monterrey.
“En noviembre de 2003, logramos colocar al Departamento de Dermatología como el primer servicio de dermatología en México con calidad de excelencia en el conacyt.”
En 2006, el doctor Welsh fue distinguido con este galardón.
Se puede suponer que es por esa larga lista de éxitos que el doctor Welsh se muestra optimista y esperanzado ante el futuro de la dermatología: “Creo que el futuro de la dermatología es brillante. Sólo espero que las generaciones futuras no hagan a un lado la investigación médica de alto nivel, y que no se dejen encantar por las áreas cosméticas que, aunque son necesarias, no deben constituir la meta primordial de todos los dermatólogos”.
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Bioderma patenta Rosactiv®, que inhibe la síntesis del vegf —Vascular Endothelial Growth Factor—, factor principal de la vasolidatación, el cual debilita los vasos sanguíneos y produce el enrojecimiento de la piel. Forma parte del producto Sensibio AR.
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Índice analítico
A
Abad Iglesias, R. 139 Abiega, Claudio 72 Abscesos 26, 156 Academia Americana de Dermatología 164 Academia Española de Dermatología 164 Academia Mexicana de Cirugía 151 Academia Mexicana de Dermatología 73, 120, 122, 131, 134, 137, 158, 159, 164 Academia Nacional de Medicina 44, 73, 82, 107, 110, 130, 151, 159, 201 Acné 31, 52, 57, 65, 94, 121, 127, 137, 145, 146, 147, 149, 156, 158, 159, 163 Acuña, Manuel 192, 194 Adame Miranda, Gilberto 166 Aguascalientes 58 Ahumada Ayala, Alejandro 67 Ahumada Ayala, Cecilia 67 Ahumada Ayala, Fernando 67, 140 Ahumada Ayala, Jorge 67, 140 Ahumada Ayala, María Eugenia 67 Ahumada Ayala, Miguel 67 Ahumada Padilla, Miguel 10, 14, 63, 64, 65, 66, 67, 120, 140, 142, 143, 164, 172 Alarcón Segovia, Donato 126 Alemania 52, 87, 98, 110, 111, 139, 141, 163 Alfaro, Karina 142 Alianza de Médicos Mexicanos 48 Alva, Mario 136 Álvarez Paque, Leonardo 164 Amaya Guerra, Mario 58, 59 Anatomía del hombre 32 Andrade, Rafael 135 Arce, Francisco Javier 58 Arce, Martín 72 Archer Dubon, Carla 157 Arellano, Ivonne 150, 166 Arenas Guzmán, Roberto 105
Argentina 35, 52, 72, 73, 109, 150, 183 Arias Capetillo, Oswaldo 137, 142 Arias Gómez, Isabel 6, 10, 164, 166 Aristóteles 156 Armenteros, José Alfonso 177 Arouette, Jean 131 Ar-razi 31 Asociación Mexicana de Acción contra la Lepra 108, 109 Asociación de Egresados del Centro Dermatológico Pascua —ederpas— 14, 57, 58, 59, 115 Auspitz, Heinrich 67 Avicena 31 Ávila, Juan José 136
B
Bada del Moral, Miguel 72 Baja California Sur 58 Barba Flores, José Fernando 80 Barba Gómez, José Fernando 51, 52, 77, 78, 80, 81, 83, 115 Barba Gómez, Julio 77, 78, 79, 80, 82 Barba Rubio, José 10, 14, 51, 54, 77, 79, 81, 82, 83, 117 Barberini, Francesco 22, 24 Barthélémy, Joseph 53 Bassi, Agostino 114, 116 Bazin, Ernest 69 Beirana Palencia, Angélica 58 Benavides, José 184 Benchetrit, Aarón 97 Benuto, Rosa Elba 136 Bernard, Claude 72 Besnier, Ernest Henri 77 Binnig, Gérard 163 Bioderma 155, 179, 193, 199, 203 Bioskinco 126 Bloch, Bruno 93 Boeta Ángeles, Leticia 164 Bollag, Geiner 145 Bonifaz, Alejandro 111, 150 Borbón Armenta, Alba 59 Botis, Sergio 142
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Bovet, Daniel 111 Brera, Valeriano Luigi 55 Brocq, Louis 89, 105 Brown, Harry M. 109 Bubas 21, 26, 27, 31, 43
C
Calles Ramírez, Aquiles 47, 48, 49, 92 Calmette, Albert 99 Camacho, Francisco 150 Campos, Pablo 72 Camps, Alejandro 150 Cáncer en la piel 122, 146 Canseco Morales, Carlos 148 Cañas, Eugenio 114, 115, 170, 171 Cañas, Manuel 170 Carbajosa Martínez, Josefina 58, 180, 193 Cárdenas Zeivy, Elva 157 Carral y de Teresa, Rafael 176 Carrasco Daza, Daniel 89 Carrillo, Angélica 87 Carruthers, Alastair 150 Carruthers, Jean 150 Castañeda, Gonzalo 176 Castro Bernal, Eduardo 57 Cellskinlab 195 Celso 27 Centro Médico ABC 137 Centro Médico La Raza 63, 172, 173 Centro Médico Nacional 119, 120 Centro Médico Nacional “20 de Noviembre” 14, 47, 48, 49 Centro Dermatológico Pascua 14, 15, 57, 59, 69, 107, 108, 110, 111, 113, 114, 115, 116, 140, 161, 162, 163, 167, 175, 178, 180, 184, 191 Chain, Ernst B. 107 Chanussot, Caroline 72 Charli Joseph, Yann Vincent 157 Chávez, Guadalupe 72 Chávez, Ignacio 176 Cherit de Domínguez, Judith 104 Chernobil 169, 181 Chesebrough, Robert 73
Chévez, Agustín 161 Chiapas 72, 184 Cirugía dermatológica 49, 95, 102, 105, 145, 146, 148, 150, 151, 164 Civatte, Jean 135 Clínica Dermatológica de Varsovia 165 Coahuila 113, 117 Coccidioidomicosis 173 Códice de la Cruz-Badiano 20, 26, 27 Códice Florentino 22, 23, 25, 27 Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología —cilad— 73, 74, 151, 159, 167 Colima 63, 169 Colombia 52 Comité de Educación Médica Continua 164 Congreso Ibero-Latinoamericano de Dermatología 111, 115 Congreso Internacional de Botánica 111 Congreso Internacional de Dermatología 110, 163, 164 Congreso Internacional de Leprología 109, 115 Congreso Mundial de Dermatología 63, 162, 164, 171 Consejo Mexicano de Dermatología 73, 82, 151 Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología —conacyt— 36, 42, 151, 158, 201, 203 Contreras Ruiz, José 105 Coronel, María Esther 142 Cortavila y Sanabria, Diego 22 Cortés, Hernán 42, 52 Cosmiatría 94 Cruz, Sor Juana Inés de la 19 Custer, John 69
D
Degos, Robert 109, 135 De Humanis Corporis 31 Dermatitis 24, 94, 136 Dermatología 10, 13, 14, 15, 19, 27, 42, 46, 47, 48, 49, 51, 52, 55, 56, 57, 59, 62, 63, 64,
65, 66, 69, 70, 71, 73, 78, 79, 80, 82, 83, 85, 86, 87, 89, 92, 93, 94, 95, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103, 104, 105, 107, 108, 109, 110, 111, 113, 114, 115, 117, 120, 121, 122, 123, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 131, 133, 134, 135, 136, 137, 140, 141, 142, 143, 145, 146, 147, 148, 149, 150, 151, 152, 153, 155, 156, 157, 158, 159, 161, 162, 163, 164, 165, 166, 167, 169, 170, 171, 172, 173, 175, 177, 178, 180, 181, 183, 184, 185, 186, 187, 189, 190, 191, 192, 193, 194, 195, 197, 198, 199, 200, 201, 202, 203 Dermatología cosmética 55, 94, 95, 121, 152, 163, 165 Dermatología pediátrica 55, 85, 86, 87, 95, 183 Dermatopatología 49, 55, 95, 102, 120, 133, 134, 135, 180 Dermatosis 115, 157, 180 Diamant, Frina 171 Dictum Hippocratis 29 Disentería 41 Distrito Federal 39, 43, 54, 98, 126, 127, 169, 170, 176, 184 Domínguez Cherit, Judith 104, 105 Domínguez Soto, Luciano 14, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103, 104, 105, 119, 120, 134, 142, 150, 163, 164, 166, 167, 171 Drandl, Geltrud 92 Drohuet, Eduardo 109 Duhring, Louis 87 Durán McKinster, Carola 14, 85, 86, 87, 88, 89, 150, 185, 186
E
Ecuador 52, 72, 102, 111, 191 Edema 30 Ehrlich, Paul 91, 93 Elias, Meter 156 Elion, Gertrude Belle 165 El Salvador 52, 150, 186 Erasmus, William James 65 Erupciones 21, 27, 33, 42, 156
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Escalona, Ernesto 142, 190, 191 Escarlatina 27, 44 Escuela de Medicina 140, 170, 192 Escuela Médico Militar 133, 134, 136, 137 España 35, 37, 52, 73, 87, 109, 148, 150, 165, 181 Espinosa Rosales, Francisco 89 Esquivel, Lilly 157 Estado de México 120, 121, 162 Estrada, Concepción 163 Estrada, Roberto 72 Exantema 30
F
Fabrikant, V. A. 119 Facultad Médica del Distrito Federal 39 Félix, Dionisio 134 Fernández, Ramón 72 Fernández Díez, Jorge 135 Fernández Sánchez, Mónica 157 Fiebre amarilla 41 Finsen, Ryberg Niels 81, 89 Fitzpatrick, Thomas B. 141 Fleming, Alexander 101 Flores Alonso, Octavio 57, 58 Fontes Ávalos, Verónica 105 Forúnculos 26 Fournier, Pierre 148 Frías, Gabriela 166
G
Galván Soria, Laura Angélica 142 García Benítez, Vilma 157 García Dávila, Lourdes 49 García de Acevedo, Beatriz 157 Garciadiego, Salvador 51, 55, 79 García Farfán, Pedro 38 García Hidalgo, Linda 142, 157 García Robledo, María Cristina 49 García Vargas, Alejandro 55 Garza de Ocampo, Sonia 151 Garza Elizondo, Juan Antonio 58, 59 Gatti, Carlos Fernando 75, 150 Gerson Unna, Paul 79 Gibert, Camille Melchior 63 Goldman, León 139
Gómez de Garza, Minerva 203 González Esquivel, Sofía 195 González, Gerardo 201 González, Miguel 107 González Benavides, Juventino 147, 148, 199 González Herrejón, Salvador 78, 177, 191 González Mendoza, Amado 135 González Ochoa, Antonio 63, 99, 108, 119, 120, 134, 137, 142, 153, 163, 164, 171 González Urueña, Jesús 51, 178, 191 Gordon, Jim 121 Gortari, Alfonso de 176 Gould, Gordon 127 Granos 21 Granulomas 25 Green, Julio 142 Greiter, Franz 151 Gruby, David 72, 74 Guanajuato 69, 184 Guatemala 52, 72, 110 Guérin, Jean-Marie Camille 99 Guerrero 111 Guerrero Santos, José 52, 167 Guevara de Ruiz, María Amparo 183, 187 Gutiérrez Lizardi, Julio 58, 59 Gutiérrez, Rosa María 150 Guzmán, Graciela 164
H
Halsted, William 57 Hamartoma angiomatoso sudoríparo secretor 135 Hemorragias 25 Hepatitis 41 Heridas 20, 25, 33, 41, 73, 83, 105, 133 Hernández, Francisco 36, 37, 38, 39 Hernández, Víctor 89 Hernández Pérez, Enrique 150, 163 Hernández Pérez, Raquel de 163 Hernández Rodríguez, Ximena 49 Hernández Salazar, Amparo 157
Hernández Zurita, Francisco 108, 109 Héry, Thierry de 43 Hidalgo 91 Hierro Orozco, Sagrario 14, 47, 48, 49, 91, 92, 93, 94, 95, 166 Hiom, Sara 148 Hipócrates 30 His, Wilhelm 71 Histoplasmosis 173 Historia de la composición del cuerpo humano 32 Historia natural de Nueva España 36 Honduras 52 Hongos 70, 72, 111, 164, 173 Hojyo Tomoka, María Teresa 14, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103, 104, 105, 156, 161, 163, 164, 166, 167 Hospital Addenbrooke 120 Hospital Central Militar 133, 134, 136, 137 Hospital Civil de Orizaba 107 Hospital Colonia de Ferrocarriles Nacionales de México 113, 115 Hospital de Hacienda 134 Hospital de Jesús 42, 52, 54 Hospital de Leprología de Fontilles 165 Hospital Dr. Pedro López S.S.A. 162 Hospital General de México 57, 78, 108, 111, 161, 177, 178, 184, 190, 191 Hospital General “Dr. Manuel Gea González” 14, 69, 72, 100, 101, 102, 111, 134, 156, 164, 167 Hospital Jackson Memorial 184 Hospital Juárez de México 162, 164 Hospital Mocel 93 Hospital Sagrado Corazón 148 Hospital Saint-Louis 109, 135, 165 Hospital San Juan de Dios 58, 165 Hospital Universitario 14, 145, 149, 150, 152, 153, 198, 200, 203
I
Ictiosis
157
Industrial Farmacéutica Cantabria —ifc— 167, 169, 181, 197 Instituto de Salubridad y Enfermedades Tropicales 63, 98, 99, 100, 108, 119, 134, 135, 141, 142, 171, 172, 173, 192 Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado —issste— 47, 49, 92, 114, 134 Instituto Dermatológico de Jalisco “Dr. José Barba Rubio” 14, 51, 52, 53, 54, 55, 77, 78, 79, 81 Instituto Mexicano del Seguro Social —imss— 119, 172 Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición “Salvador Zubirán” —innsz— 15, 155, 156, 159, 180, 199 Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano 134 Instituto Nacional de Pediatría 85, 88, 183, 184 Instituto Pasteur 69, 109, 110, 165 Instituto Politécnico Nacional 163, 171, 192 Internacional Society of Human and Animal Micology 111 International Society of Tropical Dermatology 82 Iracheta Gerez, María de la Luz 89 Irán 64, 87 Izeta, Imelda 164
J
Jablonska, Stefania 165 Jablonski, Nina G. 170, 172, 176, 178 Jadanssohn, Josef 83 Jalisco 14, 51, 52, 53, 54, 77, 79, 80, 81, 82, 110 Janssen, Zacharias 49 Jaramillo, Orlando 164 Jauregg, Wagner von 95 Jenner, Edward 45, 53 Juan Pablo ii 26
—207—
Juárez Navarrete, Laura 136 Jurado, Fermín 115, 167, 180
K
Kaminsky, Ana 150 Kaposi, Moritz 42 Kendall, Edward Calvin 107 Kligman, Albert 99, 100
L
Lacy Niebla, Rosa María 105, 167 Latapí, Fernando 14, 69, 70, 73, 74, 78, 79, 80, 108, 109, 110, 113, 147, 161, 163, 173, 177, 178, 180, 184, 190, 191, 192, 195, 200 Lavalle Aguilar, Pedro 10, 14, 70, 107, 108, 109, 110, 111, 163, 177 Leishmaniasis cutánea 108, 109 Lenz del Río, Alfredo 91, 94 León, Gladys 166, 191, 192 León-Portilla, Miguel 11 Lepiavka, Arseny 137 Lepra 14, 15, 30, 31, 35, 44, 45, 51, 64, 65, 67, 79, 81, 82, 83, 95, 99, 108, 109, 111, 115, 127, 147, 148, 150, 162, 164, 165, 173, 177, 178, 180, 191, 192, 195, 202 Lesiones pigmentadas 157 Levaditi, Constantin 97 Linfomas 94 Liquen 30 Llagas 25, 26 López Almaraz, Raúl 52 López, Pedro 38, 52, 162 López Tintos, Brenda Oralia 157 Lozano Zaldívar, Gilberto 162 Lucio, Rafael 178 Luna, Horacio 164 Lupus 66
M
Macotela, Ernesto 120 Magaña, Carmen 72, 136 Magaña, Mario 123, 134, 142, 164, 171 Malacara de la Garza, Manuel 14, 57, 59, 113, 114, 115, 116, 117, 163 Mal del pinto 177, 191
Mariat, François 70, 109, 110, 111 Martínez, Erick 72 Martínez Báez, Manuel 134, 135 Marván, Alcibíades 176 Mascaro, José María 150 Matus, María Guadalupe 157 Maya, Edwin 49 Medina, Armando 180 Medina, Manuel 127 Melanoma 94, 122, 146, 150 Melasma 163 Méndez Flores, Silvia 157 Mendoza Beivide, Lilian 58 Mendoza de Jesús, Claudia 142 Mercadillo Pérez, Patricia 6, 10 Mercuriale, Girolamo 156, 158 Meurehg Haik, Charles 14, 119, 120, 121, 122, 134, 135, 171 Micetoma 52, 107, 111, 162, 164, 173, 202 Micobacteriosis cutánea ulcerosa 109 Micología 14, 51, 55, 69, 70, 71, 72, 86, 99, 105, 108, 109, 110, 111, 120, 134, 165, 171 Micosis 95, 111, 173 Milne, John A. 120 Millán Gutiérrez, Jorge 108, 137 Mohs, Frederick 149 Molina de Soschin, Dora 72 Moncada González, Benjamín 14, 125, 126, 127, 128, 129, 130, 131 Monheit, Gary 149 Monroy, Elena 72 Montano, Bernardino 32 Montes de Oca Monroy, Fernando 6, 123 Moreno Collado, Clemente 14, 119, 123, 133, 134, 135, 136, 137, 150 Moreno, Gabriela 72 Mostapha, Omar 183, 189 Mueller, Johannes 59 Muñoz, Edith 49 Muñoz Hink, Heidi 164 Museo Nacional de Antropología e Historia 26
N
Naegeli, Oskar 80 Naranjo, Ramón 52 Narváez, Pánfilo de 42 Narváez, Verónica 87 Navarrete Alarcón, Hernán 10 Navarrete, Gisela 167, 180 Nazar, Dulce María 72 NeoStrata 171, 173, 191 Neumann Scheffer, León 14, 123, 139, 140, 141, 142, 146 New York Academy of Medicine 111 Nicaragua 52 Novales Santa Coloma, Josefa 57, 135, 163, 167 Nuevo León 58, 145, 147, 149, 152, 197, 200, 201, 202 Núñez Andrade, Roberto 110
O
Oaxaca 57, 59, 115, 169 Ocampo Candiani, Jorge 14, 145, 146, 147, 148, 149, 151, 152, 153, 166, 202, 203 Ocampo Garza, Alejandro 151 Ocampo Garza, Sonia Sofía 151 Ochoa y Mena, Crescencio 133, 136, 137 Organización Mundial de la Salud 82, 148 Orozco, Alejandra 49 Orozco, Catalina 108, 134 Orozco Covarrubias, María de la Luz 86, 186 Orozco, Silvia 142 Orozco Topete, Rocío 15, 155, 156, 157, 158, 159 Ortega, Gabriela 164 Ortega, Octavio 119 Ortegón de Barba, María del Rosario 80 Ortiz Becerra, Yolanda 10, 13, 14, 161, 163, 164, 165, 166, 167 Ortiz Carranco, Silvia 58 Ortiz Monasterio, Fernando 100 Ortiz Pedroza, Guadalupe 157 Otero, Víctor 142
—208—
P
Padgett, Earl C. 103 Padilla Desgarennes, María del Carmen 58, 59, 70, 111, 150, 167 Palacios, Carolina 86 Panamá 52, 194 Paredes Romo, Laura 142 Pascua, Ladislao de la 178, 200 Pediculosis 24 Pénfigo 155 Peniche, Jorge 164, 191, 193, 194 Peña Ortiz, Josefina de 58 Peralta, Braulio 108 Pérez Atamoros, Francisco 6, 10, 123 Pérez Palacios, Gregorio 199 Pérez Uribe, Adriana 142 Pérgamo, Galeno de 27, 29, 30, 32, 128, 156, 192 Perú 52 Peyrí, Antonio 199 PhytoCeuticals, Inc. 195 Picoto, Antonio 150 Piffard, Henry 75 Pinnel, Sheldon 189 Pino, María Emilia del 164 Piria, Raffaele 57 Pitiriasis 30, 129 Pizarro, Enriqueta 134 Plumbe, Samuel 63 Ponce, Rosa María 166, 191 Pozzo, Cassiano del 24 Prieto, Gay 165 Psoriasis 24, 57, 89, 136, 141, 146, 147, 166, 177, 201 Puebla 183, 184 Puebla Miranda, Miriam 164 Pusey, Allan 91 Pústulas 21, 25, 42, 45, 190
Q
Querétaro Quiroz Mejía, Ruth
R
Ramírez, Brenda Ramírez, José Luis Ramírez, Vicente
58 157 87 142 170
Ramírez Rivera, Luis 169, 170, 171, 172, 173 Ramos Garibay, Alberto 58 Real Tribunal del Protomedicato 37, 39 Remak, Robert 72, 74 República Dominicana 52, 71 Reumatismo 24 Reunión Anual de Dermatólogos Latino Americanos —radla— 164 Reyes, Blanca 142 Ridaura Sanz, Cecilia 89 Rivalier, Emile 109 Robins, Perry 150 Rodríguez Rodríguez, Obdulia 15, 113, 163, 175, 176, 177, 178, 179, 180, 181, 183, 192 Rohrer, Heinrich 163 Romero, Germán 58 Röntgen, Wilhelm Conrad 81 Rook, Arthur 120 Ruelas Villavicencio, Ana 157 Ruiz Esmenjaud, Julieta 72, 120, 121, 142 Ruiz Maldonado, Ramón 14, 86, 87, 88, 114, 164, 183, 184, 185, 186
S
Sabouraud, Raymond Jacques Adrien 109 Sáez de Ocariz, María del Mar 86 Sahagún, Fray Bernardino de 27 Salazar Mallén, Rubén 137 Salcedo de Meurehg, Carmen 119 Saldívar, Donato 153, 201 San Luis Potosí 14, 113, 125, 126, 127, 130 Sánchez Conejo Mir, Julián 150 Sánchez Hernández, Cecilia 157 Sandoval, Ángeles 108, 134 Santamaría, Virgilio 58 Santana, Gabriela 87 Sarampión 14, 38, 41, 44, 116 Sarna 14, 24, 25, 26, 27, 43, 45, 53, 64, 69, 95 Saúl Cano, Amado 10, 15, 114, 150, 163, 164, 180, 189, 190, 191, 193, 194, 195
Sazerac, Robert 97 Schawlow, Arthur L. 125, 127 Schulze, R. 151 Scholtés, Christian 157 Schönlein, Johann 72, 74 Segretain, Gabriel 109 Serrano, Cecilia 87 Sida 137, 156, 164 Sífilis 14, 63, 95, 97, 114, 116, 170, 171, 177 Silva Siwady, José Gerardo 150, 166, 203 Simposio Internacional de Micetomas 111 Sociedad Francesa de Dermatología 164 Sociedad Internacional de Dermatología 164 Sociedad Latinoamericana de Cirugía Cosmética y Reconstructiva 164 Sociedad Latinoamericana de Investigación Dermatológica 159 Sociedad Mexicana de Dermatología 107, 110, 111, 115, 164, 193 Sociedad Mexicana de Dermatopatología 135 Sociedad Mexicana de Oncología y Cirugía Dermatológica 164 Sociedad Polaca de Dermatología 164 Society for Investigative Dermatology Inc. 159 Sonora 145 Soria, Lourdes 164 Sosa Camacho, Blas 170 Soto, Rafael 176 Stevens-Johnson 66 Strauss, John 65 Súchil Villegas, Patricia 57 Sustaita Villagómez, Vicente 58, 59
T
Tabardilla 41 Tajonar, Rocío 142 Tamayo Sánchez, Lourdes 86, 87, 88, 134, 185, 186
Tanner, Norman Cecil 135 Thibaut, David 117 Tifus exantemático 41 Tiña 14, 24, 43, 63, 70 Torres Lozada, Vicente 164 Toussaint Caire, Sonia 105, 167 Townes, Charles H. 121, 125, 127 Tratado breve de medicina y de todas las enfermedades 38 Tuberculosis 14, 30, 81, 202
U
Úlcera de los chicleros 108, 109 Ulceraciones 24 Unger, Walter 149 Universidad Autónoma de Morelos 81 Universidad Autónoma de Nuevo León 145, 146, 149, 153, 197, 200, 201 Universidad Baylor 149 Universidad de Birmingham 148, 149 Universidad de California 156 Universidad de Chicago 126 Universidad de Glasgow 120 Universidad de Guadalajara 51, 77, 78, 80 Universidad de Michigan 198 Universidad de San Luis Potosí 125, 127, 129, 130 Universidad Nacional Autónoma de México 11, 48, 63, 70, 77, 85, 92, 97, 98, 101, 108, 113, 114, 119, 120, 139, 155, 161, 163, 170, 171, 176 Universidad Veracruzana 91 Universidad La Salle 158 Urtuzuastegui, Vanessa 87
V
Valverde, Juan de 32 Van Scott, Eugene 143, 149, 153, 157, 171, 173, 191 Vásquez del Mercado, Elsa 72, 105 Vega Memije, María Elisa 100, 105, 167 Venadero Albarrán, Filadelfo 58
—209—
Venezuela 52, 110, 111 Vera, Lucio 203 Veracruz 58, 72, 77, 78, 82, 91, 92, 133, 134 Verrugas 26, 27, 121 Verut, Dominique 13 Vesalio, Andrés 31, 32 vih 137, 164 Villanueva, Janeth 72 Violante Morlock, Norma 57 Viruela 14, 25, 38, 39, 41, 42, 44, 53, 190, 192 Vitiligo 146
W
Watson, B. A. 77 Welsh Lozano, Oliverio 15, 197, 198, 199, 200, 201, 202, 203 Wood, Alexander 65
Y
Yamazaki, Marco Antonio 89, 157 Yu, Ruey J. 143, 149, 153, 171, 191
Z
Zapater, Ricardo Zazueta, Rosa María Zedeño, Lily Zeiger, Herbert Zernike, Frits
109 49 72 121 105
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Fuentes audiovisuales La historia de la medicina, cap. ii: “Medicina maya”, unam/AstraZeneca, México, 2007. La historia de la medicina, cap. iii: “Medicina colonial”, unam/AstraZeneca, México, 2007.
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Colofón Este libro se terminó de imprimir en México, D. F., en los talleres de Offset Rebosán, S. A. de C. V. en diciembre de 2009. La edición consta de 2 000 ejemplares. En su formación se usaron los tipos Melior y Myriad.
Fe de erratas En el volumen anterior, se cambió el segundo apellido de la doctora María de Lourdes Tamayo, el cual debe ser Sánchez. En la página 126, la fotografía que aparece no es la del doctor Manuel Gea González, sino la del doctor José Luis del Río.
Memorias a flor de piel
OT 14339 C M Y K Portada A flor de piel
Volumen II
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