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18-J: carnaval y confrontación (1999) [1] Sonja Brünzels La intervención creativa como una forma de acción política En un clima social en el que la

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18-J: carnaval y confrontación (1999) [1]

Sonja Brünzels

La intervención creativa como una forma de acción política

En un clima social en el que la política dominante abraza las ideas neoliberales y responde a los crecientes problemas sociales pidiendo más y más capitalismo, y en el que las teorías y formas de actuación tradicionales de la izquierda han perdido su atractivo, los modos de acción política empleados por una comunidad de izquierdas que busca nuevos caminos para la acción política desde posiciones defensivas, necesariamente tienen también que cambiar. Allá donde la oposición política tiene una base reducida, grupos relativamente pequeños de individuos críticos buscan "distorsionar más que destruir los códigos" [2]. En lugar de sucumbir a la frustración, estos grupos entienden que la disrupción semiótica es un medio de cuestionar la legitimidad del poder al menos en situaciones aisladas y específicas.

En Alemania, este tipo de prácticas se asocian al término guerrilla de comunicación (Kommunikationsguerrilla). El término clave en los Estados Unidos es culture jamming; en España y Gran Bretaña también existen estrategias comparables generalmente clasificadas bajo la etiqueta

acción directa. Todas estas designaciones representan una red internacional de intervenciones críticas creativas que ha emergido en años recientes. Sus intervenciones en la gramática de la cultura dominante frecuentemente se combinan con la experimentación humorística y lúdica. Su denominador común, evidentemente, no es el compartir una temática política específica, como sucedía anteriormente con los movimientos sociales, sino la manera en que, a la hora de poner en marcha una crítica social y política, enfatizan las formas de intervención.

El 18-J y la fascinación con la sincronía: ¡nuestra resistencia será tan transnacional como el capital!

El objetivo político inmediato de las acciones de protesta del 18 de junio de 1999 era la conferencia del G8. Ese día, los jefes de gobierno de los ocho países más industrializados del mundo se reunían en Colonia. Las protestas se centraban en los objetivos de la conferencia: "globalización económica, libre comercio y dominio de las grandes empresas". Todos ellos conceptos vagos, abstractos, tan sólo

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aplicables de forma marginal a la vida real, cotidiana. La movilización internacional se basó en las redes existentes. En la fecha en cuestión, el 18 de junio, habrían de llevarse a cabo acciones locales de protesta, de forma autónoma pero publicitadas globalmente. Las diferentes estrategias que se siguieron en las acciones específicas impulsaron una asombrosa y realista imagen ficcional de lucha mundial común. Los medios empleados para conseguir la internacionalización fueron los ingredientes siempre utilizados y ya bien comprobados en toda ritualización: la sincronización de tiempo y espacio. Las acciones directas y las protestas-al-estilo-festivo tuvieron lugar el mismo día en una serie de localizaciones fuertemente significantes desde un punto de vista semiótico: centros financieros, distritos bancarios y sedes de empresas multinacionales. Los lazos temporales y espaciales se hicieron "perceptibles" y simbólicamente efectivos mediante el uso de redes de comunicación de poco coste.

La City de Londres: "En el corazón del dragón"

Pocas localizaciones eran tan adecuadas para una protesta local contra el capital financiero como la City de Londres, que no es el centro de una ciudad en el sentido tradicional, sino un centro financiero (la Square Mile, la "milla cuadrada"), aún hoy el más grande del mundo. De acuerdo con un activista, la audaz idea de organizar una street party en el barrio menos atractivo de la ciudad surgió al mezclar, intentando lo imposible, la búsqueda de la diversión con la pulsión subversiva del juego. No fue una iluminación teórica lo que impulsó la idea de realizar ahí una protesta festiva, sino un sentido intuitivo de provocación, una comprensión teórica a ras de suelo del masivo poder simbólico que tiene el distrito.

Encuentros e intersecciones, irritaciones y solidificaciones

El 18-J en la milla cuadrada osciló dentro de un patrón complejo: entre street party, confrontación y carnaval bajtiniano. Bajtin define el carnaval como un juego de ambivalencias: limitado en el tiempo, transciende el orden prescrito, atravesando límites pero cautivo en la magia del momento. El carnaval no es la revolución, pero abre una ventana hacia el “y si...”, invitando a participar en el fantástico juego de las utopías a aquellos que no buscan el martirio. La visión de Bajtin fue una fuente de inspiración para el Carnaval contra el Capitalismo que tuvo lugar el 18-J; ese día hubo toda una serie de referencias directas a esa visión.

El 18-J no fue una manifestación de protesta en el sentido tradicional; al fin y al cabo, Reclaim the

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Streets había sido desde sus inicios un movimiento crítico con el tipo de manifestaciones autodisciplinadas de otros movimientos sociales. La táctica de la street-party consiste en abandonar las aceras para saltar a las calles. En este contexto, el acto de bloquear calles es en sí mismo políticamente relevante. Como medio para redescubrir un espacio público común y accesible a todo el mundo, la fiesta puede convertirse en un festival del mundo puesto al revés. Pero como ha demostrado la Love Parade de Berlín, la fiesta en la calle puede también fácilmente degenerar en un ritual rígidamente estructurado. Los y las activistas de Reclaim the Streets tienen claro el riesgo de que la fiesta de protesta se convierta en un ritual domesticado. El acto de organizar una street party no permitida en la City de Londres y convertirla en un carnaval contra el capitalismo fue un intento deliberado de contrarrestar este proceso de domesticación: y el aspecto "City-de-Londres" de la fiesta buscaba ser el golpe final.

La idea de combinar el carnaval con la protesta política puede haber sido en primer lugar un empeño difícil y paradójico. En un sentido ideal, el carnaval es fundamentalmente inclusivo. Su centro de gravedad inherente es suficientemente fuerte como para borrar los límites entre actores y espectadores, el arriba y el abajo, el bien y el mal. La protesta, al contrario, es confrontativa y excluyente en la manera en que separa el bien del mal, los acusadores de los acusados. El carnaval y la protesta son incompatibles de base. Aunque el carnaval puede expresar protesta, crítica y visiones utópicas, no lo hace definiendo posiciones claras sino desplazando los significados, con frecuencia en un nivel simbólico. Idealmente, el carnaval trasciende la confrontación. El carnavalista bajtiniano no pone barricadas frente a las catedrales del poder, ni las denuncia o amenaza, sino que asume el rol de sacerdote de un mundo volteado cabeza abajo.

En este sentido, la street party del 18-J era una tarea difícil, ya que la acción de llevar el carnaval al interior de la City, un centro financiero fuertemente protegido, constituía una confrontación en sí misma, un inconfundible ataque frontal. No obstante, violar fronteras puntuales ha sido siempre posible, y de hecho fue lo que sucedió en el campo gravitatorio que estableció la dinámica festiva. Incluso desde la primera fase del acontecimiento, ampliamente festiva, esta ambivalencia era evidente para todo el mundo involucrado en la street party. El objetivo de escenificar un carnaval que reventase por las costuras, que cambiase totalmente los roles, haciendo del tonto un cura, no pudo lograrse. Un carnaval así debería haber fluido desde las calles al interior de los complejos de oficinas de bancos y empresas financieras. En realidad, la propia lógica de la confrontación y la protesta política no permitió determinadas transgresiones, pero también el canaval mismo, ritualizado como una street party, creó las condiciones que lo mantuvieron contenido. ¿Bailar? Sí. Pero ¿entrar en

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edificios privados ilegalmente para bailar dentro? Ciertamente no. Aunque algunos edificios fueron en efecto ocupados bajo el paraguas protector de la street party, se trató de acciones que tenían más en común con las acciones de protesta política clásicas que con un carnaval reventando por las costuras.

"Tienes que dar a tu enemigo un nombre". Resistiendo al poder postmoderno

Hasta los mismos activistas eran conscientes de que el intento de transformar la City de Londres en un mundo desordenado condujo a la formación de frentes de confrontación claramente definidos. Como sugirió un observador, la confusa sociedad postmoderna, por así decirlo, mostró su verdadera cara. "El 18-J alteró la arquitectura de la ciudad", afirmó un activista. Temiendo disturbios, el LIFFE (London International Futures Exchange) erigió una especie de puerta fortificada en una de sus entradas. Quizá, si se arrancara al poder de su incomprensibilidad foucaultiana, si se lograra forzar al capitalismo a exhibir abiertamente sus signos de poder, fuerza y control, esperaban algunos, el poder se haría otra vez visible. El hecho de que el capitalismo se viera obligado a mostrar la cara desagradable que esconde bajo su máscara postmoderna se interpretó por parte de algunos como una victoria sustitutiva. Pero entre las funciones del carnaval no está la de exponer separaciones claramente definidas. Por el contrario, el 18-J caminó hacia la confrontación precisamente porque los límites permanecieron evidentes.

Lo que se intentó en la City de Londres era tan difícil como paradójico: la combinación de fiesta, carnaval y protesta. En algunos aspectos esa mezcla efectivamente se dio, pero lo que tuvo lugar no fue el gran carnaval del mundo al revés. Aunque, si es verdad que la mejor manera de expresar la constitución del poder sigue siendo de manera foucaultiana (es decir, que el poder se caracteriza mejor con la representación de un omnipresente sistema reticular de discursos que con la imagen clara y distintiva de un arriba y un abajo), entonces la protesta carnavalesca puede ser aún una forma apropiada de articulación política. Se trata de que los invitados e invitadas al carnaval busquen dar el golpe de algún tipo de fiesta inusual que active en su interior elementos subversivos en una situación específica, dirigidos a suspender las relaciones de poder y los discursos locales y situacionales. Y no hace falta ser anticapitalista para hacer eso. Las fiestas de protesta atraen más gente que las manifestaciones tradicionales, pero también determinan sus propias limitaciones. Porque quienes asisten mayoritariamente a ellas, gente blanca en parte de procedencia universitaria, desean experimentar la excitación de realizar fiestas en lugares poco habituales, pero también lo hacen respetando ciertos límites a pesar de todo, para mantenerse en el lado seguro. La lógica de la fiesta y

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de la fiesta-protesta (muy diferente de la Rave-o-lution) no es la lógica de la revolución en la que los desposeídos de la Tierra se levantan contra sus opresores. El aspecto subversivo de la fiestaprotesta no reside en una retórica anticapitalista abstracta, en los ataques militantes a los "centros de poder" ni en la respetabilidad no-violenta. Que la fiesta cobre la forma de un acto subversivo, un carnaval, una protesta pacífica, un evento comercial o una confrontación, depende de qué códigos previos vamos a desplazar, en la voluntad, tanto por parte de los y las activistas como de quienes pasan por allí, de atravesar fronteras simbólicas y en su capacidad para comunicar su descontento y disenso de esa manera. Esta potencialidad es tanto la fuerza como la debilidad de la fiesta-protesta. Será siempre un empeño difícil mantener este tipo de aproximación a la protesta, en lugar de buscar la mera confrontación con enemigos claramente definidos. ¡Pero no importa, sigamos intentándolo!

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[1] El original alemán "Reclaim the Streets: Karneval und Konfrontation" es una valoración del Carnaval contra el Capital del 18 de junio de 1999 en Londres, escrita por Sonja Brünzels para el netzine com.une.farce , número 3, 1999 (http://www.copyriot.com/unefarce/no3/index.htm). Es una crítica muy valiosa del 18-J realizada desde su interior, porque, frente a quienes ponen en cuestión las formas carnavalescas de fiesta-protesta por ser "demasiado poco confrontativas" este texto argumentaba justamente en el sentido contrario: que sería necesario separarse aún más del modelo clásico de confrontación política binaria que caracteriza las protestas activistas, para experimentar nuevas formas radicales de desbaratar en situación los poderes reticulares. Traducción castellana de Marcelo Expósito (revisada por Joaquín Barriendos), a partir de la versión inglesa abreviada de John Southard publicada en Shedhalle Zeitung, número 1, Zúric, octubre de 2004, primer boletín de la serie temática de exposiciones y encuentros Spectacle, Pleasure Principle of the Carnavalesque? [NdT]. [2] "¿Acaso la mejor subversión no es la de alterar los códigos en lugar de destruirlos?", Roland Barthes, citado en Handbuch der Kommunikationsguerrilla, el libro del grupo autónomo a.f.r.i.k.a. (firmado junto con los nombres múltiples Luther Blisset y Sonja Brünzels) publicado originalmente por Verlag Libertäre Assoziation & Schwarze Risse / Rote Straße, Hamburgo y Berlín, 1997, y traducido al castellano como Manual de guerrilla de la comunicación, Virus, Barcelona, 2000. El libro (que estructuraba una genealogía de la renovación de la gramática y las herramientas de las nuevas formas de acción política desde los años sesenta, al tiempo que sistematizaba un rosario de casos recolectados durante los años noventa) ha tenido en estos años un grandísimo impacto en las nuevas redes de política autónoma, con traducciones completas o parciales a otros idiomas e incontables comentarios, citas y réplicas. Véase el sitio sobre guerrilla de comunicación del a.f.r.i.k.a. gruppe: http://www.contrast.org/KG [NdT].

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