ADOLFO KOLPING Hombre de la Iglesia y del Pueblo

Mons. Heinrich Festing Asesor General de la Obra Kolping Internacional ADOLFO KOLPING Hombre de la Iglesia y del Pueblo Introducción En los testimon

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Mons. Heinrich Festing Asesor General de la Obra Kolping Internacional

ADOLFO KOLPING Hombre de la Iglesia y del Pueblo

Introducción En los testimonios de vida de los grandes hombres siempre nos encontramos con dichos que nos dejan ver su personalidad de una forma especial. Esto es válido también en el caso de Adolfo Kolping, por ejemplo, cuando expresa: "Quien busca conquistar a las personas, debe empeñar el corazón en ello" (1). Estas palabras fueron dirigidas a los asesores eclesiásticos y a otros responsables de la "Asociación de Jóvenes Artesanos" fundada por él y constituyen mucho más que una mera estrategia. Son la expresión de su amor a Dios y al prójimo, que él quiso vivir y poner en práctica de una manera radical. Estas palabras no han perdido vigencia hasta el día de hoy, puesto que la Obra Kolping debe su energía vital a esa manera carismática - modesta y sencilla, pero con una clara percepción de la realidad - de seguir a Cristo, que fue característica de Adolfo Kolping en todas las dimensiones de su vida, tanto como pastor, educador y reformador social, como de editor y periodista. Para él, lo importante era socorrer al pueblo de su época al que veía expuesto a serios riesgos, tanto en el ámbito religioso, como en el ámbito social. En esta tarea, realmente, "empeñó su corazón".

Vida y obra de Adolfo Kolping Adolfo Kolping nació el 8 de diciembre de 1813, en la localidad de Kerpen en Renania. Fue el cuarto hijo de un pastor de ovejas. El círculo de sello católico-renano en el que creció, y el ambiente religioso de su entorno familiar, marcaron en forma definitiva su vida. Recibió una sencilla formación escolar y, a los 13 años, se inició en el oficio de

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zapatero, en el cual trabajó durante 10 años, yendo de pueblo en pueblo, tal como lo hacían todos los artesanos jóvenes en esos tiempos. Trabajando de zapatero en Colonia, le tocó experimentar lo que él llamó "la desmoralización y decadencia de los artesanos jóvenes en Alemania", cuya situación reflejaba de una manera especialmente sintomática la problemática social de la época. Sin embargo, al mismo tiempo se despertaban en él una poderosa sed de búsqueda del sentido de la vida y el interés por aprender y estudiar, todo lo cual lo ocupó durante muchos años. Cuando trabajaba aún como artesano en Colonia, decidió hacerse sacerdote y, en el otoño de 1837, con 24 años, volvió a ser escolar ingresando como alumno de enseñanza media al Colegio de San Marcelo de esa ciudad, a pesar de los muchos obstáculos que tuvo que vencer para ello. El párroco de su pueblo natal se había pronunciado claramente en contra, y su último maestro artesano, en cuya familia Kolping era tratado como un hijo, había esperado que se convirtiera en su yerno y heredero. El colegio donde entró a estudiar era católico; sin embargo, estaba marcado por el espíritu de la ilustración, un hecho que defraudó el ideal de formación del joven Kolping y le creó bastantes dificultades. En 1841 se graduó de la enseñanza media aprobando el "examen de madurez", lo cual le daba acceso a la universidad. El "Currículum vitae" presentado antes de dar su examen, se conserva aún como un valioso documento histórico de su vida. Su diario personal, escrito a partir de 1837, da testimonio de cómo luchó - desde el primer día de su ingreso al colegio - por asimilar un concepto de formación, que estuviera de acuerdo con sus principios, y de cómo privilegió una formación religiosa y moral frente a una mera "adquisición de conocimientos", la cual era el ideal de formación en la época de la Ilustración. Adolfo Kolping hizo sus estudios universitarios primero en Munich, de 1841 a 1842, y posteriormente en Bonn y Colonia. En Munich vivió la etapa final del romanticismo. La "mística cristiana" del editor y periodista Friedrich Görres, con quien estudiaba filosofía e historia, parece haberle causado gran impresión en esta etapa de su vida, y los libros del teólogo Johann Michael Sailer dejaron en él una marca profunda. La orientación teológica de los profesores Windischmann y Döllinger en Munich, donde en un principio hubiera deseado doctorarse en doctrina sacramental, le resultaba mucho más afín que la tendencia docente, marcada por la ideología hermesiana, con la que se encontró en Bonn, donde continuó sus estudios a partir de 1842. Sus últimos semestres de estudiante, los pasó en el seminario de Colonia, y el 13 de abril de 1845 fue ordenado sacerdote en la Iglesia de los Minoritas de la misma ciudad. Su primer cargo como sacerdote fue el de vicario de la parroquia de San Lorenzo de Wuppertal-Elberfeld. En el año 1846, el incansable organizador Profesor Johann Gregor Breuer, fundó con un grupo de artesanos jóvenes que en su desamparo buscaban unión y solidaridad, una primera asociación de jóvenes artesanos católicos, la cual se convertiría en estímulo decisivo para la futura obra de Kolping. Sin querer restar mérito a Breuer, es necesario destacar que lo fundamental no fue la primera fundación, sino lo que Adolfo Kolping hizo de ella. En 1848, bajo el impacto de la revolución que aquel año había estallado en toda Alemania, y basada en las experiencias recogidas de sus primeros años en Elberfeld, Kolping escribió su obra principal "La Asociación de Jóvenes Artesanos. Una guía para todos los que desean el auténtico bienestar del pueblo". Fue el año en que el

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primer gran congreso católico alemán reunió al clero y a los laicos en la ciudad de Maguncia, bajo el lema "¡Reintegrémonos al pueblo!". Fue el año, también, en que el obispo Wilhelm Emmanuel von Ketteler se convirtió en el primer gran predicador que desde el púlpito de la iglesia abordó temas sociales, iniciando una nueva era con sus prédicas de Adviento sobre los problemas sociales más importantes de la época. En 1849 Adolfo Kolping pidió su traslado a la ciudad de Colonia, donde, el 6 de mayo de 1849, fundó la "Asociación de Jóvenes Artesanos de Colonia", la cual al comienzo contó con tan sólo siete miembros, pero que se transformaría posteriormente en el núcleo de una gran comunidad cuyas ramas se extenderían hasta los lugares más alejados. En el transcurso de algunos años, Kolping fundó numerosas asociaciones nuevas, primero en Renania y en la cuenca del Ruhr, después en muchas partes de los demás estados alemanes y de los países europeos vecinos. Fue capaz de conquistar el corazón de muchas personas gracias a su oratoria popular y expresiva que llegaba al alma de quienes lo escuchaban, y gracias también a su gran humildad, su profundo respeto por el pueblo y - no en último término - por su sentido de humor. A través de sus innumerables viajes, su incansable compromiso con su obra y su exitoso trabajo de periodista, Adolfo Kolping logró difundir la idea y la práctica de la comunidad fundada por él hasta los extremos de Europa e, incluso, hasta ultramar. En su último año de vida, 1865, ya existían 420 asociaciones locales en Europa y Norteamérica, que incentivaban a decenas de miles de jóvenes artesanos a hacer algo más de sí mismos y de su vida. Para ello contaban con numerosas oportunidades de perfeccionamiento en instituciones de formación y capacitación y con muchas entidades comunitarias y de autoayuda, como, por ejemplo, cajas de ahorro, seguros de salud, cooperativas de consumo, etc. Para lograr esto, Adolfo Kolping tuvo que vencer muchos obstáculos, puesto que en ese tiempo no resultaba natural que un sacerdote se preocupara de los artesanos y trabajadores en la forma en que él lo hizo. Con ello, se anticipó en mucho tiempo a la primera encíclica social del Papa León XIII, "Rerum Novarum", del año 1891. Este mérito le fue reconocido, expresamente, por el Papa Juan Pablo II, el cual - en su prédica con ocasión de su beatificación - dijo textualmente: "Con sus ideas, Adolfo Kolping fue pionero y precursor de las importantes encíclicas sociales de los papas, que se iniciaron en 1891 con RERUM NOVARUM y que este año hallaron su expresión más actual en la reciente publicación de CENTESIMUS ANNUS." Adolfo Kolping murió el 4 de diciembre de 1865, extenuado por el infatigable trabajo y la escasa consideración a su quebrantada salud. Encontró su último lugar de descanso en la Iglesia de los Minoritas en Colonia. El 27 de octubre de 1991, el Papa Juan Pablo II lo beatificó, en una ceremonia realizada en la Plaza de San Pedro, en Roma, ante alrededor de 100.000 hermanas y hermanos Kolping y otros creyentes de todo el mundo. El culto que mucha gente le rinde a este sacerdote del pueblo en el lugar donde está enterrado, es un reconocimiento al servicio que él prestó a la Iglesia y a la humanidad.

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El sacerdote como conductor de la asociación Es característico de Adolfo Kolping y de la naturaleza de su obra, que - al momento de fundar nuevas asociaciones locales - consideraba de vital importancia la personalidad de los asesores eclesiásticos y que siempre los elegía y los apoyaba personalmente. Sin duda alguna, había fundado la "Asociación de Jóvenes Artesanos" como una organización de laicos, cuyo fin consistía en formar a jóvenes que fueran capaces de cumplir con sus responsabilidades - tanto en el ámbito religioso, como a nivel profesional, social y político - y que estuvieran preparados para asumir con espíritu cristiano sus compromisos en el matrimonio y en la familia. Sin embargo, siempre quiso que esta asociación laica fuese presidida por un sacerdote. Fundamentó esta decisión de la siguiente manera: "¿Quién podría encargarse de este asunto con especial dedicación? Nadie más que ... el clero, que proviene del pueblo y que - de acuerdo con la voluntad de Dios y con la esencia propia de su función - tiene la misión de difundir la fe cristiana en el mundo y de educar al pueblo impregnándolo del cristianismo. Es el clero también quien mejor conoce al pueblo o, por lo menos, debería conocerlo. El que pertenece al clero, tiene más independencia que alguien perteneciente a otro grupo de la sociedad y, por esto, puede entregarse con mayor dedicación y abnegación personal que cualquier otra persona. Sin lugar a dudas, el sacerdote es el educador popular nato; no puede ni debe renunciar a la más importante de todas sus posibles funciones" (2). "El hecho de que cada una de las asociaciones debe estar encabezada por un sacerdote católico y, por cierto, por un sacerdote dedicado a la labor pastoral, es - en cierto sentido - el pilar central de toda la estructura de la asociación. El sacerdote católico es el educador popular nato y lo debe ser para todos los grupos sociales, sobre todo para los pobres y oprimidos... Con ello, no buscamos, en primer lugar, apoyarnos en la iglesia..., sino más bien expresamos que formamos parte de ella, que brotamos de su seno, que nos fortalecemos y prosperamos a partir de ella y que somos lo que somos, sólo gracias a ella" (3). Estas citas ponen de manifiesto por qué Adolfo Kolping decidió poner a un sacerdote a la cabeza de cada una de las asociaciones de jóvenes artesanos: en su opinión, el sacerdote ofreció la mejor garantía de que la asociación pudiera cumplir con sus tareas específicas de forma tal que el fundamento cristiano y la dimensión religiosa de la asociación tuvieran una prioridad indiscutida.

El asesor como "padre" de la asociación Sería equivocado querer concluir de la descripción que Kolping hace de la posición del sacerdote en la asociación, que él hubiera considerado al asesor eclesiástico como una especie de autócrata. En realidad, el rol que él le asigna al asesor, es un "rol paterno".

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El asesor debería ser - en un sentido superior - un "padre" de los artesanos jóvenes congregados en la asociación. "Sin embargo, en la medida en que el sacerdote contempla su rol de asesor en la asociación como un asunto, ante todo, íntimamente ligado a su vocación, y no tanto como un asunto personal, y en la medida en que lo asume de corazón y se dedica a la asociación tanto como se lo permitan sus otras obligaciones y sus fuerzas, se merece y recibe el nombre de 'padre' en la asociación. Esto es precisamente lo principal, que el pueblo trabajador vuelva a conocer, amar y respetar a sus sacerdotes en un sentido superior como 'padres'. Quien no se sepa situar en la asociación como un padre entre sus hijos, confiados a él por Dios, quien no ame a la asociación como a su familia y cuide de ella, no por las apariencias, sino por cumplir la voluntad de Dios, no debe ser asesor, porque no lo es de corazón, no es un 'asesorpadre'. Sólo si es un asesor auténtico, puede y debe reclamar sus atribuciones en la asociación ..." (4). Al hablar de "padre" en el ámbito de la asociación, Kolping no se refería a la diferencia de edad entre el asesor y los artesanos jóvenes. Para él se trataba de que el asesor comprendiera a la juventud y que la aceptara, tal como hace un padre con sus hijos. El mismo fue un modelo de esta imagen paterna durante toda su vida. Por ello, como joven asesor en Elberfeld se le despidió con las siguientes palabras: "En esta hora de despedida te saludamos con el hermoso nombre de padre". Durante todo el resto de su vida fue honrado con el título "Padre Kolping" que más que hacer referencia a su condición de sacerdote, destacaba su amor paterno frente a los miembros de la asociación. Así, aún hoy - entonando el himno que se canta en su tumba - expresamos con el corazón conmovido: "Antaño a los jóvenes nos iba desesperadamente mal, éramos repudiados y extraños en este mundo. Entonces, él abrió su casa y nos invitó a entrar y quiso ser más que padre y madre para nosotros". "Entonces, él abrió su casa!" Adolfo Kolping hizo esto en su época, de acuerdo con sus posibilidades y sus capacidades. Lo hizo en un tiempo de cambios sociales radicales, al comienzo de la industrialización. En ese tiempo, mucha gente abandonaba sus pueblos de origen y surgían las grandes ciudades industriales. Los artesanos emigraban, perdiendo el contacto con sus familias, su comunidad, su tierra natal, y como consecuencia de esto, muchos terminaron perdiendo también el contacto con Dios y con la Iglesia. Para ellos, precisamente, Kolping abrió su corazón y su casa, puesto que en la "Casa de los Jóvenes Artesanos", de la cual cada asociación debía disponer, hoy "Casa Kolping", los jóvenes encontraban una "casa paterna en tierra extraña", una "comunidad de carácter familiar", un refugio y un hogar. Ellos palpaban que aquí había alguien que se preocupaba por ellos, que sabía de sus necesidades y que los apoyaba. Sin embargo, la ayuda que Kolping prestaba a los jóvenes que acudían a la "Casa de los Jóvenes Artesanos", no se agotaba en lo material. También se les apoyaba intelectual y religiosamente, a través de cursos de formación general y de capacitación profesional. Así, las "Casas Kolping" se fueron transformado en "Academias Populares".

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Me parece del todo equivocada la opinión de que la "imagen paterna" que Adolfo Kolping diseñó en relación al asesor, sea obsoleta en la actualidad. La paternidad bien entendida no tiene nada que ver con patriarcalismo. Quien asume con seriedad su paternidad, siempre se preocupará de educar a sus hijos para que sean personas independientes y responsables en su actuar. A la vez, los hace capaces de relacionarse entre sí y con otros de un modo familiar, es decir, fomenta en ellos un espíritu de fraternidad y de cooperación. Así como una visión simplista de la "figura de padre" en la actualidad ya no hace justicia al asesor eclesiástico de la Familia Kolping, una sobrevaloración parcial de la "figura de hermano" tampoco puede corresponder hoy al asesor. Por ello, ambas imágenes son igualmente válidas en la actualidad, puesto que el asesor debe ser "padre" y "hermano" al mismo tiempo, no sólo por los cambios en el espíritu de la época, que observa con escepticismo cualquier forma de patriarcalismo, sino también por su misión divina como sacerdote. La autoridad que posee como "padre", no lo exime de buscar la verdad del evangelio junto a sus hermanas y hermanos y de esforzarse, junto a ellos, por encontrar las decisiones morales y éticas correctas, tanto en las Familias Kolping y en la Iglesia, como en la sociedad en general. Sólo quién se plantea estas tareas como asesor, cumple con su misión pastoral al servicio de los miembros de la asociación.

La posición del asesor en la actualidad Después del Concilio, debió ser reformulada la posición del asesor en la asociación, no sólo por la incorporación del cargo de presidente en las Familias Kolping y en los niveles superiores de la Obra Kolping, sino también por consideraciones pastorales y de principios, en relación a la responsabilidad común de los laicos en la Iglesia. En una declaración de principios de la Obra Kolping Internacional titulada "El Servicio Pastoral en la Familia Kolping y en la Obra Kolping", se fijaron, la posición y las tareas, tanto del sacerdote asesor, como de los laicos. En ese documento se establece en relación al asesor: "La preocupación por la vida espiritual dentro de la Familia Kolping es tarea de todos los miembros. La colaboración del sacerdote como asesor eclesiástico siempre ha sido una característica importante de la Obra Kolping, como signo visible de la adhesión a la Iglesia. Como amigo y compañero de camino, él deberá definir las directrices espirituales básicas de todos los trabajos de la Asociación para lograr una Iglesia fraternal. El cargo de asesor eclesiástico deberá ser ejercido fundamentalmente por una persona que haya recibido las sagradas órdenes (sacerdote, diácono). Ello rige aún en vista de la falta de sacerdotes y la sobrecarga de trabajo de los padres espirituales" (5).

Kolping como pastor, educador del pueblo y reformador social

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Adolfo Kolping no fue sólo un sobresaliente pastor de las almas, sino también un gran educador del pueblo. No tenía una visión individualista de las personas, más bien las contemplaba siempre como parte del pueblo, tomando en consideración, tanto su condición social, su oficio o profesión, sus costumbres y tradiciones, como sus necesidades materiales y espirituales. Para él, la religión era la fuerza fundamental y formadora, lo mismo del individuo que de la familia y también de la vida pública. Al respecto, dijo por ejemplo: "En verdad, es la religión la que transforma al hombre en ser humano" (6). "Ninguna persona puede prescindir del todo de la religión, pues todos la necesitan. En la vida familiar es el requisito más imprescindible del mundo, para que ésta prospere y sea una experiencia feliz. Por cierto, la religión es el fundamento que sustenta a las personas, al hogar, al estado, a todo el ámbito moral" (7). "Vivir sin religión, significa esencialmente estar en contra de la religión en todas las situaciones humanas. La solución de la problemática social, si es que puede ser resuelta en este mundo, tiene como requisito primordial e imprescindible el reconocimiento y el cultivo de la religión, que para nosotros es el cristianismo" (8). A Adolfo Kolping le corresponde el gran mérito histórico de haber abierto a la iglesia nuevos caminos en su labor pastoral. El difunto cardenal Dr. Josef Höffner, Arzobispo de Colonia y gran admirador de Kolping, denominaba sus métodos pastorales como "pastoral social", porque él había llevado la pastoral de la iglesia al centro de la vida social y había creado nuevas formas de pastoral que se distinguieron por su eficiencia social. Estas nuevas formas correspondían a las urgencias de una época marcada por un fuerte distanciamiento entre el pueblo y la iglesia, debido a que la asistencia pastoral, entregada por esta última, se agotaba en un enfoque espiritualista, dirigida hacia la salvación de las almas y hacia la promesa de una futura vida mejor en el más allá, desentendiéndose de las necesidades y tensiones sociales de los nuevos tiempos. Adolfo Kolping estaba convencido de que la iglesia, a la cual veía preocupada únicamente por sus celebraciones sacramentales y litúrgicas y por la consolación de los enfermos, debía emerger de este enclaustramiento, en el cual se había sumergido desde la Ilustración, la Revolución Francesa y la Secularización en Alemania, y tenía la obligación de penetrar en todos los ámbitos de la vida del pueblo. Veamos que es lo que dice al respecto: "El cristianismo no está pensado para vivirlo, exclusivamente, dentro de los muros de las iglesias y capillas, sino en todos los ámbitos de la vida. No hay ninguna faceta, ninguna situación, ninguna circunstancia en la vida humana, que no deba ser orientada por los principios del cristianismo y tratado de acuerdo con ellos" (9).

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De allí deduce: "Dependerá de que nuestro cristianismo sea activo, el que el mundo pueda retornar a un ordenamiento cristiano. No podemos querer encerrar este cristianismo activo sólo entre los muros de las iglesias, o en las alcobas de los enfermos, o en nuestro círculo familiar, sino que debemos llevarlo, con fuerza y buen ánimo, a la vida pública" (10).

La Asociación de Jóvenes Artesanos La obra de Adolfo Kolping marca la línea divisoria entre la anterior asistencia caritativa a los trabajadores y la forma moderna de acción social, basada en la autoayuda organizada. Para él, el trabajo de formación en beneficio de los artesanos jóvenes constituía, en primer lugar, el fundamento para la recuperación de una vida cristiana sana, tanto en el ámbito económico, como en el ámbito social en general. La fundación y difusión de las "Asociaciones de Jóvenes Artesanos" era para Kolping medio y fin para transformar las condiciones sociales desde una perspectiva cristiana. Rechazaba - no sólo para sí mismo, sino para todo el clero y para la iglesia en general - intervenir directamente en la reforma de las estructuras económicas y sociales, actitud que hacía extensiva al clero y a la iglesia. Veía su misión, más bien, en promover la renovación cristiana del pueblo a través de una educación y formación que se orientara a las necesidades específicas - materiales y espirituales - de las distintas clases sociales. La "Asociación de Jóvenes Artesanos" no debía ser un instrumento de poder para la iglesia, ni una organización cuyo fin primordial fuera el de captar jóvenes para la iglesia, sino una comunidad de acción y formación, que participara activamente en la renovación de la iglesia y de la sociedad. Sin embargo, dado que - en opinión de Kolping - la renovación de la sociedad sólo podía gestarse a partir de la religión, quiso dejar establecido un estrecho vínculo entre las estructuras de la asociación y las estructuras de la iglesia.

La tarea de la iglesia Para Adolfo Kolping, el catolicismo, en tanto autoridad espiritual, no puede ser un poder político, sino un poder formador, como toda la iglesia. En consecuencia, debe aportar a la permanente renovación de la iglesia y de la sociedad a través de una formación basada en la religión. Por esto, Kolping se dirigió a los teólogos y pastores espirituales diciendo: "Una cosa es cierta: Hoy en día, más que en cualquier tiempo anterior, ya no basta con predicar desde el púlpito un cristianismo teórico y enseñar el catecismo a los niños, etc.; más bien hace falta - puesto que en la práctica de nuestra vida muchas veces nos hemos alejado del cristianismo - enseñar a contemplar esta práctica de la vida nuevamente desde una perspectiva cristiana, y es preciso, que los maestros de la verdad divina se adentren

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nuevamente en el pueblo, y digo incluso, en su vida social y recreativa, para que - también en ese ámbito - lo divino resucite lo humano y lo despierte a una nueva y mejor forma de vida" (11). Kolping concluye: "La iglesia no puede ni debe sustraerse de la problemática social, no puede dejar la vida civil a merced de sus enemigos natos o declarados, más bien debe adentrarse en la sociedad y no debe evadir el combate con sus adversarios" (12). Según Adolfo Kolping, la presencia universal de lo religioso en todos los ámbitos sólo se puede alcanzar si la educación tiene a la comunidad no sólo como objeto, sino es también sustentada por ella: "Todo ciudadano debe ayudar, en la medida de sus fuerzas, a que el orden, el derecho y la ley se hagan cumplir gustosamente, a que el bien tenga espacio, aire y luz para fructificar y el mal y el perjuicio no encuentren donde alojarse" (13). Queda claro, que para Kolping se trataba de una educación de tipo religioso y social que se dirigía al pueblo.

El valor de una familia intacta Adolfo Kolping veía en el matrimonio y la familia el suelo fértil de todas las estructuras comunitarias. Por esto, la familia era para él el tema más importante de su época y el eje central de sus esfuerzos educadores. Lo fundamentaba diciendo: "La salvación del género humano comienza en la familia... En la familia se inicia toda sanación, y debe comenzar allí, porque ella es la primera educadora de la humanidad. No existe ninguna dicha terrenal, que supere la verdadera felicidad familiar, ni existe ninguna desdicha terrenal que pudiera compararse con la desgracia familiar" (14). En la beatificación de Adolfo Kolping, el Papa Juan Pablo II confirmó esta visión de la familia, diciendo: "Si la familia se mantiene sana, la sociedad enferma siempre recuperará la salud. Sin embargo, si la familia está enferma, la sociedad se verá amenazada en su totalidad". Por esto, Kolping situó a la familia en un lugar decisivo en su programa de renovación pastoral-social.

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Adolfo Kolping estaba firmemente convencido de que la renovación de la sociedad debía partir, en primer lugar, de la familia. Como casi ningún otro, hizo de la familia el objeto principal de su preocupación pastoral señalando, de esta manera, al clero el camino a seguir para atraer las bendiciones del cielo sobre la renovación, desde sus raíces, de la vida del pueblo cristiano. Por ello advierte a sus hermanos sacerdotes: "Prediquen y eduquen al individuo todo lo que quieran; si la buena semilla no es protegida y cultivada por la familia, todo el esfuerzo de ustedes se perderá como el agua en el desierto" (15). La familia a la que Kolping se refería, cuando hablaba de ella como grupo meta de su afán de educador, siempre era la familia considerada dentro de todo su contexto social. Dado que para él la familia era el germen de toda comunidad humana, recuerda también al estado sus obligaciones específicas frente a la familia. En su opinión, la calidad de la sociedad dependía esencialmente de la calidad de la familia, lo que se evidencia cuando dice: "Pueden ustedes quebrarse la cabeza todo lo que quieran, sobre cuál es el mejor aparato de estado; pueden forjar leyes que con su sabia finalidad avergüencen a toda la antigüedad; mientras la vida familiar no dignifique y sustente al resto de la sociedad, mientras una sólida vida familiar no engendre y eduque actitudes y virtudes cívicas igualmente sólidas y despierte el espíritu, en el cual esas leyes recién puedan cobrar vida, ustedes habrán desperdiciado todo esfuerzo como quien quisiera sacar agua con un colador" (16).

El significado de la "Asociación de Jóvenes Artesanos" para la Iglesia y la sociedad Para evaluar debidamente el significado de la "Asociación de Jóvenes Artesanos", debe considerarse que Kolping tuvo que crear su obra luchando contra el modelo de las cofradías y otras asociaciones pías que comenzaban a renovarse en aquel entonces. Kolping se había dado cuenta de que la eficacia religiosa-social de las cofradías requería el orden medieval de los gremios en cuyos estamentos se había basado y a los que se había adaptado. No obstante, sin aquellas estructuras sociales de apoyo, es decir, como organización netamente eclesiástica, en los albores de la era industrial, la cofradía resultaba ser, inevitablemente, ineficaz para la renovación de la vida del pueblo - aunque no para la renovación del alma del individuo. Por esto, Kolping creó una asociación libre y de carácter familiar, la "Asociación de Jóvenes Artesanos": la actual Obra Kolping. La "Asociación de Jóvenes Artesanos" tenía por objeto reunir - de una manera innovadora - los elementos eclesiásticos y mundanos en una sola comunidad. Para Kolping, asistir caritativamente a los artesanos jóvenes no era lo prioritario en la fundación de la asociación. A través de ésta, él buscaba, más bien, contrarrestar - como consecuencia de la progresiva disolución del orden medieval de los gremios artesanales - el desarraigo social y familiar de los individuos y de la sociedad. A través

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de su manera de entregar al pueblo una educación religiosa y, a la vez, social, quiso formar y capacitar a los jóvenes para su vida laboral, prepararlos para asumir su responsabilidad en el matrimonio y la familia y mejorar su condición social. Por esto, él no consideraba a la asociación como una organización gremial de los artesanos, sino como una comunidad católica y social, orientada a la renovación de las condiciones eclesiásticas y sociales. Dado que Adolfo Kolping no fue uno de los "reformadores sociales" que con un programa social cristiano preestablecido deseaban reparar los daños sociales, quedó a salvo de los errores que éstos cometieron, y de su dependencia del estado. Por ello, la sabiduría de su concepto pedagógico ha podido desplegar libremente su eficacia hasta el día de hoy. Los esfuerzos modernos por convertir las parroquias en "comunidades parroquiales de carácter familiar" pueden verse como una aplicación análoga correcta del concepto que Kolping había desarrollado para su asociación. Del mismo modo puede decirse que lo que hoy se denomina "formación permanente de adultos", también se remonta a la obra educadora de Adolfo Kolping. En todo caso, él fue el iniciador de la idea de que - en el momento de querer atraer al hombre hacia un trabajo de formación y acción social - era necesario abordarlo en todo su contexto social, en su condición de ciudadano y de hombre que trabaja. En los enfoques religioso y pedagógico-sociales que caracterizan a Adolfo Kolping, resulta fundamental su concepción del ser humano, de la que él mismo fue un ejemplo viviente. Para Kolping, la esencia de la persona humana consiste en ser imagen de Dios. Al respecto dijo: "Porque el hombre lleva en sí la imagen de Dios, es capaz de amar; porque Dios es amor, el hombre encuentra su destino sólo en Él. Quien niega esto, o no lo acepta en toda su importancia, arranca lo mejor y lo más noble de la esencia humana y confunde al hombre con cosas que en su bajeza no pueden ser comparadas con él" (17). En consecuencia, vemos que para Kolping el amor es la esencia del carácter humano y constituye el principio creador en todos los ámbitos de la vida. Conclusiones El permanente crecimiento de la Obra Kolping en todo el mundo es la mejor muestra de que la obra y el programa de Adolfo Kolping, aún hoy, siguen encontrando un eco positivo en las personas. La razón de esta aceptación debe buscarse en el hecho de que Kolping dotó a su comunidad de un programa que no se limita exclusivamente a una sola época ni a un determinado grupo de personas, ni a un solo país, ni a una cultura en particular. Es un programa que mantiene su vigencia siempre y en todo lugar, porque se dirige al hombre en todos sus contextos de vida. Debido a esto, hoy día la Obra Kolping está presente en el mundo entero. Actualmente, existen en más de 50 países alrededor de 5.000 Familias Kolping con cerca de 500.000 miembros inscritos.

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A esta cifra se suman aquellos que en las distintas instituciones de la Obra Kolping participan en programas de formación general, de formación profesional y de capacitación laboral, así como en otros tipos de cursos y programas sociales. La Obra Kolping Internacional se plantea estas tareas hoy especialmente en Europa del Este y en el llamado Tercer Mundo, a partir de cerca de 850 proyectos de desarrollo, de diferente magnitud. La beatificación de Adolfo Kolping, el 27 de octubre de 1991, contribuyó y sigue contribuyendo en forma importante a esta labor y esta propagación por todo el mundo, tan benéfica para tantas personas.

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Fuente bibliográfica 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.

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Traducción: OBRA KOLPING INTERNACIONAL, Oficina Santiago de Chile 1998

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