Agustín de Hipona. Texto 1 Sermón 43, 3-4

Agustín de Hipona. Texto 1 Sermón 43, 3-4 El hombre fue creado a imagen de Dios. 3. A Dios le debemos ser lo que somos. Y puesto que somos algo ¿de qu

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San Agustín de Hipona
Décimo Segundo Domingo del Tiempo Ordinario - Ciclo A San Agustín de Hipona LA VIDA DEL ALMA (Sermón 65) Sobre las palabras del evangelio de San Mate

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Foro Ahorristas - www.ahorristas.es - el club de los ahorradores Generado: 7 October, 2016, 12:25 Si un gran asteroide llega a la Tierra, la NASA rec

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Agustín de Hipona. Texto 1 Sermón 43, 3-4 El hombre fue creado a imagen de Dios. 3. A Dios le debemos ser lo que somos. Y puesto que somos algo ¿de quién lo tenemos sino de Dios? Pero están también los palos, están las piedras ¿de quién lo tienen sino de Dios? Entonces ¿qué tenemos nosotros además? No tienen vida los palos y las piedras, pero nosotros vivimos. Pero aún el mismo hecho de vivir es algo que nosotros tenemos en común con los árboles y los arbustos. Y así se dice también que las vides viven. Pues si no viviesen, no habría sido escrito “Mató sus vides con el granizo”. Viven, cuando están verdes; secan cuando mueren. Pero esa vida no tienen la facultad de sentir. ¿Qué tenemos nosotros además? Tenemos la facultad de sentir. Conocidos son los cinco sentidos del cuerpo. Vemos, oímos, olemos, gustamos, y con el tacto por todo nuestro cuerpo distinguimos lo blanco y lo duro, lo áspero y lo suave, lo caliente y lo frío. Tenemos por tanto cinco sentidos. Pero esto tienen también las bestias. Luego nosotros tenemos algo más. Pero si consideramos, hermanos míos, todo eso que hay en nosotros, como acabamos de enumerar, cuánto agradecimiento por esto, cuántas alabanzas le debemos al Creador! No obstante ¿qué tenemos además? Inteligencia, razón, discernimiento (entendimiento), lo que no tienen las bestias, ni lo tienen los pájaros, ni lo tienen los peces. En esto fuimos creados a imagen de Dios. Y así, allí donde narran las escrituras como fuimos creados, se añade que no sólo se nos anteponga a los animales, sino también que se nos otorgue preeminencia sobre ellos, esto es, que estos sean sometidos a nosotros: hagamos, dice, al hombre a imagen y semejanza nuestra, y tenga poder sobre los peces del mar y las aves del cielo y sobre todos los animales y serpientes que andan por la tierra. ¿De dónde le viene este poder? Por ser a imagen de Dios. Y de ahí que se le diga a algunos como reproche: no seáis como el caballo y el mulo, que no tienen entendimiento. Pero una cosa es el entendimiento, otra la razón. Pues tenemos razón ya antes de que entendamos, pero no podemos entender si no tenemos razón. Es por tanto (el hombre) un animal dotado de razón, o para decirlo mejor y más rápidamente, un animal racional, que posee la razón por naturaleza (el hombre recibe de Dios la razón o “luz natural”), que ya tiene razón antes de que entienda. Y por eso quiere entender, porque es superior debido a la razón (es decir, el ser humano por ser racional quiere entender, pero para entender no es suficiente la mera razón, las solas capacidades naturales humanas, para entender hay que creer) La fe busca el entendimiento 4. Por tanto esta ventaja que tenemos sobre las bestias, debemos cultivarla en nosotros al máximo, y volver a esculpirla en cierto modo, y reformarla. Pero ¿quién podría hacerlo, sino el artífice que la formó? Pudimos deformar en nosotros la imagen de Dios, reformarla no podemos. Tenemos pues, resumiendo todo brevemente, la misma existencia que los palos y las piedras, vida como los árboles, facultad de sentir como las bestias y facultad de entender como los ángeles (es decir, el hombre es, siente y entiende). Y así distinguimos con los ojos los colores, con los oídos los sonidos, con la nariz los idiomas, con el gusto los sabores, con el tacto el calor, con el intelecto las maneras de obrar. Todo hombre quiere entender; nadie hay que no lo quiera; no todos quieren creer (la razón no es suficiente para acceder a la verdad, es necesario creer). Me dice un hombre: “Entienda yo para que pueda creer”. Le respondo: “Cree para que puedas entender”. Y ya que ha nacido entre nosotros una controversia tal, por así decirlo, cuando uno me dijo: “Entienda yo para que pueda creer”, y yo le respondí: “mejor cree para que puedas entender”, vayamos con esta controversia al juez y ninguno de los dos presuma que la sentencia caerá de su parte. ¿A qué juez iremos? Si examinamos a todos los hombres, no sé a qué otro juez podremos encontrar mejor que al hombre por el cual Dios habla. No vayamos, pues, en este asunto y controversia, a los autores profanos, no sea nuestro juez un poeta, sino un profeta (se refiere al profeta Isaías (7,9): “si no tenéis fe, no podréis entender”).

Comprensión del texto 1 Los conceptos y frases en rojo son ayudas para la compresión, evidentemente en el examen de selectividad no aparecerán. El texto se divide en dos partes tituladas: “El hombre fue creado a imagen de Dios” y “La fe busca el entendimiento”, cuya conexión nos permite comprender la posición de Agustín en la cuestión de la relación entre la razón y la fe (que es la única pregunta que, sobre comprensión del texto, puede aparecer en el examen de selectividad si el texto es de San Agustín. Ver Apuntes: El problema entre razón y fe en San Agustín y Santo Tomás): Creado a imagen de Dios, el hombre es, siente y entiende; por ser racional quiere entender, pero para entender no es suficiente la mera razón, las solas capacidades naturales humanas, para entender hay que creer (fe). La posición de San Agustín en la cuestión de la relación entre la razón y la fe podría resumirse así: “cree para entender y entiende para creer”. Podría empezarse el comentario exponiendo la novedad de la cosmovisión cristiana frente a la filosofía griega para centrarse en la antropología o concepción del hombre en San Agustín (ver Para saber más: Antropología agustiniana) y llegar así al problema de la relación entre la razón y la fe. La verdad tal como la concibe San Agustín trasciende al hombre: la verdad inmutable es Dios (Logos o Verbo divino). Por eso sólo mediante la fe y en un proceso de autotrascendimiento de nuestra alma hacia Dios podremos alcanzar la verdad.

1º. Comprensión de “El hombre fue creado a imagen de Dios”

Dios inmutable es el creador de todo lo existente (no el demiurgo platónico) y la creación es un acto libre de la voluntad divina (no emanación necesaria del Uno como afirmaba el Neoplatonismo) a partir de la nada (ex nihilo, es decir, sin una materia previa, eterna, como en Platón) y de acuerdo con las ideas eternas de la mente divina.

El mundo es, pues, un todo ordenado que va del mero existir al vivir y al entender, como grados cada vez más perfectos (según el modelo neoplatónico de la escala de los seres, y que volverá a ser de gran importancia en el Renacimiento) de ahí la posición del ser humano sobre el resto de las criaturas: hecho a imagen y semejanza de Dios (santísima trinidad: tres personas distintas -Dios, Padre y Espíritu Santo- y un solo Dios verdadero) la presencia de Dios es constante en el interior de hombre (tanto por la iluminación como por la gracia). En su alma el hombre puede descubrir la verdad. En el alma encontramos “verdades o razones eternas” (ideae, formae, species, rationes) producto de la “iluminación divina”. Inspirándose en Platón (Bien como Sol del mundo inteligible), en los Neoplatónicos y en el evangelio de San Juan, afirma Agustín que “el Verbo -logos- es la luz verdadera que ilumina a todo hombre”. La iluminación divina permite explicar lo que Platón denominaba ideas innatas sin recurrir a la preexistencia ni a la reencarnación del alma: “Dios es el Sol que nos baña con su luz”. Es decir, Dios ilumina nuestra alma para que podamos ver un reflejo de la verdad. Por lo tanto, alcanzar el verdadero conocimiento es una tarea que supera la mera capacidad humana (razón). La verdad consiste en descubrir, por medio de la razón iluminada, las verdades esenciales, la verdad eterna, porque sólo Dios es la verdad. La iluminación afecta a la parte más noble del alma, la ratio superior, en donde se origina la sabiduría y se descubre la verdad (al conocimiento de Dios, verdad última de las que dependen todas las demás, le llama Agustín sabiduría). De este modo, la búsqueda en el interior culmina con un movimiento hacia lo superior: trascendimiento del alma hacia Dios (que es al mismo tiempo inmanente y trascendente al alma). Se trata de Dios “absconditus”, escondido en el interior del ser humano. En nuestra alma se refleja Dios como en un espejo, por tanto, cuando miramos en lo más profundo de nuestro interior descubrimos algo más íntimo que nosotros mismos, descubrimos a Dios, aquel del que somos imagen. En conclusión, para alcanzar la verdad es necesario conocer, sólo por medio del conocimiento llegaremos a “lo que es”, y esta tarea, siguiendo a Platón, es una función del alma. El alma es fuente 1º de la memoria, 2º de la inteligencia y 3º de la voluntad (imagen de la Trinidad: tres personas distintas -Padre, hijo y Espíritu Santo- y un solo Dios verdadero): 1º Agustín destaca el papel de la memoria en la vida interior, gracias a ella el hombre consigue hacerse presente su propia intimidad y construir, a través del tiempo, su identidad personal. La memoria, pues, posibilita la vida interior y abre el camino de la introspección y la búsqueda interior de la verdad. 2º El alma, fuente de la inteligencia, busca el conocimiento, sólo por medio del conocimiento llegaremos a “lo que es”, y esta tarea, siguiendo a Platón, es una función del alma. Pero es necesario distinguir entre: -conocimiento sensible (el que obtenemos gracias a nuestros sentidos): Nuestros sentidos son modificados por influencia de las cosas y esta modificación llega al alma por medio del cuerpo. El conocimiento sensible no es, para Agustín, como ya habían sostenido Platón y los neoplatónicos, verdadero conocimiento; lo sensible es puro devenir, puro cambio y la verdad (el ser) es lo inmutable, lo eterno -conocimiento racional: elaboración efectuada por la razón a partir de los datos de los sentidos, de las sensaciones. Se da, por tanto, en el alma como conocimiento discursivo: la razón compara los datos de los sentidos con los modelos de las cosas (reglas eternas entendidas como las ideas platónicas que en Agustín son las ideas de la mente divina), y así puede emitir juicios sobre las cosas (ciencia o episteme). El conocimiento racional es, pues, exclusivo del hombre y le permite actuar pero tampoco calma nuestra ansia de verdadero conocimiento. -conocimiento contemplativo: contemplación de las ideas eternas tal como son, por lo que no hay necesidad de los datos de la sensibilidad ni tampoco del razonamiento. Es la noesis o intuición intelectual platónica, verdadero conocimiento, sabiduría, que sólo puede alcanzarse en el interior del hombre mismo: es la presencia de Dios en cada hombre. El conocimiento contemplativo permite descubrir la verdad y alcanzar la tranquilidad, es decir, cesa la búsqueda que el deseo de saber le impone al hombre (este conocimiento tiene, por influencia del Neoplatonismo, un valor salvífico de vuelta a la divinidad). 3º En cuanto a la importancia de la voluntad, en Agustín la virtud aparece vinculada a la voluntad por lo que se produce un cambio con respecto a la concepción de la virtud vinculada de una u otra forma al conocimiento que predominaba en el mundo griego y helenístico. Agustín entiende por virtud la disposición de la voluntad que lleva al amor entendido como caridad (la caridad consiste en amar a Dios y a los hombres en función de Dios, es por tanto la disposición de la voluntad inversa a la que conduce al pecado: el amor a lo sensible que Agustín denomina cupiditas, es decir, concupiscencia). Ya sabemos la importancia que en la filosofía de Platón tenía el amor concebido como “eros”, con el cristianismo pasa a primer plano otra concepción del amor, el amor como caridad: el amor a Dios es el nuevo principio de moralidad. Esta primacía del amor sobre el conocimiento es lo que se conoce como “voluntarismo agustiniano”: uniendo elementos platónicos y cristianos (eros platónico y charitas cristiana) afirma que el amor es lo que mueve definitivamente al hombre. Como en Platón, el amor culmina el movimiento del alma iniciado en el conocimiento. El amor es la fuerza ascendente (“fuego”) que conduce al alma a su lugar (Dios), el trascendimiento del alma hacia Dios es fruto del amor. El alma está hecha para dirigirse hacia Dios, pero como consecuencia del pecado original cometido por Adán y Eva y heredado por todos, el alma se vuelve exclusivamente hacia la materia y se agota en la producción de imágenes y sensaciones (así es como acaba siendo prisionera del cuerpo, dominada por la ignorancia y los malos deseos y sólo podrá ser liberada por la gracia de Cristo).

2º. Comprensión de “La fe busca el entendimiento” Agustín afirmará que no puede establecerse una distinción neta entre razón y fe, que no hay fronteras entre la razón y la fe, que entre la filosofía y la religión se da una mutua colaboración, podría decirse que incluso confusión, pues ambas pretenden alcanzar la verdad. La fe ya no es irracional (como afirmara Tertuliano), la fe no está reñida con la razón, sino que la fe es el camino para superar los límites del hombre y alcanzar

conocimientos que no son accesibles a la razón. Esta postura de conciliación de razón y fe, actitud conocida como “agustinismo”, estará vigente hasta el siglo XIII y será defendida también por Boecio, Anselmo y Pedro Abelardo. La mutua colaboración entre razón y fe se recoge en la frase de Agustín: “intellige ut credas, crede ut intelligas”, es decir, “entiende para creer, cree para entender”. Tal y como pone de manifiesto su propia trayectoria vital -sus primeros contactos con la filosofía (Cicerón y el escepticismo) lo conducen a una sed de verdad que la razón por sí sola no puede saciar- sólo la iluminación conduce a la verdad ya que la razón no es suficiente por sí misma para alcanzarla; la fe es la guía más segura, pero también la razón puede preceder a la fe demostrando que es razonable creer, es decir, ayudando al hombre a encontrar la fe (y no para demostrar las verdades reveladas). Es decir, la razón sirve de ayuda para ponernos en el camino de la fe (“entiende para creer”), y la fe “echa luz” sobre la razón para que pueda comprender los contenidos de la fe (“cree para entender”). Tenemos que creer para entender, pero seguidamente queremos asimilar intelectualmente aquello en lo que creemos, es decir, queremos entender lo que creemos y la razón puede ayudar a entender esta verdad (de hecho la obra de Agustín es una clarificación filosófica de la revelación cristiana que previamente había aceptado por fe). Afirma Agustín que sólo Dios puede calmar nuestro afán de saber por eso cada uno de nosotros pretende llegar a Él en un proceso a la vez de interiorización y de autotrascendencia que nos permita encontrarlo en el interior de nuestra alma (decía Agustín que Dios es más íntimo al hombre de lo que el hombre es a sí mismo): Dios “absconditus”, escondido, en el interior del ser humano. La posición de Agustín en la cuestión de la relación razón-fe se refleja claramente en su teoría política: para que el estado cumpla con su papel, la justicia, debe regirse por valores espirituales, el amor a Dios, y por eso debe estar subordinado a la Iglesia, ya que sólo la Iglesia dispone de los medios para lograr la salvación que es lo verdaderamente importante (En su obra La ciudad de Dios afirma que la meta de la historia es la victoria de los que aman a Dios hasta el desprecio de sí mismos -lo que él denomina ciudad celestial-, logrando la paz eterna y la redención).

Tomás de Aquino. Texto 1 Suma contra los gentiles, libro 1, cap. 7n.1-3 En cuanto que la verdad de la razón no es contraria a la verdad de la fe cristiana. A pesar de que la citada verdad de la fe cristiana exceda la capacidad de la razón humana, aún así, aquellas que son inspiradas por la razón de modo natural, no pueden ser contrarias a esta verdad. Pues lo que es innato a la razón por naturaleza es evidente que es extremadamente veraz, hasta tal punto que no es posible pensar que sea falso. Y tampoco es lícito creer que es falso lo que se tiene a partir de la fe, después de ser confirmado de manera tan evidente por Dios. Así pues, ya que sólo lo falso es contrario a lo verdadero, como se demuestra claramente al examinar sus definiciones, es imposible que estos principios que la razón conoce por naturaleza sean contrarios a la citada verdad de la fe. Así mismo, lo que es infundido por el maestro en el alma del discípulo contiene el saber del maestro , a no ser que enseñe con engaño, lo que no es lícito afirmar de Dios. Ahora bien, el conocimiento de los principios que nos son conocidos por naturaleza fue inspirado en nosotros por Dios, ya que Él es el autor de nuestra naturaleza. Luego estos primeros principios están contenidos en la divina sabiduría. Por consiguiente, todo lo que es contrario a estos principios, va en contra de la divina sabiduría. Pues bien, esto no es posible en el caso de Dios. En consecuencia, las verdades que poseemos por revelación divina mediante la fe no pueden ser contrarias al conocimiento natural.

Comprensión del texto 1 Contra la teoría de la doble verdad de los averroístas latinos (que él creía también de Averroes), el texto argumenta porqué la verdad de la razón no es contraria a la verdad de la fe. Lo hace también ante la falta de claridad que el agustinismo mantiene en el tema de la relación entre la razón y la fe Supuesto 1: Hay verdades de razón y verdades de fe, son verdades distintas pero no pueden ser contradictorias. La razón tiene su propia verdad (autonomía de la filosofía) La clara distinción entre razón y fe supone que hay un campo que es específico de la razón: las verdades del mundo natural, así como un método específico de la razón: la abstracción. El campo específico de la fe son los artículos de fe que fueron revelados por Dios. Supuesto 2: Las verdades de fe exceden la capacidad de la razón (es decir, la razón no puede demostrar lo que pertenece a la fe), pero la revelación ni anula ni inutiliza la razón (sólo la perfecciona): hay cosas que se pueden conocer simultáneamente a través de la razón y de la fe. Evidentemente, lo revelado por Dios (lo que poseemos por la fe) no puede ser falso. No hay contradicción entre verdades de razón y verdades de fe porque Dios es el autor de todo: del mundo natural accesible a la razón y del mundo sobrenatural accesible a la fe; Dios es el autor de la misma razón y de la misma fe. Por tanto, no tendría sentido que, tal como sostenían en la Universidad de París los seguidores cristianos de Averroes, a través de un órgano de conocimiento se nos condujese a un tipo de verdades, y a través de otro órgano de conocimiento se nos condujese a otro tipo de verdades contradictorias con las primeras. Por eso se afirma en el texto que “aquellas que son inspiradas por la razón de modo natural, no pueden ser contrarias a esta verdad”. Lo innato a la razón por naturaleza son principios intrínsecos infundidos por Dios ya que Él es el creador de la naturaleza

humana. Puesto que deriva de la sabiduría divina y forman parte de ella, lo innato a la razón por naturaleza es extremadamente veraz (es decir, no es posible pensar que sea falso). Si el conocimiento natural de los primeros principios ha sido infundido por Dios en nosotros, todo lo que sea contrario a ellos sería también contrario a la sabiduría divina. Por tanto, lo contrario a los principios intrínsecos a la razón por naturaleza no pudo ser infundido en nuestra alma por Dios. En conclusión, si, por definición, sólo lo falso es contrario a lo verdadero, es imposible que los principios que la razón conoce por naturaleza sean contrarios a la verdad de la fe. Lo que Tomás de Aquino pretende deducir de toda esta argumentación es lo siguiente: “cualesquiera de los argumentos que se esgriman contra la enseñanza de la fe no pueden proceder rectamente de los primeros principios innatos, conocidos por sí mismos. No tienen fuerza demostrativa, sino que son razones probables o sofísticas. Y esto da lugar a deshacerlos”. Cuando aparecen contradicciones entre fe y razón, es necesario revisar la razón debido a que la fe no puede engañarnos en ningún caso puesto que procede directamente de la revelación divina; y aunque la razón tampoco puede engañarnos, sí pueden engañarse los hombres al usarla ( cuando elaboran juicios). Al ser, fundamentalmente, un teólogo, Tomás de Aquino da prioridad a la fe sobre la razón: entre las verdades reveladas encontramos algunas que caen dentro del ámbito de la razón (verdades a la vez teológicas y filosóficas: preámbulos de la fe), es decir, no superan la capacidad de la razón. Los hombres deben esforzarse por alcanzar con la razón la plena comprensión de esas verdades reveladas que caen bajo la luz natural de la razón. Ahora bien, las verdades a las que por sí sola puede llegar la razón, no pueden alcanzarlas todas las personas porque el procedimiento es complejo y el camino que conduce a ellas no está libre de errores. Cuando surge una contradicción es señal de que no se trata de una verdad racional, sino de una conclusión falsa (porque sólo Dios es la verdad): La fe es la regla del recto proceder de la razón, la fe actúa como norma negativa indicando los errores de la razón. La razón natural está, para Santo Tomás, subordinada a la fe, pero puede servir de auxiliar a la fe de tres maneras: 1ª. La razón debe preparar la mente humana para recibir la fe demostrando los preámbulos o prolegómenos de la fe, es decir, las verdades cuya demostración es necesaria a la fe misma; por ejemplo, no podemos creer en lo que Dios reveló si no sabemos que existe Dios, la razón natural demuestra que Dios existe, que es uno... 2ª. La razón debe explicar las verdades de fe y exponerlas de forma científica (dar forma científica a la doctrina cristiana) 3ª. La razón puede rebatir las objeciones contra la fe, demostrando que son falsas o que no tienen fuerza demostrativa. La razón debe defender la verdad revelada. *Nota: La confluencia entre fe y razón se produce porque Dios ha revelado verdades que la razón podría conocer por sí sola ¿Por qué ha hecho esto? Porque estas verdades son necesarias para la salvación. Tales verdades pueden ser descubiertas por la razón pero el procedimiento es complejo y no está al alcance de todos los hombres; si Dios no revelase tales verdades muchos hombres se condenarían al no disponer de tiempo, o de inteligencia, para descubrirlas. Evidentemente, si este texto cae en el examen de selectividad la pregunta sobre la comprensión del texto sería: El problema entre razón y fe en San Agustín y en Santo Tomás (ver Apuntes de Tomás de Aquino)

Tomás de Aquino. Texto 2 Suma teológica; Iª-IIª q.90 ar.2 Se debe decir, respondo, que, como se dijo, la ley pertenece a aquello que es el principio de los actos humanos, pues es de esto regla y medida. Pero así como la razón es el principio de los actos humanos, así también hay en la propia razón algo que es el principio de lo que atañe a todo lo demás. De ahí que la ley deba referirse principalmente y sobre todo a esto. Y el primer principio en el orden operativo, del que se ocupa la razón práctica, es el fin último. Y el fin último de la vida humana es la felicidad o bienaventuranza, como se expuso anteriormente. De ahí que la ley deba velar sobre todo por el orden que hay en la bienaventuranza. Además, al ordenarse toda parte al todo como lo imperfecto a lo perfecto, un solo hombre es parte de la comunidad perfecta, es necesario que la ley vele propiamente por el orden hacia la felicidad común. De ahí que el filósofo (se refiere a Aristóteles), en la citada definición de las cosas legales, haga mención tanto de la felicidad como de la comunión política. Así dice, en el libro V de la Ética, que hablamos de cosas legales justas cuando procuran y conservan la felicidad y sus particulares en la participación política, pues la comunidad perfecta es la ciudad, como se dice en el libro I de la Política. Por otra parte, lo que se manifieste en grado máximo en cualquier tipo de género es el principio de todo lo demás, y lo demás se manifestará conforme al orden de este género, como el fuego, que es lo cálido en grado máximo, es la causas del calor en los cuerpos mixtos, que se dicen cálidos en tanto en cuento participan del fuego. De ahí que, como la ley se fija sobre todo conforme al orden hacia el bien común, cualquier otro precepto sobre actos particulares no deba tener razón de ley si no es conforme al orden hacia el bien común. Y por esta razón toda ley se ordena hacia el bien común.

Comprensión del texto 2 Las teorías ética y política de Tomás de Aquino son una combinación renovadora y original de las teorías aristotélicas y las creencias cristianas. En cuanto a la ética asume su carácter eudemonista, teleológico e intelectualista y la completa con la aportación cristiana del valor de la persona y el sentido trascendente que tiene la vida humana. Acepta el principio aristotélico de que el fin último del hombre es la felicidad, así como el principio de que la felicidad más perfecta reside en la contemplación (conocimiento de Dios que en Tomás de Aquino supone la salvación del alma que llevará a la resurrección); además acepta que las normas morales se basan en la naturaleza humana por lo que el conocimiento de la naturaleza humana, concebida teleológicamente, es el punto de partida para la formulación de la ley moral. La obligación de actuar de acuerdo con la razón viene impuesta por la misma naturaleza humana, por eso la ley moral es racional y natural. Los preceptos de la ley natural son inmutables y su cumplimiento es necesario para el bien del hombre. Esta ley natural moral está fundamentada en la ley eterna divina revelada por Dios. En cuanto a la política, también parte del análisis de la naturaleza humana (el hombre es, por su propia naturaleza, un ser social) y de que la actividad humana está orientada a fines. Pero, al igual que en la ética, se aleja de la concepción aristotélica en tanto considera que el hombre no se agota en su ser natural, sino que está orientado a un fin sobrenatural (por tanto, en el Estado, según Santo Tomás, no se encuentra la autosuficiencia). Tanto para Aristóteles como para Tomás, el Estado es una institución natural fundamentada en la naturaleza del hombre. Si el vivir comunitariamente es natural para el hombre, también lo es el gobierno, ya que alguien debe encargarse de lograr el bien común, por encima de los intereses particulares y egoístas. El Estado es una institución por derecho propio, con un fin propio y un ámbito de competencias y medios que le son propios. Pero, como lo más importante para el hombre es el fin sobrenatural de conseguir la beatitud eterna, que es competencia de la Iglesia, aún siendo autónomo el Estado debe estar supeditado a la Iglesia. El Estado debe guiar y legislar para que los ciudadanos vivan virtuosamente y alcancen el fin que les es propio: la salvación eterna. Evidentemente, si este texto cae en el examen de selectividad la pregunta sobre la comprensión del texto sería: Ley divina, ley natural y ley positiva en Santo Tomás (ver Apuntes de Tomás de Aquino)

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