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C as t el l an o
AJUNTAMENT DE VALENCIA
¿Qué son las fallas y los “ninots”? Es posible que el lector visite por primera vez la ciudad de Valencia y quizás le resulte un poco difícil entender qué es una falla y qué significa este Museo, hoy instalado en un edificio que fue antiguo convento de los Padres Paúles. Las fallas son unos peculiares monumentos satíricos, realizados con materiales combustibles (cartón, madera, etc.), que se montan en las plazas y en los principales cruces de calles, se exponen al público durante varios días y se queman en la noche del 19 de marzo, festividad de San José. La confección de los monumentos corre a cargo de los artistas falleros y son posibles gracias al esfuerzo de los vecinos de cada barriada que, agrupados en comisiones, trabajan durante todo un año para organizar la fiesta. Cada artista fallero elige la figura que considera más lograda del monumento que está
Una de las salas del Museo dedicada a los ninots de los años treinta al cincuenta
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construyendo y, unas semanas antes de proceder a la plantà de la falla (colocación en la calle), todos los ninots seleccionados se presentan en una exposición conjunta. Mediante una votación popular se premia aquel ninot que, por su belleza o su gracia e intención satírica, la vox populi considera merecedor del indulto del fuego. Los ninots premiados cada año (uno de las fallas grandes y otro de las infantiles) se incorporan a este Museo. Junto a las fotografías de las mejores fallas y los carteles anunciadores que han ganado el concurso anual, conforman sus fondos y el patrimonio de la cultura popular y de esta fiesta mayor que son las Fallas de Valencia.
La historia de las fallas Hacia mediados del siglo XVIII, las fallas eran un simple festejo incluido en el programa de actos típicos de la fiesta de San José (19 de marzo). Al amanecer del día 18 en algunas vías urbanas aparecían peleles colgados en medio de la calle de ventana a ventana, o pequeños tablados colocados junto a la pared, sobre los cuales se exponían a la vergüenza pública uno o dos muñecos (ninots) alusivos a algun suceso, conducta o personaje censurables.
Durante el día, los niños y adolescentes recogían material combustible y preparaban pequeñas piras de trastos viejos que también recibían el nombre de fallas. Unas y otras eran quemadas al anochecer de la vispera de San José congregando en torno a la hoguera una amplia participación popular. Al día siguiente era día de media fiesta y los carpinteros y los valencianos devotos acudían a los templos parroquiales para festejar a su patrono. En muchos hogares se celebraban fiestas onomasticas en las que se agasajaba a los Pepes con tortadas, buñuelos y anís. En suma, una fiesta popular y vecinal. La primera documentación con la que contamos sobre las fallas, es un oficio dirigido al corregidor de la ciudad de Valencia para que prohibiera la colocación de los monumentos (especialmente los de tipo teatral) en las calles estrechas y junto a las fachadas de las casas. Como consecuencia de estas medidas de policía urbana (prevención de incendios) se obligaba a los vecinos a plantar fallas en las calles anchas, en los cruces de calles y en las plazas. Curiosamente, sin pretenderlo, una simple medida como ésta provocaría, a la larga, una importante transformación. Aunque las fallas seguían manteniendo una estructura horizontal y teatral en dos cuerpos (un tablado y una escena sobre el mismo), al colocarlas en el centro de una calle o plaza era preciso concebirlas de forma exenta, puesto que podían ser rodadas. Para verlas en su totalidad, habia que darles la vuelta, y al liberarlas de su anexión a una pared, se liberaron también nuevas potencialidades constructivas y la necesidad de inscribir mensajes en todos sus lados.
“Peleles”, año 1930. Cartel de Antonio Vercher
Antorchas, hogueras, peleles y entablados, durante mucho tiempo recibieron el nombre de fallas, pero progresivamente se fue restringiendo el uso de esta denominación para referirse a las piras satíricas, es decir, a aquellas que sobre un tablado exponían
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a la vergüenza pública los vicios o prejuicios imperantes. Eran estas fallas las que suscitaban expectación cada año y las que la población acudía a visitar masivamente. Consistían en una estructura prismática, generalmente cuadrangular, con armazón de madera, recubierta ornamentalmente con bastidores pintados, con lienzos o con paneles que ocultaban los materiales combustibles amontonados a su base. Los ninots o
responden a una intención crítica o cuando menos burlesca. A diferencia de las simples hogueras y de las piras de trastos viejos, en ellas se representan escenas que aluden a personas, sucesos o comportamientos colectivos que los falleros consideran merecedores de corrección o dignos de irrisión. Dos temas ocuparon preferentemente a los falleros a mediados del siglo XIX: la falla erótica y la crítica social.
Niños recogiendo trastos viejos para la falla
figuras que aparecian en el escenario se vestían con telas o ropas viejas. Estas fallas satíricas, al igual que els miracles de sant Vicent, se acompañaban siempre de unas hojas de versos que, colgadas como pasquines en las paredes próximas o en los bastidores del pedestal, desarrollaban la glosa rimada del tema que se escenificaba en la falla. A mediados del siglo XIX, al imprimir estos versos y editarlos en pequeños pliegos, dieron origen al llibret y, en consecuencia, se amplió considerablemente la posibilidad de desarrollar el argumento. La característica peculiar de las fallas satíricas es la figuración de un hecho social censurable. Tienen un tema concreto y
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En 1858, los falleros de la plaza del Teatro pretendían levantar una falla de movimiento con una alusión directa a las desigualdades sociales. Los versos eran de Josep María Bonilla. La falla fue prohibida por la autoridad, pero los falleros repitieron el tema al año siguiente. Por otra parte, con el nombre de falla erótica o tendencia anticonyugal, la prensa de la época designaba un tipo de fallas, muy abundantes, que eran prolíficas en alusiones picantes o escabrosas mediante un lenguaje plagado de equívocos y que reflejaba una mentalidad hedonista y procaz. Bernat i Baldovi escribió algunos llibrets que abordaban esta temática, pero tal vez el más conocido es el escrito por Blai Bellver para la falla de la plaza de la Trinidad de Xàtiva
La primera representación gráfica de la fiesta de las fallas, fue esta viñeta publicada en el “Calendario pintoresco, profético, astrológico y lunático del Reino de Valencia”, año 1860. Alude y critica la moda del miriñaque, tan usado en aquella época.
en 1866, denominado La creu del matrimoni, que mereció una rotunda condena por parte del arzobispado. Durante todo el siglo XIX, el Ayuntamiento y en general también las instituciones de autoridad, mantuvieron una actitud vigilante y censora ante las fallas. Esta política represiva, justificada por la necesidad de modernizar y civilizar las costumbres de la ciudad, pretendía erradicar los festejos populares (Carnaval y Fallas, entre otros), se intensificó durante los años setenta al establecer gravosos impuestos sobre el permiso de plantar fallas o tocar música. Esta presión generó, como reacción, un movimiento en defensa de las tradiciones típicas y en 1887 la revista La Traca otorgó por primera vez premios a las mejores fallas.
La iniciativa sería continuada por la asociación renacentista Lo Rat Penat en 1885. Este apoyo explícito de la sociedad civil mediante premios, despertó un espíritu competitivo entre comisiones de vecinos, estimuló el fervor fallero y produjo una decantación esteticista, dando lugar a la falla artística. En ella no desaparecía necesariamente la crítica (incluso podía experimentar una radicalización política), pero comenzaba a predominar la preocupación formal, constructiva y estética sobre el conocimiento del monumento. Aunque con titubeos y timideces, en 1901 el Ayuntamiento de Valencia, tomó el relevo de Lo Rat Penat y otorgó los primeros premios municipales a las fallas. Eso si, una vez pasadas las fiestas. Se trataba de dos premios: uno de 100 y otro de 50 pesetas. El clima social para esta intervención municipal no sólo era favorable, sino exigente. Abarcaba todo un abanico amplio de organizaciones, que incluía tanto asociaciones culturales y recreativas, como valencianistas y deportivas, políticas y obreras, que potenciaron el desarrollo de las fallas durante la primera década del siglo. En reciprocidad con este apoyo social las fallas se decantaron cada vez más hacia la exaltación valencianista y se
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Construcción de la falla de la calle Escalante (El Cabañal), año 1934. Artista: Modesto González
produjo una creciente fusión entre la fiesta fallera y la entidad valenciana. Desde principios del siglo XX, las fallas abandonaron la estructura dual (tablado/escena) y comenzó a desarrollarse una nueva concepción de las mismas, en la cual los ninots no eran ya la figura más impactante. La falla se componía ahora de la superposición de diversos elementos y niveles, fundamentalmente de tres: una base de escasa altura compuesta de repiés para las diversas escenas, un cuerpo central que servía de sustentación del monumento y un remate.
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Este último solía consistir en una figura de grandes dimensiones constituida por un motivo alegórico capaz de condensar el tema que explayaban y glosaban las escenas inferiores. El contenido de la falla no se hallaba ya inscrito solamente en una escena realzada por el tablado, sino que estaba latente en todo el conjunto escultórico y debía ser descifrado rodando la falla y recorriéndola con la mirada de arriba abajo. La falla ahora debía ser fastuosa, imponente, majestuosa y sugestiva, visible desde la lejanía.
Falla “El dia de l’Estatut”, any 1934
Bajo la presión de los premios, las fallas adoptaron como ideal modélico la monumentalidad, la proporcionalidad y el barroquismo.
bién a una mejor organización. Así surgieron la Asociación General Fallera Valenciana y el Comité Central Fallero, que representaban a las comisiorles y organizaban la fiesta.
En 1927, la Asociación para el Fomento del Turismo, Valencia Atracción organizó el primer Tren Fallero. El acto tuvo tal éxito que la sociedad valenciana se volcó todavía más en las fallas, incrementando considerablemente el número de monumentos que se erigían. El crecimiento de la fiesta obligó tam-
En 1929, el Ayuntamiento creó un concurso de carteles para hacer promoción de las fallas y en 1932 se convirtió en la entidad organizadora y gestora de todo el programa de actos, instaurando la Semana Fallera. La mayoria de los monumentos eran obra de artesanos/artistas especializados que
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durante varios meses vivían para la construcción de los mismos en sus talleres y que se habian organizado en la Asociación de Artistas Falleros. Fue en estos años cuando las fallas se convirtieron realmente en la fiesta mayor de los valencianos.
El articulo publicado en 1935 y firmado por V. Llopis Piquer que lleva por titulo “Cómo se preparan las fallas” nos describe con cierto detalle cómo se confeccionaba una falla:
En ellas son los más importantes elementos: el cartón, el yeso y la cera, sin olvidar la madera de los bastidores ni la tela metálica cubierta de arpillera para las grandes masas. Con estos sencillos materiales, los artistas valencianos compiten con las grandes y perdurables creaciones de la escultura, patentizando su valía con la erección de grandiosos monumentos. La tarea más dificil y entretenida estriba en la confección de los moldes para las cabezas, moldes que saca el artista de un barro en el que plasma la efigie de una mujer o de un hombre según los casos, y que, vaciados en yeso, servirán para obtener una serie de cabezas en cera a las que bastará el aditamento de unos bigotes o la desviación de un ojo, o el añadido de un rictus a los labios para que dejen de ser humanas, yendo a constituir diversas personalidades dentro del conjunto de la falla. Más fácil es la construcción de los cuerpos, para la que el cartón sujeto a moldes de yeso, a presión en mojado, da un margen admirable. Labor esta a la que se dedican los aprendices de todo artista fallero que se precie. Escultores de categoría volvieron a manejar el barro y un nuevo molde recogió el trabajo, saliendo una nueva encarnación humana, que, con su cortejo de desviaciones físicas y añadidos materiales, complementaban más y más, y así pudiéramos ir sucesivamente señalando el nacimiento de los diversos personajes de la falla, unos en su origen, múltiples en su apariencia e igual podríamos citar con referencia a las manos, pese a sus distintas actitudes. Dificil, muy dificil es el pintado de esa cera. Muy pocos aciertan a saber infiltrar con sus colores el aspecto de vida que requieren los tipos de una falla; mas, a fuerza de estudio y de perseverancia, el milagro se efectúa. ¿Qué falta después de esto realizado? Montar los cuerpos metiéndoles dentro de un alma, esta vez de madera, para sujetar fuertemente materiales tan débiles como la paja, las telas, el serrín y la cera, y una vez en marcha y compuestas las personas, el mismo día de la plantà alinear junto a las paredes, mientras se clavan los bastidores y molduras a 105 muñecos, que en la oscuridad de la noche se confunden con la gente de verdad, llegando al observador a no saber distinguir entre lo real y lo fantástico.
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El “ninot” indultado En los años veinte, cuando la falla artística ya habia logrado implantarse como modelo por antonomasia de monumento fallero, comenzaron a dejarse oír voces que lamentaban la destrucción total de la obra creada y proponían salvar de las llamas alguna figura o escena que resaltase del conjunto por su especial calidad. En 1924 se planteó ya de manera formal, aunque no obtuvo una acogida favorable, el indulto de un ninot y en 1933 se celebró una cabalgata descriptiva de la historia de las fallas, de la que salió premiado por votación popular un ninot. En 1934 el Ayuntamiento convocó un concurso de ideas para introducir nuevos festejos en la Semana Fallera. En ese marco, Regino Mas, artista fallero y miembro destacado de la Asociación de Artistas Falleros, efectuó una propuesta que llevaba por titulo L’indult del foc y que inspiraría la celebración de las primeras exposiciones de ninots de fallas, así como el indulto del ninot que obtuviera mayor número de votos en un escrutinio popular y la creación, en 1936, de la Cabalgata del Ninot.
“Ninot” indultado, año 1934. Artista: Vicente Benedito. Falla: Plaça del Mercat Central
Escena de la primera exposición del ninot en 1934
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La cera La información sobre las técnicas y materiales con que se realizaban los ninots, a finales del siglo XVIII o principios del XIX, es muy escasa. Al parecer, los cuerpos de aquellas primeras figuras consistían en un alma de madera o alambre recubierta de estopa y revestida con telas o prendas viejas. Para los pies se utilizaba calzado en desuso y las extremidades se formaban con guantes rellenos de esparto. Hasta la década de los sesenta del siglo XIX, cuando empezó a introducirse el procedimiento de la cera, los rostros se efectuaban mediante máscara de cartón.
Para modelar la cera el procedimiento era como sigue: primero, se debía realizar, generalmente en barro, un busto del personaje a satirizar; después, a partir de la citada escultura se obtenía un molde o vaciado de escayola cortado en dos o más piezas. Estos moldes se rellenaban con cera fluida que se reforzaba con finas capas de gasa (tarlatana) para dotarla de mayor consistencia. Finalmente, una vez obtenida la cabeza, se introducía alabastro líquido en su interior y se movía con el objeto de crear una pequeña película en todo su contorno y darle fuerza. A partir de ese momento, la careta estaba preparada para ser encarnada al óleo. El resto de la figura seguía vistiéndose al estilo tradicional. Pintando cabezas de cera
Exposición de cabezas de cera, año 1943
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El cartón En los años treinta, con la consolidación de la falla monumental y artística, comienza a implantarse la técnica conocida como tirar de cartó para confeccionar el ninot de forma estandarizada. Así lo confirman diversas noticias y reportajes aparecidos en la prensa de 1934/35 o en el número monográfico que la revista Nova Cultura dedicó a las fallas en 1937. Siguiendo una técnica utilizada para la producción de muñecos de juguete, los falleros construían el cuerpo del ninot como si se tratase de un maniquí al que después se le colocaban la cabeza y los miembros superiores, y Ie dotaban de personalidad propia mediante la indumentaria idónea. Pero seria Juan Huerta el artista que introdujo en 1953 el modelado completo del ninot en cartón y, poco después, de la falla entera. La técnica del cartón se desarrolla en las siguientes secuencias:
Reproducción de cartón, aún en el molde
En primer lugar, a partir del modelado en barro de la figura, se obtiene un negativo en escayola, dividido en dos. Se trocean hojas de cartón, se mojan y pican con el fin de volverlas dúctiles, y se empapan en engrudo, colocándolas después, formando sucesivas capas, en los recovecos del molde. Cuando se seca dicho cartón, puede extraerse la pieza y se encuentra lista para unirla a otras y componer (armazonar) la figura preestablecida. Una vez construida ésta, se repasa su superficie exterior de nuevo con engrudo rebajado, se pegan pequeñas tiras de papel de periódico para cubrir los vacíos y desniveles, se remodela de pasteta con el fin de lograr la expresión o gesto pretendido y se prepara para ser pintada. Esta operación recibe el nombre de donar de panet: la superficie del cartón se recubre con cuatro capas sucesivas de pasta o de cola. Después se procede al lijado de la figura (escatar) para eliminar rugosidades o coágulos y finalmente se entona y pinta al plástico o al óleo.
Primer “ninot” indultado realizado íntegramente en cartón, año 1956. Artista: Juan Huerta. Falla: José Antonio-Duque de Calabria
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El poliéster En la década de los setenta empezó a usarse un nuevo material hasta ahora desconocido en el procedo tradicional el poliéster. Aunque de mayor coste debido a su gran resistencia y poco peso, este material resulta ideal para los trabajos que, tradicionalmente, el artista fallero ha alternado junto a la realización de fallas.
que necesita varios días para secarse, lo hace rápidamente. Una vez secas las distintas piezas en las que se divide la figura, estas se unen y sujetan con alambre, para después dar en las juntas una nueva pasada de poliéster con fibra de vidrio. Finalmente se lijan las impurezas y se masillan los posibles fallos, quedando lista para pintar siguiendo el sistema tradicional.
Primer “ninot” indultado realizado con poliéster y fibra de vidrio, año 1977. Artista: J. Martínez Mollà. Falla: Plaça del Pilar Una muestra de las muchas posibilidades del poliéster es la figura de Gulliver realizada por el artista Manolo Martín en el viejo cauce del río Turia
Es el caso de la construcción de carrozas o trabajos de decoración, aunque fueron durante estos años numerosos los ninots y remates elaborados con este material. La técnica es sustituir el cartón por una o dos capas de poliéster con un acelerante especial y reforzando al mismo tiempo con fibra de vidrio a modo de tela. El poliéster al reaccionar se endurece y a diferencia del cartón,
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El poliestireno El arte fallero puede calificarse legítimamente como arte pobre. Siembre ha utilizado materiales no solo efímeros y fungibles, sino también humildes, baratos y muy comunes. En los últimos años hemos asistido a la introducción de uno nuevo: el poliestireno expandido o corcho blanco, que facilita la aplicación de lo que se denomina producción en directo, es decir, la producción sin molde y, por tanto, sin posibilidad de reproducción en serie o estandarizada. Al parecer fue Miguel Santaeulalia quien en 1984 presentó por primera vez a la Exposición del Ninot un grupo (El fantasma de la renda) que estaba modelado integramente en poliestireno expandido. Este conglomerado de color blanco, que se presenta en laminas de distinto grosor, permite obtener texturas muy diversas, pesa poco y es de muy fácil manejo. Mediante una mesa de tornero y un arco (sencillo aparato eléctrico que termina en una resistencia), se cortan y modelan las figuras. Las piezas que se obtienen pueden ser tratadas de tres formas. Si la textura se considera idónea se pinta directamente. Pero, como es un material poroso y granuloso, con frecuencia es necesario encartonarlo para cubrirlo después de
Grupo realizado totalmente con poliestireno expandido, Artista: Miguel Santaeulalia. Falla: Na Jordana. 1995.
panet y pulirlo antes de aplicar la pintura. Finalmente puede pintarse a pistola y acabarlo segun las pautas aplicadas al cartón.
El artista Ramón Espinosa construyendo “ninots” con poliestireno expandido o corcho blanco
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Las fallas infantiles Desde que tenemos noticias de las fallas, los niños y los adolescentes aparecen ocupando un papel central en el festejo, tanto recogiendo materiales para convertirlos en combustible como animando el momento de la cremación. Pero, al consolidarse la falla artistica y encargar su construcción a especialistas, aquellos quedaron marginados temporalmente de la fiesta. Sin embargo, a finales de los años veinte, comenzaron a aparecer con cierta frecuencia fallas infantiles y poco después la prensa (El Mercantil Valenciano publicaba un semanario festivo denominado Los Chicos) estimuló esta innovación creando premios a las mejores fallas hechas por los niños. En 1936 hubo ya 80 fallas infantiles, se nombro una fallera mayor infantil e incluso se llegó a celebrar una exposición de ninots de fallas infantiles.
Fallita infantil de 1933, cuando verdaderamente éstas eran realizadas por los niños
de ésta cuando creció notablemente el número de fallas infantiles. En 1963 se incluyeron por primera vez ninots infantiles en la Exposición del Ninot (que venía realizándose desde 1934) con el fin de indultar al mejor ninot del fuego.
Esta cifra se mantuvo, con algunos altibajos, hasta la década de los sesenta y fue a finales
“Ninot” indultado, año 1991. Artista: Juan Canet. Falla: Na Jordana
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Los carteles de fallas En 1929, y ante el creciente auge de las Fiestas Falleras, la Sociedad Valenciana de Fomento del Turismo encarga el primer cartel de Fallas al renombrado e internacional artista, ilustrador y cartelista José Segrelles Albert, quien realiza un magnifico original que regala a la ciudad de Valencia. Este mismo año se estrenó el pasodoble El fallero, compuesto por el maestro José Serrano y se publicó el primer programa oficial de festejos. Al año siguiente, 1930, se convoca por primera vez el concurso, consiguiendo el primer premio el profesor de la Escuela de Artes Aplicadas Vicente Canet. Desde entonces, son muchos los artistas de reconocido renombre en las diversas facetas de las bellas artes que han prestigiado con sus obras las listas de galardones del certamen. En 1932 se edita el célebre cartel El farol, de Rafael Raga Montesinos, muy logrado en ritmo y sintesis publicitaria. Josep Renau obtiene un premio en 1934, pero su obra no es impresa y el original desapareció durante la contienda civil. La temática de los carteles de fallas es muy variada. Predomina, como es lógico, el fuego, además de ninots, monumentos, pirotecnia y símbolos valencianos, como se observa en el de Santiago Carrilero de 1956. Los diferentes estilos artísticos, desde el modernismo hasta el art déco, el cubismo, el pop y el abstracto, se ven reflejados en ellos. La iluminación expresionista o de candilejas, producidas por la cremà, tiene buenos ejemplos en los carteles de 1944 de Chapi, el de 1950 de Vicente Gil, y el de 1963 de Alberto Peris.
Año 1929. Autor: José Segrelles
A partir de 1965, se permuta el barroquismo tradicional por un diseño más simple y publicitario, destacando las obras de Damián Contreras Ortiz de ese mismo año, así como las de 1968 de Enrique Mestre, de 1971 de Alvaro Beltrán y de 1980 de Miguel Tomás Pérez. En 1982 se produce una renovación total con la abstracción de Rafael Contreras Juesas, que resume en un grito de fuego toda la idiosincrasia de la fiesta. Vicente Lorenzo sigue la linea del cartel ilustración con su obra de 1988. Entre los más recientes y jóvenes valores se encuentran Doménec Morera, con su impactante trabajo de 1994, Marisa Llongo en 1995 con unos cálidos perfiles y José Aguilar García, que en 1998 plasma el espíritu del fuego recorriendo la ciudad.
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AJUNTAMENT DE VALENCIA Edita: Ajuntament de Valencia Coordina: Museu Faller Textos: Antoni Ariño Texto “Los carteles de fallas”: Rafael Contreras Diseño: Museu Faller