Al borde. Manuel García Tejeiro. Manuel García Tejeiro. Manuel García Tejeiro. Al bordeal borde. Otros títulos publicados por Nueva Comunicación:

Colección Rapacines (infantil): La luna de Pelayín Alfredo Álvarez Pelayín en las nubes Alfredo Álvarez Pelayín y los Mundos Profundos Alfredo Álvarez

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Colección Rapacines (infantil): La luna de Pelayín Alfredo Álvarez Pelayín en las nubes Alfredo Álvarez Pelayín y los Mundos Profundos Alfredo Álvarez Oto y el hada Asunción Carracedo

Al borde

Manuel García Tejeiro

Manuel García Tejeiro

Este libro empieza y acaba hablando de música. Entre medias es melodía lo que se escucha. Al borde nos muestra al hombre que finaliza su horario de trabajo en el hospital y se entretiene liviano paseando por las calles de Valladolid a la búsqueda de la parada del autobús número 7. El autor se pierde entonces por el bullicio de la calle, por el silencio de las gitanas y por el ulular de los plátanos de la acera, en los cuchicheos de los novios y en los cotilleos de las marujas. Y en la música de Mozart que suena en el autobús. Entonces, dialoga consigo mismo sobre el mundo (interior y exterior), atrapa imágenes, las exprime, las retuerce, las mezcla con otras y las hace propias. Aquí está el origen de su poesía, en pleno corazón de la ciudad. Sonríe Manuel. ¡Alegre Mozart!

Manuel García Tejeiro (Ponferrada, 1943) compatibiliza su profesión de médico patólogo con su labor como secretario del Colegio Oficial de Médicos de Valladolid. Es miembro académico de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas (ASEMEYA) y escritor que cuenta ya en su haber con una amplia obra literaria, en la que destacan varios libros de poemas, aforismos, libros de relatos, de opiniones y confesiones: ‘Tiempo de ti con intermedio’, ‘Trangalladas’, ‘Vivir, no obstante’, ‘Casi Haikus, casi poemas, casi nada’, ‘La muralla china’, ‘Memoria de un médico poeta y su circunstancia’, ‘La crisálida’, ‘París Vudú’, ‘Valladolid Outsider’, ‘Diario de un camaleón acojonado’, ‘El quicio de las cosas’ y ‘Anécdotas y curiosidades’.

María Teresa Cañas Cañas

ISBN 849357069-9

9 788493 570699

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Tiempo de ti con intermedio Manuel García Tejeiro Trangalladas Manuel García Tejeiro Vivir, no obstante Manuel García Tejeiro Casi Haikus, casi poemas, casi nada Manuel García Tejeiro Visiones Juan Martínez y José María Merino Las dos vidas de Isabel Tascón Alfredo Álvarez Arqueología Industrial en Val de San Lorenzo Pablo Alonso González Fracturas Líticas José Luis Casas Metábolas Félix de Agüero Mira Sariegos Alfredo Álvarez Humo, suspiros y nubes Araceli Simón Digiscoping Alfredo Marpez La Fuerza de los Días David Rubio La Calle Coronao Francisco J. Martínez Carrión Aspectos Militares de la Guerra Civil Manuel González Álvarez El Aeródromo de León y la revolución de Asturias de 1934 Manuel González Álvarez Arrieros leoneses Roberto Cubillo

Manuel García Tejeiro

Otros títulos publicados por Nueva Comunicación:

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Ha ganado varios premios de poesía, alguno como cuentista, entre los que destaca el Premio de poesía Viernes del Sarmiento en las ediciones de 1991 y 2003, el Premio Pregón de Primavera en 1992 y un Accésit en Cuentos de Humor de PSN. Asimismo, es articulista, colaborador de un sinfín de revistas y director de dos publicaciones periódicas, el periódico del Hospital Clínico Universitario de Valladolid y la prestigiosa revista Axis, publicación oficial del Colegio de Médicos de Valladolid.

Al borde Manuel García Tejeiro

Reservados todos los derechos. No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del titular del Copyright. © Manuel García Tejeiro, 2008 © Prólogo: María Teresa Cañas Cañas © De esta edición: Nueva Comunicación Edición al cuidado de Virginia Morán de la Mata Diseño y maquetación: Camino Menéndez Muñoz Producción editorial: Avda. Padre Isla, 70, 1º. 24001 León Tel.: 987 07 27 44. Fax: 987 07 27 43 [email protected] www.nuevacomunicacion.com Impreso en U.E. ISBN: 978-84-935706-9-9 Depósito Legal: LE-728-2008

Al borde Manuel García Tejeiro

Índice Escucho la música.................................. 16 Mendigo y no sé lo que mendigo.............. 17 ¡Qué me importan las medidas!............... 18 Ayer estaba la cigüeña junto al río............ 19 Repaso la pared llena de retratos ............. 20 Mi vértigo es no encontrar el camino........ 21 El domingo me falta la placidez................ 22 Marchar es importante............................ 23 Niebla................................................... 24 El Pajariel ............................................. 25 Los plátanos de mi calle.......................... 26 Sólo si nos decepcionamos...................... 27 Hablemos de proyectos........................... 28 Gitana................................................... 30 Un gran poema...................................... 31 Recolector de sombras............................ 34 Si queréis saber de mí............................. 35 Amor.................................................... 36 Algunos andenes.................................... 37 Paseo.................................................... 38 Angustia................................................ 40 Ángel de la tarde.................................... 42 Poeta.................................................... 44 El pensamiento...................................... 45 La calle de película................................. 46

Insomnios............................................. 48 Si he nacido........................................... 49 Un gran poema...................................... 50 No me extraña........................................ 52 Carta a un amigo.................................... 53 Silencios............................................... 56 Camino................................................. 57 La vieja de Ceinos.................................. 58 Qué todo espero.................................... 60 Al amanecer........................................... 61 Mis sinrazones....................................... 62 Alguna vez soñé ser hombre.................... 64 Si después de todo.................................. 65 Si hay premeditación.............................. 66 Deja que muera ya.................................. 67 Se heló el aire........................................ 69 Poemas................................................. 71 Ejerzo de poeta de 5 a 7.......................... 74 Mientras espero..................................... 76 Revelación............................................. 77 Que no sabrás de mí............................... 78 Tengo un corazón.................................. 79 Solo la música es capaz........................... 80

Prólogo

Manuel García Tejeiro

Advertencia (a modo de prólogo) Este libro empieza y acaba hablando de música. Entre medias es melodía lo que se escucha. Y eso a pesar de que lleve dentro alguna víscera muerta, no hay que olvidar que su autor es médico patólogo. Médico patólogo, sí, no ingeniero de minas como quería su familia. Pero Manuel García Tejeiro ante todo es, lo primero y siempre, poeta, o sea, alguien capaz de transformar en belleza cada momento de la propia vida, incluyendo las situaciones siniestras y oscuras que a cada uno nos toca pasar. Angustioso relato el de esas mañanas en que el Dr. García Tejeiro se trae entre manos parte de nuestros corazones, nuestros hígados y nuestros cerebros y los examina al microscopio, los analiza y cursa un veredicto casi divino –es maligno, condenado a muerte; es benigno, puede usted seguir viviendo–. Quizás sea entonces, al ponerse el autor en el lugar de aquellos cuyas entrañas está juzgando, cuando este libro adquiere su tono más sombrío y se escapa un chirrido de dolor inevitable en su poesía que, por esos mecanismos extraños cerebrales que él seguramente conoce –¿como patólogo? ¿como poeta?–, se asemeja a la música de un Beethoven atormentado. La poesía como la música, pueden ser también escapatorias de la emoción. Pero también nos muestra este libro al hombre que finaliza su horario de trabajo en el hospital y se entretiene liviano paseando por las calles de Valladolid a la búsqueda de la

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parada del autobús número 7. El autor se pierde entonces por el bullicio de la calle, por el silencio de las gitanas y por el ulular de los plátanos de la acera, en los cuchicheos de los novios y en los cotilleos de las marujas, y en la música de Mozart que suena en el autobús. Entonces –nos cuenta– dialoga consigo mismo sobre el mundo (interior y exterior), atrapa imágenes, las exprime, las retuerce, las mezcla con otras y las hace propias. Aquí está el origen de su poesía, en pleno corazón de la ciudad. Sonríe Manuel. ¡Alegre Mozart! Y ya en casa, de madrugada, –flexo a la izquierda/albornoz azul/ música de Benedetto Marcello–, comienza el trabajo de alquimia con esas imágenes de su propia vida para transformarlas en poesía. Arduo trabajo que el autor generosamente nos describe: Lucha en soledad. Sufrimiento y placer solitario. Pelea a muerte con la muerte. Relleno de la nada con lo propiamente propio. Y es entonces cuando nuestro músico y poeta –ese hombre cargado en años, miope y fondón que él dice ser– se convierte milagrosamente en un niño que corretea por las laderas del monte Pajariel en busca de su novia Violeta y escucha los boleros de Machín y Lucho Gatica interpretados por una orquestina berciana. Se recomienda cierta cautela al escuchar un poemario de Manuel García Tejeiro: su música tiene poderes fáusticos. ¿Será acaso el efecto de recibir a un ángel en su porche cada tarde? María Teresa Cañas Cañas

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Dejaste caer en el suelo el tulipán rojo que yo te había dado, lo levanté. Estaba blanco. Bastó ese brevísimo instante para que nevase sobre nuestro amor.

Ch’en Ling

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Poemas

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Escucho la música Escucho la música y la música me escucha. Ambos sabemos a quién importamos.

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Mendigo y no sé lo que mendigo Mendigo y no sé lo que mendigo. Como el pardal no percibo la intensidad del frío y la noche ahí fuera es gélida.

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¡Qué me importan las medidas! ¡Qué me importan las medidas si la belleza de tu forma colma mis aspiraciones! Cambia el atardecer ¿por qué no, tú? ¿son acaso iguales los cantos?

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Ayer estaba la cigüeña junto al río Ayer estaba la cigüeña junto al río rodeada de urracas ¡extrañaban su presencia en el invierno! Son tiempos contradictorios.

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Repaso la pared llena de retratos Repaso la pared llena de retratos, me veo y reconozco mi infancia pero no a mis amigos ni a mi pueblo. ¿Quién soy yo, entonces?

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Mi vértigo es no encontrar el camino Mi vértigo es no encontrar el camino en cuyo final estés tú y los caminos ¡son tantos..!

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El domingo me falta la placidez El domingo me falta la placidez de mañana... y me faltas tú para aliviar la sed.

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Marchar es importante Marchar es importante pero sólo cuando se regresa se aprecia lo que dejamos. Siempre regresamos aunque hayamos olvidado a dónde.

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Niebla: Niebla: ha quedado desdibujado todo, pero tu imagen es nítida a todos mis sentidos.

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El Pajariel No hay un monte como El Pajariel. Sus laderas son mi regazo y sus castaños mi memoria: el Sil nos acaricia a ambos.

En el monte Pajariel el río besa los pies que escuchan los grillos.

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Los plátanos de mi calle Han podado los plátanos de mi calle y sus ramas me parecen dedos amputados. ¿Dónde se posará esta madrugada la escarcha?

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Sólo si nos decepcionamos Sólo si nos decepcionamos mutuamente podremos salvarnos, o sólo el río o sólo la piedra o sólo la casa o sólo la calle donde nacimos. Sólo nos salva la tierra que amamos y siempre nos decepciona.

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Hablemos de proyectos Hablemos de proyectos, de acuerdo, sentémonos delante de un buen café humeante. Arrellanémonos en estos cómodos sofás y hablemos ¿Por dónde empezamos? Tenemos que engañar a la enfermedad, dices, –tras los cristales, se afana la gente, la primavera revienta–. Tenemos que aceptar, el paso del tiempo, calmar las tormentas, disimular la ira, controlar los sentidos fustigar a la pereza aplacar la ansiedad, ¡sonreír a la puta muerte! Pues a todo eso me niego. Prefiero que me deshuesen las hordas de Gengiskan, que me empalen, me abran en canal, me saquen las tripas, me pongan al sol, y que me coman los cuervos, y que me caguen en el desierto, y me pierda hez 28

Manuel García Tejeiro

entre las dunas. Todo antes que sonreír a la puta muerte, todo antes que claudicar sin un maldito quejido. Quiero plañideras enlutadas y viejas y arrugadas como un higo paso. Quiero luz mortecina, penumbra, olor fétido, velas, incienso, quiero ayes de dolor, agrura en las caras, golpes de pecho. Los muertos no son dignos, no son nada, y yo no soy un pájaro que muera sin quejarme. Soy un animal pero hombre. No quiero hacer ningún proyecto. A ese precio prefiero la oscuridad de la nada o el vértigo del olvido. La tiniebla eterna... pero ahora lo que quiero, mujer es tu risa, quiero la luz de tu mirada, quiero tu caricia y tu sexo, mañana hablaremos de proyectos.

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Al borde

Gitana Hoy, ni una palabra, ni una sílaba contada, ni un acento, ni una coma y menos un punto. Hoy quiero verte en el atardecer pleno, ocupando por completo mi retina y mis neuronas, hoy quiero sentir mi piel despellejada en la tuya, mis huesos quebrados en un nudo alrededor de los tuyos quebrados igualmente. Hoy no me habléis de poesía que quiero el alma liberada para beber la suya cristalina, para barquear de orilla a orilla su río de lava incandescente. Hoy crisálida de gusano convertido en mariposa. Hoy las venas de mis sienes plenas de sangre a borbotones. Hoy sólo tú me petas. Hoy sólo tú, gitana.

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Un gran poema Me lo prometí a mí mismo para que así tuviera valor la promesa: Escribiré un poema Manuel que trascenderá en el tiempo, que las futuras generaciones recitarán en las aulas y en las escuelas. Que los otros poetas tendrán de referencia. Un poema capaz de hacer vibrar el espíritu, de estremecer, que hará llorar y reir y saltar y correr y soñar, que se podrá leer en la intimidad y en salas abiertas... Y me compré mil libros, dos enciclopedias, la que tanto gusta a Borges la Británica, y la Espasa que me gusta a mí. Tres ó cuatro diccionarios y el de rimas, claro está. Una torre de babel de palabras, ni un detalle, ni una coma podrán faltar. Mi ritual de hacer poemas: Albornoz azul, flexo a la izquierda, música de Benedetto Marcello. Soledad absoluta. Aquí no hay trabajo en equipo.

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Tú solo te la juegas, tú solo sufres, tú solo gozas. Buscaré palabras y cada palabra será un mundo. Las uniré con conjunciones y sinalefas. Serán sin duda las más bellas “¡con cien cañones por banda!” escribí, y el primer poema me pareció completo, redondo, me sentí bien y satisfecho. Cuando escribí el segundo “viento en popa a toda vela”, una suerte de escalofrío recorrió mis adentros, la sangre se agolpó en mis sienes, se me aceleraron los pulsos, escuchaba perfectamente el bum-bum del corazón como los tantanes monocordes de la selva. Me asomé a la venta para respirar. La emoción no me dejaba. A bocanadas aspiraba todo el aire, el aire caliente, la noche oscura, una luz en la casa de enfrente. ¡Ah, si fuera ella! Pero era él. En la calle un hombre con un perro y un olor dulzón de primavera.

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La mirada perdida en los abismos interiores. Pienso, más allá nada. ¿Mas allá de donde? Mas allá de ahora mismo. Tengo que seguir para que esa nada esté llena de mí, aunque me sangren los dedos, aunque me duelan los ojos, aunque se confunda la noche con el día. Vuelta a la mesa camilla. Vuelta al ritual: Flexo a la izquierda, albornoz azul, música de Benedetto Marcello. Una torre de babel de palabras. Y cada palabra un mundo. Y yo solo.

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Al borde

Recolector de sombras Parecía un borracho o un loco. Un hombre solo danzando hacia el poniente apenas a un palmo de la noche. Sus brazos alzados al cielo y sus grotescos andares le hacían parecer una marioneta, las mujercitas de postura indolente, cubata en la izquierda y Camel en la derecha se burlaban de él. Los hombres le pegaban y reían. El dolor provoca la hilaridad de los malnacidos. Y él se perdió en el fondo de la calle con las últimos destellos de la tarde. ¡Quién iba a pensar que era el recolector de sombras!

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Si queréis saber de mí Si queréis saber de mis poemas buscad en cualquier índice de cualquier libro, o abridlo por el lugar y la página que queráis. Si lo que queréis es saber de mi alma, buscadme en el fondo de una taza de café con sacarina ahora que soy diabético. Si lo que queréis es conocerme, ahorraros el esfuerzo porque ni yo mismo me conozco. Pero si alguna vez me pierdo por viejo, por chocho o por hastiado, buscadme a los pies del monte Pajariel, tumbado a la sombra de un castaño mecido por el rumor del río Sil.

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Amor Era imposible hurtarnos a la tentación. Pretendimos ser ingrávidos pero la física lo hizo imposible. Tu mirada se hizo sólida, tu piel visible, palpable, tu risa iluminó la estancia y nos desnudó. ¡Casi conseguimos amarnos en la levedad de la niebla, siendo de carne y hueso!

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Algunos andenes Algunos andenes de algunas estaciones tienen el encanto de los libros viejos. Algunos desgastados, roturitas en los cantos, con oxido en su cubiertas, Algunos rotos de verdad descatalogados, fatigados... En ellos caben mil historias de encuentros y desencuentros, de adioses y bienvenidas... Pero las historias de los andenes son historias reales siempre.

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Al borde

Paseo Me sorprendo paseando sin rumbo, no sé si absorto, despistado o simplemente porque quiera dar la sensación de que me importe nada. Si llueve, paraguas y sombrero impermeable Barburg. Si hace calor, camisa de manga corta y pantalón claro. Es bueno un diálogo interior de vez en cuando, llamarse cosas, insultarse, permitirse el lujo de discrepar de casi todo; incluso halagarse es bueno de tiempo en tiempo a falta de otros que lo hagan sin interés. El mundo no es sólo lo de fuera, existe otro interior intangible, no sé si más rico o más interesante pero mientras que sea mío, es mío y probablemente lo único de valor que tengo. Atrapo la imagen, la retuerzo, la exprimo como se exprime un limón para sacarle el jugo, la mezclo en mis neuronas con otras imágenes atrapadas retorcidas y exprimidas

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y las convierto en una nueva ¡mi imagen! Y sonrío, y la gente que a mi lado pasea hace gestos comprensivos; en el fondo la gente es tierna, le preocupa la salud de la otra gente, te cede el paso y el asiento del bus, cortésmente te saluda ¡buenos días, señor! Y entonces sales del ensimismamiento, ¿ha dicho señor? ¡Si soy un niño que recuerda todos y cada uno de sus juegos, la peonza, los pitos, la villarda, el escondite... que se sabe de memoria la lista de los reyes Godos: Ataulfo, Recaredo, Wamba, Don Rodrigo... y los ríos y sus afluentes, y sabe que España limita al norte..! ¡Y me ha dicho señor! Y he tenido la tentación de increparle ¡eh, oiga si está ciego vaya al oculista! Sé que el mundo está loco pero no hasta estos extremos. Seguro que mi novia Violeta me espera en la esquina del parque del Plantío... pero empieza a refrescar.

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Angustia Cuando vuelvo del trabajo muchas veces me encuentro sucio y deprimido, sin querer he condenado a muerte a cinco o seis personas que no conozco, a las que no he visto la cara ni mirado a los ojos, simplemente he escrito un informe en un ordenador, emitido y firmado un diagnóstico que llegará al enfermo y lo leerá con asombro. ¿Por qué yo, se interrogará? ¿Por qué yo y no otro? Adivinaré sus primeras lágrimas, su abandono y su angustia. Y después su absoluta rebeldía y su ira, su clamor contra el mundo y contra Dios aunque no crea, renegará de la vida, de la familia, de los amigos, huirá hacia los adentros para buscar razones para encontrar el clavo ardiendo del error. Cuado vuelvo del trabajo algunos días reniego de mí mismo. Reniego de la lucidez, de lo evidente.

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Me ducho pretendiendo con ello lavar las culpas de mi desparpajo. ¿Quién soy yo para decir a nadie que ya no tiene futuro? para decir a nadie que no haga proyectos, para materializar un carpe diem en el que no creo porque yo creo en el hombre que hace. Escucho música, no bebo, no fumo, y me gustaría beber, y perder el sentido, y fumar para llevar la contraria al mundo y joderme por dentro. Engaño o pretendo engañar a los sentidos, disimulo, hago como que hago, deambulo por la casa, ojeo un libro, abro el frigorífico y como lo que encuentro, abro las ventas, miro la calle casi todo es ajeno a mí. Escribo poemas hasta el alba ¡y maldigo a la gente que cree que no tengo corazón!

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Ángel de la tarde El Ángel de la tarde me visita todos los días y todos los días charlamos de lo divino y de lo humano, sentados plácidamente en el porche de mi casa. –Esto si que es una metáfora porque mi casa no tiene porche– Él me pregunta por las cosas de la tierra, yo por casi nada le pregunto porque casi nada del cielo me interesa. Él no sabe amar de la manera que yo amo, y se asombra de mis temores, de mis altos y de mis bajos, de mis huidas al mundo de los presagios, malos presagios casi siempre por aquello de experiencia y de lo años. Yo no sé nada del cielo más que del azul y de la nube y del rojo atardecer del verano. Yo no entiendo de eternidad y él no entiende de ceniza.

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Él no entiende de sangre de verdad ni de heridas que matan de verdad ni de sollozos de impotencia y desesperación. Él cree que hay salvación. Yo me callo y no digo nada. Cuando se marcha con el poniente pienso que en el fondo es un pobre ángel que se aburre.

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Poeta Nací para ingeniero de minas, eso decían todos, mi padre, mi madre, mis abuelos, mis tíos ¡tiene cara de ingeniero de minas! Y los amigos de mis padres asentían y también asentían los amigos de mis tíos y los viejos de la plaza repetían: ¡Pues es verdad tiene cara de ingeniero! Seguramente mis ojos reflejaban ya la oscuridad. Pero esa oscuridad no me atraía, ni la aritmética de Matais, ni la geometría de Olabarrieta, ni los logaritmos ni las homotecias. Y contradije a todos. Después de mil peripecias me hice médico. Y para más INRI, patólogo. Y para más INRI, poeta.

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El pensamiento... El pensamiento y las emociones dicen que son el producto de muchos y complejos mecanismos físicos, químicos y nerviosos. Que tu piensas o te emocionas porque un potencial eléctrico manda un impulso al cerebro. Y a partir de ahí, se cambia el mundo: Amas, odias, recuerdas, olvidas, lloras, ríes, te deprimes, te exaltas, te pegas un tiro, mueres. Y el potencial se interrumpe, el cerebro se apaga. Lo comen los gusanos y ya no hay pensamiento, ya no hay amor, ya no hay odio, ya no hay recuerdos, ya no lloras, ya no te deprimes, ya no tomas unas cañas con los amigos, ya no escribes poemas, ya no existe la belleza. En una palabra amigo, ¡ya no eres nada! 45

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La calle de película Imaginad una calle estrecha, asfalto negro y brillante, charol, que tras la lluvia refleja la luz de las farolas. La luna riela en los tejados como en la mar de Espronceda. Del cafetín se escapan notas de música melancólica; que habla de últimos besos de juramentos rotos, de pasiones auténticas, en las esquinas las parejas se aman. Una madre riñe a su hijo que ha cogido una rabieta porque no quiere ir a la cama. Se apagan las luces de las estancias, la atmósfera es limpia, se escucha el tic-tac de tacones presurosos de las últimas trabajadoras que llegan a casa, o las últimas putas, o los últimos crápulas.

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Parpadean las luces de neón del club de mala nota. Y un borracho maldice su suerte. Falta un personaje: el gato que maúlla, a la luna, ese soy yo.

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Insomnios Mis insomnios están vacíos como está vacío el bucle que el loco del 7 dibuja en el aire con las manos.

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Si he nacido Si he nacido en un valle frondoso de deslumbrante belleza, de tierra húmeda y fértil, de rojas y aureas montañas, de ríos que serpean y se pierden en la maraña de los bosques de álamos y castaños, ¿a qué esta fascinación por el desierto? ¿por la canícula? ¿por la parda tierra estéril, llena de espinos y de alacranes? ¿será que nadie se conforma con lo suyo, que lo ajeno le seduce? ¿Árbol y espino son la misma cosa, la misma belleza? Creo que en el ser de las cosas todo se confunde.

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Ningún día de la semana Ningún día de la semana tan contradictorio como el domingo. Me levanto temprano, desayuno café con leche cargado hasta el alma y una o dos tostadas untadas con mantequilla y mermelada sin azúcar. Salgo a la calle, al quiosco, compro el periódico, los periódicos, perdón. Leo los titulares, ojeo los suplementos, leo un poco, hoy Celaya, o Valente o González o Bousoño. Y opíparamente como alubias blancas con codorniz de primero. Y de segundo entrecot. No hay vino, agua fresca. A veces la mesa está llena, mujer, hijos, nietos... otras no tanto, mi mujer no falla. El domingo por la tarde sólo se me ocurre dormir, acurrucarme como un limaco en la cama.

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Manuel García Tejeiro

Envolverme como una momia entre las sábanas. No pensar en nada, no existir. Otras veces me pongo ya de lunes a las tres de la tarde, agrío la cara, tomo un omeprazol, y el Almax forte, a mano, por si acaso; escucho música, hago un guiño al ordenador, me arranco a escribir una página, pero como si nada, siento, otra vez, sobre la espalda el peso abrumador de la enfermedad y de la muerte. Algunos domingos por la tarde son la visión repentina y brutal de la desesperanza.

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No me extraña No me extraña que el mundo ande desacompasado. Basta un solo día festivo local para creer festivo el mundo, hasta que compruebas que las tertulias son las de diario, los periódicos los de diario, que todo marcha menos tú que estás parado en tu día de fiesta, ajeno a todo por un día, feliz.

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Carta a un amigo Estimo oportuno decirte querido amigo, que nuestra amistad lejos de hallarse en un momento optimo o feliz, atraviesa una prolongada etapa de declive, distanciamiento y sequía, que hace muy aburridos nuestros encuentros estivales. Gracias a la mar te soporto y eso que la mar me amilana, pero el suave murmullo de sus olas cuando está calmada o sus poderosos rugidos cuando se despierta embravecida me abstrae de tu conversación triste y monótona sólo alerta a las a las cuestiones de la salud, la muerte y Dios. Debieras saber que la salud se pierde con la edad, que la muerte llega inexorable y que Dios tiene cosas más importantes en que ocupar su divino y caro tiempo que en un par de viejos. ¿Quieres creer que a noche soñé contigo? En vez de soñar con una de esas mujeres despampanantes que aparecen en la televisión, sueño contigo y sueño que estamos en una calle destartalada, nuestra calle de la infancia, sin asfaltar, todavía llena de charcos y de enormes baches, y sueño con la gente que abre sus ventanas de par en par, que sale a tomar el fresco las agobiantes noches del mes agosto, sueño con mi vecina Sofia, que cuenta los cuentos más bellos que se han podido contar nunca y escruto su cara y sus manos y admiro su talento y adivino en sus ojos las miles de vidas vividas, las miles de necesidades y carencias pasadas, y veo el oso ruso, los zíngaros tocando el violín, la cabra en la escalera, los moros a la espera del rancho, la escuela, el mago del café Alaska, la tómbola Galaica, la orquestina Copacabana y la Conti-

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nental, y me contemplo a mí mismo extasiado escuchando boleros de Machín y Lucho Gatica al son de las maracas. Todos los tiempos se confunden, querido amigo, en un remolino sin sentido, del que salgo medio ahogado y empapado en sudor. Si nuestra amistad sólo nos sirve para tener pesadillas es mejor que la dejemos, al fin y al cabo ya no estoy de humor para aguantar tus chascarrillos ni tus bromas pesadas. Todavía hueles a tabaco negro y tu bigote es ridículo, una mezcla imposible de Charlie Chaplin y de Cantinflas. ¿Recuerdas la ceremonia de liar un pitillo? imprescindible la petaca de cuero, cuanto más usada mejor, el librillo zig-zag y el tabaco de picadura o de “caldo”; de uno, dos, eso era ahorro, hermano. Ahora es bueno no fumar, antes lo contrario ¡el tabaco mata el microbio! decíamos antaño, ahora produce cáncer, impotencia, infarto, claudicación intermitente, bronquitis crónica... y dicen que provoca infertilidad, pero eso a nuestros años, verdad... Hace tiempo escribí sobre el humo clandestino y aquello fue premonitorio del gueto del fumador apestado del dedo inquisitorial, del juicio sumarísimo, ¡al infierno a fumar o a la puta calle que en invierno es lo mismo! Mañana tengo que madrugar para escribir mis poemas, Así que me voy. En este lugar estamos bien o eso dicen. Pero yo me encuentro mejor en mi casa. Antes trasnochaba, me gustaba el silencio de la noche con sus ruidos extraños que quería adivinar, el agua discurriendo por una cañería, el llanto sin consuelo y sin causa de un niño,

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una riña. El ulular del viento entre las hojas de los álamos. El maullido de un gato en el tejado. Una risa entrecortada. Ahora el silencio me agobia, por eso enciendo la radio aunque no la escuche, por eso viajo en autobús, por eso voy a las grandes superficies comerciales cuando puedo y no a las tiendas de coloniales del barrio. Tengo la sensación de que la vida se contagia aunque sea mentira. Sé de sobra que mi vida es mi vida pero yo no soy un lobo estepario. Soy un hombre que respeta la soledad de los demás pero busca su compañía. Soy un hombre que habita entre otros hombres y solo entre otros hombres encuentra el consuelo. Querido amigo ¿te has preguntado alguna vez para qué necesitamos relojes los viejos si el tiempo es todo nuestro?

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Al borde

Silencios Parece una obviedad o una tontería pero no todos los silencios son iguales. Cuando tú callas me ahogo, me falta el aire, y a bocanadas busco la vida. Pero te advierto: aprenderé a vivir sin respirar.

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Camino ¿Cuánto trecho del camino habremos recorrido juntos? Seguro que no nos ha importado nunca ni el tiempo ni el espacio Tan seguros estábamos de andarlo juntos para siempre.

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La vieja de Ceinos La vieja de Ceinos, tomaba el sol de la mañana a la puerta de  su casa, El paisaje que le importaba era la carretera, nada de verdes  campos de cebada. En la carretera había gente de verdad en sus coches de ver  dad, Gentes con historias que la vieja se inventaba. Esa pareja no es legal él parece un chulo y ella una tunanta; oh que niños, oh que niñas; esos tienen prisa iran a algún entierro o a algún bautizo; esos jóvenes se aman ¡que gozo todavía hay amor en los tiempos que corren..! De vez en cuando las ambulancias llenas de dolor. A la hora de comer la vieja de Ceinos se levanta, entra en la casa y se sienta en la mesa. Su hija le pone un gran plato de sopa y una tajada. Comen en silencio, su hija habla del tiempo, de vez en cuando su yerno de la alfalfa, de la sequía, del precio bajo, del puto gobierno.

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La vieja piensa en la gente que ha pasado deprisa por la carretera. Pero ella sabe sus historias y las guarda como se guardan los primeros tesoros y los primeros secretos, para siempre.

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Espero ¡Que todo espero y que nada me dicen tus palabras y tus ojos!

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Al amanecer No te vayas, gitana, deja el abrigo sobre la silla, acurrúcate a mi lado para escuchar la lluvia y el ulular del viento entre las hojas de los plátanos. Te amo horizontal, vertical y oblicuo. Te amo desde hace ¡tanto tiempo! que te amo desde el olvido. Gitana, fuego y luz de todos los amaneceres que recuerdo desde siempre.

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Mis sinrazones Me gusta viajar en autobús. El 7, concretamente, y nadie lo entiende, Me gusta ver a la gente, oler a la gente, escuchar sus palabras. Me gusta interesarme por el niño del carrito, por el viejo que te cuenta su vida, por la vida que adivinas, por las palabras sin sentido, por las risas de las mujeres que se burlan de sus maridos a los que han agotado las tarjetas de crédito. Por las lágrimas de verdad, por la tristeza, por la alegría, por los silencios, por las voces, por los encuentros, por los desencuentros, por las miradas. Me gusta ver en rojo los numeritos de la hora, la temperatura.

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De vez en cuando escuchar a Mozart, las increpaciones al conductor: ¡vaya usted más despacio, cuidado con las frenadas, ábrame la puerta! Las quejas al alcalde. Me gusta sentirme vivo entre la gente, mi gente. la que va al trabajo pero también a divertirse. Me gusta la sinrazón de la vida, la sinrazón de todo. Me maravilla mi propia sinrazón.

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Soñé ser hombre Alguna vez soñé ser hombre con todas las prerrogativas de hombre, con un cerebro rector, con un corazón palpitante, con una pasión desmedida. Ella estaba en el sofá.

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Si después de todo Si después de todo sólo encuentro la nada, me alegraré de haber vivido. No creo que de la pira funeraria emerjan pavesas de amistad donde se quemó amor, más bien quedará amor en rescoldo, y eso es lo justo oh viento, oh huracán, oh música salvadora, oh tarde cálida, oh brizna...

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Tu premeditación Si hay premeditación y alevosía en tu silencio, probablemente lo tenga merecido. Si hay hastío, lo lamento.

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Deja que muera ya Deja que muera ya del viento, del agua, del hielo, de la mirada, del sexo, de la dulzura, de la imaginación, de las palabras, de las estrellas, de la miseria, de la alegría, de asco, de la fidelidad, de la vergüenza, del hambre, de la tristeza, de la ausencia, de los adioses, del insomnio, de la noche, del hastío, de la lluvia, del pájaro, de la música… También de la música.

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de la angustia, de la insensatez, de la lucidez, del fuego, del dolor, de la espera, del fulgor, del ardor, de la locura, de la gente, del árbol, del nido. Deja que muera ya de ti, del amor, de ti, Deja que muera ya.

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Se heló el aire Se heló el aire entre tu boca y mi boca y reinó el caos. Se desgarraron las nubes, se partieron los montes, se desbordaron los ríos, ardió el agua, se hundieron las calles, y las casas con sus gentes dentro, se estrellaron los coches, se murieron los niños, se mataron los hombres, el padre mató al hijo, el hijo mató al padre, el alumno escupió a su maestro, las mujeres parieron salamandras, se suicidaron los pájaros, se borró la música, y ya no hay agarradera, se incendiaron los libros, se inundaron las pinacotecas, se avinagró el vino, se llenaron de ausencias los andenes, desaparecieron la dulzura , y la complicidad y la amistad y la ternura

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y la comprensión y las ganas del otro. El amor se hizo de rabia y de asco. Desearía no haber sido feliz nunca si hubiera intuido este dolor

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Poemas Se empeña el ordenador en hacer mayúsculas cuando no quiero. Parto el verso y probablemente así consiga lo que no se puede conseguir con la voluntad. Puede más la de ella –la máquina–, es una mujer (no soy machista pero hay que reconocer que la voluntad de las mujeres es muy superior; es algo positivo a su favor pero es discriminatorio). Siempre igual, siempre en la clandestinidad, siempre a altas horas de la madrugada como los ladrones, como las gentes de malvivir, como las putas. ¿Qué poeta escribe sus poemas a las diez de la mañana? De madrugada el verso se hace fuerte, es su tiempo natural. Oscuro, críptico, algunos hablan de lenguaje poético y se quedan tan oreados. Pienso que la lengua es para entenderse no para chulear. Metáfora tras metáfora para hacerla inaccesible, para hacer pensar, para que el resultado parezca más bello, para confundir. Un maquillaje de las palabras

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con afeites de diferentes procedencias, algunos nobles, otros plebeyos, siempre oscuros, que cambian con el paso del tiempo, de los días ¡qué digo! Mañana impresionista, pasado expresionista, intimista al otro, romántico antes, ahora escatológico, obsceno, cursi, llorón, empalagoso, ripioso, necio, intelectual, pero eso sí, con leguaje poético. Oh, llamas de la pléyade del parnaso, oh, dioses, Oh, dorado amanecer entre los celajes de oriente… no es de extrañar que se diga de nosotros que somos un puro y exquisito lamento enmaromado a las palabras, cuando las palabras son nuestro instrumento. No es de extrañar que no nos lea ni la madre que nos parió , y nos consuele que se hable de nosotros como de una elite endogámica. ¡Entiende amigo, mi palabra es tu palabra, porque mi corazón y mi inteligencia es del mismo mundo, del mismo barrio, de la misma buena o mala leche, porque el vino que tu bebes es de la misma ribera y es el mismo pan el que comemos y la misma mujer la que miramos, ( bueno tú mira a quien te de la gana, a la mía no la mires so pena de encontrarte conmigo en una esquina). Entiende amigo que la noche no cambia con mis versos, ni

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con ellos se modifica el discurrir de los días ni el curso del río se altera, sólo son palabras que me rebosan y se desparraman fuera de mí, como a ti te rebosa el aguante, a aquel otro la cordialidad y al de más allá la sinrazón. Entiende amigo, quede claro de una vez y para siempre, que un poeta es un hombre que de vez en cuando se olvida que lo es.

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Ejerzo de poeta de 5 a 7 Cuando me gritan no saben que he traspasado la edad de los cincuenta. No me importa que llamen y que se desgañiten a las tantas de la madrugada, no me importa que me increpen en los bares y en el hospital cuando tengo una próstata en las manos. Que sueñen con mis palabras, que sufran mi insuficiencia, que revienten de placer en los portales de la facultad y en las antesalas de los cines y los teatros. Juro que no me importa. Es más, prefiero eso a que me ignoren como ha ocurrido hoy con esa pobre indigente que ha parido  en la calle. Los policías han tenido que cortar el cordón umbilical con una navaja y atarlo con los cordones de sus zapatos, ¡pobres zapatos llenos de sangre! ¡pobre descampado!, allí quedó la placenta y las membranas. El niño bien, la madre bien, los policías bien y satisfechos, la ciudad bien ahíta de orgullo porque una ciudadana ha parido en la calle, en la miseria, y no ha muerto entre la suciedad y los despojos como los pobres filipinos del otro día. Ah, la vida. Me llaman y aparento que no estoy, aunque esté viendo la televisión 74

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o durmiendo la siesta o leyendo los diarios. Cuando me gritan no saben que he traspasado la edad de los cincuenta y ya me  quedan pocas ganas de todo. Las calles no son las mismas. Los recuerdos no son los mismos. El futuro – de qué futuro hablo- es lo de menos. Tengo una casa, una mujer, unos hijos Y unos nietos, una profesión decente que me da de comer, de bien vivir, que me permite ir diez o doce días de vacaciones junto al mar a sentir la brisa salada y otear el espacio infinitamente verde de las olas, el movimiento influenciable de la luna. Mi vida es un pequeño mar con mareas. Pero otras veces me halagan y me siento tentado. Hace años hubiera sucumbido a los cantos de sirena. El mundo era mío y su contenido y su nada. La tentación ahora apenas roza los callos de mis pies cuando paseo por la playa. Amigos, enemigos, compadres, mujeres, viejos, niños y políticos: sólo ejerzo de poeta de 5 a 7 de la tarde y con cita  previa. 75

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Mientras espero Tengo que ignorar que hay un paisaje ahí fuera, que llueve de vez en cuando. Que existe el día y la noche, que cíclicamente tengo hambre y sed. Mientras espero, me lleno de dudas, los abismos de la duda me hacen sonrojar, no hay lugar en el que convivan las interrogantes y las respuestas. Víboras y alacranes junto a las tiernas carnes de los niños indefensos. Te miro y huelo tu perfume y se hace la tarde más agradables y prometedora. Tomo un café, desde la ventana arrecia el viento. Los chopos y los álamos se cimbrean como tú. Oh viento inmisericorde que me vuelve viejo junto a tu eterna juventud.

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Revelación No me lo creí. Muchas veces la cerrazón es superior a la pura lógica. Mañana vengo, me dijo. Mañana o pasado mañana, al fin y a la postre, el tiempo es lo que menos importa. Uf, pensé, quién es éste que dice que el tiempo no importa cuando todo el mundo pide más tiempo, corre más deprisa, acelera los motores, descubre la velocidad como una inyección de adrenalina, que se adorna de caros relojes, que no come por no cagar, quién y porqué si yo me conformo con mirar los gatos desde la ventana hasta que me vence el sueño. Oh, habría que hacer un monumento al sueño, al perfecto sueño que es un poco morir.

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Qué no sabrás de mí Mejor, qué no sabremos el uno del otro que después de veinte años sentados casi al lado sin decirrnos buenos días, sin cruzar palabra alguna. Tú rubia, ojos azules, cuerpo de top, culo de negra. Y yo fondón, miope, con los años a cuestas. Para no mirarnos ¡Qué no sabremos el uno del otro!

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Tengo un corazón Tengo un corazón que palpita. Acostumbrado a tener en las manos corazones sin vida… había olvidado que tengo corazón, amigo.

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Sólo la música es capaz Sólo la música es capaz de aturdir un poco mis sentidos. Ahora ya no hablo de sentimientos.

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