Álvaro Mi hermana Dácil está jugando alrededor de un árbol del parque. Yo estoy junto a mis padres, recordando con nostalgia momentos de cuando yo era

ÁLVARO Hace algunos meses que vinimos a vivir a la ciudad. Es tan grande y tan distinta a nuestro pueblo, que aún no nos hemos hecho al cambio, aunqu

0 downloads 204 Views 166KB Size

Recommend Stories

Story Transcript

ÁLVARO

Hace algunos meses que vinimos a vivir a la ciudad. Es tan grande y tan distinta a nuestro pueblo, que aún no nos hemos hecho al cambio, aunque he de decir que, tanto mis padres, como mi hermana y yo, nos estamos adaptando. Por suerte, los fines de semana regresamos al pueblo y vemos a nuestros familiares y amigos, y así lo llevamos mejor. Me llamo Álvaro, tengo nueve años y ahora se podría decir que soy un chico de ciudad. Hoy hemos venido al parque en compañía de nuestros padres. Aquí no puedo salir solo como hacía antes. Me dicen que he de tener mucho más cuidado. Lo bueno de esto es que pasamos más tiempo juntos y contamos historias y recuerdos para no echar tanto en falta todo aquello. Cualquier ocasión sirve para recordar anécdotas que hacen que sigamos llevando nuestro pueblo en el corazón. 7

Álvaro

Mi hermana Dácil está jugando alrededor de un árbol del parque. Yo estoy junto a mis padres, recordando con nostalgia momentos de cuando yo era más pequeño, justo a la edad que tiene mi hermana ahora, cinco años. De pronto, mientras ellos miran con ternura a Dácil, recuerdan un momento importante, en el que me encaramaba a lo alto de un árbol. Dácil, al escuchar que mis padres van a contar mi historia, se acerca con los ojos muy abiertos y se sienta en las rodillas de papá, en el momento que comienza a relatar. –¿A qué esperas, papi? –dijo Dácil nerviosa–. Quiero saber las cosas que hacía Álvaro cuando era pequeño, como yo. Mi padre carraspea un poco, ya que la historia empieza cuando mamá y yo nos encontrábamos en un parque, así que, imitando la voz de ella, comenzó: –¡Álvaro! Te he dicho que bajes de esas ramas que te puedes hacer daño. Yo, emocionado, enseguida quiero participar, me parecía divertido: –Pero es que tengo que coger una estrella para dar calor a los gusanos de seda. Entonces mi madre añadió: –¡Áaalvaro! Baja enseguida, me estás poniendo de los nervios, hazme caso de una vez. 8

9

Álvaro

–Ya voy mamá... sólo un poco más, así podrás ver lo cerca que estoy de las estrellas. –¡Como llame a tu padre te vas a enterar! Así que baja, con cuidado, de ese árbol. Comencé a bajar pensando en mis gusanos de seda, pues además de las hojas de morera, necesitarían calor para hacer esa transformación mágica a mariposas –dije tomando el papel de narrador–. Como mi mente andaba pensando en mis orugas, no me di cuenta que el bolsillo trasero del pantalón se quedó enganchado en una rama. Me paré un momento, pero mamá insistió tanto, que seguí bajando, y pronto sentí el desgarro de la tela. Por mi mente pasó que iba a estar, de nuevo, varios días sin salir de casa, o lo que es peor, en mi cuarto. Con la mirada de niño bueno me acerqué a mi madre y le dije con la mejor de mis voces arrepentidas. –Es que además de las hojas, mis gusanos necesitan calor para poder cambiar a mariposas. –¿Y tú qué necesitas para no estar continuamente metiéndote en líos? ¿No te parece bastante con que ayer dejaras sin bigotes al gato de don Andrés? ¿O que nos quedáramos con la despensa vacía para que tú le dieras de comer a los perros que tienes recogidos en la casa abandonada en la esquina del barrio? O... 10

11

Álvaro

–Pero, mami... es que el gato tenía muchas plantas raras en el bigote, y le quería ayudar, y los perros tenían hambre... Papá y tú siempre dicen que hay que encontrar soluciones a los problemas que nos surgen, por eso, yo las busco solo porque no quiero molestar. –Pero…, ¿qué le ha pasado a tu pantalón? Si te lo compré ayer. Otra vez a coser. –Lo siento, mami... –No hay lo siento que valga. Vete a tu cuarto, ya veremos lo que pasa. ¡No sé que voy a hacer contigo! Interrumpo la historia para aclararle algunas cosas a mi hermana. —Ahora entenderás porqué papá y mamá dicen siempre: «Hay que pensar las cosas antes de hacerlas», cuando el gato se quedó sin bigotes o cuando los perros no dejaron de ladrar en todo el día, me di cuenta de que tenía que haber buscado otras soluciones, pero ya era tarde. »Hoy tengo claro que no puedo coger una estrella para dar luz a mi gusanos e, incluso sé, que no es necesaria, ya que otros años se han convertido en mariposas sin necesidad de luz. Sólo deseaba que todo fuera mejor. Pero al hacer las cosas tal como pensaba, me parecía que me salían todas al revés. 12

13

–Bueno..., sigue contando, cortador de bigotes –exclama mi hermana riendo. –Entonces, abrí la caja de zapatos, para ver a mis gusanos de seda –continúo relatando–, puse unas cuantas hojas para que comieran, y vi que varios de ellos ya habían comenzado a hacer sus capullos...

14

BUSCANDO UN PLAN

En ocasiones me hubiera gustado ser un gusano de seda y poder transformarme y volar. No llegaba a entender el motivo que me impedía hacerlo. Si un gusano podía realizar ese cambio, yo también podría conseguirlo. Seguro que el secreto se encontraba en comer las hojas de morera, pero en casa no tenía suficientes como para poder cenar, y no sabía si papá y mamá me permitirían salir a recogerlas. Además, estaba convencido que ellos no estarían muy a gusto con eso de que yo comiera hojas, con lo exigente que es mamá con la comida: pocos fritos, todo a la plancha, pocas chuches y la bollería realizada por ella, que la de la calle trae muchas cosas malas. Tenía que encontrar una estrategia para conseguir salir de casa, de forma que papá y mamá pensaran que era por necesidad y así poder coger las hojas de morera suficientes como para alimentarme, comerlas, transformarme en mariposa y volar. Imaginé muchas 15

Buscando un plan

excusas para que mamá me permitiera salir a la calle, tales como: Decir que tenía que llevar el balón al vecino que ayer me lo había prestado, pero ella diría que mi padre lo acercaría. Comentar que los gusanos se habían quedado sin comida, pero en la nevera había un par de hojas. Ir a buscar estrellas para mis gusanos, pero se pondrían de los nervios si lo intentaba de nuevo. Ir a ayudar a la vecina de enfrente, doña María, que por su edad siempre dejaba algunas cosillas sin hacer porque ella sola no podía. Y esa me pareció la mejor idea. Además me encantaban las historias que ella contaba y como veía casi normal todas mis locuras, al menos se reía con mis cosas. –¿Y te creyeron? –vuelve a interrumpir Dácil. –Calla, guarda silencio –dijo mi madre–. Y conocerás las travesuras que hizo tu querido hermanito. Bajé con mi mejor cara y la más dulce de mis sonrisas –sigo relatando–, iba a acercarme a mamá, que estaba cosiendo mis pantalones, cuando vi a papá, que ya había llega16

17

Buscando un plan

do, preparando la cena. ¡No lo esperaba tan pronto! Ahora sería más difícil. Me esforcé mucho en ser lo más convincente posible, entré, me dirigí a mi padre, y le dije: –¡Buenas noches, papi! Antes de cenar voy a acercarme a casa de doña María Martínez por si desea algo, –así, papá sabría a casa de qué vecina quería ir –explico a mi hermana. Según parece los apellidos nos diferencian a unos de otros, y en el barrio había varias vecinas con el mismo nombre, incluso mi madre se llama María. –No es necesario que salgas, pillín –dijo papá–. Seguro que es una artimaña tuya para coger una estrella y que tu madre siga arreglando pantalones... ¡A ver qué podemos hacer contigo! No sales de una para meterte en otra. Pero para mi sorpresa intervino mamá y, muy seria, dijo: –Creo que esta vez no miente. La vecina tenía que retirar unas bolsas con hojas de su jardín tras la poda. Las puso en bolsas pequeñas para que Álvaro pudiera sacarlas y espera, como todas las tardes, su visita. ¡Déjalo ir por esta vez! 18

19

Papá complaciente me dijo: –Creo que es la única persona en este mundo que puede controlarte. Bueno, Álvaro, ve a casa de la vecina pero no tardes en regresar que la cena está en media hora. –De acuerdo, papi, estoy en casa en media hora para la cena –dije con los ojos iluminados de felicidad. –No estés tan feliz, que aún no sabemos qué castigo ponerte por tu última trastada y por lo de ayer –me reprochó mi madre. –Perdón –dije con mi voz más dulce. –¡Ya veremos! –dijeron los dos a la vez. Al salir por la puerta, corrí, lo más rápido que pude, para ir a coger las hojas de morera que había al lado de la casa en la que estaban los perros abandonados, pero, pronto recordé que no había cogido ninguna bolsa donde guardarlas. Enseguida, encontré la solución. Ir cuanto antes a casa de doña María, para retirar las bolsas del jardín y coger una de ellas para guardar las hojas de morera, las cuales me harían volar y de esa forma alcanzar la estrella del cielo que deseara. Ya imaginaba que estaba atravesando el jardín de mi vecina y dispuesto a tocar en la puerta para que me abriera. 20

Get in touch

Social

© Copyright 2013 - 2024 MYDOKUMENT.COM - All rights reserved.