APORTACIONES DE MARIO BUNGE A LA SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA. BREVE ESBOZO DEL PROGRAMA DE LA SOCIOLOGÍA CIENTÍFICA

APORTACIONES DE MARIO BUNGE A LA SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA. BREVE ESBOZO DEL PROGRAMA DE LA SOCIOLOGÍA CIENTÍFICA Germán Hevia Martínez Estudiante del

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Breve historia del desarrollo de la Ciencia de la Información
ACIMED ISSN 1024-9435 versión impresa ACIMED v.12 n.2 Ciudad de La Habana mar.-abr. 2004 Como citar este artículo Breve historia del desarrollo de

CAPSULAS. Mario Bunge. Editorial Gedisa le ofrece otros títulos de interés. Crisis y reconstrucción de la filosofía Mario Bunge
Bunge nos invita a un recorrido por sus intereses y precupaciones, que son los de un pensador contemporáneo sobre el mundo que le rodea. Este singular

APORTACIONES DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL A LA CIENCIA DE LA COMUNICACIÓN
APORTACIONES DE LA PSICOLOGÍA SOCIAL A LA CIENCIA DE LA COMUNICACIÓN GARCÍA, Marta Rizo Doctora en Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelo

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APORTACIONES DE MARIO BUNGE A LA SOCIOLOGÍA DE LA CIENCIA. BREVE ESBOZO DEL PROGRAMA DE LA SOCIOLOGÍA CIENTÍFICA

Germán Hevia Martínez Estudiante del Grado en Sociología. Universidad de Salamanca [email protected]

Resumen: Desde los años 30 hasta los años 70 del pasado siglo XX el denominado enfoque "mertoniano" de la Sociología de la Ciencia mantuvo el práctico monopolio de esta disciplina, constituyendo una de sus principales características el abandono de los problemas epistemológicos que tanto habían preocupado a sus antecesores (Scheler y Mannheim) Sin embargo, en los años 70, surgen nuevos enfoques que volverán a abordar, desde una perspectiva constructivista, los problemas epistemológicos de la ciencia; enfoques que mantienen aún hoy día el práctico monopolio de una Sociología de la Ciencia que no sólo ha abandonado el programa mertoniano, sino que parecen haber abrazado sin miramientos una visión posmoderna e irracionalista de la Ciencia. Contra esta deriva se ha manifestado a lo largo de las últimas décadas el filósofo de la ciencia Mario Bunge, quien ha propuesto en varias ocasiones refundar la disciplina, bajo una óptica más realista y científica, y volver a los planteamientos originados por Merton. Este filósofo ha formulado una variedad del realismo científico: el realismo integral o hilorrealismo (el cuál es emergentista y sistemista) Este abarca todo su pensamiento, y constituye un sistema filosófico integrado. Además, defiende el uso en la Ciencia (y en las Ciencias Sociales), como método, el racio-empirismo junto al método científico. Parto de la premisa de que los enfoques usados actualmente en la Sociología de la Ciencia constituyen un obstáculo para el avance de esta disciplina y de la teoría sociológica en general; se ha perdido la relación entre las teorías manejadas por ésta y la realidad social que buscan describir y explicar. En el presente texto, desarrollo un breve repaso de los presupuestos teóricos de la Sociología de la Ciencia post-mertoniana, y continuo discutiendo la posibilidad de adaptar el realismo científico bungeano al corpus teórico de la Sociología de la Ciencia con vistas a una profunda revisión de sus planteamientos actuales. Y también con la pretensión de generar desde esta disciplina modelos de análisis o programas que puedan ser usados por la Sociología en general, sobre todo en lo relativo a la evaluación de las principales teorías sociológicas y a la superación de su supuesta “inconmensurabilidad”. A partir de esa discusión, mi objetivo es generar un breve esbozo de un Programa de la Sociología Científica. Palabras clave: Sociología de la ciencia, Merton, Bunge, Realismo científico

1. Introducción Robert K. Merton ya advertía hace casi medio siglo del nefasto estado de la Sociología de la Ciencia: no sólo en lo referente al poco interés que había suscitado entre los sociólogos, sino también a sus escasos y parciales estudios. Lamentablemente su estado no es mucho mejor en la actualidad; los nuevos sociólogos de la ciencia parecen haber encontrado una cómoda perspectiva en la cual el análisis riguroso ha dado paso a la mera especulación filosófica y al gusto por el ensayismo y la literatura. Me atrevo a decir que nos encontramos ante una disciplina que languidece a manos de sus supuestos defensores. Muchos sostendrán que el «giro» de la nueva Sociología de la Ciencia no es más que una demostración del «estatuto» de la Sociología como ciencia «multiparadigmática», donde Merton pertenecería a un «paradigma» derivado de la visión positivista de la Ciencia Social que desprecia el estudio del sujeto creador de la ciencia y subestima la influencia de este en la validez de los productos científicos. Intentaré refutar dicha apreciación. No obstante, una advertencia al lector. Esta empresa intelectual que presento aquí supone no ya una tarea propia de una tesis doctoral, sino una tarea a la que dedicar toda una vida de investigación; excede con creces la extensión del presente artículo. De ahí que el lector pueda, con buen criterio, considerar que algunos temas de los aquí recogidos han sido tratados superficialmente. Pido disculpas de antemano. Pero por algo se ha de empezar.

2. La Sociología de la Ciencia: orígenes, evolución y presente Hay cierto consenso en la consideración de que la Sociología de la Ciencia surgió de la Sociología del Conocimiento (Lamo de Espinosa, González García, & Torres Alberto, 1994, p. 445; Storer, 1985, p. 15) La Sociología del Conocimiento sería aquella rama de la Sociología que «se ocupa principalmente de las relaciones entre el conocimiento y otros factores existenciales de la sociedad o la cultura» (Merton, 1985a, p. 46) Definición equivalente a la de Storer (1985) y Ferrater Mora (2009a). La peculiaridad de este campo es el «ser molienda para su propio molino» (Storer, 1985, p. 14) Esto es, se busca generar conocimientos sobre el propio conocimiento. De ahí que, como señala Merton, cualquier tipo de análisis relativo a esta cuestión presupone, sino una teoría, al menos sí una concepción completa y total del método sociológico (1985a, 2

p. 71) Se puede considerar que esta subdisciplina se sitúa, por su objeto, en lo que podríamos denominar el “núcleo” de la propia Ciencia Social. De ahí que el filósofo de la ciencia Hans Reichenbach considerase que la examinación y las propiedades del conocimiento implicaban estudiar las características de un fenómeno sociológico (Reichenbach, 1938, p. 3) Sin embargo, éste asumía que mientras era tarea de la Sociología analizar el conocimiento, sólo una pequeña parte de éste (la ciencia) sería objeto del dominio de la epistemología. Así pues, una de estas disciplinas debería analizar las relaciones externas al contenido del conocimiento, mientras que la otra debería centrar su atención en las relaciones internas dentro de éste (Reichenbach, 1938, p. 4) La línea de demarcación aquí es clara: la Sociología analizaría las relaciones externas al conocimiento sin entrar en su contenido, esto es, su contexto de descubrimiento; la epistemología, las relaciones internas relativas al contenido del conocimiento, esto es, su contexto de justificación. De esta forma, se realiza una distinción «between the process of conceiving a theory and the validation of that theory» (Schickore, 2014) En esta «reconstrucción racional del pensamiento» que perseguía Reichenbach, las consideraciones sociológicas se hallarían «dentro del contexto de descubrimiento, pero no de la justificación o validación» (Ferrater Mora, 2009a, pp. 834-836). Una demarcación que fue asumida por Merton en sus investigaciones y desechada por los posmertonianos. Así, Merton –el fundador e impulsor clave de la Sociología de la Ciencia (Bunge, 2015a, p. 45; Storer, 1985, p. 13)– caracterizó su planteamiento por el abandono de los problemas epistemológicos que tanto habían preocupado a sus predecesores (Lamo de Espinosa et al., 1994, p. 455). Merton considera (al contrario que Mannheim) que la génesis social de la ciencia no determina ni su validez ni su falsedad, sin perder sin embargo de vista la premisa básica de la Sociología del Conocimiento: la dependencia del conocimiento respecto de la estructura social. Dicho de otra forma, Merton centró su análisis «en el contexto en el que surge y se desarrolla la ciencia», alejándose del análisis de la validez de esta (Fernández Zubieta, 2009, p. 690). En su análisis de la «actividad social distintiva» de la Ciencia y en «su aparición como institución social» (Storer, 1985, pp. 17-19), Merton se preocupará de diversas cuestiones: desde la génesis de la ciencia moderna (1984), hasta los sistemas de recompensa de la comunidad científica y la estratificación social de estas (1985b).

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Pero quizás su principal aportación a este campo –como señalan Richardson (2004) y Bunge (2015a)– fuera la identificación del ethos de la Ciencia (Comunismo o comunalismo, Universalismo, Desinterés y Escepticismo Organizado) y su influencia en la caracterización distintiva del quehacer científico. En síntesis, el programa mertoniano, hegemónico durante varias décadas, no sólo realizó importantes e interesantes contribuciones a la disciplina de la Sociología de la Ciencia, sino que jugó un papel clave en su institucionalización. Sin embargo, las líneas de investigación comenzadas por esta corriente serán abandonadas, e incluso criticadas, por los nuevos planteamientos surgidos a partir de los años sesenta. Así, con la crítica de Thomas S. Kuhn al pensamiento del positivismo lógico –incluyendo la distinción de Reichenbach– y sus principales postulados con respecto de la ciencia (Lamo de Espinosa et al., 1994, pp. 486-489) se abre el camino a los nuevos planteamientos de las llamadas Sociologías del Conocimiento Científico (ó SCC): el objeto de la Sociología de la Ciencia ya no se circunscribiría sólo al “medio” en el que se desarrolla la ciencia, sino también a su propio contenido y validez. Las SCC comparten un trasfondo constructivista y, en mayor o menor grado, relativista (Fernández Zubieta, 2009) Además de estas dos características, Bunge señala mantienen en común también una adhesión al externalismo (asumir que el contexto determina el contenido), al pragmatismo (identificación de los principios de la ciencia con los de la tecnología) y al ordinarismo (asumir que la ciencia no tiene un “estatus” distinto al resto de conocimientos), y también señala la adopción por parte de estas corrientes de «doctrinas psicológicas obsoletas» y la sustitución de las «filosofías clásicas» por «filosofías ajenas a la ciencia e incluso anticientíficas» (2015a, pp. 31-32) En el Programa Fuerte (o PF) encontramos uno de los primeros planteamientos dentro del nuevo enfoque de las SCC, cuyos postulados, tal y como recoge Lamo et al., dieron paso al resto (1994, p. 539). En el manifiesto fundacional del PF, David Bloor –tal y como recoge Lamo et al. (1994, p. 525), Fernández Zubieta (2009, p. 691) y Mario Bunge (2015a, pp. 53-54)– afirma que la Sociología de la Ciencia deberá asumir cuatro principios programáticos: causalidad (analizar y explicar las causas de las creencias científicas), imparcialidad (respecto a la verdad o falsedad, racionalidad o irracionalidad, él éxito o el fracaso), simetría (los mismos tipos de causas tienen que explicar las

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creencias verdaderas y falsas) y reflexividad (sus modelos de explicación deberán aplicarse también a la propia sociología) La causalidad incurre en el externalismo; la imparcialidad en la despreocupación por la verdad; la simetría (asociada a la causalidad) o bien fútil o bien imposible; y la reflexividad honrada, pero suicida (Bunge, 2015a, pp. 54-55) El «reflexivismo», pese a ser parte del PF, surge del intento de Woolgar, Mulkay y Ashmore de defender el relativismo (Lamo de Espinosa et al., 1994, p. 563) Estos autores consideran que objeto y representación no son independientes, presentando una relación de interdependencia en la que ambos «cambian con el fin de adaptarse entre sí» (Lamo de Espinosa et al., 1994, p. 565) Así, proponen la inversión de la relación sujeto/objeto, asumiendo que los sujetos hacen surgir con sus representaciones a los objetos (Bunge, 2007, p. 81), y construyen la realidad con su discurso (Lamo de Espinosa et al., 1994, pp. 564-565) Tesis que no solo atenta contra la lógica (¿qué representa la representación?) sino que incurre en una confusión de los niveles epistémico y ontológico: si bien es cierto que a nivel epistémico los conceptos y teorías científicas son constructos sociales –en tanto que han sido producidos por mentes individuales– resulta absurdo considerar que los hechos a los cuales se refieren lo son también (Bunge, 2007; Searle, 2012; Venables, 2013) Planteamiento que, sin embargo, es defendido por Lamo et al. (1994) como «paradigma» sobre el cual hacer avanzar a la Sociología de la Ciencia Otra de las corrientes de las SCC, encabezada por Latour, Woolgar y Knorr-Cetina, decidió centrar sus análisis en los laboratorios, partiendo de un enfoque etnográfico según el cual «el investigador se convierte en un observador participante que interactúa (…) dentro del grupo de referencia estudiado, aunque para ello adopta un punto de vista ajeno a las prácticas del grupo que estudia» (Lamo de Espinosa et al., 1994, p. 540), llegando a conclusiones como la siguiente enunciada por Knorr-Cetina, para quien la «naturaleza no se encuentran en el laboratorio» (Lamo de Espinosa et al., 1994, p. 542) Parece que obvió que los objetos utilizados en el laboratorio (véase matraces de cristal, ácidos, microscopios, etc.) se fabrican con minerales. Poco pueden aportar estos análisis en los que el observador es un lego en la materia en la que se encuentran trabajando los científicos (Bunge, 2015a, p. 80), o lo que es lo mismo, en las que se intenta realizar un

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análisis al amparo de la doctrina «afuerista» –según la cual, «el conocimiento acerca de los grupos sólo es accesible a “los de afuera”» (Merton, 1985a, p. 185)– Además, en el rechazo por parte de las SCC a la distinción de Reichenbach parece subyacer una tendencia al «imperialismo sociológico» (Wilkinson, 1968) o al «imperialismo disciplinar1» (Sayer, 2003) Es decir, subyace una tendencia al reduccionismo sociológico y a la pretensión de expandir la Ciencia Social a nuevos campos más por la competencia con otras disciplina adyacentes y por las «ambiciones imperialistas» de la disciplina que por razones relativas a estándares científicos (Sayer, 2003, p. 4) Parece que las SCC (irónicamente) asumen la predicción positivista de Comte por la cual la «Ciencia final de la sociedad» eclipsaría y absorbería al resto (1875, pp. 299-300) Un buen ejemplo de a qué me estoy refiriendo, puede encontrar en Lamo et al. (1994, p. 537) En resumen, la mayor parte de las propuestas realizadas por las SCC pueden ser refutadas atendiendo a los desarrollos de la filosofía de la ciencia o incluso en base a los planteamientos de sus predecesores. Cabe recordar la elocuente crítica de Merton al «adentrismo» o la consideración etnocéntrica de que la adscripción a ciertas categorías afectan a los productos del conocimiento (1985a, pp. 156-201), tesis inherente a la epistemología relativista y que implicaría en la práctica la existencia de tantos tipos de ciencia y disciplinas como estratos y grupos sociales existentes (Bunge, 2015a, p. 87) 3. Aportaciones de Bunge a las Ciencias Sociales En 1993, Mario Bunge cargó contra la deriva irracionalista de las SCC (2015a), defendiendo una refundación de la disciplina –a la que también se sumó Kitcher (2000)– en base a criterios científicos. Las aportaciones de este autor a la Sociología de la Ciencia surgen de su concepción particular del quehacer científico y las Ciencias Sociales: de ahí que estas no se circunscriban sólo a la primera, sino que son extensibles también a las segundas. Las ciencias fácticas –esto es, las que se refieren a objetos materiales (Bunge, 2013)– comparten un núcleo común: la lógica, la matemática y ciertas hipótesis filosofías acerca de la naturaleza del mundo y del estudio científico (Bunge, 1999, p. 10, 2015b, p. 238; Lamo de Espinosa et al., 1994, p. 585)

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Ésta es posiblemente la mejor traducción que puede realizarse del concepto original, «disciplinary imperialism»

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Sin embargo, tradicionalmente se ha tendido a diferenciar a las Ciencias Naturales y las Ciencias Sociales, siendo muchos los autores que han defendido para estas últimas un estatus distintivo y contrapuesto a las primeras. Pensamiento cuya influencia puede verse lo largo de la historia de la Sociología, y que ha dado lugar a perspectivas distintas sobre lo que consideramos realidad social y sobre cuál ha de ser la labor del sociólogo. Con respecto a esta cuestión, Bunge defiende la naturaleza “artefáctica” del ser humano, en tanto que este se encuentra imbuido, además de en el sistema biológico, en sistemas no naturales o “construidos”. De esta forma, defiende lo que ha denominado esquema BEPC de la sociedad (Figura 1). De sus subsistemas, sólo el Biológico sería natural, y aun así estaría «fuertemente influenciado» por los otros «tres subsistemas artificiales» (Bunge, 1999, p. 19) Figura 1. Esquema BEPC de la sociedad

Biología

Cultura

Economía

Organización Política

Fuente: elaboración propia a partir de Bunge (1999)

De su esquema se deduce que existe una continuidad a nivel ontológico entre la naturaleza y la sociedad, lo cual no implica que la segunda sea reducible a la primera, dado que tanto la economía, como la organización política y la cultura son constructos artificiales que no existirían sin el ser humano. Una concepción presente en la obra de John Searle (2012), donde –señala Venables (2013) – se asume la existencia de un continuum entre lo natural y lo social. La mejor estrategia de investigación del ser humano precisa pues de un enfoque multidisciplinar y transdisciplinar (Bunge, 1999, p. 96), debiéndose evitar, en todo caso, la tendencia al «imperialismo» (Bunge, 1999, p. 109; Sayer, 2003; Wilkinson, 1968) y la pretensión de subordinar unas disciplinas a otras. No obstante, esto último no implica que no pueda realizarse una clasificación u ordenación de las mismas. Así, las disciplinas

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pueden ordenarse en base a relaciones de precedencia lógica, gnoseológica y ontológica. Podemos considerar que la disciplina A precede lógicamente a la disciplina B cuando A contiene alguna de las proposiciones que implican a B; que B precede gnoseológicamente a A cuando los conocimientos de esta última son necesarios para los de B; o que A precede ontológicamente a B porque ésta se refiere a objetos compuestos por los individuos estudiados por A (Bunge, 2015b, pp. 234-237) De lo expuesto se deriva que las distintas disciplinas pueden recurrir a otras que les precedan sin quedar reducidas a estas. De ahí que las Ciencias Sociales tengan sus raíces en las Ciencias Naturales sin estar incluidas en ellas (Bunge, 1999, p. 34) Las segundas sobrepasan a las primeras porque estudian sistemas supra-biológicos, pero no pueden pasar por alto la biología sin tornarse irrealistas (Bunge, 1999, p. 22) Además, la existencia de ciencias biosociales (demografía, psicología social, antropología, etc.) refuta la división ya reseñada (Bunge, 1999, 2013) No obstante, esto no implica defender –como hacía el positivismo– que deban de ser equivalentes en su metodología. Ambas comparten un método (el científico), pero deben contar con técnicas de análisis que se adecuen a sus objetos de estudio y que cumplan las «exigencias esenciales del método científico en lo que respecta a las preguntas y a la pruebas» (Bunge, 2013, p. 71). En base a lo expuesto, Bunge considera a la Antropología como precedente al resto de las Ciencias Sociales, ya que ésta abarcaría el estudio del hombre desde los cuatro subsistemas (BEPC): la Sociología no sería más que una especialización de ésta enfocada al estudio de los sistemas sociales. Así, la Sociología sería el estudio científico sincrónico de la sociedad, siendo su objeto el sistema social; sus diversos subsistemas; su estructura y cambios (Bunge, 1999, p. 78) A fin de evitar malinterpretaciones, cabe aquí clarificar el concepto de «sistema», el cual sería: Un objeto complejo cuyas partes o componentes se mantienen unidos por medio de vínculos de algún tipo. Estos vínculos son lógicos en el caso de los sistemas conceptuales (…) y materiales en el caso de los sistemas concretos (…) La colección de todas estas relaciones entre los constituyentes de un sistema es su estructura (u organización o arquitectura) (Bunge, 2007, pp. 183-184) Resaltemos la diferencia entre estructura y sistema: la estructura vincula a las entidades del sistema. De esta forma, el sociólogo debería de estudiar las «totalidades sociales en

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términos de acciones individuales» y al mismo tiempo «dar cuenta de estas en términos de estructura social» (Bunge, 1999, p. 79) Aquí subyace la asunción, ya señalada, de la sociedad como artefáctica, sobre cuya “construcción” da cuenta Searle (2012). Para dicho fin, Bunge aboga por el enfoque sistémico como estrategia a la hora de analizar lo social, el cual implica la superación del dualismo individualismo metodológico/holismo sociológico (Figura 2). Figura 2. Relación de los niveles macro y micro en los tres enfoques INDIVIDUALISMO MET.

HOLISMO SOCIOLÓG.

SISTEMISMO

Macro

Macro

Macro

Micro

Micro

Micro

(a)

(b)

(c)

(a) enfoque de abajo a arriba (b) enfoque de arriba abajo (c) enfoque sistémico: de abajo a arriba y de arriba a abajo. Elaborado a partir de Bunge (1999:91; 2015:67)

De esta forma, el sistemista analizaría la manera en las acciones individuales afectan a la estructura del sistema social, así como «la manera en que las mismas son a su vez condicionadas (…) por la estructura social» (Bunge, 1999, 2015a, p. 68) Sobre su posible confusión con el holismo, Bunge señala que el sistemismo «invita a analizar las totalidades en términos de sus constituyentes» (Bunge, 2007, p. 187), realizando un análisis de lo micro a lo macro y viceversa. Cabe resaltar también el materialismo inherente a las tesis de Bunge, en cuyo primer postulado se establece que «todo objeto es o bien material o bien conceptual y ninguno es ambas cosas» y en el segundo que «todos los constituyentes del mundo (…) son materiales» (Bunge, 2007, p. 54). Además, a fin de poder dar cabida a los sistemas, hay que sumarle la tesis del emergentismo: esto es, la consideración de que los sistemas presentan propiedades que con se encuentran en sus constituyentes (Bunge, 2007, p. 395; Hedström, 2010, p. 219) El materialismo, además, constituye uno de los pilares básicos del realismo filosófico integral, una variedad del realismo científico formulada por Bunge que abarca todas las ramas de la filosofía y que constituye un sistema conceptual interrelacionado formado por siete tesis realistas (Figura 3)

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Figura 3. Formulación abreviada de las tesis del Realismo Filosófico Integral

Realismo ontológico Realismo gnoseológico Realismo semántico Realismo metodológico Realismo axiológico Realismo ético Realismo práctico

El mundo externo existe por sí mismo El mundo externo puede ser conocido Referencia externa y verdad fáctica Contrastación con la realidad y cientificismo Valores objetivos tanto como subjetivos Hechos morales y verdades morales Eficiencia y responsabilidad

Fuente: Bunge (2007:343)

Cabe resaltar aquí dos cuestiones: en su realismo metodológico, el cientifismo sería –en contraposición a lo que normalmente se ha entendido– la tesis de que el método científico constituye la mejor estrategia de investigación (Bunge, 2007, p. 361). Y en su realismo gnoseológico, en encontraría un justificacionismo (Ferrater Mora, 2009b, pp. 1984-1985) relativo o condicional, al cual Mahner y Bunge denominan principio falibilista o la consideración de todo conocimiento como imperfecto (1997, p. 119), al cual habría que sumarle el principo meliorista o la consideración de que todo conocimiento es perfectible (1997, p. 119) De esta forma, el escepticismo inherente al falibilismo se encuentra moderado por el meliorismo (Bunge, 2007, pp. 349-350), formando estos dos principios parte de su realismo integral. En síntesis, la triada del realismo integral, el materialismo y el cientificismo forman lo que Bunge ha denominado hilorrealismo científico (Bunge, 2007, pp. 380-383), propuesta filosófica con la que este pretende mejorar las hipótesis filosóficas subyacentes –y que preceden– a cualquier estudio científico. De ahí la importancia de que estas deban ayudar al avance de la ciencia; no a su obstaculización. 4. Implicaciones de las tesis de Bunge para la Sociología de la Ciencia El hecho de que las principales teorías sociológicas se encuentran influenciadas por una o más tradiciones filosóficas no debe suponer una sorpresa para nadie. La filosofía puede ser «reprimida pero no suprimida» (Bunge, 1999, p. 8) Se ha visto, por ejemplo, como las SCC parten de suposiciones sobre la realidad derivadas de corrientes filosóficas irracionalistas y anticientíficas (cuyos estudios parecen más interesados en demonizar el quehacer científico que en estudiarlo) Una de las problemáticas de las grandes teorías sociológicas –tal y como han señalado Lamo et al. (1994, p. 586) y Merton (1985a, 1987)– es su imposibilidad de ser

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corroboradas. Bien porque estas pueden ser «flexibilizadas» para adaptarse a cualquier configuración de los hechos (Merton, 1985a, p. 75), o bien porque su derivación de sistemas filosóficos lo impide. En efecto, no es posible corroborar una filosofía, pero si es susceptible de ser evaluada atendiendo a sus «frutos», o dicho de otra forma, a través del criterio pragmático de la fertilidad: una filosofía será “fértil” cuando ayude a avanzar el conocimiento, y será “estéril” cuando lo obstaculice (Bunge, 2015b) Queja ésta última que lanzaba Merton contra los «esquemas conceptuales» totalizantes (Merton, 1987, p. 63) Muchos consideran que la Sociología es una ciencia “multiparadigmática”, cuyo pluralismo es inherente a la propia disciplina. Pluralismo análogo a las divisiones entre las escuelas filosóficas; pero no al verdadero pluralismo de las ciencias. Algo que para Lamo et al. no debería de implicar el no poder contar con un bagaje teórico y metodológico mínimo (1994, p. 593) La sociología científica ha de ser teórica y empírica a la par, evitando tanto los sistemas teóricos a prueba de corroboraciones como el particularismo derivado del análisis descriptivo de datos. Sin duda la propuesta de Merton de las teorías de alcance intermedio puede seguir teniendo hoy vigencia (1987) Además, la investigación social de estar guiada por presupuestos filosóficos científicos; no por presupuestos irracionalistas, obsoletos, ideologizados. No debemos ser una teología secular enfocada al estudio de los textos y los autores “sagrados” Los valores y las ideas siempre jugarán un papel clave en el quehacer sociológico: pero no medimos una ciencia por las motivaciones de sus estudiosos, sino por sus productos (Bunge, 1999, 2007, 2015a) Como señalaba Lamo et al., quizás la depuración de conceptos sociológicos, la formalización de nuestro lenguaje y técnicas, y la ayuda de los modelos matemáticos (1994, p. 593) puedan servir de base a este fin: el de la mejora de la teoría social. En síntesis, mientras en el seno de nuestra disciplina convivan teorías que asuman perspectivas ontológicas y gnoseológicas derivadas de filosofías irracionalistas y anticientíficas; mientras sigamos partiendo de premisas y axiomas teóricos que no han sido contrastados con la realidad; mientras, en definitiva, sigamos postergando el estudio y la resolución de estas problemáticas concernientes al núcleo, a los cimientos, de la Sociología, estaremos obstaculizando su avance.

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Éste es uno de los peligros de seguir apuntalando –y fusionando– viejas grandes teorías. Quizás se deba aplicar el criterio de fertilidad propuesto por Bunge e iniciar una evaluación de las mismas a la luz de las evidencias acumuladas por el resto de las ciencias, pudiendo ser discriminadas o seguidas en base a su adecuación con una filosofía científica y con el método científico. Superar el dualismo individualismo/holismo. Diluir el «imperialismo sociológico». Disminuir el papel de nuestros valores en la evaluación de teorías. Estos son los puntos de partida del programa de la sociología científica. 5. Conclusiones A lo largo del presente texto se ha puesto de manifiesto, analizando la evolución de la Sociología de la Ciencia, su deriva hacia posturas anticientíficas y estériles en cuanto al análisis de la ciencia, encontrando pues los estudios de Merton no sólo la época de mayor esplendor y fertilidad de esta disciplina, sino también un buen punto de partida a través del cual reconstituirla. Así, la asunción de la diferenciación de Reichenbach y los análisis sistémicos realizados por Merton le sitúan muy cerca del enfoque de Bunge. También se ha expuesto la propuesta del realismo integral de Bunge, el cual refuta las tesis y bases ontológicas y gnoseológicas de las SCC, constituyendo así su filosofía científica una buena base sobre la que avanzar en la investigación social y sobre la cual generar programas de investigación en la Sociología de la Ciencia. Además, se ha mostrado en el texto, implícitamente, una preocupación por el propio estatuto de la Sociología, en cuyo seno conviven presupuestos filosóficos (que apuntalan a las principales teorías sociológicas) contrapuestos, ideologizados o estériles. De ahí la imperiosa necesidad de realizar una profunda revisión de su corpus teórico. Por ello, la Sociología de la Ciencia debería servir también a este propósito, a través de la génesis de programas de investigación enfocados a resolver estas problemáticas internas de la Sociología. Aquí he presentado un breve esbozo –en base a la filosofía científica de Bunge– de un posible programa a seguir para dicho efecto. De nuevo, por algo se ha de empezar. 6. Bibliografía Bunge, M. (1999). Las Ciencias Sociales en discusión. Una perspectiva filosófica. Editorial Sudamericana. Bunge, M. (2007). A la caza de la realidad. La controversia sobre el realismo. Barcelona:

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Editorial Gedisa. Bunge, M. (2013). La ciencia, su método y su filosofía. Pamplona: Editorial Laetoli. Bunge, M. (2015a). Crítica de la nueva sociología de la ciencia. Pamplona: Editorial Laetoli. Bunge, M. (2015b). Evaluando filosofías. Una protesta, una propuesta y respuestas a cuestiones filosóficas descuidadas. Barcelona: Editorial Gedisa. Comte, A. (1875). System of Positive Polity. Second volume. London: Longmans, Green, And Co. Fernández Zubieta, A. (2009). El constructivismo social en la ciencia y la tecnología: las consecuencias no previstas de la ambivalencia epistemológica. Arbor. Ciencia, Pensamiento

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CLXXXV(738),

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http://doi.org/10.3989/arbor.2009.738n1046 Ferrater Mora, J. (2009a). Diccionario de filosofía. Tomo I. Barcelona: Ariel. Ferrater Mora, J. (2009b). Diccionario de filosofía. Tomo II. Barcelona: Ariel. Hedström, P. (2010). La explicación del cambio social: un enfoque analítico. En A. Noguera (Ed.), Teoría sociológica analítica (pp. 211- 235). Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Kitcher, P. (2000). Reviving the Sociology of Science. Philosophy of Science, 67, S33S44.

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