APUNTES PARA EL DEBATE Eje temático 4: Las mujeres transformamos los espacios de la ciudad para la vida cotidiana

APUNTES PARA EL DEBATE Eje temático 4: Las mujeres transformamos los espacios de la ciudad para la vida cotidiana Autora: Zaida Muxí Martínez, doctora

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APUNTES PARA EL DEBATE Eje temático 4: Las mujeres transformamos los espacios de la ciudad para la vida cotidiana Autora: Zaida Muxí Martínez, doctora arquitecta Con la colaboración de Roser Casanovas, arquitecta

1. INTRODUCCIÓN: URBANISMO CON PERSPECTIVA DE GÉNERO En los últimos años, en nuestro entorno, se ha ido divulgando el concepto de urbanismo y género. Aunque desde la práctica y la actuación técnica y política en el territorio todavía no está nada claro, desde los colectivos de mujeres hace tiempo que se sabe qué quiere decir y qué implicaciones puede tener la perspectiva de género en el proyecto urbano y territorial. Se trata de un concepto transversal asumido y estudiado desde los ámbitos de las ciencias sociales, aunque desde el ámbito urbanístico arquitectónico o de la ingeniería todavía es un campo poco conocido. La enseñanza de las carreras técnicas, con una mentalidad de la modernidad desarrollista, considera al individuo un neutro universal. Es en este punto en el que la visión de género en el urbanismo quiere hacer una especial incidencia: ciudadanos y ciudadanas no somos lo mismo; la primera diferencia se da entre hombres y mujeres, especialmente por los roles asignados culturalmente. Sin embargo, aparte de esa división, que conlleva desigualdades que afectan a toda la sociedad, existen también diferentes clases, edades, orígenes culturales, religiosos, sociales, etc., que deben ser considerados en el planeamiento urbanístico para acercarnos lo máximo posible a un espacio urbano que permita una verdadera igualdad y que todos puedan partir de oportunidades reales para escoger y llevar diferentes elecciones de vida. Para la mayor parte de la historia de la planificación urbana, las diferencias de género han sido invisibles. Siendo fieles a sus raíces de la tradición moderna, los planificadores han buscado un acercamiento universal que no distingue entre los diferentes grupos de pertinencia de las personas. […] Históricamente, el trabajo de los planificadores y gestores políticos ha tenido un tono universal, cuando en realidad muchos de estos trabajos han asumido un sujeto masculino. La utilización del género como categoría de análisis nos permite desmontar los supuestos que han marcado la teoría y la práctica. Como resultado, podemos cuestionar y modificar estos supuestos y alterar la manera en que teoría, decisiones y políticas se hacen para alcanzar y considerar un amplio rango de conocimiento. Hacer esto

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requiere formular diferentes grupos de preguntas ampliando el rango de métodos que utilizamos y reevaluando el tipo de información que incluimos en los análisis.1 Nos encontramos con que las formas más habituales de abordar las cuestiones urbanas parten de valoraciones cuantitativas, teóricamente objetivas, para determinar las necesidades, y pretenden resolverlas con patrones universales, proyectando una ciudad homogénea, ideal, que responde a un modelo que se quiere abstracto y que, sin embargo, únicamente responde a la idealización de las experiencias y los pareceres masculinos o masculinizados. Esta posición deja de lado la diversidad de la población, no se hacen valoraciones cuantitativas específicas ni segregadas, a la vez que no son consideradas las percepciones cualitativas que derivan de las diferentes experiencias de quienes habitamos las ciudades. Y éste es el principal problema para hacer evidente una valoración con perspectiva de género que sea capaz de incidir en una disciplina como la del urbanismo de raíces tradicionales, patriarcales y jerárquicas. Esta visión se hace evidente en el menosprecio que se tiene al considerar las esferas reproductivas, de la atención a los demás, del día a día, como datos fundamentales para una arquitectura y un urbanismo hecho tanto para mujeres como para hombres. La educación machista dentro de una sociedad patriarcal hace invisibles otras necesidades y otras personas. La sociedad occidental sobrevalora todo lo que pertenece al mundo productivo, o sea, todo lo que tenga un cambio inmediato monetario, teóricamente racional y mesurable y que, por lo tanto, se supone que es una verdad neutra. Sin embargo, esto no es nada más que una simplificación de la vida, que ha desembocado históricamente en la infravaloración de las actividades del mundo reproductivo, ligadas al género femenino, y que tradicionalmente se han atorgado al sexo femenino. Por ello, para conocer la diversidad de experiencias es necesario favorecer los procesos participativos protagonizados por mujeres, para la toma de decisiones y para el diseño, tanto desde la escala macro, para el espacio urbano, como desde la escala micro, para la vivienda. El argumento central de la crítica feminista al urbanismo es que las personas profesionales del urbanismo tienen un marco conceptual basado en los valores de la Ilustración y en una visión masculina del mundo. Para algunas autoras no importa tanto si quienes diseñan la planificación urbana son hombres o mujeres, puesto que la mayoría comparten un marco conceptual similar, adquirido en su educación y a través de la cultura de las organizaciones

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. Fainstein, Susan S.; Servon, Lisa J. (ed.) (2005). Gender and Planning: A Reader. Nueva Brunsvic/Nueva Jersey/Londres: Rutgers University Press.

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urbanísticas. Sin embargo, las mujeres no profesionales «hablan con una voz diferente» a la de los hombres debido a sus socializaciones diferenciales y experiencias vitales…2 Un urbanismo con visión de género significa incorporar la cotidianidad a las necesidades programáticas del proyecto urbano. No son suficientes las especificaciones métricas de equipamientos y servicios recomendados en los planes generales; se trata de realizar análisis, estudios y reflexiones dirigidos a situaciones y momentos concretos de un sitio que nos den las pautas de lo que es necesario. Desgraciadamente, la gestión de las ciudades se realiza en cajones estancos y, para construir una verdadera ciudad sin discriminaciones de género, es necesario que existan proyectos urbanos transversales donde se tengan en cuenta las necesidades y las voces de diferentes colectivos y momentos vitales, que sean tratados conjuntamente y simultáneamente desde los diferentes ámbitos de decisión política y técnica. Para conocer y reconocer la diversidad de quienes habitan los territorios son imprescindibles verdaderos procesos de participación ciudadana que nos involucren desde los inicios de cualquier tipo de proceso. Es necesario convertir los procesos de participación en espacios en igualdad de oportunidades, y para que esto suceda se precisan espacios y estrategias para que participen las mujeres; es decir que es necesario generar la correspondiente red de actividades y de apoyos para que las mujeres puedan expresar su opinión. Se trata de hacer un cambio de valoraciones ampliando los registros. Una herramienta imprescindible para valorar y cuantificar las necesidades diferenciadamente son las estadísticas segregadas fundamentalmente por sexos, sin tampoco olvidar la edad, las condiciones económicas y sociales, entre otras, que nos permitirán construir indicadores de impacto de género de las políticas públicas y establecer las relaciones correspondientes con las transformaciones físicas de los barrios. Construir indicadores de género de una ciudad debe permitirnos conocer, desglosadamente, el impacto que el espacio urbano construido tiene en mujeres y hombres; se trata de reflejar en qué situación de prestigio, trabajo, remuneración y acceso se hallan mujeres y hombres de un mismo nivel económico, social y educativo. En caso de existir diferencias, los indicadores de impacto de género deben ayudarnos a descubrir si se deben a verdaderas opciones y elecciones —lo que presupone la existencia de una red de proximidad compleja, con equipamientos para desarrollar las vidas privadas y colectivas en igualdad de condiciones—, o si, por el contrario, la ciudad, el barrio, ha sido proyectado enfocándolo principalmente en el ámbito de la producción, sin tener en cuenta las

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. Sánchez de Madariaga, Inés, et al. (2004). Ciudades para las personas. Género y urbanismo: estado de la cuestión. 84. Ministerio del Trabajo y Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer: Madrid.

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necesidades cotidianas de proximidad, variedad de espacios y equipamientos y horarios, dificultando de este modo la conciliación del tiempo propio, el de atención y el de la producción en el caso de las mujeres, que se encuentran que deben abandonar alguno de estos ámbitos para poder dedicarse a otro. A pesar de ser evidente, es preciso exponer que, por lo general, los hombres no padecen la necesidad de abandonar ningún ámbito. Por lo tanto, ¿puede existir una verdadera capacidad para hacer compatible la maternidad con el desarrollo profesional, si la capacidad reproductiva natural condiciona la elección, si la sociedad no se hace corresponsable de las labores de la reproducción? Hacer visibles las necesidades que derivan de la reproducción y ofrecer medios y espacios adecuados para desarrollarlas es un paso para la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres. Las ciudades, sus políticas y sus espacios deben contribuir a resolver las desigualdades de oportunidades para que mujeres y hombres puedan decidir qué proporción de su tiempo dedican a cada mundo. Es por ello que la maternidad, como capacidad biológica, no debe forzar a las mujeres a una elección excluyente. Esta elección excluyente no es la más indicada para una sociedad que desea alcanzar la igualdad de oportunidades para mujeres y hombres. La construcción de indicadores de género nos sirve para plantear preguntas, visualizar las necesidades y comprobar en qué medida los proyectos urbanos, los nuevos equipamientos y los servicios, las viviendas y el transporte público colaboran en la disminución de las desigualdades entre mujeres y hombres. Los indicadores de género nos permiten medir la calidad de los programas y proyectos, analizándolos exhaustivamente según las deficiencias que se hayan detectado en la fase inicial de los trabajos de participación y comprobando en qué medida los proyectos han colaborado o no en su superación. Por lo tanto, mediante procesos participativos, cada vez más inclusivos y extensos a su alcance, debe transformarse la experiencia de las mujeres en conocimiento imprescindible para el proyecto urbano. No se trata de una nueva «neutralidad», sino de añadir una capa de lectura, análisis y actuación que incorpore una visión cercana y cotidiana con la misma valoración. Urbanismo y arquitectura estudian las relaciones entre las estructuras de la sociedad y su organización en el territorio o en el espacio, con el fin de realizar proyectos de desarrollo y de transformación del medio o del entorno. Por ello deben considerarse, por un lado, las estructuras físicas y, por otro lado, las personas que las ocupan y que las habitan cada día… Desde el feminismo se ha constatado que en estas disciplinas se excluyen a las mujeres como personas que habitan los espacios y como creadores de intervenciones urbanísticas y arquitectónicas… En definitiva, la planificación urbanística 4

desde la perspectiva de género intenta valorar la experiencia femenina de la vida y situar a las personas, en toda su diversidad, en el centro de las acciones políticas y estratégicas de transformación del entorno y del territorio. 3 Cabe destacar la importancia que tiene para la perspectiva de género en la práctica del urbanismo su incorporación a las leyes de urbanismo. Éste ha sido el caso de la Ley para la mejora de barrios y pueblos de Cataluña que necesitan una especial atención, conocida como «Leyes de barrios», que establece el género como parámetro urbanístico, y el refundido de la Ley de urbanismo, que introduce la redacción de una Memoria Social que debe demostrar la influencia que el proyecto propuesto tendrá en la vida de los habitantes del ámbito, especialmente en la de las mujeres. Ello implica e implicará la introducción de la perspectiva de género y la experiencia de las mujeres como saber urbano. Ahora mismo, los cambios que provocan estas leyes, especialmente la transversalidad de género en la gestión y los proyectos de la ciudad, se han hecho más evidentes en ciudades más pequeñas que Barcelona. En estas II Jornadas de las Mujeres de Barcelona debemos transmitir la participación activa de las mujeres en los procesos urbanísticos, tanto en los momentos de decisión como en los del proyecto, y en los de control de lo que se hará y se hace, y participar también en la evaluación de su utilización (post-occupancy). Uno de los objetivos claros que me gustaría que estas jornadas transmitieran es la necesidad de valorizar y hacer visible el conocimiento diverso que tenemos las mujeres de nuestro entorno cotidiano; es decir, la experiencia de las mujeres como fuente de conocimiento para pensar y hacer la ciudad. 2. DIEZ AÑOS DESPUÉS DEL I CONGRESO DE 1999 Nos queda mucho por hacer, ya que la ciudad está pensada desde este supuesto punto de vista neutro y universal, que corresponde a una experiencia principalmente masculina que lo tiene todo resuelto. Este hecho queda evidenciado en muchas de las reivindicaciones históricas de las mujeres de movimientos vecinales respecto de la ciudad, ya que las reivindicaciones continúan siendo las mismas. De lo que se pedía en las primeras jornadas, algunas cuestiones se han ido respondiendo, pero hay otras que las mujeres hemos ido reclamando desde el nacimiento de las entidades vecinales y de las primeras agrupaciones de mujeres que todavía hoy tienen que seguir siendo reclamadas, ya que no han sido incorporadas al proyecto urbano.

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. Bofill, Anna. (2005). Planejament urbanístic, espais urbans i espais interiors des de la perspectiva de les dones.

Barcelona: Quaderns de l’Institut, Generalitat de Catalunya, Institut Català de les Dones.

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No deja de ser preocupante que transcurridos diez años desde el I Congreso de Mujeres de Barcelona, y casi treinta de la constitución de la primera agrupación de mujeres dentro de las asociaciones de vecinos, las reclamaciones de las mujeres en la necesaria corresponsabilidad social de las labores de atención sean casi las mismas: más equipamientos de apoyo, transporte de calidad, seguridad… En este sentido, la vivienda ha sido y continúa siendo una cuestión pendiente tanto en lo referente a la capacidad de acceder a ella como al tipo de viviendas existentes. Se ha dado un importante paso adelante con la creación de la figura de vivienda equipamiento, pero todavía es necesaria una profunda reflexión para determinar cómo deben ser las viviendas que necesitamos. Esta evolución precisa de una gran capacidad imaginativa y de gestión por parte de la administración para proporcionar la máxima variedad de opciones que respondan a la diversidad de situaciones existentes. Y, como en tantas áreas, hace falta trabajar con las mujeres y conocer sus experiencias y necesidades en lo referente a las viviendas para no presuponer la vivienda como un concepto abstracto y para un habitante neutro y homogéneo. 3. HACIA LA CORRESPONSABILIDAD SOCIAL EN LAS LABORES DE LA REPRODUCCIÓN La corresponsabilidad social es el verdadero desafío al que nos enfrentamos como sociedad: construir ciudades para la igualdad de oportunidades significa valorar de la misma forma las necesidades del mundo productivo y las del mundo reproductivo y, por lo tanto, significa facilitar que los espacios, y los horarios ayuden a hacer compatibles la vida personal, familiar y laboral de las personas. Por ello, es necesario repensar la ciudad y sus componentes desde la perspectiva de género, especialmente los planes de equipamientos para los barrios. Cada barrio debe estar dotado en función de los perfiles de sus habitantes. Hay que tener en cuenta la composición diversa de la sociedad actual y buscar la máxima participación de los diferentes colectivos para determinar las necesidades de la vida cotidiana. A continuación se exponen algunos elementos de la ciudad que es preciso revisar y repensar desde la experiencia de las mujeres, separados por diferentes variables de análisis interrelacionadas. 3.1. Espacio público El espacio público pensado para la igualdad de género favorece la autonomía y la socialización de las personas, ya que ha sido pensado priorizando su diseño y trazando las necesidades de mujeres y hombres. Para conseguirlo resultan imprescindibles: aceras amplias y activas que favorezcan la realización de diferentes actividades, en las que estén diferenciados los materiales, colores y texturas en los cambios de nivel; alcorques al nivel de la acera; barandillas y rampas en las zonas con 6

pendiente; pasos de peatones bien diferenciados y con semáforos que tengan en cuenta los tiempos lentos; bancos con sombras que generen zonas de descanso durante los recorridos urbanos y en las áreas de descanso; deben generarse espacios intermedios de relación entre los interiores y los exteriores; con la señalización se debe facilitar la orientación, identificación y apropiación. El reconocimiento de la importancia de las mujeres en la sociedad debe ser visible en el espacio público, y uno de los mecanismos más inmediatos para conseguirlo es dar un nombre de mujer al nomenclátor de estos espacios públicos. La percepción de seguridad está vinculada a la capacidad de las mujeres para apropiarse del espacio y adquirir autonomía. Entre los factores espaciales que colaboran en la percepción de seguridad existe la visibilidad, la claridad y tener alternativas de recorridos, la variedad de usos y actividades, y la presencia de gente diversa. Y para favorecer el sentimiento de pertinencia y seguridad en los espacios públicos hay que prestar una atención especial a la iluminación de las áreas para peatones, así como evitar los muros y las escaleras que generen rincones de difícil accesibilidad que permanecen escondidos. El espacio público debe garantizar que se puedan llevar a cabo todas las actividades y los usos que esta sociedad necesita para desarrollarse en libertad. Por esta razón es tan importante la participación de todos los colectivos que forman parte de la sociedad para hacer visibles todas las necesidades y hacerlas compatibles entre sí. Y no sólo es la actividad que se desarrolla en el espacio público, sino también los tipos de límites que presenta. No es suficiente con que un espacio público esté muy bien diseñado, si no tiene un contenedor de actividad; es decir, que las plantas bajas tengan actividades visibles (comercios, pequeña industria, equipamientos abiertos al espacio público...) y que los accesos a las viviendas sean lo máximo de transparentes. Garantizar esta actividad en el espacio público es propiciar que sea un espacio de relación y socialización para las personas. Y, como consecuencia, al tratarse de un espacio que conoces y donde te conocen, o te ven, es un espacio seguro. El espacio público que prioriza la proximidad para poder desarrollar correctamente la vida cotidiana ante la dispersión sitúa al peatón en un primer plano. La tradición urbana está basada en la zonificación de las actividades de la ciudad y prioriza los principales flujos de movimientos derivados del mundo productivo, pasando a diseñar la ciudad a la medida del coche. Cuando las prioridades cambian en favor de los transeúntes, la ciudad se humaniza más porque se diseña a través de una escala más pequeña. 3.2. Equipamientos

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La oferta de equipamientos se ve necesariamente ampliada cuando la sociedad en que se inscribe reconoce, asume y valora las labores de las mujeres derivadas de las divisiones de los roles de género. A pesar de que en un principio se parte de las estadísticas y previsiones de crecimiento en que están basados los planes urbanísticos vigentes, los equipamientos y servicios, como norma irrenunciable, deberían construirse con anterioridad a los proyectos de viviendas para garantizar un correcto funcionamiento urbano, sobre todo de la vida cotidiana, cuando la nueva población pase a vivir a una nueva área. En función de la población se pondrá más énfasis en la creación de diferentes tipos de equipamientos y se crearán equipamientos todavía inexistentes o no reconocidos como tales, que colaboran en la igualdad de oportunidades para las mujeres y los hombres para situarse en la esfera productiva y reproductiva. La propuesta de infraestructuras para la vida cotidiana debe cambiar según las necesidades variables de la población en un mismo momento y en el transcurso del tiempo. La idea de las infraestructuras para la vida cotidiana surge de la búsqueda de las mujeres escandinavas para hacer compatible su vida individual en un entorno cada vez más complejo; se trata de unos equipamientos pensados para formar una red de servicios de apoyo a las personas.4 El espacio de los equipamientos necesita entretejer el espacio público de la ciudad con la máxima permeabilidad, flexibilizando su utilización para maximizar el uso de los espacios. Su distribución en el territorio en relación con los usos y las redes de movilidad garantiza la calidad de vida, porque lo convierte en estrategias para fomentar redes sociales, generar intercambios de servicios y posibilitar diferentes tiempos de uso acercando su funcionamiento a la complejidad de la vida cotidiana. Por ello, deberían revisarse los equipamientos de barrio según las necesidades concretas de sus habitantes. Los equipamientos de barrio deben facilitar el desarrollo de las labores reproductivas y los espacios de corresponsabilidad «reproductiva». Teniendo en cuenta los datos demográficos actuales y su previsión, debemos prestar una atención especial a los equipamientos destinados a la tercera y cuarta edades. Dentro del concepto de equipamientos como facilitadores de la vida cotidiana, hay que incluir una red de comercios de proximidad variada. Los comercios desempeñan un papel fundamental como cohesionadores de los barrios, aparte de una fuente importante de trabajo para las mujeres que

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. Sánchez de Madariaga, I. et al. Op. cit.: «…deseosas de un entorno más propicio al desarrollo del individuo como persona compleja, con facetas múltiples que incluyen la vida profesional pero también la vida privada y el cuidado de otros. Es un concepto que proviene de la tradición de la geografía del tiempo y el espacio, y que: …se centra en cómo las mujeres llevan a cabo sus rutinas diarias y tiene como objetivo la creación de estructuras materiales y socioculturales de apoyo, las infraestructuras para la vida cotidiana. Ello demanda la necesidad de acción a múltiples niveles. En el nivel más simple, esta visión puede significar la integración de elementos actualmente separados en un todo temporal y espacial al nivel del barrio. Esto podría incluir guarderías de barrio o tareas compartidas en agrupaciones de edificios. El proceso de aprender a compartir algunos elementos de la vida cotidiana puede ser reforzado por una arquitectura adecuada que contenga espacios para la interacción (Gilroy y Booth 1999, p. 309).»

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habitan en ellos, ya que gracias a su proximidad facilitan la compatibilidad de los trabajos reproductivo y productivo. Los comercios de barrio son elementos que aportan seguridad a las usuarias y los usuarios de los espacios públicos del barrio gracias a la red de relaciones y vecindad que crean. Una red de comercios de diferentes tipos (superficies, usos...) ofrece la posibilidad de diferentes tipos de trabajo y propiedades, y permite que las mujeres puedan acceder a sus propias fuentes de ingresos. 3.3. Vivienda Los espacios representan los valores sociales que los crean. Por ello, las viviendas deben reconocer los trabajos de atención del hogar y de las personas ofreciendo un espacio donde desarrollarse. Los trabajos del hogar deben ser compartidos, no deben esconderse ni dejar que sean responsabilidad de una sola persona. En el espacio doméstico se dan como obvias e inamovibles algunas características esenciales, como la distribución en espacios estancos y casi monofuncionales. Por lo tanto, debemos plantearnos preguntas sobre sus características y realizar aportaciones desde la experiencia: ¿es necesario que las habitaciones sean de tamaños diferentes para subrayar la jerarquía familiar? ¿Existe un lugar en el que cada individuo puede desarrollar de forma autónoma sus capacidades personales? ¿Cómo pueden conciliarse las necesidades individuales y colectivas en espacios reducidos y con poca intimidad? La vivienda, en sus características básicas —los espacios y su ordenación e interrelación—, ha cambiado poco y continúa respondiendo a una división según los géneros. El espacio interior pertenece a la mujer como ama de casa,5 como cuidadora, y el espacio exterior pertenece a los dos. Las mujeres de entre 25 y 50 años que realizan trabajos productivos en Cataluña, según el censo de 1995, llegan al 65% de la población, frente al 95% de los hombres. Pero si observamos los grupos más jóvenes, de 20 a 24 años, la tasa de actividad es un poco más alta en las jóvenes, del 69,8%, frente al 69,2% de los jóvenes. Esta plena incorporación de las mujeres al mercado de trabajo no ha representado una incorporación inversa de los hombres a las responsabilidades de reproducción; las

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. Resulta sumamente significativo que en 1990 sólo 23 de cada 100 mujeres de la ciudad de Barcelona mayores de 18 y menores de 45 años se identificará como ama de casa (en la encuesta de la RMB de 1985 un 30% del mismo grupo se identificaba como ama de casa); así mismo, en 1994, en una ciudad de tradición industrial como Mataró, sólo un 15% de las madres de la ciudad con criaturas de 3 o menos años se autoidentificaba como ama de casa, mientras que un 50% lo hacía como madre trabajadora ocupada y un 34% como madre trabajadora en paro. «Relacions de gènere i dinàmiques familiars a Catalunya», de Cristina Brullet i Tenas, en Giner, Salvador (dr). La societat catalana. Generalitat de Catalunya. Institut d’Estadística de Catalunya, 1998.

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mujeres ocupan como media en Cataluña 21,3 horas semanales para realizar labores domésticas, frente a las 7,9 horas de los hombres.6 Cambiar la forma en que se ha concebido tradicionalmente la distribución del espacio del hogar no es tarea fácil, ya que se trata de conceptos que incorporamos en nuestra mente antes de ser conscientes de ello. Los hogares responden a mentalidades establecidas desde hace mucho tiempo. La vivienda debería favorecer tanto la vida comunitaria como la individualidad de cada componente del grupo. ¿Cómo debería hacerse? 3.4. Transporte y movilidad La oferta de medios de transporte y las características de los espacios de apoyo de la movilidad determinan las formas y las calidades de vida. Debe procurarse la máxima diversidad de opciones para la movilidad dentro de un entorno urbano y priorizar la proximidad a través de los recorridos de peatones y la variedad funcional del tejido urbano. La ciudad compacta y de usos mixtos da autonomía gracias a la proximidad de las actividades que deben realizarse cotidianamente y refuerza la capacidad de las personas para moverse libremente. Un mismo trayecto sirve para diferentes objetivos, es tiempo que se gana. En cambio, en la ciudad dispersa, la distancia entre las actividades provoca, aparte de la falta de eficacia del uso que se hace del territorio, totalmente insostenible, que el tiempo destinado a los desplazamientos, unifuncionales y muchas veces con transporte privado, sea exagerado. Las mujeres somos las que sufrimos en gran medida esta desigualdad de uso del tiempo que provoca el espacio físico sobre la vida de las personas. Los transportes públicos deben dar respuesta a la variedad de horarios del mundo reproductivo, que generan unos recorridos que no son lineales ni uniformes. Debemos plantear la movilidad respondiendo a la diversidad y a la seguridad en todos los aspectos, para facilitar la planificación de todas las actividades de la vida cotidiana y hacer posible el acceso a la ciudad en igualdad de oportunidades.

4. CONCLUSIONES Nos encontramos ante un momento de cambio en nuestra sociedad. Todos los valores existentes deben reconstruirse hacia un nuevo ciclo económico, social, cultural, demográfico, familiar... Es una buena oportunidad para que se escuche la voz de las mujeres. Tenemos que ser el agente de cambio 6

. Generalitat de Catalunya, Institut Català de les Dones. Catalunya dones, gencat dades, 2006. Tasa de actividades: mujeres 52,5%, hombres 72,2%.

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hacia una sociedad sin discriminaciones y con igualdad de oportunidades verdaderas entre mujeres y hombres. En síntesis, debemos construir ciudad desde la cotidianeidad, y esta cotidianeidad es todavía hoy en día mayoritariamente femenina. Barcelona, 28 de enero de 2009

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