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ARQUITECTURA: PENSAMIENTO Y CREACION Reportes de lectura
Gary Roblero Taller de diseño de espacios públicos
Fragmentos de: Arquitectura: Pensamiento y creación. De Fernando González Gortázar. Primera sesión: No sé quién dijo esta frase que parece un chiste, pero es sapientísima: “el amor es eterno mientras dura”. No se trata de una broma: aunque fuese transitorio, el tiempo que dura el amor es una eternidad: es la eternidad. Con la arquitectura debe suceder lo mismo. La arquitectura siempre está presente y nos da lecciones, buenas o malas. La arquitectura nos permite intentar nuevos mundos, mejores mundos… La arquitectura nos permite decir cómo queremos que sea nuestra vida, la personal y la colectiva, y luego dar los pasos para alcanzarla en alguna medida. No importa que la medida sea pequeña: habrá valido la pena. Sin duda, esa es la más honda causa para ser arquitecto. La gente verdaderamente inteligente está segura de muy pocas cosas, y la gente sabia de ninguna; y si en algún momento cree estar segura de algo, sabe de antemano que eso va a cambiar mañana, cuando tenga una respuesta mejor, y así sucesivamente. El arte es una forma distinta de conocimiento, y el amor lo es: hay cosas que solo sabemos cuándo estamos enamorados. Los grandes creadores han tenido el genio de sumar las contradicciones para crear maravillas. Soñar es sumamente difícil por dos razones: primera, el sueño debe valer la pena, tanto como para darle sentido a la vida; y segunda, porque el propósito debe ser cumplirlo, hacerlo realidad: ni sueño sin acción ni acción sin sueño. A nuestra arquitectura le faltan ilusiones y esperanzas, compromisos y metas, y causas y luchas y batallas: le faltan todos los pasos. Le falta soñar otros mundos, otras sociedades, ciudades, personas, amparados por la naturaleza, por la cultura y el humanismo, y le falta pelear para lograrlos. Yo creo que el concepto es básicamente la postura moral, la postura ética y cultural de un arquitecto frente a un problema que tiene por delante.
Fragmentos de: Arquitectura: Pensamiento y creación. De Fernando González Gortázar. Segunda sesión:
La arquitectura tiene muchos puntos que, en comparación con las demás artes, la fuerzan a un contacto más estrecho e ineludible con realidades objetivas. Una de ellas es algo tan obvio como la ley de la gravedad. Hay otro asunto en el que la creación arquitectónica está más ligada a la realidad que las demás artes: el programa, es decir, el hecho de que la arquitectura sea un oficio y una obra de servicio. El programa tiene dos grandes ramas, digamos: lo físico y lo humano. Lo geográfico-físico… es, en resumen, una larga lista de requerimientos funcionales, técnicos y económicos. Por otro lado, esta lo geográfico-humano mucho más extenso y complejo. Satisfacer los requerimientos del programa no es algo opcional: todo en él es obligatorio para cualquier arquitecto, ya sea que conciba una choza o una ciudad: es igual si hablamos de espacio arquitectónico o de espacio urbano. La historia en la narrativa es similar al programa en arquitectura: los edificios cuentan una anécdota: aquí se va a estudiar o a vivir, estás son las características del predio, estos los medios técnicos y económicos, etcétera: hasta allí no hay merito creativo. Luego bien el solo que se enciende, la iluminación, la emoción que se transmite, el tono en que se cuenta, la postura del creador frente a su problema: esa es la conceptualización. Un creador sí debe, en mi opinión, tener eso que algunos llaman “voluntad de estilo”. Todos tenemos un estilo, una personalidad, pero hay que ocuparse en afinarlos. Crear es dejar salir la intimidad, dejar que brote la irracionalidad. “La obra de arquitectura tiene un padre y una madre; el padre es el arquitecto creador, y la madre es la tierra, el sitio.” Díaz Morales Pienso que pocas cosas hay más productivas que el buen ocio.
Enajenar significa deshacerse de algo, es decir, un acto de desprendimiento, de dar a otro lo que tengo yo; en este sentido, la creación es un acto de enajenación. Enajenación también quiere decir locura: un enajenado es un demente. De verdad, el acto de creación parece un momento de locura, de estar en otra realidad, un desdoblamiento, algo no hecho por el autor sino justamente por otro, por las musas. Cuantos edificios se ven, ante los que uno dice: casi fueron buenos. Ese casi es posible que se relacione con que no se les dedico el tiempo ni se tuvo la paciencia suficiente. El saber encontrar el punto exacto del estado de ánimo, el momento óptimo para iniciar algo -para que este algo valga la pena, desde luego- es absolutamente crucial. La buena arquitectura genera buena arquitectura. Para eso hay que aprender a mirarla. En la arquitectura hay lugar para toda la imaginación del mundo, pero ni en mínimo para el capricho.
Fragmentos de: Arquitectura: Pensamiento y creación. De Fernando González Gortázar. Tercera sesión: El azar, la casualidad, el hallazgo fortuito e imprevisto, es otra mina de oro para la creación. Creo que esa idea de que un proyecto – que es una construcción mental, no lo olvidemos – puede resolverse en los planos hasta sus últimas minucias, y convertirse luego en una obra sin cambio alguno, es una tontería, una imposibilidad y un empobrecimiento. El aprovechar ciertas inspiraciones de último momento, sugerencias del sitio, cualidades de la mano de obra o errores afortunados, es algo que debemos luchar por no perder. Tener oficio es dominar las herramientas y los procedimientos de alguna actividad. En el caso de los arquitectos esas herramientas han sido, desde el neolítico, las técnicas constructivas, los materiales, las orientaciones astronómicas, la luz y los espacios, entre muchos otros. Uno está, quiera o no y por fortuna, influenciado por todo lo que ve, oye, toca, siente y sabe. Cualquier pureza en este campo, ese no dejarse tocar ni conmover por lo otro, es repugnante y suicida. El espacio es el mayor enigma de la arquitectura y el urbanismo. La luz es el espacio y la luz es la arquitectura. Los arquitectos deberíamos mirar (y comprender a cabalidad) con mayor frecuencia un globito terráqueo. La luz es la realidad. Todo lo que percibimos con los sentidos es real: tan sustantivo es un objeto sólido como la sombra que este proyecta: la sombra es una verdad maravillosa de la arquitectura. La realidad tangible de la arquitectura es siempre transitoria. La luz puede abrir o cerrar un espacio. Una cúpula es un espacio que refleja la luz, y desde luego enorme placer, de enorme refugio, es muy acogedor.
La luz es lo que hace que un espacio exista. Para vergüenza nuestra, no hemos sido los arquitectos los que hemos explorado la luz con mayor profundidad, sino, por lo menos en el siglo xx, los pintores. Las ventanas son como el acento de las palabras: los putos donde el espacio adquiere una especie de poderío. Las puertas es el lugar de transgresión o cambio. Las grandes ideas abren todo un universo, aunque no se hayan consumado. El espacio no es una suerte de espectador de actividades: es un actor influyentísimo y puede tener un papel determinante en el ánimo de la gente que está dentro de él. Da exactamente lo mismo si es un espectador interno o externo, es decir, de la arquitectura o del urbanismo: siempre nos estamos moviendo, y la obra debería estarse transfigurando conforme se desplaza nuestro punto de vista. El entender la arquitectura como movimiento es algo que tenemos que debemos aprender urgentemente. Solo cuando avanzamos y nos detenemos, giramos la vista, vemos hacia abajo y hacia arriba, sabemos: eso es inalcanzable a través de la fotografía.
Fragmentos de: Arquitectura: Pensamiento y creación. De Fernando González Gortázar. Cuarta sesión: Puesto que el movimiento (como las sombras y como los reflejos) es real, debe ser parte del proyecto: es una cosa que se piensa, se propone y se resuelve. Esas tres jerarquías: verdad, justicia y belleza, creo que son punto de coincidencia entre todos nosotros, y, además, un requisito para que exista una arquitectura valida. La arquitectura debe reflejar su época, pero esto no descalificara las técnicas y los materiales tradicionales, sino lo contrario: debe obligar a revalorarlo, y a reinterpretarlos desde nuestra sensibilidad de tiempos nuevos: ese es nuestro reto. La arquitectura debe decir la verdad sobre su autor, su tiempo, su sitio, sus orientaciones astronómicas… La arquitectura debe reflejar o expresar su función, es decir, tener carácter. En cualquier lugar y circunstancia, pero más en un país como México, nuestro reto es hacer gran arquitectura hasta con un tejaván. En la vivienda popular, en las casas llamadas “de interés social” es donde la justicia y el talento de los arquitectos tienen que florecer, donde con lo mínimo se tiene que dar lo óptimo.
Fragmentos de: Arquitectura: Pensamiento y creación. De Fernando González Gortázar. Quinta sesión: Hay construcciones en las que, quizás, lo único original son los clavos, o tal vez ni eso. Pero lo verdaderamente importante que queda del original es el concepto arquitectónico reflejado en la forma, es decir, el “diseño”: eso es realmente eterno. El arte… entre más de cerca se le mire mejor se le conoce, menos se le “comprende” y más inabarcable resulta. La naturaleza me gusta porque es bella, el arte es bello porque me gusta. El arte existe cuando alguien propone alguna cosa como are, y “otro alguien” lo acepta como tal; en ese momento el objeto se transfigura, se convierte en algo distintivo y nuevo. Entonces, ni cualquier persona es capaz de crear un nuevo orden que sea artístico, ni cualquier receptor de percibirlo. “La cultura no es lo que sabemos, sino lo que somos” -Guillermo TovarLa cultura es lo que permite que las sociedades evolucionen y sean siempre nuevas sin dejar de ser ellas mismas. La belleza es un valor de la naturaleza, no un azar. El arte siempre pone en tela de juicio lo aprobado, va proponiendo cosas nuevas y perturbadoras que requieren el transcurrir de tiempo, generaciones enteras en ocasiones, para que -tal vez- el grueso de la población las acepte. La arquitectura que a mí me emociona, y en la que trabajo, es arte o pretende serlo.
Fragmentos de: Arquitectura: Pensamiento y creación. De Fernando González Gortázar. Sexta sesión: Yo creo que la gran arquitectura hunde las raíces que la alimentan en una tradición; y al decir enraíza, lo digo en un sentido literal. La tradición es un movimiento, un proceso, una secuencia; es la suma de visiones, de épocas, de generaciones progresivas. La modernidad, nuestra modernidad, no es una ruptura de tradición, sino al contrario: es su prolongación y su resultado. En ellos (arquitectos que impulsaron cambios y progreso) y a través de ellos, se pueden ver completas una situación cultural, social y política, un clima y una luz, una realidad tecnológica y económica, unos materiales disponibles: trazan la estampa perfecta y de pies a cabeza todo lo que la arquitectura tenía alrededor. Desde mi punto de vista, ser creador, verdadero y gran creador, y no ser local, es una imposibilidad digamos ontológica, una incompatibilidad radical. Solo lo que es profundamente local y profundamente personal tiene esperanzas de llegar a ser universal. La identidad es la manera de existir de cada quien. La cultura es nuestro rostro, nuestra identidad, nuestro cimiento, nuestra fuerza, nuestras raíces y nuestras alas.