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ESMERALDAS
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(cuentos mundanos)
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EDITOR
CLAUDIO QA.RCIA. SARANDÍ, 441
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Obras editadas por
'*La
Bolsa de los Libros'*
—
Asteig* y Marqnez Jubilaciones y Pensiones civiles 1 tomo $ 0.90 Apéndice 1918 a 1920 . » O.lü Poesías , con un estudio de Almafnerte (Pedro B. Palacios)» » 0.35 de Alberto Lasplaces . «Nuevas Poesías» y «Evangélica8>, con ün estudio do > Alfredo L. Palacios » 0.40 » «El Niño>, conferencia sobr^e enseñanza un folleto . > 0.10 «Lamentaciones», con un estudio de Más y Pí, 1 tomo » 0.35 > Acosta y Lara (Pederico E.) bisecciones de Derecho Constitu.
.
—
.
—
.
Instrucción Cívica a la Constitución Uruguaya de 1918 . . Filosofía del Derecho, 2 tomos » Arafijo Vinagran Horacio O. Primeros Elementos de Botánica, obra escrita con arreglo a los programas escolares en vigencia, 1 tomo con grabados «Marta Derval» y otros cuentos. 1 tomo » Agoilo Adofo La fragua, Apuntes sobre la Guerra Europea Fuerza y derecho aspectos morales de la Guerra Europea » » La Sombra de Europa, nuevos conceptos de la moral Berro (Aureliano O.) Vida Pública y Privada de Bernardo P. Berro, 1 tomo Barret Bafael «Diálogos, conversaciones y otros escritos» Bellán José Pedro «Doñarramona» Cuentos nacionales » «I Dios te salve!...» Comedia en 3 actos Baudelaire C. «PequeÁos poemas en prosa» Becq,tier. Gustavo A. «Eimas» con una notí preliminar de L. Lasso de la Vega y un poema de García del Busto, It. . Barl)nsse «El Resplandor sobre el Abismo» Bauza (P^ncisco) Estudios Constitucionales, 1 tomo CasaravlUa Lemos E. Las Fuerzas Eternas. (Verso) Cioue Otto Miguel «Caraguatá», Cuentos, 1 tomo » «Lauracha», novela, 1 tomo Cruz Alcides Incursión del Gral. Rivera a las Misiones . . Campoamor R. (de) ^El Tren expreso (Poema) Constitncito de la B. Oriental entró en videncia en 1919 Campo Estanislao del «Fausto», impr. del gaucho Anastasio el Pollo. Pról. de .Tuan C. Gómez Caillava (A. Domingo) T,a Literatura Gauchesca en el Uruguay. Sinorsis Histórico. ] tomo Sierras y Llsmurfls, novelas cortas uruguayas, 1 tomo . » Castellanos de Etchepare Delia ( Madre ) ^Mariposas, Cuencional
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e
Comentario
—
—
—
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—
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.
.
» 0.50 » 1.00
.
—
» 2.50 » 0.35 » 0.40 » 0.50 » 0.50
» 0.35 » 0.35
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» 1.00
» 0.40 » 0.50 » 0.40
.
.
» 1.00 » 0.30
—
......
—
—
2.00 0.50 0.50 » 0.60 » 0.40 0.10 » 0.10
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—
—
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» 0.25
» 0.50 » 0.50
tos y Artículos, 1 tomo. 1 » Colombo O. Curso de Botánica, traducida por Más de Aya-
0.70
» a Profanas», con un prólogo do José E. Rodó » Azul... con prólogo de J. Valera » » De María Acides «Cnntos Tradicionales», Poesías Criollas 1 t. » De l^ría Pablo «Lecciones de Procedimiento Civil», 3 tornos rústica > 3 id. encuad. en tela. >
4.00
— tomo. Bubén— «Prosas
la,
Darlo
1
.
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.
0.40 0.35 0.50 7.50 9.00
ESMERALDAS
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(cuentos mundanos)
EDITOR
CLAUDIO garcía SARANDÍ, 441 1821
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LOS AZAHARES DE JUANITA L;
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Mirar
los blancos
azahares con que se coen tren de matrimonio, y sentir una carcajada cosquillearme en la gar-
ronan
las novias
ganta, es todo uno. :
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c
Y
sucede, no porque sea
Qué impresión
un
coto-
sentí
se
mi
casó con
cuando
la
vi
tío
coro-
emblema pureza, a aquella picara y graciosa mu-
nada de blancas de la
IV
me
na doña Antonia, que Juan Alberto. ¡
ti
esto
rrón canalla y desereido, sino porque me acuerdo de Juanita la hija de nuestra veci-
flores de naranjo,
chacha con quien había trincado
tantí^
en
el
jardín de mi casa!
Vino a mi mente,
con toda claridad,
la
tarde aquella en que por vez primera nos di-
mos un
beso,
llones en
que fué
el
incubador de
los
germen que Juanita escondía en
extremidades de su boquita rosa 5 a.
miJas
!
!
!
—6— *
*
Según costumbre, Juanita y yo
—
chachos de 13 años
—
habíamos ido
dos mual jar-
dín en busca de violetas, duraiitti una templada tarde de Agosto. sentados a la sombra de los grandes
Allí,
árboles, escudriñábamos entre las h )jas ver-
buscando
des,
las
pequeñas tlores fragantes.
Examinábamos la misma niara y de repente nuestras manos se encontraron sobre el tallo de una gran violeta nacida al reparo de una piedra, que yo me apresuré a cortar. Qué linda... dijo ePa, dámela! No es para mi ramo
—
!
.
.
.
Dámela,
un tono ra.
.
.
Y
¡
—
tal,
me repitió, perj ei^ta me obligó a mirarla
que
vez con a la ca-
no seas malo
me de que aún no me
sus ojos negros fijándose en los míos
liicieron
experimentar algo
doy cuenta.
—
á
No
rae la das
?
.
.
.
—
volvió a pregun-
tarme.
Y como
yo
al mirarla
mostrándome
ella,
sufs
me
sonriera, se rió
pequeños
blancos, mientras exclamaba con
reproche
—
.
.
.
¡
un
dientes
tono de
Malo
^Y si te la doy,
¿qué me das a mí?
pregunté mirándola fijamente.
—
le
!
.
r-Dámela
a
volvió
arrebatarme
!
!
!
queriendo
deeirnio,
la codiciada flor
y
sin respon-
der a mi pregunta.
—Bueno qué me das — Si no tengo nada que darte Y puso encendida — Dame un beso Quieres — Gran cosa ¿Y me das ?
.
,
.
.
¿
¡
se
¡
!
¡
! .
.
.
! .
.
.
.
.
¿
.
?
la
violeta
esa?
— ¡Sí
...
!
¡
no
¡
Dame
dos besos y te la
doy ^
—No
...
— No
nos ven
¡
glorieta
me
no quiero
!
Y
.
.
.
.
.
¡
nos van a ver
nos vamos allá ... a la
.
me acuerdo que
sin saber como,
encontré teniendo una de sus manecitas
lindas, entre las mías.
—No no — Vamos ...
Y
.
.
... te la
¡
al
doy tomé por
decirle esto la
la
cintura
para hacerla levantarse. Se puso de pié y como yo pho cosquillas, se reía. Riéndose
me
le
hubiera he-
siguió.
*
*
el
«
Nos sentamos en un banco perdido entre follaje, uno al lado del otro.
!
—Bueno me
!
!
.
.
dame
.
la
—
violeta primero,
dijo.
-»-¡
Qué esperanza
! .
.
.
Primero
los besos...
—No, no me vas a hacer trampa. —Bueno dos a un tiempo entonces —¡Oh! ¿Y cómo? — tomas violeta del tronquito y ...
,
.
.
¡
los
^Vos
la
cuando me des los besos, la largo. Así lo hicimos, pero yo recibí los besos y no largué el tronquito.
— Tramposo ¡
Y
se dejó caer a
mi lado haciéndose
la
que
lloraba.
— Si
me
los di ...
los
te
Es
lo
mismo después de
yo pasé mi brazo
al
rededor de su talle
no
i
Y
fui el que
!
— Pues todo
jYo
has dado.
.
.
! .
.
.
.
aún no bien formado, yendo a poner mi mano sobre su corazoncito que sentí latía tan ligero como el mío, sintiendo a la vez otra cosa que
—Bah
me ! .
.
.
deleitó tocar.
mano
larga
! .
.
.
—
me
riéndose porque le hacía cosquillas ...
dijo
y
— dé-
jame!
Como yo
continuara se echó para
atrás
descubriendo su cuello terso y se rió con toda franqueza, entrecerrando sus ojos negros.
Yo me
levanté sin retirar
mi mano de
so-
.
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m bre su corazoncito que seguía latiendo apresurado y estirándome hasta alcanzar su boea entreabierta traté de juntar con los míos sus labios rojos
y húmedos.
me pasaba la mano por el cuey reteniendo su cabeza junto a la mía, me
Sentí que llo
besaba sin contar cuantas veces
No
lo hacía.
que pasó por nosotros, sólo recuerdo que cuando adquirimos conciencia de nuestra situación, nos hallábamos fuera del se lo
•
banco, envueltos entre las madreselvas de la glorieta,
cia
que nos embriagaban con la fragan-
de las
Y
flores.
olvidamos
la
gran violeta crecida
al re-
paro de la piedra, pero no la escena de
^i?.
la
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glorieta.
Todas
las tardes
íbamos a
to de hacer nuestros
ella
ramos y
bamos tras largo rato, llevando como las habíamos traído. Después, hombre yo y mujer
la
con pretex-
las flores tal
ella,
muchas
mismo pretexto que cuando niños! *
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veces nos hallamos en la glorieta querida el
?
,
abandoná-
•
con
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''
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—
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—
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;
El destino nos separó y volví a verla renoche de su casamiento con mi tío .Juan Alberto, coronada de blancos azahares. Al verlos, recordé la glorieta verde del Jardín de mi casa y por eso me impresioné tanto; por eso exclamé lo que siempre repito cuando veo una no^da con su corona Aíién la
l)lanca.
— Ah ¡
...
los azaJiares
I .
,
.
representan la
pureza.
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!
.
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!
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EL RAMITO DE NARDOS Tres meses hacía que Eosita, una íntima de mi mujer, y yo, sosteníamos unas relaciones algo más que amistosas, a escondidas ella
de su consorte y yo de la mía. Una tarde fui a su casa, y como encontréla extendida en
frío,
un
hiciera
sillón,
ca-
lentando en la estufa sus piecitos mononos
y
coquetamente calzados.
Al verme entrar exclamó:
— Qué milagro ¡
!
.
.
-
¡
Tres días que no* pi-
sas por acá!
— He estado sumamente ocupado — (Arreglando su vestido y bajando i
ta)
¿.Si?...
Pues me habían dicho que
bas entregado a la mujer de.
—
-
¡
la ins-
la conquista
esta-
de Josefina
B...
.
Son habladurías
— (Con tono seco)
¿Habladurías?... Pues teatro la otra noche, mi-
te he visto en el rándola con la boca abierta!
yo
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—
.
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-^
— 12 — — Bah ¡
! .
.
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•
y'-
tenemos celos ; mi negrita ?
*
¿Celos?... Las mujeres como yo {arreglándose el pleguülo) no conocen eso...
{Haciendo un gestito). Cuando nos ofenden tomamos nuestras medidag en medio de una sonrisa y., nos vengamos alegremente... ¡cómo se nos engaña!
Y
al
y me
decirme esto
un
hizo
me miró
un modo
de
pucherito tan salado
tal
con su
pequeña boquita rosada, que no pude menos que acercar mi silla a su sillón y tomarle una mano, una de sus manos blancas y gorditas.
—
¿
Pero mi Rosita
.
.
.
cómo puedes imagi-
narte que yo voy a jugar tu cariño contra el
un instante? ¿Como crees que puedo desterrarme voluntariamente del paraíso en que vivo? Palabras y nada más que palabras No me pruebas que no quieras tener dos paraísos, o mejor dicho mudarte a otro! ¡Pero no seas mala! {pasando mi brazo capricho de
—
! .
¡
.
—
mi)
¿A
y atrayéndola hacia ¿a que no me Te apuespalabras crueles ?
de su
al rededor
repites esas to
un
talle
ver?... mírame!...
beso
.
.
.
.
!
.
.
!
— No.
!
.
!
no. déjame. Eres un falso Pero déjate estar yo te he de hacer corregir con tu misma mujer! ¡
.
.
.
.
.
.
:
.
— (Riéridome) —
Bueno... haga lo que mi negrita!... ¿Dame un besito ¿quieres?... uno sólo? Oh bah ¿ te has enloquecido ? Dame un besito ¿ Sí ? quiera
— — —¡No! — ¿Sí?
,
i
.
!
.
I
!
{y diciendo esto me incliné hacia haciendo resonar la estancia con un so-
ella,
noro y prolongado beso). Qué lindos nardos esos que tienes en el pecho » Dámelos ! ,
.
— Pues no ¿Lo quieres mi regalárselos a tu Josefina R no — ¡No seas mala! (besándola en repetidas veces)... ¡No seas mala! — (Riéndose). — ¡Eres un gran ¡
! .
.
.
un zalamero Bueno
— — (Haciendo ¡
los). ¡Si
no
! .
.
te
.
¿
Me
.
.
es
.
para
verdad ?
los labios
pillo...
das los nardos ?
un movimiento para
sacar-
puedo negar nada!
— (Apresurado).
los
! .
hijito
.
¡No, no, espera!...
¡Yo
voy a sacar con mi boca
E
inclinándome sobre su pecho y mirando
su cuello alabastrino y terso como un raso, saqué de su seno el ramo de nardos blancos
y fragantes que
se
encantos de Rosita.
expandía
al calor
de los
. '
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——
.::Jx^^f.
—
.
J.4
.
!
!
f
Llegué a mi casa llevando
en las manos prueba de condescendencia con la íntima de mi mujer y fui a sentarme al lado de ésta en el diván del comedor. aquella
está mi mujercita esta tarde — Qué —¡Y mi esposo qué galante y que florido — son unos nardos. — Muv bonitos — Que compré de —¿A verlos? (Y tomando ramo exa^ bella
i
Sí.
.
í
.
.
i
!
.
.
al salir
la oficina. el
minó con todo , cuidado) te
..
lo
¿Ix)
.
compras-
no?
—¿Te — No — Pero
g:usta?
I
.
.
.
pregunto
lo
si
he dicho que
de la oficina con
al salir
quiarte
te
te
i
sí
! .
compraste .
.
Lo compré
objeto de obse-
el
!
— Mientes i
!
.
.
.
Infame
(Y mi mujercita
se
.
me
.
Desleal
.
echó a llorar de'
sesperada)
—Pero ¿qué tienes? — Ah Bien me sospechaba yo Esa loca de Rosita — ¿qué tienes? —¡Calla, infame! ¿Con que has comprado ¡
!
f
lo
¡
...
^Pero
no? (Sollozando). ¡Estos nardos que yo misma le puse en el pecho a Rosita,
esos nardos
-ií'í'iiññ.
\
.'*.
.
!
w'-'-^mm'^M
mf^-^'-r^-
hoy cuando vino Yo voy a ver s mamá...Dios mío quién había de decirme que ! .
! .
¡
a los
seis
,
.
¡
¡
Todos
.
meses de casada
— Por Dios 1
.
los
.
Ah
! .
los .
.
.
puse
Yo voy
en
con este
los até
el
pechí)
escucha
a ver a mí
hilo' ver-^
de esa
.
.-
*
costó trabajo colosal disuadir a
suceso fatal
loca.
líiadre.
jercita de la idea de contarle el
.
nardos son iguales
*
Me
.
mi mujercita.
.
— Estos yo misma de y
! .
!' ! .
ná mu--
a mi suegra
y doble más probable que en
adelante sería la imagen de la fidelidad con-
yugal y un acérrimo enemigo de su íntima,
como
En
ella lo sería.
cuanto a Rosita, caída vez que la en-
cuentro "
me mira con
sus ojos negros y pi-
de tal manera, que yo^ leo de corrido su intención de decirme! carezcos
y
se sonríe
—¿Quieres los
los
nardos mí
nardos?
*
/
ri^ií'yÉííMiKiKt^v*;';^
hijito,
quieresf^
^
ív.
^x;:,:
.
LAS FLORES DE SAÚCO No me rubonzo
al confesar
que mi amor
primero, lo engendró una mujer que por sus
años podía ser mi madre que salí de él tan mal parado, que recién hoy, tras largos años,
me
atrevo a recordarlo.
*
*
Doce años tenía yo cuando fué a pasar *eou una temporada a nuestra quinta, aquella preciosa amiga de mi madre que se llamaba Adela y era viuda reciente de un ganosotros
llardo coronel.
Su
fisonomía ha quedado fijada en mi me-
moria y
el
tiempo ha sido
impotente para
lx)rrarla.
Aún me nada por
parece ver su cara morena coroel cabello
crespo
y negro; su boca
que dejaban ver chiquitos que daban a blancos unos dientes y roja, de labios carnudos,
:f:-Ky^^^^^^pitjr^:-k:':';í^^^
-
!
!
— 18 — SU rostro una expresión infantil;
sus ojoy-
pardos, velados por largas pestañas y que brillaban de ün modo tan particular; los ho-
yuelos de sus mejillas cuando reía
su jQariexpresión zafada y luego aquel lunar pequeño que tenía entre la comisura, cita ñata
izquierda de su labio inferior
Ese lunar fué
el
que
sólo él fué el autor de
y
la barba.
me enloqueció; él y mi aventura desgra-
ciada.
La
;
y de
-
tarde que llegó a la quinta llamóme
madre y enseñándome a
ella le dijo,
tras yo colorado hasta las orejas no
me
mf
mienatre-
y disimulaba mi bochorno manteniéndome tieso como una estaca. Ese es Francisco ... el mayor Un bonito muchacho... ¡Vén, dame un vía a mirarla
— —
¡
beso
Me
aproximé a
ella
y confuso
le
retribuí
en los labios, el que me y sentí que me dejaba un gusto tan encantador como grande fué el aumento de mi turdiera
al recibirlo
jbación.
Aquella frase «un bonito muchacho» me cantaba en el oído con tanta dulzura cuanto que estaba habituado a ser objeto de pullas'
por
pii deliciosa fealdad.
!
....
"*
>-.,.
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(1.'
-•
« *
-..-
*
Repuesto de mi primera impresión, miréa la cara y desde ese momento cesó el re-
la
'.
\^-¿
mi pensamiento de niño, fijándose en una aspiración a algo que horas más tarde mi precocidad me hizo adivinar lo que
voloteo de
€ra.
Aquel bonito lunar de
me
los labios
En
y
barba
todo
el resto
del día sentí en el
atraía,
partes veía
Ocui)ó la
un
el
mi boca
beso de la viuda
reciente del gallardo Coronel,
de
me
besarlo frenéticamente.
buen gusto dejado por
el
la
hacía estirar imaginativamente hasta él
y en
todas
,-."-
detalle de su cara graciosa.
cuarto vecino al mío y a través
puerta medianera que se hallaba
cla-
vada, yo sentí en la noche como dormía; oí
de su cama que crucada vez que se movía y,
la respiración, el ruido
jía bajo su peso
más de una
vez;
mi imaginación, me hizo
creer que sentía entre mis labios aquel lunar
enloquecedor, mientras mis manos corretea-
ban sobre carnes duras como como la seda.
el
mármol y '^
CTiaves
Qué noche mártir la que pasé La imaginación no fué dominadla
'
minuto.
En
esos
momentos de
fiebre,
f -
.
I
ni
un
forjé.
,
-• 5
•
— 20—
;;:
el plan de agujerear la puerta para ver a que me robaba mis pensamientos, hasta momento en que apagara la luz.
*
la el
*
Al otro día realicé mi idea de la noche y nunca esperé con tanta impaciencia la hora de dormir como entonces! Llegada ésta, me instalé al lado de la puerta con mis ojos, fijos en los agujeros
y
co-
mencé a observar a la amiga de mi madre como se aprestaba a acostarse, enardecién-
dome
la
sangre cada detalle.
Soltó la cabellera negra, quitóse el vestido, luego dejó caer sus
prenderse
el corset,
enaguas y para des-
fuese ante el espejo del
tocador.
A
cada uno de sus movimientos, oleadas de
sangre subían a mi cabeza y cuando vi que soltaba los tesoros de su seno, que temblaban
de la camisa cada vez que se inclinaba, tuve que cerrar los ojos temeroso bajo
la fina tela
de que se saltaran de las órbitas.
Después
me
la vi trepar al lecho
que
al crujir
parecía que reía de placer al ser oprimi-
do por aquel euerix) encantador y en toda la noche no pegué los ojos pensando en mi
21 vecina y recordando detalle por detalle, que habia visto a través de la puerta.
* *
En
la
mañana
cochero de la casa
lo .
-
*
confié a. Santiago, el viejo
—
un compadre que
siem-
pre se complacía en hacerme malas pasadas la pasión que me agitaba.
—
Habiendo oído decir que había remedio para hacerme querer pedíle alguno y él rién-
me
dose
—Vea.
dijo: .
búsquese unas flores de saúco y
.
échelas en la caldera de que ella te.
¡el
.
.
Lo va a buscar después.
toma ma-
va a ver!... milagrosísimo para el amor!
saúco es
.
.
« *
Y yo
*
inocente, seguí el consejo.
después que la familjg^,
ella
A la
tarde,
había tomado mate con toda
cebado con la
infusión
por
mí
preparada a escondidas de la sirvienta y de la cocinera, la observaba buscando en sus ojos una chispa de amor. Y como no lo viera, preparé para
el
mate de
la
noche una nueva
dosis.
Acostóse, previa
una nueva inspección mía
.
'
•^''-'v
v':-vi
— 22 —
';
'
'
•
'
a través de los agujeros de la puerta
'
y
/
sen-
inquieta en su cama. Varias veces vi que se bajaba y abría la puerta que daba al patio. tila
— Oh ¡
!
i
Ella
me ha
de buscar
decía temblando de gozo
Ella
Y
me ha
.
! .
.
.
— me
.
de buscar.
confiaba en los efectos del saúco sin no-
tar que
mi padre mis
en
habían abierto las puertas
fin,
tíos,
mi madre, todos de
sus
cuartos a altas horas de la noche.
,
¡
Qué revolución
*
*
al
día
siguiente
en la
casa!
Todos los habitantes mayores de edad andaban enfermos del estómago y yo, sin notarlo,
continuaba a
me
llamado que
Como
el
la
espectativa del primer
hiciera
mi adorada.
hecho no se produjera, al medio
día entré a la cocina a echar en la %ldera
mi
yerba milagrosa.
Al
ir
a hacerlo, fui sorprendido por la co-
cinera que inmediatamente fué a avisárselo
a mi madre.
—Señora, las calderas. I
el .
.
niño Francisco echa saúco en ¡
yo
lo
he visto con estos ojos
.
,
,
-.(•.«,-.Si*fc:i.ii«i
.
^-
í^ ^ÍSW'Vj!/
í!V-
i
,
^ue
---'
m'f!;V
.",:
*'.
•
'
comerá la tierra! ¡Con razón todos andamos de purga! se
*
\
Y
fui llevado
donde
al
escritorio
éste se encerró conmigo.
me comenzó
vero
*
Con
padre
gesto se-
a interrogar, e intimidado
confesé el móvil de
le
de mi
mi
acción.
Túvome encerrado unas dos horas y cuando
me
de
la casa
puso en libertad todos los habitantes
me miraban y
se reían a
mandí-
bula batiente.
En
cuanto a
ella, la
Diosa de mis pensa-
pudo menos que ruboy luego, como todos los demás, estallar en una carcajada y exclamar al ver a mi madre que atravesaba el patio. Ahí tienes tu hijo, el ^Magdalena enamorado del purgante. mientos, al verme no rizarse
\
\
—
\
\
! .
.
.
Y las lágrimas se
",
\
Cosechaba
me saltaron de los mi primer desengaño.
ojos.
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S
r. '^íi*--:'
ACUSÓME PADRE Era
mo
ella
una mujer de
la vida alegre, co-
una horizontal, hoy en que afrancesarse es la
se decía antiguamente, a
como
se dice
moda. Inteligente, instruida lo bastante
mar
y narradora
la atención,
podían pasar momentos ^u compañía.
Yo
lla-
agradabilísimos
en
aún cuando con dada mi posición social.
cultivaba su amistad
ciertas reservas,
En
para
admirable., se
mis frecuentes conversaciones con ella
había notado su gran animadversión hacia
miembros del como los llamaba,
los
clero,
hacia los pollerudos
y, una noche en mayor intimidad tomábamos una
que, en la botella de
cerveza en su modesto comedor, le averigüé las causas.
—Vea, me de da.
ellos le .
.
dijo, los aborrezco
debo
el
porque a uno.
no ser una mujer honra-
o mejor dicho, ser lo que soy!
¡iife:';;;
( S-K.
-i-^J^feijSscfeiíí
'
•-.;•
/
^ -.-'/y..
'— 27
.
.mozo
y que dada
veía había
—
-:..,,
;
con que me conmigo cierta
la frecuencia
a tener
llegado
}
%^
-confianza.
Con motivo de mi primera comunión me atestiguó su afecto, regalándome varias es-
tampitas iluminadas y un libro de misa no de viñetas y con los cantos dorados.
como
Esos' obsequios
lo
comprenderá,
•elevaron a grande altura en
.
lle-
lo
^l"
mi considera-
ción de niña y estrecharon los vínculos de la especie de amistad
miéndole un
que nos ligaba,
impri-
de intimidad de que antes
sello
carecía.
Como prueba de por no oirme en
amistosa distinción acabó confesionario; lo hacía en
el
y en darme un beso en la sacristía,
la Secretaría
pués de terminada
Un
y
llegó hasta
la frente varias veces, des-
la confesión.
día de tantos llevóme a la Secretaría
y
el gran sillón forrado de seda punzó que había frente al escritorio, llamóme a su lado y levantándome en alto cuando yo menos lo pensaba, me colocó en sus faldas.
sentándose en
Este proceder el
'Cn
me
llenó de turbación, pero
respeto que le profesaba no dejó triunfar
mí
la idea
lado y buscar
de me
que tuve de separarme de su asiento más propio y don-
un
hallara con
más
tranquilidad.
'
ift"
:
Me
.
acuerda que
me
latía el
muy
corazón
ligero.
Después de arreglarme puestas por
las
ropas descom-
esfuerzo hecho para alzarme,
el
i*s
me
recuerdo que
me daba un
mismo tiempo que
dijo al
beso en la boca sin que pudiera
impedirlo
— Si
vieras la sorpresa que te preparó próximo domingo Te voy a hacer regalo precioso, eres un la niña más a tí que ¡
para
él
! .
.
.
buena, más piadosa y más linda de la parroquia ... ¿A qué no adivinas lo que voy a regalarte ?
Y
un
su voz temblaba
— No ¡
padre
! .
.
.
poco.
contesté toda rubori-
le
zada porque sentí su mano izquierda apoyarse sobre
mis
rodillas,
descuido, mientras
dulcemente y como al la derecha me
que con
retenía en sus faldas.
— Bueno i
que más
! .
.
.
¡
Adivina
te guste ...
Y
!
.
.
.
piensa
en lo
volvió a besarme,
i)e-
ro esta vez en el cuello.
Permanecí muda, me preocupaba aquella mano izquierda que me acariciaba cada vez con más franqueza y que se había ocultado a mis ojos. ¡Pues
—
te
voy a regalar un bonito
relica-
rio de oro con una reliquia milagrosísima apretándome al mismo tiempo contra
! .
T
_.:'-./. í:>,.-V.*á'?-"iJV_-¿íl:;'i
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sí.
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,
me dio un beso en la oreja que mientras que aquella mano qiie paba, avanzaba ..
avanzaba...
.
me mareó, me preocuy me hacía
deliciosas cosquillas.
Mi pudor revelándose súbitamente, pudo más que el placer que me causaba la promesa de
mi confesor y sus
Diovían
que de
a
risa.
Repuesta
cosquillas
del
me produjo su beso en la vergüenza, me dejé caer de
mé
que
aturdimiento oreja
y roja y
sus faldas
quise alejarme.
—
¿
Qué
tienes
?
.
.
mo
.
preguntó con un
que algo me tranquilizó, reteniéndome no obstante por la cintura, vuelaire de inocencia
mi cara hacia
ta
galo...
Y llas
eh?.
él.
.
.
¿No
te gusta
mi
re-
..
nuevamente comenzó a hacerme cosquiaun cuando esta vez con ambas manos.
Yo me
eché a reir.
También
se rió
él
y continuó
acaricián-
dome.
Luego me pregunto
si
sus caricias
me
gus-
un momento en que me puse más encendida que nunca, y me dio un prolon-
taban, en
gado beso en
los labios
que yo recuerdo que y sin poder
devolví, sin saber ni lo que hacía
hablar una palabra.
Después volvió a colocarme sobre sus
fal-
das sin que opusiera la menor resistencia
'
}.
juna
%
emoción
desconocida
paralizaba
mis^
miembros. •
Mis manos temblaban, y mi corazón lo sentía latir como nunca ¡la sangre me comenzó» a subir a la cabeza y noté que mis mejillas ardían y mi boca se secaba al calor de aquel fuego de que era presa. Lejos de hacerme experimentar cosquillas' caricias de mi confesor, me producíanuna sensación voluptuosa que apesar de mi
las
turbación
me
deleitaba.
Largo rato estuvo besándome y yo devolsus besos; sus manos temblaban-^ tantos como las mías.
viéndole
De
reprente mi boca se unió a la suya ar-
dientemente y casi a mi pesar; algo como» una nube pasó sobre mí y creo que me des--
mayé. Solo sé que perdí la noción de mi propio ser y"
más
que en ese momento di besos como
los
ja--
he dado,
* »
Me
parece
esa tat-de cretaVía,
A
me con
los seis
*
innecesario
decirle
que desde-
confesé todos los días en la Se-la
puerta cerrada.
meses
de
abandoné furtivamente
confesión
continuar
esta ciudad
acompa--
•
.*-
¿
-
'.
•;>,.,
...í.-'f.
;
-
V
:.
31 ""''."•'i.
nada de mi confesor y me dirijí al Brasil der donde pasé a Europa. Regresé a los nueve años y ya no encontré'-^ familia en Buenos Aires; mis pobres viejoshabían fallecido! ^Y él, le pregunté, ¿qué se hizo? Me abandonó en Marsella... los curashí» pan para hoy yr son como todos ustedes
— —
.
.
.
hambre para mañana!
/
J¡^—..;•*.;'' -:-
;
•
-.-
---
•
Maximito como todas
me
milia sino que
las relaciones de la fallamaba Máximo haciendo
x entre sus dientitos adorados. Esto me enloquecía; no me dejaba comer y me metía tales ideas de elegancia en la
isonar con la
cabeza que
me
camisa todos
obligaban a querer
mudarme
a andar con los panta-
los días,
lones sin rodilleras, a enojarme con los pilletes
que en la
igual;
en
fin,
calle
me
me
trataban como a su
transtornaban por com-
pleto.
*
Una
tarde,
no sé
si
a propósito o por ca-
sualidad nos haUamoB solos en
el
jardín,
sentados en la pileta de las violetas, bajo el chalet verde
formado por
el viejo alerce ro-
deado de trepadoras. Afuera había un sol ardiente como una llama amorosa de esas que al freir un alma adolescente, la hacen proferir en poesías y versos de todo calibre.
Ella
me
pidió que le alcanzara
un jazmín
yo fui a traér-
que crecía a corta distancia y selo.
Cuando desmayé
regresaba, miré al suelo
al ver
mi sombra en
ant€ mí con las piernas na, con gran sombrero.
W>-'-Í¡Arf
.!li>i>.c*.,»-J«„,'..',jc^„>^'i.»&«j>,fÍKjS4......
'V-:,r
\
DRAMAS DEL TERCER PATIO La Por
conoció siendo vigilante. la
mañana cuando
estaba de facción en la esquina, arrebujado en su grueso capote azulado con botones de nickel, se quedaba
extasiado viéndola fregar los vidrios de las
grandes puertas que daban
Se
le
al balcón.
hacía agua la boca al mirarle los
brazos morenos, gruesos
y bien torneados. Le metía los ojos por la manga del vestido y los paseaba a lo largo de aquel lin^
cuerpo, acariciando
sus formas
exhuberan-
tes.
Francamente,
gozaba
contemplándola
y
su gozo se pintaba en su rostro obligándolo
a llevar la mano a la empuñadura del machete con un aire bravio. Ella lo miraba también y se deleitaba, mientras limpiaba los grandes vidrios, pen-
sando en
los besos
que se ocultaban bajo
gruesos bigotes del enamorado violante.
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ÍS¿Í!!£to&íÍ!>kA;ri»''Í3í&':;í''^'
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LA LECCIÓN DE LECTURA Mi primo Santiago se rió con toda franqueza al oir mi pregunta y exclamó con ese tono pi carezco que es peculiar al que diceuna cosa y quiere que
—No
jo
entiendan otra:
le
fué por raptor que
mayordomo de tu padre,
me
acusó
el vie-
sino por corrup-
tor de las buenas costumbres.
— Bueno — No i
! .
.
.
—Pero
el
j
Pero
mismo
es lo
¡
.
.
es .
¡
mismo
lo
cabe
un
distingo
hecho es que usted la robó a Fe-
lipa, la hija del
mayordomo y que
la saca-
ron de su cuarto ...
—¡No cuarto
es
A
verdad!
ella la
sacaron de mi
pero yo no la había robado ...
se
había venido por sus propios pies. Eso lo confesó ella
padre
me
.
.
.
Fué por
esta causa
que
acusó solamente de corruptor.
— Cuénteme entonces como — ¡Bah... bah. pequeño
fué.
.
.
crápula!
el
.
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