BARRERAS DE ACCESO A LA FINANCIACIÓN DE LAS EMPRESAS DE LA ECONOMÍA SOCIAL

BARRERAS DE ACCESO A LA FINANCIACIÓN DE LAS EMPRESAS DE LA ECONOMÍA SOCIAL La financiación es un problema crónico y a la vez crítico para las empresa

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BARRERAS DE ACCESO A LA FINANCIACIÓN DE LAS EMPRESAS DE LA ECONOMÍA SOCIAL

La financiación es un problema crónico y a la vez crítico para las empresas de economía social. En este artículo, Miquel Miró intenta facilitar el acercamiento entre dos lógicas diferentes, la del inversión capitalista y la del emprendedor social, al objeto de poder nacer y desarrollar-se muchos más proyectos de economía social de los que existen actualmente. Para eso, señala los factores que, a su parecer, levantan barreras para acceder a la financiación de estas empresas, unos obstáculos que son de naturaleza variada: de información, de competencia imperfecta, de generación de externalidades y culturales.

Para poner el énfasis en lo que son realmente barreras, doy por supuesto que los proyectos o las empresas sociales tienen personalidad jurídica, un balance saneado, son técnicamente viables y cuentan con un equipo y una estructura adecuados para alcanzar los objetivos sociales y económicos marcados.

A la práctica, alguien pensará que estas suposiciones dejan fuera muchas de entidades de la economía social. En realidad, sólo indican, en el peor de los casos, el trabajo previo, antes de poder acceder a la financiación estable sin garantías que se entiende generalmente cuando se habla de inversión y especialmente de inversores privados.

Lo que pretendo con este artículo es señalar los puntos débiles para facilitar el acercamiento entre dos visiones que por ahora están alejadas y que los nuevos tiempos obligan a aproximarse: la lógica del capital y la de los emprendedores y empresarios colectivos de la economía social, solidaria y cooperativa.

Para mí, una empresa social se define no tanto por lo que hace como por con quien, para qué y cómo lo hace. Y es social en la esencia y en las formas, y se basa en una emprendeduría colectiva con un liderazgo distribuido y diverso. Creo que, en este sentido, las características definitorias de las empresas sociales son:

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• Propiedad colectiva en manos de los beneficiarios del objeto social.

• Control democrático, un sistema de toma de decisiones sin vínculo entre capital y poder.

• Escalado salarial razonable, donde la diferencia entre quien más gana y quien menos no sea superior a 5 veces.

• Reinversión mayoritaria de los beneficios.

• Ingresos procedentes de la venta de productos o servicios.

Estas empresas contienen potencial transformador de la sociedad, mientras que si se atiende únicamente a la finalidad y se limita a las empresas con objetivos sociales o medioambientales, los efectos son paliativos sin fuerza transformadora de las relaciones económicas ni de la sociedad. No es de extrañar que haya gobiernos conservadores que impulsen la emprendeduría social con el objetivo de adelgazar aún más las funciones del estado.

Sin que los porcentajes tengan que tomarse literalmente, la ponderación en el estudio técnico de los proyectos de emprendeduría típicamente es la siguiente:

Idea de negocio (qué hacemos):................................................................. 15%

Modelo de negocio (cómo generamos ingresos y beneficios):........................... 30%

Equipo gestor (con quién y cómo lo hacemos):............................................... 55%

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Con porcentajes ligeramente diferentes, es de un ejemplo puesto por un inversor de capital riesgo en Silicon Valley. El equipo es la pieza clave, un buen equipo puede transformar un mal negocio en uno rentable y resolver los obstáculos que aparecerán con la diligencia y lealtad propias de un buen gestor. Y este elemento es el más importante para cualquier inversor.

Presento a continuación de forma esquemática y no exhaustiva algunos de los elementos que dificultan el progreso de un incipiente mercado de inversiones sociales en nuestro país. Esta recopilación está basada en mi experiencia como financiero, pero también incorpora las observaciones desde otros mercados más maduros en este campo de la inversión social, como son el británico o el francés.

En algunos casos, las barreras nos señalan una carencia; en la mayoría de casos, la solución depende del compromiso y la acción común que se emprenda desde el mismo movimiento de economía social, solidaria y cooperativa (1), en otros casos es necesaria la intervención de agentes externos y recursos ajenos.

He evitado especialmente posiciones victimistas, acusatorias o exculpatorias, para adoptar una posición relativamente objetiva desde la que poder construir a partir del análisis de las carencias afloradas y las soluciones que, desde el movimiento, se puedan adoptar.

He intentado agrupar estos elementos para facilitar la comprensión y el trabajo que se pueda derivar para resolverlos.

Información

1. Información asimétrica: los empresarios tienen más información sobre los proyectos empresariales que los prestamistas. En demasiadas ocasiones, la información aportada no puede ser verificada de forma objetiva por el prestamista. Ayudar a contrastar la información puede ser una gran ayuda, a la vez que muestra un nivel de conocimientos y transparencia que siempre serán bien evaluados.

2. Los dossiers de inversión están insuficientemente preparados (incompletos, optimistas,

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mal presentados...), especialmente en el caso de la emprendeduría. Las capacidades de los emprendedores son naturalmente otras, y también entre los pequeños empresarios sociales. Este es un hecho común en todos los países que conozco; la diferencia está en las estructuras de apoyo de que está dotado el sector o las propias entidades financieras para facilitar unos buenos dossiers.

3. Falta de información sobre el retorno social de la inversión: ni la metodología de análisis del retorno ni la evaluación de la implicación con el entorno no cuentan con el mínimo consenso para poder disponer de información mínimamente objetiva. Para alguna tipología de inversores, este puede ser un elemento clave. Mucho más ahora, que desaparecen las obras sociales y sólo se hablará de responsabilidad social corporativa.

4. Confusión sobre la terminología, no hay un léxico unificado, lo que implica malentendidos. Inversiones de impacto, inversiones sociales, inversiones socialmente responsables son expresiones utilizadas para referirse a veces el mismo concepto, por ejemplo. Asimismo, hay una tendencia especialmente remarcada entre algunas escuelas de negocio a utilizar los términos en inglés sin hacer ningún esfuerzo de normalización, por ejemplo se habla de los “social impact bonds”. Esto cuando no se pretende simplemente importar conceptos que son ajenos a nuestra cultura, aunque perfectamente válidos en otros países.

5. Conocimiento imperfecto sobre inversiones existentes: cuántas son, qué características, quien las ha hecho..., suele ser difícil acceder a esta información. Junto con la falta de un lenguaje unificado, es símbolo de la inmadurez del sector. El mercado de inversores y de inversiones es opaco. Las cifras de que se dispone sobre el sector son muy diferentes según la fuente, y están anormalmente hinchadas.

6. Falta de información o credibilidad sobre la política del Gobierno respecto del sector: los cambios frecuentes o la indefinición pueden afectar a los negocios sociales con esquemas de colaboración público-privado. Pero, sobre todo, introducen un elemento de desconfianza entre los inversores.

Competencia imperfecta

1. Elevados costes de transacción: los gastos de preparación de los dossiers y el

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acompañamiento para la inversión son altos. Para muchos inversores, el estudio es el mismo si se invierten 20.000 que 500.000 euros, mientras que evidentemente el peso relativo de los costes de transacción no lo es. Algunas sociedades no invierten por debajo de 150.000 euros. Otras recurren a soluciones basadas en aportaciones pro-bono de grandes consultoras.

2. Falta de casos conocidos para establecer costes estándares; cada caso se convierte en un caso único. Especialmente en nuestro país, la falta de ejemplos lo dificulta enormemente. Algunas experiencias en el ámbito de la emprendeduría, tratadas de forma masiva desde la administración anterior, han facilitado procedimentar y pautar el acompañamiento a los proyectos, pero no conozco ninguna experiencia similar en el ámbito de la preparación para la inversión. Los programas puestos en marcha como la Xarxa Agrosocial de Catalunya Caixa y Momentum de ESADE-BBVA son, sin duda, un primer paso que deben tener la continuidad suficiente.

3. Inexistencia de brokers sociales que puedan asesorar inversores y empresarios a la vez. Prácticamente no existen consultorías que tengan la capacidad, la sensibilidad y la metodología necesarias para acercar los dos mundos.

4. Inexistencia de mercado secundario, especialmente importante para facilitar la salida o el recambio de los inversores. Este hecho es una característica derivada tanto de la inmadurez del mercado como de los productos hasta ahora existentes que lo hacen imposible; en general son a plazos cortos sin la estabilidad necesaria.

5. Eliminación artificial de la demanda; ésta puede ser derivada hacia donaciones, ayudas o capital “gratuito”. Cada vez hay más gente que reclama un entorno favorable para las donaciones, para la filantropía. A mí me parece muy bien, pero por un lado suena a caridad y, por otro, nadie confiará en una empresa que base la sostenibilidad económica en estas fuentes. Sin embargo, un nivel de “donaciones / ayudas” puede ser conveniente en algunos sectores, sobre todo en la fase inicial de los proyectos.

6. Falta de productos adaptados a las características propias de los proyectos de la economía social, solidaria y cooperativa. De entrada, muchas cooperativas presentan unos márgenes ajustados, con una capacidad de generación de fondos baja en relación con los estándares a los que están acostumbrados desde el sector financiero tradicional. En cambio, la capacidad de resistencia, de las empresas cooperativas especialmente, es superior a la de los negocios basados en el capital. En consecuencia, no es que no se pueda devolver la deuda, es

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que se necesita más tiempo porque el cash-flow es menor. Los productos de financiación estable para cooperativas deberían situarse en plazos entre 10 y 20 años, al menos, siempre en consonancia con el proyecto y las inversiones asociadas. Además, figuras como las del título participativo, perfectamente regulado en Francia, o del socio colaborador, no han tenido un desarrollo apreciable en nuestro país.

7. Metodologías de análisis no adaptadas a las características de los proyectos de las empresas sociales. Por ejemplo, el análisis realizado desde las sociedades de capital de empresas no capitalistas, como las cooperativas, pondera casi exclusivamente la generación de beneficio económico y en particular no tiene en cuenta, o incluso considera como negativas, características como una propiedad colectiva distribuida, sin mayorías; tampoco valora el proceso de control democrático, ni la producción de bienes y servicios socialmente útiles, ni la implicación en el entorno.

8. Separación entre poder político y económico. Podemos decir que la presencia de sociedades de capital dispuestas a participar de forma importante en empresas sin poder político equivalente es todavía insignificante. Aunque la legislación actual deja bastante libertad a las cooperativas para regular los derechos políticos de los socios colaboradores, se trata de una figura poco utilizada. En algunas empresas hay desconfianza a la hora de permitir el acceso de terceros a sus órganos sociales, cuando en realidad la presencia de un consejero independiente o de un inversor puede ser de gran ayuda para la empresa, ya que aporta metodología, conocimiento y objetividad.

9. La autorregulación, esta ventaja puede ser vista por los inversores como un elemento de arbitrariedad en la toma de decisiones. Por ejemplo, se puede poner en duda que determinados esfuerzos realizados por un equipo gestor los mantenga un nuevo equipo y, por lo tanto, introduce un elemento de incertidumbre, siempre desde la óptica del inversor.

Externalidades

1. Los negocios sociales están sujetos a externalidades que no se incluyen en los precios: no existe un mecanismo comúnmente aceptado de medir y valorizar el retorno social; algunos beneficios sociales pueden ser a muy largo plazo y, por lo tanto, difíciles de incorporar; en algunos casos, los ahorros inducidos pueden ser disfrutados por terceros y no pueden ser capturados por el inversor.

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2. La falta de información objetiva sobre los costes asociados a determinados servicios o situaciones dificulta la aparición de propuestas basadas en los ahorros compartidos. Por ejemplo, los costes asociados con el cambio climático son difíciles de predecir.

3. Legislación compleja y anticuada. Por ejemplo, en el caso de las cooperativas donde las competencias están descentralizadas y existen más de diez legislaciones autonómicas diferentes con algunas particularmente pesadas y limitadoras, y con una ley de beneficios fiscales que ya tiene 30 años.

4. Fragmentación e inestabilidad de recursos y capacidades, especialmente en el caso de las diferentes administraciones. Esto dificulta la aparición de un sistema estable de capacitación, acompañamiento, financiación y evaluación de proyectos.

5. Inexistencia de modelos para la escalabilidad de las innovaciones sociales. Las estructuras de adquisición de bienes y servicios, sean o no de la administración, no están adaptadas a las características de los proyectos de innovación social.

Barreras culturales

1. Falta de habilidades empresariales entre los emprendedores. Especialmente en el ámbito de la gestión financiera y la comercial. Los empresarios sociales están focalizados a resolver el “problema/oportunidad” social, si es que no consideran directamente como un obstáculo el factor financiero.

2. Falta de cultura en relación con los productos de financiación a riesgo, sin garantías. Para empezar, hay una mayoría de cooperativas que no remunera el capital de los socios. Muchas empresas cooperativas transmiten una cultura para la que la aportación obligatoria al capital para acceder a la condición de socio es como un peaje que no tiene ninguna relación con las necesidades de financiación de la empresa.

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3. Aversión al riesgo entre los emprendedores sociales. Traducido, por ejemplo, como aversión a los compromisos derivados del endeudamiento externo o la aportación de garantías personales.

4. Aversión al riesgo entre inversores, especialmente entre los “convencionales”, lo que supone que haya pocos de dispuestos, que el volumen de financiación disponible sea bajo y el coste elevado.

5. Falta de comprensión, especialmente por parte de la administración, de lo que es una empresa social. La mayoría de la gente piensa que no puede tener beneficios, por ejemplo, o que sólo son las organizaciones sin ánimo de lucro.

(1) Teniendo en cuenta que la ley de economía social no contenta a casi nadie, que el mercado del que hablamos es intuitivamente pequeño y que a todo el mundo le conviene un tratamiento unitario, hablaré de economía social, solidaria y cooperativa, que engloba a todas las familias y a casi todos los proyectos que podrían entrar a formar parte del “mercado objetivo” de los instrumentos de inversión.

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