BIBLIOGRAFÍA DE ESCRITORAS ESPAÑOLAS (EDAD MEDIA - SIGLO XVIII). UNA BASE DE DATOS*

BIBLIOGRAFÍA DE ESCRITORAS ESPAÑOLAS (EDAD MEDIA - SIGLO XVIII). UNA BASE DE DATOS* Ma DEL CARMEN MARÍN PINA NIEVES BARANDA LETURIO UNED 1. BIESE

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BASE DE DATOS. Qué es una base de datos?
1 BASE DE DATOS ¿Qué es una base de datos? Una base de datos es una herramienta para recopilar y organizar información. En las bases de datos, se pue

Durante el siglo XVII quedó consagrada. Los pedagogos del siglo XVIII, impusieron el concepto y el término de Edad Media
Introducción.- El concepto de Edad Media y las fuentes para su estudio. 1.- El concepto de Edad Media. 2.- Periodización interna de la Edad Media. 3.-

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BIBLIOGRAFÍA DE ESCRITORAS ESPAÑOLAS (EDAD MEDIA - SIGLO XVIII). UNA BASE DE DATOS* Ma

DEL CARMEN MARÍN PINA

NIEVES BARANDA LETURIO

UNED

1.

BIESES: BIBLIOGRAFÍA DE ESCRITORAS ESPAÑOLAS

La comunicación o comunicaciones que venimos a exponer aquí se puede considerar atípica, no solo por el hecho de que se trate de dos investigadores (as) que trabajan al alimón y suman sus tiempos de palabra, sino también por sus contenidos, ya que además de traer los resultados de una investigación original, hemos venido a hacer la presentación de una herramienta de trabajo ante los especialistas que mejor pueden apreciarla y que mayor partido pueden sacar de ella. A esta herramienta de trabajo la hemos llamado BIESES, acrónimo de Bibliografía de Escritoras Españolas, y es en esencia una base bio-bibliográfica en la que encontrar los datos de las escritoras españolas desde la Edad Media hasta 1800, incluyendo las fuentes primarias y las fuentes secundarias, cuando las hay. La idea de hacer esta bibliografía nació por un lado del aumento que han sufrido las publicaciones sobre las escritoras de este período, que han incorporado estudios y ediciones en un número impensable hace apenas dos decenios; y por otro de la falta de herramientas bibliográficas generales posteriores a la excelente bibliografía de Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas.1 Si a ello le sumamos que tales estudios y ediciones se suelen publicar en medios de escasa difusión, editoriales especializadas con tiradas cortas, están cronológica y geográficamente desperdigados o que parecen pertenecer a áreas aledañas a la literatura, tendremos que la dificultad informativa en esta parcela de estudio es grande. Como es lógico, las carencias documentales tienen consecuencias y así lo comprobamos en el hecho de que los estudios incidan una y otra vez en las mismas autoras dejando de lado una extensa nómina, de que incluso en las más conocidas se olviden datos fundamentales ya publicados en otros trabajos, lo que hace que algunos estudios pierdan gran parte de su valor, e incluso que se repitan errores ya corregidos documentalmente. Con el fin de facilitar la ampliación de nuestros conocimientos en un campo que consideramos de relevancia y gran actualidad, pensamos que el mejor medio era diseñar una herramienta que recogiera de forma renovable y fiable toda la información y la hiciera fácilmente

* La realización de este trabajo ha contado con la ayuda del Proyecto de Investigación BFF2003-02610, •Bibliografía de escritoras españolas: Edad Media-Siglo XVIIt, financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia. 1 2 tomos, Madrid, Biblioteca Nacional, 1903-1905. Hay que recordar a Isabel Barbeito, Escritoras madrileñas del siglo XVII: estudio bibliográfico-crítico, Madrid, Universidad Complutense, 1986 (tesis doctoral); Carolyn L. Galerstein, Women Writers of Spain. An Annotated Bio-Bibliographical Guíde, New York, etc., Greenwood Press, 1986; o Carmen Simón Palmer, Escritoras españolas del siglo XIX. Manual Bio-bibliográfico, Madrid, Castalia, 1991, entre otras referencias. Actas del VII Congreso de la AISO, 2006, 425-435

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asequible a los investigadores o curiosos en general. De ahí partió lo que ahora se ha concretado como BIESES. Desde el punto de vista práctico, este objetivo se formalizó con la solicitud en 2003 de financiación al MEC español para un proyecto de investigación con un equipo formado por los siguientes investigadores: Nieves Baranda, de la UNED, como coordinadora; y con la participación de Ma Carmen Marín Pina (UZA), Emilio Palacios (UCM), Emilio Blanco (UDC) y Jacobo Sanz Hermida (USA), todos ellos con experiencia probada en el trabajo bibliográfico, si bien en diferentes campos, como es bien sabido. La financiación que se nos dio para el trienio 2004-2006 tenía como objetivo cubrir los gastos de iniciar esta bibliografía en sus diferentes aspectos, que eran básicamente el diseño y «alimentación» de una base de datos que pudiera ser accesible por internet para toda la comunidad científica. Efectivamente para el equipo era indiscutible que debía tratarse de una base de datos, puesto que el manejo actual de la información pasa por las posibilidades ofrecidas por instrumentos cada vez más complejos en sus prestaciones, pero más sencillos de utilizar y sobre todo de difundir, ya que bien se trate de una base en red o de un CDRom no cabe duda de que la manejabilidad y bajo precio del soporte (por no hablar de otras ventajas a todos evidentes) le proporcionan aún más valor y eficacia. Para comenzar debíamos plantearnos dos cuestiones íntimamente relacionadas: establecer cuál era la información pertinente que debía contener cada entrada y en qué base de datos, es decir, en qué software podía tener mejor cabida esa información. A la primera pregunta la respuesta fue que debía de tratarse de una bio-bibliografía, es decir, que para cada autora se debía incluir un número mínimo de datos biográficos que permitieran ubicarla al menos en el tiempo o en un entorno físico, de ser posible. Esta condición nos pareció necesaria debido a que en su mayor parte se trata de autoras ignoradas, distribuidas a lo largo de más de 300 años, cuyos nombres salvo excepciones no dicen nada (pero nada de nada) a los estudiosos e incluso, cuando se trata de religiosas, se pueden producir homonimias o quasi-homonimias muy confusas. Aparte de esta certeza, el resto de la información tenía muchos problemas por la variedad de materiales que había que tener en cuenta en las descripciones. No podemos olvidar que la mayor parte de las bases de datos que manejamos (por ejemplo, la de Relaciones de sucesos, la de libros de caballerías, la del Boletín de la AHLM) se restringen a un género o a fuentes actuales, lo que permite determinar de antemano los descriptores relevantes en casi todos los casos e incluso aportar sobre cada elemento una información muy elaborada. En BIESES, al tratarse de una selección basada en el género del autor y al abarcar cuatro siglos, la tipología de los documentos que es necesario describir es casi tan variada como la de los moldes literarios y los soportes materiales, es decir, casi como el de un catálogo de una biblioteca que deba atender a todos sus fondos en un mismo catálogo. Sin embargo, no basta con hacer una descripción bibliográfica estándar según los modelos habituales de la catalogación, pues hay datos que son muy relevantes para los investigadores y que no están contemplados en una ficha catalográfica. En nuestro caso la tipología abarca cartas, poemas y poemarios, obras de teatro, tratados religiosos, autobiografías, ediciones, manuscritos, partes de manuscritos o ediciones, etc., de modo que se debían contemplar muchos campos. Eso no se podía resolver asignando a cada tipo de obra un conjunto exclusivo de campos, pues entonces las dimensiones de la base y las búsquedas no resultarían operativas. Por otro lado, tal como sucede en este tipo de herramientas informáticas que necesitamos en humanidades, en cada campo era casi imposible establecer de antemano el número de caracteres que iban a ser necesarios (por ejemplo, para títulos, pero también para primeros versos, o resúmenes de cartas), lo que suele ser un dato necesario en la mayoría de los programas. Como última exigencia, las búsquedas debían poder desarrollarse en varios niveles, para permitir unas ciertas combinaciones discriminatorias que afinaran resultados y enriquecieran la utilidad de nuestro trabajo. Sin entrar en los detalles del proceso informativo sobre las bases de datos documentales que hay en el mercado, terminamos por escoger una base documental diseñada por la empresa española Micronet y llamada Knosys, en su versión 2004. La ventaja de esta base es que se puede consultar en internet; que los colaboradores trabajan contra un servidor donde se almacena la información

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y, por tanto, todos colaboran en tiempo real (a pesar de estar físicamente muy distantes); que el número de campos en cada documento puede ser alto; que no es necesario predefinir la extensión de cada campo y que además de tener una alta posibilidad combinatoria en las búsquedas, éstas se pueden hacer por cadenas de caracteres, es decir, como si toda la información de la base fuera un mismo texto en word donde buscamos ciertas palabras. Para el diseño efectivo de los campos contamos con la colaboración temporal de Sagrario Arenas, una documentalista especializada en Knosys, que aportaba su experiencia informática y bibliográfica, aunque a la vez nos asegurábamos de que la organización informativa era pertinente y respondía a ciertos estándares descriptivos. El resultado es una base bibliográfica que consta de un total de 41 campos (lo que es un número muy elevado en comparación con los modelos habituales), que desde su proceso de construcción, que no de consulta (tal número de campos a la vez es inabarcable), podríamos agrupar en los siguientes bloques:2 • Campos biográficos. Los primeros campos son los que se refieren al nombre de la autora, sus posibles variantes ortográficas, sus fechas y lugares de nacimiento/ muerte; y su estado civil. • Campos de autor. Son los campos que se utilizan para los autores de las referencias secundarias, las ediciones con editor literario, los estudios u otros textos sobre las autoras. Se dividen en dos tipos: en el de un autor principal o en el de autores secundarios, por ejemplo, el editor literario de un texto, colaboradores, traductores, etcétera. • Campos de títulos y descripción de obras. Aquí se insertan una serie de campos, de los cuales el principal es el de título, pero que puede ser complementado por otros campos cuando se estén describiendo piezas que pueden requerir otros elementos de descripción. Así los poemas, además del título, cuentan con campos específicos para incluir la rúbrica y primer verso; y para las cartas está previsto que se incluyan datos como el destinatario, los lugares de emisión y recepción o un resumen mínimo del contenido. • Campos de edición. Para insertar los datos de edición de los impresos o los manuscritos hay un bloque de campos que se refieren a la editorial, el año, el n° de páginas o volúmenes y la serie. • Campo de notas. En cada caso existe un campo de notas que permite añadir información muy variada sobre el documento. Este campo ha resultado de gran utilidad porque nos permite introducir información que puede ser imprescindible o muy útil, pero que no tiene cabida en las descripciones estandarizadas. En este campo se pueden incluir noticias como la existencia de un facsímil de la obra descrita; el hecho de que, por ejemplo, esté en latín; la fuente informativa cuando se trata de la referencia de una obra perdida o dudosa; etcétera. Generalmente uno de los problemas que se presentan en nuestras bibliografías en bases de datos (piensen, por ejemplo, en la de Chadwyck & Healey, que dirige Carmen Simón y que todos empleamos) es la dificultad para describir documentos editados dentro de otros documentos, por ejemplo, un poema en un artículo; un artículo en una revista o colectivo, etc. Esta dificultad la hemos salvado creando un bloque de campos, similar al anterior (autor, título y datos de publicación, básicamente), pero precedidos de la preposición EN_... Además, para algún caso que se 2 No se mencionan en esta descripción campos de uso interno que no aparecerán a la vista del usuario de la base, por ejemplo, la «clase de documento», que se encuentra al inicio y sirve para establecer los campos que tendrán que ser empleados en la descripción; o los de •Observaciones» e «Incluir», el primero empleado para dejar constancia de informaciones internas sobre el proceso de trabajo, bien para uno mismo (por ejemplo, dando cuenta de que la referencia aún está incompleta) o para otros colaboradores (decirle al revisor que tenga en cuenta algún aspecto preciso). El campo de «Incluir» sirve para darle el visto bueno al documento una vez ha sido revisado. Asimismo existe un campo siempre visible que incluye el nombre del colaborador del proyecto que ha realizado la entrada, de este modo se hace posible incluir las aportaciones al curriculum vitae del investigador ya que están perfectamente identificadas y pedir la colaboración de otros investigadores o alumnos.

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ha presentado, hemos considerado necesario crear otro nivel de inclusión similar precedido por la preposición CON_..., en realidad abreviatura de Contenido. De este modo, la presentación del documento, por ejemplo, en un artículo en unas actas, establece claramente quién es el autor principal del trabajo y el título del mismo y a quién hay que atribuirle la publicación del volumen colectivo y su título, etc., incluidas las páginas que ocupa la referencia. Por último y para todas las referencias hay un grupo de dos campos que podríamos llamar de contenidos y que sirven para detallar los temas del documento descrito. Uno de ellos es el campo que llamamos «Contiene», que nos permite incluir con sus páginas exactas las menciones de varias autoras en una misma referencia bibliográfica, cuando es necesario. El otro es quizá uno de los campos más importantes y útiles, es el campo de «Materia», donde se recoge la información relevante de cada documento, temas que trata, categoría genérica, tipo de entrada, autoras mencionadas, época, etc. Las búsquedas a partir de combinaciones establecidas en este campo permiten una riqueza informativa muy útil para evitar el «ruido» sin impedir recuperaciones amplias. Creo que solo con esta somera descripción se puede percibir que se trata de una base de datos ambiciosa, que quiere ofrecer una información compleja, susceptible de búsquedas refinadas y discriminatorias, pero que a la vez no deja de ser una base bio-bibliográfica. Desde luego que en las consultas no se desplegarán toda esa variedad de campos, sino solo los que contienen información, los empleados para describir cada documento. Hoy por hoy, después de un período de pruebas que tampoco nos evitarán ajustes futuros, tenemos incluidas más de 1.300 entradas de parte de las autoras más relevantes del período y de una gran cantidad de historias de la literatura, manuales, etc., pero aún lo consideramos insuficiente para ponerlo a consulta pública. Lo que esperamos es que para comienzos del 2006 estén incluidas todas las obras de las autoras más atendidas por la crítica (unas 25), lo que creemos sería un punto de partida suficientemente válido al mejorar algunas otras bibliografías existentes. A partir de entonces y a través de la página web del proyecto, que ya hoy existe, , se podrán realizar las consultas. Sin duda el mejor medio de verificar la validez del trabajo es utilizarlo en una investigación concreta y hemos elegido un terreno que esperamos sirva para probar la herramienta a la vez que demostrar su necesidad: la presencia, mejor dicho, ausencia de las escritoras medievales y del Siglo de Oro a lo largo de la historia literaria, el silencio en torno a ellas, las omisiones de sus obras o su presencia en algunos momentos y estudios. Quienes damos cursos sobre escritoras del pasado sabemos que es un comentario reiterado en alumnos licenciados en filología hispánica la sorpresa ante el descubrimiento de una literatura, de unas autoras y de unos problemas metodológicos que ignoraban casi totalmente a pesar de sus cuatro o cinco años de carrera. Algunos podrían creer que esta ausencia se debe a que las autoras escribieron para sí mismas o para un entorno íntimo, quizá a que sus obras nunca fueron publicadas o a que se han conservado en manuscritos largo tiempo ignorados. Sin embargo, no permiten sostener tales creencias las obras especializadas, en particular los Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas de Manuel Serrano y Sanz, donde entre 1500 y 1700 aproximadamente hay unos quinientos nombres y más de cincuenta obras diferentes publicadas.3 Decir que esta ausencia en la historia literaria solo es posible si se explica por razones de exclusión de género es casi una simpleza; lo que nos interesa es observar cómo opera esa exclusión, dónde se produce el corte que deja a una escritora que ha visto su obra impresa o que ha gozado de cierta fama en su época fuera de la historia, es decir, cómo se pasa de la visibilidad a la invisibilidad o raramente viceversa. Aunque nuestro programa de trabajo incluye la revisión de la presencia de escritoras desde la Edad Media hasta el siglo XVIII, los imperativos de espacio aquí marcados nos exigen limitarnos 3 Este número de obras publicadas atiende solo a las que una autora publica de forma independiente y a su nombre. La precisión en estos datos será posible una vez esté completa la información en BIESES. Hoy por hoy nos basamos en cómputos manuales a partir fundamentalmente de los Apuntes de Serrano y Sanz.

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Bibliografía de escritoras españolas (Edad Media - Siglo XVIII). Una base de datos al siglo XX y eso con grandes premuras. Ahora bien, no es posible olvidar que una buena parte del canon literario español se forjó en esos siglos aquí omitidos y que en la actualidad somos herederos de esas concepciones que cambian muy lentamente, pero que en todo caso no justifican la reiterada desidia hacia las escritoras.4 2. ESCRITORAS MEDIEVALES Y ÁUREAS EN LAS HISTORIAS DE LITERATURA DEL SIGLO XX A comienzos de la pasada centuria se publicaron dos importantes repertorios de escritoras, los ya citados Apuntes de Serrano y Sanz y la reedición de la obra de Pérez de Guzmán y Gallo, Bajo los Austrias. La mujer española en la Minerva literaria castellana,5 una mina de datos e información mal explotada, cuando no ignorada, por la crítica, pues pocos son los historiadores que se han servido de ella para trazar una historia de la literatura más fidedigna con la realidad histórico-literaria de las mujeres. En general se puede decir que la historiografía literaria de este período muestra un desinterés total y absoluto por las escritoras, similar, por otro lado, al de los siglos precedentes. Los historiadores de la literatura en el siglo veinte se plantean problemas de periodización, de géneros literarios, de nociones historiográficas, pero en ningún momento se cuestionan la realidad y alcance de la escritura femenina, la necesidad de revisar los cambiantes criterios de selección de género seguidos por la crítica, de replantearse y ampliar el corpus, la nómina heredada de escritores e integrar en ella a otras escritoras. No es cuestión de sumar precipitadamente nombres de escritoras sin más, sino de recuperar sus obras con ediciones y estudios rigurosos y de revisar los criterios estéticos, sociológicos, o de otro tipo hasta ahora utilizados en esa selección finalmente institucionalizada como literatura canónica. Para hacer este rastreo, repasamos medio centenar de historias específicas de la literatura española y de la literatura universal, manuales universitarios y otros más escolares, así como de divulgación general, historias de la literatura escritas por hispanistas españoles o extranjeros. En cualquiera de los casos, hemos procurado revisar aquellas obras que han marcado época en la Historia de la Historia de la literatura española, guiándonos por el proceloso mar de esta disciplina humanística «toda problemas» y en permanente estado de re-elaboración por los iluminadores trabajos de Campos F. Fígares, Gómez Moreno y Blecua recogidos en el excelente libro Historia literaria / Historia de la literatura coordinado por Romero Tobar.6 La historia de las historias de la literatura española de los primeros sesenta o setenta años del siglo XX está muy marcada por el magisterio de Menéndez Pelayo, quien aunque siempre se mostró reacio hacia este tipo de obras, como expresamente manifiesta en el prólogo a la traducción española de la obra de Fiztmaurice-Kelly, durante mucho tiempo las orientó con sus escritos.7 La atención que el polígrafo santanderino prestó a las escritoras medievales y áureas es realmente muy exigua y hay que espigarla por sus diferentes libros. Limitándonos a las famosas «memorias de la asignatura a su programa de oposiciones» (1878), de alguna manera su personal historia de la literatura, en los epígrafes de sus temas incluye a algunas escritoras de las que después se ocupará brevemente en trabajos posteriores; es el caso de Teresa de Cartagena, recuperada por su maestro Amador de los Ríos (1861-1865), Cristobalina Fernández de Alarcón, Teresa de Jesús, Sor 4

Se publicará próximamente la versión completa de este trabajo con el estudio sobre todos esos siglos. Manuel Serrano y Sanz, Apuntes para una biblioteca de escritoras españolas desde el año 1401 al 1833, 2 tomos, Madrid, Biblioteca Nacional, 1903-1905, con reimpr. en Madrid, Atlas, BAE, CCLXVIII-CCLXXI; Juan Pérez de Guzmán y Gallo, Bajo los Austrias, la mujer española en la Minerva literaria castellana, Madrid, Escuela Tipográfica Salesiana, 1923, inicialmente publicado como artículos en La España Moderna entre junio y octubre de 1898. 6 Leonardo Romero Tobar (ed.), Historia literaria / Historia de la literatura, Zaragoza, Prensas Universitarias, 2004. 7 Mar Campos F. Fígares, «Una lectura de historias (de la literatura)., en Romero Tobar (2004), pág. 241. Véase el prólogo a la edición castellana de Jaime Fitzmaurice-Kelly, Historia de la literatura española, Buenos Aires, Anaconda, s.a. [1901]. 5

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Marcela de San Félix, Oliva Sabuco y María de Zayas. Se fija así una nómina de escritoras historiadas que, con ligeras variaciones, supresiones o adiciones, se consolida en las historias de la literatura posteriores. El repaso de más de una treintena de ellas, aparecidas entre 1901 y 1969,8 brinda una lista de sesenta autoras, en la que las más citadas, con sus correspondientes frecuencias, son las que figuran en el cuadro del Apéndice 1, en el que se aprecia la importancia prestada a Teresa de Jesús, María de Zayas y María de Jesús de Agreda. En todos estos repertorios consultados, las escritoras siempre aparecen integradas en los períodos y géneros correspondientes junto a los escritores, lo mismo que en los índices generales, y sólo en un caso, en la obra citada de Blanco Sánchez (1924) hay un intento fallido de «segregación», de crear un capítulo aparte con las escritoras que recuerda el apéndice Gynaeceum Hispanae Minervae añadido por Nicolás Antonio a su Bibliotheca Hispanae sive Hispanorum (1677).9 Los criterios cronológicos y genéricos rigen la clasificación de las autoras, si bien la ubicación de algunas de ellas no siempre está clara y surgen vacilaciones, p. ej., a la hora de situar a Zayas y a Carvajal entre los cultivadores del cuento y la novela corta o entre la novela picaresca, como hacen José Rogerio Sánchez (1928) y Montoliu (1947). Vistas en conjunto, en las listas se aprecian variaciones, entradas y salidas sin comentario alguno (Florencia Pinar, Feliciana Enríquez de Guzmán), llamativas omisiones con respecto a los repertorios dieciochescos o a las historias de la literatura decimonónicas (Isabel de Villena, Bernarda Ferreira de Lacerda) y expresas reivindicaciones. En torno a los años treinta, p. ej., hay una fervorosa recuperación de Mariana de Carvajal, a la que si bien habían

8 Pedro Muñoz Peña, Compendio de la historia general de la literatura y especialmente de la española, Valladolid, Imp. y lib. D J. Montero, 1902; Ángel Salcedo Ruiz, La literatura española. Resumen de historia crítica, 4 tomos, Madrid, Casa Editorial Calleja, 1915 (2a ed.); Julio Cejador y Frauca, Historia de la lengua y literatura castellana (comprendidos los autores hispanoamericanos), 7 tomos, Madrid, Gredos, 1915-1922, facsímil 1972; F. Navarro y Ledesma, Lecciones de literatura, Madrid, Librería de los Sucesores de Hernando, 1917 (5a ed.); José Rogerio Sánchez, Resumen de la historia de la lengua y literaturas españolas, Madrid, Imprenta de los Hijos de Gómez Fuentebro, 1918; Rufino Blanco Sánchez, Elementos de literatura española e hispanoamericana, Madrid, Tip. de la «Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos», 1924 (3a ed.); Narciso Alonso Cortés, Historia de la literatura española, Valladolid, Librería Santarén, s.a. (h. 1930) (4a ed.); Juan Hurtado, J. de la Serna y Ángel González Palencia, Antología de la literatura española, Madrid, 1926 (2a ed.); Abigail Mejía, Historia de la literatura castellana. Estudio histórico crítico que comprende la literatura hispanoamericana y de un modo especial la Historia de la literatura en Santo Domingo, Barcelona, Imprenta-Editorial Altes, 1929; Paul van Tieghem, Compendio de historia literaria de Europa desde el Renacimiento, Madrid, Barcelona, Espasa-Calpe, 1932; Ludwig Pfandl, Historia de la Literatura Nacional Española en la Edad de Oro, Barcelona, Sucesores de Juan Gili, 1933; P. Alberto Risco, Historia de la literatura española y universal, Madrid, Razón y Fe, 1934 (9a ed.); Juan Chabás, Breve Historia de la Literatura Española, Barcelona, Joaquín Gil Editor, 1936 (2a ed.); Ángel Valbuena Prat, Historia de la literatura española, 2 tomos, Barcelona, Gustavo Gili Editor, 1937; Ramón D. Peres, Historia de las Literaturas Antiguas y Modernas, Barcelona, Editorial Ramón Sopeña, 1941; José Rogerio Sánchez, Historia general de la literatura, Ávila, 1941 (2a ed.); A. Henschke, Historia de la literatura. Maravillosa síntesis de la literatura universal, Barcelona, Editorial Labor, s.a. (h. 1943) (2a ed.); Juan Hurtado y Ángel González-Palencia, Historia de Literatura Española, Madrid, Tipografía de Archivos, Olózaga, 1943 (5a ed.); Jorge Campos, Historia universal de la literatura, Madrid, Pegaso, 1946; Ciríaco Pérez Bustamante, Historia de la literatura universal, Madrid, Atlas, 1946; Aubrey F. G. Bell, Literatura castellana, Barcelona, Editorial Juventud, 1947; Manuel de Montoliu, Manual de historia de la literatura castellana, Barcelona, Editorial Cervantes, 1947 (5a ed.); Agustín del Saz, Historia de la literatura, Barcelona, Editorial Juventud, 1958; José Manuel Blecua, Historia de la literatura: sexto curso, Zaragoza, Librería General, 1962; Edward von Tunk, Historia Universal de la Literatura, 3 tomos, Madrid, Revista de Occidente, 1962; Ángel del Río, Historia de la literatura española. Tomo L Desde los orígenes hasta 1700, New York, Holt, Rinehart and Winston, 1963; Gerald Brenan, The Literature ofthe Spanish People. From Román Times to the Present Day, Great Britain, Penguin Books, 1963; Juan Luis Alborg, Historia de la Literatura Española. Tomo I, Edad Media y Renacimiento, 5 tomos, Madrid, Gredos, 1966-1996; Emiliano Diez Echarri y José María Roca Franquesa, Historia de la literatura española e hispanoamericana, Madrid, Aguilar, 1968 (I a reimpr); Guillermo Díaz-Plaja (dir.), Historia general de las Literaturas Hispánicas, 6 tomos, Barcelona, Vergara, 1968; Jean Descola, Historia literaria de España. De Séneca a García Lorca, Madrid, Gredos, 1968; Martín de Riquer y José María Valverde, Historia de la literatura universal, 4 tomos, Barcelona, Planeta, 1968. ' Sobre la misma, véase Lola Luna, «Escritoras para una historia literaria», en Leyendo como una mujer la imagen de la Mujer, Barcelona, Anthropos, 1996, págs. 129-37; Franoois Géal, «Nicolás Antonio juge de la femme de lettres á travers la Bibliotheca Hispana Nova; en Rélations entre hommes etfemmes en Espagne aux XVIe et XVIle siécles. Réalités etfictions, ed. Augustin Redondo, Paris, Publications de la Sorbonne, 1995, págs. 39-52.

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Bibliografía de escritoras españolas (Edad Media - Siglo XVIII). Una base de datos citado ya en el siglo pasado Fillol, Ticknor o Mudarra junto a María de Zayas,10 se había apeado de muchos manuales posteriores y Pfandl la recobra defendiendo su valía por encima de la de la madrileña, de la misma manera que también el historiador alemán saca a la palestra la figura de Catalina de Mendoza, sobre la que pasa luego sin embargo de puntillas. Hurtado y González Palencia, por su parte, rescatan sin comentario alguno a la novelista Laura Mauricia (Leonor de Meneses), autora de la novela corta El desdeñado más firme (1655), cuya resurrección también es efímera, porque vuelve a desaparecer en el resto de manuales. A excepción de Teresa de Jesús, la atención que se les presta a todas estas escritoras es muy pobre, a veces reducida a una o dos líneas, porque se les considera autoras «menores». Las aproximaciones al estudio de los textos son escasas y sólo puntualmente, como en el caso de Pfandl, se comentan, p. ej., los argumentos y las técnicas compositivas, en un intento de acercamiento más crítico a partir de las obras, estudio que se ve lastrado, sin embargo, por apreciaciones y juicios morales y sexistas. La escritura femenina no acaba de aceptarse como tal y hay un intento de asimilarla a la masculina; es curioso, p. ej., el cierre de Cejador a su entrada de Santa Teresa, de la que acaba destacando su carácter varonil: «Su carácter varonil está retratado en aquellas palabras del Camino de perfección: "Es muy de mujeres, y no querría yo, hijas mías, lo fuéssedes en nada, ni lo pareciéssedes, sino varones fuertes"» (vol. II, tomo III, págs. 72-76), una cita totalmente descontextualizada empleada para autorizar su valía por medio de su asimilación al grupo de autores-hombres. En el caso de María de Zayas, alarma a los historiadores su ligereza, rayana en inmoralidad. Sus obras se reconocen ingeniosas, divertidas, se colocan entre los grandes cultivadores del género de la novela corta, pero para muchos pecan de inmorales; así lo entiende Gayangos, en las notas a la citada edición de Ticknor: «de lo más verde e inmodesto que me acuerdo haber leído nunca en semejantes libros», a propósito de El prevenido engañado (pág. 345). Cejador, en cambio, aduce como autoridad el juicio de Fernández de Navarrete, para quien la autora carece «de la observación y de aquel íntimo conocimiento de las escenas del mundo que sólo puede adquirir un hombre, y de que está privada una señora por el retiro y circunspección con que la obliga a vivir el decoro de su sexo» (pág. 142); Alonso Cortés considera sus novelas «exageradas en la pintura de las malas costumbres» (pág. 217) y todavía en la década de los sesenta Blecua la tacha de «algo desenvuelta» (pág. 153). El juicio más ácido de todos es, sin embargo, el de Pfandl: «¿Se puede dar algo más ordinario y grosero más inestético y repulsivo que una mujer que cuenta historias lascivas, sucias, de inspiración sádica y moralmente corrompidas?» (pág. 370), rebatido años después, en la década de los cincuenta por Diez Echarri y Franquesa, que eliminan el calificativo de «inmoral» y rehabilitan su figura. A juzgar por estos comentarios, la escritura, la creación literaria, sigue considerándose cosa de hombres porque, para escribir bien, hay que observar y conocer el mundo y esto está vedado a las mujeres, recluidas por educación entre las cuatro paredes de casa. Si la escritura femenina es varonil, se considera buena, y si es inmoral, totalmente inaceptable, pues hay temas y tratamientos que por norma están vedados a las mujeres. Se trata, en definitiva, de los mecanismos estudiados por Joanna Russ11 para evitar la intrusión de miembros del grupo subordinado en el grupo dominante: una mujer si escribe bien es porque es más que una mujer y, por tanto, varonil. Pese a su «desenvoltura», María de Zayas es sin duda una de las escritoras de los Siglos de Oro con mayor proyección internacional, como se evidencia en los comentarios sobre el influjo ejercido en novelistas y dramaturgos europeos, lo que no le asegura, sin embargo, un puesto fijo en las historias de la literatura universal, reservado siempre y sin discusión para Teresa de Jesús, una escritora de talla mundial. 10 J. V. Fillol, Sumario de las lecciones de un curso de literatura general y principalmente española con sujeción al programa mandado observar por la Dirección General de Instrucción Pública en 1° de Agosto de 1846, Valencia, Imp. de José Domenech, 1872 (31 e

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