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GOBIERNO DEL ESTADO DE MÉXICO E D I TO R

CONSEJO CONSULTIVO DEL BICENTENARIO DE LA INDEPENDENCIA DE MÉXICO ENRIQUE PEÑA NIETO Presidente LUIS ENRIQUE MIRANDA NAVA Vicepresidente ALBERTO CURI NAIME Secretario CÉSAR CAMACHO QUIROZ Coordinador General

     

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Enrique Peña Nieto Gobernador Constitucional Alberto Curi Naime Secretario de Educación

Consejo Editorial:

Luis Enrique Miranda Nava, Alberto Curi Naime, Raúl Murrieta Cummings, Agustín Gasca Pliego, David López Gutiérrez. Comité Técnico: Alfonso Sánchez Arteche, José Martínez Pichardo, Rosa Elena Ríos Jasso. Secretario Técnico: José Alejandro Vargas Castro.

Antología Juarista © Segunda edición. Secretaría de Educación del Estado de México DR ©

Gobierno del Estado de México Palacio del Poder Ejecutivo Lerdo poniente no. , colonia Centro, C.P. , Toluca de Lerdo, Estado de México.

ISBN: ---- ISBN: ---X (colección) © Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal. 

www.edomex.gob.mx/consejoeditorial [email protected]

© Rodolfo García Gutiérrez Herederos de Rodolfo García Gutiérrez © Alfonso Sánchez García Herederos de Alfonso Sánchez García Número de autorización del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal CE: /// Impreso en México Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa del Gobierno del Estado de México, a través del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal.

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P ÓRTICO



   cumplió el sesquicentenario de que dio principio la Guerra de Reforma, desencadenada por dos causas: por la negativa de los conservadores a aceptar la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, aprobada por el Congreso Constituyente el año anterior, y por las vacilaciones del entonces presidente de la república, Ignacio Comonfort, quien desconoció la vigencia de esa Carta Magna, que él mismo había promulgado y a la cual debía su investidura. Fue entonces cuando Benito Juárez recogió, en su carácter de presidente de la Suprema Corte de Justicia, la bandera de la legalidad, que había sido profanada, y se convirtió en el paladín indiscutible de los principios liberales, que se consumarían en  con la emisión de las Leyes de Reforma, por las cuales quedó establecida la separación de Estado e Iglesia en México.

 El Estado de México, durante esa guerra —también llamada de Tres Años— fue escenario de episodios bélicos tan determinantes como las batallas de Calpulalpan y Xalatlaco, que decidieron el triunfo de los generales reformistas Jesús González Ortega, Felipe Berriozábal e Ignacio Zaragoza, entre los más destacados jefes que militaban al frente de las armas progresistas. Sin embargo, nuestra entidad no se caracterizó únicamente por esos sucesos militares, sino porque desde varias décadas atrás venía siendo uno de los centros políticos donde el liberalismo arraigó para propagarse hacia las más diversas regiones, gracias a ideólogos como José María Luis Mora, Lorenzo de Zavala, Francisco Modesto de Olaguíbel, Ignacio Ramírez El Nigromante y el insigne diputado constituyente de , originario de Tenango del Valle, León Guzmán.  Benito Juárez, como figura emblemática del partido liberal y como abanderado del orden constitucional, cruzó varias veces el territorio del Estado de México, aunque sin detenerse por mucho tiempo, en razón de las dif íciles circunstancias que condicionaban sus accidentados itinerarios por la república. A cambio de ello, su presencia se hizo sentir en las simpatías que despertaba entre los ciudadanos partidarios del progreso, quienes en él veían al mejor defensor de las garantías individuales consagradas en el texto constitucional. Así fue como el juarismo se aclimató, cobró fuerza durante las guerras de Reforma e Intervención, se consolidó con el triunfo de la República sobre el Imperio y habría de perpetuarse más allá de la muerte del prócer.  Precisamente para conmemorar el centenario luctuoso de Benito Juárez, en , el gobierno del profesor Carlos Hank González dispuso la edición de la Antología juarista, conformada por sendos ensayos históricos de los profesores Rodolfo García Gutiérrez y Alfonso Sánchez García, así como una selección poética hecha por el bibliógrafo Gonzalo Pérez Gómez y una compilación de discursos

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conmemorativos que realizó el archivónomo Leopoldo Sarmiento Rea. El antecedente del texto aportado por el maestro García Gutiérrez, notable prosista, fue el libro Liberalismo y liberales en el Estado de México, editado en  por Cuadernos del Estado de México. En cuanto a la colaboración del maestro Sánchez García, periodista e historiador, consiste en una serie de apuntes que le habían servido como libro de texto para sus cursos en la preparatoria de la Universidad Autónoma del Estado de México, que dieron lugar a una primera edición, en tres volúmenes, de su Historia del Estado de México y también a la versión definitiva de ésta, publicada en  por el Gobierno del Estado de México.

 Es deseo expreso del gobernador Enrique Peña Nieto que sean difundidos ampliamente los más señalados valores históricos y culturales que enaltecen a México y que, por algún motivo trascendente, honran a nuestra entidad. Por ello es que, para conmemorar dignamente los ciento cincuenta años del inicio de la Guerra de Reforma, se realiza esta segunda edición de la Antología juarista dentro de la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario, en una presentación más sencilla y con un diseño gráfico actualizado.  Hechos fundamentales, como los que significaron las luchas entre liberales y conservadores durante el siglo XIX, no deben ser olvidados por el costo que tuvieron en sangre, fatigas y penurias para el pueblo de México, del que los mejores hijos entregaron su vida combatiendo por un ideal superior, que era el de fundar un orden legal basado en el respeto a las libertades elementales del hombre y del ciudadano. El territorio del Estado de México también recogió el fértil tributo de los mártires de la Reforma, pero en un suelo previamente abonado por los precursores del liberalismo nacional. En honor de ellos, los grandes liberales cuyo prototipo es Juárez, esta obra está dedicada a perpetuar su memoria entre las nuevas generaciones de mexiquenses.

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.   Melchor Múzquiz

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   en Santa Rosa, Coahuila, en . Muere en México el  de diciembre de . Después de breves pero brillantes estudios en el famoso Colegio de San Ildefonso, abandona las aulas para unirse al movimiento de Independencia. Presta servicios en las provincias de Veracruz y Michoacán. Cae prisionero en la acción de Monte Blanco, pero más tarde es indultado por el gobierno colonial. Fue diputado al Congreso Nacional por el Estado de México y Presidente interino de la república, el año de .

 Su actuación como diputado se distingue por su oposición a los ascensos otorgados por la Regencia a personas de dudosa conducta y que no habían prestado servicios a la causa insurgente. Poco después de su representación popular, el presidente Guadalupe Victoria lo nombra comandante militar en el estado de Puebla.  Su estadía al frente del gobierno de nuestra entidad está no sólo separada por el tiempo, sino por la disímbola importancia de sus dos administraciones. La segunda época es toda ella una constante oscilación entre los intereses políticos de Guerrero y Bustamante. No hay tiempo para otra cosa que para el duro batallar, pacificar y transar. No nos interesa, por tanto, esta segunda función.  Melchor Múzquiz fue el primer gobernador que tuvo el Estado de México. Fue electo después de algunas peripecias con Gómez Pedraza, el  de septiembre de . Fue el creador de la Administración del Estado. Sus esfuerzos se enfocaron a la organización de la hacienda pública de la que fue jefe supremo, por decreto que él mismo expidió. La probidad de Múzquiz fue proverbial, y de ella hablan con encomio historiadores y biógrafos. En su primer año fiscal hubo en las arcas públicas un sobrante de cerca de trescientos cincuenta mil pesos. Múzquiz manejó grandes cantidades de dinero y, sin embargo, murió pobre. Su viuda, doña Joaquina Bezarez, para poder subsistir se vio obligada a abrir una escuela particular a la que concurrían niñas de la mejor sociedad de México.  Durante la administración de Múzquiz se expidió el decreto del  de noviembre de , por el que se creó el Distrito Federal y fue designada la ciudad de México como residencia de los Poderes de la Unión. Nuestro gobernante consideró este decreto como un atentado contra la naciente entidad. Protestó ante el Congreso Nacional y sostuvo durante más de un año la ilegitimidad de ese mandato. Solicitó ayuda a las legislaturas de los estados y encontró eco en la de Veracruz, que pidió la revocación del acuerdo.  Pocas veces un gobernador nuestro ha demostrado tanta entereza en la defensa del territorio que administra. Aún con peligro de perder su

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relevante posición política defendió la dignidad e integridad de nuestro estado. ¡Qué diferencia con los tiempos que hoy corren! Apenas hubo débiles protestas contra el Distrito Federal que nos saquea impunemente, como en el caso de las aguas del río Lerma, a cambio de cuya riqueza apenas nos ha dado las migas de unas cuantas escuelas.



Cuando Múzquiz vio perdido el caso sugirió a la Legislatura que los Poderes se trasladaran fuera de la ciudad de México. Fue de este modo como acatando el decreto del  de enero de , los Poderes se trasladaron a Texcoco el  de febrero del propio año. El primer decreto expedido en la nueva capital del estado fue el que autoriza al Ejecutivo el gasto de siete mil pesos para la apertura de un canal que debería unir la ciudad de Texcoco con el lago del mismo nombre, a fin de facilitar la comunicación con la ciudad de México. Es obvio que esa comunicación debería hacerse en embarcaciones a través del lago, pues de este modo la ruta resultaba mucho más corta que por el camino carretero.



El artículo séptimo del decreto de traslado rezaba: “A cada uno de los individuos que hayan de trasladarse, y disfruten de dos mil pesos para arriba, se les ministrará en clase de auxilio para su establecimiento y viaje, una cantidad igual a la cuarta parte de su sueldo anual”.



A quienes disfrutaban de menos de dos mil pesos se les suministró una tercera parte de su sueldo. Los diputados sólo recibieron doscientos cincuenta pesos cada uno.



Fue también durante la administración de Múzquiz cuando se promulgó la primera Constitución Política del Estado de México. Tuvo en ella señalada participación el doctor José María Luis Mora, y contiene avanzadas ideas: garantizaba la libertad individual, proscribía la esclavitud, desconocía los títulos hereditarios y prohibía a las manos muertas adquirir bienes raíces. Este primer código estatal fue expedido el  de febrero de  y publicado solemnemente el  del mismo mes. “Poniendo la mano sobre los Santos Evangelios y levantando con la izquierda un crucifijo para besarlo” juró Múzquiz guardar y hacer guardar la Constitución. Los festejos para celebrar la promulgación duraron tres días y en ellos predominaron las ceremonias religiosas.



Un manifiesto publicado por el Congreso Constituyente, pinta a lo vivo la situación del estado en  y cuál era, gracias a los esfuerzos de la administración de Múzquiz, en . En  el estado, según el Congreso, no era otra cosa que una…

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extensión considerable de territorio poblada por hombres sin otro vínculo de unión que el de su coexistencia accidental. Los gérmenes

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de la discordia se hallaban esparcidos por todas partes: las pocas autoridades que estaban al frente de la administración eran del todo nulas por la falta de medios para hacerse obedecer y de manos subalternas que auxiliando sus operaciones, hiciesen al gobierno presente en todas partes y uniesen al último habitante del territorio con el centro de la autoridad del poder.

 

No había jueces ni medios para pagarlos; los que hacían sus veces eran desatendidos y aún públicamente insultados; los salteadores y bandidos cuyas cuadrillas tomaban un carácter político, atacaban al ciudadano pacífico […] La división del territorio era tan heterogénea y tan fuera de todo arreglo y sistema, que para cada ramo había una particular, cuyo resultado necesario era la confusión y el desorden […] La educación pública se hallaba en el mayor abandono: las escuelas de primeras letras eran muy escasas, mal dotadas y peor dirigidas, sin estímulo paras los preceptores ni fomento para los niños […]



El estado [concluía el Congreso] se ha formado, crecido y levantado a la sombra de sus benéficas leyes. Ese cadáver exánime se halla no sólo restituido a la vida, sino también lleno de vigor, de salud y lozanía.

 Los párrafos anteriores muestran elocuentemente cuál fue la ímproba tarea que tanto el gobernante como los legisladores llevaron al cabo en bien de nuestro estado y hasta qué punto, desentendiéndonos de sus esfuerzos, los hemos olvidado por tantos años.  Por diferencias políticas, Múzquiz renunció al gobierno el día  de marzo de . La política le arrebató el mando, lo que no pudo quitarle ni le quitará nunca es el mérito de haber sido el creador de la vida institucional de nuestra entidad. ¡Recibió un caos, entregó un estado!

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José María Luis Mora

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   que hayan actuado en el Estado de México, tan relevantes como el filósofo, escritor, orador y sociólogo, José María Luis Mora.

 No estuvo mucho tiempo entre nosotros este hombre eminente. Fue, en verdad, breve el lapso que participó en nuestra vida pública; pero la huella de su paso por nuestra entidad es imborrable. Fue diputado al primer Congreso Constitucional, en tiempos del ilustre general don Melchor Múzquiz. Ese primer Congreso nos dio la Constitución estatal de , en la que se encuentran las primeras ideas progresistas del liberalismo en el Estado de México. En ese histórico documento, tuvo Mora una notable participación.  En su obra inédita Breve Historia del Estado de México, el abogado e historiador Enrique González Vargas, señala como sigue los caracteres esenciales de ese interesante sistema legal:

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

La Constitución del Estado de México, del  de febrero de , es obra del notable sociólogo de la Reforma, licenciado José María Luis Mora, y es digna de formar parte de sus Obras sueltas, tanto por la originalidad que presenta en la evolución del Derecho Constitucional Mexicano como por lo avanzado, para su tiempo, de los principios renovadores de la sociedad mexicana.



Esa Constitución consta de trescientos veintisiete artículos, sin transitorios, divididos en siete títulos, subdivididos a su vez en capítulos, con rubro.



No sólo apunta ya las principales garantías individuales, sino que su agudo pensamiento denota también las bases de las garantías sociales; pues especialmente el artículo noveno prohíbe las manos muertas. En el décimo primero establece que sólo el poder público tiene fuerza imperativa, y en el décimo cuarto, asienta el principio de que el poder público tiene facultades para intervenir en los asuntos eclesiásticos.



Al establecer la célebre división de tres poderes, considera al Legislativo constituido por un sistema unicamaral integrado por elección indirecta y popular, a razón de un diputado por cada cincuenta mil habitantes, o una fracción mayor de veinticinco mil; pero acotando que no podría tener menos de veintiún diputados.



Al instituir la división política a base de municipalidades y partidos, remata en la elección general, señalando un elector por cada cuatro mil habitantes o una fracción mayor de dos mil.



Prohíbe que sean electores primarios o secundarios, los empleados, los miembros del clero, los militares y los funcionarios.

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Ordena que la Cámara debe sesionar ordinariamente dos veces al año y ser renovada parcialmente cada dos años, saliendo los elegidos en último lugar, y posteriormente los más antiguos. Esto era, como se desprende de la exposición de motivos, para darle coherencia a la obra legislativa.



Donde se refiere al Poder Ejecutivo, tiene rasgos muy originales, pues es una transición entre el sistema unipersonal, y algo que sugiere el sistema parlamentario de gabinete. En efecto, dispone que el Poder Ejecutivo esté integrado por un gobernador y un consejo electo por el Congreso. Por una sola vez, admite la reelección de gobernador. En la discusión de las leyes puede participar el Ejecutivo a través de sus consejeros. Los consejeros pueden ser reelectos y ser renovados por mitad, cada cuatrienio. El consejo puede nombrar un teniente gobernador, que conjuntamente con algunos consejeros, puede suplir al gobernador.



En el sistema administrativo establece una disposición que considero también muy original, pues evita que el Ejecutivo tenga que intervenir en forma indirecta para controlar a los ayuntamientos, lo que obliga a desvirtuar las votaciones o a imponer a personas desconocidas por las comunidades, o desconectadas de ellas. En efecto, instituye como base de la administración al ayuntamiento electo, al que señala entre sus obligaciones la de vigilar los arreglos del repartimiento de tierras, al que concede una extraordinaria importancia; y por lo que ve al sistema gubernativo, dividido en prefecturas y subprefecturas, dispone que represente al Ejecutivo en las localidades foráneas y le señala la obligación de informar sobre el cumplimiento del sector municipal.



Los ayuntamientos deben establecerse en forma obligatoria en cada pueblo que cuente con más de cuatro mil habitantes, y forzosamente en las cabeceras de partido, sobre la base de un alcaide síndico y regidores.



Por último, es también original la forma de renovación de los ayuntamientos, pues cada año deben ser reemplazados los alcaides, y por mitad el número de regidores. Estimo que este procedimiento facilitó la continuidad en la forma de administrar los asuntos de las comunidades, paliando las tensiones políticas.

 Hasta aquí lo que se refiere a la actuación del doctor Mora en nuestro estado, en donde por cierto recibió el título de abogado, el cual agregó a los que ya ostentaba de doctor en Filosof ía y Teología.  Agreguemos ahora algunos datos biográficos: nace José María Luis Mora en Chamacuero, Guanajuato, en octubre de . Su padre, según el propio Mora, fue hombre acaudalado. Estudió José en

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Querétaro, y a la edad de trece años prosiguió sus estudios en el Colegio de San Ildefonso, de México. En  obtuvo el grado de bachiller en Filosof ía. En sus días de alumno —dice el rector del colegio— “fue de conducta bastante buena”, e hizo sus estudios con tanta aplicación, que ocupó siempre “los primeros lugares”.

 En su época de vida estudiantil comenzó la guerra de Independencia. A la casa de su padre, don José Ramón de Mora, se presentó un enviado de Hidalgo a solicitarle un préstamo de ocho mil pesos para ayuda de la causa de Independencia. Don José Ramón quiso salvar el resto de su fortuna, y la depositó en los fondos de la iglesia del Carmen de Celaya. ¡Previsión inútil! En efecto, cuando Hidalgo pasó por esa ciudad tomó ese dinero y el de otros depositantes, también para ayuda de la insurgencia.  Es parca en facetas dramáticas la vida de Mora. Más que hombre de acción, fue un pensador social preocupado hondamente por alcanzar modos eficaces que hicieran posible el bienestar de los mexicanos. Estudioso acostumbrado a la profundidad del pensamiento y la claridad de los conceptos, define ante sus enemigos lo que entiende por “marcha política de progreso”: 

Aquélla [decía] que tiende a efectuar de una manera más o menos rápida la ocupación de los bienes del clero, la abolición de los privilegios de esta clase y de la milicia, la difusión de la educación pública en las clases populares, absolutamente independiente del clero, la supresión de los monacales, la absoluta libertad de las opiniones, la igualdad de los extranjeros con los naturales en los derechos civiles, y el establecimiento del jurado en las causas criminales.

 Como se ve, en unas cuantas palabras define Mora la esencia del credo liberal. Y es que Mora fue hombre de vastísimas lecturas. De Europa nos llegó el liberalismo, y nos llegó subterráneamente, en los libros prohibidos a los que sólo tenían acceso unos cuantos intelectuales. Gracias a la Constitución española de , carta de transitoria naturalización, adquiere la doctrina liberal entre nosotros. Cuando Fernando VII invalida la vigencia de esa Carta, el Partido Escocés que se había propuesto mantener entre nosotros los principios liberales, se convierte, por temor a la Inquisición, en una sociedad secreta. Por fin, cuando México obtiene su libertad, nace a la vida pública otro partido, el Yorquino, notorio por sus exaltadas ideas. Estos dos partidos, en los que no se escasean los masones, juegan un papel de primera magnitud en los primeros años de nuestra vida política como nación.  Parece que Mora, a pesar de sus ideas, no perteneció a ninguno de estos dos partidos. De otro modo, no hubiera escrito en El Observador [] un artículo en el que fustiga a las logias

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escocesas y yorquinas: “El origen inmediato de nuestras desgracias [dice] no ha sido otro por cierto que la contienda ruidosa de dos de estas asociaciones, que han luchado hasta el último aliento por la posesión del poder”.

 Después de su estancia entre nosotros, sigue Mora participando en la política nacional, cuando no como escritor, como diputado o como funcionario. Pero donde su talento se manifiesta en toda su brillantez, es como consejero de don Valentín Gómez Farías, en el gobierno de  a , que inicia, como se sabe, la Reforma en México. El programa liberal en el que Mora tomó una notoria participación, contenía revolucionarios propósitos, como el de la supresión de las leyes represivas de la prensa; la abolición de los privilegios del clero y la milicia; la supresión de los conventos; la destrucción del monopolio del clero en la educación pública; la abolición de la pena de muerte por delitos políticos y algo que representa una previsión genial de la injusta invasión norteamericana de , o sea la preservación de la integridad de nuestro territorio absteniéndose de conceder irreflexivamente el establecimiento de colonias extranjeras.  Pero mientras que Mora aconsejaba una acción enérgica y sorpresiva, en lo que hay que advertir su sagacidad política, Gómez Farías intentaba llevar a cabo pacíficamente la Reforma. Mientras tanto, el receloso Santa Anna, con el apoyo del clero y la milicia, contra quienes apuntaba con derechura uno de los principales propósitos reformistas, inició la reacción. Entonces Mora fue objeto de persecuciones que lo obligaron a expatriarse en Europa, hacia donde marchó en . Se radicó en París añorando siempre la patria lejana, según se desprende de la correspondencia que sostuvo con sus amigos. En la capital de Francia escribió sus libros México y sus revoluciones y Obras sueltas, y vivió en situación tan precaria que en ocasiones estaba dispuesto a trabajar hasta por el salario que se da a un criado.  En los días de la invasión norteamericana, don Valentín Gómez Farías que era vicepresidente otra vez en el gobierno de Santa Anna, nombró a Mora “enviado extraordinario y ministro plenipotenciario de México en Inglaterra”. Minado por la tuberculosis, ejerció su cargo por breve tiempo.  Aunque lo deseaba vehementemente, nunca pudo volver a la patria, por los peligros que para la integridad de su vida representaba su regreso.  El doctor José María Luis Mora murió en París, el  de julio de . Fecha relevante para el deceso de un hombre que tanto se significó en vida por las ideas revolucionarias que lo alentaron.

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Lorenzo de Zavala

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   son tragedias vivientes. Otros, poseen el don carismático, “ángel”, como se dice ahora, por ignorante comodidad. Otros más, son hombres paradójicos, sublimes desterrados del Paraíso, cima y abismo. A este género pertenece Lorenzo de Zavala. Talento singular el de este yucateco metido por siempre en la intriga, la cábala, el escándalo. Pensador, político y hombre de acción, como lo fueron más tarde los liberales de , desdeña el peligro y no le arredran ni las persecuciones ni los calabozos.

 Recibe Zavala una educación esmerada en la que no faltan latines y filosof ías. Cuando es todavía un mozalbete, se adhiere al movimiento de la Independencia en su nativa Mérida, y se convierte en el promotor de las Juntas de San Juan. Como expone sus ideas libertarias con ostentoso desenfado, va a parar con todo y sus ideales a la prisión de San Juan de Ulúa. Cuando recobra la libertad, resulta electo diputado por las Cortes Españolas. Espíritu sagaz, su estancia en el Viejo Mundo le sirve para hacer preciosas observaciones. Diríase un Tocqueville a la inversa, atento para captar todo lo que ayude a madurar sus ideas democráticas.  Zavala es un político nato. No puede vivir fuera del vértigo a que lo arrastran los partidos. Es diputado constituyente y presidente del Congreso que dio a México la Carta de . Cuando no salta de una Cámara a otra, ora como diputado, ora como senador, lo encontramos redactando artículos en el Águila mexicana, o desterrado voluntariamente en París, escribiendo su discutido Ensayo histórico.  Afiliado al partido yorkino, hace triunfar a los suyos desde su encargo de director de Elecciones, en Toluca, en . En recompensa, sus protegidos y correligionarios lo eligen gobernador del Estado de México, puesto que habrá de ocupar en dos ocasiones. Toma posesión por primera vez el  de marzo de .  Sólo en el usufructo del poder pueden los hombres realizar su ideario y Zavala no quiere perder el tiempo. Diez días después de su arribo declara propiedad del Estado los bienes de las Misiones de Filipinas, y se adelanta varios lustros a la Reforma. Prohíbe también la inhumación de cadáveres en las iglesias.  Los caudillos sobrevivientes de la Independencia ostentan un furibundo sentimiento antihispano, y maquinan para que los estados decreten la expulsión de los españoles. El Congreso del Estado de México legisla en tal sentido. A sabiendas de que puede caer en desgracia —éste es el origen de sus desventuras—, Zavala se opone al decreto porque, según él, anula las promesas del Plan de Iguala, viola los Tratados de Córdoba y es contrario a las garantías que otorga la Constitución a los mexicanos. Además se destruyen

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fortunas o se llevan fuera del territorio del estado. Esta oposición lo enemista con su partido y está a punto de caer de la gracia del presidente Guerrero. Finalmente, no le queda otro remedio que doblegarse, y el decreto de expulsión se promulga.

 Más tarde, yorkinos y escoceses luchan por la presidencia de la república. Las pasiones se desatan; las ambiciones se desbocan. Tortuosas maniobras se ponen en marcha. En esta trama Zavala representa un papel importante. Nunca un gobernador del Estado de México ha desempañado una función tan relevante en la política nacional. Los partidos galantean con Zavala. Le ofrecen la vicepresidencia de la república; pero él se mantiene fiel a Guerrero, a pesar de todas las ofertas.  Cuando sus enemigos triunfan, él se pone a salto de mata en los montes de Ocuilan con unos cuantos partidarios, hombre que no se deja vencer por los reveses, abruma las imprentas con manifiestos y artículos en contra de sus enemigos. Cuando quiere, regresa a México, y es responsable de los excesos de la Acordada. Vuelve de nueva cuenta al Estado de México como gobernador y, bajo su influjo, de marzo a junio de , el Congreso local realiza la tarea legislativa más brillante de periodo alguno en todos los tiempos. Expuesto a los azares de los partidos políticos, otra vez huye Zavala, ahora con rumbo a Zitácuaro, perseguido por un ejército, como si se tratara de un facineroso. Empero, regresa, después de una transacción de partidos, todavía como gobernador. Aún tiene tiempo de mostrar un comportamiento generoso en extremo durante la epidemia de cólera que azota la entidad. Aún alcanza el honor de ser llamado Benemérito del Estado.  Por fin, cansado de intrigas, ardides y persecuciones, decide ir como embajador de México ante Luis Felipe. De aquí en adelante su estrella se eclipsa. Del alto sitial de benemérito habrá de pasar a la historia con el execrable baldón de traidor a la patria. Azuza a los texanos a la guerra contra México, y origina el desastre de .  Pero este traidor a la patria es a cambio uno de los grandes gobernadores del Estado de México. Pocas, muy pocas ocasiones, una administración ha sido tan fecunda como la suya. Crea el Instituto Científico y Literario, que ha de esperar más de cien años para convertirse en Universidad; funda la Biblioteca Pública; repara las carreteras de Veracruz y Toluca; construye un canal que conecta a la ciudad de Texcoco con el lago del mismo nombre; nacionaliza las propiedades del duque de Monteleone y Terranova, descendiente de Cortés; suprime el monopolio del tabaco, antes estancado; distribuye entre los ayuntamientos terrenos baldíos; funda El Reformador, periódico oficial; excluye al clero de la enseñanza de la juventud.

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

Es partidario de la colonización porque piensa que uno de los medios para salvar a México es el de poblar sus desiertas tierras. En contra de Lucas Alamán, sostiene que la economía nacional debe estar basada en la agricultura. Como avizora el peligro de una revolución motivada por la mala distribución de la tierra, divide haciendas por casi medio millón de pesos —cuantiosa para su tiempo— y las reparte entre más de cuarenta pueblos indígenas del valle de Toluca.

 Zavala el paradójico, benemérito y traidor. Maestro de los liberales de , y precursor del agrarismo mexicano.

[  ]

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Un decreto reformador



   ha tenido en nuestra entidad, desde el principio de la Independencia, profundas raíces. Eminentes pensadores y militares lucharon en distintas épocas para ver triunfantes las ideas que encauzaron a la patria por los caminos del progreso.

 Los representantes populares que promulgaron en Texcoco la Constitución estatal de  plantearon no pocas soluciones, en las que se encuentran los gérmenes de las ideas que habían de alcanzar su máxima expresión en el Congreso Constituyente de .  José María Luis Mora, diputado al Congreso que promulgó esa Constitución, reconocido hoy como uno de los ideólogos y precursores del liberalismo mexicano, inspiró en esa asamblea numerosos decretos de una progresista ideología y luchó contra los fueros y privilegios de sacerdotes y militares. Sus ideas que se pueden espigar a lo largo de sus escritos, así como en sus sabias intervenciones en los debates de la misma asamblea legislativa no dejan lugar a dudas de que fue el más sagaz de los liberales mexicanos, por cuanto que supo señalar del modo más clarividente los lastres que frenaban el progreso de nuestra patria.  El decreto número  del primer Congreso Constitucional de nuestra entidad, fechado en Texcoco el  de marzo de  decía: 

El Congreso del Estado de México ha decretado lo siguiente:



Art. . Se declaran pertenecientes al Estado de México todos los bienes que poseen en el mismo, los hospicios destinados para las misiones de Filipinas.



Art. . Los que adquieran algunos en fraude de esta determinación, los perderán irremisiblemente y las autoridades a que toque velarán exactamente su cumplimiento.



Art. . De los fondos del estado se mantendrán las iglesias que por cuenta de ellos se sostienen en él y se juzgue necesario que continúen.



Art. . A los religiosos comprendidos en el artículo  se les ministrará por el gobierno, si residieren en los puntos del estado que aquel les designe, una pensión anual de cuatrocientos pesos cada uno para sus alimentos.



Lo tendrá entendido […] dado en Texcoco a  de marzo de .

 Este decreto, como es obvio, se anticipó con mucho a las leyes de Desamortización de los Bienes del Clero y fue expedido durante la

[  ]

A N T O L O G Í A J U A R I S TA



administración de Zavala, que no sólo se contentó con un liberalismo teórico, sino que puso en práctica sus ideas, inclusive las agrarias, como lo comprueba el reparto de tierras que llevó a cabo en el valle de Toluca.

 En esto último Zavala se adelantó a los constituyentes de , que pasaron como sobre ascuas por el problema de la repartición de la tierra; y también a la Revolución de , que enarboló el reparto de la tierra como uno de sus más preciados ideales.  Casi no es necesario recalcar, siguiendo la trayectoria liberal del Estado de México, que años antes de efectuada la Revolución de Ayutla, nuestra entidad, a través de Ignacio Ramírez y de toda la falange de jóvenes que acompañaron al gobernador Francisco Modesto de Olaguíbel, alimentaba desde entonces la llama del ideario liberal.  Progresistas leyes fueron inspiradas por Ramírez en el gobierno de Olaguíbel, como la abolición de las alcabalas, la Ley de Alumnos Municipales y la de la Libertad de los Municipios. Esto, sin contar con su labor docente en el Instituto Literario, donde formó un numeroso grupo de jóvenes con ideas avanzadas, entre los que destacaron Gumersindo Mendoza, Juan y Manuel Mateos, Joaquín Alcalde, José Fuentes y Muñíz, José María Condés de la Torre y, naturalmente, Ignacio Manuel Altamirano.  También por este tiempo, estuvo en Toluca, siendo niño, el ilustre periodista liberal don Francisco Zarco.  Posteriormente, cuando era gobernador Mariano Riva Palacio culminaron los trabajos del Congreso Constituyente de -, y ese gobernante, quien era liberal, aunque moderado, ordenó fuera impresa en nuestra entidad la histórica Carta Magna. Representando a nuestro estado firmaron ese importante documento los diputados León Guzmán, en su carácter de vicepresidente del Congreso; Antonio Escudero, José L. Revilla, Julián Estrada, I. de la Peña y Barragán, Esteban Páez, Rafael María Villagrán, Francisco Fernández de Alfaro, Justino Fernández, Eulogio Barrera, Manuel Fernando Soto e Isidro Olvera, secretario del Congreso.  Consta que Mariano Arizcorreta y Prisciliano Díaz González, aunque no aparecen como signatarios de esta Carta, tomaron parte en los debates del Congreso como representantes de nuestra entidad.  Como es natural, no todos nuestros diputados tuvieron una actuación destacada; pero tres tienen méritos suficientes para que el Estado de México pueda envanecerse de ellos, pues no en balde formaron parte de la generación más brillante que ha tenido nuestro país.

[  ]

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 León Guzmán salvó la Constitución en los críticos momentos en que estuvo a punto de ser sustituida por el Código de . Prisciliano Díaz González presentó ante el Congreso un elocuente voto particular en defensa de la integridad territorial del Estado de México. Isidoro Olvera estuvo, por sus ideas de redención social y de propiedad de la tierra, a la misma altura que Ponciano Arriaga, a quien nadie escatima sus enormes merecimientos de pensador y de sociólogo, que le han valido el merecido título de Padre de la Constitución. Línea  El autor hace alusión al escándalo suscitado a raíz de que el Ayuntamiento cambió el nombre del Portal Reforma por el del poeta Horacio Zúñiga.



Estos son, someramente, en el campo del liberalismo, los timbres de orgullo de que pueda ufanarse nuestro estado. ¡Lástima que la culminación del año de la Constitución y del pensamiento liberal mexicano sorprenda a los liberales de esta ciudad, atizando una hoguera de inútiles discusiones. ¡Se hubiera podido hacer tanto, estudiando y divulgando el pensamiento de nuestros grandes reformadores, y aclarando muchos puntos oscuros de su actuación política!



Menos mal que esperan en lo porvenir generaciones más comprensivas que honrarán a nuestros eximios liberales, con el mismo fervor que ponen los pueblos civilizados en el culto de sus grandes hombres.

[  ]

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El liberalismo y la educación



   a una vida independiente, una de las principales preocupaciones de los hijos del Estado de México fue la educación superior. No de otro modo los legisladores instituyeron en la primera Constitución estatal de , que en el lugar donde se asentase la capital del naciente estado, debería haber un Instituto Literario. Sin embargo, este afán de nuestros primeros legisladores no se pudo llevar a cabo durante los primeros años de vida independiente. Fue hasta cuando los poderes se trasladaron de Texcoco al antiguo pueblo de San Agustín de las Cuevas, cuando el Primer Congreso Constitucional del estado se avocó a la discusión de lo que de hecho fue la primera ley orgánica del plantel.

 En la sesión del  de agosto de , al dirigirse a los legisladores, el gobernador Lorenzo de Zavala decía: 

Uno de los establecimientos que más urgentemente deben llamar la atención del Congreso, es el de una casa de educación que proporcione a los hijos del estado los conocimientos de que por sistema del pasado gobierno carecieron hasta hoy los mexicanos. El artículo  de la Constitución prescribe la creación de un Instituto Literario en el lugar de la residencia de los supremos poderes, esperando que deberá abrazar todos los ramos de instrucción pública. El  atribuye al gobernador la obligación de promover la ilustración del estado, y el  al Congreso de sistemar [sic] la educación pública. El ejecutivo ha comenzado a plantear los primeros cimientos de ese edificio moral. Dará cuenta en su tiempo con lo que ha hecho dentro del círculo de sus facultades, al Congreso corresponde arreglar y formar el plan de instrucción pública. Este establecimiento es urgente, porque la ilustración es el más firme apoyo de las instituciones liberales, y porque es mengua del Estado de México carecer de un Instituto Literario al paso que otros se han apresurado a formarlo, y cuando estos dan idea del estado de civilización o ignorancia de las naciones.

 Concluía asegurando que la primera enseñanza para ambos sexos “estaba montada en San Agustín de las Cuevas como podía estar en lugar más culto e ilustrado de la República”.  Ocupado el Primer Congreso Constitucional en discutir las medidas que deberían adaptarse para reprimir la sublevación de Montaño que tuvo su origen en territorio del estado, y en las disposiciones de expulsión de españoles, la Comisión de Educación no había podido leer el dictamen relativo a la creación del Instituto Literario, a esto se debió que el gobernador, en la sesión de clausura del periodo de sesiones, se dirigiera a los diputados en estos términos: 

[  ]

Al aprobar el plan de establecimiento literario que el Ejecutivo ha tenido el honor de presentar al Congreso, deberá dar existencia moral

A N T O L O G Í A J U A R I S TA



al grande, rico y heroico Estado de México. La separación de su antigua capital que por otra le ha traído muchas ventajas, le dejó sin estos grandes elogios y demás institutos literarios, que si bien se recienten de los tiempos en que se fundaron por el método de estudios adaptado en ellos, tienen sin embargo muchos elementos de sabiduría y virtud. Al levantar este establecimiento se va a dar atención, majestad y grandeza a pueblos que yacen en la oscuridad y olvido; a sacar a luz muchos ingenios agobiados bajo el peso de la superstición y de la ignorancia; y a generalizar la ilustración entre las clases que estaban condenadas a la ignominia y a la esclavitud. Naturalmente se obrará en principio con lentitud por la escasez general de profesores y de libros elementales; pero contando el gobierno con el celo de sus agentes, con la constancia de los direc–tores y con la activa cooperación de los ciudadanos ilustrados que deseen ardientemente los progresos de las luces, no duda triunfar al fin de todos los obstáculos.

 Conjurada la sublevación de Montaño por la intervención del presidente Guerrero, pudo el Congreso Constitucional avocarse a tan importante asunto en la sesión del  de enero de . El acta dice que “se leyó y puso a discusión en lo general, el dictamen sobre la erección del colegio”. El señor González Caraalmuro, en su carácter de presidente del Congreso, hizo recalcar “los felices efectos de la sabiduría de las naciones”, concluyó señalando las ventajas que los pueblos han obtenido con las ciencias y las artes, y terminó pidiendo que aprobase en lo general el dictamen de erección del Instituto Literario.  Don Epigmenio de la Piedra, que después se había de distinguir por las brillantes proposiciones que hubieron de enriquecer lo que podría llamarse primera ley orgánica del Instituto Literario, comenzó por objetar el estado de la Hacienda Pública, que no podría soportar el pago de sueldo de todos los profesores, por lo que pedía que algunas cátedras se redujeran a una sola, como las de Gramática Latina y Castellana que podrían ser cubiertas por un solo profesor. Pugnaba por la unión de otras materias como la de Francés con Dibujo y la de Matemáticas con Filosof ía.  A los diputados que presentaron objeciones de tipo económico, el presidente del Congreso contestó diciendo: 

El estado es rico: cuenta con inmensos recursos, y puede que pongan a su disposición como unos cuarenta mil pesos que producen las temporalidades de los filipinos, cuya suma así como la de cuarta episcopal, no podrá tener otro destino más análogo a su fin que la educación cristiana y científica de la juventud.

 El primero de los artículos a discusión del dictamen presentado por la Comisión de Educación, decía:

[  ]

L I B E R A L I S M O Y L I B E R A L E S E N E L E S TA D O D E M É X I C O



El Congreso para dar cumplimiento al artículo  de la Constitución del estado, organiza provisionalmente y dota al Instituto Literario de instrucción pública pagando de los fondos del estado las plazas de rector, maestro de aposentos, nueve catedráticos y portero de las escuelas de ambos sexos.

 El Presidente agregaba que, prescindiendo de la designación de rector, maestro de aposentos y catedráticos, en la que no podían menos que convenir todos los legisladores, era necesario el establecimiento de cátedras como las de Matemáticas y Dibujo, y las de Latinidad y Francés.  El diputado Escudero opinaba que para acabar con los curanderos deberían impartirse en el nuevo colegio cátedras como las que enseñasen la “conservación de la salud, lo mismo que la obstetricia, higiene y anatomía”.  En la sesión del  de enero de  se aprobó la primera parte del artículo que dice: “El Primer Congreso Constitucional para comenzar a cumplir según lo permiten las actuales circunstancias, el artículo  de la Constitución del estado, funda, erige y organiza provisionalmente de sus fondos públicos, un instituto literario”.  De las discusiones habidas se deduce que la principal preocupación de nuestros primeros legisladores fue la precaria situación del tesoro público. Este hecho se comprueba porque se aprobó, en casi todos los casos, que un mismo catedrático sirviera por un sólo sueldo dos clases o desempeñara alguna comisión extra.  Previa discusión fue aprobado el siguiente personal para el naciente colegio: 

Un rector con ,, con obligación de servir también una cátedra. Un maestro de aposentos con  con obligación de atender también la mayordomía. Un portero con . Dos mozos con . Un catedrático de idioma Francés y director de Dibujo con ; y un ayudante en la dirección de Dibujo, con . Un director de la Escuela Lancasteriana con ; y su ayudante con . Para costos de aseo de dicha escuela, . Una directora de la Escuela Lancasteriana para niñas, . Una ayudanta con . Un catedrático de Matemáticas con . Por dos cátedras de Gramática Latina ,. Dos de Filosofía, ,. Un catedrático de Teología con . Una cátedra de Derecho Canónico y Civil, e Historia Eclesiástica, y otra de Derecho Constitucional, Público y Economía Política, con  cada una.

 En la parte relativa a los alumnos se aprobó lo que sigue: 

[  ]

Habrá en el Instituto  becas de elección, tres por cada prefectura, y serán sostenidas por los fondos públicos que ministrarán 

A N T O L O G Í A J U A R I S TA





por cada una de ellas. Dichos niños serán electos de la forma siguiente: cada Ayuntamiento de entre los niños que haya en sus municipalidades que sepan leer y escribir que sean de potencias claras y despejadas, bien inclinados, y de familias pobres, elegirá a la prefectura, en donde a presencia del Ayuntamiento de entre los niños todos de las municipalidades, se sacarán por suerte los tres de que habla el artículo anterior. En el caso de vacante de uno o más de estos niños, avisará el rector al gobernador, quien lo hará al prefecto o prefectos del distrito o distritos donde correspondan las vacantes, para que se reemplacen a la mayor brevedad y en la forma y método que expresa el artículo anterior.

Por lo que se refiere a los discípulos, los legisladores acordaron que:



En el Instituto se recibirán niños pupilos, por la cantidad de  anuales de colegiatura, de la que representarán un fiador, y pagarán por tercios adelantados, ministrándoseles por dicha cantidad lo que es costumbre en los colegios del Distrito Federal.



También se admitirán pupilos en el Instituto, a quienes se les ministrará lo mismo que a los que vengan de las prefecturas, dando  en la misma forma y con las mismas precauciones que expuso el artículo anterior.



Asimismo se admitirán pupilos, que pagarán  pesos de colegiatura anuales en la misma forma y términos que arriba se expresa, y por los que se les darán en el Instituto, habitación, libros, y demás útiles para la instrucción: pero los alimentos se los darán sus padres, y lo mismo los vestidos que serán conformes o iguales a los que se asignen a los alumnos del colegio.



Esta proposición, como muchas de las anteriores, se debió a don Epigmenio de la Piedra, quien se mostró vivamente interesado en la fundación del Instituto, apoyado en estas razones: este artículo proporciona la instrucción y enseñanza a muchos jóvenes cuyos padres no tienen proporciones de erogar los gastos que los otros colegiales de quien se ha hablado en los artículos anteriores.



Capenses se admitirán en todas las clases, cuantos se presentaren; y de éstos tendrán debido conocimiento los superiores del Instituto que según las constituciones deben tenerlo; [pues] facilita la enseñanza aun a los jóvenes de fuera del colegio, [como decía el señor González Caraalmuro].



Trascribimos en seguida lo que los legisladores acordaron acerca de los servicios del Instituto:

[  ]

L I B E R A L I S M O Y L I B E R A L E S E N E L E S TA D O D E M É X I C O



Ninguno de los que obtuvieren empleo o destino alguno, por el que disfruten algún otro sueldo o pensión, podrá obtener alguna plaza en el Instituto Literario, a no ser que renuncie la otra; y si algún individuo del Instituto fuere electo popularmente, durante sus funciones no percibirá la pensión correspondiente a la plaza del Instituto, sino que se dará íntegra a quien le sustituya por nombramiento de la junta inspectora del Instituto.



Los diputados, ministros del Supremo Tribunal de Justicia, consejeros, gobernador y vicegobernador del estado, durante sus funciones, se deberán considerar como miembros del Instituto Literario, y todos reunidos formarán la Suprema Junta Inspectora del Instituto, que el día  de marzo de cada bienio, nombrará su presidente, dos secretarios y un tesorero. En el mismo día nombrará también de entre ellos mismos quince individuos, que formarán la Junta Inspectora del Instituto, y a cargo de esta Junta Inspectora del Instituto, estará velar sobre el puntual cumplimiento y fiel desempeño de las obligaciones respectivas de los empleados en el Instituto; cuidar de la buena inversión de sus fondos; del cumplimiento de los estatutos; fijar los rotulones convocando para las cátedras vacantes, y por votaciones hacer la calificación de idoneidad y suficiencia de los que hayan de premiarse.

 El diputado González Caraalmuro consideraba utilísimo este artículo porque: 

Dándole al colegio por miembros suyos a sujetos de representación y poder, y confirma y corrobora su subsistencia [la del Instituto] y la hace capaz de tantas mejoras, cuantas sean las que puedan darle las personas de que habla el artículo que por su ilustración y por el respeto que en el estado ocupan deben precisamente estar interesados en la educación de las luces.

 En lo relativo a la asistencia de alumnos y apertura de clases, el Congreso decía: 

No se abrirá ninguna cátedra hasta que no haya tres cursantes para ella, y el sueldo comenzará a correrles a los individuos empleados en el Instituto desde el momento en que se presenten a desempeñar sus funciones.



Una comisión especial del seno de este honorable Congreso, procederá conforme a su reglamento interior a formar a la mayor posible brevedad los estatutos, reglamentos y distribuciones que hayan de observarse en el Instituto, y a designar las obras o libros que hayan de adoptarse para la enseñanza.

 Por lo que ve a útiles escolares, el Congreso acordó lo que sigue:

[  ]

A N T O L O G Í A J U A R I S TA



Se designará el fondo necesario al Instituto para que en él se tenga un surtido competente de los utensilios necesarios a la instrucción de los niños, y de los libros que designen para la enseñanza, los que se darán a los pupilos por la colegiatura asignada en los artículos anteriores, y a los capenses o demás alumnos que ocurran por ellas al costo que tuvieron, procurando sea el más cómodo posible.



Aunque no fue aprobado por el Congreso, don Epigmenio de la Piedra propuso un artículo para que hubiese en el colegio una cátedra de Medicina, dotada con ,, cuyo encargado asistiese, por la iguala de otros , a los enfermos dependientes del mismo plantel. Como es obvio, éste es el más remoto antecedente de la actual Escuela de Medicina.



Por lo que se refiere a la Junta Directora del naciente colegio y a la oposición de cátedras, se aprobaron los siguientes artículos:



En cumplimiento del decreto número “tantos” del Primer Congreso Constitucional del Estado de México, queda instalada esta suprema junta directora del Instituto Literario del mismo.



La junta inspectora con arreglo a la facultad que le da el mismo artículo fijará rotulones en las puertas del Instituto, y convocará por los periódicos a concurso para oposiciones a las cátedras que se han de proveer en esta ciudad.



Al opositor que reuniere la mayoría absoluta de votos en la junta inspectora, el gobierno expedirá gratis su título de catedrático o director.



En defensa y elogio del náhuatl, los señores Cardona, González Caraalmuro, Anaya y Castorena, hicieron la siguiente proposición: Pedimos que en atención a su belleza y mérito intrínseco del idioma mexicano, que en atención a la conveniencia y necesidad que hay de que por su medio se generalicen las luces y sentimientos, se establezca en el Instituto Literario de esta ciudad, una cátedra de este idioma, dotada con .



El señor González Caraalmuro vigorizaba la proposición aduciendo que la lengua náhuatl es superior a la latina y sólo comparable a la griega, y que su enseñanza debía proporcionarse a la juventud mexicana y que, atendida la educación, nos hace iguales en pensamiento y en ideas, había de sacar a los indígenas del abatimiento en que yacían.



Al cerrar su periodo de sesiones el Primer Congreso Constitucional, el gobernador don Lorenzo de Zavala aquilataba en todo su valor las tareas del Congreso en lo relativo a la erección del Instituto, diciendo:

[  ]

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

[  ]

Habéis con todo trabajado en una materia importante. Penetrado el Congreso de que la base de felicidad social es la instrucción pública, y convencido de que sin ilustración no hay verdadera libertad, consagrasteis el tiempo preciso que os dejaban estas atenciones, a la discusión del decreto para el establecimiento de un instituto literario. Habéis concluido este decreto creador del edificio moral planteado por primera vez en el estado. ¿Quién podrá disputarnos esta gloria inmortal? Nuestros descendientes [agregaba proféticamente] recordarán con gratitud y admiración la energía e ilustración de los legisladores, que distraídos por tantas atenciones, no olvidaron atender a la educación pública, base y fundamento de la felicidad de los estados.

L I B E R A L I S M O Y L I B E R A L E S E N E L E S TA D O D E M É X I C O

Decreto que ordena la fundación y erección del Instituto Literario



   de Zavala, gobernador del Estado Libre de México, a todos sus habitantes, sabed que el Congreso ha decretado lo siguiente:

 Artículo . Primer Congreso Constitucional para comenzar a cumplir según lo permitan las circunstancias, el artículo  de la Constitución del Estado, funda y erige de los fondos públicos del mismo, y provisionalmente organiza un instituto literario que tendrá:  t Un rector que servirá alguna de las cátedras de facultad mayor, dotado anualmente con ,.  t Un catedrático de Teología, con la de  anuales.  t Un catedrático de Derecho Canónico y Civil, e Historia Eclesiástica, con la de  anuales.  t Un catedrático de Derecho Constitucional Público y Economía Política, con la de  anuales.  t Dos catedráticos de Filosof ía, con  anuales cada uno.  t Un catedrático de Matemáticas, con  anuales.  t Dos catedráticos de Gramática Latina y Castellana, con la de  anuales cada uno.  t Un catedrático de Idioma Mexicano, con la de  anuales.  t Un maestro de aposentos que hará también de mayordomo, con la dotación de  anuales.  t Un catedrático de Idioma Francés, que sea justamente director de Dibujo, con la de  anuales.  t Un ayudante del mismo en la dirección de Dibujo, con la de  anuales, y sesenta más para ayuda del aseo de la misma.  t Un ayudante de dicho director, con la de  anuales.  t Una directora de la Escuela Lancasteriana para niñas, con la de  anuales.  t Un ayudante de la misma, con la de  anuales.  t Un facultativo de medicina y cirugía, dotado con  anuales para la asistencia de los individuos del Instituto Literario; a éste lo nombrará la Junta Inspectora del mismo.

[  ]

A N T O L O G Í A J U A R I S TA



t Un portero, con la de  anuales.



t Dos mozos, con la de  cada uno.



Artículo . De cada una de las prefecturas del estado, vendrán tres niños al Instituto Literario, para cuyo sostén se ministrarán de los fondos públicos,  anuales por cada uno, para alimentos, vestidos, libros y utensilios.



Artículo . Éstos serán elegidos en la forma siguiente: cada ayuntamiento de entre los niños que haya en sus municipalidades (prefiriendo los que sepan leer y escribir, que sean de potencias claras, bien inclinados y de familias pobres o indígenas) escogerá tres, de los que por suerte sacará uno, cuyo nombre lo remitirá a la prefectura respectiva donde a presencia del ayuntamiento de la cabecera del distrito, de entre todos aquellos cuyos nombres hayan remitido las municipalidades, se sacarán por suerte los tres de que habla el artículo anterior, y a los padres o superiores de los que la obtuvieron oficiará en el acto el prefecto para que a la mayor posible brevedad los conduzcan al colegio.



Artículo . En el caso de vacante de una o más de estas becas, avisará el rector al gobernador, quien hará se llenen a la mayor brevedad, en la forma y método que expresa el artículo anterior.



Artículo . Se admitirán pupilos en el Instituto, a quienes se ministrará lo mismo que a los que vengan de las prefecturas dotados por el estado, dando  anuales, que afianzarán y pagarán por tercios adelantados.



Artículo . E igualmente se recibirán por  anuales de colegiatura, asegurados y pagados en la misma forma del anterior artículo, a quienes se asistirá como es costumbre en los colegios del Distrito Federal.



Artículo . Asimismo se admitirán pupilos que pagarán  anuales de colegiatura, en la misma forma y términos que se expresan en el artículo , y por los que se darán en el Instituto, habitación, libros y demás útiles para la instrucción, pero sus padres o bienhechores les darán alimentos y vestidos, siendo estos últimos conformes o iguales a los que se siguen a los alumnos del colegio.



Artículo . Se admitirán en todas las aulas escolares, de fuera o capenses para cursarlas, y de estos tendrán el debido conocimiento las superiores del Instituto.



Artículo . Ninguno de los que obtuvieren empleo o destino por el que disfruten otro sueldo o pensión, podrá obtener alguna plaza en el Instituto Literario a no ser que renuncie a la otra; y si algún individuo de este colegio fuese electo popularmente durante sus funciones, no

[  ]

L I B E R A L I S M O Y L I B E R A L E S E N E L E S TA D O D E M É X I C O



percibirá la pensión correspondiente a la plaza del Instituto, sino que se dará íntegra a quien le sustituya en ella por nombramiento de la Junta Inspectora.

 Artículo . El gobernador del estado, los diputados, teniente gobernador, consejeros, ministros del tribunal de justicia y tesoreros del estado, durante sus funciones, se deberán considerar como miembros del Instituto Literario, y todos formarán la suprema Junta Directora del mismo, que en el día  de marzo de cada bienio nombrará su presidente, dos secretarios y un tesorero. En el mismo día nombrará también de entre ellos mismos quince individuos que formarán la Junta Inspectora del Instituto y al cargo de ésta estará velar sobre puntual cumplimiento y fiel desempeño de la obligación respectiva de los empleados en él: cuidar de la buena inversión de sus fondos y del cumplimiento de los estatutos; fijar rotulones convocando para oposiciones a las cátedras vacantes, y asistir a los exámenes u oposiciones de los pretendientes; y por votaciones hacer la calificación de idoneidad y suficiencia de los que hayan de obtener las cátedras. También hará anualmente la calificación del mérito de los niños que hayan de premiarse.  Artículo . No se abrirá cátedra alguna hasta que no haya tres cursantes para ella y el sueldo comenzará a correr a los individuos empleados en el Instituto, desde el momento en que comiencen a desempeñar sus funciones.  Artículo . Una comisión especial del seno del Congreso nombrada conforme a su reglamento interior, procederá a formar a la mayor posible brevedad los estatutos y reglamentos que deben observarse en el Instituto Literario, y a designar las obras o libros que hayan de adaptarse para la enseñanza.  Artículo . Se asignará el fondo necesario al Instituto para que tenga un surtido competente de los utensilios necesarios a la instrucción de los niños y de los libros que se elijan para la enseñanza, los que se darán a los pupilos por la colegiatura asignada en los artículos anteriores, y a los demás alumnos o capenses que ocurran por ellos al costo que tuvieren.  Artículo . Se faculta al gobierno para contratar sobre el arrendamiento de la casa actualmente destinada al Instituto.  Artículo . Éste seguirá en su localidad la de los Supremos Poderes del Estado.  Artículo . El presidente de la Suprema Junta Directora en el acto de la instalación de ésta, dirá: “en cumplimiento del decreto número  del primer congreso constitucional del estado libre y soberano de

[  ]

A N T O L O G Í A J U A R I S TA



México, queda instalada esta suprema junta directora del Instituto Literario del mismo”.

 Artículo . La Junta Inspectora con arreglo a la facultad que le da el mismo artículo que hará fijar rotulones en las puertas del colegio, y convocará por los periódicos a concurso para oposiciones a las cátedras que se han de proveer en esta ciudad.  Artículo . Al opositor que reuniere la mayoría absoluta de votos en la Junta Inspectora, el gobierno expedirá gratis su título de catedrático o director. 

Artículo . Por esta vez el día  de abril se hará en todas las municipalidades la elección de los niños que conforme a este decreto deben venir al Instituto Literario, celebrándose en las prefecturas el sorteo el día  de mayo.



Lo tendrá entendido el gobernador del estado, haciéndolo imprimir, publicar y ejecutar. Dado en la ciudad de Tlálpam a  de febrero de . Agustín Escudero, presidente; Luciano Castorena, diputado secretario; José María Velázquez de León, diputado secretario.

 Por tanto, mando se imprima, publique y circule a quienes toque cuidar de su ejecución. Dado en Tlálpam a  de marzo de . Lorenzo de Zavala. José R. Malo, secretario.

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Francisco Modesto de Olaguíbel

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   destaca en la vida pública de Olaguíbel; su patriotismo. Llega como gobernador al Estado de México en los días aciagos en que la república lucha contra la sublevación texana. La idea de mantener la integridad territorial lo obsesiona más que si hubiese sido el jefe de la nación. Por encima de todo, le preocupa el arbitrio de fondos para la guerra extranjera. No repara en los medios para llevar a cabo su propósito de iluminado. Cuando el convencimiento falla, cuando los resortes del patriotismo se entumecen en el corazón de los ricos, acude al préstamo forzoso. Lo que le interesa es ayudar al gobierno federal para que repela a los enemigos. Enemigos que han pasado de su humilde papel de colonos pedigüeños, al de limosneros con garrote, enhiestos, arrogantes, ingratos.

n

 No sólo la defensa de la patria brilla en su primer período gubernativo. Traslada a Toluca los poderes que el centralismo había establecido en la ciudad de México; deroga las leyes expedidas por ese repudiado y nefasto gobierno y, adelantándose a su tiempo, delimita legalmente la responsabilidad de funcionarios y empleados públicos.  Comprensivo y magnánimo con las actitudes a que arrastran los vaivenes de la política, mantiene en sus puestos a los empleados que sirvieron a los conservadores. Sus altos ideales patrióticos le señalan que debe ayudar al centro para repeler a los extranjeros; pero contesta airado cuando los ministros de Hacienda quieren disponer a su antojo de los fondos públicos del estado, exigiéndole onerosas exacciones.  Tiene un sentido claro de lo que debe ser la honradez democrática. Se dirige al Colegio Electoral para desenmascarar a quienes, empleando su nombre, tratan de ejercer presión para hacer designados miembros del Congreso local.  Cuando ocupa constitucionalmente el gobierno del estado los acontecimientos políticos van de mal en peor. Al peligro extraño se suman las borrascas internas. Malos mexicanos agitan para pescar en río revuelto. Pero Olaguíbel es liberal; vale decir hombre de acción. Se hace nombrar coronel de la Guardia Nacional. Así, en su doble papel, abandona su escritorio de gobernante, y, al frente de su tropa, marcha a donde los descontentos y sublevados. Cuernavaca y Tlalnepantla lo ven pasar en apaciguadora misión. Pero los males y las penalidades no vienen solos. Todavía ha de defenderse de los ataques que le lanza un señor diputado, hipócrita y cauteloso, que más tarde habrá de ser gobernador.  Olaguíbel es un elegido para sortear grandes calamidades. Durante su administración sobreviene la invasión de . Su sino es contribuir, contribuir siempre; y sigue contribuyendo. Los oficios que turna al Ministerio de Guerra, no hablan más que de hombres y dinero,

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hombres y dinero, hombres y dinero. Ofrece premios a quienes fabriquen pólvora, fusiles y cañones; organiza juntas patrióticas para despertar los sentimientos del pueblo, reúne armas y recluta soldados.

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Hace que el teniente gobernador se traslade a Acapulco para convencer al general Álvarez a que auxilie con su ejército a los defensores de la ciudad de México, y a que traiga, por esos caminos de Dios, con ímprobos esfuerzos, pesadas piezas de artillería.



Teniendo como faro a Olaguíbel, el Congreso local alcanza dimensiones de coloso. Su voz sibilina, cargada de grave elocuencia, se dirige a la nación para señalar los peligros —presentes y futuros— de la infame, oprobiosa, injusta invasión norteamericana.

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En admirable manifiesto, los diputados dicen:

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La usurpación que sólo por la violencia pretenden hacernos los Estados Unidos, está reconocida […] inicua por la prensa del mundo entero, por la misma de aquellas naciones que hacen a nuestro carácter las imputaciones más calumniosas e injustas. La causa de la guerra en el seno mismo de la república invasora, es sólo el interés de un partido empeñado en propagar la esclavitud doméstica […] Es la pretensión de sujetarnos al carro de su política, para que en lo adelante no podamos hacer el más insignificante arreglo, sin obtener el previo beneplácito de esa nación, exclusivamente preocupada de intereses materiales. Si la invasión triunfa, veremos bien pronto turbada la deliciosa tranquilidad de nuestros campos por el chasquido del azote y los brutales gritos del mayoral de esclavos […] La suerte de nuestros compatriotas de Texas, Chihuahua, Monterrey y Veracruz, nos anuncian lo que nos espera de esa raza que nos desprecia profundamente. Los anales de las conquistas de todos los países y todos los tiempos, nos enseñan lo que tiene que esperar la población dominada por la raza conquistadora […]



Esta asamblea tiene la persuasión de que la clase de guerra que nos coronará con laureles de triunfo, es esa lucha de esfuerzos individuales, que se conoce con el nombre de guerra de guerrillas. Las ventajas de la disciplina, la superioridad de las armas, la provisión de todos los elementos necesarios para la guerra, desaparecen ante esa resistencia sorda y sin ostentación, que espía todos los descuidos, se aprovecha de todas las faltas, evita todos los encuentros desventajosos, hostiga sin cesar al enemigo, lo hiere de terror con sus inesperados y continuos ataques, y lo hace sucumbir sin gloria y sin fruto.



El día en que los invasores no encuentren en toda la República un cuerpo regular con que medir sus fuerzas, y se vean rodeados de

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enjambres de enemigos ocultos que los pillen, los diezmen, los corten, y no les dejen ninguna hora un momento de descanso, maldecirán [el día] en que pusieron el pie en nuestras playas […]

 La República recogió tardíamente la enseñanza. Sin embargo, ésta fue la clase de guerra que se empleó en la invasión francesa. Pero volviendo a Olaguíbel, cuando la situación se tornó crítica, acudió con su ejército a las batallas de Molino del Rey y del Bosque de Chapultepec. Ya sabemos cuán inútil fue su sacrificio; como inútil el de todos los mexicanos que asistieron a la defensa de la patria.  Pocos gobernadores han amado al instituto como Olaguíbel. Lo restableció. Lo hizo dirigir por Felipe Sánchez Solís. Reconstruyó su destartalado edificio.  Solía comer con los alumnos y algunas veces despachaba los asuntos oficiales en la dirección del colegio. Cuando los norteamericanos entraron a Toluca, trasladó los poderes a Sultepec. Desde allí ordenó que el administrador de rentas siguiera entregando la ayuda pecuniaria que su gobierno había asignado al Instituto. Debido a la escasez de fondos, el servidor no pudo entregar más que cuarenta pesos, “arrancándolos de su maleta de desterrado”; Olaguíbel envió otros setenta pesos, excusándose sentidamente de no poder enviar mayor cantidad.  Así quería a la juventud estudiosa este poblano singular, diplomático, profesor, periodista, militar y gobernador del Estado de México.

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Los institutos de provincia

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   ideas vertebrales del liberalismo mexicano, que quería hacer de nuestra patria una nación a imagen y semejanza de los países más civilizados y cultos de la época, fue la redención de la gran masa indígena y mestiza por medio de las luces de la educación.

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 Nuestros primeros legisladores, muchos de ellos precursores del liberalismo que hizo posible nuestra Carta Magna de , se preocuparon igual que el resto de liberales del país por dotar a la niñez y a la juventud de centros docentes donde pudiesen cultivar su espíritu y contribuir con sus luces al desarrollo de nuestra nación.  Veían, con profética claridad, que la independencia política que nos había arrancado de las garras del yugo español a un alto precio de sangre no podría alcanzar su expresión última, si no se manumitía también a las masas que habían permanecido en el más humillante estado de ignorancia.  No de otro modo una de las preocupaciones fundamentales de los primeros legisladores de nuestro estado, espoleados por el genio de Lorenzo de Zavala, fue la de establecer, como ya lo había ordenado la Constitución estatal de , un instituto literario y el de fortalecer este centro de instrucción con el establecimiento de una imprenta y de una biblioteca, elementos indispensables en la fecunda difusión del pensamiento.  Fueron, pues, los institutos de provincia nacidos bajo el signo del liberalismo almácigos donde germinaron y se difundieron innumerables ideas de progreso. Fue allí –como que en ellos impartieron enseñanza los mejores hombres de México– donde comenzó a tomar cuerpo la idea de que la independencia no había significado, salvo el pequeño paréntesis del gobierno de , otra cosa que un cambio de personas en el poder. Todo, como por una lesiva inercia histórica, seguía como en la época colonial. Había censura de opiniones y represión de prensa, privilegios del clero y la milicia, intromisión de la iglesia en la política, y monopolio de la educación por el grupo clerical.  Los institutos de provincia representaron en su tiempo la contrapartida a las instituciones educativas de tipo teológico, intransigentes y conservadoras. Y aunque el Instituto Literario del Estado de México no fue liberal en el estricto sentido del término, no pudo escapar al ineludible imperativo de su tiempo. Comenzó con un sello liberal. Liberales fueron quienes pensaron en su establecimiento y liberales quienes lo hicieron realidad.  Pocos años después de su fundación, liberal fue Ignacio Ramírez, el más excelso de quienes jamás hayan pisado el Instituto. Pero ya que

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nos ufanamos del liberalismo del más importante centro cultural de nuestro estado, es tiempo de que se intente, aunque sea en unas cuantas líneas trazadas a vuelta lápiz, averiguar cuál es el verdadero significado y trascendencia de las enseñanzas de El Nigromante en el Instituto.

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Fue un notable erudito y un brillante orador. Como lo primero, no pudo hacer otra cosa que informar con largueza a sus discípulos acerca de los últimos adelantos de la ciencia; y como lo segundo, cubrir su prédica con los vistosos ropajes de su elocuencia. Pero enseñar con veracidad, de acuerdo con los recientes progresos de un cuerpo de doctrina, puede hacerlo cualquiera que sea erudito. ¡Y no eran pocos los que había en las filas de los conservadores!



No es, por tanto, en esta faceta donde hay que buscar la trascendencia del paso de El Nigromante por el Instituto; sino en el signo político de sus enseñanzas; en su mensaje y ejemplo de maestro. Por Ramírez pudieron saber sus discípulos de literatura, que en arte las academias de México olían a rancio; que en esos años de lucha y creación de una patria nueva, ya no era tiempo de soñar en bucólicas Filis y Doroteas, y que había que introducir en el lenguaje poético el mundo de lo real y concreto, sin escapismos por la tronera de la cursilería. También por él aprendieron que, para “vulgarizar los experimentos es necesario multiplicar los gabinetes de Física y los laboratorios de Química”, que “la enseñanza profesional no debe comprender sino lo que es necesario, nada de latín, nada de idiomas muertos, nada de estudios metaf ísicos”, y que en México la educación de los indios es fundamental, porque si queremos “contar con ellos como ciudadanos, tenemos necesidad de comenzar por hacerlos hombres”, admirable lección que sigue vigente, sin que a pesar del tiempo transcurrido, el pensamiento de ese gran visionario se haya realizado con plenitud.

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Pero si en arte fue un revolucionario, o por lo menos un precursor que sirvió de ejemplo a quienes más tarde intentaron la formación de una literatura de tipo nacional, como sembrador de ideas no tuvo ni ha tenido igual dentro del Instituto. Su mensaje rebasó el ámbito estrecho del aula para invadir los amplios campos de la lucha política. No sólo supo formar buenos poetas y excelentes literatos y juristas. Su prédica liberal caló hondo en la mayoría de sus discípulos, algunos de ellos fueron a la guerra a sostener con las armas lo que antes habían escuchado y sostenido en la cátedra. En esto estriba la grandeza de Ramírez, por encima de las secas fórmulas de las ciencias y de las abstractas elucubraciones del pensamiento, supo infundir entre quienes lo escucharon en el aula esperanza y fe en un mundo mejor.

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 ¡Qué contraste con lo que sucedió en la Revolución de ! En este año los institutenses fueron a la lucha, no porque sus mentores se los hubieran aconsejado, sino porque habían oído llegar hasta su plácido encierro el eco de las ideas libertarias que iban creciendo sobre el suelo patrio como el estruendo de un galope de monstruos.  Los viejos maestros, hechos a la usanza y al conformismo de la época porfirista, se mantuvieron adormecidos en sus aulas, sordos al clamor de un pueblo que rompía sus cadenas de abyección y miseria.

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Felipe Sánchez Solís

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   que más han influido para engrandecer el Instituto Científico y Literario, convertido hoy en universidad, destaca señeramente el licenciado Felipe Sánchez Solís.

 Originario de Nextlalpan, donde nació el º de mayo de  supo de humildes oficios como los de milpero, pastor y arriero. Estudió en el Colegio de San Gregorio, de la ciudad de México, en donde fue condiscípulo y amigo de Ignacio Ramírez El Nigromante; y recibió su título profesional en el año de .  Pero más que sus escuetos datos biográficos, nos interesa destacar su brillante labor en pro de la educación en el Estado de México. En efecto, fue Felipe Sánchez Solís un decidido protector de los jóvenes indígenas. Él mismo era indio, hablaba el náhuatl, y se sentía orgulloso de su estirpe. Se decía descendiente de tecutli Chiconcuatli, llegado al Valle de México en tiempo de Xólotl, y firmaba los escritos dirigidos a sus paisanos, con el nombre de nelton Chiconcuatli.  De este modo se explica que cuando fue diputado en el Congreso durante el período de  a , hubiese propuesto y pugnado por la aprobación de la ley que obligaba a los municipios a enviar, a su costa, con carácter de becados, a los alumnos primarios más inteligentes y distinguidos; ley que favoreció en gran parte a niños y jóvenes indígenas.  Nunca será suficientemente ensalzada esta benéfica ley que redimió de la ignorancia y miseria a numerosísimos jóvenes talentosos, quienes de otro modo se hubiesen frustrado en sus miserables villorrios, ocupados en humildes quehaceres campesinos. ¿O no hubiese sido éste el destino de Altamirano, sin la beca que lo trajo al Instituto?  Felipe Sánchez Solís es una lección perenne de magisterio auténtico. Cuando fue director, sin sueldo, del Instituto, puso en práctica el pensamiento de Ramírez, quien creía que el resorte más seguro para formar la moralidad y los hábitos de la juventud es el buen ejemplo. En efecto, durante los aciagos días de la invasión norteamericana, cuando después de ocupada la ciudad de México las fuerzas invasoras se posesionaron también de la ciudad de Toluca e incluso del edificio del Instituto, Sánchez Solís se retiró y ocultó con los alumnos becados en el rancho de la Virgen. Carente por completo de medios económicos para atender a la subsistencia de los alumnos indígenas, se dio a la tarea casi religiosa de recorrer las casas de las familias ricas de Toluca, “solicitando limosna para los gastos diarios del Instituto”.  Como pedagogo al estilo de su tiempo, fue Sánchez Solís celosísimo en el cumplimiento del deber. Aunque casado y con hijos, había dejado a su familia en la ciudad de México, donde poseía una amplia casa en

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las calles de San Felipe. Vivía en el Instituto con los alumnos becados y algunas veces solía comer con ellos en la misma mesa.

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Don Agustín González, el eminente pedagogo nuestro, que fue alumno municipal, refiere en su interesante libro Memorias de mi vida, que Sánchez Solís:

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Se levantaba a las seis de la mañana, y con infatigable celo recorría de día y de noche todos los departamentos del vasto e intrincado edificio vigilando a los alumnos. Casi diariamente, desde las nueve hasta las diez y media de la noche se paseaba por los dormitorios, acompañando al prefecto en turno. Como la más grave deficiencia del horario de los estudiantes, consistía en que no se les dejaba en los días de trabajo ni un solo momento de juego o actividad f ísica libre, natural era que muchos de ellos burlando la vigilancia de prefectos y profesores, en vez de concurrir a sus cátedras… ‘pintaban el venado’, a lo cual llamábamos entonces ‘ir a salar la carne’.

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Los “salantes” eran siempre numerosos, sobre todo si se entiende que el edificio tenía cinco patios y además el jardín, y en varios de ellos había cuartos destartalados, así como escondrijos propios de aquella construcción conventual. Pero el infatigable director, marchando a pasos cautelosos, se aparecía de improviso por todas partes, lo mismo en la cocina que en los talleres, ya sorprendiendo a un grupo de “cuajantes” –flojos que no estudiaban sus lecciones– entretenidos en jugar a las canicas o al “hoyito”, y a otro de “noveleros” que agazapados en algún rincón poco visible leían a Pablo y Virginia, o Los huérfanos de la aldea, fumando a la vez cigarrillos. A estos precoces fumadores solía restregarles los labios con la lumbre del cigarro, así como dar fuertes tirones de orejas a todos aquellos a quienes sorprendía cometiendo alguna falta. La costumbre de acercarse a ellos por la espalda, y cautelosamente, le originaba algunas veces resultados imprevistos, como le aconteció que estando en el dormitorio uno de los alumnos más juiciosos y formales se había desnudado todo el tronco hasta la cintura para asearse y mientras metía en la jofaina rostro y cabeza emblanquecidos por el espumoso jabón, sintió una mano extraña que suavemente le tocaba por la espalda haciéndole cosquillas, y creyendo que se trataba de alguna maldad que intentaba hacerle cualquiera de sus amigos, le lanzó en alta voz y en tono indignado una picardía. Al oírla, el señor director, cubriéndose escandalizado las orejas con ambas manos, exclamó: “¡Jesús, Jesús, hijito! ¡Y yo que tenía formado de usted un alto concepto!”

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No sólo fue Sánchez Solís un gran benefactor de la educación en el estado, ni fueron sólo alumnos de nuestra entidad quienes recibieron su ayuda –alojamiento, alimentación y vestido, en su casa de México–,

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sino de todos los rumbos de la república, como lo atestigua el hecho de que el Congreso de Nuevo León lo hubiese declarado ciudadano de ese estado, como testimonio de gratitud por su conducta con los neoleoneses, al proteger a los jóvenes de dicha entidad fronteriza, que estaban en México, principalmente a los dedicados al estudio.

 Tal fue, en el ámbito de la educación, dicho en breves líneas, ese varón ejemplar, con quien el Estado de México está en deuda desde hace mucho tiempo.

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Ideario pedagógico de Sánchez Solís

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   Sánchez Solís fama de pedagogo excelente. Empero, otro pedagogo, también famoso, tiene para el antiguo director del Instituto una opinión despectiva. ¿Qué hacer frente a dos juicios contradictorios? Vayamos al fondo de las cosas. Aquí, el fondo de un discurso pronunciado por el licenciado Felipe Sánchez Solís en la solemne distribución de premios verificada la noche del diez de diciembre de . El folleto, publicado al año siguiente, es una rara pieza bibliográfica.

 Del discurso se desprende que Sánchez Solís era partidario de una educación integral, es decir de cuerpo y espíritu. Afirma que la educación debe cimentarse sobre bases sólidas y que “formen el corazón” a la par que el entendimiento de los educandos, y los preparen “para empresas útiles a la causa pública, haciéndoles sentir el necesario enlace de la prosperidad general con el interés privado”.  Hay que estudiar el corazón de los educandos –decía–, para inculcarles los hábitos que deben hacer feliz o desgraciado su porvenir. Hay que infundir en los niños los primeros hábitos, y dirigir sus primeras sensaciones, porque de ellos depende la mayor o menor energía de la voluntad. A los “débiles, lentos, fríos o perezosos [agregaba] hay que formarles un carácter dócil, sumiso, amable, franco y reconocido, y a los inteligentes, evitarles las impresiones fuertes y penosas […] y mostrarles las virtudes que granjean la estimación pública, y presentarles los vicios que disminuyen el aprecio público”. En estas líneas, hasta el más romo de entendimiento advierte la intensión eminentemente política que orientaba la educación del Instituto en la época de Sánchez Solís. Se prepara bajo el ideario liberal a los más brillantes institutenses para el ejercicio futuro del poder.  Régimen casi monástico tenían los institutos de provincia a mediados del siglo XIX. Sánchez Solís sustentaba, por tanto, ideas religiosas aplicables a la buena educación de los jóvenes. Creía que el mayor freno para las pasiones del hombre es el temor a un “ente que vigila nuestros más ocultos pensamientos, y castiga y premia las más pequeñas acciones con males o bienes perdurables”.  Era enemigo de emplear el razonamiento para persuadir a los jóvenes. Estaba convencido de que a ellos hay que hablarles con el corazón más que con el entendimiento, porque son “más capaces de sentimiento que de raciocinio”. Creía que el trato social es indispensable en la educación. Por esto invitaba a los catedráticos institutenses a que acompañaran a sus discípulos a la hora de la comida, para que tuvieran “ejercicios prácticos de urbanidad y trato social”. Y para que los “domésticos y subalternos no se descuidaran de la puntualidad y aseo del servicio”.

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 En el comedor, no obstante que la situación del Instituto era precaria, tan precaria que más de una ocasión se vio en necesidad de pedir limosna para su sostenimiento, no se descuidaba la buena calidad de los elementos materiales. La vajilla es tan “decente –decía– como puede apetecerla el más cariñoso padre de familia”. ¡Qué contraste con las desportilladas y sucias vajillas de la mayoría de los internados actuales, como se comprueba por las numerosas quejas que frecuentemente presentan los estudiantes, a las huelgas que muchas veces tienen su origen tanto en ese motivo, como en la pésima calidad de los alimentos!  Era Sánchez Solís respetuoso de dejar libre curso a las inclinaciones del educando. En efecto, afirmaba que a los jóvenes no se les debe “presionar a abrazar carrera para la que la Providencia les ha negado dones”. No descuidaba el diligente director la educación artística de los alumnos. Había en , en el Instituto, academias de pintura y música. Pelegrín Clavé y Vilar, directores de la Academia de San Carlos, visitaban frecuentemente el Instituto, invitados por Sánchez Solís, para que iluminaran con su consejo la buena marcha del aprendizaje de los alumnos.  Nada hay nuevo bajo el sol. Sánchez Solís es un precursor de la campaña de alfabetización en nuestra patria. Hacía que los alumnos internos enseñaran a los mozos del establecimiento “los ramos más precisos a su condición” e informaba con satisfacción de los buenos frutos que se habían logrado.  En la “solemne” distribución de los premios no sólo recibían estímulo los jóvenes sobresalientes por su inteligencia, sino que se premiaba también a quienes más se habían distinguido “por sus arregladas costumbres”.  En  se hicieron algunas mejoras materiales al Instituto. Dio Sánchez Solís, públicamente, las gracias a las personas que lo auxiliaron económicamente. Los benefactores son, con el consabido don a guisa de nariguera, los señores González Arratia, Antonio Méndez, José Francisco Pliego, Antonio Mañón, Facundo Sosa y Ramón Martínez de Castro.  Fue en el lapso - en que Sánchez Solís dirigió por primera vez el Instituto, cuando El Nigromante impartió clases en el plantel. Formó aquí una brillante generación liberal, en la que destacaron Gumersindo Mendoza, Juan y Manuel Mateos, Joaquín Alcalde, Jesús Fuentes y Muñíz, Luis Gómez Pérez y José María Condés de la Torre.  En la biograf ía que Altamirano escribió de su maestro Ramírez dice que “los padres de algunos alumnos comisionaron a los señores Mañón y Juan Madrid, para que pidieran al director del Instituto la separación

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de El Nigromante, porque enseñaba a la juventud ideas radicalmente liberales”. Y quizá ese señor Mañón, no sea otro que Antonio Mañón, a quien vemos aparecer en la lista de benefactores de quienes da cuenta Sánchez Solís en su discurso.

 Volvamos al mundo suborbital. Del Instituto egresaron el siglo pasado hombres con envidiable caudal de cultura. En las aulas del prócer colegio, bajo la mirada atenta de excelentes pedagogos y distinguidos profesores, adquirían los estudiantes una educación integral, como aquella que constituía el ideal de los griegos. ¡Cuánto hay, aunque no queramos, que aprender de las generaciones pasadas! Y es que en el Instituto de antaño se trabajaba. “No se pierde –decía el director– un solo momento: desde el crepúsculo de la mañana hasta muy entrada la noche, es un constante trabajo.”  Y desde el alba hasta la llegada de las sombras de la noche, trabajaban los estudiantes para medro espiritual propio, y para fama del plantel que un día figuró entre los primeros de la patria.

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Manuel Alas

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   México era vastísimo. Heredero de la extensión territorial que le dejó la Colonia, sus dominios iban desde Acapulco hasta la Huasteca hidalguense. Cinco mutilaciones sufrió nuestra entidad. De las cinco salieron el Distrito Federal y los estados de Morelos e Hidalgo; y se formó en gran parte el estado de Guerrero.

 Varios hombres notables defendieron la integridad de su territorio. Entre ellos figuran Prisciliano María Díaz González y el ilustre liberal Manuel Alas, quien hizo brillante carrera política entre nosotros.  Alas, hijo adoptivo del estado, y cuyos méritos apenas si se toman en cuenta, nace el  de abril de , en uno de los socavones de la mina de Marqués Rayas, Guanajuato. Allí habían ido sus padres huyendo del Panchón, pintoresco insurgente perseguidor de españoles.  Cursó la carrera de abogado en Guanajuato y Guadalajara, y obtuvo el título correspondiente en México; en sus primeros años estudió latín y sobresalió en estudios de metaf ísica y ética. Como fue casi corriente en todos los liberales, fue hombre de acción y pensamiento. Sufrió prisiones y cargó grilletes. Vivió al borde del peligro, puso en juego su existencia y expuso a su familia al odio y a la venganza de sus enemigos. Lo liberal le venía de lejos. No en balde su primo hermano fue el filósofo de la Reforma, Melchor Ocampo; no en balde fue colaborador de Francisco Modesto de Olaguíbel, precursor del liberalismo mexicano. Cuando en  este notable gobernador traslada los poderes a Temascaltepec, es Alas el encargado de llevar los archivos para que no caigan en manos del invasor. Como premio a su hazaña, estuvo a punto de ser fusilado por apátridas.  Más tarde lo encontramos como diputado, en la época de Santa Anna; pero mientras la mayoría de los hombres públicos que forman la corte del tirano está formada de truhanes, tahúres, galleros y proveedores de alcoba, él y el célebre diputado José Llaca son los únicos en desafiar desde la Cámara la omnipotencia de Santa Anna, acusándolo de autócrata anticonstitucional, revoltoso y orgiástico. El pueblo premia la valentía de sus representantes, aclamándolos mientras los lleva casi en vilo por las calles, después de la sesión efectuada en un convento a hurtadillas de la policía.  Entonces, pocas cabezas hay del movimiento liberal en el Estado de México. Los Guzmán, Plutarco González, Juan Saavedra y, ¡claro!, Manuel Alas. Durante la Revolución de Ayutla llega a coronel, y con las armas defiende sus ideas. Merodea por Temascaltepec y Villa del Valle. Empero, no es, ni con mucho, un militar brillante. De cualquier modo, ponen dos mil pesos como precio a su cabeza. Más bien derrotado que victorioso, responde a quienes le censuran que

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siempre ande a salto de mata: “Pero perseguidos o persiguiendo, en más tierra sembraremos la semilla de la democracia y cosecharemos más abundantes frutos”.

 En la paz campirana o en el seno del hogar en Toluca, lo mismo que en la prisión o el destierro, nunca pierde su buen humor ni su agudeza de ingenio. Aprehendido en Toluca el año de  por un esbirro de los conservadores, da con una pierna rota en la prisión de Santiago Tlaltelolco. Ni un solo día de los de su cautiverio ve la luz del sol. Cuando sale, tiene las piernas tan hinchadas que apenas cabe en los pantalones, más tarde se comenta en un círculo de amigos, que la tiranía envanece, engalla, hincha. A lo cual responde Alas socarronamente: “Me consta, me consta”.  Otra ocasión, casi en los umbrales de la muerte, envía el siguiente recado al director del Monitor Republicano: “Diga usted a Vicente García Torres que ya tomé pasaje para el otro mundo, que voy en camino y aún puedo recibir encargos para la gente de bonete y demás que ande por el infierno o a donde yo vaya.”  Manuel Alas ocupó provisionalmente la gubernatura del estado en el lapso comprendido entre julio y octubre de . Entonces se efectuó una de las más importantes batallas –que no escaramuza de guerrilleros– que tuvieron por escenario la serranía de Las Cruces. En efecto, después del combate de las lomas de San Miguel Calpulalpan, el país quedó, ni con mucho, pacificado. En las cercanías de la capital los reaccionarios seguían combatiendo como fieras heridas, y se ocultaban y fustigaban en los montes. La audacia de los regresistas llegó a tanto, que intentaban atacar a Toluca en los días en que el general González Ortega ocupaba esta plaza, y lo obligaban a salir a su encuentro. Fue en Jalatlaco donde sorprendió a las huestes de Márquez, y se libró una batalla en la que salieron vencedores los liberales.  Veamos el parte rendido al gobernador del estado: 

Tianguistenco, agosto  de  Señor licenciado don Manuel Alas Mi querido amigo y compañero:

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No me fui hoy por Lerma porque la tropa está hecha pedazos y era necesario descansara hoy. Mañana quince del corriente pernoctará mi división en Lerma, y el dieciséis subiré a la Sierra de las Cruces. Avísele esto al compañero Berriozábal. Buitrón fue también de los derrotados, así es que la reacción por estos rumbos acabó con sólo mandar algunas fuerzas pequeñas que recorran continuamente por estos pueblos. Hoy en la mañana vimos por distintos rumbos ir más de mil hombres dispersos, sin armas, y en grupos de cinco o seis.

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Nosotros recogimos el armamento que se hallaba tirado cerca de la iglesia, previniendo a los indios de Jalatlaco que recogieran todo lo que se hallaba por los barbechos y entre los arroyos, que sin duda pasa de mil fusiles. Les previne también los mandaran a Toluca. Esté usted muy pendiente de esto.



Hasta las seis de la mañana que me vine de Jalatlaco, se habían levantado treinta y siete muertos del enemigo y siete nuestros. Murieron algunos jefes y oficiales reaccionarios. Mañana me veré aunque sean horas con usted. Voy a Toluca a recomendarle mis heridos. Mándele este papelito al general Zaragoza, para que sepa mi movimiento.

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Jesús G. Ortega

Línea  Parte publicado en el periódico La Opinión Toluca,  de septiembre de .



Las acciones más relevantes de Alas, además de su contribución a la causa liberal, son sin duda sus actos de protesta contra el establecimiento del imperio de Maximiliano, o sus instancias contra la mutilación del Estado de México que Juárez quería hacer en . Se ha dicho siempre que los cercenamientos de nuestra entidad obedecieron a razones políticas; pero sin especificarlos. Una respuesta se encuentra en la carta confidencial, que Juárez envió a Alas, como réplica a la protesta, también confidencial, que suscribieron éste y otros diputados, para que no se dividiera el estado en tres porciones independientes:



La experiencia ha demostrado –decía Juárez– que en épocas de convulsiones, el estado de Toluca no puede estar bien gobernado por una sola autoridad. El mal no está en los hombres, si no en la inmensa extensión de ese estado. Entran y salen gobernantes a cual más de capaces y bien intencionados; pero no pueden pacificar al estado y entre tanto el gobierno general distrae sus hombres y recursos para detener el avance de los bandidos y evitar la disolución completa del estado. Cuautla, Las Cruces, Tulancingo y Tula están incesantemente plagados de reaccionarios y ladrones y el Gobierno de Toluca no los puede exterminar. Actualmente el traidor Mejía ha vuelto a invadir el distrito de Tula, y el gobierno general tiene que distraer parte de sus fuerzas que tenía destinadas a abatir al invasor extranjero, para liberar a los pueblos de aquel rumbo de las depredaciones de aquel bandido. Entonces no queda más arbitrio que establecer distritos militares, para que los jefes se encarguen de la pacificación de ellos, siendo los únicos responsables y teniendo un radio proporcionado de mando, puedan con mayor éxito y con más celeridad lograr el objetivo, que es el restablecimiento de la paz.



Los jefes deben tener todas las facultades necesarias para disponer de los recursos y para elegir a sus agentes, a fin de que puedan llenar su misión. Esto es lo que se ha acordado y esto durará mientras duren

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las circunstancias. Restablecida la paz todo volverá al orden normal, pues no ha de ser eterno este estado excepcional que guarda el país.

 Y tenía razón el Presidente. No fue eterno el estado excepcional por el que atravesaba la patria; pero a pesar de sus seguridades, no se volvió al orden normal, y los temores de Alas se conformaron. En , se llevaron a cabo la cuarta y quinta mutilaciones del Estado de México. Con las partes desmembradas, nacieron Hidalgo y Morelos, como entidades federativas. 

Alas ayudó al eminente jurisconsulto Alberto García a redactar la Constitución estatal de , modelo de sabiduría jurídica, según autorizadas opiniones. Por esa época, fundó y dirigió en la capital del estado una sociedad filantrópica.



Al triunfo de la Revolución de Tuxtepec, resultó magistrado, pero prefirió la tranquilidad de la vida hogareña. Aquí expiró, el año de . Quiso descansar –gesto romántico– junto a la compañera de su vida, muerta tres años antes. En el atrio-panteón de Capultitlán una reja de fierro ciñe en apretado abrazo dos tumbas gemelas. Quienes estuvieron unidos en vida, permanecen unidos también en la muerte. El día en que alguien realice la idea de hacer una rotonda de hombres ilustres, desatará el nudo de una última voluntad sentimental, pero hará justicia a un hijo adoptivo que prestó eminentes servicios al Estado de México.

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.    Nuestros constituyentes de 1857

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o

   actuación de los representantes del Estado de México en el histórico Congreso que estructuró esa Carta Magna?

 Esta pregunta no abriga ningún interés bastardo ni el prurito de rebajar la valía de nuestros hombres, sino la intensión de colocarlos en el lugar que les corresponda.  Hecho el análisis de su actuación, encontramos que Isidoro Olvera y León Guzmán fueron los más conspicuos. Los demás, aunque brillantes en otros aspectos, contribuyeron poco y algunas veces se opusieron a las avanzadas ideas que campeaban en el proyecto de Constitución.  Mariano Arizcorreta, quien parece haber sido instrumento del presidente Comonfort, estuvo a punto de dar contramarcha con el código liberal, pues puso en juego todas las ventajas que tuvo cuando fue presidente del Congreso, para restaurar la momificada Constitución de . Con anterioridad había impugnado rudamente la libertad de conciencia, aunque si hemos de ser justos, tenemos que reconocer que no le faltaban ni elocuencia ni luces.  Eulogio Barrera fue uno de los diputados que más intervino en los debates pero todas sus intervenciones fueron superficiales. Las de Antonio Escudero se caracterizaron porque siempre salió maltrecho y zaherido. El resto de los representantes tuvo una actuación opaca, y diputado hubo que durante todo el período de sesiones intervino una sola vez en los debates.  La actuación del ilustre jurisperito Prisciliano Díaz González, se redujo a la de un mero formalista. Quería que hubiera “más claridad, más precisión” en la redacción del articulado constitucional, y se pasó el tiempo proponiendo cambios de palabras. Sin embargo, lo redime su voto particular en defensa de la integridad territorial del estado.  León Guzmán, a quien no sin razón se considera como el salvador del Código de , formó parte del grupo que presentó el proyecto de Constitución y es obvio que contribuyó con sus luces para redactarlo, pero ¿qué parte del espíritu de ese documento puede atribuírsele? Esto es algo que jamás podremos dilucidar. Sabemos, eso sí, que la redacción de los artículos es en su mayor parte obra suya. Pero si queremos saber, valiéndonos de su actuación de los debates, cuál era su ideario, nos encontramos con que puede resumirse en unas cuantas palabras: fue adversario de la pena de muerte, quería como Arriaga la protección de la incipiente industria nacional, y aconsejaba que los extranjeros radicados en el país pagaran contribuciones. Además, sus intervenciones revelan que era hombre de mentalidad dialéctica. Cuando intervenía era siempre para aclarar

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ideas, para poner en orden las discusiones, para volver por el buen camino a los oradores extraviados. Si Prieto no nos hubiera dejado constancia de que era bilioso, se descubriría fácilmente por muchas de sus actitudes en los debates, cortantes y lacónicas.

 De todos nuestros representantes resulta Isidoro Olvera el más destacado, tan destacado como Ponciano Arriaga, cuyo ideario fue el más progresista de todo el Congreso Constituyente.  Olvera fue hombre de cultura superior y autor de varios libros de medicina, que contenían ideas originales para su época. Su actuación en el Congreso se distingue por el espíritu científico que en ella campea. No era partidario de la pena de muerte y en ese punto se adelantó a la legislación actual cuando apuntaba que “en materia criminal la jurisprudencia admite circunstancias agravantes y atenuantes como la embriaguez, sin definirlas, sin aplicarlas y no lleva a examinar cuáles son los estados del alma que pueden producir delitos dignos de castigo”, y en otra parte de sus intervenciones agregaba que ante un hecho consumado no se decidiría a aplicar la pena de muerte antes de que el condenado hubiese sido examinado por un jurado de fisiologista, lo que equivale hoy a un jurado de psiquiatras.  Por lo que se refiere al sufragio se oponía al voto directo “porque no se tendrá el voto del pueblo, sino de los particulares, no representando la verdadera opinión del país”, y agregaba: “la verdad es que el pueblo mexicano, en su inmensa mayoría, está muy lejos de la ilustración que se necesita para la elección directa”. Aquí se ve que pertenecía a los pocos liberales que toman en consideración la realidad del país.  Pero donde verdaderamente raya a gran altura, en donde se comprueba que fue de los pocos diputados que querían hacer de la Constitución no sólo un código político, sino también un documento social, es en su proyecto de Ley Orgánica sobre el Derecho de Propiedad. Por éste sabemos que creía que la “tierra pertenece a todos los hombres” y que la usurpación de la misma condena a la miseria a generaciones enteras, y que “no hay propiedad legítima de terreno, si es mayor que la que pueda cultivar personalmente una familia”. Como se ve, no era ajeno al gran drama del pueblo mexicano que fue hasta antes del triunfo de la Revolución de  el de la carencia de tierras. No por falta de deseos se abstuvo de proponer en el Congreso una ley agraria, sino porque sabiéndose de la minoría liberal siempre vencida en la votación, sabía de antemano que su proposición estaba condenada al fracaso. Así se entiende cuando dice: “Sin embargo no porque sean tales mis convicciones en asunto de propiedad, debe esperarse de mí, que concluya proponiendo una ley agraria, según la estricta significación de esta palabra”.

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 En otra parte de su proyecto de Ley, decía: 

Hace más de diez años que en escritos anónimos unos y firmados otros, estoy inculcando a los ricos la idea de que ellos mismos, si fuere posible, dirigieran el drama [de los que reclaman justicia] sacrificando una corta porción de sus intereses para salvar el todo en vez de gastarla en necias revoluciones y resistencias armadas, buenas a lo más para disminuir temporalmente la acción, pero nunca para aniquilarla.

 Presentía que tarde o temprano los campesinos reclamarían por la fuerza lo que los ricos nunca les darían por su propia voluntad, y Zapata vino a demostrar cuánta era la razón que tenía.  Por soluciones como la anterior, acomoda a Olvera el calificativo de “socialista al revés”, nombre que un escritor aplicaba a quienes querían aliviar el desequilibrio social de la repartición de la riqueza no por medios violentos, sino por el convencimiento religioso.  Otras ideas no menos brillantes expuso Olvera en el Constituyente de ; pero con las expuestas basta y sobra para acreditarlo no sólo como al más preclaro de nuestros representantes, sino como a uno de los más conspicuos y sagaces de todo el país.

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Un voto particular

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   Prisciliano Díaz González en el Congreso Constituyente en , a pesar de que no fue la de cualquier adocenado, estuvo siempre por debajo de su gran valía.

 De las biograf ías de León Guzmán y Prisciliano Díaz González se infiere que Mariano Arizcorreta tuvo influencia sobre ambos, relativa sobre el primero, decisiva sobre el segundo. Guzmán fue su protegido en el Instituto Literario de Toluca, y Díaz González hizo con él, en la misma ciudad, su práctica forense. Sin embargo, las ideas liberales de León Guzmán discreparon de las de su protector, tanto que por no presentarse a maniobras dentro del Congreso Constituyente, estuvo a punto de renunciar a la representación popular, porque pesaban en su conciencia por un lado los imperativos de la gratitud, y por el otro los deberes de su partido.  En Díaz González la influencia de Arizcorreta pesó más y por más tiempo que en León Guzmán, como que tuvo en aquél, dentro del Congreso, a uno de sus más elocuentes y decididos partidarios.  Si quisiéramos poner en claro la filiación política de Díaz González, nos veríamos en grave aprieto. En  fue nombrado diputado suplente por el Partido Federalista Puro de Toluca y, aunque de todos modos tendría que llegar a la Cámara, porque el propietario era diputado por otros colegios, renunció a su cargo, por consejo de Arizcorreta, a la razón gobernador del estado. Por esta actitud parecería que profesaba ideas conservadoras; pero esta presunción se ve desmentida, cuando más tarde se afilia a un grupo de jóvenes partidarios del Plan de Ayutla. Sin embargo, en la Guerra de Tres Años, fue secretario general en el gobierno del general Gregorio Callejo, alto encargo desde el que conspiró a favor del Plan de Navidad, que aspiraba a la reconciliación de partidos. Durante el imperio de Maximiliano, lo encontramos también en Toluca como prefecto municipal. Cuando las armas nacionales triunfaron contra la intervención, se hizo juarista, pero se opuso, desde su encaño camaral, a las facultades extraordinarias solicitadas por el Presidente. En el gobierno de Lerdo fue porfirista y, finalmente, partidario de Vallarta, quien aspiraba a la presidencia de la república.  Dicen sus biógrafos que Díaz González fue meritísimo abogado y notable orador, cualidad ésta que le fue en su tiempo muy celebrada, incluso por Altamirano que lo citaba en sus clases como modelo de elocuencia.  De su saber jurídico darán testimonio sus alegatos publicados en ocho volúmenes, el día en que alguien se decida a estudiarlos a fondo. En su calidad de presidente del Centro Correspondiente de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia fue designado para representar a México en el Congreso Jurídico Iberoamericano, efectuado en Madrid.

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 De todos modos, por destacada que haya sido su vida pública, no queda otro remedio que reconocer que su actuación en el Congreso Constituyente de hace cien años, estuvo por debajo de su prestigio de orador y de su saber de jurista. No obstante, pecaríamos de empecinados en no reconocer la gran valía de su voto particular en defensa de la integridad territorial del Estado de México.  Pero para comprender en todos sus alcances los puntos medulares de ese voto, no está por demás ver cuál era la situación del estado por lo que ve a las mutilaciones territoriales que había sufrido.  Hasta el momento de discutirse en el Congreso de  los dictámenes de la Comisión de Límites, el Estado de México había padecido ya tres segregaciones. Una para la erección del Distrito Federal, otra para la ampliación del mismo, y otra más para la formación del estado de Guerrero.  En el Congreso Constituyente de  guió a los legisladores el criterio de que no deberían erigir estados demasiado extensos y ricos que más tarde alentaran ideas separatistas, ni tan pequeños que arrastraran una vida precaria.  El Estado de México gozó siempre fama de potentado y, por el número de sus habitantes, por la feracidad de su suelo y por su antiguo apogeo minero, suscitó continuamente la codicia de entidades limítrofes. Tal era la situación en el Congreso de . Querétaro deseaba los distritos de Texcoco y Tlalnepantla; y el estado de Iturbe, en proyecto también con el de Huejutla, y para hacer más crítica la situación, el estado de Guerrero reclamaba los distritos de Cuautla y Cuernavaca.  Fue en estos momentos dif íciles cuando elevó Díaz González su elocuente defensa. En ella decía: 

Aunque el actual presupuesto del estado expedido el doce de noviembre del año anterior ––, importa respecto del último que decretó la legislatura en  de mayo de  una diferencia favorable de , pesos  reales, por economizarse hoy muchos gastos que son precisos en el renglón ordinario del estado no puede cubrirse el actual presupuesto con los ingresos, y por esto, señor, sufren tantas miserias los empleados de este mismo estado a quien por ironía tal vez se le llama hoy el estado coloso, el estado monstruo.

 Más adelante agregaba: 

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Por otra parte, señor, ¿quién podría decir con buena fe que las poblaciones del Estado de México están en su apogeo porque tenía

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éste, un sobrante en sus arcas en el año de ? No hay más que ver señor, ya no quiero decir, a los pueblos distantes que no conocerán muchos señores diputados, si no al menos a los que pueden observar en los caminos que conducen a esta capital. ¿Se desea noticia del estado que guardan las poblaciones de Ixtapaluca, San Felipe del Obraje y Lerma? Respondan por mí los señores diputados de Michoacán, que las han de ver visto al paso, pobres, arruinadas y acreditando con sus escombros y el triste aspecto de sus casas, la miseria y abyección en que se encuentran. ¿Se requiere saber la miseria de Tlalnepantla, Cuautitlán, Tepeji del Río, Soyaniquilpan y Tula? Ocurro a los señores diputados de Jalisco y Querétaro, que al pasar las habrán percibido.

 Por lo que se refería a las pretensiones de Guerrero, decía: 

Yo no desconozco, señor, los muy buenos servicios que prestó este estado en contra de la tiranía, deseara que todos los estados procuraran repararle los mayores perjuicios que sufrió por obtener la libertad que hoy disfruta; pero que no sea el Estado de México quien con su perjucio incalculable se vea estrechado a presentar por todos el medio de remediar esos males…

 El voto finalizaba con esta conclusión que fue aprobada por la mayoría de los diputados: “El Estado de México conservará los límites que actualmente tiene”.

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Ignacio Ramírez

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   hecho en el Archivo del Tribunal Superior de Justicia, de la tesis profesional presentada por Ignacio Ramírez El Nigromante, destacado erudito, orador y reformista, pone de actualidad la figura de este hombre singular que una vez hizo temblar con su verbo fulgurante el glorioso recinto donde hace cien años se gestó la Constitución más trascedente y visionaria que ha tenido nuestro país.

 El Nigromante vivió en Toluca, allí se casó con doña Soledad Mateos y consumió parte de su vida sirviendo en puestos públicos y fue uno de los más conspiucuos catedráticos del Instituto, en cuyas aulas dejó, pese a la incomprensión de la sociedad de su tiempo, parte del oceánico caudal de conocimientos que había logrado atesorar en años de estudios en las bibliotecas de la ciudad de México.  Ramírez, ya lo dijo Altamirano y se ha repetido hasta el cansancio, llegó al Instituto cuando tenía treinta y dos años de edad, pero “su cuerpo delgado y de talla más que mediana, se encorvaba ya como el de un anciano ‘agobiado por las vigilias del estudio’”.  Su primera clase en el Instituto Literario de Toluca la impartió llegando de incógnito. A la salida lo esperaba, para “tener el gusto de saludarlo”, el director del colegio, Felipe Sánchez Solís, algunos catedráticos y los alumnos curiosos que querían conocer de cerca al ilustre hombre cuyas cáusticas palabras habían levantado, a lo largo y a lo ancho de la república, polvaredas de discusiones y marejadas de rencores.  A Ramírez lo trajo a Toluca don Francisco Modesto de Olaguíbel, quizá el mejor gobernante que hemos tenido. Vino en compañía de otros jóvenes talentosos, de ideas liberales, que después se habrían de distinguir en los fastos de la historia patria.  Ramírez tuvo, como secretario de Olaguíbel, una destacada actuación. Se le debe el restablecimiento de la benéfica Ley de Alumnos Municipales que, propuesta por los legisladores de , se había dejado en el olvido.  Por consejo suyo desaparecieron las alcabalas, ese odioso estorbo que impedía el desenvolvimiento del comercio; se prohibieron los juegos de azar, y se planteó con asombrosa claridad el problema de la libertad de los municipios como base para lograr la redención de los indios.  Su trayectoria en el Instituto fue brillante, como había sido en todas partes. Apasionado de la cátedra, elocuente y erudito, era capaz de mantener por espacio de varias horas la atención de sus discípulos, que lo escuchaban con embeleso. Pero si bien es cierto que estos lo

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amaban, la sociedad de Toluca, recoleta y pacata, se hallaba escandalizada de sus ateísmo.

 Aunque estudios recientes han puesto al descubierto que el Instituto no tuvo a través de toda su historia sino un barniz de liberalismo, Ramírez logró dejar entre sus más selectos discípulos hondas raigambres del credo liberal. Alumnos suyos fueron Altamirano y Juan y Manuel Mateos, este último asesinado por Márquez en Tacubaya en el año de .  Pero a pesar de los entrañables afectos que El Nigromante logró sembrar en Toluca, pesó en su ánimo un profundo resentimiento hacia la ciudad que tan mal lo había tratado. Esta animadversión se hizo patente en el Congreso de -, pues fue de los diputados que votaron por la mutilación del Estado de México. Pero es necesario aclarar y justificar las razones de su resentimiento.  Hosco, decepcionado y escéptico después de la Guerra de , y tras de una breve estancia en Tlaxcala, Ramírez regresó a Toluca y se dedicó al ejercicio de su profesión, que en un medio hostil apenas le dejaba para vivir. Por instancias de Sánchez Solís, aceptó una cátedra de Filosof ía del Derecho, y condescendió en impartir otra, gratuita, de Literatura.  Mientras tanto, el partido moderado, con Mariano Riva Palacio a la cabeza, logró tener el poder. Ramírez fundó entonces un periódico llamado Themis y Deucalión, donde con su elocuencia y causticidad acostumbradas, siguió luchando por la causa liberal. Ese periódico enderezó algunas críticas al gobierno en turno, y las hostilidades entre Ramírez y el gobernante se rompieron. Por este motivo, que se agravó con la publicación de un artículo titulado “A los indios”, fue arrestado y se le sentó en el banquillo de los acusados. Lo salvó su elocuencia, hasta el grado de que el público que presenciaba el proceso, prorrumpió en aplausos cuando terminó su defensa, y absuelto lo llevó en hombros hasta su casa.  Por este incidente comenzó a gestarse contra Ramírez una lucha sorda por arrancarlo del Instituto. Un señor de apellido Mañón y otro llamado Juan Madrid, pidieron a Sánchez Solís la salida de Ramírez. Fracasó este primer intento, pero en ausencia del director, que fue electo diputado, se “separó –dice Altamirano– al catedrático que inoculaba a la juventud ideas nuevas y radicalmente liberales”.  Vivió todavía algún tiempo en Toluca en condiciones dif íciles, hasta que un día el erudito, el escéptico más que ateo, el mártir de todas las desventuras, el león de todos los combates, salió de Toluca, para seguir su trashumante y rebelde peregrinaje. Era el año de  y lo

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habían nombrado secretario general de Gobierno en el estado de Sinaloa. Allá en lo porvenir, a cinco años de distancia, para ungirlo en su consagración definitiva, lo estaba esperando el histórico Congreso de .

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Ramírez y el indio

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,   visionario y rebelde erudito, fue un gran defensor de los indios. A cien años de la época que conmovió con su dialéctica genial, mucho de su pensamiento y de su ideario, sobre más de un importante tópico de la vida de nuestro país, sigue vigente en muchos de sus aspectos.

 Todavía contemplamos hoy la entronización de pequeños grupos de explotadores por encima de una gran masa de explotados. Todavía, a la vuelta de la esquina, por encima de los buenos deseos de los teorizantes y de la política paternalista asumida por el gobierno, vemos el deprimente espectáculo de la explotación del indio por parte del extranjero que llega a renovar el drama de la Conquista, o el del mestizo ensoberbecido, o el del indígena empingorotado que se convierte en el principal expoliador de su raza.  A veces las revisiones históricas o, dicho en otros términos, los exámenes colectivos de conciencia no pueden servir para otra cosa que para llenarnos de pesimismo y para inocularnos el virus de la decepción. No hemos avanzado mucho en la redención del indio. Primero fueron los encomenderos zafios y crueles; después los caporales despiadados de las haciendas del Porfiriato, y hoy los capataces de las fábricas o de las grandes explotaciones imperialistas, los que siguen ultrajando la dignidad del indígena, considerándolo como bestia que debe cargar con todas las obligaciones, sin disfrutar de ninguno de todos los derechos.  Hay ocasiones en que los movimientos progresistas dan impresión de haber dado contramarcha o de que, pasmados en la embriaguez del triunfo, han descuidado la resolución de graves problemas.  ¿Quién niega hoy que la educación del indio es uno de los problemas medulares de México? Y es un problema que nos viene de lejos. Existía hace cien años, y perdura hoy, como la tenaz llaga de un mal incurable. Hemos mejorado en la construcción de escuelas y algo en la preparación de profesores, a pesar de que se sigue empleando a los improvisados. Pero los útiles escolares, el vestido y la alimentación de los educandos menesterosos, sigue constituyendo una grave causa de deserción escolar. Ramírez decía hace cien años, y parece que lo estuviera diciendo ahora: 

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El gobierno debe mantener al alumno de la clase indigente. En los campos, el hijo del agricultor indígena y en las ciudades, el hijo del artesano, mal alimentando, mal vestido, emprendiendo día a día los viajes largos de ida y vuelta, sin libros y útiles necesarios, puede asistir un mes, un año a la escuela; pero tarde o temprano desertará, aun cuando sólo sea para ayudar a sus padres o parientes a ganar una escasa subsistencia; medio millón de niños se encontrará en esa

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situación deplorable. Pertenece a los estados remediar esa miseria, educar esa colonia tanto más laudable, cuanto que se compone de nuestros conciudadanos y puede salir de su cuna llevando la prosperidad de la patria.

 Cuando plantea y justifica que la educación rural en México debe ser fundamentalmente la educación del indígena, dice: 

Existen en la república mexicana cinco o seis millones de habitantes que originariamente formaron veinte o treinta naciones diversas, siendo las unas el tipo de la barbarie y llegando las otras a un grado de civilización apenas inferior al de Japón o de la China; las instituciones de estos pueblos fueron destruidas por la Conquista; quedan los hombres y los idiomas, y algunos monumentos y vestigios, testigos de la antigua grandeza; esa mayoría de ciudadanos no ha mejorado con la Independencia.

 Pero donde raya a gran altura, donde se comprueba que escribió en favor del indio, un puñado de verdades pocas veces superadas, es cuando dice: 

Los indígenas nada saben; y sólo sirven de labradores o de soldados; los que dentro de ellos se levantan sobre su clase, forman excepciones marcadas. Sus recuerdos están en contradicción con lo presente; sus costumbres son humildes; sus necesidades, escasas; sus idiomas producen el aislamiento.



Ellos tropiezan diariamente con magníficos edificios; pero tienen la costumbre de no habitar sino chozas donde no hay un rincón para la más ligera comodidad; pasan por la puerta de los teatros y no saben lo que brilla en la escena; el lujo de los aparadores, en las casas de modistas y en las perfumerías, no es para sus mujeres, no sospechan que pudieran viajar en los coches que suelen atropellarlos; los prodigios del arte y de la ciencia les son incompresibles y les parecen monstruos; rompen el alambre telegráfico para ver salir la palabra; en los periódicos no descubren sino viñetas, el ferrocarril y los grandes buques les causan miedo; en las elecciones ven una especie de leva; han llegado a tal postración que pasarían por animales desconocidos para sus emperadores y caciques, si estos se escaparan de su tumba.

 Cuánta pasión y cuánta fe hay en las siguientes palabras: [...] ellos [los indios] conservarán su traje; pero antes que termine el siglo, so pena de desaparecer en el siguiente, ellos deben figurar con toda la actividad de su inteligencia, con todo el entusiasmo de los

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nuevos intereses, en la industria, en la agricultura, en el comercio, en la política y en el teatro de la civilización y el progreso.

 Desgraciadamente ni sus predicciones ni sus deseos se han cumplido: los indígenas no han desaparecido, ni figuran en los nuevos intereses, a menos que no sea como masa de explotación perenne. No participan en la industria –que está en manos extrañas– sino como obreros. Han abandonado la agricultura para ir de esclavos a los lejanos campos de los nuevos conquistadores rubios, y no intervienen en el comercio sino como compradores, y en la política sólo sirven de comparsas.  En otra parte de su ideario El Nigromante decía, refiriéndose también a los indios: 

¿Qué debemos, pues, enseñarles? ¿El Catecismo? La mayor parte de lo que este libro contiene, ellos lo saben y lo practican, sobre poco más o menos, como todos los pueblos del mundo. ¿Poesía? Esa es una inspiración de ciertas circunstancias sociales, y se aviene mal con la esclavitud y la barbarie. ¿Historia? ¡Qué importa a la raza indígena lo que pasó hace veinte siglos en Grecia o Roma! La historia nacional no está por hacerse. ¿Metaf ísica? Con ella no mejoran el cultivo de sus tierras; con ella no robarán la industria de la seda a los franceses ni a los chinos; con ella no se aventurarán en el seno de los mares. ¿Será bastante que les enseñemos lectura, escritura y algunas cuentas? Muchos de ellos han aprendido todo esto; y lo han olvidado por no tener qué leer, qué escribir, qué contar. No hay que cansarse; ellos deben saber lo que saben todos los pueblos ilustrados, lo que hoy se trata de enseñar a todas las clases.

 ¡Qué grandiosa lección para lo presente! ¡Qué claridad heredada a una generación como la nuestra, acerca de uno de los más graves e inaplazables problemas de México!  ¡Ah, si quienes parecen interesarse por la educación elemental quisieran transformarla radicalmente! ¡Si además de escuelas normales de las que desertan profesores que no quieren encararse con el drama de la vida rural, hubiera en el mismo campo centros de adiestramiento, donde además de la instrucción primaria se enseñase a los niños campesinos cómo mejorar los cultivos, cómo plantar y hacer producir a los árboles frutales, cómo fomentar nuestra raquítica ganadería, cómo explotar aves, apiarios y gusanos de seda!  De todos modos, la profética visión de nuestros grandes hombres sigue en pie, y seguimos teniendo esperanza de que ha de llegar el día en que la patria soñada se convierta en la patria realizada. Si no fuera de este modo, tendríamos que decir parangonando al poeta: “¡Manes de nuestros héroes, qué inútil fue vuestro sacrificio!”

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El peregrino de Tixtla

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   del estado, convertido hoy en universidad, ha visto pasar por sus aulas, lúcidas inteligencias que luego han brillado en los mejores momentos de la patria. De estos hombres que rebasaron el estrecho horizonte de una gloria aldeana fue Ignacio Manuel Altamirano, el Peregrino de Tixtla.

 Vida campesina hasta el filo de los catorce años, tuvo la suerte de encontrar en el Instituto de Toluca al notable erudito Ignacio Ramírez, bajo cuya paternal dirección se asomó por vez primera a los vastos horizontes del mundo de la cultura. Maestro, orador, periodista de combate, crítico teatral y novelista, a los treinta años –dice un renombrado crítico– gobernaba el mundo intelectual de México.  No vale la pena repetir su llegada al Instituto, que por otra parte él ha referido magisterialmente. Cuando arribó a Toluca, sus ojos de campesino contemplaron una ciudad que debe haberle parecido demasiado grande, tanto como a cualquier provinciano las monstruosas urbes contemporáneas, como Nueva York, Londres o París.  La capital del estado contaba entonces aproximadamente con cuatro mil habitantes. Se habían hecho algunas mejoras como la construcción de los portales y la introducción de agua potable, pero sus limitantes iban apenas de la Alameda hasta la Cortadura y de la iglesia del Carmen a lo que hoy es la calle de Pensador Mexicano.  Salvo pequeños descansos semanarios la estancia de Altamirano en Toluca –dos años– transcurrió dentro del Instituto, y apenas se veía interrumpida por breves salidas dominicales, o cuando asistía con sus compañeros a las ceremonias cívicas o religiosas.  Casi toda su estancia en Toluca coincidió con el gobierno de don Mariano Riva Palacio, y es casi seguro que la mañana del  de septiembre de , asistió con sus condiscípulos y con sus maestros institutenses, a la solemne inauguración de la primera estatua erigida en el país al padre de la patria, don Miguel Hidalgo, hecho que ocurrió en el actual Jardín de los Mártires, donde cinco años antes, Francisco Zarco, casi niño, pronunció un fervoroso discurso patriótico, frente al gobernador Francisco Modesto de Olaguíbel.  La noche del mismo  de septiembre de  se inauguró también el teatro Principal. Un grabado de la época muestra el recinto pletórico de emperifolladas damas y elegantes caballeros. Este suceso que constituyó un hecho relevante para la sociedad tolucense, debe haber llegado a conmover, tras las paredes del viejo Instituto, la imaginación estudiantil. Fuera de estos sucesos sólo una que otra travesura pudo haber alterado el casi monástico ambiente, donde un pequeño grupo de estudiantes luchaba, bajo la custodia

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de un celoso pedagogo, por aprender los principios de las ciencias más avanzadas de su época.

 Durante sus ocios dominicales, quizás haya ido a pasear a la Alameda, cuyos árboles comenzaban a ensanchar su follaje, pues habían sido plantados nueve años antes: pero más bien debemos imaginarlo de paseo por alguno de los áridos cerros de la sierrita de Toluca, con un dejo añorante de los ubérrimos alrededores de su pueblo natal.  Una vez, quién sabe con qué subterfugios, con monedas ahorradas durante meses, fue a la capital de la república en diligencia, según nos lo ha transmitido amenamente en una crónica de viaje.  Por esta época Altamirano tenía un carácter voluntarioso y era a menudo terco y obstinado. Su inteligencia era lúcida y siempre figuraba a la cabeza de sus compañeros de estudios.  Aunque breve, la estancia de Altamirano en el Instituto dejó en su pensamiento un fecundo limo intelectual. En este plantel se despertó su vocación por el periodismo y recogió los primeros frutos de su ideología liberal que no había de abandonar hasta su muerte.  El gran escritor salió del Instituto por algún pecadillo que sirvió de pretexto para ocultar la causa verdadera: su admiración por el iconoclasta Ramírez, metido en líos con el gobernador en turno. A su salida –llamémosle expulsión– del colegio, se agregó a una compañía dramática de la lengua, con la que llegó a la ciudad de México. Aquí lo recibió, náufrago de esa resaca de la vida, Felipe Sánchez Solís, el pedagogo indígena, el sempiterno de los estudiantes desvalidos.  Mientras Altamirano estudiaba para gran hombre en el Colegio de Letrán, al otro lado del Monte de Las Cruces, quedaba la ciudad gélida y timorata que un día se espantó de la luz resplandeciente de un astro. ¡Este astro era el solitario Nigromante, que se había quedado en Toluca para luchar con la espada de su dialéctica implacable y mordaz contra una sociedad que se aferraba a los viejos cánones de una forma de vida anquilosada y decrépita!

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L I B E R A L I S M O Y L I B E R A L E S E N E L E S TA D O D E M É X I C O

León Guzmán

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  , en verdad, del epistolario familiar de León Guzmán, el insigne tenanguense que, con Isidoro Olvera y el potosino Ponciano Arriaga, fue uno de los más altos representativos del histórico Congreso Constituyente de -.

 Presidente, secretario y miembro de la comisión que presentó el proyecto de esa Carta Magna, su intervención en los debates de las asambleas se vio por ese motivo considerablemente reducida. De todos modos, se le considera como el salvador de ese trascendental documento, pues lo defendió vigorosamente de las acometidas de los timoratos y escrupulosos diputados que abogaban por el establecimiento de la momificada Constitución de , que tuvo para su tiempo ideas muy avanzadas, pero que en  no podía ser otra cosa que una venerable reliquia de museo.  Pero volvamos a las cartas. Sobre tres que están en poder de una de las descendientes de don León, hemos podido pasar nuestra mirada. Pero la que nos interesa es una larga epístola fechada en la ciudad de México, en agosto de . Fue dirigida a sus hermanos G. [Guadalupe] Lucio Guzmán que, anciano y achacoso, residía a la sazón en Tenango del Valle. Le aconseja acerca de la venta de unas propiedades y campea en ella el mismo estilo lógico que caracterizó su oratoria que tanto lustre le dio en el Congreso de -.  En la misma carta, que es muy extensa –veinte páginas–, se entrevé también que León Guzmán, quizá a causa de sus desengaños políticos, añoraba la vida del campo. Menciona la compra de un rancho con huertas de lima, que le costó mil ochocientos pesos.

Línea . Puede tratarse del rancho de San Isidro, en Nuevo León, donde según sus biógrafos murió León Guzmán.

 Pensaba acrecentar el producto de sus huertas, plantando cafetos, cultivo acerca del cual albergaba grandes esperanzas, como puede verse por lo que decía a su hermano: 

Verás, por lo dicho, que lo que voy a hacer es exactamente lo mismo que te he aconsejado. Voy a comenzar por pequeñas experiencias: voy a sembrar café, como podría sembrar geranios o dalias, o cualquier otra planta. Si el resultado es bueno seguiré más en grande y con más dedicación…

 A pesar de su tono familiar, hay en sus líneas alguno que otro chispazo del ideario del gran hombre. Tenía, como otros ilustres talentos de su época, grandes temores hacia el imperialismo de los Estados Unidos. Esto revela cuál era el modo de pensar entre los intelectuales de su tiempo, cinco lustros después de la infausta guerra de , que costó a México gran parte de su territorio.

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 Con efecto, decía don León Guzmán, tratando de convencer a su hermano de que nadie sería capaz de otorgarle crédito ni confiarle sus fondos: 

[…] Todo el mundo sabe que cuando la Independencia o las instituciones corren peligro, yo soy de los primeros que vuelan a defenderlas. Se habla ya mucho de una nueva revolución; y hay el peligro para mí más grande, de que EU comience a realizar los proyectos ambiciosos que desde hace mucho tiempo tiene sobre México.

 Y agregaba: “Natural es que los hombres de dinero crean que yo he de tomar parte –en la revolución–; y no pueden olvidar que en ese caso, sacrificaré, como ya lo he hecho otras veces, mi pequeña fortuna.”  En las líneas anteriores hasta el más lerdo advierte que a pesar de su edad –contaba  años–; no había perdido sus juveniles arrestos de rebeldía; no de otro modo al referirse a sus relaciones con el gobierno decía: “Saben que no estoy conforme con la marcha de la actual administración, y como Lerdo lo sabe también, todo el mundo tiene derecho para esperar que me persiga, que me destierre o por lo menos me mande al extranjero”.

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El periodismo liberal

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 , , un gran movimiento periodístico liberal en el Estado de México; pero muchas ideas libertarias y de progreso se realizaron en el territorio de nuestra entidad, y constituyeron uno de los antecedentes más vigorosos de la Reforma.

 Por otra parte, el estado se ufana hoy de haber contado entre sus hijos y residentes a periodistas tan notables como Alzate, el doctor José María Cos, Joaquín Fernández de Lizardi, Lorenzo de Zavala, José María Heredia, Ignacio Manuel Altamirano, Juan A. Mateos, El Payo del Rosario, Agustín González y José Vicente Villada.  Entre los más remotos precursores de un diarismo hoy próspero que asombra no poco a los habitantes de esta ciudad, se encuentran los primeros periódicos aparecidos en nuestro territorio. Se publican con grandes tropiezos, y dif ícilmente lograban subsistir durante un año. Sólo los periódicos oficiales pudieron en los primeros tiempos sostenerse por más de una década. Estos abuelos de nuestros diarios de hoy eran una miscelánea en la que se publicaban disposiciones gubernamentales, notas informativas, artículos científicos y gacetillas necrológicas.  Hubo periodismo literario crecido al amparo de algún gran escritor o poeta; pero más comunes fueron los periódicos nacidos bajo los relámpagos de las luchas de partido o de las lides electorales, y que, como es fácil comprender, estuvieron supeditados a los vaivenes de la política, o a los particulares intereses de los editores.  Uno de los primeros periódicos de que se tiene noticia y que comprueba lo que se dice en el párrafo anterior fue El Ilustrador Nacional, que luchó por la Independencia y fue redactado por el doctor Cos, en el mineral de Sultepec, e impreso con grandes dificultades, pues se tuvieron que emplear tipos de madera y tinta hecha con añil.  En , el célebre autor de El Periquillo sarniento, dirigió primero en Tepotzotlán y después en Naucalpan, El Diario Político Militar Mexicano, en el que se espigan algunas ideas que apuntan con derechura hacia el liberalismo.  No constituye ninguna novedad repetir aquí que estos periódicos se hacían casi a salto de mata, y que las imprentas, como las armas y el parque, viajaban a lomo de mula y se emplazaban donde se podía, pues nada arredraba a los heroicos paladines de nuestra lucha libertaria por alcanzar sus nobles objetivos.  Don José María Heredia, el gran poeta cubano avecindado en nuestra entidad, publicó en Tlalpan, cuando allí se encontraban los poderes

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del estado, un periódico crítico literario, llamado Miscelánea. Otra publicación de la época fue El Fanal, publicado en Toluca cuando los poderes se trasladaron a esta ciudad.

 En el campo del periodismo cultural fue en el Instituto Científico y Literario, donde se ha realizado el esfuerzo más importante de todo el estado. Salvo cortas interrupciones desde el año de  hasta , y después esporádicamente, se publicó el Boletín del Instituto, cuya importancia cultural no ha tenido paralelo entre nosotros. Este esfuerzo que no puede tener otro calificativo que el de enciclopédico, por la variedad de ciencias que tomaban como tema sus articulistas, alcanzó una dimensión internacional, pues tenía canje con las más importantes revistas de su tipo que se publicaban en el mundo entero. Colaboraban notables sabios extranjeros y los profesores y alumnos más distinguidos del Instituto. Por cierto, entre sus principales y más destacados colaboradores contó con el sabio naturalista don Manuel Villada, que llegó a escribir notables artículos no sólo en el boletín, sino en las publicaciones de la dependencia antecesora de lo que hoy se llama Instituto Nacional de Antropología e Historia, como se puede comprobar fácilmente leyendo los índices bibliográficos de esta prócer institución. En una de sus mejores épocas dirigió el boletín el ilustre polígrafo don Agustín González, y lo auxilió en esta labor el después licenciado Carlos A. Vélez.  Época aciaga la de la Reforma y la de los años que la antecedieron, tenía suspendida sobre los escritores la espada del cadalso o la centella de los anatemas. Ser entonces periodista significaba ser un gladiador, un combatiente heroico dispuesto a todos los sacrificios y a todos los martirios. Periodistas de la insurgencia habían ido a podrirse a las cárceles o a paladear el amargo acíbar del destierro.  Pero en el periodismo liberal del estado tenemos que mencionar, después de la aparición del El Reformador, a Altamirano y a Ramírez. A falta de un liberalismo autóctono, tenemos que conformarnos con el que vinieron a hacer ilustres liberales.  Altamirano y Juan A. Mateos publicaron, cuando eran alumnos del Instituto, un periódico que se llamó Los Papachos. Sus ejemplares son hoy rarísimos. Debe, sin embargo, haber traído alguno que otro pensamiento de tipo liberal, pues aunque ambos periodistas eran casi niños, fueron discípulos de Ramírez y después connotados liberales.  El que sí militó, como lo había hecho y lo hizo en todas partes en el periodismo combativo, fue El Nigromante. Allí están El Porvenir y su Themis y Deucalión, impresos en Toluca por los años de  y  y cuyos artículos allí publicados le valieron amenazas y

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persecuciones del gobernador en turno, que era nada menos que Mariano Riva Palacio.

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Estos son, si no los únicos, sí los más importantes de cuantos periódicos combativos se publicaron en la capital del estado, en la época que atendió a la Reforma.

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Aunque ni tan cáustico ni tan famoso como Ramírez, también estuvo por estos lares e hizo periodismo de lucha el escritor conocido con el nombre de El Payo del Rosario. Escribía este combatiente en el lenguaje del pueblo y pudo, por ese medio, interesar hondamente a sus lectores.

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Como una reflexión final, podemos decir que aunque es verdad que el periodismo liberal fue ave de paso entre nosotros, queda de todos modos, como ejemplo para los periodistas de hoy, la vida y la obra de escritores de la Reforma, como el ilustre don Francisco Zarco o como Juan B. Morales, de quien se dice que, llevado a la presencia del dictador Santa Anna, quien intentaba amordazarlo, le respondió espartanamente diciéndole que no cejaría en su labor; pues sabía bien que lo peor que podría pasarle era terminar entre cuatro velas, tendido en un mísero petate.

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El Payo del Rosario

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   , el periodismo en México fue de ideas, es decir, de combate. Los escritores se dejaban encarcelar o matar en defensa de sus pensamientos. La lucha fue enconada. De un lado los insurgentes, del otro, los realistas. Después, de un bando los liberales; del otro, los conservadores. En ambos partidos hubo brillantes adalides. Destacaron, sin embargo, los de la facción progresista. Valientes hasta la temeridad, no tenían empacho en desafiar a la tiranía. Así eran estos hombres que lo dejaban todo: bienestar, familia, dinero, con tal de cumplir con el imperativo de su destino. Con Dávila Ibar y Espino, Pablo Villaviciencio forma las primeras barricadas del liberalismo mexicano. Villavicencio, mejor conocido como El Payo del Rosario, nació en el Real del Rosario, Sinaloa, el  de enero de . Dicen sus biógrafos que fue de cuna humilde. No tuvo, por tanto, ni medios económicos, ni tiempo de asistir a la escuela. Se formó por sí solo, como los autodidactas. Muy temprano comenzó su pública actuación. Y fue con unos escritos polémicos en defensa de la Independencia, y en contra del obispo Bernardo del Espíritu Santo, quien desde el púlpito atacó a los insurgentes de Sinaloa. Al triunfo de la causa de Hidalgo, El Payo se estableció en la capital de la república. Allí, en periódicos y folletos, combatió a Iturbide, a los funcionarios venales, al clero mercenario y a la plutocracia parasitaria. Un folleto titulado Si no se van los ingleses hemos de ser sus esclavos, lo llevó prisionero a la fortaleza de San Diego, en donde su salud menguó para toda su vida.

 Payo del Rosario es engañoso pseudónimo. Nada tiene este “payo” de campesino rudo e ignorante. Sabe sus latines el hombre y también doctrinas políticas y filosóficas, como que sus autores predilectos son los enciclopedistas franceses. De sus artículos y folletos, sólo el título es popular, bullanguero, festivo: Zurra al papel embustero de la muerte de Guerrero: si el Presidente sigue como va, como subió bajará…  Su bullente humorismo es casi siempre un ardid para ocultar sus argumentos que tienen la dialéctica fuerza de un silogismo. Así se explica que hubiese sido un publicista temido, encarcelado, combatido. Mucho escribió El Payo del Rosario; pero sus libelos y folletos se encuentran en su mayoría –¡quien lo creyera!– en las principales bibliotecas de los Estados Unidos. La nuestra, es decir, la nacional, cuenta apenas con los cuarenta y ocho fascículos que constituyen la Colección Lafragua.  A dos puntos de la geograf ía, o doblemente a uno, está unido el tránsito vital de los hombres: al lugar del nacimiento y al sitio de la muerte. Y a esta ciudad está ligado el deceso de El Payo del Rosario. Tierra tolucense cubre sus cenizas. ¿En el panteón de San Sebastián? ¿En el de San Diego?

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 Relatemos lo referente a su muerte. Desde su arraigo en México, su vida estuvo ligada a la de Lorenzo de Zavala, de quien fue compañero de logia y correligionario político. Por el desacuerdo entre Zavala y Guerrero, entonces presidente, El Payo fue a la cárcel, como consecuencia de un folleto denominado: Pobre del señor Guerrero, para de aquí al mes de enero.  Cuando Zavala vino a Toluca como gobernador, por segunda vez, trajo a Villavicencio como secretario particular. Aquí escribió El Payo sus últimos folletos –¿en dónde encontrar alguno de ellos?– que se denominan: Viva Santa Anna y que mueran toditos sus enemigos, Conversación de don Prudencio con don Antonio y El Payo del Rosario en los Barrios de esta Capital (Toluca).  Zavala fue inestable como político; adicto más a las ideas que a los hombres, tenía que ser tratado con muchos miramientos. De aquí sus frecuentes rupturas y fricciones con los más encumbrados personajes de la política nacional. Enemistado con el régimen tiránico de Bustamante, éste le envió una fuerza armada, “para hacerlo entrar en razón”.  Francisco Xavier Gaxiola, biógrafo ocasional de Villavicencio, relata el hecho en los términos siguientes: 

Atacado Zavala en Toluca por las fuerzas federales a las órdenes de [Mariano] Ortiz de la Peña, se organizó en su contra una débil resistencia y al huir de la población los principales personajes, El Payo fue comisionado por el gobernador para regresar a la casa de gobierno y recoger unos papeles de interés que se habían quedado olvidados en un escritorio. Una vez cumplida su comisión, Villavicencio se apresuró a incorporarse con su jefe y por desdicha se encontró con los enemigos en la antigua Calzada de los Arbolitos [hoy Avenida Independencia] y al ser reconocido fue asesinado cobardemente en unión de don José María Guillén, que lo acompañaba.

 Así fue tronchada, de golpe rudo, la vida de ese excepcional periodista de combate, a quien no “lo hicieron acallar ni las amenazas de sus enemigos ni las continuas prisiones, en las que parecen estaba como domiciliado”.  “El Estado de México [dice Gaxiola], en premio a los servicios que prestó El Payo del Rosario, decretó el  de marzo de  una pensión vitalicia a la viuda e hija del escritor mártir”.

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.    Un monte fatídico

Línea  En El libro rojo, dice Ángel Pola que: “don Santos, pistola en mano, descendía la pendiente al paso de su caballo. ”Se rompió la brida; se apeó a amarrarla y fue hecho prisionero. El Chato Alejandro le dio una lanzada. ”Conducido entre filas, un indio apellidado Neri, le disparó un tiro por detrás, en el cerebelo”. Esta versión se confirma y enriquece con las investigaciones realizadas en , por las autoridades de Lerma. Según este documento, los asesinos de don Santos Degollado fueron, además de Neri, Hilario Gutiérrez, y el que se hacía llamar general (Chato) Alejandro Gutiérrez. Se dice allí, también, que El Chato cortó el dedo en que Degollado llevaba un anillo. Ambas versiones coinciden en gran parte con la que recogió mi abuelo, José de los Reyes García Vázquez, quien nació y vivió con Ignacio Allende. Los datos que él obtuvo, los trasmitió de viva voz, a mi padre Pioquinto García Vázquez, y a mis tíos Hermenegildo y Saturnino, de los mismos apellidos.

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   las Cruces ha sido glorioso y fatídico para la historia de México. Aquí derrotó Hidalgo a Torcuato Trujillo; aquí murieron Leandro Valle y Santos Degollado.

 Desde el alto mirador que domina en toda su extensión los llanos de La Marquesa y Salazar, un clarín desgrana en la profundidad del valle las aciagas notas de un toque de retirada. Jefes y soldados toman por donde mejor les acomoda. El general y su asistente logran, milagrosamente, atravesar una larga hondonada boscosa hasta llegar a un paisaje denominado hoy La Cima. Aquí, en terreno laderoso y descampanado, les dan alcance unos cuantos reaccionarios, el general cae muerto. Un soldado le hace fuego por detrás con un rifle; otro lo remata, ya caído, disparándole en el pecho. Así fue el trágico fin de Santos Degollado.  En los días que precedieron a su muerte, el mártir de Las Cruces se encontraba en México, ante “el gran jurado de la opinión y de la prensa”, que lo atacaba con acrimonia, echándole en cara, entre otros cargos, la derrota de La Estancia de las Vacas y el robo de la conducta de Laguna Seca.  Pero un general acostumbrado a las tormentas de los denuestos y los sinsabores de la campaña, no puede permanecer inactivo, máxime cuando la causa liberal, aunque victoriosa, se halla acosada constantemente por numerosas partidas de reaccionarios, que a veces tienen la osadía de llegar casi a las goteras de la capital.  El Congreso, en una sesión célebre, otorga permiso a Degollado para salir a campaña, y el ministro de Guerra lo nombra jefe de las fuerzas que deben combatir a Zuloaga, Márquez, Buitrón, y otros jefes que merodean en la serranía de Las Cruces. Menguadas fuerzas ponen al mando del general, tan menguadas que él mismo, en su cuaderno de notas, las llama “una pequeña brigada”.  El general tiene prisa. Sale para Tacubaya el  de junio y el  para Lerma. En los llanos de Salazar el enemigo tiene la osadía de sostener con él un tiroteo de dos horas. Llega a Toluca el  de junio de . Acepta aquí el plan de campaña que le presenta el coronel O´Haran. La pequeña brigada de Degollado tiene muchas carencias, entre ellas la de parque. A México van los coroneles Cruz y O´Haran a gestionar el suministro de pertrecheros y haberes para la tropa. Logran su objetivo los enviados. Se informa a Degollado que el  de junio saldrá de Tacubaya un convoy militar al mando de los mismos Cruz y O´Haran. Don Santos considera que atenido a sus propias fuerzas, el convoy no podrá defenderse con éxito en caso de ser atacado. Decide, pues, protegerlo. El  del mismo mes sale Degollado de Toluca. Lo acompaña, parece que de mal grado, el

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general Berriozábal, a la sazón gobernador del estado. En Lerma se les une, a las siete de la mañana, el coronel Félix Vega, jefe del Batallón de Rifleros de San Luis. Juntas las tropas prosiguen su marcha hacia México.

 Antes de llegar al sitio llamado El Portezuelo, explica Degollado el plan de batalla: a) pequeña exploración para descubrir al enemigo emboscado; b) marcha sobre el camino real hasta los llanos de Salazar y desvío después hacia la serranía, c) despejar de enemigos las alturas, descender después por el oriente hasta La Pila, el lugar de mayor peligro para un ataque del enemigo, y d) en este punto esperar o ir al encuentro de O´Haran para custodiarlo hasta Toluca.  Sin embargo, lo prudente era, antes de comenzar la ejecución del plan, tener noticia cierta de que O´Haran había salido de Tacubaya. Se esperó el paso de la diligencia que venía de México y se supo que a la hora del paso del carruaje por Tacubaya el convoy de O´Haran aún no había salido de esa población.  La impaciencia acicatea a Degollado. Decide actuar de inmediato. Sin embargo, el plan inicial no puede llevarse a cabo al pie de la letra. Las veredas que llevan hasta la cima de la serranía no son accesibles para los jinetes. Se opta por dividir la columna en dos partes. La infantería, compuesta por el Batallón de Rifleros, al frente de la cual irá Degollado, se internará en el monte; subirá por el espinazo, y descenderá por el lado oriente hasta La Pila. Entretanto, la caballería, al mando de Berriozábal esperará hasta que los rifleros alcancen las alturas. Entonces proseguirá por el camino real hasta encontrar el convoy o hasta reunirse con Degollado en La Pila. La señal de que el Batallón de Rifleros ha logrado su objetivo será un toque de diana.  No se conocen con exactitud los movimientos de la brigada desde El Portezuelo en adelante, pero se infiere que caminó sin dividirse hasta llegar al puertecillo que da acceso a La Marquesa; fue aquí donde Degollado se separó de Berriozábal y tomó hacia el noreste, con rumbo a La Cima, y que reviró después por una cañada honda, boscosa, que limita, por un lado, un cerro oblongo de poca altura, y por el otro las eminencias de Peña Pobre y Tepalcates.  Después de una angustiosa espera que anunció la presencia del enemigo oculto en el bosque, las tropas de Degollado aceleraron el ascenso y, después de un encarnizado tiroteo, la descubierta al mando del comandante Soberón logró llegar a la cima y, sin esperar más ordenó, precipitadamente, dar el toque de diana. Pero el enemigo tiroteó tan rudamente a quienes habían alcanzado la altura que, haciéndoles numerosos muertos y heridos, los puso en desbandada.

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Línea  Analizando objetivamente los documentos de la época, Berriozábal no queda exento de culpa en la muerte de Degollado. En efecto, hay más de un indicio para creer que el toque de diana, señal de que el camino de Las Cruces quedaba a salvo del ataque del enemigo, sólo existió en la imaginación de Berriozábal, quien en menos de un cuarto de hora de espera oyó un tiroteo y enseguida la diana prometida; pero debemos advertir, según el dicho de testigos presenciales, “que la diana únicamente la oyó el general Berriozábal”. Por otro lado, en el parte que este general rindió al ministro de Guerra, arroja sobre O´Haran la responsabilidad de la muerte de Degollado, y afirma que desconocía el plan de guerra de éste. ¿Es posible que un general, que va como subalterno de otro, desconozca en el momento mismo de la acción, los planes guerreros de su jefe? Agrega Berriozábal, en el mismo parte que comentamos, que su caballería hubiese empleado cuatro horas y media en llegar hasta el lugar donde estaba acorralado Degollado. Quien conozca el antiguo trazo del camino Toluca-México, en el tramo que va de Las Cruces a Cuajimalpa, tendrá que reconocer que esa afirmación no pasa de ser subterfugio. Pero hay más. En el informe que sobre la acción de Las Cruces rindió a Zaragoza el coronel Félix Vega, se acusa a Berriozábal, sin nombrarlo, de incumplimiento del plan de campaña y, además, de conducta poco militar.

 Berriozábal, que había oído la señal convenida, reanudó de inmediato la marcha. Devoró rápidamente gran parte del camino. Ignoraba el desastre de Soberón e ignoraba también que en otro picacho habían quedado acorralados Degollado y De la Vega, sin parque y sin auxilios. 

En situación tan desesperada se envió al ayudante Perfecto Soto a pedir socorro a Berriozábal, pero cuando el emisario logró darle alcance era ya demasiado tarde. Quizá Degollado suponía que el general y gobernante lo estaba esperando en La Pila; pero no, se había adelantado tanto que Soto lo alcanzó casi llegando al Contadero.



¿Por qué no esperó Berriozábal a Degollado, en el sitio convenido? ¿Qué razones lo obligaron a seguir adelante?



El cadáver de Degollado, expuesto a la befa de la soldadesca, fue conducido a lomo de mula, casi desnudo –lo habían despojado de sus botas y su uniforme– hasta Huixquilucan. En este lugar tropas del jefe reaccionario Gálvez lo sepultaron, a contrapelo del cura, en el atrio de la iglesia de San Antonio, precisamente en el costado norte del templo.



El  de julio de , sus restos fueron exhumados por el general Francisco Alcalde, que se encontraba de paso en Huixquilucan. Un soldado que había presenciado el entierro, señaló el sitio donde yacían los huesos, que después fueron llevados a México, y reinhumados con todos los honores en el Panteón de San Fernando. Posteriormente, no se sabe por qué razones los familiares pidieron el traslado de los despojos al Panteón Británico, de la Tlaxpana. De este lugar fueron de nueva cuenta trasladados a la Rotonda de los Hombres Ilustres, el  de junio de , durante el gobierno del licenciado don Adolfo López Mateos.



La muerte de Leandro Valle completa la otra cara del drama. En efecto, para vengar la muerte de Degollado, el general Valle salió de la ciudad de México el  de junio de , como jefe de una brigada punitiva. El pequeño ejército llegó a Cuajimalpa como a las tres de la tarde, y en esta población Valle giró órdenes para que O´Haran y González Ortega se incorporaran a él con sus fuerzas, en Tenango o en el camino a Toluca, según la posición que tomara el enemigo.



Al día siguiente, al despejarse la niebla de la montaña, la brigada emprendió el camino a Toluca; pero al llegar al Monte de Las Cruces fue atacada por el enemigo. A pesar de la superioridad numérica de éste, Valle presentó una tenaz resistencia, pero al final de cuentas fue derrotado.



Huía Valle con rumbo a México, cuando antes de llegar a la desviación que conduce a Chimalpita, un indio a quien apodaban El Ixtle,

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

oriundo de San Francisco Xochicuahutla, y que vivió después en el barrio de Ignacio Allende, le salió al general por la espalda, encañonándolo con una escopeta vieja, al mismo tiempo que llamaba a sus compañeros para que lo auxiliaran.

 El prisionero fue conducido hasta Las Cruces. Aquí, por las órdenes de Márquez, fue fusilado por la espalda, en el costado sur de un edificio que se conocía entonces con el nombre de “Casa de la Nación”. Otro indígena llamado José Gregorio, lo colgó de la rama de un árbol. De aquí lo rescataron para trasladar su cadáver a la capital de la república.

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El general Plutarco González

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  , Santa Anna se quitó la máscara. Las esperanzas que el pueblo había puesto en él se desmoronaron. Los fueros y privilegios reducidos durante el gobierno progresista de  renacieron tenazmente como la mala hierba. Un ejército oneroso –noventa mil hombres, según los historiadores de la época– era una enorme hidra que devoraba la economía del país. Para sostener tan monstruosa máquina de opresión, lo mismo que el boato de una corte de mentirijillas, se multiplicaron las contribuciones; y se llegó hasta el ridículo de cobrar impuestos hasta por las ventanas de las casas. La voluntad del país fue entonces la voluntad caprichosa de un hombre o de una sola camarilla, la de su Alteza Serenísima, el omnipotente Antonio López de Santa Anna.

 Frente a tal estado de cosas, se levantó a todo lo largo y ancho del país una hoguera de descontento. En Guerrero, cuna de patriotas esclarecidos, indómitos, amantes de la justicia y la libertad, se pronunció el general don Juan Álvarez, enarbolando como bandera el Plan de Ayutla.  En el departamento de México “la causa de la libertad había hecho una importante adquisición con el esforzado adalid don Plutarco González quien figuraba en  al frente de las tropas” que combatían la dictadura santanista.  Plutarco González nació en Toluca en . Fue humilde su cuna, según quienes lo conocieron de cerca. Desconocemos a qué actividades haya dedicado los primeros años de su juventud. Lo que se sabe de cierto es que ingresó a la milicia antes de los treinta años de edad. En efecto, en , era teniente en la Segunda Compañía del Regimiento Activo de México, del cual se separó por “licencia absoluta”, en diciembre de . En este mismo año ingresa como miembro del Partido Progresista opositor al santanismo. En  secunda el pronunciamiento del general Gabriel Valencia, y en  toma parte en algunas acciones contra el invasor norteamericano.  Durante la Revolución de Ayutla hace activa campaña combatiendo a la reacción en los distritos que hoy forman el sur del estado. Obtienen señaladas victorias como la toma de Zacualpan y la de Sultepec, efectuada en abril de . Por cierto que este suceso: 

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Dio ocasión a una de las muchas injusticias que solía cometer el gobierno dictatorial con los infelices pueblos. Cuarenta vecinos de aquel distrito fueron presos y conducidos a la capital, por suponérseles culpables de las demostraciones que se habían hecho allí contra la tiranía. Sin más averiguación, y sin tener en cuenta las amarguras de sus familias desoladas, aquellos honrados y pacíficos ciudadanos, casi todos ladrones, fueron encerrados en Santiago Tlatelolco, donde permanecieron hasta fines de julio.

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Línea  Historia de la Revolución de México, contra la dictadura del General Santa Anna. México, , p. .

 Por su destacada participación en la Revolución de Ayutla, don Juan Álvarez otorga a Plutarco González el grado de General de Brigada. Con esta jerarquía asume la gubernatura del estado, el  de agosto de , y la abandona, por dimisión, el  de enero de . Durante el breve ejercicio de su administración, colaboran con él distinguidos liberales como el general Berriozábal y el licenciado Manuel Alas, quienes más tarde llegaron también a gobernar el estado. Época convulsa en la que administra Plutarco González, no da lugar a grandes obras de beneficio social. Es, por tanto, la pacificación del estado, el principal empeño de su mandato.  El alto cargo que desempeñó, “en nada alteró su modestia característica. [dice uno de sus panegiristas] En efecto, el poder le sienta mal, y para que se pueda lograr el progreso del estado” dimite a su elevada misión. Quizá pensó, como otros esclarecidos generales, que podía servir mejor como soldado que como gobernante.  Al dejar el poder, retorna Plutarco González al ejercicio de las armas, y muere el  de octubre de . Días antes –el – se pronunció la guarnición de Cuernavaca. Fue a someterla, pero los rebeldes huyeron. Los persiguió y fue precisamente en la cuesta del Platanillo –antiguo puerto de entrada al valle de Iguala–, donde perdió la vida en el combate que le presentaron los hermanos Cobos y Vicario, que formaban parte de las fuerzas del general reaccionario José María Moreno.  Su muerte, en opinión de un historiador nuestro, don Miguel Salinas, se debió a que no escapó con oportunidad por haberse empeñado en salvar personalmente a su amigo íntimo, el oficial Lauro Cárdenas. Casi inmediatamente después de este suceso, la partida que lo había derrotado y muerto fue vencida a su vez por Negrete. Este jefe levantó el campo y llevó el cadáver de don Plutarco a Cuernavaca. En este lugar fue embalsamado y posteriormente traído a Toluca por sus ayudantes Zavaleta, Peralta y Zimerman.  Existe un folleto rarísimo, que no pude consultar, en donde se narran las peripecias del traslado. Empero, no es aventurado afirmar que éste se hizo por el antiguo camino de herradura que, pasando por Chalma y Malinalco, comunicaba a Cuernavaca con Tenancingo.  El cadáver del eminente liberal fue sepultado, pese a la oposición del cura Merlín, en el antiguo cementerio de San Diego. En , el gobierno del estado, presidido a la sazón, interinamente, por Manuel Alas, colocó una lápida en su tumba. Finalmente, en mayo de , sus restos fueron exhumados, expuestos a la veneración pública en el Salón de Cabildos del Panteón General, en donde siguen hasta la fecha.

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José Vicente Villada

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   vino al mundo José Vicente Villada. ¿Fue en ? ¿Fue en ? Lo que se sabe de fijo es que nació en la ciudad de México y que murió en Toluca, el  de mayo de . Fue comerciante, tipógrafo, periodista, militar liberal y gobernador del Estado de México. Gobernador benemérito durante quince años.

A

 Fulgurante fue Villada. Entró en el ejército como subteniente. Fue hecho prisionero en el sitio de Puebla, pero logró evadirse cuando era conducido a Veracruz. Tomó parte activa en la guerra de intervención en Michoacán. Se distinguió heroicamente en el ataque a Morelia, en , rescatando una bandera que había caído en manos del enemigo. Como premio a esta intrepidez, el general Berriozábal lo ascendió a comandante. En  derrotó en Los Reyes al coronel Banderback, jefe de una columna de zuavos. Al entrar triunfante en Tacámbaro fue herido en la cabeza. En el albazo de Méndez fue hecho prisionero en compañía de los generales Arteaga y Salazar, y conducido con éstos y numerosos oficiales, a pie, a Uruapan, por un escabroso camino de  kilómetros de largo. El general Riva Palacio lo canjeó por un grupo de belgas. Volvió de nueva cuenta a la brega y por méritos a favor de la causa liberal, llegó a obtener el grado de General Brigadier.

Línea  En  era Villada director del diario El Partido Liberal. Lanzó entonces la iniciativa para que toda la prensa liberal conmemorara el vigésimo quinto aniversario de la muerte del Benemérito. La iniciativa fue acogida con entusiasmo, y se llevó a cabo una manifestación pública en la que tomaron parte connotados personajes de la época, directivos y redactores de más de cuarenta periódicos, y el pueblo en general. De este modo, José Vicente Villada se convirtió en el iniciador del culto nacional a Juárez. Así se explica por qué cuando fue gobernador del estado, las ceremonias conmemorativas del  de julio, alcanzaron una extraordinaria solemnidad.

 No sólo como militar se distinguió Villada; también como político. Fue, en varios periódos, diputado al Congreso de la Unión. Organizó entonces la primera gran manifestación a la memoria del Benemérito de las Américas. En sus ausencias de la Cámara como representante popular, dirigió La Revista Universal y El Partido Liberal. Defendió en ellos a Lerdo de Tejada, no importa que después terminara –¡cosas de la política!– siendo partidario de Porfirio Díaz. 

El porfirismo, dicho a contrapelo de los panegiristas de la Revolución, dio excelentes gobernadores. Uno de ellos fue el general Villada. Mucho realizó en todos los ramos de su administración. Brilló en todas las facetas. Sin embargo, fue en tres donde alcanzó mayor lucimiento: como urbanista; como filántropo, y como protector de la clase obrera:



Emprendió y llevó a feliz término [dicen sus apologistas] obras que no podrá destruir el tiempo […] como el Palacio Legislativo, el Palacio de Gobierno, el Municipal, la hermosa Finca de la Exposición, el Hospital, el Instituto Científico, que modificó y mejoró, la Escuela Industrial, la correccional de hombres y la de mujeres, la Casa de Maternidad, el Asilo de Mendigos, la Escuela Normal para Profesoras, la Escuela de Artes y Oficios para Varones, el Departamento de Ingeniería, la magnífica Biblioteca, las oficinas del Consejo Superior de Salubridad, los tívolis para obreros.

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 En efecto, Villada abrió calles –el Paseo Colón fue obra suya– trazó jardines, erigió edificios, levantó monumentos… Fue uno de los más grandes urbanistas de Toluca.  Villada fue magnánimo, bondadoso, caritativo. No quería que los hombres bebieran alcohol; pero quería que los niños tomaran leche. Para lograr su deseo formó la sociedad denominada La Gota de Leche: 

Se dirigió personalmente [dicen sus partidarios], a todos los dueños de establos, solicitando de ellos la cantidad de aquel líquido que buenamente quisieran darle, sin detrimento de sus intereses, y así reunía la cantidad bastante para que se distribuyera entre más de quinientos niños pobres de la ciudad, distribución que hacían señoras y señoritas de lo más granado de Toluca, las cuales se turnaban para concurrir al Palacio Municipal a efectuar el reparto, en las primeras horas de la mañana, diariamente, bajo la vigilancia del propio gobernador, sin más requisito, que el que fueran a recibirla los niños, solos o acompañados de sus padres, o de las personas encargadas a su cuidado.

 Cuando por enfermedad los niños no podían recoger su leche, bastaba una constancia de su falta de salud, otorgada gratuitamente por los médicos del Consejo de Salubridad, para que pudieran recibirla por ellos otras personas. Esos médicos analizaban la leche antes de distribuirla, y tenían obligación de curar gratuitamente a los infantes antes de proporcionarles medicinas.  Villada amaba entrañablemente a los niños. Cuando sospechaba que algunos huérfanos no serían debidamente atendidos en los centros de beneficencia que él había fundado, los llevaba a vivir a su casa; los sentaba a su propia mesa, y los vestía y educaba a “sus expensas particulares”.  Fue el general Villada un gran benefactor de la clase obrera. Sus leyes en defensa del trabajador en casos de accidentes laborales son de una modernidad asombrosa, y le acarrearon en su tiempo el calificativo de socialista. Para regenerar a la clase obrera y alejarla del alcoholismo, fundó en Toluca el tívoli para obreros. Fue el primer gobernante en la república que emprendió una campaña contra el vicio. El tívoli proporcionaba diversiones sanas y gratuitas a los trabajadores y sus familias; teatro, actos circenses, pláticas educativas…  La idea de ese tívoli –dice un anónimo panegirista– fue suya exclusivamente, la llevó a cabo venciendo toda clase de obstáculos y, una vez realizada, la fomentaba en persona. Los domingos y días festivos se despojaba de la ceremoniosa levita y del sombrero de copa,

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y vestido sencillamente… para asimilarse mejor a la indumentaria de los obreros, “de mis obreros”, como los llamaba cariñosamente:



[…] Iba a mezclarse con ellos y estrechaba sus encallecidas manos y les hablaba, tuteándolos, por sus nombres, y les reñía afablemente cuando no habían concurrido a la fiesta anterior, y junto con ellos tomaba el refresco y asistía a la representación teatral y a la función acrobática y al baile campestre, siendo el primero en llegar y el último en retirarse de aquel honrado centro de reunión.

 En la esfera de la enseñanza el influjo de Villada es también muy digno de tomarse en cuenta. Su Ley Única de Enseñanza, expedida el  de junio de , es un modelo en su género. Establecía esta ley la obligatoriedad de la instrucción primaria, concedía acción popular para la vigilancia de las escuelas, señalaba penas a los padres y tutores que no cumplieran con el precepto de proporcionar instrucción a los niños, otorgaba premios a los preceptores que se distinguieran en la enseñanza, y les daba derecho a recibir su jubilación, de acuerdo con sus años de servicio.  Por todo lo anterior, y además por lo que se nos ha quedado en el tintero, en  el general José Vicente Villada fue declarado Benemérito del Estado de México. Digno ejemplo de lo que debe hacer un pueblo con los gobernadores que saben servirlo con honradez, con lealtad y con amor.

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Triunfo de la Revolución de Ayutla. Constituyentes de 1857



 ,  Moreno, Florencio Villareal, Ignacio Comonfort, provocan la Revolución de Ayutla, pero no son en manera alguna sus ideólogos. Tomás Moreno fue analfabeto, Juan Álvarez apenas sabía leer y escribir, Villareal era un sacerdote de costumbres demasiado castrenses, Comonfort, si acaso, podía considerarse medianamente culto, a pesar de que su educación era eminentemente clerical.

 Juan Álvarez tenía muchas cuentas pendientes con la dictadura centralista y conservadora que parecía burlarse cínicamente de los hombres del sur. En su último gobierno, el cojo Santa Anna, pone de ministros de Relaciones nada menos que a Lucas Alamán, el asesino intelectual de Vicente Guerrero y que se pasaba la vida preconizando una muerte igual para Juan Álvarez.  Si se rasca hasta el fondo de la revolución, se verá que la iniciaron intrigas de tipo personalista, una larga cadena de crímenes y deseos de venganza como el extraordinario caso de don Faustino Villalva, del propio Moreno, los crímenes cometidos contra la familia de Álvarez, etcétera. Lo importante de estos caudillos es que se alían con la revolución intelectual, es decir, la vieja semilla de Mora, Zavala y Gómez Farías ya había dado fruto en sus mentes agrarias. Siempre les habían ganado la mano, porque ellos no sabían discutir leyes, porque no sabían manejar los instrumentos de la palabra, porque eran incapaces de desenvolverse con éxito en medio de las intrigas del gabinete. Pero en todas estas argucias parecían haber resultado unas fieras don Benito Juárez, don Melchor Ocampo, Prieto, el terrible Ramírez, el apocalíptico Zarco y su camada de cachorros de la talla de Altamirano y León Guzmán.  La primera etapa fue en honor de los viejos guerrilleros federalistas, especialmente del sur y de Michoacán. En ella encontró la muerte infausta, con exhibición de cabeza, el héroe michoacano, con grandes ligas en el Estado de México, don Gordiano Guzmán; también lucharon bravamente don Antonio Díaz Salgado, don Epitafio Huerta y otros de la vecina entidad tarasca que decidieron al campesino de Sultepec; y don Plutarco González tomó las armas en pro de la causa de la federación.  Al mismo tiempo don Antonio Castañeda, que se había pronunciado por el rumbo de Zacualpan, infringía serios reveses a los santanistas, colaborando en muchas ocasiones con Díaz Salgado.  Ante el embate frontal de los liberales, el gobierno no podía sostenerse mucho; en abril de  ya sólo contaba con algunas plazas en el país y todos los estados habían entrado en efervescencia.  En el Estado de México la causa de la libertad había hecho una importante adquisición con don Plutarco González que, desde el

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

principio del año, figuraba al frente de las fuerzas pronunciadas en ese departamento. Zacualpan y Sultepec no pudieron escaparse de ser tomadas por tan bizarro jefe, quien extendiendo sin cesar el área de sus operaciones llegó a poner en grandes aprietos a Toluca.

 Nacía también para la historia, luchando en Michoacán y México, el ilustre caudillo Santos Degollado.  La Revolución de Ayutla fue un levantamiento popular. Nació de las guerrillas surianas, pero pronto tuvo el apoyo incondicional de todo el pueblo. Especialmente, los mejores intelectuales del país se pusieron a las órdenes del federalismo. Incluso los tibios, como don Mariano Riva Palacio, que estuvo a punto de dar con sus huesos en la cárcel, debieron convencerse de que la verdad estaba del lado de los liberales puros.  Por lo que toca al Plan de Ayutla, proclamado el º de marzo de  y corregido en parte en Acapulco, cuando se sumaron a él Ignacio Comonfort y Juan Álvarez, sólo perseguía con un sentido claro el derrocamiento de Santa Anna y su dictadura, la vuelta a la legalidad constitucional y el reconocimiento pleno que tiene el pueblo de escoger su mejor forma de gobierno y leyes, a través de sus representantes.  Su evolución histórica es lo que interesa. Para fortuna de la patria, el siniestro caudillo jarocho salió rumbo a Veracruz el  de agosto de , se embarcó y por fortuna no se le volvió a encontrar durante algunos meses en el ámbito político del país. Rápidamente, Plutarco González se presentó en Toluca el  de agosto y fue designado gobernador provisional el .  Todavía los liberales tibios, mal parchados al Plan de Ayutla, trataron de maniobrar y en México se amotinó la Guardia Militar y obligaron al comandante Díaz de la Vega a que convocara a los representantes de los estados y se eligiera presidente interino. El albazo triunfó y don Martín Carrera, liberal moderado, fue electo presidente.  Sin embargo, el tiempo de las maniobras había tocado su fin. Los revolucionarios del sur no se dejaron engañar, adujeron que la Revolución de Ayutla señalaba un jefe y que este jefe no podía ser otro que don Juan Álvarez. Comonfort convocó a otras elecciones en Cuernavaca (todavía del Estado de México) bajo la estricta protección de Plutarco González.  Esta vez los liberales puros salieron adelante. No sólo sacaron a don Juan Álvarez en la presidencia, sino que llevaron a su gabinete a los siguientes personajes, cuyos nombres hablan por sí: Melchor Ocampo en Relaciones, Benito Juárez en Justicia, el honradísimo Guillermo Prieto en Hacienda, y en Guerra, naturalmente, don

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

Ignacio Comonfort, cuya candidatura empezaban a trabajar los puros seducidos por sus dotes de militar y diplomático. Recuérdese que fue Comonfort quien estuvo en los Estados Unidos para tramitar la ayuda de los exiliados en ese país.

 Pronto cayeron las caretas. Comonfort se declaró “moderado” poniendo una terrible zancadilla a Melchor Ocampo, quien tuvo que renunciar a su ministerio a fines de ese mismo mes de agosto. El resto de los puros maniobraron rápidamente y se juntaron alrededor de Juan Álvarez. Había terminado la guerra con olor a pólvora y empezaba la guerra con olor a tinta. La reacción dominada por el momento, trataría de aprovecharse de la debilidad de los tibios, pero los radicales no estaban dispuestos a dejarse engañar otra vez.  Juárez se adelantó a la mesa, pegó la primera bofetada y se montó en su macho. De ahí en adelante sólo habrían de seguirle los que eran tan recios y tan intransigentes como él.  El propio Estado de México no brilla con esplendor en la lucha armada. Sus hombres no dieron la pelea grande en los campos de batalla, porque estaban preparándose para dar la pelea gris y sin laureles de la política. Antes debemos apuntar que Juan Álvarez, anciano y titubeante, dio lugar a que se escindiera el partido y se pusieron frente a frente el sector puro y el moderado. Sólo que los puros no estaban aún listos para el asalto al poder; Juárez tiró una carta y la perdió, decretando como ministro de Justicia la desaparición de los fueros religioso y militar.  Fue la bomba de tiempo que acabó a Juan Álvarez. Por un lado, la propia Revolución de Ayutla no había tocado su fin y, por el otro, los conservadores clericales comenzaron a levantarse en armas en Guadalajara y Puebla.  En diciembre de , renunció Álvarez y ocupó la presidencia Comonfort con un gabinete de moderados: Lafragua, Luis de la Rosa, Manuel Payno, Siliceo y otros que habían andado lo mismo en las camarillas liberales que en las conservadoras. Juárez se guardó su decreto y recibió, como consolación, la gubernatura de Oaxaca, desde donde estuvo preparando nuevos golpes.  Los reaccionarios clericales, que habían dejado de creer en todo, menos en sí mismos, no dejaron de hostigar a Comonfort pese a que se desembarazó de los puros. Al contrario, Puebla se convirtió en un hervidero de acuciadas pasiones por el cura Pelagio Labastida y el reaccionario Haro y Tamariz. El Presidente, en lo personal, los batió en Puebla y decretó la primera confiscación de bienes clericales que debía servir de base a la llamada Ley Lerdo. La curia no le perdonó a

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

Comonfort esta “vileza”. Después, cuando se echó en brazos de la curia, hasta su mamá debía regañarlo por estas infidencias a la Santa Iglesia Católica.



Pero al mismo tiempo se reunió el Congreso Constituyente que debía determinar la forma de gobierno definitiva y redactar la ley correspondiente. No se discutió el federalismo, pero sí la Constitución. A la sombra de Plutarco González habían conseguido llegar a la Cámara algunos personajes del liberalismo más extremo, así como otros que se nivelaban en la balanza de lo moderado.



León Guzmán se significó entre los puros, igual que Isidoro Olvera. Los otros representantes fueron: Antonio Escudero, José L. Revilla, Julián Estrada, J. de la Peña y Barragán, Esteban Páez, Rafael María Villagrán, Francisco Fernández de Alfaro, Justino Fernández, Eulogio Barrera, Manuel Romero Rubio, Manuel de la Peña y Ramírez y Manuel Fernando Soto.



Rodolfo García dice, en sus referencias al constituyente:



Haciendo un análisis de su actuación (de los diputados provincianos) encontramos que Isidoro Olvera y León Guzmán fueron los más conspicuos. Los demás, aunque brillantes en otros aspectos, contribuyeron poco y algunas veces se opusieron a las avanzadas ideas que campeaban en el proyecto de Constitución.



Arizcorreta y Prisciliano Díaz González, que intervienen con frecuencia en los debates y aun en la redacción del nuevo Código, en virtud de sus irrefutables conocimientos jurídicos, no eran diputados propietarios. Pero hay que advertir que en esos tiempos trabajaban lo mismo los propietarios que los suplentes, aunque estos últimos no tenían voto.



Una actuación trascendental la tuvo el tenangueño León Guzmán en el momento en que el reaccionario Marcelino Castañeda promovió una moción en el sentido de que no hacía falta la redacción de una nueva Carta Magna, que era suficiente con volver al mamotreto de , al cual los reaccionarios consideraban bueno precisamente porque jamás había servido para gobernar nada. Fue Arizcorreta quien hizo la proposición. En ese instante Guzmán se agigantó en su breve figura, realizando una formidable defensa del progreso y de la necesidad de un nuevo estatuto que incluyese ideas legislativas más avanzadas. Lo secundaron Ramírez, Ocampo, Prieto y otros extremistas, y por poco margen se pudo salvar la Constitución de .



Para comprender mejor esta circunstancia, es necesario juzgar las cosas desde el punto de vista del origen político de León Guzmán.

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 Habiéndose recibido en el Colegio de San Idelfonso, en México, Arizcorreta le dio oportunidad de hacer su práctica de juzgar en Toluca, de doctorarse y de tener una colocación como secretario escribiente del constitucional de . Después formó parte del congreso liberal que disolvió Ceballos.  Mientras don Ezequiel Montes huía, ante la presencia de los genízaros, Guzmán abordó la presidencia y puso en orden al resto de los representantes. Abandonaron el local sin violencia. Pero Guzmán y Olaguíbel maniobraron para seguir las deliberaciones en la casa de este último.  Todo ello significa que el interés primario de Guzmán estaba en el pueblo. Supusieron sus enemigos que lo tendrían de su parte si lanzaban el proyecto a través de quien había sido protector de Guzmán. Pero fallaron. De Eulogio Barrera dice Rodolfo García que fue el que más veces tomó la palabra pero que todas sus actuaciones fueron superficiales.  A quien reserva un sitio especial el escritor toluqueño es a Isidoro Olvera, a quien juzga uno de los más talentosos y sabios legisladores que intervinieron en el histórico debate. Se opone a la pena de muerte argumentando razones que todavía son válidas hoy; no quiere el voto directo para las masas, porque piensa razonablemente que no dictarán su voluntad sino la de sus muchos pastores. Se opone a la propiedad con criterio francés (Diderot) calificándola de ilegal, si, en el caso de la tierra, sobrepasa a la extensión que puede servir para el suficiente mantenimiento de una familia y preconiza la necesidad de una reforma agraria que los campesinos deberán conseguir alguna vez.  La Constitución de  se formuló con timidez. Ni siquiera se atrevió a ser completamente laica, no se le pudieron incluir asuntos como la libertad de creencias ni las leyes reformistas más avanzadas. Se quedó realmente a medias. Más tarde Juárez tendría que meter el reformismo dentro de la Constitución, en Veracruz y en el momento más desesperado de su carrera.  Se juró el  de febrero de  siendo Gómez Farías presidente de la Cámara, a quien llevaron cargando, y secretario de ella, don León Guzmán. Ahí estaba el presidente Comonfort jurándola. Todo parecía correr sobre ruedas en la política, aunque en lo militar las sublevaciones seguían proliferando. Sobre esa base Comonfort volvió a ser electo presidente, ahora para un período constitucional de cuatro años. Esta vez los puros maniobraron hábilmente y consiguieron acomodar a don Benito Juárez nada menos que en la Suprema Corte de Justicia.

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 Con ser una revolución blanda, aun para su época, la de  tuvo la virtud de aterrorizar a los curas y enardecer a sus corifeos. Desde que se estableció, los clericales se negaron a aceptarla. Los motines por el lema de “religión y fueros” comenzaron a oírse en todas partes. Y empezó la cruenta Guerra de Tres Años, la más feroz, la más terrible y sangrienta que habrá de registrar el convulsionado siglo XIX en nuestra patria

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El estado, botín de Ayutla





   los ciudadanos del Estado de México, tiene la necesidad de formular ante vuestra soberanía en un voto particular la defensa de ese desgraciado estado a quien más de una vez se ha hecho aparecer como el rico botín obtenido por la Revolución de Ayutla”.

t

Las anteriores palabras del calimayense Prisciliano María Díaz González constituyen una excelente pista para comprender una de tantas razones por las cuales nuestra entidad fue sufriendo muy sensibles mermas de territorio en el curso de su procelosa historia.

 “El botín de Ayutla”, en primer lugar, porque se le consideraba un estado al que la fortuna había legado, desde la Colonia, las más cuantiosas e inagotables riquezas; en segundo lugar, porque se juzgó en el Constituyente de Comonfort, que la defensa del territorio, realizada, especialmente por toluqueños, carecía de fundamentos legales y hasta morales; el propio Ramírez hizo amplia referencia a la falta de actividad revolucionaria del valle toluqueño, ya que ni había podido hacer aun el menor intento de detener la ola guerrera norteamericana, dejando que la capital cargara sola con el peso total de la contienda.  De manera que durante el debate realizado para integrar debidamente la federación de entidades libres y soberanas, cayó sobre nuestro territorio el peligro de numerosas guadañas que trataban de seccionarlo, lo mismo en provecho de los sectores reaccionarios deseosos de gloriar a Iturbide, que de los guerrerenses vencedores que pretendían cobrar su sangre y esfuerzos a costillas exclusivamente de nuestra entidad. Sigamos leyendo el voto particular de Díaz González: 

Casi día por día, señor, he tenido que luchar en la comisión en contra de las pretensiones terribles que por todas partes se han oído en contra del Estado de México. A favor de Querétaro se deseaba el distrito de Tula; los interesados por el estado del Valle, pretendían los distritos de Texcoco y Tlalnepantla; los del proyectado de Iturbide el de Huejutla y por último el estado de Guerrero, los de Cuautla y Cuernavaca. Perderá mi estado todo lo que se quiera; morirá, señor, tarde o temprano sucumbiendo al poder, al influjo de las pretensiones; pero llegada esta vez no faltará alguno de sus hijos que diga, parodiando las palabras del valiente defensor de Cartago dirigidas a Polibio: ‘Temo por otro de los estados de la República’.

 El licenciado Antonio Huitrón, Rodolfo García y otros juristas y escritores que han tratado con más o menos amplitud el asunto, coinciden en señalar una curiosa circunstancia: en  el Estado de México había sido el único de la federación que presentaba un superávit en sus arcas. Tanto que el propio Díaz González debate

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

directamente la cuestión en su voto dirigido al presidente del Congreso Constituyente:



Por otra parte, señor, ¿quién podría decir con buena fe que las poblaciones del Estado de México están en apogeo porque tenía éste un soberano en sus arcas el año de ? No hay más, señor, que ver, ya no quiero decir a los pueblos distantes que no conocerán muchos señores diputados, sino al menos, a los que pueden observar en los caminos que conducen a esta capital.



El hecho de que algunas administraciones honradas, como la del maestro Olaguíbel, de don Mariano Arizcorreta y don Mariano Riva Palacio, hubiesen actuado con probidad, incrementando los ingresos estatales, en ocasiones en prejuicio de los municipios, para tener en  unos centavos de sobra, había excitado grandemente las ambiciones de sus vecinos. Es el eterno caso del grande y fuerte al que varios chicos emprenden la tarea de quitarle, hasta que lo dejan más chico y pobre que ellos.



Respecto a los guerrerenses decía Díaz González: Yo no desconozco, señor, los muy buenos servicios que prestó este estado en contra de la tiranía, desearía que todos los estados procuraran repararle los mayores perjuicios que sufrió para obtener la libertad que hoy disfruta; pero que no sea el Estado de México el que con perjuicio incalculable se vea obligado a presentar todos los medios de remediar esos males.



Díaz González no era un luchador liberal puro, era simplemente un gran jurista enamorado de la ley. Fue quien de manera más decidida, vigorosa y formal, realizó la defensa de nuestro territorio en un momento en que la cuestión presentaba demasiadas complicaciones y espinas.



Pero ¿cuál fue la auténtica raíz de todos estos problemas? Ya señalamos al principio que la desafortunada medida de someter a México, la ciudad, al tratamiento de territorio, lo puso totalmente bajo la tutela de la federación y se negó para siempre a sus hombres al ejercicio de los más elementales derechos de ciudadanía, cierto es que entonces sometidos a la pérdida de sus derechos municipales y estatales, resultaba demasiado bochornosa.



¿Cuáles eran las soluciones que se plantearon en ?:



. Que el Distrito Federal, con su jurisdicción de entonces, cerca de , kilómetros cuadrados, se convirtiera en estado libre. Esta medida, en cierta forma, no acarreaba perjuicios para nuestra

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

entidad, aunque sí para Querétaro, pues se pensaba en la ciudad “o en todo el estado”, a fin de trasladar a esa zona los poderes federales.

 . Que se formara el estado del Valle de México, con capital en México, agregando al territorio metropolitano los de los distritos de Texcoco y Tlalnepantla. En ese caso, también la capital iría a dar a Querétaro.  . Que se devolviera su capital al Estado de México, es decir, la ciudad de México, pasando los poderes federales a Querétaro o a cualquier otra localidad, incluso Texcoco o Chalco. Claro que la mención de Querétaro compaginaba con el deseo de algunos legisladores de que el Distrito Federal quedara más al centro del país.  La única medida que podía beneficiarnos era la última. Pero ni se mencionó en el Congreso, aparte de que ya se habían puesto oídos sordos a la solicitud de los ciudadanos del estado en el sentido de que se restituyera a la entidad su capital natural. En cambio las dos primeras propuestas se barajaron hasta el cansancio.  Los liberales: Ramírez, Zarco, Prieto y otros, partieron en sus alegatos de la defensa virtual de la población capitalina. Para ellos era inevitable la creación de una nueva entidad con el nombre de “estado del Valle de México”, incluyendo Tlalnepantla, Texcoco y aun se perdían Cuautitlán y Chalco y otros distritos cercanos al DF. Huitrón demuestra que no le interesó un comino nuestra entidad, al contrario, tronaron contra Toluca, señalando en especial su lejanía de los distritos aludidos y la torpeza y lentitud como las autoridades manejaban sus negocios en esas lejanas jurisdicciones; en cambio Texcoco y Tlalnepantla quedaban a un paso de distancia de la capital.  Trataban también de desvirtuar el criterio de los conservadores que habían terminado por echarle a la “sibarítica ciudad”, todos los vicios y defectos de la república. Naturalmente, gracias a que los ultraliberales se pusieron en contra de nuestro estado, los conservadores terminaron por tomar su defensa. Al final de cuentas se estableció un decreto estilo perogrullo que ni quitó ni agregó nada, en ese momento, a nuestra extensión territorial.  Hay que advertir que en esa ocasión, otro de los hombres, que aún siendo del DF, defendió encarnizadamente al estado, fue don Isidoro Olvera también presentando su voto particular. Esta defensa fue doble, porque al mismo tiempo que reconocía los derechos de los capitalinos, planteaba la injusticia de resolverlos a costillas de nuestra ya desmembrada entidad.  Al fin de cuenta la cuestión se redujo a lo siguiente:

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 t No se decretó que Querétaro fuese la capital de la república y menos todo el estado, lo cual fue puesto en evidencia por los liberales como una estupidez, pero tampoco se les regaló Tula a los queretanos.  t No se creó el estado de Iturbide, que habría sido un ridículo.  t Tampoco se concedió a los guerrerenses Cuautla y Cuernavaca, ya que aparte de debilitar al estado, se hubiese fortalecido en demasía a Juan Álvarez, y si de lo que se trataba era de evitar la presencia de estados ricos en el concierto de pobres o de estados poderosos capaces de someter a los pequeños, entonces fortalecer más a Guerrero resultaba un contrasentido. Máxime si hubiese tratado de despojar alguna vez a sus vecinos o de imponerles su política. En ese caso hubo otras entidades que siempre se creyeron rectoras del destino nacional, sin ir más lejos Veracruz, Puebla o Jalisco.  t Y para lavarse las manos, la comisión dictaminadora del aspecto geográfico determinó la creación del nuevo estado del Valle de México, exclusivamente con el territorio abarcado por la capital y con la condición irrecusable de que, antes de formarse la nueva entidad, debían salir del centro los poderes federales.  De modo que mientras no salgan, no hay nuevo estado. Ya veremos que los Constituyentes de , dando también una fabulosa vuelta de campaña, tornan a dejar las cosas en su sitio. Habrá Estado del Valle después que la capital salga de México.  Hay que advertir que si el corte se hubiese hecho en , de todos modos le hubiese quedado una extensión considerable al Estado de México, incluyendo los que poseen hoy Hidalgo y Morelos. Si el corte se realizara en la actualidad, agregando, según lo dispone el Constituyente de , los distritos de Texcoco, Chalco, parte de Tlalnepantla, Cuautitlán, Otumba y Jilotepec, al del Valle, nuestro estado quedaría reducido a la peor de las miserias.  También es de notarse el hecho de que durante el Constituyente de  se preparó la segregación, ya muy próxima, de Hidalgo y Morelos, prefigurando en el intento de Querétaro sobre Tula y la tajada que se querían llevar los surianos de Cuautla y Cuernavaca.

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Plutarco González



   de  el bravo caudillo don Plutarco González se hizo cargo del gobierno revolucionario de nuestra entidad, empleando todas sus energías en el triunfo del Plan de Ayutla. En enero de  atacó Toluca derrotando al general Mariano Salas. Instaló allí su gobierno y, sin descansar un solo día, prosiguió sus campañas militares para liquidar a las numerosas gavillas de guerrilleros reaccionarios que pululaban en todo el territorio.

 González se distinguió más que por una actuación política destacada, que nunca pudo realizar, por su devoción a la causa federalista, su genio de militar y la simpatía que supo despertar no sólo entre sus tropas, sino aun entre el pueblo y, muy especialmente, las capas intelectuales de la Revolución de Ayutla. 

Mientras Comonfort trataba de sofocar a los insurrectos de Puebla, de Querétaro, de Veracruz y de muchos otros lugares, el Estado de México se atuvo a sus propias fuerzas y en esa forma quitó algo del peso de la guerra al gobierno del centro.

 Para comprender mejor el panorama de esa época hay que señalar que los intentos legales de tipo reformista, en especial la Ley Lerdo que se refería a la expropiación de los bienes exagerados del clero, originaron la intervención franca y descarada de los clanes religiosos quienes, antes de entregar sus bienes improductivos para la salvación de la nación, comenzaron a emplearlos para sostener facciones militares comandadas por jefes que, o bien, eran tipos fanáticos como el indio Tomás Mejía, o políticos de ambiciones desorbitadas como Miguel Miramón. Entre ambos quedaron colocados muchos oportunistas, liberales tibios y especialmente gavilleros, cuya verdadera ocupación era la de salteadores de caminos y saqueadores de aldeas.  Se dice que Miguel Miramón y Luis Osillo, los más jóvenes caudillos clericales, habían estado en la defensa de Chapultepec. De todas formas eran militares de carrera, discípulos muy distinguidos del reaccionario general Bravo y nada despreciables como estrategas. Más peligroso aún resultaba Leandro Márquez, tipo venático, de gran capacidad militar, pero con una formación castrense que en verdad horroriza a los más templados. Tomás Mejía era un soldado cimarrón pero de gran audacia y habilidad, zorruno, matrero y cínico. Igual que sus cofrades, varias veces se rindieron, juraron no volver a tomar las armas contra el gobierno federal y, lógicamente, el buen hombre Comonfort les tomó la palabra como buena. Pocos días después ya le estaban dando por la espalda.  Muy notable en esta triste época se hizo el llamado general Marcelino Cobos, de una peligrosidad extraordinaria porque había asimilado

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

muy bien la lección guerrillera de los soldados del sur y la estuvo poniendo en práctica con gran éxito dentro de nuestro estado.



Desde luego, la gran burguesía se alió inmediatamente a la Iglesia en su defensa, especialmente, de los bienes terrenales y de las obvenciones o tributos en contra de las propiedades particulares. Ya en el Congreso Constituyente, que trabajaba a todo vapor, los liberales habían expuesto ideas de lo más “exóticas”. Zarco, Ramírez y Olvera, entre otros, se inclinaban a considerar la propiedad privada como un robo; decían que poseer más de diez mil pesos ya era una injusticia, porque cualquier clan familiar, aun los más grandecitos, podrían vivir magníficamente con ese parvifundio o con ese capital.



Respecto a las deliberaciones del Congreso, lo que más ardía a la reacción es que se debatiera respecto a la “libertad de credos”, que Olvera estuviera fomentando las ideas de “despojo agrario” y algunas otras que indiscutiblemente no pudieron hacerse ley. La abolición de los fueros, la incautación de los fondos píos, la desamortización de los bienes en manos muertas y la secularización del registro civil y los panteones, no se trataron precisamente en el Congreso. Ninguna ley verdaderamente reformista pasó a la Constitución. Se fueron quedando en decretos y más decretos, cuyo solo anuncio concitaba inmediatamente la reacción vengativa del clero y los ricos colonialistas.



Lo que es más, nunca hubieran creído que Comonfort llegara a tanto, porque conocían sus antecedentes, la religiosidad de su señora madre que ejercía en el hijo una tremenda influencia, en fin, porque estaban seguros de que tarde o temprano se desharía de la pandilla liberal de puros para aceptar las transacciones de siempre.



Sin embargo, en un principio, el Presidente parecía determinado a dar la batalla con los puros y entonces la reacción no tuvo más remedio que organizarse en su contra. Para septiembre de  empezaron los golpes de las gavillas.



Al mismo tiempo que en Iguala, Diego Castrejón hacía rebelarse a su tropa, Joaquín Amaro Morales se levantaba por el rumbo de Valle de Bravo con más de doscientos hombres. A este último lo derrotó y dispersó el general Plutarco González en El Salitre. Pero al mismo tiempo comenzaron a merodear el general Gutiérrez por Tulancingo y Cobos, Fernández de Lara y Grijalva en la Tierra Caliente.



De mayores proporciones fueron la insurrección en Puebla, comandada por Miramón; la presencia en Querétaro de las gavillas de Tomás Mejía; la conjuración del Convento de San Francisco, en México, que originó la violenta clausura de esa institución religiosa y poco después

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

la conjuración de la profesa, abortada por don Juan Baz y en la que tomaron prisionero a Luis Osillo.

 He aquí una pintura cabal de la situación de esos días en el centro de la república: 

El  de octubre entró Gutiérrez en Pachuca a la cabeza de  hombres de donde se retiró luego, después de proporcionarse algunos recursos. Con diferencia de pocos días súpose que Fernández de Lara expedicionaba por Huamantla; que Luz Rocha había invadido la Villa del Carbón, Huehuetoca y Tequezquiz, que en Zomelahuacán, Veracruz, se habían pronunciado Becerra, Cura de las Vigas, el Diácono Martínez y el español Bobadilla; reaccionarios de Zacapoaxtla; que en Tulancingo habían hecho lo mismo Cobos y Baños, sorprendiendo el cuartel de la Guardia Nacional; que una partida de Mejía había ocupado por segunda vez a San Juan del Río, que fuerzas del mismo jefe habían entrado en San José de Iturbide, que  pronunciados se habían llevado al prefecto de la ciudad de Taxco; que la fuerza reaccionaria de Gutiérrez había sido derrotada en Zacatlán por el diputado don Manuel Fernando Soto; que el pronunciado Juan Vicario había entrado en Tepecoacuilco a Tetecala, etcétera.

 Por lo que podrá verse que se luchaba en algunas regiones importantes de nuestra entidad. Cierto es que Comonfort derrotó a los pronunciados en Puebla, en una batalla de cuarenta días que terminó en una capitulación tal, que no dejó contento a nadie. Mejía tampoco pudo resistir en la ciudad de Querétaro, de donde lo expulsó el general Manuel Doblado.  El resto eran gavillas que don Plutarco González combatió sin cesar. Incluso, en enero de  renunció a su cargo de gobernador, para entregarse de lleno a limpiar el territorio de facciosos clericales. Tomó su lugar el moderado don Mariano Riva Palacio, especialmente designado por el presidente Comonfort.  Desde un principio el general González se dió cuenta de que la reacción había dividido enormemente sus efectivos con el fin de hostigar a las tropas leales con golpes de guerrilla, dividiendo su acción, cansándolos en persecuciones eternas, en fin, una táctica muy semejante a la seguida por la Revolución de Ayutla, de modo que procuró fortalecer, antes que otra cosa, la moral de los pueblos. En noviembre de , los vecinos de San Cristóbal Ecatepec resistieron a más de trescientos forajidos, apoyados sólo por una pequeña guarnición. Más bravamente se defendió Tenango del Valle, que no dejó penetrar a la población a un fuerte grupo de reaccionarios que pretendían refaccionarse a costillas de los vecinos. No pudieron resistir, por ejemplo, Teotihuacán y

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

Texcoco que fueron maltratados y saqueados ferozmente por la gavilla de Cobos, que luego volvió a perderse en la sierra. En tanto que Manuel Vicario seguía una campaña asoladora en las pequeñas poblaciones de Cuernavaca y Cuautla.



Por desgracia, en estas contiendas suceden injusticias inevitables, en el sur y otros lugares del país fueron atacados y aun asesinados ciudadanos extranjeros, en especial españoles de los llamados gachupines a quienes las tropas de antiguos insurgentes del general Álvarez tenían una ojeriza considerable. Las deudas insolutas con Inglaterra, con Francia y los incidentes descritos, habían de acarrear, poco después, otro de los grandes desastres de la patria.



Por fin el  de febrero de  se juró en la capital la Ley Fundamental de la República, con órdenes para que se hiciera lo mismo en todo el país, igual civiles que militares y religiosos. Hubo ciudades y estados enteros en que se suscitaron graves motines, la gente se negó a jurar la Constitución, chusmas comandadas por sacerdotes se echaron a la calle a cometer depredaciones al grito de “Religión y fueros” o del simple lema “Viva la religión”; a pesar, ¡he aquí lo paradójico!, de que la tímida Carta Magna de  no atentaba gran cosa contra los intereses clericales.



En el estado no hubo problemas mayores. Toluca recibió en paz el nuevo documento. De acuerdo con ella, se eligió gobernador constitucional a don Mariano Riva Palacio y, poco después, el general Plutarco González salía rumbo a Sultepec y Temascaltepec, quien limpió de gavillas reaccionarias. En Chalco, se hizo otra intentona por parte de Cobos, pero fue rechazado por pérdidas. Igual en Toluca, donde el propio Miramón trató de sorprender a las autoridades indudablemente solapado y sostenido por el clero. Todo se supo a tiempo y Miramón habría de jugar un papel importante en los destinos del estado. El coronel Berriozábal comenzó su vida militar al lado del general González.



Hasta septiembre, el estado parecía estar en una etapa de pacificación completa. Pero las nuevas elecciones para presidente debían poner en actividad a los partidos y sus sicarios militares. Se creyó, antes de los comicios, que Comonfort preparaba un golpe de estado para convertir la república en una dictadura “moderada”. Sin embargo, el propio Presidente aceleró las elecciones y fue electo para un nuevo período constitucional de cuatro años. En este instante, la causa liberal gana una carta de trascendencia: la elección de don Benito Juárez como ministro de Gobernación y Justicia.



En el mismo mes comenzó la formidable actividad de Marcelino Cobos en el Estado de México, penetrando desde Valle de Bravo y Amanalco, hasta Capulhuac y Santiago Tianguistenco. Su paso por estas

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

poblaciones fue aterrador, lo que no podía robar, lo quemaba. En Tianguistenco lo alcanzó el general Tapia, quien le infringió una derrota considerable, tanto así que el despechado y vengativo jefe ordenó el fusilamiento de todo el cabildo de Capulhuac, que había tomado prisionero después de una tenaz resistencia de los ediles.

 La tradición asegura que en esta etapa, mientras los habitantes de tendencias burguesas de Tianguistenco alentaron y protegieron a las tropas reaccionarias, Capulhuac luchó valerosamente al lado de la federación, al mando de Amado Guadarrama, que había desertado y que antes de alcanzar a Cobos cometió depredación y media en pequeñas poblaciones y rancherías.  La actividad guerrillera de Cobos vino a demostrar que, con apoyo de masas, es posible perpetuar eternamente una campaña. Pese a la aparente derrota de Cobos en Santiago, pocos días después aparece bien fortalecido en Tecualoya, que toma después de una resistencia vigorosa del padre Díaz Leal y don José María García. Prosigue Cobos su marcha y pasa como rayo por Sultepec y Texcaltitlán y a poco se presenta en Chalco y Amecameca.  Para conocer más a fondo a este jefe reaccionario que asoló el Estado de México entre  y , basta leer el siguiente párrafo del general Nicolás de la Portilla: 

Días hace que el anarquista Cobos juega la guerrilla por los montes, bosques y asperezas de estas inmediaciones, sin bajar al plan para proveerse en algún pueblo o hacienda, sino es cuando está bien cierto de que no se encuentra resistencia: huye veloz cuando lo persiguen; ni un momento compromete hecho de armas; por el contrario, lo elude a toda costa, con razón las mejores doctrinas de autores militares no dan cuartel a esta clase de guerrilleros. Quiere cansar a las tropas del supremo gobierno y destruirlas, como sucede si la persecución es imprudente tanto más temible es la guerrilla, no sabiéndola contrariar cuando está empleada en guerra civil y naturalmente no le faltan confidentes y amigos la astucia del engañador que es él puede ser fatal al que quiera engañar porque tomó la iniciativa.

 Al mismo tiempo las gentes de Cobos conspiraban tranquilamente en Toluca. El  de septiembre se descubrió una conjura para un golpe que debía ser asestado a la ciudad el . La mayoría de los conjurados eran cobistas y sacerdotes.  El propio general Plutarco González marchó al frente de sus tropas rumbo al sur, donde creía encontrar a Cobos, pues había noticias de que la guarnición de Cuernavaca al sublevarse, lo hacía de acuerdo

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

con el audaz guerrillero. El general González tomó Cuernavaca casi sin resistencia, los insurrectos huyeron hacia Temixco y Soche. Pero esta vez el bravo caudillo liberal estaba decidido a liquidar al guerrillero conservador a como diera lugar, quizá desconociendo en gran parte la forma de pelea de Cobos. De otra manera hubiese avanzado con mayores preocupaciones.



El  de octubre fue sorprendido por una emboscada en la llamada Cuesta del Platanillo donde, a pesar de luchar heroicamente, sucumbió junto a gran parte de su tropa. La muerte del general González conmocionó al Congreso, donde los liberales se lamentaron amargamente de la pérdida de un capitán tan bravo como firme en sus convicciones.



Por fortuna, la brigada del general Miguel Negrete llegó a la Cuesta del Platanillo a tiempo para vengar la derrota de los liberales. Dice el cronista que, aparte de la muy sensible muerte del general González, en el desastre sólo se perdió un cañón.



Así encontró su fin uno de los liberales puros más connotados de la entidad, gran caudillo y excelente hombre.



Comonfort no era el hombre indicado para llevar a la revolución reformista al pleno triunfo y volverla gobierno. Tenía miedo, incluso, de caer en el pecado y en las llamas del infierno con que lo amenazaban los sacerdotes desde el púlpito.



Pronto se vio que había maniobrado hábilmente para llegar al poder a través de la Constitución, es decir, legalizándose en ella para traicionarla enseguida. En diciembre de , siguiendo un plan preconcebido, Félix Zuloaga se puso en rebeldía con la guarnición que tenía a su mando en el cuartel de Tacubaya. Esto fue el , pero ya el , Juan José Baz había denunciado en las cámaras los turbios manejos del ministro Manuel Payno, a través de Zuloaga y algunos curas. Uno de ellos, confesor de la señora del general Langeber, que se encontraba en Toluca, la obligó a que llevara a su marido una nota escrita por Zuloaga con una posdata final de Payno. Al final de cuentas se dijo que la referida comunicación había sido totalmente apócrifa. Sin embargo, los hechos que prevenía sucedieron puntualmente.



El  fue el levantamiento de Tacubaya, cuatro días más tarde Comonfort publicaba un manifiesto aceptando en todos sus puntos el plan reaccionario que pedía, precisamente, que Comonfort quedara en el poder. El Presidente dio entonces el salto al vacío. Vacío porque los liberales puros le retiraron en ese momento su adhesión, y porque los clericales, a quienes había combatido con decretos y con armas, no le tenían confianza.

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

Quiso enredar en su carro a Juárez y don Benito le manifestó claramente que no lo seguiría. Por ese motivo, Juárez fue a la cárcel. Todavía en esas horas algunos liberales moderados, pero no con mayor visión, como José María Iglesias y Mariano Riva Palacio pedían al Presidente que enmendara el yerro que acababa de cometer y se apoyara verdaderamente en los “puros” y el pueblo que los seguía, que respetara la Constitución para poder salvarse él mismo. Pero Comonfort ya estaba en la cuesta. Los anatemas de su madre y la influencia de Payno y Enciso lo habían lanzado sin piedad. Desconoció la Constitución y disolvió las Cámaras. Quiso apoyarse en las entidades federativas, aunque sin ofrecer algún plan preciso de gobierno, por lo que muchos se negaron inmediatamente a colaborar. El Plan de Tacubaya sólo ofrecía, en apariencia, una continuidad posible: el centralismo; de tal modo, don Manuel Doblado en Guanajuato, después Gutiérrez Zamora en Veracruz, don Epitafio Huerta en Michoacán y Parrodi en Jalisco, iniciaron abiertamente la lucha contra Comonfort.



Le dolió muchísimo al Presidente que Gutiérrez Zamora, su compadre del alma, se hubiese puesto en rebeldía. Más tarde, esa circunstancia habría de salvar al propio Comonfort.



Por lo que toca al Estado de México, Riva Palacio sólo ejerció funciones de gobernador constitucional de febrero a julio, cuando pidió permiso para atender el llamado de Comonfort que lo necesitaba en la capital para algunas importantes comisiones. Quedó en su lugar don Francisco Iturbe, otro moderado, que no soportando el terrible clamor del clero local, renunció en octubre. Tomó el cargo el licenciado José María Godoy, que sólo pudo permanecer unos días en el cargo.



Comonfort pensaba regir, mientras el “pueblo decidía otra cosa”, a través de un Consejo de Gobierno formando por “notables” de los distintos estados de la federación. Este organismo se instaló con toda premura el  de diciembre representando en él a nuestra entidad el señor Gregorio Mier y Terán, de filiación derechista, a quien habían puesto como suplente nada menos que al licenciado Felipe B. Berriozábal. Confundido por la rapidez de los hechos, Berriozábal estuvo a punto de caer en la esfera reaccionaria.



Este consejo no pudo hacer otra cosa que discutir banalidades. Poco habían de durar sus funciones. En enero, las fuerzas de la Ciudadela se levantaron en armas contra Comonfort, acuciados por la curia que en ningún momento había creído en la sinceridad clerical del Presidente. Los rebeldes recibieron refuerzos considerables y la presencia de los jefes Miramón y Osollo, aunque era el comandante De la Parra el que había iniciado las hostilidades. Quiso luchar

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

Comonfort con los recursos que le quedaban y fue vencido. Se proclamó el Plan de la Ciudadela, netamente reaccionario y se eligió a Félix Zuloaga.

 También Zuloaga quiso gobernar con su Consejo de Gobierno, pero ya no estuvo ahí Berriozábal, sino el aristócrata licenciado don Luis Chavarri, que representó a nuestro estado. Berriozábal, con algunas fuerzas que pudo ligar, se unió al general Degollado en Jalisco.  Al sentirse perdido, Comonfort trató de recaer en brazos de los liberales puros. Incluso liberó a don Benito Juárez, creyendo que éste se iba a poner a sus órdenes. Pero cuando lo buscó, ya Juárez no estaba en México. Era tarde para todo. Nadie quedaba alrededor del Presidente que, casi por caridad de los reaccionarios, pudo salir de la capital y dirigirse a Veracruz. Entonces ya no iba tan enojado con su compadre Gutiérrez Zamora, quien le propició el viaje al extranjero.  Se fue el hombre que pudo haber tomado el lugar de Juárez en la historia; pero dejó al país sumido en la mayor de las violencias que se habían experimentado hasta entonces, la sangrienta y descomunal guerra fratricida llamada de Reforma o de los Tres Años.

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La Guerra de Reforma en el estado



   Toluca, al mando de Emilio Langber no se ligó al Plan de la Ciudadela, pese a las distintas presiones que ejercieron sobre ese militar elementos clericales, aun de su propia familia. De modo que el elemento juarista pudo maniobrar rápidamente para elegir gobernador interino al general Sabás Iturbide. Sin embargo, cuando estalló el motín de la Ciudadela, Langber envió algunos elementos militares en ayuda de Comonfort. Fueron precisamente soldados del Batallón de Toluca los que formaron la escolta que acompañó al derrotado Presidente hasta el puerto de Veracruz.

 Dueños de la metrópoli, Miramón y Osillo comprendieron que era necesario abrirse rápidamente las puertas del Valle de Toluca y el primero salió en lo que habría de ser su primera campaña ya en el marco de la Guerra de Reforma. Eran muchos los efectivos que Miramón había dispuesto, de modo que Iturbide y Langber, seguros de que no podían defender la plaza de Toluca, se replegaron hacia el suroeste para juntarse con las fuerzas michoacanas del general Pueblita.  Le urgía en esos momentos a don Epitafio Huerta, gobernador de Michoacán, limpiar su territorio de reaccionarios de modo que Pueblita tenía órdenes de atacar Maravatío, donde se encontraba parapetado el guerrillero Marcelino Cobos. Fortalecido por el clero, Cobos no esperó a sus atacantes en la villa, sino que salió a recibirlos a campo abierto, donde pudo derrotarlos con cierta facilidad.  Don Sabás Iturbide y Emilio Langber se replegaron entonces hasta Morelia, lugar en que se estableció el gobierno provisional del Estado de México, al que renunció Sabás Iturbide para dedicarse especialmente a los asuntos militares, habiéndose designado para sustituirlo al honesto y aguerrido don Simón Guzmán.  En Toluca, los reaccionarios establecieron una férula totalmente militar a cargo del general Mariano Salas. Y comenzaron los tres años de terror y angustia.  Por lo que toca al general Sabás Iturbide, muy pronto regresó a Maravatío para cobrarse la deuda que tenía pendiente con Cobos, al que hizo correr hacia el estado de Guerrero, ocupando esta plaza que más tarde había de servir de escalón a la gran campaña del general Blanco.  Respecto a los acontecimientos militares en el Estado de México, se puede decir que cobraron dos formas:  . La actividad de las guerrillas al mando de Esteban León, de Juan Carbajal, de Cravioto, de Rivera, etc., que bien solas o reforzando a los guerrilleros de Michoacán, de Guerrero, de Puebla o de Querétaro, estuvieron hostilizando constantemente al gobierno de Tacubaya.

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

. A la vez los gobiernos militares, siempre en campaña, intervinieron con eficacia y valor en las intentonas grandes y serias que se realizaron para tomar la capital y recuperar íntegramente el territorio del Estado de México.



Puede decirse que la primera gran marcha ofensiva contra el centro la realizó el general Miguel Blanco, a base de una pequeña milicia de Nuevo León, ciertos efectivos proporcionados por Michoacán y el grueso de la división Estado de México al mando de don Simón Guzmán. Blanco se había desprendido de la brigada Vidaurri, muy contra la voluntad del jefe norteño, para reforzar a Degollado en Jalisco. Ahí expuso su plan de campaña cuya base no era la utilización de grandes efectivos, sino el aprovechamiento del factor sorpresa y de los elementos liberales de la capital que conspiraban alrededor de Lerdo de Tejada y que habían prometido a Degollado intervenir directamente en la lucha, si es que algún ejército juarista amagaba a la capital.



Degollado no podía en ese momento desatender la defensa de Jalisco, de donde hacía poco había tenido que salir el presidente Juárez por la defección de Parrodi. De modo que conectó a Miguel Blanco con el gobernador de Michoacán. Don Epitafio Huerta también consideró factible el proyecto, si es que se arreglaba la intervención de las tropas al mando de Guzmán.



En Morelia se entrevistó Blanco, primero con don Martín Raúl, quien le confirmó el ofrecimiento de los conspiradores capitalinos, ya que estaba en esa población precisamente para solicitar que una brigada michoacana cayera sobre México y, enseguida, con don Simón Guzmán, quien no solamente le ofreció las tropas a su cargo, sino la movilización de los efectivos del sur, que se habían reunido con don Esteban León. Por su parte don Epitafio Huerta mandó órdenes a Zitácuaro para que la brigada de Puebla se sumara al proyecto del general Blanco.



Algo más hizo el gobernador michoacano, es decir, financió esta campaña con dinero que arrebató violentamente al clero. Ya se sabe que a estas personas no se les puede restar, sino de esa manera. Así formada aquella tropa de audaces guerrilleros, se presentó el  de octubre de  en Maravatío, donde Iturbide colaboró con lo que pudo. El  ya estaban en Ixtlahuaca y el mismo día recibió Blanco a las fuerzas de Pueblita en Almoloya, esa vez al mando del general Rómulo del Valle, ya que el primero había recibido una herida en la cabeza durante sus últimas acciones. Quien no llegó fue don Esteban León, que ya empezaba a dar muestras de estarse torciendo hacia la derecha.



Al final se vio que la brigada Blanco sólo contaba con unos cuatro mil hombres y muy pocas municiones. Por ello no atacaron Toluca. Es

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

decir, Blanco hizo una tentativa para lograr que las fuerzas acantonadas en la ciudad salieran a campo abierto, donde creía poder batirlas, pero la guarnición, poco antes reforzada, no hizo aprecio de las instigaciones liberales.

 Tampoco en México se sumaron al ataque las fuerzas lerdistas, ya que habían salido con dirección a la hacienda de la Huerta para esperar ahí al general Blanco, pero tomando otro camino. De modo que no pudieron encontrarse. Como se sabe, el ataque fracasó pese a los encomiables esfuerzos de aquella tropa aguerrida. La Brigada Estado de México con la Brigada Michoacán tomaron el Castillo de Chapultepec y penetraron profundo a la capital, pero tuvieron que retirarse por falta de apoyos interiores.  Toda la Brigada Blanco puso espaldas a la capital y el  y el  rindieron en Tianguistenco. Siguieron sin novedad hasta la hacienda de la Huerta, donde se les sumaron algunos elementos capitalinos y otros volvieron a seguir trabajando en la urbe.  En Tlacotepec se encontraron con la sorpresa de que ya estaban ahí las fuerzas de Esteban León. Se les ordenó regresar a sus posiciones del sur donde, después de algunas campañas más o menos importantes, su jefe traicionó al liberalismo pasándose a la reacción.  En Zitácuaro, el general Blanco entregó las fuerzas del Estado de México al general Guzmán; la Brigada Michoacana se dirigió a Morelia y el propio Blanco, con sus norteños, regresó a Guadalajara, donde lo requería urgentemente el general Degollado.  Respecto a las fuerzas del estado, comandadas entre otros por el coronel Felipe B. Berriozábal, se ha dicho que cometieron la villanía de disparar contra los estudiantes del Colegio Militar instalado en Chapultepec. Los jóvenes (que no eran niños de ningún modo), igual que en , habían determinado defender su bastión y, como entonces, habían soltado metralla por todas partes. La tropa liberal, que en un principio no sabía que se tratase de muchachos, avanzó y tomó el fuerte con todas las de la ley. Se respetó a quienes se entregaron. Se les detuvo prisioneros mientras duró la batalla y el , antes de salir de la capital la brigada, fueron puestos en libertad.  En cuanto a la política, a fines de ese mismo año de  se sublevó el general Echegaray contra Zuloaga, lo derrocó, para que al final de cuentas maniobrara Miramón quedándose en la presidencia, por cuenta de los reaccionarios. El clero y los ricos tenían una confianza desmedida en este joven de veintidós años, habilísimo militar a quien juzgaban como un pequeño Napoleón. El hecho demuestra, sin embargo, que la reacción estaba peligrosamente escondida. Desde

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luego, el general Benito Haro, comandante militar en Toluca, se puso primero de parte de Echegaray y luego presentó sus respetos al general Miramón.



Entre febrero y marzo se inició una serie de audaces tentativas para llegar a la capital, Berriozábal se interna hacia Valle de Bravo y Temascaltepec y en pocos días logra limpiar la región de gavillas reaccionarias. Cuando se entera del gran golpe que se prepara contra la capital del país y decide estar a la expectativa.



Esta segunda intentona realizada en marzo tuvo como objetivo principal retener en el centro el mayor número posible de tropas conservadoras de modo que no pudieron hacerse hacia Veracruz en cantidades suficientes como para poner en peligro a Juárez y su gabinete. Fue idea de don Santos Degollado, quien para ese objeto se posesionó de Querétaro y Guanajuato. Contaba en realidad con pocos efectivos, pero esperaba que al entrar en el Valle de Toluca se le sumaría Berriozábal, que estaba en Temascaltepec; Carbajal, que acababa de ocupar los llanos de Apan; don Diego Álvarez y Villalba, que venían de Cuernavaca; Caamaño, Casales, Torres y otros guerrilleros diseminados en diferentes puntos del altiplano.



Por lo que se refiere al ataque, se volvió a perpetrar igual que la vez anterior, pero con una resistencia más empecinada de los conservadores. Al poco tiempo se vio que resultaba muy dif ícil doblegar las defensas capitalinas y se pensó que era conveniente una retirada hacia Toluca, que podían tomar en virtud de que su guarnición, de cerca de mil hombres, se encontraba en ese momento defendiendo el Castillo de Chapultepec.



Pero Degollado quiso hacer otra tentativa y atacó nuevamente. El fracaso fue total. A la derrota siguió una persecución implacable por parte de El Tigre de Tacubaya, Leonardo Márquez, que ese día se ganó a ley el remoquete, asesinando a los médicos y practicantes que habían concurrido al campo de batalla para ayudar a los heridos. Ahí murió Juan Manuel Mateos, compañero de banca de Altamirano e hijo ilustre del Instituto del estado. En la misma infausta ocasión fueron sacrificados el joven militar Arteaga, el poeta Covarrubias y otros notables jóvenes de ideas reformistas.



De paso hacia Jalisco, Degollado dejó en el valle al general Francisco Tapia, quien, secundado por Iniesta y otros guerrilleros, tomó Toluca. Pero la ciudad no permaneció mucho tiempo en manos de los liberales, cuando más los meses de abril y mayo de , ya que pocos días después esta plaza era ocupada por don Antonio Ayesterán, político retrógrado de Toluca, que ya alguna vez había ocupado provisionalmente el cargo de gobernador. Alatriste, Carbajal, el

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propio Berriozábal en el sur, en fin, la mayor parte de los jefes revolucionarios que peleaban en nuestro territorio sufren en esta época una embestida frontal y colérica por parte de los reaccionarios que han visto a la urbe capitalina a punto de caer en manos liberales. Es ésta una época de derrotas y defecciones. Las ciudades y poblados cambian con extraordinaria rapidez de unas manos a otras. Mientras en lo político, la sociedad mexicana va a conmoverse con los manifiestos que lanzan Juárez y Miramón, cada uno defendiendo su causa y llamando a los mexicanos a engrosar las filas de sus respectivos partidos. Más adelante la desesperación obliga a los contendientes a celebrar acuerdos internacionales no poco indecorosos: la reacción pacta con España (Tratado Mon-Alamonte) y el liberalismo con los Estados Unidos (Tratado McLane-Ocampo); se trata de ganar la guerra a toda costa, de doblegar, de vencer y de humillar al enemigo, no importa que se pongan en peligroso juego los intereses de la patria.

 Ya a principios de , Berriozábal había obtenido el grado de Coronel de Caballería auxiliar del ejército y después de sus campañas en la Villa del Valle, se le otorgó el águila de General de Brigada. Se unió a los liberales en el Bajío, que en abril infringieron a Miramón la grave derrota de Silao, de donde parte Berriozábal para ocupar Celaya y apoderarse de armas y municiones, así como otros pertrechos en cantidad considerable. Poco después se reúne en Guanajuato con los generales Ampudia, Degollado y Pueblita, donde recibe instrucciones de incursionar otra vez en el valle de Toluca. Amaga al general Bruno Aguilar que se retira a Lerma, y los liberales ocupan brevemente la ciudad, haciéndose de pertrechos. Poco después el general reaccionario Vélez se presenta a reforzar a Bruno Aguilar, pero cuando llega a Toluca ya no encuentra a Berriozábal, que ha partido nuevamente rumbo al Bajío.  Hay que decir que estos movimientos tácticos de los liberales tuvieron como principal objetivo proteger el puerto de Veracruz, sede de los poderes, residencia de Juárez y, por lo mismo, la presa más apetecida de los reaccionarios. Por otra parte, el Bajío y Jalisco tienen una importancia económica capital, son el granero del país, de modo que también se intensifican en lo posible las acciones tendientes a mantener la ocupación de esas regiones, que desde un principio se habían manifestado juaristas.  Algunos de los llamados “triunfos del conservatorismo”, no fueron otra cosa que premeditadas escaramuzas. El tacubayista Alfaro, que persiguió Berriozábal hasta Celaya, anunció haber derrotado y dispersado totalmente la división; no obstante, este caudillo vuelve a aparecer con sus fuerzas íntegras en la campaña que el general González Ortega emprende en toda la extensión de Jalisco y en la que Márquez sufrió una de sus peores derrotas.

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 Hasta el  de agosto, la División del Estado de México había estado bajo el mando del general Manuel Quijano, pero en esa fecha se designó comandante de la misma al general Berriozábal, a quien por suerte tocó decidir la batalla de Jalisco a favor de los liberales. Después de una serie de movimientos en que una coalición de jefes de gran experiencia, además de González Ortega, logró envolver a las tropas de Márquez y Mejía, se le ordenó a Berriozábal que avanzara sobre Tepatitlán, pero en el camino se encontró esgrimiendo un pañuelo blanco a unos enviados de Márquez que venían a proponer un armisticio. Zaragoza, que mandaba las fuerzas liberales, se negó a todo arreglo. La reacción se desconcertó, las fuerzas liberales marcharon impertérritas sobre una muchedumbre de pobres soldados de leva que sólo sabían correr a esconderse.  Después de ese triunfo, el  de noviembre marchó Berriozábal, apoyado por fuerzas del general Degollado, de Querétaro hacia Toluca, a la que toma sin mucha resistencia. Pero esta vez no piensa abandonar la ciudad cualquiera que sea el tamaño de las fuerzas que mande la reacción en su contra. Antes bien, Berriozábal trabaja incansablemente pertrechándose, fortificando los puntos débiles, levantando la moral de sus tropas y, desde ese instante, procurando organizar a las autoridades del gobierno que la revolución había puesto en sus manos.  Dos veces derrotada la facción conservadora en sus intentos de tomar Veracruz, aniquilada en el Bajío, la Huasteca y Jalisco, hostigada eternamente por las gavillas revolucionarias que en varias ocasiones habían ocupado lugares como Texcoco, Chalco o Tlalpan, trató en esos momentos de pedir una tregua. Decimos tregua porque ni los propios reaccionarios creían posible una paz en que subsistiesen con el mismo poder, la Iglesia y el Estado. Fallaron, por fortuna y por talento de los liberales, aquellas intentonas de paz y se intensificó notablemente la lucha.  El propio Miramón se dispuso a caer sobre Toluca, sorprendiendo en verdad a Berriozábal por medio de vestir a gran parte de su tropa con uniformes liberales y hacerlos atravesar los montes en dispersión.  Dice don José María Vigil: 

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De esta manera Berriozábal no pudo saber nada del movimiento que contra él se efectuaba y la primera noticia que tuvo fue la presencia del general Negrete, que el  a las  del día penetraba a paso veloz, al frente de su división, hacia la Plaza de Armas de Toluca. La sorpresa de los liberales fue completa, Negrete se apoderó de la artillería y de la caballería casi sin disparar un tiro, en vano hizo Berriozábal una desesperada resistencia en el convento

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de San Francisco, cuyas alturas tomó, pues agotadas sus municiones, se vio al fin estrechado a rendirse con  jefes y oficiales y  hombres de tropa. Igual suerte corrió el convento del Carmen, en donde el hermano de Miramón, don Mariano, tomó prisionero al Batallón de la Reforma con toda su oficialidad.

 En suma, la artillería, el armamento, carros con municiones, vestuario, etc., todo cayó en poder de los conservadores. Entre los prisioneros se hallaban los generales don Santos Degollado, don Felipe Berriozábal y don Juan Gobantes; los coroneles don José Juárez y don Luis Legorreta; los comandantes de batallón y los de escuadrón don Jesús Salce, don Julio Cervantes, don Vicente Lebrija y don Carlos Morales; quince capitanes, un segundo ayudante, cinco tenientes, un subayudante, siete subtenientes, dos alfereces y mil trescientos diecinueve soldados.  El general Berriozábal salió herido de la cabeza de aquella infortunada ocasión, dándose motivo para el alborozo de los reaccionarios de la capital. Los prisioneros fueron paseados por las avenidas principales ante la rechifla de los tacubayistas. Se dice que Miramón ordenó que fueran pasados por las armas todos los generales, pero que el embajador ecuatoriano Francisco Pacheco intercedió por las vidas de los prisioneros. Márquez asegura que fue él quien, desobedeciendo a Miramón, aplazó primero la orden para revocarla después definitivamente.  En esos días se presentó González Ortega en el valle con diez mil hombres amagando la capital. Miramón reunió las fuerzas que pudo, hay quien dice que sobrepasaban a los  mil, la mayoría levantados de leva y se dirigió a esperar al enemigo en las lomas de Calpulalpan. En dos horas de lucha Miramón quedó aniquilado. Hay quien atribuye la victoria al genio militar de Zaragoza, en cuyas manos se puso la dirección táctica del combate. Sea lo que fuere, el juarismo dio la puntilla a los conservadores en esta histórica jornada.  Miramón regresó a México asustadísimo, sacó a Berriozábal de la cárcel y lo hizo acompañar del reaccionario Ayestorena a fin de que conferenciaran con los jefes liberales una paz decorosa. González Ortega no aceptó propuesta alguna, en virtud de que Miramón no tenía investidura legal de ninguna especie. En esas circunstancias, el Presidente conservador abandonó la ciudad seguido de Márquez, Zuloaga y unos mil quinientos hombres que fueron desertando en pelotones enteros por el camino. Entonces, Miramón, poco dispuesto a enfrentarse a la vida guerrillera, volvió a la metrópoli para que lo escondieran los curas. Zuloaga y Márquez siguieron con rumbo desconocido. El  de diciembre las brigadas de Carbajal y Rivera pusieron pie a la capital de la república iniciando la entrada del Ejército Constitucionalista. Poco después ya estaba ahí el ministro del Interior,

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

don Melchor Ocampo, organizando la administración y emprendiendo una embestida burocrática y militar en contra de todos los que habían servido al gobierno tacubayista.

 El  de enero de , con toda discreción, entró a México el presidente Juárez, lanzando un manifiesto en que hacía saber a los mexicanos que su política invariable sería el respeto a la Constitución de , la implantación íntegra de la Reforma y una amnistía política y militar hasta el grado en que fueran prudentemente aconsejables.  Por lo que toca a Berriozábal, después de su frustrada comisión ante González Ortega, a principios de diciembre, regresó a la capital, donde Miramón lo puso a cargo del ayuntamiento que debía entregar la urbe a los liberales. El general aprovechó la ocasión para que todo estuviese en orden, hasta el momento en que llegaron Juárez y su gabinete y se hicieron cargo de todo. Hay que advertir que Berriozábal fue sometido a juicio para “depurar su actuación” durante los últimos días de la lucha en que se dejó sorprender por los reaccionarios en Toluca. Se dice que la acusación fue lanzada por Nicolás Romero, pero que no progresó en virtud del limpio expediente de Berriozábal y los testimonios a su favor que emitieron, entre otros, el propio general Santos Degollado que en su entrada a México lo había invitado a compartir honores.  En los primeros días del triunfo liberal, se encargó del gobierno del estado don Manuel Fernando Soto, pero el  de mayo de  se reivindicó totalmente a Berriozábal, designándolo gobernador interino de esta entidad.  A pesar de la derrota de Calpulalpan, los jefes reaccionarios y las gavillas de la misma filiación siguieron luchando denodadamente durante los primeros meses de , escondidos en las montañas de Ocuilan y Malinalco, donde se les aplicaron algunos golpes aunque no definitivos, Esteban León fue expulsado de la Villa del Valle (de Bravo), en tanto que Nicolás Romero infringía una grave derrota en Tlalnepantla al jefe conservador Patricio Granados. Al huir, Márquez y Mejía fueron sorprendidos y destrozados en el Cazadero, mientras O’Haran había acabado con Izaliturria en Las Cruces.  Pero la reacción no estaba derrotada. Sus golpes de ahogado habrían de ser terribles. Pronto se juntaron cerca de Michoacán Zuloaga y Márquez, y sorprendieron a don Melchor Ocampo en su hacienda, a quien tomaron preso y asesinaron proditoriamente. Durante unas maniobras, don Santos Degollado fue sorprendido por la gavilla de Buitrón, en los llanos de Salazar y asesinado de un tiro. Igual que, en los mismos días, Gálvez tomó prisionero a Leandro Valle en el Monte de Las Cruces y lo pasó por las armas.

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 Envalentonados por estos éxitos, los jefecillos reaccionarios comenzaron a reagruparse alrededor de la capital, a la que lanzaron algunos golpes sin importancia, pero psicológicamente peligrosos ya que el partido liberalista pasaba por una etapa de crisis virulenta. Se trataba de reconocer o no la legalidad de Juárez. Se le criticaban las facultades muy amplias que se le habían conferido y se hacían trabajos políticos alrededor del general González Ortega.  El propio general Felipe B. Berriozábal abandonó temporalmente la gubernatura del estado para dedicarse a perseguir a los gavilleros conservadores, designándose para sustituirlo al licenciado Manuel Alas. Berriozábal, junto con el general Arteaga, atacó a Buitrón en Huixquilucan, donde le cobraron a buen precio la muerte de don Santos Degollado. Y poco después González Ortega derrotó totalmente a Márquez en Jalatlaco, desalojando los alrededores de tropas infidentes.  ¿Podemos decir que termina en ese momento la Guerra de Reforma? No, cuando mucho un capítulo. Porque los juaristas insisten en llevar adelante, a como dé lugar, sus planes de Reforma y la reacción clerical no les puede permitir tamaño lujo. Derrotada con las armas, la hueste conservadora emprende el viaje al continente europeo en busca de otras manos, de otros jefes, de otras armas extranjeras que les ayuden a doblegar al terco indio Juárez.  Por lo que toca al Estado de México, Berriozábal vuelve a ocupar el gobierno estatal en octubre de , donde permanece hasta que, a principios de abril de , se incorpora con el Batallón de Toluca y la División del Estado de México a las fuerzas que habrán de dar por primera vez la cara al invasor extranjero en la ciudad de Puebla.

[  ]

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La Intervención Francesa



   demostraron que el movimiento reaccionario tenía demasiadas cabezas. Cayeron muchas, pero otras se movilizaron sin interrupción, lo mismo en plan guerrero, que en el de la política. Napoleón El Pequeño, fue el siguiente paso de los conservadores. Este sátrapa, descendiente del gran Corso, traicionó a la república francesa, se instaló un trono tan deforme como aparatoso y quiso emular las hazañas de su abuelo.

 Lo de pequeño no le viene a Luis por haber sido nieto de Napoleón, sino porque jamás pudo llegar ni a las suelas de su ilustre abuelo. Cuando llegó al trono de Francia tenía realmente muy poco territorio como para poder lucir emperador. Europa no estaba en plan de dejarse sorprender, igual que cuando el Corso. Por eso echó sus miras en América, máxime que los Estados Unidos, enfrascados en su guerra secesionista, estaban demasiado ocupados devorándose entre ellos para acordarse de la Doctrina Monroe.  El mezquino juego de las deudas, que Juárez trataba de dejar pendientes mientras reponía su presupuesto, inició la gran maniobra de El Pequeño. Tanto así, que los otros reclamantes, Inglaterra y España, no quisieron hacerla de paleros y se retiraron a tiempo. En ese instante se declaró la maniobra imperialista, organizada y costeada en parte por los despechados conservadores.  Sin embargo, mientras se realizaban las negociaciones en la esfera diplomática, los caudillos menores de la reacción proseguían su lucha guerrillera, concentrando la mayor parte de sus elementos en el altiplano, Michoacán, Puebla, Querétaro y Jalisco.  En septiembre de , se ordenó a los Ejércitos del Centro y a la División del Estado de México que se emplearan a fondo para eliminar los focos subversivos. Márquez había tomado Tianguistenco, donde fusiló a su manera de chacal a un grupo de patriotas que le habían hecho una tenaz y brava resistencia, entre ellos don Pablo Maya, jefe político del distrito de Tenango, que se había distinguido de joven por su acendrada ideología liberal.  Hombre de gran cultura, ingeniero activo que realizó numerosas obras en su región, Pablo Maya fue compañero de Altamirano, de Mateos, de Alcalde, de toda esa generación de institutenses que lactaron positivismo puro y firmes ideas progresistas. Pronto se presentó en Santiago Tianguistenco el general O’Haran para vengar la derrota y el crimen, infringiendo un severo golpe al Tigre de Tacubaya, al que hizo replegarse hacia las montañas del norte.  Al mismo tiempo, don Agustín Guzmán derrotaba en Arroyozarco a una triple partida comandada por Argüelles, Cobos y Negrete. Más

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

importante fue un segundo encuentro en Calpulalpan, donde el general Carbajal derrotó definitivamente a Marcelino Cobos y lo tomó prisionero. Cobos, que por la multitud de crímenes que había cometido independientemente de la guerra podía ser juzgado en plan sumario, sufrió la pena de muerte. No sabemos por qué razón después de fusilado se le cortó la cabeza y se mandó empaquetada a México.

 El  de septiembre, el guerrillero Buitrón se atrevió a dar un golpe a Toluca, de donde fue rechazado enérgicamente por Berriozábal, a la sazón gobernador de la entidad. Iba huyendo Márquez cuando el general Tapia lo sorprendió e hizo trizas cerca de Pachuca.  Poco después las fuerzas de O’Haran y Aurelio Rivera se unieron para dar una batida, en Las Cruces, a las gavillas de José María Cobos (quien no era pariente del anterior), Gálvez, Buitrón y otros reaccionarios. En la hacienda del Veladero, Godoy Alcalá derrotó a Iguanazo. En fin, fueron echados del territorio, además de los jefes conservadores mencionados: Vera, expulsado por el coronel Domingo Arrieta, Lemus, Galván, La Madrid y otros de menor importancia.  Un peligro mayor se cernía entonces sobre la cabeza de todos los mexicanos. Batidos en el campo de batalla, los conservadores habían conseguido otro objeto. La patria traicionada vio llegar al puerto de Veracruz las poderosas armas de España, la primera, de Inglaterra, la segunda, y Francia, la tercera y única que se había de quedar.  No vamos a repetir los harto conocidos incidentes de la conjura imperialista contra México, pero sí destacaremos algunos hechos esenciales. El amargo sabor de la derrota, la desesperación del impotente, lanzaron a la reacción a una venta descarada de su patria. José María Hidalgo, Almonte, el cura Miranda, Gutiérrez Estrada, todos ellos fueron a negociar con la Corona española, con la Corona inglesa, ambas muy femeninas y con la turbia Corona de Francia.  Españoles y británicos sólo querían cobrar. En enero de  se presentaron con su armada porque, según creían, Juárez se negaba a pagar, cuando México sólo pedía que lo esperaran un poco. En los Convenios de la Soledad, Isabel y Victoria se dieron cuenta de que México tenía un gobierno decente, pero empobrecido y, además, desconfiado de la actitud de Napoleón.  Cínico como todos los dictadores, Napoleón pasó por encima de los Convenios de la Soledad, despidió con una trompetilla a los cobradores exaltados y se dispuso a intervenir nuestra patria. Los imperialistas jarochos recibieron al soberbio general conde de Lorencez con campanas al vuelo.

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

La guerra estaba declarada. Y ahora las fuerzas debían cambiar momentáneamente de nombre. Por un lado quedaban los patriotas, bien de color liberal puro o champurrados de tibio, y del otro se pusieron las fuerzas ultraconservadoras, las que soñaban con el status de la Colonia, los que creían que la solución de todos nuestros problemas era un “padrecito azar” o “un tata kaiser”, a fin de que las cosas tomaran el curso antaño establecido por la Iglesia y los señores feudales.



Unos pelearán por México, por la república, y se llamarán republicanos, juaristas, chicanos. Otros pelearán por sus turbios intereses económicos que tratan de garantizar por medio de una Corona extranjera, por lo tanto firme y durable: éstos serán los imperialistas, conservadores, mochos, o como se les quiera llamar. Aparece un nuevo factor: los “franchutes”, soldados de paga, que vienen atraídos por el botín de las feraces tierras de América.



Diría un cronista: “esta vulgar aventura”, es decir, la aventura imperialista (estuvo en boga todo el siglo pasado y principios del XX) tuvo éxito cuando dirigió sus garras hacia el centro africano, nidal de tribus casi en estado salvaje, o al sur de Asia y la Polinesia que también querían rebasar el neolítico. Tuvo éxito en los países árabes por tanto pachá inmoral (como nuestros Almontes y Mirandas) que entregaban su suelo a los ricos imperialistas, a cambio de que les dieran lo suficiente para seguir disfrutando de sus harenes edénicos. Se enfrentó a un Oriente estratificado, corrompido y en plena decadencia, y también pegó el imperialismo.



No se tuvo en consideración que los felices tiempos de la conquista americana habían pasado tres y medio siglos atrás. Ahora los pueblos de este continente ya no estaban dispuestos a tolerar ningún tutelaje europeo. Juárez decretó todo lo necesario, nombró general del Ejército de Oriente y, poco más tarde, ministro de Guerra, al general Zaragoza y se dispuso a defender a la patria.



En febrero, el general Berriozábal pidió permiso para dejar la gubernatura que recayó en manos del licenciado Pascual González Fuentes. Este personaje sólo estuvo hasta marzo, cuando la situación obligó a Juárez a organizarse militarmente, por lo que fue nombrado, por el propio Juárez, gobernador y comandante militar de nuestra entidad el general Tomás O’Haran.



Ya en febrero, Berriozábal había dispuesto una movilización general de las fuerzas del estado, que tenían que concentrarse en Toluca; no obstante, acudió personalmente con una corta brigada a las cumbres de Acultzingo, donde el general Zaragoza tuvo su primer contacto con Lorencez. El conde venía con más de seis mil

[  ]

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

franceses, en tanto que Zaragoza no pudo reunir en esa ocasión ni dos mil hombres, por lo que, cuando vio que toda resistencia era inútil, ordenó que las tropas se replegaran hacia la ciudad de Puebla, donde esperarían al enemigo.



El condecillo de Lorencez era tan fatuo, que consideró la maniobra de Acultzingo como una gran derrota del Ejército Republicano. Así lo anunció a sus jefes imperiales, con la visión europea del que juzga al pueblo de América como un clan de indios de pluma, taparrabo y huarache. Lorencez creía superar las hazañas de don Hernando y puede que hasta las de la Malinche. Él traía no trescientos forajidos habilitados de tropa, sino seis mil de “los mejores soldados del mundo”. Pensaba hacer trizas a Zaragoza, adelantarse a Tenochtitlán, tomarla a sangre y fuego, entregarle un nuevo continente al pequeño Bonaparte. Algunos franceses creyeron sinceramente que venían a apalear encuerados y a cambiar cuentas por oro.



En la acción del  de mayo, el pueblo del Estado de México va a tener una participación gloriosa.



Aclaremos: ¿cuál pueblo?



Queremos decir, el “pueblo en armas”, que desde años atrás combatía gallardo contra la reacción clerical. El pueblo organizado en batallones que perseguían a los chacales Márquez, Mejía, Buitrón, Cobos, el torvo Vicario y otros de su calaña. Este es el pueblo de Toluca, Metepec, Polotitlán, Tejupilco, Chalco, Texcoco, Valle de Bravo, etc., que fue a la Batalla del  de Mayo. Sin olvidar que en dichas brigadas tomaron parte algunos intelectuales de gran valía salidos del Instituto de Toluca.



Decir, por ejemplo, “que ese día Puebla defendió a la patria” es decir una barbaridad. Los poblanos ricos eran quienes habían traído la peste armada de Francia. Dejaron morir de hambre al Ejército de Oriente… En fin, trabajaron para el extranjero seguidos de la clase sacerdotal y de sus inevitables corifeos, entre la pequeña burguesía y el pueblo ignorante y desorientado. Claro que los poblanos y patriotas estuvieron en la lucha. Imposible borrar de la contienda a los zacapoaxtlas y a la división poblana, formada por guerrilleros y soldados que también habían estado peleando fieramente contra la rabiosa clerigalía de Puebla.



En cuanto Berriozábal se dio cuenta de lo que les esperaba en esa ciudad, se concentró con una brigada en Toluca. Dice la señora de Meyer:



Ante la situación ya amenazadora del avance de las tropas invasoras, el Estado de México puso a la disposición de la Secretaría de Guerra

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

una división a las órdenes del general Felipe Berriozábal, compuesta por tres brigadas. La primera brigada al mando del general Tomás O’Haran, compuesta por el batallón ligero de Toluca, batallón de Sultepec, lanceros de Toluca y lanceros de Ixtlahuaca con un efectivo de , hombres. Segunda brigada al mando del coronel Ignacio de la Peña y Barragán, formada por el segundo batallón ligero de Toluca, tiradores de Ocampo, escuadrones de Tlalnepantla y Cuautla, guardias nacionales de Chalco, Texcoco y Tlalnepantla, con un efectivo de , hombres. Tercera brigada al mando del coronel Jesús Andrade, compuesta por los guardias nacionales de Huejutla, Huascazaloya, Zacualtipan y Pachuca, con un efectivo de , hombres.

 Según todas las informaciones, la División del Estado de México aportó algo más de   hombres bien equipados. Al llegar a Puebla se pusieron a las órdenes del general Zaragoza, que los distribuyó convenientemente, quedando Berriozábal al mando del Fijo de Veracruz y los dos ligeros de Toluca, dentro de la columna del general Negrete, antiguo jefe conservador que esa vez en Puebla se portó con real patriotismo y gallardía.  El propio Berriozábal, en su bien pergeñado parte militar, nos da a conocer las acciones en que los efectivos a su cargo tomaron parte en la Batalla de Puebla.  Lorencez había esperado que en el camino a Puebla se le unieran las facciones conservadoras. Pero sus jefes permanecieron a la expectativa, no obstante que Juan Almonte, autonombrado para dirigir los destinos imperiales, hizo todos los esfuerzos posibles por allegarlos a la causa. Es verdad que al final todos terminaron uncidos al carro de Napoleón, pero antes de entregarse pusieron sus condiciones. Hasta que se les garantizó el botín comenzaron a tomar parte más activa en la lucha y a sumarse a los efectivos militares del invasor.  En Orizaba se le agregó Márquez, pero jefes como Zuloaga, José María Cobos y Manuel Benavides prefirieron expatriarse. El Estado de México parecía limpio de reaccionarios, por lo que sus fuerzas pudieron acompañar al general Zaragoza en el frustrado ataque a Orizaba, al mismo tiempo que liquidaban a Echegaray tropas combinadas de Carbajal y Berriozábal, que lo sorprendieron en Iztapa, Veracruz. Buitrón hizo una intentona para apoderarse de Tianguistenco, en manos del general Leyva, pero fue rechazado y escarmentado. Dejó más de  prisioneros, artillería, armamento y equipo en cantidades considerables.  La amenaza ya no fue de pronto del interior, la amenaza iba a agigantarse desde fuera. En el asedio a Orizaba nuestras tropas vuelven a cubrirse de laureles, según lo narra en sus partes el general

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

Berriozábal, a quien tocó detener y rechazar una numerosa columna francesa. Aquel ataque no significó una victoria, fracasó el plan y la sorpresa; pero tampoco significó una derrota: los mexicanos pudieron retirarse en orden salvando todas sus pertenencias. El resto de  había de transcurrir en una especie de status. Los republicanos atacan Orizaba, de donde sale Lorencez a emprender alguna acción de importancia. Se hace el enfermo, pide su traslado a Francia, Napoleón reacciona y en septiembre llega a Veracruz el famoso mariscal Forey, inmisericorde y tremendo, que inaugura su mandato degradando oficiales, cesando a Juan Almonte como director político de la invasión y reorganizando las tropas a las que trajo de refuerzo algo más de  mil hombres.



La llegada de Forey hizo comprender a Juárez que el peligro esperado estaba allá; Napoleón ya no creía en verdad en los sueños dorados de Lorencez, ahora estaba decidido a emplear sus fuerzas en número mayor, hasta el fondo. En octubre, Juárez terminó de reorganizar militarmente a la nación. Presentía la derrota en los principios y la necesidad más tarde de una guerra permanente, bien en guerrillas, bien en tropas organizadas, por lo tanto, el país debía estar listo para todo.



Ese mes apareció en Toluca, durante el gobierno de Ortiz de Zárate, el bando juarista por el cual se dividía la entidad en “distritos militares”. Tres se formaron: uno que abarcaba en especial el Valle de Toluca, y los distritos del sur con quienes se comunicaba a través de la sierra: Sultepec, Temascaltepec, Tenango del Valle, Tenancingo, Toluca, Villa del Valle, Ixtlahuaca y Jilotepec, considerándose como la capital a Toluca.



El segundo distrito militar abarcaba las poblaciones del norte: Tula, Ixmiquilpan, Zimapán, Huichapan, Actopan, Huazcozaloya, Pachuca, Huejutla, Zacualtipan, y el antiguo distrito de Apan, dejándose como capital Actopan.



El tercero abarcó especialmente el sur morelense: Jonacatepec, Yautepec, Morelos, Cuernavaca y Tetecala, considerándose como cabecera a Cuernavaca. Hay que apuntar que el resto de los distritos, es decir, los del valle, quedaron adscritos a la jefatura militar del DF.



Los efectivos militares se distribuyen de modo práctico y Berriozábal, con los batallones de Toluca y efectivos de Ixtlahuaca, Tenango, etc., siguió en campaña junto con el Ejército de Oriente mandado por Zaragoza. Y más que todo esperando la embestida francesa.



En efecto, en cuanto se organizó Forey, salió de Orizaba hacia Jalapa y de ahí se tiró directamente sobre Puebla. Zaragoza había muerto. Esa

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vez se encargó a González Ortega defender la estratégica ciudad. Fue un sitio cruel y tormentoso, largo, infernal, que al fin se perdió por parte de los mexicanos.

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Coterráneos en Puebla



   que los franceses atacaron Puebla ya no estaba allí Lorencez, sino Forey, con  mil elementos de tropa escogida. Sin embargo, con menos hombres, con fortificaciones muy deficientes, casi sin alimentos, los defensores sostuvieron el sitio durante dos meses de infierno y balas, que terminaron en una derrota total y la captura de los principales jefes republicanos, incluyendo a González Ortega.

 En esa batalla crucial tomaron parte dos hombres con gran influencia en los destinos del estado: Berriozábal, de quien hemos hecho frecuente mención y José Vicente Villada, entonces capitán extraordinariamente joven para su cargo y para las aptitudes excepcionales que mostraba.  Del primero, podemos decir que comandando las fuerzas de la división estatal, participó en facetas muy importantes de la lucha como la defensa del convento de San Agustín, la Calleja de los Loros y el encuentro en Pitiminí. Cooperó activamente para hacer inexpugnable la manzana poblana que estuvo en manos del general Valle. Se encargó en gran parte de la defensa de los fuertes de Loreto y Guadalupe y, a principios de mayo, fue de los que trataban de convencer a González Ortega de romper el sitio y salvar al ejército. Pero el comandante general era de otras ideas. 

Además, se esperaban refuerzos del Ejército del Centro que no llegaron nunca. Comonfort sufrió una derrota a manos de Márquez antes de llegar la noche del  de mayo, Gonzáles Ortega reunió a los principales jefes: Negrete, Mendoza, Antillón, Paz, Berriozábal, Alatorre y Mejía [Ignacio] para determinar la forma de rendirse. Se resolvió al final de cuentas que se destruiría totalmente el equipo y armamentos útiles, entregándose las tropas restantes al enemigo, si éste aceptaba las condiciones de una rendición decorosa.

 Así sucedió. Forey tomó Puebla, hizo prisioneros a una cantidad considerable de jefes y soldados y trató de que firmaran un documento en que se comprometían a no volver a tomar las armas en contra del ejército invasor. Todos se negaron. La viril respuesta aparece firmada por generales de la talla de Epitafio Huerta, Felipe Berriozábal, Francisco Paz, Florencio Antillón, Francisco Alatorre, Ignacio Mejía, Alejandro García, José M. Mora, Pedro Hinojosa, Francisco Lamadrid, Porfirio Díaz, Mariano Escobedo, Juan Bautista Caamaño que pronto había de traicionar a la causa, Luciano Prieto, Manuel G. Cosío y   más, oficiales y jefes, que en una forma u otra, pronto volverían al campo de batalla.  Entre los prisioneros que se negaron a firmar estaba José Vicente Villada, que poco antes se había juntado con el general Hinojosa a la Brigada Jalisco, que se destacó a los fuertes de Loreto y Guadalupe.

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

Villada peleó con bravura, según su demostrado carácter y arrojo. Hay que decir que este jefe no principió su carrera militar en las filas liberales, sino con el general Francisco A. Vélez, en la época en que este mílite se subordinó al gobierno tacubayista. Después de los fracasos reaccionarios, Villada, que también fue un gran luchador periodístico, se retiró a Pachuca para dedicarse al comercio y a sus aficiones literarias.



Iniciada la invasión del territorio nacional, el patriota que hubo siempre en el joven capitán de la milicia lo hizo salir de su encierro para incorporarse a las fuerzas defensoras. Vistos sus antecedentes, el general Doblado confirmó a Villada el grado de capitán y lo comisionó para que formara un batallón de voluntarios en la región minera de Pachuca.



En febrero de  tuvo un encuentro con Mejía cerca del mineral, pero eludió la lucha franca para reunirse con Doblado en México; este jefe lo comisionó, a su vez, para que se incorporara con su batallón al Ejército del Centro, mandado por Comonfort. Pero este jefe recibió tarde la orden de ayuda a Puebla. Quedó quieto por lo pronto. Por ello mismo, José Vicente, que era un volcán, pidió y obtuvo la autorización de Comonfort para sumarse al Ejército de Oriente que esperaba a los franceses en Puebla. Cerca de esta plaza, se incorporó a las fuerzas de Hinojosa y con ellas estuvo en lucha hasta caer prisionero.



Puebla cayó el  y el . Berriozábal, Antillón, Díaz y Caamaño consiguieron escapar. Más adelante también burlaron la vigilancia de sus captores el general Hinojosa y José Vicente Villada. Estos últimos huyeron a San Agustín del Palmar y se juntaron más tarde en Tehuacán donde procedieron a reorganizar sus fuerzas.



Por lo que toca a Berriozábal, él se presentó rápidamente con el supremo gobierno, y Juárez, que atravesaba por una época de crisis ministerial desde la muerte de Zaragoza, lo nombró ministro de la guerra. Por lo que tocó al resto de los efectivos del Estado, se distribuyeron en especial en el Ejército del Centro, de Comonfort, o quedaron adscritos a las brigadas que defendían los distritos militares de nuestra entidad. Berriozábal, que duró escasos dos meses en la Secretaría de Guerra, fue nombrado general de división y se le encargó nada menos que la gubernatura de Veracruz. En esa región estuvo hostigando a los franceses hasta el mes de septiembre que pasó al “Cantón de Reserva” en Aguascalientes y, finalmente, se le entregó la comandancia de la Cuarta División del Ejército del Norte.



Por su lado, Hinojosa y Villada, después de una terrible odisea, llagan a la capital, pero Juárez y su gabinete se habían trasladado a San Luis Potosí, en este lugar lo alcanzan y, mientras el general Hinojosa

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

vuelve a tomar el mando de su división, la de Jalisco, Villada sirve a Juárez en algunas dif íciles misiones cerca de la capital; más tarde se incorpora al º Batallón de Ligeros de Toluca, con el parte a defender las asoladas tierras michoacanas.

 Fue en esta época, diciembre de , cuando Villada habría de acometer la empresa más formidable de su carrera. Salvó a la División del Centro de pararse a las filas del enemigo, ya que pudo saber afortunadamente de una conjura que estaban tramando los generales Uraga y Caamaño, el primero de triste historial y el segundo que se manchaba por primera vez las manos. Entonces, Villada maniobró con rapidez, habló con algunos jefes que le eran adictos, los resolvió a desprenderse con él del grueso de la división y ya en condiciones favorables arengó a la tropa, les dio a conocer la falacia de Uraga y Caamaño y los convenció para que lo quisieran en la lucha contra los invasores.  Caamaño, que además era gobernador de Michoacán, quiso castigar a Villada y a sus gentes, pero cuando los buscó ya estaban bien guarnecidos en el sur terracalenteño. Dice uno de sus biógrafos: “De este modo  mil hombres quedaron bajo el mando de Villada durante muchos días, hasta que convocó a una junta de jefes, ante la cual renunció y propuso como jefe de la división al coronel Alejandro García”.  Recordamos que entonces José Vicente sólo era capitán, por lo que su sentido del saber, su audacia y su arrojo y el don de mando que puso en evidencia los días en que comandó la división, le ganaron el grado de teniente coronel, que le confirió Arteaga, nuevo jefe del Ejército del Centro cuando el joven Villada se incorporó a ese cuerpo, entregando de paso los   efectivos que había salvado de la traición.  Volviendo al desastre de Puebla, se recuerda que originó la precipitada salida de Juárez hacia San Luis Potosí, por lo que el ejército invasor pudo entrar a la capital de la república el  de junio de , sin encontrar resistencia alguna. Eso sí, se encontraron las campanas al vuelo, los arcos triunfales levantados por la reacción para que bajo ellos pasaran los franceses y traidores que les seguían. El primero en poner pie en la capital fue el Tigre de Tacubaya, todavía con las uñas llenas de sangre de mártires del liberalismo.  Forey nombró un ayuntamiento con reaccionarios, integró una junta de “notables” que debía decidir el destino político de la patria y estableció firmemente su hegemonía militar. Los notables, no podían menos, votaron por la monarquía y acto seguido extendieron la invitación a Maximiliano, advirtiendo que si el rubio archiduque no podía aceptar: “La nación mexicana que se remite a la benevolencia

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

del su majestad Napoleón III, emperador de los franceses, para que le indique otro príncipe católico”.



La noticia fue recibida con gran entusiasmo en los círculos retrógrados de la providencia. Desde luego, en Toluca, donde ya se esperaba con ansia el arribo del ejército invasor, igual que en todas partes del país, aquí tuvimos, incluso, nuestro Epigmenio de la Piedra, que después de ser un hombre de cultivadas ideas liberales, desbarró del modo más increíble. Ya cuando estaba en Tenancingo, llegó a proponer, en su desesperación imperialista, que si no queríamos príncipes rubios y ojiverdes, ahí estaban para el caso los prietos descendientes de Moctezuma, ideas que eran discutidas con euforia, casi sin reparar en la ridiculez que entrañaban, por los selectos círculos toluqueños.



Por eso fue que el  de julio, cuando las columnas francesas penetraron como en desfile dominguero por las calles de Toluca, la reacción se echó a la calle para llenar de vítores al general Berthier, a cuya aproximación las fuerzas del general don Manuel Alas, gobernador y comandante del distrito, se habían retirado hacia el occidente.



Forey había decidido limpiar el centro de tropas republicanas. De ahí que la actividad militar de los franceses se extendió con rapidez en todos los puntos importantes. Pronto ocuparon Monte Alto y Tepeji del Río la brigadas de Larrauri, de la división de Mejía; desplegándose después hacia Puebla en Ajusco, el general Leyva fue derrotado por el coronel imperialista Carranza, quien se llevó gran número de prisioneros y material. Vicario tomó Cuernavaca, replegando a las fuerzas de Juárez hasta los límites de la costa. Ya para el  de julio, los franceses estaban en Tenancingo. Rápidamente el coronel Aymerd tomó Pachuca y Tulancingo.



Es verdad que los imperialistas tuvieron algunos descalabrados pero, en general, puede decirse que para el otoño de  ya habían ocupado gran parte de nuestra región, por lo que las actividades militares en gran escala se dirigieron hasta los estados del norte y del sur, quedando sólo en las regiones escabrosas los grupos de guerrilleros que habían de hostigar constantemente a las fuerzas invasoras.



Durante el otoño e invierno de , Forey desató una furiosa ofensiva hacia el interior en que sus generales fueron tomando, sucesivamente: Querétaro, Morelia, Guadalajara y León, mientras Mejía avanzaba directamente sobre San Luis, cuya capital era abandonada por Juárez quien, con su gabinete, marchó hacia Saltillo.



En esta etapa suceden algunos hechos de orden general muy significativos. Los conservadores se dan cuenta de la humillante condición de inferioridad, militar y política, en que los mantiene el

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

mariscal Forey, quien también rechazaba gran parte de los puntos de vista del sector clerical.

 Se olvidaron los malinchistas de que Francia, con todo y estar constituida en imperio, por azares de la mala fortuna, había podido conservar una serie de conquistas ganadas por la Reforma. Por ejemplo, en Francia, la Iglesia tenía un claro sello oficial. Estaba no sólo separada, sino supeditada al Estado. Los curas no podían cobrar impuestos, ni siquiera obvenciones parroquiales. Trabajaban a sueldo.  Y en relación con los demás, si los mexicanos pedían una monarquía moderna, era de esperarse que no tuviera las condiciones feudales que ricos y clero trataban de imponer. Estas cuestiones debían producir grietas irreparables en un sistema monárquico que en mucho contribuyeron a su destrucción final.  El establecimiento de las tropas francesas en el país, y más tarde la institución de Maximiliano, creó entre los conservadores una situación más confusa y contradictoria que aquella que había prevalecido durante los gobiernos republicanos. Algunos imperialistas terminan por creer a ciencia cierta que Maximiliano, más que para ellos, había venido a gobernar para los liberales. Comenzando porque el príncipe rubio era masón.  En el momento en que los traidores fueron a ofrecerle la corona, Maximiliano era prácticamente un prisionero. Archiduque y hermano del poderoso Francisco José de Austria y Hungría, desde muy joven manifestó sus tendencias democráticas, un acendrado amor a la cultura, al estudio y a la investigación teológica. Siendo jefe de la marina austriaca, se ligó con algunos nobles encariñados con la masonería. Trataba con deferencia a todo mundo, incluso a los subordinados más ínfimos, y se ganó la voluntad y cariño de la marinería, que colaboró con entusiasmo excepcional en los planes de reorganización trazados por Maximiliano para esa deficiente arma de un imperio sin costas. Realmente fue el creador de la marina imperial.  Fue también gobernador del Lombardo Veneto, gozando de una popularidad arrolladora, tanta que acabó por granjearle la envidia de su propio hermano. Recuérdese que siendo archiduque, tenía derecho al trono en segundo lugar, de manera que sus enemigos acabaron por inventarle su conjura, apoyada por el pueblo, en que se lucharía por acabar con las instituciones imperiales, imponiendo a Maximiliano en el trono sobre base en una monarquía constitucional.  Poco a poco se les fueron reduciendo los cargos de confianza, volvió a la marina en calidad de mueble y pronto se le confinó definitivamente

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

en Miramar, con serio peligro para su existencia y la de su esposa si abandonaba ese retiro. Tal es el triste momento de su vida en que lo encontró el grupo de reaccionarios que fueron a Miramar a ofrecerle una “verdadera” corona.



Existen indicios bastante serios de que Maximiliano se resistía a emprender la aventura, pero fue fatalmente empujado por las ambiciones de Carlota Amelia, su mujer, que sufría espantosamente en el destierro y soñaba, febril, con llegar algún día a cernirse una corona imperial. Y México, después de todo, era un país que tenía diez veces más territorio que todos los dominios de Francisco José.



Para el emperador también era un excelente negocio, hizo renunciar al hermano a todos sus derechos al trono de Austria y Hungría y en pago le entregó una fuerte escolta de   hombres. Sin embargo, lo principal era que los conservadores le habían pintado a México como un pobre país, sometido a la tutela dictatorial de unos salvajes indígenas comandados por el zapoteco Juárez y que, en cuanto su real planta tocara el suelo del país, todo el pueblo se levantaría para vitorearlo y apoyar a su salvador. Ya que de salvador venía a México este príncipe, último de los románticos que sí creyeron verdad eterna la predestinación de los seres de sangre azul para el gobierno de los pueblos; cuánto más, si el príncipe es también un hombre demócrata, liberal, capaz de sentir verdadero cariño por el pueblo.



Maximiliano es todo un personaje del romanticismo decadente, su vida es una novela como mandada hacer para la radio, para la televisión; todo melodrama y un horrorísimo final de tragedia esquiliana. Si este rubio príncipe hubiese sido un déspota de la crueldad, de la calaña de su hermano, culpable de la guerra de , su vida estaría sobremontada y diluida en la de tantos tiranuelos, nacionales y extranjeros que vinieron a sojuzgar al país. Pero en Maximiliano hay una paradoja increíble que mete su vida a un marco de agudas truculencias. Se le puede pintar sin sonrojos patrióticos, como un buen hombre al que engañaron los reaccionarios, del que un déspota como Francisco José trataba de deshacerse a toda costa y del que Napoleón se aprovechó como títere para sus ridículas ambiciones imperiales, tan ridículas como criminales y fracasadas.



Podemos admitir, incluso, que Maximiliano fue verdaderamente demócrata, pero sus convicciones son totalmente borradas por su actitud imperial; sirvió de instrumento a la reacción y fue un instrumento de guerra. Culpable del asesinato de miles de mexicanos y de estas cosas no lo pueden exculpar sus pujos liberalistas. Al propio Maximiliano tener las ideas que tenía le costó la existencia. Como liberal fue de lo más peligroso para los liberales, y como

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

conservador terminó por ganarse las sospechas, la desconfianza y la animadversión plena de los conservadores.

 Todos esos fenómenos históricos cierran el camino de Maximiliano directamente hacia el paredón. A última hora, no lo quiso salvar nadie porque les había fallado a todos: al papa y a la Iglesia, al imperialismo francés y a los capitalistas mexicanos, le había fallado, incluso, a su hermanito, quien se negó terminantemente a que el archiduque derrotado volviera a su patria.  Finiquitados los arreglos en Miramar, Maximiliano y Carlota pusieron pie en Veracruz el  de mayo de  dentro de un ambiente de frialdad que los dejó asombrados. El  de junio entraron en la capital, donde la reacción ya les hizo algunas fiestas. Y en ese instante comenzó el fugaz último imperio que conoció la desgarrada patria.

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Maximiliano en Toluca



   , cuando el general Ignacio Alas abandonó Toluca para reunirse con los juaristas en el norte, dejó de existir la entidad federativa, el territorio se volvió departamento y se nombraron para dirigir sus destinos, por cuenta de los imperialistas, una serie de prefectos políticos que empezaron con don Manuel de la Sota Riva.

 Por cuenta de las disposiciones militares, en el primer distrito con cabecera en Toluca, se situaron tropas conservadoras al mando de Navarrete y Valdés, con algo más de   hombres; el infidente Cano ocupó Pachuca, con el coronel Antonio Domínguez, y el comandante José de la Peña pasó a Tula.  Por lo que toca a las fuerzas liberales, los que no cayeron prisioneros en las últimas contiendas, como Ortiz de Zárate, o defeccionaron como el general O’Haran, se reunieron con los ejércitos del Centro, de Oriente y de Norte, según veremos más adelante. El mando liberal de los distritos del Estado de México se dio al general José María Arteaga: 

[…] en esas condiciones estábamos cuando en el mes de octubre, Maximiliano vino al departamento de México a conocer algunos de sus pintorescos lugares, empezando por los miserablemente folklóricos de San Felipe del Obraje [hoy, dizque del Progreso] y de Ixtlahuaca. Para rematar en Toluca.

 Este viaje y la visita a Toluca son demasiado ilustrativos para conocer el estado de ánimo y la frecuencia de opinión en los distintos círculos sociales de la ciudad capital, y nos revelan algunos pormenores de la insólita manera de actuar del príncipe rubio. La mejor descripción la tenemos en el maestro Miguel Salinas y, posiblemente, la única de carácter histórico, aparte de tradiciones y leyendas que circulan por ahí entre los herederos de los socialité que en esa época se encargaron de agasajar a la imperial pareja.  Siendo muy jovencito, don Miguel Salinas vio y vivió aquella ocasión tan especial que, años después, nos narra con un dejo de melancolía, como si a él también le hubiese impresionado el resplandor de la sangre azul. Se lamenta de las “groserías” de los “liberales” y del payismo de algunos aristócratas, haciendo notar que la plutocracia toluqueña se quedó no poco decepcionada del príncipe rubio y su bellísima señora.  Desde el principio hubo problemas, ya que Maximiliano salió primero, hizo el viaje hasta Michoacán, luego regresó a Ixtlahuaca y de ahí se carteó con la emperatriz pidiéndole que lo esperara en Toluca. Pero resultó que Carlota se adelantó un poquitín a los acontecimientos, por el afán de conocer las formidables haciendas

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

que se extendían a los lados del camino y llegó más temprano a Toluca. Nadie la salió a recibir. Los imperialistas que estaban preparando la “cuetería”, al volver el resto, se encontraron con que la augusta mujer ya estaba allí.



¡Qué barbaridad! Los sicarios del imperialismo sudaron tinta para explicarle tamaña anomalía a su majestad y la llevaron rápidamente hasta la hacienda de Palmillas, donde se encontró con su real consorte bajo un arco que había costado a los ricos Montes de Oca más de cien mil pesos. Pero dejemos que el señor Salinas narre este emotivo encuentro: “cuando se acercó el monarca y divisó a su esposa, apeose del arrogante corcel que montaba, la señora bajó de su coche; ambos avanzaron hasta encontrarse, se unieron en estrecho abrazo y se besaron tiernamente.”



¿Diga usted si no iba a conmover a la camarilla reaccionaria esta pareja de comediantes con tamañas dotes para el arte representativo? Por cierto que, seres tan refinados, se habían encontrado en estas ilustres tierras una nobleza cimarrona con todos los defectos del “novorriquismo”. En la capital las señoras acomodadas corrían a saludar a la emperatriz, la llenaban de abrazos y de saliva y algunas hasta llegaban a decirle: “¡Carlotita, pero está usted maravillosa!”



No podemos olvidar que todavía en los inicios de la Independencia los nobles españoles emigran en masa a la metrópoli y dejan sus haciendas rentadas a capataces blancos o medieros de su confianza. Más tarde y por virtud de la expulsión de magnates íberos y la consiguiente enajenación de sus bienes, los rentistas los pudieron adquirir en propiedad por diferentes medios, los cuales no está en nuestro plan dar a conocer el detalle.



Esta generación de ricos que fue a recibir al rubio Maximiliano carecía en lo absoluto de los títulos, de la educación, de la cultura y el refinamiento innato en los déspotas de la ilustración imperial. Por eso los emperadores gastaron demasiado tiempo, saliva y dinero, en su afán de crearse una corte decente, que no palideciera frente a las cortes de los más infelices principados de Europa. Ya que hasta ese momento la aristocracia “pulquera”, “lechera” y “gallera” del señor Santa Anna, se había preocupado mucho de especular con el hambre y la guerra, pero muy poco de instruirse. Con otra, que los hacendados que llegaban a cierto grado de ilustración, se volvían liberales. No se sintió muy a gusto “Carlotita” en Toluca. Desde que llegó le hicieron pasar un mal rato. Esperaba un pueblo entero poniéndose a sus pies; y a su paso por las calles, hasta llegar al centro, sólo pudieron admirarla algunos borrachines trasnochados y las señoras que iban al tianguis a surtirse de vitualla.

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 Por lo demás, mientras los imperialistas de corazón y los liberales tibios adornaron presuntamente las fachadas de sus casas, la gentes que estaban de parte de Juárez en plan sincero, se negaron a servir en la comparsa. Testigo personal de estas cosas, don Miguel Salinas dice emocionado: 

No he olvidado que en aquella mañana las calles de Toluca rebozaban de curiosos, y que las puertas, ventanas y azoteas contenían grupos compactos de personas. Al llegar el cortejo (hasta la Cortadura, en que estaban las puertas de la ciudad) avanzó lentamente […] de cuando en cuando, una lluvia de flores caía sobre el coche imperial; al pasar éste frente a la casa de don Luis Goribar [hoy marcada con el número  de la avenida Independencia] el anciano dueño de la casa, coahuilense radicado en Toluca, lanzó desde su balcón, con voz muy robusta, un ¡Viva! a los emperadores.

 Parece ser que aquel grito fue tan único que por ello impresionó al narrador. Y no salió de la boca de un toluqueño, sino de un coahuilense que estaba en Toluca por casualidad. Al señor Salinas le pareció todo muy bien, hasta que al pasar la augusta pareja bajo uno de tantos balcones, ocupado por el maestro Mariano Oscoz, el buen Max se quitó el sombrero, inclinó la cabeza. Todos se quitaron el sombrero y contestaron el saludo, menos el profesor Oscoz que era liberal de hueso colorado. Considera el señor Salinas que estas faltas de urbanidad carreñesca pudieron haberle dado mala fama a Toluca, en virtud de que lo cortés no quita lo valiente cuando se trata de emperadores. Muchas veces las multitudes acuciadas por algún cura apedrearon y abuchearon a Juárez, que también solía ser muy atento y saludar con el chapó en la diestra… pero eso era otra cosa.  La pareja paró y descansó en la elegante Casa del Risco, propiedad de los señores Pliego (en esos días de doña Chole) y que según estas referencias debe haber sido la mejorcita de la ciudad, quienes comenzaron como rentistas de los Condes de Regla, dueños del Montepío, luego se agenciaron muy buenas haciendas, hicieron su gran casa… La Revolución se quedó con el inmueble y, mire usted lo que son las cosas, a la vuelta de algunos años volvió a tener que ver con los Condes de la Regla, puesto que ahí se instaló el Nacional Monte de Piedad.  Por esos días era una casa de lo más chipen, en que se organizaron tres días de grandes besamanos y festejos. Por las noches, las guapas damitas de Toluca, del brazo de los guapos oficiales “franchutes”, salían a recorrer las calles con antorchas, contando y, naturalmente, sacándole el debido provecho a la oscuridad.  Desde luego, Maximiliano visitó algunos lugares importantes, como el presidio, de donde echó fuera a todos los liberales presos por

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

razones políticas. Esto comenzó a saberles muy mal a los reaccionarios, pese a que no se sabe que libertase a ningún líder republicano de importancia.



Y así, entre fiestas y fiestas, Max y Carlota conocieron Zinacantepec, San Buenaventura, Cacalomacán, las Chichipicas y otros importantes lugares, como Capultitlán, donde condecoraron a un sacerdote por tener una escuela maravillosa. Cosa que tampoco les cuadró a los imperialistas, que aseguraban que el mismo cura no le tenía el mismo cuidado a su iglesia. En el hospital condecoró con la Medalla de Mérito Civil (los emperadores son muy dados a esta bisutería) a varios médicos. No dejó de pasar por el Instituto, donde felicitó en especial a ciertos profesores liberales, pero muy eficientes.



En compensación conoció todas las iglesias importantes, pero ahí no señaló ni condecoró a nadie.



En cuestiones políticas fue el acabose. Estaba como prefecto imperial el soldado santanista Santiago Cuevas, que había sucedido poco antes a De la Sota y Riva. Alguna crítica recibió por ahí de los labios imperiales, en virtud de sus métodos castrenses y de lo tortuoso que era, porque presentó su renuncia ante el emperador… y el emperador tuvo a bien aceptarla. ¡A él, a Cuevas, que eternamente fuera un sólido defensor de todas las sucias causas conservadoras! En fin, pasó el trámite y llegó el de nombrar nuevo prefecto, ¿en quién se fijó Maximiliano?... nada menos que en don Pascual González Fuentes, hijo de González Arratia, liberal connotado. Bueno es consignar que los liberales le echaron en cara su adhesión al imperio y que los imperialistas reprocharon al emperador que los hubiese relegado, poniendo en el mayor cargo del departamento a un enemigo de su causa.



Para colmo, la presidencia municipal de Toluca vino a recaer en el licenciado Prisciliano María Díaz González, liberal moderado y por mucho tiempo enemigo del conservadurismo.



Cuando Maximiliano salió de Toluca, ya la reacción local lo despidió con menos entusiasmo. Las mentes clericales se llenaron de sospechas, ricos y curas habían pensado que el emperador se echaría en sus brazos, sintiendo un desprecio descomunal por los sucios liberales. ¿Y qué había sucedido en concreto?, que el emperador se sentía más a gusto, más en confianza, con gente como González y don Prisciliano.



Tres días antes de llegar a Toluca la reacción estaba inquieta únicamente por los detalles del recibimiento. En el fondo, había la mayor tranquilidad respecto a sus intereses: tres días después de que Maximiliano salió de Toluca… ya ni los reaccionarios creían en el Imperio.

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 Así debía pasarle al príncipe rubio donde quiera que fuera. En la misma ciudad de Toluca, Maximiliano realizó cambios importantes en su gabinete; nombró a Luis Robles Pezuela para Guerra y a Juan de Dios Peza para Fomento. Ambos liberales moderados. Igual que Pedro Escudero y José Cortés Esparza, liberales que entraron a ocupar las carteras de Justicia y Gobernación. De los ultraconservadores, que en un principio había tenido que admitir Maximiliano, sólo dejó en el puesto a Joaquín Vázquez de León para Hacienda.

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Riva Palacio

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   tomaban el poder, las fuerzas liberales se echaban a la sierra y dejaban las ciudades abandonadas a su suerte. Y era en las ciudades donde, por fuerza, tenían que radicar cierto tipo de mexicanos de ideas progresistas, como los abogados, los médicos eminentes, los sabios y filósofos, los periodistas, la mayor parte de ellos incapaces de sostener un fusil y menos de hacer la tremenda vida del guerrillero en la montaña.

 Estos liberales eran además personajes imprescindibles: hacendistas como Urbano Fonseca o Fernando Ramírez, diplomáticos como Miguel Lerdo y Lafragua, juristas como Arizcorreta y Riva Palacio, hombres de empresa como González Arratia, es decir, gente de la que no pudieron prescindir ni los gobiernos blancos ni los rojos y de una respetabilidad tan grande que siempre que se les maltrató fue señalado de infame quien lo hizo.  Algunas veces se negaron a colaborar. Otras lo hicieron con un claro sentido patriótico. Resultaba preferible que estuvieran ellos, y no los verdugos, en ciertos puestos clave de la relación oficial. Desde allí buscaron la forma de ayudar al pueblo, de remediar en lo posible sus males, de protegerlo de las mayores injusticias.  No se les puede juzgar drásticamente sin pecar de sectarios. Hicieron su papel en las difíciles etapas de transición y formaron a su sombra toda una valiente generación de liberales intransigentes, que al suplirlos en la dirección del país supieron llevar las cosas hasta el fondo.  De la dinastía de los Riva Palacio era don Vicente, soldado y escritor, quien después de recibirse de abogado, al triunfo del Plan de Ayutla, ocupa varios cargos en el cabildo de la ciudad de México y el de diputado suplente para el Constituyente de . Varias veces estuvo en la cárcel por haber combatido a la reacción durante la Guerra de Reforma. En  llega a diputado-propietario y, en esos mismos días, el presidente Juárez le ofrece la cartera de Hacienda, que rechaza por no ser las finanzas su verdadera inclinación ni especialidad.  Al iniciarse la Intervención Francesa, don Vicente levanta y arma una numerosa guerrilla con sus propios centavos y se pone a las órdenes del general Zaragoza, a quien acompaña en algunas misiones posteriores al  de mayo. Muerto ese insigne militar, Riva Palacio se subordina a González Ortega, con quien toma parte en la defensa y caída de la plaza poblana. Huye antes de la rendición y alcanza a Juárez en San Luis Potosí.  En virtud de su cultura y talento y de la valentía demostrada en acciones anteriores, el Presidente se fija en Riva Palacio para nombrarlo gobernador comandante militar del Estado de México,

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hacia donde se dirige inmediatamente. En el camino va juntando hombres y haciéndose de armas y equipo. Participa en la toma de Zitácuaro y en el asalto al Tulillo y se establece definitivamente en las montañas michoacanas mientras se le presenta la oportunidad de lanzarse sobre Toluca.

 Ésta se había de presentar un poco tarde, ya que a mediados de , Riva Palacio, Régules y otros patriotas que combatían en Michoacán sufrieron una serie de tremendas derrotas, al grado de que, poco después, Berriozábal, siendo gobernador de esta entidad, dictó bases orgánicas definitivas a fin de que se estableciera una eficiente organización guerrillera en las fragosidades de la montaña, en virtud de que resultaba casi imposible acometer empresas bélicas de mayor consideración y seriedad. Berriozábal fue un apasionado de la guerra de guerrillas e, incluso, llegó a escribir algunas notas en relación con la teoría y táctica de dichas organizaciones militares.  No obstante, con esa virtud pasmosa que tenía para levantar ejércitos de la nada, el general Régules pudo presentarse algunas ocasiones en el Valle de Toluca amagando Ixtlahuaca y aun la capital del estado. En agosto de , por poco sorprende al general Aymar, que tuvo que pedir superadamente que le mandaran refuerzos desde el Distrito Federal En esa ocasión Régules había podido levantar más de  mil hombres regularmente equipados.  Por el mismo tiempo, Zacualtipan se llenó de gloria al resistir numerosos ataques de los imperialistas, al grado de que casi arrasaron el lugar. Por su parte, el legendario Nicolás Romero penetra al Valle de Toluca para dirigirse al sur, pero lo sorprende el comandante Valdés y lo detienen momentáneamente. En tal ocasión el liberalismo hubo de sufrir la pérdida del bravo guerrillero local Crescencio Morales, pero también el comandante Valdés resultó gravemente herido. Poco más tarde, Romero hace otra tentativa sobre Toluca, pero en esta ocasión ya está en la plaza el general D´Hurbal, que lo rechaza con grandes pérdidas. No obstante, Romero avanza sobre el valle michoacano y se presenta en Morelia de donde también es rechazado. Poco antes Berriozábal se había retirado en esta ciudad. Por desgracia también Nicolás Romero muere en esa época; yendo rumbo a Apatzingán lo sorprenden los imperialistas, cae prisionero y es pasado por las armas.  Todo  y  la pasan los patriotas en nuestra entidad haciendo la guerra de guerrillas o incorporados a otros ejércitos. Incluso los intelectuales que están en condiciones de hacerlo, toman las armas y se lanzan a la contienda. Altamirano lucha con Porfirio Díaz en Oaxaca; León Guzmán, que llega a capitán de caballería, combate al lado de los generales Negrete y Escobedo en las regiones del norte.

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 En febrero de , ya con el grado de teniente coronel, encontramos a José Vicente Villada tomando parte en las acciones de Michoacán, asimilando al Ejército del Centro que comandaba el general Arteaga. Tomó parte de la defensa de Villa de los Reyes, donde con una sola tropa, de unos  elementos, detuvo un ataque encarnizado de la reacción.  En marzo se presentó frente a Cuitzeo y la tomó para asistir más tarde al general Régules cuando asedió a Tacámbaro, donde los franceses presentaban como blanco a la familia del comandante a fin de conseguir que los atacantes se retiraran. Régules pese a todo, penetró a Tacámbaro infringiendo una gran derrota a las tropas extranjeras. Villada fue el principal factor de esa victoria. Más tarde se retiró de Tacámbaro para auxiliar a Régules y Arteaga en el ataque que dieron al coronel Lemus en Uruapan, donde se consiguió penetrar gracias a un golpe de imaginación y estrategia de don José Vicente.  Más tarde, los imperialistas se vengaron de esta derrota y del fusilamiento de Lemus, enviando contra Uruapan fuerzas muy superiores. La derrota fue total y los generales Arteaga y Salazar fueron fusilados. Así se hilaba en aquellos días.  En dicha acción también cayó prisionero el coronel Villada, pero se salvó de morir gracias a que, poco tiempo antes, se había negado a realizar algunas ejecuciones de contados jefes imperialistas: Méndez lo dejó libre y Villada se reincorporó a las fuerzas del Estado de México, entonces bajo las órdenes de don Vicente Riva Palacio.  A estas alturas es necesario recordar que a fines de , el general Uraga, nombrado jefe del Ejército del Centro, presionó hasta conseguir la destrucción de Felipe Berriozábal como gobernador de Michoacán, en virtud de que ya tenía la intención de traicionar al gobierno y estaba seguro de que aquél no lo seguiría en su defección. Maniobró hábilmente y pudo conseguir que nombraran a Juan B. Caamaño.  Meses después, tanto Uraga como Caamaño, dieron la espalda a Juárez, originando la proeza del coronel Villada que salvó al Ejército del Centro y lo volvió a poner al servicio de la república. Tocó entonces al general Riva Palacio hacerse cargo de la gubernatura de esa entidad, en la que sirvió sin dejar las armas. Finalmente, en  y a raíz de la sentida muerte del general Arteaga, Riva Palacio recibió el nombramiento de general en jefe del Ejército del Centro, organización militar cambiante, amorfa y hasta ese momento llena de traidores, pero que al pasar a manos de Riva Palacio tuvo una actitud ejemplar y les infringió descalabros definitivos a los imperialistas.

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 Por lo que toca a Berriozábal, desaparece del mapa del estado y concentra sus esfuerzos en Tamaulipas donde participó en la toma de Matamoros y otras ciudades de importancia. Al final de la guerra volvió a servir al gobierno. Villada se incorporó al Ejército del Centro e inmediatamente participa, a fines de , en varias negociaciones con el imperialista Méndez. Riva Palacio no parecía muy de acuerdo, pero Villada lo convenció, consiguiendo después que todos los republicanos liberales se pusieran a sus órdenes.  Desde sus comienzos, el comandante Villada se distinguió como un gran diplomático, excelente organizador, buen financiero y dotado de una gran facilidad para rehacer sus tropas, equipararlas y enaltecerles la moral. Aunque, desde luego, careció de la brillantez, de la magnética personalidad y el don de mando del general Vicente Riva Palacio, cuya carrera militar es tan meteórica como extraordinaria. En unos cuantos meses llegó a general y enseguida se hizo divisionario. Su talento, su honradez y su prestigio le ganaron la absoluta confianza y el pleno reconocimiento del señor Juárez que al encomendarle el Ejército del Centro tuvo una de sus medidas más afortunadas. Esta batería, que había estado fallando desde la cabeza, que no llegó al sitio de Puebla, que estuvo a punto de defeccionar, en manos de Riva Palacio se volvió un terrible instrumento de combate. 

A fines de  ya había ocupado gran parte del Valle de Toluca y amenazaba adentrarse más allá de Lerma, en tanto que el guerrillero Fragoso trataba de cerrar la pinza atacando a Cuautitlán, Texcoco y Chalco. Forey trató de contrarrestar las avanzadas liberales y destacó hacia Lerma una división al mando de La Hayrie, quien hizo que se retirara Riva Palacio hacia sus posiciones de Michoacán. Pero  días después regresó sobre Toluca y entonces el mariscal ya no tuvo más remedio que echar el resto al asador, mandando fuerte cantidad de tropas al mando de Delloye. Otra vez se retiró Riva Palacio, que en esa forma conseguía que los imperialistas se mantuvieran estancados en el Valle de Toluca, gran cantidad de efectivos que les estaban haciendo falta en el norte, donde Escobedo acababa de liberar a las entidades fronterizas, pudiendo Juárez radicar definitivamente en Chihuahua. También Corona les había quitado Jalisco. Díaz ya era dueño de Oaxaca y así sucesivamente.

 Por lo que toca a Ramón Corona, avanzó de Guadalajara hacia Morelia y tomó esa ciudad, donde fue recibido con gran entusiasmo por los patriotas. Ya se preparaba el gran asalto a la capital, por lo que el general Riva Palacio se retiró del Ejército del Centro, dejándolo en manos del general Régules y se decidió activamente a organizar una brigada con hombres del Estado de México deseosos de recuperar su tierra natal.

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 Cuando Corona avanzó hacia México, Riva Palacio le avisó que tenía   efectivos de caballería y que sólo esperaba equipar a sus infantes para caer sobre Toluca. El mismo mes de febrero de  consiguió su objetivo y se presentó en Toluca donde barrió materialmente al general Delloye. Aunque no se tiene la fecha exacta, se sabe que fue nombrado gobernador de la entidad. Estuvo ejerciendo unos días, hasta que a fines de febrero, salió con toda su tropa, a ponerse a las órdenes del general Corona, que marchaba al asedio de Querétaro, donde se había refugiado la corte imperial. Corte en plena decadencia, próxima a la extinción y cuyo fin había comenzado pocos meses antes, cuando Napoleón retiró sus tropas del país, cuando Carlota Amalia corrió por toda Europa buscando una ayuda que no le presentó nadie y terminó en la demencia. Ya sólo le quedaban al príncipe rubio, Puebla, la capital y Querétaro. Estaba jugando sus últimas cartas.  Gente de alcurnia, nacida en el estado, tomó parte en esa lucha. Estuvieron ahí, además del general Riva Palacio, el ya brigadier Villada, el coronel Ignacio M. Altamirano y el terracalenteño don Eulalio Núñez. Y muchos héroes anónimos que reciben por lo menos la sombra de los laureles ganados por aquellos notables personajes. Las tropas del estado tomaron parte especial en la toma de Casa Blanca y del convento de La Cruz, hazaña que abrió a los liberales las puertas de la cuidad.  Después de la guerra, el general Riva Palacio denegó los puestos que se le ofrecían y se retiró a la vida privada para triunfo y gloria de la literatura nacional, de la que es uno de los titanes más reconocidos. Su labor histórica, por lo demás, será dif ícilmente superada en mucho tiempo.  Por lo que toca al Estado de México, después de Lalane, en marzo tomó las riendas del poder el coronel Germán Contreras, quien estuvo hasta la elección constitucional del licenciado José María Martínez de la Concha, en diciembre de .  Un nuevo ciclo nacía para la patria.

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El juarismo en la entidad

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   se dirigió especialmente en contra del clero político que acaparaba las dos terceras partes de la riqueza nacional, manteniéndola improductiva. En sus escritos, el doctor Mora trasluce la idea de que los reformistas, siendo cristianos, lo único que le criticaban al clero eran sus posturas anquilosadas, su tradicionalismo y su intervención definitiva en los destinos populares, cuando en otras partes del mundo y desde siglos atrás, la Iglesia había sido reducida a su verdadero papel, en virtud de reformas hechas por los propios soberanos.

 En cambio, España y América se habían detenido en el tiempo. El clero era exactamente el mismo que regía en los tiempos de la Colonia. Tanto así que el propio Napoleón dio instrucciones a Maximiliano para que dejara en pie muchas de las reformas juaristas.  Estudios más cuidadosos y por gente más preparada tendrán que poner en claro que durante la Guerra de Intervención fue solamente el clero y los clericales, es decir, la parte más podrida del conservadurismo, los que maniobraron para hacerse de un emperador. Medida contraproducente para ellos mismos. Maximiliano no resultó lo que creían. Perdieron la contienda en forma total. La extrema derecha de entonces quedó descabezada y desarticulada, y si la Iglesia pudo salvarse, fue porque se plegó a los dictados del gobierno, porque los propios elementos oficiales eran católicos y porque se enconchó de manera conveniente hasta lograr otra oportunidad.  Durante la lucha contra los franceses y el Imperio tomaron parte muy activa, eficaz y hasta heroica, gentes de la reacción que cuidaban más que sus propios intereses, los intereses del clero. El partido republicano contó entonces con izquierdistas en extrema, con moderados y aun con un fuerte grupo de líderes conservadores. Sin ir más lejos, el general Negrete, que se portó a toda ley durante la lucha contra el Imperio.  Haciendo balance de jefes, veremos que ni González Ortega, ni Escobedo, ni Corona, ni Arteaga, ni Régules, decíamos, ninguno pertenece al sector que ya entonces se podía llamar socialista.  Cuando viene la paz y Juárez trata de hacer gobierno, estaba obligado a no pasar por alto los buenos servicios de tibios y conservadores. Máxime que muchos de ellos todavía portaban al frente una gran etiqueta de liberales, como Porfirio Díaz. Todos hallaron acomodo en el gobierno. Fueron gobernadores o jefes políticos o alcaldes y llevaron adelante algunas de las ideas reformistas de don Benito.  Ahora bien, ¿eran solamente transformaciones en el terreno religiosopolítico y económico-religioso las que se necesitaban? ¿Era suficiente con desamortizar los bienes del clero, separar la Iglesia del Estado,

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correr a las monjas de los conventos, secularizar los panteones, suprimir los tribunales y las gabelas parroquiales, para conseguir una verdadera evolución del pueblo mexicano?



Ya entonces se imponían reformas de otro tipo, una revolución más a fondo que tomara en cuenta los gremios de trabajadores, que realizara un principio verdadero de reforma agraria expropiado latifundios, que liquidara la discriminación social y racial. Pero Juárez y los hombres que lo siguieron en el gobierno sólo estaban decididos a llegar hasta cierto límite.



La Reforma es apenas una revolución de tipo burgués y antifeudalista. Como veremos más adelante, del propio movimiento surgen los plutócratas, especialmente de las familias de los caudillos liberales, que habrán de echarse sobre los antiguos feudos, sobre las tierras de la Iglesia y aun sobre las comunidades indígenas, para integrar los grandes latifundios, las célebres haciendas que le dieron parte de su colorido a los valles de Toluca y México y a la fuerza regional de terrateniente.



Dice don Mario Mena que no se le debe llamar Porfiriato, sino “Liberato”, ya que este régimen tuvo sus más profundas raíces en el señor Juárez y en los miembros “puros” del bizarro partido que venció a los franceses. Todos quienes vamos a encontrar en el turbio mangoneo de la riqueza mexicana, son juniors o nietos de los personajes que, como Ramírez, “entraban a los ministerios con una mano delante y otra atrás y salían de la misma forma”, de donde nace el dicho popular: “Abuelo pobre, revolucionario, hijo tibio y millonario, nieto fatuo y reaccionario”. Contra esta última generación de juaristas, fue que tuvo que levantarse el pueblo en .



En las postrimerías de su gobierno, el propio don Benito se echó la enemistad política de gentes como El Nigromante, que le achacaba haber olvidado al indio y a las clases populares, para arrojarse en brazos de los plutócratas, de los ingleses y, al final, hasta del propio clero. Guzmán y otros pensadores insistían en que la reforma agraria de Juárez, en vez de beneficiar a los campesinos, los había perjudicado. Primero destruyó las comunidades de indios, las lotificó para entregarlas a los pobladores y luego se olvidó de que el caso no era entregar la tierra en fracciones, sino organizar a los campesinos, darles crédito, etc.; finalmente protegió la propiedad privada al no fijarle límites precisos. Es decir, los hacendados pudieron echarse mejor sobre las tierras comunales obligando a los poseedores particulares a que se las vendieran, puesto que ya no existía la autoridad comunal. También los gobernadores de indios se aprovecharon quedándose con tierras de la congregación, casándose con mujeres blancas y formando familias de mestizos que, con el tiempo, engrosaron burdamente la sociedad de afrancesado abalorio que nos dejó la ingrata conquista napoleónica.

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 Hay que decir que parte de los liberales puros no se doblegaron jamás ante el dinero. Tuvimos la suerte de acompañar al poeta Rodolfo García en una ocasión que obtuvo, de una parienta, algunos documentos personales de León Guzmán. Pudimos ver que pese a los altos cargos que habían estado en su poder, al morir, sólo pudo legar a sus sobrinos (no se casó ni tuvo descendencia identificable) un pequeño rancho en Nuevo León y algo de dinero; total, cinco mil pesos cuando mucho.  Pasó igual con otros. Lástima que sus herederos pobres, sin el mismo carácter, sí tuvieron oportunidad de obtener provecho de los méritos de sus ilustres antepasados.  No sin razón el señor Juárez creía en ese instante que la tarea más urgente era la de pacificar al país y luego entrar en una etapa de recuperación económica, fortaleciendo la producción en el campo y sobre todo estableciendo comunicaciones e industrializando al país. En tiempos de este Presidente se inaugura el primer ferrocarril y se establecen algunas industrias, especialmente de hilados y tejidos, que más tarde habrían de producir también los primeros grupos de trabajadores con ideas socialistas.  Hay que reconocer sin el menor resabio los servicios que los juaristas prestaron a la patria. Pero tampoco se puede negar que el grupo fue la matriz donde se gestó el Porfiriato, al que Mena prefirió llamar “Liberato”. De  en adelante, las personas que ocuparán la gubernatura del Estado de México son, en general, liberales moderados, protagonistas, benefactores de la vida humana y muy consecuentes con los clanes hacendarios que por poco regresan al país a los tiempos de la Colonia.  La lucha contra el Imperio tuvo que ser causa eminentemente popular. Se trataba del suelo de la patria misma. Don Miguel Salinas cuenta que una fría mañana de febrero, Toluca registró la vuelta del Ejército Republicano a cuya cabeza marchaba señorial don Vicente Riva Palacio. Al otro día se organizó un alborozo popular, muy distinto al que había provocado la real presencia de los emperadores. En lugar del príncipe rubio y su consorte muñeca, las chusmas vistieron a un jumento con los atributos reales y lo pasearon por las principales avenidas, infringiéndole los peores castigos. Tampoco iban esa vez los elegantes oficiales galos, ni las perfumadas señoritas que se besuqueaban en francés. Iba todo el pueblo y algunos liberales de buen humor. Por eso las gentes decentes que ayer abrían sus ventanas para arrojar flores al emperador y a su comitiva de gentilhombres, ahora cerraban sus puertas y ventanas con siete llaves y se ponían en los rincones a devanar las cuentas del rosario. Al señor Salinas, según cuenta, sólo lo dejaron ver la peregrinación liberal desde una rendija de su ventana.

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Así empezó, así fue y así terminó la época imperial en Toluca. A los aristócratas los dejó nostálgicos, añorantes; al pueblo trabajador y a los intelectuales les dejó una positiva experiencia y una absoluta seguridad en las fuerzas del país. Juárez entró a México el mes de junio y comenzó a gobernar por decreto. El general González Arteaga hizo notar en repetidas ocasiones que don Benito había terminado su mandato y que, por lo tanto, a él, a González Arteaga, le tocaba gobernar como Presidente interino.



Todos los liberales estaban de acuerdo en que, hasta el día de la reconquista del país, Juárez tenía derecho a seguir en el poder con facultades extraordinarias. No así en el momento en que se restableció la relativa paz, murió Maximiliano y se volvió a los lineamientos constitucionales. Sin embargo, el habilísimo intrigante don Sebastián Lerdo de Tejada maniobró en plan legal para que se justificara la presencia de Juárez en el gobierno.



Porfirio Díaz, héroe de la guerra, campesino probo y político empecinado, se puso desde los primeros momentos de parte de lo que consideraba “La Ley” y estaba de acuerdo en que González Ortega debía ser el único y verdadero mandatario, mientras no se realizaran nuevas elecciones.



Juarista sincero, Díaz no estaba en contra del vencedor de los franceses, sino en contra de Lerdo de Tejada, a quien profesaba una especial animadversión. Pero, don Benito ya estaba muy fogueado y maniobró rápidamente para preparar y efectuar las elecciones. Para el mes de septiembre, por unanimidad, los congresos estatales volvían a señalar al salvador de la república, que en esos momentos estaba en el apogeo de su vida, de su habilidad y de su gloria, como Presidente constitucional.



Juárez no tenía contrincante posible en esos momentos. Ni siquiera dio tiempo a sus pequeños enemigos para que se organizaran. Los tomó descuidados, y cuando sintieron el golpe, ya lo tenían encima; no obstante, algunas facciones militaristas de Puebla, Aguascalientes, San Luis Potosí, Jalisco y Zacatecas, comenzaron a insolentarse a raíz de la nueva elección favorable a don Benito. No olvidaremos su reorganización de las tropas que dejó, líquidas, en  mil hombres, cuando había enrolado en la república más de  mil.



Los campesinos sinceros, los chinacos de verdad, volvieron con gusto a sus faenas. Pero las castas militares no querían abandonar el cuartel y erigieron como “salvador del soldado” nada menos que a don Porfirio Díaz, en los momentos en que este hombre todavía podía reputarse como liberal honesto.

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 Todavía en esas luchas no aparece personalmente don Porfirio. Lo que tiene de rebelde, lo tiene también de sagaz. Conoció las derrotas y sabe sufrirlas. Tiene cuatro años por delante para vigorizar sus filas. La realidad le demuestra que tenía razón, ya que Juárez en la plenitud de su poderío descarga golpes fulminantes sobre Zacatecas, donde barren a los sublevados el general Sóstenes Rocha y el general Escobedo. Otros pronunciados diluyen sus partidas y se retiran a sus labores cotidianas.  ¡Por fin, el señor Juárez se va a dar el gusto de gobernador cuatro años, sin problemas interiores y exteriores de alta gravedad! Para torear problemas chicos, Juárez ha demostrado ser un experto. Ya sólo la muerte podrá arrancarlo de la silla.

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Gobernadores juaristas

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   de México, las elecciones habían llevado a la gubernatura al licenciado José Martínez de la Concha, de amplísimo historial legislativo y a quien no podía reputarse de liberal puro. Al parecer, nuestra entidad estaba destinada a ser baluarte de los tradicionalistas. Los gobernantes que llegaban extremos, solían tener una permanencia muy breve en el mando.

 Maximiliano puso “moderados” y de la misma filiación puso Juárez. Una y mil veces se le ofreció el gobierno de nuestra entidad y otros honrosos cargos al general Vicente Riva Palacio y fue en verdad una lástima que no aceptara, pero el hombre no tenía madera oficial, como ya hemos visto.  El licenciado Martínez de la Concha gobernó muy poco. Los años, o las enfermedades, lo estuvieron obligando a pedir muy repetidas licencias, a los cinco meses ya estaban llamando a suplirlo al licenciado Cayetano Gómez y Pérez. Este personaje también de gestión muy breve, al menos se preocupó por reorganizar la entidad en sus aspectos políticos y administrativos más apremiantes. Proclamó un importante decreto que suprimía la división territorial por distritos militares, devolviendo su verdadera forma constitucional al estado. Renacieron los distritos y municipios, con algunas reformas dictadas por la experiencia y se pusieron en marcha los resortes oficiales, que eran los más sólidos y quebrantados.  A fines de septiembre cambió otra vez la cabeza del gobierno estatal, encargándose del poder, por otra licencia de Martínez de la Concha, el licenciado Antonio Zimbrón, en cuyo tiempo, según nos indica el maestro Romero, se emitió el decreto de declarar villa heroica a la de Tenango, atendiendo a los laureles ganados durante la guerra de Independencia por sus pobladores. Se creó también el distrito de Cuautitlán. Otro aspecto de trascendencia fue la integración de la Sociedad General de Geograf ía y Estadística que había de avocarse a la difícil tarea de delimitar exactamente el territorio de nuestro estado.  También el licenciado Zimbrón emitió la ley para que se restableciera en Toluca una agencia especial encargada de recaudar los fondos del Instituto Literario, e incrementarlos por todos los medios.  Pero al fin, en  se decidió a renunciar definitivamente Martínez de la Concha y el  de septiembre de  ocupó la primera magistratura, por enésima vez, don Mariano Riva Palacio.  ¿Y qué había sido de las Leyes de Reforma en nuestra entidad?  Por principio de cuentas, el señor Salinas asegura que el convento de San Francisco fue ocupado totalmente por las fuerzas liberales

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cuando dio principio la Guerra de Reforma y se usó varias veces como fortín y cuartel. Desde la Guerra de la Independencia había comenzado a tener usos semejantes.



En , bajo el gobierno de Berriozábal, se realizó la exclaustración casi simultánea de las otras congregaciones de Toluca, contando en especial a los carmelitas descalzos y a los mercedarios. La mayor parte de los edificios conventuales pasaron a poder del gobierno, mientras que los lugares de culto seguían abiertos a la comunidad. Puede verse, aun, que también dejaron en manos de los párrocos la mayoría de las casas curales.



Igual pasó con los conventos carmelitanos de Tenancingo (se dice que inmediatamente le echaron mano a sus tierras los extranjeros Limantour), y los grandes monasterios de antigüedad secular como Tepotzotlán, Acolman, Chalma, Malinalco, Zinacantepec, Metepec, Calimaya y algunos otros.



Las tierras incautadas se subastaron por las autoridades y comenzó, con esa raíz, el sistema hacendista de la república. Cierto es que las buenas gentes y los buenos párrocos solían decir que aquellas extensiones se harían infértiles porque eran “mal habidas” y “estaban malditas”. Pero los liberales no eran supersticiosos. Desde luego los Limantour no fueron en el Porfiriato ningunos mendigos. Y todavía no se sabe cómo le hicieron para conjurar el maleficio.



El señor Salinas sigue con minucia la vida y milagros de las instituciones católicas de Toluca, da pelos y señales de sus edificios, de sus ornamentos, de sus santos, de sus priores, de sus letrados. Pero se niega a declarar francamente lo que pasó en . Las fuerzas federales penetraron a los conventos y echaron fuera a sus habitantes. Allí se encontraron cosas tan santas como terribles, de manera que un velo de pudor vino a cubrir con toda rapidez el incidente.



Entre otras cosas, pudo demostrarse que habían sido refugio de traidores, nido de conspiraciones, arsenal y tesoro de los reaccionarios e imperialistas.



No hay decretos estatales que hablen de la confiscación, todo se hizo con base en la Constitución de  y las posteriores leyes reformistas dictadas en Veracruz. Fue un movimiento federal. El estado prácticamente se lavó las manos.



Para , la incautación por el gobierno de bienes en manos muertas y otras del mismo equipo reformista, ya eran viejas en la entidad, incluso comenzaron a reblandecerse. Los conventos persistían en casas particulares. El sacerdocio seguía influyendo definitivamente en los

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destinos de la comunidad. Los propios gobernadores liberales no pudieron prescindir de la ayuda del clero.

 Don Buenaventura Merlín, émulo de Orcillez y otros franciscanos que influyeron a beneficio de la comunidad, fue el factor determinante para que en tiempos de Riva Palacio se pudieran llevar a cabo algunas obras municipales. Este sacerdote urbanista, que construyó el gran tramo de portales que llevaba su nombre, que puso la primera piedra de catedral, tenía indudablemente algunas ideas avanzadas.  Y no se puede decir que encontrara en los plutócratas de Toluca verdadero eco a sus proyectos. Da la impresión de que la burguesía toluqueña hubiese saboteado durante mucho tiempo la construcción de la catedral. Se comenzó la obra en , bajo el gobierno blanco de don Mariano, después siguieron cuarenta años de positiva paz. Paz absoluta en relación con los tormentosos tiempos pasados. Empero no se pudo construir la catedral planeada por el arquitecto don Ramón Rodríguez Arangoity, ilustre hijo de Toluca. A fin de cuentas, dichos planos fueron a parar al museo y la catedral se hizo como se pudo.  Riva Palacio trató de remozar Toluca. Propició las obras de embellecimiento y se mandó levantar un palacio nuevo, también planeado por Arangoity, mientras los soldados de la guarnición limpiaban por su voluntad, aclaramos, el zócalo de impurezas y por vez primera en la historia se pudo plantar allí un grupo de árboles y hacer un jardín. Se abrió la Escuela de Artes y Oficios, se establecieron primarias para niños y niñas. Y en  volvió a dirigir el Instituto don Felipe Sánchez Solís.  Es en este tiempo en que se proyectaban las reformas educativas de nivel universitario, se especifica debidamente lo que debe ser la instrucción secundaria y la preparatoria y se crean una serie de nuevas carreras como: Agricultura y Veterinaria, Comercio, Administración y de Ingenieros.  Tanto la Escuela de Artes y Oficios como las nuevas carreras, obedecían a las necesidades de aquel momento en que la nación iba a comenzar a evolucionar positivamente. Se necesitaban técnicos para el campo y técnicos para la industria y la construcción. A todas estas reformas debía venir aparejada la inclusión en la nómina magisterial de maestros positivistas, afiliados al movimiento de Barreda y Justo Sierra y de los que todavía estamos oyendo hablar como de encumbrados personajes de la ciencia y la pedagogía.  Es la generación de Agustín González, del vate Garza, de Villarello y Anselmo Camacho, del maestro Mier, etc., que se debía encargar de la preparación de las generaciones revolucionarias. Otra importante

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

aportación de Riva Palacio es que realiza el sueño dorado de Arizcorreta: la promulgación del primer Código Civil para el Estado de México. Poco más tarde, en , habrá de decretarse el Código Penal.



En  se promulga la Nueva Ley Orgánica del Instituto, en nivel muy superior al que había tenido, con lo que principió otra de las grandes épocas de la noble escuela.



Pero Riva Palacio, hombre constructivo, no supo o no quiso defender a la entidad, cuando en  le aplicaron los dos últimos golpes de importancia. En menos de cuatro meses, quedaron fuera de nuestra jurisdicción  mil kilómetros cuadrados del norte y  mil del sur. El suceso pasó como desapercibido. ¿Qué habían alegado en su favor los hidalguenses? ¿Qué en contra del gobierno de Toluca? ¿Acaso estaban cobrando su parte en la Guerra de Intervención? ¿Pelearon y sufrieron menos las gentes del valle de Toluca, que las de los llanos morelenses?



Puede significar algo el hecho de que, pocos años más tarde, la entidad de Morelos estaba en manos de  familias connotadas, que eran las dueñas efectivas de todo el territorio. Y por lo que se refiere a Hidalgo, el ferrocarril atravesaba más de ciento sesenta kilómetros por tierras que eran de la propiedad exclusiva de los Escandón. Así que los Escandón no eran de Hidalgo sino al revés…



El hecho es que, durante , el Estado de México redujo sus fronteras a lo que es hoy, con algo más que habrían de quitar para la engorda del Distrito Federal. No sabemos que hubiera protestas enconadas. Que el gobierno interpusiera algún recurso. Se concretó a ratificar lo más pronto posible los decretos federales. Así, los únicos estados que tienen nombre de personaje histórico: Guerrero, Morelos e Hidalgo, se integraron a costillas de nuestra entidad federativa.



Don Prisciliano hubiera hecho una pregunta de lo más inoportuna: “¿es, señor, que se quiso convertir a esta infeliz entidad en botín de la Independencia… y sus herederos?”



De Riva Palacio se dice generalmente que duró en el poder estatal de  a , pero lo cierto es que gozó de innumerables licencias, cubiertas sin mayores apremios por don Valentín Gómez Tagle, que estuvo dos veces, Urbano Lechuga, Manuel Zomera y Piña y Antonio Zimbrón. Parece que don Mariano estaba en edad tan provecta que tuvo que pedir permiso cinco veces “por enfermedad”.

[  ]

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Don Alberto García y José Zubieta



   Estado de México, ya reducido a su máxima expresión, hay que decir que nunca dejó que los enemigos del juarismo volvieran a sentar sus reales en su territorio, pues las administraciones locales se mantuvieron fieles a don Benito, pese a que don Porfirio, el héroe del  de abril, ganaba terreno en otros estados de la república.

 Los descalabros de la administración prácticamente dirigida por Lerdo de Tejada eran atribuidos por el pueblo a la sagacidad, al orgullo desmedido y la indolencia de este funcionario que, al parecer, nunca contó con la simpatía pública. En cambio, don Porfirio, además de héroe, había sido un honrado y eficiente administrador. Al finalizar las hostilidades contra los imperialistas, el jefe oaxaqueño había sido el único en entregar un sobrante de  mil pesos, en tanto que el resto de los jefes habían tenido sólo pérdidas.  Por ello, al iniciarse la nueva campaña electoral en , los únicos candidatos de consideración eran Juárez y don Porfirio. Se hicieron las elecciones, votaron las cámaras de los estados… y ninguno de los “muchos” candidatos tenía votos suficientes como para merecer la primera magistratura. Quedando en manos del Congreso de la Unión decir la última palabra. Y la dijo a favor de Juárez.  Este sistema, no muy ortodoxo de elegirse, concitó el furor de los porfiristas que se levantaron en algunas entidades del país, al mando de generales de no poca importancia como Negrete, García de la Cadena, Donato Guerra, Treviño y otros.  Al originarse las primeras acciones en Zacatecas y Tampico, Porfirio Díaz había permanecido en la capital en un extraño plan de indecisión. Por fin se dirigió a Oaxaca y en la hacienda de La Noria proclamó su plan revolucionario que, por cierto, lleva como principal membrete la “no reelección”.  En una de sus partes asienta: “que ningún ciudadano se imponga y perpetúe en el poder, y ésta será la última revolución”. Cosa que demuestra que, en verdad, Díaz tuvo grandes e imperdonables defecciones. Empezó predicando contra lo que había de practicar después.  Rápidamente fue derrotada la Revolución de La Noria y don Porfirio se vio presionado a huir a los Estados Unidos.  Con la nueva administración juarista, fue electo gobernador constitucional del Estado de México el licenciado Jesús Alberto García, legislador de grandes dotes, que estaba en ese puesto cuando sorprendió al país, en julio de , la súbita muerte del señor Juárez. El país se vistió de luto. Se rindieron grandes honores al héroe indiscutible de la Reforma

[  ]

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

y la Guerra de Intervención. En Toluca, el sector estudiantil adoptó desde entonces la costumbre de celebrar especialmente la fecha del  de julio, en honor al ilustre desaparecido. Don Alberto García gobernó un año y meses con más o menos eficacia y sentido progresista.

 Entre los decretos que emitiera este ilustre abogado se nota su preocupación especial por las cuestiones educativas. Creó las juntas de la instrucción pública, de las que dice Javier Romero Quiroz: 

Por decreto del  de octubre de , publicado por el licenciado Alberto García gobernador constitucional del estado, se estableció en cada cabecera municipal y municipio, una Junta de Instrucción Pública, para nombrar preceptores, vigilar las escuelas, proponer al Ayuntamiento los gastos para libros, proponer el aumento de escuelas y dotaciones.

 Pocos meses después, el licenciado Alberto García emite una serie de decretos en los cuales se adelanta a su época y aunque permanece en el laicismo de la enseñanza, revoluciona las formas ya que: “El artículo º declaró que la instrucción pública primaria en el estado, era obligatoria y gratuita para todos los menores de doce años y mayores de cinco.”  Agrega Romero Quiroz: “esta ley es modelo entre las de su tipo y debe ser conocida por todos los investigadores, comprendiendo todas las ramas de la instrucción pública y recaudaciones”.  Las altas intrigas políticas, la muerte de Juárez y la llegada al pleno poder de don Sebastián Lerdo de Tejada, hacen que don Alberto García renuncie en octubre de , quedando como gobernador el licenciado Celso Vicencio, hombre de la raza indígena pura, que había de destacarse en un gran periodo de nuestra historia política como precursor de la Reforma Agraria y benefactor de los indígenas.  Hay que decir que el profesor Romero Quiroz está a punto de publicar un libro donde se refiere que Toluca no se llama “de Lerdo” por don Sebastián, sino por Miguel, hombre de gran personalidad desde la época prejuarista. Asegura el referido investigador que Toluca adoptó como la segunda parte de su nombre el apellido “Lerdo” en , días en que don Sebastián era un oscuro liberal que había tomado parte muy relativa en la Guerra de Reforma, en tanto que don Miguel, ya había acumulado méritos como para merecer el homenaje.  Este otro Lerdo de Tejada, don Sebastián, de gran inteligencia, fino para la intriga, era dominante y dictatorial, no sólo sentía desprecio por el pueblo y sus enemigos, sino aun por las leyes que estaban seguros de poder manejar a su antojo. Se hizo elegir con toda facilidad para un

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

periodo constitucional de  a  y prosiguió el mismo plan de trabajo de Juárez, ya que podía presumir de haber dirigido casi todos los aspectos de la administración en el último lustro.

 En sus días se inauguró el primer ferrocarril, México-Veracruz, y las Leyes de Reforma pasaron al rango de constitucionales. Este último detalle acaecido el  de septiembre de , tenía que levantar la ola de sangre en el país. Los curas de los estados de México y Michoacán levantaron en armas a las poblaciones y al grito de “viva Cristo Rey”, realizaron una serie de provocaciones en gran parte del Valle de Toluca. Estuvieron a punto de apoderarse de Zinacantepec y llegaron a las puertas de la capital. Fueron los primeros “cristeros” y ya la gente los llamaba con ese nombre.  Más peligroso fue el levantamiento de El Tigre de Alicia, Manuel Losada, a quien dificultosamente pudo batir el general Rocha. Puede decirse que Lerdo también pudo pacificar relativamente el país y dedicarse a ciertas labores administrativas que eran de suma urgencia. Por su inhabilidad, no consiguió gran cosa. Aunque necesitaba fondos, no quiso aceptar dinero de los americanos temeroso de que, a la larga, el coloso del norte pudiera devorar a México. Tampoco trató con otras potencias europeas.  Lerdo es de los presidentes que, por su aristocratismo, no es capaz de ligar a su carro a los liberales.  En , cuando se presentó la hora de las nuevas elecciones, ya Porfirio Díaz “estaba maduro”, todas las cosas se habían puesto en su favor. Aunque Lerdo, en una burda maniobra quiso reelegirse, Díaz lo liquidó con base en la Revolución de Tuxtepec, abanderada por la “no reelección” y que terminó por acaparar las simpatías generales en el país.  El período lerdista, lo cubre en el Ejecutivo del estado el licenciado Alberto García, con una cantidad tal de licencias solicitadas y concedidas, que mueven a asombro. Desde  hasta , lo suplen por días o por meses, los siguientes personajes: Celso Vicencio, cuando se combatió a los cristeros, el licenciado Dionisio Villarello, el también licenciado Gumersindo Enríquez, otra vez Villarello por ser presidente de la Corte de Justicia del estado, finalmente un coronel Nolasco Ruis, poco antes de que resultara electo para un período constitucional don Gumersindo Enríquez.  ¿Se trató de ausencias del licenciado García, por enfermedad, por viajes, por “catarros políticos”? De todos modos, cada vez que este gobernador volvía y tomaba las riendas del poder le bastaban unos cuantos meses para decretar cuestiones de importancia y revisar

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

minuciosamente la Hacienda. En , este gobernador expidió el Código Penal para el Estado de México y, un poco más tarde, el Código de Procedimientos Judiciales.

 El  de marzo de , el licenciado Gumersindo Enríquez fue electo para un nuevo período gubernamental, que inició con mucho entusiasmo, pero que pronto habría de ser interrumpido por la Revolución de Tuxtepec. Deseoso de impulsar todas las ramas de la producción, Enríquez convocó en el mes de septiembre a la primera Exposición de Productos Naturales, Minería, Agricultura, Industria, Ciencias y Bellas Artes, dejando establecido por decreto que dicho trabajo se debía realizar cada dos años.  Decreta a la vez que los productos sustanciales de la exhibición que puedan conservarse, integren un museo, el Museo Hidalgo, que podría considerarse como el más remoto antecedente de los museos de artes populares. 

Por desgracia, en esos mismos días el general Juan N. Mirafuentes se levantó en el Estado de México con la bandera de Tuxtepec y en rápida escaramuza, como sucedió en todo el país, se apoderó del valle y de la capital, que ocupó a fines de noviembre o principios de diciembre. Enríquez, lerdista connotado, tuvo que renunciar a la primera magistratura que inmediatamente pasó a manos del general porfirista Felipe N. Chacón.



Poco después, Chacón entregó el mando político y militar a Mirafuentes, quien fungió como interino hasta marzo de , cuando fue electo para un período constitucional. De este general se cuentan cosas interesantes sobre algo de cultura y algunos atributos de estadista. Pero muy pronto comenzó a enfermar, en  pidió su primera licencia y un año después murió, ya cuando el porfirismo estaba perfectamente instalado en el país.

 En este momento aparece en el horizonte político del estado otro juarista de gran significación, el licenciado José Zubieta, que ocupó por primera vez la gubernatura, supliendo a Mirafuentes, el  de abril de . Es cierto que Zubieta estaba en plan demasiado provisional, de emergencia, por mecánica de la que en septiembre entregó el poder al licenciado Juan Chávez Ganancia, que no estuvo ni dos meses al frente de los destinos de la entidad. Ganancia muere el  de noviembre y otra vez, automáticamente, vuelve a subir don José Zubieta. Pero como resultaba urgente volver a la constitucionalidad y hacer la respectiva consulta al Congreso a fin de que eligiese a quien debía terminar el período iniciado por Mirafuentes, unos días, subió al poder el doctor Mariano Zúñiga, ya como una carta que el licenciado Zubieta se estaba jugando para ganar las próximas

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elecciones. Y las ganó, por lo que pudo comenzar su primer período de gobierno constitucional el  de marzo de  y lo terminó el  de marzo de . Seguro para no alterar el lema político de Tuxtepec, “no reelección”, en ese año se designa gobernador constitucional para un nuevo período al general Jesús Lalane. Pero ni siquiera inicia su gestión, pide permiso y, naturalmente, el mando vuelve a caer en manos de don José Zubieta, que varias veces es nombrado como interino; finalmente el  de septiembre de  se le escoge para terminar el período constitucional que deberá concluir en .

 En esas condiciones, Zubieta no dejó de gobernar un solo momento, fue nueve años el árbitro de los destinos políticos de la entidad y lo hizo con acierto en muchos ramos. Es el gobernador del estado que corresponde al Bajo Porfirismo, la época en que todavía hasta don Porfirio era gente bastante liberal.  Con Zubieta se termina en el Estado de México el verdadero juarismo, el constructivo, el originado en la Reforma.

[  ]

Índice

  

 

 

  

                 





.   Melchor Múzquiz



José María Luís Mora



Lorenzo de Zavala



Un decreto reformador



El liberalismo y la educación



Decreto que ordena la fundación y erección del Instituto Literario



Francisco Modesto de Olaguíbel



Los institutos de provincia



Felipe Sánchez Solís



Ideario pedagógico de Sánchez Solís



Manuel Alas



.   

[  ]

Nuestros constituyentes de 



Un voto particular



Ignacio Ramírez



Ramírez y el indio



El peregrino de Tixtla



León Guzmán



A J

A N T O L O G Í A J U A R I S TA

El periodismo liberal



El Payo del Rosario



.   

[  ]

Un monte fatídico



El general Plutarco González



José Vicente Villada



    

 

                     



Triunfo de la Revolución de Ayutla. Constituyentes de 



El estado, botín de Ayutla



Plutarco González



La Guerra de Reforma en el estado



La Intervención Francesa



Coterráneos en Puebla



Maximiliano en Toluca



Riva Palacio



El juarismo en la entidad



Gobernadores juaristas



Don Alberto García y José Zubieta



Se terminó de imprimir en septiembre de , en los talleres de XXXX. La edición consta de   ejemplares y estuvo al cuidado del Consejo Editorial de la Administración Pública Estatal. Redacción y corrección de estilo: Blanca Leonor Ocampo, María del Carmen Rivero Quinto e Iván Castañeda. Concepto editorial y diagramático: Juan Carlos Cué y Hugo Ortiz. Supervisión en imprenta: Pedro Ortega. En la formación se utilizaron las tipograf ías Warnock Pro, diseñada por Robert Slimbach para Abobe Systems Incorporated (en cuerpo de texto) y Spirare Littera, diseñada por Juan Carlos Cué para Small Caps Studio (en cabezas y títulos).

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