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CALZADA DE VALDUNCIEL: PALABRAS, COSAS Y MEMORIAS DE UN PUEBLO DE SALAMANCA Pascual RIESCO CHUECA
Éste es un libro que trata de palabras y de un pueblo. El recopilador agradece con efusión todo lo aprendido en corrillos y tertulias, donde la materia prima del texto ha venido rodando de boca en boca desde un pasado que hace de su infancia casi un presente. Allí perduran, con el suave son de su voz antigua, los ausentes. Evocar a mi padre, Luis Riesco, que vivió tanto tiempo lejos de Calzada, cerca de su recuerdo, es para mí tan necesario como citar al propio pueblo. En la cadena de fonemas de las palabras que le traían regusto calzudo encontraba un talismán de inagotable magia. Otras voces difuntas lo acompañan: Francisco Riesco, Saturnina Bravo, Soledad Escribano, Lucía Riesco, Carmen Riesco, Pepe Fraile, Delfina, Empera –mezcladas con comezones que recriminan al distraído aprendiz que les fui–. Pero más recientes entrevistas y consultas han puesto un barniz de rigor sobre la asimilación pasiva de aquellos años. Me es de particular importancia subrayar la ayuda prestada por mi tío Ángel Riesco, catedrático de Paleografía y Diplomática en la Complutense. Con mirada atenta, ha enriquecido y depurado escrupulosamente el texto, añadiendo numerosas entradas y matices nuevos. Debo mucho a mis tíos Teodoro Riesco y Tomasa de San Dámaso; a la señora Martina Gallego, riquísima en memorias; a Garcilaso, fino y sabio; a Jerónimo Luengo, de tan valiente ingenio; a Pepe el albañil, que contaba una aleluya del gavilán y Pocopuede; a Tomás Villanueva y Ángela Lorenzo, egregios documentadores de la cultura labradora; a Antonio Gordillo, que ha revisado y enriquecido a conciencia el documento, a la vez que aportaba sus ilustraciones y notas; a Germán Gordillo y Julia González; a Isabel Bravo Luengo; a Cipriano Pedraz, y a Upe, Marce y Mari; a María Terrero; a Fermín Ledesma; a Juan Rodríguez; a Toñi Bravo; a mis primos todos; a mis amigos de pandilla, Juan Luis, Miguel Ángel, Santi, Carlos, Antonio Luis ―los chicos―, y las niñas a las que, con agradecidos ojos, veíamos a veces sumarse a nuestras tardes: Ceci, Encarna, Marimar, Mili, Piedad, Manoli, y no puedo olvidar a las otras. Por parte del ayuntamiento de Calzada, el actual alcalde, Román Hernández Calvo, en contacto con los servicios de la Diputación de Salamanca ―a quienes agradezco su buen hacer―, ha puesto los medios para dar vida a este libro. La aportación de Román no se ha limitado a lo administrativo: sus conocimientos de cartografía automática han convertido mis balbucientes planos del término en unos pliegos nítidos que ilustran la toponimia del lugar. Carmen Pedraz, por otra parte, y otros vecinos de Calzada han acopiado fotos provenientes de los archivos familiares del pueblo, generosa colecta de imágenes que ahora pone animación a estas páginas. Con honda gratitud a todos ellos y a tantos otros, estén presentes o ausentes, y al aprendizaje, siempre insuficiente, que con ellos cosechamos y llevamos a la era, queden estas líneas en germen como humilde monumento a nuestras vidas y a las de todos nuestros antepasados.
Índice 0. INTRODUCCIÓN: LA CULTURA LÉXICA Y ONOMÁSTICA DE UN PUEBLO SALMANTINO COMO ACCESO A SU DESCRIPCIÓN ETNOGRÁFICA 0.1. El mundo verbal de Calzada: léxico, refranes, canciones, topónimos y antropónimos 0.2. Boceto descriptivo de Calzada de Valdunciel 0.3. Contenido y propósito del libro 1. LÉXICO 1.1. Lista de palabras seleccionadas 2. REFRANES, EXPRESIONES Y COMPARACIONES RECOGIDAS EN CALZADA. VESTIGIOS DE UN CANCIONERO CALZUDO 2.1. Refranes y expresiones populares 2.2. Vestigios del cancionero calzudo 2.3. Calendario agrícola popular recogido en Calzada, de una señora mayor que lo recordaba de memoria (Carmen Riesco Riesco) 2.4. Canción de arrieros y viandantes (retahílas o aleluyas geográficas) 2.5. Licencia de bodas 2.6. La naranja y el limón 2.7. Cánticos al Cristo de la Piedad 2.8. Consejos del hijo del Tío Clamores a los labradores 3. ONOMÁSTICA: TOPÓNIMOS Y NOMBRES DE PERSONAS Y ANIMALES 3.1. Toponimia 3.1.1. Toponimia popular 3.1.2. Términos apelativos frecuentes en la toponimia local 3.2. Nombres de personas 3.2.1. Apellidos 3.2.2. Distribución actual en la provincia de Salamanca de algunos apellidos antiguos de Calzada 3.2.3. Antroponimia popular 3.2.4. Antropónimos como nombres de lugar en Calzada y su entorno 3.2.5. Microtopónimos familiares 3.3. Nombres de animales 3.4. Nota final 4. BIBLIOGRAFÍA 4.1. Libros, artículos, diccionarios y cartografía 4.2. Páginas web con glosarios dialectales, datos etnográficos o toponímicos consultadas 4.3. Siglas de fuentes documentales
0. INTRODUCCIÓN: LA CULTURA LÉXICA Y ONOMÁSTICA DE UN PUEBLO SALMANTINO COMO ACCESO A UNA DESCRIPCIÓN ETNOGRÁFICA 0.1. El mundo verbal de Calzada: léxico, refranes, canciones, topónimos y antropónimos La pareja palabras y cosas es de ilustre resonancia, ya anclada en la escuela etnográfica y filológica de Hamburgo, ya ligada al nombre de Foucault, o sobrepuesta a algunos hermosos trabajos descriptivos de pueblos y aldeas europeas. Apelar a este lema de las palabras y las cosas, sea como método o como coartada, equivale a incurrir en varios riesgos, entre ellos, sin duda, el de ser tildado de imprudente; o, si no, de rezagado, epígono o anticuado. En efecto, a nadie podrá ya deslumbrar como novedad metodológica el juego de describir un trozo de realidad pasando revista a las palabras que la acompañan; y nadie podrá acceder a un cenáculo selecto, al que pertenecen nombres queridos de la erudición y del pensamiento, con sólo colocar la etiqueta palabras y cosas al frente de su incierta obra. Y más cuando las cosas de las que se habla apenas gozan ya del estatuto de lo viviente, o cuando su evocación está irremediablemente transida de nieblas y vicios sentimentales. La cultura material de un pueblo solía componer una signatura vieja que cifraba, con combinatoria irrepetible, la estrategia detallada del vivir cotidiano. Las palabras usadas en el lugar tenían también estatuto de vecindad y allí habían evolucionado desde las magmas del romance en compañía de los objetos y las prácticas a los que designaban. Los pertrechos de trabajo y los materiales de las casas eran el ajuar que casaba a la comunidad con el tiempo, y en este matrimonio de palabras y de cosas, los años pasaban con suave declinación, trayendo sólo las inflexiones de la gramática histórica o la mudanza de las guerras e invenciones. Calzada tuvo sin duda un mundo verbal propio, no en el plano absoluto de las diferencias nacionalistas, pero sí en el nivel, más noble quizá, de los matices. Las fórmulas lingüísticas de los pobladores medievales, en mosaico rural de etnias (francos, castellanos, vascones entre otros), se habrán amagado al abrigo del ramalazo leonés que por aquí prosperó, amparando el occidente de estas provincias bajo su fronda de tan dulce son. Ahora que las prendas del vivir antiguo, los utillajes y los utensilios van reculando hacia los sobrados o hacia el camión de los anticuarios, el dipolo palabras y cosas se enturbia con un tercer vértice fantasmal, la memoria. Hay el mundo sensible, hecho de contemporaneidad, de globalización imperfecta y resabios localistas, de pantallas y redes; este mundo tiene sus palabras que nos arrullan y nos arrollan; y hay el mundo invisible de las memorias, donde se refugia el murmullo de los antepasados y los escalofríos de la adolescencia. La cultura material que se registra con esta lista de palabras es ya, más que material, fantasmal. Y sin embargo, el léxico y la toponimia y hasta la antroponimia que aquí quedan guardados –con tantas ayudas- son fieles a este pasado o a este espectro de pasado. Así pues, lo que sigue es un borroso y abreviado intento de Lexicon-Onomasticon Calceatae, si Corominas y el pudor admiten el irreverente empeño; o, dicho de otro modo: una descripción de Calzada hecha desde sus nombres comunes y propios. El compilador es consciente de que su saber no le autoriza a dar la última palabra sobre estas palabras reunidas; y de que la provisionalidad y la ilusión son signos que flotan sobre el texto. Y más si se piensa en la densa cosecha de monografías lingüísticas sobre las hablas leonesas y el occidente castellano; o en la riqueza de descripción del léxico salmantino, ya ilustrado
tempranamente por Lamano, o incluso por Unamuno, cuyas cartillas recogidas durante felices excursiones han salido a las prensas no hace mucho. Pero algo tiene el tiempo que aspira a ser contado; y aunque el mirador sea humilde y la ventana vital nos deje ver tan poco como la tronera de mazmorra del que cantaba “que por mayo era, por mayo”, ¿quién nos libra, si nos dejan, de escribir lo que podemos? Por eso sale a la luz este texto, con las inevitables humildades de lo incompleto y con clara conciencia de llegar tarde, cuando gran parte de encanto que habitaba sobre este rincón de la Armuña se ha ido con el soplo de los vendavales mediáticos. Entre el barro, bajo el tamo, sobre los siglos, ¿quién nos dice la gracia perdida que habrá andado por estas tierras?: mujeres valientes y sabias, labradores sentenciosos, arrieros que sabían contar, mozas que ocultaban ilusiones en el refajo, rapaces sensibles que vieron girar el mundo como un barco de inmensidades... tanta finura enterrada, y sólo quedan algunas palabras para reconstruirla. Sabios serían, en su arqueología popular, los que pusieron la lápida de la mujer yacente como brocal de Fuentebuena; o los que alinearon trozos de miliarios o restos de la ermita de San Sebastián como pasaderas del regato; o los que subieron a la torre animales grotescos de la vieja iglesia, a velar como campaneros; o los que aprovecharon los capiteles románicos para soportar la tribuna, o pusieron al rey a dormir escuchando en su modorra cien mil misas por venir, en un lateral de la iglesia. Y artistas eran los que dieron legado de palabras, dichos y gracejos a sus sucesores, herederos de corroblas y meriendas en las tierras, de tardes lluviosas en la fragua o en la taberna, de asientos y pintas de vino en las gradas del concejo, de Incarnatus en la tribuna, de corrillos de verano, honrados por sillas bajas y mujeres gobernadoras del amor y los hilos del tiempo. En honor de todos ellos, agrupados en su dulce silencio de ausentes, y en honor sobre todo de los que no recordamos, y que un día fueron juventud y ojos abiertos a las tardes y al vuelo de las aves y las nubes, este texto se pone en pie como tribunal de tesis, con emoción sin duda insuficiente, con lucidez hipotecada, con torpe residencia en lo contemporáneo, pero con reverencia total a la sagrada tierra que, rodante hacia el azar, los guarda en sus barros desconocidos.
0.2. Boceto descriptivo de Calzada de Valdunciel El pueblo de Calzada de Valdunciel se sitúa a 14 km de Salamanca, a una altitud de 801 metros sobre el nivel del mar, con una superficie de 20 km2. El municipio cuenta con una población de unos 600 habitantes. Miñano (1828) dice del pueblo: “situado en una llanura que baña por el norte un arroyo que por una espaciosa pradera baja a Forfoleda y entra en el Cañedo. Está en la carretera que conduce desde Salamanca a Zamora. Abunda de buenas aguas. Produce granos, legumbres, ganados y leña”. Calzada pertenece al antiguo cuarto de Armuña, comarca salmantina renombrada por sus extensos campos de cereal, sabrosos garbanzos y horizontes anchurosos. Su situación geográfica convierte a Calzada de Valdunciel en un lugar de pasaje y transición. Desde Salamanca, la carretera hacia Zamora y León se adentra por las extensiones armuñesas cruzando un paisaje rico en resonancias de Unamuno (“Oh clara carretera de Zamora, soñadero feliz de mi costumbre”). Calzada es el último pueblo antes de salir de la provincia y de la Armuña. Poco más adelante, en la alquería de Huelmos, se pasa la rivera de Cañedo, detrás de la cual se alza la gran masa boscosa de encina, alcornoque y quejigo que reviste el macizo de Valdelosa-Santiz. Hacia el oeste de Calzada, una carretera local va al encuentro de Forfoleda, Torresmenudas y otros pueblos ribereños del citado Cañedo, que ahonda su curso entre dehesas hacia la no lejana Ledesma. Hacia el este, en cambio, otra carretera se adentra en el corazón, dorado de espigas, de la “calva Armuña” (Unamuno). La denominación tradicional de las vías romanas ha sido calzada y nuestro municipio no es excepción: por Calzada de Valdunciel discurría el Iter ab Emerita Asturicam, más conocido como Vía de la Plata. Este importante eje estructurador ponía en conexión a Mérida con Astorga y su entorno minero. Cerca de la actual Zamora, un ramal se dirigía a Zaragoza. Calzada conserva un monumento funerario romano, el pretil de la llamada Fuente Buena, en la salida hacia Valdunciel. Se trata de una estela de granito con un interesante motivo tallado: una figura femenina yacente de medio cuerpo, con la mano derecha descansando bajo el pecho y la otra asida a un recipiente para libaciones, tal vez de hidromiel. Los extremos del epígrafe y del remate superior están cortados, probablemente para adaptar la estela a su función de brocal. Parece tratarse de una estela bajo-imperial, fechable entre el s. II y el IV, y que tal vez sea indicio de la presencia en las proximidades de la vía de algún caserío romano o villa, o incluso de un pequeño núcleo rural ligado al camino. En cuanto a la fuente, pertenece a un tipo constructivo que debió de ser común desde la Edad Media, de sillares y bóveda, como las que perduran en las vecinas localidades de Naharros y Valdelosa. La antigua calzada cruza el pueblo por la mitad, coincidiendo en gran parte su recorrido con el de la Calle de Santa Elena, en cuyo extremo del sur pervive el topónimo la Cruz de Santiago, que hace referencia a una ermita antigua y tal vez alude al uso medieval de este trazado para la famosa peregrinación compostelana. Atravesada la plaza cerca del frontón, la vía discurre por la antes llamada Calle o Calzada de Zamora (actualmente rebautizada Ruta de la Plata), dejando atrás las casas del pueblo al pie del arroyo de la Vega. Allí pueden apreciarse vestigios posiblemente vinculados a la vía romana. En efecto, cerca del camino, una hilera de grandes piedras (pontones) servía de pasadera peatonal para el citado arroyo. Algunas de ellas, de robusta forma cilíndrica, han sido identificadas como fragmentos sin epigrafía de miliarios, es decir, marcadores de distancia
del antiguo trazado romano. Roldán Hervás, que estudió detenidamente los pontones, apunta otras posibilidades, aunque la hipótesis romana parece verosímil dado el parecido entre estos restos y los miliarios completos que se han encontrado en la provincia de Salamanca acompañando a la misma vía. Otras de las piedras pueden provenir de edificaciones medievales, tal vez de ermitas próximas ya derruidas. Una de éstas conserva un nicho rectangular sin inscripción. Desde aquí, el camino avanza decididamente hacia el norte, franqueando una loma a través de un tajo artificial que, aunque profundizado posteriormente, debió de ser excavado en su inicio por los autores de la obra romana. La iglesia parroquial, bajo la advocación de Santa Elena, corresponde en su conjunto al s. XVI. Es de nave única, con armadura simple de madera a dos aguas sobre grandes arcos transversales, retablo del XVIII en la tradición de Churriguera, y tribuna a los pies sobre arcos rebajados y columnas itálicas. La portada principal, en el flanco sur, y la ventana de la capilla mayor fueron rehechas hacia 1720. Se conservan interesantes restos de lo que debió de ser la anterior iglesia, que como las vecinas parroquiales de Forfoleda y Torresmenudas, sería románica del siglo XII o XIII. En el exterior se observa un resto de muro en el flanco norte y acceso a la sacristía, así como unos grandes canes con figura humana que se asoman, como pétreos campaneros, al cuerpo alto de la torre. En el interior persisten dos columnas bajo la tribuna, con capiteles románicos de hojas, de simple y hermosa labra. Empotrada en uno de los arcos de la nave, se conserva asimismo una escultura de estilo gótico, probablemente del s. XIII, que representa a un rey, con cruz y globo en las manos. La figura aparece enmarcada en un doselete compuesto por un arco ojival sobre columnas coronado por torrecillas. Probablemente, la escultura fue trasladada de la iglesia antigua al realizarse la nueva obra en el s. XVI. Es de destacar asimismo la imagen del Cristo de la Piedad, de gran devoción en Calzada, crucifijo quizás del s. XVI o XVII, de tamaño natural. Un recorrido por el pueblo ofrece otros atractivos. El urbanismo es espacioso y equilibrado, con dos grandes plazas, el Corrillo y la Plaza de la Constitución. Diseminados por el pueblo, perduran notables ejemplares de arquitectura popular, en los que se puede admirar la diversidad de soluciones tipológicas y constructivas en las casas de labranza: sillar, mampostería, tapia, adobe y ladrillo componen los exteriores, animados por portalillos y poyetes para las veladas y tertulias que aún ajetrean los anocheceres de verano. Sobre las huellas del camino, sobre las huellas del tiempo, Calzada dibuja su presente con tembloroso lápiz de inspiraciones. Si Salamanca, que se acerca, y el campo, que se aleja, dan tiempo a la tregua, quizás las líneas que siguen puedan servir para sujetar el estribo inquieto de la historia que galopa -¿hacia dónde?- en Calzada de Valdunciel.
0.3 Contenido y propósito del libro El texto a que estas líneas dan entrada nace de un recorrido por los nombres comunes (Léxico), los nombres propios (Onomástica) y los dichos y canciones del pueblo. A través de la evocación y de los intentos de documentar o de poner en perspectiva el mundo verbal de Calzada, se perfila un retrato implícito del pueblo, entendido como rastro histórico, como sedimento de memorias o como ventana geográfica que mira hacia vidas y obras del pasado. La recopilación lexicográfica aquí intentada puede entenderse como un mero suplemento sentimental a la densa aportación de los estudiosos del léxico salmantino, aportación dispersa, de más de un siglo de antigüedad, heterogénea y copiosa. Proporcionan un pedestal privilegiado a nuestra tarea los estudios de Gatta, Lamano, Unamuno, Llorente, Lorenzo, Cortés Vázquez, Iglesias Ovejero, Sánchez León (cuya obra dialectal demanda ser revisitada), los Marcos Casquero; por no citar al gran lexicógrafo Martín Alonso, natural de Valdunciel, donde nació en 1903. Son de agradecer los mullidos pliegos del Atlas Lingüístico de Castilla y León (ALCL), que incluyó en su red de muestreo los pueblos, relativamente próximos, de El Cubo y Palacios del Arzobispo, revelando materiales en gran medida similares a los de Calzada. Cabe también manifestar un caluroso agradecimiento a la Real Academia Española, que facilita el acceso a su base de datos CORDE (Corpus Diacrónico del Español), herramienta informática, aún en fase de elaboración, cuyo valor para los estudios filológicos, históricos y etnográficos es incalculable. Se ha optado por renunciar a algunos campos léxicos especializados (piezas del carro, del arado, de la casa) salvo en términos aislados, en los que alguna anécdota haya venido a iluminar la mera descripción. Esta deficiencia se ve suplida por la aportación monográfica que Antonio Gordillo ha preparado al respecto, y que es consultable en la página web del pueblo. La parte toponímica aspira a ofrecer un inventario por lo menudo de las denominaciones de parajes en el término municipal. Aunque no haya sido posible completar el escrutinio de las fuentes disponibles (ya el mero volumen de los tomos de ventas ante notario en Salamanca ofrece tarea para una longeva carrera de archivero), se ha podido recorrer con cierta atención las principales referencias catastrales desde el s. XVIII en adelante, lo que ha permitido acceder a identificaciones inspiradoras. La parte etnográfica, menos que esbozada, tiene el mismo sesgo verbal que las restantes secciones. Se ha reunido una muestra escueta de cancionero, refranero y otros elementos de la cultura oral del pueblo. El estado anémico con el que llega a nosotros este legado no ha de servir de atenuante para la menguada extensión de estos materiales. Otros podrán sin duda añadir más a la cosecha de este libro; y ya pueden saludarse las valiosas aportaciones de Antonio Gordillo en la página web del pueblo. La página web de Calzada acumula muchos otros documentos y materiales que complementan este trabajo. Su consulta puede entenderse como el complemento necesario de la lectura del libro. La bibliografía recogida en el último capítulo no agota los temas aquí tratados, pero puede ser de utilidad a quien desee saltar de estas evocaciones a otros ámbitos más robustos en ciencia o en sistemática.
1. LÉXICO Esta lista intenta evocar la atmósfera verbal que, inseparable de la vida, envolvía los trabajos y los días de un pueblo de Salamanca. No es ambición ni potestad del recopilador auparse al cotarro de la ciencia filológica. Muchos de los vocablos reunidos son compartidos con otros lugares; no pocos pertenecen al acervo común del castellano. Si se traen a colación es porque su uso en el pueblo les ha dado un sabor peculiar o porque su mención sirve de excusa para divagaciones sobre la vida antigua o presente de Calzada. Del otro lado de cada palabra cuelga un hilo de prácticas y memorias: la realidad, si tiene materia de palabras, puede sin duda ordenarse alfabéticamente. Esta relación queda abierta a críticas y mejoras, que los más versados en cosas calzudas están invitados a ir acopiando. Se ha optado por renunciar, salvo excepciones, al cotejo de las voces recogidas en Calzada con variantes o formas idénticas que, abundantemente, salen al paso en la literatura lexicográfica leonesa y castellano-occidental. La bibliografía intenta suplir esta ausencia. En los últimos años, por otra parte, la emergencia de una cultura popular en internet está produciendo un fenómeno inesperado: numerosos municipios, algunos de humilde estatura, están convirtiéndose en estudiosos de sí mismos, y sirven en la red sus corpus descriptivos de léxico, toponimia y etnografía. También a ellos se ha acudido en la medida de lo posible. El propio libro vive, en forma paralela y reducida, en la página web del pueblo de Calzada, donde tienen cabida también otros textos más indigestos salvo para el fetichista de lo calzudo (apeos y deslindes detallados del Catastro de Ensenada –CME-, por ejemplo, cuyas citas pueden comprobarse en la red). En el pueblo de Calzada, el vocabulario venía marcado por la proximidad a la capital y a una vía principal de tránsito por la que ambulaban gallegos, trajinantes, quinquilleros y otros habitantes del camino. De tal proximidad resulta una tendencia a la difuminación del corpus léxico, pues al interrogar a los vecinos se apreciaba que muchos términos, sin ser usados con asiduidad, les eran familiares. Las idas y venidas al mercado de Salamanca, donde se entraba en contacto con campesinos de otras comarcas, el trato asiduo con segadores procedentes de áreas más cercanas al corazón del viejo leonés, el servicio militar con sus efectos niveladores: todo ello confluía en un cierto sincretismo léxico, que hace difícil aclarar cuáles eran las voces pertenecientes de nómina al habla local. 1.1. Lista de palabras seleccionadas Abangado: flexionado por la carga. Dícese de un objeto ―rama, viga― que se curva vencido por el peso propio o por el que soporta. De forma derivada, se aplicaba a los que se encorvaban por vejez o por cansancio, rendidos tras las faenas del campo: “está abangado de viejo”; “viene abangado de escardar”. Abotargado: persona de aspecto hinchado y tumefacto; persona gruesa y voluminosa en exceso. La forma estándar, que no se usa en Calzada, es abotagado, es decir, ‘inflado como una bota u odre de vino’. Abrebocas: utensilio ficticio para embutir la matanza con que se embroma a los novatos. La tarea de mantener abierta el extremo de una tripa mientras se rellena con mondongo no es fácil, siendo precisa cierta habilidad con los dedos para asegurarla. Ello ha dado pie a la siguiente broma popular: a un niño o a un forastero se le pide que vaya a buscar el abrebocas, encareciendo la importancia de contar con él para completar la faena; allí donde el
embromado vaya a recogerlo o a requerirlo, lo reciben con burlas o le dan cualquier objeto pesado (piedras, adobes, tierra) metido en un saco. La matanza se prestaba a toda suerte de chanzas: otra que parece haber sido común en Calzada es la de colgar una tripa vacía de la espalda de alguien, con ayuda de un alfiler. Se cuenta que las que iban al baile tenían que andar con cuidado de que no les prendieran a la falda un pedazo de tripa. Figuradamente, también se llama abrebocas al indeciso, al irresoluto, que no sabe qué hacer y espera a que le resuelvan sus problemas. Abrojos: como en otras partes de España, por abrojos se entiende una planta, con cabeza pinchuda, relativamente grande y de flor amarilla (Tribulus terrestris). A veces, en Calzada parece designar a un tipo de cardo diminuto y de flor azul, del mismo género que el cardo corredor y el cardo marino, el Eryngium tenue (Sánchez-Barbudo, 1991). Es voz bien conocida y antigua: “Kien malos kaminos anda, malos abroxos halla” (Correas, 1627). Acachinar: dar un golpe fuerte y certero a animales de corral (conejos, liebres, pollos) con el fin de sacrificarlos; se puede usar un palo y atinar en el cogote para que la muerte sea instantánea. De forma translaticia, acachinar equivale a matar cruentamente, aunque en su origen se aplicara preferentemente a los animales sacrificados en casa. Así, se usaba figuradamente para referirse a los soldados muertos en guerra, por ejemplo en las campañas de África: “los soldados van a que los acachinen”. También se ha usado como amenaza jocosa, en un contexto familiar: “¡que te acachino!”. Acedera: planta que se usaba para hacer ensaladas. También se llamaban acederones. Probablemente es Rumex acetosa. Eran comida de refuerzo, propia de las economías humildes. En Figueruela de Arriba (Zamora), se dice: “ya viene mayo con las acedas, que se amuelen los ricos con las paneras”. Circula por Calzada el refrán: “Acederas en marzo, calenturas pa tol año; acederas en abril, calenturas pa morir”. Las acederas salían en las tierras cuando los pesticidas no se habían hecho aún los dueños del campo. Su peligro estriba en la tendencia de la acedera a acumular oxalatos al crecer, lo que puede producir envenenamientos leves si se consume inmoderadamente o en fases tardías de crecimiento. De hecho las acederas se usaban como purgante. En Palacios del Arzobispo se oye, según Pal. (2001) otra variante, invertida: “acederas de mayo, calenturas para todo el año”, junto a “acederas de abril, calenturas para morir”. Dado que las acederas son tanto más dañinas cuanto más avanza el año, la versión correcta debe ser la calzuda. Acerolo: árbol frutal, que se plantaba en algunos huertos. Su fruta es la acerola. Se trata del Crataegus azarolus. Las había de color rojo y amarillo. Era árbol sufrido, que se podía conseguir injertando sobre espino albar (el arbusto de los baulines). Aciburri, aciburrio: espasmo, dolor intenso, malestar generalizado y repentino. Es posible algún parentesco de este término popular, con la voz, de registro culto, que reiteradamente figura en los Libros de Difuntos para aludir a crisis súbitas, mortales, que no daban tiempo a la extremaunción (en cuanto a la etimología, podría proponerse que se trata de una adaptación jocosa de la voz culta con que se describía este mismo tipo de crisis: accidente). Aciguar: sosegarse y centrarse antes de una acción que requiere tino, tener destreza para algo; atinar, dar en el clavo. “Con las prisas, no aciguo a enhebrar la aguja”. Achiperres: trastos, cachivaches, objetos desperdigados.
Adobera: molde de madera, que contenía la forma y capacidad para hacer adobes. Solían disponer de dos o tres celdas correspondientes a tantos adobes. La tierra de adobes se cogía de sitios seleccionados y se mezclaba con paja picada, dejándola secar a sol una vez aplastada en la adobera. Aguacil: alguacil. La mujer del alguacil sería la guacila. Aguederas: las mujeres que celebran el día de Santágueda (5 de febrero). Ahivado: está ahivado el que se queda embebecido, con la mirada fija en un punto y la mente ausente. Ahollar: sinónimo de encalcar, compactar la paja en el pajar o en los carros a pisotones. Aijada: aguijada, palo con punta para estimular a los bueyes cuando tiraban del carro, del trillo o del arado. Aire: en Calzada no se empleaba apenas la palabra viento. Era muy esperado que levantara aire para limpiar. Del día de San Lorenzo (10 de agosto), en plena época de parvas en la era, se decía que era muy favorable para aventarlas. “San Lorenzo el airoso” es expresión oída en Calzada. Se distinguían varias orientaciones de viento: aire de arriba (el que viene de la parte de arriba de la vega, es decir, de Valdunciel, del este), aire de abajo (de Forfoleda, es decir, del oeste), aire del camino Topas (del norte-nordeste), aire burgalés (del nordeste; apenas distinguido del anterior), aire de Santa Marina (del oeste-noroeste), aire serrano o solano (del sur). El aire de Santa Marina era también conocido como “aire del camino Madrigal” o “aire gallego”. El “aire del camino Topas” era sostenido y suave; se consideraba muy favorable para la limpia de las parvas. Ajo de cigüeña: se trata de especies silvestres del género Allium. Probablemente es el Allium sphaerocephalon (Sánchez-Barbudo, 1991). Crece en los prados (de ahí probablemente la referencia a la cigüeña, ave que frecuenta los prados en su búsqueda de alimento) y tiene la cabeza más pequeña que el ajo cultivado. Es posible relacionar el término con la tradición según la cual las cigüeñas “machan el ajo” cuando crotoran en el nido; se trata de un saludo no vocal con el que se interpelan entre sí, entrechocando las dos palas del pico. A mediodía el ruido de las cigüeñas machando era señal de que llegaba la hora del almuerzo. Ajunjera: planta de tallos carnosos que crece en las tierras y barbechos y se usaba para hacer escobajos. Con los escobajos o escobones (que también se hacían de baleo cabezudo o Centaurea spp.) se barría el ruedo de la trilla, después de recogerla, y se formaba un montoncito de grano y tierra. La ajunjera es probablemente Chondrilla juncea, cuyo núcleo tierno es conocido como ternillo en otros puntos de la provincia. Esta planta, de flores amarillas, se usaba también (no se sabe si en Calzada) para hacer ensaladas. Lo que sí se constata es el uso, por los niños, de la parte subterránea de la planta, que se cocía para extraer liga, con la que se capturaban pájaros. Ya Sarmiento, en el s. XVIII, establece la identificación entre ajonjera y la Chondrilla viminea o Ch. juncea de Bauhino (Sarmiento, 1986). Bauhino, cuya Historia Plantarum Universalis es de 1651, recoge algunos nombres de plantas de Salamanca, entre ellos el de junquerina, otro nombre de la misma planta, que Sarmiento pone ―con dudas― en relación etimológica con ajunjera. La voz parece estar presente en un topn. medieval, “valle Algongero”, de la zona de Alaejos, mencionado en un testamento de 1180 (Martín et al., 1977).
Ajustarse [un criado]: contratarse con el dueño. Alabancioso: jactancioso, alardeador; presumido en alto grado. Alboroque: pequeño agasajo que hacían en las tabernas el comprador y el vendedor cuando cerraban un trato. Solía invitar el vendedor. Habitualmente se trataba de una jarra de vino y algunos garbanzos torrados o cacahuetes. Cerca de los feriales y mercados había tabernas donde se multiplicaban los alboroques en días mercantiles. Se empleaba la locución “echar el alboroque”. Es palabra de antigua tradición leonesa. En un documento de 1236, se incluye el alboroque en el montante total de una venta: “por precio nombrado, CCC morauedis entre precio e albaroch” (Castán y Castán, 1992). Alcabuz, arcabuz: cangilón de noria. Es voz salmantina y de áreas próximas. En 1916 indica la prensa que un obrero que trabajaba en un pozo se hirió en la frente al caérsele encima “unos alcabuces” (El Adelanto, 4 de noviembre de 1916, p. 2). Eran abundantes las norias de Forfoleda hacia abajo, en las vegas de Torresmenudas, Aldearrodrigo y El Arco. En Torresmenudas había, detrás de la iglesia, una fuente de alcabuces, de la que se sacaba el agua haciendo girar una manivela. En 1902 murió un muchacho en Valverdón al romperse súbitamente la palanqueta que sujetaba el peso de los cangilones llenos y producirse el brusco retroceso de la pértiga, que lo golpeó en el pecho (El Porvenir Segoviano, 25 de abril de 1902). En Calzada, en cambio, las norias eran raras. Se recuerda una noria en una huerta cercada, propiedad del entonces alguacil, ―aún subsiste como huerta― situada frente a las eras de arriba al final de la c/ la Cilla. Otra noria estaba en un trozo reservado para huerto en la alameda del cura, situada al sur y a oriente de la casa rectoral. Alcaería (ant.): alquería. Figura esta forma ya antigua (que aún se oye en otros puntos de la provincia, pero no en Calzada) en declaraciones de propiedad del Catastro de Ensenada. Alcaparrero: exagerado, melindroso. También se decía alcaparras. Aleluyas: relatos o recitaciones. Figuradamente, significa también ‘cuentos, excusas’. Alibierno (ant.): parece ser el nombre antiguo, ya olvidado, del labiérnago (Phyllirea angustifolia), cuyo nombre popular en muchas partes es lentisco. Este arbusto silvestre, hoy ausente del término de Calzada, pero que pervive en Huelmos de Arriba, debía de ser común en el s. XVIII. El Padre Sarmiento, en su viaje botánico a Galicia, editado por J. L. Pensado, pasó por Calzada a mediados de dicho siglo. En unas fichas cuya escritura realizó probablemente entre 1757 y 1758, pero correspondientes a notas de viaje de 1755, se registra lo siguiente: “1760. Lentisco. Hoy 19 de noviembre de 1755, después de haber pasado el monasterio de Valparaíso, de bernardos, a poco de haber entrado en el monte del Cubo, encontré mucho lentisco y con granitos negros, y dentro un huesecito duro. Cogí semilla y hojas. Alivierno llaman en Calzada. 1761. Alivierno o alibierno. Así llamaron al lentisco que da frutilla en Calzada de Valdunciel, y a los granitos ubas de perro. La voz alivierno es símbola de la voz laderno, y acaso todo de alaternus” (Sarmiento, 1986). Más adelante añade: “su frutilla es oval, que remata en pico”. Por la fecha del viaje de Sarmiento, la drupa del labiérnago estaría negra y casi consumida. Causa cierta duda la referencia a un solo huesecillo. Phyllirea angustifolia tiene generalmente dos en cada fruto. ¿Podría pensarse entonces en alguna especie del género Rhamnus (por ejemplo, R. Alaternus ‘aladierno’ ―como propone Font Quer (1962) ―, de tres o cuatro semillas por fruto? No parece justificado, como se argumenta seguidamente.
En efecto, cabe citar las fichas 2494 y 2495 del propio Sarmiento, referidas a los montes de Toledo: “ladierno. Nombre del lentisco en Toledo, en Galicia laderno. Ladierna y laderna, y en el monte del Cubo alivierno”. En ellas identifica claramente esta especie con el alibierno de El Cubo, que es el mismo de Calzada. Y sucede que en Toledo laderna es el nombre de Phyllirea angustifolia, es decir, del labiérnago. Ciertamente, el arbusto aquí aludido no es el generalmente llamado lentisco ‘Pistacia lentiscus’, del todo ausente en esta zona biogeográfica. La referencia a “lentisco” debe entenderse como fruto de la diversidad de nombres locales en las especies vegetales. En efecto, el labiérnago se denomina lentisca en algunas zonas (por ejemplo, en Huelva), y también lentisco; en Algarve (Portugal), lantrisco. Otro elemento de juicio que apoya la identificación del alibierno con el labiérnago es la pervivencia de este arbusto cerca de los lugares donde lo vio Sarmiento: en el término municipal de Peleas de Arriba, al sur de Valparaíso, sobreviven labiérnagos cerca del llamado Camino de los lobos, en una zona de denso monte de quejigo (Quercus faginea) con algún pie de alcornoque (Q. suber). También, ya más cerca de Calzada, en Huelmos de Arriba, entre el arroyo del Moro y el Conejal, se observan numerosos labiérnagos en zonas abrigadas, como arbusto de sotobosque. El que el nombre fuera conocido en Calzada en 1755 indica una mayor expansión antigua de la especie. Probablemente persistían setos verdes o lindes arbóreas entre los campos, donde el alibierno sería abundante. También es probable que la labra de Santibáñez por los de Calzada favoreciera un mayor conocimiento colectivo de las plantas montesinas. Cuando el municipio se desligó de Santibáñez, Calzada se volvería hacia el secano y perdería su conexión cultural con el monte y sus especies. En La Alberca, se usa alabierno para referirse a una planta con cuyas ramas se hacían recias escobas para barrer la era tras la trilla (Puerto y Serrano, 1988). Seguramente se trata de Phyllirea angustifolia, pues también en Portugal (área del Algarve oriental) constatamos el mismo uso para la planta. Almuerzo: antes, el almuerzo no era comida principal, de mediodía, sino algo muy parecido a un desayuno. Se hacía por la mañana, hacia las ocho. Si tocaba trabajar en las tierras, el almuerzo se tomaba allí. Solía ser de sopas de ajo, acompañadas de un torrezno, y, si se podía, algo de huevo, chorizo o farinato. Como la salida a las tierras solía ser ―en verano― más temprana, la comida era llevada recién hecha a la hora de su consumo. Llevarla era tarea de mocitas, de rapaces y de viejos. Se iba normalmente en burro, y no era infrecuente que el animal tomara la iniciativa del camino y parara espontáneamente al llegar al grupo de los trabajadores. Altiricón: largilucho. Es voz de uso escaso pero difundida por gran parte del ámbito del castellano. Alumbrar: aclarar el tiempo después de una tormenta. También se aplica a una labor en las viñas, consistente en separar y mullir la tierra que rodea a las cepas, una vez realizada la poda, para facilitar que la planta se airee y “coja más tempero”. En la locución “llevar las velas alumbrando” significa ir con los mocos colgando. Alverja: semilla leguminosa que se sembraba en febrero para pienso. Más grande que los yeros y las arritas, pero menor que los guisantes. Parece coincidir con la veza del castellano estándar, es decir, Vicia sativa L. ssp. Obovata. Alverjón: planta espontánea que crece en los cultivos. Es del género Vicia. En el monte de Casablanca hay una nava de Valdealverjaca.
Alzar: dar una primera labor de arado a las tierras que han quedado de barbecho, es decir, en descanso productivo durante un año (Gómez Hernández et al, 1992; Álvarez Tejedor, 1989). Es una práctica que pertenece al pasado, pues implica la rotación y los descansos anuales del terreno. En Tierra del Vino se denomina a esta operación relvar. El arado levantaba los rastrojos, sobre todo en los cerros; que eran arrasados por el grueso dental del arado romano, llevándose con ellos la paja y raíz de los cultivos anteriores. Las pasadas de arado, que no respetaban las alineaciones anteriores (a veces se alzaba en perpendicular a los surcos antiguos) se hacían muy apretadas. La labor de alzar requería tiro fuerte, y hacían falta bueyes; no así el aricar, que se podía hacer con vacas o mulas. El refranero local recomienda alzar en enero; aunque también se sugiere la conveniencia de hacerlo antes, en noviembre: “en noviembre alza el rastrojo / para los granos menudos, / que la tierra que está alzada / criará mejor los frutos”. El Comendador (Núñez, 2001) también recomienda anticipar la labor del alzado: “vina cuando otro alça, si quieres hinchir tu casa”; y explica: “alçar es la primera arada, vinar, la segunda”. Andancio: enfermedad epidémica que anda, es decir, que se propaga y demora por una zona. Se aplicaba también al ganado, con alguna imprecisión, como sus aproximados sinónimos muermo, modorra, lunas… Andróminos: palabra de sentido vago, preferentemente ‘cachivaches’; no es seguro si se utilizaba en la acepción de ‘tejemanejes, embelecos’. En vez de ‘cajón de sastre’, se empleaba la locución “cajón de los andróminos”. Añusgarse: atragantarse. Aparente: parecido, semejante: “es aparente a su abuelo”. Apeayeguas: lucero de Venus. Sale al atardecer, a la hora en que las bestias (caballos sobre todo) eran trabadas por los pies mediante arrapeas, para asegurar su permanencia en la zona. Era frecuente en las antiguas ordenanzas que los pastores y vaqueros tuvieran la obligación de regirse por el primer lucero para recoger los bueyes o apear (atar por los pies) las bestias. Así, por ejemplo, en las Ordenanzas Antiguas de Badajoz, “los boyeros tengan cargo de recoger sus boyadas [...] hasta que salga el luzero primero de la noche como es costumbre” (Martín Martín, 2001). En Calzada se recuerda el refrán: “yegua apeada, prado halla”, indicando que, a pesar de las arrapeas, las caballerías saben arreglarse para buscar pasto; de forma traslaticia, el refrán es aplicable a las adolescentes, que aún ligadas por normas y vigilancias paternas, sabían buscarse amores. Registra también la voz la Marquesa Viuda de Castellanos y de Monroy (1919, La Basílica Teresiana, 60: 170), en una evocación de su infancia (ca. 1856) en Yecla de Yeltes: “en el horizonte el lucero vespertino, llamado apeayeguas, recordaba a aquellos labradores que era la hora de recoger sus ganados”. Aperos: tiene un sentido más amplio que el de ‘utillajes para una labor’. Puede aplicarse, con sentido humorístico o derisorio, a trastos, adornos, perifollos, complicaciones. “Mia qué aperos tiene en el cuarto, maja”. Aranzada (ant.): en apeos antiguos de Calzada aparece esta unidad de superficie, equivalente a la fanega o huebra, que sólo se usaba en referencia a los viñedos. El Catastro de Ensenada de Castellanos explica: “en punto de viñas se trata por aranzada, quiere decir lo
mismo que fanegada”. Calzada ya no tenía viñas en 1752; más tarde se replantaron algunas, y todavía en la segunda mitad del s. XX eran comunes las viñas de consumo familiar; y en otoño, con gran regocijo de mozos y mozas, se iba a las tierras con cuévanos de vara de sauce a coger la uva, y se regresaba entre cantos y jolgorio; en las casas, las uvas eran pisadas y se preparaba el modesto y burbujeante vino. En Castellanos una aranzada de viña de primera producía 6 cargas de uva (4 y 2 cargas, respectivamente, las de segunda y tercera). Una carga de uva producía unos dos cántaros (2 x 16 litros) de mosto. Todavía se usaba entonces en Castellanos la distinción entre tierra ‘parcela de cereales’ y pago (ant. bago) ‘parcela de viñas’. Bago es el nombre que reciben las tierras destinadas a viñedo, como se infiere de esta cita del Fuero de Salamanca: “vinas qui en bago non ioguieren, vindimien las sin caloña” (Alvar, 1982), es decir, “las viñas que no estuvieran en viñedo, que se vendimien libremente”. Arenaza: piedra arenisca, como la de las canteras de Villamayor. También se conoce como “piedra de manteca”: si se mete en agua se deja cortar fácilmente; seca, es muy dura. Llamaban piedra fregadera a la que, procedente de Villamayor y elegida del grano más fino, se usaba para fregar pucheros y sartenes. Con agua, a modo de estropajo, se refregaban vigorosamente las costras negras que iba dejando en los recipientes el fuego. Fue desplazada por la emergencia en el mercado de un producto en polvo, llamado pedramol. Argaña: argaya o arista de las espigas. Aricallo, arrecallo, arricángel: con estos tres nombres se designaba el vencejo (Apus apus). Lamano (1915) recoge las formas arrejáquele, arrecájel y arrecájele (en Las Guareñas), arricángel, arricángele (en tierra de Ciudad Rodrigo) para la misma ave. En algún caso se les confundía en Calzada con los aviones (Delichon urbica), puesto que se les recuerda como pájaro a modo de golondrina “con corbata”. Aricar: dar a la tierra ya sembrada una labor ligera, pasando la reja por el valle de cada surco para quitar las malas hierbas y arrimar tierra a las plantas (Sánchez León, 1995). La labor es la aricada (aricá). Se solía hacer en dos momentos del año: una primera, en adviento (antes de navidad), cuando estaba apuntando el tallo (“el que arica en Adviento, arica y escarda a un tiempo”, Morán, 1954); otra hacia febrero o marzo (Cabo Alonso, 1955). En Calzada se solía hacer en marzo. Esta labor era complementada por la escarda, hecha a mano hacia abril o mayo. Correas usa la voz aricar a propósito de esta advertencia: “Kubre en polvo i vina en lodo. Kubrir en polvo i vinar en lodo”. Vinar es binar o bimar, pasar la segunda reja; la explicación que añade Correas es la siguiente: “Avisos de la agrikultura de trigo i viñas. Es bueno kubrir el pie de la zepa después ke á rrezibido tenpero por primavera, para ke los kalores no konsuman la umedad; i ansí se á de kubrir el trigo después ke á llovido, kon arikar”. Arrapeas: apea de caballería, maniota o traba en las manos y patas de las bestias. Sirve para apear las bestias, esto es, dificultar el movimiento de los animales cuando se les deja descansando. Podían ser de soga de esparto o también de hierro, al modo de trabas o grilletes. La forma castellana estándar es arropea. Arregalzar, regalzar: remangarse. Arrimado: anejo, dependencia. Se puede decir: “Narros es un arrimado de Valdunciel”. Arringarse: desriñonarse, deslomarse.
Arritas: planta leguminosa cultivada. ¿Coincide con los llamados en otras partes titarros, es decir, Lathyrus cicera? Eran usadas sólo para cebo de animales. Las semillas eran redondas, pequeñas, de color verde oscuro. No se confundían con la muela ‘almorta’, ni con la alverja. Arroba: unidad antigua de peso, equivalente a 11.5 kg, o sea, un cuarto de quintal, o veinticinco libras. Arromanar: pesar mucho. Lamano (1915) cita el refrán salmantino “unos pesan y otros arromanan” con la siguiente explicación: “[en] todo hay quien gane a otro, por muy entendido que sea en su arte u oficio”. Asfixie: habitáculo herméticamente cerrado en el que se introducían las lentejas, en costales, para crear condiciones anaerobias y con ello matar el gorgojo. Se echaba un líquido, al que llamaban bobolina, para favorecer el proceso. Esta operación debía realizarse inmediatamente después de trillada la parva de lentejas y acarreado el muelo; de lo contrario, se multiplicaba irreversiblemente el gorgojo (Cabo Alonso, 1955). Un frasco servía para diez metros cúbicos de habitación; la operación duraba dos o tres días, tras lo cual se podía sacar fuera la lenteja. Este procedimiento se generalizó en las primeras décadas del s. XX. Los pedidos se hacían, en los años veinte, al autor del invento, Emilio Bobo, en Nava del Rey. Antes, las lentejas eran inaprovechables para consumo humano, salvo en cantidades muy limitadas, por culpa del gorgojo. En Calzada, según Cabo Alonso, antes de que se usaran los asfixies, se recurrió durante algunos años a tostar las lentejas. El señor Gonzalo Sánchez Ramiro, que vivía cerca de la Plaza, era herrero y había inventado una máquina para tostarlas, que no dejaba ver a nadie. Empleaba a mujeres para la faena de seleccionar las lentejas y las vendía en Salamanca. Antes aún, se consumía lentejas sólo en pequeña porción, guardadas en tinajas de aceite, que preservaban el producto a salvo de los gorgojos. Esto era inabordable para las economías más débiles, puesto que el aceite, vendido por trajinantes que venían de la Sierra de Gata, era producto caro en la comarca. Las lentejas, por lo tanto, se generalizaron gracias a los asfixies. Sus labores eran parecidas a las de las garrobas, aunque algo más tolerantes a la labor de aricada. La paja de lentejas es de gran calidad como cebo y como combustible y se podía almacenar separadamente para hacer borrajo. A mediados del XVIII el cultivo absolutamente dominante en Calzada era el trigal. No había viñas, y el centeno ocupaba tan sólo 80 fanegas, que se destinaban a cebar ganado. La cebada, que se sembraba en las cortinas, era de consumo exclusivamente animal. Como leguminosas, se citan los garbanzos, y las garrobas. En las Ordenanzas de Salamanca, de 1719 aunque adaptadas de documentos anteriores, constan tres tipos de leguminosas: garbanzos, garrobas y yerbos (Rupérez y Lorenzo, 1994). Larruga, en sus Memorias de 1795, referidas a la provincia de Salamanca, muestra con más detalle el panorama productivo en materia de leguminosas: de algarrobas se producían 150 arrobas; de lentejas, 1.5; de garbanzos, 30; de galbanas, habas y guisantes, 2.7; de alubias, 1.8. Obsérvese la escasísima producción de lentejas, debido al problema de los gorgojos. Las muelas llegaron a la Armuña más tarde. Por esto la base alimentaria antigua en Calzada era el pan en sopa o en masa, como ha sobrevivido en el relleno o masa de pan de trigo, ajo,
perejil y huevo, con algún trozo de tocino y chacina. En el antiguo régimen, era altísimo el consumo de pan; así se expresa en el Fuero de Manganeses de Lampreana: “et darlos el Obispo [a los trilladores] a comer: al almorzo pan, vinno et carne, et a la zena pan et vinno” (Sánchez Rodríguez, 1987). En el fuero de Villafrontín (León) la dieta que debe sufragar el amo a sus criados es explicada en toda su monotonía: “minister domus providebit eis in illa die, in hiyeme, in pane triticeo et vino bono in mane, in sero, in pane et vino et legumine. In estate, in pane triticeo bono vino et legumine, in mane; in meridie, in pane et vino; in sero, in pane et vino et legumine” (Ed. Raimundo Rodríguez, Archivos Leoneses, 1949, p. 115-116). En Calzada debía de haber en el pasado un consumo relativamente alto de cebollas, nabos, calabazas y otras hortalizas. Las patatas no se empiezan a comer hasta principios del s. XIX y sólo en pequeñas cantidades. Los garbanzos y, para los más pobres, las muelas, pasaron a ser de consumo diario más tardíamente. A mediados del s. XVIII se menciona el cultivo de garbanzos como cosa rara y costosa, que se practicaba esporádicamente en los años de descanso de las tierras. Asqueroso: remilgado, que hace muchos ascos a las cosas, en particular a la comida. Es voz registrada por Hernán Núñez (2001) en su refranero, parcialmente compilado en Salamanca: “¿asqueroso os habéis tornado?: pues ya comistes de este guisado”. En la vecina comarca de Miranda se dice “nun hai porca que nun seia ascarosa” (Mourinho, 2007: 79), con idéntica acepción. Aterrar: cegar un pozo llenándolo de tierra. Atijos: ataduras precarias para cerrar o ceñir una bolsa, saco o prenda. Los sacos y costales de arpillera o los fardeles de tela usados antes, cuando se cerraban con atijos, estaban en peligro de abrirse y regar por el suelo el contenido. Atillo, -a: hombre o mujer que en la siega de las mieses iba detrás de la cuadrilla atando los haces que habían quedado en el suelo. Dado que en El Cubo se le llama atiño, es posible una influencia gallega en el vocablo (Álvarez Tejedor, 1989). En las cuadrillas de segadores, solía haber una atilla o atarila por cada dos segadores. Solía tratarse de rapazuelos de corta edad, tanto niños como niñas. A cada golpe de hoz se cortaba una manada o maná; las manadas eran dejadas en el suelo formando un montoncito; el atillo iba detrás y reunía las manadas (unas seis u ocho) para formar un haz, que era atado con un vencejo (cañas de trigo o centeno; también, a veces, de junco) o una lía (de esparto). Los haces eran a veces agrupadas en unos montones, que se llamaban hacinas. En estos montones, todas las cabezas de las espigas apuntaban al interior, para proteger los haces en caso de tormenta. Las herbales (leguminosas), que se solían cosechar a mano, se agrupaban en unos ramos más pequeños, llamados gavillas. Atollar: estancarse un carro, animal o persona en sitio pantanoso. “Con el nublado que viene, cuidado si no se atuellan pahí pal Camino Hondo”. Atronarse: frustrarse la pollada por culpa de una tormenta. Se decía que los truenos malograban los embriones de pollo antes de que pudieran salir del cascarón. Para evitar este peligro, cuando venía tormenta se colocaban insignias de santos bajo el nidal (ATS, El tiempo, p. 80). Otras mujeres ponían tijeras abiertas bajo éste.
Aurel: laurel. Forma arcaizante, por falso análisis del artículo. Llega a penetrar en documentos impresos; así en un artículo de 1927, en Ciudad Rodrigo: “no hay que dormirse sobre los aureles” (Miróbriga: semanario católico, 1927 Julio 17, p. 1). Averiguado: listillo, enterado; cotilla; entrometido, chismoso. Azumbre: medida antigua de capacidad, equivalente a la octava parte de un cántaro, es decir, unos 2 litros. Se usaba el género femenino, “una azumbre”. En Parada de Arriba, popularmente conocida como “Parada de los lecheros”, se decía que los vaqueros antiguos recibían diariamente para su gasto un azumbre de leche. Se medía aproximadamente como la cabida de un cuerno de vaca. Una media era una jarra de medio azumbre (aproximadamente un litro); también había jarras de cuartillo (medio litro). Las jarras de vino, de las que se bebía colectivamente (a boca de jarra) en las tabernas y en las comidas caseras, solían ser de metal o de barro. Correas (1627): “por no perder la kostunbre, aunke no tengo sed, echad un azunbre”. Babanzos: veáse gavanzos. Babas de buey: hilos finos, de arañas, que se cruzan por el aire. En Calzada se cree que anuncian la proximidad de lluvias. Bacillar: viña de reciente plantación, que aún no produce uva por ser nueva. Bacillos: sarmientos procedentes de la poda de las vides. Se hacían pequeñas parvas junto a las viñas, que luego eran trasladadas a las tenás. Con el nombre de bacillos se designaba preferentemente a los vástagos de vid que se usan para plantación de viña nueva (barbados). Un anuncio de 1909: “se venden 2000 bacillos de tinto y blanco, de postura de dos a tres años”; la venta era en Garcihernández (El Adelante, 5 de abril de 1909, p. 3). Los bacillos se plantaban con raíz (de barbado) o se implantaban como injerto sobre cepas viejas. Es voz antigua, que ya figura en las Ordenanzas de Zamora: “que ninguno sea osado de ir ni enviar a las viñas ajenas a cortar ni llevar los dichos vaçillos y provañas” (Del Canto et al., 1991). Baile: en Calzada se hacía baile todos los domingos, las fiestas grandes y los días de cuarenta. Había en Calzada un tamborilero (Bernardo el Cojo, viejo, también conocido como “el tío Cojito”; más tarde fue Domingo, llamado “El Piño”). Cuando el baile era de día, se hacía en El Corrillo, salvo si nevaba o llovía. En caso contrario, o si el baile se hacía de noche, se celebraba en la cárcel vieja o casa de concejo, situada en el solar del actual ayuntamiento, edificio del s. XVI tristemente demolido en la posguerra, hacia 1947. Tenía grandes arcos parecidos a los de la iglesia. Una habitación interior servía de calabozo: era el llamado “cagarrón”, donde durmió alguna vez un mozo juerguista o un ladrón de mieses o ganado. Hacia el lado sur, en un anejo, estaban las escuelas de las niñas (las escuelas de los niños se localizaban detrás de la iglesia, junto con el juzgado, en una manzana que luego fue destinada a casa del médico y ahora a centro de la tercera edad). Adyacente a la escuela de las niñas, en una habitación separada, se encontraba la oficina del ayuntamiento. El espacio principal de la casa de concejo, bajo los arcos, estaba rodeado de un graderío de piedra, para que los vecinos, reunidos en concejo, pudieran tomar asiento. Estas mismas gradas servían durante los bailes para los que miraban, esperaban o vigilaban. En el centro había una mesa de piedra; cuando se organizaba una fiesta, los mayordomos o mayordomas de la fiesta ponían sobre la mesa la
merienda; el alguacil traía unas medias de vino; en las fiestas de las mozas colocaban un ruedo o manta alredededor y se sentaban. La mesa de piedra pudo, en su origen, tener la función de facilitar a los hombres que iban a concejo la bebida de un trago de vino, como solía ser costumbre en las reuniones desde tiempo inmemorial. Los graderíos de la casa de concejo fueron también escenario de otras celebraciones. Allí se representaban funciones de títeres y se echaban comedias. Venían, en particular, unos títeres de Venialbo. En época de elecciones, se daban mítines y charlas. Un discurso nombrado lo dio durante la república Marciano Muñoz, comunista, hijo de Ángel Muñoz, que fue boticario de Calzada. Marciano fue más tarde fusilado. También se hacían allí los bailes de bodas, hasta después de la guerra. Las aguederas convidaban a meriendas en el baile antiguo de la cárcel. Las comidas, pagadas por las que organizaban la fiesta, podían consistir en un cabrito asado o un gallo. Luego, al son del tamboril, se bailaba, incluso con castañuelas; las mujeres lanzaban su relincho o jirijeo. Recaudaban fondos y compraban un cabrito o unas gallinas, y ajustaban un tamborilero. Los hombres iban como invitados. Esta situación era justamente la opuesta de lo que se hacía en el baile: los mozos pagaban al tamborilero, mientras que ellas entraban de balde. Hacía 1915 empezó a abrir el salón de baile de la calle de la Laguna. Tenía un pianillo de manubrio. El baile era fiado, es decir, cualquier moza sin novio formal debía aceptar la invitación a bailar de cualquier mozo. El proponente se acercaba a cualquier pareja que estuviese bailando y solicitaba reemplazar al varón. Baileles: especie de marioneta de tablillas y trapo, que se hacía en el pueblo para los Carnavales. Una señora, a la que apodaban “la tía Bailela”, se encargaba de confeccionarlos. Véanse más datos en A. Gordillo (Vivencias). Al igual que en otros nombres de juegos (barájulas, trúquele, pídola, túmbalo o tráitele, se conserva sin duda en esta voz el pronombre enclítico). Bálago: la parte de la cosecha de cereal sin considerar el grano; montón de mieses en la era dispuestas para la trilla. También se denomina así la espuma crasa de jabón que se forma en la pila de lavar. Esta misma acepción se constata, por ejemplo, en Fuentelapeña (Zamora). En un artículo de prensa de 1848 se registra su uso, en referencia a un hombre en el barbero: “con el rostro nevado por el bálago del jabón” (El Correo salmantino: periódico de asuntos útiles, curiosidades y anuncios Epoca primera. Número 8 - 1848 enero 19, p. 2). En Calzada, el alto contenido en cal de las aguas impide la formación de bálago. Se dice que es agua “muy cruda”. Por eso, para lavarse antiguamente se prefería coger agua de los regatos (y para cocinar, la que caía de las tejas). Las mujeres iban a lavar ropa a los lavaderos o al regato de la Vega, al pie de los pontones. Los segadores, para su higiene personal, se lavaban directamente en las charcas, especialmente en víspera de fiesta o cuando se preparaban para el largo viaje de regreso a su tierra. La techumbre de casas y chozas, cuando se hacía de paja larga, se denominaba asimismo “de bálago”. Es un elemento ya desaparecido desde hace mucho de la arquitectura popular de Salamanca, pero parece quedar constancia en alguna crónica del s. XIX. “Entre la ciudad de Salamanca y la aldea de Cabrerizos, se ve al borde del camino un pequeño huerto rodeado de unas tapias de tierra, y en uno de cuyos ángulos se eleva una pequeña casa cubierta de bálago” (Album salmantino: semanario de ciencias, literatura, bellas artes é intereses materiales, tomo 1º Número 10 - 1854 abril 9, p. 2).
Baleo cabezudo: planta que se usa para hacer escobajos de era y corral. Parece tratarse de la Mantisalca salmantica o Centaurea salmantica. Las flores, de color azul morado, dan lugar a unos cogollos de los que se deriva el nombre. Se encontraba en tierras malas o en lindes; se arrancaba con una azuela. Eran frecuentes en El Sierro. Manuel Fernández de Gatta y Galache lo identifica con el aciano. Baleo fino: planta que se usa para hacer escobas de quitar el polvo, las llamadas en Sayago barreplatos. Salía en tierras que durante el invierno se encharcaban. No se trata, parece, de la misma especie que la escobilla. En 1845, un ropavejero de Salamanca, en la Rúa, disponía unas 200 escobas de baleo fino para su venta (Semanario de avisos Número 12 - 1845 enero 26, p. 1). Baluarte: armazón del carro para la carga de mieses, forraje, heno o paja. Se hacía con unos palos largos sin punta colocados verticalmente en contacto con los tablones laterales, trabándolos con otros palos horizontales. Sujetada por esta armazón, se tendía una red de esparto holgada, que cuando se llenaba formaba grandes bolsones laterales. El baluarte es posterior al sistema antiguo, de estacones. Antes de que se generalizaran las redes, en efecto, la carga era contenida por estacones puntiagudos sobre los que iban pinchados unos cuantos haces reteniendo a todos los demás. En cambio, el baluarte permitía la carga con haces mal hechos o incluso sueltos. Las puertas carreteras eran altas, para permitir el paso de los carros cargados. Baluga: holgura entre la camisa y el torso que permite guardar cosas escondidas: géneros de contrabando o piezas de caza. Era común disimular mercancías en la baluga para escamotearlas ante los guardas del campo o al llegar al fielato. Bambolla: ostentación, boato, bullanga, aparatosidad. Es término común del castellano. Bandal; Bandujo: tripa o paquete intestinal de una res sacrificada para carne. También se aplicaba a las personas. En la novela regionalista Valdejimena, Berrueta hace decir a un serrano: “me sobran a mí corajes pa metelte una cuarta de jierro en la barriga y echalte el bandal fuera” (Berrueta, 1908). Bandera, luchar la: tradición antigua asociada a los ritos de la cosecha. Véase la explicación ofrecida por Agustín Riesco Hernández en el Boletín de fiestas, 1994. Cuando llegaban los carros cargados de mieses a la era, el último carro era tirado por bueyes engalanados, con collarines de cuero y remaches de cobre figurando letras: las iniciales de los propietarios o antepasados. “Los mozos más valientes colocaban en lo alto de la mies una cruz que ellos mismos fabricaban con una manada de trigo, garbanzos o del último panijo que se transportaba a la era.” “A la entrada del pueblo, el mozo que conducía el carro, cuando otro salía al encuentro, éste ponía precio a su cruz, que solía ser una cuartilla o un cántaro de vino”. El reto entre los mozos que llevaban los últimos carros de mieses era propiamente “luchar la bandera”. Consistía en un cuerpo a cuerpo, en que ambos se agarraban intentando derribarse: esto se llamaba “echar una vuelta”. Ganaba quien tiraba al otro tres veces. A veces, ya en la era, la lucha continuaba en son más jocoso, con mujeres. En Narros y Mozodiel, lo que se hacía era “mojar las maromas” (en referencia quizás a las cuerdas del baluarte), es decir, beber vino abundante pagado por el amo. Luego se rondaba a las mozas.
Banzo: cada uno de los largueros sobre los que carga una imagen procesional. Son cuatro: en la romería de Los Remedios, en Villanueva de Cañedo, se subastaban, siendo más cotizado el banzo de delante derecha. Lo recaudado iba para pagar arreglos en la capilla. Desde Calzada iban a caballo a la romería; se atravesaba la rivera. El día de los Remedios sacaban a la Virgen en procesión. Venían confiteros, entre ellos Federico. Traían almendras. Se tiraba a la escopeta, tarea en la que descollaban algunos. Tras la procesión, había meriendas con lo que cada uno trajese, a la sombra del carro o bajo algún árbol. Hasta desde El Arco llegaba gente. De toda la Armuña y la tierra del Vino. Iban los mejores mozos de la Armuña: de Tardáguila llegaban unos imponentes. Podía haber quimeras entre mozos de distintos pueblos. Los de Topas y los de Valdelosa se enfrentaron una vez. No había entonces baluartes, sino estacones en los carros. Iban a sacarlos del sojado del carro, para pegarse. Ganaron los de Valdelosa. Ricardo Muriel, que era cura de Tardáguila, describe una procesión en Villanueva: “los deseos de aquellos devotos peregrinos, que a porfía se disputaban los banzos de las andas donde era llevada la imagen” (El Lábaro, 1 de octubre de 1904] Barájulas: juego de mozos. Se lanzaban chapas o monedas contra un muro, intentando acortar la distancia con respecto a la pieza arrojada antes; esta distancia se medía con un palmo o una cuarta. Barajulear significaba ‘pelear’. Como trúquele o pídola o túmbalo (juego pastoril, Lamano, 1915) o tráitele (Pajares de la Lampreana, González Calvo, 2000), el término se deriva de alguna expresión repetida durante el juego, con el pronombre en posición enclítica: “las barajo”, “las truco”, “la pido”, “lo tumbo”... Compárese con la voz baileles. En Muga de Alba (Zamora), barájulas era la expresión usada en el juego de las chapas para anular la tirada. Así lo recoge también Unamuno (Llorente, 1998): “cuando se tira taba y [se] cree el que la tira que el otro ha podido hacer trampa, dice ‘barájolas, para mí’ = ‘anuladas para mí’”. Baratillero: vendedor ambulante, sobre todo en los mercadillos de las ferias. Barda: roble joven, de tronco fino y erguido. Por la descripción verbal recogida (árbol esbelto, de vara vertical), parece tratarse del rebollo (Quercus pyrenaica), que forma extensiones espesas en las zonas más húmedas del monte de Valencia de la Encomienda. En Palacios (Pal., 2001) se registra la adivinanza “fui al monte, corté un bardón, cortarlo pude, rajarlo no”, donde bardón parece usarse en la acepción ‘vara de roble’. De léxico más arcaizante y leonés es el prototipo de esta adivinanza recogida por Morán (1954): “fui al monte, corté un bardión, racharlo pude, cortarlo no”. Barda es palabra bien conocida en casi toda la provincia. Las ramas de barda eran usadas por los pastores y carboneros, junto a otras plantas, para hacer chozas. También se ha visto hojarasca de barda formando cama de tejas, es decir, en una capa situada sobre los cabrios (cuartones) y bajo las tejas; especialmente en cabañales y sobrados. En referencia a un baldío en Fuenteliante, se menciona en 1861 un trozo “cubierto de barda de mala clase, escoba, brezo, torvisco y algún carrasco” (Adelante: revista salmantina de ciencias, artes, literatura é intereses materiales Año II Número 139 - 1861 agosto 22, p. 4). En otra referenci parece diferenciarse el árbol maduro (“rebollo”), del matorral (“barda”); en alusión a un terreno en Morasverdes, se indica. “está cubierto de brezo, jara, carquesa, chaguarzo, parte de barda y algún rebollo” (Adelante, 1861 julio 21, p. 4). La hoja de barda era un recurso valioso para alimentar al ganado vacuno, como se indica en un anuncio de arriendo de pastos para vacas en Izcalina, tº de Valdelosa, de 1921, que encarece los “abundantes pastos, agua y hoja de barda” (El Adelanto, 1921 junio 28, p. 2).
Bardal: monte bajo de roble, formado por matas espesas con densa hoja verde que es aprovechada por el ganado vacuno o caprino. También se emplea en sentido colectivo el término raíz: “es terreno de barda”. Bardal es a roble lo que carrascal es a encina. Los troncos esbeltos de las matas se usaban como varas de apoyo y como cuartones en las tenadas. En los apeos de Huelmos (Catastro de Ensenada) aparece repetidamente el término bardal. “De Olleros y San Muñoz /son los espesos bardales” (Morán, 1940); “gordo i rroto komo páxaro de bardal” (Correas, 1627). En 1907 se avisa del “100 a 125 huebras de descepe de bardal en la dehesa de la Maza de San Pedro” (El Lábaro, 1907 noviembre 22, p. 3). Barranco: punto de extracción de barro para obras o alfarería. Es topónimo en Calzada. En 1890 se da la noticia de que “estando tres mujeres de Martiago […] extrayendo barro blanco […] se desplomó sobre ellas el barranco de donde lo sacaban”. Murió una de ellas (El Fomento : revista de intereses sociales Año X Número 1760 - 1890 febrero 24, p. 2). Barril: recipiente de barro, con cuello y dos asas, que se usaba para llevar el vino a los trabajadores del campo. Era parecido a la barrila, pero más barrigudo y pequeño. Barrila: recipiente de barro, con un solo orificio central que admite tapón de corcho y dos asas dispuestas simétricamente enmarcando el orificio. Se usaba para llevar agua desde las fuentes a los que trabajaban en las tierras o en las eras. Barro blanco: tipo de tierra que se usaba para enlucir los muros a modo de cal. Con la misma locución se designa un lugar del término municipal. De los de La Nava de Francia se decía: “tierrablanqueros, que jabielgan hasta las lanchas” (Blanco García, 1997). Sanz (1953) recogió en La Mata una retahíla geográfica, alusiva a una ermita de Gomecello: “La Esperanza en Gomecello, / donde sale el barro blanco / y a San Andrés en Pedrosillo / lo encajaron de un porrazo”. Sobre el famoso barro de Peñausende, del tipo de caolín se oye aún: “el barro blanco de Peñausende, un burro lo saca y ciento lo venden”. También se usaba otro tipo de tierra, el barro moreno, para repellar las paredes, a menudo mezclado con paja picada. De una charrada: “en Valdelacalzá anduve / sacando barro moreno / para enjabelgar la casa / que es de aquel reyno del Cielo” (Morán, 1990). Valdelacalzada es alquería de Retortillo. Eran famosos otros barros de alfarero: “buen barro hay en Muelas, bueno lo hay en Periruela” (Muelas del Pan, Pereruela o Perigüela de Sayago). Pero el barro bueno para los alfares y la construcción no daba lugar a suelos productivos: “la tierra negra lleva el pan; que la blanca por las paredes anda” (Núñez, 2001). A propósito del término de Boadilla, el Libro del Bastón informa de que hay en él “una mina de tierra o barro para su blanqueo en lugar de cal” (LB 139). Barruntar: intuir o presagiar; estar inminente. “Se conoce que barrunta lluvia: van las golondrinas bajas”. Bastardo: culebra bastarda (Malpolon monspesulanus). Solían abundar en las proximidades de las fuentes. De una fuente que había ya acabado el término del pueblo, camino de Santibáñez adelante, se decía que criaba muchos bastardos; desde lejos se les oía silbar. Una moza calzuda, que solía ir allá a coger una carga de agua para los segadores que trabajaban a la raya de Valencia, les tenía mucho miedo, y se acercaba siempre a la fuente cantando en voz alta para espantarlos. Los bastardos se comían, a veces incluso en las tabernas. Su carne era blanca y fina, como pescado. Se mataban a garrotazos. Alguna vez ―se cuenta― entre las cargas de leña que se traían del monte en carros, al bajar los haces se encontraron con un bastardo enroscado.
Otras comidas pintorescas del Calzada antiguo eran los erizos (vid. erecines) y los lagartos. Estos lagartos eran los grandes Lacerta lepida (lagarto ocelado) que aún se ven por el monte de Huelmos. La caza de lagartos se hacía agrandando la hura y sacándolos directamente. De Eusebio Luengo, que era cazador famoso, se contaba que los sacaba metiendo un dedo en la hura como cebo, dejándose morder y dando luego un tirón. Se cazaban cuando comenzaba el buen tiempo. Los lagartos se cocinaban (“se arreglaban”) y no era infrecuente que se sirvieran como tapa en las tabernas; una vez quitada la piel y la cabeza, la carne era delicada y blanca. Las ranas también se pescaban, en las charcas. De las diversas procedencias de las cuadrillas que venían a la siega, eran los portugueses los más aficionados a pescarlas. Para ello iban de noche, con un farol y unas cestas, a la charca de Valdoñegas. Batán, traer un buen: agitarse mucho, tener una actividad desmedida. “Un día de batán” es un día de un gran ajetreo. Baulines: fruta pequeña y roja del espino albar (Crataegus monogyna). Había uno en la Alameda Grande (tercera alameda), cerca de la Fuente de Miguel Vida. A veces se confundían con los babanzos, fruto del rosal silvestre. Los niños comían o roían estas frutillas. El nombre es una probable deformación de *bayolines o mayolines (así se denominan en Ferreras de Abajo, Aliste), a su vez procedente de *mayuelo ‘espino albar’. En otras partes de Salamanca, se les llama bayolinos (Ribera) y baulinos. Circulaba también la forma variante violines, probablemente deformación infantil del término más correcto baulines. Compárese con babanzos ‘gavanzos’. Bausán: persona aprovechada que intenta hacerse pasar por bobo para sacar tajada. Unamuno recogió la locución: “es un tío bausán”. Correas también conocía esta voz, ya en 1627. Como glosa a la entrada “Alma de kántaro” explica: “dízese al tocho, bausán, floxazo”. Más adelante describe la expresión “es un bausán”, con la siguiente nota: “del ke se keda pasmado, mirando la boka abierta”. Bebedero: abrevadero, en su doble acepción, como charca, arroyo o manadero donde acuden los ganados a beber, o como pilón alimentado por un caño de agua. Beleguín: voz de significación imprecisa, con que se calificaba a alguien de poca sustancia, muy activo, un chisgarabís. Berraza: lenteja acuática o manta de ranas (Lemna spp.). Se trata de una planta que formaba una especie de nata verde sobre las charcas, sobre todo las más cercanas al pueblo (más ricas en nutrientes). El viento a veces, si sopla muy recio, la arrolla a un lado y deja la charca despejada. Se recogía para echar a las gallinas como comida verde. Se cogía con una escoba o con un palo largo, al que se la añadía un cerco trenzado de juncos. Cuando comían berraza, las gallinas ponían huevos con la yema más dorada. Se decía “están los huevos dorados; se conoce que las gallinas han comido hierba”. Antiguamente debió de designar también (y de ello quedaba memoria en los más viejos) una planta de zonas húmedas, que Sarmiento encontró con el mismo nombre en Toro: “una planta como berro de hojas muy grandes y tallo de verdolaga”; esta misma parece ser la berraza que Correas (1627) describe así: “se kría en arroios, i se kome kon vinagre, i en algunas partes la llaman «friera», en otras, «rrabaza».”. Probablemente es el Apium nodiflorum (Sánchez-Barbudo, 1991).
Berros: planta silvestre acuática que se comía en ensalada. Es voz común en español. En Calzada era complemento de las economías humildes, como las setas y los cardillos. Se cogían berros en la Fuente del Valle; también en los Caños de Valduercos, donde bajan las aguas a reunirse con la Vega. El apodo berrero, berrera aludía a los que cogían para su consumo o venta berros. En Castellanos había una Fuente de los Agriones, que hará referencia a esta misma planta. Berza: se usa también con el sentido de ‘verdura en general’. Esta acepción es antigua (verza < lat. VIRIDIA): “a ellos, padre, vos a las verças, yo a la carne” (Núñez, 2001). Besana: tierra de secano grande. Es voz que se usa con prodigalidad en la literatura regionalista de principios del siglo XX, con evocaciones de la arada, las alondras, los bueyes, el sembrador y los surcos. Da lugar a topónimos: La Besana Grande (Villamayor). “Abrir la besana” equivale a iniciar la arada. “Hacer besana” es dar la vuelta al arado y a los bueyes al llegar a la cabezada de la tierra, donde concluye el surco. Etimológicamente es del mismo origen que la voz usada en Zamora viesa, en León y Galicia vesada. Bezos: morros de vacas, bueyes, caballos y otros animales. Aplicado a las personas significa, como es general en español, ‘labios gruesos o salientes’. Bobolina: líquido con el que se mataba el gorgojo de las lentejas en el asfixie (ver). Boceras: vocinglero, alborotador, persona parlanchina que grita sin necesidad. Análogo sentido se registra en Fuentelapeña (Zamora). También en plural (“tener boceras”), designa las berreteras o restos de comida y bebida que se adhieren a los labios. Bodorrio: boda pobre y destemplada. La señora Martina recordaba una clasificación jocosa, de los tiempos antiguos: “hay cuatro casamientos: bodas, bodines, bodorrios y bodas de los demonios”. Los primeros, hechos a lo grande, eran “cara con cara”; los bodines eran “codo con codo”; los bodorrios eran de “¿qué trajiste[s], qué te dieron?”; las bodas de los demonios eran de “a repartir los muchachos”. Con estas formulillas se expresa la gradual penuria del convite. En la boda rumbona los invitados están holgados, cara con cara. En la boda de menos posibles, ya se aprietan, codo con codo; en la categoría inferior, los invitados van como de rebatiña, a ver si sacan algo; en la categoría ínfima, ya los únicos que pueden sacar algo en limpio son los niños, más ágiles y entrometidos. Los viejos y los viudos estaban expuestos a mortificantes cencerradas: “¿de qué le sirve a Martín / haber comprado los pregones, / si a la entrada Monterrubio / le tocan los esquilones? / La pobre Florencia cómo había de dar / que en un burro viejo la iban a montar” (Ledesma, 1907). Las cencerradas se hacían a la salida del juzgado (detrás de la iglesia). Antes, solía haber tres días de celebración en las bodas. Para las comidas, se solía hacer matanza, normalmente una ternera, o una ternera y un cabrito. La víspera, los novios iban casa por casa invitando personalmente a los convidados del día siguiente. En cada casa recibían algún pequeño agasajo (vino y pastas, generalmente). Luego se cenaba con rumbo, normalmente en casa de algún familiar de los novios. Al día siguiente, los novios, separadamente, eran despertados con su desayuno de bodas, a base de chanfaina. Después venía la misa y la comida. Ésta podía celebrarse en casa de la familia o en la cárcel vieja, situada donde ahora está el ayuntamiento. Se ponían ollas de garbanzos y fideos, seguidas por jamón, carne y chorizo. El postre podía ser de arroz dulce y bollo [maimón]. Por la
tarde había baile, con tamborilero y con rosca. El día siguiente (la tornaboda), se comían las sobras al mediodía, se hacían las fotos en Salamanca y, a veces, se repetía el baile. En la noche de bodas y el día siguiente, los novios estaban expuestos a bromas y chanzas de diverso gusto. De una pareja se cuenta que, cuando volvían en auto de Salamanca, donde habían ido a retratarse, el chófer pretextó una avería a la altura del prado de las Carrerinas; y los amigos de los novios, que estaban conchabados con él, aparecieron con un burro, que llevaba dos grandes cestos de las vendimias. A la fuerza metieron a los novios, uno en cada cesto; no podían salir, de tan hondos como eran. Con el burro cargado así, un novio a cada lado en su cesto (y protestando airadamente), los amigos fueron en tropel hasta Calzada y pasearon en desfile por todo el pueblo. Otras bromas más habituales eran las de uncir a los novios con un yugo para que tiraran de un arado ligero. La locución “hacerle la boda a alguien” equivale a ‘estar de casamentero, propiciar un emparejamiento’. Bogalla: agalla o cecidia de roble o alcornoque. Las más habituales en el contorno son las producidas en el quejigo (Quercus faginea). Las bogallas viejas, ya crecidas, han encontrado en el pasado otros usos: por ejemplo, para hacer collares grotescos o pendientes de carnaval. Se recoge en Calzada el cantarcillo de juego de niñas: “Juan Cardoso / comió pan soso, / leche de cabra, / juego de bogalla. / Tente, Cardosito, / que no te me caigas”. Hay que interpretar juego como deformación de jugo: la dieta de Juan Cardoso es la de un cabrero que anda por el monte y no conoce otras frutas que la bogalla. Esta canción se simultaneaba con el lance de una taba; a veces también se recitaba mientras se jugaba a las canicas con las bogallas y los bogallos. Bogallo, bogallín: bogalla pequeña, poco crecida, de color amarillento o rojizo. Se usaban como canicas para el guá. En portugués se registra una voz muy similar, como muestra este refrán del Comendador (Núñez, 2001): “falaon le en allos, responde en bugallos” (es decir, le estaban hablando de ajos y él sale con los bogallos; como hacen los que quieren escurrir el bulto). Bollo maimón: bizcocho suave, como en el resto de la provincia. En Calzada, sólo se hacía para la fiesta. Se acostumbraba a comer acompañado de anís (las mujeres) o de coñac (los hombres). Bomba: cohete o petardo de fiestas. Se decía antes. Boñica: boñiga. Las vecinas soltaban las gallinas a la calle para que picaran los granos de cereal intactos en las boñigas de buey y vaca. Algunos vecinos humildes recogían, con un escobajo y una herrada, las boñigas de las calles y caminos. Borrecete: abultamiento que produce en los animales la picadura de garrapata. En Villavieja se indica: “clavándose en la piel del perro, oveja, etc. y chupando su sangre hasta llenarse forma lo que aquí llaman borrecete” (García Alonso, 1907: 13). Botica: farmacia. Era la denominación única y general. Boyá: rebaño compuesto por todo el ganado vacuno del pueblo (vacas y bueyes) cuando los animales estaban ociosos (holgones); era confiado para su guarda a un boyero, que dirigía los movimientos del ganado por los pastos del concejo (la Vega, la Laguna, la Portilla,
Valdoñegas). Al atardecer, los animales regresaban espontáneamente hacia sus casas, mugiendo sonoramente a la puerta si no se les abría y dormían en las tenás. Durante el final del invierno, los bueyes permanecían en casa y era preciso procurarles alimento de los bueyes: “si el buei kieres engordar, demediado hebrero hasta maio le as de apazentar” (Correas, 1627). La temporada en que la boyá salía a los prados se iniciaba en mayo, hacia el día de Santa Cruz (3 de mayo). Esta fecha era conocida como el día de “echar los bués a la hierba”. Para celebrar la ocasión, se organizaban peleas de bueyes en las eras de la vega, cuidadosamente vigiladas por los respectivos amos para evitar lesiones. Cuando terminaban las faenas de verano y quedaban libres las eras, los bueyes pastaban en las eras de abajo; las caballerías (la burricá) en las eras de arriba. En el s. XVIII (CME), Calzada contaba con 230 bueyes y vacas de labor, 40 erales y 12 becerros. En 1919 había 235 reses vacunas, casi la misma cifra de 1752; en 1950, 299 reses (Cabo Alonso, 1955). El boyero en Calzada solía ser un vecino contratado para ello. En otros lugares podía ser un forastero: “Dende allí me fui a Las Navas, / me cogí para boyero. / Me dan tres medias de trigo / y otras tantas de centeno, / un cuarterón de tabaco / y la bula y el sombrero” (Ledesma, 1907). Bragazas: hombre que se deja dominar por la mujer o por otras personas. También se aplica a la persona poco trabajadora. Burdel: multitud bullanguera y ruidosa. Burricá: rebaño compuesto por todo el ganado equino del pueblo (asnos, mulos y caballos) cuando los animales estaban ociosos (holgones); era confiado para su guarda a un pastor, el burriquero, que dirigía los movimientos del ganado por los pastos del concejo (la Vega, la Laguna, la Portilla, Valdoñegas). También aprovechaban el rastrojo una vez pasada la siega. Al atardecer, cada dueño recogía sus bestias, tarea habitualmente encomendada a los rapaces, que partían con sus cabezás hacia el ejido, al final de las eras de Abajo, cerca de la Charca Redonda. La recría de caballerías no se realizaba en el pueblo. Según el CME, a mediados del s. XVIII había paradas de sementales en La Vellés y Palencia de Negrilla (ligadas a la arriería), y también en Cardeñosa (Cabo Alonso, 1955). Por ello no sorprende ver que en las respuestas del Catastro de Calzada figuran sólo burras (200 jumentas), sus crías (50), yeguas (22 yeguas de vientre) y potros (8), pero no hay caballos padres. Mulas había cuatro. La situación en la primera mitad del s. XX era similar, aunque aumentaron mucho las mulas: 33 yeguas y caballos, 28 mulas y 187 asnos en 1919; en 1950, 26 de caballar, 52 de mular y 140 de asnal (Cabo Alonso, 1955). Bravío: terreno que no se labra por estar en barbecho o por su mala calidad. Bravucón: este término, aunque es de uso general descriptivo de las personas valentonas, que aparentan más bravura de la que tienen, se aplicaba particularmente a las reses vacunas. Brienda: apero con mango, dientes largos y travesaño. Se usaba para cargar paja limpia (de menor densidad que la mies sin limpiar) de la parva al carro o del carro al pajar. Es más grande que el briendo. La forma estándar en castellano es bieldo, -a. Briendear paja era meterla por el bucarón del pajar. Briendo: apero de madera con una cabeza formada por un travesaño y cinco o seis dientes cortos, que se usaba para limpiar (aventar) el grano de las parvas. En un documento salm.
de 1281 se mencionan algunos pertrechos de labor, entre ellos “dos trillos buenos et una vendra, et quatro vendros” (Martín et al., 1977). Brincar: pegar un salto. Brincar la cuerda era saltar a la comba. Los rapaces “brincaban la tapia” para coger fruta de las higueras que se plantaban pegadas a las paredes de algunos corrales. También, después de las lluvias, se podían retar unos a otros a “brincar el charco”. Bruja: remolino de polvo y arena causado por un pequeño tornado. En Valdelosa, conjuraban su peligro diciendo: “detente, detente, no vengas a la gente”; en Tardáguila hacían una cruz con pulgar e índice (PCS, p. 68). En Calzada también se hacía esa cruz, confiando en que el remolino se desviaría. Bruños: endrinas. Fruto del Prunus spinosa o endrino. Eran frecuentes los bruños en el sotobosque del encinar o del quejigar. Cerca de Calzada se encontraban con facilidad por la zona de Huelmos, en las proximidades de la rivera de Cañedo, o en los arroyos del Mono y del Moro, al pie de Huelmos de San Joaquín. Cuando las lindes entre tierras eran pobladas de vegetación, subsistían algunos bruños en ellas. Se recuerda en particular la abundancia de endrinos en la llamada Linde de las Corderas, por el camino de la Aceña (hacia Zorita). No ha de sorprender, pues aún subsisten algunos, muy maltrechos por el arado, en los ribazos de la carretera entre Torresmenudas y Valverdón. En Villavieja García Alonso (1907: 14) registra bruñera ‘endrino’. Bucarón: ventanuco alto, cuadrangular, sin reja, por el que se alimentaba desde la calle el pajar. Los carros, con su baluarte y redes para la carga de paja, eran dispuestos (arreculando el carro) adyacentes a la pared exterior del pajar. El bucarón, próximo en cota al techo del pajar, tenía la altura adecuada para facilitar la descarga del carro desde arriba, mediante briendas. Los rapaces se encargaban de igualar y compactar la paja, es decir, de encalcar. En algunas casas, el bucarón estaba situado sobre una puerta grande, de tipo carretero. El carro se iba vaciando al principio directamente sobre el suelo, con las puertas abiertas. A medida que subía el nivel, el vano de la puerta iba cerrándose por abajo con tablones; al final, la puerta era cerrada del todo y se continuaba la descarga de paja por el bucarón. Se oye la expresión “tener la boca como un bucarón”, es decir, la boca grande. Buebo¸ güebo: formas populares y compartidas con muchos pueblos de ámbito leonés para huevo. Cuando los calzudos iban a Salamanca en burro, con carro o a caballo, surgía la cuestión de dónde dejar las bestias durante el tiempo, generalmente breve, de sus recados: pagar a los amos la renta, comprar aperos, hacer escrituras... A la entrada había una posada a la que llamaban “La Posada del Huevo”, porque, a cambio de dejar custodiadas las caballerías durante las dos o tres horas de demora, era preciso abonar a los propietarios un huevo. Otra posada de caballerías, también cerca de la Glorieta, era la de Bernabé. Por la salida hacia Ledesma había una posada de una tal señora Basilisa. En la posada no se daba pienso a los animales, que quedaban simplemente custodiados, y descansaban de sus aparejos. Buerta, buerto: formas populares de huerto, -a. También se oye Buelmos en vez de Huelmos. Existían pocas huertas en el término. Pueden nombrarse casi todas en breve espacio: en el Prao Carrerinas, a oriente de la carretera de Salamanca había una (de José Escudero, plantada hacia 1940); otra en el prao Martibáñez (del señor Frutos; se hizo en la postguerra, como huerto familiar); otra adyacente al Alcornocal (de Manuel Merino, con un trozo de viña adjunto); otra en la cuesta, sobre las eras de arriba, del señor Quico Santos, que se plantó hacia la guerra (tenía una era separada, con un pozo, del otro lado del camino que iba por la
Vega; colindante a esta era había otro cacho de era del señor Juan Agustín Gallego); otra en los Rompidos de Aldeanueva, al pie del teso de San Pedro (del señor Juan Bravo; había una alameda adyacente, de Manuel Sánchez, separada por el regato); otra en el Juncal, rayana al monte de Huelmos. Bués: bueyes. La pieza principal del orgullo de los labradores fuertes. A mediados del s. XVIII la cría de bueyes se hacía en el mismo pueblo, sin necesidad de compra en los mercados de Ledesma o Salamanca. Son abundantes las vacas de vientre citadas en las respuestas del CME, de acuerdo con la recomendación antigua: “hijos, de tus bragas, y bueyes, de tus vacas” (Núñez, 2001). Más tarde, sin embargo, los bueyes se empezaron a comprar fuera: muchas veces en el mercado de Ledesma. Los criadores, en las dehesas, ya los vendían con su nombre puesto. Los bueyes sayagueses, de enorme tamaño, eran muy pachorros y blandos; en Calzada apenas se compraban. Para arar con arado de palo, los mejores bueyes eran los de Vitigudino: ligeros, de porte alto. Para tirar del carro o de la máquina (brabán), se prefería otro tipo de buey, de cabeza recia y cuernos gruesos. Se usaban también los de raza morucha. Eran conocidos los contenciosos ocasionados por la afición de los bueyes a rascar sus cuernos contra las paredes, lo que producía a veces desperfectos graves en los muros de barro (tapia o adobe). No sólo los bueyes se rascaban en las paredes: también los labradores se rascaban la espalda en las esquinas de las casas. De cuando la invasión de los franceses se cuenta que una labradora rica, huyendo de los desmanes de la tropa, se fue a refugiar al monte de Santibáñez o de Valencia. Al pasar la Rivera de Cañedo, como era invierno, las aguas venían altas y ella no sabía nadar. Asi y todo, pasó, agarrada al lomo y los cuernos de un buey. En la década de los 50 apareció el primer tractor en Calzada, pero durante toda la década siguiente eran todavía vacas, mulos y bueyes los músculos del campo. Los antiguos tractores, de marca Lanz, con tubo de escape vertical y ruido de cafetera (motor de un tiempo), fueron entrando poco a poco en la vida del pueblo y, a la par, iban saliendo hacia los campos de la memoria los últimos bueyes. Bufar (la lumbre): crepitar el fuego en la chimenea cuando arrecia el viento en la calle. Era indicio de que se iba a levantar aire. Burra: (1) viga gruesa y horizontal, inferior a los forjados del techo, que soporta el lienzo opuesto al muro de la campana de la chimenea antigua o “de campana”. (2) También se aplica a los soportes, cruzados en aspa, a modo de caballete para las labores del carpintero o carretero. Estas burras suelen tener tres patas para mayor estabilidad. Burro: juego de niños: se ponían varios en hilera, con el tronco horizontal formando una especie de pasarela; los restantes niños iban saltando procurando llegar lo más adelante. En Palencia de Negrilla se llamaba “burro arrengao”. Cuando uno saltaba con mucho impulso y se desmoronaba la cadena de niños, se decía que los de abajo se habían arringado. Caballos trillones: caballos pesados que servían para arar. Eran lentos y poderosos. Su pachorra causó en una ocasión apuros a dos mozos que, a caballo sobre sendos trillones, habían ido a Santibáñez a traer vacas bravas para la fiesta. Una de las vacas se desmandó y salió a embestir a los caballos, que intentaron torpemente huir prado abajo, por la Rivera. Felizmente un vaquero se dio cuenta y atajó a la vaca antes de que hiciera destrozos.
Algunos labradores calzudos tenían una pareja para ir a arar a Villanueva y otras dehesas de la zona. La ventaja con respecto a los bueyes es que se podía hacer la arada y regresar en el mismo día, porque los caballos, más rápidos, completaban fácilmente el camino de ida y vuelta. En cambio, con bueyes, la labor de rentero en Villanueva no cubría los gastos, pues se hacía necesario buscar comida y lugar de reposo para los animales. La forma trillón es un ejemplo más de la vitalidad en las hablas leonesas del sufijo agente en –ón (como en estrella guiona, es decir, cometa). Una crónica sobre la feria de Salamanca, sin embargo, aplica al término un valor distinto, especificando que en el mercado hubo muchos “caballos trillones, de desecho” (El Adelanto, 22 de septiembre de 1905, p. 1). Cabañal: cobertizo. Normalmente servía para guarecer el carro. Se accedía por una puerta carretera. A la puerta del corral se ponía a veces una cencerra para delatar la entrada de desconocidos. Cabezada o cabezá: jáquima, armazón de correas y cuerdas con el que se sujeta la cabeza de las caballerías. Cabezazo, dar el: costumbre de pasar los vecinos en fila, al término de un funeral, ante el féretro y despedirse, uno a uno, del muerto. Para ello, se inclina la cabeza, o se hace un santiguado, o se musitan algunas palabras de oración o de despedida. Los familiares, que flanquean, de pie, el féretro, no reciben muestras particulares de condolencia. El desfile de vecinos es rápido. Esta ceremonia se hace al pie del altar, pasando los vecinos en hilera por el pasillo central de la iglesia. Cabras: varices. Se producían por abusar del brasero o de la lumbre. Cabresto: cabestro, toro capado de raza grande, que sirve para guiar a las vacas bravas. Había cabestros en la dehesa de Torrejón, junto a Palencia de Negrilla. Cabro: macho cabrío. Cachapa: costra seca o semiseca de herida, postilla. Cachar: cascar, romper por percusión un fruto o similar: “cachar avellanas”. Cachotero: puñal corto y agudo con el que se sacrificaba a las reses vacunas en el matadero. Es como el cachetero que usan en los ruedos para dar la puntilla a los toros. Cagarse el carro: cuando llegaba el carro de las tierras cargado de haces, o cuando venía con paja hasta arriba de los baluartes, si se hacía mal podía ocurrir que parte de la carga se viniera abajo. A esto, que era motivo de deshonor, se le aludía con esta locución. Trastornar el carro era volcarlo. Venancio Bejarano recoge en 1951 en Berrocal de Huebra un canto de trilla: “transtornastes el carro / en la ladera, /por mirar pa la reja / de tu morena” (Carril Ramos, 1995). Cagarrón: nombre que se daba al calabozo para presos en la casa de concejo antigua. Era voz marginalmente usada en distintos puntos del castellano; su difusión pudo hacerse al socarie del servicio militar. Este término ya fue usado por Villarroel en 1794 con una acepción que parece ser ‘andurrial, lugar escabroso, perdedero’ (citado en la edición de 1936 del Diccionario de la Academia). En el calabozo de Calzada durmieron alguna noche presos diversos. Se ponía cepos de madera a los presos más peligrosos; éstos duraron al
menos hasta después de la guerra civil. Por escándalo público, antes de la guerra, fue a parar al cagarrón una pandilla de mozos que habían paseado en un carro, tirado por un burro, disfrazados de oso blanco y pantera; uno de ellos mostraba, a la primera ocasión, el culo al aire. También pasó algún tiempo en la cárcel un vecino al que se había encomendado la traída de vacas bravas para la fiesta y que no cumplió con su compromiso (“puso vacas, y no hubo vacas”). Se dice que fue encarcelado también, en tiempos más remotos, un calzudo que había robado un vaso sagrado (¿un cáliz?) de la iglesia. Durante las noches se oía en su casa machacar el oro; esto hizo sospechar a los vecinos, que lo delataron. Parece recordarse, si no es absoluta leyenda, que, en vísperas de ser conducido a la prisión en Salamanca, cuando fueron a visitarlo su mujer e hijos para cenar en la cárcel, buscó alguna excusa para quedarse a solas con sus hijos, y, avergonzado de su prisión y su ignominia, los mató volteándolos contra una columna del calabozo, para que no tuviesen que vivir como hijos de tal padre: “yo he sido un ladrón, pero a vosotros nadie os llamará ladrones”. Cahorzo (ant.): charca, laguna. Con mayor antigüedad, existía la forma cadozo, que figura en testamentos y donaciones antes del s. XVIII. Algunos cadozos son naturales y otros proceden de la extracción de barro para hacer adobes o tapia. Calabaso: especie de embudo metálico, que se acopla a la máquina de embutir el mondongo en tripa para hacer chorizos o farinatos. Calagraño: suciedad o mugre acumulada en la cara, ojos, pestañas, cuello y manos. Las madres podían decir a sus hijos: “ven aquí, majito, que te quite esos calagraños”. Calbochero: pote o puchero de barro con perforaciones que se usa para asar las castañas y bellotas en el borrajo de la lumbre. Calderillo: acetre, vasija pequeña en metal para el agua bendita. Caleños: piedras blanquecinas y de poca densidad que aparecen en el subsuelo, a poca profundidad; por ejemplo, al abrir una zanja para cimentar un muro. Se usaban para rellenar agujeros o mechinales en las tapias. El término probablemente tiene su origen en la existencia de hornos de cal en Calzada (topónimos Horno de San Sebastián, Prado de los Hornos), en los que la materia prima eran trozos de piedra caliza extraídos del subsuelo. Llamaban caleños a los terrones blancuzcos que quedaban en los hornos después del cocido de la cal. La antigua calzada romana conservaba hasta poco antes de la concentración parcelaria restos de empedrado con caleños. Calostros: primera leche de las hembras recién paridas, especialmente de vacas y cabras. Se cocía, se tiraba el suero amarillento que sobraba, y se preparaba una especie de requesón, que se completaba con azúcar y canela. Calzudo: gentilicio principal de los de Calzada. La forma parece tener su origen en un floreo verbal con la palabra calzas ‘medias, pantalones’. Así, calzudo es alguien que lleva grandes calzas, como haldudo era alguien que llevaba grandes faldas. De hecho, el cura de Fruime recoge en 1778 una lista de dictados tópicos muy generales: “el gallego segador, / el maragato calzudo, / el montañés linajuto, / y el asturiano aguador” (Cernadas de Castro, 1778). La denominación no respondería a una peculiaridad en el vestir de los de Calzada, sino probablemente sería un simple juego verbal. Evidentemente no es gentilicio obtenido
por sufijación rutinaria (mediante –eño, -ano, -ero, -ense...) del nombre de Calzada. En cualquier caso, parece que un sufijo –udo es muy raro en España como formante de gentilicios; en cambio, es común para aludir a rasgos físicos: cabezudo, barbudo, barrigudo, melenudo. Los dos casos citados por Rohlfs (1968) aprovechan este sufijo, casi siempre corporal, para producir una alcuña jocosa: cabezudos, de Cabezas del Villar; jamilenudos, de Jamilena (evocando melenudos). También cabe citar sallenuto, de Sallent de Gállego en Aragón (Garcés Gómez). Es frecuente que el procedimiento de derivación a partir de un nombre de pueblo no se haga sufijando sino flexionando o buscando parónimos de intención jocosa. Así, a los de Alberguería de Argañán les llaman albergallos, a los de Atalaya talayos, a los de Zamarra zamarros, a los de Torre de Don Miguel torresneros (Iglesias Ovejero, 1992), a los de Collado Mediano collarejos (Cela, El coleccionista de apodos), a los de Facinas facinerosos (Garcés Gómez). Otras veces se busca una sufijación maliciosa: los de Majadas (Cáceres) son majaeros (Cela, 1975). Similarmente, los de Calzada son calzudos, buscando con ello el chascarrillo de las calzas grandes. Callantar (ant.): calmar o silenciar. Sobrevive en el refrán calzudo “el cuco que en marzo canta, viene abril y lo callanta” (ATS, El tiempo). También se escuchan las variantes “acallanta” o, ya más alterada, “quebranta”. Este dicho parece avisar a los prematuros, advirtiéndoles que a las alegrías tempraneras les sigue una segunda parte menos sonriente. Es decir, cuando llega abril, época del año en que tocaría al cuco cantar, éste ya está mudo porque ha gastado antes de tiempo su caudal musical. El cuco, con su canto primaveral, avisaba del comienzo de la temporada de fatigas ligada al trabajo de las tierras, una vez pasado el descanso de invierno. Cuando empezaba a oírse el cuco, hacia marzo, era señal de que se avecinaban las faenas de la escarda. Una variante del refrán citado se recoge en Monleras (Solano, 1989): “el rano que en febrero canta ya vendrá marzo que lo acallanta”. Rano es el sapo. En Sayago y Aliste, se recoge un refrán similar, y también “quien canta, su mal acallanta” (Panero, 2000; Rodríguez Fernández, 1992). Callantar es voz arcaica, que ya usaba Berceo: “El nuestro sacerdot quando la missa canta, / e faze sacrificio sobre la mesa sancta, / todo esto remiembra la ostia que quebranta, / todo allí se cumpre e allí se callanta”. Camándulas o camandulero: persona inquieta e intrigante, con hábitos de mentira o disimulo. Camandulero es voz de uso relativamente extendido en todo el ámbito del castellano. Camas: cobertizo para descanso nocturno de los bueyes. Cambiza: aparvadero; apero de labranza en forma de tabla que, arrastrada por la yunta, servía para recoger la parva trillada (redonda y poco espesa) y formar la parva de limpia (alargada y de sección triangular). Las cambizas antiguas eran en forma de T. Campanas: sobre los toques de campana en Calzada hay ya abundante documentación disponible. Véase en particular la obra de Llop y Álvaro (1986). Eran múltiples y diferenciados los toques. Las reuniones de concejo se hacían previo toque de campana, como era común en los concejos leoneses: “en el lugar de Stª. María del Monte [...] estando en noble concejo juntos a son de campana tañida” (Behar y Boixo, 2001). Cuando se procede en Calzada a la instrucción del Catastro de Ensenada, la reunión concejil es convocada, “para cuyo fin fueron citados por toque de campana según este concejo lo tiene de costumbre”. Correas (1627) recoge estas locuciones: “Xuntarse a boz de konzexo. Xuntarse a kanpana tañida”, explicando que es “xuntarse para konsultar, o en alboro[t]os i
vandos”. También figura el refrán: “a konzexo malo, kanpana de palo”. En Calzada se distinguía entre el toque a concejo (tres campanadas de remate) y el toque a hermandad (cuatro campanadas). Para avisar a misa mayor, en Calzada se dan tres toques. El primero, aproximadamente media hora antes de ésta; tras una pausa, se señala con dos campanadas; el segundo toque es un cuarto de hora antes, y viene marcado con tres campanadas. El último toque es inmediatamente anterior a la salida del cura al altar, y se acompaña de una campanada. Éste se da desde abajo de la tribuna, con cuerda larga que llega hasta la torre (veinte campanadas seguidas más la una). Las mujeres entran antes que los hombres. La locución “ya han tocado la una” es común entre los que llegan tarde. En el pasado se regulaba la vida laboral con las campanadas. Las campanas sonaban al alba (el ave maría), a la hora del ángelus (el mediodía) y al anochecer (la oración). En cada uno de estos momentos, se daban tres campanadas simples desde abajo de la tribuna, tirando de la cuerda. Durante los meses de verano, a partir de la cruz de mayo, eran las campanas las que avisaban para salir a los campos –a acarrear o a segar-. Algunos labradores, se dice, sobornaban a veces al campanero a fin de que adelantase el toque del alba y atrasase el del anochecer, para así alargar la faena de los jornaleros. Mediante los toques se coordinaban las pautas de trabajo y se facilitaba la vigilancia. En las Ordenanzas de Zamora se indica: “los vecinos puedan pazer de canpana a canpana” (Del Canto et al., 1991). Los guardas del campo, encargados de prevenir robos en las cosechas, sabían a qué atenerse, puesto que no estaba permitido salir a las tierras antes de oírse las campanas. Los guardas, antes de la guerra, se hacían respetar con tan sólo una cayada. Eran dos. Solían ir a pie (para pasar más inadvertidos) o a caballo. Después de la guerra empezaron a usar escopeta. La costumbre de señalar en el toque a muerto la condición del finado debe de ser muy antigua, pues ya figura en un documento de Fuentesaúco del s. XIII: “otrossi pusu que non tangan las campanas mas de tres veces por el baron et duas por la muyer quando finaren” (Sánchez Rodríguez, 1987). Igual en el Fuero de Salamanca (art. 299). Así lo recoge Correas en este refrán: “Tañen a misa, rrepikan a dos, murióse una viexa, perdónela Dios”, explicando luego: “porke en muerte de muxer dan dos posas o badaxa[da]s solas”. Esta costumbre ha pervivido: en Calzada, el código avisador se basa en el número de campanadas que suceden, separadas, al toque a muerto. Estas campanadas se llaman esposas. El Libro de Difuntos cuenta un suceso impresionante, ocurrido en 1762: por la mañana había muerto un mozo, Joseph Andrés; al empezar a oírse por la tarde las lentas campanadas del funeral, su padre, Francisco Andrés, no pudo resistir y cayó muerto de la impresión: “al oír el toque por su hijo, se sobrecogió de alguna congoja, o accidente, y no hubo lugar a la extremaunción”. En otras emergencias se tocaba a rebato: así ocurría en los incendios (se daban campanadas muy rápidas, en sucesión atropellada); y seguidamente todo el pueblo iba al lugar del fuego con azadones y palos a cortar las llamas apaleándolas y echándoles tierra. Correas alude a este toque de emergencias (1627): “A boz de kanpana. Konvokarse i xuntarse el pueblo a konzexo o a rrentas, o en alboroto”. La campana podía en efecto llamar a la revolución: en el cartulario de Carracedo se cuenta cómo en 1359 los moradores de Villaverde se rebelaron contra los criados del monasterio que venían a coger leña en su bosque de Lancinos: “salieron a ellos omes e mugeres a campana repicada e [...] les dieron feridas” (Martínez Martínez, 1999).
También se hacían pagos al campanero por tocar a nublado, como se expresa en el Catastro de Ensenada de Calzada. En Berrocal de Huebra solía ser el sacristán a principios de siglo quien subía a tocar, a la vez que cantaba “detente nublao, / que vienes enojao, / detente, detente, / no mates a la gente” (Carril Ramos, 1995; recogido por Venancio Bejarano). Otras veces, por ejemplo, en alguna iglesia de barrio de Salamanca, eran los niños los que subían a tocar las campanas, al son de “detente, nublao, / si vienes cargao…” (J. Sánchez Gómez en El Adelanto, 8 de diciembre de 1906, p. 1). Posteriormente, se empezó a usar cohetes para espantar los nublados. Se “tiraban bombas” para “rajar la nube”. Solían ser los guardas del campo quienes hacían este trabajo y, a veces, el alguacil del Ayuntamiento. En su conjunto, las campanas cumplían fielmente los tres fines que les asigna el adagio latino: “vivos voco, mortuos plango, fulgura frango”. Se decía antes, como informa Cristóbal Riesco Hernández, que “de las dos campanas que hay en la torre, una era propiedad del Ayuntamiento; con ella se hacían los toques propiamente municipales (concejo, fuego, salida al campo en la posguerra, ángelus = toque de mediodía para comer)”. Cáncana: Francisco García Vicente, que fue farmacéutico en La Vellás, lo define así: “pájaro que sólo es patas y plumas y anda a pasos rápidos y menudos y da pequeños vuelos en busca de mosquitos”. Sin duda es forma del mismo origen que cáncana ‘araña gruesa, de patas cortas y color oscuro” de la RAE. Parece uso figurado, aludiendo al parecido del citado pajarillo con una araña. Cáncanos: piojos. Es expresión estándar pero inhabitual en el español contemporáneo. Candado: decíase de las mieses o plantíos tan espesos que no dejaban ver los surcos. En la ciudad de Salamanca se decía que el Tormes se había candado cuando los hielos lo recubrían por entero, uniéndose de una orilla a la otra. Una coplilla periodística de 1904: “dicen que se candó el río; / ninguna duda me cabe: / porque este frío es un frío / de padre y muy señor mío, / y que hasta echará la llave” (El Castellano: diario de la mañana Año IV Número 1052 - 1906 enero 26, p. 1). Candar: cerrar una puerta con llave; en cambio, trancar era echar la tranca, en las puertas antiguas. Cangallas, no poder con las: estar exhausto, desfallecido o flaco una persona o animal hasta el punto de no poder andar, mover los pies o prestar algún servicio. Equivale a ‘no poder con los zapatos’. Cangrejos: Cangrejos de los antiguos (es decir, Austropotamobius pallipes, especie anterior a la afanomicosis epidémica provocada por la difusión del cangrejo americano) se iban a pescar al arroyo de San Cristóbal, en una zona espesa de monte de encina, quejigo y fresneras (soto de fresnos, Fraxinus angustifolia), al suroeste de El Cubo del Vino. Para la pesca se usaban los grandes cuévanos de coger paja (o cestos pajeros, menores que los de las vendimias), y como éstos, hechos con vara de sauce o mimbrera. “En Poveda, los cangrejos, / que los cría la Guareña” (Ledesma, 1907). Baldomero G. Galán evoca una visita a Zamora en 1906: “ha saboreado las anguilas del Duero en el cañal de Guerra, y comido exquisitos cangrejos y lechugas, guisados por la Gregoria, en los Tres Árboles” (El Lábaro, febrero de 1906, p. 7). En Salamanca había cangrejeros de oficio. En la plazuela del
Corrillo, en los meses de verano, había mujeres, las cangrejeras, que vendían a principios de siglo XX tal crustáceo (El Lábaro, 4 de julio de 1903). Canguinga: debilucho, enclenque; o, tal vez, cuentista, que inventa excusas para no trabajar. Se cita la frasecilla burlona: “canguinga, que con cuatro no puedes y con cinco respingas”. También se decía “Juan Chinga” o “Juandinga”. Parece que en origen aludiría a un burro o caballo protestón. Respingar aquí no tiene la acepción habitual de ‘sacudirse, pegar un respingo’, sino la de ‘brincar, correr, pegar saltos’. Es decir, el burro perezoso es acusado de fingir abrumarse con cuatro a cuestas, cuando incluso con cinco puede ir pegando brincos. No está clara la relación con canguingos, que se usa en muchas partes como respuesta sarcástica a la pregunta “¿Qué vamos a comer hoy?: ―Canguingos y patas de peces”. Cántaro: medida antigua de capacidad, equivalente a unos 16 litros. Un cántaro tiene ocho azumbres, o sea 32 cuartillos. Esta medida se usa todavía habitualmente en toda la Tierra del Vino. Cantón: trozo de jabón casero. Como se hace con grasa animal, se contaba en Santiz que en algún invierno crudo aparecieron las barras de jabón roídas por lobos. Caño: zanja o curso estrecho entre dos tierras, por donde desaguan las lluvias. Antes de la concentración parcelaria subsistían algunos caños relativamente anchos y acompañados por vegetación arbustiva. Capón: dulce de navidad formado por higos secos abiertos rellenos de nueces. También se aplica este término, como en castellano estándar, al pollo o gallo que es capado para que engorde, o al toro o al eral recién castrado. Carámbano: capa de hielo en los charcos y en las pilas. No se usa en el sentido habitual castellano ‘pinganillo colgante de hielo’. Las charcas de las eras de abajo, en las traseras de las casas, se candaban de hielo, con un carámbano tan espeso que 20 o 30 muchachos podían jugar y deslizarse a la vez; “entonces caían unos hielos temerosos”. Aunque hubiese hielo en los lavaderos y charcas, no por ello se dejaba de lavar. Y las mujeres rompían el carámbano a golpes de tajuela o con piedras. Carbizo: roble joven, que forma matorral. Calzada perdió en gran medida su contacto con el mundo arbóreo al dejar de labrar Santibáñez, que era en origen monte ligado al pueblo. Sólo quedaban como vínculo con el macizo boscoso de Valdelosa las incursiones en Casablanca, a la cantera, así como las idas de algunas familias a por hornija, sobre todo de jara, al monte de Valencia de la Encomienda, o al de Huelmos y Cañedino. El resultado es un marcado debilitamiento de la cultura montesina. Ello explica la falta de precisión con que se conocen los árboles de monte. Se recuerdan por su nombre los siguientes árboles de monte: fresnos, encinas, chaparros, carbizos, robles, bardas y alcornoques. Pero no se establece una clara distinción entre ellos, sobre todo entre carbizos, robles y bardas. Ha de tenerse en cuenta la singular riqueza en especies del género Quercus del enclave abrazado por la rivera de Cañedo en su rinconada (zona de Huelmos de Arriba y Valdelosa). En un mismo golpe de vista pueden abarcarse grupos de encinas (Q. Rotundifolia), alcornoques (Q. Suber), quejigos (Q. Faginea) y rebollos (Q. Pyrenaica). Probablemente los antiguos tenían nombres diferenciados y claros para todos ellos. Esta convivencia de especies, explicable como “la superposición tan compleja entre el carácter bioclimáticamente ecotónico del territorio y la historia interventiva humana” (García
Rodríguez, 1992) se ve enriquecida por otras presencias singulares, como la del alibierno (Phyllirea angustifolia), los bruños (Prunus spinosa), los espinos (Crataegus monogyna), los galaperos (Pyrus bourgeana), los gavanzos (Rosa spp.) y los diversos sauces de ribera (Salix salvifolius sobre todo). En Forfoleda, también se conoce el término carbizo, y parece aplicarse al quejigo (Quercus faginea), muy abundante en las navas del monte. Es el árbol más rico en bogallas de todas las quercíneas de la zona. Sin embargo, en El Maderal (Zamora), cuyo monte comunal es rico en diversidad arbórea, identificaba con claridad el Sr. Martín (telefonista) la carba como ‘rebollo (Quercus pyrenaica)’, árbol de grandes hojas lobuladas y aterciopeladas, que forma grupos compactos, con altos varales. En cambio, barda era la mata de quejigo (Quercus faginea) y roble el ejemplar adulto de quejigo. En Palacios del Arzobispo, el ALCL recoge carbizo ‘roble’. Cardo de tierra cochera: llamaban a un tipo de cardo comestible, que podría ser Xanthium spinosum ‘cachurrera’. Apenas se recuerda. Por el contrario, es viva la memoria de los cardillos, que se cogían en las tierras y se comían con los garbanzos. Para pelar los cardillos se restregaban contra un vástago de parra o cepa, doblado; también se usaba una vara de mimbre puesta en arco. Carnúcales: se dice de un pájaro volantón, que no ha echado aún plumas y no puede volar, que “está en carnúcales”. Figuradamente, se aplica también a alguien desnudo, por ejemplo un niño pequeño. Parece haberse usado la locución pájaro carnúcales en referencia a cierta especie de pájaro pequeño, pero apenas puede confirmarse. Carocas, hacer: hacer carantoñas, contar embelecos, embustes o gracejos. Unamuno anota esta voz, recogida en la provincia, como “carocas = mentiras (hacer carantoñas)” (Llorente, 1998). Parece que en el uso antiguo, su sentido era parecido al actual ‘trola, embuste’. Carretera (puerta): puerta grande, de dos hojas y un postigo, por la que entraba y salía el carro del cabañal. Cascarrias: la forma castiza cascarria (y no cazcarria) se atribuye preferentemente a los excrementos resecos o restos de sangre y placenta, tras el parto, que las ovejas y cabras llevan adheridos como costra en la zona anal. Castillejo: aparejo de trapo o paño relleno, a modo de albarda, que se colocaba en los lomos de burros y caballos para montar en él las personas y las cargas, evitándole al animal el roce. Cebo: molido de garrobas, yeros, alverjas, arritas, cebada y otras plantas que, molido, se daba como alimento a bueyes, vacas y ovejas. En un Concierto del Obispo de Zamora y el Concejo de Fuentesaúco sobre nuevos diezmos, fechado en 1251 (Sánchez Rodríguez, 1987), se indica: “que nos dien diezmo de toda la lavrancia et de pan [= cereales] et de serondaya [= herbales, literalmente ‘zarandaja’]. Et nos dexamosles diezmo de yervos [= yeros] et de negriella [probablemente es la alverja negra] et de carrauvas [= garrobas] ata VIII fanegas cada iugo pora cevo de sus boes” Cebón: cerdo cebado o en ceba para su engorde. Cédula: la ‘cédula de cumplimiento pascual’ era un pequeño papel impreso que se daba a los feligreses en testimonio de haber confesado y comulgado en la parroquia por Pascua. Un
poema de Azabeño lo describe así: “estaba la sacristía / entonces llena de gente / que iban buscar la cédula, / y entre tantos filigreses / que en la doctrina cristiana / estaban bastante peces, / sin andarse con miserias / el cura copiosamente / repartía calabazas, / lo mismo secas que verdes.” (La Iberia: semanario independiente, 1922 febrero 25, p. 1). Cegatoso: persona que ve poco, por tener los ojos cargados y llorosos. Celemín: unidad antigua de capacidad para áridos y grano (4.625 litros). También se usaba para medir extensión. En extensión, es la doceava parte de la huebra o fanega; en capacidad, es también la doceava parte. Cada celemín de extensión equivale a 33 y 1/3 estadales cuadrados. Cencío: dícese del prado cuya hierba aún no ha sido pastada. Es voz más propia de la zona oriental de la provincia. Un artículo firmado “El ciego de Robliza” (= Luis Maldonado) alude a los cotos, “esas zonas esentas y acotás como un cencío” (El Adelanto, 27 de enero de 1915, p. 2). En la dehesa del Arroyo (de la Encina) se arrendaba en 1910 para el verano y hasta el 11 de noviembre “un prado cencido” con abundantes aguas, para cincuenta reses vacunas (El Adelanto, 12 de julio de 1910, p. 3). Cerros: lomos de los surcos. No se usa con la acepción ‘colina, loma’. En su lugar, es habitual teso. Céspede (ant.): hierba de las eras. En las huertas de Valverdón se usaban céspedes (trozos arrancados a ras de suelo, con hierba y raíz) para formar presas de riego, establecidas en los arroyos de Valgrande y de las Viñas. Correas (1627) recoge este refrán: “al azadón i a la laguna, zéspede i kuña”. Su explicación es: “al azadón porke no se desenaste [=salirse del mango], i a la laguna porke no se vaia el agua”: idéntico en el Comendador (Núñez, 2001). Cabo Alonso (1955) indica que una mujer, la veedora, era encargada en Valverdón de regular el uso de las aguas asignadas por turno a los vecinos regantes. Cesta de costilla: cesta fuerte con un asa, de tiras de castaño, y con una vara curvada formando el borde. Se hacían estas cestas en la sierra y se usaban para llevar la merienda. Ciéganos: lodos o limos acumulados en el fondo de los arroyos, regatos y charcas; eran usados por los labradores como fertilizante de las tierras, aprovechando las periódicas labores de mondar las charcas. Se oye también la forma diéganos o diégamos. Cavijal: timón del arado. Llamado así porque en su extremo más alejado de la reja llevaba clavijas para prender el yugo. Cocoso: dícese de la fruta (preferentemente) o cualquier producto que se estropea, enmohece o agusana. Los gusanos que salían en las heridas de las vacas o bueyes se llamaban cocos. Un refrán salmantino es “al perro cocoso, cocos en él”. Cochera, cochero: se aplica al garbanzo que cuece bien y que no requiere dosis de bicarbonato para ablandarse. También se dice de la tierra cuya calidad produce este tipo de garbanzos. El suelo, muy calizo, de Calzada, da lugar a un agua que dificulta la cocción. Por ello se solía recoger agua de lluvia de los canalones para cocer los garbanzos y lentejas. En una retahíla geográfica recogida en La Mata se dice: “Villanueva, Villanueva, / seis cosas tienes de buena: / buen majadal pa las vacas, / el palacio y la alameda, / buena tierra pa conejos, / y la Virgen de los Remedios, / la tierra de la alameda / para garbanzos cocheros” (Sanz,
1953). En 1904 se anunciaba en Peñaranda la venta de garbanzo cochero desde 82 a 160 reales por fanega (La Voz de Peñaranda, 15 de mayo de 1904, p. 3). Los garbanzos ya se sembraban en Calzada, esporádicamente, a mediados del s. XVIII, aunque con grandes precauciones porque esquilman mucho el terreno. Su siembra no se hacía a voleo, sino “a chorrillo” o “a tito”. Una fanega de garbanzos se vendía a más del doble que la de trigo. Más tarde, con la arriería y con llegada de los abonos minerales, la producción creció. Coger: caber, encontrar acomodo. Es vulgar en gran parte del español. Se constata en la siguiente forma, recogida en Calzada, del conocido refrán: “en abril, aguas mil, y todas cogen en un barril” (ATS, El tiempo, p. 127). También se aplica coger a aparearse los animales; y al contratarse de los criados. Una charrada recogida por Ledesma (1907) atestigua este uso: “dende allí me fui a Carreros, / me cogí con el tío Pedro / para guardar unos ganaos / que me daban buen dinero”. Cogüelmo: colmo de una medida; forma de llenado que produce un rebose, colmo o convexidad de material sobre el rasero del recipiente. Una media fanega de trigo puede cargarse rasa, cuando se pasa una raedera “corriendo el rasero”, es decir, dejando la medida justa, o puede cargarse “a cogüelmo”, cuando se llena por encima del filo. Echar a cogüelmo o acogolmado es opuesto a echar raso o correr el rasero, como se expresa en el Catastro del Marqués de la Ensenada (hacia 1750). Correas (1627): “El kogolmo no os dé pena, ke el rrasero se lo lleva”; “sienbra en polvo, i avrás kogolmo” (“esto es: montón kolmado de trigo”). Cojijo: urticaria generalizada, acompañada de vómitos, mareos, angustia y malestar, que provoca en las personas la picadura de garrapata (García Alonso, 1907: 13). Colaciones: dulces de navidad, que solían traer para su venta los serranos. Se cambiaban por cebada o trigo; también se pagaban con dinero. Consistían en nueces, higos, castañas y turrón. A veces se comían en semana santa, para compensar las privaciones del “cohibirse de carne”. Luis Maldonado de Ocampo recuerda de su infancia cómo eran las colaciones de un niño rico en Salamanca: “pepitones de azúcar, bellotas de chocolate, jamoncillos de mazapán, alfeñiques, ciruelas pasas”; en cambio, los rapaces de Villamayor recibían cascajo: “nueces, avallanas, castañas, higos y hasta buenos trozos de morcilla, farinato y aun de reciente longaniza” (El Adelanto, 1 de enero de 1918, p. 4). Colambre: pellejo para transportar vino o aceite. Los traían de la vecina comarca de Tierra del Vino. En 1887, a un vecino de Topas (que luego se vio implicado en el famoso crimen de la Carbonera, en Salamanca) se le atribuye el hurto de una colambre de vino (El Fomento, 9 de noviembre de 1887). Cuando estaban a medio llenar, eran de difícil transporte, porque desestabilizaban al portador. Una vez vacías, se solían poner a secar colgadas. Las colambres solían ser de tres a seis cántaros de capacidad. Las más pequeñas se usaban para el transporte directo a lomo de caballerías; esto era común en toda la Sierra de Francia y conllevaba grandes riesgos de rotura y derrame. Figuradamente se llamaba colambre a la barriga. Cólico miserere: gastroenteritis aguda, con perforación del aparato digestivo y hemorragias intestinales. Conducía casi irremisiblemente a la muerte. Colorao: pelirrojo.
Compañones: testículos. En la recopilación de Hernán Núñez (2001): “a braga rota, compañón sano”. Comparanza: comparación o referencia. “Aunque sea mala comparanza”. Con bastante: con mucho, sobradamente. Conejinas: planta herbácea espontánea de los sembrados, linderos y prados. Echaban un tronco o raíz como la zanahoria. Su flor era blanca. Era preciso arrancarlas con cuidado, profundizando; de lo contrario volvían a salir. Fernandez de Gatta recoge en su recopilación, centrada en torno a Villavieja de Yeltes, conejinas ‘trébol rastrero’. Corraliza: cercado desmontable de cañizo o de palo y tablas que se instala en las tierras para encerrar las ovejas de noche. En La Vellés y posiblemente también en Calzada se llamó también rede a la corraliza, como indicaba en los años 50 del pasado siglo su secretario Antonio Sánchez de Vega (Carril Ramos, 1995). Corrobla: merienda y festejo; fiesta con merienda; juerga. Por ejemplo, la que se hacía en las matanzas, o la de las mujeres el día de Santa Águeda, o la que celebraba un trato. Se aplica también a un grupo o corrillo en charla animada. Cornata: trozo de cuerno de toro, de forma tubular con dos bocas (una más ancha y otra más estrecha), que se usaba para embutir las morcillas durante la matanza. Cornicabra: raza de pimientos retorcida y puntiaguda, de muy buen sabor para freir. También se les llama pimientos cuernocabros. Correlindes: persona inquieta que no para en parte alguna. En tierra de Medina del Campo llaman así a la cogujada. Cortina: tierra cercada con vallado de piedra u otro material. En Calzada las cortinas están aledañas a las casas. Se empleaban para sembrar cebada a manta, todos los años. Esta cebada, que se segaba en verde, era el denominado herrén, y servía para el engorde de animales. “Cortinas de San Pelayo, / de El Arco, la fuente buena” (Ledesma, 1907). En Castellanos y en Almenara, las cortinas se sembraban de centeno. Coscurro: currusco de pan. Cotenas: mugre acumulada en el cuerpo humano por sudor y falta de higiene. Unamuno hace uso del término en su Vida de Don Quijote y Sancho: “para limpiar con tus cantos toda esa asquerosa cotena del espíritu”. Probablemente había incorporado esta voz de sus pesquisas lexicológicas en la provincia de Salamanca, pues en un cuaderno suyo, hasta hace poco inédito (Llorente, 1998), figura la siguiente entrada: “Cotena. Costra de porquería” Coterina o cotorina: alto o cumbre de un monte. Parte superior de la cabeza, sincipucio o coronilla. Con esta última acepción se registra en un suelto de 1930 en la prensa de Ciudad Rodrigo: a un lector le asiste “la razón por encima de la cotorina” (Miróbriga: semanario católico Año VIII Número 438 - 1930 Agosto 24). Coto: mojón o hincón de tierra o piedra para delimitar las fincas. En los apeos y deslindes antiguos se emplea como sinónimo los términos mojón y marco. Durante las operaciones de
deslinde se renovaban, sobre todo los que estaban hechos de tierra, o se les echaba unos cantos encima. En la provincia de Zamora, Álvarez Tejedor (1989) documenta además el uso de las voces hitos, piedras, marradas, marras o manjanos con el mismo valor semántico. En Jambrina (Zamora), se ponían los cantos debajo de la piedra mojonera para servir de testigos de la verdadera ubicación del marco. “Se pasea Don Torcuato con su hijo Rafael, / a poner los cotos blancos a la raya San Miguel” (Pasacalles de La Quilama). Cotral: buey (o vaca) viejo del que hay que deshacerse por inservible para la labor y venderlo para carne. Los bueyes alcanzaban los 10 o 12 años en la labor. A esa edad, a pesar de que “buey viejo, surco derecho”, era habitual venderlos o sacrificarlos. Los labradores ricos a veces acortaban la vida útil de los bueyes, con sus criados que los castigaban mucho arando a la máquina; a los 8 años, el buey estaba acabado; se les aporrillaban las manos de artritis. Su carne era usada para el mondongo. Los chorizos eran particularmente sabrosos cuando tenían carne de buey. La matanza del buey se hacía coincidir con la de los cerdos. De alguna casa grande en las dehesas próximas a Calzada se cuenta que hacían anualmente matanza de un buey y ocho o diez marranos. Es voz que recoge Correas (1627), “Si kieres hazer buen kotral, dale de komer i déxale holgar”, explicando luego: “kotral llaman al buei viexo ke ia mengua en fuerzas, i le venden para la karnizería”. Un sentido similar tenía el refrán “a la res vieja, alíviale la reja”. Coyundas: correas largas de cuero en forma de tiras que se usaban para uncir los bueyes y vacas al yugo. Se cantaba en la provincia: “La despedida te doy, / la que dan los labradores / con las coyundas al hombro / adiós, ramito de flores”. Correas (1627) registra esta voz, en singular, en el refrán siguiente: “Por San Lukas, suelta el buei de la koiunda, mata el puerko i tapa la kuba” (San Lucas es el 18 de octubre). Criado: temporero, que pasaba el verano en la casa de los labradores para ayudar en las faenas de la recolección. Solían proceder de pueblos de la Rivera de Cañedo, de Sayago o tierra de Ledesma. Antes, los criados de labor se contrataban para un año completo, hacia el día de San Juan o de San Pedro. Llegada esta fecha, el criado que lo deseaba quedaba liberado y podía decirle al amo lo que recoge en 1627 Correas: “A Dios, ke pinta la uva”; y explica: “dicho por mozos ke se despiden en buen tienpo de los amos”. En época más reciente, el contrato podía tener diversa duración: (1) cubriendo los meses de recolección, julio y agosto; (2) extendiéndose hasta completar la sementera, desde primeros de octubre a finales de noviembre; (3) ocupando el año completo. El jornalero, en cambio, se contrataba por días sueltos. Véase A. Gordillo (Vivencias) para una descripción más detallada. Según ATS, El Tiempo, en Calzada se adelantaba la contrata de los criados a San Juan (24 de junio), mientras que la de los pastores era por San Pedro (29 de junio). Además del salario, el criado solía recibir algunas antenciones de su amo: “el carro de paja para la lumbre, las colaciones de Navidad, el prestarle las caballerías para labrar alguna tierrita o huerto, amén de otras varias dádivas en casos de necesidad o enfermedad” (Libertad: periódico semanal, 21 de agosto de 1913, p.1). Crica: escogido, protestón, melindroso. Vocablos sinónimos son criquerilla, alecrique; se aplican sobre todo a los niños mimados. Vendrá de crica, que en algunas hablas dialectales leonesas designa la hendidura vaginal. Así, en Fuentelapeña (Zamora), crica es las ‘partes pudendas de la mujer’. Ya se usaba esta voz en época medieval. Alfonso Álvarez de Villasandino, que vivió entre el s. XIV y el XV, la incluye en un poema erótico: “como el asno a la borrica / vos querría enamorar; / non vos ver, mas apalpar / yo desseo vuestra crica”.
Cuadril: parte superior de la cadera. Las mujeres llevaban el cántaro de agua, el baño de ropa o la tajuela al cuadril para soportar mejor el peso. De ahí venía el calificativo descuadrillado ‘descoyuntado, derrengado’: en unos versos de José Martín Borrego, de Rollán, “no tiene sano ni un hueso / porque está descuadrillado” (Benito, 1985). Cuarta (ant.): cuartilla, medida de extensión equivalente a un cuarto de huebra o fanega. Cuarterón (ant.): medida antigua de capacidad, equivalente a cuatro onzas o un cuarto de libra. Se usaba para el tabaco. “Pesa presto María, quarterón por media libra” (Núñez, 2001). También se aplicaba a las ventanas pequeñas, sin cristal, de carpintería ciega: “¿cómo quieres, Pepita, / que yo te ronde, / si no tienes ventanas / con cuarterones” (Morán, 1990). Cuartilla: medida antigua de capacidad, equivalente a un cuarto de cántaro, o sea, dos azumbres (unos cuatro litros). Como medida de superficie, equivalía a tres celemines o la cuarta parte de una fanega. Cuartillo: medida antigua de capacidad, equivalente a medio litro (otras indicaciones lo estiman en 0.504 l). Era la cuarta parte (de ahí el nombre) de un azumbre. 32 cuartillos equivalían a un cántaro. Las jarras de vino, que solían ser compartidas entre los mozos en las tabernas, eran de cuartillo. Correas (1627): “Un kuartillo presto es ido, una azunbre tanbién se zume, el arrova es la ke abonda”; “Vengo por agua i vino vendéis; echáme un kuartillo, i veré ké tal es”. En la medida de granos equivalía a 1/48 de fanega, es decir, la cuarta parte de un celemín. Cuartón: cabrio o viga. Se reserva habitualmente el término para los palos de madera apoyados en la cumbrera y alineados según la corriente en el tejado; sobre los cuartones descansa, a modo de colcha, la ripia de hojarasca y ramillas, que a su vez sustenta las tejas. También se llaman cuartones las vigas del forjado. En el Libro del Bastón (1770), se explica: “tiene varios álamos negrillos para vigetas, quartones, de casas”. Cuatropea, catropea: galope. A la catropea: al galope. Era expresión usada por los chicos cuando regresaban de la burricá a lomos del burro propio, y se entablaban competiciones improvisadas entre los diversos jinetes. “Nadie como él ha lucido / yeguas en las cuatropeas / y mantas en las capeas / y marros en el ejido” (Gabriel y Galán). Otras luchas rituales de los niños eran las batallas de piedras, que se saldaban con cantazos, produciendo numerosas piteras. La cuatropea era también la parte del ferial de ganado, en Salamanca, donde se estacionaban para su compraventa las caballerías. Cucos: apodo colectivo de los de Castellanos de Villiquera. Es extremadamente frecuente el apodo cucos como gentilicio burlesco. Son cucos los de Valdecarros (Salamanca) y Mercadillo (Ávila) (Blanco García, 1997), Gallegos del Pan (Zamora) (Álvarez Tejedor, 1989), San Pedro de Mérida (Badajoz) y Valdastillas, Valdehúncar (cucones), Santibáñez el Alto (Cáceres); en Valdefuentes (Cáceres) son cucones (Zamora Vicente, 1943; Ramón y Fernández Oxea, 1949). A los de Hoyos y Valdastillas (Cáceres) les llaman también cucos. Gutiérrez Macias (1970) lo atribuye a su supuesta tacañería: salieron corriendo por capturar a un cuco que volaba con una cereza. Cela recogió el apodo de los de Pelahustán, cuquillos y pelacucos, y el de los de Robledo de Sobrecastro, cuquelos. También son cucos los de Almodóvar del Río (Córdoba), Villanueva (Palencia), Vilacova (Arganil, Portugal) y Villamor de la Ladre (Zamora). Llaman cucos a los naturales de Villarino Manzanas y a los de Entrepeñas (Sanabria, Zamora) (Baz, 1967). En Aragón es apodo muy frecuente. Los de
Sinués y Jasa son cuculdos, los de Urdués son cuqueros, los de Abiego coculos, los de Alforque, Vera de Moncayo, La Corbilla, Pozuel, Santed, Villaruelo de los Olmos son cucos, los de Vicién son Cucosos, los de Huerrios son Cucullos y los de Ibor, cuculos. La explicación que da Blanco García (1997) sobre el apodo de los de Castellanos de V. es sin duda incompleta: “por ser madrugadores como los cucos, debido a que existían bastantes amigos de lo ajeno, especialmente en la temporada de verano”. Otra explicación, también insatisfactoria, que corre por Calzada, se basa en la supuesta existencia de un reloj de cuco en la iglesia. Unamuno recogió en la Armuña el dicho siguiente: “Castellanos de Villiquera / dan la palabra y luego la niegan” (Llorente, 1998), que parecería redundar en esta noción desfavorable de los del pueblo. Contribuye a aclarar el sentido del mote Morán (1953), quien recogió en Machacón una retahíla geográfica alusiva a este mal nombre: “cucos los de Castellanos, / que cantan por Villiquera, / con cuatro vacas cagonas / que les cagan la mancera”. En muchos otros lugares, se aprecia alguna conexión entre el apodo cucos y la vida de pastor de vacas. Es probable que el término cucos aplicado a los de Castellanos haga alusión a su condición de vaqueros (en los prados de Villiquera), dado que la relación entre el pastor y su ganado incluye silbos y voces. Lamano recoge los verbos acucar ‘burlar y hacer chifla de alguien con silbos y jijeos’, cuquear y cucar ‘burlar, hacer burla, molestar, injuriar’. “Cucar el ojo” equivale a guiñar. Correas incluye este refrán en su repertorio (1627): “al kuko no kukes, i al ladrón no hurtes”. En La Alberca, cuquear es ‘cacarear, producir de noche ruidos extraños’ (Cortés Vázquez, 1957). Sánchez León recoge en la provincia de Salamanca cuquear ‘azuzar’, acepción que convendría aquí. El dictado tópico “en Valdastillas los cucos, porque cuquean las vacas” (Rodríguez Moñino, 1960-1964) parece aludir a esta intimidad vocal entre pastores y ganado. Dos posibilidades adicionales se apuntan aquí: (1) aunque esta acepción no parece haber conservado vigencia local, cucar era antiguamente ‘beber, sorber’, especialmente cuando se hacía de modo clandestino, como los niños que sorben en el gallinero un huevo haciéndole un agujerito. De hecho, circulaba cuco, cucarro ‘borrachín, bebedor’ en refranes y frases hechas como las recogidas por Correas (1627): “Fraile kukarro, dexa la misa i vase al xarro. Fraile kuko, azeite de saúko. Fraile kuko, lánpara de saúko”. Ésta es su explicación: “el azeite de saúko dizen ke arde mucho, i kreze en llama; i ansí el fraile bevedor, ke en ese sentido se toma kuko i kukarro, sienpre beve más, i si es malo kreze en el mal”. Cabe por lo tanto postular, como hipótesis menor, que algunos de los apodos colectivos del tipo cuco se basen en la acusación de mamar leche, tanto de ganado propio como ajeno (“quien tiene la cabra, ésse la mama”, Núñez, 2001): es decir, los de un pueblo acusan a los del pueblo vecino de venir a hurtadillas a ordeñar o a mamar de las cabras o de las vacas, como a los de Puebla de Yeltes, que reciben ocasionalmente el apodo colectivo de mamadores de cabras (Iglesias Ovejero, 1992). (2) No es tampoco descartable una insinuación o segundo sentido de carácter sexual. Cucar es ‘copular’ en la comarca del Rebollar y cuca es la vulva en otros puntos de la provincia: “para la cuca más ancha, / las mocitas de Miranda” (Puerto, 1992). También en asturiano tiene vigencia cucar, tanto en sentido erótico, como en el de ‘fisgar, atisbar’ (García Arias, 2000). Es bien conocido, en cualquier caso, el recurso a la voz del cuco para zaherir a alguien acusándolo de cornudo. A ello hace relación este refrancillo del Comendador (hacia 1550), en que alguien se mofa de otro cantándole: “¡cu, cu!”; y el otro responde: “guarda no lo seas tú” (Núñez, 2001). Cuerdas: nimbos de lluvia que se ven en el horizonte. Congestión ocre o amoratada entre las nubes y la línea del suelo, en la que a veces se adivina el sesgo de caída de la lluvia.
Cuévano: cesto mediano de mimbre y otras varas de sauce, con dos pequeñas asas en la boca, que se usaba para transportar la paja a los pesebres o tirarla en el corral o en la cuadra. Se aprovechaban también para pescar cangrejos en los arroyos. Los cestos donde se acarreaba la vendimia eran aún mayores (les llamaban asnales en los pueblos vecinos de la parte de Zamora). La recogida de racimos, parra por parra, se iba haciendo en unas cestas más pequeñas, con asa, que iban siendo descargadas luego en los cestos grandes. Cuezo: hocico. “Meter el cuezo” es entrar donde a uno no se le llama. Chacho¸chacha: vocativo enfático, especialmente usado entre mujeres, expresando sorpresa. Se alargan mucho las dos sílabas. Es abreviación de muchacho, aunque se usa como interjección. También es frecuente, con función parecida, la interjección Halá o Huy, ambas con la vocal final muy prolongada. Cuentan de un calzudo que, haciendo el servicio, y destinado en Sevilla, vio por vez primera el interior de la catedral. Su exclamación fue: “halá qué postes”. Chalán: negociante experto y astuto en la compraventa de ganado, que actuaba en los mercados y feriales. Todos los jueves había mercado en Salamanca. También iban los labradores a Ledesma y a Vitigudino a comprar bueyes. Se solía ir en grupo, para dar más solemnidad y seguridad a la compra. Se cuenta de un labrador lo siguiente: había comprado dos bueyes en el mercado de Ledesma, y regresaba con ellos toda la Rivera arriba (por Cuadrilleros, Cañedo de las Dueñas, San Pelayo y El Arco), montados en dos caballos él y su hijo mayor. Al llegar al pie del corral de concejo, coincidió que estaban matando una res en el matadero. Uno de los bueyes “conoció la sangre” y, espantado, salió corriendo vega abajo, seguido por el compañero. Aunque dieron vuelta con los caballos, no los pudieron coger. Tuvieron que viajar de noche, a caballo, hasta Ledesma, y anduvieron preguntando por dehesas y encinares, hasta que, por las señas que daban, les ayudaron a encontrarlos. Estaban ambos bueyes pastando juntos y contentos, cerca de la dehesa donde los habían criado. “De Berrocal y Sanchón /salen los buenos chalanes” (Morán, 1940). “En Salmoral, los chalanes / chalanillos de la mierda, / para comprar un cebón / se juntan docena y media” (recogido por Unamuno a principios de siglo XX). “En La Mata, los chalanes, / los del ganado cerdal” (Bejarano, 1953), en referencia a La Mata de Ledesma. Había abundantes chalanes en tierra de Peñaranda, especialmente en Macotera; en la parte occidental de la provincia se dejaban ver también chalanaes portugueses. Chalina: especie de foulard que llevaban los hombres cubriendo el cuello bajo la chaqueta. Era una prenda de adorno y protección, a modo de corbata o bufanda de hilo y de seda; se colocaba sobre el cuello de la camisa o del chaleco y bajo la chaqueta. Chambo: es voz ya desconocida y no restringida a Salamanca, pero se usó en la comarca. Significa ‘trato, trueque, canje, arreglo comercial improvisado’. Lo recoge, por ejemplo, en los años 50 del pasado siglo el secretario municipal de La Vellés Antonio Sánchez de Vega (Carril Ramos, 1995): los pastores y los labradores se intercambiaban aguardiente por lentejas y garbanzos; a este trueque se le llamaba “hacer el chambo”. En la prensa decimonónica: “cual Judas vendió a su Mestro, tan luego como le propusieron el chambo’ (La Provincia, 17 de febrero de 1891). Chanfaina: guisado típico de arroz y menudos (bofes, callos, patas y trocitos de sangre cocida) que se tomaba como almuerzo (es decir, de desayuno) en las bodas del pueblo.
Chaperón: arreglo casero, improvisado o chapucero. Chimenea de campana: chimenea antigua, cuyo caño era marcadamente tronco-piramidal y servía a la vez de entrada de luz y de salida de humo. La parte baja de la chimenea abarcaba casi toda el área de la cocina. Se cocinaba en el centro, y alrededor se disponían escaños o tajuelas. El lienzo más inclinado de los cuatro que componían el caño estaba orientado contra el hostigo, es decir, hacia poniente. Así se mitigaba la entrada masiva de agua durante el envernizo (temporales de invierno). A pesar de ello era inevitable la caída de gotas y copos de nieve en las cocinas, con el consiguiente trasiego de tajuelas en fuga. Se decía que en alguna chimenea grande de las antiguas hacía su nido (dentro del caño) la golondrina. Este tipo de chimenea fue progresivamente reemplazada, a partir de 1920, por las llamadas chimeneas francesas, donde se separaba la entrada de luz de la salida de humo. La entrada de luz en éstas se realizaba por un lucernario o tragaluz, con la estructura de una falsa chimenea cuyo cañón está compuesto por un armazón de tablas que frecuentemente va recubierto por yeso, como se observa aún en no pocas casas calzudas (ver Feducchi, Segovia). En algunos casos más rudimentarios, la luz ingresaba por un simple lucero, es decir, por una pequeño agujero en el forjado cubierto por teja traslúcida. La salida de humo se efectuaba por un caño mucho más estrecho, adosado al muro, y de forma casi ortoédrica. Flanqueando la chimenea, es frecuente disponer sendos armarios para platos y fuentes: vasales o vasalicos. Chirumba: palo de unos 15 cm usado en un juego infantil, que también recibía este mismo nombre. El palo tenía los dos extremos en punta. Se trazaba en el suelo un corro de unos 100 cm de diámetro, y se establecían dos equipos. Los atacantes debían conseguir que la chirumba terminase dentro del corro, y los defensores debían evitarlo. Para ello, alguien del equipo atacante lanzaba a mano el palo desde lejos intentando aproximarse al corro. Los defensores, a cada vez, disponían de tres lances para despejar. Con este fin, golpeaban con una paleta un extremo de la chirumba impulsándola hacia fuera. Es el juego conocido como toña, tala o lito en otras partes del español. Con el mismo nombre, chirumba, es usado en Fuentelapeña (Zamora). Ya Unamuno (Llorente, 1998) identificó este juego con la toña. Cholas, cholos: bota fuerte, de cuero, con piso de madera gruesa, a modo de borceguí, que usaban los labradores en invierno. Particularmente eran útiles para entrar en corrales húmedos o en estercoleros. En la parte occidental de la provincia de Salamanca se les daba el nombre de chancas. Las suelas de palo eran comunes en el cuadrante noroccidental de la península. En Portugal se dice: “homens do Minho / vestidos de linho / calçados de pau / comem pão de passarinho [= pan de millo]”. Del que fue durante décadas párroco de Trabanca, gran cazador, se contaba que en invierno iba a decir misa con cholas, dado el estado de los caminos en el pueblo (El Salmantino, 16 de junio de 1915); de hecho, los de Trabanca son motejados con el versillo “Trabanca, chancas de palo” (Morán, 1990). Choricero: ternero, vaca o buey que se engordaba desde final de verano hasta las matanzas (es decir, de septiembre a diciembre), destinado a hacer con él embutido (sobre todo chorizo) mixto de cerdo y de res vacuna. Choto: ternerillo. Chucha: ganga, oportunidad singular en un negocio o una compra. En La Vellés se decía “labrador chuchero, nunca buen apero”, donde chuchero parece significar ‘cazador de alforja’ (CES, p.171, recogido por Antonio Sánchez de Vega). En un artículo de 1886 sobre los beneficios de las aves insectívoras se denuncian “las agudezas y artificios de los chucheros
o cazadores de alforja” (La Liga de los contribuyentes de Salamanca, 17 de enero de 1886, p. 2), aludiendo a los que cazan con redes y trampas. Chupamiel: carámbano, aguja de hielo colgante de los aleros y canalones. Esta voz es explicable porque para los niños, antes, estos colgantes de hielo eran una golosina: se cogían y se chupaban de camino a las Escuelas. Como término expresivo, es un comodín, y de hecho se habrá aplicado a diversos objetos, entre ellos a flores de sabor dulzón y refrescante. En Calzada se llamaba chupamiel a cierta planta, no identificada. Por ejemplo, en El Arco designa a la flor de la malva, que se usaba para remediar los resfriados (MVP, p. 32). En cambio, en Cespedosa de Tormes era la flor del trébol (Sánchez Sevilla, 1928). Chupitel: ver chupamiel. Churrasco: vino dulzón que no está del todo fermentado. Churriburri: con la expresión “to churriburri” se alude a un conjunto de personas de toda índole; a veces, pero no siempre, es peyorativo. La forma estándar castellana es zurriburri, aunque la forma usada en Calzada es también de uso común. Churro: ternero de cierta edad, entre uno y dos años; equivale a eral, palabra no usada actualmente en Calzada, aunque sí constan profusamente las voces eral y erala en la documentación del XVIII. Churrulí o churulí: pájaro [de plumaje oscuro (y moteado), del tamaño de un tordo] (datos inseguros) que aparecía de vez en cuando sobre los tejados de las casas, cantando unas notas que sonaban como “chu-rru-lí”. Los niños creían oír la voz “a dormir, a dormir”. La identificación es confusa, pero podría pensarse con cierto fundamento en el alcaraván (Burhinus oedicnoemus). En efecto, el reclamo del alcaraván es un silbido potente, vespertino, reproducible como “Churr-lí”. Morán recoge en su Lenguaje de la fauna (Centro de Estudios Salmantinos, 42), que incluye interpretaciones infantiles y populares de las voces animales, la clara identificación del canto del alcaraván con “a dormir, a dormir”. También comprueba otras traslaciones populares del canto: “a uñir, a uñir, a uñir, / el que no tenga carro, / que se eche a dormir, / que ya viene abril. // Alcaraván comí; –a otro bobo, que no a mí”. Lamano (1915) anota la denominación popular salmantina arrumí ‘alcaraván’, que sin duda es onomatopéyica; también gurrumío ‘ídem’. Bernís (1995) anota el nombre salmantino arrumir para la misma ave. Obsérvese que el nombre del ave llamada chorlito es también imitativo del canto (DCECH), y que la estructura del nombre es parecida a la del churulí. Dediles: especie de guantes para los dedos, hechos de cuero, que se utilizaban en la siega manual para proteger los dedos de cortes con la hoz. En la recogida del garbanzo servían para proteger del sarro de esta planta (en Palencia de Negrilla). Se complementaban con unas piezas de cuero o lona protectoras del pecho y piernas del segador, a modo de mandiles (Álvarez Tejedor, 1989). Demás de: suficientemente, por encima de lo exigido. Derrotón: despilfarrador; descuidado de sus posesiones o hacienda. El término antónimo es ratiña. Desa: forma común, sin hiato, de dehesa. No está clara, en el habla local, la diferencia entre alquería y dehesa. En gran medida depende de una convención toponímica. Por ejemplo, no
se oye hablar de una dehesa de Huelmos, pero sí de la de Valencia. Casi todas las dehesas próximas a Calzada están al norte de la rivera de Cañedo. El pueblo ha mantenido una relación estrecha con las más próximas. Pueden mencionarse algunas de éstas, con sus propietarios del antiguo régimen, tal como lo declara el Catastro de Ensenada: Cañedino, San Cristóbal del Monte y Casablanca (esta última, llamada también Cañedo del Yermo) eran del cabildo de la catedral de Salamanca; Santibáñez era en gran parte del Conde de Canillas; Huelmos era del Conde de Grajal y otros propietarios; Izcala, de las Úrsulas; Villanueva, del Conde de Grajal; Cardeñosa, también del Conde, salvo una quinta parte (Cardeñosita) que pertenecía al Cabildo. En 1933, durante la República (García Martín, 1992), la propiedad estaba en manos seculares: Huelmos (de María de las Nieves López y Sánchez Tabernero y Fernando Rodríguez Fornos), Cardeñosa y Cardeñosita (de los hermanos Maldonado de Guevara, María del Carmen, y Julia y Mario respectivamente), Cañedino (de Vicente Oliva Rodríguez y hermanos), Villanueva y San Cristóbal del Monte (de Ricardo Soriano Scholtz, de Madrid), Izcala (de Teresa Blanco Cobaleda), Valencia (del Conde Malladas), Santibáñez y Casablanca. Villiquera era de Antonio Vázquez de Parga. Bastantes de ellas se vieron sometidas durante los años 30 a expedientes de expropiación con motivo de la reforma agraria (García Martín, 1992), aunque esta iniciativa no prosperó. En los años 1959-60, la propiedad había cambiado: Villanueva era de Esperanza Hernández Riego, Izcala estaba partida en tres cuartos, uno de Alonso Marcos, otro de los hermanos de Santiago Íñigo Martín y Benito Martín, y otro de Teresa Lamamié de Clairac. Cañedino seguía en manos de Vicente Oliva. Huelmos de Arriba era de la familia de Pío Cabanillas, el político. Huelmos estaba dividido en una parte de Mª Nieves López Sánchez Tabernero y otra de Agustín Benito Sánchez. El segundo era el llamado “tío carbonero”, de Matilla de los Caños, que compró su trozo de finca por 300.000 pesetas de 1948. Inmediatamente inició un gran desmonte de encinas, que se prolongó dos o tres años. Iban los vecinos de Calzada a arrancar encinas y a sacar carbón. Se dice que con la leña y carbón que vendió pudo pagar la finca. Solía distinguirse, en los aclareos de monte, entre “encinas de muerte” (las que se talaban íntegramente), oliveos (podas ligeras para airear la copa) y desmoches (podas drásticas, que sólo dejaban las ramas principales). Unamuno fue algunas veces a descansar a la casa de Cardeñosa, que pertenecía a su amigo y también catedrático Luis Maldonado de Ocampo. Cardeñosita tenía pocas encinas y carecía de casa grande; en ella había bastantes tierras labradas por calzudos. Lindaba por oriente con la alquería de Torrejón, donde había vacas bravas. A las fiestas de Calzada se traían a veces vacas bravas de Santibáñez para capearlas; los cabrestos, en cambio, estaban en Torrejón. Iban los mozos a buscar a vacas y cabestros, a caballo, y bajaban por el camino de la cuesta, muy orgullosos y cubiertos de polvo. Los vecinos salían a las eras a verlos venir. Cardeñosa tenía monte cerrado. La raya de Cardeñosa con Huelmos venía marcada por una pared de piedra suelta, que todavía subsiste muy desportillada. Por allí andaban los pastores llevando la porcá en cuanto que la bellota empezaba a pingar. Descabezar: lindar por una parte pequeña del borde de una finca. Por ejemplo, se dice que tal tierra descabeza en el camino. En el DRAE se registra “cabecera: (10) Cada uno de los dos extremos de una tierra, adonde no puede llegar el surco del arado”. Descomarcado: descomunal, muy grande. Hablando de los carnavales de Vitigudino, un cronista informa en 1887 de que hubo “un barullo tan descomarcado como el del día anterior en el baile de tamboril” (El Progreso, 27 de febrero de 1887, p. 2).
Desojao: hueco del carro; plataforma sobre la que asienta la carga. Desotro (día): el día después de pasado mañana. Destajo: algunas obras y faenas del campo se contrataban, no a jornal, sino a tanto alzado, mediante una previsión de costes que el trabajador hacía. Para ello se basaba en su experiencia, en función del tamaño de la tierra o la dificultad prevista. El riesgo asumido cuando se trabaja a destajo se suple con empeño, rapidez y habilidad del operario. Desurdir: separar, lavando con agua caliente, las vísceras, las entretelas y la grasa del bandal o bandujo (cavidad abdominal) de un cerdo en la matanza. A veces, la operación de desurdir se hacía en las charcas; se llevaban en un cesto grande las tripas. Devental: delantal o mandil que las mujeres colocaban sobre la delantera de la falda y la pechera para protegerla de manchas y salpicaduras. Días de cuarenta: fiestas de segundo rango, que se celebraban pero no eran de precepto. Por ejemplo, los santos de capa, San Sebastián, San Fabián, San Blas, San Antón; también Santa Águeda. A principios del s. XX, se hacía baile todos los domingos y los días de cuarenta. Se consideraba que el frío de invierno no había llegado del todo a su fin hasta que no habían pasado los santos de capa. Tal denominación aludirá al hecho de que sus procesiones se hacían con mayordomos y público bien tapados por capa, dada la inclemencia del tiempo. Los informantes Manuel Moro Mateos y Ricardo Mateos Orive, maestros en Olmedo de Camaces y Villavieja, indican constumbres rurales (recogidas hacia 1952; cf. Carril Ramos, 1995) sobre los llamados santiños de gorra: San Antón, San Sebastián, San Blas (celebradas el 17, el 20 y el 3 de enero) y San Crispín (25 de octubre). En una columna periodística de 1920 se explica: “se avecinan las fiestas de los santos de gorra, San Sebastián y San Blas, así como también las de las Candelas y el Carnaval” (El Adelanto, 20 de enero de 1920). Diéganos (véase también ciéganos): limos o légamos procedentes del fondo de las charcas. Se aprovechaba como abono para las tierras de labor. Se iba extrayendo con pala y se descargaba en un carro. Normalmente se distribuían por las tierras mezclados con tierra liviana. Parece forma deturpada de liéganos o yéganos. Compárese el topónimo menor Los Yéganos de Valdemoro en el Monte de la Torre (Salamanca). Diez, echar las: tomar un pequeño refrigerio de pan y queso, o de pan y cebolla, o similar. Se daba a los segadores hacia las diez de la mañana, mientras descansaban un rato inferior a media hora y reponían fuerzas. Domingo gordo: domingo de carnaval; es el inmediatamente anterior al miércoles de ceniza. Era día de estreno de trajes y vestidos, que se lucían en el baile. Antes de la guerra, el carnaval era muy sonado en Calzada. Se hacía mucha fiesta de máscara, y los disfrazados invadían las casas y gastaban bromas a los vecinos. Se usaban pendientes de bogallas, y se hacían unos muñecos de trapo (monacos) y unas marionetas (baileles) que se llevaban en procesión. El entierro de la sardina también se celebraba (parece ser que el domingo primero de cuaresma), llevando una caja a modo de ataúd en andas, y paseando por el pueblo con velas. Embaer: andar perdiendo el tiempo o trabajando sin intensidad; embelesarse, ofuscarse. La forma estándar castellana, embaír, tiene una acepción próxima a ‘embaucar, engañar’.
Embelga: amelga, franja estrecha de terreno labrado, compuesta por varios surcos en los que va esparciendo grano el sembrador para asegurarse del reparto homogéneo de la simiente. Es voz arraigada, que ya aparece en documentos medievales: “et lo prado de susu cum duas emelgas de la terra” (donación de heredad en Negrilla de Palencia, Martín et al., 1977). Embocar: colar involuntariamente una pelota, una chirumba u otro juguete en el tejado. Ocurría a menudo en los alrededores del frontón o en las traseras de la iglesia (Las Capillas). Embruciarse: caer de bruces. En el monte de Casablanca, hay una fuente y charca del Abruzadero, que probablemente alude en su nombre a la necesidad de coger el agua poniéndose de bruces. En la charca grande del Bardal, cerca de la casa de Huelmos de Arriba, se embrució el caballo de un señor de Calzada, José Hernández, padre de Bárbara y Paca, y no pudo salir: terminó ahogándose. Por allí quedaba la Fuente del Moro, muy famosa por sus buenas aguas; cerca se cogían bruños y moras de zarza. También por allí pasaba, subterráneo, ―decían― el túnel que unía el castillo de Villanueva con el castillo de Santibáñez. Esta creencia de túneles comunicantes es muy común. Asimismo se decía de un pozo profundo y ancho situado en la alquería de Lagunas Rubias, que estaba comunicado con las cavas de Villanueva de Cañedo (Noticiero Salmantino, 23 de noviembre de 1904, p. 2); o el que enlaza la cueva de la Mora (Villanueva del Conde) con el castillo viejo de Valero. Embuelza: medida aproximada de capacidad correspondiente al hueco que definen las dos manos puestas, adyacentes y cóncavas; en castellano estándar se denomina almorzada. Unamuno recoge la locución a embuelzas “a manos llenas”. Emperaile (ant.): peraile, cardador de lana. Aparece en la documentación antigua de la iglesia de Calzada. Por un lado, como apellido (Domingo Emperayle, muerto en 1626), por otro lado ―parece― como nombre de oficio, quizás en trance de petrificarse como apellido (Ana Texedora y Emperayla, muerta en 1630). Esta forma es conocida en la documentación medieval: en 1477 se cita como testigo en una transacción de Valparaíso a un “Ferrnando Fidalgo, enperayle, vesino de Pereruela” (Llera et al., 1998). Es voz que llegó al castellano desde Cataluña, en tiempos ya remotos, originada en un étimo latino PARATOR ‘preparador, adobador’ (DECat). A principios de siglo XX ya no quedaban tejedores en Calzada, pero en Torresmenudas sí: hacían alforjas y costales. Había en Calzada una señora, la tía Morita, que limpiaba la lana y la cardaba (ésta es la labor de peraile), y la dejaba puesta en rollos. Luego, llevaban los de Calzada la lana a Torresmenudas para encargar las alforjas o los costales. A Peñausende se iba a por mantas sayaguesas. Empuntar: dirigir o poner en camino a alguien, alejándolo, despidiéndolo o expulsándolo. Encalcar: apretar la paja que iba echándose en el pajar por el bucarón, a base de ir pisando. Era tarea de niños. El aire lleno de tamo irritaba los ojos. También se encalcaba la paja al cargarla en el carro. En Tamames cantaban la tonada “Estando yo en la taberna”, en la que el marido al que anuncian la muerte de su esposa, dice así al enterrador: “haga usted el hoyo profundo y / encalque usted bien la tierra, / que otra vez que la enterraron / se escapó la barullera” (Ledesma, 1907). Encañar: tarea consistente en disponer ordenadamente, en formación vertical, los sacos cuando se cargaban en el carro. El que encañaba estaba situado sobre el desojao del carro e iba situando los sacos en formación compacta hasta llenar por completo el carro.
Encinal: encinar. Enconarse: infectarse una herida. Enfoscarse: enfurruñarse, enfadarse. Enfurruscarse: ponerse enfadado, enfurecerse, regañar. Enfusar, enfusir: embutir, al hacer la matanza. Engarañao: dícese del que está entumecido o encogido por el frío. Las manos se les engarañaban de frío a las mujeres cuando en invierno iban a lavar al regato, y tenían que golpear con una piedra la capa de hielo para quebrarla. Engarrio: se dice del que es un inútil, un estorbo; también del objeto inservible. Engorronao: amancebado. “La montaraza de Grandes, / que Rosalía se llama, / mandó matar al marido, / por vivir engorronada”, cantaban en El Campo de Ledesma (Ledesma, 1907). Enguarina, anguarina: especie de capa o gabán sin cuello ni talle, con mangas largas y anchas, sin capucha, de burel (paño grueso de lana cruda, sin teñir, que cogía con el tiempo color arratonado o parduzco). La usaban mucho los gañanes para defenderse del frío y la lluvia durante los trabajos del campo. Es prenda antigua, que combinada con las albarcas, completaba la estampa del labriego. Ya la menciona Larruga en sus Memorias (1795) como pieza destacada de la indumentaria rústica de la provincia de Salamanca. “Cuando sopla del Montalvo, / se echa la anguarina el charro” (Vergara). “En Garcihernández, los mozos, / que se van a la taberna: / unos echan a cuartilla / y otros a cuartilla y media: / el que no tiene enguarina, / le fió la tabernera” (Ledesma, 1907). Una variante de Rodríguez (1956): “los que no tienen dinero, / dejan la anguarina en prenda”. Así describe un periodista de 1890 a un charro de Macotera: “con su enguarina al hombro, sus calzones ajustados, su chaleco flanqueado por anchos botones de plata y su chaquetilla corta y ceñida” (El Fomento, 15 de diciembre de 1890, p. 1). La anguarina se solía llevar al hombro, con mayor o menor garbo. Con las lluvias y el barro de las aradas y los caminos, las anguarinas iban criando una costra de tierra, que terminaba por hacerlas muy pesadas y casi impermeables. En el camino de vuelta a casa, cuando hacía calor o cuando se habían cargado de agua con la lluvia, los labradores se las quitaban y las colgaban ―como en un perchero ambulante― del yugo de los bueyes en marcha, entre los cuernos. Si se podía, de noche se dejaban secando delante de la lumbre; esto cuando la piedra de la lumbre no era acaparada para dormir por los criados. Otras veces, se tendían de noche en las cuadras. A veces, se hacía un nudo en la extremidad de las mangas y se usaban éstas como bolsones para guardar la merienda u otras cosas. De un hombre hallado muerto en el campo en 1865, probablemente un segador de camino, en Garrovillas, Cáceres, una noticia ofrece un inventario de las ropas y efectos encontrados, entre los cuales se incluye “una enguarina de paño pardo, vieja, que contiene en sus mangas, en la una unos pedazos de pan secos y duros, y en la otra un dedal de vaqueta para el uso de la siega” (Boletín Oficial de la provincia de Cáceres, 88, 22 de julio de 1865).
En Calzada hacía anguarinas una señora que vivía en el Corrillo, la tía Chures. Su casa tenía un portalillo y un reloj de madera; allí cosían, a la puerta, ella y su marido. Hacían también ropa de bodas y bailes. Enjaquimar: hacer el proyecto de una cosa, organizar. Enjarretarse: se decía de un buey, vaca o caballo que estaba enjarretado cuando alguna de sus patas traseras había recibido cortes de la reja del arado. Para evitar el cojeo o la infección, era preciso curar estas heridas en el potro. Enrojar: calentar el horno. Entenado (ant.): hijastro. Para el nuevo cónyuge que reemplazaba al difunto, el hijo de un matrimonio anterior era su entenado. Correas (1627): “Dios te guarde de antenado: es malo de kriar, i peor kriado”. En el Comendador (Núñez, 2001): “la madrastra y antenada, siempre son en baraja [=siempre andan de pelea]”. Entizne: en la expresión calzuda más negro que un entizne remite a un antiguo valor ‘tizón’. Da lugar a un apellido que ya se perdió en el pueblo. Entoñar: sepultar o hundir un objeto en tierra. Las gallinas que morían de alguna enfermedad eran entoñadas al pie de las parras o las cepas de las viñas para fertilizar el suelo. Probable ejemplo de la equivalencia palatal *entollar > entoñar (tollo ‘lugar barroso que cede al pisar’). Entradiza, tierra: terreno o heredad que, perteneciendo a propietarios de un pueblo, está ubicada dentro del término municipal de otro pueblo vecino. Calzada tenía en el s. XVIII tierras entradizas en Santibáñez o en Valdunciel; incluso, era considerable la propiedad de los quiñones de concejo (comunales de Calzada) fuera del término de Calzada. También se aplicaba a las tierras que, perteneciendo a una heredad, estaban desperdigadas, sin conexión con el núcleo compacto de ésta; o que tenían un entrante que penetraba en otra. En una carta de venta medieval (1430) referente a tierras de Torresmenudas, se expresa con la fórmula: “qualesquier tierras o prados entradizos que yo poseo con la dicha heredat” (Sánchez-Prieto, 1999). Entrehermano: hermano por parte de un solo progenitor, hermanastro. No tenía buena fama esta relación: “hermano de por mitad, remiendo en costal” (Núñez, 2001). Envernizo: de uso sobre todo adverbial, se aplica para calificar a un estado de tiempo lóbrego, de lluvia lenta y prolongada, cuando el día se encapota y se mete en agua (“está envernizo”). Suele tratarse de lloviznas de invierno, asociadas al cruce de frentes fríos. En Venialbo (Zamora), “llueve a emberniza” es equivalente a ‘cae llovizna’ (ALCL). Erecines: crías del erizo. Los erizos eran frecuentes, y solían atraparse durante la siega. También los pastores los cogían. Los que iban al monte a cortar jara los encontraban a veces entre las matas. Se dice que su carne era sabrosa. Para cocinarlos, una vez muertos (de un golpe), se metían directamente en el horno de piedra (y adobes) antiguo. Una vez asados, era fácil retirar las púas, que saltaban sin esfuerzo. En Valdelosa, donde eran abundantes, existía la práctica supersticiosa siguiente: para que a un bebé le salieran bien los dientes, se capturaba un erizo, se le quitaba la carrillera y se le colgaba como amuleto al niño
(PCS, p. 24). Con respecto a la forma popular, erecín, la disimilación aquí registrada es común en las hablas leonesas (véanse topns. como Veguellina, Fresnellino; Velilla). Esalación, salación: rayo. Estando refugiados bajo una encina del monte de Huelmos un labrador y su criado, de Calzada, con una jornalera, les cayó encima un rayo. Esto ocurrió en 1918, un día de mayo. El labrador (Quico Merino) y el criado (Ángel García) murieron. La jornalera, Fernanda, que estaba un poco apartada, se salvó y más tarde se casó con el señor Federico, que ponía un puesto de almendras y golosinas en la fiesta. Escabel: escaño ligero, banco largo de madera para las cocinas y las entradas de las casas formado por dos tablas de madera, una horizontal y la otra inclinada haciendo de respaldo. El escabel no tiene apoyabrazos y da asiento a tres o cuatro personas. Entre las dos tablas referidas hay bastante distancia libre. Escaldarse las tierras: perder productividad las tierras en barbecho cuando les da el sol en exceso. Era importante para evitarlo elegir bien la fecha de quintar, en agosto. Escaño: banco de las cocinas, con asiento muy ancho y respaldo alto. Se usaba para las comidas y, como sobraba asiento de fondo, era frecuente que hubiera objetos apilados detrás de los comensales. El escaño era el mueble por excelencia de las cocinas antiguas, con chimenea de campana. La comida se ponía sobre una mesilla de quita y pon, en la que apenas cabía una fuente grande de la que todos se servían. De noche, el escaño, una vez despejado de los enseres que había ido almacenando, era a veces utilizado para que durmiera el criado. También se echaba la siesta en el escaño. Compartir el escaño era prueba de confianza: “Haz lo ke te manda tu amo, i sentarte as kon él en el eskaño” (Correas, 1627). La altura del respaldo revela una función arcaica, cuyo sentido se ha perdido en las casas modernas. Cuando el fuego se hacía en la zona central de la cocina, los escaños rodeaban el hogar, sin estar necesariamente adosados por atrás a la pared; adosamiento, por otra parte, más improbable en las casas antiguas, de paredes curvadas y anfractuosas. De ahí que el alto respaldo tenía la misión de hacer de biombo, protegiendo de corrientes tanto a las personas como a la lumbre (Balbás, Feduchi, Soria –mentirón-). Los escaños se han usado en tiempo más antiguo para parir, a fin de no ensuciar sábanas. En otros casos, se paría de cuclillas, en la cocina o en la cuadra (así Los Panaderos). A hhhhque parece ser provocaba dilatación. Escarbar el borrajo: remover la ceniza y las brasas en la lumbre o brasero, y en el horno; se usaba la badila en el primer caso, y largas varas en el segundo. Escarchar: cascar un huevo. Es probablemente voz corrompida a partir de escachar. Escardar: limpiar de malas hierbas los surcos en las tierras sembradas. Es labor que se hacía hacia abril o mayo, después de la aricada de marzo. “El que en mayo escarda, hace parva” (Morán, 1954). El canto del cuco avisaba de la temporada de escarda. La tarea recaía principalmente sobre las mujeres: “cuando la escardadera / viene de escardar, / se entristecen los campos, / se alegra el lugar” (Ledesma, 1907); ocasionalmente se cogía una jornalera, y parece ser que por poco dinero: “jornal de escardadera, si de él come, no cena” (Núñez, 2001). Si se adelantaba mucho la escarda, a veces era necesario repetirla a final de mayo; por eso, algunos labradores preferían retrasar la escarda en lo posible para sólo hacerla una vez. En tiempos pasados se hacía a mano desnuda. Más recientemente se empezó a usar guantes. No era recomendable usar una zacha o zolacha ‘azada pequeña’, porque las cañas de trigo podían sufrir. En la etapa final antes de la mecanización, las
mujeres salían a la siega y a la escarda con sombrero de paja de ala ancha, y con la cara totalmente cubierta –salvo los ojos- de pañuelos. Con ello se intentaba preservar el preciado blanco de tez. La costumbre de taparse las mujeres la cara no es muy antigua. Todavía se recuerdan tiempos anteriores, cuando las escardadoras iban con la cara descubierta. La hierba retirada de las tierras (por ejemplo, mielgas, gatuñas y gramas) a veces se aprovechaba para cebar ganado casero, especialmente el ganado más menudo. Escardencha: cardencha (Dipsacus fullonum). Este cardo, también llamado peine de lobo en otras localidades (por ejemplo, en Negrilla de Palencia), es abundante en los prados de Cardeñosa, que tal vez derive de un nombre antiguo de esta misma planta (*cardeña). En Santiz consta el topn. Navas Escardenchas. Antiguamente se usaba para cardar lana. Era incluso objeto de comercio; en la ficha de Morales de Toro, Madoz reseña la venta “de cardón o cardencha de que hacen los naturales gran comercio con Béjar [para la industria de los paños]”. Existe en la zona la superstición de que una cardencha colocada en el sombrero evita las escoceduras, muy habituales en los trabajos arduos de los antiguos segadores (se escocían las axilas). Esta tradición se atestigua en El Arco y en Tardáguila (MVP, p. 46). Puede sin embargo dudarse si, esporádicamente, el nombre escardencha no designa por confusión al cardo Eryngium tenue, planta mucho más pequeña, con una florecita azul con cinco púas, al que también llaman abrojos. Escobilla: parece tratarse de la planta silvestre Agrostis castellana, o su pariente Agrostis salmantica, también llamadas en otras partes de la provincia ceacilla. Con ella se hacen escobas finas, de uso doméstico para limpiar el polvo. Escriña: cesta redonda, tejida de paja larga (bálago) o espadaña (bayón). En algunos sitios se reforzaba con corteza de zarzamoras. Con la escriña se medía la cantidad de cebo (ración de cereal y leguminosas) que se administraba como pienso al ganado. Solían tener una cabida pequeña, de unos 2 kg. Se forraban con telas para que no se perdiera nada del pienso. Escristianado: harto, exhausto, al límite de las fuerzas. Esgancha (a): en abundancia, copiosamente. En Villacorta (León), se registra la locución “a esgaya” con el mismo sentido. Esganchar el cerro: dar una vuelta de arado profundizando el surco de una vuelta anterior. La tercia y la quintada (vid. vueltas) solían estar destinadas a ello. El resultado era quitar la hierba de los surcos. Espadaña: con las hojas de la espadaña (Typha spp., anea o rabo de gato: planta juncácea de los bordes de laguna o arroyo), también llamada en la provincia de Salamanca bayón, se rellenaban los jergones, una vez secadas. Esparaván: aspaviento. Parece aplicación figurada de la dolencia de caballerías llamada con idéntico nombre, pues ésta dificultaba el movimiento y hacía que el andar de burros y caballos se volviese lleno de respingos. Espernacarse: sentarse abierto de piernas, por ejemplo junto a la lumbre o a lomos de una caballería. Espiga: recolección de regalos y dineros durante un convite, particularmente una boda. Véase espigar.
Espigadero: arriendo de las tierras del término municipal, cuando ya se ha segado, para el aprovechamiento de la rastrojera por rebaños de ganado ovino. Estas piaras de oveja vienen del sur de la provincia y pagan al concejo por el arriendo de las tierras; cada término municipal estimaba el número de cabezas lanares que se podían acoger anualmente . A veces no sólo se arrendaba el espigadero, sino también la pámpana u hoja de la viña. Antes se apuraba mucho las tierras, espigando directamente, por lo que las ovejas pastaban sobre todo las malas hierbas de las lindes; con las primeras lluvias de la otoñada, que solían caer por San Bartolomé (24 de agosto), empezaba a salir en los surcos hierba fina. El Catastro de Ensenada (hacia 1750) atestigua la práctica del espigadero, uno de los ingresos principales del concejo: “cabezas de ganado lanar que se acogieron en los agostaderos”. Se recaudaban cantidades variables, en función del número de cabezas de ganado transterminante que cada año se acogían. En 1747 vinieron 700 cabezas y se recaudó 650 reales para el concejo. En 1748, 325 reales; en 1749, 700 reales; en 1750, 350 reales; en 1751, 700 reales. Espigar: recoger a mano restos de trigo u otra cosecha, semanas después de la siega. Esta operación apuraba la recolección, evitando desperdiciar las espigas accidentalente caídas en los surcos durante la siega a hoz. Antes se apuraba mucho en la siega y era poco lo que podía cogerse espigando. Correas (1627): “kien baxo siega, nunka espiga dexa; si siegas alto, no medrarás en el trato”. Dado que la cantidad recolectada solía ser pequeña, las espigas se machaban y no se trillaban. También se llama espigar a recoger el regalo, dinero o aportación en especie que los novios y recién casados recibían con motivo de la boda. Antes los distintos hombres invitados a la boda ofrecían su regalo, una moneda sujeta entre los dientes, que la novia debía recoger durante unas vueltas de baile, apoderándose de la moneda acercando su boca a la de su bailador. Tal costumbre armuñesa debió de estar arraigada, porque la registran numerosas crónicas (por ejemplo, El Lábaro, 8 de noviembre de 1909). Esposas: campanadas sueltas que siguen al toque a muerto, y que avisan, en virtud de su número, sobre la condición del difunto. Son dos si muere mujer, tres si hombre, cuatro si sacerdote, cinco si obispo y seis si papa. Para los niños se tocaba a repiquete con las esquilas (Llop y Álvaro, 1986). Se trata sin duda de una forma evolucionada por etimología popular a partir de la voz antigua posas ‘campanadas a muerto’. Esquiliche: esquilador de ovejas. Consta como apodo o denominación de oficio: Antonio Valverde, el Esquiliche, era un posadero en Santiago de la Puebla (El Adelanto, 18 de noviembre de 1920). A un esquiliche le echaron la culpa por la muerte aciaga de un tendero. El tendero Florencio Valle volvía en 1909 de Forfoleda hacia Castellanos por el Camino Travieso. Era vendedor de alfileres y puntillas y venía con un burro. Quedó muerto en el camino, y la gente de Calzada se subía a la torre para otear hacia allí. El lugar de la muerte se sigue llamando La cruz del tenderín. Culparon a un esquilador de Castellanos, uno del que dicen que también mató a la novia en la víspera de la fiesta. Se decía: “el esquiliche mató al tenderiche”. Poco más tarde, el sobrino del muerto, estando en el salón de baile de La Mata, de noche, durante la fiesta de San Pelayo, identificó al verdadero criminal, que llegaba al baile. Lo reconoció por el tapabocas con el que se embozaba. Apagaron el candil de lucilina para sorprenderlo. Era un mozo de Valdunciel, llamado Esteban. Apresado, murió en la cárcel. Dejó carta exculpando al esquiliche. Estacones: palos verticales del carro, que servían para sujetar la carga de mieses. Para la paja se usaban redes y tablones. En los carros antiguos, se podían quitar con facilidad y, en caso
de necesidad, se usaban para diversos fines improvisados, como sacar una rueda atollada. De un burro que se cayó se cuenta que lo levantaron entre dos, metiéndole un estacón entre las patas y alzando de los dos lados. En 1911, en una tormenta veraniega en Monterrubio de Armuña, un rayo cayó, canalizado por un estacón de carro, pasó al cuerno de un buey y lo chamuscó. No produjo lesiones a nadie, pero sí aturdimiento general (El Salmantino, 26 de julio de 1911, p. 3). Estadal (ant.): medida de extensión. Cuatrocientos estadales equivalen a una huebra o fanega. La medida, que se usaba en el s. XVIII en toda la Armuña (CME), se obtenía poniendo cuatro varas castellanas en cuadro, es decir, equivalía a 16 varas cuadradas (11.1823 m2). También se llamaba estadal a la medida de longitud de 4 varas (3.344 m). Estitar: sacar los dientes a las cabezas de ajos o el grano a una vaina de legumbre. Estomagarse: tener el estómago vacío y reclamando comida. Estragarse: como estomagarse, tiene una acepción inhabitual, la de ‘pasar hambre, estar apremiado por el apetito’. Estrumpir: explotar, romperse algo ruidosamente (definición de Jesús Carmena). En una controversia política de 1919, un tal licenciado Pérez es ridiculizado con su contrincante político porque aquél había dicho de éste que había de estrumpir de una hinchazón de pedantería, arguyendo lo siguiente: “yo podré, acaso, reventar, pero estrumpir, nunca” (Renovación, 7 de agosto de 1919, p. 2). Fajina: se emplea exclusivamente en expresiones. “Traer una fajina”, “traer mucha fajina”, equivale a llevar un excesivo ajetreo. Probablemente emparentado con el sayagués fagina ‘prestación de trabajo colectivo exigido a los vecinos’. Parece término difundido al generalizarse el servicio militar; en las acampadas se tocaba fajina antes de la pausa de descanso o de comida. Faldiquera; fratiquera; faltriquera: bolso grande de paño que se ataba a la cintura o al cuello por dentro de la ropa para llevar a buen recaudo el dinero. “De Ledesma son los gatos, / que rebuscan las faltriqueras” (Sanz, 1953). Las mujeres las llevaban bajo el mandil y acumulaban en ellas objetos menudos de varia procedencia: botones, agujas, trapos, hilos. En Peñaparda, en la comarca del Rebollar, recoge Luis Alejo Garrido en 1952 un refrán que decían las mozas: “el que meta la mano en mi faltriquera, se ha de casar conmigo aunque no quiera” (Carril Ramos, 1995); en efecto, el galanteo buscaba tales vías de aproximación. Fanega: medida de capacidad, de unos 55.5 litros o aproximadamente 43.5 kg de peso, si es de trigo, y 31 kg si es de cebada (Gómez Hernández et al., 1992). Se usaba normalmente la media fanega, recipiente de madera en forma de artesa estrecha. En correspondencia con la fanega de capacidad, estaba la fanega de tierra, más propiamente denominada huebra o güebra, medida de extensión (4472 m2 aproximadamente). La fanega de sembradura o huebra equivalía a 400 estadales cuadrados o 12 celemines. Cada estadal es de 3.344 m x 3.344 m, es decir, 11.18 m2 (algo más de 11 centiáreas). La bondad de una tierra o una cosecha venía expresada por la relación simple entre fanegas sembradas y fanegas cosechadas; también por la relación entre fanegas de extensión y fanegas recolectadas. En origen, se venía a sembrar una fanega de trigo por fanega de
extensión: de ahí la correspondencia del vocablo. Esta proporción se ajustaba al alza o a la baja según la bondad del terreno y según el tipo de grano. A igualdad de superficie se echaba más volumen de grano de trigo que de centeno, y más de cebada que de trigo. Como recoge Cabo Alonso (1955) de las Relaciones del CME, “en la buena tierra, al sembrar se alarga el puño y se acorta el paso; en la mala se acorta el puño y se alarga el paso”. En la práctica reciente, a comienzos de la mecanización, la cantidad que se sembraba era mayor que en el pasado. Se echaban unos 65 kg/ fanega. Incluso en las tierras malas se echaba bastante grano, por encima de lo estrictamente recomendable, para asegurarse de que la mies saliera apretada, y con ello ahorrar faena de escarda y retirada de malas hierbas. El centeno era ya muy escaso en Calzada a principios del s. XX. Sólo se sembraba en tierras ligeras (antiguas viñas) del Cº Forfoleda y del cº Valdunciel. Fanfarria: bravuconería, jactanciosidad; a veces, se usa como sinónimo de fruslería, cosa insignificante o de poca monta. “En Monforte, mortereros, / en Mogarraz, la fanfarria” (Puerto, 1992). Fardel: esta voz, del español común ‘talega de lienzo o tela’, era muy usada en Calzada. En los fardeles se llevaban garbanzos y alubias, entre otras cosas. Farraguas: desaliñado. Inicialmente debió de significar algo así como ‘paleto, rústico’. De ello da fe la siguiente cita en una crónica de Salamanca del siglo XIX: “se dejó engatusar como un farraguas por su predilecta esposa” (El Eco de Salamanca, 17 de abril de 1881, p. 3). Fato: mal olor. Intinto o intuición: “tiene buen fato pa las setas”. Fideos: un matrimonio procedente de la zona de La Vellés iba casa por casa haciendo fideos. El dueño de la casa proporcionaba la harina, y ellos cobraban según la cantidad de fideos producida. La pasta salía blanda; para secarla al salir de la máquina que la moldeaba se le daba aire con un soplillo y se colgaban las hebras de un varal para orearse. Flautas: con las cañas del trigo y la cebada, a los niños les hacían en verano unos flautines de juguete. También se hacían unos juguetitos de cañas deslizantes: para ello se cortaban incisiones longitudinales en la funda exterior de la caña; y al deslizar la caña de fuera sobre la de dentro, los segmentos entre incisiones se abombaban y se formaba una especie de flor. Folgo: bolsa de piel de oveja o de cabra curtida, en forma de borceguí o de bota para abrigar los pies en invierno cuando no se tiene brasero o lumbre. Es voz del castellano estándar, aunque infrecuente. Fosco: dícese del pelo ahuecado y rizoso. Fréjoles: (1) Judías verdes. (2) Judías secas de color o pinta; a las judías secas blancas se les llama alubias. Solían proceder de los pueblos de la Ribera de Cañedo (Torresmenudas, Aldearrodrigo, El Arco). De Topas eran famosas las alubias. Era conocido un señor que venía de fuera y hacía estancia en una casa de Calzada para la venta de alubias. La compra de alubias y fréjoles se hacía para todo el año y en grande, dado lo numeroso de las familias antiguas. De Zorita venía un hortelano con un carro de varas tirado por una mula o un burro. Vendía repollos, pimientos cuernocabros y cebollas. De Almenara venía, en un carro tirado por una mula, el señor Remigio (gritaba: “el hortelano”) y traía cebollas (para las
matanzas), pimientos, tomates y membrillos. El señor Eliezer, de Castellanos, vendía cebollas coloradas, de cascos lucientes como perlas. También traían ajos de Castellanos. Las patatas solían proceder de Torresmenudas y de El Arco. Ya en el s. XVIII, según el CME, eran conocidos los trajinantes de cebollas de Valverdón, que iban con su producto a la capital (en total, nueve vecinos de este pueblo se dedicaban a ello); posteriormente este cultivo fue siendo sustituido por el de las patatas (Cabo Alonso, 1955). Los aceiteros venían de la sierra de Gata. Antes, el aceite tenía, entre otras funciones, la de conservante: en ollas y potes de barro se guardaban en aceite chorizos o lentejas. En tiempos, los aceiteros traían el aceite en pellejos, y paseaban por el pueblo con el odre al hombro. Por eso, cuando a un niño lo subían sus padres por juego a un hombro – asentándolo con la barriga abajo y con los pies colgando por delante, de los que el niño era agarrado- le decían: “al aceitero”. Una relación de efectos recogidos de la pertenencia de un aceitero que fue hallado muerto en junio de 1867 junto a Gejuelo del Barro ofrece una visión sinóptica de su equipaje: “una manta rozada, vieja; una enguarina o capa de paño vieja; un saco blanco de estopa; un pellejo de cabra con unas fiambreras de madera y un bolsillo de estopa con 860 milésimas de escudo en calderilla; una chaqueta de paño de mediano uso; unos calzones de paño viejos; un chaleco muy remendado y viejo; una faja negra hecha trozos; unos calzoncillos ya desbaratados; unas polainas de paño destrozadas; una navaja atada con ua correa pequeña; un hocín de segar yerba; la camisa, que no se le pudo quitar al cadáver; unos zapatos en buen uso; y unos zajones de pellejo de cabra” (Boletín Oficial de la provincia de Cáceres, 149, 18 de junio de 1867). Fresnera: soto de fresnos (Fraxinus angustifolia). En los prados de la Rivera de Cañedo hay fresnos, dispersos en su mayoría. Forman alineaciones en algunos puntos: en las cortinas de San Pelayo, en el regato de Torresmenudas, al pie del puente de Huelmos. Más arriba ya hay formaciones más densas, especialmente en Izcala. Cerca de la casa de la Izcalina hay o había una densa fresnera, comparable a las de San Cristóbal del Monte, Mayalde y El Cubo. En puntos particularmente húmedos de las fresneras hay a veces sauces. En El Maderal distinguían tres tipos de sauce: la bimbrera, el saúz y la palera. Parece tratarse respectivamente de Salix fragilis, Salix alba y Salix salvifolia. Algunos añosos ejemplares de saúz, de gran porte, pueden verse todavía cerca del molino de San Pelayo y en las cortinas de Torresmenudas. Salix salvifolia es abundante formando un cordón fluvial en el arroyo que baja a la charca de Huelmos de Arriba. Fuerte, labrador: propietario rural acomodado. Se indica en un artículo de 1867 que “los labradores fuertes de todas partes” deberían socorrer al jornalero útil con el salario mejor que con la limosna (Adelante, 3 de enero de 1867, p. 1). Gaja: rama grande de árbol, de la que uno puede colgarse. Gajo: colgante del pendiente. Las charras y armuñesas ricas lucían pendientes de tres gajos. Las menos ricas, pendientes de herradura. También se llama gajo al racimo de uvas. Esta acepción ya era conocida por Correas (1627): “Alaben a Dios, i no korten gaxo” (refrán de los que tienen las palabras bonitas pero el puño cerrado). El grano de uvas, en gran parte de la Tierra del Vino, se llama babo. Galán: vocativo de afecto. En otras zonas de ámbito leonés se usa el mismo término, especialmente para dirigirse a los niños. Así en Priaranza de la Valduerna (León); también en San Cristóbal de Entreviñas (Zamora), como vocativo cariñoso de uso general. Galán se generaliza a partir del s. XV con dos acepciones estrechamente emparentadas: ‘galanteador,
seductor, aspirante a novio’ y ‘cautivador, bonito’. Juan del Encina, salmantino, emplea abundantemente ambas acepciones en su Cancionero. Probablemente, el uso generalizado de galán como comodín interpelativo tiene su raíz en la segunda acepción, de modo similar a como en otros lugares se usa el vocativo bonito, guapo. Es frecuente el uso popular de vocativos de afecto. Cela, en El Coleccionista de Apodos (1947), recoge el apodo de los de El Tiemblo (Ávila), a quienes llaman queridos por usar abundantemente esta coletilla cuando se dirigen el uno al otro. Los de Sepulcro Hilario (vulgo Sepelculario) se llaman unos a otros amantes, mientras que los de Cabrillas usan mucho el compadre (Iglesias Ovejero, 1992). Galguero, galgo: goloso; meloso. “En Pinedas matan chivos, /en el Molinillo, cabras, / y en Los Llanos, las gallinas, / pa los galgos de Miranda” (Cid, 1986). Llaman galgos a los de Alba de Yeltes (Iglesias Ovejero, 1992). Galguería es ‘golosina, dulce’. Puede haberse hecho familiar este uso por antinomia irónica: el galgo es flaco pero el goloso es gordo. Gallego, aire: se dice del aire que viene del noroeste. Se le suponía asociado con el tiempo templado. Ya Correas explica este término en 1627: “En tierra de Salamanka, ke kae Ledesma al gallego, entre Ozidente i Setentrión; porke kon los aires de akel lado son ziertas las aguas”. Gallina ciega: polla de agua (Gallinula chloropus). Se veían en las charcas; criaban en los cañizales del borde. Gallo: gajo de fruta o similar. También se llamaba gallo a un mechón o flequillo que lucían los muchachos en su pelado generalmente corto (al dos o al uno). Gamarza: parece tratarse de la misma planta, herbácea y medicinal, que Sarmiento encontró en Toro (Zamora): “en Toro es la gamarza y magarza de flor grande como de manzanilla con disco amarillo, y corona blanca. Huele mal y es amarga, y acaso de ahí el nombre”. Se corresponde con Anthemis cotula. Crecía en las lindes del secano y en los barbechos, pero a menudo se extendía por los sembrados, creando graves problemas al labrador. Se arrancaban y se amontonaban en los corrales; una vez seca se usaba para chamuscar al cerdo en la matanza. Gañán: como en castellano estándar, gañán es el que guía el arado. Los labradores acomodados tenían criados, que se encargaban de hacer las aradas. Había dos estilos de arar: el gañán fino sacaba pocos terrones y dejaba los cerros rectos y apurados, con perfecta geometría. Garcilaso era conocido por la buena mano para el arado en fino. Para esta labor podía valer el buey viejo: “Buei viexo, surko derecho” (Correas). El gañán fuerte, en cambio, metía la reja profunda, sacaba muchos terrones y dejaba la tierra revuelta y bien preparada. El señor Zarza tenía reputación de gañán fuerte. Al glosar el dicho “arada kon terrones no la hazen todos onbres”, Correas indica: “sino los forzudos”; para esta labor, era aplicable el refrán: “buei garrudo, i gañán barvudo”; es decir, buey de patas fuertes y gañán fornido (barbudo) (“ke el gañán sea forzudo, grande, i no rrapaz, para ke pueda hinkar i ahondar la rrexa”). En La Mata se recogió este cantarcillo: “Gañanes los de Negrilla, / que por Palencia campean, / que rompen los arados / y traen mal labradas las tierras” (Sanz, 1953). Era muy importante el pundonor y orgullo del arador: los cantarcillos populares perpetúan como ignominia los desaliños de la arada: “labradores los de Encinas, / que por no saber labrar, / la vega tuvon perdida” (Ledesma, 1907). Los méritos del buen labrador lo revestían de prestigio erótico: “si echas el surco derecho a mi ventana, labrador de mi padre serás mañana”. El apodo gañanes referido colectivamente a los de Forfoleda probablemente alude
a su condición de renteros, no propietarios: todavía a mediados del s. XVIII, el término completo de Forfoleda era propiedad de forasteros, especialmente el Cabildo de Salamanca. Garrapo: (1) cría de cerdo, de edad inferior a un año. De una canción de aguinaldo, recogida en Palacios del Arzobispo: “no queremos la morcilla, / ni tampoco el farinato, / que queremos lomo fresco, / que es lo mejor del garrapo” (Carril Ramos, 1992). De una vieja en un pueblo registra Fr. M. Almeida una frase oída localmente: “fue a coger unas achicorias pa un garrapo que le habían dao de limosna, le dio un accidente y se la llevó Dios” (1919: 165). (2) Moratón en la punta de los dedos causado por un golpe contuso. Garrieles: apodo colectivo de los de Valdunciel. Tal vez su origen sea la rima Valdunciel /Garriel, combinada con la alusión a “echar la garra”, es decir, apropiarse de cosas con excesivo ahínco o por procedimientos abusivos. Análogamente, a los de La Zarza de Granadilla (Cáceres) se les llama garradores (“en La Zarza, garradores; / de cualquier cosa se agarran” (Ledesma, 1972)). Una rima similar justifica la referencia a la viga atravesada en conexión con los calzudos. El remoquete “los de la viga atravesada” rima con Calzada. En todos estos apodos interviene la rivalidad, aguzada durante las fiestas por las disputas (quimeras) entre cuadrillas de mozos. Se decía por ejemplo que con ocasión de la fiesta de Valdunciel, en San Vicente de enero, solían los mozos de Calzada encaramarse a los tejados del pueblo vecino (habitualmente cubiertos de nieve o helados por estas fechas) y causaban un gran estropicio de tejas haciendo carreras sobre ellos. Garrobas: algarrobas, legumbre cultivada que se usaba como pienso de ganado (Vicia articulata Hornem.; sinónimos: Cracca monanthos Gren. & Godron; Vicia monanthos (L.) Desf.; Vicia multifida Wallr.; Vicia smyrnaea Boiss.). Se cultivaba ya en Calzada, en pequeña escala, en el s. XVIII. Como los guisantes, esquilman poco el terreno, y se pueden plantar en tierras arenosas y pobres. Su siembra se hacía a voleo; se solía dar una sola aricada, de adviento. Se recogían entre San Antonio y San Juan, un poco antes de las lentejas, con cuadrillas de segadores o con mujeres; la recolección se hacía a mano, usando hoces viejas a modo de gancho (Cabo Alonso, 1955). Su paja (llamada paja garrobaza) se mezclaba con otras de herbales para la lumbre y para alimento de ovejas y vacas. “Cada cosa para lo que es: las algarrobas para los bués” (Morán, 1954). Garullo: persona alta, grandona; a veces se aplica al adulto que hace cosas de niño; o al desgarbado. En principio, parece haber designado a los niños cuando pegan el estirón. Es aplicación figurada de la misma voz, que se usa para los pavos crecidos. Gata: agujetas; calambres y engarrotamientos musculares. Cuando se ha trabajado mucho o caminado una larga distancia y al día siguiente se resiente el cuerpo se dice: “tengo una gata...”. Gatuña: hierba con muchos pinchos que crecía en las lindes y entre los surcos. Era un suplicio para los segadores y escardadores. Tenía una flor roja y blanca. Se trata probablemente de Ononis spinosa. Correas cita el refrán: “el buei viexo, arranka la gatuña del barvecho”. Y explica: “«gatuña» es ierva kon espinas a manera de uñas de gato”. En Sayago se dice: “en abril, quita la gatuña con la azada o con la uña” (Panero, 2000): es decir, como sea. Antes se sacaban en invierno a golpe de azada las raíces y gatuñas de las tierras. Con ello se formaban montones o gavillas que eran luego quemadas. Al vagabundo Molina (principios del s. XX) le pagaban 5 reales por día dedicado a quitar raíces de las tierras. Cuentan que, aburrido un día de su labor, regresó al pueblo y alertó a los vecinos diciendo que se había topado con una serpiente grande “al camino Castellanos”. Concurrieron los
vecinos; Molina iba delante. Al llegar, señaló: “ésa, ésa es la serpiente”. Lo que señalaba era su propio azadón, caído de través sobre el camino, que, en su holgazanería, contemplaba con tanta repulsión como a una serpiente. Gavancera: zarza que da los gavanzos. Gavanzos, -as: frutos del escaramujo o rosal silvestre (Rosa sp.). Existía uno en la loma al norte de Calzada, en un ribazo en La Castaña, entre el camino Huelmos y la carretera. También eran abundantes las gavanzas en el camino de Forfoleda (actual carretera) y cerca del Pinar (alameda primera). Otro había en la Calle Carrascal yendo a los lavaderos. Se preparaba un cocimiento, “agua de gavanzos”, con fines medicinales poco definidos. En Retortillo, los gavanzos cocidos se usaban como remedio contra la tos (MVP, p. 77). Gavia: voz más común en pueblos del interior de la Armuña, equivale a ‘zanja de avenamiento’. Se hacían para evitar el encharcamiento de las tierras. En un juicio de 1891, un declarante de Topas asegura haber estado toda la tarde hasta el anochecer, a finales de septiembre, “limpiando una gavia de una tierra de su propiedad” (El Criterio, 20 julio 1891, p. 2). Gavilucho: cernícalo común o primilla (Falco tinnunculus o Falco naumanni). Criaban antes en la torre del campanario y en el tejado del herrero. Gozarse: ponerse maduro, sazonarse. Graja, grajo: ave córvida de plumaje negro, que grazna mientras vuela. Habitualmente se llama así en Calzada, impropiamente, a la corneja (Corvus Corona). Antes parecen haber sido más frecuentes los bandos invernales de la graja (C. frugilegus), que bajaban a las tierras. Grancias: granzas; residuos de paja gruesa, nudos de caña, piedrecitas, espigas, granos sin descascarillar o todavía agarrados a la espiga (corzuelo) que quedan al término de la trilla, limpia y acribado del trigo y la cebada. “las grancias están formadas por espigas de trigo, en este caso algunas con argañas, otras, medias, que no ha deshecho la trilla, granos de trigo con cascabullo, pajones y trozos de yerbas silvestres, que vienen en los haces de la mies” (Antonio Gordillo Asunción). También se iban sacando grancias mediante el barrido con escobajos de la haz de los muelos. Se solía echar a los animales, especialmente a bueyes y caballos. El Comendador recoge el refrán: “más valen granças de mi hera que trigo de troxe agena” (Núñez, 2001). Grande: mayor en edad. “Es más grande” equivale a “es más viejo”. Granzón o granción: granza grande; conjunto de grancias. Se descartaban en la criba, pero una vez recogidos tenían diversos usos. Un famoso curandero de Alconada, en tierra de Peñaranda, era a finales del siglo XIX un tal Florentino apodado Granciones (El Fomento, 2 de abril de 1897, p. 2). Un aguinaldo antiguo de Villavieja de Yeltes, publicado en 1953 por Manuel Moro Mateos: “no habrá, Señora, quien prieste / siquiera un par de colchones, / por no dormir en granciones / ni entre pajas” (Carril Ramos, 1995). Guá: palabra común en castellano, que designaba en Calzada el juego de las canicas y el hoyo; las canicas debían dirigirse al hoyo o guá. También se le daba el nombre de Cuá. Güera: (gallina) que está empollando los huevos.
Guinaldo: aguinaldo. Lo piden los quintos en la víspera de Reyes; con lo conseguido postulando puerta por puerta, hacían una merienda copiosa, que valía de cena. Guindas: eran conocidas en Calzada las guindas de Tierra del Vino, cultivadas en las josas o guindaleras de secano de El Maderal, Villamor de los Escuderos y otros pueblos cercanos. También traían de allí los peros o peruchos de Toro (peras dulces, pequeñas y jugosas). Con las guindas se hacía un licor, que era considerado útil para curar los cólicos veraniegos. Una señora solía venir de Villamor trayendo aguardiente y tenía que regresar ya de anochecida por las soledades del camino de Topas, monte de Huelmos, prados de Cardeñosa, Topas y Valdehermoso hasta su pueblo. Era mujer recia, grande y fuerte, con maneras hombrunas. Le preguntaban: “¿y no le da miedo volverse sola por esos montes?”; ella respondía: “no, porque si me sale un lobo, le pongo el burro; y si me sale un hombre, me pongo yo”. Guiñapa: dícese del vino que inesperadamente pica (porque se haya avinagrado ligeramente), que burbujea o hace guiñar los ojos. También se aplica a otras bebidas. Era un tópico difundido el de que el vino hacía guiñar los ojos: “dos panes y medio con su molledo; y entrepetao con toó, cuatro azumbres de Villarino pa guiñar el ojo y dar suavidaz” (carta de un supuesto corresponsal rústico, firmada “Patricio Rigüelta”, El Salmantino, 16 de febrero de 1918, p. 1). Guiñarle [a una mujer] los santos: tener aviso o presentimiento de embarazo. Un desvanecimiento durante la misa, un malestar u otro síntoma eran tomados como expresión pública del comienzo de embarazo. Guisandera: mujer que se encargaba de preparar las comidas para una fiesta u ocasión especial. Es voz extendida. Era una forma para algunas familias de asegurarse el sustento. En Calzada las hubo renombradas, y descollaba su labor en las bodas; se recoge un cantarcillo de una boda riberana, en Mieza: “que viva la guisandera / y el señor tamborilero / y que vivan los que están / en esta mesa comiendo” (La Victoria. Béjar, 17 de febrero de 1923, p. 4). Morán (1990), por su parte, registra otros versos de tema similar: “del portal a la cocina / hay un ramo de azucenas, / con un letrero que dice: / que viva la guisandera”. Gusarones: seta de prado (Marasmius oreades), que forma hileras. También llamadas “setas de la carrilina”; en la parte de Zamora se les llama senderinas. El término gusarón se recuerda en Santiz. Herbales: cultivos de leguminosas (garbanzos, lentejas, yeros, algarrobas, muelas). Hasta principios del s. XIX era muy escasa la siembra de estas plantas, y muy limitada su diversidad. El cultivo de cereales era el dominante, y se hacía por año y vez, dejando descansar la tierra en años alternos. Sólo se sembraban de vez en cuando cebada, garrobas y garbanzos, en “muy corta porzion”, aprovechando el año de descanso de las tierras de pan llevar. En otros pueblos, como La Mata, consta en los libros de Tazmías (Cabo Alonso, 1955) la producción escasa e intermitente de arvejas (desde 1760), lentejas (desde 1767) y yeros (desde 1782). La intercalación de cultivos de leguminosas es práctica que los redactores del CME (hacia 1752) parecen desaprobar, pues agota la tierra; se dice por lo tanto que tales cultivos se hacen “con deteriorazion de las especies de trigo”. En efecto, las lentejas o las garrobas se sembraban antes de navidad e impedían dar a las tierras un reposo suficientemente prolongado.
Cabo Alonso (1955) describe el proceso de intensificación agraria que se inicia con el s. XIX basado en el intento de rentabilizar las tierras durante el año de descanso y, más tarde, introducir una rotación compleja de cultivos. Para paliar la antes citada deterioración se buscaron especies de ciclo muy corto, que dejaran la tierra en descanso gran parte del año (medio barbecho). Los arrieros, abundantes en Negrilla, La Mata, Pedrosillo y La Vellés (entre otros pueblos), introdujeron nuevas semillas, de siembra tardía pre-primaveral (alrededor de Santa Águeda): muelas, guisantes, yeros, arvejas tardías y garbanzos: “Los guisantes en enero / suelen ser perecederos: / la siembra de los guisantes, / de febrero en el menguante”. En Valdunciel se sembraron guisantes por primera vez en 1832-33; muelas en la siguiente campaña. Por tamaño, y ordenadas de menor a mayor, las semillas redondas eran: yeros, arritas, alverjas, guisantes. Las tres primeras se usaban sólo para pienso de ganado. Las muelas eran más grandes, de color blancuzco o verdoso, de forma irregular (Franco y Ramos, 1996). Herbaliza, paja: paja de herbales, de alto poder combustible: se usaba para producir un fuego lento, muy apropiado para la cocción del puchero; también era buen alimento de vacas y ovejas. La paja de lentejas era la que mejor borrajo hacía y también la más apetecida por el ganado; por ello a veces se almacenaba aparte (Cabo Alonso, 1955). En cambio, la paja procedente de cereales era denominada paja blanca. Hermandad: junta de vecinos para decidir sobre la administración de las propiedades de concejo, los prados, el arriendo de los rastrojos (espigadero). La reunión de concejo, en cambio, tenía funciones más políticas, ligadas a la vida regular del municipio: elecciones, obras, arreglos de caminos. Herrada: cubo de zinc para sacar agua del pozo. Antes sería de duelas de madera sujetas con dos o más cinchos de hierro, y de ahí se derivará el nombre: “la más ruyn cabra se caga en la herrada” (Núñez, 2001). Herrén (ant.): cebada en verde que se sembraba en las cortinas, todos los años, para cebar (en consonancia con la etimología de cebada) al ganado. Esta voz, anticuada, fue reemplazada por verde. Según el Catastro de la Ensenada había tres calidades de herrén en Calzada (según la bondad del terreno). La siembra en las cortinas requería comparativamente muchas fanegas por huebra, porque la semilla de cebada es muy voluminosa, de baja densidad: si la cortina era de primera, se sembraban 2 fanegas (24 celemines) por huebra; si era mediana, 20 celemines; si era inferior, 18 celemines. La cosecha se medía en quintales: 12 quintales por huebra si la cortina era superior, 8 y 4 respectivamente si era mediana o inferior. En otros pueblos, las cortinas de herrén eran sembradas con centeno (en Almenara, por ejemplo). Hijuela: ajuar de la novia. También es la parte de herencia o partija (en arras, vestidos, caudales, alhajas, tierras o animales) que recibe de sus padres el novio o la novia como ayuda para empezar su vida de casado. De un modo más general, la hijuela es el “conjunto de los bienes de que los padres se desprenden a favor de sus hijos; y dan también el mismo nombre a la hoja de papel simple en que suele darse fe de la entrega” (Maldonado de Ocampo, en el Noticiero salmantino, 9 de junio de 1898, p. 3). Hiscal: montón de mieses de trigo o cebada sueltas en la era que se iba extendiendo para formar a su alrededor, concéntricamente, la parva de trillar. Hasta mediados del s. XX, el montón de bálago no era tendido uniformemente al descargar del carro los haces para la
trilla, sino que se dejaba en el centro una prominencia o hiscal, a cuyo alrededor giraba el trillo recorriendo una pista limitada hacia el centro por el hiscal. A medida que las espigas iban siendo desgranadas por el trillo, se iba descargando del montón central (“regando los haces”) para seguir alimentando la banda de trillado. Este procedimiento subsistía en Sayago aún al principio de los 1980s y también en la aledaña tierra de Miranda. En 1899 ardió “un iscal de haces de trigo candeal” en la era de un vecino de Topas; el vecindario acudió a toque de campana, extinguiéndose el fuego a la media hora de ser notado; había indicios de ser intencionado el fuego (Noticiero salmantino, 29 de julio de 1899, p. 3). Las tareas del campo aparecen sintetizadas en los documentos legales del medioevo. Así en el fuero de Valle (Zamora): “Barones de Valle faciant illa serna de palacio II dies ad relvare, et bimalla, et seminala, et secala, et carreala ad illa era, et trillala, et lexalla” (Sánchez Rodríguez, 1987). También, en Almaraz de Duero: “una die in rebrar, alia in bimar, alia in seminare et postea segar et ducere ad aream et terere et ducere panem ad Zamoram”. Con otra formulación, se indica en el caso de Bamba (1224; en Sánchez Rodríguez, 1987): “Et illud quod relvaverint, biment, seminent, metant, ducant ad aream, terant et congregent”. Después de la labor de terere ‘trillar’ venía la de congregare ‘cambizar o juntar la parva’. También se especifican las comidas que recibirían los trabajadores: “quando fuerit alimpiata, ducant eam Zamoram et minant ubi voluerit Episcopus. Et Episcopus det portatoribus panem, vinum et caseum. Quando sernam relvaverint, bimaverint et seminaverint, det eis Episcopus: in mane, panem, vinum et caseum; et in sero, panem, vinum et carnem. Quando segaverint et tribulaverint, det eis Episcopus: in iantare et in merenda, panem et aquam et caseum; in cena, panem, vinum et carnem, vel in die piscaminis, piscamen”. En cuanto a los trillos, en Calzada existían dos tipos: el más común, de tablones con pedernales (“la cuenta del trillo, en cada agujero su guijo” en Núñez, 2001); y la trilladora para caballería, una especie de cajón sobre una base de ruedecillas de metal cortante. Hiscalar: hacer montones de mies en las eras formando hiscales, para proceder seguidamente a la trilla. Hocicar: cotillear, curiosear. También se dice de cerdos, jabalíes o perros cuando hozan. Hoja (ant.): parte del término del pueblo que por acuerdo común de los renteros y propietarios se cultivaba a la vez. El término dividía sus tierras de cereal en dos hojas. Dado que todas las tierras de cereal eran de año y vez, es decir, se sembraban sólo una vez cada dos años, era deseable ponerse de acuerdo para que todas las tierras en descanso fueran contiguas. Ello permitía a los ganados pastar libremente sobre la hoja en descanso anual, también llamada en otras localidades contrahoja (ver Barroso, Rui Dias, p. 314). De este modo, una mitad del término en cada año estaba en producción y la otra mitad en descanso. En Calzada no había en 1750 división en dos hojas. Este rasgo, muy singular en la región, indica probablemente la incapacidad de los propietarios (muchos de ellos absentistas) para ponerse de acuerdo; y acarrearía sin duda un esfuerzo mucho mayor de pastoreo y vigilancia; y un enorme sacrificio para la convivencia, debido a la continua fricción entre agricultores y ganaderos. Tampoco había hojas en Palencia de Negrilla ni en Villares de la Reina (Cabo Alonso, 1955). En cambio, Valdunciel tenía sus dos hojas, separadas por el prado de la Vega: la hoja del Monte, al norte, y la hoja del camino de Salamanca, al sur. También Valverdón tenía la hoja de Valgrande y la de la Ermita. Forfoleda tenía la hoja de
Arriba (al este de la población) y la de Abajo (al oeste); aquí se constata nuevamente, como en los aires, el uso de arriba como ‘valle arriba; remontando la corriente’. En Castellanos de Villiquera, las dos hojas eran la del cº de Mozodiel de Sanchiñigo, hacia el oeste, y la del cº de La Mata, hacia el este. Holgón: dícese de las reses, principalmente vacunas, que no realizan labor. En 1920 se arrendaba en Santibáñez de Cañedo un trozo de ribera que usaba “el ganado holgón de los renteros”, donde había cabida para sesenta o setenta reses (El Adelanto, 27 de marzo de 1920, p. 3). Horca: pequeña trampa de resorte, hecha con alambre de metal, que se disimulaba en los montones de trigo o a ras de suelo para atrapar pájaros. Las víctimas habituales eran pardales y tordos. Era entretenimiento común de los niños. Luego las víctimas eran comidas en casa. Se compraban en las ferreterías en Salamanca. También recibían el nombre de horcas las tornaderas de dos o más puntas, de metal o de madera. Hornillo: molde de metal, generalmente de cobre, que usaban las mujeres para dar forma y cocer el bollo maimón o pan de bizcocho, a base de huevos batidos y almidón. Hostigo: orientación o flanco de las construcciones que se encuentra más combatido por las inclemencias (lluvia inclinada y viento). En Calzada, corresponde al poniente (hacia Forfoleda). Las casas antiguas protegían los muros del hostigo con chapados de tejas, verticalmente alineadas y puestas en canal (sin tejas cobijas). Subsisten algunas paredes medianeras y soles de gato con este revestimiento de tejas. Estas tejas de resguardo eran especiales, porque se cocían con un agujero central, que servía luego para asegurar su fijación a la pared. En general, las tejas en Calzada se compraban en Los Tejares, anejo de Villanueva de Cañedo, situado a la izquierda de la carretera de Zamora. Es un paraje distinguido por sus suelos intensamente arcillosos. Huebra: medida de extensión, igual a la fanega. Esta última se usa indistintamente para capacidad o para extensión, pero huebra sólo se aplicaba (s. XVIII) a la extensión. En las respuestas al Catastro de Ensenada se expresan las productividades de la huebra o fanega de tierra. Una pareja de bueyes podía encargarse anualmente de la labor de unas 40 huebras. Hurgar: remover el brasero o la lumbre. Figuradamente, se aplica, como es también común en español estándar, a indagar y pesquisar en acontecimientos oscuros o pretéritos. Igualas: pagos prorrateados de los vecinos al médico y veterinario. Era una cantidad en especie o en dinero que se pagaba al médico y sobre todo al veterinario por sus servicios anuales. La cantidad pagada era proporcional al número de personas o de animales cubiertos por la iguala. A mediados del s. XVIII, según el Catastro de Ensenada, el cirujano, Ysidro Valle, estaba “ygualado” entre los vecinos del lugar. Cada uno le pagaba una fanega de trigo al año; las viudas pagaban sólo media fanega. El total estimado anual que cobraba era de 1680 reales. Aparte se contabilizaban pagos no reglados que le hacían al cirujano los “mozos albarranes”, es decir, los solteros, cuando iban a consulta. Duraron, como tradición ya semi-extinta, hasta 1987. Las suprimió del todo el médico D. Enrique Sánchez, según el Boletín Los Miliarios, marzo 1987, nº 22. Implarse: timpanizarse el ganado vacuno por comer en exceso hierba verde. Se les hinchaba la barriga y podían morir. Para purgar a los bueyes, se les daban malvas.
Jabetá: herida con arma blanca en la cara o en otra parte del cuerpo; corte de una loncha de jamón con cuchillo. Jardo: dícese del ganado vacuno cuya capa es de dos colores, negro y blanco. Equivale al término estándar berrendo en negro. A los bueyes jardos a veces se les ponía por nombre Golondrino. También se aplicaba a otros animales. En 1884 se extraviaba en Tejares un “perro pachón de caza, jardo de ceniza y canelo” (La Liga de Contribuyentes, 20 de mayo de 1884, p. 1). Jera: faena, tarea. Habitualmente se usa en sentido irónico: “ha hecho una buena jera”, es decir, ha cometido una fechoría o causado un desperfecto considerable. Antes se usaría en sentido recto, como ‘labor de un día’: “la gera de mayo vale los bueyes y el carro; y la de junio, los bueyes y el yugo” (Núñez, 2001). Jergón: colchón relleno de paja o espadaña cuya funda era de tela gruesa y rústica o jerga. Jijas: endeble. Jirijear: echar relinchos los mozos y las mozas en medio y al final de las canciones o cuando iban de camino a alguna romería. Por Santa Águeda, las mujeres jirijeaban. Es voz que ya recoge Unamuno a principios de s. XX (Llorente, 1998), añadiendo “se dice en La Armuña”. Jollos: cizaña de los sembrados (Lolium temulentum y similares). Se parece al trigo; tiene una espiga alargada y sale en manojos. Juan del Encina ya usa este término: “En lugar de trigo davan / magarça, jollo y avena / yervas que flores llevavan / cardos y espinas mostravan / fruto de dolor y pena” (Cancionero, siglo XV). Juego de pelota: era la gran distracción de los calzudos en los domingos, a la salida de misa. El frontón de Calzada no es mencionado en el CME. Todavía en 1794 se establece una multa de dos ducados a los jugadores de pelota que usen las paredes de la iglesia; el Arcipreste debe dar parte de los infractores al Caballero Corregidor de Salamanca. La construcción hacia 1900 del frontón intentaría evitar tales conflictos. [Copiar inscripción]. Es de tradición antigua en la zona. Larruga, en sus Memorias (1795) dice que había dos juegos de pelota en la ciudad de Salamanca (Rupérez y Lorenzo, 1994). Ladero: de verticalidad imperfecta. “Esa torre está ladera”. Lamberón: goloso. Lameda: alameda. Larga, familia: familia numerosa. Laso: se aplica a tejidos que por su desgaste, tras mucho uso y lavados repetidos, están casi traslúcidos y de tacto suave. Particularmente se dice de una sábana. Lavadero: tabla restregadera de madera que se llevaba para lavar al río o a los lavaderos. La operación, con lavadero (para lavar y para escurrir), baño y tajuela, se hacía sobre todo en los lavaderos tras del cementerio, alimentados por el arroyo que mana en la fuente del Valle. También, y de modo más excepcional, se recurría a los lavaderos de la fuente de
Miguel Vida, próximos a la llamada tercera alameda o Alameda Grande. De éstos, que son más pequeños, se decía que eran usados por las mujeres que habían tenido enfermos o muertos en casa, para evitar la propagacíón del mal. Finalmente, se recurría en días aislados a lavar en la chopera de Zorita, sobre el Tormes, sobre todo al término del verano. Unas lavanderas en el Tormes, junto a Salamanca, fueron el instrumento de salvación de un joven que se ahogaba en un sitio hondo; sus compañeros pidieron a las mujeres una sábana y luego una colcha para alcanzárselo al joven, que braceaba intentando salir del piélago. El final fue feliz, salvo por la pérdida de la sábana, que fue llevada río abajo por la corriente (La Información, 16 de julio de 1895, p. 3). Antes se iba por el Camino la aceña o por el camino Valcuevo a moler al Tormes, cerca de la aceña de Zorita. Se llevaba una caballería, y cuando se aprovechaba para excursión, se uncía a veces el carro con los bueyes. Los hombres iban a su negocio y las mujeres se quedaban lavando sobre la corriente. Las idas a la aceña de Zorita tuvieron continuidad incluso después de que en Calzada se pusiera el molino eléctrico de la carretera (construido por Bernardo Olivera en 1911). Se cuenta de una moza que, yendo sola con un burro cargado de trigo, se le cayó –por ir mal sujeto- el costal al suelo lejos del pueblo, en el camino la Aceña. Como el peso de los costales era muy grande (a veces de 80 kg), ella sola no podía volverlo a cargar a lomos del burro. Para salir del paso tuvo la siguiente ocurrencia: ató las cuatro patas al burro, dejándoselas muy juntas entre sí; luego empujó al animal, hasta que éste cayó tumbado al suelo. Entonces fue empujando y moviendo el costal a tirones, hasta que logró pasárselo por encima del espinazo al burro. Ató firmemente el costal, y desligó las patas del burro, que se levantó con la carga a cuestas. Lecheriegas: Plantas verdosas, de flor amarillenta, ricas en látex, del género Euphorbia. Probablemente, en Calzada se trata de Euphorbia serrata (Sánchez-Barbudo, 1991). Sin embargo, Fernández de Gatta recoge en el área de Villavieja de Yeltes la voz achicoria lecheriega, que identifica como ‘lechuga silvestre’. Legua (ant.): medida itineraria que usaban los viejos. En Valdelosa perduró su uso hasta la posguerra. Equivalía a 5.57 km . Lenguas de buey: planta espontánea de los sembrados. Es una boraginácea de flor azul, y tiene néctar dulce en el cáliz. Libra: unidad de peso antigua, equivalente a la centésima parte de un quintal o a 1/25 de arroba; es decir, 460 gramos. Cada libra se dividía en 4 cuarterones o en 16 onzas (“tienes el moño de a libra, / los rizos de a cuarterón, / con ese pañuelo blanco / me robas el corazón” en Morán, 1990). La lana, el pan, la carne y el queso se vendían por libras. Las ofrendas antiguas en las misas por un difunto solían ser de una o más libras de pan; y también se daba cerillas y vino para los responsos. Las medidas antiguas se usaban todavía antes de la guerra: el parte de un robo del que fue víctima en 1912 el rentero de Valcuevo indica que los ladrones se llevaron “seis hojas de tocino, dos jamones, unas veinte libras de longaniza, una arroba de salchichón, cautro pares de pies y orejas próximamente y media arroba de chorizo gordo” (El Salmantino, 28 de diciembre de 1912). Tales robos prenavideños no eran raros. En 1890 robaron en Valdunciel a un vecino todo el mondongo, que hacía dos días que se había hecho (La República. Madrid, 19 de diciembre de 1890). Limpiar: aventar las mieses, una vez trilladas y juntadas, volteando el grano y la paja revueltos mediante bieldos de madera, primero, y luego con palas de madera, cuando ya se ha ido eliminando la paja. Para ello hacía falta viento suave y sostenido. El resultado era
una especie de separación aerodinámica, que creaba dos montones alargados en la perpendicular del viento y paralelos entre sí: uno de grano (el muelo) y otro de paja (la parva o pez). Como dicen en Miranda, “la parba, l aire la junta l aire la spalha” ((Mourinho, 2007: 67). Luego se cribaba el grano, mientras el muelo iba siendo abaleado por las mujeres con escobajos y se recogía para darle forma cónica. Las grancias y piedrecillas producto del abaleo, y las que salían al barrer la era, se reunían en un montoncillo adicional y se usaban para cebo de gallinas y cerdos. A este montoncillo se le llamaba barreduras en Calzada y terraguero en El Cubo (Álvarez Tejedor, 1989). La limpia era hecha por cuadrillas de hombres, normalmente el labrador, sus hijos y algún vecino o criado. Era trabajo jovial, que se acompañaba de relatos y chascarrillos. Lisca; lizca: caspa del pelo de la cabeza. Para limpiarla se empleaba una peina o peine “espeso”, es decir, de dientes apretados y finos. Lucera, -o: hueco de luz en el tejado. En las casas antiguas más pobres, carentes de chimenea (cuando no hay leña o paja abundante, una chimenea da más frío que calor), el humo salía por pequeños huecos practicados en el tejado mediante una teja levantada. Más tarde se usaron las tejas traslúcidas para alumbrar interiores. En las casas más acomodadas, los tragaluces se generalizaron acompañando a la aparición de la chimenea francesa (separación de hueco de luz y hueco de humo). En 1911 unos ladrones entraron a robar en la casa del médico de Aldeaseca de la Frontera; para ello, “agrandaron y rompieron una lucera” en el tejado (El Adelanto, 14 de junio de 1911, p. 2). Lucilina: petróleo que se quemaba en los candiles antiguos, y en el alumbrado público de las calles de las ciudades. También se utilizaba para matar piojos. Lumbre: fuego del hogar. Estar a la lumbre es estar al arrimo de la chimenea. Lumia: mujer descarada o aprovechada. No tiene localmente el sentido fuerte que le atribuye la Academia: lumia ‘ramera’. Llovediza, agua: se recogía agua de lluvia de los canalones o tejas por considerarla muy buena para cocer garbanzos, lentejas y otras leguminosas. Las casas antiguas más pobres eran tan bajas (el barro para las tapias se sacaba del propio solar, con lo que se tenía que bajar un peldaño para entrar en la casa) que los aleros estaban al alcance de la mano. De un vecino se cuenta que, siendo mozo, tenía una novia vaquera o carbonera que vivía en el monte en un chozo, y cuando regresaba de noche de cortejarla, si venía con sed y providencialmente estaba lloviendo, se ponía de puntillas al llegar a casa para beber a bocateja agua de lluvia de su tejado. Machao (a): modo de arrancar las plantas a golpe de hacha o azuela. El machao era también un instrumento cortante compuesto de pieza cortante de acero y astil de madera. Machar: machacar. En la fragua, se machaba el hierro caliente encima de la bigornia. Cuando, pasada la siega, iba la gente a espigar los restos, el desgranado se hacía en casa, en los corrales: sobre una piedra o madero se machaban las espigas, golpeándolas cuidadosamente con un mazo de madera, para separar el grano. Un machao de ajo se hace moliendo en un mortero ajo y sal. Machar la uva: se hacía tras la vendimia con pies, manos o mazo, en una pila. Machar el ajo: crotorar de las cigüeñas en el nido.
Machimbre: ensamblaje entre piezas de madera a caja y espiga o a ranura y lengüeta; unión machihembrada. Macoca: coscorrón. Véase el recuerdo anotado por A. Gordillo (Vivencias). En las evocaciones estudiantiles de Luis Maldonado de Ocampo (El Adelanto, 1 de enero de 1901, p. 1), se menciona a un maestro apodado el Dómine Lupus, que, aparte del capón, propinaba la “macoca sencilla (hinchamiento del nudillo [del dedo corazón] en la mollera), y la macoca real, o gran macoca, que agregaba, al hinchamiento de la sencilla, una rápida vuelta sobre la mismísima coronilla, como si se pretendiese sacar de ella un tapón con sacacorchos”. Madre [de las cubas]: heces del vino o vinagre que se asientan al fondo de las cubas. Malingrarse: gangrenarse. Mamola: mentón. Manada o maná: manojo de hierba o de cualquier cereal (trigo, cebada). A cada golpe de hoz se cogía una manada. Se dejaban en el suelo en grupos de dos o tres manadas (en El Cubo, a esto le llaman un barcao ―ALCL―; en Calzada, un brazao). Por detrás de los segadores venían los atillos atando y formando haces. Una canción de arada, del Campo de Peñaranda: “segaba, segaba la niña y ataba, y a cada manadita descansaba” (Ledesma, 1907). Mancornao, malcornao: persona o animal que, al caerse, se ha lastimado seriamente en alguna extremidad. En rigor, mancornar era inmovilizar a una res, como hacían los afamados vaqueros de la Charrería: “los hombres recios de la vida brava, / domadores de potros, que mancuernan / a cuerpo limpio las paridas vacas” (Alejo Hernández, en Avante: semanario mirobrigense, 3 de noviembre de 1917, p. 4). Mandas: dádivas y ofertas periódicas de dinero o en especie que las familias hacían para sostenimiento de fiestas y gastos de imágenes veneradas: el Cristo de la Piedad, la Virgen de la Misericordia, las diversas cofradías. Es voz que ya figura en el Fuero de Salamanca (Alvar, 1982). En Calzada, la mayor parte de las donaciones piadosas registradas en el Libro de Difuntos eran a advocaciones próximas: la Virgen de la Encina (santuario demolido hacia 1860), el Cristo del Arco (actual de la Piedad), Valdejimena, Santo Cristo de Morales, Nª Sra de Francia, Nª Sra de los Remedios (s. XVIII). En época anterior, las cuatro ermitas del tº municipal eran también objeto de devoción, así como San Miguel en Valdunciel. En los testamentos antiguos, mandar es fijar una donación particular a cambio de que el beneficiario (generalmente un pariente próximo, mujer casi siempre) se encargue de asistir a la ofrenda en las misas por el difunto. Estas ofrendas solían ser muy numerosas el primer año tras la muerte: a menudo, se hacían en todas las fiestas del año. Al cumplirse exactamente un año de la muerte, se celebraba con más solemnidad la misa llamada cabo de año (locución que ya aparece en el Fuero de Salamanca, Alvar, 1982). La ofrenda consistía en una o más libras de pan; por el responso se pagaba vino y cerillas. De testamentos del s. XVIII se entresacan a título de ejemplo las siguientes dádivas a familiares: vara y medio de lienzo; media fanega de trigo; una faja, mandil y manteo; un veintidoseno; un manto de paño garrovillano (o de Garrovillas); una vaca; una caballería menor; “los paños de la cama y sobre-cielo, una delantera de red y dos almohadas”; “una sabana de lienzo de tres piernas” (parece aludir al número de tiras que, unidas por costuras longitudinales, formaban la sábana). En 1759, Ines, la hija del difunto, es objeto de la siguiente donación: “le mando
una faxa de paño de Cuenca y un manteo que trahia los domingos”. Las mandas a familiares varones son más raras: Feliz Ramiro manda en 1762 a su hijo Miguel “un jubon verde y otro negro y una enguarina”. Manga parroquial: cruz parroquial que preside y abre los entierros y las procesiones. En su recto uso, el término designaba al adorno de tela o al paño de color que recubre parte de la vara de la cruz parroquial. Maquilón (ant.): molinero. Perduró como apellido salmantino. En el Catastro de Ensenada, al describir el oficio de un vecino de Calzada, Joseph Garcia Aguadero, en una relación se indica “maquilon” (tachado) y “molinero”. Era el apodo colectivo de los de Zorita: “de Almenara, las viñas, / de Valverdón, las aceñas, / maquilones, de Zorita, / de Valcuevo, la alameda, / de Muelas son las cebollas / y de El Pino las ciruelas” (Ledesma, 1907). Las Ordenanzas de Salamanca (1719) muestran que la maquila (parte de lo molido que se entregaba al molinero a título de pago por su trabajo) era variable; salía más caro moler en verano y otoño: “desde el día de Todos Santos al de San Juan maquilen de catorce uno, y desde San Juan al de Todos los Santos, de doce uno” (Rupérez y Lorenzo, 1994). Correas recoge este refrán de fuerte carga erótica: “A la ahixada, molérselo, i makilalla; i a la madrina, sin makila”; y añade: “en lugar de «hazérselo» se puso «molérselo», porke sonava desonesto”. Había molinos de aprovechamiento ocasional (cuando la represa del arroyo se llenaba) en Topas, en Espino de la Orbada y en San Pelayo de Guareña. La voz aceña se reservaba a los molinos accionados por una corriente permanente, como los muy numerosos del Tormes. Hasta el s. XIX se conservaron algunos molinos de viento no lejos de Calzada. Madoz reseña la existencia de un “molino harinero de viento” en El Piñero (Zamora). Máquina: “arar a la máquina” era utilizar el arado brabán o brabant, de dos ruedas y vertedera, fabricado en Álava por la familia Ajuria. Se tiraba con dos o más parejas de bueyes. “A la raya del monte de Palomares / hay un gañán arando con cuatro pares” (Ledesma, 1907). Si un labrador no tenía tantos bueyes, se pedían en préstamo para la arada. Para asegurar una labor más profunda, a veces se montaba uno o dos ayudantes del gañán sobre la máquina, mientras ésta avanzaba: uno sobre el eje de la rueda, otro sobre la vertedera. Sólo se usaba el brabán en tierras buenas, con suelos profundos. El esfuerzo exigido a los bueyes era enorme. Por eso a menudo el buey de los labradores ricos vivía menos que el buey de los labradores pobres. Antes de que las ferrerías vascas (los Ajuria) empezaran a producir brabanes, existía un tipo de arado de madera con ruedas que constituye el antepasado directo de las máquinas. En portugués se le denominaba vessadouro. De un labrador se cuenta que, arando con máquina en una tierra (¿del camino de las Monjas?), un buey se le cayó muerto de golpe. Vino el veterinario y exigió que el buey fuese enterrado allí mismo, en prevención de posibles riesgos de enfermedad contagiosa. Así se hizo. Pero de noche, algunos vecinos regresaron furtivamente, desenterraron el animal y lo hicieron cuartos allí mismo para llevárselo a casa como comida. Marea: rocío al atardecer o al amanecer. “Los garbanzos de la linde se habían quemado algo con las mareas de los amaneceres de Junio” (Berrueta, 1908). Maruja: pamplina (Stellaria media); planta acuática comestible en ensalada que se cría en los arroyos. Es más fina que el berro.
Marrano: cerdo. Se usa muy poco esta última palabra y menos o nada la voz guarro. Marrano porrero: cerdo pequeño que se mataba, en algunas familias, por los Santos. Era consumido en fresco, aunque algunos hacían con él longanizas. Servía para cubrir la temporada final antes de la matanza de diciembre. Desde los Santos a Navidad, hasta llegar la matanza, era época de escasez, y apenas se comía carne. Marrón: morueco. Se usa en documentos de 1650 de la vecina granja de Valcuevo (Frayle Delgado, 2009). Masar: amasar el pan; hacer pan. “Vete a por pan hoy, no siendo que mañana no masen”. Matar: sin otra especificación, suele usarse en forma intransitiva refiriéndose a la matanza del cerdo, que se hace en diciembre; o a la matanza semanal de vacuno en la carnicería. Correas (1627) registra este uso al comentar el refrán “tres años á ke no maté: este año i el pasado, i el año ke me kasé. I no avía más de tres ke era kasado”, explicando: “«Matar» es: matar puerko”. Antes ocurría a veces que, por falta de recursos, la matanza se aplazaba hasta después de navidad; podía ser combinada: un cuarto de vaca y dos marranos, por ejemplo. Algunos vecinos, ahogados por las deudas, esperaban a pedir un préstamo en enero para terminar de cebar un marrano. Los prestamistas (en el molino, por ejemplo, se prestaba) concedían subvenciones en verano y en enero. En verano, los prestamistas a menudo iban a las eras a cobrarse en especie las deudas. Hacían la medida del grano “a cogüelmo” y los labradores tenían que callar. Algunas tierras y solares se malvendían para afrontar la presión de los prestamistas. Tras la guerra civil, la escasez produjo situaciones de agobio. Para evitar las requisiciones, se cebaban marranos a escondidas. Y a escondidas eran matados, poniéndoles trapos en la boca. Los costales de trigo de la cosecha se disimulaban ocultos entre la paja del pajar. Un vecino enterró bajo la cocina unos sacos de lentejas y trigo. Cuando los fue a recuperar, las lentejas estaban entallecidas, con brotes. En algunas casas, forzaban a alojar a falangistas de paso. Matraca: carraca grande de madera que se usaba en el triduo sacro de la Semana Santa para convocar al pueblo a los cultos, en sustitución del repique de campanas, que debían permanecer mudas en señal de luto. Es palabra común en castellano, pero progresivamente empujada al olvido. Matusino: dícese del natural de La Mata, pueblo vecino. Maya: juego parecido al escondite. También se le llamaba esconderiche. Mayo: árbol esbelto y adornado que plantaban los mozos el 30 de abril en la plaza; solía ser un álamo negro. A su alrededor se formaban jolgorios varios. Es voz antigua, que ya registra Correas en el refrán: “el maio de Portugal, ke le kargaron de xoias i se alzó kon todas” (le colgaron joyas y alguien se quedó con todas ellas). La costumbre era general en los pueblos del entorno. Así consta de Palencia de Negrilla, en las fiestas del Cristo de la Piedad de 1911 (El Salmantino, 10 de mayo de 1911). Mayoral: el que guiaba un carruaje, una diligencia. Del vuelco de un coche (de mulas o caballos) de la línea regular de Ledesma, a la altura de Valverdón, se indica en 1910 (“el
mayoral que guiaba el carruaje era Rafael Bastida”) (Noticiero salmantino, 20 de junio de 1903). También tenían mayoral las cuadrillas de segadores, y como es general en Castilla, los pastores de ganado. Mayores, a: además Medija: en los libros antiguos de la iglesia, figura la locución medija y apaleo, en referencia a la operación de medir el grano y apalearlo. Melapios: manzanas alargadas, de pequeño tamaño; su sabor era parecido a la verde doncella pero más dulce. Algunos de los manzanos inmediatos al alcornocal “del tío Manuel Merino” eran de esta variedad. En Béjar se ponía a la venta en 1913 400 arrobas de manzanas, de las clases melapio, Juan del Guijo, rosa, cachiza, agridulce y otras (La Victoria, 18 de octubre de 1913, p. 3). Mellón: carga de leña menuda atada en haz, que se lleva a lomo de caballería; cada bestia llevaba dos mellones. Probablemente desde los orígenes del pueblo ha existido en Calzada la tradición de ir al monte para coger hornija. Unas cuantas familias se mantenían yendo muy de mañana (se salía a las tres de la madrugada) hacia Huelmos y siguiendo luego a Valencia de la Encomienda. El camino era a oscuras y con grandes fríos, sobre todo en los amaneceres invernales. Para calentarse, los que iban en carro ponían a veces un calderete de brasas en el desojado. También se llevaban buenas mantas. Antes de Huelmos, se pasaba por el Ventorro, que quedaba a la derecha en la subida desde Valdenegrillos. Posiblemente, parte de la clientela de esta venta estuviera compuesta por calzudos en paso hacia el monte. Con una azuela se cortaba la jara, haciendo haces que se ligaban con un vencejo de junco. La jara preferida era la pringosa (Cistus ladanifer); aunque en Valencia y Huelmos de Arriba abunda otro tipo de jara, de mejor madera pero más recia: la jara-cepa, con hojas más anchas y verdes y tronco grueso que desprende cortezas retorcidas (Cistus salvifolius). Los haces se podían cargar en un carro, normalmente tirado por uno o dos burros. Como la capacidad del carro es limitada, la faena sólo duraba la mañana completa. Seguidamente, se emprendía el regreso a Calzada y al día siguiente se volvía a madrugar para ir a vender la carga a Salamanca, a los hornos de las panaderías. Es voz conocida de antiguo: ya en unas cuentas de la Universidad de 1613 se especifica: “siete mellones de leña a dos reales y medio cada uno” (García Boiza, 1914, La Universidad y Santa Teresa, El Adelanto, 9157, 17 de abril, p. 1). El benemérito maestro de Topas Demetrio Martín (abuelo del novelista Luis Martín Santos) dice de sus convecinos, explicándose la ausencia de mendigos: “tienen leñas sin costarle un céntimo en los montes de las alquerías próximas, donde les permiten recoger troncos secos, y además, e tiempo muerto, cuando no hay dónde ganarlo, todos tienen una caballería, y por muy poco compran un mellón de bardas, que venden en Fuentesaúco y sacan para el pan” (El Salmantino, 2 de diciembre de 1913, p. 1). Otra modalidad de viaje era con caballo o burro, sin carro. En este caso, la carga se distribuía en dos haces equilibrados en la grupa del animal. Esto se denominaba un mellón de leña. La conexión de Calzada con el monte de Valencia probablemente se originó antes, cuando Santibáñez estaba vinculado al pueblo. Al desprenderse Calzada de posesiones en el monte, la gente que antes iría a recoger leña por el Camino Ancho y Camino Santibáñez, alargaría su desplazamiento para ir hasta la siguiente dehesa, Valencia. De hecho, alguna vez se iba por la tarde, a pie, desde Calzada hasta el monte de Valencia, para dejar preparados los haces que a la mañana siguiente habrían de ser acarreados.
El aprovechamiento de la leña menuda para hornos de pan y tejares era oficio de antigua tradición. En el dicho “valentones, de Calzada, / y en Valdunciel, la leñera” se alude a ello. Una sentencia de 1492 prohíbe a las aldeas próximas al monasterio de Valparaíso que saquen leña: “de aquí adelante non entren nin puedan entrar adentro de los dichos términos del dicho monesterio e de Cubo e de Cubeto a coger ni arrincar, ni tomar, ni sacar los tomillos ni escobas, ni fornija ni roços susodichos” (Lera et al., 1998). En el Catastro de Ensenada de Calzada se registra esta profesión de trajinante de leña. De Juan Andres Martin, jornalero, se especificaba: “su trato, de llevar leña a Salamanca”. Para ello contaba con cinco burras. El mismo oficio ejercía Juan Sánchez, con cuatro burras. En Cañedino hay un topónimo (consta en los apeos de 1752 de las propiedades del Cabildo, Archivo catedralicio) presuntamente derivado de la voz mellón: se trata de la Calzada Mellonera. Estaba al este del Cerrito de los Robles y al oeste de Las Zorreras y El Majal de la Fuente. Por este camino irían las caballerías cargadas de mellones hacia Salamanca. Se cuentan historias de picaresca en el rellenado de los carros de leña (a veces, iban acogolmados pero huecos por debajo), ardides para ahorrar trabajo. Los que contrataban la leña, mediadores con las panaderías de Salamanca, vigilaban con ahínco estos fraudes. Una vez, se le encargó a uno del pueblo (JL) la traída de diez cargas (carros) de leña; por el cansancio y la dificultad, a cada carro la cantidad de leña iba menguando. El encargado decidió pesar el último carro y multiplicar por diez. Fue preciso acudir a la persuasiva oratoria de JL para producir signos de flaqueza en el encargado, que al final hizo la vista gorda tras su soborno con un fardelillo de garbanzos. Mieja: pequeña cantidad de algo. “Trae pacá unas miejas, que tengo hambre”. Mielgos: apodo colectivo, poco usado, de los de Forfoleda. Actualmente, el apodo más en vigor de los de Forfoleda es pardo. Se deriva de la anécdota del burro y la torre. Los mozos del pueblo deciden subir a un burro al campanario, donde había crecido una mielga (alfalfa silvestre, muy apreciada por los herbívoros, sobre todo los conejos; las mielgas se segaban también para alimentar a los burros) en lo más alto; y para más seguridad, pasan una cuerda por el cuello del burro y lo izan hasta arriba. El animal casi perece en la operación, y al llegar su cuerpo arriba va con la boca abierta por estrangulamiento. Los mozos dicen: “mira cómo se ríe: es que ya ha visto la mielga”. La anécdota, aunque estereotipada y probablemente basada en un juego verbal, no desentona con otros jolgorios de mozos. Se cuenta que en Calzada, y con intención de embromar al propietario o de hacer algo enorme, lograron sacar entre cuatro a un burro que estaba encerrado en el Corral de Concejo sin pasarlo por la puerta. Para ello, lo izaron con cuerdas y lo empujaron desde abajo hasta hacerle coronar la tapia y poder soltarlo del otro lado. En cualquier caso, esta historieta de la mielga no es privativa de Forfoleda. Se cuenta de muchas localidades españolas, como Robleda (Salamanca) (Iglesias Ovejero, 1989), Naval (Huesca), o La Granada (Alt Penedés, Cataluña). A los de Villanueva del Río Ubierna (Burgos), les llaman asnos por una historia similar: “en Villanueva los Asnos / suben un burro a la torre / y el burro se desespera / porque la soga no corre” (Vergara Martín). Los de Colmenar Viejo (Madrid) son los de la mielga por la misma razón; también los del Casar de Cáceres (Ramón y Fernández Oxea, 1949 y 1955). A los de Grisaleña (Burgos) les llaman melgos.
Es posible, dada la arbitrariedad de la anécdota del burro, que en el apodo de mielgos se esconda una alusión secundaria a la producción de miel. A mediados del s. XVIII se censaban en Casablanca 58 pies de colmenas. Hasta tiempos recientes se iba a Forfoleda por miel. La señora Teodora vendía la miel en tarro. Mísere: pobre, humilde. Se decía de los pueblos de Valdelosa para allá que eran míseres. Parece haber sido general el llamar a los piojos con el nombre de miseria. De Villavieja se indica: “los piojos […] a quienes estas gentes, por el asco que les inspira el nombre, designan casi siempre con el muy expresivo de miseria” (García Alonso, 1907: 13). Mollas: partes blandas del cuerpo, michelines, pantorrillas y barrigas; es palabra generalizada en el actual castellano. Molledo: la miga del pan. Es lo opuesto a rescaño. Monacos: monigotes con pantalones, que se pinchaban en un palo durante la fiesta de Santa Águeda. Mondaja: peladura, por ejemplo, de patata o de naranja. De las patatas pequeñas se quejaba un articulista de 1920: “mitad tierra y mitad mondaja” (El Adelanto, 6 de abril de 1920, p. 1). Mondar el pozo: operación consistente en sacar el agua, bajar con escalera y retirar manualmente todos los escombros del fondo, verdines, pájaros muertos... Algo similar se hacía con las charcas. Mondongo: masa de carne, panza, intestinos y otras partes de res vacuna y porcina, que se usa, debidamente aderezada, para hacer morcillas y embutidos. También se aplicaba, por extensión, a la faena entera de preparar la matanza del cerdo; dar muerte al animal era tarea del matachín o matanchín. “De Calvarrasa de Abajo, / la fama de mondongueras”, dice un cantarcillo recogido por Morán (1940). Luis Maldonado evoca las matanzas, refiriendo cómo los niños encrespaban con sus travesuras “a matachines y mondongueras” (El Adelanto, 25 de abril de 1920, p. 2). Moñica o boñica: boñiga de buey, vaca, caballo o burro. Moso: mohoso; es pronunciado sin hiato. Morceña: pavesa o pequeño copo de paja, papel o leña chamuscada que se levanta del fuego. La leña verde o la paja, cuando hacía viento, soltaba muchas morceñas. A veces, al caer, se metían en el puchero. Es voz que recoge Correas (1627): “Más pesa morzeña ke karga de leña”. En el Comendador (hacia 1550): “de tal leña, tal morceña” (Núñez, 2001). Morchuelo: mochuelo (¿o quizás otra ave?). La describen como más pequeña que la lechuza, de quien se cree, con arreglo a la superstición común, que bebía el aceite de la iglesia. En Palacios del Arzobispo, el ALCL recoge la misma voz; también en Lamano (1915). La forma femenina se repite en la provincia de Salamanca. Así en El Arco, “cuando canta la mochuela, / buena noche espera, / pa los de dentro, / no pa los de fuera”; en efecto, en invierno, el canto del mochuelo era considerado aviso de empeoramiento del tiempo: “En febrero, la morchuela, cuando canta, lluvia o nieve”. Ya Unamuno recoge esta voz en su cuaderno: morchuela ‘mochuela’.
Moritos: dulce de bollería; parecidos a las madalenas, pero con leche en vez de aceite y con menos huevo. Tienen tendencia a ponerse muy duros. Mormera: congestión nasal por catarro. Es voz conocida de los tratados medicinales antiguos: “quando esta misma fluxión acude a las naryzes tan solamente, se dize coryza en griego, y en Castilla la Vieja mormera, tomando la semejança del muermo que suele dar a los caballos” (Méndez Nieto, Discursos medicinales, 1606-1611). Morriña: enfermedad infantil que mermaba el crecimiento. Figuradamente, alguien es un morriña si es vulnerable y dependiente en exceso de sus padres, es decir, si está enclenque y enmadrado. Se aplica también a las personas tacañas. Los animales, se decía, enfermaban de morriña: especialmente los carneros, que adquirían una especie de viruela así llamada. Moscas: permanente zumbido en el verano, plaga de los ojos pacientes de bueyes y burros. En las cuadras y cuartos se colocaba dedalera (Digitalis thapsi L.), prendida en manojo y colgada boca abajo de las vigas del techo para que las moscas, atraídas, se quedaran pegadas. Motajo: apodo jocoso o peyorativo basado en defectos físicos o morales, anécdotas y actividades, tanto de la persona como de sus familiares o antepasados. El mote pasa en ocasiones a una condición similar a la de apellido, puesto que se yuxtapone al nombre de pila. En ocasiones llega a oscurecer al apellido legal, que casi nadie conoce. Algunas familias acumulan motes: uno más extenso, atribuido a todo el linaje, y otro más nuclear, que se restringe a una sola rama. Otros apodos son estrictamente individuales y no se heredan o transmiten. Determinados motes, heredados de antiguo, se han vuelto incomprensibles y tienen gran interés filológico. El vocablo motajo ya fue usado por Unamuno, para referirse a la denominación ‘maqueto’ con que se alude a los forasteros en tierra vascongada. Motilar: se usan indistintamente esta voz y esquilar para referirse a la tarea de cortar el pelo, crín o lana de los animales; traslaticiamente se aplica también a las personas. En Boada, una tonada decía: “La Martina, la Martina, / la hija del tío Nosberto, / por motilar las ovejas / ha perdido casamiento” (Ledesma, 1907). Muradal, mudadal: muladar, eras de apilamiento de estiércol procedente de mondar los corrales, cuadras y pocilgas. En Calzada es topónimo, Los Muradales. Consta la forma mudadal en Fuentelapeña (Zamora). La materia prima fundamental para los muladares era la paja de cereal que, puesta como cama en las cuadras y pocilgas, iba mezclándose con desechos animales. Luego pasaba al corral y de ahí a los muladares, donde se oreaba al sol y recibía las lluvias. El estiércol se medía por carros. En septiembre, se llevaba desde los muladares a las tierras y se tendía en montones equidistantes. Cada hectárea de cereal producía paja bastante como para dar lugar a carro y medio de estiércol (Cabo Alonso, 1955). Pero el abono requerido por una hectárea de tierra era muy superior (unos diez carros). La diferencia se suplió a partir de 1900 con abonos minerales. Antes de esto se recurría al barbecho, uno de cada dos años. Muelas: nombre habitual en la zona de la almorta [Lathyrus sativus L; sinónimo: Lathyrus asiaticus (Zalk.) Kudrj.], leguminosa que se plantaba bastante en Calzada. Se comían en algunos hogares pobres como sustituto del garbanzo, cocidas en olla. Según Cabo Alonso (1955) su introducción en la zona es relativamente reciente. De hecho, no figuran en el Catastro de Ensenada. Los arrieros, que viajaban por toda España, son los introductores del cultivo en La Mata en 1807. Más tarde se propaga a otros pueblos vecinos.
Negrillo: olmo (Ulmus minor). Antes había varias tramos de negrillos (y algún fresno, Fraxinus angustifolia) al borde de la carretera de Zamora. Una hilera a la altura del pueblo, sobre el arroyo de la Vega; otra al paso de Valdoñegas. Más adelante, quedaban algunos antes de Huelmos, en Valdenegrillos. Tenían una banda de cal blanca en el tronco para asegurar su visibilidad nocturna. Las obras de la carretera, junto con la noción (probablemente infundada) de que causaban accidentes graves a los conductores descuidados, fueron acabando con la mayor parte. La grafiosis, epidemia mundial, terminó con el resto. Tampoco los fresnos, que eran inmunes a la enfermedad, fueron indultados. Ahora vuelven a salir negrillos, rebrotados de raíz, en la misma zona de Valdenegrillos. Había también algún que otro negrillo en el Pinar, y uno aislado, podado a melón, cerca del Pozo Vellés, de camino al cementerio. La alameda antigua del beneficiado (junto a la casa del cura) era de negrillos y desapareció entera antes de la guerra. Con madera de negrillos se tallaban en el pueblo aperos de labranza, como los yugos, manceras y cavijales: “negrillos, cuia madera es útil para ejes, pértigas de carros, tirantes o lanzas de coche” (Libro del Bastón, 1770, descripción de Morasverdes, LB 152). Con encina se hacían los arados. Niazo: almiar, montón de hierba, heno o paja larga que se almacena en seco apilada alrededor de un palo vertical. Esta voz es diptongación de henazo. Se hacían niazos principalmente en las dehesas con mucho prado. En la dehesa de las Aldehuelas, junto a Ledesma, unos jornaleros prendieron fuego a un niazo (o henazo), por resentimiento contra el rentero (El Castellano, 29 de julio de 1904). Otro incendio similar, probablemente intencionado, se produjo el año antes en el prado de la Gerrilla, en Villavieja de Yeltes (El Lábaro, 14 de octubre de 1903, p. 1). Tales fuegos, testimonio de conflictos solapados, se repiten en las crónicas. “De Carnero, los niazos, / que el fuego los hizo polvo” (Bejarano, 1953). En Calzada, no parece haber habido prados de guadaña; todos los prados eran de diente, por lo que no se hacía necesario acumular hierba en niazos. En Villanueva de Cañedo se usaba la técnica del ensilamiento, abriendo una zanja ancha y profunda, con acceso por rampa, por la que bajaba el carro de bueyes. Éstos descargaban el heno; a cada capa se le echaba sal y agua, y se seguía rellenando, capa a capa, hasta llenar la zanja, que se tapaba con tierra. El silo se abría en invierno y se daba como alimento a los toros (Cabo Alonso, 1955). Nones, años de (ant.): en Calzada se practicó hasta finales del s. XIX el sistema de año y vez en los cultivos de cereal. Un año de siembra y cultivo alternaba con un año de descanso o barbecho. Los años en que se procedía a la siembra y cosecha de las tierras podían coincidir con los años impares o años de nones. Existía tal vez superstición favorable a los años impares: “años de nones, son los mexores” (Correas, 1627). En un documento de la cofradía de las Ánimas se dice de una tierra en Malasemana: “se siembra los años de nones”. Novios, sacarse los: locución que describe el acto de hacer crujir, dedo a dedo, las coyunturas de una mano. Las mocitas creían que al ir estirando los dedos iban haciendo contabilidad de supuestos novios ocultos. Morán (1990) señala la superstición: “uno tiene tantas novias como veces le estallen los dedos”. Nublado: tormenta. Se ha recogido en Calzada el refrán, de tono escéptico, “cuando la perdiz canta, nublao viene, y no hay mejor señal de agua que cuando llueve” (ATS, El tiempo, p. 132). Especialmente si tronaba, se tiraban cohetes para evitar que la tormenta rompiera sobre el pueblo. También se tocaban las campanas. El Catastro de Ensenada registra los pagos que hacía el concejo de Calzada al campanero por tocar a nublado: 130
reales en 1747 y en 1750, 145 reales en 1748, 142 reales en 1749 y 150 en 1751. El carácter variable de esta partida indica que se pagaba en función del número de tormentas conjuradas. En Valdelosa se decía para conjurar el peligro: “detente, detente, detente, nublado, / no mates a la gente / ni tampoco al ganado” (PCS, p. 43). Obanillos: lobanillos, bultos de sebo subcutáneos que se forman en determinadas zonas del cuerpo humano: cintura, cabeza, brazos... El término médico es lipoma. Obispos: postre de pan frito. Se cocía vino con azúcar, y se añadía pan frito. Se tomaban en caliente, como postre o para entrar en calor. Obrigá: lugar resguardado (=abrigada); es lo contrario de hostigo. También se emplea abrigá. En Sayago corre el refrán: “sombra de peña y brigada de leña” (Panero, 2000), recomendando como buena abrigada la que forman los árboles o matorrales. “Allí ha pasado la noche / a la brigada de un huerto / sin mantas y sin capote: / no pudo hacer testamento” (cantar de Villavieja de Yeltes). Oler: además de su acepción corriente, se emplea figuradamente para ‘fisgar, curiosear, sonsacar’. En una comunidad pequeña, la protección de los espacios simbólicos privados es muy importante: de ahí el desarrollo de signos y locuciones que aluden a la invasión de estos espacios: hocicar o “meter el cuezo”, por ejemplo, tienen un valor semántico equivalente. Onzas: medida antigua de peso, equivalente a 28.75 gramos, es decir, 1/16 de libra. Orejeros: dos palos situados a ambos lados del dental del arado, orientados transversalmente a la dirección del surco, cuya función es apartar la tierra que ha sido removida por la reja del arado. Pachota[d]a: salida de tono, con intención de provocar risa o enfado. Lamano (1915) recoge el mismo término, que interpreta como metátesis de patochada. “Temiendo estoy incomodarte y que me saltes con alguna pachotada” (carta al director, en Vitigudino, El Avanzado, 17 de octubre de 1889, p. 3). Palancana: palangana. Paleta: tablilla plana de madera del juego de la chirumba. Palmo: juego de mozos, en el que se arrojaba una tablilla de un palmo de longitud. Se tiraba una moneda cerca de la tablilla. Pan de farinato: durante las matanzas, la producción familiar de farinatos se contabiliza por panes. Un pan viene a pesar 1 kg, y un “pan de farinatos” es la cantidad de éstos que puede embutirse con dicha cantidad de pan. Normalmente salen de 8 a 12 farinatos por cada pan. El farinato solía ser consumido por la familia y criado; para los jornaleros, era más frecuente el consumo de chorizos delgados y de mucho sebo o tripas; de ahí las protestas antiguas, que recoge el refranero: “bofes en casa, bofes en la arada, ¡cuerpo de tal, con tanta bofada” (Núñez, 2001). Alguna labradora, sin embargo, era generosa, y preparaba uno o dos panes de farinato para la escarda y la siega. Esto se cuenta, por ejemplo, de la señora Ángela Andrés Villanueva.
Una receta antigua de farinato explica sus secretos: “tómase una porción de panes cocidos según permitan las facultades de cada uno, desazónanse aquellos a pedazos en un barreño morcillero, y se cubren de agua la precisa, para poderse empapar bien, hasta que no se encuentre en ellos dureza alguna; en este estado se pasa a deshacerles entre las manos, de modo que vengan a quedar como harina, aunque húmeda, por el agua que ha embebido la dicha porción: échasele enseguida sal, pimiento colorado, cominos molidos, azafrán, astilla de clavo, cebolla picada, y demás especias que se acostumbran para las morcillas, lo que ha de ser en aquella cantidad que pueda dexarlo bien sazonado, según el gusto de las mondongueras, las que están tan diestras que en nada se les nota exceso, sino en la sal y pimiento, de que cargan un poquito más la mano para su conservación. // Executado lo dicho, y puesta así en sazón la masa, se le echa porción de gorduras picadas…” (Semanario erudito y curioso de Salamanca, 11 de septiembre de 1798, p. 6). En otras recetas se ha recordado echarle a la masa canela, miel y anises. Panostro: margarita blanca; se trataba de un a modo de gamarzones, que se extendían por las tierras. Era buena comida para los conejos. Parece tratarse de Anacyclus clavatus, muy frecuente en los cultivos armuñeses, aunque no está claro si el término se refería simplemente a la gamarza cuando estaba recién salida y por lo tanto tierna y blanca. Parchá: “dar una parchá” es regalar algo insignificante o sin valor; o engañar a alguien en un trato. Pardal: gorrión (Passer domesticus). Los rapaces armaban trampas con horcas en las eras, disimuladas a ras de los granos de los muelos. Se comían. La cultura calzuda era bastante enemiga de los pardales y de los tordos, a los que acusaba de comer el grano y mermar las cosechas, especialmente en las eras y los sembrados. Como resultado indirecto, tampoco los árboles eran queridos, pues se decía que daban abrigo y alojamiento a los pájaros. Esta noción era probablemente general en las zonas cerealísticas de la meseta. Madoz, describiendo la zona oriental de la provincia de León, expone una situación similar: “tienen alguna aversion al arbolado, bien provenida de las dificultades que ofrece su procreación en aquel pais, bien por ser abrigo de gorriones y otras aves que talan los sembrados, segun ellos, bien dimanadas de rancias preocupaciones [=supersticiones] incompatibles con los adelantos de la época y los beneficios que ofrece en sí la vegetación”. De la afición de los niños a coger pájaros nace la maldición “pájaro seas y en manos de niños te veas”. Por el lado lírico, sin embargo, una canción de arada recogida en Izcala decía: “arboleda en tu pecho quisiera plantar / porque a las arboledas los pájaros van” (Ledesma, 1907). Calzada no era pueblo de avifauna rica, y de ello se resiente el vocabulario heredado. Más detallada era la cultura popular ornítica en pueblos de río, como Valverdón, o cercanos a prados y montes, como Valdelosa. No consta si en Calzada se usaban algunos nombres locales, que sí parecen haber pervivido en poblaciones cercanas. Así en Valverdón se recuerdan pimienta y mosquera (Frayle Delgado, 2009), probablemente asignables al petirrojo y el mosquitero, respectivamente. Unos versos de circunstancia, firmados “El Lazarillo de Tormes” evocan una más frondosa diversidad de denominaciones: “¡pobres mosqueras y cucos, / mochuelos y abejarucos, / cagarropes y aguanieves!” (Béjar Nuevo. Periódico republicano. 26 de diciembre de 1910, p. 1). En esta pequeña relación, condicionada por la rima, cagarrope parece aludir a un colirrojo, o tal vez a la tarabilla común. Era bien conocida en Salamanca la denominación colorín para el jilguero y gorriato para el pardal o gorrión. Pardos: apodo colectivo de los de Forfoleda. Inicialmente debía de significar algo así como ‘rústicos, aldeanos’. Era nombre que los de ciudad daban a los pueblerinos, por su
indumentaria parduzca. Análogamente, a los de la región portuguesa de Beira les llaman ratinhos probablemente porque iban vestidos de capa o anguarina de burel (lana basta sin teñir, de color de ratón) (Piel, 1958). La oposición entre rústicos y urbanos se simboliza mediante oposiciones cromáticas: mientras que el campesino es pardo, el de la capital es blanco -“Salamanca la blanca, / ¿quién te mantiene?”-. En el contraste entre la anguarina, parda, propia de los labriegos, y la capa, negra, de caballeros, se cifra una tajante divisoria social –“labrador de capa negra, poco medra” frente a “labrador de capa parda, ése me agrada”-. Habitualmente se da la explicación jocosa de que el burro de la mielga, que subieron al campanario, era pardo. A los de Zalamea la Real (Huelva) les llaman también pardos. A los de Badamalos (Sabugal, Portugal), se les conoce por pardinhos, mientras que en Castanedo (Ribamontán, Cantabria) son parducos. Pareja: yunta de bueyes, vacas, mulas, burros o caballos de labor. Parlar: hablar de forma abusiva o charlatana. Partija: aplicado a las tierras de labor, tierra partija designa un terreno procedente de la división en dos o más partes de una heredad dividida por razón de herencia o venta. Parro: ánade (Anas spp.); es el nombre de los patos silvestres. Es voz imitativa: “la voz del ganso llaman graznido, y la de los patos, parpar, y por eso en muchas partes llaman a estas aves parros” (Alonso Martínez de Espinar, Arte de Ballestería y Montería, 1644). Antigüamente debió de ser común también la invernada de ánsares (Anser fabalis y A. anser), aprovechando sembrados y rastrojos. En Zamora, eran denominados patas. Joseíto de Rollán lo versifica así a finales del siglo XIX: “porque el primero de marzo / viene el Angel de la Guarda / con la bandera en la mano / por orden de nuestro Dios / a los patos conjurando / y haciéndolos ir al Norte / sacándolos del sembrado / que mientras duró el invierno / le habían servido de pasto. // Apenas llega este día / los vemos ir ya marchando / siempre haciendo uno la guía / formando el ala de pato / que de aquesto nos previene / este tan notorio adagio / que vulgarmente decimos / al ala de patos” (Benito, 1985). Pata: pierna humana, en locuciones como “pata quebrada”. Es común al castellano vulgar. Peal: se llamaba medias o calcetines de peal a un tipo antiguo de prenda que dejaba libre el talón y los dedos; estaban hechos en lana gruesa. Peca(d)os, echar: blasfemar. “Se les atolló el carro ahí a los Aguanales y se puson a echar pecaos hasta que lo sacaron”. Peine de lobo: ver escardencha. Pega: urraca (Pica pica). Sin relación etimológica con esta voz circuló la que da nombre a la antigua costumbre de las pegas, que practicaban en Salamanca los rapaces antes de carnaval: consistía en pegar solapadamente un papelito, a veces con contenidos malintencionados, a la espalda de los caminantes (véase, entre otros artículos de prensa al respecto, El Adelanto, 18 de febrero de 1908, pp. 1-2). Pellejo: odre de piel curtida y tratada con pez, en forma de saco o costal, que servía para el transporte de vino o aceite; también se usaba la voz colambre. El consumo era elevado en las
familias labradoras, dada la necesidad de cubrir el verano, con las cuadrillas de segadores y los criados. A Calzada llegaba vino de la vecina comarca zamorana de la Tierra del Vino; en particular, se recuerda el que venía, en colambres, de La Aldea (San Miguel de la Ribera). Algunos vecinos pudientes, sin embargo, tenían más de una viña, e incluso bodega en casa, y no solían necesitar la compra de vino ajeno. Para la producción casera se machaba la uva, tarea a la que eran invitados niños. El vino calzudo a veces tenía un gusto afrutado, incluso dulce; la cocción se cortaba prematuramente. Pendejo: (mujer) de mala reputación por sus costumbres livianas. Peara, Piara: rebaño de ovejas. Es común esta acepción desde la Edad Media: “La kordera mansa, mama a su madre i a toda la piara” (Correas, 1627). No se llama piara al rebaño de cerdos: éste recibe el nombre de porcá. Los pastores para las piaras de ovejas se solían ajustar por San Pedro. En Calzada había 1192 reses de ganado lanar y 277 de cabrío a mediados del s. XVIII. En 1919, esta cifra había disminuido mucho, al perderse el arriendo de Huelmos y Santibáñez: sólo 74 ovejas y ninguna cabra. Ya en 1950, se registra un nuevo incremento: 140 ovejas y 70 cabras (Cabo Alonso, 1955). Éstas se recogían al atardecer en el corral de concejo, y las mujeres mayores iban con una cacerolilla a ordeñar las cabras y a traerlas, a veces arrastradas de los cuernos, hasta las casas. Las ovejas del pueblo, en cambio, pernoctaban en el corral de concejo. En cambio, las ovejas forasteras, del espigadero, dormían en rediles dispersos por el término. Pericacho: término de valor impreciso (en el castellano del área vasca se usa con el valor de ‘cuévano, canasto’). En Salamanca, pericacha ‘mujer liviana, de conducta escandalosa’ parece usarse localmente (Brincones, Macotera). Perro de presa: raza de gran tamaño y anchas fauces que solía haber en las dehesas. Eran capaces de intimidar a los toros agarrándolos por el hocico o por las piernas. En Villanueva eran conocidos. No se sabe si tales perros eran alanos o de una raza similar. Una noticia cuenta cómo un perro de este tipo salvó a su amo en Villanueva, que estaba guarecido entre carrascas y espinos aguantando los derrotes de un toro bravo; el perro, que por cierto se llamaba Sagasta, no consiguió agarrar al toro por el hocico, pero lo espantó (La Voz de Ledesma, 8 de abril de 1899; El Adelanto, 3 de abril de 1899). Pesca: como en Salamanca, se llama pesca al género marino vendido en la pescadería: “¿Deánde vienes, maja? –De comprar un cacho pesca”. Sólo a partir de la construcción del ferrocarril se empieza a consumir pescado fresco de mar. Antes, los arrieros traían bacalao y quizás pulpo. En Calzada se comía a veces pescado para cenar, acompañando el plato principal, que solía ser de lentejas. Un señor de Salamanca, el tío Pío, que era manco, venía vendiendo sardinas. En las familias numerosas de entonces tocaban a una sardina cada dos. Se cortaban a la mitad, y para evitar ventajas, se turnaban cabeza y cola de vez en vez. A Calzada venía un señor de Topas, en un carro de mulas, dos veces por semana. Le apodaban “El Escopeta”. Conseguía el pescado, sobre todo sardinas, en el apeadero de Huelmos-Cardeñosa, donde hacía parada el tren que venía del Norte. También vendía pescado, en pequeña cantidad, una señora de Calzada (Avelina, de la c/ Santa Elena): solía llevarlos en una cesta de 4 o 5 kg, y normalmente se trataba de chicharros. Más tarde, un señor que venía de Salamanca en bicicleta, llamado Pedro, llegaba dos veces por semana con pescado. Se le podían hacer encargos. Petacón: patacón, moneda de plata o cobre antigua, bastante grande. A veces se aplicaba el vocablo a una moneda de apariencia falsa o que estuviera fuera de circulación.
Petardo: en sentido figurado, se aplica a la persona o animal vago e inservible. Es un matiz semántico no registrado en los diccionarios académicos. Petrera: en la expresión “formarse buena petrera” aludía a una riña acalorada, con ruido, voces y hasta palos, piedras o navajas. Es vocablo anticuado en español estándar. Pez de paja: montón alargado de paja que se forma tras la limpia o aventado de las mieses. En El Cubo, se recoge la forma peje referida al muelo de grano y medero es, en cambio, el montón de paja (Álvarez Tejedor, 1989). Picatostes: dulce de respostería a modo de torrijas. Picón: extremidad de una tierra o de una loma que sobresale con ángulo agudo. Es frecuente en la toponimia del s. XVIII en Calzada: El Picón del Valle, El Picón de la Pizarra, El Picón del Monte. Con un valor similar aparece en pueblos vecinos el término toponímico Rostro ‘pico’ o Cuento ‘pico; punta de un valle’. Cortés Vázquez recoge en Berrocal de Huebra la locución pesebre del cuento referida al pesebre situado en el extremo de un comedero. Pienso: véase cebo. Pigorro: se emplea con la acepción de ‘gorrón, parásito’. Antes parece que también significaba ‘pinche, recadero, el que lleva el agua a los segadores o a los que trabajan en la era, el que trae los bueyes para revezar al lugar de la arada’, labor comúnmente encomendada a los niños. Pigorro ‘pinche’ se registra en El Cubo del Vino (ALCL). Pijaque: persona insignificante, pequeña, poco representativa. Pinchurris: alguien de poco cuerpo y enjundia, que se da sin embargo importancia. Pingar: caer frutas de un árbol o granos de las espigas. Se dice asimismo de un borde de vestido que cuelga o sobresale por un lado. También se aplica a la ropa tendida cuando no está escurrida. Un acertijo de Palacios del Arzobispo (Pal., 2001) dice: “estaba ronquín que roncaba, encima pinguín que pingaba, fue ronquín que roncaba y comió a pinguín que pingaba” (el cerdo y la bellota). También, en el calendario popular recogido en Calzada: “Si cuando se dan los haces / pinga el trigo en los sombreros, / vive con la confianza / de que son grandes los muelos”. Pingo: “ir de pingo” es ir de juerga o de jolgorio. De una persona se dice que es un pingo cuando es afeminada, o poco de fiar, o va mal vestida. Pinta: trago de vino, bebido de una jarra de barro (más tarde, de latón). Dámaso Ledesma (1907) recoge el cantarcillo: “lo que se usa en Valcuevo, se usa en Zorita, y en llegando a la puerta, venga una pinta”. Parece una canción pedigüeña, de temporeros que al llegar a casa de amos reclamaran, después de la dura jornada, un pequeño refrigerio; pero en realidad es canción de arada, recogida en la dehesa de Santa Marina, junto a Ledesma. ‘Beber una pinta’ es echar un trago. A veces se entonaba una canción mientras se iba bebiendo. El mismo recopilador anota en Izcala la siguiente, titulada “La Galuchona”: “la verde retamilla, / la verde retamá, / bebe, Gonzalito, / que de balde te lo dan”.
Pintear: caer las primeras gotas de lluvia sueltas que dan inicio a un chubasco o una precipitación más prolongada. Se aplica a las primeras gotas, pesadas y dispersas, que preceden a las tormentas de verano. Pirriaque: vino de poca calidad. Es voz muy extendida en toda España. Aplicado a una persona, equivale a ‘raquítico, enclenque’. Pispajo: persona ligera, diminuta o ágil, que va correteando. Es voz de uso difundido por todo el castellano, aunque muy poco frecuente. Piorno: se trata de un matorral espinoso, que crece en el monte de Valdelosa. Podría tratarse de Erinacea anthyllis o de otras especies del género Genista, preferiblemente G. hystrix. Pobrito: frecuentemente usado por pobrecito. Poíno: diminutivo de poyo, asiento de piedra a la puerta de las casas donde se forma de noche un corrillo de tertulia. Es más conocida la forma poyo y poyete. Polvonera; polvorera: remolino o pequeño tornado, que arrastra polvo, hierbas y tamo. Suele producirse en verano. Se decía en Calzada que eran presagio de tormenta. Como fórmula de protección y rogativa de alejamiento, la gente hacía cruces con los dedos de las dos manos (ATS, El tiempo, p. 95). Pompa: copa de un árbol. Pontones: piedras pasaderas de arroyo. Es topónimo bien conocido de Calzada. Es acepción ya usada por Correas (1627), quien, comentando la locución “a pie enxuto” explica: “pasar arroio por seko o por pontones, por hazer algo de gananzia en salvo i sin salir de su kasa”. También cita el refrán: “Puse el kabrón en el pontón; kaióse el pontón i mató al kabrón”. Porcá: piara de cerdos de los vecinos, reunida y pastoreada comunalmente. Correas (1627) utiliza esta voz como respuesta a un refrán-adivinanza: “¿Ké espexo hará la fuente do la bezera [=rebaño comunal] se mete? Es la porkada”. Se llevaban a las tierras previamente a su siembra en octubre. Al encargado de guiar y guardar los cerdos se le llamaba porquero. En las dehesas y encinares próximos al pueblo había “varas de cerdos” de montanera. Cuando acababa la montanera, hacia el día de Santa Lucía (13 de diciembre), iban algunos calzudos a comprar un marrano a sitios como Aldearrodrigo, y lo cebaban con vistas a la matanza. En 1920 se arrendaba la bellotera del cuarto bajo de Izcala, suficiente para doscientos camperos (cerdos de montanera) de un año. La duración de la temporada era de cuatro a cinco semanas (El Adelanto, 17 de noviembre de 1920, p. 3). A mediados del s. XVIII (CME) había en Calzada 277 cerdos; esta cifra se redujo mucho posteriormente: en 1919, 102 animales y, en 1950, 140. Después vino la intensificación, y el pueblo soportó la degradación de sus aires y sus regatos con los ceboneros. No sólo el de la carretera: también en el casco del pueblo se hacinaba ganado porcino en pequeñas naves improvisadas. Porretudo: de tallo grueso, rechoncho, sin espigar. Véase la cancioncilla, recogida en Calzada: “el trigo le dijo al centeno...”. Correas (1627) recoge la locución “estar en porreta”, aplicada a los panes, es decir, las mieses, cuando aún no han echado la espiga. En otro punto anota: “estar las mieses en porreta antes de espigar”. Aporrillarse era ‘ponerse gruesa una articulación por artritis’.
Portera: portillón de una finca cercada. Actualmente las porteras son una armazón de palos y alambres. Potajero: metomentodo, desobediente, fisgón. Potra: aparte de su sentido estándar, ‘yegua joven que no ha mudado los dientes mamones’, se aplica al tocino adobado de cerdo próximo a la panza o al escroto. Potro: artilugio de madera e hierro, compuesto de cuatro o seis maderos gruesos unidos entre sí, destinado a inmovilizar los bueyes de labor y permitir herrarlos o administrarles una cura (por ejemplo, quitarles los cocos) sin correr peligro de patadas o cornadas. En Calzada había un potro en el interior del Corral de Concejo. Pregones: los tres domingos o festivos previos a la celebración de una boda, el cura párroco hace sendas amonestaciones o anuncios públicos para que los feligreses puedan denunciar los impedimentos de los futuros contrayentes. Preso: se decía del arado cuando el ángulo formado por cama y dental era cerrado o agudo. En caso contrario (ángulo abierto), se decía que el arado estaba llano. El ángulo entre cama y dental influía en la penetración de la reja en el suelo y por lo tanto en la profundidad de la labor. Para regular el ángulo se utilizaban cuñas, en la zona de las vilortas, en el cavijal. Para medir a ojo el ángulo, los labradores colocaban el arado erguido sobre el suelo y ponían la rodilla en contacto con el extremo de la cama del arado. Si quedaba la punta de la cama muy por encima de la rodilla, el arado estaba llano; si no, estaba preso. Véase la descripción de Antonio Gordillo en la página web. El tipo de arado que se usaba en Calzada es el denominado por Caro Baroja (1969) arado-cama. Puchero: (1) Olla relativamente grande, de barro vidriado, que se usaba para el cocido de mediodía. (2) El propio cocido, hecho con garbanzos, con o sin verdura, con tocino, chorizo y caldo, y, a veces, con tortilla o relleno de pan y huevo. Puestizo: postizo, falso. La señora Martina contaba que dos labradoras ricas de Calzada fueron a la ermita del Viso en Monterrubio, a finales del s. XIX o principios del XX. Iban engalanadas y vistosas, pero aun así, los señoritos y misinguinas de la ciudad que concurrían a la ermita se rieron de ellas disimuladamente, tildándolas de paletas. Sin embargo, cuando hicieron en voz alta la oración y ofrenda a la Virgen sorprendieron a los presentes con su aplomo y buen decir. Al recibir entonces lisonjas, una de ellas respondió altiva: “Los del don puestizo / ¿los demás no valen nada?: / todos somos hijos de Adán, / con la sangre colorada”. El uso del título “Don” estaba reservado a las autoridades eclesiásticas y a los señores de la ciudad. Un labrador, aunque fuera rico, no llevaba este título. La romería de Nª Sra del Viso se hace el 15 de agosto. Pujos: restallidos como de pedorreta que da la zambomba. Es voz onomatopéyica. Una canción de Reyes en la zona de Peñaranda de Bracamonte: “pujo, pujo, pujo, / Señora María, / deme usted el guinaldo / que es usted mi tía” (Andújar Espino, 1966). En Peñaparda se recoge el refrán: “Cuandu no tieni pujus, tieni currencias”, aplicado a alguien que, cuando no tiene un achaque o una queja, tiene otra. Dado que currencia es ‘cagalera’ (Unamuno recogía correncia en la provincia, y lo definía –con dudas- como ‘diarrea’), aquí pujos significará literalmente ‘eructos o ventosidades’. Correas (1627) incluye esta frase
hecha, a modo de maldición jocosa: “Dios os dé solluzo, i kámaras [=intestinos] kon puxo, i gana de kagar, muchas aguxetas i lexos el korral”. Pupo: abubilla (Upupa epops). Así como el cuco es de campo abierto, y se oye cuando se anda “a las tierras”, el pupo es de afueras de pueblo, y merodea cerca de las eras. Esta dualidad está presente en el cancionero popular: “canta el cuco en Malpartida, en Mancera la abubilla” (Blanco García, 1998). El nombre es claramente imitativo en ambos casos de su canto. En algunos casos, y al ir olvidándose el nombre vernáculo, se ha producido confusión entre pupos y cucos. Ambos términos son ofensivos: “de Tabera los bufones, / los pupos, tontos y locos” (Bejarano, 1953). En la Huebra se decía: “de padres pupos, hijos abubillos” (Cortés Vázquez, 1957). Quebrantahuesos: alimoche (Neophron percnopterus). Sobrevuela a veces la zona y se le ha visto bajar, con otros buitres, a comer alguna oveja muerta. Es nombre vernáculo, que no debe llamar a equívocos por confusión con Gypaetus barbatus, totalmente ausente de la zona. Quebrarse: herniarse. Era frecuente oír: “Fulano ha quebrado”. Quebradura: hernia. En un anuncio fechado en 1908, todavía El Lábaro especifica un remedio para “herniados (quebrados)” (El Lábaro, 24 de enero de 1908, p. 2). Quintada: promoción de quintos. Quintal: se usaba como medida de cantidad (peso) para la cebada en verde (herrén), el corcho, los minerales, la miel y otros productos. Equivalía a 46 kg, es decir, cuatro arrobas, o cien libras. Correas (1627): “¿A kómo vale el kintal del hierro? Dadme una aguxa”; “Arrovas no son kintales, ni las kosas son iguales”. Quiñones: tierras de labor pertenecientes al concejo de Calzada, que son cedidas por turnos a los agricultores avecindados en el pueblo, cuando llevan ya muchos años de labranza; el derecho de uso de estas tierras se prolongaba hasta su muerte, en usufructo vitalicio no hereditario. El término quiñones también se conocía y usaba en referencia a tierras comunes en Palencia de Negrilla y otros pueblos armuñeses. Casi sinónima a quiñones es la voz suertes ‘trozos de tierra repartidos entre algunos o todos los vecinos, procedentes de una heredad mayor comprada en común’ que ha perdurado en la toponimia de Calzada (Las Tierras Suertes). Ya existían quiñones a mediados del s. XVIII. En el Catastro de Ensenada se identifican unas “Posesiones del común de los vecinos o quiñones”, explicando lo siguiente: “Propiedades llamadas de quiñones, rezividas por el conzexo de este lugar de Calzada y sus vezinos a ley de foro perpetuo, el que perteneze al Exmo Sr Duque de Montellano, Colegio de S. Pelayo de Salamanca, D. Francisco Valenzia y el Conbento de Santa Ysabel de ella”. El Concejo y sus vecinos pagaban a los “expresados en caveza” un foro perpetuo que anualmente ascendía a 427 fanegas de trigo y 200 de cebada. Estimando a 14 reales la fanega de trigo y a 8 la de cebada, salen 7,578 reales de vellón anuales. Había en total unas 1100 huebras o fanegas de quiñones. A mediados del s. XX quedaban sólo unas 190 hectáreas de quiñón, que disfrutaban los 250 vecinos más antiguos, sin contar entre ellos a los funcionarios del Estado. Al morir un vecino disfrutaba su parte de quiñón la viuda, pero no los húerfanos (Cabo Alonso, 1955). Los adjudicatarios pagaban en 1952 todavía un censo perpetuo, como en el s. XVIII. Para redimirlo, se solicitaba la cantidad global de 200.000 pta, que fue juzgada excesiva por los vecinos, de modo que no se cerró el trato.
Han de diferenciarse estos quiñones de los prados del concejo y de las tierras de labor de propios (muy escasas), cuyos frutos eran percibidos íntegramente por el concejo. Calzada tenía quiñones en Valdunciel. Sin embargo, Calzada ha sido el pueblo de la comarca con mayor extensión de tierras de labor comunales (incluyendo las de propios). Cabo Alonso (1955) recoge en una tabla comparativa el número de hectáreas de labrantío comunal en los pueblos armuñeses a mediados del XVIII, basándose en el CME. Calzada encabeza la lista, con 580 ha . Le siguen Parada de Rubiales (341 ha ), Tardáguila (240 ha ), Pitiegua (196 ha), El Pedroso (159 ha ) y Topas (134 ha ), amén de otros pueblos ya con menores extensiones. A finales del s. XIX todos los quiñones de estos pueblos habían ido pasando a ser propiedad hereditaria con dos excepciones: Calzada y Tardáguila (Cabo Alonso, 1955). Este proceso se había acompañado en general de un fraccionamiento de las tierras comunes para asegurar que todos los vecinos tuvieran su trozo separado cuando, pasado el tiempo, el vecindario de los pueblos fue creciendo. Cabo Alonso cuenta cómo en 1882 los 47 quiñones de Palencia de Negrilla fueron divididos en 141 porciones. No así en Calzada, donde el fraccionamiento se limitó, de manera que sólo algunos de los vecinos, los más viejos, iban accediendo al usufructo de los quiñones. Quitameriendas: flor de color lila (Merendera pyrenaica o M. montana), emparentada con el cólchico, que crece en las eras y los prados al final del tiempo de las faenas de verano, anunciando la llegada del otoño. El acortamiento de los días que coincidía con el declinar de las faenas en la era, daba lugar a un gradual adelanto de la hora de la cena (ya en casa), con lo que la merienda, que pagaba el amo, quedaba suprimida por innecesaria. La merienda era siempre una comida en el campo, no en casa. Bauhino (1651) ya menciona el nombre de quitameriendas, al que identifica con el cólchico vulgar. Señala como término sinónimo en Salamanca villorita. Correas (1627) comenta así el nombre gallego de esta planta, tolemerendas: “el gallego llama ansí las flores ke nazen en las eras, i kon las aguas nuevas, por setienbre, porke entonzes se kitan las meriendas ke se davan antes a los gañanes en los días grandes [=largos]; i haze frase de: ser tienpo de mudar kostunbres i kosas”. En cambio, en mayo todos meriendan: “quem en mayo no merenda, cós mortos se encomenda” (Núñez, 2001). Rabadán: (ant.) ayudante del pastor de ovejas. Esta acepción de ‘aprendiz’ parece manifestarse en el refrán recogido por Correas (1627): “Hasta San Xuan, todo vino es rrabadán”. En el Catastro de Ensenada, aparece el término aún en uso. Juan Riesco mayor declara tener a su servicio a “Miguel Entizne, mi pastor; Ambrosio Romero, su rabadán”, para la guarda de su rebaño de ovejas Manuel Villanueva también tenía a Alonso Dominguez (23 años) y Juan Sahez (17): “se ocupan en guardar mis ganados”; uno es pastor y el otro rabadán. Un refrán recogido en la provincia por Morán (1954) documenta este uso: “tras del pastor, el rabadán, y tras del cura, el sacristán”. Es voz de origen arábigo y muy antigua tradición en León: en un documento foral de 1064, referido a la comarca de Valdesaz de los Oteros, se menciona a “iugueros et molineros, ortolanos et rabadanos” (Rodríguez, 1981). Rabo: trozo de tierra que queda sin segar o sin arar en una jornada. No era deseable que los segadores dejasen rabo, porque eso suponía la necesidad de regresar al día siguiente. Por ello, las jornadas se estiraban hasta terminar con cada tierra. Las campanas se tocaban al anochecer (a la oración) para avisar del fin de la jornada, de acuerdo con el refrán antiguo “sol puesto, obrero suelto” (Núñez, 2001); durante la república, los temporeros interrumpían la labor inmediatamente, lo que producía resentimiento en los labradores, que tenían que quedarse solos a acabar.
Rachada: dícese de una viga hendida o rajada longitudinalmente. De un fandango en El Payo: “toca las castañuelas, / que se hagan rachas, / que ahora viene la feria / y valen baratas” (Cid Cebrián, 1985). Rachizar: hacer rachizos. Se abría un tronco con destral o mocheta, y a veces se hacía uso de cuñas de hierro. Rachizo: trozo de leño grueso, cortado según la hebra, tal que una o dos secciones longitudinales quedan expuestas. Unos vecinos de Campocerrado son en 1901 denunciados por haber talado una encina del monte; el árbol apareció en sus respectivas casas “convertido en rachizos” (El Lábaro, 18 de junio de 1901, p. 1). El corte de la leña en rachizos se hacía en casa, en previsión del invierno. La ventaja sobre el corte transversal que hacía la sierra en el monte, es que en las superficies astilladas y abiertas de las secciones longitudinales agarra mejor el fuego. Rancallo: toro recién capado para su transformación en buey cuya castración no ha sido completa. En otros puntos de la provincia se oía también rencallo, voz aplicable a otros ganados. La curandera de Robliza de Cojos notificaba en 1895 el extravío de “un burro pardo con raya negra en los brazuelos, rencallo, cola larga, de cinco cuartas y cerrado” (La Información, 29 de julio de 1895, p. 3). Ratonera, nieve: la nieve fina que en los temporales, con el fuerte aire, se cuela por las rendijas de las tejas, las luceras, las chimeneas, las gateras de la puerta y demás huecos. La nieve a veces cuajaba y permanecía en los campos durante días e incluso semanas, formando a modo de lienzos tendidos bajo árboles o en zonas umbrías. Se decía que era “nieve que espera a nieve”, pues se consideraba que el clima reservaba nuevas nevadas. Raya: límite de un término municipal o de una dehesa. “A la raya del monte / de Palomares / hay un gañán arando / con cuatro pares” (Ledesma, 1907). “Por la raya los Montalvos / ya no se puede pasar, / porque hay perros que muerden / y hombres que saben matar” (Ledesma, 1907). Es voz ya usada por Correas (1627): “de la rraia de Portugal en tierra de Ziudad Rrodrigo, en el Abadengo”. Rebojo: trozo de pan duro que, ablandado en agua, se echaba a las gallinas, los perros o los cerdos. Los hurdanos regresaban a sus alquerías con un saco de mendrugos al dorso, producto de su actividad mendicante anual. Joseíto de Rollán, el poeta popular, lo versificaba así: “cuando regresan a casa, / de rebojos lleno el saco, / la voz se corre en el pueblo, / de ‘panaderos han llegado’” (El Lábaro, 10 de enero de 1900, p. 2). Rechisol: sol de plano. Regato: arroyo. Redundir, Rehundir: dar de sí, cundir, redundar. Unamuno, en su Recopilación (Llorente, 1998), aduce este ejemplo: “redunde mucho esta chica haciendo media”. Es voz que penetra en la literatura periodística: de una medida se dice que ha de “redundir en beneficio de nuestros labradores” (La Liga de Contribuyentes de Salamanca, 4 de julio de 1886, p. 3). Relleno: masa de pan, perejil, ajo y huevo que se comía frecuentemente antes. Se deja que asiente el pan dos o tres días, se separa el molledo y se hace con él una masa. Se machaca en mortero el ajo y el perejil, se baten los huevos (antes, dada la escasez, a menudo era un solo
huevo para toda la familia), y se hace una pasta no muy dura con la masa de pan. La masa resultante, ligeramente rebozada con harina y huevo, se va friendo en una sartén con aceite gradualmente, echándola a cucharadas soperas. Una vez frita toda la masa se añade al cocido o la sopa para que cueza conjuntamente, quede blando y se impregne de sabor. El relleno se come con la carne, chorizo o tocino del cocido, separadamente del plato de garbanzos. Como era común que el cocido sólo llevara tocino de acompañamiento, se apartaba el relleno y se comía con tocino. Era plato habitual de las comidas. Cabo Alonso (1955) señala que “la alimentación armuñesa hasta el siglo XIX era a base de sopa de pan, impuesta por la exclusiva producción cerealística de la comarca, acompañada de tocino, farinato, y, en el mejor de los casos, del bacalao aportado por los arrieros”. Esta sopa de pan, evolucionada, debió de dar lugar a recetas como la del relleno. En Calzada se hace también un relleno a base de patata, cuya receta es la siguiente: se pela una patata, se hierve conjuntamente con el cocido para que coja sabor; una vez cocida, se saca la patata y se esmiaja con un tenedor; se echan tacos pequeños de jamón y se añade ajo picado y perejil. Si queda seca, se le echa algo de caldo del cocido. Luego, se escarcha un huevo, se añade y mezcla con la masa, se reboza con harina, y se fríe en una sartén. Se consume directamente después de freír. Remanar: estar un terreno húmedo, con surgencias de agua. Rengao, -a: derrengado, hundido, agotado. Rescaño: corteza del pan. Coger un rescaño equivale a empezar la hogaza, separando de ella un cantero o cantón. Idéntico sentido en Fuentelapeña (Zamora). De una tonada de acribar el muelo recogida en Tardáguila: “señor cura, señor cura, / cómo huele a pan reciente, / si me diera usted un rescaño, / yo lo echaba en aguardiente” (Carril Ramos, 1992). Respectivo, al: en comparación. Respingar: saltar o correr un cuadrúpedo. Es lo que hacían los burros cuando les picaba la mosca o cuando barruntaban lluvia o nublado. Respingo (dar un): ir de fiesta un rato. Volver en un respingo equivale a tardar muy poco. Respingo es el movimiento brusco, con sacudidas y saltos, de caballos, mulas y asnos. Retrateros: fotógrafos ambulantes, que llegaban al pueblo en días de fiesta, con una gran cámara sobre armazón, y hacían fotos de cuerpo entero sobre un fondo, de la vía pública, que amueblaban con un pequeño decorado improvisado. En una boda, ya contemporánea, se dice que un vecino, que seguía instalado en aquellas memorias, se levantó para beber a la salud del fotógrafo, al que llamaba «el tío retratero». Revenirse: quedar mermado el fruto o el grano durante la maduración. Cuando un fruto no se gozaba, no alcanzaba su pleno desarrollo, o se encogía, perdiendo tamaño y peso, se decía que se había revenido. Revezar: sustituir dos bueyes ya fatigados de trabajar por una pareja que venía descansada. Se hacía con frecuencia en las aradas. En una retahíla geográfica (Llorente, 1998), Unamuno recogió el siguiente pasaje: “los largos de Matamala, / que siete pares rebezan”, referido sin duda a unas tierras de desmesurada extensión o longitud. Echar la reveza es
proceder al cambio de una pareja cansada, o de modo más impreciso, dar de mano en una labor. Revolver: experimentar el tiempo mudanza hacia lluvia o tormenta. Ribalba: sólo se emplea esta voz en forma estereotipada dentro de la locución “acechar la ribalba”. Se dice del gato cuando, a cierta distancia de su presa (ratón o pajarillo), la observa y vigila para sorprenderla. Con las inseguridades habituales de la ornitonimía, se registra en Salamanca el uso de ribalba para designar a cierto pájaro del género Oenanthe. Bernís (1995) anota rebalba, arribalba y rabiblanca para la collalba gris (O. oenanthe), y rebalba aceitunera para la collalba rubia (O. hipanica) en Salamanca. En cambio, Lamano (1915) registra rebalba ‘aguzanieves’, es decir, Motacilla sp.. Es poco verosímil que una frasecilla en la que interviene un animal doméstico como el gato incluya a un ave campera y difícil de ver como es la collalba rubia. La expresión deriva sin duda de un pájaro que es preciso identificar. Manuel Fernández de Gatta y Galache recoge rivalva con el valor de Fringilla montifringilla, es decir, pinzón real; ésta es ave que forma bandadas y tiene predilección por bosques de montaña, por lo que no parece convincente la identificación (Noticiero salmantino, 18 de abril de 1900). Otras fuentes identifican rebalba con la tarabilla. Cortés Vázquez (1957) constata en la Huebra el uso de arribalba, que define como ‘pájaro pequeño, blanco por la parte inferior y pardo por cima, que hace su nido en los agujeros de las paredes’ –¿tal vez la collalba gris, que a veces anida en los muretes de piedra de las cortinas?-. Esta definición sí es congruente con la locución “acechar la ribalba”. De hecho, en la Huebra el mismo autor recoge también la voz arribalbo ‘persona tímida u hosca que durante la conversación tiene la cabeza baja y mira para arriba’, definición que se ajusta perfectamente a la actitud del pajarillo acosado por el gato. El origen de ribalba debe de estar en *rabi alba ‘de cola blanca’. Una reducción similar se observa en la zona de Medina del Campo, donde riblanco designa al ganado ovino con el cuerpo negro y el rabo blanco (Sánchez López, 1966). Rija: fístula ubicada debajo del lagrimal. Impropiamente, catarata. Ripia: hojarasca y ramillas (solían ser de roble o de jara; en otros sitios, de escoba) que forman asiento para las tejas sobre la armazón del techo. Riqueros: vendedores ambulantes que traían golosinas el día de la fiesta. Risión: hilaridad, risa general, befa y regocijo. Pertenece al castellano general, pero es voz infrecuente. Rodillo (ant.): prado pequeño entre tierras de labor; entrepanado. Es topónimo en Calzada. En el Catastro de Ensenada de Aldeanuevita, una anotación que acompaña al Rodillo Postrero aclara: “es un pradillo”. Rogativas: la parroquia organizaba actos procesionales, de carácter religioso y penitencial, en días críticos o en solemnidades; en las rogativas se impetraba de Dios y de los santos la seguridad en las cosechas, la lluvia, la liberación de la peste u otras calamidades. También se hacían celebraciones en acción de gracias o para bendecir los campos. A mediados del s. XVIII, según el Catastro de Ensenada, el concejo de Calzada gastaba en limosna de las “misas de buenos temporales, rogativas y otras misas votivas” unos 115 reales al año.
Rompido: terreno nuevo destinado al cultivo que se gana mediante roturación de prado o monte. Solían ubicarse cerca de los pueblos o en el ejido a la salida de las eras. En Palacios del Arzobispo, romper ‘roturar’ (ALCL). En Calzada pervive como topónimo: los Rompidos de Aldeanueva. En contra de arar los prados, se decía en Sayago: “no ares nava, sayagués, que lo que era nava, nava es”. Este consejo fue del todo desatendido durante la concentración parcelaria de Calzada, que tristemente acabó con gran parte de los prados y rodillos del pueblo. Éstos ocupaban en 1950 todavía el 4.6% de toda la superficie de Calzada (Cabo Alonso, 1955). Rugir: zumbar o resonar un instrumento; emitir un animal un ruido similar. Se usaba mucho antes, con acepciones distintas a las prevalentes hoy, que se limitan al rugir de fieras, viento y tormentas. Morán (1990) registra en la provincia el siguiente cantar: “pandereta, toca, toca, / que te tengo de romper, / que a la puerta de mi novia / no has querido rugir bien”. En Béjar, según Morán, se dice: “cuando la garza ruja, / algún vecino rebuja”, en referencia a cierto córvido cuyo canto suele augurar defunciones. Rumbón: lujoso, a lo grande. Se aplica frecuentemente a las bodas y convites: “padrino de tanto rumbo, madrina de tanta honra, / ahora lo vamos a ver al respigo de la novia” (Cid Cebrián, 1984). En La Vellés y cercanías circulaba una canción de arada (Ledesma, 1907): “esquilones de plata, / bueyes rumbones, / éstas sí que son / señas de labradores”. Saca: en tiempos de racionamiento, después de la guerra civil, se denominaba saca al conjunto de tabaco asignado al pueblo. El estanquero transportaba esta remesa colectiva en largos costales. “Se conoce que ayer vinon con la saca pa las callejas de Zamora”. Saludador (ant): curandero ambulante, al que el concejo pagaba de forma colectiva, según el Catastro de Ensenada. La cantidad anual era de 60 reales en 1747 y ascendió a 80 en los años 1748 hasta 1751. Todavía en época reciente se recuerda a la tía Cazambra, que ayudaba a las mujeres en los partos y que curaba algunas enfermedades. San Antón: día de la bendición de animales en la iglesia. Cae el 17 de enero. Era uno de los “días de cuarenta”. Marcaba el comienzo del declinar del invierno, como dice Correas (1627): “la xente, deseosa de verse ia en [primavera] i de salir del penoso tienpo del invierno, puso por señal a San Antón i a San Sebastián, fiestas mui señaladas después de la mitad de enero, kuando ia krezen los días i el tienpo aklara”. Santa Marina, aire de: viento procedente del oeste. Los labradores que aventaban en las eras lo llamaban así por provenir del lugar llamado de Santa Marina (teso frente a la Alameda Grande o tercera). Era muy favorable para la limpia del grano. Santigallo: saltamontes. Sarda: pececillo, probablemente Rutilus arcasii, que abundaba en las charcas de Calzada. Se distinguían claramente de las tencas y de las carpas. En castellano antiguo, sardo significa ‘pecoso’ y de ahí habrá pasado el nombre a alguno de estos pececillos, cuya etimología no parece converger con la de sardina. Correas (1627) recoge el refrán “Muxer sarda, puta o ladra”. No es clara la especie a la que pertenecen las sardas, porque con el mismo nombre se llama en Salamanca tanto el Rutilus lemmingii ‘pardilla’, el Rutilus arcasii ‘bermejuela’, o el Rutilus alburnoides ‘calandino’; son más frecuentes los dos primeros. Velasco et al. (1997) constatan la presencia de R. Arcasii en la Rivera de Cañedo a su paso por Huelmos y por La Izcalina. Una técnica que se usó en Calzada para pescar sardas y otros peces de charca es la
de meter una pareja de bueyes en el agua. Al ir dando vueltas y remover el fondo, los bueyes espantaban a los peces, que se salían a la superficie o a los bordes de la charca, facilitando su captura. Una nota periodística de 1884 da idea de los peces que se pescaban en el Tormes: sardas, bogas, gallegos y rascones; se pescaban ilegalmente con red (furtivos denominados paraderos y cebaderos), especialmente en el tiempo de la freza, cuando los peces depositaban la hueva (La Liga de Contribuyentes de Salamanca, 10 de junio de 1884, p. 3). Saúco de lobo: planta de flores blancas en umbelas, que florecía entre julio y septiembre. Se trata de Ammi majus L. Segadores: las cuadrillas que venían a la siega eran de procedencia variada. La tradición más antigua, pero bien recordada aún por los labradores viejos, es la de los segadores gallegos y portugueses. Éstos venían a pie desde su tierra. También venían de las Arribes, de la Sierra, de Sayago. Los serranos venían en mulos grandes, que dejaban sueltos por las tierras y eran causa de preocupación entre los labradores. Los extremeños venían en tren hasta Salamanca. De Mayalde venían grupos de mujeres a coger lenteja. Se hacía a mano, lo que dañaba mucho la piel; algunos se ponían dediles. Más tarde se empezó a usar guantes. La entrada de los segadores gallegos al comienzo de la cosecha es descrita así en 1909: “uno a uno, en fila, con sus chaquetas de pana rayada, amplio sombrero de morena paja, calzando el resonante zueco, ciñendo su cuerpo la faja colorada que sujeta por la espalda las hoces de reluciente acero” (El Lábaro, 22 de junio de 1909, p. 2). La salida al campo se hacía al dar los toques al alba, el ave maría; si era día de precepto, se hacía una misa antes, todavía en horas nocturnas, la llamada “misa de alba”, a la que no pocos de los segadores y labradores iban. De un labrador se cuenta que daba una moneda a cada miembro de la cuadrilla que hiciera el esfuerzo añadido de ir a la misa. Algunos se dormían en los bancos. Los portugueses eran muy devotos. Una mocita, que iba con el burro a llevar la comida a las tierras, se llevó una vez un susto al ver de golpe –por la zona de Valdoñegas- a una cuadrilla completa de rodillas entre los rastrojos. Y es que acababan de dar las campanadas del ángelus y los segadores estaban rezando. La vida de las cuadrillas era dura. Eran presididas por un mayoral, y a veces incluían niñas y rapaces que venían para atar los haces, en calidad de atiñas. En 1891 informa la prensa salmantina de que dos niños de León, de nueve y diez años, acompañantes de unos segadores gallegos en las faneas de la siega, habían sido abandonados por éstos (El Fomento, 13 de julio de 1891, p. 1). Solían dormir en los pajares. Se quitaban el hambre con mucho pan, y las comidas que les daban los amos eran pobres. Durante las matanzas, los labradores hacían mucho chorizo para los obreros (jornaleros, criados y segadores); éste chorizo era particularmente malo, delgado, con mucho sebo y telas. La sopa, que era llevada a las tierras por el pigorro, era particularmente apreciada: solía llegar escasa de caldo (que escurría por el camino), pero con mucho tropezón. Decían los gallegos: “venimos a Castilla a comer sopas”. Para complementar la dieta, iban de noche a por ranas a las charcas. Se trabajaba incluidas las fiestas y domingos, con dos excepciones, San Pedro y Santiago. Para lavarse, las cuadrillas iban a veces a los lavaderos o a la Charca de Valdoñegas. Algunos se pasaban toda la temporada sin afeitarse ni lavarse, y sólo el último día, ya con la paga en el bolsillo, se arreglaban y, de repente, “parecían señoritos”. Los riesgos de los segadores eran grandes. De los segadores castellanos que bajaron en 1911 a la siega en Extremadura, se informa que por ser el tiempo muy lluvioso no encontraron trabajo, por lo que algunos hiubieron de regresar mendigando (El Salmantino, 10 de junio de 1911, p. 2). A veces, el pago no se les hacía hasta que el labrador hubiese
vendido la cosecha, hacia septiembre. De una cuadrilla de Vilvestre se recuerda que, concluida la siega, regresaban a su pueblo, confiados en el pago. Y ya avanzado septiembre y vendida la cosecha, el labrador viajaba a Vilvestre, abonaba las cantidades debidas, era agasajado allí y regresaba. En cambio, a los segadores de tierras más lejanas, sobre todo gallegos y portugueses, se les pagaba el día de su marcha, en monedas gruesas, de plata. En el interior de las chaquetas o de los pantalones, las monedas quedaban sepultadas dentro de remiendos que se cosían ex-profeso para guardarlas. Como en el camino de vuelta de los portugueses tenían que cruzar algún río ―algunos pasaban el Duero o el Tormes a nado― llevaban los efectos de valor liados con un pañuelo a la cabeza. Los Libros de Difuntos incluyen numerosos nombres de gallegos muertos durante la siega; otros, más afortunados, se convertían en padres de niños calzudos, legítimos o a espaldas de la Iglesia: “bien podía Dios del cielo / echarle una nube al sol; / que está mi amante segando / y le ahoga la calor”. El 13 de agosto de 1729 muere en Calzada “un segador que dijo llamarse Domingo Arias [...], de Montefurado, obispado de Astorga”. El 3 de agosto del mismo año había muerto Andrés López, de Somoza, de igual obispado. El 21 de agosto de 1735 murió en Calzada “un hombre que dijo llamarse Juan Gonzalez, natural del reyno de Galicia, de la feligresia de San Pedro de Palmeyra”. El 5 de agosto de 1750 muere Domingo Fernández de Losada, de Bendollo, obispado de Astorga, feligresía de Santa Olaya, jurisdicción de Quiroga. El 7 de junio de 1769 muere Francisco Pedreira, de San Lorenzo de Salcidos, obispado de Tuy. Son algunos nombres de aquella áspera diáspora que, año tras año, lanzaba a los gallegos fuera de su laberinto montuno hacia las plomizas llanadas de Castilla. Senara: porción pequeña y selecta de tierras de labor que se reservaban para su subsistencia los padres de familia cuando dividían sus posesiones entre sus hijos. También se usaba el término en la Armuña, según Cabo Alonso (1955), para describir un modo de arrendamiento adoptado por pequeños propietarios de tierras que, poseyendo tierras, no tenían bueyes para su labranza. La carencia de animales podía deberse a su condición de viudas o la dedicación a otro oficio (sastre, barbero). En estos casos, se arrendaba el conjunto de tierras a un vecino labrador, designando una porción selecta ―la senara― cuyos frutos íntegros eran transmitidos anualmente por el rentero al propietario. Es decir, no se abonaba a tanto alzado una renta fija anual, sino sólo la producción de una parte de las tierras puestas en renta. Este procedimiento era viable cuando “el dueño [el senarero] estaba próximo y podía vigilar la entrega total de su parte correspondiente”. Más frecuente, como se desprende del CME, era que las viudas y los artesanos encomendaran directamente la labra de sus tierras a un sirviente o a un hijo o pariente próximo. El CME de Calzada muestra que más abundante que el senarero era el rentero puro, es decir, el vecino que tenía una o más parejas de bueyes pero ninguna tierra: esto implica que su dedicación era por entero a tierras arrendadas. Señor, -a: tratamiento de respeto que los yernos o nueras daban a sus suegros, con anteposición del posesivo mi. Es frecuente en el Catastro de Ensenada (c. 1750) y en documentos notariales de la época: “la cortina que heredé de mi señor Juan García”. De una canción de ronda de Anaya de Alba: “esta puerta está enrollada / con rollos que traje yo / con la yunta de mi padre / y el carro de mi señor” (CES, p. 48) Serrano: viento del sur: cuando la Virgen de Francia “se pone la toca”. Se decía en Calzada: “aire serrano, agua en la mano; en invierno, pero no en verano”.
Sobarbo: cuña que se coloca en la unión entre la cama del arado y el timón. Esta unión va abrazada por unos cinchos llamados vilortas. Sobeo: correa de cuero y, a veces, de cuero y soga, que une el yugo a la viga o pértiga del carro. A la misma correa en la unión entre el yugo y el barzón del arado se le llamaba sobeyuelo. Sobrado: parte superior de las casas, situada sobre los forjados del piso bajo. Se usaba como desván para almacenar toda la cosecha o parte de ella; principalmente se guardaba en el sobrao los granos y piensos destinados a alimento diario de los ganados. También se ponían en el sobrado a veces algunos catres para los hijos. Soca (hacerse el o la): no darse por enterado Sol de gato: medianera de una casa que sobresale por encima del tejado contiguo. Se trata de un encuentro entre cubiertas, en el que se produce un escalón resguardado y a menudo de orientación a naciente. Solano: viento de donde sale el sol; como en invierno, la trayectoria solar es por el sur, a veces el término alude a un viento cálido del sur. Solombrío: umbría, zona a la que no llega el sol. Sorbetón: aspiración nasal para retener los mocos cuando se tiene mormera. Los niños jugaban a responder a un supuesto adulto preguntón, que les hiciera la consabida averiguación: “Y tú, ¿de quién eres?”. La respuesta se ritualizaba con este refrancillo, en el que cada verso iba acompañado de un sorbetón: “¿De dónde eres, niño? / Del sorbetón. / De allí es mi padre, / de allí mi madre, / y de allí soy yo”. O como se registra en el Comendador: “sórvete esse moco, que Dios te dará otro” (Núñez, 2001). Sornavirón: bofetada. Surrastrón; sonrastrón, sonrostrón: abrasión en la piel, escocedura por roce. Tabardo: casacón holgado de paño tosco y hechura burda que usaban antes los labradores. Es voz del castellano estándar. Tabernas: Calzada, lugar de encrucijada, ha tenido no pocas tabernas y posadas en su historia. En el CME (hacia 1752) se menciona la única taberna entonces existente, sin especificar su ubicación. Había un tabernero, que se hacía cargo previa concesión de la taberna municipal. Su “utilidad” anual rondaba los 500 reales al año, después de descontar el elevado impuesto pagado al Concejo en concepto de “sisa”. La sisa de la taberna era la fuente principal de ingresos del concejo. Se basaba en una cantidad que el concesionario de la taberna debía entregar al Concejo en función de sus ingresos brutos por venta de vinos. En Ledesma, la villa sisaba un azumbre por cada cántaro de vino expedido en la taberna (Bejarano y Torijano, 1994). La cantidad total recaudada en Calzada fue de 4000, 3000, 4500, 4500 y 4200 reales respectivamente en 1747, 1748, 1749, 1750 y 1751. En una declaración expresa se indica que “el común de este lugar solo tiene y disfruta por arvitrio la sisa de la taberna que por obligazion corre a cargo de una persona en quien remata todos los años”. A cambio, el concejo debía ofrecer unas cantidades (“prometidas” según el texto) a los postores de los abastos de vino (taberna) (también a la carnicería), para
satisfacer los gastos fijos de estos establecimientos. Esta misma partida es denominada en 1750 como “prometidos de taberna y obligación en el tiempo de las posturas”. El monto total varía: 350 reales en 1747, 300 en 1748, 311 en 1749, 280 en 1750 y 300 en 1751. Este procedimiento de concesión al mejor postor es común en los concejos leoneses: “mandamos que se saque a pregón la taberna la primera vez el día de S. Andrés, la segunda ocho días después, y luego se rematará en el mayor postor el día de Santo Tomás Apóstol, para que en los ocho días que restan del año haga prevención de vino el nuevo tabernero” (Ordenanzas de Santa María del Monte, León, 1776; Behar y Boixo, 2001). También había un mesón, en la calzada de Zamora, vecino a la casa de concejo (actual ayuntamiento) por el norte. Su ubicación debía de coincidir con la antigua fragua de la c/ Zamora. Juan Escribano y su mujer Antonia Corral eran los mesoneros. Se describe en el CME como “casa para mesón al sitio de la Calzada de Zamora, quarto vaxo, corral, paxar y caballeriza, frente 32 varas, fondo 36 varas”. Teniendo en cuenta sus gastos en cebada para caballerías y hospedaje, se estimaba la utilidad (ingresos netos) del mesón en 900 reales al año. En 1850, según el archivo de la parroquia, la dirección postal del mesón era C/ de Zamora, nº 1. Su propietario era Melitón Blanco. Otras tabernas. En la calle de los Hidalgos, ya en la salida hacia Forfoleda, había dos: hasta no hace mucho subsistió en la acera de la derecha, justamente antes de la calle de San Marcos, la de la señora Tomasa Blanco. Esta familia (otros hermanos: Julia, Ceferino, José, Emilia) también poseía el llamado ventorro, del cº Huelmos, que estaba poco después de pasar Valdenegrillos, a la derecha de la carretera de Zamora. En el ventorro se podía comer y dormir. Allí hacían escala los viajeros de vadaje y los pobres a los que el concejo acompañaba al siguiente pueblo. También paraban los taberneros que iban a buscar vino a Peleas, Villamor o Cabañas de Sayago y otros pueblos de allá. El vino se traía en pellejos, de cabida cinco o seis cántaros (unos 80 o más litros). En la misma acera de la c/ de los Hidalgos, más hacia Forfoleda, en la acera derecha tras pasar la calleja que va al Corral de S. Marcos, se encontraba la taberna del tío Tobalo (señor Cristóbal; un hermano suyo, Benjamín, era contratista de carretas). La taberna era una antigua casa de labranza adaptada, en la que el portal se había convertido en sala con barra, y las dos salas de alcobas adyacentes en cada lado eran ahora salas para comer y sentarse. En el actual emplazamiento del bar de Lorenzo, en el Corrillo, había una taberna, de Esteban Escribano. Doblando la esquina, enfrente de la puerta de la iglesia, estaba un comercio, “la tienda del tío Peines”. El señor Pepe Macotera puso otra taberna en la carretera de Salamanca a Zamora, que después pasó a la señora Esmeralda, hija del mismo Esteban Escribano. A la puerta había una parra. A esta taberna venía gente influyente de Salamanca, como el industrial salmantino Recesvinto Pérez. De mayor, el señor Macotera se especializó en hacer tapiales, y era muy valorado en este oficio. La taberna de la Plaza, que luego fue del señor Gonzalo Bravo, era muy antigua. Antes era llamada “del tío Zurdo”, padre de la señora Teresa Castañeda. En el Corrillo hubo también un establecimiento, llamado “el casino”, de la familia de la señora Quica Castañeda. La posada grande, que estaba enfrente del actual cuartel, en la c/ de La Laguna, a la izquierda yendo a Valdunciel, pertenecía a la tía Cándida: también era conocida como “la posada de la tía Cabra”; esta señora tenía familiares en Mozodiel de Sanchíñigo. Posteriormente pasó a los padres de Fermín Ledesma. En esta posada dormían distintos vendedores itinerantes. Por ejemplo, de Casaseca de Campeán venían trayendo vino, en carros de mulas con colambres de piel de cabra. Las colambres las hacían unos boteros de
El Perdigón. En la posada, los vinateros dormían sobre sacos de paja. Más tarde iban bajando y llegaban más allá de Beleña. También había una fonda, llamada “el parador de arriba”, al pie de la carretera de Salamanca, en el cruce con el cº de Valdunciel, cerca del actual mesón de Sevillano. Tajo: taburete alto de tres, y a veces cuatro, patas. También se usaba como sinónimo de tajuela. Tajón: tajo estrecho, largo y robusto de madera (suele ser de encina), de tres o cuatro patas, para la matanza del cerdo. Allí se sangraba al cerdo. Tajuela: asiento bajo de tres, y a veces cuatro, patas, habitualmente usado para sentarse a la lumbre. También se llamaba así a una especie de cajón para arrodillarse las lavanderas; se ponía un pequeño cojín; en un rincón de la base tenía un compartimento para guardar el jabón. Tanganina, en: como explica Cristóbal Riesco Hernández, estar en tanganina[s] es ‘estar haciendo una cosa en el aire o en difícil equilibrio. Por ejemplo: estar comiendo con el plato en el aire, sin apoyar en la mesa’. Tapabocas: manta larga como un chal, sin flecos, que usaban los mozos para montar a caballo o salir de ronda en invierno. Era prenda de lucimiento. Tarugo: en el arado antiguo, era un trozo de madera, a modo de cuña, que se situaba en el extremo posterior del dental, por debajo de la unión con la mancera. Tejón: fragmento de teja. Mezclado con barro, se usaba para rellenar agujeros en los muros de tapia o mampostería. También se utilizaba como tejuelo en el juego de las vistas. Temeroso: muy grande, enorme, desmedido. “Tiene un muelo temeroso”. Templón: atracón de comida. Tenca: en la expresión figurada “coger una tenca”, se aplicaba a quienes, por merodear cerca de charcas o de arroyos, terminaban con un pie hundido en barro o en agua. También a los que se emborrachaban. “¿Habrá bobo?: ya ha cogido una tenca”. En cuanto a los peces del mismo nombre (Tinca tinca), antes se pescaban con abundancia en la charca grande del Camino Valdunciel; era conocido un pescador llamado el tío Romo, que vendía tencas a Don Cristóbal Riesco. Las tencas se hacían fritas y también en escabeche. “En Amatos, buenas charcas, / donde se crían las tencas” (Ledesma, 1907). Carpas y sardas se pescaban en las demás charcas. Terne: calificativo, registrado como voz de uso familiar por la RAE, que se aplica a las personas que, teniendo mucha edad, se mantienen recias y juveniles. Terrillas: juego infantil. Se trazaban en el suelo unos recuadros y se saltaba con un tejón (normalmente un trozo de teja limado por los bordes). Equivale a la rayuela. Tesar: recular o andar hacia atrás tanto las parejas de bueyes, vacas o caballerías uncidas como los carros de los que tiran.
Timba, meterse en buena: verse involucrado o participar en un embrollo o juego peligroso. Tenada o tená: acumulación de leña menuda y sarmientos de viña que se dispone coronando un muro de corral para asegurar su preservación lejos de humedades. Por la parte interior, las tenás apoyaban sobre postes de piedra próximos a la pared. Antiguamente, esta misma disposición debía de servir para definir un cobertizo. En Sayago sobreviven aún tenadas permanentes, cuya función no es de depósito de leña sino de cabañal. En este caso, el material vegetal es de escobas o ramajos de roble. Terihuela: telera del arado antiguo, pieza alargada que unía el dental con la cama y permitía regular la profundidad de la labor. En su parte superior tenía el trovejo, pasador que formaba cruz con la terihuela. Terreguero: montoncillo de grancias y chinos que se formaba con los desechos de la criba, durante la labor de la limpia. Terrillas: juego parecido a la rayuela o el tejo. Tierras: campos labrados. Tirinene: muñeco. En particular, se llamaban tirinenes los muñecos de nieve que hacían los niños en los inviernos con grandes nevadas. Figuradamente se aplica a quien no tiene voluntad, al hombre calzonazos que se deja manipular. Asimismo, al hombre pequeño, enclenque y feo. En Fuentelapeña, tirinene significa ‘títere’. En Hinojosa de Duero es ‘hombre de poca estabilidad, de poco peso’ (Frutos, 2001). Unamuno recoge la voz titirinene sin definirla (Llorente, 1998). Parece que una acepción antigua, como se deduce de las hemerotecas de Salamanca, es la de figurilla tentetieso, que tiene mucho plomo en la base de sustentación, por lo que siempre se mantiene en pie. Tito, sembrar a: sembrar a chorillo. Tolleros: lodazales; zonas embarradas en los caminos. En invierno se atascaban los carros en los tolleros. En Sayago se dice: “en enero, busca la liebre en el tollero” (Panero, 2000). Tomillo: nombre generalizado de las especies del género Lavandula (cantuesos: plantas aromáticas cuya flor es de color morado y forma de espiga), que se usaban para cubrir chozos en el monte y para tender en las calles el día del Corpus. De ahí la denominación en algunos pueblos cercanos: tomillo del Corpus. Es abundante Lavandula stoechas en el monte de Huelmos, especialmente en las laderas cercanas al apeadero. Esta extraña denominación, divergente con respecto a la forma más común en España (cantueso o espliego), conduce a error. También otra especie, ésta perteneciente al género Thymus, es acogida bajo el mismo nombre (el Thymus mastichina ‘almoraduj, mejorana, tomillo blanco’). En cambio, las especies más pequeñas del género Thymus, como el T. Zygis y probablemente también el T. mastichina se diferencian como tomillos sanseros. En Mayalde (Zamora) llaman tomillo sarnoso a la Santolina rosmarinifolia ‘botonera, meaperros’. Tomillo salsero o sansero: se trata de la especie Thymus zygis. Crece en el talud del camino de la Cuesta, y se usa para condimentar las aceitunas; también la carne, los guisos y las sopas. No está del todo claro si el nombre alude más bien al tomillo blanco (T. mastichina), que también se usaba para sazonar comida. Ya Lucas Fernández (1514) menciona el tomillo
salsero en su Comedia: “Yo les mando vn tomillar / de buen tomillo salsero, / y vn cortijo y chiuitero, / y vna casa y vn pajar”. Unas coplas de principios del s. XX, ambientadas en Valdejimena: “tomillito sansero, / tente en la rama, / que hay otro tomillito / que a oler te gana” (elogiando el aroma de una moza); “a tomillo sansero / huele mi niña; / como viene del campo / no es maravilla” (Berrueta, 1908). Toral: plaza o recinto cuadrangular y sin salida, usado para encerrar cabras, ovejas o ganado. En otras partes de la provincia se emplea como sinónimo de ‘plaza’. “En este toralito / me pongo a cantar / porque sé que me oye / la flor del lugar” (Puerto Seguro, De aceituna venimos). Unamuno recogió esta voz en Ledesma, donde ya se registra en las Ordenanzas, del s. XVI: “donde oviere plaza o toral que barran hasta doze pies” (Bejarano Rubio, 1998). Tordo: estornino negro (Sturnus unicolor). Eran frecuentes en las huertas de arbolado espeso, sobre el tejado de la panera junto a la carretera, y en los olmos (negrillos) de la carretera, donde se dejaban oír sus gorjeos, silbos y flautines. En las viñas eran temidos porque se comían las uvas. Los tordos se cazaban a veces con las horcas en las eras; se comían guisados, y su carne era tenida por deliciosa, parecida a la de la codorniz. “La familia del Guarnizo /cena toda con un tordo / y le sobra pa almorzar: / esos sí que son ahorros” (Morán Bardón, 1924). Se trata de una especie sociable, que frecuenta lugares habitados, y que llega a acostumbrarse a los sobresaltos, como indica el refrán “tañe el esquilón y duermen los tordos al sol”. Son muy ruidosos en sus dormideros; un poema de tema rural lo describe así: “y entre silbos agudos se acomodan / los tordos allá abajo en la alameda” (El Charro: bisemanario ilustrado, 26 de febrero de 1914, p. 2). Tornadera: apero de mango largo y cabeza de metal, con cuatro o cinco ganchos, que se usaba para levantar las haces recién formadas durante la siega e irlas lanzando al carro. Bastaban dos personas: una abajo, iba levantando los haces; otra, desde el carro, las iba colocando hasta llenarlo por completo. También se usaban las tornaderas para igualar la parva de trilla cuando iba quedando deformada por el paso del trillo. Tornar: dar vueltas a la mies de la parva mientras pasa el trillo. La operación se llevaba a cabo mediante una tornadera o bieldo de dos o tres puntas, al principio. A medida que iba quedando triturada la paja con el trillo, se empezaba a usar la pala de madera. Tornar era tanto más necesario cuanto más espesa fuera la parva. Torraos, garbanzos: garbanzos asados y duros que se vendían como golosina. Pasaba un hombre a venderlos en un carro tirado por un burro (venía de Pedrosillo el Ralo). En un seno de alforja llevaba los garbanzos torrados; en el otro, garbanzos sin tostar. Canjeaba una medida (de lata) de garbanzos crudos, proporcionados por el comprador, por una medida de garbanzos torrados. Además recibía a cambio unas perrillas. El trueque era ventajoso porque los garbanzos torrados abultan más y por lo tanto la misma medida cunde menos. También se torraban garbanzos a domicilio, en la ceniza de la lumbre; un día antes se habían puesto a ablandar en agua y sal: pero eran más ricos los que preparaba el vendedor. En las tabernas de Calzada, los mozos compartían una jarra de vino, de la que iban bebiendo por turnos, y una embuelza de garbanzos. Tortabillaco o tortabillacos: dulce casero que se componía de miga de pan (o pan rallado), huevo y algo de azúcar. Se batían los huevos, se añadía el azúcar y el pan, se freía en una sartén dándole forma de tortilla con espesor de 1.5 cm. Al sacarlo, se partía en trocitos normalmente cuadrados y se ponía a cocer con leche, azúcar y un poco de canela. También se hacían con la misma forma del relleno, pero más pequeños.
Tostón: cochinillo lechal tostado al horno o cochifrito en la sartén. Tráteles: juego de niñas. Es voz que se usaba en La Vellés. Luis Maldonado la incluye en una evocación de los recreos infantiles salmantinos (El Adelanto, 24 de mayo de 1920, p. 2). Trovejo: en el arado antiguo, se llamaba así a una pieza a modo de pasador que prendía la terihuela (telera) a la cama. Estaba situado en la extremidad superior de la terihuela. Tufiñas: protestón; también se aplica al enteradillo, alcahuete o cotilla. Tumba: caída violenta y dolorosa, por tropiezo o desde lomo de caballería. Se aplicaba también al catafalco de la iglesia donde se asienta el ataúd en los funerales, y ante el cual es tradición que todo el pueblo desfile, de uno en uno, a modo de despedida. Era común, al pasar ante el ataúd, santiguarse o musitar una jaculatoria, o incluso una frase directa de despedida, dirigiéndose al difunto con su propio nombre. Tundia: paliza, tunda Uñir: uncir la pareja de vacas, o de bueyes o de caballerías. Uvas de perro (ant.): frutilla del alibierno (ver). Desaparecido este arbusto del término de Calzada, se aplicaba el término a las uvas que crecían en cepas bravías. Vaca, tierra (ant.): la que no produce, la que está en erial. Aparece en el informe del Catastro del Marqués de la Ensenada (1753) de Calzada (Vol. 1, fol 28r). Es voz conocida desde la Edad Media: en 1476 se describe así una tierra cercana a Gema: “estubo vaca por tiempo y annos que no rentara nada al dicho monasterio, que solia rentar en cada un anno çient fanegas de pan” (Lera et al., 1998). Vadaje: llamaban “pobres de vadaje” a los que iban de camino, habitualmente siguiendo la calzada de Salamanca a Zamora. La pobreza echaba año tras año a la gente a los caminos: sobre todo bajaban de los montes de León y de Zamora pordioseros; los gallegos eran también abundantes. A título individual no se socorría mucho (“a gallego pedidor, castellano tenedor [= agarrado]”, Núñez, 2001), dada la pobreza de los propios calzudos, pero el concejo se encargaba de atender a estos pobres transeúntes. Para ello destinaba una partida anual, que se entregaba a un vecino, oficialmente encargado de dar comida o alojamiento a los pobres viandantes, y a acompañarles hasta su siguiente estación. Todavía a finales del s. XIX, el concejo pagaba un real al abuelo del señor Garcilaso (Pedraz), que tenía esta función de forma permanente, por cada pobre al que acompañaba de camino, en burro, hacia el siguiente pueblo (El Cubo). Para la comida de los pobres, en esta casa solían poner una olla de muelas, alimento más rústico que los garbanzos. En el Catastro de Ensenada, los gastos anuales asignados a esta partida (“Limosna a pobres viandantes y cautivos cristianos”), en reales, son variables: 150 en 1747, 130 en 1748, 145 en 1749, 150 en 1750 y 140 en 1751. El concejo y ciertos vecinos dejaban abierta la puerta de algún corral o pajar para que los pobres se guarecieran de noche. Muy usado por los viandantes era un pajar en la calleja llamada de los Pobres (actual calle de la Caridad), al pie de la entonces calzada de Zamora. También usaban para dormir el corral de concejo. En un pajar que había en el Corral de San Marcos, que era del señor José Blanco, murió el famoso vagabundo Molina, informante de Don Dámaso Ledesma, recopilador del cancionero salmantino (1907). Se dice que, cuando lo encontraron, ya los ratones le habían roído las
orejas. Molina era de familia hacendada (relacionada con los Pachecos de Salamanca), pero terminó de tamborilero en Aldeaseca. El camino del Cubo era el eje de los viajeros, en su ir y venir entre Salamanca y el norte; así lo expresa esta pintoresca nana en macarrónico latín, registrada por Luis Maldonado: “por el camino del Cubo, / quin quirinolis cun Pío nonum, / van cuatro frailes; / unos llevan alforjas, / quin quirinolis cun Pío nonum, / y otros, costales. / Tú eres el duende / que andan buscando, / quin quirinolis cun Pío nonum, / dale la teta al niño, / que está llorando” (El Adelanto, 2 de mayo de 1910, p. 2). Algunos pobres itinerantes caían muertos de penuria por los caminos. El 20 de abril de 1731, llegó a Calzada un hombre llamado Juan de San Román, del arrabal de Zamora: “dijo traia al Hospital de Salamanca a un pobre enfermo que se llamaba Domingo Gonzalez, el qual se le murio media legua de este lugar”. El 20 de enero de 1719, en lo más crudo del invierno, murió “Lucia Gorrionero, mujer que dijo ser de Lorenzo, pobre que andaba a pedir por las puertas”: fue enterrada de limosna. También en invierno, el 17 de febrero de 1726, murió un pobre, llamado Andrés González, de Villalpando. El 28 de abril de 1753 se enterró una pobre gallega, que “andaba pidiendo limosna por esta tierra”; “la trajeron de Forfoleda ya quasi muerta”; “dicen se llamaba Ana”. También algunos calzudos se veían empujados a salir a los caminos: el 28 de enero de 1740 murió una mujer viuda del pueblo, Josepha Bazo: “no hizo testamento por haverse elado y fallecido en el camino de Salamanca el dia 25 con la nieve; pero era pobre de solemnidad”. María Luengo, también viuda, murió ahogada en el Arroyo el 25 de marzo de 1741. Vado, plato: plato llano. Es lo contrario de plato hondo. También se constata en Palacios del Arzobispo (ALCL). Como formador de topónimos, vado tiene el valor estándar (zona somera por la que puede cruzarse un río): Juzbado (IUXTA VADU ‘junto al vado’); el vado de Valverdón en el Tormes era lugar de paso para caballerías y carros. Allí hubo hasta entrado el siglo XX un barquero. Valentones: apodo secundario de los de Calzada. Equivale a ‘bravucones, fanfarrones’. Decían que en Calzada se fueron asentando como vecinos jornaleros algunos de los bandidos de los montes de Izcala y el Cubo, citados en el viaje de Townsend. El bandolerismo ocasional de finales del siglo XVIII probablemente constituía una actividad de los años malos, propia de marginados sin oficio regular, que en años favorables andarían por el monte haciendo carbón, o llevando cargas de leña, o cuidando vacas. La famosa ejecución masiva de la Plaza Mayor de Salamanca, en 1802, a varios miembros de cuadrillas de salteadores, supuso un sobresalto intenso en la conciencia colectiva. La justicia feroz de la época ofrece hechos como el descuartizamiento de algunos bandidos, cuyos cuartos eran colocados en la escena de sus fechorías. Algunos fueron a parar a pueblos armuñeses. De la cuadrilla de El Cubero (Roque Huidobro), un cuarto de Antonio López, estanquero de Madrigal, se expuso en La Vellés; de Joaquín del Moral, otro en Palencia de Negrilla y Pedrosillo el Ralo (“pueblos en que ejercitaron más extremadamente sus violencias a mujeres y crueldades a párrocos y otras personas”) (Bernardo Dorado, Historia de la ciudad de Salamanca, 1861, p. 512 ss). En cualquier caso, el apodo puede aludir, de forma convencional, al carácter “echao palante” de los pueblos de carretera. Los de Arcos (Cádiz) reciben el mismo apodo (En Villamartín los tontos / y en Espera están los flojos; / en Arcos los valentones, / y en Bornos los buenos mozos”. Es habitualmente término de intención irónica. Así, a los de
Alberguería de Herguijuela y a los de La Sierpe se les llama valientes “porque para coger una vaca se tenían que juntar veinte” (Blanco García, 1998). Similar apodo reciben los de La Puebla de Yeltes (“de La Puebla, los valientes; / son tiradores de barra”) (Rodríguez, 1956). Valiente: eficiente. De Jacinto Herrero se decía que era un “gañán valiente”. Vara: medida antigua de longitud, equivalente a 0.836 m. También se usaban los pasos. Ventorro: venta pequeña situada en lugar de paso para alojamiento y refrigerio de caminantes y carreteros. Ventorrillas es un lugar al sur de El Pedroso (cf. Madoz). Verija: ingle. Las madres con hijas casadas decían: “la hija, de la verija; la nuera, de la cadera”. Vélahi: respuesta estereotipada a la pregunta ¿Cómo está(s)? También se usaba veaquí como fórmula de exposición, equivalente a he aquí: “veaquí una perronilla”. Venado, venao: loco, chiflado. Vencejo: atadura para los haces, tanto de cereales como de jara para leña. Los vencejos de cereal se ataban con ligaduras hechas con paja larga de trigo o de cebada. No era operación fácil. Para conseguir la paja de centeno, no era infrecuente que –durante la sementera- se añadieran unos puñados sueltos de centeno al montón de semillas de trigo de la siembra. Así, cuando espigaban las mieses, destacaban los tallos de centeno, más esbeltos y altos, que eran reservados para hacer vencejos durante la siega. Los haces de leña se ataban con vencejos hechos de junco. Probablemente, el topn. El Juncal al pie del monte de Huelmos recuerda el uso de los juncos de este prado para atar haces de leña. Cuando faltaban juncos, en época más reciente, se sustituían por las lías de cáñamo. Verde: avena y cebada segada en verde (en abril o mayo), y que se daba de alimento al ganado, mezclada a veces con otras semillas. Es voz que reemplaza al antiguo herrén. Verrondio: en referencia a alimentos, dícese de lo que está verde, correoso, rancio, manido. Se aplica sobre todo a las patatas cuando siguen duras y correosas después de cocidas. También equivale a estar verde y poco madura la fruta; tratándose de carne, tocino o legumbres, significa ‘a medio cocer’. Antes se aplicaba al tocino cuando estaba crudo o mal cocido. El tocino añejo cocido parecía de goma y se decía que estaba verrondio. De ahí probablemente el nombre, que sugiere que el tocino sabía, en esas circunstancias, a cerdo macho. Vicio: abundancia de hoja o follaje. “Tiene mucho vicio y poco fundamento”: referido a un huerto que ha criado mucha hoja y poca fruta. Viga atravesada, los de la: Se aplica a los de Calzada aludiendo a su obstinación: cuando se iba a techar la iglesia, los hombres del pueblo se habían empeñado en meter por la puerta la viga del través. Motivación parcial de esta atribución será la rima Calzada/atravesada, frecuente en los apodos colectivos: Valdunciel/garriel, Saúgo/verdugo, Horcajo/carajo, Trabanca/chanca. Puede adivinarse un humorismo de posible referencia erótica. En cualquier caso, una historieta idéntica sobre la viga se cuenta de muchos pueblos. Por ejemplo, Cantalapiedra (Salamanca) (Blanco García, 1998), Torrecampo (Córdoba),
Loranca de Tajuña y Horche (Guadalajara); Nava del Rey (Valladolid); Mahíde y Sogo (Zamora; Cortés Vázquez, 1995). En Salmoral llaman a los de Macotera “los de la viga atravesá”. Rodríguez Moñino (1960-1964) cita los ejemplos de Casar de Cáceres y La Cumbre (Cáceres), así como Bargas (Toledo). Ramón y Fernández Oxea (1955) añade a estas localidades las de Hoyo de Manzanares (Madrid) y Arroyo de la Luz (Cáceres). Refiere Rodríguez Marín los dichos: “la viga de Torrecampo, que querían meterla atravesada”, “los tontos del Casar, que metieron la viga atravesada” y “Los de Nava metieron la viga atravesada”. En los dos últimos casos hay asonancia. De dos pueblos de la Lampreana (Zamora) se dice: “los de Manganeses meten la viga atravesada; / los de Villalba le dan unto pa suavizarla” (Cortés Vázquez, 1995; González Calvo, 2000). Vilortas: cinchos metálicos que unen la cama del arado con el timón. También se oye velortas. Violero: cínife, cierto tipo de mosquito, cuyo zumbido se deja oir con fuerza en las noches. Su picadura es molesta. Violines: ver baulines. Visgo: vizco. Vistas: juego de niños, en el que se lanzaban cartones contra la pared. Los cartones, procedentes de las caras posterior y anterior de las cajas de cerillas, eran también denominados vistas. El contrincante lanzaba a su vez otro cartón contra la pared, que, al rebotar, debía caer (montar) sobre la que su rival hubiera lanzado. También se jugaba de otra forma: se marcaba en el suelo un corro de unos cuarenta cm de diámetro; en el centro se ponían las vistas, a razón de 6 cartones por jugador (solían participar tres o cuatro niños). Desde el corro se tiraba con un tejón hacia una raya previamente marcada a unos 6 m del redondel. El que más se acercara a la raya debía tirar primero hacia el montón de vistas; aquellos cartones que fueran montados pasaban a ser de él; después seguían tirando los demás por orden descendiente de acercamiento a la raya hasta que no quedaran vistas en el corro. Vuelta: anulación de jugada en el juego de pelota. Vueltas: pasadas de arado que se sucedían durante el año de barbecho, en preparación progresiva de la tierra para la campaña siguiente, en la que se sembraba. La primera vuelta era la alzaba, hacia febrero, para levantar la hierba (aunque el refranero recomienda adelantar más la alzada). Posteriormente se binaba. Esta labor se hacía en marzo, y era común que se hiciera pasando el arado perpendicularmente a los surcos de la alzada. Por eso, en El Cubo, se decía atravesar en vez de binar. Después se terciaba, con reja más ancha, para profundizar en la labor de la binada, manteniendo la misma orientación de surcos. Era en abril cuando se solía terciar. En junio se “ponía el cerro”, es decir, se daba una cuarta vuelta o reja, para dejar los surcos limpios de hierba y alineados ya según la dirección definitiva, que coincidía con la original de la alzada. Posteriormente se quintaba, profundizando el surco (a esto se denominaba “esganchar el cerro”) y limpiándolo de hierba. La quintada se hacía a principios de agosto. No convenía equivocarse con la fecha de esta última reja, porque, de lo contrario, los calores podían “escaldar la tierra”. Véase asimismo la descripción de Cabo Alonso (1955). Todo esto ocurría durante el año de descanso o barbecho. En Tierra del Vino se llegaba a dar seis y hasta ocho vueltas de arado durante el año de barbechera (Álvarez Tejedor, 1989). Ya en octubre se realizaba la
siembra. Las labores sobre el barbecho son enunciadas así en el Fuero de Zamora: “faga con elos bonos barvechos, relvados e bimados e terciados e quartados” (Ed. E. Fernández Duro, Memorias Históricas de la ciudad de Zamora, su provincia y obispado, Madrid 1883, III, 518572). Más recientemente, con la llegada de las máquinas (arado brabán, tirado por dos o tres pares de bueyes), se conseguía en una sola vuelta profundizar lo suficiente como para prescindir de las labores siguientes. Con esto, las vueltas quedaban reducidas a una (alzada de máquina, que a veces se hacía antes de navidad) o a dos (una alzada, y una quintada en agosto). Vueltas (echar): pelear cuerpo a cuerpo y por juego los niños en los prados o las eras. Yeros, hieros, yerbos: semilla de leguminosa, parecida a las algarrobas, que se molía para dar de alimento al ganado. Parece tratarse de Vicia ervilia (L.)Willd. (sinónimos antiguos: Ervilia sativa Link o Ervum ervilia L.). Zacho: sacho, tipo de azadón pequeño. Se usaba para la escarda. Zaguero: en el juego de pelota a mano, era el que ocupaba el lugar trasero. En la siega, el último de la cuadrilla. Zajones: zahones. Se usaban en las fincas ganaderas del entorno. Antes se llamaban perneras, como se desprende de la definición recogida por Unamuno, “pernera. Defensa de vaqueta para las piernas que utiliza el jinete”. Zaleo: trasto, objeto sucio o inútil o fuera de lugar. Se emplea más en plural. Zambomba: instrumento musical que se hace con la vejiga del cerdo en las matanzas. “Implar la zambomba” es hincharla. Un cantarcillo de niños, propio de las rondas de pedida de aguinaldo, que se recoge en Calzada: “la zambomba tiene pujos / y el que la toca zurreta, / sin no nos dan aguinaldo /le cagamos a la puerta”. Unamuno anotó una forma similar (Llorente, 1998): “la zambomba tiene pujos / y el que la toca correncia, / si no nos dais aguinaldo / nos cagamos a la puerta”. Una incorrecta transmisión conduce a versiones como la que anota hacia 1953 Manuel Moro Mateos en Villavieja de Yeltes: “la zambomba pide pujo / y el que la toca ocurrencia, / si nos dan el guinaldo, / le cagamos a la puerta” (Carril Ramos, 1995). Zancajos: roto o descosido en el calcetín. Zaramagos: malas hierbas: tal vez es Sisybrium officinale. Es la forma correspondiente al castellano jaramago. Según el DCECH, zaramago es más fiel al origen etimológico (árabe sarmaq) que jaramago, “alterado en la lengua común por contaminación con jara”. Zarcera: orificio de ventilación o ventana de una bodega. En alguna casa labradora de Calzada había bodega semi-subterránea incorporada al conjunto doméstico. En Forfoleda las bodegas están excavadas en la roca arenisca que da asiento al lugar; son exentas (independientes de las casas) y de distribución dispersa por el pueblo. En El Cubo existe una zona al oeste del pueblo donde se acumulan las bodegas horadando un pequeño teso. Zaucilio: planta espontánea de los sembrados. Probablemente es forma variante de la ceacilla o ceacina (Agrostis truncatula).
Zocaño: trozo grande de pan, zoquete. Zumbas o zumbos: cencerros grandes que se cuelgan del pescuezo de cabestros, vacas y carneros. Zurreta: diarrea.
Generalidades fonéticas Sepoltura. Algunas locuciones habituales y otros rasgos sintácticos Mia qué es la forma, muy común, de “mira qué”. Es fórmula común para expresar asombro o llamar la atención sobre algo. Po que, por su parte, equivale a ‘puede ser que’. “Po que llueva: anda un nublao temeroso”. Como en gran parte de la provincia, to (procedente de “toma”) es exclamación de sentido impreciso con matices que van desde la impaciencia hasta la constatación de algo evidente. No siendo es locución equivalente a ‘salvo, con la excepción de’. “No siendo la nuera, con todos me llevo bien”. También se emplea con el valor de “no vaya a ser que”: “no cojas el cuchillo, galán, no siendo que te cortes”. Desotro día es locución usada con el valor de ‘el otro día’. Puja pallá ‘empuja para allá’. Han pervivido hasta fecha reciente los posesivos con anteposición de artículo: “la mi era; la mi casa”. Los saludos entre dos personas, cuando se encuentran por la calle o en los caminos del campo, suelen tener expresión ritualizada: uno puede proferir un — ¡Eh!, siendo respondido por un — ¡Hala! Antes era frecuente oír lo siguiente: uno decía “Buenos días…”; el otro seguía “…nos dé Dios”. En ocasiones, el saludo era un mero comentario sobre el tiempo, refrendado por la otra parte: — ¡Parece que viene nublado!; — ¡sí que viene! Cuando se saluda a un grupo, por ejemplo al pasar ante un corrillo, se expresa la presencia plural: “Halá, señores”. Esta forma circunlocutoria de introducción es común en los pueblos. Víctor H. Peña, recoge en 1953 variadas fórmulas de salutación en Cespedosa: ¿De aonde se viene?; ¿Aoende se va?; ¿Qué se hace?; ¿Qué hacemos?; ¿Qué andamos haciendo?; ¡Hola!; ¡Bueno!; ¡Ala!; ¿Se toma el sol?; ¡Que vaya bueno!; ¿Se toma el fresco?; ¿Qué hay?; ¡Andando!; ¿Qué pasa?; ¡Vamos allá!; ¿Ya se viene”; ¡A la tarea! (Carril Ramos, 1995). En la comunicación directa, es frecuente asegurar la recepción, reiterando una pregunta: “¿no me entiendes, galán?”, con una curva de entonación que carga sobre las dos primeras sílabas. Al exponer un hecho o mostrar, u ofrecer, un objeto, se usaban mucho las formas deícticas: Velay, Veaquí: “Veaquí un cacho torrezno”. Ante un estornudo, la exhortación benevolente del prójimo es “Dios te ayude”. “Le faltaba un veranito”: era bisoño, inexperto. Algunas veces, el pretérito indefinido en su tercera persona de plural sigue un desarrollo analógico de la forma singular: vinon; estuvon. Similar desarrollo se constata en la primera persona del plural: yo canté, pero nosotros cantemos. Es frecuente la forma hais por habéis: ¿qué hais comido? El adjetivo antepuesto, cuando le sucede un nombre femenino, a veces se deja sin marca de género: “la primer casa”.
Un rasgo curioso es la pervivencia con función articular de los demostrativos. Su uso se restringe a los apellidos o motes. “Andaba por ahí uno de esos Tagarros cogiendo berros” (mote familiar inexistente); “estaba en la panadería esta Basilisa”. Las locuciones más precisadas de explicación o más cargadas de significación etnográfica se han incluido en una sección posterior.
2. REFRANES, EXPRESIONES Y COMPARACIONES RECOGIDAS EN CALZADA. VESTIGIOS DE UN CANCIONERO CALZUDO Esta sección pasa revista a algunos de los dichos y canciones que alumbraban el habla de Calzada y que aún siguen dando sabor a las tertulias y corrillos del pueblo. Es fácil imaginar cuánto se habrá perdido, y cómo de tardío es el esfuerzo –pequeño– de que dan testimonio estos restos. Pero tarde sigue siendo mejor que nunca, y por esto se acopia aquí, humildemente, este perfil ruinoso de la gracia antigua del pueblo. 2.1. Refranes y expresiones populares Muchos de estos refranes son de amplia difusión; otros, que aluden a prácticas agrícolas o a rasgos geo-climáticos específicos, son más locales. Es siempre importante situar geográfica e históricamente los refranes (cuestión poco tenida en cuenta por la mayor parte de los coleccionistas, que los acopian a granel); sin una localización precisa, la doctrina contenida en ellos pierde su sentido. Casi ninguno de los refranes aquí reunidos (todos los cuales, sin excepción, han sido recogidos en el pueblo) será exclusivo de Calzada. Pero es de interés anotarlos en su contexto, mostrando las formas particulares que adopta el léxico, las segundas intenciones, las coletillas con las que se matiza o se ridiculiza el refrán, las interpretaciones populares. Se perdonará la frecuencia con que es citado Gonzalo Correas (siempre a través de la edición de Combet), catedrático de griego en la Universidad de Salamanca en el siglo XVII, de quien se cuenta que, sentado con una mesita en el puente sobre el Tormes, pagaba una moneda a cualquier arriero o labrador que supiera decirle un refrán que él no conociera todavía. Nada prohíbe imaginar que alguno de los consultados por Correas fuera calzudo. De hecho es llamativa la correlación entre muchos refranes actuales de Calzada y los recogidos por Correas en 1627. A su vez, Correas adeuda mucho a un ilustre antecesor suyo, heredero de la cátedra de Nebrija en Salamanca, Hernán Núñez de Toledo y Guzmán (1475-1553), que elaboró el voluminoso compendio llamado Refranes o Proverbios en romance, recientemente editado por Combet y colaboradores. Tanto más ilustre esta tradición recopiladora cuanto que se remonta a los Adagia de Erasmo. En cualquier caso, es digno de admiración que dos de las más precoces y abultadas colecciones de refranes en el ámbito de lo español tengan su origen en Salamanca. Sol madrugador y cura callejero, ni el sol calentará ni el cura será bueno: “sol madrugador”, particularmente en invierno, es el de las auroras despejadas, que amanecen sin nubes. Del cura se esperaba que fuese discreto y llevara vida apartada. No estaba bien visto que anduviera en corrillos o, menos aún, en tabernas; porque, “si el cura va a peces, ¿qué harán los feligreses?”. Análogo en Sayago (Panero, 2000). Es refrán difundido. En Galicia se dice: “sol madrugueiro, non dura o dia enteiro” (Cobos, 1989); en Castilla, “sol que mucho madruga, poco dura”; en Asturias, “Sol madrugador, cura caleyero y aldeano cortés, para joder a los tres”. Sol madrugador, poco llovedero: parece indicar que, si el día amanece despejado, es improbable que termine lloviendo. (ATS, El tiempo, p. 117); es refrán muy antiguo, que ya figura, aunque con
predicción opuesta, en las listas de Núñez, recogidas hacia 1550: “sol que mucho madruga, poco dura”; y “sol madruguero, no dura día entero”. Día de niebla, día de siesta: si amanece con niebla, es frecuente que salga un buen sol más tarde, convidando a dormir la siesta. Se recoge igual en Monleras (Solano, 1989). En Portugal (Alves Ferreira, 1999), “manhã de névoa, tarde de sesta”. Se añadía una coletilla escéptica: “día de niebla, dia de siesta, si no se queda lloviendo”. Por Semana Santa, siempre se revuelven los judíos: avisa de que en este tiempo primaveral, la meteorología suele hacer trastadas (heladas tardías, tormentas). Se atribuye este desorden a la agitación de los judíos que, en la cultura popular, eran considerados causantes de la muerte de Cristo, y que, por lo tanto, se soliviantaban cuando la liturgia procedía a revivir los episodios de la pasión. El agua, pa las ranas: se decía encareciendo las virtudes del vino. En Garganta la Olla (Cáceres) consta un cantarcillo explicativo: “y echa vino, tabernera, / echa vino y no eches agua / que el vino es pa los hombres / y el agua es pa las ranas” (Antonio Cid, 1974). Ama de cura, reina de España: se les atribuía una vida muy regalada, al no tener que cuidar de hijos ni trabajar en el campo. El cura, que no tiene mujer, la tiene que poner: expone, maliciosamente, la necesidad del cura de buscarse un apaño, tal vez con el ama. Torres Villarroel anota un refrán de sentido similar: “vivir enfrente del cura no es cordura; que como no tiene en casa quien le dé pena, espeta los ojos en la ajena”. Está basado en la colección de Correas: “El kura, komo no tiene en kasa kien le dé pena, klava i espeta los oxos en la axena.” El que va a la bodega, y no bebe vino, por vez se lo cuentan. Cuando alguien incurre en algo evidentemente sospechoso, se le computará a su desfavor, sea cual sea la realidad. Bien comido, bien bebido, bien armado: cuando hay buena alimentación hay buena potencia. Equivale a los refranes viejos: “a cuero tiesto, piezgo enhiesto” (Núñez, ca. 1550; cuero tiesto es ‘odre repleto, atestado’; piezgo es el pico del odre, que se ponía saliente cuando éste estaba repleto; figuradamente, el miembro). Este refrán es explicado más tarde por Correas (1627): “bien komiendo i beviendo vino demasiado, se kae en el vizio desonesto; lo kual debe huir todo onbre de virtud i onrra, i no usar del vino más de por medicina”. Terencio lo dice también así: “sine Cerere et Baccho friget Venus” (Eunuchus 732). Los bienes del sacristán, según se vienen, se van: porque son de poca enjundia. Se recoge un refrán parecido en Correas (1627): “la hazienda del klérigo, entra por la puerta i sale por el humero”. Humero es la chimenea. También “la hazienda del abad, kantando se viene i chiflando se va”. Y en Galicia (Núñez, ca. 1550): “a fazenda do crego, daa Deus e levaa o demo” (la da Dios y se la lleva el demonio). Salves y credos, y los cuartos quedos: es decir, muchos rezos y muchas devociones, pero pocas generosidades. Era acusación a los beatos agarrados. También se oye “credos, credos, pero los cuartos quedos”. Enlaza esta idea con el refrán castellano “uñas de gato, y cara de beato”.
Dar y tener, y que nos vengan a ver: son deseos que el adulto quiere ver cumplidos en su vejez: poder seguir dando (a los hijos), conservando, y recibiendo visitas de ellos (en casa propia, es decir, manteniendo la independencia). En general expresa el deseo, aplicable a cualquiera, de tener bien repuesto el bolsillo y la despensa para poder ocupar una posición socialmente central. Para ello es preciso ser parco en el dar para poder seguir instalado en el tener y con ello asegurar el que nos vengan a ver. A través de este segundo matiz, el refrán puede entenderse como una invitación a ser hospitalarios pero sin tirar la casa por la ventana. Amigos, sí, pero el burro en la linde: recomienda que la amistad no debe ser excusa para el abuso; y que cierta desconfianza debe acompañar a las efusiones de los afectos. Es refrán difundido. También se oye la forma “amiguitos, sí...”. Se contaba a propósito el siguiente cuento: un burro andaba comiendo en un trigal; llegó el amo de la tierra y le dijo al amo del burro: “oiga, que el burro está comiéndose el trigo”; y el otro le dijo: “no hay que preocuparse, que el burro está capado”. Déjate de pamplinas y músicas finas: es invitación ruda al pragmatismo. Con ella, a veces cruelmente, se esquiva el mundo de la teoría y de la ensoñación en aras de una búsqueda, acaso igual de ilusoria, de realidades. ¿Amigos?: ya no hay amigos, / que el más amigo la pega. / El mejor amigo, Dios, / y un duro en la faldiquera. Dentro de la misma línea de desengaño, con excepciones teologales y materialistas, este dicho recoge el sentido más áspero de la convivencia calzuda. Análogo a éste es el siguiente: la última peseta, el último amigo: terminándose la peseta, ya no hay amigo. Que espabile y abra el ojo. Esta frasecilla era habitual en una señora mayor, de natural sardónico, cuando le comunicaban que algún vecino –también viejo por lo general- había muerto. Jugando con el doble sentido de la locución “abrir el ojo” (estar alerta; y despertar), se expresaba a través de este oxímoron moral una sarcástica imposibilidad. Todo muerto –se deduce- lo era por negligencia propia, por descuido. Merecía pues su propia muerte, y quedaba avisado para la próxima vez. Enque me deje tu padre / la mula y el carretón / no m’he de casar contigo, / marrana de San Antón. Se aplica a la moza que pretende encontrar casorio gracias a una dote rica, pero a quien los pretendientes rechazan por su falta de encantos o primores femeninos; se alude a los animales que se llevaban a bendecir a la iglesia el día de San Antonio. Una variante en otros puntos de España, que recoge Rodríguez Marín, es “aunque tu padre me diera / la mula y el carretón, / no me he de casar contigo / por tu mala condición”. Morán recoge en la provincia la forma “aunque tus padres te den / la mula y el carretón, / no he de volver a quererte, / mochuela de San Antón” (Morán, 1990). A caer todos los santos ayudan: frase sardónica, según la cual lo irremediable no precisa de intercesión particular. La caída aquí es el derrumbe natural de las cosas y las vidas, ley fatal respaldada por el orden del mundo, es decir, ayudada por toda la corte celestial. Se me cae la moca. / —Dios te dará otra: fingido y burlesco consuelo dirigido al niño que se queja de que tiene velones. Equivale a consolar por antítesis: la dolencia nunca faltará, no hay motivo para retenerla. Interesante la desinencia femenina en moca, de carácter quizás aumentativo sobre moco y mocos.
Agua de mañana y concejo de tarde no hay que temblarle: la lluvia mañanera suele ser de corta duración; el concejo convocado por la tarde es por lo común rutinario, carente de urgencias, y por lo tanto proclive a las discusiones ociosas de los hombres, que van a entretenerse. Idéntico refrán en Sayago (Panero, 2000). En Alcoba de la Ribera (León), “concejo de tarde, todo se vuelve aire”. Mucha reunión podía ser indicio de falta de tareas perentorias: “En el rruin pueblo, kada día konzexo” (Correas, 1627). Hielo sobre lodo, agua sobre todo (ATS, El tiempo, p. 119): cuando hiela tras lluvias prolongadas, de invierno, es de prever que se sucedan grandes lluvias. Idéntico en Palacios del Arzobispo (Pal, 2001) y en Sayago (Panero, 2000). Es refrán ya conocido por Correas (1627): “Elada sobre lodo, agua sobre todo” (explicación: “ke llueve tras ello”) y “elada sobre lodo, nieve hasta el hinoxo”. Y los gallegos decían, como recoge Hernán Pérez (ca. 1550) “geada [=helada] sobre lodo, neve hasta o jollo [=el hinojo]” (Bouza Brey, 1955). Por los Reyes, lo conocen los bueyes; por San Vicente una hora en creciente; y por San Blas, una hora más: alude al crecimiento de los días tras el solsticio de invierno. El 6 de enero ya los bueyes se percatan de un leve alargamiento, casi imperceptible, de la jornada, y acusan el cambio porque deben trabajar más tiempo (su labor se regía por el sol); ya por San Vicente (22 de enero), los días han crecido en una hora; y por San Blas (3 de febrero), en dos. (ATS, El tiempo, p. 120). Véase Morán (1954), “Por los Reyes lo conocen hasta los bueyes”. En Cataluña se dice: “pels Reis, ase és qui no coneix” (por Los Reyes, burro es quien no se percata”; Cobos, p. 246). En Portugal, “no dia de Natal, têm os dias mais um salto de pardal”. Véase en Correas (1627): “Por San Sebastián, ia lo ve el rrekuero en el andar”: ya se percata del crecer de los días. De este mismo dicho, referido al día de San Sebastián, 20 de enero, hay ecos en Pozoantiguo (Zam.): “por San Sebastián [...] lo conoce el gañán” (Cortés, 1995). “A Nabidad de Santa Luzía, kreze el día un paso de gallina”. Y también: “Por San Andrés, kreze el día sí es, no es; por Santa Luzía, un paso de gallina; por Nabidá, kienkiera lo verá” (referido al antiguo calendario santoral, que iba con diez días de adelanto). Por San Vicente, cigüeña, vente: para llegar puntual por San Blas, como se decía (ATS, El tiempo, p. 120). Es refrán muy difundido. San Vicente cae el 22 de enero. Por San Vicente, agua creciente. Correas (1627) recoge un refrán de fórmula similar: “Por San Vizente, toda agua es kaliente”, en el que se alude al efecto mitigador del frío que tiene la lluvia o la nieve cuando caen en pleno enero. En efecto, San Vicente (22 de enero) y San Lorenzo (10 de agosto) eran tradicionalmente considerados el extremo del frío y del calor en el ciclo anual: “San Vizente, friura, San Llorente kalura; uno i otro poko dura” (Correas). Si llueve en enero, buen baleo. El baleo fino nacía en tierras que se inundaban en invierno. Se le añadía a este refrán la coletilla “y buena mata de baleo bueno”. Morán (1954) recogió en la provincia de Salamanca el refrán: “agua en febrero, buen prado y buen centeno, y buena obra de baleo”. Sin embargo, en el área de Peñaranda se recoge el dicho “enero lluvioso, año roñoso” (Afor.). Acederas en marzo, calenturas pa tol año; acederas en abril, calenturas pa morir: ver la voz acedera.
Si el cuco no canta entre marzo y abril, o el cuco se ha muerto o la fin va a venir. La fin es el fin del mundo. Idéntico en Sayago (Panero, 2000) y en Aliste (Rodríguez Fernández, 1992). En Salamanca se recoge en La Vellés, Tardáguila y Terradillos (PCS, p. 62). Este refrán debe de ser antiguo, pues ya figura en el Comendador (ca. 1550), “entra mayo y sale abril; si no canta el cucubil, por muerto le recebid”, y en Correas (1627): “si el kuko no canta entre maio i abril, o él es muerto, o la fin kiere venir”; y también: “A tres de abril el kuko á de venir; i si a los ocho no es zierto, o él es preso o muerto”. Incluso en el leonés de tierra de Miranda (Portugal): “se el cuco nũ benir / antre Marçio e Abril, / o l’cuco yé morto, / o la fĩ quier benir” (Mourinho, 1984). El cuco que en marzo canta, viene abril y lo callanta: véase en la voz acallantar. De Santa Cruz de mayo a Santa Cruz de septiembre, repiquen las campanas hasta que se quiebren (una variante en ATS, El tiempo, p. 121). La primera es el 3 de mayo; la segunda (Exaltación de la Cruz), el 14 de septiembre. Se recogió la variante: “Desde Santa Cruz de mayo hasta la cruz de septiembre, repican las campanas hasta que se quiebren”. Este periodo coincide con el de máxima actividad del labrador. El día 3 de mayo se bendecían las eras. El 14 de septiembre ya tenían que estar levantadas. No hay abril que no sea vil, o al entrar o al salir, o al medio pa no mentir: Se dice por miedo a las heladas. Igual, entre otros, en Palacios del Arzobispo (Pal., 2001) y en Morán (1954). En Tardáguila se decía: abriles y caballeros, de ciento sale uno bueno (ATS, El tiempo, p. 27 y 128). Correas (1627): “Nunka vi abril ke no fuese rruin, ora al entrar, ora al salir”. Dichoso mes, que empiezas con los Santos, y acabas con San Andrés: se refiere a noviembre (ATS, El tiempo, p. 129). San Andrés cae el 29 de noviembre. También se dice “que entras con Los Santos...”. Igual en Palacios del Arzobispo (Pal., 2001). En Sayago se completa con “... que entra con los Santos, media con San Eugenio y acaba con San Andrés” (Panero, 2000). Por sembrar temprano y segar en verde, ningún labrador se pierde: (enmendado sobre la versión que recoge ATS, El tiempo, p. 133). Idéntico en Morán (1954), en Panero (2000) y en Palacios del Arzobispo (Pal., 2001). Más vale maná, que espiga graná. Preferible es una cosecha densa, con manojos abundantes, aunque las espigas salgan poco granadas, que una cosecha rala, aunque las espigas vengan muy cargadas de grano. La cuestión era polémica. Había quienes preferían sembrar mucha simiente, aunque las espigas salieran poco granadas. Pero también se pensaba lo contrario, como advierte una forma variante del refrán anterior: “Por sembrar ralo y segar en verde, ningún labrador se pierde” (recomienda no despilfarrar simiente). En tierra de Miranda se oye un refrán similar: “mais bale buona manada que spiga lharga” (Mourinho, 2007: 70). Por San Gregorio, la pipita en el hoyo: expresa la conveniencia de sembrar el melonar en tal fecha, en mayo. No hay memoria clara sobre el día de San Gregorio: unos lo sitúan el 8 o el 9 de mayo, otros el 15 de mayo. Arco pa Ledesma, coge los bues y vete a la taberna. Bragada por Ledesma, coge los bues y vete a la taberna. También “desuñe los bues”. Aconseja al labrador que si ve cielo de poniente con arco iris o con bragada (amarillento y descolorido: “sol de agua”), debe dejar la arada y ponerse a cubierto
de la lluvia que se avecina, refugiándose en la taberna. En Aliste, “bocana pa abajo, vaca bragada pa arriba, agua pa todo el día” (Rodríguez Fernández, 1992). Bocana es cielo claro. Lo contrario de “vaca bragada” es “vaca desollá”. Lo primero son nubes pálidas y amarillentas; lo segundo, cielo de arreboles y color rojo. En la provincia de Zamora, Cortés (1995) recoge: “arco al poniente, / suelta los bueyes y vente” o “arco por Benavente, coge el ganado y vente”; aunque “agua de arco / no llena el charco, / pero corren los regatos”. Ya Correas anota en 1627 un refrán de igual estructura: “Kuando vieres el arko hacia Ledesma, desuñe los bues i vaite al aldea; o a la taverna”. Lo explica así: “En tierra de Salamanka, ke kae Ledesma al gallego, entre Ozidente i Setentrión; porke kon los aires de akel lado son ziertas las aguas”. Este dicho tal vez se originara en pueblos cercanos a la capital, que al ver el arco iris en Ledesma, tenían el nublado a su noroeste, y por lo tanto lluvia inminente. En el Comendador: “quando vieres el arco hazia Ledesma, dexa los bueyes y vayte al aldea” (Núñez, ca. 1550). En Galicia se dice: “arco da vella ó ponente, solta os bois e vente” (Cobos, 1989). También se recoge actualmente en Palacios del Arzobispo, al nordeste de Ledesma: “arco iris pa Ledesma, coge los bueyes y vete a la taberna” (Pal., 2001). Este refrán procede de la colección de Morán (1954). “Arco-íris contra a serra, chuva na terra; arco-íris contra o mar, tira os bois e põe-te a lavrar” es refrán portugués de similar contenido. Arco pa La Orbada, uñe los bues y vete a la arada. Bragada pa La Orbada, uñe los bues y vete a la arada. También “coge los bues”. Aconseja al labrador que si ve cielo de naciente (hacia el este) con arco iris o con bragada (amarillento y descolorido: “sol de agua”), debe aprovechar el día de sol que sin duda se anuncia e ir a arar. En efecto, el sol de agua a naciente indica que la borrasca ya ha pasado, y que ya las bajas presiones caminan hacia el Mediterráneo. El refrán de Correas (1627) “arko en la Vellesa, agua zierta”, acompañado de la explicación “es lugar al oriente de Salamanka”, parece contradictorio, puesto que La Vellés y La Orbada quedan para el mismo lado. Sin embargo, han de entenderse que estos dichos tienen validez sólo local. De contenido análogo son los recogidos por el Comendador a mediados del s. XVI: “arreboles en Portogal, viejas a solejar; arreboles en Castilla, viejas a la cozina”, sin duda aplicados a la zona leonesa, que tiene a poniente Portugal y a naciente Castilla. Cuando marzo mayea, mayo marcea: cuando hace calor intempestivo en marzo, luego el año recae en invierno más adelante, hacia mayo. Idéntico en Sayago (Panero, 2000). Análogo es el refrán de Palacios del Arzobispo “nieblas en marzo, hielos en mayo” (Pal., 2001) y el de Figueruela de Arriba (Zamora): “neblinas en marzo, heladas en mayo”. Correas recoge un refrán análogo para el mes anterior: “Si hebrero no hebrerea, marzo marzea; o kanpea”. Y explica “ke si no haze invierno en hebrero, le haze en marzo”. Muchas velitas chicas hacen un cirio pascual. Recomienda el ahorro. Considerando con respeto el pequeño ahorro se consigue, andando el tiempo, grandes resultados. Correas recoge una formulación análoga: “Muchas kandelitas hazen un zirio”. Interpreta el refrán no sólo en relación con el ahorro sino también con los efectos acumulados del beber tragos sueltos durante el día: “ke muchos pokos hazen un mucho; i del ke en el día beve muchas vezes, i se le antoxa ver kandelitas, i a la noche mui grande llama de zirio”. También: “Todo el día kandelitas, i a la noche zirio paskual. Del ke entre día beve muchas tazas -eso llama «kandelitas»-, porke kon ellas ve muchas luzes; a la noche kae tan borracho ke ve luz grande dentro de su cholla”.
El marrano más ruin es el que más guerra da en la porcá: es decir, que de una reunión o concejo, es el de menos mérito quien más conflictos crea. Correas (1627): “El más rruin puerko rrebuelve la pozilga; o El puerko sarnoso...”. En la relación del Comendador (hacia 1550): “al más ruyn puerco, la mejor bellota” (Núñez, 2001). El marrano fiao, hasta después de muerto gruñe: lo decían los vinateros que pasaban por Calzada procedentes de Casaseca de Campeán. Se corresponde con el refrán recogido por la Academia (1729): “cochino fiado, buen invierno y mal verano […] se dixo porque el gusto que se tiene cn Invierno en comer el cochino que se ha tomado fiado por San Andrés, se paga con el disgusto de tener que pagarle por el Agosto”. Ya lo recogen Correas 1627) (“kochino fiado, gruñe todo el año”; “kochino fiado, buen invierno i mal verano”); y Núñez (2001) (“puerco fiado gruñe todo el año”). La hija, de la verija; la nuera, de la cadera. Es decir, la hija es más entrañable mientras que la nuera es advenediza. Unamuno ya recoge una variante de este refrán en su Recopilación: “las hijas de mi hija de la verija, las hijas de mi nuera de la cadera”. Análogamente, en Zamora: “los hijos de mi hija nietos son; y los de mi nuera, sabe Dios” (Cortés Vázquez, 1995). Correas (1627): “Al hixo de la hixa, métele en la vedixa; al de la nuera, dale del pan i échale fuera”. Tal ella, tal él; tal ella, tal él: con esta secuencia se interpreta el son de campanas cuando repican a boda. Con esto, las campanas parecen avisar de que la boda es entre iguales, labrador con labradora, jornalero con jornalera. Antes era excepcional que una boda uniese a novios de muy diversa fortuna. Similar atribución de voz a lo inanimado se da en la secuencia de La Molinera propia del toque de campanas en día de fiesta. El folklore pone palabras a los sonidos inanimados o a las voces y reclamos de los animales. Rodríguez Marín habla del son de campanas de dos pueblos de Guadalajara, que se acusan mutuamente de judíos: en Cifuentes, las campanas dicen “judíos son; judíos son”; en Rubiales, “y sí que lo son; y sí que lo son...” Molinera, molinera, / muele bien el trigo, / que la panadera / viene de camino / para hacer el pan. Es lo que se supone que va diciendo la campana cuando la repican para fiesta. Llop y Álvaro (1986) recogen en Calzada una cantinela variante: “molinera, parte pan, /molinera, molinera, / parte pan, parte pan, / molinera” y otra voz: “molinera, muele el pan”. Los repiques en Valverdón parecen haber suscitado la misma traslación, pues Frayle Delgado (2009) indica “parecían repetir indefinidamente molinera… molinera… parte pan”. También Correas (1627) recoge algún dicho referente a la interpretación popular del sonido de campanas: “¿A ké tañen las kanpanas? -A kuladas, a kuladas, a kuladas”, avisando: “es xuego de niños”; también: “dizen los sinos de San Rromán ke por dar dan”; con la siguiente explicación: “«Sinos» son: las kanpanas; ke pareze ke dizen «dar dan»”. Abril, abril, tus aguas mil, pero que todas cojan en un barril: es una variante calzuda del refrán común; su originalidad estriba en estar planteado exhortativamente, no como una constatación. Es decir, se expresa el deseo o la conveniencia de que en abril llueva a menudo pero con poca intensidad. Correas recoge esta variante: “En abril, aguas mil; en maio, tres o kuatro”. Las mañanitas de abril son dulces de dormir; ¿y las de mayo?: las más dulces de todo el año. Es época en la que las labores de campo no son agobiantes todavía, y el cuerpo, acostumbrado a las largas noches de invierno, tiene hábitos de pereza y se recrea con el amanecer temprano y el canto de
los pájaros. Existen numerosas variantes del refrán en otros puntos de la península. En Asturias, por ejemplo: “Les mañanines d´abril son dulces de dormir, y les del mes de mayu les meyores del añu”. Tal vez proceda este decir de algún romance galante antiguo. Ya Correas (1627), y también el Comendador (ca. 1550) lo recopilan en varias versiones: “Las mañanas de abril, ¡tan dulzes son de dormir! I las de maio mexor, si no despierta el amor; o ¡kuán dulzes son de dormir!; [o] ¡ké dulzes son de dormir!...”, “las mañanas de abril, tan dulzes son de dormir; i las de maio, de mío me kaio; o de sueño me kaio”. Esta última queja (“de sueño me caigo”) parece aludir al cansancio tras una noche de retozos. Engañará la madre al hijo, pero no el hielo al granizo. En invierno, siempre que cae granizo, hace luego mucho frío o hielo por la noche. Es refrán común en otras partes: “faltará la madre al hijo, pero no el hielo al granizo”, se dice en Hinojosa de Duero; también lo recoge Morán (1954). Ya es citado por Correas: “miente el padre al hixo, i no la elada al granizo” o “miente la madre al hixo, mas no la elada al granizo”. Las misas salen de la sacristía: detrás del altar visible se cuecen las intrigas a puerta cerrada. Cuanto más amigos, mejores cuentas. Recomienda llevar las cuentas claras, aun entre amigos (Ver Bierzo, p. 256). También Correas recoge una advertencia similar: “Entre ermano i ermano, dos testigos i un eskrivano”. Mes de mayo, mes de la maldición, que apenas amanece y ya se ha puesto el sol. Es queja de enamorados, que quieren que el día y sus galanteos no acaben nunca. En Correas (1627): “Días de maio, días de desventura; aún no es mañana, i ia es noche eskura; o aún no es amanezido, i ia es noche, eskura”; su explicación es concordante con la que se da en Calzada: “finxe este kuento: ke dos enamorados se toparon al amanezer, un día de maio, la moza kon un kántaro de agua en la kabeza, i el mozo kon una losa a kuestas, i parlando se les fue el día sin sentir, i kexáronse kon las palavras del rrefrán, a ke dieron prinzipio”. Esta explicación, sin embargo, es contradicha por la que anota a propósito de este otro refrán (“días de maio, días de mal fado, ke no á bien amanezido kuando es anochezido, ke no ai lugar de kozer una olla”): se dice “kontra los perezosos i para poko, ke dan eskusas nezias i rridíkulas”. Es decir, parece ridiculizar a criados o rapaces que dan excusas poco creíbles para justificar retrasos en el trabajo. En cualquier caso, la presencia de los amores como fuente de distracción reaparece en este otro refrán: “días de maio tan largos ke sodes, morro de fame, de frío i de amores”. Alzaditas en mayo y binaditas en junio, barbechito galano y trigo ninguno. Véase la referencia a las vueltas de arado en el Léxico. Durante el año de barbechera, se daban hasta cinco rejas a la tierra, con el arado de palo, antes de la sementera. Se solía alzar ya en febrero y binar en marzo. Algunos retrasaban la tarea para ahorrarse trabajo, pero el resultado solía ser malo. Por eso el refrán ironiza sobre los frutos de estas vueltas de verano, que dejan la tierra limpia, pero no auguran buena cosecha. Hasta la nochebuena, todas las labores son buenas. Todas las rejas que se le meta a las tierras antes de los hielos son beneficiosas, aunque la práctica retrasaba la primera vuelta (la alzada) a enero o febrero. En febrero, mete tu obrero, que tu pan te comerá, pero tu jornal te dejará. Al alargarse los días, las labores empiezan a cundir más, y es rentable invertir en un criado. Se constata casi igual en la relación
del Comendador, recogida a mediados del s. XVI: “en hebrero, mete tu obrero; pan te comerá, mas obra te hará” (Núñez, 2001). En tierra de Peñaranda, “en febrero, busca obrero” (Afor.) La luna de octubre, que siete la cubre. Se decía que tal como cayera el tiempo (seco, o con hielo, o de lluvia) en la noche de luna llena de octubre, así serían los siete meses siguientes. Se añadía “y si llueve, nueve”. Por San Simón y San Judas buenas saben las uvas. El 18 y el 29 de octubre vienen a coincidir con la maduración de las uvas y su recolección. Es refrán de amplia difusión. Ya en Correas: “A San Simón i Xudas, dulzes son las uvas”. Y en forma variante, extraída del Comendador: “Por San Simón i Xudas, koxidas son las uvas, tanbién las verdes komo las maduras” En Vidriales y Tera (Zam.) recoge Cortés (1995) el refrán: “por San Simón y San Judas, / se matan los cerdos y se tapan las cubas”; en los mismos valles recoge una variante del refrán calzudo, con coletilla sarcástica: “Por San Simón y San Judas, / saben bien las uvas, / las cocidas, que no las crudas”. En tierra de Peñaranda: “Por San Simón y San Judas, van siendo pasas las uvas” (Afor.). De dinero y santidad, la mitad de la mitad: hay que ser escéptico ante las declaraciones de riqueza o de virtud. Se añade a veces la coletilla: … y si es tratante, la cuarta parte. Es refrán muy difundido por España. Correas (1627) recoge el refrán “dinero, seso i lealtad, es menos de la mitad” y explica: “por flakeza umana”. Si oyes tronar en marzo, aprieta la cuba y el mazo. Porque la vendimia será rica. Es refrán muy conocido, pero de transmisión confusa. En Asturias dicen: “Cuandu oyas tronar a marzu, dayos a les pipes col mazu”. En otros sitios se oye el refrán: “Si en marzo oyes tronar, prepara la media y el costal”. En la provincia de Salamanca, “tronando en marzo, prepara la cuba y el mazo” (Morán, 1954). Análogo en Correas (1627): “Si elare en marzo, buska kubas i mazo si en abril, tórnalas al kubil”. Asimismo: “Kuando atruena en marzo, aparexa las kubas i el mazo” o “kuando atruena en marzo, hiere tus kubas kon el mazo”. La explicación de Correas es la siguiente: “tronar i atronar es señal de kalor i agua, lo kual, si haze en marzo, denota ke la vid está fuera de peligro de los ielos i avrá abundanzia de uva”. Esta explicación está tomada de Núñez (2001); en la versión calzuda, aprieta podría interpretarse como mala comprensión de apresta ‘apareja, prepara’, aunque es más probable que se trate de una referencia al ajustar las duelas de la cuba en previsión de buena vendimia. Cabe dudar sobre el significado de mazo: ¿es un pertrecho para la prensa de las uvas (improbable), o sirve para apretar y ajustar entre sí las duelas de la cuba previendo abundancia? En tierra de Peñaranda se registra la siguiente forma del refrán: “truenos en marzo, acuña las cubas con el mazo” (Afor.). Reaparecen ambos útiles en otro refrán del Comendador: “si elare en março, busca cubas y maço, y si en abril, tórnalas al cubil”. Al sayagués ni le quites ni le des. Porque los sayagueses tienen fama de rectos y austeros. Ya esto viene de antiguo: “¿Vuesa merzed viene a her xustizia o a poner krianza? [= ¿viene a hacer justicia o a enseñar educación?] Preguntó esto un saiagés en Zamora a un Korrexidor rrezién venido, porke le mandó prender porke pasando delante dél no se kitó la kaperuza, o por no le ver, o por no le konozer; i pónese por eszelente dicho” (Correas, 1627). En la sierra, o a cien leguas della. En invierno, la sierra parece enviar hacia la tierra llana vientos helados y latigazos de lluvia; en cambio, los pueblos que anidan en ella están resguardados al
arrimo de las laderas. Por ello se alecciona bien a apartarse todo lo posible de la sierra, o a buscar guarida en ella. El lamber no engorda, pero cría buen pelo. Andar relamiendo y rebañando platos no engorda, pero ayuda a completar el buen tono corporal. Los armuñeses tienen siete chalecos. Es decir, mucha reserva y disimulo: nunca acaba de adivinárseles la intención o el final de sus cálculos. Por eso se decía: “¿armuñés y se deja ahorcar?: su cuenta le tendrá”. Un jefe falangista dio en el Corrillo un discurso de exaltación patriótica, y al llegar al punto más emotivo declaró: “no es cierto que los armuñeses seáis los de los siete chalecos: sois los de los siete corazones”. Fue aplaudido. Trillar con niños es mear la parva: la ayuda que dan los niños en las faenas adultas es a menudo más un perjuicio que un favor. Los rapaces, a quienes a menudo se dejaba sentados en el trillo mientras éste daba vueltas, eran poco fiables. Se distraían, dejaban que los bueyes comieran de la mies, no recogían las boñigas que iban cayendo, o se enzarzaban en batallas para tirarse del trillo. La pérdida de tiempo resultante exponía al labrador a ciertos riesgos. El más temido era que, por la demora, viniese un nublado y se mojara la parva. Análogo, pero referido a la poca capacidad para la trilla de los burros, es este dicho recogido en la provincia de Salamanca: “trillar con burros, ensuciar la parva” (Morán, 1954). Algún refrán de contenido equivalente, aunque diferente formulación, es recogido por Correas (1627): “Ara kon niños, i koxerás kardillos”; “Kien kon muchachos ara i kon asnos trilla, kagaxones akriva”. Que se vaya a espigar pal guarda: frase hecha, equivalente a mandar a tomar vientos, o a hacer puñetas. La intención es irónica y malevolente, puesto que alude al guarda de las mieses, pagado por el concejo para vigilar las tierras, evitando la entrada de ganado o el robo de las cosechas. Espigar, es decir, recoger las espigas olvidadas por la siega, era sin duda oficio cansado y poco lucrativo, especialmente si se hace para alguien sin tierras y que debe fatigarse recorriendo todo el término municipal como es el guarda. En la boca del mentiroso, lo cierto se halla dudoso: refrán de gran antigüedad, recogido aquí por el interés de su forma. Cuando alguien es poco de fiar, incluso lo acreditado sale a la luz con mancha de origen. El que tiene un buerto / tiene un cebón muerto / —si está el amo dentro: para las economías humildes, la posesión de un huerto aseguraba durante el año la comida. Pero ello exigía una continua actividad para llevar a buen término la labor y vigilancia para evitar robos. Comparar con el cebón muerto —esto es, un cerdo de engorde recién matado— enlaza con un dicho común: del cebón se aprovecha todo, hasta el rabo. Morán (1954) recoge la forma siguiente del refrán: “el que tiene un cacho huerto, tiene un ceboncito muerto”. Dios te ayude: Dícese inmediatamente tras un estornudo. Quien come en desa come en mesa: las dehesas (hiato que popularmente se resuelve como desa) proporcionaban un continuo suministro de recursos alimentarios, bien los ligados a la ganadería o a las huertas y besanas del terrazgo, como los obtenidos por intimidad con una naturaleza providente, en la que no escaseaba el gran lagarto entre el arbolado, o el bastardo, o
los erizos (frecuentes en los muladares), o las marujas y berros en los arroyos, o las acederas en los campos, o las setas y espárragos, o las bellotas dulces de alguna encina. Ajo, ¿por qué te criaste tan ruin?: porque no me plantaste por San Martín: (ATS, El tiempo, p. 135). San Martín cae el 11 de noviembre. Similar en Palacios del Arzobispo (Pal., 2001), donde se recoge también el refrán “el buen ajil, por San Martín”, idéntico, como muchos otros, en la relación de César Morán (1954). Numerosas variantes en Zamora (Cortés, 1995). En Portugal (Alves Ferreira, 1999): “se queres bom alhal, planta-o pelo Natal”. Correas (1627) también incluye una variante de este refrán en su recopilación: “Axo, ¿por ké no fuiste bueno? -Porke no me halló San Martín puesto”; igual en Hernán Núñez (hacia 1550). El ajo de enero llena el mortero. A pesar de la recomendación anterior, aquí se indica la conveniencia de sembrar en enero. La aparente contradicción se resuelve así: los ajos plantados anticipadamente, por San Martín, son más resistentes y duraderos. Los plantados en enero crecen más. En Extremadura, en efecto, Gutiérrez Macías recoge el refrán: “El ajo de Enero llena el mortero; pero yo de Diciembre lo quiero”. Día que pase de enero, libras que pierde el ajero. Es el complemento del refrán anterior. No hay que retrasar más que hasta enero la siembra del ajo. Una variante de este dicho se registra en Monleras: “cada día que pasa de enero, un diente de ajo pierde el ajero” (Solano, 1989). Es refrán muy antiguo, que ya figura en el Comendador: “tantos cobres pierde el ajero, como días passan de enero” (Núñez, 2001). Por San Marcos, el garbanzal ni nacido ni por sembrar. Es decir, han de sembrarse los garbanzos poco antes del 25 de abril. En Aliste se dice “...ni nacido ni en el costal”. En otras zonas de Salamanca, se añadía: “la vieja que lo decía, en tres parras los tenía” (no le iba demasiado bien, ni aun con el consejo; ¿o es que ya habían prosperado tanto?; extraído de Morán, 1954). En cambio, en Palacios del Arzobispo, la coletilla es: “y la vieja que lo decía, bien nacidos los tenía” (Pal., 2001); análogo en Sayago (Panero, 2000). Numerosas variantes zamoranas en Cortés (1995). Correas (1627): “En maio, el garvanzal ni nazido ni por senbrar”. Acederas en marzo, calenturas pa tol año; acederas en abril, calenturas pa morir. Véase en la voz acedera. También se recoge acederas en abril, hacen daño pa morir. San Lorenzo el airoso. Del día de San Lorenzo, 10 de agosto, se decía que era de buenos vientos, favorables para la limpia de las parvas. Ya por entonces las faenas de siega habían dado fin y las antiguas cuadrillas de gallegos, extremeños y portugueses, que venían a pie a Castilla para emplearse como segadores, regresaban, también a pie, hacia sus aldeas lejanas. En Galicia corría el refrán: “San Lourenzo xa pasou, / santa María vai vindo, /galegos, vámonos indo”. Es decir: “ya pasó San Lorenzo, ya se acerca santa María (15 de agosto): gallegos, vámonos yendo”. Por mucho que labre el carpintero, no irá la astilla muy lejos del madero: sugiere que los hijos salen a los padres, por mucho que se les pula y eduque. O quizás que el trabajador, aunque se aplique y esfuerce, no saldrá de su medianía y tendrá que seguir al pie del cañón. Se recoge también en Morille.
Gente moza, gente loca: alude a las alegres excentricidades del mocerío, que cantan, gritan o ríen por impulso, en una feliz inconsciencia que los adultos reprueban con ánimo mitad moralizante, mitad envidioso. A la cama, que andan brujas y son catalanas: frasecilla inofensiva para dar término a veladas o para conminar a los niños a acostarse. Venancio Bejarano recoge en Berrocal de Huebra un dicho similar: “a la cama, que andan brujas y son de Matilla, y dan palos en las costillas” (Carril, Ramos, 1995); En La Alberca Isidro Puerto registra una coletilla se sentido similar: “acostar, que andan las brujas por el lugar” (Carril, Ramos, 1995). El vino por San Andrés, vino viejo es. El vino se suele hacer hacia el día del Pilar (12 de octubre) con posibles fluctuaciones de fecha ligadas al clima, pues las uvas pintan antes o después en función de las lluvias o los soles. Hacia San Andrés (30 de noviembre) el mosto ya ha madurado lo suficiente como para que se le considere vino. Se recoge similar en la provincia de Zamora (Cortés, 1995): “por San Andrés / el vino nuevo, viejo es” o “por san Andrés, / el mosto vino es”. Yegua apeada, prado halla: indica que, a pesar de las arrapeas, las caballerías saben arreglarse para buscar pasto; de forma traslaticia, el refrán es aplicable a las adolescentes, que aún ligadas por normas y vigilancias paternas, saben buscarse amores. En Correas (1627) está idéntico: “iegua apeada, prado halla. Iegua kansada, prado halla”. Nos han comido la merienda y nos han cagao en el morral: se dice cuando a una degradación o agravio le sigue otro. Equivale al dicho común “tras cornudos, apaleados”. Siempre que se hace limpieza, engorda el mudadal: el muladar o basurero se nutre de los objetos inservibles que salen a la luz en las limpiezas, así como de las cosas que se van rompiendo y desgastando durante la propia faena de limpiar. Al serrador, vino, y a la sierra, tocino: se decía en las largas jornadas de sierra, cuando en el monte de Huelmos o de Valencia, un grupo (a veces, una familia) pasaba el día ocupado en derribar una encina o un quejigo. Es refrán difundido. El vino era estímulo para el serrador o cortacino, y el tocino, lubricante para la sierra. Los carpinteros y los carreteros también daban jabón a la sierra para lubricarla. El roce de la sierra en el monte producía un sonido musical, muy armonioso, que podía oírse de lejos. A veces, las encinas viejas, si se cortaban cerca de la base del tronco, podían tener piedras incrustadas en la madera, procedentes del crecimiento del árbol: esto era peligroso para los cortacinos (Gómez Gutiérrez y Pérez Fernández, 1992). En Monleras se añade la siguiente coletilla: “a la guadaña, piedra, y al guadañino, vino” (Solano, 1989). Guadañino es el que siega con guadaña; formación análoga a la de cortacino ‘leñador’, común en Salamanca. Come más pan que un gallego: hace referencia a los segadores gallegos, que venían en cuadrilla desde sus aldeas, a pie, con su hoz y con un gran pan de centeno en el morral (a veces el pan venía preñado con tocinos y chacinas que se habían cocido conjuntamente con la masa en el horno). La importancia del pan no se limitaba a los gallegos. También era el pan pieza central del sustento en gran parte de León y Zamora. Madoz (1845-1850) refiere, al describir el partido de La Bañeza, que sus habitantes “no se alimentan sino con pan de centeno mal amasado y peor cocido en panes ú hogazas de 8 ó mas libras, patatas, guisantes y alguna carne salada de
cabra”. El apetito de los segadores debía de ser proverbial, y en las comidas que el labrador les daba, por contrato, es comprensible que devoraran el pan blanco de Calzada. El dinero y el jamón para las ocasiones son: hay que saber ser generoso con lo que se tiene cuando llega el momento indicado. De los descuidados viven los gatos: advierte contra la relajación, porque los adversarios y los descuideros acechan. Tacita de plata, tres días en la espetera. El encaprichamiento por las novedades se desvanece pronto, una vez que el objeto deseado empieza a hacerse cotidiano. Juan de Valdés, en su Diálogo de la lengua, hace uso de este vocablo “no estiman las mugeres ni hazen más caso dellas que de los asadores, cuchares y cazos que tienen colgados de la espetera”. También se oye en Calzada la expresión “una mujer de espetera”, esto es, una mujer de lucimiento, para mostrar en público (pero de escasa contribución en el hogar o los campos). Casablanca, la blanca, ¿quién te mantiene?: los pobres labradores, que van y vienen. Esta variante del cantar más conocido, que se aplica a Salamanca, circulaba en Calzada, tal vez como floreo ocasional. Es también el molde de otras canciones populares: “Las chicas de Laceana, / ¿quién las mantiene?: / los arrierus, madre, / que van y vienen” (Laceana o Llaciana está en León). Jorge Isaacs, que murió en 1895, recogió en Colombia este cantar: “—Dime, niña bonita, / ¿Quién te mantiene? / —Las tropas de Colombia / que van y vienen”. En un fandango de San Vicente de Alcántara (Cáceres): “Castillo de Mayorga, / ¿quién te mantiene?: / la viuda de Sama / que mucho tiene”. La cosecha de Valdunciel, que no carga ni desampara: es decir, que no hace rico, pero tampoco consiente la ruina del labrador. Se decía que en Valdunciel salía mucha gamarza, lo que mermaba la productividad. También se empleaba como término de comparación: “tiene más gamarza que Valdunciel”. Si el regato no corre por Navidad, a la Armuña bien le va: Cada gota de agua en marzo, un garbanzo: El trigo le dijo al centeno: / cañas vanas, cañas vanas, / mucho medras, poco granas. / El centeno al trigo dijo: / cállate tú, porretudo, / que a las faltas bien te ayudo; en vez de “porretudo”, también se dice “gigante, cabezudo”. Las faltas son los años difíciles, en los que el centeno, más frugal, permite al menos una cosecha. La primera parte se recoge también en Palacios del Arzobispo: “el trigo dice al centeno: anda, cañas vanas, mucho creces, pero poco granas” (Pal, 2001); el refrán procede de Morán (1954). Se trata de un tema antiguo, que ya aparece repetido en Correas (1627): “zankas vanas, zankas vanas, tenprano espigas y tarde granas. –Kalla, kalla, rrodilludo, ke a do tú faltas io kunplo ; o Kalla, kalla, haldudo, ke a las faltas bien te aiudo”. Otras versiones: “anda, zankivano, presto en la espiga i tardo en el grano. -Anda, meolludo, ke en tus menguas bien te aiudo” (igual en el Comendador, hacia 1550); y sigue así: “Kalla, zankivano, ke en el año bueno no vales un grano. -Kalla, meolludo, ke en el malo bien te aiudo”. Cuando el grajo pasa por tu lugar, a grande o a chico quiere llevar: También “cuando canta la graja del lugar...”. Los mayores tomaban el vuelo y graznido del pájaro sobre los tejados como presagio
de que alguien en la casa iba a morir. Se suponía que olían la muerte. El ave, de plumaje negro y voz ronca, ha sido tomado tradicionalmente como “pájaro de mal agüero”. No soy de La Mata, soy de Aldeatefastidien. Los de La Mata eran famosos arrieros, hasta que el ferrocarril los vino a arruinar. Había uno que iba siempre a pie con las alforjas al hombro, y por burlarse de él, una señora le preguntó a voces: “¿es usted de La Mata?” Y la respuesta que dio el hombre fue la frasecita, quizás con un sinónimo más áspero. En las retahílas geográficas se cantaba: “De La Mata, arrieros, / de Carbajosa, la herrera, / de La Vellés son los majos, / de Arcediano las doncellas” (Ledesma, 1907), pero una variante posterior dice: “de La Mata son los burros, / y de Carbajosa, la herrera” (Sanz, 1953). La invención de topónimos ofensivos para el receptor es un recurso conocido en la literatura popular: “vivo en la calle revientes, / esquina rómpete el alma, / donde el demonio te lleve, / maldita sea tu facha” (Morán, 1924). Tres cosas tiene Zorita que no las tiene Madrid: el molino, la chopera y la casa de Solís. De cuando se iba al Tormes a moler y a lavar. El molino, que se electrificó temprano para convertirse en fábrica de harina, sigue allí. Era de D. Bernardo Olivera, prócer ledesmino. La chopera ha sido reemplazada por otras de variedades comerciales madereras de álamo. La casa de Solís, con sus tres sequoias, permanece en pie. Este modo de ponderar las excelencias de un lugar es tradicional: por ejemplo, en la Alcarria, “tres cosas tiene Trijueque que no las tiene Torija: el Torreón, la Olivera y el monte de la Matilla” o “tres cosas tiene Viñuelas que no las tiene Madrid: Valdehorcajo, Valdesteban y el jaral de Valdeliz”; en Zamora: “tres cosas tiene Almaraz que no las tiene Zamora, Trigalicos y La Manga y la Viña Valzamora”; véase en Cortés (1995) uno semejante: “tres cosas hay en Fornillos / que no las tiene Zamora: / el alto del Pendoncico, / la Recierta y Casasola”. Debe de ser un molde antiguo, que ya consta en una copla famosa en el s. XIX: “Tres cosas tiene La Habana / que no las tiene Madrid: son el Morro, la Cabaña / y ver los barcos venir”. Otras formas análogas: “tres cosas hay que ver en Medina: el reloj, y la plaza, y Quintanilla”; o “tres cosas tiene Viana: las piedras, las Tetas y el monte Solana”. Ser más exagerado que Hermógenes: este Hermógenes era un tendero ambulante, de telas, que iba con un carro tirado por un mulo y cerrado con toldilla. Se jactaba de su melonar, en el que, según él, cabía toda la burricá. Una vez cosechó una sandía tan grande, que, al transportarla, tuvo que dejar la mitad en saledizo, fuera del carro. Es célebre la anécdota de las perdices. Tenía Hermógenes un reclamo y era tal su éxito atrayendo pájaros que el carro, sobrecargado, estuvo a punto de bascular hacia atrás y se vino a “empinar el macho”. La misma historia se cuenta en referencia a palomas torcaces, yendo Hermógenes por los montes de Valdelosa. Cuando los primeros mozos jóvenes compraron en Calzada coche propio, recibían advertencias jocosas de los viejos: “Cuidado no te pase como a Hermógenes”; en este caso, el reclamo irresistible era el coche, y las palomas, mozas casaderas seducidas por el lujo. Ir a la peña Marola. Se decía para expresar una tarea de poco fruto o un propósito equivalente a una pura pérdida de tiempo. La Peña Marola está en Santibáñez, cerca de la Rivera de Cañedo (es la segunda loma tras las casas de la alquería; parece ser que no coincide con la llamada Peña del Castillo). Como es terreno totalmente baldío, de afloramientos rocosos, se consideraba el epítome de lo infructífero. Empleaba esta expresión el señor Quico Castañeda. Ser como la peste de Argusino. Se decía al ponderar lo mortífero o calamitoso de un suceso. Alude, parece ser, al extinto pueblo sayagués de Argusino, no lejos del Tormes aguas abajo de
Ledesma. Este pueblo, debido quizás a su baja altitud y mala ventilación, pudo ser propenso a paludismo y otras enfermedades. Argusino sucumbió a la presa de Almendra, que inundó su casco. Por los tesos de Almenara van los siete infantes de Lara: se decía de las lomas de cima plana que hay en la linde entre Almenara y Torresmenudas. La rima empuja hacia esta atribución plenamente fantástica. Otra ficción de no menor enjundia es la que registraba Morán Bardón (1990) en 1932: “en Ledesma y sus cercanías se dice que en Peñameces, o Peñamecer, están enterrados los pastores de Belén”. Con el aire que llevas cuando vas a lavar, el jabón de la ropa te dejaste olvidar: aplicable a la moza vanidosa, que de camino a los lavaderos, con la restregadera al cuadril, olvida lo más importante, el jabón de lavar. Más vale una cara en la mesa, que cien vacas en la desa: a la hora de elegir mujer, dará más satisfacción una buena presencia, que luzca y dé temple en las concurrencias, que no una rica con dote ganadera. 2.2. Vestigios del cancionero calzudo
Se reúnen aquí algunos fragmentos de la memoria cantable del pueblo, insuficientes ciertamente para sugerir el edificio musical de la antigua Calzada, pero valiosos en su escasez como ventanuco hacia el viejo vivir de la comarca. ¿Dónde va la mi morena, dónde va la resalada? ¿Dónde va la mi morena?: Con el cántaro por agua. Con el cántaro por agua, Un galán me la entretiene Y yo le salgo al encuentro Por ver si viene o no viene, Por ver si viene o no viene, Por ver si viene ella sola Y la viene acompañando Una bandera española 1 Y una bandera española Y un trabuco naranjero Con letras de oro que dice Un fragmento similar es recogido por Rodríguez Fernández (1991) en la zona de Aliste (Zamora). “Esta noche y la que viene, / esta noche y la pasada, / si será la mi morena / la que va al caño a por agua. // La que va al caño a por agua, / alguno me la entretiene, / y yo esperando por ella, / por ver si viene o no viene. // Por ver si viene o no viene, / por ver si venía sola, / y venía acompañada / de la bandera española”. Esta canción se bailaba a modo de vals (brincao) en Riofrío de Aliste.
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Viva la sal y el salero Viva la sal y el salero Viva la sal salerosa Viva los hijos de viuda Y el buen talle de una moza Y todos los hijos de viuda Llevan en el pantalón Una cintita encarnada Que me roba el corazón. Esta canción, recitada por Martina Gallego (de Juan Agustín) y Garcilaso, independientemente, se cantaba por los mozos y las mozas de camino al baile. Remataban las estrofas con jijeos. Puede clasificarse como cantar de ronda o pasacalles. En La Alberca se interpretaba en cualquier festejo en que un grupo de personas acompañaban al tamborilero por la calle. La versión recogida por Cid Cebrián (1986) no difiere en mucho de ésta salvo en las dos estrofas finales, que allí quedan reducidas a ésta: “viva la sal y el salero / viva los hijos sin padre, / viva los hijos sin padre / que yo por uno me muero”. En ambas versiones se elogia, desde el punto de vista de la moza casadera, la condición autónoma de los hijos de viuda, precozmente libres y adultos. El trabuco naranjero era una escopeta pequeña y tenía la boca en forma acampanada, de trompeta, con la cabida de una pequeña naranja. Se asociaba con los bandoleros. Tu eres chiquita y bonita como el grano de cebada; lo que tienes de chiquita lo tienes de resalada. 2 Eres como el trigo rubio escogido grano a grano. Tú eres la mejor muchacha que en el mundo se ha criado. A Santa Águeda le decían esta coplilla: Santa Águeda mágueda estaba en un teso 3; Fue la zorra y le dio un beso. Un cantarcillo de corrobla es el siguiente, de que se dice que fue cantado una vez por un grupo de mozas en la fiesta de Forfoleda: Calzada cae en llano, Forfoleda en una cuesta, Bebed de esta bota, Que poco nos cuesta. 4 Análogamente en una alburiada (ronda de despertar) de Figueruela de Arriba (Aliste, Zamora): “Morenita y redondita, / como un grano de cebada, / lo que tienes de pequeña, / lo tienes de resalada. Levántate”. También, en Garganta la Olla (Cáceres): “eres chiquita y bonita / y asín como eres te quiero; / lo que tienes de bonita / lo tienes de resalero” (Antonio Cid, 1974). 3 Análogamente, en la comarca de Peñaranda de Bracamonte: “Santa Águeda, Mágueda, / Reina y Señora, / venga usted a dar la teta / al niño que llora” (Andújar Espino, 1966). Mágueda parece deformación festiva de Águeda, quizás por aproximación a maga. 2
De Calzada se cantaba: En el pueblo de Calzada No se crían avellanas; Que se crían buenas mozas, Morenas, rubias y saladas. 5 También se cantaba en el baile 6: Señor cura, no baile, Porque tiene la corona. Señor cura, baile usted, Que Dios todo lo perdona. El señor cura del pueblo Tiene una cama de flores; El pueblo la tiene también Porque socorre a los pobres. Emparentada con la tonada que recogió Dámaso Ledesma (1907) en La Maya, se recuerda vagamente este fragmento en Calzada: Carolina, Carolina, ¿con qué te rizas el pelo?: Con las tenacillas de oro, Que me las dio el habanero. 7 ... Carolina, la buena moza: Y ahora la van a llevar A los palos de la horca. La tonada de La Maya era de composición similar en la primera parte, aunque luego divergía: “Carolina, Carolina, / ¿con qué te rizas el pelo? / ¿con las tenacillas de oro / que te ha dado el habanero? / que son las once y no has venido / me dijiste que a las diez, / ¿dónde te has 4 Es un recurso común en los romancillos geográficos, sobre el que ya llamó la atención Joaquín Costa, quien recoge muchos ejemplos; en particular, es comparable esta canción de segadores: “Tamarite está en un llano, /Berbegal en una cuesta; / ¡traiga la bota, nuestro amo, / que buena canción es ésta (o nos cuesta)!” 5 Es también un procedimiento de encuadre bien conocido. Un cantar parecido se conserva en Parada de Llanes (Asturias), donde se dice: “En el pueblo de Posada / no se crían naranjales / que se crían buenas mozas / y con ellas los chavales”. 6 Muy similar es la fórmula recogida en el Bierzo (Bierzo, p. 165). 7 Un fragmento similar es recogido por Rodríguez Moñino (1965) en Calzadilla (Cáceres): “La Petronila en el baile / se arrima a los de Cilleros, / es un poquito celosa, / pregunta por el mulero. / Anda Petronila, / que contenta vas / con los treinta riales / que te van a dar. / Petronila, Petronila / ¿con qué te rizas el pelo? / Con tenacillas de plata / que me regaló el mulero. / Petronila, Petronila, / bien te lo decía tu madre, / que el andar con el mulero, / te habían de sacar cantares.”
entretenido, / que no me has venido a ver? / ¿estarías con la otra, / con mucho gusto y placer?”. Algunos dichos y gracejos de enamorados, que se oyen todavía en corrillos del pueblo, pueden ser incluidos aquí. En tono de desengaño: “el amor y el interés /salieron al campo un día: / pudo más el interés / que el amor que te tenía”. De un novio que quería verificar cómo se las arreglaba en las tareas cotidianas su futura: “con la disculpa de encender el cigarro / entro en la cocina por ver tu garbo”. Un acertijo: “si el enamorado no es torpe y es entendido, / ahí le van el nombre de la dama y el color del vestido” (la respuesta es Elena y morado). En alabanza del amor primero: “cuatro palomitas blancas / subidas en un ladero: / unas cantan y otras dicen / ‘no hay amor como el primero’”.
2.3. Calendario agrícola popular recogido en Calzada, de una señora mayor que lo recordaba de memoria (Carmen Riesco Riesco) Esta retahíla tiene su inspiración, remota o cercana, en las cartillas de pedagogía agrícola, que se popularizaron a finales del s. XIX. Sin embargo, parece que tuvo autor, y se trata de un labrador de Rollán, José Martín Borrego (n. 1843, +1909). José Antonio Benito Rodríguez publicó una compilación amplia (Benito, 1985) de los versos de José Martín (Joseíto de Rollán), obtenida a partir de un manuscrito de Sandalio Rodríguez (de diciembre de 1942), del mismo pueblo. La relación que aquí se presenta proviene de Carmen Riesco Riesco (n. en Calzada de Valdunciel en 1909, +1994), quien la había apuntado de memoria en unas cuartillas. En el momento de registrar estos versos, el autor del libro desconocía otras versiones impresas de lo mismo. Sólo más tarde pudo comprobar la existencia de la copiosa relación publicada por J.A. Benito en 1985. La estructura de ésta, en lo tocante al calendario agrícola, es clara. Cada mes es presentado con un preámbulo en verso, con generalidades y ocurrencias varias. Seguidamente se pasa a las máximas, también en verso generalmente octosílabo. Los recuerdos de la señora Carmen habían ofuscado esta estructura, por lo que en ellos se engarzaban versos provenientes de ambas partes (preámbulos y máximas). En la versión que sigue, se ofrece una relación completa de las máximas, en dos columnas (a la izquierda, la de la señora Carmen; a la derecha, la versión según el manuscrito de Sandalio Rodríguez). Los preámbulos pueden consultarse en el artículo de J.A. Benito; sólo cuando algún fragmento preambular constaba en la versión de Carmen se ofrece dicho texto en cursivas, confrontado con la versión de Rollán. Como se puede comprobar, la memoria de la señora Carmen era más precisa en los meses iniciales del año; pasado el verano, aumentaban las lagunas e interpolaciones. El interés por reproducir aquí el texto en la forma recordada por Carmen es múltiple: por un lado, tanto los versos creados por el señor Joseíto de Rollán como las cartillas agrícolas se basaban en el refranero popular y, como las notas muestran, es estrecha la correspondencia con dichos de la zona; a ello se añade el hecho de que en la reelaboración de memoria de la informante no le constaba el original del que estos versos, retenidos durante años por vía oral, procedían. No es descartable que el texto se conserve impreso en otras ediciones (además de la publicada por J.A. Benito) desconocidas para nosotros. En la compilación El tiempo: meteorología y cronología populares, del Archivo de Tradiciones Salamantinas (ATS), se citan refranes sueltos procedentes de Macotera, que parecen corresponderse fielmente, como vestigios fragmentarios, con los consejos del presente calendario. Es probable que surjan debido a la extensa difusión oral que consiguieron las máximas en verso del señor José Martín Borrego, de Rollán. Compárese también con el calendario rústico zamorano recogido por Cortés (1995). Con independencia de su origen, la reproducción de memoria del calendario ha dado lugar a intercalaciones y adaptaciones que dan una buena muestra de léxico local. El poeta popular José Martín Borrego llegó a publicar una obra en romance octosílabo, con treinta y dos capítulos: Adelaida en la montaña (1899, Salamanca, Imprenta de R. Esteban, 99 pp.): cf. una reseña de Luis R. Miguel en El Lábaro, 10 de enero de 1900, p. 1-2. Sus versos de consejo agrícola llegaron a ser conocidos como Guía y máximas del
agricultor. Fue invitado en 1904 a leer un capítulo de ella, “con característica entonación y sencillo desparpajo”, ante el Congreso Agrícola del mismo año en Salamanca (El Castellano, 8 de septiembre de 1904, p. 2; El Porvenir: periódico republicano, 19 de septiembre de 1904, p. 2). El libro se llegó a publicar, pero no consta dónde, ni parecen quedar huellas de su edición. Ya en 1897 se indicaba que la primera edición estaba agotada (El Fomento de Salamanca, 23 de noviembre de 1897, p. 3). [ENERO] Enero de hielos, en las eras muchos muelos 8. La alzada de enero hace a su amo caballero 9, porque se curte la tierra con los hielos y las nieblas. Los guisantes en enero suelen ser perecederos: la siembra de los guisantes, de febrero en el menguante 10. Hasta por la Encarnación 11 los tengo sembrados y dieron mejor resultado que los que fueron tempranos. Los médicos por la ciencia, y el labrador por la experiencia: esto a ambos hace falta y aun a las veces no basta. En el trabajo al ganado traerlo siempre bien calzado. Lechuga, berza y tomate se siembran en el menguante. Si cuando llueve se hacen en el agua caracoles, labradores y hortelanos, no tocadle a las labores. 12
Enero de hielos, en la era muchos muelos. La alzada de enero hace a su amo caballero porque recurte la tierra con los hielos y las nieblas. Los guisantes en enero suelen ser perecederos. La siembra de los guisantes, de febrero en el menguante. Hasta por la Encarnación los tengo sembrados yo. Dieron mejor resultado que los que fueron tempranos. Los médicos por la ciencia y el labrador por la experiencia. Ésta en ambos hace falta mas a las veces no basta. En el trabajo el ganado traerlo siempre bien cebado [calzado]. Lechuga, berza y tomate se siembran en el menguante. Si cuando llueve se hacen en el agua caracoles, labradores y hortelanos, no tocar a las labores.
Compárese con “año de hielos, año de muelos” en Morán (1954) y en Palacios del Arzobispo (Pal., 2001). Se da a entender que las heladas auguran buena cosecha y por lo tanto copiosos muelos. En Sayago: “si hiela en enero, en las eras muchos muelos” (Panero, 2000). El Comendador (hacia 1550) registra el refrán “año de eladas, año de parvas” (Núñez, 2001). 9 En Palacios del Arzobispo, circula el refrán: “alzadita de enero hace al amo caballero, y si es antes, caballero con guantes”. El mismo refrán en Morán (1954). Se supone que la alzada temprana, esto es, la primera vuelta de arado que se da a la tierra, es sumamente beneficiosa. En Andalucía, “el barbecho de enero hace a su amo caballero, y si antes, hasta con guantes” (Cobos, 1989). Ya Correas (1627) recoge el dicho: “Alzada, de enero á de ser para ser buena”. 10 Análogo consejo se recoge en Asturias: “si quiés tener buen patatero, sema a menguante de la lluna de febreru” (Cobos, 1989). La referencia al menguante es frecuente en los refranes antiguos (Correas, 1627): “En menguante de enero, korta tu madero”. Sin embargo: “quando menguare la luna, no siembres cosa alguna” (Núñez, ca. 1550). 11 25 de marzo. 12 Este consejo es recogido en forma idéntica, como refrán, en Macotera (ATS, El Tiempo). 8
Si se juntan los hombres en las cocinas, en la taberna o fragua, mal tiempo inclina 13.
[FEBRERO]
En febrero, la morchuela 15, cuando canta, llueve o nieva. Si febrero viene de aguas, habrá pastos y habrá parvas 16. La aricada de febrero, presa 17 y con poco orejero 18. Si se entierra mucho el fruto, se quitan los orejeros y que se entierre el arado hasta cubrir el trebejo 19.
Si se juntan los hombres en las cocinas, en la taberna o fragua, mal tiempo inclina [se avecina]. El gañán que sea gañán y tenga conocimiento, según sea la pareja debe hacer el barbecho. Porque existe diferencia de entenderlo a no entenderlo. A una pareja mediana se pone el arado siento 14 y el pulso es el que trabaja para que entre más o menos. Siembra en febrero la avena: no temas, que no se hiela. En febrero la mochuela cuando canta, llueve o nieva. Si febrero viene de aguas, habrá pastos y habrá parvas. Cuando el tiempo está de heladas son buenas las aricadas. La aricá de febrero, presa y con poco orejero. Si se entierra mucho el fruto, se quitan los orejeros y que se entierre el arado hasta cubrir el trabajo.
“Día de agua, día de taberna o de fragua”: se dice en Sayago (Panero, 2000). Parece querer decir: se asienta, se estabiliza. Siento es un participio fuerte de asentar, como pago de pagar (en vez de asentado, pagado). 15 Mochuelo. 16 Morán (1954) recoge el refrán: “las aguas de febrero abastecen tu granero”. En Galicia “se non chove en Febreiro, nin bo prado nin bo centeo” (Cobos, 1989). Igual en Monleras: “si no llueve en febrero, ni hay buen prao ni buen centeno” (Solano, 1989); también en Sayago (Solano, 2000). En Portugal: “Quando não chove em Fevereiro, nem bom prado nem bom lameiro, nem bom corno no carneiro”. Correas (1627): “Kuando no llueve en hebrero, ni ai buen prado ni buen zenteno”. En la vecina tierra de Miranda, “nun chobendo an Febreiro, nien bun centeno nien bun lhameiro” (Mourinho, 2007: 77). 17 Sánchez León (1995) describe preso como ‘de ángulo cerrado, agudo’: un zacho está preso cuando su mango forma un ángulo más cerrado que el habitual. 18 Orejero: “cada uno de los dos palos, de sección circular y ligeramente curvados, que lleva el arado romano para abrir el surco y voltear la tierra a ambos lados de la reja”. Es decir, la aricada, cuya función es arrimar tierra a los cerros, donde está creciendo el tallo de los cereales sembrados, así como retirar hierbas crecidas en los valles, debe mover poco la tierra para no dañar la futura cosecha. Los refranes de Macotera (ATS, El Tiempo) añaden este consejo: “Conviene el hacer la rastra / al tiempo que el fruto medra, / cuando el fruto está aricado, / antes que esté alombrizado”. 19 Parece referirse al pescuño del arado. En Toro se llama trobejo a dicha pieza. Este pasaje remite de nuevo a un autor del oriente de la provincia. En efecto, el tipo de arado en el que el trebejo forma la extremidad del dental, sobre la que el arador puede apoyar el pie para hacer presión, es de difusión castellana, y en Salamanca sólo existía 13 14
Quien mucho adelanta [a] arar, más avanza [a] acarrear. El que quiera coger fruto, en año bueno y en malo que estierque y meta a los bueyes poca bulla y mucho clavo 20. Por la fiesta de San Blas, la cigueña en Quejigal 21, que matan muchas machorras y bien a comer lo sabrás 22.
[MARZO]
Quien mucho adelanta a arar más avanza a acarrear. El que quiera coger fruto en año bueno y en malo que estierque y meta a los bueyes poca bulla y mucho clavo. Por la fiesta de San Blas, la cigüeña en Quejigal, que matan muchas machorras y vienen a comer las sobras. A últimos de febrero salta el pez en el chorrero 23 si el tiempo está en condición respecto de la estación.
Marzo quita las polillas de las sayas y mantillas, conque bueno será cuando mata las bichillas 24.
Marzo quita las polillas de las sayas y mantillas, conque qué bueno sera cuando mata las bichillas.
Marzo es la puerta del año, abril la cerradura, 25 mayo es el mes que discierne el labrador la ventura 27. Marzo seco, de aires cierzos 28, ponle dientes a tus bieldos. Si marzo no hace lagunas, la cosecha está segura.
Marzo es la puerta del año, abril es la cerradura, mayo es el mes que desciende 26 del labrador la ventura. Marzo seco de aires cierzos ponle dientes al briendo. Si marzo no hace lagunas la cosecha está segura.
en la parte más al este. Así, en la comarca de Medina del Campo, Sánchez López (1966) recoge la voz trobejo ‘pasador de madera que atraviesa en sentido horizontal la parte posterior del dental del arado y se utiliza para apoyar el pie’. Éste es el arado llamado castellano o arado-cama; el tipo prevaleciente antiguamente en Calzada pertenecía también a este grupo, pero aquí se llamaba trobejo a un pasador en la parte más alta de la terihuela. Véase la descripción de Gordillo Asunción sobre las piezas del arado. 20 Es decir, que estimule mucho a los bueyes para que aren despacio y profundo. Idéntico consejo se recoge como refrán en Macotera (ATS, El Tiempo). 21 La referencia a Quejigal (en la Armuña Chica, junto a Tabera y Rollán) es comprensible dada la patria del autor, natural de Rollán. San Blas era el patrón de Quejigal; su fiesta se celebraba con una víspera en que se encendían hogueras; luego, al día siguiente, había misa, se bendecían las gargantillas y se hacía baile. 22 Machorras son las ovejas no destinadas a criar corderos. Es claramente preferible la versión recogida por José Antonio Benito. 23 Es decir, empiezan los peces a saltar en los tramos turbulentos (chorreros), preparándose para frezar. 24 “Marzo quita las polillas de las sayas y mantillas. Mira qué bueno será cuando mata las bichillas” es refrán en Sayago (Panero, 2000). Da a entender que es un mes sano y que cura a la gente y a la tierra. 25 “Abril i maio , la llave de todo el año” (Correas, 1627; Núñez, 1550); aunque se replicaba: “Enero haze el pekado, i maio es el kulpado”. 26 Parece que la forma discierne es más ajustada al sentido de la frase. 27 Es decir, en mayo ya se deja adivinar cómo de buena vaya a ser la cosecha. 28 “Marzo ventoso i abril lluvioso, sakan a maio hermoso” (Correas, 1627). Muy parecido en el Comendador. En tal caso, se prevé buena cosecha, y el briendo deberá tener más dientes para hacer frente a las abundantes mieses.
Si marzo viene de aguas, pronto se trillan las parvas. Si el mes de marzo el trigo pone calzas coloradas, para el año venidero los labradores, albarcas, porque la cosecha es corta y a hacer zapatos no alcanza 29. Cuando canta el gorrión no trabaja el labrador, y si cantan los jilgueros, no temas meter obreros 30.
Adiós, marzo venturoso, más vale que vengas seco que de lluvias tempestuoso.
Si marzo viene de aguas, pronto se trillan las parvas. pasado el veinte de marzo ya puedes sembrar garbanzos. Si el mes de marzo el trigo pone calzas coloradas, para el año venidero los labradores albarcas. Porque la cosecha es corta y a hacer zapatos no alcanza. Cuando canta el gorrión no trabaja el labrador, y si canta la escribana el temporal bueno aguarda 31. Si en marzo las curujonas 32 cantasen por la mañana, estando el tiempo revuelto, por la tarde espera el agua. Adiós, marzo venturoso, más vale que vengas seco que de lluvia tempestuoso.
[ABRIL] Abril de lluvias y fríos, padecen mucho los trigos. Abril de lluvia y sereno 33, prepara bien tu granero. Hasta el día de San Marcos 35, se pueden sembrar garbanzos. Caiga alta, caiga baja la [Pascua], no destetes tu ternero hasta pasar San Mateo 36:
Abril de lluvias y frío padecen mucho los trigos. Abril de lluvia y sereno, Prepara bien tu granero. 34 Hasta el día de San Marcos se pueden sembrar garbanzos. Caiga alta, caiga baja la semana de Pasión, para sembrar los garbanzos es la semana mejor. No destetes tu ternero hasta pasar San Mateo.
En Sayago se recoge: “si en marzo pone el trigo las calzas coloradas, los labradores, albarcas, porque la cosecha es corta y a hacer zapatos no alcanza” (Panero, 2000). Se refiere a una pelleja rojiza que le sale a las cañas del trigo en los años de mala cosecha. 30 Jornaleros o temporeros. Véase el dicho, recogido en Calzada: “En febrero, mete tu obrero, que tu pan te comerá, pero tu jornal te dejará”. 31 La escribana es algún ave del género Emberiza o similar; tales aves se caracterizan porque sus huevos parecen escritos, por tener un patrón mimético con el entorno herbáceo. Probablemente se trata del triguero, Miliaria calandra. 32 Ciertamente se trata de la cogujada, sea la montesina o la común, Galerida sp. 33 Sereno es tiempo despejado. 34 Un extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 presenta la siguiente versión: “abril de lluvia sereno / prepara tu granero” (El Adelanto, 8 de abril de 1904, p. 1). 35 25 de abril. “Por San Marcos, el garbanzal, ni nacido ni por sembrar”. 29
si nace por San Martín 37, destétalo al fin de abril.
[MAYO] Ara sin cesar en mayo, que come bien el ganado 41; hasta medio día arar, y por la tarde a escardar 42. En este tiempo conviene el ir [a] arar de temprano, que, con la fuerza del sol, no se sujeta el ganado. 43 No hace falta en los arados que tengan mucha madera: no son los arados gordos los que más labran la tierra. 44
Si nace por San Martín destétalo a fin de abril. Si se juntan por las tardes los mosquitos a bandadas que el temporal está siento 38 esta señal es muy clara. Has de atravesar la tierra cada seis años siquiera [riqueza], que la tierra atravesada se hace la mezcla y se labra 39. No hace falta en los arados que tengan mucha madera: no son los arados gordos los que mejor labran la tierra 40. Ara sin cesar en mayo, que come bien el ganado. hasta la merienda arar y por la tarde a escardar.
Cuide el labrador su tierra y el comerciante su tienda los labradores abarcas y los tejeros alpargatas. 45 Cuando cantan los tuteros
San Mateo es el 21 de septiembre. Se había interpolado “Pascua”, en un punto donde no quedó clara la retahíla. 12 de noviembre. 38 En Sayago, se dice del tiempo que “está siento” cuando es estable. Parece decir que el tiempo va a ser anticiclónico si se ven bandadas de mosquitos. En 1843 Manuel Hermenegildo Dávila ofrece el siguiente pronóstico, basado en la conducta de los cínifes o mosquitos: “si se ve a estos últimos juguetear en los aires, o si las avispas aparecen por la mañana en gran número, y las arañas en el aire o sobre las plantas, todo esto indica buen tiempo” (El Salmantino, 13 de agosto de 1843, p. 7). 39 Atravesar aquí quiere decir realizar una labor de arada en sentido transversal a las anteriores. La variante [riqueza] carece de sentido. 40 Consejo incluido en mayo en la relación de Calzada. 41 Y por lo tanto tiene fuerza para tirar del arado. En mayo hay abundante pasto. 42 “El que en mayo escarda, hace parva” (Morán, 1954). La escarda se hacía a mano y era tarea habitualmente encomendada a mujeres. 43 Este consejo lo incluye entre las máximas de junio el original de J. A. Benito. 44 Consejo recogido en forma casi idéntica, como refrán, en Macotera (ATS, El Tiempo). 45 No está clara la implicación: ¿por qué han de gastar los tejeros alpargatas? 36 37
cerca viene el aguacero. 46 Al concluir el trabajo da de cenar al criado para que se acueste pronto y se levante temprano, que al cantar la golondrina, de pies esté en la cocina. Tienen aquéllas reloj, que no necesitan guía, pues apenas rompe el alba salen a ganar la vida. 47 El que para mayo deje el verano tarde le llegó el cuidado. 48 [JUNIO]
No motiles 50 tu ganado hasta que no pase mayo, que si lo motilas antes y viene una granizada, está en peligro que tengas pellejos para zamarras 51.
Por San Antonio las aguas Al trigo el hijo 49 le iguala. El año que el trigo ahíja, si tiene buena granazón, la cosecha ya está fija. No motiles tu ganado hasta que no pase mayo, que si lo motilas antes y viene una granizada, está en peligro que tengas pellejos para zamarras. La mejor vuelta a la tierra desde San Pedro a la siega 52.
Se refiere a los sapos tuteros, que cantan generalmente en horas de noche o crepúsculo con un monótono reclamo “tu…tu…tu”. Estos sapos se suelen denominar sapos parteros (Alytes obstetricans y Alytes cisternasii). 47 Se refiere a las golondrinas. 48 Llega tarde, porque su esfuerzo ya será inútil si empieza tan tarde a esforzarse. En este mes, ya está decidida la suerte del verano; se dice en Miranda “yá ben l Maio pulas canhadas, spigando trigos, segando cebadas” (Mourinho, 2007: 104). 49 Se llaman hijos a tallos secundarios que brotan de raíces adventicias nacidas del tallo y raíz principal. Por San Antonio (de Padua, celebrado el 13 de junio), el tallo secundario se iguala en altura con el principal. Los trigos ahijaban más en el pasado, porque la siembra era más espaciada. 50 Motilar es ‘esquilar’. 51 Es decir, en peligro de que la tormenta mate las ovejas y que del ganado lo único que le quede al pastor sean las pieles. Véase el refrán portugués: “se Março dá de rabo, nem fica ovelha parida nem pastor açamarrado”. Esta historieta meteorológica es antigua, y ya Correas (1627) la cita en varias versiones: “Si marzo buelve de rrabo, ni kedará ovexa, ni pastor enzamarrado”; o “si marzo buelve de rrabo, no dexa kordero enalmagrado, ni pastor enzamarrado, ni karnero enzenzerrado”; o “Allá vaias, hebrero el korto, kon tus días veinte i ocho; mal as burlado mi ganado, ke llevaste lo de ogaño. -Allá keda mi ermano marzo, ke si buelve de rrabo, no dexa kordero enalmagrado”. También lo aplica a abril: “Allá vaias, marzo marzocho; aká me kedo io kon mis bezerros todos ocho. -Kallá, de una viexa falsa rruin, ke allá viene mi ermano abril, ke kon los kueros a la feria os hará ir”. Véanse otros refranes equivalentes en Hernán Núñez (hacia 1550). 52 Labor de arada que se daba a las tierras en barbecho, es decir, durante el año de descanso previo al año de siembra y cosecha. 46
Agua que cae por San Juan quita vino y no da pan 54. Si conoces algún año que se siegue por San Pedro 55, vive con cuenta y cuidado que de éstos hay pocos buenos.
La tierra que en este tiempo pase por ella el arado, para el año venidero ya dará buen resultado. En este tiempo conviene el ir arar de temprano, que con la fuerza del sol, no se sujeta el ganado. No hagas grande tu leñero hasta principio de invierno, que si el invierno da frío, un incendio da el estío. 53 Nieve que cae por San Juan quita vino y no da pan.
[JULIO] El año que aguarde el trigo a segarse por Santiago dale vino a los segadores y pon cadenas al carro. Si cuando se dan los haces pinga el trigo en los sombreros, vive con la confianza de que son grandes los muelos. 57 En este tiempo al criado da a menudo con el jarro si cumple con la obligación y mira por lo del amo.
El año que aguarde el trigo a segarse por Santiago, da vino a los segadores y pon cadenas al carro. 56 Si cuando se dan los haces pringa el trigo en el sombrero, vive con confianza de que son grandes los muelos. En este tiempo el criado da aumento con el jarro si cumple su obligación y mira por lo del amo. 58
Parece recomendar que no se acumule leña en las tenadas al comienzo del verano, dado el riesgo de incendios. Análogamente, “las aguas de San Juan quitan vino y no dan pan” (Palacios del Arzobispo, p. 56, y Morán, 1954); en Bemposta (Miranda de Douro, Portugal), “a chuva de S. João bebe o vinho e come o pão”. En Correas (1627): “Agua de por San Xuan, kita vino i no da pan; por agosto, ni pan ni mosto”. También registrado en Hernán Núñez (ca. 1550). En Zamora (Cortés, 1995) se añade localmente una coletilla: agua por San Juan /quita vino y no da pan, / pero engorda el melonar”. 55 29 de junio. Se trataría por lo tanto de una siega prematura, pues lo normal es segar el trigo hacia mediados de julio. 56 De forma idéntica en el extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 (El Adelanto, 8 de abril de 1904, p. 1). Una maduración lenta asegura cosecha abundante. Habitualmente (Morán, 1954), “por la Carmela, el trigo pide su siega; por Santiago, el trigo segado”. La Carmela es la Virgen del Carmen (16 de julio). Santiago es el 25 de julio. Segar por Santiago, por lo tanto, implica una larga faena de siega (hay que estimular con vino a los segadores), y necesidad de reforzar el carro. Idéntico consejo en los refranes de Macotera (ATS, El Tiempo). 57 De forma idéntica en el extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 (El Adelanto, 8 de abril de 1904, p. 1). Pronóstico recogido en forma idéntica en Macotera (ATS, El Tiempo). Carece de sentido la variante de J.A. Benito, pringa. La idea de base es que, al segar, cuando hay cosecha alta y abundante, el grano pinga ‘gotea’ sobre los sombreros de los segadores. 53 54
No siegues el fruto en verde aunque quede algo en las tierras, que el que recoges a casa empero y clase lo llevas. 59 Julio vive recogiendo lo que los otros le han dejado. Para que sea bueno julio ha de venir fresco, aireado, que sacuda el azafrán y deje gozado el grano. Para eso con mucha pompa en España celebramos el veinticinco la fiesta del Santo Apóstol Santiago. 60
Julio viene recogiendo lo que los otros le han dado, que cuando llegan a julio los frutos ya están criados. Para querer bueno julio ha de venir fresco, aireado, que sacuda el azafrán y deje gozado el grano. Conque cuidadito, julio, con lo que está a tu cargo: por eso con mucha pompa en España celebramos el veinticinco la fiesta del santo apóstol Santiago.
[AGOSTO] No eches grano en las paneras sin tapar las ratoneras, ni la paja en los pajares sin que quites las goteras. Ni en alto los muladares ni las eras en riberas. 62 Siembra en agosto los nabos y por San Martín los ajos 63.
No eches grano en las paneras sin tapar las ratoneras. 61 Ni la paja en los pajares sin que quites las goteras, ni en alto mudadales ni las eras en riberas. Siembra en agosto los nabos y por San Martín los ajos. Los guisantes y algarrobas mételos con la marea si quieres que se conserven sin picarse en la panera. 64
Parece que ha de entenderse como consejo: auméntale la ración de vino al criado, si este es cumplidor. Segar temprano es de labrador prudente. Por el contrario, esperar a la completa maduración comporta riesgos (robo, tormentas), y da lugar a mayores pérdidas en la siega, porque las espigas se desgranan. Parece sin embargo recomendar la última opción, porque el trigo que se lleva a casa llega con más peso y calidad. No se entiende bien el último verso, a menos que se lea “en peso y clase lo llevas”. 60 En la memoria de Calzada, esta parte se insertaba aquí, aunque pertenece a unos préambulos que colocaba Joseíto de Rollán antes de llegar a las máximas de cada mes. 61 De forma idéntica en el extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 (El Adelanto, 8 de abril de 1904, p. 1). 62 Esta parte de la relación corresponde al mes de agosto. Los cuatro últimos versos se recogen idénticos, como refrán, en Macotera (ATS, El Tiempo). 63 “El buen ajil, por San Martín” y “-ajo, ¿por qué estás ruin? –porque no me sembraron por San Martín” (Morán, 1954). 64 Recomienda llevar al sobrado o panera tales frutos a la hora crepuscular, cuando empieza a haber relente húmedo (marea), para evitar que la semilla se pique. 58 59
El labrador que acostumbra el ir mucho a la taberna al concluir el verano algo merma la panera. 65 [SEPTIEMBRE]
En septiembre el labrador se compra el sombrero nuevo, que si lo deja por mayo, cuando hace falta el sombrero, ni sombrero ni dinero. Apenas el labrador mete el grano, empieza a pagar la siega, la contribución del tercio, le paga la renta al amo, las igualas de derecho.
El mineral más seguro es el estiércol de cuadra, de yegua, caballo o mulo, y el más seguro de todos el de cerdo flaco o gordo. Seguro es el mineral de un curtido muladar, pero el mineral de Arteche, de Francés o Fuentepiedra, nos sirve para abonar donde el estiércol no llega. 66 Mucho cuidado al sembrado si el viento baja a la tierra, y bajar mucho la mano, si no, se marcha a la ajena. Entre septiembre y octubre, prepara bien tu techumbre. En septiembre el labrador se compra sombrero nuevo, que si lo deja para mayo, cuando hace falta el sombrero, pues sino lo compra antes, ni sombrero ni dinero. No digo le pase a todos, sí a la mayor parte de ellos. Apenas el labrador Mete el grano en el granero, empieza a pagar la siega, la contribución del tercio, le paga la renta al amo, la iguala de derecho, porque todo el mundo acude como a la carne los cuervos, y a muchísimas gabelas que ya explicarlas no quiero que no quiero dar molestia
De forma idéntica en el extracto de la versión leída ante el Congreso Agrícola en 1904 (El Adelanto, 8 de abril de 1904, p. 1). 66 A pesar de poner en primer lugar el abono orgánico, curtido por los aires y lluvias en el mudadal, admite el uso complementario de los abonos industriales, que empezaban a difundirse a comienzos de siglo. La fábrica Arteche, Francés y compañía estaba en Haro. 65
Mi tocayo el de Manceras 67 dice con mucho salero que al concluir de sembrar muchos tienen tal acierto que les queda la panera como el teatro Liceo: pueden bailar los ratones porque no encuentran tropiezo con el grano que ha quedado; y tienen que irse pidiendo habitación a otro lado si han de pasar el invierno.
ni a mangantes ni a plebeyos. Mi tocayo el de mancordi dice con mucho salero que al concluir de sembrar muchos tienen tal acierto que les queda la panera como teatro de Liceo. Pueden bailar los ratones porque no encuentran tropiezo con el grano que ha quedado y tienen que irse pidiendo habitación a otro lado si han de pasar el invierno.
[OCTUBRE] En octubre el labrador 68 vuelve a empezar sus faenas -no digo empezar de nuevo, porque en todo [el] año las deja-: vuelve a sembrar la semilla pa la próxima cosecha; que es lo que tiene este oficio: la tierra lo da y lo lleva. Es comparante al agosto el tiempo de sementera 69; llegando el tiempo oportuno y resistan las parejas, un buen aijón a la aijada y buena punta a la reja, bien calzadas las albarcas y el ganado a la tarea, 70 que se encarga de [criarlo], y, si no, la Providencia. Ponga el hombre de su parte lo que sepa y lo que pueda. 71
En octubre el labrador vuelve a empezar sus faenas: no digo empezar de nuevo, que en todo el año las deja. Vuelve a sembrar la semilla pa la próxima cosecha, que es lo que tiene este oficio; la tierra lo da y lo lleva. Es comparante al de agosto el tiempo de sementera; llegando el tiempo oportuno y, resistan las parejas, un buen haijón a la hijarta y buena punta a la reja, bien calzadas las albarcas, el ganado a la tarea. Si el tiempo está en condición, a cubrir pronto la tierra, que se encargue de criarlo y, si no, la Providencia.
Esta parte de la retahíla remite a un amigo, también de nombre José, tal vez de Mancera (en el área de Vitigudino) o de Manceras. No parece que la referencia sea forzada por la rima. No se entiende la variante mancordi. 68 Esta parte, recordada en Calzada, pertenece a una sección de preámbulo. Octubre es el mes de las sementeras. Correas (1627): “en otubre, uñe tus bueies i kubre” y “en otubre, echa el pan i kubre”. 69 Comparable por la intensidad de trabajos que supone al labrador el mes de la sementera. 70 Hay que ponerle a la aijada una buena púa; la reja del arado debe estar recién afilada, tarea que se hacía en las fraguas. Las albarcas deben estar bien calzadas. Una vez sembrado el fruto, hay que cubrir. La variante de J.A. Benito (hijarta) parece error. 71 Los refranes de Macotera (ATS, El Tiempo) añaden este consejo: “concluyendo de sembrar, / lo primero que has de hacer, / abrir los desaguaderos / antes que empiece a llover”. 67
No siembres trigo en septiembre, que por septiembre se pierde. puedes sembrar el centeno, que éste es siempre más temprano. En nuestra provincia entera, octubre es la sementera, pues si los siembras temprano y la planta se apodera, el trigo en nuestro terreno no quiere dos primaveras. 72 No siembres el trigo espeso que puedes tener dos pérdidas: puedes perder de coger y perder de la panera, a no estar malo el terreno y la tierra lo requiera. 73 Conviene al hacer la rastra al tiempo que el fruto medra cuando el fruto está aricado antes que esté alombrizado. 74 Cuando no se puede menos buena labor es la rastra, pero yo a mi parecer es mejor la desarada 75 pues queda más limpio el vado y escurren mejor las aguas todo lo que sea barbecho en el rastrojo la rastra. Has de hacer la desarada siquiera a las tierras llanas; concluyendo de sembrar lo primero que has de hacer abrir los desaguaderos antes que empiece a llover. Si octubre viene tejero es malo para el herrero. 76 Si se siembra temprano, hay riesgo de que el trigo coja fuerza prematuramente (se apodere), y en este caso, la planta viviría una primavera pre-invernal, mala para el desarrollo posterior. 73 Es decir, la cosecha puede resultar escasa; y además, el gasto en simiente (de panera) será elevado. 74 El trigo nace alombrizado cuando queda enterronado, y cuando, por haber llovido en exceso durante la sementera, sale enroscado y a la postre no prevalece (Lamano Beneite, 1915: 213). 75 Labores complementarias de la sementera. Desarar consistía en pasar el arado de nuevo por los surcos, abriéndolos (queda limpio el vado). A veces se hacía sin haber terminado del todo de sembrar. En cambio, la rastra rompía los terrones pero no mantenía el patrón de surcos intacto, dificultando el drenaje. La desarada es importante donde la tierra es llana. 76 Interpretable así: si llueve mucho en octubre y hay que recomponer tejados, no hace falta tanta labor de arada, y por lo tanto, el herrero, que saca rentas de todos los que acuden a afilar rejas, ve resentida su economía. 72
[NOVIEMBRE] Noviembre de reneblinas, que en las tierras hay gavillas 77, que tienen mejor nacencia las sementeras tardías 78. En noviembre alza 79 el rastrojo para los granos menudos, que la tierra que está alzada criará mejor los frutos;
y alza si puedes temprano, aun con frío haz un esfuerzo, que por San Andrés la matanza la suele hacer el labriego con el botijón al lado80, el lomo y jamón añejos.
En noviembre alza el rastrojo para los granos menudos, porque la tierra curtida criará mejor los frutos; y, si el tiempo lo permite, y la tierra está para ello, en acabando el rastrojo empieza con el barbecho, que la tierra que esté alzada, cuando principian los hielos, hasta le muda el color y la pone como estiércol. Lo mismo que muladar Que está mullido a su tiempo, La tierra que se alce tarde A la que se alce en invierno Seguro el veinte por ciento, Y no llega la producción; Y alza si puedes temprano; aun con frío haz un esfuerzo. Por San Andrés la matanza la suele hacer el labriego con el botijón al lado el lomo y jamón añejo. 81 echan cuatro cantinelas y cuatro o seis chistes buenos aunque para otro día falte
Parece referirse a las gavillas o montones de tallos y raíces de grama y gatuña que se sacaban de las tierras por estas fechas. Se usaba para ello el azadón hasta dejar limpio el terruño. Pasados unos días se quemaban los montones. A esta misma época parece llamar el refranero antiguo “el verano de las gavillas”: “Venido el verano de las gavillas, kítanse galanes de las eskinas”; su explicación: “por el invierno, kuando se haze la lunbre kon las gavillas en Kastilla, i kon el frío no se pueden parar a los kantones”. 78 Ya el refranero de Correas (1627) recomienda la sementera tardía, incluso cuando no se tiene de comer: “novienbre i dezienbre, koma kien tuviere, i kien no tuviere, sienbre”. 79 Alzar es dar la primera vuelta de arado a las tierras en el año de barbecho. Aquí se alude a la alzada de Adviento. 80 San Andrés es el 29 de noviembre. En Sayago (Panero, 2000) y también en Palacios del Arzobispo, se recoge “Por San Andrés, el vino nuevo añejo es”, porque los fríos ya lo han madurado. El botijón es, indudablemente, de vino. Correas (1627): “al xamón de tozino, buen golpe de vino”. También se dice en Sayago “vino añejo con jamón, mucho mejor que turrón” (Panero, 2000). 81 La variante lomón de J.A. Benito parece error. 77
aquel día pasar bueno82 porque viene de costumbre el hacerlo así en los pueblos. No compres cebón que corra Ni vaca que no esté gorda. No compres ganado viejo Cuando vayas al mercado, Que lo viejo va perdiendo Y lo nuevo va aumentando. La avena puede esperar a sembrarla sin alzar. Creo que sabe mejor si el tiempo está al chaparrón. Antes que llegue el invierno prepara bien tu leñera. Que el que tenga harina hecha y de matanza el gobierno aunque caigan las nevadas no le deben meter miedo. Noviembre de reneblina en las tierras hay gavillas que tienen mejor nacencia las sementeras tardías. [DICIEMBRE] La aricada por Adviento le da al fruto mucho aumento. Si la tierra está en sazón, arica sin detención. Aunque sea en enero es buena cuando está en sazón la tierra. El año que venga de aguas en el partido de Ledesma y provincia de Salamanca no ha de ser cosecha larga. Si acaso la socampana de cerca la capital que son tierras muy secanas: lo que llaman los Montalvos Marines y la Percanta. Invierno que venga seco y de hielo sobre hielo con muy poquitos socios 82
La variante pasear bueno carece de sentido.
que mande el que puede hacerlo ya verás en el verano el briendo ahogarse en los muelos. Estos no le vienen bien al Sr. Juan de Carreros, 83 como igualmente la digo por todos los ganaderos que tendrán flacas las vacas criando pocos terneros. Como al contrario será el año de muchas aguas que criaron muchos terneros y tendrán gordas las vacas y el briendo tendrá el pescuezo largo como el de las guarras.
83
Tales años, secos y fríos en invierno, son buenos para el labrador pero malos para el ganadero.
2.4. Canción de arrieros y viandantes (retahílas o aleluyas geográficas) Esta retahíla, de la que constaban versiones mucho más extensas, enumera pueblos de la zona. Hay numerosas versiones, incompletas todas y de diversa procedencia y fecha; no puede esperarse otra cosa de estas ristras geográficas, que rodaban de boca en boca como bien comunal, del que todos se servían, fuesen arrieros, trajinantes, pedigüeños, viejas a la lumbre, jornaleros o ciegos itinerantes. Cada uno adaptaba, llenaba los huecos de su memoria, enmendaba o zurcía las relaciones. Recientemente, Blanco García (1998) emprendió la tarea de enlazar las piezas de la musa geográfica salmantina, elaborando un texto unitario que recorre la mayor parte de la provincia. Sin embargo, sigue mereciendo la pena rastrear las formas primigenias aunque fragmentarias de estos cantares itinerantes. Éste es un trozo recogido en Calzada, de la señora Martina Gallego. Majos de Torresmenudas, Gañanes de Forfoleda, Valentones de Calzada, De Valdunciel la leñera. De Carbajosa, la herrera, Danzantes de Topas, Comediantes de Villanueva: ¿Dónde queda Valdelosa, metida entre tanta leña? La primera cuarteta es bien conocida. Obsérvese cómo entre los valentones de Calzada y los majos de Torresmenudas, apodos que aluden al brío de los mozos (majo viene a ser equivalente a valentón), las otros blasones son más rústicos y utilitarios: los de Forfoleda son gañanes (también, con implicación semánticamente cercana, son pardos y mielgos); los de Valdunciel, son trajinantes de leña desde el monte de Huelmos a Salamanca. A esta tirada se le añadía una coletilla sobre Zamayón: Gañanes de Forfoleda, Y el cura de Zamayón, El que los pleitos ordena. Estos últimos versos proceden de la relación recogida por Sanz (1953), del señor Quico, “El Chupines”, en La Mata de la Armuña. PRCh recogió directamente en Palacios del Arzobispo esta variante (a la que la otra encubre maliciosamente): Y el cura de Zamayón, Que a todas las mozas empreña. Más inocente, pero sabroso, es el cantarcillo que recoge Frayle Delgado (2009): “el cura de Valverdón / cuando va a misa a Valcuevo, / lleva la escopeta al hombreo / y la pólvora en un cuerno”. Dámaso Ledesma Hernández (1907), en su cancionero salmantino, compiló una versión larga, que le fue dictada por el famoso vagabundo Molina, tamborilero en tiempos de Aldeaseca.
Inevitablemente, esta versión antigua contiene variantes significativas. La cuarteta primera es igual, pero a partir de ahí el texto corre divergente: De La Mata, arrieros 84, De Carbajosa, la herrera, De La Vellés son los majos, De Arcediano, las doncellas 85. El buen cabaril 86 de Espino, De Tardáguila las yeguas, Comediantes los de Topas 87, Danzantes de Villanueva 88, Cardeñosa y Cañedino, La flor en Huelmos se queda. ¿Dónde queda Valdelosa, metida entre tanta leña? 89 No es razón que allí se quede: Salga al campo a la Ribera 90 Para ver cómo corre el agua Y retozan las arenas. Mocitas las de Palacios, Con las mantillas de seda Se van a la romería De la Virgen de la Vega 91. Y ¿dónde queda Palacinos, Anejo de La Aldehuela 92? Adiós, Espino-Rapado, Con Cañedo de las Dueñas 93. Cortinas de San Pelayo, De El Arco, la fuente buena 94, Por la famosa industria de la arriería, que enriqueció a la Armuña central antes de ser desbancada por el ferrocarril. Según Cabo Alonso, “la arriería [en La Mata] ocupaba el 46% de la población trabajadora” en el s. XIX. 85 Posible alusión a una festividad votiva, con ofrendas primaverales o de solsticio presentadas por mujeres núbiles, como la de las Mondas en Talavera de la Reina (desposorio de la Virgen con San José), o la de las Móndidas en San Pedro Manrique (Soria). 86 Se trata probablemente de una confusión con vaqueril, dada la importancia de los prados de Espino de la Orbada. En Madoz (1845-1850) es mencionada la existencia en Espino de 165 cabezas de vacuno, de las que sólo 37 eran de labor. En el s. XVIII había 254 reses vacunas (Cabo Alonso, 1955). 87 Probablemente por su afición a representar comedias o títeres. A principios del XX eran conocidos en Calzada los títeres de Venialbo. Las comedias se representaban en la cárcel vieja. 88 Posible referencia a las danzas de palos. Éstas son de antigua tradición en toda la franja occidental de la meseta, desde Asturias hasta Huelva. Sobreviven con plena vigencia en tierra de Miranda de Duero, junto a Sayago. 89 Recurso metonímico: leña aquí es ‘monte, bosque’. En efecto, para llegar a Valdelosa hay que cruzar zona boscosa (hoy cada día más flaca y degradada) desde cualquier parte. 90 Probablemente alude a la Rivera Tuerta o de Cañedo que rodea Valdelosa como un arco cerrado por norte, oeste y sur. 91 Se trata de una ermita ya desaparecida en Palacios del Arzobispo, cuya advocación era a la Virgen del Monte. 92 La Aldehuela es ahora llamada oficialmente Añover de Tormes. 93 Cañedo de las Dueñas es alquería sobre el río Cañedo, aguas abajo de San Pelayo. Espino Rapado es dehesa de ganado bravo en el camino a Añover, hoy feamente cercada por muro de cemento. 84
De Almenara, las viñas 95, De Valverdón, las aceñas, Maquilones, de Zorita 96, De Valcuevo, la alameda; De Muelas 97 son las cebollas, Y de El Pino, las ciruelas 98. Una variante similar de esta última tirada se documenta en Morán (1990), a partir de pesquisas hechas en Machacón en 1940: Para alamedas, Valcuevo, Y para cebollas, Muelas, Viñedos, los de Almenara, Y en el Pino, las ciruelas. La relación de Sanz (1953) contiene variantes de interés: De La Mata son los burros Y de Carbajosa, la herrera, Y la torre mocha de Narros Y el tío Bolo, las tijeras 99. Gañanes los de Negrilla Que por Palencia campean, Que rompen los arados Y traen mal labradas las tierras. De La Vellés son los majos, De Arcediano las doncellas, Buen pozo el de Pajares100 Y danzadores en Pitiegua. De Tardáguila las yeguas, Buen vaqueril el de Espino Y al valeroso de Arcillo Lo alaban por las tabernas. De La Orbada son los ricos, Tienen terreno de vega, También tienen buenos montes, Por las pearas 101 que llevan. Esta fuente, que estaba en el medio del pueblo, ha tenido gran fama en la zona. La fuente antigua era de piedra y tenía escalones para bajar hasta el nivel del agua. Luego fue fuente de cangilones. 95 Eran abundantes las viñas en los escarpes de los tesos; iban acompañadas de almendros, que todavía subsisten en gran cantidad. 96 Maquilón es el que cobra maquilas, es decir, el molinero. Obsérvese la productividad del sufijo –ón como formante de nombres de oficio en las hablas salmantinas: pedingones ‘pedigüeños’, vendemones ‘vendimiadores’. 97 Muelas es el nombre antiguo y popular de Florida de Liébana. 98 Estos productos de huerta se llevaban al mercado de Salamanca. 99 Estos dos versos son probablemente el efecto de un lapsus en la memoria del comunicante. La torre mocha es de Narros del Río, no del Narros de Armuña. La referencia al tío Bolo puede aludir a alguna anécdota de circulación local. 100 Según Madoz (1845-1850), hay “un pozo muy inmediato al pueblo, de cuyas aguas usan los vecinos”. 94
También tienen buenas vacas, También tienen buenas yeguas, También tienen buenos toros, Que se llevan a las ferias. ¿Dónde queda Gansinos, con esa casita nueva 102, para el boyero y el guarda, para que cuiden las hierbas? Villanueva, Villanueva, Seis cosas tienes de buena: Buen majadal pa las vacas, El palacio y la alameda, Buena tierra pa conejos, Y la Virgen de los Remedios, La tierra de la alameda Para garbanzos cocheros. A la pregunta retórica de “¿dónde queda Valdelosa, / metida entre tanta leña...”, la relación de Sanz añade, aludiendo a la industria corchera, la coletilla siguiente: ... el pueblo de los taponeros, que no tienen una perra? Más adelante, se recorren lugares de la Rivera de Cañedo: En Aldearrodrigo, tejares, 103 Los canteros de Casablanca 104 Y en el pueblo de El Arco Está la gente buena 105. Correas ya recogió en 1627 un cantarcillo geográfico de la zona de Valverdón: En Almenara, tengo la dama, en Balverdón tengo el mesón, en Zarapikos tengo los hixos, i en Zaratán me dan el pan.
Piaras o pearas son rebaños de ovejas. Posible alusión a la compra por particulares de Gansinos, anteriormente propiedad del Cabildo de Salamanca, a raíz de la desamortización. 103 Ya existían hornos de teja en Aldearrodrigo en época medieval (Lera et al., 1998); también se documentan mucho más tarde, en Madoz (1845-1850). 104 La cantera de Casablanca, en las peñas que están a levante de Valdebufo, sobre la rivera, era bien conocida de los calzudos, que iban allí a sacar piedra para las casas. 105 Probable reinterpretación oral de la referencia a la famosa fuente buena. 101 102
2.5. Licencia de bodas Se trata de un cantar de bodas recogido por Ángel Carril en Calzada de Valdunciel de Raimunda [Reimunda] Luengo Rueda, que a la sazón tenía 72 años (Carril Ramos, 1992). Dado que Raimunda había nacido en 1901, la recogida se hizo hacia 1973. Iglesias Giraud e Iglesias Ovejero (1998) sitúan este tipo de cantar epitalámico en la tradición de los ramos; es composición tradicional que se ha registrado con numerosas variantes. Existe una variante muy parecida del mismo cantar, recogida hacia 1950 en Calvarrasa por C.U. (CES, p. 392); la versión de Calvarrasa, que deja adivinar un origen culto (autoría de un párroco, secretario, maestro) se presenta en la columna de la derecha.
Licencia les pido a ustedes, licencia con reverencia pa que no digan mañana forastero y sinvergüenza. Licencia pido al cerrojo, licencia pido a la llave, licencia pido a esa niña, licencia pido a sus padres.
Licencia pido al cerrojo, licencia pido a la llave, licencia pido a esta niña, licencia pido a sus padres.
Informado vengo, niña, informado muy de veras que has casado esta mañana, Dios quiera que pa bien sea. 106
Sí, informado vengo, niña, informado muy de veras, te has casado esta mañana, Dios quiera que pa bien sea.
Tus padres, que están delante, Dios les dé paz en tierra y a ti, hermosísima dama, que logres lo que deseas.
Tus padres, que están delante, Dios les dé paz en tierra y a ti, hermosísima dama, que logres lo que deseas.
También digo al buen galán, goce de tan linda prenda, que la sepas estimar como Cristo amó a su iglesia.
También digo al buen galán, hijo de tan altas prendas que las sepas estimar, como Cristo amó a su Iglesia.
No te la dan por esclava, te la dan por compañera, mírala, que es más hermosa, que le alumbran las estrellas.
No te la dan por esclava, te la dan por compañera, mírala, es más hermosa, que relumbran las estrellas.
Más hermosa eres que el lirio, más blanca que la azucena,
Más hermosa eres que el alba, más blanca que la azucena,
106 En el Ramo de Navasfrías la composición reza así: “Enterada vengo, niña / enteradita de veras, / de que te casas mañana, / quiera Dios que para bien sea” (Iglesias Giraud e Iglesias Ovejero, 1998).
más hermosa eres que el alba, cuando sale por la sierra; más hermosa eres que el alba.
más hermosa eres que el lirio, cuando asoma por la Sierra.
Te levantaste llorando 107, diciendo de esta manera: –quédense con Dios, mis padres, quédese con Dios, mi abuela. Que yo me voy a casar, que el matrimonio me lleva; la bendición pido, padre, la bendición que venera. La que dio Cristo a su madre en el monte de Jimena;
te fuiste con tus amigas hacia el portal de la iglesia. Y también con tu madrina, bien aforrada de seda, y allí le das a tu esposo sobre la mano derecha. Ten cuenta con lo que dices, ten cuenta con lo que rezas. mira que no se deshoja como librito de seda 109.
No puedes salir de casa sin tu marido licencia, y si alguna vez salieres, a la vecina da cuenta. Luego viene tu marido
La bendición pido, padre, antes de ir a la iglesia; la bendición pido, padre, la bendición que venera, la que echó Cristo a su madre en el monte de Jimena. Te levantaste llorando, diciendo de esta manera: –quédense con Dios mis padres, quédese con Dios mi abuela, que yo me voy a casar, que el matrimonio me lleva. Te fuiste con tus amigas hasta el portal de la iglesia, además con tu madrina bien agarrada de seda 108, y allí a tu esposo le diste sobre la mano derecha. Ten cuenta con lo que dices, ten cuenta con lo que rezas, mira que no se deshace como el librillo de cera. Mira que te han de decir, zagala, si has de ser cierta, que las faltas de tu esposo a nadie se las des cuenta 110. No puedes salir de casa sin su mandato o licencia, pues si alguna vez salieras a la vecina a dar cuenta, por ver si venía tu esposo
La versión de Calzada desordena esta estrofa, que por lógica es posterior a la pedida de bendición. Claramente es más fiel la forma calzuda, aforrada, es decir, vestida de pies a cabeza. 109 Más correcta la versión de Calvarrasa: el librillo de cera era una porción plegada de cera de uso portátil, para encender lumbre. 110 Es decir, que la esposa habrá de preservar el mutismo sobre las calaveradas del marido. 107 108
y encuentra la casa abierta, y esto lo ha de gobernar aquellos dos santos solos.
y encuentra la puerta abierta, esto lo han de gobernar aquellos dos santos solos 111.
–Dios les dé paz en la tierra y en la otra los tesoros, y en este nuevo romance corta mi niña un cogollo. Y serás la capitana que ha venido del lugar, vienes de muy buena gente, su padre es el capitán.
Les des paz en este mundo y en el otro los tesoros, que aqueste nuevo romance cortó mi niña un cogollo, si será la capitana que hay en todo este lugar, vienes de muy linda gente, tu padre es el capitán.
Y esto lo decía un galán al pie de una verde oliva; como el fruto era amargoso, cosas amargas decía 112. Tengo de hacer un convento legua y media del lugar, las paredes de tristeza y las tejas de pesar. Entre teja y tejecita, hojas verdes de nogal,
Tengo de hacer un convento legua y media del lugar, las paredes de tristeza y las tejas de pesar, y entre teja y tejecilla hoja seca de moral, las ventanas al sombrío para yo llorar mi mal. Esto lo decía un galán al pie de una verde oliva; como cría el fruto amargo, cosas amargas decía.
tengo de hacer un teatro de clavelinas y rosas. De violetas y diamantes, y verás como se canta, vida mía, este romance.
Mal haya el amor, mal haya, y quien de corazón se fía; entregué mi corazón a quien no lo merecía Tengo de hacer un teatro De clavelinas y rosas, violetas y diamantes; vea aquí como se canta, zagaleja, este romance.
Fragmento confuso; los santos son el marido y mujer, o los suegros. Esta estrofa introductoria la coloca el texto de Calvarrasa, con evidente incongruencia, tras abandonar el tema nupcial para acometer la siguiente tirada referida al convento y al mal amor, que sin embargo figura con mayor fidelidad que en la memoria de Calzada. 111 112
2.6. La naranja y el limón Jota recogida por Ángel Carril en Calzada de Valdunciel hacia 1973 de Raimunda Luengo Rueda, que a la sazón tenía 72 años (Carril Ramos, 1992). Es copla bien conocida, que se oía en los cafés cantantes de finales del siglo XIX. La naranja y el limón tuvieron una porfía: el limón que era mejor, la naranja le decía, la naranja le decía: yo tengo mejor color, yo tengo mejor color, limonero de mi vida. Ay, amor, si te vas, cielos, qué será de mí, yo no sé, ay, amor, si podré vivir sin ti; es verdad que te amé todita mi juventud, pero fue por amor que me profesaste tú. El día que yo me case Dios quiera que no aparezcan ni el cura ni el sacristán ni las llaves de la iglesia. 113 Ay, amor, si te vas...
Morán recoge en Salamanca una variante suelta de esta cuarteta: “el día que tú te cases / Dios quiera que no parezca / ni el cura, ni el sacristán, / ni llaves de la iglesia” (Morán, 1990).
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2.7. Cánticos al Cristo de la Piedad [Falta octavario del niño Jesús] Se trata de una plegaria que cada año el pueblo de Calzada dirige a su Cristo durante la novena que antecede al día de la Ascensión (que antes se celebraba en jueves, cuarenta días después de la Pascua, en fecha variable pero siempre en mayo). Coinciden estos nueve días con la fase final del ciclo de crecimiento de la cosecha. De ahí el énfasis con que los cánticos piden agua para los cultivos. La tradición de elevar plegarias en rogativa de lluvia antes de la Ascensión es común a muchos pueblos de la provincia (Martín Benito, 1983). El ciclo de misas previo a la jornada festiva de la Ascensión es denominado “novena de los buenos temporales”. El texto aquí recogido procede del citado artículo de Martín Benito, donde se incluye un interesante análisis del ritual así como otros cánticos de buenos temporales procedentes de diversos pueblos de la provincia. Pues tenéis todo el poder de Dios Padre en vuestra mano, de la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. Sois imagen verdadera, que de nuestro Redentor representáis con primor en esa brillante esfera. ¡Qué hermoso sois en lo vano!: parecéis el mismo Ser. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. Santo Cristo venerable, los devotos amparáis y con ellos os mostráis, en milagros, admirable. No dejéis de ser agradable a los que os vienen a ver De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. Devoto fue el que os pintó; San Pedro os bendeciría; la madre os adoraría con los hijos que adoptó. Aquí comenzó temprano vuestro culto a florecer. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. Honra fiel y agradecido a Jesús crucificado; en Calzada venerado,
nuestro amparo siempre ha sido. El pueblo favorecido os adora con placer. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. Amparadnos, Gran Señor, concedednos feliz suerte; dadnos paz y santa muerte, Amoroso Redentor, para que todos logremos reinar, triunfar y vencer. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. A vos imploran, ansiosos, ciegos, mancos y tullidos; no los dejéis afligidos en sus ruegos fervorosos. Sed propicio a tus devotos, pues siempre lo podéis ser. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. El pobre, rico y cristiano os pide con esperanza; su felicidad alcanza poniéndola en vuestra mano, Hombre, no seas inhumano, visitadle con placer. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. Por disposición del cielo, en este templo bendito, con milagros infinitos, dais a todos su consuelo. El mundo, siempre villano, se olvidó de agradecer. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. Y si en este fiel lugar, sin duda para su abono, eligió fijar su trono vuestra Grande Majestad, dádselo en todas las cosas con vuestro inmenso poder. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer.
Por común necesidad os hacen sus procesiones; aceptáis sus oraciones y cumplen tu voluntad. Nadie aquí suplica en vano; todos llevan su querer. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. Vuestros devotos os piden agua limpia y saludable; de vuestra piedad esperan la concedáis abundante. Estando siempre pidiendo las habéis de conceder para regar nuestros campos, pues bien lo podéis hacer. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer. Humildemente esperamos de vuestra piedad y amor, unos buenos temporales por ser nuestro bienhechor y, con ello, consigamos no venir a perecer. De la Piedad, Cristo amado, venidnos a socorrer.
2.8. Consejos del hijo del Tío Clamores a los labradores La trascripción procede de fundir dos versiones que copió (¿de memoria?) la señora Carmen Riesco Riesco, que en paz descanse. Una versión está en manos de su nieta Carmen, la otra fue facilitada generosamente a PRCh por la propia señora, que gozaba de prodigiosa memoria. En una versión anterior del presente texto, pensaba que fuera el autor Juan Francisco García, n. ca. 1868, de Rollán: cf. Centro de Estudios Salmantinos, Hoja Folklórica, p. 260. Dado que aparece citada la Reina (la regente María Cristina de Habsburgo-Lorena), la composición parece anterior a 1902, fecha en que accedió al trono Alfonso XIII. Sin embargo, tras comprobar la publicación por J.A. Benito, en 1985, de un artículo sobre José Martín Borrego, también de Rollán, y a la vista de los materiales allí contenidos, queda fuera de duda la autoría de estos versos. Su creador es el célebre Joseíto de Rollán, como ocurre en el calendario rústico incluido en la sección 2.3. Todo ello proviene del manuscrito de Sandalio Rodríguez (de diciembre de 1942), del mismo pueblo, que se corresponde con un original que circuló antes de 1897, de la llamada Guía y máximas del agricultor. Es probable que haya otras copias y versiones del mismo original, del que no consta ningún texto impreso. La tirada que sigue procede del prólogo (“A los labradores”) de la citada guía. Se presenta en dos columnas: a la izquierda, la versión de la señora Carmen; a la izquierda, la versión más cercana al original, tal como la transcribe J.A. Benito en el artículo citado. [PRÓLOGO. A LOS LABRADORES] Ya hace tiempo, compañeros, que había determinado escribir este librito mas siempre lo había dejado unas veces por pereza o estar la pluma hecha un palo; otras, por no tener tinta o por hallarme cansado; pero al fin me he decidido estos escollos salvando a terminar esta obrita que hoy me atrevo a dedicaros.
De esta villa de Rollán y demás pueblos cercanos, como son de Porqueriza, de Garcigrande y de Sagos, de Cojos y de Golpejas y de Canillas de Abajo, Las Navas y Quejigal, de Calzada y del Tejado,
Mas nunca la hubiera escrito a no haber sido invitado por amigos labradores compañeros y paisanos, de esta villa de Rollán y demás pueblos cercanos, como son: de Porqueriza, de Garcigrande y de Sagos, de Cojos y de Golpejas y de Canillas de Abajo, Las Navas y Quejigal; de Calzada y El Tejado,
de Pozos y Barbadillo, de Galindo y Pericalvo, de Villar de Peralonso, de Villarmayor y Sando... 114
de Galindo y Pericalvo, Villamayor y de Sando.
Pero no crean ustedes que yo soy un hombre sabio cual Calderón o Quevedo u otros escritores varios -que las historias nos hablan de sus talentos preclaros-: soy hijo de labrador, y la experiencia he tomado porque desde pequeñito salí con mi padre al campo, donde me daba instrucciones de lo que era bueno y malo y yo tengo buen quinqué y comprendo los sembrados desde el día en que ellos nacen hasta que van a segarlos y aun siendo un poco después [aún] cuando estén ya limpiados, como luego lo diré en uno de mis adagios.
Pero no crean ustedes que soy un labrador sabio, cual Calderón o Quevedo y otros escritores varios, que las historias nos hablan de sus talentos preclaros; soy hijo de labrador y la experiencia he tomado porque desde pequeñito salí con mi padre al campo, donde me daba instrucciones de lo que era bueno y malo y que tengo buen quinqué y comprendo los sembrados desde el día que ellos nacen hasta que van a segarlos, y aun siendo un poco después, no cuando estén ya limpiados, como le diré en uno de mis adagios.
La agricultura, señores, se encuentra en tan mal estado que hoy día los labradores se hallan ya tan agobiados que aquél que hace de patatas la provisión para el año ya no se llamará rico, que se cuenta millonario.
La agricultura, señores, se encuentra en tan mal estado que hoy día los labradores se hallan ya tan agobiados, que aquél que hace de patatas la previsión para el año ya no se llamará rico, que se encuentra millonario. 115
La agricultura está enferma; tiene dos enfermedades: las rentas son muy crecidas, las contribuciones grandes.
La agricultura está enferma; tiene dos enfermedades, las rentas son muy crecidas, las contribuciones grandes.
Mas estas enfermedades ambas se pueden curar: con rebajar las dos cosas, el labrador vivirá.
Mas estas enfermedades ambas se pueden curar: con rebajar las dos cosas el labrador vivirá.
Propietarios de las desas y yugadas del lugar:
Propietarios de las dehesas y yugadas del lugar,
114 Pueblos y alquerías en su mayoría pertenecientes a la llamada Armuña Chica. La relación de Carmen es más exhaustiva. 115 Ligeras variantes. Parece más atinada provisión [de patatas], que no previsión. Por otro lado, la locución “ se cuenta millonario” es más adecuada para la época en que está escrito el texto.
como no bajéis las rentas, las tierras podréis labrar, pues habrá muchos colonos que, aunque quieran, no podrán, que la cosa está mediana – no digo mediana, mal.
como no bajéis las rentas, las tierras podréis labrar, pues habrá muchos colonos que aunque quieran no podrán; que la cosa está mediana, no digo mediana, mal.
La tierra produce poco, la causa no hay que dudarlo, pues agobiado el colono con tan escasos pagos, le es imposible abonarla aquello que es necesario. Si el abono y mineral dieran buenos resultados, puede ser que el labrador se aliviara en algún tanto 116.
La tierra produce poco, se cansa, no hay que dudarlo, pues agobiado el colono con tan excesivos pagos, le es imposible abonarla aquello que es necesario; Si el abono mineral diera buenos resultados puede ser que el labrador se aliviara en algún tanto.
Y me parece que sí, sobre todo con el de Haro de Francés y compañía –porque es el que he experimentado-. Fue echado en una tierra en la que ya había de carro 118: siendo estiércol regular, el mineral lo ha igualado.
Y me parece que sí, sobre todo con el de Haro de Francés y compañía 117, que es el que he experimentado, pues echando en las tierras en las que yo había de carro, siendo estiércol regular, el mineral lo ha igualado.
Azvierto a los fabricantes de que el precio es algo caro: para abonar una huebra se necesitan tres sacos, por lo menos, dos y medio, y si no, queda muy ralo
Advierto a los fabricantes de que el precio es algo caro, para abonar una huebra se necesitan tres sacos, cuando menos, dos y medio, y si no queda muy ralo.
-no sirve engañar la tierra, que el engañado es el amo-, esto cuesta ochenta reales a treinta y dos reales saco, pues con los ochenta reales hay para comprar tres carros de estiércol, que ya sabemos que abona para más años, y el mineral no nos costa si será para uno o para varios.
No sirve engañar la tierra, que el engañado es el amo; esto cuesta ochenta reales hay que comprar tres carros de estiércol, que ya sabemos que abona para más años, y el mineral no nos consta si será para uno o varios.
Los versos que siguen hacen referencia a la introducción de los abonos minerales en la agricultura de secano. En La Armuña, los abonos minerales llegan entre 1900 y 1910 (Cabo Alonso, 1955). Parece más hilada y consistente la versión de Rollán. 117 En Haro (Logroño) se producía, ya en 1892, abono mineral en la fábrica del Sr. Francés y compañía. Había diversos puntos de venta provinciales: para la Armuña, aparte de la capital, entre otros en Castellanos de Villiquera y El Pedroso. 118 Es decir, estiércol tradicional, producido en los corrales, boyiles y cuadras, y madurado luego en los muladares. 116
Pues como no lo sabemos, casi lo desconfiamos: su precio debería ser a treinta reales saco porque éstos son muy pequeños y yo mismo los he sembrado y si se descuida uno y carga un poco la mano, en muy poquito terreno, treinta y dos reales tirados;
Pues aunque no lo sabemos casi lo desconfiamos, su precio debiera ser a veinte reales el saco, porque éstos son muy pequeños y yo mismo lo he sembrado y si se descuida uno y carga un poco la mano en muy poquito terreno, treinta y dos reales tirados.
Sin interés ni pasión, porque bajo mi conciencia no dejo de conocer que hacen producir la tierra tanto el mineral de Arteche, de Francés y Fuentepiedra, pero que se le eche poco, porque éste muy caro cuesta.
Sin interés ni pasión, salvo bajo mi conciencia, no dejo de reconocer que hacen producir la tierra tanto el mineral de Arteche 119, de Francés o Fuentepiedra, pero que se echa poco, porque éste muy caro cuesta. Pues nada más hay que ver cómo siempre queda huella donde se descarga el saco y en el trigo la porreta.
Con poco que brilla el viento el día que se hace la siembra, con tender sólo la vista, se conocen las emelgas: y no es la emelga del grano, es la emelga de la esencia, porque como no está unida, se aparta ésta de la mezcla 120.
Por el que menos abogo es por el de fuentepiedra, y no es que esté malo, sino por faltarle mezcla; con poco que bulla el viento el día que se hace la siembra con tender sólo la vista, se conocen las embelgas; y no es la embelga del grano, es la embelga de la esencia, porque como no está unida se aparta ésta de la mezcla. Pues mucho abono sería si produjera riqueza o si no lo falsifican o le hacen alguna mezcla porque hoy hay mucho pillaje en estas empresas nuevas, pues sólo citaré una que no basta para prueba,
119 Ángel G. de Arteche era un fabricante de abonos industriales en Haro. Constituyó una compañía con Francés. Cada saco era de un quintal, costando 8 pesetas. En la propaganda se hacía ver que con dos quintales se abonaba una huebra (El Criterio, 21 de septiembre de 1891, p. 3). 120 Es decir, se apreciaban a simple vista las franjas de distribución del abono (embelgas); a diferencia del estiércol o abono orgánico, que arropaba el grano. Se produce aquí una extensa laguna en la relación de Carmen Riesco.
que es la de la Lucina, y no es como la primera; y antes de que nos la planten, hay que dar la voz de alerta, gracias que nuestra provincia tiene dos cosas muy buenas: Caja de Crespo Rascón y Pósito de la tierra, los cuales matan la usura de los pies a la cabeza. En cuanto a contribuciones todos están obligados a prestar tributo al rey para él pasar sus vasallos. Respecto del personal, cesantías y empleados, no digo quitarlos todos pero no hacen falta tantos para custodiar la patria necesita el rey soldados por si algún rey enemigo tratara de hacernos daño; las oficinas, regentes, las poblaciones, resguardos; ministros que nos gobiernen y dirijan el Estado; pero dejemos la paja, vamos derechos al grano. El territorio está sumamente recargado, el veinte pasa por ciento a la Hacienda cada año, uno de recaudación y de provinciales cuatro. De veinte años atrás que le viene este recargo que me hace una quinta parte de los que venía pagando; que parece que no es nada, pero váyale usté echando, que el que ahora paga con cinco antes pagaba con cuatro. De entonces acá señores, está el colono agobiado. Así como hace ya tiempo
aumentaron estos cuatro no me salgo de razón ni yo deseo intentarlo el que la Hacienda lo pierda, ni que el rey quede gravado, pidiendo al señor ministro si tiene a bien rebajarnos ese cuatrito por ciento que antes nos aumentaron.
pues siquiera así fuera el conseguir el rebajo del cuatro por ciento en todo, otra cosa sería ya, pues me hacen doce tres cuartos y poco a poco se iría reconociendo el rebajo y nuestro Estado sería de otros reinos envidiado.
Del personal de oficinas debo yo decir algo; es muy justo que le paguen al hombre que ha empleado en servicio de la Patria la juventud de sus años y al no poder trabajar le ayuden lo necesario para el sustento y decencia, pero no pagas tan largas que arruinan a la nación para ver de soportarlas, pues la mayor parte vienen al territorial cargadas y al pobre del labrador sea en bueno o en mal año, a esto no puede faltar, y si no, viene el embargo; pues ni siquiera así fuera el conseguir el rebajo del cuatro por ciento en todo, otra cosa sería ya, pues me hacen doce tres cuartos y poco a poco se iría reconociendo el rebajo y hoy nuestro Estado sería de otros reinos envidiado.
Nosotros cogemos trigo, para el país necesario, garbanzos, carne, tocino y toda clase de granos, vino, aguardiente, vinagre, aceites y demás caldos,
Nosotros cogemos trigo para el país necesario, garbanzos, carnes, tocinos, y de toda clase de granos, vino, aguardiente, vinagre, aceites y demás caldos.
Señor Ministro de Hacienda, tenga vuecencia cuidado de mirar la agricultura, el primero de los ramos: perdida la agricultura,
Señor Ministro de Hacienda, tenga vuecencia cuidado, de mirar a la agricultura, 121 al primero de los ramos, perdida la agricultura,
121
Parece una falsa corrección posterior. “Mirar la agricultura” es velar por ella.
perdido el género humano,
¡perdido el género humano!
De ella pende el industrial, el comercio y el ciudadano, desde la clase más alta hasta el más mínimo estado; pues si el labrador se encuentra un poquito desahogado, todo el año proporciona al jornalero trabajo, como no lo puede hacer cuando se encuentra apurado.
De ella pende el industrial, el comercio, el ciudadano, desde la clase más alta hasta el más mínimo estado, pues si el labrador se encuentra un poquito desahogado, todo el año proporciona al jornalero trabajo; como no lo puede hacer cuando se encuentra apurado.
No quiere más que entender cuando le llegan sus pagos, y más si viene Juanito, el recaudador, tocando, que al poner suelto el reloj deja el pueblo atormentado; y el pregonero, el pregón, por si alguno se ha olvidado de acudir al consistorio a depositar los cuartos -esto es por Territorial; por los consumos, Gonzalo, pues como se hace en mi pueblo creo será en todos los lados-.
No quiere más que atender cuando le llegan los pagos, y más si viene Juanito, el recaudador, tocando, que al poder suelto el reloj deja al pueblo atormentado, y el pregonero el pregón, por si alguno se ha olvidado de acudir al consistorio a depositar los cuartos; esto es por territorial, por los consumos, 122 Gonzalo, pues como se hace en mi pueblo creo será en todos lados.
Conque, amigos labradores, concluiré aquí mi relato, pues según yo lo he pedido quiera Dios lo conozcamos;
Conque, amigos labradores, concluiré aquí mi relato, y según yo lo he pedido quiera Dios lo conozcamos que yo no puedo hacer más, otro podrá hablar más alto, pero más claro ninguno, según mis alcances vagos.
y al Gobierno, cuya vida Dios le guarde muchos años: pongan un término medio para que todos vivamos, pero no pagas tan largas 122
Mis súplicas sean oídas ante el Trono Poderoso de Su Majestad la Reina y su hijo Don Alfonso y el Gobierno cuya vida guarde Dios muchos años, pongan un término medio para que todos vivamos.
Se refiere respectivamente a la contribución territorial y los impuestos de consumos.
que arruinan a la nación para ver de soportarlas, pues la mayor parte viene al Territorial cargadas y el pobre del labrador, sea en bueno o sea en mal año, a esto no puede faltar y, si no, viene el embargo. Que yo no puedo hacer más: otro podrá hablar más alto, pero más claro, ninguno, según mis alcances bajos. Mis súplicas sean oídas ante el trono poderoso de su Majestaz la Reina y de su hijo Don Alfonso, y ahora perdonad mis yerros, que no soy ningún letrado, defiendo la agricultura porque en ella me he criado.
y ahora perdonad mis yerros, que no soy ningún letrado; defiendo la agricultura porque en ella me he criado.
3. ONOMÁSTICA: TOPÓNIMOS Y NOMBRES DE PERSONAS Y ANIMALES ¡Oh tres veces benditos los que aquí sin razón alguna morada hicieron, los que a fuerza de fantasía alzaron muros y república, los que han dado nombres de sitios a la nada, los que surcan de radios el orbe sin fin de la llanura! Agustín García Calvo, en el prólogo a Retratos de la Vida, de Publio López Mondéjar
Lo que sigue es un recorrido por el término municipal de Calzada, en el que cada paraje es evocado en su situación y memoria documental, puesto en correspondencia con topónimos análogos y sometido a un intento de interpretación. Se ha acudido para ello tanto a las fuentes escritas disponibles en archivos y escrituras como a la memoria de los labradores y vecinos del pueblo, a los que desde pequeño el recopilador preguntaba, sin cansancio, por los nombres sonoros de la tierra. Cuando éramos niños y nos llevaban por los caminos del verano, entre mieses bamboleantes y sobre prados palpitantes de santigallos, caían en nuestros oídos los súbitos nombres que, como una revelación, se posaban sobre el campo ancho. “¿Adónde vais? -Pa Valdejuandelrey”: y quedaba una fulguración impresa sobre la llanura, sin más evidencias para apoyar el nombre que la fe y los libres vuelos de la imaginación. Un significante casi sin significado, y sin embargo, tan poderoso; un más allá de lejanías hechas de nombres: Santibáñez, Valcuevo, Forfoleda ―apenas una torre desvaída tras las hierbas de la vega―, Narros... Un día mi padre me dijo que Huelmos venía de Olmos; y se descorrió de golpe un cortinaje en la penumbra, suntuosamente opaca, de mi toponimia. Por allí andaban Valhondo sonoro, El Robledo imposible, Los Samorales desabridos, la Peña Marola donde trepaban antepasados heroicos, el Caño del Curto desconocido, las Valdoñegas temblorosas con la boyada, los Abolargales largos, la luz de las tierras erguidas sobre los nombres y los muertos. Los parajes del pueblo, ahora apenas distinguibles entre sí, tras el paso de los rodillos de la concentración parcelaria, mantenían sus sutiles diferencias, elevadas al reino de los nombres gracias a la toponimia. ¿Quién, en esta llanura, quiso distinguir confines tan indistintos, tan anónimos en su planitud, como El Pillitero o La Chacuerva? Es sin duda el peso de los siglos quien amoldó el llano indiferente prestándole sedimentos de evocación que sustentaban los trazos de la diferencia. Se anota en lo que sigue estos nombres de lugar, muchos ya medio enterrados en archivos y sin voces vivas que los recuerden; desde que el terreno fue troceado como un polígono industrial, con pistas rectas, parcelas y zanjas de desagüe, la toponimia amarillea sobre papel como una carta de amor antigua. Las referencias a documentos catastrales, en particular al Catastro de Ensenada (CME, 1752), pueden ser verificadas en las transcripciones abreviadas de la página web de Calzada. Una sección posterior revisa los apellidos, registrados en los libros parroquiales y en los protocolos del pueblo. Informan sobre costumbres de nombrar que viven a la sombra de los potentes apodos familiares, y reaparecen en público cuando el Estado impone su prietas las filas para reclutarnos a la vida oficial. Alguna divagación se dedica a los nombres de pila, ninguna a los apodos ―resguardados en su tabú hasta nueva contraorden―, y en último y
humilde lugar, vienen a ser nombrados algunos bueyes y burros, amables reses de rumiante memoria que pastan sobre las hierbas del pasado. 3.1. Toponimia Antes los pueblos radiaban una telaraña de caminos hacia sus pueblos vecinos, no importa cómo de lejos estuvieran. No era un mundo cartesiano de conexiones jerarquizadas, trazadas a escuadra: carretera general, desvío, bifurcación. Los caminos se lanzaban directamente hacia su destino, como galgos salidos a la caza, sin más quiebros que los que el terreno iba imponiéndoles. De El Cubo salían animosas sendas a Fuente el Carnero, a El Maderal, a Cuelgamures, una calzada que de Toro cruzaba hasta Ledesma (cruzando espesuras de robledal y de fresno -las carbas o bardales y las fresneras-, vadeando sobre pontones arroyos cangrejeros, dejando al lado fuentes y chozos, el humo fino de las carboneras, los cencerros de vacadas emboscadas, corchos de colmenas y sembrados de centeno ―yo los vi de chico, ondulando muy altos entre los claros del monte―). También pasaba la cañada real de Extremadura a Astorga, con anchurosa majestad, legendariamente temblorosa cuando la enfilaban los grandes rebaños. Y había roderas hozadoras, que se iban desdibujando entre zarzas y endrinos, hundidas en tierra como para continuar subterráneas el viaje hacia los horizontes. Sobre aquella telaraña palpitaban los topónimos, nombres apresados en la malla de los caminos. Pero la concentración parcelaria y las alambradas han ido borrando el gesto de aquel mundo y ahora la línea recta es la dueña del paisaje. Los temblores y los pinceles se han ido, el verde desembarco de medusas de las viñas montesinas va batiéndose en retirada, las ingles del campo están descerrajadas y tendremos que inventar una nueva educación de la mirada para seguir, a pesar de todo, encontrando la belleza. Lo hermoso está siempre en agonía; y no puede haber regusto en lo garantizado. Los topónimos que a continuación se exponen guardan algo del sabor de aquel mundo. Esta sección está en deuda particular con alguno de los autores más consultados. Cabe citar a José Ramón Morala en su magistral estudio sobre la toponimia de los Oteros (León); a Ignacio Coca Tamame, que compiló largas listas de nombres de lugar, incluida Calzada, en su investigación de la Rivera de Cañedo; a la lúcida referencia general que ofrecen los trabajos de Nieto Ballester; y a algunas excelentes monografías toponímicas del área castellana; en particular la de Sanz Alonso sobre Valladolid. Todas las referencias al Registro de la Propiedad provienen de apuntes tomados por Cristóbal Riesco Hernández. Se citan con las letras REG. Los estudios salmantinos encabezados por Llorente Maldonado han sido considerados minuciosamente. Del área portuguesa ha sido muy valioso el legado de Silveira y Piel, y las aportaciones de Machado y Almeida Fernandes: como también las de Moralejo, Cabeza Quiles y Rivas Quintás en Galicia. Merecen ser citados con especial gratitud los trabajos de Gordón Peral y de Ruhstaller por su inspirado rigor. Las obras de orientación diplomática (Floriano, Álvarez Maurín, Gonzalo Martínez) han ofrecido una perspectiva complementaria de los problemas toponímicos. Telón de fondo monumental es la obra de Joan Coromines, tanto el Onomasticon Cataloniae como el que para muchos constituye la obra cumbre de la romanística peninsular, el colosal Diccionari Etimològic i Complementari de la Llengua Catalana. Para el área asturiano-leonesa, a falta del esperado Diccionario Etimológico de la Llingua Asturiana, son insustituibles los trabajos de García Arías, en particular sus Propuestes Etimolóxiques.
Abolargales, Los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los Abolargales (CME-ecl). Los Havozagales (posible error de lectura); Habolegales; Abolargales (1899 REG 3534; Coca, 84). En Los Habolagales tenían los quiñones una tierra de 15 huebras y trigo de tercera. Sus lindes eran, por el este la Calzada de Zamora (= cº de Huelmos), por el oeste el cº de Santibañez, y por el norte, la Raya de Huelmos (CME-seg). Se extendían hacia Huelmos, pues con el mismo nombre figura el paraje en la operación del CME de esta alquería. Son tierras de trigo de tercera. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Los Belagales (Cabeza de Framontanos) y El Bolagal (Villar de Samaniego), ambos en MTN 450-I. También Los Belagales, en Zarza de Don Beltrán (MTN 423-III). Se trata de un topn. vegetal, alusivo a una formación de abolaga ‘cierto tipo de planta espinosa papilionácea; aulaga’. Probablemente alude a Genista scorpius, localizado por Sánchez-Barbudo (1991) precisamente en las proximidades de este paraje (en unos tesos a la izquierda de la carretera de Zamora, sobre el Km 227-228). No puede descartarse, sin embargo, la referencia a otras especies afines que también constan en la zona: Ulex europaeus, por ejemplo. La evolución abolaga > abolarga se explica por atracción hacia el parónimo larga. La pronunciación cuatrisilábica de aulaga (ya documentada en el Cancionero de Baena) ha dado lugar a una –b- antihiática. Las formas abolaga, abulaga tienen difusión en Extremadura y Andalucía; pero en el ámbito leonés propiamente dicho (y en el castellano viejo), son raros los descendientes de aulaga, dominando en cambio voces cuasi-sinónimas como tojo, árgoma, escajo, cotolla. La presencia del término abolaga en Salamanca puede explicarse por sustrato mozárabe, o como efecto de transición a las hablas extremeñas, o, tal vez, por influencia de la repoblación medieval con castellanos y serranos próximos a la actual Rioja, donde mantiene alguna vigencia esta voz. Véase DCECH, voz aulaga, y DECat, voz argelaga, para completar las referencias etimológicas. Adobes, Los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Adobes (Ánimas). Los Adoves (CME-ecl) Los Adobes (CME-seg) Adobes, El sitio de los (Coca, 57). Adobes (1850 REG 3462). En este pago se estableció a mediados del s. XVIII un plantío, que aparentemente fracasó pronto: “...algunos arboles que por la orden del nuebo plantio fixaron al sitio de los Adobes, que no produzen a causa de la inactitud de la tierra” (CME-datos generales). Era de trigo de tercera. Contemporáneamente, el sitio de Los Adobes se recuerda como un hondón sobre el camino de Huelmos, justamente al norte del prado de Valdoñegas, en la ramificación de los tres caminos. En la época del Cat. de Ensenada puede que el topn. aludiera a otro paraje, tal vez situado a la salida del pueblo en dirección a Forfoleda. En efecto, allí se constatan unas Eras de los Adobes. También en CME-ecl se menciona el paraje de Los Adobes en el cº de Forfoleda, junto a las citadas eras. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. alude a la obtención en este paraje de barro para la fabricación de adobes. Es circunstancia común en la toponimia castellana y leonesa. Era frecuente la extracción de barro en sitios encharcadizos o lagunas.
Suele tratarse de tierra colorada y arcillosa: el barro colorado es para adobes o tapias, el barro blanco para jarreados o revocados de paredes. Es muy poco plausible en nuestro contexto la interpretación arqueológica que sugieren Gordón y Ruhstaller (1991) para Los Adobes en Nerva, Huelva, en un “lugar donde afloran restos de ladrillos o tejas, preferiblemente, romanas”. Son numerosísimos los homónimos cercanos. En Valdunciel hay también un paraje, distinto a éste, denominado Los Adobes, en la hoja del Sur. En La Mata consta un Charco de Adovero (Fundación del tesorero Ordóñez, 1753). Se registra también Las Adoberas (al lado de una charca o lavajo en Zorita de la Frontera; mtn 453). Coca Tamame encuentra una Charca de los Adobes en Valdelosa (vid. también MTN 425-III), un Cahozo de los Adobes en San Pelayo de Guareña y un Rodillo de los Adobes en Añover de Tormes. En mtn 453 se registra el paraje de Las Adoberas (al lado de una charca o lavajo en Zorita de la Frontera). Sanz Alonso (1997) cita en la provincia de Valladolid La Adobera (tres casos) y Las Adoberas (seis casos). En León, comarca de los Oteros, Morala (1989) cita varios topns. Adobera. En Portugal, el topn. Adobos (DOE, p. 51) parece ser de igual significación. Aguanales, Los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Prado de Aguanales (Ánimas); Aguanales (REG 83). Los Aguanales (CME-seg): con una extensión de 6 huebras, figura en el CME como prado de secano perteneciente al concejo (propios), pasto de 1ª. Lindaba por el Norte con el cº de la Aceña. Había 10 huebras de quiñones, de trigo de segunda, adyacentes. Prolongación y cabecera del prado de Martibáñez, los Aguanales eran zona de trigo de buena calidad (CME), en una vaguada paralela a la del Valle, que cortaba el cº de la Aceña. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Hay una modesta familia léxica emparentada con este topn. Almeida y Silva (1995) mencionan el lugar de Aguaneiras en Alvarenga, Arouca (Portugal), explicando el infijo –n- como una conexión antihiática, eustómica. Véase también DTP, voz Agoaneiras. El autor asegura haber escuchado en la zona de Tarouca, a propósito de unas tierras que se encharcaban en invierno: “estas terras são muito aguaneiras” (DTP, p. 487) Análogamente en la voz aguanoso ‘metido en aguas’ (vid. DHLE), que recoge Gutiérrez Macías en el refrán extremeño: “Marzo airoso, Abril aguanoso, traen a Mayo florido y hermoso”. Con una acepción especializada, que probablemente no es la de Calzada, figura en el léxico de Treviño (Burgos): aguanal ‘surco profundo, abierto de trecho en trecho en la superficie de las heredades, para facilitar los desagües y sanear las tierras’ (Sánchez González de Herrero, 1985; también recogido en Baraibar: DHLE, voz aguanal). ¿Cabría pensar en una posible influencia de manar o de légano ‘limo, lodo’ para el sufijo inhabitual? En cualquier caso, son abundantes los infijos expresivos en las derivaciones del lat. AQUA. Así, aguachal, presente en la toponimia de Forfoleda, Aguageira y Aguaceiras en Portugal (DOE, p 62); en Cataluña, Els Aigarols (OC, voz Aigual). En el caso calzudo parece preferible pensar en una acepción como ‘lugar encharcadizo, zona de surgencia’. Sanz Alonso (1997) cita topns. semejantes en la provincia de Valladolid: Aguanales (Tordesillas), El Aguanal (Pollos), El Aguanal (Padilla de Duero; Piñel de Arriba). Los identifica como terrenos de surgencia. Con otro sufijo, El Aguanero (Quintanilla de Arriba).
Ahorcaburras Figura aisladamente, en la pañoleta de Valverdón (1901), situada en el mojón undécimo de la divisoria de términos entre Calzada y Valverdón. Da a tierras de Valcuevo, y se sitúa a poniente de Las Paradas. Parece tratarse de una denominación jocosa, probablemente de uso coloquial, que no se habrá perpetuado en los papeles. Pertenece al tipo llamado folktoponímico, y aludirá al carácter pendiente de las tierras, donde los burros empleados en la arada corren el riesgo de quedarse ahorcados (pues, además de la excesiva pendiente, la reja del arado no cede, sujeta por un suelo duro). Ahorcados, Los (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Prado de los Ahorcados (Ánimas). Los Aorcados y Prado de los Aorcados (CME-ecl). Los Ahorcaos; Los Horcaos (Coca, 103). Prado de los Horcos [linda con los Caños Ximenos] (Ánimas). Los Ahorcados (CME-seg): había 18 huebras de quiñones, de trigo de tercera, que lindaban por el sur con el “prado llamado de los haorcados”. En CME-ecl se menciona una tierra que linda por el sur con el Prado de los Ahorcados y por el norte con el Camino de la fuente de los pellexeros. Un paraje en Los Ahorcados o Jimenos (REG 142, 144). Los Ahorcados parecen ubicarse en una bifurcación de los Caños Jimenos, en el tramo final del camino Madrigal. Claramente se percibe en las imágenes de satélite la nítida bifurcación que experimenta en su cabecera el prado llamado en Forfoleda de Valdegomete (que corre paralelo y al sur del camino de la Silva); esta vaguada nace, con origen bifurcado, en tº de Calzada y vierte aguas en el regato del Valle. Es zona de trigo de tercera. Es indudable la identificación con el Prado de los Horcos (CME-ecl), por cotejo de deslindes. En cambio, no debe confundirse con Valduercos, que está en Aldeanueva, y que figura separadamente como prado de 5 huebras en el CME-seg. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS: En La Mata existe un Valdehorcados; vallejo que desagua en el arroyo de Mozodiel o de La Encina. Coca Tamame cita ejemplos similares en la toponimia de la zona: Los Orcos (Pelilla; vid. MTN 424-III), Los Orcados (Palacios del Arzobispo; existe un Horcado Chico y un Horcado Grande, junto con una Boca de ambos Horcados, todo ello inequívocamente alusivo a un prado que se bifurca), La Orcada (Valverdón; es una bifurcación de Valgrande, como se desprende del CME), Los Orcones (Zamayón). La cartografía muestra otros topns.: Casa de las Forcadas (Topas; MTN 425-IV); El Forco, bifurcación entre Rivera del Cáñamo y Rivera de los Molinos, en tº de Bermillo de Sayago (MTN 396-III); El Horco (Cabezuelo, Ávila; mtn 553). Es frecuente la forma preposicional: en Fresno de Sayago hay un Conjorco, análogo al Conforcos de La Hinesta, Zamora. analizable como *[prados] forcados ‘prado que se bifurca o ramifica’. El topn. es de extensa difusión. Un anejo de Carucedo (León) lleva el nombre de Forcadas. En Portugal, Silveira cita en 1258 un Vallis Forcado , que interpreta como furcatus ‘bifurcado’. El símil es antiguo en toponimia: “de illa via furcata” (DC, 1080). Análogamente, en Vega de Infanzones (León) hay un Camino Forcao. Morala (1989) incluye en su estudio sobre la toponimia de los Oteros leoneses una serie de parajes: La Horca, La Senda la Horca, El Prado de la Horca, Carreconforcos: los pone en relación con el lat. furca ‘bifurcación, confluencia, punto de unión entre dos montes’. Ruiforco, en León, será metátesis de *RIVU FURCU ‘río bifurcado’. En Villalba de la Lampreana se cita en un documento de 1481 un pago de Val de forcas (Vaca Lorenzo, 1988). Forcada es topn. frecuente también en Portugal, con el mismo sentido de ‘ponto de bifurcação de estradas’ (DOE, p. 658). INTERPRETACIÓN: Claramente
Concepción Suárez (1992) reseña detenidamente la abundante bibliografía y testimonios toponímicos y lexicográficos de la base latina FŬRCA ‘horca de labrador’. Como señala Coromines para el ámbito del catalán (OC, voz Forques), son innumerables los lugares cuyo nombre es Forcat(s), Forcada (-es), Forcall (análogo al castellano Horcajo) o Forquet aplicados a un accidente geográfico ―camino, río, valle, barranco― que se bifurca. En Cataluña también se registran topns. paralelos a la forma simple que consta en Calzada (Prado de los Horcos): así un Coll de Forcs en el Montnegre. En Galicia se difunde asimismo el topn. en las dos formas Furcos, Forcadas (Cabeza Quiles, 1992). En un deslinde cacereño de 1300 se toma como referencia una “enzina gorda fforcada” (Floriano, 1987). En la provincia de Sca. es conocido el pueblo de Cerezal de Peñahorcada, del que Madoz da la siguiente explicación: “contiene en su estremo dos peñascos o rocas casi inaccesibles que forman una especie de horcada, de donde toma nombre el pueblo”. En este caso, y también en el del teso de Horca (Gallegos del Pan), no se trata pues de un prado o camino que se bifurca, sino de una cumbre orográfica que tiene dos cimas próximas, a modo de cuernos o ramas de horca. También en Peña Forcada (Moralina de Sayago, Zam., mtn 396). En los topns. salm. Horcajo y Horcajuelo, repetidos en la provincia, la interpretación dependerá de la circunstancia topográfica local. Orquera es un afluente del Agadón, probablemente del mismo origen. Ajales, Los (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Figura este topn. en CME-ecl y en Contadurías, 1849. Los Hajales (CME-ecl). Lindaba por el E con el cº de Castellanos y era zona de trigo de primera. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Compárese el Camino de los Ajos en Benegiles (Zam.); Los Ajos (Torresmenudas) y Ajosas (Almenara), estos dos últimos topns. recogidos por Coca Tamame. También Alhal (Cabreiros, Arouca, Portugal), citado por Almeida y Silva (1995). Otros topns. en Portugal, que también parecen derivarse de alho ‘ajo’ (DOE, p. 98): Alhares, Alheira (documentado como Aliaria en 922), Alheiro. Almeida y Silva (1995) dudan, en conexión con los topns. portg. Faval o Nabais, que éstos tengan origen en un cultivo, dado el carácter contingente de una plantación de este tipo, que no ofrece asidero firme para una perpetuación toponímica; por ello se inclinan por explicarlos acudiendo a un colectivo de plantas silvestres de la misma familia (haba o nabo). Vid. por ejemplo Valdealverjaca (alverjaca ‘veza, alverjón, Vicia spp.’) en el monte de Forfoleda. En el caso calzudo, el topn. pudiera haber aludido a especies herbáceas no cultivadas, como el ajo de cigüeña, que crece en los prados. Dado que las aliáceas son plantas abundantes en las praderas, y poseen cierto interés para los pastores, no cabe duda de que algunos topns. de base ALLIUM, especialmente los enclavados lejos de zonas hortícolas, hacen referencia a plantas silvestres como el citado ajo de cigüeña. Así lo propone Coromines (OC, voz Aiades) al repasar en zona catalana topns. de montaña como Puig dels Alls o Mas de l’Aller. Sin embargo, dado que el topn. parece no haber perdurado, es mucho más probable que en Calzada aludiera a un cultivo hortícola, consolidado durante décadas o incluso siglos, de ajos de secano, que al abandonarse causó la extinción del topn. No parece, en efecto, que en nuestro caso sea especialmente verosímil la acepción ajal ‘lugar abundante en aliáceas silvestres, plantas espontáneas de interés pastoril’, que señala Coromines. Pues se trata de un entorno no demasiado alejado del pueblo, sobre tierra de buena calidad.
Quizás aluden también a cultivos ocasionales, más o menos estabilizados, los topns. El Azafranal (Valdunciel, Aldeaseca), Los Zumacales (CME-Valdunciel), Zamacal (Villamayor de Armuña; cf. Coca, p. 181), Cogombral (Aldeaseca; cf. Coca Tamame, p. 87); Los Cebollares (Valverdón; cf. Coca, p. 162), Cebolleros (Villamayor de Armuña; cf. Coca, p. 182); Arroyo de Calabaceros (Topas, MTN 425-III), El Calabazal (Cañizal; MTN 426-II). Morala (1989) cita en la provincia de León varios topns. que aluden a cultivos específicos: Las Legumbrales, las Naberas, Los Titales, Las Lentejeras. Alamedas, Las [también Las Choperas] Plantadas durante el s. XX, son tres, alineadas a la derecha del cº de Forfoleda. La primera está compuesta principalmente de pinos. Recibe el nombre de El Pinar. Fue plantada antes de la guerra de 1936 por Manuel Andrés Fraile, llamado “tío Manuel Merino”, nacido en 1866. La siguiente era habitualmente denominada La Segunda Alameda. Fue plantada más tarde (durante o poco después de la guerra) por Segundo García, ‘el tío estanquero’. La última recibía el nombre de Tercera Alameda o Alameda Grande. Era la más antigua. Fue también plantada por Manuel Andrés. Había otra chopera, en los Rompidos de Aldeanueva, al pie de San Pedro, que estaba dividida por el regato. Una parte era de Juan Bravo; la otra de Manuel Sánchez. Ya consta a principios de siglo como alameda de Telesforo-Martín Gómez Andrés, posadero (REG 3501). La alameda antigua, aneja al huerto del cura, era de negrillos y medía ¼ de huebra. De ella dice el CME (datos generales): “Una alameda plantada de algunos arboles negrillos”. “Dicha alameda se halla al sitio de la Laguna y casa que perteneze al Benefizio de este lugar”. Esta alameda rodeaba la casa del cura, por las traseras y en la calle de la Laguna (antes llamada cº de Valdunciel). Se accedía desde la calle por una portera. Se quitó antes de la guerra, por una enfermedad que afectó a los árboles ―dicen algunos―; otros aseguran que fue para vender la madera, que, al parecer fue comprada por la familia que hacía carros en la carretera. Parte de los terrenos de la alameda se vendieron a particulares, que agrandaron sus corrales. Junto a la alameda tenía la casa del cura un trozo de huerta, con una noria. Álamo de San Miguel, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino del Álamo. El Alamo Solo (CME-ecl; Contadurías, 1849). Lindaba por el N con la raya de Valdunciel. Era de trigo de segunda. Estos topns. probablemente corresponden a un mismo paraje, situado cerca y al norte del cº de Valdunciel, no alejado de la raya con el pueblo vecino. El Álamo de San Miguel se sitúa en un teso al este del teso de San Pedro, en la zona denominada también “caño de San Miguel”. Por allí corría un sendero llamado de la Desvergonzada. En la pañoleta (1901 PÑL) se sitúa El Camino del Álamo de San Miguel como un camino que sube al norte justo antes de abandonar el tº de Calzada, yendo dirigido a San Miguel, paraje extenso que abarca tierras en tº de Calzada y de Valdunciel. Quizás haya de ser diferenciado de otro topn. de Calzada, El Alamino (Cofr. Var.), que figura preferentemente como topn. de Valdunciel, en CME-Valdunciel, a 1/ 4 legua del casco del pueblo. Pertenecía a la hoja sur del tº, es decir, a la llamada “Hoja del cº de
Salamanca”. De otro paraje denominado El Álamo de los Samorales (CME-Valdunciel) se sabe que era próximo, cuando no coincidente. Sean uno o varios topns. diferenciados, su ubicación es próxima. Tal vez hacían referencia a algún árbol aislado inmediato a la ermita de San Miguel, perteneciente al tº de Valdunciel y ya citada en el s. XIII; el álamo habrá perdurado tras la demolición de ésta. Vid. la nota en Camino de San Miguel. Alcornocal [del tío Manuel Merino], El Recogido en idéntica forma por Coca Tamame. Subsiste como plantación actual, en la zona de la Carrasca, al final del carril o cº de la Sesmera, que discurre entre el cº Valcuevo y el cº Castellanos, al sur del pueblo. Fue plantado hacia 1920 o 1925 por Manuel Andrés Fraile, padre del político y literato Felipe Andrés Cabezas, que a su vez fue el progenitor de la poeta Elena Andrés Hernández. Tenía un trozo de viña y de huerta adyacentes. El nombre de pueblo Alcornocal en Sca., ya citado como Cornocal en 1265, testimonia la antigüedad de este tipo toponímico. También, como topns. menores, Alcornocosa (Sanchón de la Ribera; MTN 450-I); La Alcornocosa (Puertas; MTN 450-II), Los Alcornocales (Torremut, Zam.; MTN 424-III). Hacia occidente, estas formas han entrado sin duda en competencia con las derivadas del lat. SUBER, como en el portg. sovereiro. Aldeanueva FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Aldeanova (Préstamo 1265 copiado en 1345; García Martín, 1982) Aldeanueva (Tablón; 1864 REG 2). Aldeanovita; Aldeanuevita (CME-ecl; Coca, 156). El nombre ha alternado con el de Villanueva, tal vez intentando huir de la resonancia rural de la palabra aldea. Así, en la documentación del siglo XV de la casa de Alba, que tuvo abundantes posesiones en este término, consta Villanueva de Calçada alternando con Aldea Nueva de Calçada (Vaca y Bonilla, 1989). TOP. ASOCIADA: Los Rompidos de Aldeanueva; Las Eras de Aldeanueva, Las heras de Villanueva (Coca, 60). Las Heras de Villanueba (CME-seg). Eras de Aldeanueva (Ánimas). Prado de Aldeanueva (CME-ald). Era prado de propios de Calzada, con 21 huebras que se extendían flanqueando el arroyo más abajo llamado de la Vega, desde la raya de Valdunciel al este hasta la raya de Calzada al oeste. La pañoleta de 1901 parece dar el nombre de Regato de Aldeanueva al cauce que baja de Valdunciel. En la toponimia de Castellanos de Villiquera pervivía hasta la concentración parcelaria el llamado Camino de Villanueva, que, a juzgar por su trazado ―se bifurcaba desde el cº de Calzada, con orientación al norte, buscando precisamente el casco de Aldeanueva― pudo hacer referencia al despoblado calzudo. En tº de Calzada, el camino de Villanueva pasaba a llamarse Camino de la Cama la Moza. Se incorporaba al cº de Salamanca un poco al sur del Prado de Carrerinas (1901 PÑL). Tal hipótesis se ve debilitada en su raíz por varias razones. El nombre Villanueva en su aplicación a Aldeanueva de Calzada no debió de tener arraigo local ninguno; no pasa de una mera estrategia aduladora de los administradores de la propiedad. El Villanueva notorio comarcalmente es el del palacio, Villanueva de Cañedo. El camino más habitual
hacia esta población pasaba por Huelmos y seguía hasta allí la calzada de Zamora. De hecho, la pañoleta de Calzada de 1901 indica que el camino de Castellanos a Calzada se rotula como cº de Castellanos y Villanueva. ¿Cómo se explica que el camino de Cama de la Moza (itinerario nº 25 de la pañoleta) esté marcado en Castellanos como cº de Villanueva? Tal vez en tiempos los trajinantes eligirían enlazar lo antes posible con la calzada de Salamanca, de mejor piso; o preferirían evitar la travesía de Calzada, eligiendo caminos transversales (poco verosímil), cruzando por San Miguel y Cardeñosa. Fue término independiente y luego despoblado (Aldeanuevita). Probablemente se trata de un asentamiento iniciado durante la repoblación medieval. Ya existía como núcleo de población en 1265, cuando es citada como Aldeanova. El nombre de Aldeanueva parece aludir a algún vestigio de población anterior, posiblemente tardorromano, al que hace referencia el topn. antiguo La Fuente de la Aldehuela (identificable con Fuentebuena). Tenía su parroquia (San Pedro) y una ermita dedicada a San Justo (SANCTI JUSTI > Santuste). La actual Fuentebuena, atestiguada como Fuente de la Aldehuela en documentos del s. XVIII, era probablemente la fuente del lugar de Aldeanueva. Se conservaron hasta hace poco unas piedras pontoneras sobre el arroyo, uniendo lo que sería el casco del lugar (al pie del Teso de San Pedro) con Fuentebuena. Según el CME, el término fue comprado por el concejo de Calzada, a foro perpetuo, al Hospital General de la ciudad de Salamanca. Compras análogas por un concejo no son inhabituales en la comarca. Parada, por ejemplo, compró el despoblado de Rubiales (Cabo Alonso, 1955). El término de Aldeanuevita se extendía sobre 392 huebras, coincidiendo su límite por oriente con la actual raya de Valdunciel. Según el CME, medía de Norte a Sur 1/4 de legua y de Este a Oeste 1/8 de legua. Incluía los parajes de Valduercos, Los Rodillos, San Pedro, Los Samorales, Prado Redondo (= Eras Redondas), Santuste, El Alamino (ya compartido con Valdunciel), un tramo del Camino de Topas, otro del Carril de La Mata, El Tesoro, el caño de San Miguel, el caño de la Desvergonzada. El camino de Calzada a Valdunciel cortaba su término por la mitad, acompañado de prados (22 huebras). Los Rompidos de Aldeanueva, que proceden de la roturación de prados, deben de datar del siglo XIX, en que pasarían a manos de particulares para huerta y alameda. En efecto, según las cartillas evaluatorias de Hacienda (Cabo Alonso, 1955), había en el s. XIX prados de regadío en Calzada, que no pueden ser sino éstos. Aldehuela, La (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Aldeguela (CME-ecl). La Aldehuela (1879 REG 364). Era zona de trigo de primera. En las inmediaciones de la fuente del mismo nombre, se sembraba centeno, con baja productividad. Este contraste es achacable al efecto de lavado de suelos debido al fluir de los reboses de la fuente, que crearía un entorno local oligotrófico. TOP. ASOCIADA: La Fuente de la Aldehuela (CME) es la actual Fuentebuena. “Eras a las viñas de la Aldeguela” (CME-ecl), en referencia a unas posesiones atestiguadas por escrituras viejas. Fuente de la Aldehuela (REG 4949). Este topn. parece aludir a algún villar o resto de antiguo poblamiento. En relación con la actual Fuentebuena y su brocal, que reaprovecha una lápida funeraria tardorromana, se ha postulado arriba la probable existencia local de un asentamiento rural o villa, al que el topn. Aldehuela hará referencia. El lugar, posteriormente despoblado, de Aldeanueva o Aldeanuevita,
tomaría su nombre a raíz de la repoblación medieval (ya figura como Aldeanova en 1265), por oposición al antiguo villar de la Aldehuela. No es raro que el topn. Aldehuela[s] sea indicio de un poblamiento pre-medieval, como Villar o villares. En un apeo del s. XVIII en La Mata de Armuña, se registra unas “Heras de las Aldiguelas” que posiblemente delatan un antiguo asentamiento próximo al pueblo. Amorales, Los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Pertenecía al tº de Aldeanueva; se extendía hasta tº de Valdunciel. Era zona de trigo de tercera. Los Amorales (CME-ald; 1899 REG 3573). Lindaba por el norte con el cº de Calzada a Valdunciel; por el sur con el Carril de la Mata. Variante pseudo-culta: Los Sanmorales. San Morales. Los Samorales (CME-ald). Samorales (Ánimas). Los Amorales (CME-Valdunciel): distaba ¼ legua de Valdunciel. Los Sanmorales (CME-Valdunciel). Los Salmorales, Val de Samerales y Los Amerales (Coca Tamame). Los Sanchorales (CME-ecl) deben proceder de una errata de copista. TOP. ASOCIADA: El Prado de los Amorales era prado de concejo de una huebra, en el término de Aldeanuevita. El Alamo de los Sanmorales (CME-Valdunciel) era topn. perteneciente a tº de Valdunciel. ¿Es una forma variante del topn. El Alamino? CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: en la toponimia salmantina se repite el tipo salmoral, que ha sido documentadamente interpretado como ‘zona de suelos salinos’: “Salmoral... procede de SAL MŬRIA ‘salmuera, agua salitrosa’ a través del abundancial *SALMURIALE” (Llorente Maldonado de Guevara, 1986). La forma zamorana del topn., Salmorial, muy común en la toponimia menor, es fiel al origen latino. Llorente añade: “si fuera una creación romance sería *Salmueral, y no Salmoral”. Es posible, en efecto, que los topns. salmantinos salmoral, salmorales tengan su origen en la forma salmorial, habiéndose perdido la –i-, interpretada como epentética y por lo tanto de regusto arcaizante y leonés. Véase DCECH, voz sal. Del mismo origen, pero deformado por una etimología pseudoculta, es el nombre del pueblo de San Morales, cercano a la capital, como demostró en un artículo bien conocido Manuel García Blanco (1967). Idéntico cultismo se ha registrado en algunas citas notariales del topn. calzudo, pero esta forma pseudohagionómica no ha arraigado. La vocalización de la líquida en el grupo /lm/ en Samorales puede explicarse por disimilación con las líquidas subsiguientes. Formas similares están bien difundidas en la toponimia; en algunas de ellas se preserva la /i/ en la sílaba tónica, posible vestigio directo del diptongo latino: El Salmoral (Palacios Rubios; mtn 453), Salmoral (Castrillo de Guareña; mtn 426), Samurial (Golpejas; MTN 477-II), Samorial (Calvarrasa de Arriba; mtn 478). Hay un Salmorial de la Peña en Vezdemarbán (Zam.). Es de uso apelativo en Villamayor de Campos la voz salmorial como sinónimo de ‘erial’: en efecto, los suelos salitrosos son improductivos (Álvarez Tejedor, 1989). Asimismo, un Arroyo de Salmoral en Mingorría, una Cabeza de Salmoral en Sadornil de Adaja, y unos Salmorales en Santo Domingo de las Posadas (topns. medievales en Ávila: Barrios, 1981). Véanse más ejemplos en Cortés Vázquez (1989) del tipo salmorial en la provincia de Zamora. En la toponimia de Portugal, este tipo se ve reemplazado por formas como Salgueiral. El contenido alto en sales, que también ha producido numerosos topns. del tipo Salinar¸Salineros (también en Calzada), se corresponde con áreas de descarga donde el flujo desde el acuífero hasta la superficie se produce por recorridos ascendentes lentos y prolongados, ocasionando una fuerte mineralización. También en los bordes de las lagunas
se registran acumulaciones y migraciones de sales. Consúltese el estudio de Blasco Herguedas y Rolandi Sánchez-Solís (1995) sobre el funcionamiento hidrogeológico de algunas lagunas y humedales armuñeses análogos a los de Calzada. Anchos, Los (ant.) Figura en CME-seg como Los Hanchos, zona de trigo de segunda. Los Anchos (Bº). Los Sanchos (CME-ecl) es localizado entre La Laguna y El Cenizal. Consta una tierra desamortizada (Los Anchos o Llanos), que perteneció a la fábrica de la iglesia de Calzada (REG 46; también REG 81). No cabe por lo tanto identificarlo con el cº Ancho, dirigido hacia el norte. La ubicación de este paraje se desprende de un asiento de registro (REG 85) “Anchos o Cerezos”, que da entender su proximidad e indistinción con el tramo final del caño de los Cerezos. Probablemente es topn. descriptivo de la forma de las tierras o de un ensanchamiento del camino de Forfoleda. Parece descartable que tome origen en un nombre de propietario Sancho, con una pluralización posterior. Puede descartarse asimismo cualquier vinculación con la base lat. SENTIX, SENTICIS ‘zarza, espino’, que en zona valenciana ha dado lugar a un homónimo El Sanxo (OC, VI, p. 454). Coromines lo explica como derivado retrógrado de un colectivo Sanxet (de SENTICETUM ‘espinar, zarzal’). Esta etimología, sólida en un contexto donde prevalece la fonética mozárabe y donde la base SENTIX ha dejado numerosos descendientes, no es extrapolable al entorno de Calzada. Arenal, El No parece haber constancia documental antigua. Se situaba al pie del regato de la Vega, en las eras de arriba. Justamente al otro lado del puente de la carretera, en cambio, están Las Arroyadas. Así pues, la carretera separa un tramo inundable (Arroyadas) de otro tramo sedimentario donde se acumula arena. Arenales, Los Tampoco parece constar en documentos antiguos, aunque sí figura en la hoja 1:50000 del MTN y en la pañoleta de Calzada (1901) y Valdunciel (1901). Estaba entre el Carril de la Mata y el cº Valdunciel, poco después de cruzada la carretera; tenía continuación en tº de Valdunciel. Era tierra de viñas. Arrizal Figura aisladamente, en la descripción de una media yugada que fue del seminario Carvajal (1862 REG). Probable error por Praizal. Arroyadas, Las FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: No se encuentra constancia documental antigua. Se situaba en la margen izquierda del arroyo de la Vega, entre la Fuente Buena y la actual carretera de Zamora. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Corresponde semánticamente a ‘lugar expuesto a avenidas, zona inundable’. Véanse otras acepciones próximas en DHLE, voz arroyada. Correas recoge el dicho: “Hasta Nabidad no á de arroiar”. Arroyarse es ‘inundarse, estar expuesto a avenidas’. Sanz Alonso (1997) cita algunos topns. en la provincia de Valladolid que responden al mismo origen: La Arroyada (Encinas de Esgueva, despoblado de Tovilla) Las Arroyadas (Boecillo y otros). En Quintanilla de Abajo hay un
Cabezo de las Arroyadas “que se arroyaba cuando llovía y hacía nublado”. Perdiguero (1994) cita en Quintanarraya (Burgos) un topn. Arroyadas. También, en término de Riocavado (Ávila), se menciona en el s. XV una tierra “al Arroyada” (Barrios, 1981). Baleá, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Valiada del Utero (CME-ecl). ‘La Valeada o el Utero’ (AC49). La Baleada (Coca, 176). La Valeada (1890 REG 4210). Situada a poniente de la cuesta del cº Topas, cerca de la carretera de Zamora. Era de trigo de segunda. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En la provincia de Zamora, Las Baleares (Fadón; MTN 396-IV), Las Baleas y Alto de las Baleas (Almeida; MTN 424-III). Coca Tamame cita un topn. localizado en Forfoleda, Los Baliones o Los Baleones. Se trata de un lugar donde creciera abundantemente el baleo ‘planta que se usaba para hacer escobajos o escobillas’. Baleada contiene un sufijo colectivo vegetal en –ada, del que cabe mencionar formas paralelas en la toponimia: La Rebollada (Izcala; MTN 425-III), Juncada (Los Maniles; MTN 396-IV); La Juncada (Fresno de Sayago; mtn 424); éste se banaliza posteriormente como El Juncal (MTN 424-II); La Negrillada en Muga de Alba. Véase asimismo La Silbada (de silva ‘zarza’) en tº de Zamora. En la provincia de Burgos, Perdiguero (1994) encuentra en encuesta oral algunos ejemplos análogos: La Rebollada y La Enebrada en Hinojar del Rey y La Bercolada en Huerta de Rey (biércol ‘brezo’). Coromines (DECat, voz pi), se refiere a topns. catalanes del tipo Pinada, “amb l’ús del sufix –ada substituint el col.lectiu –eda”. En la comarca portuguesa de Barroso, gramada es ‘prado, terreno cubierto de gramas’ (Guimaraes, 2002). Barbero, El Caño FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Caño del Varvero (CME-seg). Caño del Barbero (Bº) (junto al Barro Blanco y al norte del cº de Valdunciel a Castellanos). El Caño del Barbero (al lado derecho del cº viniendo desde Salamanca hacia Calzada) (AC49). Caño de el Barbero (Castellanos de V.; Coca, 100). Caño Barbero (REG 134). Era zona de trigo de segunda, lindante al oeste con el cº de Salamanca y cercana a la raya con Castellanos. La pañoleta de Castellanos (1901) extiende el paraje a su propio término, entre el camino de Villanueva y la Calzada Vieja, que es prolongación del camino de Salamanca en Calzada. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Coca cita algunos topns. emparentados: La Barbera (Castellanos de Villiquera), Barberas (El Arco). La hoja MTN 425IV muestra un regato de las Barberas (Aldeanueva de Figueroa); también El Hoyo de la Barbera (Cantalpino; MTN 453-I). Cabría, en primera lectura, interpretar estos topns. como alusivos a la profesión del propietario. Así, en Almenara, Las Zapateras, topn. censado en un apeo de los Niños Expósitos, en 1752 (AC). Es preferible, sin embargo, descartar la referencia a un posible propietario barbero; son demasiados los casos para circunstancia tan anecdótica. En cambio, es verosímil postular la presencia del sufijo vegetal en –era, como en los topns. Barcera y Fresnera, ambos en término de Valdelosa (Coca, p. 373), Rebollera (Zarza de Pumareda) o en la forma antigua del pueblo vecino, Forfolera. Vid. también más abajo Silvera, prado de Casablanca (Forfoleda, Sca.). Este sufijo designaba agrupaciones vegetales, respectivamente de barceo ‘especie de esparto’, fresno, rebollo ‘roble melojo’, una especie no identificada (posiblemente una *farfolla, también ‘roble melojo, rebollo’) y silva ‘cierto tipo de zarza o arbusto’. También, en Florida de Liébana, figura en un apeo de 1752 (AC,
Capellanía de Santa Bárbara) un topn. menor Los Carderos. En Almenara se registra en 1752 un topn. menor, en la Hoja de Los Llanos y el Cerezal, La Piornera (AC, Niños Expósitos). En todos estos casos, se alude a formaciones vegetales dominadas por una especie. El sufijo vegetal en –era tuvo curso también en tierra de Ávila, al menos en época medieval: en 1210 consta documentalmente una viña en la Vercera (Barrios, 1981), claramente interpretable como bercera ‘zona abundante en barceos o berceos, especie de esparto’. Coromines (DECat, voz penya) explica cómo –era sustituye a menudo a –eda en catalán (roureda > rourera, alameda > alamera); y también en castellano estándar: chopera. (1) En el caso que nos ocupa, el topn. es probable evolución de una forma anterior no documentada *[Caño] Bardero, es decir, la vaguada de las bardas o robles. El antes citado Arroyo de las Barberas, en Aldeanueva de Figueroa, es cercano al topn. El Bardal, en zona de monte bajo de roble. La Bardera se repite como topn. en numerosos puntos de la zona de Vitigudino; así en Villargordo, Cerezal de Puertas y Espadaña (MTN 450-IV); también Las Barderas, en El Manzano (MTN 423-IV). En la misma zona se registra el topn. Barbero (El Manzano; MTN 450-II). En Zarza de Pumareda consta La Bardera y El Bardialón. En todos ellos parece aludirse a especies caducifolias o marcescentes del género Quercus, especialmente cuando están en forma arbustiva: barda es a roble lo que carrasca es a encina. Ha de dejarse sin embargo abierta la posibilidad de que, localmente, se trate de otra planta o árbol. Sánchez Sevilla (1928) recogió en Cespedosa de Tormes la voz apelativa bardera ‘lugar donde se crían bardas, es decir, especie de sauce, menos basto que el saoz, que se usaba para hacer cestas y para formar la ripia entre los cuartones y las tejas’. Probablemente es éste el valor semántico de La Bardera, en Villatoro (Ávila). (2) Mucho menos verosímil es la posibilidad de que el formante sea barba en aplicación metafórica, a través de determinada planta o formación arbustiva o herbácea que, por analogía, haya recibido en el pasado este nombre. Por ejemplo, llaman barbas de capuchino a algunos líquenes (Usnea spp., Evernia spp., Ramalina spp.) que cuelgan de las ramas de las encinas o los robles (Rico Hernández, 1992). El árabe vulgar ŠA‛RA, del que procede el castallano jara, es el femenino de un adjetivo que significa ‘velloso, peludo’, pero pasó a significar en el norte de África y Al-Andalus ‘bosque, bosquecillo’ y luego ‘matorral, mata’ (DCECH, voz jara). El topn., frecuente en Portugal Barbosa, parece sin duda de referente vegetal, a la vista de su sufijo. En esta explicación se basan Almeida y Silva (1995) al tratar el topn. Barbosas de Burgo, Arouca (Portugal). Similar origen tendrán los topns. del tipo Cabezavellosa (un pueblo en Sca., otro en Cáceres, un topn. menor en Peñalba de Ávila), Peñavellosa y Valvellosa (Molina Ferrera, León) y también el cerro de Capeloso (La Faba, León) o el pueblo de Capileira (Granada). Pero seguramente El Caño Barbero no pertenece aquí. Por un lado, tratándose de voz tan conocida como barba, si éste fuera el origen directamente, no se habría hecho uso de un sufijo inhabitual en –ero, siendo tan vital el sufijo en –udo o en –ón. Por otra parte, parece que el uso metafórico en Cabezavellosa se basa en una coordinación de símiles: un altozano es equiparado a una cabeza y su vegetación, al vello de ésta. En el caso de un caño ‘vaguada’, no es posible tal coordinación metafórica. (3) Como hipótesis menor, casi descartable, se apunta la posibilidad de que Barbero sea derivado de bravo en la acepción ‘tierra no roturada, de bravío’ (en la diplomática medieval, son las “terras barbaras” o bravas). Así como existen en portugués los topns. Bravais (DTP, p. 77; castellano Bravales: quizás en Salamanca Barbalos), podría haber existido alguna forma de la misma base con sufijo –ARIUS, en romance –ero. Tal sufijación no es insólita, pues en Iberoamérica se conoce el adjetivo bravero ‘pendenciero, bravucón’. En tal caso, el caño Barbero habría sido un caño sin roturar, de bravío.
Barranco, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Carril de la Mata o Barranco (CME-ecl). El Varranco (CME-seg). En el Registro de la Propiedad figura en el s. XIX una ubicación de tierra en “las Barrancas o Carrerinas”. Se situaba a oriente del cº de Salamanca; parece recordarse que se hacía barro de construcción con tierra extraída de allí. Era zona de trigo de primera. Topónimo diferente es “El Barranco de la Boca del Valle a las Heras” (CME-ecl), Barranco de las Eras (1850 REG 3435), que sin duda estaba situado en la zona del actual cementerio, donde el Valle afluye a la Vega formando las eras antes llamadas de los adobes. Estas citas parecen sugerir un uso adventicio de esta designación, en referencia a sitios escarpados por haberse realizado en ellos alguna extracción ocasional de barro. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Palacios del Pan (Zam.) figura un topn. Los Barrancones. En Muelas del Pan, una Fuente del Barranco. Hay un Vado de los Barrancos [en Derrengada, sobre el Tormes] citado por Madoz. Algunos ejemplos aducidos por Coca Tamame (1993): en Castellanos de Villiquera, La Barranca (CME-Castellanos); en Torresmenudas, El Barranco. Dado que el contexto orográfico de ambos parajes calzudos no muestra ningún desnivel acusado que justifique la designación con barranco, es necesario interpretar este topn. como (1) derivado de barro, con un sufijo anómalo; o (2) descriptivo de un simple ribazo o caballón, por aplicación hiperbólica del término. Si se sigue la primera hipótesis, se trataría sin más de una variante ocasional del topn. también calzudo El Barrero, que parece ser colindante con éste. Almeida y Silva (1995) citan un topn. Barranca en Fermedo, Arouca (Portugal) como derivado de la raíz barr- (de la que proviene el español barro) mediante el sufijo antiguo –anca. Este mismo sufijo de matiz despectivo ha tenido vigencia en el romance peninsular hasta época contemporánea. Vid. potranca ‘potra grande y desgarbada’, moranco ‘despectivo de moro’. Los de Hoyo de Pinares son llamados hoyancos (Rohlfs, 1968). En Palencia de Negrilla se registra el topn. Los Pozancos, en el camino al encinar de Granadilla, probablemente alusivo a una depresión húmeda del terreno: actualmente hay una charca inmediata. La primera hipótesis se impone, pues frecuentemente aparece la voz barranco en la provincia aludiendo a lugares de extracción de barro. En Martiago murió sepultada una mujer de un grupo de tres que extraían barro blanco, al desplomarse sobre ellas “el barranco de donde lo sacaban” (El Nuevo Progreso, 25 de febrero de 1890, p. 1). Barrero, El (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Varrero (CME-ecl). Linda por el W con el Prado del Valle. Era zona de trigo de tercera. Probablemente era próximo al Caorzo de la Terrera, cuyo nombre también parece aludir a la extracción de barro para tapias y adobes; tal vez es designación alternativa de El Barranco. En CME-ecl se menciona el Barrero del Valle, denominación sin duda alusiva a este mismo paraje. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El Barrero (topn. diferente) era también un paraje en tº de Valdunciel, próximo al camino que de esta población subía a Zamora. Morala (1989) cita en Los Oteros (León) el topn. La Barrera del Duque (lugar de
extracción de barro para tapias o adobes). Son numerosos los topns. que aluden a este uso de las lagunas para producir barros de construcción o de alfarería. En Moreruela de los Infanzones (Zam.) hay el topn. El Barrero; en Muelas del Pan, una Barrera Grande y una Barrera del Agua. En Canalejas (León) figura La Laguna Barrosa y La Barrera Alta. En Villalpando se cita en 1406 el topn. menor La Barrera (Vaca Lorenzo, 1988). Cabeza Quiles (1992) señala cómo en Galicia algunos de los topns. Barreiro(s) aparecen próximos a antiguos centros de alfarería popular. Es también común la forma no sufijada, de carácter metonímica (topns. El Barro o Los Barros). Compárese con el topn. de Calzada Los Barros de la Laguna; en Valdunciel, El Barro de las Raposeras (CME-Valdunciel); también Los Barros (Juzbado; MTN 451-IV). Barro Blanco, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Barro Blanco (Bº); El Varro Blanco (CME-ecl) Barro Blanco, El (Coca, 177). Era zona de trigo de tercera, situada cerca de la raya de Castellanos, próxima a la Linde Gorda. Desde Castellanos salía el cº de la Mata “que dicen varro blanco” (CME-Castellanos); ello implicaría una ubicación algo más al SE. Sin embargo, la pañoleta de Castellanos (1901) sitúa el paraje junto al cº de Castellanos a Valdunciel, pegando a la raya con Calzada, y adyacente a la calzada vieja. Ello concuerda con otro apeo, según el cual El Barro Blanco (CME-Castellanos), lindaba por el norte con el cº de Castellanos a Valdunciel. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Se tratará, sin duda, de un lugar donde se extraía el barro blanco; éste se usaba para enlucir muros, como sucedáneo de la cal. En la descripción de Boadilla, contenida en el Libro del Bastón (1770) se lee: “una mina de Tierra o barro para su blanqueo [de las casas] en lugar de cal”. Análogamente, Barro Blanco y Barrero Blanco (El Cubo del Vino; MTN 425-I y MTN 425-II); Barro Blanco (El Perdigón; MTN 397-III). Hay una Laguna del Barro Blanco en Muelas del Pan. Era famoso el barro blanco (caolín) de Peñausende y Tamame. De una retahíla geográfica que se cantaba en Sayago circula la siguiente relación: “Barro blanco hay en Tamame, / en Peñausende loberos / y en Villar del Buey hay sólo / de la Argentina dinero”. También se decía: “el barro blanco de Peñausende, un burro lo saca y ciento lo venden”. Bebedero, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Bebedero (Ánimas; 1862 REG 9). El Vevedero (CME-seg). El Bebedero (Coca, 141). Era zona de trigo de segunda. Se trataba de un caño hondo, que quedaba a la izquierda yendo a Castellanos, cerca de La Cama de la Moza. Una tierra mencionada en CME-ecl es localizada en “Los Praizales y el Bebedero”, lo que muestra la proximidad entre ambos parajes. La misma indistinción se expresa en testamentos del pueblo. TOP. ASOCIADA: Prado del Vevedero (CME-ecl). Con la acepción bebedero ‘pilón’, Sanz Alonso (1997) cita un topn. menor en Valladolid. En Coreses y en Fresno de la Ribera (Zam.) hay un Arroyo de los Bebederos. En el caso calzudo, se trataba probablemente de alguna zona de retención de agua, en un caño ligado a Los Praizales (tributario del arroyo del Valle), que se aprovecharía para abrevar el ganado. Bonete Griego, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Vonete Crego (CME-ecl). Bonete Crego (REG 95).
Estaba situado al norte de Valdoñegas de Arriba y a poniente del cº de Topas. Era zona de trigo de tercera. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Con las reservas que se expresan abajo, podría tratarse de un arbusto silvestre, el bonetero o evónimo silvestre: Euonymus europaea L. En alemán, con similar metáfora, se llama localmente Pfaffenhütchen o Pfaffenkäppchen ‘sombrerete o gorrilla de cura’; en Austria, Bischofkappl y Pfarrerkapperl; kardinaalsmuts en holandés, en francés, bonnet-de-prêtre, bonnet carré y bonnet d'évêque; berretta del prete en italiano; en gallego, bonete de crego. Estas denominaciones convergentes aluden a la cápsula que envuelve las semillas, cuya forma cuatrilobulada recuerda un bonete de clérigo. Es arbusto corriente en la mitad norte de la Península en bordes de bosque y formaciones lineales (setos, galerías) Sin embargo, no parece persistir hoy en la Armuña (SánchezBarbudo, 1991). Esto no excluye su presencia en el pasado, pues es arbusto frecuente en la provincia de Zamora, y también se encuentra en zonas de quejigar de los Montes de Torozos (Valladolid). Probablemente alude a la misma especie vegetal otro topn. sayagués, Rodillo del Bonete, en Fresno de Sayago (MTN 424-II). Dada la escasez de esta especie vegetal en el entorno calzudo, cabe plantear, por prudencia, otras hipótesis. Algunos topns. similares son de explicación oronímica, al haberse comparado la forma del terreno con un bonete. El Bonete del Cura en Pedrotoro (Sca.) pertenece verosímilmente a esta categoría, dado que se trata de un abrigo rupestre. Análogamente la cima llamada el Bonete (913 m), en las sierras de Murcia y Albacete. El paraje de la Montera del Torero en la sierra de Cádiz describe un crestón rocoso con esta forma. En Calzada, el carácter llano, mollar y de perfiles suaves del terreno donde se ubica el Bonete Griego hace del todo improbable la hipótesis oronímica; sin embargo, parece probable que el nombre de lugar haya nacido en referencia a la forma de una tierra (con cuatro esquinas marcadas) o a algún resto de edificación antigua con planta similar al tocado eclesiástico. Recuérdese la adivinanza, recogida por Morán en la provincia: “redondo, redondo como un plato / y esquinas tiene cuatro”; se alude al bonete (Morán, 1990: 55). En cuanto a la forma crego ‘abad, cura, clérigo’, se trata de una variante semipopular, originada en el lat. CLERICU-, con difusión gallego-leonesa (Morala, 1989). Este autor cita el topn. La Senda los Cregos (Morilla de los Oteros, León). Crego ‘clérigo, cura’ es usado por Torres Villarroel. Menéndez Pidal (1962), en su estudio sobre el dialecto leonés, constata la vigencia de crego en la provincia de Sca., y lo pone como ejemplo del trueque de –l- por –ren algunos grupos consonánticos. A la evolución crego > griego habrán contribuido tanto la creciente opacidad del primer vocablo como la frecuente sonorización del grupo –kr-. En Vegas del Condado (León) hay un Molino de la Griega. También en Cuadros y en Villarroquel (Morán, 1990). Véase El Griego (El Maderal; MTN 425-II) y Peña Creigo (Fresnadillo; mtn 396). En Valladolid hay el topn. mayor Gregos, Griegos o Valdefuente. Cabaña, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Cabaña (1867 REG 132; Coca, 78; Ánimas; Tablón) El Caño de la Portilla o La Cavaña (CME-ecl). Existía en La Cavaña (CME-seg) una tierra de quiñones de 13 huebras, con trigo de segunda. Sus lindes eran, por el este, la calzada de Zamora, y por el oeste, el prado de Valdecabrilla. Se localiza por lo tanto en el teso que
flanquea por el norte el prado de la Portilla. En esta zona se daban distintas calidades de terreno, desde primera hasta tercera. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Es un tipo toponímico de amplia difusión. Existe un Teso de la Cabaña en Coreses (Zam.); La Cabaña en Molacillos (Zam.) y en Zarza de Pumareda. Coca Tamame cita un Valdelacabaña (Palacios del Arzobispo) y La Cabaña (Castellanos de Villiquera). Se registra también en Valverdón: La Cruz de la Cabaña (CME). Sanz Alonso (1997) aduce numerosos ejemplos en la provincia de Valladolid. La Cabaña era en 1464 un topn. menor de Villárdiga (Vaca Lorenzo, 1988). Morala (1989) también recoge abundantes topns. basados en cabaña en la zona de los Oteros (León, p. 369). Otros topns: Cabanas Longas, Arouca (Portugal), Cabañas Raras [es decir, ‘dispersas’: cf. Pedrosillo Ralo] (León). También González (1999) menciona un topn. Cabaña en Cantabria. En Cisla (Ávila), se registra un topn. “tras la Cabanna”; y en Sadornil de Adaja, La Cabannuela (Barrios, 1981). La ambivalencia entre ‘choza’ o ‘institución fundada por los Reyes Castólicos’ no debe desorientar en la interpretación del topn. calzudo, puesto que esta institución no ha tenido posesiones en Calzada. Tampoco es verosímil que se haya grabado aquí alguna acepción análoga a la que Rubio Álvarez (1956) registró en el Valle Gordo (León), cabaña ‘lugar o monte donde pasa el verano el ganado vacuno que no se precisa para el trabajo ni para dar leche’. El término cabaña no tiene uso apelativo actualmente en Calzada, pero sí lo tiene el derivado cabañal. Unamuno, en su Recopilación, recoge la voz cabaña con la siguiente acepción, vigente en la provincia de Sca.: ‘caseta con pajas largas y juncos, que se llevan a la costilla de un lado para otro’. Esta acepción se ciñe por lo tanto a las bien conocidas chozas portátiles de los pastores. Es muy probable, sin embargo, que el valor de esta voz fuera antiguamente análogo al de choza (materiales vegetales) o caseta (piedra suelta o adobes). Parece pues verosímil que el topn. calzudo aluda a una choza o construcción improvisada, tal vez para guarda de ganados, y mucho más probablemente para la vigilancia de viñedos. Las Ordenanzas de Zamora (Del Canto et al., 1991) establecen la obligatoriedad de que hubiese guardianes de las viñas (viñaderos), así como los había de las tierras de pan llevar (mesgueros). Morala (1989) observa cómo gran parte de los topns. del tipo cabaña en Los Oteros (León) se ubican en zonas de viñedos, donde cumplirían la función de casetas guardaviñas (como las actualmente muy abundantes en Fermoselle). Puede objetarse que la arquitectura efímera o precaria no genera topns. permanentes. Sin embargo, esta objeción se supera suponiendo que la tal cabaña fuera de instalación periódica en un lugar fijo, posiblemente dominando una zona de viñas. Así, en el Becerro de Visitaciones (1441) de la catedral de Ávila (Barrios, 1981) se menciona en Sotosalbos (despoblado de Maello) “un pedaço de tierra que toma de la Vinna Mayor de Calongía e de onde fazen la Cabannuela”. Cadozo de Antón Sevillano (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Cadozo de Antón Sevillano (NSR) [lindante con las Eras]. El Caozo de Anton Sebillano (CME-ecl). Heras al caozo de Anton Sebillano (CME-ecl). Era zona de trigo de segunda. Compárese con la antes llamada Charca del tío Andrés Bravo (ya desaparecida), entre las eras de arriba y las casas del pueblo. Sevillano es apellido antiguo en Calzada. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Para una discusión sobre el topn. cadozo, vid. más abajo caorzo. El que una laguna lleve como determinativo el nombre de un
propietario no debe sorprender. Morala (1989) cita en Los Oteros (León) un topn. antiguo que cabe comparar con éste: El cadoço del calvo (si es que calvo no alude a un calvero). Un cadozo podía también llevar el nombre de un propietario como identificativo en caso de proximidad a una casa, era o huerto de éste. Por otra parte, dado que los cadozos tenían aprovechamientos varios, entre ellos el de la extracción de barro para tapiales o adobes, puede haber existido charcas de propiedad privada. Véase más adelante la venta de una laguna cerca de la actual casa rectoral. Calzada de Valdunciel Sobre el topn. Calzada de Valdunciel. La forma compuesta se registra por primera vez en las visitas episcopales de 1604-1629 (Casaseca y Nieto, 1982). Contrariamente a lo que a veces se afirma, esta forma no expresa ninguna relación de dependencia o de jerarquía entre Calzada y Valdunciel. Se trata de un mero epíteto diferenciador, que pretende evitar confusiones con otras Calzadas, como la actual Calzada de Don Diego. La composición adquiere estabilidad más tarde, al terminar el Antiguo Régimen, y especialmente bajo la influencia del sistema postal y de la estructuración en provincias. Paulino Gil explica así este proceso: “Entre los actos de organización del territorio español, emprendidos en tiempos de Fernándo VI y culminados en tiempos de la Primera República Española, que terminaron con la organización territorial que nos ha llegado, estuvo la diferenciación por medio de epìtetos o referencias de lugar, historia o pertenencia, de los numerosos municipios y lugares que tenían nombre idéntico, así surgen "de Henares", "de Guadaíra" y "de Los Gazules" para las Alcalás más conocidas, o "la Nueva" para la Sevilla de Madrid, en distinción de la simpar andaluza que no necesita apellido, o, incluso dentro de la provincia de Madrid, los determinantes "de Puerto Real" y "de Madrid" para las dos Rozas que hay. Iniciado el proceso, eran los propios municipios los que proponían su apellido, que finalmente era otorgado de forma oficial”. (1) Calzada Son generales en la toponimia del CME las referencias a la Calzada Real de Zamora. En Aldeaseca y en Castellanos figura asimismo una Calzada Vieja, que se prolongaba apuntando hacia Calzada de Valdunciel. Viniendo desde Salamanca, observa Morán (1946), y una vez pasado el arroyo de la Encina, “sigue la calzada a la derecha de la carretera como camino muerto; después se borra toda huella porque los dueños de las fincas colindantes se las han ido apropiando; se nota el lindero de las propiedades que todas vienen a fenecer en la misma línea, como posteriores que son al camino”. “Junto a la caseta de camineros [se trata de la antigua caseta, ya demolida, pero que aún se adivina, de Pedrailes], vuelve a ponerse a la izquierda de la carretera y sirve de camino de carros y de herradura hasta Calzada de Valdunciel [éste era el llamado en Calzada camino de Salamanca]”. Una vez atravesado el pueblo y los pontones, “la cuesta por donde sigue la calzada hacia el norte ha sido profundamente rebajada para suavizar la pendiente. Por la izquierda de la carretera vontinúa hasta Val de Negrillo de Huelmos, en que cruza a la derecha hasta la raya de Cañedino”. Se trata pues de una designación del antiguo camino de Salamanca a Zamora, que era fiel al trazado de la calzada romana desde Mérida a Astorga. Roldán Hervás y otros han estudiado esta vía, a la que sin duda debe su nombre nuestro pueblo. Puede consultarse en relación con el iter ab Emerita Asturicam la obra del Prof. Roldán, tanto su tesis doctoral como el resumen de ésta aparecido en 1971. Véase también el estudio de Morala (1989) sobre el topn. calzada (p. 405). (2) Valdunciel
Se añaden aquí algunas notas complementarias a la literatura existente sobre Valdunciel. El topn. aparece citado como Val[mu]ziel en 1265 (García Martín, 1982; parece lectura errónea: ¿quizás *Vallunziel?). En un testamento de 1281 se cita la ermita de “San Miguel de Vallonçiel” (Martín et al., 1977). En 1298 es mencionada una viña en el paraje de La Vaca, en tº de Carbajosa de Armuña, que lindaba con viñas de “Martin Domingo et donna Sol de Vallonçiel” (Martín et al., 1977). El topn. figura, en composición con Calzada, como Val de Unciel en las visitas episcopales de 1604-1629 (Casaseca y Nieto, 1982): se trata de una versión analítica que puede ser artificial. Ya consta como Valdunciel en Madoz. En la documentación de la casa de Alba, perteneciente al s. XV (Vaca y Bonilla, 1989), se cita con formas variantes Valdonziel, Valdoziel. Es abundantísima la forma Valdonciel en los apeos del s. XVIII. Existe un doblete toponímico en Sayago, la dehesa que Madoz registra como Valdunciel, y que aparece mencionada en el Fuero de Ledesma en una forma convergente con los Vallonçiel medievales arriba aducidos para el pueblo de la Armuña: “Como prende en sommo del sierro de Penna Gusende & en Santiz, & determina Alfaraz et Pennela & con la Almexnal, et determina Val Llonziel con Torre de Ummum, & determina Peliella con Torre de Ummum, & fier en Tormes”. Este Val Llonziel, en tº de Moraleja de Sayago, pervive diversamente grafiado hoy como Valdefunciel (MTN 424-IV), Regato de Valdejunciel (MTN 451-I) y Valliciel (mtn 424), indicio de inestabilidad en la transmisión del topónimo. Un documento portugués medieval incluye una forma homónima, que parece independiente: DP-3, nº 187: ‘per illum liminare que venit de Vallonzel’ (Documentos Medievais Portugueses: Documentos Particulares, vols. 3 y 4). Se cuenta pues con tres topns. de diferente localización pero idéntica forma medieval Vallonçiel, Vallonzel, Vallonziel. El topn. viene oscurecido por fenómenos de fonética sintáctica, por la alternancia entre formas plenas o apocopadas de valle, y por la presencia inestable de la partícula de. Se ha venido explicando como originado en una forma sufijada del lat. JUNCUS ‘junco’ o JUNCEA ‘juncia’. Así, Menéndez Pidal (Orígenes) cita como forma mozárabe un topn. Vallunquera, que tendría su origen en VALLE JUNCARIA ‘valle juncoso’. Juncido, topn. de la zona de Arouca (Portugal), es explicado (Almeida y Silva, 1995) a partir de junça < lat. JUNCEA, ‘juncia’ y el antigo sufijo vegetal –ido. En el caso de Valdunciel, no parece, sin embargo, imprescindible recurrir a JUNCEA. Puede, en efecto, pensarse en una evolución de –c- a fricativa interdental desde JUNCU- + -ETU, o JUNCU- + -ETULU-, o desde JUNCU- + -ELLU, bajo el efecto de la vocal cerrada anterior –i- de las formas romances del sufijo (-ido, -iello); se trata de un fenómeno bien conocido en fases arcaicas de la lengua, e inducido por el cambio en la vocal subsiguiente al grupo –nc- por la adición del sufijo. Compárense en Palencia los topns. Marca, donde la –c- permanece velar, y Marcilla, que se dentaliza; también Villaseco y Villasecino; Vega y Vecilla (León), Arco y Arcillo. En Portugal, Concela es topn. derivado diminutivo de lat. CONCHA (DTP, p. 202); asimismo, García Arias (2000) encuentra la voz conciella ‘cuenco pequeño’ y soceller > *SOCCELLARIUM ‘fabricante de zuecos’ en documentos medievales del área asturiano-leonesa. Análogamente, en nuestro caso, a Juncal y Yuncal, formas velares, le corresponden Junciel y Juncido, formas interdentales. La misma alternancia se advierte en los topns. portg. aducidos en DOE: (1) Juncal, Juncais; Juncosa [k]; (2) Junceira, Juncido, Juncinha [z]. Los del segundo grupo pueden provenir tanto de junco como de junça ‘juncia’; en cambio, los topns. Junçaria, Junças, son indudablemente derivados de junça. Chavarría Vargas (1997) observa cómo las hablas mozárabes exhibieron una fase intermedia entre el tratamiento velar [k] de lat. –CE-, CI- (etapa arcaica) y la realización
sibilante dental [z; ç] que observamos, por ejemplo, en el topn. Valencina, Porcil. Esta etapa intermedia, representante de la pronunciación mozárabe en los primeros siglos de dominación musulmana, es la realización palatal africada /ĉ/; así, en mozárabe se registra alyuncha ‘juncia’; tal tratamiento se desvaneció en general, salvo en contextos que preservaron una fuerte influencia musulmana, donde el sonido [ch] quedó inmovilizado: así topns. como Luchina, Alconchel. Ningún rastro queda en Valdunciel de esta etapa intermedia, ni la toponimia de la zona puede avalar la presencia local de formas donde lat. –CE-, CIhaya perdurado como /ĉ/ (es excepción el leonés Almatriche); véase Chavarría (p. 214). Sorprenden estas atestiguaciones antiguas Vallonzel, que se apartan del vocalismo latino de JUNCU-. Cabe explicar las formas en –o- como resultado de palatalización de la vocal posterior –u- por influjo del grupo –l- + -j- (o –ll- + -j-, por absorción de la yod en contacto con la palatal), que habría evolucionado previamente a –ll-. Una explicación complementaria puede basarse en la atracción pseudoetimológica por formas como doncel, doncella. Para el ámbito catalán, Coromines señala en OC algunos descendientes toponímicos de la base JUNCUM. Juncet, antes Joncet, es derivado de JUNCETUM ‘juncal’. Un topn. parcialmente coincidente con nuestro Valdunciel es el de un antiguo nombre (s. XIII) de arroyo Joncells, que explica como procedente de un diminutivo JUNCETULUM- ‘pequeño juncal’. De étimo igual, pero con evolución mozárabe y disimilación de palatalidad, sería el topn. valenciano Juncillo, que también es nombre de un arroyo. La realización medieval de la velar j- inicial latina ante vocal posterior era como palatal fricativa y- en gran parte del dominio leonés (Yuncal en Torresmenudas en documento de 1430; actualmente, Fuente Yunco en Roelos; MTN 424-I). El fenómeno parece haber tenido mayor extensión medieval, pues se registra también en área plenamente castellana. Los Yuncares es topn. registrado en el s. XV en Mambles, Adanero; Yunqueras en Cardellejo, Fontiveros (ambos topns. en tierra de Ávila: Barrios, 1981). Nieto Ballester (1997) cita algunos ejemplos análogos, que adscribe a un tipo mozárabe: Yuncos (Toledo), Yunquera (Málaga), Yunquera de Henares (Guadalajara), Yuncler (Toledo), Navayuncosa (Madrid). De ahí a la pérdida del fonema había un paso: cf. La Uncal, en Los Oteros, León (Morala, 1989). En contexto mozárabe (Chavarría Vargas, 1997) ha sido constatada la dominancia de la realización como /y/: Yuncos, Yuncler, Yunclillos; Yunco, Yunquera, Yuncares. Los topns. en los que se observa pérdida del fonema inicial –Unclillos, Unqueira, Uncina- pueden obedecer a una tendencia interna del sistema o ser explicables por fonética sintáctica (bajo el efecto del artículo). Una duda similar puede albergarse sobre Valdunciel: la pérdida del fonema /j/ ¿es espontánea o es una vocalización debida a presiones de fonética sintáctica, análoga a la de Santullán, Santillán desde lat. SANCTI IULIANI? En efecto, tanto en el Valdunciel sayagués como en el armuñés se observa cómo el sonido lateral –ll- de las formas medievales (Vallonçiel), resultado regular por fonética sintáctica de –lj- o de –llj- (lo que presupone un genitivo sin preposición de enlace, fenómeno común también hoy –Camino [de] Forfoleda-), se ha resuelto con la restitución de la preposición de. En ello ha podido influir la vacilación entre los grupos consonánticos –llj- (*vall junciel), -ldj- (*val d’junciel), propia de una situación fluctuante entre val y valle, por una parte, y entre la pérdida o la preservación de la preposición de enlace. Existen, por añadidura, otros nombres de lugar afines a la forma contemporánea. Se menciona en la diplomática medieval zamorana (Martín, 1982) un topn. Val de Iunzel
(1168), que lindaba con posesiones del monasterio de Moreruela (Emaces, ant. Imazes). Probablemente se trata del actual despoblado de Junciel, en término de Manganeses de la Lampreana. En el fuero de Manganeses, del s. XIII, se explicita: “quando fuere el Obispo en Manganeses o en Junciel han a dar ropa en que fagan sus omnes et sos hospedes” (Sánchez Rodríguez, 1987). Otro topn. similar es mencionado como “loco qui dicitur Iuncel, in collatione de Andavias” (1174) (Martín, 1982). En un documento posterior (1226), el abad y convento de Moreruela renuncia a sus derechos sobre Junciel; a cambio, el cabildo de Zamora le cede una heredad en Melgarejo. En un testamento de 1250 se menciona una viña: “el maiolo de la Cabez de Iunciel”, que quizás hace referencia al cerro de Junciel (710 m) localizado en Pajares de la Lampreana. También se registra como topn. menor en Villacorta (León) un Vandoncil o Valduncil. Sobre el sufijo –iel. A partir de Menéndez Pidal, se viene asociando esta forma de sufijo, evolución del latín ELLU- por diptongación y apócope de la vocal final, con las hablas mozárabes. La pérdida de la vocal arrastra la despalatalización de la lateral –ll-. Así Jatiel y Campiel (Teruel), Almuradiel, Daimiel o Montiel (Ciudad Real), Muriel (Valladolid y Soria), Gumiel y Baniel (Soria), Villamontiel (Toledo), Utiel (Valencia). El fenómeno debió tener vigencia más extensa, como ya observó Pidal, produciéndose luego regularizaciones castellanas hacia –il o –illo. Carracedo (1994) cita ejemplos en Soria, algunos de los cuales han reducido posteriormente el diptongo hasta –il: Ojuel, Peroniel, Arciel, Portel y Portiel, Castil y Castiel. Otros ejemplos en la toponimia de Valladolid: Castil de la Vega era Castriel de la Uega, y también Castrillo Tejeriego era Castriel. En cambio permanecen intactos Curiel, Piñel y Villamuriel (Sanz Alonso, 1994). Es sufijo, como se ve, que también aparece usado en contextos no mozárabes. Es particularmente común en la antroponimia judaica castellano-leonesa medieval: en la judería de Salamanca se citan los apellidos Armadiel, Aventuriel, Madrotiel, Sorniel (Carrete Parrondo, 1989). Mossé Salvadiel, hijo de Salvadiel, es un judío de Ávila en 1299; como lo es Çag (=Isaac) Almanniel, también citado como Almanner (Barrios, 1981). La apócope de la vocal final, con o sin diptongación, es frecuente en la toponimia medieval de Ávila y de las provincias leonesas. También se da en Burgos (Villamiel es la villa de un Gemellus). Así Verzemuel (luego Bercimuelle, anejo de Blascomillán, Ávila), Cardiel (Peñalba de Ávila; éste y el anterior recogidos de Barrios, 1981), río Zapardiel (el topn. se repite en Palacios del Arzobispo, Sca.), Regato Maniel, afluente del Arganza, a su vez tributario del Huebra, Valdecidiel (Barbadillo, mtn 477), ermita de Fernandiel en Muga de Sayago, Valdemuriel (Peñausende; MTN 425-I), Escorriel en Zam., monte de Paljariel (Ponferrada, León: citado en Madoz), Benamariel, Villacalviel, Villarmeriel, Villacabriel, Villamoratiel, Villavidel, Villarroquel, Villaturiel (estos últimos de León). Se observa la abundancia de casos en que se ha preservado este sufijo en topns. de origen personal compuestos: seguramente se trata de un fenómeno de fonética sintáctica, en que el apócope viene inducido por la secuencia polisilábica. Zamora Vicente (1979) recoge numerosos ejemplos toponímicos de apócope en –iel, que adscribe a la pervivencia de hábitos vocales mozárabes. En el caso de nuestro Valdunciel se plantea una duda adicional: el diminutivo, ¿es originario?, es decir, ¿corresponde a un apelativo, ya lexicalizado, del tipo *iunciello, alusivo a un tipo particular de juncia?; o, por el contrario, ¿se trata de un diminutivo posttoponímico, que hace referencia a un topn. preexistente ya desaparecido, del tipo *Valdeiunco o *Valdeiunceto? En el segundo caso, se tendría una derivación secundaria, por diferenciación o por énfasis afectivo, como Cañedino ha de entenderse: no es
descriptivo de un cañizar pequeño, sino que alude a un lugar de menor entidad que otros Cañedos de la zona (como el antiguo Cañedo del Yermo, actual Casablanca). Es difícil zanjar esta cuestión en ausencia de más datos documentales. Finalmente y a título de conjetura, puede proponerse una explicación alternativa, pero improbable, a la base junco. Dadas las formas antiguas en –o-, cabría muy hipotéticamente pensar en un mero diminutivo indirecto de VALLE, como Montezelo o Pontizela diminutivos en Portugal de MONTE- y de PONTE- o Vachizuelos, en Asturias, diminutivo de VALLE(Concepción Suárez, 1992). Coromines, con serias reservas, postula un origen en *VALLONICELLA ‘vallecillo’ para Valldonzella (OC). A las dudas de Coromines se añadiría en nuestro caso el género masculino de un hipotético * VALLONICELLU-, progenitor de Valdunciel. En efecto, dada la antigüedad de las citas, cabría esperar género femenino, el etimológico para VALLIS, que de hecho se ha conservado hasta época cercana y perdura en toponimia de creación reciente. Así, en la provincia de Sca. y citando por Madoz, Valseca [arroyo que nace en Carabias y pasa por Larrodrigo], Valquemada [desp. de El Bodón] y Valbuena. Calzada de Zamora, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Calzada de Zamora (Cristo). Calzada de Zamora, La (Coca, 63). Coincidía con el cº de la cuesta, prolongándose luego por el cº de Huelmos. Los documentos del XVIII así lo atestiguan, identificándola constantemente con el llamado Camino de Huelmos (CME-seg). TOP. ASOCIADA: La calle llamada Calzada de Zamora fue luego denominada Calle de Zamora a secas. Posteriormente ha sido rebautizada Ruta de la Plata. Las calles transversales a ésta, por su acera izquierda yendo al norte, eran las llamadas Callejas de Zamora. Una de ellas, la más exterior, ha sido renombrada C/ Los Miliarios por acuerdo municipal. Consta una huerta “al sitio del Norte”, que lindaba por S y W con la calzada de Zamora y por el N con la “rodera que va a la era” (1861 REG 83). El mismo topn., Calzada de Zamora, se usaba para designar la vía romana en Cañedino (CME). También, y en época medieval, en la zona de Peleas de Arriba (Lera et al., 1998). Esta calzada, sobre un trazado romano y posiblemente anterior, es la que da su nombre al pueblo. En época medieval recibe alternativamente la designación de carrera, a veces especificada como “carrera de Guinea”: en un documento de 1463, referente a posesiones en Gema (Zam.), se indica “e sale a la carrera de Ginea” (Lera et al., 1998). Callejas, Las Las Callejas es topn. en el casco del pueblo, que aparece reiteradamente en los documentos de venta e hipoteca del s. XIX (Contadurías). Parece tratarse de las callejas que salen del Corrillo paralelas a la C/ de la Laguna. En efecto, en un deslinde se especifica que una casa en Las Callejas linda por el norte con las Eras de Arriba. El parcelario antiguo del casco de Calzada ha debido de sufrir modificaciones: algunas callejas se habrán cegado y otras, por el contrario, habrán adquirido rango de calles. Así se citan (hacia 1860) las siguientes callejas: Callejas del Corrillo (lindan por el norte con la salida para las eras). Probablemente son las mismas que, sin más señas, son llamadas Las Callejas. Calleja de la Calle de Carrascal.
Calleja del Pozo de las Tierras. Callejas de la Calle de Zamora (1858). Ésta es la que posteriormente se llamó Callejas de Zamora y recientemente Los Miliarios. Calleja de los Frailes: bocacalle de la C/ Santa Elena (1879 REG 3361). No faltaban los callejones sin salida, de los que aún subsiste alguno. Para ellos, la documentación del s. XIX recoge los nombres callejón, calleja cerrada. Cama [de] la Moza, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Cama de la Moza (Bº, CME-ecl, CME-seg) propiamente estaba al pie del cº Castellanos. Era zona de trigo de segunda y tercera. El Camino de la Cama de la Moza (CME-seg; Coca Tamame) quedaba al este del cº de Castellanos y al oeste del cº de Salamanca (1901 PÑL). Es continuación del que en Castellanos es denominado Camino de Villanueva. La pañoleta de Castellanos (1901) sitúa La Cama de la Moza también en su propio término, en el extremo norte, entre el cº de Castellanos a Calzada y el cº de Villanueva. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Cabe proponer varias posibilidades, siendo difícil pronunciarse por cualquiera de ellas. En primer lugar, como gusta de referir el folklore local, algún suceso real que tuviera por protagonista a una moza. En este caso podría pensarse en alguna circunstancia anecdótica, como en el topn. de Zarza de Pumareda Donde murió la Muchacha. En Calzada, el peso de esta explicación anecdótica, bien se base en hechos reales o ―como parece más probable― sea una fabulación posterior inspirada por el nombre, es tal que algunos informantes confunden la ubicación de la Desvergonzada, situándola en las proximidades de la Cama de la Moza. Una segunda opción es pensar en una forma del terreno, vagamente cóncava, que haya podido sugerir una cama o yacija. Compárese con el topn. menor de Zarza de Pumareda La Cama de la Liebre. José Pedro Machado señala en Portugal algunos topns. con el mismo tema: Cama da Porca, Cama da Vaca (DOE, p. 321). En Alvoco da Serra (Portugal), hay una concavidad en una roca, de forma vagamente humana, a la que denominan A Cama da Moura. En Serranillos (Ávila) hay un sitio al que denominan “donde se arrodillaba la Virgen”, posiblemente por la forma de unos hoyos que semejan huellas (Pedrosa y del Peso, 2001). Explicaciones folk-toponímicas similares justifican topns. como La Pota del Caballo, lugar próximo a Calanda en Aragón, donde el pueblo creyó ver una pisada de caballo (DECat, voz pota). Son también frecuentes los topns. del tipo Silla del Rey, o Cadiras (en Cataluña), que aluden a formas del relieve que evocan un sillón. Otros topns. comparables son Camas (fuente en Cendejas de Enmedio, Guadalajara), Arroyo de Camafría (Narros de Cuéllar, Segovia), Prado de la Cama (Siguero, Segovia) y Camas (Sevilla) (Nieto Ballester, 1997). En los topns. menores castellanos parece tratarse de algún uso metafórico de la voz cama en la acepción ‘lugar cóncavo’, pero, como señala Nieto Ballester, no es descartable alguna pervivencia toponímica directa desde la raíz prerromana *kamb- ‘curvo, cóncavo’ (en la que se encuentra, por otra parte, el propio origen de la voz común cama). No es tampoco descartable la referencia a algún hallazgo arqueológico, escultura o lápida, parecida a la que ahora constituye el brocal de la Fuente Buena: el lugar donde se hubiera encontrado fortuitamente la estela funeral, que representa una mujer yacente, sería llamado popularmente “la cama de la moza”. Compárese con el collado de la Difunta en Berrocal
(Huelva) o la Cruz de la Mujer Muerta (Cartaya), interpretados por Gordón y Ruhstaller (1991) como alusivos a un hallazgo de enterramiento. Camino [de] Castellanos, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino de Castellanos (Coca, 73). Abundantemente citado en el CME. Salía de la Plaza, por la calle Carrascal; en su ascenso dejaba a un lado el paraje conocido como La Casa de Bernardo, coronaba el teso de la Cotorra, bajaba al prado del Salinar, flanqueaba el Caorzo de la Terrera, y se dirigía al vecino pueblo cruzando zonas de calidad decreciente: Los Praizales, El Camino Hondo. Inmediatamente tras cruzar la raya, tenía a su derecha un paraje llamado La Fuente [de] Perinés (Fuente Periné en la pañoleta de Castellanos, 1901). Castellanos es topn. de repoblación, como reiteradamente se ha demostrado. En toda el área leonesa se manifiesta como indicador de diferencia étnica. En León hay dos pueblos con este nombre. En el área salmantina y abulense, se corresponden los topns. Castellanos con un proceso repoblador cuyo origen estaba en la Castilla condal, área de reducida extensión próxima al norte de Burgos. La tradición onomástica de estos pobladores y quizás su propia lengua muestran signos de un sustrato vascón, que se acentúa aun más en el otro grupo étnico, los serranos, procedentes de las Cinco Villas, comarca enclavada hacia el sur de la Rioja. La llegada de castellanos y serranos al alfoz de Salamanca se produce en las primeras etapas de repoblación: la primera con Raimundo de Borgoña, desde 1088 hasta principios del s. XII. La segunda en época de Alfonso I el Batallador, extendiéndose al reinado de Alfonso VII. Posteriormente, al separarse León de Castilla, cesaron los aportes étnicos de este origen.Véanse al respecto las aportaciones de Llorente Maldonado de Guevara (1994 y **) y de Julio González (1943, 1956). Camino [de] Forfoleda, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino de Forfoleda (Cristo). Muy documentado en CME. Salía de la calle de los Hidalgos. Alternativamente se designaba con el nombre de cº de las Viñas y, excepcionalmente, con el de calzada de Ledesma (CME-ecl), nombre que recibe también esta vía en el CME de Valdunciel. El registro identifica un “Prado Erial al cª Forfoleda” (REG 103), donde ha de entenderse erial como adjetivo (no cultivado). Se repite en testamentos: “prado eiral al camino de Forfoleda, hoy al sitio de Martibáñez”. En el s. XVIII era considerada zona de tierras flojas, con producción de trigo (segunda y tercera) y algo de centeno (segunda). Probablemente los centenales ocupaban antiguos viñedos, que más tarde fueron de nuevo devueltos al cultivo de las uvas. Hasta 1920 aproximadamente era un camino como cualquier otro, con dos rodadas y un caballón de hierba en medio, con tolleros en invierno y polvo en verano. Hacia 1920 se hizo la “carretera”, término que entonces designaba una pista sin asfalto, pero de firme compactado. Esta obra fue realizada a fuerza de brazos mediante el acarreo de cantos y grava de las tierras de Calzada. Para ello se usaron carros de mulas. Trabajaron en la obra los señores Quico y Efrén, del pueblo. El último era de hablar recatado, mientras que el primero sabía soltar palabrotas a tropel. Por eso, cuando se atollaban las mulas, Efrén le decía a su compañero: “Quico, cágate tú en las mulas, que, si no, no salimos del tollero”. A finales de los 1960 se alquitranó. En cuanto al nombre del pueblo vecino, figura como Forfolera en un testamento de 1283 (Martín et al., 1977), como Forfoleda en 1265 y como Forfolera a principios del s. XVII. La forma en –era debió de tener una vigencia continuada, al menos en habla popular, hasta
recientemente. En el archivo parroquial se conservaba un documento titulado: “Apeo de las propiedades beneficiales y pastos del lugar de Forfolera hecho judicialmente año de 1568”, copia realizada a principios del s. XVIII. El sufijo en –era, -eda apunta hacia un origen vegetal del topn., en cuyo caso se trataría de un colectivo como arboleda, robleda, alameda. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. vecino, Forfoleda, debe de tener su origen en el entrecruzamiento de formas originadas en lat. MALA FOLIA, MALU FOLIU ‘mala hoja’ y FALSA FOLIA ‘hoja falsa’. Este grupo etimológico ha evolucionado de forma conjunta, dando lugar a un abundante léxico dialectal, con acepciones que suelen contener las notas de ‘hojarasca’, ‘planta parásita; muérdago’, ‘planta de hojas grandes’. Seco (1956) recoge algunas de estas voces, que adscribe únicamente al étimo MALA FOLIA, MALU FOLIU. Las voces andaluzas farfoya (Castillo de Locubín, Jaén) y forfoya (Villacarrillo, Jaén) ‘hojas secas de maíz’ se originan sin duda en el gran desarrollo –comparado con las gramíneas de cultivo tradicionales- que alcanza la hoja del maíz. El asturiano marfoyu, morfoyu ‘muérdago’ recibirá su denominación por el carácter advenedizo, parásito, de las hojas de esta planta. En ambos casos se aprecia el mismo fenómeno de asimilación vocálica hacia o-o que observamos en Forfoleda. En Molinaseca (León), Sarmiento documentó el uso de marfueyo ‘roble’. Análogamente, Marfollera (MTN, hoja de Almaraz del Duero 1:25000) en la umbría junto al Esla. Compárese el topn. menor de Trabanca Perifollar, también transcrito Farafollar (MTN 423-III), cerca de Rebollera. Una parte importante de este grupo léxico designa, en virtud del gran tamaño y aire desgarbado de sus hojas, al roble melojo o rebollo (Quercus pyrenaica). A ello contribuye sin duda el uso tradicional que estas hojas han tenido como alimento de ganado, especialmente vacuno. M. Seco (1956), en su estudio sobre las denominaciones de la hojarasca, muestra la proximidad semántica entre ‘hojarasca’, ‘hoja grande’ y ‘ramón para ganado’. Así, por ejemplo, en Fuentes de Oñoro, rebollos son las hojas secas (puesto que este árbol es el productor por excelencia de hojato para el ganado); la comarca de la Ramajería, contigua a Vitigudino, recibe este nombre por el aprovechamiento que sus habitantes hacían del ramajo de roble para alimentar el ganado. Figura malhojares ‘melojares’ en las Relaciones de Felipe II, correspondientes a Yeste, Albacete. Los Majorales (Carracedo Arroyo, 1996). Marojo ‘hojas verdes de las matas de roble’ (Centenera y S. Pedro Manrique, Soria) (Manrique, 1956). Muchos más en Ruhstaller (1994). También en Valencia hay un Barranc del Marfullar. La propia voz melojo ‘roble rebollo’ tiene su origen en MALU FOLIU, aunque localmente adquiere valores semánticos diferentes: en Aznalcóllar (Sevilla) marojo ‘ramón de olivo para el ganado’ (recogido directamente); en Tejerina (León) marallo ‘manojo de hojas de roble o chopo’. En los topns. Marajoso (Villaseco de los Gamitos; MTN 451-III), La Marajosa (Tabera de Abajo; MTN 477-III), La Marajosa (Sando; MTN 477-I);. Marajosa, La (Sando); El Marafal (mtn 423) (ladera de ribera en Sardón de los Frailes), El Marifal (Salce; MTN 423-II) puede pensarse que la referencia no es tanto al árbol Quercus pyrenaica como al producto principal, su ramón. Esta serie es por lo tanto comparable a los frecuentes Ramajal (Mayalde; MTN 425-I), El Ramajal (Trabanca; MTN 423-III) o La Ramajera (La Peña; MTN 423-III). En el topn. Fuente del Marojal (Topas: citado por Madoz), actualmente Los Altos del Marujal (MTN 425-IV) cabe dudar si se alude a marojo ‘ramón de roble’ o a maruja ‘pamplina; hierba comestible de fuentes y arroyos’.
Es verosímil que esta abundante familia léxica y toponímica tenga su origen, como se ha sugerido, en formas adjetivadas del lat. FOLIA ‘hojas’; así lo propuso ya García de Diego (1964); véase también DEEH, voz malum folium. La derivación propuesta por Corominas y Pascual (DCECH, voz farfolla) desde el lat. PELLIS ‘piel’, con sufijo despectivo-aumentativo –ofa, no parece sostenible en nuestro entorno dado el conjunto de acepciones expuestas. Sin embargo, no es descartable que varías raíces etimológicas hayan enredado sus descendencias en torno al grupo léxico que va desde farfolla a melojo. Es muy probable, en cualquier caso, que Forfoleda, antes Forfolera con el frecuente sufijo vegetal en –era que se describe arriba (cf. Caño Barbero), haya aludido a un bosquete de rebollos (Quercus pyrenaica), árboles que ya han dejado descendencia toponímica en la zona: Carbajosa y quizás Valdecabrilla y El Robledo en Calzada. Camino [de] Huelmos, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino de Huelmos (Ánimas) (Tablón). El cº de Guelmos (CME-ecl): identificado en numerosos apeos con la Calzada de Zamora. En el registro: Camino de Huelmos = Calzada Vieja de Zamora (REG 4896). Éste parece ser el trazado antiguo de la calzada romana. El camino salía de la bifurcación llamada de los dos caminos, donde se desgajaba a la izquierda el cº Santibáñez. Seguía el cº atravesando los Abolargales, y entraba por Valdeladueña en tº de Huelmos. El camino cruzaba en este punto (punta del prado de Valdenegrillos, ya en término de Huelmos) la actual carretera de Zamora, pasando al norte de una venta (Ventorro de Blanco, según la pañoleta de Valdunciel, de 1901), cuyos propietarios eran de Calzada: el nombre de la familia, los Ventorreros, alude a esa posesión. Emilia Blanco Fraile, llamada Emilia la Ventorrera, n. 1884, no es la fundadora de la venta; probablemente su padre (Joaquín Blanco Fraile) o su abuelo (Melitón Blanco) la establecieron allí antes de 1901. Con respecto al nombre de la cercana alquería de Huelmos, la etimología es Olmos, por diptongación. Esta forma diptongada es anómala, pues la evolución regular desde lat. ŬLMUS es olmo; la diptongación parece presuponer una forma vulgar ―tal vez producto de un cruce con otra voz afín― *OLMUS. Las formas con reforzamiento velar del diptongo, Güelmos, son comunes en el habla local y en la documentación. El Huelmo, despoblado en Sca. (Madoz), consta en 1265 como El Olmo (García Martín, 1982). Existe otro nombre de lugar destacado: Huelmos y Casasolilla, alquería de la zona charruna. Con el artículo aglutinado, Luelmo, lugar de Sayago. En tº de Castellanos de Villiquera, se registra el topn. El Huelmo de Cedillos, también citado como Huermo o Güermo (CME-Castellanos; Coca Tamame, 1993). Camino [de] la Ceña, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino ‘que va de este lugar a la azeña’ (CMEseg). Camino de la Ceña (AC29). Camino de la Aceña (Coca, 72) Camino de la Azeña (Tablón). Existía también un Rompido al camino de la Aceña (1858 REG). Llamado así por dirigirse hacia la aceña de Zorita, cercana a Valverdón, sobre el Tormes. La calidad de los terrenos era variable a lo largo del camino, deteriorándose al acercarse a la raya de Valverdón. El camino entraba en término de Valverdón e inmediatamente se bifurcaba, con un ramal dirigido a Zorita, y otro, por Valgrande, a Valverdón. Esta misma aceña, hacia la que convergían diversos caminos, ha dado lugar a topns. similares en Narros, Valdunciel y La Mata (cº Aceñas o cº de la Aceña): estos caminos pasan por Castellanos. En el propio Castellanos existe el topn. Valdelasaceñas, valle orientado hacia Zorita (CME-Castellanos).
La aceña es mencionada en el CME-Zorita. Era de tres piedras o muelas, que “regulan moldra sin intermisión”. Allí trabajaban en 1753 dos calzudos: Joseph García, de 32 años, maquilón; y Juan Hernández, de 33 años, mozo del carro. El tramo del río Tormes anejo a la Granja y alquería de Zorita estaba vedado para pesca a beneficio de los dominicos. En tiempos debió de haber en Zorita otra instalación hidráulica, pues se menciona un arroyo al “que otros dicen Regato del Batan”. La voz aceña se ha reservado en la toponimia local a los molinos de agua de eje horizontal impulsados por una corriente permanente. Todos los molinos hidráulicos que acompañaban al Tormes o al Duero recibían este nombre (el último que funcionaba cerca de Calzada fue el de Carrascal de Olmillos, aún activo a principios de los 90). En cambio, los molinos de rodezno, de eje vertical, que hacían molienda ocasional cuando lograban acumular agua o en invierno, nunca eran conocidos como aceñas. Camino [de] las Monjas, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Carril de las Monjas (CME-ecl; Bº). Camino de las Monjas (1899 REG 3559). Era un ramal que salía del camino Santibáñez casi en el mismo punto en que se desgajaba el cº Huelmos, y que se dirigía hacia Valhondo. Era zona de trigo de segunda y de tercera. La propiedad eclesiástica era en Calzada tan generalizada que es difícil determinar qué convento de religiosas pudo dar nombre, en su condición de gran propietario, a este paraje. Ya en 1752, cuando se hace el CME, existe el topn., por lo que probablemente éste alude a una situación anterior. Parte de los quiñones de Calzada fueron adquiridos a foro perpetuo a las monjas de Santa Isabel de Salamanca. Podrían ser ellas las que originan este topn. Camino [de] las Viñas, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Viñas, Camino de las (Coca, 118; Cristo; Ánimas). No figura en la pañoleta de 1901, porque probablemente queda tapado por la nueva acotación del Camino vecinal de Forfoleda a Calzada, que se hizo poco después. Es nombre variante del Camino de Forfoleda, como se observa en las numerosas referencias del CME. En tiempos del CME, no quedaba ninguna viña en el tº de Calzada. Algunas tierras que entonces se sembraban de centeno en el camino de las Viñas fueron anteriormente viñedos. Hay vestigios de antiguos viñedos (anteriores a 1752) en la toponimia (Los Majuelos, citados en el CME-ecl); en la declaración de la Mesa Capitular de Santiago contenida en el CME-ecl se hace referencia a escrituras antiguas donde son mencionadas viñas. Así, una tierra al cº de Martibáñez se declara lindera de viñas de Alonso Sánchez y Miguel Herrero, vecinos de Calzada. También se mencionan otras viñas, en la zona de la fuente de Miguel Vida, propiedad de Francisco Andres y Gabriel Riesgo. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: La comarca era abundante en uvas durante la Edad Media: “el mosto de do quiera y la tinta de Villiquera” es refrán citado por Correas (1627), que parece alabar la calidad del vino de Villiquera (actual prado del Arroyo de la Encina) como base o madre sobre la que se añadía mosto nuevo cada año Cejador lo glosa del siguiente modo: “usan renovar el vino del otro año con mosto nuevo, de tinta mollar”. En 1212 son citadas viñas en Castellanos; y en el fuero de San Cristóbal de la Cuesta se encomienda a cada uno de los pobladores el cultivo de una aranzada de viña (Martín et al., 1977). Estos viñedos medievales probablemente tenían como destino las tabernas de Salamanca. Una de las dos hojas de Monterrubio de Armuña se llamaba Valdevinate (CME, citado por Cabo Alonso, 1955). Aldeaseca había tenido gran parte de su
término de viñas, y en el CME se recuerda esta dedicación; en el s. XVIII se llamaban viñazos a las tierras de viñedo abandonado, que entonces ya se sembraban de centeno (Cabo Alonso, 1955). El mismo autor menciona los viñedos que todavía en el s. XVIII subsistían en Castellanos de Villiquera, Carbajosa, Monterrrubio, Negrilla, San Cristóbal de la Cuesta, Valverdón, Villares de la Reina y, especialmente, Villamayor. El proceso de arranque de las viñas ha dejado alguna huella toponímica: así, en Carbajosa, se menciona en los apeos del XVIII un paraje de La Excepada (vid. en el Fuero de Manganeses de la Lampreana: “Item, los que ovieren vinnas en lo Abbadengo, se las quisieren deçepar, ante lo digan al Obispo”). Sin embargo, en Calzada y en Forfoleda o Valdunciel no quedaba ninguna viña en la época del CME: como se indica arriba, las últimas viñas aparecen citadas como antigua referencia predial en los deslindes, sin duda copiados de escrituras viejas, de la Mesa Capitular de Santiago. Posteriormente, desde mediados del s. XIX, hubo una segunda oleada de plantaciones de viña, de pequeño alcance, que recuperó para este cultivo terrenos de Zorita (sin viñas en 1752), Forfoleda y Calzada. El topn. Camino de las Viñas, sin embargo, data de la primera época, puesto que está ampliamente constatado en documentos anteriores. Ya en el s. XVI un apeo en Forfoleda describe numerosas tierras que “solian ser viñas”. Saliendo de Forfoleda hacia Castellanos, por el camino Travieso, eran abundantes las viñas, antes de 1568: en los parajes de Valdebotija, Valdejuandelrey, El Escobal, Camino de la Vaca, Los Torbiscales, Montecorto y La Curta o El Espinar había viñedos. De hecho, se menciona en este apeo un “camino del Binal”, equivalente toponímico de nuestro camino las Viñas. Existe en Andavías el top. Los Viñales viejos (prado; Mateos Carretero, 1994). En un documento de 1438, referido a Aldea del Palo (San Miguel de la Ribera, Zam.), se alude a “dos tierras de pan levar e una vinna e un vinnal” (Lera et al., 1998). En Portugal, son frecuentes los topns. Vinhal, Vinhais; también en León, cerca de Bembibre, hay un pueblo de Viñales. Véase también Los Viñales en Morala (1989). Estos topns. contienen una sufijación en –al que fue desplazada por la de viñedo. Las Viñas es topn. en Carbajosa y en La Mata. En Negrilla, La Cruz de las Viñas (s. XVIII). En el mismo término de Calzada y ya pasando a Valdunciel, sobrevive el topn. Los Majuelos ‘viñas jóvenes’. Es de suponer que parte de las tierras arenosas e infértiles del término de Calzada, que en la época del CME estaban dedicadas a centeno, fueran de viñas anteriormente. Camino [de] Salamanca, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Indistintamente llamado Calzada de Salamanca (CME-seg; CME-ecl). Camino de Salamanca (Coca, 108; Tablón). Calzada Real a Salamanca (Bº). Salía de la calle de Santa Elena por las llamadas Eras de Santiago, dejando luego a su derecha la ermita del mismo nombre, y remontaba la ligera pendiente ramificándose antes con el carril de La Mata. Bajaba luego por El Salinar y cruzaba el prado de Carrerinas por los llamados Pontones del Salinar. Seguía atravesando El Robledo, pasaba al pie de las Tierras Suertes, hasta cruzar la actual carretera de Zamora por la zona de la Linde Gorda. Antes se le desgajaba a la derecha el Cº de la Cama la Moza. En tº de Castellanos, el camino continuaba paralelo a la carretera, un poco desplazado a levante. Pervive el topn. Calzada Vieja por detrás de la antigua caseta de camineros, llamada de Pedrailes, y por la zona de la Cecilia hasta cruzar el arroyo. Parece corresponderse en su trazado con la antigua vía romana (Roldán Hervás, 1971).
Camino [de] Santibáñez, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Muy abundantemente atestiguado en el CME. Salía más allá de la Charca de Valdoñegas, en el punto conocido como Los Dos Caminos, donde se bifurcaba el ramal que iba a Huelmos (la antigua calzada romana). El primer tramo era conocido como Camino Ancho; se desgajaba a la izquierda poco después el Camino Las Monjas; luego el camino pasaba por los Abolargales y por el Prado los Hornos, antes de llegar a la raya de Santibáñez en Valdehuertos. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. debe de aludir a una antigua iglesia o ermita de San Juan. Se trata de una forma popular de [ECCLESIA] SANCTI IOHANNIS, con –b- epentética o de rotura de hiato, forma en todo equivalente a la que ha producido los apellidos Peribáñez o el topn. de Topas Valdeiváñez. Correas recoge en 1627 un refrán que atestigua la pervivencia popular de esta evolución: “Santivaña si te diere no te ensaña”; y añade a modo de glosa: “el día de San Xuan se dan kon un manoxo de xunzia en burla”. Análogamente, el topn. La Peribaña (Sando; MTN 477-I) hará referencia, con el común femenino predial, a la propiedad de un Pero Ioanes. Son numerosos los topns. salm. que conservan esta forma arcaica de genitivo eclesial: Santibáñez de Béjar, Santibáñez de Ledesma [alquería de San Pedro del Valle], Santibañez del Rio (citado en 1224 como Sancto Iohanni de Perales; Martín et al., 1977) y Santibañez de la Sierra. Con otros formantes, se registra la misma evolución del genitivo Iohannis. En León hay una localidad llamada Villivañe (villa Iohannis) Camino [de] Topas, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Un tramo primero del cº de Topas pertenecía al tº de Aldeanueva (CME-ald). Camino’l Monte, Cuesta del (Coca, 175) = Camino de Topas (Ánimas) (Tablón). La Cuesta del cº de Topas (CME-ecl). Por el cº Topas se iba hacia Cardeñosa y hacia Torrejón. Salía este camino de las eras de Arriba, por la zona de Fuentebuena. Pasaba el regato de la Vega y ascendía al Lutero, dejando a un lado La Baleá. Hacia el este salía un camino llamado Cº del Peral. Se pasaba por el Prado del Tesoro y se avanzaba hasta la zona del Bonete Griego y La Redonda. Allí se encontraba con el cº que venía desde Valdunciel hacia el monte de Huelmos. Sobre la etimología del topn. Topas, es difícil afirmar cosa sólida. Parece una forma aislada, aunque el topn. Topo se repite como topn. en la parte norte de Portugal (DOE, p. 1418). En un documento de 1178 es citada como “aldeam que dicitur Thopes” (Martín et al., 1977), variante que apenas aporta luz sobre el asunto, dada la relativa frecuencia de los plurales femeninos en –es (así Las Arribes junto a Las Arribas). Topar en la acepción topográfica ‘descabezar, lindar, venir a tocar’ es voz conocida en el Medioevo local; en tierra de Ávila se cita “una rregadera que yva por do tomavan agua para rregar la huerta que está enfruente donde agora va topar el dicho cabze nuevo conmo corre la dicha agua” (Luis López, 19901991). El uso actual ‘golpear, embestir, darse con’ es también conocido en la Edad Media. Toparra es palabra aún viva en la provincia de Sca., en la acepción de ‘terrón o piedra que estorba el avance del arado’. Ledesma (1907) recoge en La Vellés una canción de arada: “cuando el gañán va arando, / las toparras que se encuentran…”. Cabe pues conjeturar, con gran riesgo de error, que Topas aluda a algún accidente topográfico (afloramiento) o arqueológico (restos de muros) entendido como tope o límite para la labranza.
Camino [de] Valcuevo, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino de Valcuevo (Ánimas). Muy abundantemente citado en el CME. Este camino salía del Cº Castellanos. La bifurcación estaba justamente antes del Caorzo la Terrera, quedando esta laguna abrazada por los dos caminos. Se dejaba el sendero del Valle a la derecha y se avanzaba cruzando El Robledo, Los Perales y El Sierro. Cortaba transversalmente el cº Travieso, ya muy cerca de Las Parás, antiguamente conocidas como Laguna de la Parada. Después penetraba en tº de Valcuevo, bajando hacia la casa de la alquería. TOP. ASOCIADA: La Rodera del cº de Valcuebo (AC49) CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Ya aparece citado Valcuevo, con género masculino, en una donación que Petrus Gosendez hace a la catedral de Sca. en 1173: “terciam partem illius aldee quam habeo in Valle Covo” (Martín et al., 1977). Más fiel a la forma latina se conserva en León el topn. Valcueva, que ha preservado el género femenino de VALLIS. El género debía ser inestable, pues también se registra Valcova [enmienda sobre Valcava] en 1265 (García Martín, 1982) como forma antecesora de nuestro Valcuevo. Son frecuentes tanto Vale Covo como Vale Cova en ámbito gallego y portugués (DOE, p. 1454). En Valverdón, no lejos de Valcuevo, subsistía en tiempos del CME un topn. asociado: el sitio de Balcovexo (Valcovejo): forma en la que perdura el original no diptongado Valcovo. El calificativo es el lat. vulgar CŎVUS ‘hueco, cóncavo’; así pues, Valcuevo es ‘valle encajado, hondo’. Es forma toponímica común, sinónima y pariente de los nombres de lugar Valcavado. Camino Ancho, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Es el primer tramo del cº de Santibáñez, cercano a la bifurcación que sale a Huelmos, por la que viajaba la antigua calzada a Zamora. En el ‘Camino Hancho’ tenían los quiñones una tierra de 14 huebras y trigo de tercera. Lindaba por el este con el camino y por el norte con el Prado de los Hornos (CME-seg). Camino Ancho (Coca, 51). Camino Ancho de Santibáñez (Cofr. Var.). Camino de Santibañez (NSR). Camino [de] Valdunciel, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El cº de Vandunziel (CME-ecl). Recibía este nombre ya desde las últimas casas del pueblo, más acá del actual cuartel. Parte de su recorrido, desde la Fuentebuena hasta la raya de Valdunciel, pertenecía al tº de Aldeanueva. Dejaba a su derecha la citada fuente y a su izquierda las Eras de Aldeanueva. Más adelante rebasaba la zona de los Samorales, entrando en tº de Valdunciel. TOP. ASOCIADA: Monxon de Vandunziel (CME-ecl). Estaba al pie del camino, en la frontera entre ambos términos municipales. ¿Significa aquí mojón simplemente ‘linde, confín’? Camino del Peral, El (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El camino del Peral (CME-ecl). Se menciona aisladamente; estaba situado al este de la cuesta del cº de Topas.
Camino Hondo, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino Hondo (Tablón). El Camino Hondo (es un tramo del cº de Castellanos) (CME-seg). El camino Hondo (AC49): lindaba con ‘tierra entradiça del tº de Castellanos de Villiquera’. El cº Ondo de Castellanos (CME-ecl). Camino Hondo (Coca, 140). En el registro consta una doble denominación: Camino hondo de Castellanos; Las Regateras (1899 REG 3509). Se trata de un tramo del cº que iba a Castellanos, donde el trazado de la vía quedaba encajado entre ribazos por las tierras adyacentes (La Carrasca a poniente, y Las Majás a naciente). Era zona de trigo de segunda y tercera. Camino Madrigal FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Puede haberse tratado de un topn. separado, al que el camino se dirigía, pues se registra como “camino que va a Madrigal” (CME-seg). Sin embargo, el topn. separado Madrigal no ha perdurado. Madrigal, Camino del (Coca, 185). Alternan en la documentación del s. XVIII los registros con y sin artículo: Camino de Madrigal y Camino del Madrigal. También, en CME-ecl, La questa del Madrigal. Se trata de un camino que salía de la Vega y, tras vencer una cuesta corta pero muy pendiente, avanzaba hacia el norte, atravesando el prado de Valhondo y perdiéndose por la zona de Las Setas. Dejaba a poniente a Valdemaríalfonso y a oriente a Valdecabrilla. Formaba una cuesta tan dura, que los carros, cuando regresaban cargados de la zona de Valhondo o Las Setas, para evitar el descenso por el cº Madrigal, bajaban por Valdecabrilla. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Hay varias poblaciones del mismo nombre, entre ellas el famoso Madrigal de Ávila. En León, una localidad llamada Castrovega de Valmadrigal. Como topns. menores en el entorno, cabe citar Madrigonas (Aldeanueva de Figueroa; MTN 453-I); Cº de la Madrigala (Palencia de Negrilla: zona llana) y Los Madrigales (Palencia de Negrilla; MTN 452-II); La Madrigala (MTN 425-II, en Villamor de los Escuderos, en una ladera abrupta). Hay un Arroyo Madrique [afluente del Azaba] (Madoz). Nieto Ballester (1997) cita algunos topns. análogos: Madrigal de la Vera (Cáceres), Madrigal del Monte (Burgos), Madrigalejo (Cáceres), Madrigalejo del Monte (Burgos). La vinculación que propone Nieto Ballestercon la hierba matricaria, llamada matriqal en textos de botánica islámica medieval, no parece convincente, dada la escasa entidad de esta planta hortelana y silvestre. Ruhstaller (1994) espiga del Libro de la Montería de Alfonso XI algunos topns. emparentados (Ual de Madrigal en Toledo y Madrigal en Burgos). Orienta hacia las dos acepciones principales que este tipo léxico parece haber tenido: (1) madriguera, cubil; (2) cauce, reguera, torrentera. La segunda posibilidad es de mayor congruencia toponímica. Morala (1989) recoge un término del habla local, madriz ‘canal por el que corre el agua, ya sea de riego o de drenaje, o para dar salida a las aguas de una fuente’; sinónimo parcial de “reguero”, pero siempre artificial (es decir, el reguero puede ser natural, pero la madriz no). Ual Madrizes (1253) (Monast. Carrizo), El Pozo Madrigal y Valmadrigal (arroyo en la comarca de Los Oteros; ya citado en documentos medievales). Con este mismo valor consta en Vega de Infanzones (León) el topn. menor Madriz del Monte. Similar, en Guarrate (Zam.), es el Arroyo de la Matriz (mtn 426). Acepción hidronímica tiene también el argentino madrejón ‘meandro abandonado, que se encharca; paleocauce’, que es sin duda de origen similar. Es muy rica y conclusiva la discusión de Coromines y colaboradores (OC, voz madriu) sobre los derivados toponímicos de lat. MATRIX. Separa de un lado los topns. Madriguera, Madrigueres, que ―según los casos― exhiben una significación como ‘cubil, guarida’ o como ‘cauce de agua, conducto, canal’; y de otro los topns. Madrigal. Al analizar éstos y sus
correspondencias en Burgos, Guadalajara, Ávila y Cáceres, se inclina por una acepción hidronímica: ‘curso de agua’. Menciona asimismo la hipótesis de Rohlfs, según quien Madrigal contiene un matiz colectivo o plural del que carece el término base, frecuente en la toponimia peninsular, Madriz, Madriu, Matriche. Cabeza Quiles (1992), por su parte, muestra la difusión en Galicia de los topns. Madre, que aluden a un canal de río (y, localmente, a una presa). Así pues, se está ante un derivado de lat. MATRICE-, un MATRICALE- ‘corriente de agua’ o, más improbablemente, ‘madriguera’. Vid. DCECH almatriche, duplicado dialectal madriz. En el caso de Calzada, es verosímil que se trate de la misma acepción que Corominas asigna a madriz ‘surco que abren las aguas pluviales en tierra’. Sin embargo, para que un fenómeno transitorio como el acarcavamiento haya podido fijarse como topn., es necesario que el topn. haya designado a una zona donde la abrasión erosiva y la aparición de cárcavas tuviera carácter permanente. Dado que el camino Madrigal apunta hacia el paraje de El Tobal, es plausible creer que ambos topónimos aluden a una misma realidad física, una zona de cárcavas o regueros encajados de origen natural. Carril de Susaños, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Carril Susaño (Ánimas). El Carril de Susaño, El Carril de Susaña, El Carril Susaño (CME-seg, CME-ecl). Susano, Camino de (Coca, 92); Susaña, Carril de (Coca, 113); Susaña, Corral de [error de lectura](Coca, 136); Susañas, Camino de (Coca, 183). Se trata de un camino que se bifurcaba del cº de la Aceña, dirigiéndose hacia poniente hasta alcanzar el cº Travieso, en una encrucijada donde tocaba el Caño Grande. Más alejado del pueblo salía otro ramal, el camino o linde de las Corderas. Se aprecia la distinción carril ‘camino de menor rango’. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El adjetivo susaño tuvo en época medieval circulación como sinónimo de ‘alto, cimero; de la parte de arriba’. Su procedencia es el lat. SURSU ‘arriba’, incrementado con el sufijo –ANEU-. Susaña llegó a adquirir función adverbial: “tierras de susaña” sería, por lo tanto, equivalente a “tierras de arriba”. Ello explica la pervivencia de la preposición de en parte de las citas del topn. calzudo. En la Crónica de los Veinte Reyes (1325) aparece en un contexto presumiblemente similar, referido a la zona de la alta Andalucía: “E el auja toda esa tierra astragado fasta guadabilon & fasta guadalhunar & todas las tierras de Susana”. El Peñón de Susaña, junto a Martos, era conocido por la calidad de su arena, muy apta para la fabricación de vidrio (Diego de Santiago, 1598). Susañe es pueblo del Bierzo leonés. La actual población de Peleas de Arriba es citada en época medieval como Peleas de Susanas (1200) (Martín et al., 1977). Es muy frecuente también la especificación “de susão” en la composición de topónimos portg., en la acepción ‘de arriba’ (DOE, p. 1373): Agualata de susana, Portela de susana, Lagenas de susanas. En Galicia abundan topns. como Susá, Susana, Vilasusán, Vilasusá (Cabeza Quiles, 1992). Con el valor de adjetivo ‘superior, distal’, consta el término susaño en un tratado médico de 1500: “E si el pulso fuere en la primera coyuntura del dedo que dicho es en la coyuntura susanna del mediano”, esto es, en la articulación superior (Herrera y González de Fauve, 1997). Coca Tamame cita un Valdesusaña en Almenara (p. 279); este topn. ya figura en un apeo de 1752. Parece que debe descartarse la propuesta de Nieto Ballester (1997), para quien el topn. se origina en un lat. *VALLE DE SUSU ANGULA ‘valle del rincón o recodo de arriba’, puesto que la forma es simplemente sufijada.
El carril habrá recibido esta denominación por estar situado en la parte cimera del camino de la Aceña, aunque no es descartable que susaña se use aquí en la acepción no topográfica de ‘el que está más allá, el más apartado’. Camino Travieso, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Camino Travieso (1850 REG 3403; Coca, 107). “camino trabiesso […], que ba de Forfoleda a Castellanos” (Tablón). “Camino dicho de carretravieso” (CME-seg). Camino travieso (APForf). Cº de Carretraviesa (Coca, 100). En CME-ecl se cita El Caño Travieso, tal vez por error del copista. Es el camino que unía transversalmente Castellanos y Forfoleda. Viniendo de Forfoleda, se entraba por la zona de Las Corderas¸junto a El Caño Grande; a él descabezaban sucesivamente la linde de las Corderas y el carril de Susaños (**comprobar). Se pasaba luego por Jarandilla y La Rade, llegándose al cruce con el cº de la Aceña y, más allá, con el cº de Valcuevo, en la zona llamada Las Parás (ant. Laguna de la Parada). CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Los descendientes toponímicos de lat. TRANSVERSUS ‘transversal, atravesado’ son muy abundantes. En La Mata había un Camino Travesero que cortaba, sin pasar por el pueblo, hacia la ermita de San Miguel. La Traviesa del Camino de La Mata era el nombre del carril de La Mata al cruzar por término de Valdunciel. Coca Tamame cita algunos topns. próximos emparentados: Camino Travesero (Torresmenudas); Camino Travesal (Aldearrodrigo); Traveseras (Palacios del Arzobispo). En la comarca de Los Oteros (León), Morala cita un topn. Traviesa (p. 416). En Almaraz de Duero existe el topn. Arroyo de Valtravieso. En Coreses y en Moreruela de los Infanzones, Las Traveseras. También: Camino Travesero, entre Iruelas y Puertas (MTN 450-II), Valtravieso (Sanchón de la Ribera; MTN 450-II), Carratraviesa (cº de Villoruela a Cantalpino, mtn 453). Numerosísimos topns. en Portugal: vid. en Almeida y Silva (1995) las referencias medievales a una “via travessa” (907) y a una “carreira travessa” (1258). En Castellanos de Villiquera, la actual Contraviesa consta en el CME como “la caltraviesa”, probablemente aglutinando la voz calle ‘calleja, camino’ con traviesa. Se trataba de un camino que atajaba hacia Valcuevo. La forma carre- ‘camino hacia’, producto de una apócope sobre carrera ‘camino’, es muy común en la toponimia de ámbito leonés y no menos en Castilla. Vaca Lorenzo (1988) documenta numerosos nombres de lugar en la diplomática medieval de Villalpando: Carrevillamayor, Carrecotanes, Carretoro, Carrezambrana, vías respectivamente dirigidas a Villamayor, Cotanes, Toro o Zamora. También en la documentación del monasterio de Valparaíso, en 1463: Carre Galende, Carre Vacas, Carre Çamora (Lera et al., 1998). Manrique (1956) recoge en Ventosa (Soria) la locución aún viva “carra la villa” con el valor de ‘hacia la villa’. En Forfoleda, el actual Valdecaravalverdón es el antiguo “Val de carre Valverdón”. Campo, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los quiñones tenían en El Campo una tierra de 13 huebras y trigo de primera (CME-seg). Campo, El (Coca, 148) (Tablón) (1850 REG 3450). Era zona lindera con Valdunciel, cercana al Carril de La Mata (una tierra “entre el carril de la Mata y El Campo” en CME-ecl); también se cita como topn. rayano en Valdunciel. La pañoleta de Valdunciel (1901) muestra que se trata de un paraje extenso, que comienza en Calzada y llega hasta la estación de Valdunciel, siempre al sur del camino de Calzada a La Mata.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. El Campo es frecuente. Por ejemplo, en La Mata (y Carbajosa), y en Fresno de Sayago, hay sendos topns. El Campo. En Negrilla había en 1752 (AC) el topn. El Campo y Las Viñas del Campo. Concepción Suárez (1992) analiza los valores semánticos de campo y su familia léxica en Asturias y León. Es común a todos ellos el rasgo de ‘descampado, tierra sin árboles’. En Asturias prevalece la acepción ‘pasto en terreno desarbolado’: así, en zona occidental, campizar es ‘cubrirse de césped la superficie de cualquier terreno’. Morala analiza el topn. Campo (p. 247) en Los Oteros (León), a partir de la oposición entre campo y vega (campo designa terrenos de secano). En la voz leonesa campera ‘claro en un bosque, sin árboles ni matas’, Villacidayo camperón ‘calvero grande’, se aprecia esta distinción entre terreno cultivado = campo y terreno no cultivado (arbolado, improductivo, maleza). En latín se manifiesta la distinción entre CAMPU- ‘terreno extenso fuera de poblado’, ‘llanura’ y AGER ‘terreno labrado’. Ver en Rivas Quintás (1982, p. 253) un estudio sobre campo. En el caso de Calzada, El Campo aludiría a una extensión de tierra que ya en época medieval se encontrara desarbolada, posiblemente por su especial fertilidad. Posiblemente la mayor parte del término mantuvo hasta la etapa final del Antiguo Régimen una estructura de parcelas separadas por lindes gruesas con restos del bosque primitivo. Son muy abundantes las localidades salmantinas que llevan el nombre de Campo o Campillo. En alguno de ellos se hace transparente el matiz semántico alusivo a ‘zona rasa y sin árboles’. El topn. se adapta por ello bien a los ruedos pelados que marcan la huella ecológica de las pequeñas ciudades. El Campo de Ledesma ocupa una zona notoriamente desarbolada a poniente de la villa. Era famoso el Cazadero del Campo, descampado con mucha liebre, cerca de El Campo de Ledesma, mencionado ya por Madoz. El Campo de Salamanca es comarca que en tiempos de Madoz correspondía a los descampados sin árboles situados al sur de la ciudad: “se titula así lo de la izq. del Tormes”. También se llamaba El Campo, según Madoz, a un “territorio que comprende varios pueblos en la provincia de Salamanca, partido de Sequeros”, quizás en la zona comprendida entre la Sierra Mayor y la Menor. Esta última comarca pervive como topn. en el nombre de Herguijuela del Campo. Cantera de Maridiega, La (ant.) Es citado en AC29 (documento de 1752) y en CME-ecl. Indudablemente se trata de un paraje situado a poniente del cº de Castellanos y en la zona sur del Sierro, donde el tº de Castellanos adentra una mangada en el de Calzada. Éste es el lugar actualmente recordado en Castellanos como Las Maridiegas, y que figura en el CME de dicho pueblo como Los Maridiegos, Las Maridiegas. También es citada en CME-ecl La Cantera de Maridiegas. En las pañoletas figura el paraje de Maridiego, en un entrante que hace el tº de Valverdón al final del camino de Valcuevo, frente a Las Paradas (1901 PÑL). La pañoleta de Castellanos sitúa Maridiega (desinencia femenina) justamente en el ángulo NW del tº, frente a Las Paradas de Calzada. Podría tratarse de un nombre de propietaria, Mari Diega, aunque cabe reservar alguna duda dada la rareza del apellido Diego. Muy conjeturalmente puede proponerse en ese caso una forma original *Las Maridegas, que cabría interpretar como Valdoñegas, con el mismo sufijo de posesión –egas, aunque el término de base es incierto: ¿tal vez de maridos, en una construcción jocosa correlativa con los frecuentes topns. Matamujeres, Matahijos?
Cantera, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Cantera (Coca, 171). Puede coincidir con el anterior. Las Canteras (CME-ecl) son localizadas al norte de la Raya de Castellanos, por lo que sin duda son identificables con la cantera de Maridiega. En la memoria actual pervive más bien una cantera en el cº Santibáñez, pasado el prado de los Hornos. De ella se extraía sobre todo piedra para los cimientos y zócalos de las tapias y los cercos de los pozos. En el mismo prado de los Hornos quedan restos de una cantera que parece haber suministrado cal a los antiguos hornos. Caño Chico, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Caño Chico (CME-seg; Coca, 146), Caño Chico (1855 REG), El Caño (Coca, 42). Era un cauce que fluía desde el Carril de Susaños hacia el Prado de la Laguna. Se juntaba en la cabecera de dicho prado con el Caño Grande, que fluía más a poniente. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Este topn., de interpretación transparente (caño ‘cauce de escorrentía, generalmente entre tierras de labor’), forma pareja con el vecino Caño Grande. Caño de los Chamorros, El (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Figura con este nombre una tierra al sur del Prado de la Vega (Contadurías, 1848). No parece recordarse como topn. contemporáneo. Compárese Los Chamorros (Moralina de Sayago, mtn 396). Muy probablemente es una muestra más del descuido en las transcripciones toponímicas hacendísticas, y se trata tan sólo de una cacografía del topn. Caño de los Cerezos. Caño de los Manzanos, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Caño de los Manzanos (CME-ecl). Desaguaba en La Vega, a la que afluía desde el sur. Se recuerda como un caño, intermedio a Martibáñez y a La Laguna, que descendía desde los Cerezos. Era zona de trigo de segunda y de tercera. Caño del Curto, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Prado de concejo denominado El Caño Curto era de sólo 0.5 huebras y de pasto de 3ª (CME-seg). El Caño del Curto y El Caño Curto (CME-ecl). El Caño Curto (Coca, 28). Caño del Curto (Bº). Parece haberse tratado de un paraje en la parte sur del tº, situado entre el cº la Aceña y el cº Valcuevo, pasado el Robledo. Este pequeño prado iba adyacente al cº la Aceña, virtiendo aguas hacia el prado de Martibáñez. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Forfoleda se constata la presencia en 1568 de un topn. emparentado: La Curta de Monte Corto, lindante con el cº de Zorita. También en CME-Forfoleda se cita La Curta de Corredera, en el Monte Corto, tierra lindante por el este con el cº de Forfoleda a Salamanca; también una tierra en La Curta, lindante por el oeste con el cº de Zorita. Coca cita un topn. en Forfoleda, Las Curtas = Las Correderas (p. 140). Este topn. vecino, que aparentemente formaba un paraje continuo con el del Caño del Curto de Calzada, proporciona una clave para la interpretación del nombre. Puede suponerse la antigua vigencia de la voz curta en la acepción ‘lugar donde se ha talado el bosque, corta’. Monte Corto sería por lo tanto entendible como ‘monte cortado, talado’, siendo corto un participio fuerte en función adjetival.
Curto es variante fonética de corto, tanto en la acepción común ‘escueto, pequeño’, como en la que aquí nos interesa ‘cortado, truncado, talado’. Véase DCECH, voz corto (lat. CŬRTUS) donde se analiza la vigencia actual de curto en el NW de la península; todavía es voz usada en el área gallego-portuguesa, así como en la Maragatería y en asturiano. Su origen, irregular con respecto a la evolución esperada a corto, es explicado por metafonía. Véanse ejemplos similares –O-U > –ú-o en el ámbito alto-aragonés y catalán (DECat, voz pou). En el tº municipal de Zamora hay un Arroyo del Curto. En Canalejas (León) hay un topn. Los Cortados. En Villabrágima hay un quejigar llamado Monte Curto. Barrios (1981) registra un topn. Las Cortas en la zona de Fontiveros. Análogamente, Las Cortas (Parada de Arriba; MTN 478-I). Sanz Alonso (1997) encuentra en la provincia de Valladolid varios topns. similares: Los Cortos, Los Cortos Altos, Los Cortos Bajos, El Corto de Mones, que, como el Cortos de la Sierra salmantino, tal vez pertenecen a otro tipo toponímico, en relación con cortina ‘cercado’ (DCECH: lat. vg. CŌRS, CŌRTIS; lat. COHŎRS, -ŎRTIS). Caño Grande, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Citado en CME-ecl y CME-seg sin variantes. Caño Grande (REG 3406; Coca, 93). El Caño Grande y el Caño Chico eran dos cauces de cuya confluencia se originaba el Prado de la Laguna. El Caño Grande nacía cerca de la encrucijada entre el Carril de Susaño y el Cº Travieso. Caño Lobero, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La forma antigua de este topn. era Carrelobón. Sitio de Carrilobón (CME-seg), lindante con el cº de Forfoleda. Los Zerezos o Carrelavon (CMEecl). Carrelovon y cº de las Viñas (CME-ecl) (una tierra lindaba por el W con el carril de Lovon y por el N con el cº de las Viñas). Carrelobón; Carrillobón; Carrilobón (Coca, 125). El Caño Lobero (1862 REG, media yugada que fue del Seminario Carvajal; 1868 REG). El Caño Lobero parece coincidir con el cauce que baja de los Cerezos para desaguar en La Vega, cerca de la Tercera Alameda. Una explicación popular de su nombre se agarra al hecho de que en el pasado hubo matorral de carrascas formando lindes y el sitio era a propósito para la circulación de lobos desde los montes ribereños del Tormes (encinares de Valcuevo y Valverdón ―éstos, que se conservaban como formación adehesada, muy rala, fueron eliminados en la posguerra―) hasta la gran mancha boscosa al norte de la Rivera de Cañedo. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Habitualmente, la forma preposicional carre- suele preceder a un topn. hacia el que una vía o un curso fluvial se dirige. Ello haría pensar en la posibilidad de que Carrelobón esconda un topn. *Lobón o similar, situado en el cuadrante suroeste del tº de Calzada, o más allá. No ha podido documentarse nada parecido. El topn. Lobón, en sí mismo, parecería remitir a un nombre de propietario medieval. Hay un Arroyo de Lobones en Pinilla de Toro y Arroyo Lobones en Villalonso. Val de Lobón es topn. leonés citado en el Libro de la Montería (1350); es conocido el pueblo de Lobón, junto al Guadiana, y los topns. Lobão del sur de Portugal (DOE, p. 889). Se trataría, en efecto, del antropónimo Lupo, Lupone, en sus diversas formas. Pero la hipótesis antroponímica es improbable, como se arguye seguidamente. En tº de Castellanos, aproximadamente en la misma dirección a la que apuntaría Carrelobón, se registran formas toponímicas que cabría poner en relación con el topn. calzudo. En efecto, en Valdelasaceñas (cerca de la raya de Valverdón con Castellanos), el CME cita una “tierra que llaman del lobo rabon”. En el Mapa Nacional Topográfico
Parcelario de Castellanos figura también el topn. Las Loberas al sur del cº Travieso, en la raya con Valverdón. Estos topónimos y la transformación desde Carrelobón al actual Caño Lobero hacen pensar en un origen no antroponímico. Lobón sería un adjetivo que calificaría al término topográfico carril, con el valor de ‘frecuentado por lobos’. No está claro el detalle, aunque no es insólita la adjetivación de un sustantivo mediante la simple sufijación en –ón. Así, en habla salmantina rumbón ‘rumboso, espléndido’. Con todo, este sufijo es anómalo para expresar frecuentación o abundancia, lo que arroja una duda sobre la explicación propuesta. Carrelobón sería por lo tanto comparable al Carrelobar registrado por Morala (1989) en Los Oteros (León). En cuanto a la fundamentación semántica, es conocida la fijeza con que se marcan las rutas de gran desplazamiento en los lobos. Compárese el topn. Vado de los Lobos (sobre el Guareña; Torrecilla de la Orden; mtn 426). Los topns. alusivos a vegetación La Rade, Torbiscales, Espinal, Escobal, Monteviejo al sur de Carrelobón muestran que, en el pasado, los encinares ribereños del Tormes tenían continuidad por el sur de Calzada. La extraña forma llobón y la no menos (en singular) Lobo rabón, sin embargo, siembran dudas. De ahí la siguiente hipótesis alternativa, difícil de avalar a falta de más datos: Loberas, Carrelobón y Carrellobón podrían tener su origen en formas sufijadas -y luego deturpadas por etimología popular- del lat. LUMBUS ‘loma, altozano alargado’. Existe un topn. Llombera en León; y un Llombón en Somiedo (Asturias). También los topns. de origen oronímico Lombão, Lombela, Lombeiro en Portugal (DOE, p. 892). La asimilación de labiales –mb- > -bno es insólita, y habría sido reforzada por etimología popular. Coromines cita la forma antigua (en Almería) Lobalte, derivada de LUMBU ALTU ‘teso alto’ (OC, voz Llombai). Asimismo, Sanxollop es interpretada en OC como procedente de SENTICE-LUMBU ‘loma del zarzal’. Lombo, Llombo y variantes son bien conocidos en la oronimia del entorno de Calzada. Por ejemplo, Camino del Lombo (La Mata), El Lombo (Forfoleda). Caorzo [de] la Terrera FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo denominado El Cahozo de la Terrera era de 4 huebras de pasto de 3ª (CME-seg). Lindaba por el este con el cº de Castellanos. Su continuación aguas arriba, hacia La Mata, ya recibía el nombre de Prado del Salinar y Prado de Carrerinas. Se plantaba cerca del prado algún trozo de centeno (CME). Cahozo de la Terrera (Coca, 34); Caozo de la Herrera [error de transcripción]; Caorzo (Coca, 132); Cadozo de la Terrera (Cofr. Var.). El Caozo de la Terrera (CME-ecl). “Trozo de tierra al Caorzo de la Terrera” (1870 REG 2009). TOP. ASOCIADA: Prado de los Caozos (CME-seg). Prado de los Caozos (Coca, 129) [no es seguro que se trate del mismo prado] CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Es probable que terrera aquí sea sinónimo de ‘barrero, lugar de extracción de tierra para construcción de tapias’. En El Regato de los Terreros (Bustillo del Oro, Zam.) parece esconderse un topn. de contenido semántico afín. Se trataría de un curso fluvial favorable para la extracción de tierra o barro para tapias o adobes. El arroyo del Terrero Bermejo, indudablemente alusivo al color de la tierra, es topn. cercano a Cebreros que aparece mencionado en un deslinde medieval de la antigua Tierra de Ávila (Luis López, 1990-1991). En una carta de acuerdo de 1194 referente a la zona de Burgos se hace referencia a un “collem qui uocatur Terrero” (Sánchez-Prieto, 1999), probablemente por razones análogas. Compárense también La Terrera, en zona de charcas junto a Torregamones (MTN 396-I) o Charca de Tapias (Figueruela de Sayago; MTN 424-II). También se registra el topn. Terreira en Cinfães, Portugal (DOE). En Cataluña son
de frecuente aplicación toponímica los derivados de lat. TERRARIO ‘terrero’: Terrers, Tarrés, Estarrés (OC, voz terra). Caorzo de Nuestra Señora Caorzo de Nuestra Señora (1861 REG 780). Aparece situado a poniente del camino de Topas, cercano a la carretera de Zamora. Tenía un plantío con 350 pies de chopos pequeños y tres pozos. Parece haber estado situado en las Eras de Arriba. Caorzo del Manjón Caorzo del Manjón (1870 REG 2004). Denominación efímera en las Eras de Arriba, asignada a alguna de las charcas del regato. Manjón es apellido comarcal, y debió de ser apodo. Carrasca, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Carrasca, La (Coca, 67). La Carrasca (CME-ecl, Ánimas). El paraje se recuerda situado entre el cº Valcuevo y el cº Castellanos, cerca del actual Alcornocal. El topn. Los Carrascales (CME-ecl; Coca, 52), tratado más abajo, no debe ser confundido con éste y tampoco su forma variante La Carrasquera (CME-ecl y Coca, 167); estaba situado al norte del término. Hasta finales del s. XIX debió de subsistir algo de matorral de encina y otros restos de arbolado formando lindes; especialmente en zonas apartadas y tierras de baja productividad. Se contaba esto de la parte del caño Lobero, que conservaba lindes de carrasco. El topn. La Carrasca alude sin duda a formaciones arbustivas de encina, situadas presumiblemente en la zona comprendida entre Calzada y Castellanos. Son abundantísimos los topns. salm. Carrascal, Carrascalino, Carrasquera o El Carrasco, cuya antigüedad ha de ser considerable, a juzgar por la atestiguación en 1136 de un topn. Lo Karrescal, Lo Carrascal (con vestigios del artículo neutro latino) en una donación de Alfonso VII a la catedral de Sca. (Martín et al., 1977). Carrascal, Calle [del] FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Calle del Carrascal (CME-seg). Varrio del Carrascal (CME-seg). Barrio Carrascal (1869 REG 2324). Se llamó también Calle Fragua (REG 3242, 4624). Esta calle, cuya alineación conduce a Castellanos de Villiquera, apunta al topn. anterior. Muy probablemente, el nombre de la calle se origina en la zona llamada La Carrasca, hacia la cual se dirigía el camino. Carrascales, Los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los Carrascales (CME-ecl), situados entre el pico Burdión y el cº de Huelmos. Carrascales (1881 REG 97, 98). Forma variante del mismo topn. es la Carrasquera (CME-ecl), en el cº de Huelmos. Parece testimoniar este topn. la extensión antigua del encinar de Huelmos hasta más acá de la actual carretera, al norte de los Abolargales y la Chacuerva. Carril de la Mata, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Un tramo de este camino pertenecía al tº de Aldeanueva (CME-ald). El carril salía del cº de Salamanca, poco después de la ermita de Santiago, dirigiéndose al pueblo de La Mata. Pasaba por un tramo conocido como El Barranco y al sur de la ermita de Santiuste. Corría después por el lado norte del Prado de Carrerinas (CME-seg) hasta entrar en tº de Valdunciel, donde parece que se llamaba Camino
del Pico. Las Carrilas de la Mata (CME-seg): en este paraje tenían los quiñones una tierra de 9 huebras y trigo de primera, lindante por el sur con el Prado de las Carrerinas. Carril de la Mata (1850 REG 3395; Coca, 110 y 55) (Ánimas); Las Carrilas de la Matas; Carrilas (Coca, 115). CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: La Mata es topn. sin duda alusivo a una mancha boscosa exenta, probablemente de encinar o quejigar. Es conocido este valor apelativo: mata ‘extensión de bosque; encinar; robledal; mancha de matorral’. En general los topns. que conservan esta voz deben interpretarse sobre esta base y no sobre la de mata ‘arbusto, matorral’. Madoz, por ejemplo, al describir el partido de Villafranca del Bierzo, explica: “existen también muchas dehesas de roble y pastos, como las de Mata de Cornavois [...], Mata de la Cruz, Mata Mojada [...], Mata Grande[...], Las Matas”. También, en la descripción de Ceadea (Zam.), se alude a un monte llamado “la Mata de Ceadea, cubierto de robles y tan espeso, que siendo la vereda para Zamora de Alcañices, ha sido preciso desmontarlo en algunos trozos para dejar el paso espedito, y evitar sirva de guarida a algunos rateros”. Cerca de La Mata de Armuña está Carbajosa, alusiva a una formación boscosa de robles (Quercus pyrenaica), que probablemente se agarraban al pequeño teso y laguna a cuyo pie se asienta la localidad. El uso de mata como sinónimo de ‘arboleda’ se ha mantenido en las respuestas del CME; en Fermoselle se declararon 69 “matas de guindales”, esto es, plantíos de guindos o guindaleras (Castaño Blanco, 1992). Son frecuentes los topns. en los que se nombra la especie vegetal dominante en la formación boscosa: Matabarcera (Sardón de los Álamos; MTN 450-IV), Matabruñera (El Manzano; MTN 423-IV), Mata Rebollosa (Sanchón de la Ribera; MTN 450-I); respectivamente se alude a los barceos (especie de esparto), a los bruños (endrinos) y a los rebollos (roble melojo). Casa de Bernardo, La (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Casa de Vernardo (CME-ecl): lindaba por el E con el cº de Castellanos. La Casa de Bernardo (Contadurías, 1849). Estaba a la salida del pueblo, al final de la C/ del Carrascal, en la subida hacia la Cotorra. En el registro se identifica una tierra “a las casas de Bernardo, hoy El Palomar”, lindante por el este con el camino de Castellanos (1873 REG 3505): era de las Monjas de la Penitencia. Casas, Las (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Casas (CME-ecl). Junto a las Casas (CMEecl). Detrás de las Casas (tierra de la Mesa Capitular de Santiago, 1864 REG). Al pie de las Casas, a poniente del camino de Castellanos o calle Carrascal (REG 3264). A juzgar por la descripción de parajes en la introducción del CME, el topn. correspondía a un enclave particular, situado tras las tapias de casas en la C/ del Carrascal. Actualmente parece corresponderse con el entorno de la Calle de la Música: “detrás de las Casas, hoy calle de la Música” (1864 REG 33). Cascajal, El (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Cascaxal o Cascajal (CME-seg). Sólo consta en una cita; es tierra de trigo de segunda. Parece que ha de coincidir con una denominación reforzada: “Pico Burdión; el Cascajo” (1899 REG 3539), lo cual remite a una ubicación por Valdoñegas de Arriba, no lejos del Bonete Griego. Añádase una tierra en Los Cascajales (1843 REG 14). Hay actualmente cascajo (guijarro roto) por el cº Topas.
No es designación alternativa del topn. Los Pedragales (vid.), que estaba ubicado cerca del tº de Castellanos. De hecho, por allí no hay cascajo y sí piedras calizas. Cascajal es voz de antiguo arraigo en las hablas leonesas: en el fuero de Espinosa de Órbigo (s. XIII) se mencionan “illos cascallares e la terra del cereisal” (Rodríguez, 1981). García Arias (2000) cita un kaskaliare en un documento de 955. En Calzada de Don Diego había una Hoja del Cascajo (Madoz). Compárese La Cascajosa (Sardón de los Álamos; MTN 451-III; también en Zorita de la Frontera, mtn 453). Es frecuente en Portugal: Cascalhal, Cascalheira, Cascalhosa (DOE). Castaña, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Castaña (CME-seg). TOP. ASOCIADA: El Prado de la Castaña (CME-seg). El Pradito de la Castaña (CME-ecl). El Prado de la Castaña (Coca, 128). Una tierra es localizada en Prado de Valdoñegas o Castaña, antes camino de Topas (REG 65). Está en las lomas de la cuesta, a poniente del Lutero. Es zona de gran pendiente, con ribazos que no se labran. Era productora de trigo de segunda y algo de tercera. El Prado de la Castaña citado en CME es probablemente un rodillo, es decir, un trozo de pasto entre panes, desgajado de otro prado más grande. Se conservó hasta la concentración parcelaria un retazo diminuto de prado, rodeado de tierras de labor, en la vertiente de La Castaña hacia Valdoñegas. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Puede interpretarse como forma popular de un antiguo *tierra costaña ‘tierra que está en cuesta’; se trata del mismo sufijo – ANEA que forma adjetivos como *tierra susaña ‘tierra que está en alto’ o foránea ‘que está fuera’. Costaneira es topn. en Portugal (DOE, p. 460). En tº de Fuentesaúco (MTN 426-II) figura el topn. La Castañona (en zona de grandes pendientes). La Costana es pueblo de Cantabria, situado en una ladera (González, 1999). Compárese La Costanita (Doñinos de Ledesma; MTN 451-III). Tomás López en sus encuestas geográficas en Extremadura (1798) documenta el uso apelativo de costanas ‘laderas’ en Cabezabellosa (Cáceres). También costana es ‘cuesta’ en el Alto Aller (Asturias), según Rodríguez-Castellano (1952). Análogamente, Los Costanos en León (Morala, 1989). Sánchez Sevilla (1928) recoge el uso del adjetivo costanero ‘lo que está en cuesta’ en Cespedosa de Tormes. Costa, Encosta, Costeira y derivados son frecuentísimos en la toponimia portuguesa aludiendo a laderas de monte, como el término hermano en español cuesta. Se trata de una antigua metáfora desde el lat. COSTA ‘flanco, lateral’, del que también deriva costilla. Concepción Suárez (1992) revisa la vigencia toponímica de esta base en el Valle del Huerna (Asturias), añadiendo una densa recopilación lexicográfica. Cementerio, El Ya figura como topn., a partir de su construcción en el s. XIX. El Camposanto (Contadurías, 1849). Antes, los muertos eran enterrados dentro de la iglesia, como indican los libros de Difuntos: “bajo del pulpito”, “enfrente del Xto. Del Arco”, “al tercer arco de la tribuna”, “bajo del arco del coro”, “frente a la puerta de la iglesia”, “al medio”, “junto a la grada del altar del Sto. Xto”... A la puerta del cementerio figuraba esta inscripción: “Acordaos de mí, y pensad que aquí termina el placer del injusto y comienza la gloria del justo”. Se trata de una cita (¿de San Agustín?) que hizo inscribir Leopoldo Juan García, catedrático de Lengua y literatura griegas en la Universidad de Salamanca ligado familiarmente (a través de los Garcías y los Terreros) a Calzada. Leopoldo Juan sustituyó en su cátedra a Unamuno cuando éste partió
al exilio durante el reinado de Alfonso XIII. Fue autor de una gramática (Leopoldo Juan García y Eustaquio Echauri, Gramática griega, Madrid, SAETA, 1941, 241 pp.). En la ampliación del cementerio que tuvo lugar durante los 70, esta piedra ―y las otras de la cerca― se tiraron al arroyo. Cenicienta, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Cenicienta (REG 101), La Cinecienta (AC29). Cenicienta (Coca, 174). Se recuerda como un paraje entre la carretera de Zamora y el cº que, desde Valdoñegas de Arriba, subía al monte de Huelmos. La Cenicienta es ubicada por la pañoleta de 1901 en tº de Huelmos, al norte de Las Lagunetas; está entre la carretera y el camino del Pico Burdión, que era usado por los calzudos para llegar a las primeras encinas del monte de Huelmos. Según la pañoleta de Valdunciel (1901), La Cenicienta estaba inmediata al Ventorro de Blanco. Es aplicable a este topn. lo reseñado con respecto a El Cenizal. Sin embargo, la proximidad a un topónimo Peña Gendío, ya en el monte de Huelmos (según la pañoleta), puede hacer pensar en que se aluda al color de una peña, pues ya allí dan comienzo los afloramientos rocosos. Cenizal, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Zenizal, El (Coca, 89; CME-ecl; CME-seg). Se trata en su mayoría de tierras de segunda, para trigo, enclavadas al norte del cº de la Aceña, entre el Prado de Martibáñez y Los Cerezos. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: No necesariamente es metafórico (terreno de color de ceniza) sino que puede y suele ser literal (lugar con alto contenido en ceniza, por razones arqueológicas). Sanz Alonso menciona un topn. Cenizal (p. 160) en Santovenia (Valladolid): “hubo una fábrica de cerámica tosca, usada ya por los romanos”. Durante la excavación de una zona denominada El Cenizal se constató la existencia de un yacimiento vacceo (Escudero Navarro, 1995). Análogamente, Morala (1989) describe en la toponimía de Los Oteros, León, un lugar llamado Los Ceniceros (p. 143) ‘lugar abundante en ceniza’, adscribiéndole valor arqueológico: “parece posible que en este lugar existiera algún tipo de horno del que procedería la gran cantidad de ceniza aquí acumulada”. Angoso García (1985) describe el asentamiento rural romano de El Cenizal (Sanmorales, Sca.) y señala la presencia en el suelo de grandes manchas de color gris-ceniza, que cabe interpretar como huella arqueológica del citado yacimiento. En el concejo de Llanera, Asturias, hay una aldea llamada Cenizal. Compárense El Cenicero (Cañizal; MTN 426-II); idéntico topn. en Aldeatejada (MTN 478-III). El topn. y apellido Cisneros en Burgos es interpretado como derivado de Ceniceros por Gonzalo Martínez Díaz. “Muy documentado en los diplomas de Sahagún, desde el siglo Xl, con los nombres o grafías de Cinisarios, Ciniseros... En la colección diplomática de Fernando lll, año 1221, aparece Castroçisneros y también Castrum Cisneros en 1229. En la etimología del latín medieval está CINISA, ‘ceniza’ que deriva del latín clasico CINIS -ERIS.” Nieto Ballester (1997) recoge también los topns. Cenicero (Rioja) y Cenizales (Magallón, Zaragoza). Topns. en Portugal: Cinzas, Cinzeira (DOE); en Cataluña, los abundantes Cendrosa, Cenrosa. El tipo toponímico Montsonís, Montcenís responde a un étimo MONS CĬNĬSIUS ‘monte de color ceniciento’ (OC, voz Montsonís). El que los lugares con acumulación de ceniza sean vestigio de focos de residencia o propiedad queda refrendado en Vizcaya por las llamadas piedras cenizales, situadas en el
centro geométrico de los pastos de monte. Cada sel o pastizal quedaba singularizado por una piedra a cuyo alrededor pastaba el ganado: en esa piedra, emblema de la propiedad, se hacía desde tiempo inmemorial fuego. Vid. Leal (1991), quien cita a Pedro Bernardo Villarreal de Berriz, en su libro de 1736, Máquinas hidráulicas y govierno de árvoles y montes en Vizcaya. Cerezos, Los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Caño de los Zerezos (Coca, 94); Val Zemdal / (Laguna de los Cerezos) (Coca, 47) Los Cerezos (Ánimas). Los Zerezos (Tablón). Una tierra de quiñones de 7 huebras y trigo de segunda, situada en La Laguna, lindaba por el oeste con dicha laguna y por el norte con el “Caño llamado de los Cerezos” (CME-seg). También son citados, en CME-ecl, Los Cerezos de la Laguna, con lo que se acredita la proximidad de este paraje a la Laguna. Los Cerezos actualmente se recuerdan como un paraje situado, tierra adentro, entre el prado de Martibáñez y el prado de la Laguna; parece que la parte más baja, cercana a la Vega, era designada con el nombre de Caño de los Manzanos. El Camino de los Cerezos (CME-ecl) es posiblemente un carril que (¿desde la Laguna?; ¿paralelamente al caño de los Cerezos?) conducía a este paraje. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Cabe plantear dos hipótesis. Según la primera, el topn. alude a arboleda silvestre (Prunus avium); este árbol montesino, de gran porte, está del todo extinguido en la zona, si es que alguna vez tuvo en ella presencia; y esto hace improbable la suposición. No así en las zonas serranas de la provincia o en Aliste y más al Norte, donde el árbol pervive espontáneo. Más verosímil es la referencia a cerezos cultivados, de secano, análogos a los guindos de las josas de Tierra del Vino. Cabo Alonso (1955) recoge del CME de Castellanos de Moriscos la pervivencia en el s. XVIII de guindaleras, que producían unos 245 kg/año, cuya venta reportaba entonces 28 reales. En Castellanos de Villiquera se citaba el topn. Los Gindales (Coca Tamame, 1993). Una de las hojas en que se dividía el terrazgo de Almenara era la llamada Los Llanos y el Cerezal. En El Pedroso, consta el topn. El Cerezo (Cabo Alonso, 1955). Salamanca también cuenta con los pueblos de Cerezal de Puertas y de Cerezal de Peñahorcada, amén de Cereceda, en la sierra, y la alquería de El Cerezo, cercana a Ledesma. Cerros, Los (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Cerros, Los (Coca, 168). Los Zerros (CME-ecl). ¿Identificable con Cerrojo, El (Castellanos de V.; Coca, 130)? No se ha encontrado documentación firme atestiguando este topn., que actualmente tampoco se recuerda. Parece más bien tratarse de un error de copista, por confusión con Los Zerezos, de los cuales era lindera la tierra citada en CME-ecl. Chacuerva, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Echacuerva; Chacuerva (Coca, 144). La Hechacuervas (NSR). La Hechacuerba (Tablón). La Chacuerba (CME-ecl). La Chacuerva (CME). La Acha querba (CME-ecl). Chacuerva (1879 REG 2685). Se trataba de un paraje al norte del prado de Valdoñegas comprendido entre la actual carretera de Zamora y el cº Huelmos. TOP. ASOCIADA: Caño de la Chacuerba (CME-ecl). Desaguaba en el prado de Valdoñegas, que se encontraba al sur.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Puede conjeturarse que este topn. tenga su origen en el apodo de un propietario. Es conocido el término echacuervos, que se aplicaba al charlatán o predicador fraudulento, que recaudaba dinero insuflando temor a sus oyentes y solicitando limosna. La forma en singular echacuervo es conocida también como apodo en la zona de Villalpando (Vaca Lorenzo, 1988). El topn. calzudo es femenino: ello es explicable probablemente como resultado de un uso común, la designación de las tierras con la forma femenina del nombre o apodo de su propietario. Véanse algunos ejemplos sub Los Jimenos. Se trataría del frecuente femenino predial que acompaña a las propiedades. La Alfayata en Moralina de Sayago (mtn 396) es probablemente ‘la tierra del alfayate o sastre’. La Zapatera en Los Oteros (León) puede interpretarse como ‘la finca del zapatero’, sin postular, como sugiere Morala (1989) la existencia de una antigua propietaria. En el topn. calzudo, el proceso sería *La tierra [de] Echacuervo > *La tierra Chacuervo > La Chacuerva. En El Quijote: “¿No adviertes, angustiado de ti, y malaventurado de mí, que si veen que tú eres un grosero villano o un mentecato gracioso, pensarán que yo soy algún echacuervos o algún caballero de mohatra?”. De una antigua ordenanza: “Los qüestores o echacuervos no pueden apremiar a los pueblos para que vengan a oýr sus sermones, por virtud de qualquier carta que tengan del Rey, ni por ello los hagan detener para que pierdan sus labores y haziendas” Cilla, Calle de la Probablemente antes era llamada Calle de San Sebastián (CME-seg), pues por ella se accedía a las eras y ermita de San Sebastián, al pie de la cuesta. Aparece citada en documentos de venta hacia 1860 (REG 429). El Diccionario Académico de 1729 define cilla como “casa, cámara, ó sitio destinado para recoger y guardar los granos o frutos, que tocan á los Diezmos. Viene del Latino Cella”. En efecto, la cilla era el lugar donde almacenaba la Iglesia los impuestos en especie sobre la producción agrícola ―los diezmos y primicias― de los feligreses. En el CME-ecl, se explica cómo la Cofradía de las Ánimas poseía una casa en la c/ del Corrillo, de la que se añade: “sirve para zilla”; tenía de frente 16 varas y de fondo 20. Lindaba por el este con “calle real” (es decir, calle pública), por el oeste con c/ del Corrillo, por el norte con cortina de Manuel Castañeda y por el sur con otra casa de la misma cofradía. Parece pues que es éste el origen del topn. Con una acepción probablemente diferente, tal vez arqueológica, compárense los topns. salm. Cilleros de la Bastida y Cilleros el Hondo, así como Cilleruelo, cerca de Ciudad Rodrigo. Corderas, Linde de las FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Una tierra de quiñones en Las Corderas, de 4 huebras y trigo de tercera, lindaba por el oeste con el “Camino de Carretravieso” (CMEseg). Las Cerderas [error por Corderas] (Coca, 45); Las Corderas (Coca, 99). “La linde que viene de Las Corderas” (Cristo). La Corredera (Contadurías, 1849). En un testamento de 1724 (María Riesco) es mencionada una tierra, de la que se dice: “vaja una linde a las Corderas y topa en ella”. “Corderas y Carril de Susaños” (1850 REG 3404). Linde de las Corderas (1904 REG 4560). Camino de las Corderas (1901 PÑL). El topn. Linde de las Corderas se recuerda actualmente como un camino de enlace entre el cº la Aceña y el cº Travieso, que se desgajaba del cº la Aceña tras el Carril de Susaños y venía a unirse al cº Travieso aguas arriba del prado de la Laguna. A juzgar por las citas
documentales, existía como topn. separado Las Corderas, y la linde recibió su nombre por dirigirse hacia este paraje. Las Corderas estarían situadas inmediatamente al sur del cº Travieso, y probablemente, como se sugiere a continuación, se extendían hasta tº de Forfoleda. En CME-Forfoleda se documenta la existencia del topn. correlativo La Corredera “entre el cº de Salamanca y el de Zorita” (desde Forfoleda). CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Sorprendentemente, parece tratarse de una forma deturpada, por etimología popular, correspondiente a un topn. ubicado en tº de Forfoleda, Las Correderas (Coca Tamame). Es más fácil la distorsión de un topn. cuando éste pertenece a un lugar alejado o desconectado de la geografía local. Muy probablemente, se trata en origen de un hidrónimo, descriptivo de una reguera o cauce de escorrentía. Sanz Alonso menciona el topn. La Corredera (Peñafiel), describiéndolo como ‘torrente que se forma en las cárcavas en años lluviosos’. Morala (1989) analiza los topns. El Corredero como ‘vaguadas o torrenteras’. Esta es la acepción que más conviene al topn. de Forfoleda, del que derivan sin duda Las Corderas de Calzada. Otras aplicaciones toponímicas próximas: “El camino que llaman la Corredera”, topn. citado en documento de 1481, en el lugar de Villalba de la Lampreana (Vaca Lorenzo, 1988). Es preferible pensar en una acepción hidrológica más que viaria. El topn. La Cordera se repite en la zona de Gema (Zam.), según un documento de 1463 (Lera et al., 1998). También La Corredera (Pereruela; MTN 396-IV). La forma correspondiente en Galicia, corredoura o corredoira, tiene la acepción principal de ‘camino o calleja entre muros, lugar de pasaje’; también se registra Corredeira en la toponimia; en Portugal, Corredoura, Correeira (DOE, p. 454). En Portugal, los frecuentes topns. Corredoura suelen aludir a caminos o callejas, cuando no a ejidos donde se organizaran carreras o cacerías (Almeida y Silva, 1995). El Corredero la Liebre (Zamayón), recogido por Coca Tamame, tiene probablemente un origen cinegético. Con la acepción ‘campa para torneos y justas’ se emplea corredera en el Fuero de Salamanca (Alvar, 1982). Corrillo, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Sitio del Corrillo (CME-seg). Plaza del Corrillo (1866 REG 602). Es la plaza de la iglesia. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Valdunciel, dentro del casco del pueblo, existía según CME un topn. idéntico, El Corrillo. Es conocido el Corrillo de la ciudad de Salamanca, y el de Valladolid. Según una ordenanza de 1514, estaba en el Corrillo de Sca. el peso del concejo y el mercado, al aire libre, de la fruta (Rupérez y Lorenzo, 1994). En todos los casos parece tratarse de lugares donde se concentra la vida pública alrededor del comercio. Posiblemente en Calzada se haría algún tipo de mercado al pie de la iglesia, que dio origen al nombre. Cotorra, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Cotorrona (CME-seg; CME-ecl; Coca, 64). Cotorra (REG 62); Cotorra del Valle (1899 REG 3507). Lindaba por el Sur con el Prado del Salinar y por el este con el cº Castellanos. La Cotorrina y cº de Castellanos (CME-ecl). Actualmente se recuerda La Cotorra en el teso –escasamente perceptible- situado entre el pueblo y el prado del Valle, desde el cementerio hasta el cº Castellanos.
CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Se trata del apelativo, parcialmente vigente en área leonesa, cotorro, -a ‘pequeño cerro’. En Carbajosa se cita en un apeo de 1752 del AC una Biña de la Cotorra (lindante con el cº de la Mata). Es topn. muy común en Salamanca: Los Cotorros; El Cotorrino (Almendra; MTN 423-IV), El Cotorro (El Manzano; MTN 423-IV), El Cotorrito (Valsalabroso; MTN 450-I), Navacotorra y Los Cotorrinos (Sanchón de la Ribera, MTN 450-I). También es frecuente la forma simple: El Cueto (Villaseco de Duero; MTN 396-II), Coca menciona algunos topns. con la misma base en la zona: Cotorro (Juzbado), Cotorro (Valdelosa), Cotorritos (Zamayón). Las Heras (1994) señala algunos topns. similares: Cotorra Alta, Cotorro Colorado, El Cotorro Fuentebuena. Vid. también Cotorrillo, despoblado próximo a Cantalpino. Rivas Quintás (1982) analiza la base *cott- ‘muñón, prominencia’, ya abundantemente ilustrada por Menéndez Pidal en sus Orígenes. Véase asimismo Cortés Vázquez (1989). Los abundantes topns. Cueto en área leonesa, y en particular, en Salamanca, aluden a protuberancias aisladas o rocosas sobre el terreno. Con una sonorización que hace postular un origen paralelo en otra base de similar valor semántico (*cot-), puede citarse en la provincia de Sca. El Codorro [cima de la sierra de Valero] (Madoz). La forma sufijada cotorro debe de haber tenido un valor semántico menos preciso que cueto, puesto que el aumentativo-despectivo parece remitir a formas del terreno alomadas, vagamente eminentes. Concepción Suárez (1992) revisa detenidamente las variantes toponímicas de esta familia, describiendo las principales fuentes bibliográficas. En la parte oriente de la provincia, y en Valladolid, la forma prevalenciente es cotarro: numerosos ejemplos de cotarro, cotarrona, cotarrillo en la toponimia (Sanz Alonso, p.46). En la comarca de Medina del Campo pervive cotarra ‘montículo’ (Sánchez López, 1966). Así, por ejemplo, El Cotarro (Espino de la Orbada) y, no lejos de allí, Los Cuetos en Villanueva de los Pavones (MTN 453-I). Cruz de Santiago, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Debe ser coincidente con el topn. La Cruz de Piedra (CME-seg; Coca, 124; REG 136). La forma actual no se documenta hasta llegar a documentos de siglo XIX (REG). La Cruz estaba situada en la bifurcación del cº de Salamanca y el carril de la Mata (CME-ecl). En la venta de una tierra en el s. XIX se identifica la ubicación de ésta “al camino de Salamanca, al sendero de piedra”, con linderos, E: dicha calzada, S: Beneficio S. Adrián, N: qñ. No es descartable, sin embargo, que el topn. actual aluda, no a una cruz material, sino a una encrucijada. Es frecuente esta acepción en la toponimia de la zona. Así, en Forfoleda, consta en el CME La Cruz del cº de Calzada, lugar donde se cruzan el cº de Castellanos, el “sendero que ba a las eras del cº Trabiesso”, las eras del cº de Calzada y el cº traviesso. TOP. ASOCIADA: Las Heras de Santiago se extendían sobre 2.5 huebras de pasto de 3ª (CMEseg). Lindaban por el este con la calzada “que va a Salamanca” y por el oeste con el cº de Castellanos. Una tierra es registrada como “a las eras de Santiago o cruz o cº Castellanos” (REG 49). Posteriormente estas eras serían roturadas, dando lugar al topn. “Rompío a las eras de Santiago” (1865 REG). El camino de Santiago (CME-ecl). Parece ser un tramo que llevaba a la ermita: “camino de Santiago enfrente de la hermita como se sale para Salamanca” (CME-ecl). Hermita de Santiago [“linda con calzada real que va a Salamanca”] (Bº). La Ermita del Señor Santiago (CME-ecl); La ermita de Santiago (1863 REG): lindaba por el este con el cº de
Salamanca. Se trata de la ermita que fue descrita así en las visitas realizadas por orden episcopal a comienzos del s. XVII: “Aquí ay una hermita de Sanctiago, no tiene renta, está razonable. [Nota añadida al margen: (M.D.) Es provisión de los arcedianos de Salamanca esta hermita]” (Casaseca y Nieto, 1982). Cuesta, La Por antonomasia, se denomina La Cuesta al teso de San Sebastián y al camino (ant. Calzada de Zamora) que va a Huelmos y Santibáñez. Desvergonzada, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Pertenecía a tº de Aldeanueva. Caño de la Desvergonzada (Tablón). El Caño de la Desbergonzada (CME-ald). Se trata de una vaguada que desciende a la Vega desde los tesos comprendidos entre San Pedro y San Miguel. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Circulan explicaciones populares que vinculan el topn. con algún episodio amatorio y atrevido. De hecho, perdida la referencia territorial clara, hay quienes recuerdan este paraje como próximo a La Cama de la Moza (que sin embargo dista bastante de aquí), estableciendo conexión narrativa entre ambos. La propuesta de interpretación que se propone ahora parte de una forma anterior, no documentada, *vergonzada, de la que se habría llegado al topn. actual por etimología popular. Son conocidos los nombres de lugar gall. y portg. derivados de *VIRDŪCU- ‘vara, retoño’: Berducedo, Verducido, Bordozedo ‘matorral de vástagos o verdugos’ (DCECH: voz verdugo; DTP, voz Bordozedo). Idéntico origen tendrá El Verdugal, topn. recogido en El Libro de la Montería, cercano a Hervás (Cáceres), donde todavía se hace cestería de varas y tiras de castaño; el mismo topn. se repite en la zona de El Piñero (Zam.), según un documento de 1463 (Lera et al., 1998). Asimismo, Vertiente del Verdugal, arroyo en el término de Peralejos de Arriba (Sca.; MTN 450-IV). También debieron de tener cierta circulación toponímica los derivados directos del lat. VĬRGA ‘vara’ (vid. más adelante Bergaço). De esta base derivará el nombre de lugar salm. Bergal, Nava del Bergal (Palacios del Arzobispo, citado por Coca Tamame), mejor que de varga ‘cuesta’. En efecto, El Bergal (grafiado como El Vergal en mtn 424) es inmediato a los arroyos Saceo y Saceíno, colectivos vegetales en –edo formados a partir de *sace, saz ‘sauce’; de la abundancia de vástagos producidos por ambas saucedas habrá nacido el topn. Los numerosos tops. portg. aducidos por Almeida Fernandes, quien les atribuye otro origen (prerromano) aparentemente menos verosímil, Bergado, Bergadelas, Vergadelas, Bergada, Bergadas, pueden entenderse mejor como alusivos a vallados de varas trenzadas o setos vivos. Un documento de 1298 (Martín et al., 1977), referente a las aceñas de Sca., describe este tipo de vallas: “que fagan setar ela açenna toda aderredor de buena verga mondada” (es decir, de vara de sauce pelada). Próxima en significado y probablemente en origen es el portugués vergôntea ‘renuevo de árbol’, o el gallego virgunto Monforte ‘vara de castaño’; de aquí procede el nombre de la aldea de Bergontes (Ponte de Lima), documentada en 1258 como Vergonteas (DTP, p. 91). La interpretación etimológica para Desvergonzada puede vacilar entre dos posibilidades, ambas ligadas a una supuesta voz *vergonza ‘vara, vástago’, pariente de la portuguesa: (1) referencia a una *tierra vergonzada, es decir, cercada con varas o abundante en matas productivas de varas, con adición posterior del prefijo des- por etimología popular; o bien *es-vergonzada, de la que se han extirpado los rebrotes de arbolado; (2) alusión a un terreno ganado por desbroce de un soto de sauces o similar (como en el topn. de Carbajosa de Armuña, la Excepada, que probablemente designaba un antiguo terreno de viñas).
El antiguo uso local de varas para construcción de vallados parece confirmarse: en Santiz, próximo al Bergal de Palacios del Arzobispo (Sca.), pervive el topn. Las Ensebadas, en zona de pequeñas cortinas para pasto próximas al caserío. Aunque actualmente las cercas (las pocas que han sobrevivido una áspera concentración parcelaria) son de piedra, con cercado a la sayaguesa, mediante hincones alternando con paños de mampostería o pelgones, es muy probable que el nombre aluda a un antiguo sistema delimitador mediante seto vivo o varas trenzadas. Las Ensebás equivaldría por lo tanto a ‘[las tierras] cercadas con sebe’. Parece más razonable, sin embargo, la interpretación propuesta por Coca Tamame (ensebadas = [tierras de calidad pegajosa, pastosa]), pues son tierras no cultivadas a pesar de su proximidad al pueblo. La sufijación en –ada predial es frecuente y da lugar a formas sustantivadas: cercado, murada, vallado, bergada. Álvarez Maurín (1994) encuentra un sipiato ‘recinto, sebe’ en un documento de la Catedral de León fechado en 967. Lo interpreta como una falsa grafía en vez del clásico SAEPTU-; sin embargo, es posible que se trate ya de un derivado romance, con un participio débil análogo al que se postula aquí para Ensebadas. Tal vez sea del mismo origen la Fuente de la Sebá (Palencia de Negrilla, Sca.; recogido en encuesta directa). Dos Caminos, Los (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Dos Caminos (REG 97); Los quiñones tenían (CME-seg) una tierra en Los Dos Caminos, de 13 huebras y trigo de segunda. Entre los dos Caminos (Coca, 82). Lindaba por el oeste con la calzada de Zamora. Cabe deducir que los dos caminos referidos son el cº de Santibáñez (o cº ancho) y el cº de Huelmos. Más recientemente se le daba el nombre de Los Tres Caminos, aludiendo al camino de las Monjas, que se desgaja un poco más allá. Encrucijadas, Las FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En Las Encruzijadas tenían los quiñones 3 huebras de trigo de primera, lindantes por el oeste con el “camino de dicho sitio” (¿de Salamanca?) y por el sur con el Prado de las Carrerinas (CME-seg). Una tierra en Las Encruzixadas (tomo III: Las Encruziadas) figura en CME-seg como lindante por el este con el cº de Sanyuste y por el sur con el Prado de las Carrerinas. Las Encrucijadas (Coca, 116). El cº de Santiuste de las Encruzixadas (CME-seg). El topn. designaría el punto donde se cruzaban el cº de Salamanca, el cº de Santiuste (que cortaba después el carril de la Mata, acercándose a la ermita de Santiuste) y el sendero del Valle. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: En Valdunciel existía un topn. idéntico, Las Encruziadas o Las Cruziadas (CME-Valdunciel), que también se localizaba en un cruce de caminos (cº del Barrio, regato que baja de El Bostal, cº de Castellanos). Es muy abundante en Sayago la forma leonesa encruciadas, con epéntesis de una yod (así Las Encruciadas en Bermillo de Sayago, en Villamor de la Ladre y en Luelmo), que se documenta también en la diplomática medieval (1272) de Sca.: “en Bario de Judios, so la encruciada” (Martín et al., 1977). El asturiano actual conoce la forma cruciar ‘cruzar’. Ésta habrá sido también la forma antigua del topn. calzudo, como atestigua alguna de las citas del Catastro, castellanizada más tarde como encrucijadas. Eras de Abajo FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las “Heras de Avaxo y Arriba” ocupaban 14 huebras, calificadas como de pasto de 2ª. Se extendían entre los siguientes límites (CMEseg): E: raya de Aldeanuevita; W: la Vega; N: Calzada de Zamora; S: casas de este lugar
Heras de Abajo y de Arriba, Las (Coca, 62). TOP. ASOCIADA: Varrio de las Heras (CME-seg). Sitio de las Heras de Avaxo (CME-seg). Se trata del barrio situado al norte de la Calle de Hidalgos, colindante con las eras. Sitio y Varrio de las Heras de Avaxo (CME-seg). Rodera de las eras de abajo (Contadurías; hacia 1860). Se trata del camino que, flanqueando las traseras de las casas, iba por la parte norte del casco del pueblo (actual Ronda norte). La distinción arriba/abajo se establece en Calzada a tenor del curso, de pendiente casi imperceptible, del arroyo de la Vega. La divisoria la traza el eje de la antigua calzada romana. Así pues, son eras de abajo las situadas a poniente del camino de la cuesta; se extienden desde los pontones hasta cerca de la boca de la Portilla. Las eras de arriba, en cambio, son las comprendidas entre la carretera y el camino de la cuesta. Hubo también alguna era próxima al camino de la Aceña. Durante gran parte del año, las eras eran utilizadas como pasto. A partir del día de San Juan se acotaban para trilla y limpia del grano. Eras de Aldeanueva, Las (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Heras de Aldeanueva (Tablón). Se situaban junto a los actuales Rompidos de Aldeanueva. Eras de Arriba FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Heras de Abajo y de Arriba, Las (Coca, 62) (véase) Eras de la Calle (ant.) Documentado en la referencia a escrituras antiguas que se hace en el CME-ecl (vol. V, declaración de la Mesa Capitular de Santiago). Se especifica que están fronteras a la casa de un tal Gonzalo Martín. Tal vez estuvieran al final de la Calle de Santa Elena (la calle larga o la calle por antonomasia), en coincidencia con las llamadas Eras de Santiago. Eras de los Adobes (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Heras de los Adoves (CME-seg) (‘eras que estan al cº de Forfoleda’): había en ellas un corral arruinado. Se trata del lugar donde, aprovechando una zona húmeda, se extraería barro para la fabricación de adobes. Eras de Santiago Véase Cruz de Santiago. Eras Redondas, Las FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Heras Redondas [próximas al camino de Valdunciel] (Tablón). Eras Redondas (1900 REG 4150). Estaban en la hoja del cº de Salamanca del tº de Valdunciel (CME-Valdunciel), próximas a Los Samorales y a los prados de la vega. Pertenecían al antiguo término de Aldeanueva. Parecen haber recibido también el nombre de Prado Redondo (1822 Crédito Público). Errado, El (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Figura en CME-ecl. Casi seguramente se trata de un error de escribano por La Rade, dado que en el volumen V figura como La Harrade.
Una forma análoga, con a- protética, determinada por la aglutinación del artículo, referente a un paraje cerca de Calvarrasa de Anaya, se registra en una compra de 1297 (Martín et al., 1977): “la Arrade”. No es preciso por lo tanto buscar conexión con topns. del tipo Errado, como el paraje llamado Herrados (Villamayor; MTN 452-III) Escobar, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Escobar, El (Coca, 131). Pertenece también a Forfoleda y a Castellanos (Coca, 105). Tierra de lascova (APForf); Cº de Castellanos hacia La Escoba (APForf). Solía ser viña (ya había dejado de serlo en 1568). En CME-Forfoleda se cita como La Escoba. Se registra el cº del Escobal en Castellanos de Villiquera, donde probablemente es extensión de este mismo paraje medianero (CME-Castellanos); también en Castellanos, El Teso del Escovar, que rayaba por el oeste con Valcuevo. En CME-seg aparece una tierra en El Escovar, de 0.5 huebras y trigo de segunda, que linda por el norte con “Raya del tº de Santibañez de Cañedo”: ¿debe de tratarse de otro topn.? CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Es forma muy común: Rodillo del Escobal (Asmesnal; MTN 424-IV); en Muelas del Pan, Rietalaescoba; Escobajunta en Moreruela de los Infanzones. En Canalejas (León), Marnelaescoba. El Escobal es aldea del concejo de Cabrales en Asturias. También Escobar de Polendos en Segovia. Probablemente alude a una formación de Cytisus scoparius ‘escoba negra; tipo de retama de flor amarilla grande’, fabácea que abunda aún hoy en el encinar de Huelmos. Esta mata ha gozado de cierto interés económico en el pasado, por usarse como hornija para encender los hornos. Así constaba todavía en el Sayago de la posguerra, como atestigua Arguedas (1968). Espinal, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Espinal (CME-seg). El Espinar (próximo al cº de Forfoleda a Zorita) (APForf). Era viña antes de 1568. Espinal (REG 119, 3405; Coca, 160). Un asiento de registro indica: “Espinal o Torviscales” (REG 5008). En el CME de Forfoleda se cita conjuntamente Los Lavajos y El Espinar, en relación con una gran tierra del cabildo que lindaba por el este con el llamado cº de Abajo (a Salamanca) y el cº de Zorita, por el oeste con el cº de Valverdón y tierras del cabildo de la Hoja de abajo, y por el norte con el cº de Abajo y cº de Valverdón. El topónimo se extiende hacia Valverdón, donde se registra como Los Espinares (CME). En el paraje del Espinal hay ahora una pista de vuelo. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Hay sendos topns. El Espinal en Cubillos y en Villalube (Zam.), y en Zarza de Pumareda (Sca.). Es muy común en Salamanca como topn. la forma simple: Espino de los Doctores, Espino Arcillo, Espino de la Orbada o Espino Rapado. Probablemente se trata en general de referencias al arbusto conocido como espino o majuelo (Crataegus monogyna), que en Calzada daba las frutillas llamadas localmente baulines o violines. Sin embargo, no es descartable la alusión a otros arbustos espinosos. En El Maderal tiene uso apelativo la voz espinal ‘mancha de endrinos (Prunus spinosa)’. Frayla, La (ant)
Citado en una declaración de CME-ecl. No consta su ubicación. Probablemente se trata de un caso más de femenino predial (*La tierra del fraile se convierte en La fraila). Análogamente, la tierra junto al cementerio que aún se llama la Matuta deriva su nombre de un propietario. Existe un topn. idéntico, la Fraila, en la comarca de Los Oteros (Morala, 1989). Fuente [de] Miguel Vida, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Fuente de Miguel Vida (CME-ecl., Bº): linda por el norte con el Prado de la Vega, y por el sur con el cº de las Viñas. La Fuente [de] Miguel Vida (Coca, 172; 1889 REG 578). En tiempos del CME se sembraba algo de centeno, con baja productividad, en su entorno. Fue zona de viñas antes de 1752. TOP. ASOCIADA: En la declaración de la Mesa Capitular de Santiago (CME-ecl) se menciona “el prado de la fuente de Miguel de Vida y de los Sauzes”. Ello es indicio de que la zona próxima a la fuente tuvo en tiempos vegetación autóctona de ribera, con sauces: probablemente se trata de Salix alba, Salix fragilis y Salix salvifolia. Especies del género salix forman galería arbórea en torno al curso del arroyo que alimenta la charca de Huelmos de Arriba. También son abundantes los sauces en los arroyos del entorno de Izcala y de El Cubo. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Situada en la Vega, al pie de la tercera alameda. Tenía unos pequeños lavaderos adyacentes, que eran usados por las mujeres en cuya familia hubiera habido enfermos o muertos recientes. Esta medida de salubridad pública obligaría a un considerable esfuerzo de desplazamiento. También en las Ordenanzas de Salamanca, de 1719, se recoge una prescripción similar: “la ropa de los hospitales se lave de la peña de Perosillo para abaxo, ácia Otéa, y no en otra parte, pena de seiscientos maravedises” (Rupérez y Lorenzo, 1994). El apellido Vida es de antigua tradición. Ya en 1003 se documenta un Aita Vita en Otero de las Dueñas, tal vez el mismo que figura como Eita Vida en 1039 (Díez Melcón, 1957). Un propietario medieval con este mismo apellido (Eita Vida) ha dado lugar al pueblo segoviano de Chabida, como ya señaló Menéndez Pidal. Díez Melcón cita también un Eita Vita en 1125 en San Vicente de Oviedo, un Zite Bita en 1027 en Covarrubias (Burgos) y un Citi Uita en 1078 en Valvanera (Rioja). En forma plural o sufijada es común con igual antigüedad (Vidas) y con distribución castellano-leonesa. En algunos casos es apellido judaico, por traducción del frecuente Haym = Chaim, de igual significación. Así, en la judería medieval salmantina constan los apellidos Vidas, Vidal, Vivas (Carrete Parrondo, 1981). Fuente Buena, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Fuente buena (Coca, 181; REG 177-186). Fuente de las Aldegüelas [linda con “Camino de Valdonziel” y con tierras de S. Sebastián y S. Pedro] (Cofr. Var.). La Fuente de la Aldiguela (CME-seg). La Fuente (CME-ecl). Es la fuente de bóveda situada a la salida de Calzada, en el cº Valdunciel. Probablemente se trata de la fuente que suministraba agua a la antigua localidad de Aldeanueva, como pone de manifiesto la denominación antigua Fuente de la Aldehuela. También denominada La Fuente del Moro, pues su brocal reaprovecha una estela funeraria tardorromana conocida popularmente como la “piedra del moro”. Fue reconocida como tal por César Morán (1946), quien observa que “tiene grabada una cruz, y acaso al ponerla picaron la inscripción que invocaría a los dioses”.
Es tipo toponímico común, alusivo en ocasiones a la calidad de las aguas y en otras a la bondad de la fábrica (en sillería o con bóveda...). Fuentebuena es un barrio de Béjar. Fuente [de]l Caño, La Es topn. moderno, alusivo a la fuente con grifo y casetilla que se hizo en la posguerra a la derecha del camino de la cuesta (calzada de Zamora), donde terminan las eras. En el mismo lugar había un pozo en 1901, según la pañoleta. Fuente de los Pellejos, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de La Fuente de los Pellejos (CME-seg) era de 4 huebras de pasto de 3ª. Adyacente a él tenían los quiñones una gran tierra (La Fuente de los Pellexos, 21 huebras, trigo de segunda). Linda con término de Forfoleda y de Santibáñez. Variante aislada: La Fuente del Pellejo (CME-seg). Fuentepellejos (APForf): linda con tº de Calzada y con tº de Santiváñez. La Fuente de los Pellexeros (CME-ecl; vol. V). Fuente de los Pellejos (Coca, 36; REG 3142) TOP. ASOCIADA: El Camino de la Fuente de los Pellexos (CME-ecl), Prado de la Fuente (CMEecl). Tal camino, según la pañoleta de 1901, es un ramal que sale del cº Santibáñez hacia poniente, pasa por la fuente y va a dar al regato de Valdelasna, ya en Forfoleda, saliendo del tº al sur de la Casilla de Nicolás Segurado (tal propietario era vecino de Forfoleda en la segunda mitad del siglo XIX; su nombre completo era Nicolás Segurado Franco). CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Probablemente la denominación se debe a que en esta fuente se ponían a refrescar odres con la leche ordeñada a las vacas u ovejas que pastaban en los prados. Después, ya al atardecer, se sacarían para llevar hasta Calzada. Más improbablemente podría haber recibido este nombre porque los taberneros, de regreso desde Tierra del Vino, bautizasen aquí los pellejos para aguar el vino. En la toponimia de Valdelosa había un Camino de Taberneros, que era seguido por los de este gremio en sus viajes de abastecimiento a tierra de Zamora. Esta segunda hipótesis es endeble, dado que no pasaba ningún camino principal por aquí. Es tipo toponímico no infrecuente. En Chaves se recuerda una Fonte do Leite (Top. flaviense, Firmino Aires, Chaves, 1990) quizás para dejar a refrescar los odres o las ollas de leche. En Babia y Laciana, G. Álvarez habla de los fueyes, “bolsa de cuero que usan las brañeras para bajar la leche de las brañas”; análogo en significación habrá de ser el topn. Fontlletera en ámbito catalán (OC, voz eina). En la zona de la Cepeda Alta, se recoge este recuerdo (procedente de los Cuentos en dialecto leonés recopilados por Caitano A. Bardón a principios del s. XX. La empresa editora leonesa Ediciones Lancia reeditó estos cuentos en el año 1996): “dibame cunoutrus del mi tiempu, a bebeis la lleichi a lus odres de la fuente”. En Llerena (Badajoz) hay también una Fuente pellejera. También en Fresno de Sayago consta un topn. de construcción similar: Pozo Colodrero. Cabe la posibilidad de que aquí colodra sea el recipiente (de madera o de cuerno vaciado) que se usa para recoger la leche del ordeño. No es descartable, sin embargo, otra acepción, puesto que colodra tiene otros significados locales (medida de capacidad de líquidos, vasija de cuerno o de palo para el vino...). En el Fuero de Salamanca, el salario de unos guardianes es de “media colodra de vino” (Alvar, 1982).
Fuentes, Las Paraje en el casco del pueblo. Se cita en 1851 una casa y cortina en el sitio de las Fuentes (REG 422, 425). Parece haber estado en la actual plaza (la del frontón). Garduño, Heredad de (ant.) Garduño, El (Tablón) [parece tratarse de un conjunto de heredades, que llevan el nombre o el apodo de un propietario, y no de un paraje concreto: incluye tierras en Los Gometes, en El Campo, El Utero, Cº Huelmos…] Gometes, Los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Los Gometes (CME-ecl; Coca, 102; Tablón). Gometes (REG 115). En CME-ecl se sitúa al sur del Prado de Valdelasna, que desagua en la Rivera de Cañedo. La pañoleta de Forfoleda (1908) sitúa Valdegomete al final del camino de la Silva, que viene del pueblo hacia enlazar, imperfectamente, con el camino Madrigal. La unión era incompleta. Valdegomete parece haber estado ligeramente al sur de La Silva. TOP. ASOCIADA: El prado de concejo de Valdegomete era de 1 huebra de pasto de 3ª. Lindaba por el oeste con tierras del concejo de Forfoleda. Adyacente al prado tenían los quiñones una tierra de 11 huebras y trigo de segunda (CME-seg). Valdegomete (Coca, 37) (NSR). Pertenece, como prado, fundalmentalmente a Forfoleda, donde el concejo tenía 22 huebras de pasto, que llegaban hasta la Vega (CME- Forfoleda). El Cuento de Valdegomete “en el sitio que llaman el Carril” era tierra del cabildo, en Forfoleda, de 4 fanegas; “la divide el carril” y lindaba a E y S con raya de Calzada, al oeste con tierra de Calzada y al norte con prado de Valdegomete (CME-Forfoleda). Cuento aquí significa ‘pico, punta’; probablemente figura en la acepción ‘parte extrema, aguas arriba, del prado de Valdegomete’, lo que ahora se llamaría ‘la punta de Valdegomete’. Esta punta tenía un remate ya dentro del tº de Calzada, que constituía el prado concejil apuntado arriba, de una huebra de extensión. Caño de los Gometes (CME-ecl). Quedaba al sur de los Gometes. Probablemente es el mismo que da lugar al prado de Valdegomete, que desagua en la Vega. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Sorprende la no coincidencia espacial de Los Gometes (más al norte; vierten agua al Cañedo) y Valdegomete (que vierte aguas a la Vega que de Calzada baja a Forfoleda). No es descartable que ambos topónimos sean en origen diferentes y que hayan convergido más tarde. Pero parece sin duda más probable que se trate simplemente de un fenómeno de imprecisión en las denominaciones. Ocurre con frecuencia, en efecto, que los topónimos deslizan sobre el territorio, sufriendo lentas derivas, extensiones o concentraciones, desdoblamientos. En este caso, cabe pensar que el topónimo original era extenso, y luego se escindió al sufrir incrustaciones posteriores (Los Jimenos, Las Setas). Una opción arriesgada, pero no inverosímil, sería postular como origen un colectivo vegetal sobre ULMU- ‘olmo’. Son muy numerosos los topns. en área de hablas mozárabes cuya procedencia es un nombre vegetal seguido del sufijo –ETU-, que se ha apocopado en *-ed, *et y posteriormente ha descansado sobre un vocal paragógica. Así, por ejemplo, Palmete, Fregenite, Umbrete, Lorite, Cañete, respectivamente sobre derivados del lat. PALMA-, FRAXINU‘fresno’, ULMU- ‘olmo’, LAURU- ‘laurel’, CANNA- ‘caña’. Los colectivos femeninos en –ETA, por el contrario, no han apocopado: así Teixeta, en ámbito catalán de sustrato mozárabe (OC, lema teix), procedente de TAXETA ‘arboleda de tejos’.
Esta explicación del topn. Gometes tiene, sin embargo, más de un achaque que la hace vulnerable. Por un lado, la escasez y probablemente la ausencia de topónimos en -ete documentadamente originados en el sufijo lat. –etu que hayan pervivido en la toponimia leonesa. Todos los ejemplos anteriores son de ámbito claramente mozárabe o bilingüe árabigo-romance. Con mucha incertidumbre podría alegarse los topns. Cardete (Pereruela de Sayago; MTN 396-II), Espiguete, paraje en Valverde de la Sierra (León; vid. Madoz) y Gargavete, arroyo cercano a Sca. (si es que este último no responde a un folk-topónimo del tipo “carga y vete”, análogo a Mirabete). Por otro lado, causa escrúpulos la velar inicial de Gomete, sólo explicable en caso de diptongo (compárese la forma popular Guelmos al lado de Huelmos). El reforzamiento velar podría sin embargo explicarse como resultado de una vacilación en la evolución hacia el diptongo o ―más probablemente― por sufijación directa desde la voz vulgar güelmo: así, en Estébanez (León), se cita un topn. menor Los Golmares, manifiestamente colectivo de olmo (Martínez Martínez, 1985). Otro escollo importante para esta hipótesis es la insólita vocalización de la /l/ implosiva, aunque cabría explicarla como resultado de una disimilación de líquidas en la forma compuesta *Valdegolmete; lo mismo parece haber ocurrido en Samorales desde un primitivo *Salmorales. Un proceso similar habrá dado lugar al nombre del Arroyo de Valgomar (desde un hipotético *val güelmar) en Alaejos (mtn 426). El fenómeno de la vocalización de la líquida en el grupo –lm- sí es conocido en dominio catalán, donde la reducción –lm- > -mes corriente: olm > om; palm > pam; empolmar > empomar (OC, lema comiols); así el topn. Menor Lapedomit en Bielsa ha sido interpretado por Coromines como ‘[la] roca de [la] olmeda’ a partir de un lat. LAPIDE ULMĒTI (OC, voz llapiero). Braçal de l’Omet contiene asimismo el colectivo ULMETUM. La simplificación de –lm- también se constata en la zona santanderina y burgalesa, con alguna ramificación hacia el oriente asturiano (Garcia de Diego, 1951). Así se registran en Asturias los topns. Omedo (L’Omeo) y Omedal (ambos parecen proceder de lat. ULMETU-). El apelativo humero¸en cambio, cuya difusión llega hasta el norte de Zamora, hace referencia al aliso; aunque para humero también se ha propuesto un origen en ULMUS, con sufijación (García Arias, 2000). Esta acumulación de excepciones hace muy insegura la etimología propuesta, aun siendo en lo semántico persuasiva, dada la proximidad de Huelmos (ant. Olmos) y de Valdenegrillos. Coca Tamame, por su parte, propone ver en Gomete una metátesis de un *Moguete anterior, que pone en relación con Moguete, aceña inmediata a Ledesma (Salamanca), a la orilla del Tormes. De similar origen será Muguete (Fermoselle; MTN 423-I). La referencia en una concordia medieval (Martín et al., 1977) a una Aldea de Pelai Muget (1185) próxima a otros tops. del entorno ledesmino, evidencia para Moguete un origen antroponímico a partir del apellido Muguet(e) de un repoblador, de origen incierto. Con mucha inseguridad, se proponía en Riesco (2001) derivarlo del participio árabe muġīt ‘protector, defensor’, de ġwt ‘amparar’; Mughith (grafía francesa) es usado actualmente como nombre personal (Tidjani, 1997; Pezzi, 1989). Este nombre se ha romanceado habitualmente con final en –z, p.e. en el portugués de Herculano es Mugueiz (DOE, p. 1032), lo que hace altamente hipotética la derivación. El mismo lugar consta como Aceña de Almoguer (posible error del copista por confusión de la –t final con una -r) en un censo del s. XVI (Censo de población de las provincias y partidos de la Corona de Castilla en el siglo XVI, Imprenta Real, Madrid, 1829). Actualmente pervive en las inmediaciones el topn. Las Aldehuelas, que debe evocar el conjunto de aldeas próximas a Ledesma, una de las cuales era el actual Moguete. La propuesta de Coca Tamame se ve reforzada por un topn. que consta en el apeo de propiedades del beneficio de Forfoleda, en escritura procesal encadenada de 1568: se trata de Valdemugete, y su posición en la lista invita elocuentemente a identificarlo con
Valdegomete. Así y todo, sería preciso estudiar más detenidamente otras fuentes disponibles y aclarar la solidez de este testimonio aislado. Hidalgos, La Calle de los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Calle de los Ydalgos (CME-seg). Va de la Plaza hacia la salida a Forfoleda. También se cita el Barrio de los Hidalgos (Ánimas). Calle Hidalgos (1851 REG 423). Parece aludir a algunos vecinos residentes en esta parte que hubieran tenido condición de hidalgos. Figura en los libros parroquiales de Calzada el apellido Hidalgo (p.e. Juan Crisóstomo Hidalgo, del s. XVII), que, con gran probabilidad, es apellido generado localmente por alusión a esta condición antigua de algunos vecinos. Higales, Los (ant.) FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Igales, El sitio de los (Coca, 56). Los Ygales (CMEseg). Igales, Higales (REG 63; 1850 REG 3422). Posiblemente coincide con La Yguera (CME-ecl). Parece haber estado cerca del pueblo, no lejos de las casas. Por el orden topográfico que algunas declaraciones siguen, parece inferirse su situación al sur del pueblo, entre el cº Castellanos y el Pozo Vellés. En efecto, en una declaración del CME-ecl, se deslinda una tierra en Los Igales, dándole por límite al este un corral de Miguel Pablos; y al norte las Eras. Dado que Miguel Pablos tenía un corral al este de la calle de Carrascal, se comprueba la situación de los Higales entre el cº de Castellanos y el cº de la Aceña, al sur de las últimas casas y cortinas. Las higueras eran árboles de huerta y, preferentemente, se plantaban en los lados soleados de las tapias. Había una famosa higuera en la cortina junto al matadero, al final de la calle de la cilla. Recibía el nombre de “la higuera del tío Pedro Luengo”. Para vigilar su gran cosecha de higos, el dueño ataba a su tronco un perro. Vinieron dos mozos del pueblo con ganas de desvalijar el árbol. Le echaron una manta al perro encima, para que no atarazara, y lo tiraron al pozo, que estaba vecino. Comieron hasta hartarse y se llevaron muchos higos de más, que escondieron en una parva de las eras. El dueño, consternado, fue al ayuntamiento a pedir justicia. Dio la casualidad de que esa misma tarde se levantó aire, y fueron los de la era a limpiar; y al levantar los bieldos, se encontraron con que caían higos revueltos con el grano. Se destapó la historia, pero al final los dos mozos no fueron castigados. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Se trata de la forma común, femenina y sufijada en –al, que en las hablas leonesas designa árboles frutales (la figal, nesperal, manzanal, peral, amesnal, avellanal...). Abundan las correspondencias en todo el ámbito leonés. Riesco (2001) analiza el topn. Asmesnal y otros de origen frutal en –al de Zamora y entorno. Así, por ejemplo, el frecuente La Moral (con y sin artículo), así como sus diminutivos, que preservan el género femenino, de tradición latina: Moral, Moraleja, Moralina, repetidos en Zamora. Se trata, como es sabido, del totémico Morus nigra o morera negra, aún denominado moral en gran parte del dominio leonés, árbol de antigua tradición concejil, que se plantaba ante las iglesias rurales. La forma diminutiva, en la mayor parte de los casos, no aludirá a un moral pequeño, sino a una población llamada Moral de menor rango que otra localidad del mismo nombre. Así también Lavillanal, que fue el nombre del pueblo alistano ahora conocido por Domez. En este caso se trata de la denominación leonesa del avellano, con el artículo femenino aglutinado. La antigua forma toponímica habrá sido descartada por su ingrata resonancia (villano).
Figal vive como apelativo en Asturias: la figal es la higuera; se conserva asimismo como topn. en el concejo de Grado; otra La Figar en el concejo de Gijón; también Figares en el concejo de Morcín y en el de Sariego. Como en latín, se mantiene el género femenino del nombre de árbol. Así es, sistemáticamente, en la diplomática medieval leonesa: “illa pariete tota integra que es contra illa figal” (Zamora, 1178; transcrito por José Luis Martín, 1982); el topn. Las Figalles cerca de Toro es citado en 1463 (Lera et al., 1998). En forma diminutiva, La Figalina, en Fermoselle. Las menciones antiguas al topn. calzudo no parecen haber preservado este género. Por otro lado, los frecuentes [El] Ahigal < La Figal preservan el nombre de la higuera, con una segmentación errónea del artículo. Por ejemplo, la aldea llamada Figal en 1265 (García Martín, 1982) y luego La Higal en el s. XVII (Casaseca y Nieto, 1982) se convierte después en Ahigal de Villarino. De este mismo origen es el topn. menor Ligar o Higar, en el término de Andavías, documentado como La Figal en el s. XV (Mateos Carretero, 1994), donde se ha producido la evolución hacia el masculino (El Figal); análogamente, Igala en Villamayor de Armuña (Coca Tamame): aquí la persistencia del artículo femenino habrá inducido la desinencia –a no etimológica, como en La Morala, hoja de Centerrubio (Madoz) o en los ejemplos toponímicos Peral(a). También se registra el mismo fenómeno en el topn. La Carbajala de Valdunciel (CME). Los abundantes Manzanal y Cerezal han de ser interpretados preferiblemente como un singular: la manzanal ‘el manzano’, la cerezal ‘el cerezo’. En el caso de Asmesnal, dehesa sayaguesa, parece inevitable acudir a la base la amexinar ‘el ciruelo damasceno’. El artículo perdura en el Fuero de Ledesma. Añádase a lo indicado en Riesco (2001) que en Luelmo de Sayago existe una fuente de La Mesnal o El Amesnal, cuyo origen será el mismo. Hornos, Prao [de] los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de Los Hornos era de 3 huebras de pasto de 3ª (CME-seg). Los Hornos (CME-seg). El Prado de los Hornos Viexos (CME-seg). Prado de los Hornos (1899 REG 3530). Los Hornos (Coca, 12); Ornos viejos, Prado de (Coca, 157); “bajo del Prado de los Hornos” (NSR). Los Hornos Viexos (CME-seg) lindaban con tº de Santibañez y con el cº de Santibañez. “Los Hornos, en el cº de Santivañez” (CME-seg). Es citado en un testamento de 1724 (María Riesco), al mencionar una tierra que está “por vajo del Prado de los Hornos, que la parte el agua”. El prado de los Hornos salía del cº de Santibáñez a la altura de una cantera antigua, justamente al sur de la bifurcación donde salía el cº de la Fuente de los Pellejos. Probablemente se trataba de hornos de cal. Ya en época del CME estos hornos eran sólo recuerdo, aunque todavía entonces pervivían en Calzada cinco hornos para hacer y cocer cal. Sus rendimientos anuales se estiman en cantidades variables, debido a “no hallarse todos con el ganado necesario para la conduzion de materiales”. El horno de Francisco Zarza, mayor, estaba situado en la calzada de Zamora, medía de circunferencia 12 varas y lindaba por el este con las eras, por el oeste con el camino de la cuesta y por el norte y el sur con calles. El de Catalina Domínguez estaba en las eras de Abajo y medía de circunferencia seis varas. El de José González, mayor, estaba en el cº de Valcuevo, tenía de circunferencia 6 varas y lindaba por el este y oeste con el camino, y por el norte y sur con el “exido del conzexo”. Manuel Ramiro, menor, tenía otro horno en el Cº de la Azeña, de seis varas de circunferencia, que lindaba por todas partes con “exidos y propiedad del Concexo”. Manuel Escribano Malmierca era dueño de otro horno con las mismas características y situación.
Huertos Familiares, Los Referencia toponímica de nueva formación, originada tras la guerra civil. Para dar sustento a algunas familias particularmente necesitadas, se roturaron algunos trozos de prado concejil. En particular, había huertos familiares en el prado de Martibáñez (sobre lo que fueron en tiempos del CME nueve fanegas de pasto de 1ª de propiedad concejil; la huerta de Frutos, entre ellos); otros estaban al sur del camino de Valdunciel, del lado contrario de los prados-rompíos de Aldeanueva: esta porción tal vez se corresponde con el prado concejil llamado de los Amorales, de una fanega, en el término de Aldeanuevita. Iglesia, Calle de la Calle ‘llamada de la Yglesia’, en el barrio de la Plaza (CME-seg). Podría intentarse su localización confrontando los linderos de las casas mencionadas en el CME. Jarandilla FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: En La Jarandilla tenían los quiñones una gran tierra de 116 huebras y trigo de tercera. Lindaba por el este y norte con el ‘cº de la Traviesa’ (CME-seg). La Xarandilla (tomo II) y Xarandilla (tomo III) (CME-seg). Jarandilla (Coca, 46) “otra tierra Jarandilla” (Tablón). La Jarandilla (1890 REG 4207). CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: El topn. debe de ser antiguo, como demuestra su tranmisión sin artículo (Jarandilla), aunque esta forma convive con La Jarandilla. Como primera opción, se planteaba la posibilidad de vinculación con serondio, serandaja... mediante una alternancia velar en la s- inicial. La forma originaria sería una *serondilla ‘[tierra] tardía o fría, que retrasa la cosecha’. “Trigo seruendo” era, en la zona berciana, el que se plantaba tardíamente (Madoz, 1845-1850, La Faba, León). Sin embargo, esta hipótesis se ve debilitada por la ausencia de correspondencias toponímicas. Nieto Ballester (1997) revisa el topn. calzudo conjuntamente con el más conocido Jarandilla de la Vera (Cáceres). En ambos casos, se inclina por relacionarlos con la serie toponímica del tipo Granda (Asturias), Grandón (Lugo), basada en apelativos que aún perviven en el cuadrante noroccidental de la península: asturiano granda ‘rasa abierta, terreno pedregoso como de aluvión’, gallego-portugués gándara. Esta última voz, aunque Nieto la describe como ‘lugar montuoso, pendiente’, parece sin embargo tener en Portugal el valor de ‘lugar pedregoso, arenoso o infértil’. En el Diccionario Porto, figura como ‘terreno despovoado mas coberto de plantas agrestes; charneca; terreno arenoso pouco produtivo ou estéril’. Gandarela en Alvarenga, Arouca (Portugal) es interpretada como diminutivo de gândara ‘extensão de terra mais ou menos plana e pedregosa’ (Almeida y Silva, 1995). Otras variantes antiguas (DOE, p. 694; DTP, p. 363): Gandra, Gândera, Gandra. La procedencia de este grupo es prerromana (DCECH, voz gándara; DEEH, voz *ganda), con correspondencias en los Alpes. Coromines (OC) atribuye a una variante sufijada de la raíz *ganda el nombre de la villa de Gandesa. Así pues, el caso calzudo designaría una zona de pedregal o suelo estéril. No sorprende tal acepción, si se tiene en cuenta que Jarandilla es inmediata al topn. Las Piedras, lugar abundante –todavía hoy- en piedra caliza. Que el topn. calzudo es antiguo parece respaldarlo el hecho de que figura sin artículo en la documentación conservada; esto suele ser indicio de que el topn. ya por entonces se había vuelto opaco. Nieto explica la evolución desde granda hasta jaranda por influjo del bilingüismo árabe-romance propio de zonas de reconquista. La velarización de la g- inicial se constata también en Jaén (desde Gaiāna, finca de Gaius) o en Gerena (finca de Garus). La anaptixis de una –a- para desligar el grupo –gr- es recurso común en contexto mozárabe o aljamiado. Análoga intercalación – sin alterar el consonantismo inicial- se observa en los topns. La Garandilla, barrio de
Valdesamario (León) y Valgaranda, topn. menor en Villacorta (León). En cualquier caso, la epéntesis de una vocal para deshacer un grupo consonántico –gr- o –cl- es también fenómeno conocido en áreas del asturiano-leonés: así asturiano antiguo calostra ‘claustros’ < lat. CLAUSTRA o calavicha < CLAUICULA (García Arias, 2000). Del mismo origen, con metátesis y plural femenino en –es, serían los topns. salm. Grandes (ya citado así en 1265; García Martín, 1982) y Grandinos. Grandes era en 1294 topn. menor en San Martín de las Cabezas (Ávila; Barrios, 1981). Grandoso es pueblo leonés; Granda Longa es sierra en el Bierzo. Jimenos, Los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Caños Gimenos (1822 Crédito Público, desamortización de la yugada del convento de Mínimos de S. Francisco de Paula; Coca, 50). Caños Ximenos (Ánimas). Una misma tierra, en el CME-ecl, es citada como “en los Ximenos” y “en los Caños Ximenos”. Ambos términos parecían usarse indistintamente. Posteriormente, empezó a prevalecer la forma simple: Los Jimenos. Parece recordarse su ubicación entre el Prado de los Hornos y Los Gometes, al sur del cº de la Fuente de los Pellejos. Los Gometes estaban más hacia Calzada, y Los Jimenos más hacia {más contra, se suele decir} Santibáñez. Sin embargo, un asiento de registro indica “Jimenos (antes Gometes)” (REG 5051). CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Segura referencia a un propietario medieval; es sin duda el mismo que da lugar en Forfoleda al topn. Valdeperijimena (de un * Pero Ximeno, con el cambio de género habitual en nombres de tierras). Valdeperijimena (prado concejil de 1.5 huebras) desaguaba en la Rivera de Cañedo (CME-Forfoleda). Era el penúltimo prado (CME-Forfoleda) antes de llegar a la raya de Santibáñez, entre Valdehurtado y la llamada Nava de la Raya de Santivañez (0.5 huebras). Por lo tanto, Valdeperijimena era un paraje muy próximo a los Caños Jimenos y Valdelasna. En Gimialcón (Ávila) figura en el s. XV un “prado de Xemena” (Barrios, 1981). En Ledesma se registra un Valdejimenas, posible reinterpretación de unas *Valles Jimenas. En Santiz, Valdejimena (Coca Tamame, p. 356). La pluralización es posterior, y reproduce un fenómenos común en la toponimia de la zona: el nombre del propietario recibe tratamiento de adjetivo, coordinado con un sustantivo que a menudo se omite (generalmente tierra). Entre los topns. recogidos en su inventario por Coca Tamame hay algunos que pueden servir de ilustración: Las Juanmanuelas y Las Sebastianas (El Arco); Las Diegas (Aldeaseca), Las Julianas (Torresmenudas): respectivamente se tratará de las tierras de un Juan Manuel, un Sebastián, un Diego y un Julián. El antropónimo Jimeno es de origen vascón (palabra de parentesco seme ‘hijo’, romanceada en Xemeno, Ximeno pasando por formas intermedias Xeme, Xemén), aunque no puede afirmarse nada sobre la etnia del propietario. Vid. a este respecto el estudio de Antonio Llorente Maldonado (1994) sobre los descendientes toponímicos de este nombre personal en Sca. y Ávila. En efecto, ya se difundió tempranamente el nombre en territorio asturiano y leonés, tras la boda de Alfonso III el Magno en 870 con la infanta navarra Doña Jimena. Aun así, es topn. frecuente en zonas de asentamiento medieval vascón. En Sca., Valdejimena y Gemingómez (citado como Xemen Gomiz en docs. medievales: Martín Martín et al., 1977), y una aldea ya desaparecida, en tierra de Alba, Xemen Sancho. En Ávila, Gemuño (ant. Xemen Munno), Donjimeno, Gimialcón (ant. Xemén Falcón), Blascojimeno, Gemendura (ant. Xemen Endura). Otros topns. ya extintos, también en Ávila, son Xemen Martín, Xemen Migal o
Munno Xemeno. No pocos de estos nombres de lugar hacen sin duda referencia a possessores de etnia vascona o navarra, dada la combinación con onomásticos como Endura, Muño, Sancho o Blasco. Según Llorente (1994), los serranos que repoblaron Salamanca y Ávila en la Edad Media eran de la zona de los Picos de Urbión (Valle de Ojacastro, Cameros, Oca y Belorado), donde se habló vascuence hasta bien entrado el s. XIII. Consta la presencia de repobladores del reino de Navarra en las proximidades de Calzada y otros puntos de la provincia (Narros es antiguamente Naharros < Nafarros). Llorente estima que la llegada de pobladores de raigambre vascona se limitó al periodo comprendido entre 1085 y 1157, “en tiempos de Alfonso VI y Raimundo de Borgoña, primero, más tarde con Doña Urraca y su segundo marido, Alfonso el Batallador, rey de Aragón y de Pamplona, y por último a lo largo del reinado de Alfonso VII”. Juncal, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Juncal (CME-Valdunciel): ubicado a ½ leguas del casco de Valdunciel, en la Hoja del Monte. Linda con el cº de Valdunciel a Huelmos. El Valle del Juncal: lindaba por el sur con el cº de Valdunciel a Topas. En la pañoleta de Valdunciel constan dos subtopónimos: La Fuente del Juncal, adyacente al camino de Valdunciel a Huelmos. Las Roturas del Juncal, ya en Cardeñosa. Sin duda, este último topn. remite a antiguos desmontes del encinar de Huelmos. Juncal (Coca, 187). Se trata de un pradito, actualmente surcado por la vía del tren, que baja hacia la Rivera de Huelmos, dejando a un lado el monte. Fue paraje extenso, a juzgar por la pañoleta de 1901. Un vecino de Calzada tenía allí un pozo y una pequeña huerta. En este topn. se desarrolla la forma castellana, que cabe comparar con el topn. de Torresmenudas, citado en documento de 1430, El Yuncal: “otro prado que es en la reguera que vien de Cañedo para Torres Menudas, que dizen el Yuncal, que va a Cañedo” (Sánchez Prieto, 1999). La forma leonesa yuncal (fricativa palatal no velarizada) se ha conservado abundantemente en la toponimia de Sayago. Dado que el monte de Huelmos era un importante proveedor de haces de leña para los vecinos de Valdunciel, quienes luego los vendían en Salamanca, es probable que la presencia de juncos en este prado fuese muy bienvenida. En efecto, era con juncos como se hacían los vencejos para atar los haces de leña. Laguna, Calle de la FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Calle de la Laguna (CME-seg). Se le llamó también Calle de la División Azul. En la documentación anterior a 1900, la calle de la Laguna se inicia en la misma Plaza, sigue dejando a un lado el Corrillo y la iglesia y termina al pasar la casa del Beneficiado (actual casa rectoral). A partir de aquí recibía ya el nombre de camino de Valdunciel. Aparece mencionada una laguna próxima a la casa del beneficiado (CME-datos generales): “Dicha alameda se halla al sitio de la Laguna y casa que perteneze al Benefizio de este lugar”. En 1857 (Contadurías) se vende “una casa y una laguna contigua” cerca de la casa del párroco; sin duda se trata de la que da nombre a la calle. Fue vendida a Andrés Zarzoso, de Mozodiel de Sanchíñigo. Probablemente la alameda se plantó aprovechando el suelo húmedo de la antigua laguna. Laguna, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de La Laguna estaba dividido en dos partes, separadas por un prado de la Mitra; la primera, al Norte, medía 4.5
huebras y de pasto de 2ª (CME-seg). Lindaba por el norte con el cº de Forfoleda y por el sur con un prado del Obispo. Esta primera parte se denominaba también Prado de la Boca de la Laguna (CME-seg). La segunda parte, de 7 huebras, era también de pasto de 2ª y lindaba por el Norte con el mismo prado de la Dignidad Episcopal. La laguna figura ocasionalmente mencionada como La Laguna de los Barros (CME-ecl), dado su probable uso para la extracción de material de construcción (para tapias y adobes). De hecho, se recuerda también el topn. de forma simétrica Los Barros de la Laguna La Laguna de los Cerezos citada por Coca (47) podría ser esta misma, dada la proximidad entre ambos topns. TOP. ASOCIADA: Fuente de la Laguna (Ánimas; CME-ecl) (Coca, 166). La fuente ha subsistido hasta la concentración parcelaria. Era del tipo sencillo, una arca de escasamente un metro de lado, de las que decía el refrán: “fuente de pastores, en invierno tiene agua y en verano cagajones” (Núñez, 2001). La Boca de la Laguna (CME; Coca, 126). Los Barros [de la Laguna] (Forfoleda, Coca, 115) Por zima del Prado de la Laguna y Raia de Forfoleda (CME-ecl). Los Cerezos de la Laguna (CMEecl). El Regato de la Laguna (CME-ecl). CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Laguna es voz común en la toponimia de la zona; se describe con ella los frecuentes lavajos o charcas formados por surgencia de acuíferos someros, o por acumulación de escorrentías. Actualmente tiene más vigencia la voz charca. En cuanto a cadozo, caorzo, suele aplicarse a un engrosamiento de un curso fluvial, donde permanece algo de agua estancada cuando ya el curso se ha secado en verano. Lagunetas, Las FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Lagunetas (CME-seg; 1850 REG 3434; Coca, 11). Las Lagunitas (CME-seg; cita aislada). Es un paraje situado al final del cº del Pico Burdión, en el ramal que va al monte de Huelmos. Su ubicación es inmediata a la raya, un poco al norte de La Cenicienta. Sin embargo, la pañoleta de 1901 invierte esta ubicación: La Cenicienta figura ya en término de Huelmos, al norte de Lagaritas (indudable error por Lagunetas), que está entre el cº del Pico Burdión y la carretera. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Las Lagunetas es topn. muy difundido en la zona. Consta en La Mata de Armuña, rayano con Carbajosa. Un somero espigueo por la zona conduce a encontrar Las Lagunetas como topn. menor en Almendra (MTN 423-IV), en Mozodiel del Camino, La Vellés, Gomecello (MTN, 452-IV), en el monte de Espino Arcillo (MTN 452-II), en Galindo y Perahuy (MTN 477-II). Sorprende el sufijo en –eta, inhabitual en la morfología de la zona, aunque con algún uso secundario o especializado: así camareta ‘cuarto o cámara en una casa’, como se desprende de la documentación medieval abulense aducida por Barrios (1981). En Torresmenudas se registra el topn. antiguo La Quadreta (Coca Tamame, 1993; p. 152); Valdelajareta (Santiz), cerca de Valdelajara (MTN 424-IV); La Naveta (Monleras; MTN 423-IV); La Jareta (Tamame; MTN 424-II; idéntico en Villarino, MTN 423-III y en Cabañas de Sayago, MTN 396-IV); Las Lometas (Aldeanueva de Figueroa; MTN 425-IV). Desde época medieval consta el nombre de la alquería de Cubeto, junto a El Cubo del Vino (Zam.). En Calzada tienen uso apelativo las voces caseto ‘cuarto para aperos o para ganado casero’ y caseta ‘casa pequeña aislada, en el monte preferentemente’. También se registra abundante la forma toponímica Lagaretas, de significación probablemente emparentada con Lagunetas. Aunque
se ha asociado el sufijo -eta a las hablas mozárabes (así como a su gran foco en ámbito occitano-catalán), García Arias (2000; s.v. buseta, guyeta) señala su vigencia en asturiano, donde parece tener carácter autóctono. No sorprendería que lagunetas fuese voz lexicalizada con un valor semántico específico. Podría pensarse, muy hipotéticamente, que laguneta fuera en el pasado la charca destinada a enriar el lino. Esta operación se describe en las Memorias de Larruga, 1795 (Rupérez y Lorenzo, 1994): “se conducen al rio ó á las charcas, [...] dentro del agua permanece ocho ó diez dias segun su frialdad y temperamento”. Es sabido que esta práctica suponía un grave factor de contaminación en las aguas, y que, por ello, las ordenanzas municipales solían imponer restricciones, alejándo los enriaderos del casco de los lugares. Así, por ejemplo, en Madoz (1845-1850) se indica, con referencia al riachuelo leonés de Arianes, en la zona de Riaño: “las aguas del riach. Arianes infestadas con los linos que en la estacion del estio en ellas se cuecen, ocasionan la muerte de crecido número de cab. de ganado vacuno”. Las Ordenanzas de Ledesma, del s. XVI, expresan análogamente que “a cabsa del enriar de los linos en los arroyos e cadoços de la tierra [...] se siguen muchos daños en los ganados que beven las aguas” (Bejarano Rubio, 1998). En el CME de Calzada se indica la ausencia total del cultivo del lino en el pueblo. Sin embargo, este cultivo debió de existir antes. Todavía en 1795, las Memorias de Larruga ponen de manifiesto su vigencia en El Arco: “en el lugar del Arco hay una pequeña cultura de lino que consumen las mugeres para ropa de sus casas. Es de mediana calidad, y así salen los lienzos. Se paga diezmo de este fruto, y no hay telares en el pueblo” (Rupérez y Lorenzo, 1994). En Calzada, en cambio, sí había tejedores de lienzo a base de lino en 1752. Juan Riesco mozo era “texedor de lino”, soltero, y tenía de ayudante a su sobrino Joseph. Manuel Luengo figuraba como “texedor de lienzos” y, en otro lugar, como tejedor de lino. También era tejedor de lino Nicolás Pablos. Una opción no descartable en topns. como éste es la arqueológica. Las Lagunetas podría hacer referencia a vestigios tales como silos, pozos, depresiones, asociados todos ellos a poblamiento antiguo. Pero nada sólido puede afirmarse a falta de otros datos. Lavaderos, Los Una tierra de Las Ánimas, situada en las “Heras de Avaxo”, de 0.5 huebras y trigo de tercero, lindaba por el este con “dichos lavaderos” y por el sur con el cº de las Viñas. Esto parece sugerir que la ubicación de los lavaderos estaba aguas abajo del regato del Valle, cerca de los Muladares. Similar localización se desprende de la cita en CME-ecl. Posteriormente se trasladarían a espaldas del cementerio, sobre el mismo arroyo. Vienen ya marcados en la nueva ubicación en la pañoleta de 1901. Linde Gorda, La FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: La Linde Gorda (CME-seg; CME-Valdunciel). Era zona de trigo de segunda. Lindaba con el cº de Valdunciel a Castellanos en el tramo situado inmediatamente a levante de la carretera de Salamanca. La Linde Gorda (Coca, 147; CME-Castellanos; Castellanos, Coca, 123). Según la pañoleta de Calzada (1901) era un trozo del límite entre Castellanos y Valdunciel, justamente donde la raya tocaba al tº de Calzada. La pañoleta de Castellanos recoge simultáneamente La Linde Gorda y La Gorda, variantes de una misma denominación. Es topn. relativamente común, que sin duda alude a la anchura que localmente tendría esta raya entre términos municipales (Calzada y Castellanos); estas franjas de lindero solían estar
acompañadas de algo de matorral ―zarzas, espinos, carrascas―; a veces evidencian algún conflicto entre vecinos o la mala calidad del terreno. También se conocía con este nombre la linde entre Forfoleda y Torresmenudas (CME-Forfoleda). La Linde Gorda separa el tº de Aldeanueva de Figueroa con el de La Orbada (MTN 453-I). En un documento del s. XV se cita una posesión “so la Linde Gorda” en Blascosancho (Ávila) (Barrios, 1981). Coca cita en San Pelayo de Guareña un Lindón Gordo (p. 226). Luna, calle de la En el casco urbano (1870 REG 2007). Lutero, El FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Lutero, El (Coca, 6) TOP. ASOCIADA: El Caño del Utero (Tablón). El Caño Lutero (CME-seg). Caño Lutero, El (Coca, 58). El Lutero es la loma de la cuesta que domina por el norte el valle de Calzada (la Vega). Se sitúa justamente a levante de la Castaña, entre la carretera de Zamora y Valduercos. El Caño Lutero nace en esta loma y desagua sobre las eras de arriba. CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Álvarez Maurín (1994) presenta numerosos ejemplos medievales de la voz otero y sus variadas latinizaciones notariales: autario, auctarium, auter, othero. Convincentemente, pone en relación el término con la raíz oto < ALTUS, con una evolución puramente romance por adición del sufijo –ero. En esta hipótesis converge con el portugués Almeida Fernandes (Almeida y Silva, 1995). Con ello se desmarca de la etimología propuesta por Pidal (Orígenes), basada en la aplicación metafórica del latin semiculto ALTARIU- ‘altar’, forma rehecha a partir del plural ALTARIA. Morala (1989), en su estudio sobre la toponimia de Los Oteros (León), analiza el valor semántico de utero ‘loma elevada y de cima extensa’. Topónimos como El Cueto del Utero no tienen por qué ser tautológicos. A Carrelutero le acompañan variantes analíticas como carre el Otero. Vid. Concepción Suárez (1992) para una revisión de la bibliografía sobre otero. En la toponimia de la zona es muy abundante la forma Utero y Lutero (por aglutinación del artículo). El Utero y El Lutero (así documentado en los apeos del s. XVIII) es topn. en La Mata de Armuña (AC), que actualmente figura como Las Luteras y El Lutero en las hojas del MTN. Coca Tamame cita varios topns. menores próximos: El Utero (Forfoleda), El Utero (Torresmenudas), Cabeza Lutero (Santiz). Cerca de Topas (MTN 452-II) figura El Lutero. Muy frecuente también en Portugal como topn. Outeiro. La forma simple sobrevive también en la toponimia de la provincia de Sca.: Otero de María Asensio, Oteruelo de San Andrés, Nuestra Señora del Otero. El topn. citado en 1265 como Obter de la Losa (García Martín, 1982) se cnvierte en la actual Tordelalosa [alq. de San Pedro de Rozados]. Oterdaguila (García Martín, 1982) pasa a ser la actual Tardáguila. Vid. también Tardobispo en Zamora y Taragudo (< *oter agudo), cerro al norte de Topas. El nombre de lugar Utero, documentado en 1265 (García Martín, 1982), pasó a ser el actual Otero de Vaciadores [alq. de Barbadillo] (Madoz, p. 168b). Cerca de Venialbo (MTN 397-IV) figura el topn. La Parva como sinónimo del también topn. El Utero. El Lutero en Tagarabuena y Toro (Zam.). Quizás emparentado, Los Torruteros, en Zarza de Pumareda. El Lutero es paraje de San Pedro Manrique (Soria). Como hipótesis secundaria, se ha puesto en relación alguno de los topns. lutero con lat. LUTUM ‘lodo’ (Cortés Vázquez, 1989); ello lo asimilaría a los topns. gallegos lodeiro, ludeiro (Rivas Quintás, 1982; p. 128-129). Por razonas fonéticas (inexplicable la no
sonorización de /t/), no parece viable esta explicación Algunos topns. menores, sin embargo, suscitan dudas, dado su contexto muy favorable a la extracción de légamos: Charca de Lutero y Prado del Lutero (Pajares de la Laguna; MTN 453-I). Blasco y Rolandi (1995) en su estudio sobre los humedales del oriente armuñés citan este topn. como Prado de Lutero. Majás, Las FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Las Majadas (1856 REG 12; Coca, 43; Cofr. Var.; Tablón) TOP. ASOCIADA: Los Oyos de las Maxadas (CME-seg; CME-ecl); lindaban con el cº de Castellanos. Caño de las Maxadas (CME-seg; CME-ecl). Se recuerda Las Majás como un paraje a levante del cº Hondo de Castellanos, cercano a la Cama la Moza. En un documento testamentario de 1907 se menciona una tierra “a la Majada o Cama la Moza”. Dada la cercanía a los Praízales, cabe suponer que el topn. se origine en la estabilidad de las prácticas de majadeo en este entorno. No puede tratarse del mismo procedimiento actualmente vigente de los rediles de ovejas del espigadero, puesto que para éstas se pone la corraliza cada año en una (o más) tierras de labor diferentes, para ir rotando sus beneficios. Sin duda, un suceso anual e itinerante no daría lugar a un topónimo. Por ello, ha de pensarse más bien en unas majadas permanentes asociadas a un prado o a un resto de dehesa. Vid. DCECH, voz majada; DEEH, voz MACŬLĀTA. Por ejemplo, en el Barroso, Portugal, consta esta acepción para malhada: ‘terreno en la sierra donde pastan las vacas’ (Guimaraes, 2002). Majuelos, Los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Majuelos (Coca, 154) (Cofr. Var.). Actualmente se recuerda con dicho nombre un paraje en el cº de Valdunciel, no lejos de los Samorales. La referencia a majuelo ‘viñedo de reciente plantación’ configura un topn. poco arraigado, de localización inestable. Parece, en efecto, que otro topn. Los Maxuelos (CME-ecl), Majuelos (REG 71) estaba situado en el cº de Forfoleda o de las Viñas. Véase DCECH, voz majuelo. Malasemana FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Como paraje calzudo consta una sola vez: Malasemana “se siembra los años de nones” (Ánimas). En Forfoleda, en cambio, es abundantemente registrado (Coca Tamame, 1993). Se recuerda como paraje lindero con Forfoleda. En CME-Forfoleda se menciona una tierra próxima al cº de Forfoleda a Calzada “al lado de Mala Semana”. También se cita una tierra del cabildo, situada en Mala Semana y el Encinal (136 fanegas), que lindaba por el este con el prado de Valde Juan del Rey y tierra del Bº; por el oeste con Prado Redondo y de Valdebotija; por el norte con cº de Calzada; y por el sur con Valdebotija y cº de Forfoleda a Castellanos. Es difícil aventurarse a una propuesta etimológica. A pesar de la homonimia es improbable buscar origen común con el topn. Val semana, aldea de León citada en el Libro de la Montería (1350) y a la que Alfonso IX acogió bajo la tutela regia (Rodríguez, 1981). Tampoco parece fonéticamente defendible partir de *Val Ximena, o valle de un propietario de nombre Jimeno, análogamente a los topns. de Ledesma Valdejimenas y de Santiz Valdejimena.
Más atendible es una explicación basada en alguna conseja o chascarrillo rural (folktopónimo): la tierra de Malasemana, por su extensión o por su calidad, obligaría a pasar una semana entera pasando penurias, tal vez por la dificultad de la labor de arada. En Cataluña y Valencia son frecuentes los topns. del tipo Malany (mal año), explicables por la improductividad del terreno (“pretenen que no s’hi cull res de bo”, OC, voz Malany). También Malhivern (‘mal invierno’). Malrato FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: Malrato (CME-seg; CME-ecl; 1900 REG 37824157). Eran tierras comprendidas entre el cº Travieso, el cº la Aceña y el carril de Susaños. La paronimia con el nombre antiguo de Benavente (Zamora), Malgrado o Malgrad, no sirve de asidero para su interpretación. Hipotéticamente, Malrato podría entenderse como *Val Rade, con la frecuente confusión entre labiales m- y b- (moñiga y boñiga; muñuelo y buñuelo). La Rade es un paraje muy próximo a Malrato, y podría pensarse que ambos topónimos son formas asociadas. La evolución desde un *Malrade hasta Malrato se explicaría por etimología popular. No se ha de descartar tampoco una explicación de tipo folklórica análoga a las propuestas para Matahijos y Malasemana: en este caso se trataría de un paraje que se labra pronto, pero con mortificación, bien por la dureza de la faena o por la escasez de los rendimientos. Se trataría de una zona tendente a embarrarse, con suelos pegajosos, de difícil labor de arada. Manzanos, El Caño [de] los FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El Caño de los Manzanos (CME-ecl): lindaba por el norte con el Prado de la Vega. Manzanas, Caño de las (Coca, 158). Caño de los Manzanos (Ánimas); Caño Manzanos (REG 67). Es un caño que baja de los Cerezos y desagua en la Vega. Está por la zona de la segunda alameda. En tº de Valdunciel existe un paraje de Los Manzanos (hoja norte), a corta distancia de la población. Ya se documenta con igual nombre en el CME. Martibáñez, El Prao [de] FORMAS DOCUMENTALES Y LOCALIZACIÓN: El prado de concejo de Martibañez ocupaba 9 huebras de pasto de 1ª (CME-seg). Lindaba al N con el cº de Forfoleda y al S con el cº de la Azeña. Martibáñez (1864 REG 2; Coca, 32) (Ánimas) [con referencia al prado] (Tablón). Se parceló posteriormente como huerto familiar, para paliar las penurias de la posguerra. TOP. ASOCIADA: Por zima de Martibañez (AC29) CORRESPONDENCIAS TOPONÍMICAS E INTERPRETACIÓN: Es ciertamente un nombre de propietario. Dado lo común del nombre (equivalente a un contemporáneo Martín Ibáñez o Martín Yáñez, Martín Juanes, port. Martim Eanes), es difícil ligarlo históricamente a un propietario específico. Sin embargo, dadas las estrechas conexiones de Calzada con el cabildo de la catedral de Salamanca, es verosímil que se trate del canónigo mencionado como testigo en una carta de compra de 1274: “Martin Yuanes, clerigo del cor... de la elglesia de Sancta Maria”, es decir, de la catedral de Salamanca (Martín et al., 1977). La forma fusionada nombre + apellido era común en el Medioevo: un “Martiuannes, escrivano público de Avila” firma un documento en 1263 (Barrios, 1981). La caída de la –
n- por fonética sintáctica se registra en otros topns. provinciales: Martiago, Martillán, Martihernando, cuyas segundas partes son respectivamente Yago, Illán la Riesca), pero caben otras posibilidades. El Sendero de Pedrarias, documentado así a mediados del s. XVIII (CME), pasó a conocerse como Pedrailes e incluso Perailes, por etimología popular. Así era llamada una caseta de camineros al pie de la carretera de Salamanca. En Forfoleda, Valdehurtado, Valdeperijimena, Valdeantolín. Puede ser indicativo de procedencia de pobladores Valdegallegos o Valdegallego, así como Valdezamorano. En
Valdunciel es menos densa la huella antroponímica: El Caño de Gómez , Sancha Bellez. En los topns. La Merchana o Las Moñozas (Valdunciel; = Las Muñozas, Carbajosa) se observa el frecuente femenino predial, que aludirá a la propiedad de un Merchán (en 1163 consta como testigo en la donación de La Vellés un franco llamado Stephanus Mercheanus; en 1190, firma de testigo un Petrus Merchan; Martín et al., 1977) o de un Muñoz. Valpero, entre Valdunciel y Castellanos, parece contener el nombre de un Pero o Pedro, pero no son descartables otros orígenes. En cambio, las Zamoranas parecen aludir más bien a unas tierras situadas cerca del cº de Zamora. En el entorno de Calzada hay otros topns. antroponímicos: Mozodiel es el nombre antiguo del arroyo de la Encina o de Villiquera y ha dado nombre a dos alquerías. Es forma diminutiva del nombre de persona, habitual en la etnia mozárabe, Mozoth o Mazoth. Véase Cunha Serra (1968). Este nombre de propietario pervive en el topn. San Cebrián de Mazote, lugar fundado en el siglo X por monjes cordobeses que subieron al norte huyendo del Islam, como propuso ya en 1919 Gómez Moreno. Basándose en la semejanza entre las plantas de ambas iglesias, Rafael Hidalgo ha sugerido que estos monjes mozárabes podrían haberse inspirado en la planta de la basílica cordobesa de San Acisclo. De posible origen mozárabe puede ser también el topn. de Palencia de Negrilla Granadilla. En cambio, el determinativo de uno de los dos Mozodieles, Sanchíñigo, cuyo propietario sería un Sancho Ennego, testigo de una venta en 1161 (Martín et al., 1977), parece de etnia navarra o vascona (Llorente Maldonado de Guevara, 1994). Otros topns. étnicos: Narros de Valdunciel, ant. Nafarros, alude a pobladores navarros. En Valdunciel, se registra Pelogrima (documentado en el s. XVIII como Pedro Grimale), que parece contener un apellido franco (cf. También Valdefrancos, en Huelmos, la calle antes llamada de la Rúa en Valdunciel y el actual despoblado Pedrosillo Franco, junto a La Vellés, antes Pedrosiello de Francos). Entre Torresmenudas y Forfoleda está Valdeelvira, donde pervive Elvira, nombre común en el medioevo leonés. Valdeportillo, en Torresmenudas, aparece en un apeo del beneficio de Forfoleda (1568) como Valdeportello y parece coincidir con el más antiguo Val de Pero Tello, citado en un documento de venta torresmenudino de 1430 (Sánchez-Prieto, 1999). Tello es nombre y luego apellido muy común en todo el ámbito castellano-leonés medieval. Un Gómez Tello ha dado lugar, como es sabido, al topn. armuñés Gomecello. La Mata de Juan Rubio, en tº de Valverdón, lindante con Forfoleda, también remite a un propietario de etnia indeterminada. Puede hacer referencia al mismo Iohan Ruvio, clérigo de la catedral de Salamanca, que era testigo en una venta de 1225 (Martín et al., 1977). Aldearrodrigo consta en 1136 como “Aldeam de domno Rodriguez”; en 1185, “aldea de don Rodrigo” (Martín et al., 1977). Una localidad próxima es citada en 1136 como “Aldeam de Petro Cidez” (variante, Cidiz). Cabe proponer que se trate de la misma que en 1185 es citada como Aldeanova; probablemente se trata de Añover de Tormes, vulgo La Aldehuela, puesto que en la relación figura entre San Pelayo y Carrascal (¿de Olmillos?). En las proximidades de Torresmenudas se cita en 1185 una Torre de Petro Baroncel; cerca de Ledesma; se trata del nombre latino-cristiano *Baroncellus (DTP, p.108). En el mismo documento (Martín et al., 1977) se mencionan Aldea de don Brun (actual Torrenbruno, Valdebruno), Aldea de Diego Romanez, Aldea de Pelai Muget (que ha sobrevivido como topn. Moguete), David Ferrero y Aldea de Peledient (este propietario parece ser un Pelayo Diente, donde Diente es apellido-apodo). Monterrubio de Armuña fue antes Aldeam Blasii (de un Blasius o Blas) a juzgar por documentos de 1164 (Martín et al., 1977). Próximas estaban la aldea de Martín Pierna (luego llamada La Pierna) y Morisco.
En Palencia de Negrilla, el paraje de Miguel Esnal es documentado en apeos del XVIII como Miguel Aznal; tal vez es el mismo que en 1223 (Michael Azenar) y en1232 suscribe como testigo unas ventas en Salamanca; fue propietario de dos casas en la ciudad, en la colación de Santa María (Martín et al., 1977). Marrique (apeo de 1752) es también topn. de Palencia de Negrilla, probablemente alusivo a un propietario Manrique. También se registra en el mismo tº una Fuente y un Valle de Doña María. En San Cristóbal del Monte, Cuesta Engomez (apeo del s. XVIII) y Valdegonzalo. El primer topn. parece contener la frecuente forma en-, evolución del título don. Valdullan (y Baldullán) en Carbajosa contiene el nombre de un propietario cuyo nombre actual sería Julián, con la misma vocalización de la /j/ que observamos en Valdunciel o en Santuste. Un tramo del río Tormes, a la altura de Zorita (CME), era conocido como El rio de Pedro Cabezas. 3.2.5. Microtopónimos familiares Algunas tierras, de larga tradición en la labor de determinadas familias, adquirían una designación interna o familiar, que particularizaba su nombre al margen del topónimo comúnmente aceptado. Así se recuerdan nombres de tierras como La Golondrina (quizás por la forma del terreno como cola bifurcada con dos puntas; estaba por el cº de la Aceña) o La Matuta (“tierra llamada la Matuta, al sitio del camino de la Aceña”, testamento de 1931; cercana al Cementerio, llamada así por el apodo de un antiguo propietario) o La tierra los Curas (en Los Abolargales). Pertenecía al obispado, quien la puso en venta para sufragar los costes de la erección de San Juan de Sahagún en Salamanca. Sobre esta última tierra, es plausible la siguiente explicación: cuando Juan Riesco el viejo, viudo de Josepha Garañón y abuelo enésimo del que esto escribe, murió en 1758, estableció en su testamento que cedería una tierra situada en el Camino Ancho al primero de sus nietos que llegara a cantar misa. Debe de tratarse de la misma tierra; desvanecidos ya los linderos a cuenta de la concentración parcelaria, ¿en qué rincón del cielo se dirime el pleito de las ordenaciones pendientes?
3.3. Nombres de animales Esta recopilación es incompleta. Se ha rescatado del olvido, sobre todo, algunos de los nombres que recibían los bueyes. Los nombres eran impuestos ya por los criadores, en las dehesas de Ledesma para allá, de tal modo que cuando los calzudos iban a comprarlos a las ferias los traían ya bautizados. Es frecuente recordarlos por parejas: Jardo y Molinero; Airoso y Garboso; Coralo y Arrogante; Jardo y Morucho; Ballestero y Molinero; Mohíno y Golondrino (uno era morucho, el otro era jardo); Niño y Arrogante; Piloto y Cano; Airoso y Corvo; Colegial y Canario; Carbonero y Caminante. Los bueyes, que vivían y dormían juntos por parejas, terminaban haciéndose amigos entre sí. En la boyá, aunque estaban sueltos y mezclados todos los bueyes del pueblo, se veía a las parejas paciendo lado a lado. Nombres sueltos se desprenden de aquella armonía: Salado, Naranjo, Castellano, Peregrino, Papelero, Jabonero, Salino. En un testamento de Calzada del XVIII se recoge el nombre de una vaca, Roqueta; y de su novillo, Roquetín. De los mulos no se ha conseguido recordar ningún nombre. En otro testamento, fechado en 1762, Feliz Ramiro menciona tres “caballerías menores” (burros) nombrados con el sistema, muy original, de darles el nombre de lugares próximos: uno es el Arroyo (alquería del Arroyo de la Encina); otro es el Baldunciel; otro, si se ha leído bien, es el Chíboles. En 1754, otra donación testamentaria menciona una vaca de nombre Polida (= Pulida). Cristóbal Riesco Hernández proporciona otros ejemplos, que se recogen seguidamente. En 1864, en el testamento de Leoncio Andrés Andrés, n. 1821 +1861, muerto a los cuarenta años de neumonitis crónica, se citan dos bueyes de nombres Gallardo y Rapado, y una vaca llamada Pulida. En 1848, Tomás Blanco da a su hija Josefa, en concepto de dote, un buey llamado Conejo. En 1866, Cipriano Gómez Zarza, de cincuenta años, arrienda a Francisco Fernández Sánchez, de cuarenta y un años, seis cabezas de ganado vacuno para trabajar las tierras de Cipriano en Calzada, por un año y por 18 fanegas de trigo. Se trata de cinco bueyes (Cenizo, pelo cenizo, de 10 años; Bragado, pelo negro y bragado, de 10 años; Compuesto, pelo negro un poco dorado, de 6 años; Pitorro, pelo negro un poco dorado, de 4 años; Gallardo, pelo dorado, de 9 años) y una vaca (Naranja, piel naranja y pelo dorado, 7 años). En 1865, Manuel Fraile Ramiro, de cincuenta años, y su mujer Isidora Zarza Escribano, venden a Vicente Isidro de la Piedra, de cuarenta y cinco años empleado, de Salamanca, una casa y dos vacas: una llamada Gacha, de pelo negro y 8 años; otra llamada Dorada, de pelo castaño y 9 años. El mismo año, Agustín Zarzoso Riesco, de 41 años, vende a Silvestre Gómez Sánchez, dos bueyes: Romero, de pelo dorado y 6 años; y Marqués, también dorado y de la misma edad: la venta se hace por 1.400 rs, acordando que quedan en poder de Agustín para la labor de sus tierras, abonando a cambio a D. Silvestre la cantidad de 3.000 rs, con posibilidad de retroventa. En 1867 se arrienda la mitad norte de Izcala, propiedad de Eusebio Bermúdez de Castro Rascón, de 40 años, diputado en Cortes (la otra mitad es propiedad de su hermano Ramón, Vizconde de Revilla), por 2.200 escudos y 60 fs de trigo al año. Traspasa ganados a los arrendatarios, entre otros doce bueyes llamados Arrogante, Bandolero, Banderillo, Conejo grande, Dorado, Gallardo grande, Gallardo chico, Manchego, Negro, Parrado, Pitorro y Romero; tres vacas, de nombre Avellana, Jineta y Pantera; un novillo, Pañuelo; dos churros, Rumbo y Zampa; dos churras, ilegible y Zurda; una yegua, Chaina; varias mulas: Cachorra, Pulida, Chaparro, Leona y Morena.
Muchos de estos nombres parecen aludir al color de la capa del buey. Coralo sería un buey retinto o colorado, como Naranjo alude a la capa rojiza anaranjada. Molinero sería de capa blancuzca. Parecido color tendrían Jabonero ‘de color rojo claro’ y Papelero. Jardo es el buey berrendo en negro (de capa blanca y negra), como Golondrino. Cano es el buey de capa cenicienta, color frecuente en la raza morucha. Mohíno y Carbonero serían bueyes de color gris oscuro o negro. Colegial tal vez sería llamado así por “llevar toga”, es decir, tener una mancha a modo de toga sobre los hombros. Salado puede hacer referencia a un carácter alegre o puede ser sinónimo de salino ‘salpicado de lunarcitos blancos por el vientre y bajo la cola’ (Cortés Vázquez, 19**) (“esquilones de plata, / bueyes salinos, / y los mozos contentos / van al molino”). Otros nombres se derivan de la forma de los cuernos (Corvo ‘de cuernos recogidos y cerrados’, Ballestero, Gacha, Pitorro). Otros son nombres de orgullo de propietario: Airoso, Garboso, Arrogante, Gallardo, Pulida. Se recuerdan pocos nombres de burros: Pardo, Negro, Moro (al burro negro). Cuentan la historia del burro Navarrito. Hacia 1925 el burro desapareció y lo dieron por robado; ante la noticia, el baile fue interrumpido, y la gente salió en su busca, con el guarda del campo (Ángel el pastor) a la cabeza. Se echó la culpa a los gitanos. Cuando más desperdigado andaba el pueblo en busca del burro, se oyeron voces: “cálmese la gente, que el Navarrito está en el caño”; y es que el burro andaba pastando en el hondón de la fuente del Valle.
3.4. Nota final El 18 de julio de 1780, según el libro de Difuntos de la parroquia, alguien encontró, yacente en los campos de Calzada, un cadáver, como de 14 años, que “manifestaba por el trage y otras señales ser de nación gallega y haver sido violentamente muerto”. Fue enterrado de limosna. Recién brotada al vértigo de los mundos, su belleza frágil llegaría a Calzada por caminos inverosímiles. ¿En qué paraje, bajo la advocación de qué topónimo se reclinó para el más absoluto de los sueños este segador adolescente, acaso en su primer viaje del otro lado de las lomas laberínticas de Galicia? Del otro lado de los montes, en alguna aldea sombreada de parras, densa de canciones y trenzada de zarzas, quedaría alguna pensando, quién sabe, fiada en el esplendor de los crepúsculos y avalada por el canto de aves desconocidas. A lo mejor cantaba, sin noticias del que no había de regresar: “meu mociño foise lonxe / a gañar pra o casamento; / esté morto ou traballando / quedou no meu pensamento” (Cabanillas, 1983). Por ella quisiéramos dar el beso que no dio. Pero este libro no devuelve señas de lo perdido: sólo asocia su voz, equivocada tal vez, amorosa sin duda, a los ecos donde naufraga el presente, tan inmenso o tan desvalido como las grandes moles del inmenso pasado.
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CME-seg: Estado seglar (vol. II de la operación del Catastro de Ensenada, de Calzada): signatura 513, Archivo Histórico Provincial de Salamanca. CME-Valdunciel: Operación del Catastro de Ensenada, de Valdunciel): signatura 2554, Archivo Histórico Provincial de Salamanca. Coca: COCA TAMAME, Ignacio: Toponimia de la Ribera de Cañedo, Salamanca, 1993. Las páginas 96-114 de este libro están dedicadas a Calzada. La cifra indicada tras el nombre del autor remite a la posición de la cita toponímica dentro de la lista que Coca reúne, con 188 entradas, en las páginas 104-106 de su obra. Cofr. Var.: Varias cofradías, inventariadas en 1725?: San Sebastián, Santísimo Sacramento, San Miguel, Santa Ana y Santa Lucía. Contadurías: Libro de contadurías, Archivo Histórico Provincial, signatura 884. Registra transacciones y compras (muchas de ellas ligadas a la Desamortización; da comienzo en 1845). Cristo: Tierras de la cofradía del Cristo del Arco, Archivo Parroquial, 1725? NSR: Apeo de las Tierras de Nuestra Señora del Rosario y su Cofradia sita en esta Yglesia, 1725? (Archivo parroquial) Tablón: Tablón de Misas de Aniversarios, del s. XVIII, que se conserva en la Iglesia de Calzada. Dada la coincidencia (parcial) de contenidos con el documento Perpetua Memoria de Misas que en esta Yglesia de Sta Elena de este lugar de Calzada de Baldunziel se han de zelebrar en cada un año por siempre jamas, fechado en 1725 y conservado en el Archivo Parroquial, se funden ambas fuentes. 4.4. Siglas utilizadas en el texto bº: beneficio eclesiástico c/: calle ca.: hacia (circa) Cat.: Catastro (generalmente referido al de Ensenada, que también se abrevia como CME) portg.: portugués, portugueses salm.: salmantino Sca.: Salamanca tº: término (municipal) topn.: topónimo Vid.: véase vº: vecino Zam.: Zamora
PREÁMBULO El libro al que estas líneas anteceden surge de un compromiso contraído por el ayuntamiento de Calzada de Valdunciel. Junto a otras acciones, de carácter práctico o cotidiano, un municipio se debe a la conciencia compartida por los vecinos a quienes sirve. Los antiguos concejos rurales tenían también funciones que iban más allá de lo material: se organizaban fiestas y se espantaban tormentas, se atendía a los pobres itinerantes, se pagaba al tamborilero. Así también parece un deber de la administración local contemporánea el dar estímulo a la memoria colectiva, asentando la conciencia de singularidad y la cohesión interna de cada pueblo. El presente libro, y así lo expresa repetidamente su autor, debe entenderse como homenaje de gratitud a la cultura salmantina en general y a las raíces de nuestra convivencia como calzudos. Por ello, esta alcaldía quiere invitar a todos a seguir contribuyendo a la labor de auto-conocimiento y auto-aprecio. Para tal fin, la página web de Calzada, otro soporte recientemente puesto en pie, podrá servir de plataforma para reunir ideas y concebir nuevos proyectos. Además del trabajo de Pascual Riesco en la redacción del texto, he de saludar como alcalde la aportación generosa de los vecinos de Calzada. Los corrillos han prestado sus memorias, los archivos caseros han cedido sus fotos, y todos en general han honrado con su atención la gestación del libro. La Diputación de Salamanca, que generosamente da alas a iniciativas como la de este libro, merece también nuestro reconocimiento más expreso. Puede por lo tanto considerarse que el libro Calzada de Valdunciel: Palabras, cosas y memorias de un pueblo de Salamanca es una contribución que se añade a otras anteriores y venideras, y se suma al esfuerzo de ahondar en las nociones, las nostalgias y las memorias que componen la identidad de Calzada. Otros libros podrán venir más tarde, que extiendan los temas aquí tratados, o que inauguren nuevos campos de contemplación. Si el presente texto sirve para espolear la conversación sobre Calzada y lo calzudo, si suscita recuerdos o desacuerdos, si estimula a nuevas obras o reflexiones, este ayuntamiento puede darse por bien pagado con lo conseguido.
Román Hernández Calvo
CONTRAPORTADA El libro Calzada de Valdunciel: palabras, cosas y memorias de un pueblo de Salamanca puede inscribirse en una reciente hornada de monografías locales, a través de las cuales la atención contemporánea se atarea buscando rasgos reconocibles de la fisonomía de lo pequeño. Estas páginas tienen como motivo recurrente la evocación de la cultura a partir del regusto que se adhiere a las palabras y a los recuerdos. Con tal fin, el texto deambula por los nombres comunes (léxico), los nombres propios (onomástica, sobre todo toponímica) y los dichos y canciones del pueblo. Con la excusa de traer a colación, documentar o poner en perspectiva el mundo verbal de Calzada, se aspira a esbozar un retrato implícito del pueblo, entendido como rastro histórico, como sedimento de memorias o como ventana geográfica que mira hacia vidas y obras del pasado. Si con lo aquí acopiado se consigue entrever algo de la antigua gracia del vivir rural; si el texto despierta algunos sabrosos colores, desteñidos bajo los aguaceros del presente; si la memoria es cosquilleada por complicidades dulces; podrá entonces darse por buena esta rebusca desordenada por los más volátiles cajones del recuerdo.