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Capítulo 18... AVERIGUANDO SI DIOS RESPONDE LAS ORACIONES
¿D
ÓNDE está la VERDADERA Iglesia hoy? Esta era la pregunta que aún perturbaba a mi mente al final de la primavera de 1927.
Durante mi diligente estudio de seis meses, había pasado por una gama de desilusiones, de dudas, de confusiones y de frustración –y finalmente, había comprobado CON CERTEZA que DIOS EXISTE, y que la Santa Biblia es Su Palabra revelada. Y finalmente, tristemente desilusionado por haber creído que “todas las iglesias no pueden estar equivocadas”, comencé a preguntarme “¿dónde está la verdadera iglesia hoy?”. Leí en Mateo 16:18 que Jesús dijo: “Yo edificaré mi Iglesia”. Por tanto, yo sabía que Él la había edificado. Él dijo que las puertas del hades jamás prevalecerían sobre ella. Así que debía estar aún en existencia. Pero ¿DÓNDE? ¿Cuál iglesia podría ser? Había quedado pasmado al enterarme que la BIBLIA enseña verdades diametralmente opuestas a las enseñanzas de las grandes iglesias o denominaciones de hoy. Vi en la Biblia la verdadera MISIÓN de la verdadera Iglesia de Dios. Pero estas iglesias, hoy, no estaban llevando a cabo la verdadera obra ni la verdadera misión de Cristo. El ORIGEN de sus creencias y de sus prácticas NO era la Biblia, sino el paganismo. No había una comparación reconocible entre éstas y la VERDADERA iglesia original de Cristo que encontré descrita en Hechos y en otros libros del Nuevo Testamento. No obstante, debía existir ese organismo espiritual en el cual Cristo efectivamente morara –una iglesia respaldada por Su Espíritu Santo que actuara como Su instrumento y que llevara a cabo Su Comisión. PERO ¿DÓNDE? Tuvieron que pasar algunos años para que encontrara la respuesta. Aún debía trabajar con una doctrina a la vez. Mi esposa y yo comenzamos a asistir a muchas iglesias diferentes. Yo quería revisar una por una –y compararlas con la de la Biblia. Además, continué casi a diario con mi estudio en la Biblioteca Pública de Portland. “Salvando” a los familiares No deben asumir –a partir de lo que ha sido escrito acerca de mi rendición a Dios, y del cambio que tuvo lugar cuando el Espíritu de Dios entró en mí— que pude alcanzar la madurez espiritual y la perfección en un abrir y cerrar de ojos. Nadie lo hace así. Un bebé humano debe gatear antes de aprender a caminar; debe aprender a caminar antes de poder correr y se tambaleará y caerá varias veces. Sin embargo, no se desanima ni se da por vencido. Los recién convertidos son simples bebés en Cristo. Yo aún no había aprendido mucho y la vanidad estaba muy lejos de ser erradicada.
Luego de rendirme a aceptar la VERDAD de Dios –en la dimensión en que había podido comprenderla hasta ese momento— mi primer impulso fue el de compartirlo con mis familiares. Una vez que la hostilidad natural contra Dios y contra Su Ley fue eliminada, la VERDAD de la Biblia me parecía como una luz gloriosa –como la cosa más HERMOSA que haya visto. Y repentinamente me sentí lleno con ansias de llevar este precioso conocimiento a todos aquellos que estuvieran cerca de mí. Yo quería convertirlos. Repentinamente, comencé a sentirme tan altruista en esta nueva experiencia cristiana, que pensé que mi destino final no era tan importante, si tan solo podía lograr que aquellos con quienes yo estaba relacionado, entraran al Reino de Dios. Sin embargo, una triste desilusión seguía a cada obertura. No tuve nada de éxito al tratar de pasar “mi religión” PARA QUE SE LA TRAGARAN. Enfrentando el asunto del tabaco Inmediatamente después de ser bautizado, tuve que determinar el asunto del fumar. Y por supuesto, la iglesia cuáquera en la que había sido criado, enseñaba que el fumar era un pecado. Pero yo ya me había desilusionado varias veces al ver que, en muchos puntos, las enseñanzas de la Biblia eran opuestas a lo que había aprendido en la escuela dominical. “Tengo que ver la respuesta respecto al tabaco –EN LA BIBLIA” me dije a mí mismo. Hasta que encontrara la respuesta en la Biblia, decidí que continuaría como antes –fumando ligeramente. Yo había continuado fumando ligeramente –con un promedio de tres o cuatro cigarrillos al día, o un puro al día. Jamás fui un fumador pesado. Pero ahora debía enfrentar la pregunta: ¿Es PECADO fumar? Yo quería la respuesta de la BIBLIA, porque había aprendido que Cristo dijo que debemos vivir por CADA PALABRA DE DIOS. La BIBLIA es nuestro Manual de Instrucciones para el buen vivir. Así que debemos encontrar una razón BÍBLICA para cada cosa que hacemos. Yo sabía, por supuesto, que no hay un mandato específico que diga: “No fumarás”. Pero la ausencia de una prohibición detallada no significaba que Dios aprobara una acción. Yo había aprendido que la LEY DE DIOS es Su FORMA DE VIDA. Es una filosofía básica de vida. Toda la Ley se resume en la palabra AMOR. Y yo sabía que el amor es lo opuesto a la lujuria. La lujuria es el deseo propio –el complacer solamente al ser. Y el amor significa amar a otros. La dirección del amor no es hacia el interior de uno mismo, sino que sale hacia otros. Yo sabía que la Biblia enseña que “los deseos de la carne” SON el camino hacia el PECADO. Así que comencé a aplicar el principio de la Ley de Dios. Me pregunté a mí mismo: “¿POR QUÉ fumo?” ¿Es acaso para complacer a otros –para ayudar a otros— para servir o para expresarle amor a otros –o solamente para satisfacer y gratificar un deseo de la carne que hay en mi propio ser?
La respuesta fue instantáneamente obvia. Tenía que ser honesto. Mi única razón para fumar era un DESEO DE LA CARNE, y, de acuerdo con la BIBLIA, los deseos de la carne son pecados. Así que dejé de fumar inmediatamente. El vencer esto no fue muy difícil porque no había sido un “gran hábito” en mí. Una vez que lo comprendí, pude verlo como es –como un sucio y asqueroso hábito. Y hoy sabemos que esta es una seria e importante causa del cáncer pulmonar. Dios diseñó y creó el cuerpo humano. Él diseñó los PULMONES para que recibieran AIRE FRESCO, a fin que este aire pudiera oxidar la sangre y filtrar las impurezas y desechos que la sangre ha recogido del resto del cuerpo. Pero el humo, el cual contiene nicotina y alquitrán, reduce la eficiencia de la operación de este órgano vital. El cuerpo humano físico es –como Dios dice— el TEMPLO de Su Espíritu Santo. Si se mancha este TEMPLO –este cuerpo físico— Dios dice que nos destruirá. Dios pensó que si habíamos de estar COMPLETOS; si habíamos de vivir vidas felices, saludables y abundantes; y si habíamos de obtener vida eterna, deberíamos tomar SU ESPÍRITU –y no sustancias venenosas como el tabaco. La Sra. Armstrong es golpeada Yo estaba creciendo en el conocimiento de Cristo y en Su GRACIA. Su Espíritu Santo había renovado mi mente. Ahora podía COMPRENDER la VERDAD de Dios a medida que estudiaba Su Palabra. Ya había llegado a comprender, de la forma difícil, la verdad acerca de la Ley y la Gracia. Había llegado a comprender las enseñanzas de la Biblia respecto al bautismo en agua; había llegado a ver que no podía ayudar a otros, a menos que yo mismo fuera obediente y practicara lo que predicaba. Había logrado comprender la verdad acerca del tabaco. Y ahora Dios nos enseñaría, a mi esposa y a mí, otra importante y útil verdad. Él nos enseñó esto a través de las severas experiencias y del estudio bíblico. Allá por agosto de 1927, una serie de enfermedades físicas atacaron a mi esposa. Primero fue mordida en el brazo izquierdo por un perro. Antes que esto sanara, cayó en cama con amigdalitis. El problema fue que se levantó demasiado rápido de esta afección, y por ello tuvo una fuerte recaída. Y mientras tanto, ya había contraído un envenenamiento de la sangre a causa de una espina floral que se le había incrustado en el dedo índice de su mano derecha. Por dos o tres días, su hermana y yo tuvimos que turnarnos para remojar su mano en agua casi hirviendo, y para cubrir su muñeca y su brazo con toallas calientes –y para mantener su brazo en alto. La recaída de la amigdalitis dio lugar a la esquinencia (angina). Su garganta se cerró y casi no podía mover la mandíbula a causa de la molestia. Por tres días y tres noches fue absolutamente incapaz de tragar siquiera una gota de agua. Y peor aún, por tres días y tres noches no pudo dormir. Ella estaba exhausta. La línea roja del envenenamiento de la sangre, a pesar de los esfuerzos con las
aguas con sales, estaba subiendo por su brazo derecho y había llegado hasta su hombro – encaminándose hacia el corazón. El doctor me había dicho en privado que ella no podría vivir otras veinticuatro horas. El tercer día sin dormir, sin alimentarse y sin hidratarse fue durante un cálido día de verano en agosto. ¿SANA Dios hoy? Esa mañana, una vecina vino a ver a mi esposa. “Sr. Armstrong” me dijo, mientras estábamos apartados de mi esposa, “¿se opondría usted a que un hombre y su esposa vinieran a ungir y a orar por la salud de su esposa?” Esto me sonó un tanto fanático. Pero de alguna manera me sentí demasiado avergonzado como para oponerme. “Bien, creo que no me opondría” dije en tono dudoso. Unas dos horas más tarde, ella regresó y dijo que la pareja llegaría a las siete de la mañana. Comencé a tener presentimientos y comencé a arrepentirme de haber dado mi consentimiento. “¿Qué tal si estas personas son de las que gritan salvajemente?” pensé dentro de mí. “Supongamos que comienzan a gritar como fanáticos ‘pentecostales’. ¿Qué pensarán nuestros vecinos?” Rápidamente tomé el valor para ir con nuestra vecina, quien les había pedido que vinieran. Le dije que había estado pensándolo y que sentía que era mejor que estas personas no vinieran. Ella lo tomó muy bien. Ella les avisaría inmediatamente que ya no vinieran. Y luego me enteré que ella tendría que caminar más de una milla para contactarlos. Estas personas vivían en unas habitaciones del antiguo tabernáculo Billy Sunday, el cual había sido construido para campamentos de este grupo. Este tabernáculo quedaba más allá de la calle 82, cerca del bulevar Sandy. Ese día era uno realmente caluroso –quizá el día más caluroso del año. Comencé a sentirme apenado por pedirle a esta mujer que hiciera un segundo viaje durante esa sofocante tarde. “Realmente detesto pedirle que haga un segundo viaje hasta allá” le dije. “Yo no sabía que era tan lejos. Pero tuve miedo que estas personas fueran a gritar o a provocar molestias en el vecindario.” “Oh NO, ellos son personas muy calladas” se apresuró a asegurarme. “Ellos no gritarán.” Luego de escuchar eso, decidí no interferir con esta vecina que solamente estaba tratando de ayudarnos. “Dejémoslos venir entonces” concluí.
El significado de la FE Esa tarde, el hombre y su esposa llegaron a las siete. Él era alto. Eran personas simples, obviamente no con una educación muy alta, pero con apariencia inteligente. “Esto es totalmente nuevo para mí” les dije cuando se aproximaban a la cama de mi esposa. “¿Les importaría si les hago algunas preguntas antes que oren por mi esposa?” Él le dio la bienvenida a mis preguntas. Él tenía la Biblia en sus manos y una a una me respondió las preguntas o dudas –siempre con un pasaje de la Biblia. Para ese entonces, yo ya estaba suficientemente familiarizado con la Biblia, y pude reconocer cada pasaje que leyó –con la única diferencia que yo jamás había pensado en estas afirmaciones o promesas bíblicas. A medida que estas respuestas continuaban saliendo de la Biblia, comencé a comprender y a CREER –y sabía que esa misma certeza estaba en la mente de mi esposa. Finalmente quedé satisfecho. Ya tenía le respuesta de la Biblia. Yo creí y mi esposa creyó. Nos arrodillamos en oración a la par de su cama. A medida que ungía a mi esposa con un aceite que traía, él profirió una silenciosa, positiva y creyente oración, la cual era absolutamente distinta a cualquier otra que hubiese escuchado en mi vida. Este hombre realmente se atrevía a hablarle directamente a Dios, y a decirle para cumplir lo que Él había PROMETIDO hacer. Él citaba las promesas de Dios para sanar. Él se las aplicaba a mi esposa. Él literalmente llamó a Dios a lo que Él había prometido. Y no era porque nosotros, como humanos mortales, mereciéramos lo que él pedía, sino a través de los méritos de Jesucristo y de acuerdo a la gran misericordia de Dios. Él simplemente le pidió a Dios por Su PROMESA de sanar. Él le pidió a Dios que la sanara completamente, desde su cabeza hasta la punta de los pies. “Tú lo has prometido,” le dijo a Dios, “y nos has dado el derecho de pedirte tu promesa de sanar por el poder de tu poderoso Espíritu Santo. Yo apelo a esa promesa. Esperamos obtener tener tu respuesta.” Yo jamás había escuchado a nadie hablarle así a Dios. No fue una oración larga –quizá duró un minuto o dos. Pero a medida que él hablaba, yo sabía que tal como hay un Dios en el cielo, mi esposa debía ser sanada. Cualquier otro resultado habría convertido a Dios en un mentiroso. Cualquier otro resultado habría anulado la autoridad de las Escrituras. La certeza me capturó –y también capturó a mi esposa. Simplemente sabíamos que ella estaba liberada de todo lo que la había atado –que estaba libre de las enfermedades—que estaba sanada. El haber dudado habría sido dudar de Dios –habría sido dudar de la Biblia. Y nosotros simplemente jamás habíamos dudado. Nosotros creíamos y sabíamos. A medida que nos levantamos, la esposa del hombre puso una mano sobre el hombro de mi esposa y dijo: “Dormirás tranquilamente esta noche”.
Yo les di las gracias. Y tan pronto como ellos se fueron, mi esposa me pidió que le llevara una bata. Ella se levantó, se puso la bata y caminamos lentamente hacia la calle y de regreso hacia adentro. Yo la llevaba con mi brazo rodeándola. Ninguno de los dos dijo una palabra. No hubo necesidad. Ambos comprendíamos y era un momento demasiado solemne como para hablar. Ambos estábamos ahogados con gratitud. Ella durmió tranquilamente hasta las 11:00 a.m. del día siguiente. Luego se levantó y se vistió como si nunca hubiese estado enferma. Ella había sido sanada del todo –incluyendo algunos desajustes internos. Ambos habíamos aprendido una nueva lección respecto al significado de la fe. La fe no es solamente la evidencia de aquello que no vemos o sentimos –no es solamente la CERTEZA de lo que esperamos— sino que es el saber definitivamente que Dios HARÁ cualquier cosa que ha prometido. La fe se BASA en las PROMESAS escritas de Dios. La Biblia está llena con miles de promesas de Dios. Están allí para que nosotros las reclamemos. Y son CIERTAS porque Dios no puede mentir. Si hay algún atributo en el carácter de Dios que sobresale más que cualquier otro, es Su fidelidad – el hecho de que SU PALABRA ES CERTERA. Piense en cuán desesperados estaríamos si la palabra de Dios no fuera buena Y CERTERA. Si la palabra de un hombre no es confiable, el resto de sus puntos buenos se anulan. Un doctor enmudecido Poco antes que mi esposa cayera en cama con estas enfermedades, ella había llevado a nuestra hija mayor al médico –con un panadizo en el dedo. Este no había sido vendado por algunos días. La mañana posterior a su milagrosa sanación, mi esposa se levantó a las once, desayunó y llevó a Beverly al doctor para que le removiera el vendaje. Y por cierto, esta fue la última vez que llamamos a un doctor para que tratara una enfermedad en nuestra familia. “¿Qué hace usted aquí?” exclamó el doctor, como si hubiese visto un fantasma. “Bien” le respondió mi esposa, “¿cree usted en la sanación divina?” “No creo que Mary Baker Eddy tenga más devoción hacia Dios que la que tengo yo” dijo el médico. “Pero yo no me refiero a eso,” dijo mi esposa, “yo me refiero a una sanación milagrosa directamente de Dios, como resultado de la oración.” “Bien –sí—creo” contestó el asombrado doctor. “Pero jamás lo había creído antes”. Estudiando un nuevo tema Esta inspiradora experiencia me llevó ante un tema de estudio totalmente nuevo para mí. Y recuerden, yo tenía cantidades enormes de tiempo para estudiar la Biblia. Solamente tenía un cliente. Estábamos reducidos a la verdadera pobreza. Y aunque yo había sido derrumbado, y aunque me había rendido completamente a Dios –al entregarme a Él— aún quedaba una pizca de
orgullo y de vanidad. Y Dios, por supuesto, sabía esto. Él aún debía llevarme más abajo. Yo aún debía ser humillado repetidamente antes que Dios pudiera usarme. En aquel tiempo, constantemente nos atrasábamos con la renta de la casa. Cuando teníamos algún dinero para alimento, comprábamos frijoles o comidas que proveyeran suficiente nutrición a bajo costo. Frecuentemente teníamos hambre. Y al recordar estos días, mi esposa me estaba comentando que éramos felices –a pesar de nuestra condición económica— y que jamás nos quejamos o refunfuñamos. Lo que sí es cierto es que sufrimos. Desde mi conversión, mi esposa siempre ha estudiado conmigo. Y aunque no lo comprendíamos entonces, Dios nos estaba llamando juntos. Siempre fuimos un equipo que trabajaba con unidad. Ahora llegamos a un nuevo tema de estudio –un nuevo esclarecimiento. Así que nos internamos en el estudio con vigor y gozo. Buscamos todo lo que pudimos en la Biblia respecto al tema de la sanación física. Descubrimos que Dios se reveló a Sí mismo ante el antiguo Israel, incluso antes que ellos llegaran al monte Sinaí, bajo Su nombre “Yahweh-Rophe” –lo cual significa “El Eterno nuestro Sanador” o “Nuestro DIOS SANADOR”. Él, a través de David, se reveló a Sí mismo como Sanador: “Él es quien perdona todas tus iniquidades, Él que sana todas tus dolencias” (Salmos 103:3). Y nuevamente: “Fueron afligidos los insensatos, a causa del camino de su rebelión y a causa de sus maldades; Su alma abominó todo alimento, y llegaron hasta las puertas de la muerte. Pero clamaron a Jehová en su angustia, y los libró de sus aflicciones. Envió su palabra, y los sanó, y los libró de su ruina” (Salmos 107:17-20). Luego descubrí algo que no había leído en ninguno de los folletos que habíamos conseguido respecto a este tema. La sanación es, en realidad, el perdón de las leyes físicas transgredidas, tal como la salvación viene a través del perdón de la transgresión de la ley espiritual. La sanación es el perdón del PECADO físico. Dios perdona el pecado físico porque Jesús PAGÓ LA PENA que estamos sufriendo EN NUESTRO LUGAR. Él fue lacerado con azotes antes de ser clavado a la cruz. La experiencia de la columna torcida Luego que mi esposa y yo avanzamos un poco en el entendimiento bíblico del tema de la sanación, Aimee Semple McPherson llegó a Portland. Ella realizó una campaña evangelista en el auditorio de Portland. Mi esposa y yo fuimos una vez y luego yo volví solo en otra ocasión. Estábamos “analizando” distintas enseñanzas y grupos religiosos. No pude entrar porque el recinto estaba lleno, pero un acomodador me dijo que podría entrar por la puerta de artistas en la parte de atrás del auditorio –si me apuraba lo suficiente. Caminé, o corrí, para darle la vuelta al lugar y me encontré con un triste espectáculo. Una señora y un niño trataban de sacar de un auto a un hombre terriblemente lisiado, para llevarlo al auditorio. Yo fui a ayudarles. El hombre tenía la columna terriblemente torcida –y no
recuerdo si era por artritis, por una enfermedad congénita o por alguna otra causa. Él estaba absolutamente desvalido y todo esto era un espectáculo que movía a la lástima. Nos las arreglamos para llevarlo hasta la entrada. En realidad, a mí no me habrían dejado entrar si no hubiera estado ayudando al lisiado. Él había venido para ser sanado por la famosa mujer evangelista. No pudimos contactar a la Sra. McPherson antes del servicio. Tampoco lo logramos después. Así que ayudé al decepcionado lisiado a regresar a su auto. “Si realmente desea ser sanado,” le dije antes que partieran, “yo podría llegar a su casa y orar por usted. La Sra. McPherson no tiene poder en sí misma para sanar a alguien. Yo tampoco lo tengo. Solamente DIOS puede sanar. Pero sé que Él ha prometido hacerlo, y creo que me escuchará con tanto gusto como escucharía a la Sra. McPherson –solamente si usted CREE en lo que DIOS ha prometido y pone su fe en ÉL y no en la persona que ora.” Me dieron su dirección, al sur de la calle Foster. Al día siguiente le pedí prestado el auto a mi hermano Russel y me dirigí hacia allá. En este estudio yo había aprendido que hay dos condiciones que Dios impone: 1) tenemos que guardar Sus mandamientos y aquellas cosas que son agradables a Su vista (I Juan 3:22); y 2) debemos CREER realmente (Mateo 9:29). Por supuesto, comprendía que mucha gente quizá no captaba la necesidad de guardar todos los mandamientos de Dios –Él ve el corazón. Lo importante es el espíritu y la voluntad para obedecer. Y por tanto, algunos que realmente CREEN son sanados, a pesar que no son estrictamente “guardadores de todos los mandamientos”. Pero una vez que llega el conocimiento de la verdad, deben OBEDECER. En este caso, estaba seguro que Dios quería que yo abriera la mente de estas personas, y que les hiciera conocer Sus Mandamientos –que les mostrara que el PECADO es la transgresión de la LEY de Dios. Por esta razón, primero leí las dos escrituras mencionadas, y luego les expliqué lo que había aprendido durante los últimos seis meses respecto a la Ley de Dios –particularmente acerca del sábado de Dios. Yo quería saber si este lisiado y su esposa tenían un espíritu de VOLUNTAD para obedecer a Dios. Pero no estaban dispuestos. Descubrí que eran “pentecostales”. Ellos asistían a la iglesia por el “buen tiempo” que pasaban allí. Ellos hablaban mucho acerca del “buen tiempo” que disfrutaban en la iglesia. Ellos burlaban y despreciaban la obediencia a Dios. Así que les dije que como no estaban dispuestos a obedecer a Dios y a cumplir con las condiciones escritas para la sanación, yo no podría orar por él.
¿Fue esto un ángel? Este caso no se apartaba de mi mente. Había sido inundado con una profunda compasión por este pobre individuo. Sin embargo, él no tenía la mente lesionada Y PODÍA ENTENDER MUY BIEN; y yo sabía que Dios no se compromete con el PECADO. Unas semanas más tarde, yo le había pedido prestado el auto a mi hermano y nuevamente pasé por la calle Foster. Y realmente mi mente estaba ocupada con otra misión, así que este deformado hombre no pasaba por mi mente. Yo estaba inmerso en otro asunto. Sin embargo, al llegar a la intersección de la calle en al que vivía el lisiado, lo recordé. Instantáneamente me vino a la mente si debía visitarlos una vez más –pero a la vez reinó la razón. Ellos habían tomado a la ligera –e incluso ridiculizado— la idea de rendirse en obediencia a Dios. Así que saqué la idea de mi mente y regresé a pensar en la misión original. Algo extraño ocurrió después. En la siguiente intersección, el timón del auto giró automáticamente hacia la derecha. Sentí cómo giraba el timón. Yo le opuse resistencia pero este seguía girando hacia la derecha. Instantáneamente, apliqué toda mi fuerza para contrarrestarlo, pero seguía girando. Mi fuerza fue inútil. Alguna fuerza invisible estaba girando ese timón contra todas mis fuerzas. El auto había girado justo a una cuadra de la casa del lisiado. Yo sentí miedo porque nunca antes había experimentado algo como esto. Decidí detener el auto. No sabía qué hacer. Era demasiado tarde como para regresar entre el tráfico a la calle Foster. “Bien,” pensé, “conduciré hasta el final de esta cuadra y cruzaré a la izquierda para regresar a la calle Foster.” Pero al final de la cuadra, el camino llevaba solamente hacia la derecha. No había camino hacia el este. Y para llegar a la calle Foster, debía pasar obligatoriamente por la casa del lisiado. “¿Podría ser que un ángel hubiera forzado el timón para llevarme allí?” me pregunté. Decidí que debía pasar a la casa del lisiado por un momento –a fin de estar seguro. Al llegar, lo encontré con un envenenamiento de la sangre. La línea roja se acercaba a su corazón. Yo les dije lo que había sucedido unos instantes atrás. “Sé”, les dije, “que Dios envió a un ángel para que me trajera aquí. Creo que Dios desea que yo ore por usted –y sé que Él lo sanará del envenenamiento para mostrarle Su poder. Luego le dará una oportunidad más para que se arrepienta y para que Le obedezca. Y si usted decide hacerlo, Él le enderezará la columna y lo sanará completamente. Así que ahora, si usted lo desea, yo oraré por usted y le pediré a Dios que lo sane del envenenamiento. Sin embargo, no pediré que Dios sane su columna a menos que usted se arrepienta y se muestre dispuesto a obedecer todo lo que Dios ordena.”
Ellos estaban desesperados en ese momento. A él probablemente le quedaban doce horas de vida. Y ya no bromeaban ni se burlaban del “buen tiempo” que pasaban en sus reuniones pentecostales. Ellos querían que yo orara. Yo no era un ministro ordenado, así que no lo ungí con aceite. Y yo jamás había orado en voz alta ante otros. Les expliqué esto y les dije que simplemente pondría mis manos sobre él para orar en silencio –para no sentir que el hecho de orar en voz alta por primera vez fuera a interferir con la fe real. Y yo en efecto tenía fe que él sería sanado del envenenamiento. Así sucedió. Al día siguiente regresé y el envenenamiento lo había abandonado inmediatamente cuando oré. Sin embargo, para mi gran pesar y decepción, ellos nuevamente estaban llenos de sarcasmo y displicencia respecto de la Ley de Dios. Nuevamente bromeaban acerca del “buen tiempo” que pasaban en la iglesia pentecostés. No había nada más que yo pudiera hacer. Esta fue una de las grandes decepciones de mi vida. Y jamás volví a saber nada de ellos.