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Casa Publicadora Brasilera Comentarios de la Lección de Escuela Sabática IV Trimestre de 2012 Crecer en Cristo
Lección 12 (15 al 22 de Diciembre de 2012)
Los eventos finales Otoniel de Lima Ferreira
El Santuario Celestial En el plan de redención, la muerte y la resurrección de Cristo son los eventos más importantes. Fue en el monte Calvario que el problema del pecado fue definitivamente resuelto. Habiendo sido derramada la sangre expiatoria de Jesús sobre aquél madera, la justicia divina fue satisfecha y los seres humanos podrían disfrutar nuevamente de la vida eterna. Pero la justicia de Cristo y sus méritos deben ser aplicados a cada pecador arrepentido. Fue por eso que Jesús se dirigió al Santuario Celestial luego de la resurrección. Allí cumple con la obra de intercesor en favor de cada ser humano que acepte su sacrificio. Para entender el ministerio de Cristo en el Santuario Celestial es necesario entender en primer lugar los rituales del santuario del Antiguo Testamento. Todos los días se sacrificaban animales que apuntaban a la muerte del Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo (Juan 1:29). En la Biblia no encontramos una explicación para el origen del sistema sacrificial. La primera vez que aparece (Génesis 4:2-5) pareciera que ya era bastante conocido por los seres humanos. Muchos personajes bíblicos hicieron sacrificios. Caín y Abel (Génesis 4:3); Noé (Génesis 8:20); Abrahán (Génesis 22) y muchos otros. Por lo tanto, la idea de un sustituto para el pecado del hombre es tan antigua como el propio hombre. En el atrio del santuario había un altar para los sacrificios, al lado de una pileta de bronce que era utilizada para que los sacerdotes se lavaran las manos. En el Lugar Santo había una mesa sobre la cual se colocaban doce panes. Frente a la mesa estaba el candelero de oro. También en el Lugar Santo estaba el altar del incienso, delante del velo del Lugar Santísimo. Allí dentro estaba el Arca del Pacto, dentro de la cual estaban las tablas de los Diez Mandamientos. Sobre el Arca estaba el propiciatorio. Recursos Escuela Sabática ©
Mientras los sacrificios se llevaban a cabo en el atrio, el santuario quedaba impuro y una vez al año el sumo sacerdote entraba en todos los compartimientos del tabernáculo para realizar su purificación. Todo ese ritual era una figura que apuntaba al santuario real que existía (y existe) en el Cielo. El autor de Hebreos afirma sobre Jesús: “Ministro del Santuario, de aquél verdadero Santuario que el Señor levantó, y no el hombre” (Hebreos 8:2). El libro de Hebreos presenta diversas evidencias de la existencia del Santuario Celestial. Encontramos, por ejemplo, que el Santuario es un lugar real en el cual Cristo entró luego de su ascensión (Hebreos 4:14-16; 6:19, 20; 9:24; 10:12) y donde está realizando un ministerio sacerdotal (7:27). “Hebreos, siguiendo las enseñanzas del Antiguo Testamento, aboga por la existencia de un Santuario real en el cielo. Algunos pasajes que a primera lectura parecen indicar una interpretación metafórica del Santuario celestial, bajo una inspección minuciosa más exacta respalda una interpretación literal” (Tratado de teología adventista del séptimo día, p. 441). De acuerdo con la profecía de Daniel 8:14, lo que está sucediendo en el Santuario Celestial desde el 22 de octubre de 1844, es el gran Día de la Expiación, el antitipo del día de la expiación terrenal. Por lo tanto, Jesús está delante del Padre intercediendo en favor de cada uno de nosotros.
La segunda venida de Cristo Cuando Cristo finalice su ministerio sumo-sacerdotal en el Santuario Celestial, volverá finalmente a buscar a todos aquellos que hayan aceptado su sacrificio expiatorio. Esa es la grande promesa de la Biblia, presentada en Juan 14:1-3. Existen muchos motivos para ser un cristiano: la tradición familiar, los principios cristianos que nos ayudan a vivir en paz en este perturbador mundo, el hábito, y otros motivos nos llevan a frecuentar la iglesia. Más allá de todos los motivos mencionados, ninguno es tan importante para justificar la vida cristiana que la esperanza del regreso de Jesús. Las palabras de Juan 14:1-3 fueron pronunciadas por Jesús a sus discípulos mientras ellos estaban angustiados por la inminencia de la separación de su Maestro. Aun no comprendían muy bien las palabras de Jesús acerca de los acontecimientos que pronto habrían de ocurrir y estaban atemorizados ante la perspectiva de tener que continuar la obra sin su Señor. En ese contexto, Jesús hizo la más hermosa e importante promesa de la Biblia: su Segunda Venida. Es la promesa más importante de las Escrituras, en primer lugar, porque es el motivo de nuestro peregrinaje cristiano. La existencia de las escuelas, hospitales e iglesias adventistas sólo se justifica si el telón de fondo es la esperanza del regreso de Jesús. Si esas instituciones perdieran ese enfoque, perderían también su razón de existir. Recursos Escuela Sabática ©
Otro motivo que hace de la promesa de Juan 14:1-3 el tema más importante de la Biblia es que esa es la única, real y eficaz solución para los problemas del mundo. Por más que tengamos estrategias para combatir la violencia, la destrucción del medio ambiente, la corrupción y otros problemas que nos están afectando a cada uno de nosotros, ninguna de ellas es absoluta. Sólo la venida de Jesús brindará la solución final para todos los problemas de la humanidad. La primera gran enseñanza de esta promesa es que creer es el secreto para la tranquilidad. Los discípulos estaban con el corazón agitado, llenos de preguntas sin respuestas, temerosos e inseguros. Así, tal como sucede con nosotros hoy, ellos no estaban tranquilos. Entonces Jesús les dio la receta infalible para una vida en paz: “Creéis en Dios, creed también en mí”. La fe, la entrega de nuestra vida a Dios en una actitud de plena confianza, es la única manera de vivir en paz en medio de las tormentas. La primera parte de la primera garantiza que podemos vivir una vislumbre del Cielo en la tierra cuando creemos en el Señor. El Salvador continuó su preciosa promesa hablando del lugar al cual iremos. La expresión utilizada es muy interesante. Dijo que en “la casa de mi Padre” había muchas moradas, y que iría a preparar un lugar para nosotros. En el Cielo no habrá personas que vivirán más cerca del trono de Dios y otras más alejadas. No habrá barrios periféricos en el Cielo. Todos viviremos en la misma casa, sin distinción, sin clasificaciones, todos tendremos una habitación en la casa del Padre. Existe, también, la parte central de la promesa. Jesús dijo: “Vendré otra vez”. Todas las palabras de Jesús no tendrían sentido alguno sin esa parte. Sólo podemos vivir tranquilos y soñando con la casa del Padre porque Jesús prometió que volvería. Esa es la mayor, y la más importante, doctrina bíblica y, por consiguiente, el mayor motivo de la existencia de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. El nombre de nuestra iglesia ya lo dice: somos “adventistas”. Esa esperanza es lo que movilizó a nuestros pioneros. El año de 1844 es, sin duda alguna, un hito en nuestra historia. En ese año, miles de personas aguardaron la llegada de Jesús para el día 22 de octubre. Las ganas de encontrarse con el Señor era tan grande para ellos que no hubo un tema más importante que ese. En cualquier momento, y a cualquier persona, les hablaron sobre ese acontecimiento. En los meses previos a la fecha señalada, los adventistas milleritas vendieron todo lo que poseían e invirtieron todo el producto de esas ventas en la predicación de la venida de Jesús. El evento era una prioridad para ellos, por lo que no escatimaron esfuerzos para proclamarlo. El 22 de octubre llegó, y con él un gozo para el que no alcanzaba el corazón para contenerlo. Ese era el día para el encuentro con el Salvador. El líder del movimiento, Guillermo Miller, había trabajado arduamente para predicar el mensaje del regreso de Cristo y muchas personas deseaban ver regresar a Jesús en las nubes de los cielos. Pero el día pasó, la noche llegó, y Jesús no vino. Entonces llegó la amarga decepción. Las cosas no serían distintas para Miller. Era la segunda vez que se chasqueaba. Muchos se burlaron de él y su vida se volvió penosa. Pero en vez de desanimarse, Recursos Escuela Sabática ©
afirmó que tenía una nueva fecha para el regreso del Señor. Dijo que él esperaría a Jesús “hoy, hoy, y hoy, hasta que Él viniera”. ¡Qué fe! Ya han pasado más de 160 años desde aquellos días y, desgraciadamente, algunos adventistas del séptimo día ya no tienen encendida en sus corazones la llama de la creencia en el retorno de Jesús. Viven como si no tuvieron esa esperanza. No hablan de ella, no la sueñan y no se preparan para el evento. Pareciera que el mundo es demasiado bueno como para que deseen salir de él. No existe un motivo real para la vida cristiana si no arde en nuestro corazón las ansias por el regreso de Jesús. Parece estar demorándose, pero los tiempos son de Dios, no nuestros. Nuestra preocupación debe enfocarse en nuestra condición. El “cuándo” es de Dios. Necesitamos volver a tener encendida la llama de la fe en la Venida de Jesús en nuestro corazón. No podemos dejarnos abatir por el tiempo. Como Guillermo Miller, debemos aguardar a Jesús “hoy, hoy, y hoy, hasta que Él venga”. ¡No podemos dejar apagar la llama! Elena G. de White hizo una advertencia sobre este tema: “¿Por qué la doctrina y la predicación de la segunda venida de Cristo fueron tan mal recibidas por las iglesias? Si bien el advenimiento del Señor significa desgracia y desolación para los impíos, para los justos es motivo de dicha y esperanza […] El compasivo Salvador fue quien, previendo el abandono y el dolor de sus discípulos, encargó a los ángeles que los consolaran con la seguridad de que volvería en persona, como había ascendido al cielo […] No se alegraban de que Jesús se hubiera separado de ellos ni de que hubiesen quedado aquí para luchar con las pruebas y tentaciones del mundo, sino porque los ángeles les habían asegurado que él volvería”. “La proclamación de la venida de Cristo debería ser ahora, tal como fue cuando la hicieron los ángeles a los pastores de Belén, una buena nueva de gran gozo. Los que aman verdaderamente al Salvador no pueden menos que recibir con aclamaciones de alegría el anuncio fundado en la Palabra de Dios de que Aquel en quien se concentran sus esperanzas para la vida eterna volverá, no para ser insultado, despreciado y rechazado como en su primer advenimiento, sino con poder y gloria, para redimir a su pueblo. Son los que no aman al Salvador quienes desean que no regrese; y no puede haber prueba más concluyente de que las iglesias se han apartado de Dios, que la irritación y la animosidad despertadas por este mensaje celestial” (Cristo en su Santuario, p. 74).
Muerte y resurrección Hay mucha controversia en el mundo sobre la muerte. La doctrina espiritista está invadiendo cada vez más el pensamiento occidental. La primera mentira pronunciada en este planeta fue sobre la inmortalidad del alma. A través de la serpiente, Satanás le dijo a Eva: “No moriréis” (Génesis 3:4). Esta filosofía, en poco tiempo, invadió el mundo religioso y ha penetrado con fuerza en el mundo cristiano. Muchas de las grandes denominaciones religiosas del cristianismo ya están defendiendo la inmortalidad del alma.
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La doctrina espiritista niega la necesidad humana de un salvador, pues el alma, por sí misma, se va reencarnando hasta alcanzar el punto de la perfección. Cuanto más afecta esta doctrina espiritista la iglesia cristiana, más distantes de Jesús estarán aquellos que crean en ella. El espiritismo está muy difundido en el mundo. Casi todas las películas producidas por la industria cinematográfica tienen algún componente de espiritismo. Los dibujos animados hace mucho tiempo que dejaron de ser inocentes entretenimientos. En la actualidad, sirven como uno de los mayores formadores de futuros espiritistas, al poner a los niños en contacto con la doctrina de la vida después de la muerte de una manera “divertida”. “La Palabra de Dios declara que los muertos nada saben, su odio y su amor han desaparecido. Debemos apoyar nuestra autoridad en la segura palabra profética. A menos que estemos versados en las Escrituras corremos el riesgo de ser engañados por el tremendo poder de Satanás capaz de obrar milagros, cuando este se manifieste en nuestro mundo, y de atribuir sus obras a Dios… Si Satanás puede hacernos creer que en la Palabra de Dios hay cosas que no son inspiradas, entonces estará preparando para entrampar vuestras almas. Entonces no tendremos seguridad ni certidumbre precisamente en el tiempo cuando necesitaremos saber cuál es la verdad” (Review and Herald, 18 de diciembre de 1888; citado en El evangelismo, pp. 184, 185). La Biblia es clara acerca del estado de los muertos. Eclesiastés 9:5 es apenas uno de los variados pasajes que hablan acerca de la mortalidad del alma. Desde el punto de vista bíblico, la verdad de Dios es que todos los que mueren están en un estado semejante al de un sueño profundo, esperando el día de la resurrección. “Los que hicieron el bien, resucitarán para vivir; pero los que hicieron el mal, resucitarán para ser condenados” (Juan 5:29). Elena de White describe el momento de la resurrección de los justos: “El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares…” “…El Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: ‘¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!’. Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando ‘¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?’ (1 Corintios 15:55). Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria”. “Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas fueran depositados… Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de eterna juventud… La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba”. Recursos Escuela Sabática ©
“Los justos vivos son mudados ‘en un momento, en un abrir de ojo’. A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles ‘juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, de un cabo del cielo hasta el otro’ (Mateo 24:31)… Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios” (El conflicto de los siglos, pp. 699, 702, 703). ¡Qué ese día llegue pronto, y que todos estemos preparados para él!
Felipe Amorim & Dr. Otoniel de Lima Ferreira Profesor Seminario Latinoamericano de Teología Sede IAENE Traducción: Rolando D. Chuquimia © RECURSOS ESCUELA SABÁTICA
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