CELEBRADA ENTRE EL 29 DE NOVIEMBRE Y 6 DE DICIEMBRE DE 2008

1 M MEEM MO ORRIIA AD DEE LLA A XXXXV VII M MA ARRC CH HA AN NEERRPPIIO OA ALLC CA ARRA AZZ CELEBRADA ENTRE EL 29 DE NOVIEMBRE Y 6 DE DICIEMBRE DE 2

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M MEEM MO ORRIIA AD DEE LLA A XXXXV VII M MA ARRC CH HA AN NEERRPPIIO OA ALLC CA ARRA AZZ CELEBRADA ENTRE EL 29 DE NOVIEMBRE Y 6 DE DICIEMBRE DE 2008. A AU UTTO ORR Antonio Matea Martínez RREEA ALLIIZZA AC CIIÓ ÓN N Centro Excursionista de Albacete EETTA APPA ASS DÍA 29 DE NOVIEMBRE: LLEGADA A NERPIO DÍA 30 DE NOVIEMBRE: NERPIO-BEG DÍA 01 DE DICIEMBRE: BEG-BOCHE DÍA 02 DE DICIEMBRE: BOCHE-MESONES DÍA 03 DE DICIEMBRE: MESONES-VILLAVERDE DE GUADALIMAR DÍA 04 DE DICIEMBRE: VILLAVERDE DE GUADALIMAR -BIENSERVIDA DÍA 05 DE DICIEMBRE: BIENSERVIDA-SALOBRE DÍA 06 DE DICIEMBRE: SALOBRE-ALCARAZ

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A Antonio Matea Calderón, uno de los más prolíficos poetas albaceteños de todos los tiempos cuyo óbito tuvo lugar el 14 de mayo del año 2008. No busques el porqué de cosas que no sabes y olvida de las aves

el vuelo que no ves. No intentes comprender las flores del espino y olvida del camino la trocha no seguida… ¿Acaso no es la vida juguete del destino?

Antonio Matea Calderón

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PPRRA AEEFFA ATTIIO O Decía un profesor de Derecho que los libros son palabras

encadenadas por medio de la imprenta. Con esta frase, extraída, como

él mismo reconocía, de aquel comentario de Platón en su Fedro, en el

que expresaba que los libros son decires escritos, quería exponer que escribía en sus obras lo que antes había dicho en las aulas a sus

alumnos. De esta manera podía hacer tangible sus lecciones como catedrático universitario, pues las palabras son efímeras y muchas veces

se duda de algo que se ha dicho, aunque se acabe de decir, y el paso del tiempo se encarga casi siempre de borrar lo dicho de la memoria. Sin embargo lo escrito permanece y si alguien lo dudare no hay más que mostrárselo delante de sus narices, aunque algunos, teniendo la evidencia tan clara como el agua son capaces de seguir dudando lo que es evidente. Así ocurría, por ejemplo, con un inquisidor, Conrado de Marburgo, al que le exponían una y otra vez que iba a condenar a la hoguera por herejía, tras un auto de fe, a un inocente, pues esa persona que estaba en capilla, esperando su destino fatal, que le llegaría en forma de fuego purificador, era una fiel cumplidora de todos los preceptos que mandaba la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana, única y verdadera de la tierra. Sin embargo el inquisidor, a quien llamaban “El Sádico” por algún motivo que desconocemos, respondió con toda tranquilidad a las advertencias que le hacían con las siguientes palabras: “Nadie que muere en la hoguera es del todo inocente; la experiencia me enseña que en los últimos instantes de su vida blasfema

de tal forma que tan sólo por semejante ofensa a Dios merece ser quemado.”

Pero nosotros no queremos con estas líneas negar lo evidente, ni

condenar a nadie al fuego eterno por herejía, ni menos aún encadenar palabras que no hayan sido dichas en el decurso de esta marcha, sino simplemente dar fe y testimonio de los hechos que acaecieron en ella.

Así, de esta manera pretendemos mostrar el camino recorrido, olvidando las trochas no seguidas durante estos días, sin buscar el

porqué de aquello que no hemos vivido ni viviremos jamás, acatando y dictando lo que nos ha marcado el destino, pues como dijo nuestro pariente agnado en vida ¿acaso no es la vida juguete del destino? 4

Por

tanto,

tras

consultar

el

oráculo

y

encomendarnos

a

Mnemosina, la musa de la memoria, para que nos la conserve fresca, y a

Ataecina Turibriga, diosa de los submundos, para la salvación de

nuestra alma, intentaremos plasmar en este libellus aquello que nos sucedió en nuestro trayecto, que si la primera no nos ampara volviéndonos el recuerdo de las cosas perdidas, la segunda, que decían antaño era muy milagrera, seguro que nos avivará nuestra auspicia para que tengamos las ideas claras y las dejemos in perpétuum sobre el blanco papel.

Y sólo nos queda pronunciar la antigua fórmula latina di meliora

ferant o velint, que en cristiano quiere decir que los dioses nos asistan.

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N NEERRPPIIO O--BBEEG G Destaca Nerpio por sus numerosos puntos de interés, tanto

naturales como culturales, que no quisiera dejar de mencionar una vez más en esta memoria. Son importantes en este aspecto sus pinturas

parietales, declaradas en 1998 Patrimonio Cultural de la Humanidad por

la UNESCO, un poblado ibérico, El Macalón, en las afueras de la villa, un torreón morisco en Vizcable y el castillo del Taibilla, situado por encima de las casas de La Tercia.

Este castillo de Taibilla, el antiguo Taib Abdullah de la provincia califal de Tudmir y, más tarde, a partir de 1228, del reino independiente de Mursiya de Abu Abd Allah Muhammad Ibn Yusuf Ibn Muhammad Ibn Hud, sublevado contra el desprestigiado poder almohade en las montañas de Ricote, fue tras la conquista cristiana de estos territorios cabeza de una importante encomienda santiaguista y salvaguarda de las extremas tierras de Castilla. Está en pleno proceso de restauración y se espera que sea visitable en poco tiempo. Debajo del castillo, como ya hemos dicho, se encuentra la casa de La Tercia, construida en sillería, lugar donde la Orden de Santiago recaudaba sus tributos. Nerpio también debió tener su pequeño castillo, y de ello da fe el barrio con ese nombre. Las calles de este pueblo forman algunos adarves, callejas retorcidas y serpenteantes, como la calle del Castillo, que lleva al barrio del mismo nombre, donde en tiempos estuvo el viejo castillo de “Nerpe”. Calles que se adaptan a la topografía, con casas que se aprietan y empujan unas sobre otras. En ellas se ven materiales nuevos de ladrillo, cemento y hormigón, junto a las viejas viviendas de

piedra y barro de paredes encaladas. Incluso algunas casas de aceras enfrentadas se unen por una galería que cruza la calle salvando las distancias entre ambas. El barrio del Castillo es una extraordinaria atalaya para esperar la

llegada de los amaneceres nerpianos. Desde él se pueden observar los

tejados de las casas, la torre de la iglesia, el trino de los vencejos, trinos

estridentes y chirriantes que se acompasan por el canto suave de los

herrerillos, pintados herrerillos que se adentran con sus colores multicolores en las callejas de Nerpio y responden presto a la llamada de los que se encuentran en los esmeraldas nogales del valle.

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El Calar de Nerpio, al otro lado del Taibilla, formado por roca pura

moteada de enebros, sabinas rastreras y algún puñado de pinos, protege el pueblo de los vientos del Norte. En los valles se agolpan los

nogales, infinidad de nogales que penetran imponentes en el mismo pueblo. Algunos adoptan extrañas composturas, y arrugan sus troncos como queriendo asustar a la gente.

Pero el más grande y representativo nogal de Nerpio, el Plantón

del Covacho alcanzó la meta que hemos de alcanzar todos algún día, queramos o no queramos alcanzarla. Ya fenecido se cortó porque tenia peligro de caída y podía dañar a alguien, pero como nos dijo recientemente Juan Pedro Martínez, concejal de turismo de Nerpio, se mantendrá en el mismo sitio como monumento. Se pondrá para ello de nuevo en pie y se protegerá con un tejado, después de darle un tratamiento para que hongos, bacterias e insectos xilófagos no descompongan su madera. Más abajo del Calar de Nerpio se hallan Las Cuevas, sobre el mismo río Taibilla. Hoya Quemada, Los Pingorotes, Los Calarejos, La Pilica, la Cuerda de la Gitana, Cerro Lobo, encima de la ermita, y la Umbría de Mirabueno, donde están las canteras, son algunos otros montes de los alrededores de Nerpio. Hemos de decir, antes de comenzar esta etapa, que nuestros amigos del Hostal Los Nogales, Mari Carmen, Inma y Juan Pedro, nos prepararon una cena deliciosa, que no estuvo nada escasa. Son muchos años de amistad con esta gente, y esa amistad se ha ido gestando con el buen trato que nos han ido prestando a lo largo de los veintiséis años que lleva de andadura esta marcha.

Hemos que destacar con nota a Raúl Contreras y a Francisco

Javier, que a la manus de la noche se perdieron simplicísimos al ir a dormir a las escuelas y tuvieron que volver al bar a buscar una brújula y un candil. ¡Como para dejarlos de guía por esos campos de Dios! También hay que citar en Los Nogales el reparto de camisetas y

ponchos y la lección magistral de Paco, el dominus de este evento, que como cada noche disertó de verbo a verbo, hecho un leguleyo y sin muchas peroratas, a los escuchantes con los quehaceres y desatinos del

recorrido de la siguiente etapa. También ofreció con autorictas su 7

responsa a los preguntantes, en un diserto que no hubiese igualado ni Marco Tulio Cicerón, el más preclaro orador de todos los tiempos.

Pero dejando a un lado tanta reminiscencia nerpiana, había que poner los pies a caminar, y así lo hicimos cogiendo el camino prae

mánibus, tras desayunar en Los Nogales y hacer la foto en la fuente de

la iglesia, comenzando tras el baptismus de los noveles el largo

recorrido de esta semana blanca, semana de la nieve, de la que no

íbamos a carecer hasta la última etapa. Ya iniciado el camino no había vuelta atrás, y abandonamos toda esperanza, recordando aquella frase de Dante en la puerta del averno. Al menos no la había hasta el final de la etapa, pues en ese final ya tuvimos los primeros abandonos de dos participantes que vinieron de tierras catalanas y no pudieron soportar los rigores de la nieve. Que como don Rodrigo dicen que tuvo que ocupar el trono por la fuerza y a la fuerza ahorcan, a la fuerza había que llegar a Beg, siempre entre fundos nevados y soportando el frío del ambiente. Quizás lo más dificultoso de la etapa fue el salvar el barranco del Sapillo, que ya conocíamos de tiempo atrás, pues desde allí todo fue coser y cantar entre cytisus, centaureas, pinus, quercus, amigdalus y oleas hasta Beg.

La dormida fue en el Centro Social, aunque un grupo se fue a las escuelas. El cenáculo fue en el bar El Rulo de Herminio, donde pudimos degustar sin exégesis alguna unas deliciosas migas, bien acompañadas, por cierto, y acompañados nosotros de nuestra amiga Elena de Yetas y del fobiobenemérito Antonio Boteo, con el

que pasamos unos

seductores y beneméritos momentos. La

murga

nos

la

dio,

metáforaricamente

hablando,

claro,

Leonardo, el pedaneus, que con la capitis diminutio quizás andaba algo alumbrado, dicho esto sin metáfora alguna, tachando de impalabros a

los que habían ido a dormir a una casa rural de Yetas. Y volvía una y

otra vez con el mismo ritornelo y con la misma aporía, que contaba y exponía a cualquiera que hallaba y a todo el que veía. Santi, tautológico, como cada noche, preparó de bona fides y con

mucho artificium una queimada, con la que los cuerpos helados

pudieron templar su sangre y avivar su ánima.

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BBEEG G--BBO OC CH HEE Nerpio perteneció durante la dominación musulmana a la cora de

Tudmir, una división territorial propia del mundo árabe. El nombre de Tudmir correspondía a Teodomiro, Conde de Orihuela y gobernador

militar godo, anterior a la dominación árabe, famoso por haber repelido

varios intentos de invasión bizantina poco antes de llegar los moros a nuestro solar peninsular. En el año 713, Abd al-Aziz, hijo del gobernador de al-Andalus, venció a las huestes de Teodomiro en las inmediaciones de Cartagena. Los supervivientes del bando visigodo se refugiaron en Orihuela y fueron sitiados por los musulmanes. Según una crónica árabe del siglo X el líder del diezmado ejército visigodo vistió y armó a las mujeres oriolanas como si fueran hombres, y las distribuyó en lo alto de las murallas junto a los pocos soldados que le quedaban para hacer creer al enemigo que aún contaba con suficientes efectivos. Fue así como consiguió

convenir

con

el

favorables para su rendición.

caudillo

musulmán

unas

condiciones

En el pacto que firmaron, se concedía una relativa autonomía a las ciudades de la región a cambio del sometimiento a la autoridad andalusí y el correspondiente pago de tributos. El territorio de Tudmir abarcaba las provincias de Murcia, Alicante y parte de las de Albacete, Jaén y Almería. Entre las ciudades que se mantuvieron bajo la jurisdicción de Teodomiro figuraban las actuales Alicante, Lorca, Hellín, Mula y, por supuesto, Orihuela. Durante décadas se mantuvo este tratado, primero con Teodomiro

y más tarde con sus sucesores, hasta que Abd al-Rahmaán I anuló el acuerdo suscrito, subyugando por completo el territorio al poder Omeya. De esta forma los señores cristianos fueron despojados de sus

posesiones y la provincia pasó a ser una circunscripción administrativa de al-Andalus, la cora de Tudmir, que durante el reinado de Abd alRahmaán II establecería su capital en Murcia, fundada con este fin. Y dejando a un lado tanta retórica, no trasuntemos en exceso

estas palabras de introducción ni acudamos a ningún numen divino para decir que en esa segunda etapa nos encaminamos a Boche, que ya dijo el poeta en cierta ocasión que lo breve si bueno dos veces bueno.

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Si lo bueno al ser breve, puede ser doble bueno, con mi cantar estreno

plumillas de la nieve… Mi musa será leve

como átomo de brisa, y no tendrá más prisa mi numen soñador,

que al perseguir la flor y herir con la sonrisa.

Antonio Matea Calderón

Tras la escenificación del abandono de Salvador y Josep, ambos llegados de Barcelona, salimos de Beg por el camino de Sege. Los campos nevados eran la premonición de la dureza de la etapa, que así lo fue sin duda, y algunos y algunas las tuvieron que pasar canutas antes de llegar, ya de noche, a Boche. Canutas las pasó Antonio, conductor del coche de apoyo ese día, pues cuando subía hacía la carretera de Yetas el carro se quedó atrapado entre la nieve helada y ni iba para adelante ni volver para atrás

podía. Pero antes de solventar el profundus problema tuvo tiempo de ver en una pinus una escoba de bruja, pequeña bola que se forma de

manera anormal en estos árboles.

Esta escoba de bruja es una malformación producida por un

hongo, del género Taphrina. Este hongo penetra sus hifas en las células

del árbol incitando a que se reproduzcan con mayor velocidad y menor

tamaño, de ahí estas formaciones en bola, llamadas también injertos de

bruja. El funcionamiento de este hongo es "similar" al de un cáncer, fomentando el sobredesarrollo o la alteración de las células, aunque el daño que produce en la planta es mínimo y se puede eliminar si se corta

la rama, desapareciendo por completo el hongo del árbol. Este tipo de

hongos se usan en jardinería, para crear individuos enanos, con crecimientos extraños, a modo de bonsáis retorcidos. También dejó la nieve ver, entre su blancura, algunos musgos

verdes, que llegan a formar casi microscópicos bosques dentro de los bosques arbolados. En las matitas de los musgos que se forman sobre los árboles, rocas o en los viejos muros, se apretujan muchas plantitas

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que forman una maraña impenetrable como una diminuta selva virgen. Son microbosques que se esconden como si quisieran hacerse invisibles.

Esta espesura favorece la retención de humedad, fundamental para el gametofito o generación sexual de los musgos, que es la que

vemos habitualmente, y para la vida de un sinnúmero de copiosas criaturas que viven en los umbrales de lo microscópico. Muchos de

estos habitantes es imposible verlos si no nos ayudamos de un microscopio o una buena lupa.

Pequeños gusanos, ciempiés, los más pequeños de los insectos, hongos o extraños invertebrados de lentos movimientos, son algunos de los personajes que viven en este pequeño mundo. Uno de estos animalillos son los tardígrados, diminutos invertebrados de 0,1 a 1,2 milímetros, con patas terminadas en uñas, que parecen relacionados con los artrópodos y poseen unas cualidades increíbles. Los tardígrados se alimentan de bacterias, algas, plantas, rotíferos, nemátodos y otros invertebrados microscópicos. Normalmente sorben sus células pero en ocasiones ingieren los organismos completos. Al microscopio tienen un aspecto bastante gracioso y muestran movimientos muy lentos, lo que les ha valido el sobrenombre de ositos de agua. Tal vez la cualidad más fascinante de los tardígrados es su capacidad

de

soportar

situaciones

medioambientales

extremas,

entrando en estado de animación suspendida, proceso conocido como criptobiosis. Mediante un proceso de deshidratación, pueden pasar de tener el habitual 85% de agua corporal a quedarse con tan solo un 3%. En este estado el crecimiento, la reproducción y el metabolismo se reducen o cesan temporalmente y así pueden pasar cientos, quizás miles, de años. A mediados de siglo XX, un científico holandés añadió agua a

algunos tardígrados secos que estaban sobre la hoja de un helecho que llevaba seca en un museo desde el siglo XVII y, tras 200 años, se despertaron y continuaron su vida normalmente. Esta resistencia permite a los tardígrados sobrevivir a temporadas de frío y sequedad

extremos, radiación ionizadora, calor y polución. Existen estudios que demuestran que, en estado de metabolismo indetectable, pueden sobrevivir a temperaturas que oscilan entre los -272º C y los 149º C, así como a la inmersión en alcohol puro y en éter.

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Científicos rusos afirman haber encontrado tardígrados vivos en la

cubierta de los cohetes recién llegados de vuelta del espacio exterior. Otra posible faceta sorprendente de estos invertebrados es que existen

indicios importantes de que son eutélicos, es decir, que el número de células de su cuerpo sería fijo para cada especie, como les ocurre a los nemátodos.

Pero estos ositos de agua son sólo una pequeña muestra de lo

que se esconde entre los musgos, considerando, por tanto, que el

musgo no es sólo una pequeña maraña de plantas, sino un rico conjunto de interrelaciones entretejidas entre numerosos personajes que viven en él. Esta relación es a veces bastante amistosa, pero otras veces es tan dramática como la que se da entre presa y depredador. Las masas de musgo se forman siempre dondequiera que haya humedad, pues necesitan ésta humedad para obtener el agua necesaria para realizar la fotosíntesis y para su reproducción. Algunas personas arrancan los musgos por el simple placer de disfrutar de un pedazo de vegetación en su mano, sin saber el daño que hacen a esa microfauna que habita en él. Vale la pena pensarlo dos veces ante de realizar esta cruel acción, pues si dejamos el vegetal como está habremos salvado la vida a multitud de pequeñas criaturas.

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BBO OC CH HEE--M MEESSO ON NEESS Boche se encuentra situado a escasos cuatro kilómetros de Yeste,

población que, al igual que Nerpio, cuenta con numerosos recursos

visitables, tanto naturales como culturales. De los primeros podemos

citar el Parque Natural de los Calares del Mundo y de la Sima, entre los que corre el río Tus, encajado estrechamente entre altas paredes

verticales, y los valles de los ríos Segura y Zumeta, donde se puede practicar la pesca, el piragüismo y también el barranquismo.

De los culturales existe en la Oficina de Turismo la posibilidad de contratar una visita guiada por un precio bastante módico, en la que alguna de las dos Raqueles que trabajan en ella nos mostrarán el castillo de Yeste, la iglesia de la Asunción y el convento de San Francisco. La Iglesia de la Asunción en Yeste fue construida a lo largo del siglo XVI. El conjunto arquitectónico está constituido por dos partes claramente diferenciadas que corresponden a dos períodos distintos en la construcción. Una parte corresponde a la iglesia primera, cuya construcción se inició a finales del siglo XV en estilo gótico. La segunda parte fue construida perpendicularmente a la primera, con una portada de estilo renacentista. Con la construcción de la segunda parte se varió el conjunto del templo, adquiriendo una forma de "T", quedando ahora colocada la capilla mayor en el centro del cuerpo de la iglesia primera. Hacia 1527 se estima el año en el que se terminó de construir la primera parte del conjunto, participando en ella el cantero vizcaíno Ortuño de Villar, aunque también se documenta el trabajo del maestre Rodrigo. La nave gótica presenta una cabecera poligonal de cinco paños,

cubierta de bóveda estrellada. La portada se cegó, al accederse a la iglesia por la ampliación realizada en la segunda mitad del siglo XVI.

Esta portada se realizó en estilo gótico con claras influencias de la

escuela castellana de Valladolid y Burgos, aunque se ha perdido parte de las esculturas que tuvo.

El acceso a la segunda nave se hace por un lateral (lado de la epístola) a través de una portada de tipo renacentista. Esta portada presenta dos cuerpos enmarcados

por columnas pareadas, con

esculturas en los intercolumnios. En el centro del cuerpo superior el

relieve de la Asunción se cobija bajo arco solio, motivo éste que vemos en algunas obras de Vandelvira. 13

Numerosas obras de escultura, pintura y retablos son guardados

en la iglesia. Se conserva una imagen de María en el Calvario, el Cristo

Crucificado y otra de la Virgen de la Asunción, pertenecientes al retablo mayor, actualmente desaparecido. Otro retablo es el de la Epifanía, de Pedro Orrente, de excelente color dorado y cuidada policromía. En la

nave gótica se pueden admirar dos buenos lienzos de Orrente, de 1627, uno de San José y el Niño y otro de la Purísima. En cuanto a Boche, hay que decir de esta marcha que nos la intentó embutir Ramón en el mesón Palacios con el vino picado, según el principio de libre apreciación, que decía él le habían traído de prueba, posiblemente para probar si lo refinaba con nosotros. Bien es verdad

que hecha la cognitio y antes de ejercer el vadimonium los sustituyó in

personam quid pro quo por otro, que no le iba a la zaga en malura,

aunque hay que decir en su favor que el potaje bochero y las chuletas a la brasa de la cena estaban exquisitos, aunque no abundantosos. Para mañería, sin embargo, y a la que calificamos con lata nota de

infamia, ad cautelam, la de la mujer que alquiló una casa a Ángel, José

Manuel, Carmen y Tina. En el pactio verbis telefónico, se había acordado

una estipulatio de quince euros per cápita alojada. Pero cuando hicieron

actus de presencia los alquiladores, la hospita les exigía, incumpliendo la obligatio, una reivindicatio ad nútum de veinticinco. Para colmo la

casa estaba helada, no había agua caliente y ni siquiera toallas. Aunque

la mujer, muy aguda ella, solventó sin mucha retórica la pluris petitio fiduciaria de los demandantes con unas sábanas, que para el secatorio tanto montaban y montaban tanto como unas toallas. ¡Es lo que había y no había más! ¡O lo tomaban o lo dejaban! No conocía esta gente el edictum rerum vernalium de Diocleciano,

por el que se establecían precios máximos por las cosas y los servicios,

so pena de muerte para los infractores. Quizás hubiese sido más acertado haber buscado transtiberi algún pretor peregrino para postular

iustitia y que castigase en caloñas la antinomia de esta mala pécora por dolo malo con un edictum repentinum. El resto de los durmientes, tras la relatio del dominator, hicimos la

noche sin acrimonia alguna en el Centro Social, lugar de comitium in

consessus de las mujeres de la aldea. También se utiliza para fiestas y 14

para los oficios divinos, por lo que tiene tras el altar una Virgen del

Rosario y un Sagrado Corazón de Jesús, nuestros protectores nocturnos,

sobre todo de Pascual, que en un corpus mysticum divinum, durmió sin prestimonio bajo sus auspicios y a pies del mismo tabernáculo, desde el que realizó sus responsas y encomios pro anima.

¡Nunca nadie hizo tantos méritos para ganar el cielo! Ramón, el del vino picado del Mesón Palacios, nos confirmó verbis

gratia in compromissum aquella mores maiorum que había en la aldea per universus populos de llamar “boche, boche” a los burros. -¡Qué más da decirles boches que llamarlos burros! ¡Si a los animales les iba a dar lo mismo! –decía Ramón. Frente al Mesón Palacios, Constantina y Antonio, su pariente cognado, regentan un pequeño bar, el bar Antonio, en el que se brinda un trato amable y familiar, y apañan además unas ricas comidas típicas y tradicionales de la zona. Se pueden destacar el potaje bochero, el cocido de garbanzos, la olla de trigo y habichuelas morunas, las migas de harina con caldo valiente y los chorizos y morcillas de la tierra. El teléfono del bar es el 967431337, por si alguien está interesado en hincar el diente a tales delicias gastronómicas. Al salir de Boche, tras pagar la remensa para nuestra redención en el mesón Palacios, nos encontramos a una mujer que nos preguntaba cuál era nuestro destino. -Vamos a Mesones –le dijimos, cosa que era vox populi. -¿Andando? –nos dijo extrañada la buena mujer. En Las Quebradas nos encontramos a Arturo, viejo conocido

nuestro que ejerciendo el ius hospitalitas nos abrió el bar, antiguas escuelas que también hacen de capilla, centro social y lugar de fiestas. Allí in consistorium le requerimos unas cervezas charlando un rato con él y ejercimos la actio reivindicatio con dolo bueno de un zurracapote de su patrimonium, un compuesto cuyas partes son el mosto, el aguardiente y el azúcar.

Arturo, cuyo verdadero nombre es Luciano, que es el que pone en los papeles oficiales, como él mismo nos dijo con mucha ceremonia, nos

contó que hace meses se fue, mortis causa, la mujer de Pedro, pedaneus

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de la aldea, que tan amablemente nos atendió cuando hicimos noche en

ella hace varios años. Recordamos también a los otros vecinos, entre ellos a Inocente, al que en realidad todo el mundo llamaba Manolo.

Con la dubitatio tras la oreja, por la intensa nevada que había en

la sierra, afrontamos la subida del Balcón de Pilatos. Peor fue la bajada, por una vaguada tan repleta de nieve que temimos que alguno quedase sepultado in perpétuum bajo el manto blanco. Así ocurrió con Juan Pablo tras un resbalón en la piedra de una

rambla, pues iba atacado por la nieve hecho un gardingo, como una

burra sin dueño, siempre escapado y con más carrera que Benedicto IX, que fue Papa a los once años. ¡Qué nevazo, macho! Sin embargo con mucha caución, sin poner caución alguna, con el

rictus algo trastocado, llegamos a Mesones, donde encontramos asylum

en el Centro Médico. Algún monitor llegó incluso a tomar possessio ad

usucapionem de la camilla de los pacientes, desde la que escuchaba el

murmullo del viento bramar junto a la ventana. VIENTO Aquí, sobre este mar que es de secano, braman olas del viento en mi ventana, trayéndome al cerebro el tan cercano pleamar de tu ayer en mi besana. Rompeolas bramando en mi arrebato

de huir hacia el murmullo de otras voces, como este activo viento que retrato y que, por lejanía, desconoces.

Brama el viento en su mar; brama en mi pulso este retrato tuyo y esta ausencia, aunque no retrocedo ante el impulso que me dictó negarme tu presencia. Si estuvieses aquí oyendo el bravo viento que te refiero y a mar suena, seguro sería entonces el esclavo que goza fabricando su cadena.

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Pero me faltas tú; falta tu anhelo

en esta sinrazón de hacer un nido: sería un paraíso junto al cielo

si junto a mí sintiese tu latido. Aquí el viento y el Sol, y este paisaje

de nadas que están quietas, y eternizan, me retroceden siempre al oleaje

de aquellas voces que electrizan. Y suena el viento a imanes de tu ola –quieta tu majestad mirando al viento– mientras que aquí, sedienta, se enarbola la furia planetaria en su elemento. Ruido de mar y sed de Sol que abrasa, ésta mi soledad de paz gozada, mientras que el pensamiento se trasvasa al gozo de tu imagen memorada. Y suena el viento, y son como latidos, tal vez del arrebato que me envías; acordes los sentires compartidos en todos los arpegios y armonías. Si cierro la ventana, calla el viento; si cierro el corazón igual existes, que no puedo cerrar el pensamiento a nuestros oleajes algo tristes. Y me conformo entonces con tenerte

en forma de mensaje, en mar sin olas, abriendo la ventana, al retenerte en este mar, sin mar, de caracola. Antonio Matea Calderón

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M MEESSO ON NEESS--VVIILLLLA AVVEERRD DEE D DEE G GU UA AD DA ALLIIM MA ARR En tiempos del rey Sisebuto, bueno, la verdad es que bastante

antes, se aplicaba el iudicium aquae ferventi, probablemente la forma

más antigua de juicio de Dios en Europa. Esta prueba, llamada también la prueba del caldero hirviendo o caldaria, consistía en extraer de un caldero con agua hirviente, con el brazo desnudo, una pequeña piedra o un anillo. Con esta prueba se pretendía resolver alguna disputa entre dos litigantes, poniendo a Dios como juez, que resolvía con su veredicto divino a favor de uno de los dos.

Cuentan que en el siglo VI, en las tierras comunales de un pueblo de Francia, unos campesinos se habían congregado en torno a una gran olla, como esperando un festín. Pero en la olla sólo había agua hirviendo, y el único festejo consistía en que dos religiosos enfrentados en una disputa iban a meter en el agua los brazos desnudos hasta el hombro. Lo que se proponían era zanjar el problema con una “prueba” sobrenatural del juicio divino. Al parecer, el hombre que tuviera a Dios de su lado se salvaría de las abrasadoras aguas. La disputa entre los religiosos, un diácono católico y un cura arriano, versaba sobre la jerarquía de la Santísima Trinidad. El católico sostenía que Cristo y Dios eran lo mismo. El arriano insistía en que el Hijo era inferior al Padre. Esta diferencia teológica había ocasionado dos siglos antes la separación de sus iglesias, de modo que, en aquel acalorado debate sobre tan manido asunto, ninguno de los dos estaba dispuesto a dar su brazo a torcer. El diácono católico acabó por retar al cura arriano a que solventasen sus diferencias en una ordalía del agua hirviendo.

Tanto el cura como el diácono pasaron la noche en vela, rezando de rodillas, intentando atraerse el favor del Señor. Al día siguiente los acompañaba una multitud de campesinos curiosos. Cuando las llamas

que calentaban el caldero alcanzaron cierta altura, tiraron un anillo entre la nube de vapor, y se hundió en el agua burbujeante. Los clérigos tenían que intentar pescar el anillo por turnos, y se adjudicaría la victoria quien superase la prueba con menos heridas.

El diácono católico, en un falso alarde de cortesía, hizo un gesto a su adversario para cederle el primer intento. El arriano dijo que no con la cabeza. El privilegio de ser el primero, dijo, correspondía al retador. El 18

diácono avanzó dubitativamente. Miró con muchas dudas la olla. El

anillo giraba entre remolinos. Cogerlo sería como intentar atrapar una

brizna de paja en medio de un tornado. El católico se remangó con parsimonia, pero el arriano vio de inmediato que una capa de aceite le

cubría el brazo. Indignado, le acusó de hacer trampas y declaró la prueba no válida.

El diácono católico renunció a ella, seguramente con profundo

alivio, pero el arriano no se había librado todavía. Entre la muchedumbre apareció otro cura católico que insistía en sustituir al diácono humillado. El arriano se vio entre la espada y la pared. Si no afrontaba este nuevo reto, tendría que ceder en los asuntos de fe que habían iniciado la trifulca. A su pesar, examinó el brazo del cura y, al no encontrar nada anormal, le hizo un gesto para que procediera. El cura metió el brazo en el caldero. Según la leyenda, el católico tuvo dos horas el brazo metido en el agua, que hervía con fuerza, intentando atrapar el anillo. Al final lo consiguió, se lo enseñó a todos, y afirmó ante los espectadores que el agua estaba fría al fondo y agradablemente caliente en la superficie. Milagrosamente, ni la mano ni el brazo estaban heridos. Envalentonado por el triunfo de su rival, el arriano volvió a tirar con fuerza el anillo al agua y a continuación metió el brazo. Al cabo de un momento, tenía la carne abrasada hasta el codo. Por lo visto, Dios estaba del lado del católico. Esta clase de prueba “no racional”, como la llamarían los historiadores, resolvía cualquier diferencia comunal en las tribus

germánicas que se habían adueñado por aquel entonces de Europa. En la Edad Oscura, hasta los sospechosos de delitos graves quedaban a merced de un “juicio por ordalía”. Las leyes menospreciaban las pruebas terrenales. Dios sabía quién había matado o robado, así que la

investigación de los hechos era irrelevante. El único fin de un tribunal era invocar el juicio divino. En la Inglaterra sajona, era frecuente que un sospechoso asustado

intentase evitar la ordalía reclutando a miembros de la comunidad

dispuestos a declarar en su favor bajo juramento, con la esperanza de convencer al juez de que le absolviese. Pero, como a los que juraban en

falso les caía encima el fuego del infierno, la duda más remota sobre la

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inocencia de un sospechoso bastaba para que sus amigos y conocidos le volvieran la espalda, dejando así su suerte al arbitrio de lo que no era más que un cara y cruz.

Una ordalía exigía el contacto prolongado de la carne del acusado

con agua hirviendo o bien, cosa igualmente harto común, con un hierro

candente. Cuanto más grave fuese el delito del que se le acusaba, más al fondo le obligaban los jueces a meter la mano en el agua, o más pesado era el trozo de hierro candente que debía sostener. Luego le vendaban la carne chamuscada. A los tres días, los jueces estudiaban las heridas e interpretaban el designio de Dios. Si se habían curado, el acusado era inocente y quedaba en libertad, aunque no obtenía ni la más mínima disculpa por el miembro que le habían dejado inútil. El hedor de una infección indicaba culpa y acarreaba la ejecución. Sin embargo, la crueldad de las ordalías sobreviviría con mucho a las temibles guerras de clanes de la Edad Oscura; de hecho, se habían creado para evitarlas. Un tipo de ordalía que siguió siendo habitual en Inglaterra hasta el siglo XV fue la pelea de estacas, en la que acusado y acusador, o aquellos que los defendían, se golpeaban con estacas de madera. Si el acusado resistía la lucha desde el alba hasta el crepúsculo, era inocente. De nuevo, una derrota le deparaba la horca. Incluso después

de

que

dejaran

de

practicarse

estos

torneos

como

procedimiento judicial, siguieron apareciendo en los libros de Derecho, hasta que resucitaron sorprendentemente por última vez en 1817. Hubo también en tiempos antiguos una pena que se llamaba el

culeum, que consistía en introducir al reo en un saco de culebras y otros

bichos. También era uso y costumbre en la Edad Antigua el uso de la ley del Talión, reflejada en el antiguo derecho quiritario de Roma o en la costumbre bárbara de la blutrache, o venganza de sangre. Pero

en

fin,

abandonemos

ya

tantas

aliteraciones

e

interpretaciones jurídicas didascálicas y tenebrosas, y hagamos mutatis

mutandi, hablando de nuevo de esta XXVI Marcha Nerpio-Alcaraz, que,

aunque no lo parezca a veces, en verdad es el fin de esta memoria.

Hay que alabar en un rápido epítome, antes de salir de Mesones,

las exquisituras del restaurante Casa Nicolás. La olla estaba deliciosa, la

trucha exquisita, el servicio fue rápido y el vino divino. 20

¡Qué más se puede pedir para alcanzar el cielo! Bueno, sí, dormir en un altar, como hizo Pacual en Boche,

solipsista y hecho un escolástico, junto a santos y santas, entre himnos y flores, inspirado por el ius divinum.

Pero el mundo pertenece a los vivos, como dijera Jefferson un día sin eufemismo alguno, y allí, junto a la chimenea, acompañados de Joaquín, uno de los dueños del restaurante, y de Nicolás, el patriarca del

complejo, nos sentíamos virtis causa unos post obitum divinos. Por

tanto era preciso cargar los bártulos de caminar en el costillar e iniciar la marcha por la nieve, para sentirnos de nuevo con los pies en la tierra.

Es digno de señalar el paso por el antiguo complejo industrial de San Jorge, uno de los centros de las Reales Fábricas de San Juan de Alcaraz, las primeras de latón de España y las segundas de Europa. Este complejo de San jorge, completamente arruinado, estaba situado al pie de la mina de calamina, causa primera de la creación del complejo. Esta calamina es carbonato de cinc, metal que una vez extraído se alea con el cobre para producir latón, por lo que podemos decir que esta fábrica de finales del siglo XVIII fue una latonería. Tras pasar por el Charco de las Truchas se llegó a Los Chorros del

Mundo, donde observamos ex silentio la inmensa gruta de la altísima

pared, abierta ex nihilo contra todas las leyes naturales y divinas. Tras las fotos iniciamos el camino hacia Villaverde, cruzando pinus y pinus

combados por el peso de la nieve.

La noche fue in cosntrictus en el Centro Social de Villaverde y la

cena en la pensión Guadalimar, donde degustamos una fabada que no

parecía tal, quizás un poco empalagosa, aunque de buen gusto, según

opinio communis. Hemos de decir in iustitia que el vino que nos pusieron in iure cessio no estaba picado, como el sólito de Boche, y que además nos lo sirvieron con fiducia y sin mucho reclamo.

Esta pensión restaurante Guadalimar está regentada por Eduardo, que tiene en condominio con su cuñado Esteban. El primero es de El

Ferrol y el segundo de Cotillas, manejando entrambos el negocio desde hace un año. En él ofrecen las comidas típicas de la sierra, como las gachasmigas, los galianos, los andrajos, el ajo arriero, la olla, las migas y el ajopringue. El teléfono de la pensión es el 649736290.

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VVIILLLLA AVVEERRD DEE D DEE G GU UA AD DA ALLIIM MA ARR--BBIIEEN NSSEERRVVIID DA A Quisiéramos empezar estas líneas hablando en primer lugar sobre la pasada edición de la Ruta del Pernales, la cuarta. Tras realizar la primera jornada entre Riópar y Villaverde de Gudalimar, se representó

en el cine de Villaverde la Cantata del Pernales, un recitar flamenco para un cantaor, un narrador y un guitarrista, que fue estrenado en el Cante de las Minas de 2005, compuesto por Alonso Palacios, un albaceteño de Reolid que está afincado en la localidad murciana de Archena. El cantaor, Manolo Cano, nacido en la población sevillana de La Puebla de Cazalla, interpretó con maestría esta pieza flamenca, acompañado por las cuerdas de la guitarra de Fernando Rodríguez, paisano suyo también de la Puebla. El narrador fue el mismo compositor de la obra, Alonso Palacios, que ha basado la obra en las historias de tradición oral recogidas sobre la vida y muerte del bandolero. Mucho se ha escrito sobre el Pernales en los últimos años y su leyenda está unida a Villaverde de Guadalimar, población en cuyo término municipal se produjo su ictus mortis. Se ha hablado de la dureza de sus sentimientos, de lo malvado y cruel que era… Pero no

todos los que lo conocieron pensaban igual, y muchos lo tenían como el bandido generoso que robaba a los ricos y daba a los pobres. Opiniones las habrá siempre para todos los gustos. ¡Pon tus cosas en consejo y unos dirán que es blanco y otros dirán que es negro! Habría que tener en cuenta, antes de vertebrar cualquier opinión,

la situación miserable de la sociedad campesina de aquella época de

finales del siglo XIX y principios del veinte, dominada por una clase oligárquica, que jamás se preocupó por mejorar la situación social y económica de esa gente campesina. Desde su posición privilegiada, la clase dominante, burguesía, nobleza y clero, sólo tenía acepción por mantener sus privilegios, adquiridos por unos en ese siglo XIX con la Revolución Liberal, o arraigados por otros en el Antiguo Régimen. Desde el poder se ha denominado siempre como bandidos o

bandoleros, a cualquiera que se salía del camino que marcaban las normas éticas, morales o legales dictadas por ese mismo poder. Así ocurrió con el Tempranillo, con Diego Corrientes o con el Pernales, y así había ocurrido muchos siglos antes con las terribles bagaudas.

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Eran estas bagaudas tropas de bandoleros contumaces que se

dieron en la Galia e Hispania durante el Bajo Imperio Romano, y que

continuaron desarrollándose hasta el siglo V. Sus integrantes eran principalmente campesinos o colonos evadidos de sus obligaciones fiscales, esclavos huidos o indigentes, gente desesperada que vio en el

robo y el saqueo la única forma posible de sobrevivir. Era gente en su mayoría que prefirió vivir libremente con el nombre de esclavos, que ser esclavos manteniendo sólo el nombre de libres.

Así lo citaba Diodoro de Sicilia en un texto suyo, en el que decía que “hay una cosa propia de los iberos y sobre todo de los lusitanos: los que en edad viril están apurados de fortuna pero descuellan en fuerza física y en denuedo, se proveen de valor y con las armas se juntan en las asperezas de las montañas y formando notables ejércitos recorren iberia y amontonan riquezas por medio del robo; y persisten en ello despreciando todos los peligros”. La actitud de Pernales y de la mayoría de los bandoleros decimonónicos ha sido interpretada por algunos autores como una auténtica revolución social; quizás incluyéndolos, posiblemente en una clasificación demasiado ontológica, en un grupo de gente desesperada que vio en el robo y la rapiña la única forma de sobrevivir y destacar sobre los demás. En el caso concreto de Pernales fue el delincuente más perseguido a lo largo de los años 1906 y 1907, y provocó las chanzas y burlas en el Congreso al ministro de Gobernación, don Juan de la Cierva y Peñafiel, como así refleja Alonso palacios en la Cantata del Pernales: Ministro de la Cierva, cuida bien de tu bolsa, que anda suelto el Pernales.

Los diarios madrileños se burlan del ministro, de las torpes medidas que tiene que adoptar y aparece en las coplas jocosas de la corte, como un politicastro mediocre e incapaz.

Si la Cierva al caco vil contemplar quiere en prisiones,

mande a la Guardia Civil, a más de las instrucciones un candil. En La Roda andaluza se concentran las tropas

que han de dar con el rastro del temible bandido. Dicen que dos mil hombres han sido necesarios para hacer que el Pernales salga de su guarida.

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¿Adónde vas con tu jaca, con una herradura de menos, si en la barranca del río esperan los carabineros? Con la pistola al cinto tengo que morir,

Si muriera como los valientes hablarían de mí. Ojalá y podamos visitar pronto el proyectado Museo del Pernales

en Villaverde de Guadalimar, proyecto en el que está poniendo mucho empeño su alcalde, Antonio Peinado. Con este proyecto, del que se

dispone ya del local, se podrá promocionar turísticamente esta población serrana, tan olvidada y arrinconada entre los altos cerros del Cambrón, el Padroncillo, el Padrón y La Sarga. Desde Villaverde se inició en esta quinta etapa por una pista forestal la ascensión al Cambrón, aunque no se subió a él por la falta de visibilidad en su cima. Un grupo de enervados, formado por Visitación y por los dos Juanes, pensando en que se iba a ascender a esta peña, cogieron la vía directa hasta Bienservida. Sin embargo los dioses ultratelúricos no les fueron propicios a esta cohorte de tocados, pues en realidad lo que hicieron fue abrir paso entre la nieve al resto de la tropa. Bien es verdad que llegaron los primeros de la etapa y pudieron tomar una mojadura antes de que se apurase el termo. La cena de esa noche fue en el hotel Florida, consistente en una

sopa de picadillo que fue por completo apurada, dicho esto sin animus

de ofender a nadie. Pilar, la cocinera y copropietaria con Francisco

Javier, su cognado, fue la ilustre cocinera de tal manjar, sólo digno de los dioses superiores.

Hemos de decir también el buen trato que se nos ha dispensado en las diferentes veces que ya hemos estado en este local, en cuyo bar siempre acompañan la caña que se demanda en barra con una pequeña

tapa. Otros guisos dignos de destacar y celebrar en el restaurante son el cocido, el potaje de habichuelas pintas, el ajoatao, el atascaburras, el

ajopringue y la olla de aldea. Dispone también de cinco habitaciones para tomar posada.

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BBIIEEN NSSEERRVVIID DA A--SSA ALLO OBBRREE Volviendo otra vez a las costumbres antiguas, existió durante la

República romana la de arrojar a los asesinos y traidores por la roca Tarpeya. La rupes Tarpeia era una pendiente escarpada junto a la cima

Sur de la colina Capitolina, con vistas al antiguo foro. Se utilizó durante la República como lugar de ejecución de asesinos y traidores, que eran lanzados sin piedad desde la misma. Según la leyenda, cuando Tito Tacio atacó Roma tras el rapto de

las Sabinas, la virgen vestal Tarpeya, hija de Espurio Tarpeyo, gobernador de la ciudadela de la colina Capitolina, traicionó a los romanos abriendo las puertas de la muralla. El motivo de tal traición fue bien prosaico: obtener lo que los sabinos "traían en sus brazos". Pero ella poco se esperaba que, en lugar de brazaletes de oro, obtendría golpes de sus escudos y que sería arrojada al vació desde la roca que aún hoy lleva su nombre. Hacia el 500 a.C., Lucio Tarquinio el Soberbio, último rey de Roma, niveló la cima de la roca, retirando los altares construidos por los sabinos, y construyendo un templo dedicado a Jupiter Capitolino. También se construyó un templo dedicado a Saturno, que contenía el tesoro de Roma, que César habría de saquear en el 49 a.C. Esta costumbre de arrojar a los criminales por la roca Tarpeya, quizás la tomaron los romanos de los griegos, pues hicieron lo mismo desde la roca Barathon, situada detrás de la Acrópolis de Atenas. Pero la función era la misma en ambas civilizaciones: castigar a los conversos de traición a su patria e impiedad, delito por el que precisamente fue

condenado Sócrates, aunque su pena fue la de envenenamiento por cicuta, una muerte mas silenciosa y políticamente mas digna para el reo. Al precipitar el cuerpo del traidor desde la roca quedaba insepulto a

merced de las aves y elementos climáticos, causándole una muerte impía y deshonrosa ante la gente que acudía a contemplar la ejecución.

Hubo entre los bárbaros, siguiendo con las mores maiorum, o

costumbres antiguas de los mayores, una tradición que se llamaba la morgengabe o donatio propter nuptias, es decir el regalo de la mañana

tras la noche de bodas. Esta costumbre sí sabemos con certeza que existió en tiempos del tercer año de reinado del rey de los visigodos

Sisebuto, esto es, en el año 615, y consistía en la donación de la mitad 25

de los bienes del marido a la esposa en mérito del pudor y virginidad con que llegaba al matrimonio.

Era algo contrario totalmente a la dote y no sólo se trataba una remuneración pecuniaria, pues sabemos también que esta donación consistía en dar a la mujer parte de las bestias del hogar, de las armas o

de las tierras del marido para que la mujer las conservase. Lo que ignoramos es lo que sucedía cuando el consorte masculino comprobaba que él no era el primer varón que la mujer había conocido a lo largo de su vida premarital. Relacionado también con el matrimonio estaba el ius prima nocte,

conocido también como derecho de pernada, aunque está relacionado

con los usos y abusos señoriales del medioevo. No existen datos que demuestren fehacientemente la existencia de este derecho, pues sólo lo conocemos por la literatura medieval, según el cual el señor feudal tenía derecho a dormir con la mujer del payés la primera noche tras la boda. Más antigua era la costumbre de la covada, que consistía en la simulación del parto por parte del padre, que se metía en la cama, simulaba los dolores del alumbramiento y recibía todas las atenciones de la familia con el bebé en sus brazos. Mientras, la madre recién parida se iba a trabajar a las faenas del campo como si jamás hubiese dado a luz. En realidad esta costumbre no era de los pueblos bárbaros que arribaron a nuestra Península a lo largo de los siglos V y VI, sino mucho anterior. Eran las sociedades cántabras y astures de la Hispania prerromana quienes practicaban estas prerrogativas tan extrañas, y dicen que era una forma de fijar y consolidar la paternidad del niño, nada clara por entonces. Podía entenderse, entre muchas y variadas interpretaciones que se le ha dado, como un acto de amor por parte de la madre, que así hacía padre del niño al marido, en una época en que los encuentros amorosos

con otras parejas diferentes a la suya, tanto por parte del marido como de la mujer, debía ser algo normal. Pero para hablar de amor quisiéramos exponer a continuación el poema de nuestro fallecido y muy agnado poeta albaceteño Antonio Matea Calderón, llamado Te quiero, que dedicó a Rosa Mary Piqueras, y

que forma parte de su poemario No Busques el porqué, publicado en Albacete en 1957:

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Es dulce tu cara;

tus cabellos negros; tu boca… tus ojos; tu mirar al cielo;

por eso al mirarte

murmuro: ¡La quiero! Y cuando en la noche brillan los luceros,

pensando en tus ojos que son hechiceros, medito llorando: ¡Dios mío, la quiero! Y así, siempre mudo, callando en silencio, pasa el día… las horas y, yo por ti ciego, pienso sin descanso: ¡La quiero! ¡La quiero! Yo no sé porqué, pero me da miedo… ¿será de perderte? y en tu encanto acerbo y absorto, el suspiro Proclama: ¡Te quiero! Hemos de agradecer en Bienservida a Francisco Javier, alcalde del

pueblo, el gesto de generosidad que tuvo con nosotros al dejarnos una casa rural del Ayuntamiento para nuestro contubernio. También hemos de dar a deus gratia por el ofrecimiento de Juan Ángel, cura párroco del

Bienservida, que se dio a enseñarnos la iglesia y a prestarnos la

mojadera de la Casa Parroquial. Nos acompañó igualmente en nuestra post cena, y salió a despedirnos del pueblo, lo que es siempre de agradecer en un ministro de Dios, máxime en estos tiempos tan prosaicos y tan enfermos, en los que la familia cristiana se ha roto y la iglesia católica está tan perseguida. Juan Ángel realiza una excelente labor en el pueblo, no sólo salvando las almas mundanas. Ayuda a la gente que apenas sabe leer a sacarse el carné de conducir, es el principal soporte de los emigrantes 27

del pueblo y ha colaborado en diferentes proyectos culturales, como dos

libros de gastronomía del pueblo y una historia de Bienservida que próximamente se publicará. Ojalá todos los miembros de la Iglesia

católica fueran tan ofrecidos en razón de la humani iuris, y en vez de lanzar sus eternos gritos de hostes persecutem ayudaran más a la

sociedad, como lo hacen curas como Juan Ángel, con lo que contribuirían también a creer más en ella.

Desde Bienservida salimos elevados hacia el Cortijo de los

Serafines, para llegar entre lluvias al Cortijo de Lázaro, lugar del

almuerzo. El rius de La Mesta, que atravesamos seguidamente lleva un intenso caudal, producto de las intensas nieves, y así aparece también otra barranquera que atravesamos y que forma unas bonitas cascadas. Antes de llegar al camino asfaltado de El Ojuelo, cruzamos el rius

del mismo nombre por unos maderos, y seguidamente cogimos el

camino ennevado del Poyo la Miel y El Tobar Alto. Entre prunos,

rosmarinus, cistus, helleborus, thymus, helichrisum y pinus, con

algunos líquenes epifitos en sus troncos, hicimos el descenso a Salobre, por un camino completamente embarrado, lo que nos recuerda una vez más la embarrada desaventura que tuvimos años atrás con el alcalde de un pueblo. Este regidor tenía voluntad de acompañarnos hace unos años a la entrada de su pueblo, pero lo único que consiguió el muy pelanas, con

su iusnaturalismo senderista, fue meternos en un completo barrizal.

Cuando se dio cuenta de la onerosa faena perpetrada quiso enmendar el enmiendo volviendo sobre sus propios pasos, pero a partir del desatino

del corregidor cada uno cogió con su propio tino el camino de Villadiego.

¡Ojalá y Dios haya condenado por impiedad al maléfico alcalde! -Seguid al alcalde, seguid al alcalde –decía Gerardo, en virtud de

su potestas y officium, mientras enfilaba su propio rumbo hacia el pueblo.

-A mí no me sigáis, que yo no soy monitor –decía Sigfredo huyendo como un cobarde del barrizal. unos

El caso es que cada cual puso su azimut en sus antenas y sólo pocos,

sin

ningún

monitor

28

de

este

evento,

siguieron

al

desventuroso y cristófobo alcalde. Pero hay que agradecer la voluntad

del hombre, que a pesar de su mala ventura no quiso más que socorrernos en nuestros desbridados pasos por la sierra, y hay que significar que tras los postres de la cena nos invitó a unos aguardientes para que perdonásemos el embarramiento, que en verdad, aunque gustemos recordarlo, tenemos olvidado in sécula seculórum.

Es verdad que a veces es necesario saber olvidar para poder

alcanzar una auténtica y sana purificación de la memoria, como dijo hace poco uno de los más primarios episcopus de la iglesia apelando a su nirvana hagiografía. Pero nosotros con esta memoria pretendemos

siempre tener las cosas frescas y purificadas ad infinitum, que para eso apelamos al inicio de este libellus a la diosa Ataecina Turibriga y a nuestra musa de la memoria.

Es de señalar que Valentina y Ángel, que regentan el restaurante Rivera del Salobre, se negaron con alevosía a cocinarnos unos huevos

fritos a unos cuantos princeps de la marcha, pero sí fabricaron a

Amparito, la Morita, y a Silvia, la Correcaminos, una tortilla francesa y un bocadillo

de

lomo,

que

creemos

de

más

ceremonia

y

primor

contingencia que los primeros. Para descargo de los exentos y perezosos venteros hemos de decir, en virtud del principio de legalidad y según nuestra propia axiología, que el arroz caldoso de la cena era res

divinum, digno de las más altas y meritorias cortesías.

¡Hasta tres platos llegaron a devorar algunos desabridos! Así ocurrió antes de ir a dormir, que algunos y algunas volaban por los cielos, más que bailaban, en la pista del disco bar de la plaza. Y si no que se lo digan a la pobre Visi, que daba continuos botes y rebotes en el suelo y en el techo de ese establecimiento bardiscotequero.

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SSA ALLO OBBRREE--A ALLC CA ARRA AZZ En los últimos años se ha producido un importante auge del

turismo rural en nuestro país, fenómeno al que no es ajena nuestra sierra de Albacete. Pero este fenómeno no ha ido acompañado, por desgracia, con un incremento de la formación del personal que se

dedica profesionalmente al mundo del turismo. Así la mayoría de profesionales de establecimientos turísticos, tanto casas rurales, como hostales o restaurantes, olvidan que el primer objetivo que debe tener un empresario turístico es la satisfacción del cliente. Mari Carmen y su hermana Inmaculada, del hostal Los Nogales de Nerpio, Joaquín en el Mesón Nicolás de Mesones o Francisco Javier y su mujer Pilar en Bienservida, tienen muy claro este objetivo, y nos han mimado en nuestro paso por sus establecimientos, tanto como clientes presenciales o como futuros clientes potenciales. Otros sin embargo, que actúan con dolo malo poniendo al cliente el vino picado o prestando el servicio con una falta de interés total, como ocurrió con la tardanza en el desayuno en el restaurante de Rivera del Salobre, dejan mucho que desear. Seguro que este restaurante ha perdido con su flema a más de un futuro cliente. Otras veces el ruralismo, la singularidad o la familiaridad, compensan cualquier otra escasez primaria. Y aquí hemos de apuntar el buen trato en El Rulo de Herminio, en Beg, al que se añadió nuestra amiga Elena de Yetas, hermana del anterior, y algunos vecinos del pueblo, que colaboraron en la confección de las migas que consumimos. Otros establecimientos hacen pluris petitio pecuniaria, aunque no

mengüen en el servicio, como en el bar Ángel de Vianos, donde

pagamos unos huevos fritos a precio de aurum, aunque eso no impidió

que diéramos cuenta de ellos sin mucha prosopopeya, dicho esto sin ironía socrática alguna. Es verdad que a veces lo de menos es el peculio,

máxime si pasas una semana asalvajado en el campo, pero es menester citar la acrimonia y los malos usos de unos, así como alabamos las laudes de otros sitios.

Con algunos pródigos paralelos, que retornaban afligidos de su

desventurada aventura nivosa en el Saltus Cazorlensis, salimos desde

Salobre embarrados y entre disparos de guerra por un predio olivífero.

Muy pronto algunos senderistas, tras rogatio ad populum llevada a cabo 30

en virtud del imperium de Paco, salieron atacados y desperdigados hacia

Vianos, con los huevos puestos en la frente (nos referimos a los fritos, claro), y puestos ya los ojos en las ostentadas torres del Tardón y de la Trinidad de Alcaraz.

Tras el almuerzo en Vianos, con el que hicimos nuestra eucaristía

particular sin ínfula alguna, llegamos por un saltus al valle del rius Alcaraz, que se forma de la unión de los rius de La Mesta y El Escorial.

Ambos rodean El Santo, donde se manifiestan los restos de una antigua casa de merced, que estuvo dedicada al rescate de cautivos en el siglo XIV, y un enterramiento visigodo, con tumbas que fueron excavadas, y más tarde expoliadas, en la misma roca. Los visigodos entraron en Hispania tras la firma del pacto o

foedus, que su rey Valia realizó en el 409 con el emperador romano

Honorio. Mediante este pacto los visigodos expulsarían de la Península Ibérica a los suevos, vándalos y alanos, y a cambio podrían instalarse en el reino de Tolosa. Tras ser expulsados por los francos de la actual Aquitania francesa, los visigodos llegaron a su definitivo asiento de Hispania. Por ese foedus del 409 y por el ius hospitalitas romano, los

habitantes de Hispania entregaban a los godos una tercera parte de sus

fundos y casas, quedando para los dueños las restantes dos terceras partes. Dicen algunos autores que con los visigodos España fue por

primera vez España, sobre todo cuando Odoacro, jefe de los hérulos, depuso en el 476 a Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente. Desde entonces el reino visigodo fue un reino independiente de pleno

derecho, una independencia y unidad basada sobre todo en la unidad religiosa bajo el cristianismo, en el autoritarismo administrativo y en la aplicación de modelos de fidelidad vasallática. Luego o antes vino lo del morbo gótico, nombre con el que se conoce a la habilidad de destronar y descabezar reyes para alcanzar el poder, pues un rey descabezaba a otro, que a su vez era descabezado

por su sucesor. Y así uno tras otro hubo descabezamientos continuos y raro fue el rey visigodo que murió naturalmente, aunque lo natural entre la realeza germana era morir descabezado.

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“Rey serás si obras rectamente, rey no serás si no obras

rectamente”, había dicho en sus obras San Isidoro de Sevilla, uno de los más ilustrados y santos godos de todos los tiempos, de las que se

pueden citar sus Etimologías, Cuestiones sobre el Antiguo Testamento y

su Historia de los godos. Y es evidente que ni Akhila, hijo de Vitiza, o don Rodrigo, supieron ser reyes.

Al parecer pocos reyes godos merecieron serlo, tal vez por eso lo del morbo gótico y lo del descabezamiento. También descabezado, o al menos de muerte no natural, aunque lo natural entre los godos fue la muerte no natural, como ya apuntamos naturalmente atrás, murió don Rodrigo, el último rey visigodo. Este rey pereció en la batalla de Guadalete, cuando los árabes al mando de Muza y Tariq, atraídos por la traición de los hijos de Vitiza, el extraño conde don Julián y otros personajes áulicos, se hicieron con el control de la Península y completaron la llamada pérdida de Hispania. Aquella invasión supuso igualmente su cambio de nombre, pues desde entonces empezó a conocerse como Al-Andalus. Sin embargo en 1213, un día de finales de mayo, esta tierra de Alcaraz volvió a ser recuperada para la cristiandad. Fue el rey Alfonso VIII quien la arrebató de nuevo a los sarracenos por la fuerza de las armas, que era la forma habitual de arrebatarse estas cosas. Precisamente en el restaurante que lleva el nombre del rey conquistador se celebró la comida que puso punto final a la marcha, de la que dimos presta cuenta sin mucho disimulo. Desde allí, tras la

despedida, comenzamos un nuevo compromissum y un nuevo sueño, puestos ya los ojos en la marcha del año que viene y aparcadas nuestras

huellas y el lema de la marcha en los nevados caminos de la sierra que acabamos de atravesar. ¡Qué nevazo, macho!

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EEPPIILLO OG GU USS Como dijimos al principio de este libellus, el mes de mayo pasado

se fue de este mundo el poeta albaceteño Antonio Matea Calderón,

hermano de nuestro padre y por tanto tío agnado nuestro. Tras nuestra entrada en triunphus en Alcaraz, querría volver a recordarlo por última

vez en el epilogus de la memoria de nuestra marcha senderista, marcha que conocía perfectamente, pues leía desde hace tiempo todas las

publicaciones de este proyecto, y estamos convencidos que le hubiese gustado realizar alguna vez si hubiese tenido robur y sanitas para ello.

Él creía, como Heráclito, que todo fluye en esta vida y nada es

eterno, pero al igual que su lírica perdurará inalterable en la retina de

aquellos que gustamos pasear la mirada por sus versos, esta marcha permanecerá muchos años, por mucho que cambien los participantes y monitores que pasan por ella. Y sería complicado intentar averiguar el porqué, como ya dijo nuestro tío en los versos introductorios de este

libellus. Tratar de comprender ciertas verdades es tarea imposible de

alcanzar, pues lo importante en la vida no es encontrar la verdad, sino seguir buscándola para no convertirnos en juguetes del destino. Para Antonio Matea Calderón, el único camino para llegar a la verdad y alcanzar la felicidad era la poesía. Él se llamaba a sí mismo poeta en su poema Identificación, que forma parte de Oscuras ediciones, aparecido en la primavera de 2007: IDENTIFICACIÓN Yo soy Antonio Matea -por tradición familiaraquél que no se lo crea

lo puede hasta investigar, poeta que con la idea rimo, mas, para rimar

antes bato en la bateas del cerebro, mi cantar. Ya se fue este grandioso poeta albaceteño de esta vida, sin hacer

muchas tribulaciones, en busca de la madre Muerte, como un hijo más

que buscaba morada en el paraíso de los poetas. Pero nosotros desde

estas páginas, antes de poner final a nuestra aventura senderista,

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quisiéramos recordarlo en nuestro translatio hacia Albacete, a nuestra

parvus patria, al menos de la mayoría de los que realizan esta marcha.

Albacete era para nuestro tío su Sancta Sanctorum, donde él guardaba siempre sus tablas de la nostalgia, como así dejó escrito en Poeta en Albacete, donde llora a su madre Ciudad desde los hilos de la melancolía, mostrándola con orgullo dentro de su corazón: ALBA CITY Anclada en la llanura como un cardo, verdes jardines, jaula de cemento; tan llana y sideral como un espejo que capta el acertijo del futuro. Este es mi ser de espiga removiéndose entre la gachamiga y el ensueño. “Nueva York de La Mancha” –te llamaron. “Vaso de luz ungida” –tantas cosas para decir la nada y un deseo“madre Ciudad” –que dije. Orgullo te sostiene y este afán de ser algo, como tu hijo, el que huyó de tu estepa. El que regresa y llora, y quisiera

hacerte y no dejarte; volver a ser sagato de tu navaja herida. Historia,

si es que fuese posible, de tu futuro por hacer. Pero hoy,

canto del gallo que ha de granar mañana, todo es poco y es nada para el ojo del hijo

que te añora y regresa. Para este ganapán que desertó una noche

por la rendija abierta de la desesperación. 34

PPO OSSTTEEPPIILLO OG GU USS Así como todo tiene un principio, todo ha de tener un final en esta vida, y esta memoria, que ni siquiera pretende serlo, pone punto y final ad nútum a la labor como cronista del que viene proseándola, sin detraer jamás una coma de lo acontecido a lo largo de los último siete años, siete años en los que ha

estofado también el librillo que se entrega en la premarcha. Los tiempos pasan, así como pasa el de las personas que forjan los entresijos de esta marcha. Pero otras vendrán detrás, que con mejor o peor tino, seguirán dejando por escrito en el blanco papel, también sin remisión alguna, los acaeceres y desventuras de los siete días de andadura por la sierra albaceteña. Es verdad que no es nada fácil, y menos aún reconocido, componer un libro, como dijera Cervantes un buen día. Aunque sólo se trate de un simple

libellus como esta nomemoria que se abre ahora ante tus ojos, o aquel otro

que se entregó en mano a cada participante al iniciar la aventura senderista. En

éste, sobre todo, han sido muchas las horas dedicadas de trabajo, tanto ante el ordenador, como en investigar la historia, las tradiciones y las costumbres de los sitios por los que se pasa durante el recorrido de esta marcha. También hay que ir a los pueblos, aldeas y cortijos y entrevistar a determinados personajes lugareños, o realizar los planos y perfiles de las diferentes etapas, intentando, además, que se adapte todo el conjunto al formato requerido en la imprenta. A veces las diatribas arrojadas con alevosía o las sátiras descaradas con connotación, sean reales o fingidas, son más causa para descabezar gigantes o derribar molinos que el ya citado descabezamiento visigótico, por mucho que el descabezado haya hecho sobrados y reconocidos méritos para guardar la cabeza en su sitio con el esfuerzo realizado en pro de la marcha a lo largo de tantos años. Pero como ya hemos dicho en muchas ocasiones lo verdaderamente importante es la marcha, al margen de los personajes, custodios o participantes, que pasen por ella, aunque es evidente que sin ellos no tendría mucho sentido hablar de este singular recorrido. La Marcha Nerpio-Alcaraz perdurará todavía muchos años, haya o no descabezamientos

o

juicios

ordalísticos

en

las

intermarchas,

estamos

convencidos de ello, y seguirá abriendo su fama por todos los pueblos de nuestra sierra. Al menos mientras exista gente aventurera y atrevida que esté dispuesta a aventurarse durante siete días por sus caminos y sendas, por sus barrancas y veredas, donde aún se escucharán por largo tiempo los ecos de las pisadas de sus caminantes, que seguirán resonando por cada peña, por cada esquina y por cada rincón de nuestra sierra. Azuqueca de Henares, 23 de diciembre de 2008.

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LLIISSTTA AD DEE PPA ARRTTIIC CIIPPA AN NTTEESS Santiago Piqueras Mora Ángel Roldán Pastor Jesús Ortega Campillo Pascual Valls Cantos Silvia Liante Lardiere Raúl Contreras Alfaro Amparo Valls Cantos Francisco Javier Herreros Roldán Ervigio Cantó Navarro Santiago Carballo Martín Juan Pablo Pérez Peregrín José María Luján García Antonio Ortega Campillo Teresa Segura Querol Jorge Martínez Navarro Juan Agustín Molina Guirao Víctor Manuel Hernández Villar Visitación Marín García José Antonio Carro Sanz Pepe Giménez Carmen Carrión Lola Peinado Tina Dios Salvador Arnan Josep

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