Células de Estudio Bíblico Apuntes de los estudios Bíblicos semanales en los hogares cristianos. CÓMO ORAR POR NUESTROS HIJOS Salmo 127:1-5

El Ejército de Salvación The Salvation Army Iglesia Cristiana Evangélica Cuerpo de New Brunswick Capitanes Gerardo y Mónica Balmori Pastores y Oficia

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El Ejército de Salvación The Salvation Army Iglesia Cristiana Evangélica Cuerpo de New Brunswick

Capitanes Gerardo y Mónica Balmori Pastores y Oficiales Directivos

Células de Estudio Bíblico Apuntes de los estudios Bíblicos semanales en los hogares cristianos

CÓMO ORAR POR NUESTROS HIJOS

Salmo 127:1-5

Introducción:

CHISTE Volver a caminar Doctor Ud. piensa que después de esta operación voy a volver a caminar? -Seguro !!... porque va a tener que vender el auto para poder pagar la factura de la Clínica..! CHISTE Con dolor o sin dolor. Hemos escuchado varias predicaciones sobre el tema de la oración. Seguramente todos aquí sabemos como elevar oraciones de alabanza, de gratitud, de confesión, de intercesión. Pero, ¿sabemos como elevar oraciones por nuestros hijos? Como padres, la mayor parte del tiempo oramos por nuestros pequeños y también por los ya grandecitos, de una forma ambigua. Cuando oramos por ellos la mayor parte del tiempo lo hacemos dentro de un contexto de crisis. No es sino hasta que nos enteramos, y eso por una tercera persona y a veces ajena a la familia, que nuestros hijos andan mal que entonces corremos delante del Señor y entonces ¡empezamos a orar por ellos! Pensamos que porque están en el círculo de la iglesia y en contacto con la Sagrada Escritura, todo anda bien. Esta “falsa seguridad” nos lleva a bajar la guardia, a tal punto que cuando oímos algo a cerca de ellos decimos “no, si mi hijo es un cristiano”.

Voy a contarles una historia: Un día un padre salio a pasear con su pequeño hijo. Como era verano y hacía calor, el padre se acostó debajo de un árbol mientras el niño jugaba a su alrededor. El padre se durmió y mientras dormía el niño se alejó de él. Cuando despertó lo primero que hizo fue buscar al niño. Después de buscarlo por largo tiempo llegó al borde de un precipicio y mirando hacia abajo vio entre las piedras y los árboles el cuerpo sin vida del pequeño. Pues el niño se había caído en el precipicio. Hermanos padres de familia: ¡cuantos de nosotros estamos confiados de que nuestros hijos están seguros! Cuantos de nosotros dormimos en lugar de orar por nuestros hijos, mientras ellos se van acercando al terrible precipicio del mundo. A veces pensamos que nuestra responsabilidad es solamente traerlos a la escuela dominical y al culto. Pero eso no es todo. Hay un elemento importante que solamente nosotros como padres

podemos activar y ese elemento es la oración. Como padres es nuestra responsabilidad poner en práctica la dinámica de orar por nuestros hijos en toda etapa de sus vidas. NO debemos olvidar nunca que nuestros hijos nacidos en hogares cristianos, son el blanco principal del maligno. El enemigo anda alrededor de ellos, perturbando sus vidas de diferentes maneras. Por eso, ¡hay que orar! tomando toda la armadura de Dios para que tanto ellos como nosotros, podamos permanecer firmes contra las asechanzas del diablo. Pero, ¿cómo podemos cumplir con esta responsabilidad? Con la ayuda del Señor y su Palabra escrita vamos a compartir dos pautas. Hoy veremos la primera de ellas:

1. Entregándolos al Señor (Sal. 127:3a) “Los hijos son una herencia del Señor” (Sal. 127:3a) Por lo general nuestras oraciones se enfocan en lo que nuestros hijos hacen y no en lo que son y pueden llegar a ser en las manos de Dios. A menudo nuestras oraciones son mas bien quejas que ponemos delante del Señor. “Señor, te pido por Pedro. Es muy malcriado, irrespetuoso conmigo. Te pido que lo cambies. Su desorden me tiene aburrido y cansado. Es muy perezoso, ni siquiera lava los platos. Y tu sabes Señor que yo trabajo mucho, tócale su corazón para que sea más acomedido...” y así continuamos orando, mas bien quejándonos de ellos delante de Dios. Estas palabras que encontramos en este Salmo, nos debe conducir a ver y a tratar con nuestros hijos desde una perspectiva diferente. No todos los padres ven a sus pequeños como un don de Dios, sino que por el contrario hay muchos niños cuyos padres les han dicho “hubiera sido mejor que no hayas nacido”. Otros han procedido al aborto con el consentimiento de ambos, otros los evitan porque los consideran como un "estorbo". Ser padres es tanto un privilegio como una responsabilidad. Ninguno de nosotros los que tenemos hijos tenemos un título universitario que nos acredite como excelentes padres. Por el contrario, debemos reconocer que en nuestro esfuerzo de ser buenos padres hemos cometido errores. Pero, volviendo al punto que nos ocupa preguntémonos ¿qué significa eso de “entregar nuestros hijos al Señor”? Y esto es de suma importancia mis amados. Por lo general, como padres, nos enfocamos en el bienestar de nuestros pequeños, tratamos por todos los medios transmitirles los altos valores cristianos, nos esforzamos en reunirlos para tener un tiempo con el Señor, oramos con ellos y por ellos, ¿no es cierto? Pero, ¿los hemos entregado al Señor? ¿Qué significa esto? Definamos primero lo que significa entregar. Entregar: significa poner en manos o en poder de otro a una persona o cosa. Ponerse en manos de otro sometiéndose a su dirección, declarándose vencido o sin fuerzas para continuar el trabajo. Ahora veamos el ejemplo bíblico en 1 Samuel 1:27-28 (NVI): “Este es el niño que yo le pedí al Señor, y él me lo concedió. Ahora yo, por mi parte, se lo entrego al Señor. Mientras el niño viva, estará dedicado a él” “...yo, por mi parte, se lo entrego al Señor” ¡Esta es la clave cuando oramos por nuestros hijos!

Aquí hay una bella enseñanza enfocada en tres breves palabras “es el niño que yo le pedí al Señor... él me lo concedió... ahora yo... se lo entrego al Señor”. A menudo decimos que nuestros hijos nos han sido prestados, pero en la práctica no es así. Cuando los entregamos al Señor estamos reconociendo nuestra incapacidad como padres y al mismo tiempo, solicitamos la intervención divina en sus vidas y en las nuestras. Por eso, nuestras oraciones por nuestros hijos deben de comenzar con una entrega a Dios en vez de una queja. Hermanos, nuestros hijos están rodeados de toda clase de influencias malévolas que no solamente atentan contra su vida espiritual sino la física también. Aquí habemos muchos padres cuyos hijos están en el período de la adolescencia. El más peligroso y vulnerable en la mayoría de los muchachos. Para ellos es el tiempo de las ilusiones, los sueños, rebeldías, cambios físicos, definición de la profesión, y por supuesto el tiempo de las amistades. Pero para los padres es el tiempo de mayor preocupación y vigilancia. Es el tiempo de los conflictos entre padres e hijos. Hoy padres cristianos fieles y ejemplares sufren por sus hijos. Lloran por sus muchachos que han abandonado el hogar, por las hijas que han salido embarazadas antes de casarse, por los que se involucran en las drogas, el sexo o actividades de ocultismo. Seguramente algunos de los presenten estarán pensando que me estoy refiriendo a la gente que no conoce a Cristo. Pero no mis amados, lo que he mencionado anteriormente está latente en los hogares de algunos de nuestros padres cristianos. Por eso ¡debemos entregarlos al Señor! Desde antes, durante y después de su nacimiento. Por eso es muy importante que tomemos en serio el acto de presentación de nuestros niños al Señor. Este es un acto que va más allá de ser un rito religioso. Es significativo porque presentamos a nuestros hijos a Dios como lo que verdaderamente son: un regalo de Dios. La entrega que Ana y Elcana hicieron delante del Dios era completa e irrevocable. Envolvía un elemento importante: FE. Y, ¿qué podemos decir también del ejemplo de Abraham y su hijo Isaac? Veamos lo que nos dice la Biblia en Génesis 22. Creo que esta es la prueba de fe más grande que padre alguno haya tenido que enfrentar con respecto a su hijo. ¿En dónde está la clave? “Los hijos son una herencia del Señor” Hermano padre y madre, ¿has entregado completa e irrevocablemente tus hijos al Señor? Muchas veces la situación de un hijo se encontrará totalmente fuera de nuestro alcance. Muchas veces usted y yo nos hemos preguntado ¿cómo puedo ayudar a mi hijo a pasar este momento difícil? La respuesta nos la da la Palabra inspirada por Dios: “Los hijos son una herencia del Señor” (Sal. 127:3a) “Este es el niño que yo le pedí al Señor, y él me lo concedió. Ahora yo, por mi parte, se lo entrego al Señor. Mientras el niño viva, estará dedicado a él” (1 Sam. 1:27-28 NVI). Dedicar nuestros hijos a Dios significa que no solamente dependemos del Señor para que nos ayude a criarlos, sino que los aceptaremos tal y como Dios los ha creado. Es hora de dejar de luchar en nuestras propias fuerzas y permitirle al Señor que nos enseñe a saber cómo orar por nuestros hijos. Si el Señor no edifica la vida de nuestros hijos, en vano nos esforzamos. Si el Señor no cuida de nuestros hijos en vano nos desvelamos y preocupamos.

El Señor Dios todopoderoso estará siempre al lado de nuestros hijos. Porque “nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios” (Sal. 20:7b NVI). Durante toda la vida nuestros hijos están expuestos al peligro. Como padres muchas veces hemos tenido que salir corriendo rumbo al hospital, hemos tenido que pasar largas horas de desvelo cuando se enferman, los protegemos, los defendemos y los cuidamos. Pero cuando crecen, las dificultades se tornan más complejas.

Estadisticas Cada 45 minutos un hijo se va de la casa Cada minuto un niño es abusado, c Cada 9 minutos un adolescente es arrestado por consumo de droga o alcohol Cada 45 minutos alguien sale herido o muerto como consecuencia de la violencia en las escuelas. El 72% de los adolescentes invierten menos de 20 minutos a la semana para hablar con sus padres, por eso hermanos, hay padres que no conocen nada de sus hijos, 66% tornan alcohol y drogas como una manera de escapar de sus problemas, 70% de los jovencitos varones y el 63% de las muchachas se han visto envueltos en relaciones sexuales prematrimoniales. La adolescencia es la etapa de más angustia y preocupación para los padres. Cada vez que nuestros hijos están fuera y suena el teléfono saltamos de la silla. Y cuando están fuera de la ciudad por razones de estudio o trabajo no podemos dormir tranquilos. Es entonces cuando se evocan un tumulto de pensamientos y emociones que solamente los que somos padres podemos comprender. Es entonces cuando debemos recurrir al recurso de la oración. Es la hora de colocarnos al frente de la batalla e interceder por nuestros hijos.

2. Colocándonos al frente de la batalla (v. 3b-4) “... los frutos del vientre son una recompensa... como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud” Dios nos ha bendecido dándonos hijos por lo tanto no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras contemplamos que ellos van por mal camino y nosotros no hacemos nada para impedirlo. Como padres tenemos el derecho y el sagrado deber de acercarnos a Dios, a través de Cristo, para colocarnos como intercesores a favor de nuestros hijos. No importa lo que podamos escuchar de nuestros hijos, o acerca de ellos, nuestra primera reacción debe ser, definitivamente, la intercesión. Porque como dice la Escritura: “... los frutos del vientre son una recompensa... como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud” Ninguno de nosotros sabemos, a ciencia cierta, los planes de Dios para cada uno de nuestros hijos. No sabemos si el Señor levantará líderes mejores que nosotros. Por eso no podemos dejar de interceder por ellos. Sin embargo, hay unos aspectos de suma importancia en cuanto a este aspecto de la oración, como lo es la intercesión. Si queremos que nuestras flechas, es decir nuestros hijos, sean de bendición, entonces, no solamente debemos educarlos para que no lleguen a ser una carga para la sociedad,

no solo debemos inculcarles los grandes valores de nuestra fe, como padres debemos seguir el ejemplo de Job. Leamos Job 1. Para aquel padre piadoso colocarse en el frente de la batalla en oración por sus hijos era algo cotidiano. En ese momento Job no solo intercedía por sus hijos sino que también confesaba los pecados de ellos. ¿Es esta la manera en que oramos por nuestros hijos? Re tomando lo del domingo pasado ¿no es cierto que nuestras oraciones son quejas? Tenemos entonces que dar un giro de 180º y cambiar nuestras quejas por verdaderas oraciones. Pero hay algunos elementos que debemos considerar si es que queremos que nuestras oraciones sean oídas por el Dios a quien, al igual que Job, tememos y servimos. 2.1 Antes de colocarnos al frente debemos remover obstáculos como la decepción, la ira y la falta de perdón. Sí mis amados, seamos sinceros. Hemos sido decepcionados por nuestros hijos cuando vemos en ellos actitudes y valores que no les hemos enseñado, cuando traen malas calificaciones, cuando nos llaman del colegio para decirnos que nuestro hijo o hija se ha metido en serios problemas, o cuando se apartan de Dios. Creo que esta es la decepción más difícil de superar. Como padres tenemos altas expectativas para nuestros hijos. Y eso es bueno, pero al mismo tiempo puede convertirse en un arma de doble filo. Como padres debemos entender que nuestros hijos tienen su propia personalidad y que por lo tanto no pueden ser ni como mamá ni como papá. Tampoco debemos esperar y alimentar las esperanzas de que ellos tengan la misma vocación y profesión que nosotros sus padres. Hijos a ustedes les digo que no tienen que ser en cuanto a su carrera profesional, lo mismo que sus padres. Pero sí les aconsejo que sean lo que ellos son como hombres y mujeres de Dios. Imiten su fe, su amor, su dedicación, su servicio incondicional para el avance del reino, sean diezmeros y ofrendadores gozosos, den para la causa de Cristo como sus padres “...según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría” (2 Co. 9:7). No podemos ser intercesores eficaces a favor de nuestros hijos si anidamos en nuestro corazón resentimientos de ira por sus malacrianzas o por sus actos de desobediencia. Cuando la decepción, la ira y la falta de perdón se asoman, es cuando como padres debemos acercarnos “...confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitamos” (He. 4:15-16). Ahí podremos dejar todas nuestras heridas y decepciones a los pies de Cristo. Padres, necesitamos de la gracia de Dios. No olvidemos que es por su gracia que nosotros hemos llegado a ser padres. Por lo tanto, en los conflictos, las dificultades, las desilusiones, las decepciones, los engaños, y todo lo que nos ocasiona sufrimiento por nuestros hijos y sus actitudes, deben ser dejados ante el trono de la gracia de Dios. Persistir en lo mismo es tratar de buscar salir de una encrucijada. ¿Qué remediamos con mantenernos decepcionados y enojados contra nuestros hijos? Nada. Sin embargo, ganaremos mucho si en lugar de sermonearlos, cosa que les fastidia a los muchachos y al parecer los vuelve más sordos y desobedientes, nos postramos de rodillas, alzamos nuestra mirada a cielo e

intercedemos por ellos y al igual que Job decimos: “Señor purifica a mis hijos, porque quizás ellos hayan pecado contra ti y renegado de ti en su corazón.” Por lo tanto, mi querido padre y madre, como dice la Biblia: “si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí te acuerdas que tu... [hijo o hija] ...tiene algo contra ti [o tú contra él], deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu... [hijo o hija]; luego vuelve y presenta tu ofrenda” (Mt. 5:23-24). Este es el aspecto más práctico de cómo orar por nuestros hijos.

2.2 Al frente de la batalla debemos orar por sus amistades Hay un dicho que muchas veces escuché de mi abuela: “Dime con quien andas, y te diré quien eres”. Y esto es verdad. Los psicólogos han llegado a la conclusión de que nadie tiene mayor influencia (positiva o negativa) en un adolescente, como sus propios compañeros de estudio o trabajo. Esto es lo que aquí llaman “peer pressure”. Así que en el campo de batalla debemos orar para que nuestros hijos busquen y se han rodear por amigos correctos. Se ha comprobado que la primera experiencia con drogas, sexo, alcohol, cigarrillo, robo, actos de violencia, etc. viene por vía de “su mejor amigo”. Por lo tanto debemos re enfocar nuestras oraciones de tal manera que evitemos orar inadecuadamente. Me explico: por lo general en nuestras oraciones pedimos para que los malos amigos se alejen de nuestros hijos. Pero eso a parte de ser incorrecto es antibíblico. Más bien debemos orar para que ese jovencito sea tocado por Cristo. Así lo manda la Biblia: “...que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos... Esto es bueno y agradable a Dios... pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad” (1 Tim. 2:1-4)

Padres, fijémonos en el énfasis de este versículo. No es orar por orar. Se mencionan tres cosas: a) plegarias. La plegaria es una súplica humilde y ferviente, b) oraciones. La oración es la elevación de todo nuestro ser hacia Dios para alabarle. Es el recogimiento del alma para meditar en Dios y en lo que Él es y c) súplicas y acciones de gracias. La súplica es el intenso dolor del alma atribulada que busca a Dios y se somete a su voluntad. La acción de gracias es expresara Dios nuestra gratitud por lo que Él ha hecho en nuestro favor. Enfocamos nuestra atención en su fidelidad. Debemos orar por nuestros hijos suplicando con humildad y fervor. Elevando todo nuestro ser hacia Dios. Es dolernos ante Dios por ellos y por su pecado y someternos a Su voluntad, asiéndonos de su eterna fidelidad. Así cuando su hijo lleve a su casa a aquel joven con el pelo parado y pintado de muchos colores como una guacamaya o un papagayo, vestido de todo de negro con si anduviera de duelo perpetuo, con una argolla en la nariz como si fuera ganado vacuno, aproveche la ocasión, usted como padre cristiano y consagrado al Señor, ¡testifíquele de Cristo sin temor!

2.3 Al frente de la batalla debemos orar por sus rebeldías

Hijos rebeldes ¿quién no los tiene? Los hijos rebeldes están aún en el hogar del pastor de su iglesia. Pero, ¿cuál debe ser nuestra actitud y nuestra reacción hacia los hijos rebeldes? ¡Definitivamente la oración! Amados seamos honestos y sinceros con nosotros mismos y admitamos que la reprensión, la amonestación, la exhortación y aun las medidas disciplinarias drásticas a veces no funcionan, sino más bien pareciera como que ponen más rebeldía en el corazón de los hijos. Es ahí en donde tenemos que orar como Josafat cuando se vio ante una gran dificultad. El oró diciendo: “¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra esperanza!” (2 Cr. 20:12). Y esta es la gran verdad: no hay nada en nuestras manos y en nuestros esfuerzos que podamos hacer para hacer volver a nuestros hijos de su rebeldía, excepto ¡orar! Puesto que solo el Espíritu Santo puede convencerlos de su error y pecado de rebeldía. Debemos confiar y descansar en Dios y su poder. Y como aquel padre de la historia que nos narró el Señor en Lucas 15:11-31, debemos esperar que Dios haga la obra y solo entonces podremos decir: “...este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado.”

Conclusión: No es fácil ser padre. Sin embargo, Dios nuestro Padre Celestial, nos ha dejado Su Palabra, nos ha dado Su Espíritu, y nos ha dado la familia más grande a la cual pertenecemos, la iglesia del Señor. No hay padre cristiano que no haya derramado una lágrima por sus hijos. No hay hijo que no haya defraudado a sus padres y se haya rebelado contra su autoridad. Pero fiel es Dios que no olvidará nuestras oraciones por nuestros hijos. Porque “...nosotros confiamos en el nombre del Señor nuestro Dios” (Sal. 20:7b) “Tú Señor eres nuestro escudo; tú Santo de Israel, eres nuestro rey.” (Sal. 89:18) Creo que este es el momento de poner nuestras cuentas al día con Dios, con nuestros hijos y con nuestros padres. No hay ofensa, por muy grande que sea ni herida profunda que supere al amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por Su Espíritu. Padre y madre, si tus hijos te han ofendido es hora de perdonarlos. Hijos si tus padres te han ofendido es hora de que los perdones y que tú también les pidas perdón. En esta tarde, antes de dedicar nuestros hijos a Dios permitamos a Dios que sea él el quien sane y restaure nuestras vidas. Oremos y pidamos al Señor, padres e hijos, perdón por nuestros pecados.

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