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CERVANTES: ARTE Y PENSAMIENTO Entrevista con John J. Allen
Octubre de 2007
por Ma. Teresa Elizarrarás
Ma. Teresa Elizarrarás - Dr. Allen, en la introducción a su Don Quijote en el arte y pensamiento de Occidente, que escribió en coautoría con Patricia S. Finch, menciona que las imágenes con las cuales se ilustra ese libro son el resultado de más de diez años de búsqueda. ¿Puede hablarnos de cómo se concibió y formó esa obra? ¿Hay alguna correspondencia entre las citas y las pinturas que las acompañan?
John Jay Allen - Nuestro libro se concibió desde el principio simplemente como un homenaje a Cervantes, motivado por el deseo de divulgar entre un público muy amplio, más allá de los cervantistas y el mundo académico, una idea del enorme impacto que ha tenido y sigue teniendo la obra maestra de Cervantes en nuestra cultura occidental. Las citas reunidas en el libro de figuras de relieve mundial —casi cien— que atestiguan la importancia de Don Quijote, emparejadas con imágenes de los más variados artistas, venían inicialmente en inglés, ya que el público a que iba dirigido no era el de España e Hispanoamérica, sino el resto del mundo, donde se conoce mucho menos la importancia de la obra. Ninguna de las citas de esa primera etapa de la confección del libro era de hispanoparlantes, precisamente para hacer 1
hincapié en la influencia internacional de la obra. Luego se aproximó el centenario y terminamos traduciéndolo al español para la publicación en Madrid. De allí que la conexión entre las citas y las imágenes contiguas es con frecuencia inexistente, ya que se escogieron con vistas a la variedad que representan los autores de los elogios. A veces nos pareció interesante una secuencia de imágenes, o una cita representaba a nuestro ver una perspectiva parecida a la de la imagen, pero hay que tener en cuenta que las citas reflejan el impacto del texto en el individuo, mientras que las representaciones gráficas sólo representan al protagonista. Nuestro intento con este libro-regalo era que el lector dejara el libro deslumbrado —como lo estábamos nosotros— de la amplitud y profundidad de la influencia de Cervantes en nuestra cultura.
MTE - Como editor del Boletín Cervantes, usted vivió la experiencia de abordar un campo muy fértil y productivo. ¿Cuáles fueron las preocupaciones o las líneas de trabajo que sentó para esa publicación, órgano de difusión de The Cervantes Society of America? ¿Cuál fue la respuesta de los colaboradores del Boletín a estas líneas de trabajo?
JJA - Las prioridades para Cervantes, el boletín de la CSA, se señalaron en el primer número, que salió en el otoño de 1981. Yo quería ofrecer algo diferente, consciente de las dificultades de trabajar con un autor con una bibliografía crítica tan vasta y variada; por consiguiente, yo buscaba: (1) estudios que nos ayudarían a evaluar y asimilar los materiales que necesitamos para seguir adelante; (2) apreciaciones del estado presente de los estudios sobre un aspecto 2
dado de la obra de Cervantes; (3) síntesis de un conjunto de estudios recientes; (4) reseñas comparadas de ediciones. La verdad es que en el cuarto de siglo que siguió a ese primer número, recibimos muy pocos estudios siguiendo esas líneas, porque son bastante difíciles, y la mayoría de los críticos prefiere concentrarse en sus propias interpretaciones, y casi nadie tiene la perspicacia, la dedicación, el poder de síntesis y la amplitud de miras para poder escribir algo en la línea de La concepción romántica del Quijote, escrito por el destacado cervantista que entrevistó usted en el segundo número de esta Revista de Estudios Cervantinos, Anthony Close.
MTE - A lo largo del tiempo, un motivo de estudio para los especialistas ha sido la actitud del lector hacia la novela de Cervantes. En el capítulo tres de su libro Don Quixote: Hero or Fool? A Study in Narrative Technique, usted aborda varios de los recursos estilísticos que afectan el juicio del lector sobre don Quijote. ¿Qué nos puede decir acerca de esos recursos?
JJA - El estudio de los recursos estilísticos revela cómo Cervantes controla y varía la actitud del lector hacia don Quijote a lo largo de la novela. En el capítulo tres, me concentré sobre todo en dos elementos estilísticos revelatorios de ese control autoral: (1) el estilo arcaico altisonante de don Quijote, que no sirve simplemente como un eco de la literatura caballeresca, como sería de esperar, sino que contribuye a la preparación de un desenlace cómico en distintos episodios. Ese arcaísmo es un rasgo estilístico que disminuye marcadamente en la Segunda Parte, hasta desaparecer del habla de don Quijote en los últimos cuarenta capítulos. (2) La parodia del estilo épico, recurso al que suele seguir un 3
desinflamiento cómico a expensas de don Quijote. Estos dos recursos se destacan en marcado contraste con la ausencia de ellos en la preparación de momentos críticos de autoconocimiento, de anagnórisis, tanto en el caso de Sancho como en el de don Quijote.
MTE - Dr. Allen, en el 2005 salió a la luz su edición renovada de Don Quijote de la Mancha. Años antes colaboró usted en la edición crítica de don Quijote, del Instituto Cervantes, dirigida por Francisco Rico y publicada en 1998. Háblenos por favor de las modificaciones en su edición del 2005. De igual manera, nos gustaría conocer su opinión sobre la edición crítica de Francisco Rico.
JJA - Como indiqué en la “Introducción a la edición renovada” de 2005, Cátedra quería que renovara la edición algunos años antes, pero opté por esperar y aprovecharme de la enorme riqueza de material que, como colaborador en la edición de Rico de 1998, sabía yo que contendría. Y, en efecto, me aproveché de ella con frecuencia en la mía, enmendando el texto en docenas de casos y enriqueciendo las notas y la bibliografía con la ayuda de las suyas. La edición del profesor Rico de 1998, ahora corregida y renovada con algunas variaciones en la del centenario, publicada por Círculo de Lectores, es la primera que se ha hecho en estos cuatro siglos que está realmente a la altura del texto. Uno de los puntos claves de la edición de Rico es su decisión de rechazar la práctica editorial adoptada por casi todos los editores modernos del Quijote: la fidelidad absoluta a la primera edición. Ofrece en la suya un texto que toma más en serio la segunda tirada de 1605 y la edición de 1608, un texto establecido tras el estudio y evaluación de toda la tradición editorial 4
posterior, a la luz de las normas fundamentales de la crítica textual. Para el centenario Rico sacó dos ediciones más, éstas para un público mucho más amplio — una de ellas patrocinada por la Real Academia y la Asociación de Academias de la Lengua Española, la otra por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha— con notas dirigidas a esos lectores, en las que ha modificado radicalmente la ortografía del texto. Citando el motivo principal mío por haber regularizado la ortografía del texto del Quijote en mi edición original de 1977, él también regulariza la ortografía, modernizándola aún un poco más de lo que había hecho yo. Donde diferimos Rico y yo con respecto a cómo debe ser una edición popular de la obra es en la colocación de la desaparición y recuperación del rucio de Sancho Panza en la Primera Parte, materia que Cervantes había quitado de la primera tirada de principios de 1605, pero que restauró en una segunda tirada enmendada. Por razones demasiado complicadas para desarrollar aquí —discutidas y debatidas en artículos suyos y míos todavía en prensa— Rico decidió dejar los textos de la pérdida del rucio y su recuperación fuera del texto, añadiéndolos como apéndices; yo, por mi parte, creo que es apropiado ponerlos donde deben estar en el texto. Sigue siendo un elemento importante del texto del Quijote que no vemos él y yo de la misma manera.
MTE - Es amplio el catálogo de sus publicaciones, entre ellas destacan las referidas al teatro del Siglo de Oro, baste citar su libro The reconstruction of a Spanish Golden Age Playhouse. El Corral del Príncipe (1583 – 1774). ¿Nos podría hablar de esta faceta de su trabajo?
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JJA - Las investigaciones que caracterizan mi carrera profesional se dividen en dos, cronológicamente. Durante veinte años me dediqué a la enseñanza y el estudio de la ficción en la prosa y la poesía lírica del Siglo de Oro. Cuando se jubiló mi colega de la Universidad de Florida, Francis Hayes, al final de la década de los 70, me vi obligado a dictar sus clases sobre la comedia. Muy pronto me di cuenta de que nuestro concepto de cómo eran los teatros de la época era muy vago y que las descripciones que existían estaban llenas de contradicciones. Sin dejar nunca el interés en Cervantes, me dediqué durante veinte años al estudio de estos edificios y a las circunstancias sociales, económicas y estéticas del mundo de la comedia. Un resultado concreto de estas investigaciones es la maqueta del Corral del Príncipe en el Museo Nacional del Teatro, en Almagro, basada —aunque con importantes distorsiones— en los diseños míos.
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