Ciencia y sentido común: dos imágenes de una misma realidad

1 Ciencia y sentido común: dos imágenes de una misma realidad Resumen Este artículo considera la oposición sellarsiana entre la imagen científica y

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Ciencia y sentido común: dos imágenes de una misma realidad

Resumen Este artículo considera la oposición sellarsiana entre la imagen científica y la imagen manifiesta del mundo a fin de defender la compatibilidad entre ellas sin necesidad de renunciar al realismo ontológico. Primero, se describe el fisicalismo de Williams como un ejemplo de posición que da superioridad a la imagen científica. En segundo lugar, el artículo presenta varias objeciones al programa de Williams. En tercer lugar, se examinan el pluralismo conceptual de Putnam y la defensa del sentido común de Strawson con el objeto de defender la compatibilidad entre el pluralismo conceptual y el realismo ontológico. Finalmente, se hacen algunas consideraciones en torno al status ontológico de los colores a fin de poner en evidencia una posible articulación entre el sentido común y el punto de vista científico acerca de las cualidades secundarias. Palabras clave: imagen manifiesta, imagen científica, pluralismo conceptual, realismo ontológico, fisicalismo.

Abstract This paper considers the Sellarsian opposition between the manifest and scientific images of the world in order to defend the compatibility of them without renouncing to ontological realism. First, Williams’ physicalism is described as an example of position that gives superiority to scientific image. Secondly, the article presents some objections to Williams’ program. Thirdly, it is examined Putnam’s conceptual pluralism and Strawson’s common sense in order to defend the compatibility between conceptual pluralism and ontological realism. Finally, I consider some questions about colors in order to show a possible articulation between common sense and scientific point of view about secondary qualities. Key words: manifest image, scientific image, conceptual pluralism, ontological realism, phisicalism.

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Ciencia y sentido común: dos imágenes de una misma realidad

Hay algo a la vez de ridículo y desconcertante en el hecho de que las gentes hayan llegado a creer que los modos científicos de pensar los objetos nos proporcionan la realidad íntima de las cosas y hayan puesto un sello de ilegitimidad sobre todos los demás modos de pensar los objetos y de percibirlos y gozarlos. Resulta ridículo porque estos conceptos científicos, al igual de otros instrumentos, han sido fabricados por el hombre al tratar de satisfacer un determinado interés: el de la convertibilidad máxima de cada objeto del pensamiento en cualquier otro. John Dewey

1. En su bien conocido artículo “Philosophy and the Scientific Image of Man”, Sellars contraponía la imagen científica del mundo a la llamada “imagen manifiesta” de la realidad, esto es, aquella imagen de sentido común con la que nos manejamos a diario1. De este modo, señalaba que la filosofía –que aspira, según Sellars, a comprender cómo las cosas en el sentido más amplio del término se relacionan entre sí en el sentido más amplio del término- tenía que habérselas, en principio, con dos imagen diferentes “del hombre en el mundo”. Ante el supuesto conflicto que la coexistencia de ambas imágenes2 suscita en la cultura occidental, Sellars privilegiaba la imagen científica en detrimento de la de sentido común –la imagen manifiestaseñalando que las ciencias naturales, y sólo ellas, son las autorizadas para establecer la verdadera ontología del mundo.3 De este modo, Sellars contraponía el realismo 1

Sellars (1963). Para Sellars, la imagen manifiesta es aquella en términos de la cual el hombre se encuentra a sí mismo en el mundo. Sin embargo, la oposición entre la imagen manifiesta y la científica no es equivalente -sostiene Sellars- a la que puede establecerse entre una visión acrítica y pre-científica del mundo y una visión crítica y científica de él. La imagen manifiesta es un refinamiento (empírico y categorial) de lo que Sellars llama “la imagen original”, una concepción animista del mundo en la que se atribuye status de persona a todos los objetos. La imagen manifiesta incluye, pues, los cánones de inducción definidos por Mill (suplementados por los cánones de la inferencia estadística), los sistemas especulativos de la filosofía antigua y medieval y los desarrollos de la filosofía del lenguaje ordinario de la primera mitad del siglo XX. 2 El término utilizado por Sellars –“imagen”- para caracterizar los enfoques científico y de sentido común, sugiere la idea de representación. Eso podría motivar la idea de que el sentido común es, como la ciencia, una teoría acerca del mundo. No creo que este sea exactamente el caso. Más bien, asocio el sentido común a un conjunto de prácticas –lingüísticas y no lingüísticas- y de formas de vida. Sin embargo, es obvio que en el mundo de la vida tenemos creencias acerca del entorno y que hacemos descripciones e hipótesis acerca del mundo que percibimos. Teniendo presente esto, adoptaré, pues, la terminología de Sellars para discutir la contraposición entre la concepción científica del mundo y la de sentido común. 3 Como dice en Empiricism and The Philosophy of Mind, “La ciencia es la medida de todas las cosas, de lo que es, que es, y de lo que no es, que no es”, (1997: 83). Con todo, aunque Sellars sostiene que la imagen científica del mundo es la adecuada (mientras que recluye al ámbito de las apariencias a los objetos de la imagen manifiesta), su pretensión es articular las dos imágenes del hombre en el mundo en una “visión estereoscópica”.

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científico (que aceptaba) al realismo de sentido común (que terminaba por rechazar).4 Desde entonces, distintos filósofos enrolados en las filas del fisicalismo han seguido la estrategia de Sellars, privilegiando el vocabulario de la física como el único indicado para determinar de qué manera es el mundo independientemente de todo observador.5 En contraposición a esto, los filósofos interesados en defender el llamado “realismo de sentido común” han optado generalmente (aunque no siempre) por una estrategia compatibilista, destacando la convivencia no conflictiva de la imagen científica con la de sentido común, y sosteniendo, por ende, la corrección y legitimidad de ambas imágenes del mundo.6 Con todo, esta estrategia suele estar asociada (tal vez de un modo involuntario) al abandono del realismo en un sentido pleno. Un enfoque kantiano del conocimiento suele oficiar de telón de fondo de estos planteamientos. Pues bien, en este trabajo me propongo argumentar a favor de esta estrategia compatibilista, aunque conservando una concepción fuerte del realismo que, me parece, suele dejarse a un lado por algunos de aquellos que intentan defender el realismo del sentido común. La concepción del realismo que quiero conservar es aquella que sostiene que el mundo físico es ontológicamente independiente de nuestras representaciones.7 Según este punto de vista, el realismo ha de entenderse fundamentalmente como una tesis ontológica. No argumentaré aquí, sin embargo, a favor de esta tesis. Antes bien, la supondré como correcta e intentaré mostrar cómo puede articularse con la estrategia compatibilista que mencioné anteriormente. Los pasos que seguiré en mi argumentación son los siguientes: en primer lugar, presentaré sucintamente la concepción fisicalista del mundo a fin de destacar sus implicaciones anti-realistas para con la imagen de sentido común [2]. En segundo lugar, daré algunos argumentos en contra de su monopolización de la imagen del mundo [3]. Finalmente, en discusión con algunos intentos de compatibilizar la imagen científica del mundo con la de sentido común, intentaré

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Cfr. lo que dice Putnam sobre las consecuencias anti-realistas del plateamiento de Sellars en (1987). Aparte de Sellars y Williams, que serán discutidos en este artículo, pueden subsumirse en esta alternativa Russell (2003), Mackie (1976) y, en general, aquellos filósofos enrolados en el fisicalismo. 6 Cfr. por ejemplo Putnam (1995) y (1999), Strawson (1997) y (2003) y Dewey (1952). Una estrategia diferente es aquella que sostiene que la imagen manifiesta representa el mundo tal como realmente es, mientras que considera que la imagen científica no es más que una concepción teórica abstracta que postula entidades imperceptibles para explicar ciertos fenómenos del sentido común. McGinn considera a Bradley como comprometido con este tipo de estrategia. Cfr. McGinn, (1983: 117). Tal vez, también el Husserl de la Krisis pueda ser ubicado en esta corriente. Cfr. Husserl (1991). 7 Desde luego, pueden establecerse diferentes “estratos” de la realidad. Los artefactos y las herramientas son, obviamente, reales, aunque –según algunos- no son completamente independientes, qua artefactos y herramientas, de nuestras acciones y consideraciones. Algo semejante vale para las instituciones sociales. En la discusión que sigue, sin embargo, me referiré al realismo en el sentido ontológico ya señalado, 5

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mostrar cómo es posible llevar adelante esa articulación al tiempo que se retiene el realismo en el sentido ya destacado [4].

2. Para caracterizar la posición de aquellos que privilegian la imagen científica del mundo en detrimento de la de sentido común, me serviré de la propuesta fisicalista de Bernard Williams tal como aparece plasmada en dos de sus libros.8 Según Williams, el conocimiento científico puede aprehender el mundo tal como es en sí mismo por medio de una actitud impersonal y libre de idiosincrasias particulares. Así pues, si el conocimiento científico es lo que pretende ser, debe referirse a una realidad que existe independientemente de cualquier pensamiento o experiencia. Ahora bien, supongamos que A y B tienen representaciones distintas del mundo independiente. Si lo que ambos tienen es conocimiento, entonces debe haber una manera de entender por qué esas representaciones difieren y cómo se relacionan una con la otra. Debería existir una explicación de cómo es posible que las perspectivas de A y B sean de la misma realidad. Para ello, hay que elaborar una concepción del mundo que contenga a A, B y sus respectivas representaciones. A su vez, esta nueva representación más amplia que contiene a A, B y sus representaciones debería ser explicada mostrando cómo se vincula con el mundo. Debemos ser capaces de formarnos esa concepción más amplia con respecto a cada una de las representaciones particulares del mundo, pues de lo contrario –sostiene Williams- careceríamos de toda “concepción adecuada de la realidad que ‘de cualquier manera’ está ahí”.9 Esta visión que nos debería permitir, en principio, dar cuenta de todas las representaciones del mundo (incluida ella misma) es la que Williams llama “concepción absoluta del mundo”. 10 Esta se caracteriza por los siguientes tres rasgos:

aplicado a la realidad física, sin que ello implique negar la realidad de otras entidades que, en cierto sentido, dependen de nuestras acciones y pensamientos. 8 Williams (1978) y (1985). 9 Williams, B., (1978: 64) 10 “La concepción absoluta es una concepción del mundo que todo investigador puede alcanzar aun cuando el investigador en cuestión sea distinto de nosotros [...] La sustancia de la concepción absoluta [...] radica en que ésta explica de una manera no vacua cómo esa misma concepción y las diversas visiones perspectivales del mundo son todas concepciones posibles. Es un rasgo importante de la ciencia moderna que ella contribuye a explicar cómo criaturas con un origen y características como las nuestras pueden entender un mundo con las propiedades que esa misma ciencia le adscribe al mismo [...] Será una concepción compuesta por materiales carentes de perspectiva, disponibles a todo investigador competente, cualquiera sea su naturaleza; y también podrá explicarnos, aunque no necesariamente a los investigadores extraños, distintos de nosotros, casos como nuestra capacidad para aprehender esa misma concepción”. Williams, B., (1985: 179)

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1-

Pretende explicar, en términos de cualidades primarias, la posibilidad de todos los fenómenos del mundo, incluidas la conciencia, las perspectivas locales sobre la realidad y la concepción absoluta misma.

2-

Pretende que esa descripción de la realidad es una descripción constituida por “materiales carentes de perspectiva”. La razón de ello es que dichas cualidades están en el mundo “de todos modos”, independientemente de nuestra experiencia.

3-

Todo investigador posible debería poder converger en la concepción absoluta del mundo. Tal convergencia se explica por el hecho de que “así es cómo son las cosas de todos modos.”

La concepción absoluta supone un contraste entre la idea del mundo como realmente es y la idea del mundo tal como nos parece que es, donde el primero de los términos alude a una concepción libre de las peculiaridades de todo observador particular.11 Para Williams, el mundo tal como es en sí mismo, independientemente de cualquier observador, es el mundo físico tal como lo describe (o podría describirlo) la ciencia física. Esta idea contrasta con la del mundo tal como le parece a cualquier observador en virtud de sus peculiaridades. La distinción tradicional entre cualidades primarias y secundarias es un importante ingrediente de esta concepción.12 Según Williams, los argumentos tradicionales ponen de manifiesto la forma en que las cualidades secundarias dependen de factores psicológicos. Cuando entendemos los procesos que subyacen a los fenómenos del color –para tomar el ejemplo paradigmático de cualidad secundariapodemos comprender por qué una cosa puede parecer de un color a una persona y de otro color a otra, o, también, por qué les parece coloreada a los miembros de una especie, y monocromática a los de otra. Así pues, al explicar en términos de las cualidades primarias del mundo por qué las cosas aparecen diversamente coloreadas a distintos observadores, hemos trascendido la idea de que las cosas son realmente coloreadas. Al explicar los fenómenos relativos al color nos hemos valido de una

11 En el planteamiento de Williams, las apariencias son consideradas como la forma en que el mundo independientemente de cualquier observador realmente no es. Así, por ejemplo en p. 250, refiriéndose a los colores, Williams habla de “errores de largo alcance”.

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concepción en la cual el color no figura como una cualidad real de las cosas. Como lo expresara Demócrito en el siglo V ac: “Los colores, lo dulce, lo amargo, existen por convención; en realidad, lo que hay son átomos y vacío”.13 Ello quiere decir que hay descripciones posibles del mundo que se valen de conceptos que no son particularmente nuestros ni remiten a nuestra experiencia. Siguiendo a Peirce, Williams sostiene que la concepción absoluta del mundo sería aquella opinión final en la que convergería la investigación, una opinión que sería independiente, no del pensamiento en general, sino de todo lo que es arbitrario e individual en el pensamiento. La concepción absoluta de Williams sería, pues, una concepción imparcial del mundo material que incluye a los observadores. Esta concepción sería equivalente a una descripción y explicación del mundo en términos de la física futura. Entre otras cosas, dicha concepción tendría que poder explicar cómo surgen las representaciones particulares de la realidad (por ejemplo, cómo algunas cosas llegan a parecernos verdes) y cómo ella misma es posible. En este sentido, implicaría una teoría del conocimiento y del error. Desde este punto de vista, la imagen del mundo de sentido común sería una imagen local, enraizada en nuestra particular manera de percibir las cosas. Los conceptos de los cuales nos valemos a diario para pensar y describir el entorno serían, por ende, conceptos dependientes del tipo específico de criaturas que somos. El mundo del sentido común quedaría reducido a un mundo de apariencias distorsionadoras causadas por nuestra interacción con el mundo físico. Nuestros gustos, intereses y experiencias son –reconoce Williams- algo en el mundo y, en tal sentido, son reales; sin embargo, en la medida en que dependen de las peculiaridades del hombre, puede decirse que no son realmente reales pues no forman parte del mundo independiente ni pueden figurar en una descripción no perspectivística de la realidad. En contraposición, los conceptos que pudieran pertenecer a la concepción absoluta del mundo carecerían de toda perspectiva particular y, por ello, serían idóneos para describir el mundo tal como realmente es independientemente de todo observador.

3. Ahora bien, resulta crucial para este proyecto el que pueda mostrarse la plausibilidad de una explicación fisicalista de todos los aspectos del mundo (o, al 12

Si bien Williams desarrolla estas ideas a partir de la obra de Descartes, disocia la concepción absoluta del mundo de tres aspectos de la filosofía cartesiana: 1) el representacionismo; 2) el dualismo sustancial y 3) la certeza como punto de partida de la investigación. 13 Citado por Williams en (1978: 244).

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menos, de una reducción a la física de aquellas perspectivas explicativas distintas de la de la física). Sin embargo, este punto ha sido objeto de críticas diversas. Por ejemplo, Putnam ha argumentado que la tesis de Williams según la cual la concepción absoluta debería poder explicar la posibilidad de las perspectivas locales y la suya propia no puede cumplir con sus propósitos, pues en el único sentido en el que tal concepción podría explicar la posibilidad de sí misma y de las perspectivas locales es en el sentido de que podría predecir qué marcas y ruidos se producirán en el futuro. Pero esto no es explicar de qué modo tales marcas y ruidos son concepciones del mundo ni es explicar de qué modo describen algo. Sin dar sentido a la idea de que las marcas y ruidos que constituyen nuestras perspectivas del mundo representan la realidad, Williams no puede sostener que esas marcas y ruidos son perspectivas sobre el mundo.14 McDowell, por su parte, objeta la pretensión de brindar una explicación fisicalista de las cualidades secundarias sin suponer una perspectiva subjetiva sobre el mundo. Según McDowell, para que la concepción absoluta de Williams pueda monopolizar la noción de realidad, debe poder extenderse hasta explicar los puntos de vista particulares. Los problemas que enfrenta esta tarea se ejemplifican con el caso de los colores. Frente a la empresa de explicar en términos de las cualidades primarias del mundo las percepciones de colores y las atribuciones de color a las cosas, McDowell señala la siguiente dificultad: para explicar “x parece verde”, por ejemplo, hay que presuponer una comprensión previa del predicado “es verde”.15 Si esto es así, el contenido de las apariencias que debe ser explicado en términos fisicalistas no resultará inteligible independientemente de un punto de vista no absoluto. Sólo alguien que supiera usar el predicado “es verde” podría entender qué es para un objeto “parecer verde”. Es una ilusión –concluye McDowell- suponer que una comprensión de cómo surgen las apariencias de colores será posible en el futuro después de haber dejado atrás el punto de vista que sostiene que las cosas tienen colores. En tal situación, no podríamos entender siquiera qué se supone que estaríamos explicando.16 14

Putnam (1994), cap. V. Para otras críticas de Putnam al fisicalismo de Williams, Cfr. ese mismo capítulo citado y Putnam (1990), cap. 8 y 11. 15 McDowell, J. (1998a). Williams mismo señala este inconveniente en (1978: 245), pero lo deja sin resolver. Cfr. la respuesta que da McGinn a este argumento en (1983: 6 y ss). 16 Por otra parte, y en sintonía con Nagel, McDowell también objeta el que se puedan incorporar los estados de conciencia a una concepción objetiva del mundo. Ciertamente, como sostiene Williams, hechos de la forma “es así para A”, donde el “es así” remite al carácter esencialmente fenoménico de la experiencia, pueden ser aprehendidos desde el punto de vista de la tercera persona. Pero de aquí no se sigue –argumenta McDowell- que puedan ser aprehendidos objetivamente desde el punto de vista de la concepción absoluta de la realidad. Hechos de tal naturaleza solo pueden ser conocidos desde el punto de vista de criaturas cuyas experiencias son fenomenológicamente semejantes a las de aquellas que

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En la misma línea de argumentación, Stroud señala (entre otras cosas) que el fisicalista está comprometido con lo que llama “una explicación desenmascaradora”, esto es, un tipo de explicación que pretende dar cuenta de la apariencia de algo, o la creencia en ese algo, sin suponer que esa creencia es verdadera.17 El problema de toda explicación desenmascaradora es que no puede llevarse a cabo consistentemente. En efecto, el proyecto desenmascarador no puede negar que percibimos diferentes colores y que creemos que los objetos físicos son coloreados. Esos son, precisamente, los hechos que han de ser desenmascarados. Para alcanzar la conclusión de que, desde un punto de vista físico, nada en la realidad es coloreado, deberá mostrarse que ninguna de nuestras creencias de sentido común acerca de los colores de las cosas es verdadera. La conclusión sobre el carácter ilusorio de nuestras percepciones y creencias acerca de los colores sólo puede alcanzarse si la concepción del mundo a la cual se apela –la concepción fisicalista del mundo- no recurre en ninguna instancia a creencias que atribuyan colores a las cosas como propiedades que son independientes de los observadores. Para ello, el fisicalista precisa comprender las percepciones y creencias acerca del carácter coloreado de las cosas sin recurrir, sin embargo, él mismo a creencias sobre los colores tal como las sostienen las personas en la vida diaria. Esa es la única manera de desenmascarar las percepciones y las creencias acerca de los colores como una mera apariencia. El problema con esto –señala Stroud- es que no podríamos identificar las creencias que otras personas sostienen acerca del color de las cosas sin sostener nosotros mismos algunas de esas creencias. Eliminar completamente los colores de nuestra concepción del mundo nos tornaría incapaces de identificar los hechos que la explicación desenmascaradora pretende desenmascarar. Por tanto, nunca podríamos arribar a una concepción según la cual hay percepciones y creencias sobre colores, pero no objetos coloreados. En palabras de Stroud:

Los contenidos de todas nuestras percepciones y creencias sobre los colores de las cosas constituyen una porción tan grande, penetrante e irreducible pretenden comprenderse. Esta es una dificultad, no para ubicar el abstracto “es así” de la experiencia en una concepción absoluta del mundo, sino para aprehender objetivamente la experiencia particular “es así para A”. La concepción absoluta del mundo es incapaz de incluir las respuestas subjetivas relevantes. Ello nos permite dudar –concluye McDowell- de la capacidad que tal concepción tiene para justificar la tesis según la cual las propiedades subjetivas reflejan una proyección de las respuestas subjetivas sobre la descripción del mundo. La otra crítica que McDowell le dirige a la posición de Williams concierne al supuesto de que la ciencia nos provee de un modo transparente de acceso a la realidad, como si el método científico mismo no supusiera de antemano una concepción histórica previa de cómo es el mundo y de cuáles de nuestras transacciones con la realidad producen conocimiento. 17 Stroud (2000). Todo el libro de Stroud es un minucioso examen crítico del proyecto fisicalista.

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dentro de todo aquello que tomamos por verdadero con respecto al mundo que no pueden ser seccionados de esa concepción mientras dejamos intacta nuestra comprensión de nosotros mismos como seres que perciben y creen todas las cosas que ahora percibimos y creemos.18

A fin de demostrar este punto, Stroud recurre a una estrategia de tipo davidsoniano. Para identificar las creencias de una persona, tenemos que ser capaces de relacionar los contenidos de esas creencias con las circunstancias en el mundo frente a las cuales la persona en cuestión sustenta esas creencias. Empero, este ejercicio supone la aprehensión de las condiciones de verdad de las creencias a ser desenmascaradas y, por tanto, la capacidad para utilizar esas mismas creencias. Por ejemplo, si pretendemos adscribirle a cierta persona la creencia de que lo que tiene enfrente es un limón amarillo, tenemos que ser capaces de identificar las condiciones de verdad de esa creencia. Para ello, deberemos ser capaces de identificar –entre otras cosas- la propiedad “amarillo” en el mundo. No precisamos sostener como verdadero lo que esa persona cree, pero debemos ser capaces de juzgar de qué color es el limón para poder identificar la creencia de esa persona y reconocer su verdad o falsedad. Sin este compromiso con las condiciones de verdad de las creencias que versan sobre hechos no psicológicos que se dan en el mundo, no seríamos capaces de atribuirle a las personas creencias acerca de los colores de las cosas. Por tanto –concluye Stroud- nadie puede abandonar todas las creencias acerca de los colores y todavía entender los términos de color involucrados en las atribuciones de percepciones y creencias que se refieren a los colores de los objetos. Así pues, nadie puede comprender ni reconocer aquellas percepciones y creencias que pretende desenmascarar si no se compromete realmente con la idea de que las cosas son coloreadas. Sin este compromiso, no habría nada que desenmascarar.19 Finalmente, por mi parte, quisiera resaltar ciertas implicaciones que se siguen del hecho de que el quehacer científico esté anclado en el mundo de la vida. Estas implicaciones conciernen tanto a la validez de las teorías científicas cuanto a las condiciones que hacen posible identificar un mismo mundo desde perspectivas distintas (la del sentido común y la de la ciencia). Por un lado, pues, cabe observar que, si fuera cierto que toda concepción del mundo que no forme parte de la ciencia física depende de una perspectiva particular, y si fuera cierto también que toda perspectiva particular – en este caso, nuestra imagen de sentido común- no es epistémicamente confiable (debido a que no representa el mundo tal como es en sí mismo), entonces jamás 18

Stroud (2000: 149).

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podríamos confiar en el conocimiento que nos proveen la percepción y la comprensión cotidiana de signos y acciones, ni siquiera cuando hacemos ciencia. En efecto, si fuera cierto que –como sostiene Williams20- el sentido común nos provee únicamente de una visión perspectivística, parcial y distorsionada de las cosas, entonces no podríamos confiar en nuestras observaciones, experimentos y lecturas de instrumentos a la hora de explicar en términos exclusivamente físicos la totalidad del mundo independiente. Si confiáramos en nuestros reportes observacionales normales, el conocimiento supuestamente absoluto dependería, para su justificación y validez, de un conocimiento que, paradójicamente, pretende desacreditar. Por otro lado, la importancia de “la perspectiva de sentido común” también es evidente a la hora de poder identificar aquellas entidades que son descriptas desde las dos imágenes. En efecto, si algunos rasgos del mundo no fueran captados correctamente por la imagen manifiesta, seríamos incapaces de identificar el mismo mundo desde las dos concepciones, la de la ciencia y la del sentido común (no podríamos decir, por ejemplo, que una misma sustancia puede ser descripta como agua y como H2O). Si los argumentos presentados en esta sección son correctos, una explicación exclusivamente física de la realidad entera se torna poco plausible, ya sea porque hay aspectos del mundo que no pueden explicarse completamente en términos físicos, ya sea porque cualquier explicación física depende, pragmáticamente hablando, de la validez de nuestros reportes observacionales y del modo en que actuamos y pensamos el mundo (nosotros mismos incluidos) desde las categorías del sentido común.

4. Las críticas arriba reseñadas al programa de Williams apuntan a su fisicalismo, a la pretendida monopolización explicativa de la física y a sus criterios de lo que cuenta como real o mera apariencia. Una alternativa más plausible al conflicto entre las imágenes científica y de sentido común comienza a vislumbrarse cuando recurrimos a una estrategia compatibilista. En lo que sigue, pues, defenderé este tipo de estrategia resaltando la compatibilidad del pluralismo conceptual con el realismo (en un sentido fuerte).21 19

Cfr. Stroud (2000: 168). Cfr. Williams (1978: 65). 21 Desde un principio hay que aclarar que la compatibilidad de ambas imágenes no excluye completamente conflictos o incompatibilidades puntuales entre ellas. Muchas de las creencias de sentido común sustentadas en el pasado (junto con sus refinamientos filosóficos) han sido refutadas por el avance científico. Asimismo, algunos desarrollos filosóficos que se hallan anclados en una ontología de sentido común pueden desalentar razonablemente proyectos de corte científico (las críticas al programa fisicalista 20

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Ahora bien, considero que hay tres puntos en los cuales es preciso mostrar cómo pueden articularse la imagen científica y de sentido común:

i)

El sentido común nos presenta una ontología

de objetos

macroscópicos directamente observables, mientras que la imagen científica postula una ontología de entidades que no son directamente observables. ii)

El sentido común nos presenta a los objetos que percibimos como teniendo cualidades secundarias; mientras que la ciencia hace abstracción de esas cualidades.

iii)

El sentido común incluye en su ontología entidades tales como personas, significados, valores, normas, deseos, sentimientos, sensaciones, etc; mientras que ninguna de esas entidades –al menos directamente- aparecen poblando el mundo de la ciencia (más específicamente, el mundo de la física).

En lo que sigue, sólo puedo concentrar mi atención en i), aunque hacia el final del artículo diré algo acerca de los puntos restantes sobre la base de lo dicho en la sección [3]. Pues bien, es posible leer una estrategia compatibilista en las publicaciones de Putnam de los últimos veinte años. Pienso en Putnam (1983), (1987), (1990), (1994), (1995) y (2004), libros todos en los que cuestiona el llamado “realismo metafísico” (asociado a concepciones fisicalistas) a fin de sostener la pluralidad de sistemas descriptivos del mundo. Así pues, puede decirse que, a fin de dar cabida al realismo de sentido común, Putnam ha rechazado el realismo metafísico22 para sustituirlo por el realismo interno primero, y por el realismo natural después.23 En ambos casos se trata

de Williams sirven de ejemplo). Por otro lado, en ocasiones se han subrayado algunas líneas de continuidad entre la ciencia y el sentido común (por ejemplo, con respecto al patrón de la investigación y diversas formas de razonamiento) que tienden a acercar, antes que a contraponer, las imágenes de la ciencia y del sentido común. Nada de lo que diré a continuación contradice estas dos observaciones. Sólo deseo resaltar que, por un lado, los conflictos entre las dos imágenes del mundo no pueden ser globales (por lo expuesto en la sección [3]); y, por otro lado, que los diversos tipos de continuidades que puedan señalarse entre ambas imágenes no son tantas ni tan decisivas como para disolver la contraposición entre ellas. 22 Putnam caracteriza el realismo metafísico en función de los siguientes tres rasgos: 1) el mundo consiste en una totalidad fija de objetos que son independientes de la mente; 2) hay exactamente una descripción completa y verdadera de la forma en que el mundo es; y 3) la verdad involucra alguna suerte de correspondencia. Cfr. Putnam (1981), cap. 3. 23 Para el realismo interno de Putnam, Cfr. (1981), (1987), (1990), (1994). Para su realismo natural, Cfr. (1999).

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de una forma de realismo que intenta hacer lugar a la tesis de la relatividad conceptual (tesis que Putnam juzga como incompatible con el realismo metafísico). Esta tesis puede caracterizarse del siguiente modo: existen sistemas conceptuales equivalentes con los que podemos describir el mundo, todos igualmente correctos aunque incompatibles.24 La relatividad conceptual debe distinguirse de lo que Putnam llama “pluralismo conceptual”.25 Este último postula la existencia de diversos sistemas conceptuales (por ejemplo, el de la física y el del sentido común) que son compatibles entre sí, aunque no sean cognitivamente equivalentes y aunque sus respectivas ontologías no puedan reducirse a una única ontología fundamental y universal. Originalmente, Putnam introdujo su tesis de la relatividad conceptual en estrecha vinculación con el realismo interno. De acuerdo a este último, “Desmenuzamos el mundo en objetos cuando introducimos uno u otro sistema descriptivo”.26 Ello hace que –según Putnam- la idea de un mundo “ya hecho”, independientemente de todo esquema conceptual, carezca de sentido: “La noción de objetos que existen ‘independientemente’ de los esquemas conceptuales es errónea en tanto no hay pautas para el uso de las nociones lógicas, además de las elecciones conceptuales”.27 Y en otro lugar dice:

Lo que llamamos ‘lenguaje’ o ‘mente’ penetra tan profundamente en lo que llamamos ‘realidad’ que el proyecto mismo de representarnos a nosotros mismos como ‘representando’ algo que es ‘independiente del lenguaje’ está fatalmente comprometido desde el principio28.

El realismo natural de Putnam, profesado en sus últimos libros, no parece desmentir completamente estos asertos.29 En cualquier caso, Putnam parece pensar que la tesis de la independencia ontológica, atribuida principalmente al realismo metafísico, se halla en tensión con el reconocimiento de la relatividad y pluralismo conceptuales.

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Cfr. el ejemplo del mundo à la Carnap y el mundo à la Lezniewski en Putnam (1987), (1990) y (2004). Que dos esquemas sean incompatibles quiere decir, no sólo que postulan ontologías diferentes, sino que son cognitivamente equivalentes (en el sentido de que los fenómenos que son explicados en un esquema tienen una explicación correspondiente en el otro esquema) y que las descripciones del mundo que se hacen desde uno y otro esquema no pueden ser unidas por una simple conjunción. En cambio, el pluralismo conceptual implica –tal como lo entiende Putnam- que las distintas descripciones del mundo pueden unirse mediante conjunción. 25 Cfr. Putnam (2004), cap. 2. 26 Putnam (1981: 61) 27 Putnam (1995: 175). 28 Putnam (1990: 28) 29 En The Threefold Cord, en la nota 41 al primer capítulo, Putnam se pregunta: “¿Estoy abandonando el ‘realismo interno’? (...) Supongo que es tan poco claro si de alguna manera sigo siendo un ‘realista interno’ como era buena parte de lo que incluía bajo ese infeliz término”, (2001: 215-216).

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Sin embargo, pace Putnam, pienso que la tesis de la independencia ontológica de la realidad no se ve menoscabada en absoluto por el reconocimiento del pluralismo conceptual, pues del hecho de que no podamos pensar el mundo sin valernos de algún sistema conceptual (es indistinto aquí si se considera la tesis de la relatividad conceptual o la del pluralismo conceptual) no se sigue que el mundo no sea ontológicamente independiente de nuestras descripciones. Es más, esta independencia no sólo es necesaria para poder mantener la idea misma del realismo (pues si los sistemas conceptuales constituyen el mundo, ¿en qué diferiría el realismo interno del idealismo?), sino que es requerida para poder entender cómo el mundo puede desmentir o corroborar nuestras aserciones dentro de los distintos esquemas conceptuales, y cómo puede justificar nuestras elecciones de esos mismos sistemas conceptuales.30 Así pues, si bien lo que nos interesa aquí es la tesis putnamiana del pluralismo conceptual (antes que la relatividad conceptual), lo que importa resaltar es que la diversidad de sistemas descriptivos no socava, por sí misma, la independencia ontológica del mundo enfatizada por el realismo. Todo lo contrario, una explicación de cómo el mundo convalida y desmiente nuestras aserciones, así como de la manera en que el mundo determina la corrección de los esquemas mismos, parece requerirla.31 Strawson, por su parte, también pretende compatibilizar el realismo de sentido común con el realismo científico. Para este autor, la aparente contradicción entre estas dos imágenes del mundo surge únicamente si asumimos la existencia de un punto de vista metafísico absoluto (lo que Putnam llama “el punto de vista del Ojo de Dios”) desde el cual juzgar la adecuación de una u otra perspectiva sobre el mundo. Sin embargo, no hay tal punto de vista absoluto:

En relación con el punto de vista perceptivo humano, los objetos físicos comunes son realmente lo que Ayer denomina continuos tacto-visuales que poseen propiedades fenoménicas táctiles y visuales. En relación con el punto de vista de la ciencia física (...) esos objetos no tienen realmente más propiedades que las aceptadas, o las que hayan de ser aceptadas, por la teoría física, y están realmente constituidos en formas que sólo pueden describirse en lo que desde el punto de vista fenoménico son términos abstractos. Una vez se acepta la relatividad de estos ‘realmentes’ a los diferentes puntos de vista, a los distintos criterios de lo real, la

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Al respecto, Cfr. XXXXX (2007). En verdad, Putnam no es claro acerca de lo que realmente piensa sobre el carácter ontológicamente independiente del mundo. En ocasiones, afirma sin ambages que el realista tradicional está en lo cierto al sostener que el mundo es como es independientemente de nuestros intereses (1999), cap. 1. Otras veces, sin embargo, sostiene que la idea de un mundo “ya hecho” es un mito (1994). Sobre las idas y vueltas de Putnam sobre este tema, Cfr. XXXXX (2007). 31

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apariencia de contradicción entre estas posiciones desaparece; una misma cosa puede, al mismo tiempo, tener y no tener propiedades fenoménicas.32

Aunque simpatizo con la posición que Strawson expresa aquí, pienso que sus esfuerzos por rescatar la genuina importancia del realismo de sentido común se ven socavados por la ambigüedad con que utiliza el término “realmente”. En efecto, este adverbio puede significar tanto (1) “que existe independientemente de todo observador”, como (2) “aparece del mismo modo a todo observador normal en situaciones estándar”. Ahora bien, la relatividad del término “realmente” (o de los criterios de lo que es real) aducida por Strawson no es incompatible con el realismo científico de Williams. Así pues, el principal problema que encuentro en la estrategia relativizadora de Strawson es que –pese a su propósito manifiesto- no responde al fisicalista.33 En efecto, la noción de “propiedad fenoménica” remite a un sujeto perceptor a quien se le aparecen las cosas “realmente” (2) de un modo u otro en determinadas circunstancias. En consecuencia, Strawson está implicando que el mundo del sentido común –el mundo de la percepción humana- no es ontológicamente independiente de los observadores. Por otro lado, la descripción científica del mundo hace abstracción de las propiedades fenoménicas y pretende describir el mundo tal como es “de todas formas” (para usar la expresión de Williams). En este sentido, el mundo es “realmente” (1) tal como lo describe la ciencia. Así pues, en cierto sentido, Williams podría estar de acuerdo con lo que dice aquí Strawson. Desde un punto de vista no absoluto –diría Williams- las cosas se nos aparecen “realmente” como coloreadas. Sin embargo, desde un punto de vista absoluto, debemos decir que las cosas no son realmente coloreadas. De este modo, para Williams, las dos perspectivas podrían articularse sin contradicción porque una cosa es decir cómo se nos aparece el mundo, y otra muy distinta es decir cómo es independientemente de nuestras percepciones. La contradicción sólo surgiría si el realista de sentido común dijese que el mundo, independientemente de todo observador, es coloreado. Pero ni Williams ni –al parecer- Strawson están sosteniendo eso.

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Strawson (2003: 96). Cfr. también Strawson (2002), “Sección III” y (1997: 117 y 118). La ambigüedad del término “realmente” lleva a Strawson a contradicciones evidentes. Por ejemplo, en (2003: 98) dice: “No tenemos problemas en decir, y lo podemos decir sin contradicción, tanto que la sangre es realmente de un color rojo vivo uniforme como que realmente es, en su mayor parte, incolora”. Contrariamente a esto, me parece que decir que la sangre es y no es roja es una contradicción flagrante. Strawson debería haber dicho que a simple vista la sangre parece roja, y que observada a través de un microscopio parece incolora. 33

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En conclusión, Strawson piensa que el conflicto entre la imagen científica del mundo y la de sentido común se disuelve tan pronto relativizamos los criterios de lo real. Pero la pregunta acerca de cómo es el mundo independientemente de nuestras representaciones (o de cómo eran las cosas antes de que apareciese el hombre sobre la Tierra) no admite ninguna relativización semejante.34 Desde mi punto de vista, el inconveniente que presentan las posiciones de Putnam y Strawson es el mismo, a saber, que no terminan de dejar en claro su compromiso con el carácter ontológicamente independiente del mundo. En contraposición a lo que sostienen Putnam y Strawson, pienso que es posible articular el realismo (en tanto tesis acerca del carácter ontológicamente independiente del mundo) con el hecho de la pluralidad conceptual. O dicho de otro modo, pienso que no es preciso renunciar al realismo para poder sostener el pluralismo conceptual. Debemos, pues, mostrar de qué modo estas dos tesis pueden ensamblarse a fin de articular la estrategia compatibilista de un modo más consistente. Así, retomando el pluralismo conceptual de Putnam, cabe decir que podemos describir los objetos de una habitación en la terminología de campos y partículas, y también podemos decir simplemente que ahí hay una silla enfrente de un escritorio. Aunque no son cognitivamente equivalentes, estas dos descripciones no son incompatibles. No son cognitivamente equivalentes porque cada descripción responde a distintos propósitos y nos provee de diferente información sobre el mundo. Y no son incompatibles porque no estamos obligados a optar necesariamente por una de esas dos descripciones ni a reducir sus respectivas ontologías a una única ontología fundamental. Desde el punto de vista del sentido común, podemos decir que hay realmente una silla en frente del escritorio, y esta descripción pretende referirse al mundo tal como es independientemente de nuestras

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Cfr. también las objeciones realizadas a la posición de Strawson por Stroud (2000). En (1997: 118) Strawson responde a una objeción parecida a la que estoy presentando aquí. Dice Strawson: “Obsesionado con un aspecto científico, particular, de nuestra preocupación por el mundo objetivo, el crítico ha ligado exclusivamente la noción de objetividad a esa preocupación, con lo que ha perdido completamente de vista la función que desempeñan en nuestras vidas (...) los conceptos de lo objetivo. De todo lo que ha pasado por alto puede que lo más importante sea el hecho de que los objetos han de percibirse como portadores de cualidades sensibles, visibles y táctiles, para que se los pueda percibir como ocupantes de espacio”. Concedo el punto de que el fisicalista restringe indebidamente a un solo sentido la noción de “objetividad” como lo que es Realmente real e independiente de todo sujeto cognoscente. Las cualidades sensibles son también, en un sentido diferente que las cualidades primarias, objetivas (McDowell (1998b) utiliza la expresión “lo que está ahí para ser experimentado” para caracterizar la noción de “objetividad” cuando se aplica a las cualidades secundarias). Concedo también que la percepción de cualidades sensibles es esencial para poder percibir los objetos como ocupantes del espacio. Sin embargo, esto no responde mi objeción, pues el punto que enfatizo concierne a cómo es el mundo independiente. Distinguir dos sentidos de “realmente” o de “objetividad” como hace Strawson

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representaciones (habría una silla en frente del escritorio aun cuando nunca más hubiera seres humanos en el mundo. Después de todo, las sillas y los escritorios, qua objetos físicos, poseen también cualidades primarias). Asimismo, desde el punto de vista científico, podemos describir la misma situación en términos de campos y partículas, y con ello también estaríamos pretendiendo retratar el mundo tal como es independientemente de nuestros sistemas descriptivos. Así pues, si no hubiera seres humanos en el mundo, tanto las sillas y los escritorios (en tanto objetos físicos), como los campos y las partículas, existirían de todos modos.35 Pero nosotros, en tanto seres con intereses diversos, sólo podemos pensar en el mundo de uno u otro modo, desde un sistema conceptual u otro. Desde ambas perspectivas hablamos del mismo mundo -pues la identidad de la referencia queda garantizada por el hecho de que ambas descripciones comparten la adscripción de características espaciales de posición, tamaño y forma- y, aunque en diferentes niveles, describimos el mundo independiente tal como es en sí mismo.36 Ahora bien, no sólo es posible relacionar el pluralismo conceptual con el realismo, sino también al primero con cierta interpretación de la idea peirceana de convergencia. Como quedó dicho en la segunda sección de este trabajo, una de las notas que caracteriza a la concepción absoluta del mundo de Williams es la posible convergencia en ella de todo investigador, cualquiera sea su naturaleza. En palabras de Williams:

Hay descripciones posibles del mundo que usan conceptos que no son particularmente nuestros ni tampoco particularmente relativos a nuestra experiencia. Tal descripción sería aquella que se obtendría, como lo expresó C.S. Peirce, si la investigación científica continuara lo suficiente; es el contenido de aquella opinión final sobre la que Peirce cree que la investigación inevitablemente convergería.37

todavía no nos permite otorgarle al mundo de sentido común un status ontológico equiparable al del mundo científico. 35 En este sentido, decir que tanto las sillas como las partículas subatómicas existen “realmente” es decir que existen independientemente de nuestras descripciones. 36 Cabe aclarar que la aceptación de la presente articulación entre el realismo y el pluralismo conceptual no nos impide reconocer la realidad de otras entidades cuya existencia depende en cierto modo de nuestras intenciones. Recuérdese que aquí sólo estoy tratando de articular el realismo (en el sentido de que la realidad física es ontológicamente independiente de nuestras representaciones) con la diversidad de sistemas descriptivos de esa realidad. Esto es perfectamente compatible con el reconocimiento, como entidades que forman parte de la realidad que no es completamente independiente, de los artefactos y sus funciones, del mundo social con todas sus instituciones, del carácter intencional del pensamiento y del aspecto fenoménico de las sensaciones. 37 Williams (1978: 254).

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Como es sabido, Putnam ha rechazado la idea de convergencia final aduciendo que resulta incompatible con la relatividad conceptual.38 Es por ello que, entre otras cosas, también rechaza la idea de que hay una única descripción correcta del mundo.39 Sin embargo, si dejamos a un lado la relatividad conceptual40 y prestamos atención al pluralismo conceptual, la convergencia, en sí misma, no precisa ser desestimada. La importancia de esta noción reside en el hecho de que a) indica que la verdad acerca del mundo es una sola, b) que los distintos aportes cognoscitivos tienen que poder integrarse en un todo coherente y c) que todo investigador posible tendría que poder arribar a esa opinión final que Peirce identificaba con la verdad.41 Estos tres rasgos que comporta la noción de convergencia no nos comprometen necesariamente con la idea de un solo vocabulario capaz de describir la realidad completa. Si los argumentos aducidos en contra del fisicalismo de Williams son correctos, debemos dejar a un lado la idea de que un único vocabulario –el de la física- es capaz de dar cuenta de todos los aspectos del mundo. En su lugar, podemos aducir el pluralismo conceptual, una tesis que reconoce expresamente la pluralidad de vocabularios que no son incompatibles entre sí (aunque no sean cognitivamente equivalentes). ¿Cómo articular entonces la idea de convergencia con la intuición del pluralismo conceptual? Por un lado, cabe decir que existe una convergencia posible de todos los aportes cognoscitivos dentro de un vocabulario dado. Esto equivale a una contextualización de la idea de convergencia. Siempre que los investigadores compartan un vocabulario, puede sostenerse que debe ser posible una convergencia de la investigación en una única opinión final. Por otro lado, si en verdad los distintos vocabularios (por ejemplo, el de la física y el del sentido común) pretenden referirse al mismo mundo, las descripciones que se realicen en esos diferentes vocabularios tienen que poder articularse coherentemente. Más específicamente, las distintas descripciones –siempre que sean correctas- llevadas a cabo en los diferentes vocabularios tienen que poder ser compatibles entre sí. De este modo, podría obtenerse una imagen unitaria del mundo realizada con los aportes que se hagan desde los más variados vocabularios. Esto, ciertamente, involucraría algo parecido a una única descripción de la realidad

38

Putnam (1990), cap. 8 y 11. Como quedó expresado en la nota 16, la idea de una única descripción verdadera del mundo es uno de los rasgos constitutivos del realismo metafísico, según Putnam. 40 Sobre la tesis de la relatividad conceptual, Cfr XXXXX (2007). 41 Peirce (1955). 39

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(algo que, sin embargo, Putnam rechaza), articulada en diferentes niveles.42 Por tanto, si bien pienso que no puede sostenerse la idea de convergencia en un único vocabulario, ciertamente puede defendérsela en el contexto de los distintos vocabularios con que podemos describir la realidad. Por otro lado, la necesidad de elaborar una imagen unitaria del mundo requiere la compatibilidad de las diferentes descripciones del mundo que se realizan desde el seno de los distintos vocabularios.43 Con respecto a ii) –el aparente conflicto que se suscita entre la percepción de objetos que poseen cualidades secundarias y la ontología austera de la ciencia, que no las postula como parte del mobiliario último del mundo- sólo diré lo siguiente. Sin duda, este suele ser un punto de conflicto característico entre la imagen científica y la manifiesta. Considérese el caso de los colores. La distinción entre cualidades primarias y secundarias ha estado asociada tradicionalmente a una teoría disposicionalista (o subjetivista) de los colores. Autores de distinta procedencia han defendido -o se han comprometido con- esta teoría; por ejemplo, además de Williams, Bennet (1971), Nagel (1986), McGinn (1983) y Makie (1976). Sin embargo, esa teoría ha sido objeto de críticas diversas últimamente. Además de las objeciones listadas en la sección [3] de este artículo, Putnam (1987), (1994) y (1999), Stroud (2000) y Broackes (1992) han criticado la posición estándar sobre esta materia. Por ejemplo, la teoría disposicionalista del color suele entender los términos de color en estrecha analogía con términos tales como “doloroso”. Según esta estrategia, cuando afirmamos –por ejemplo- que un limón es amarillo, estamos afirmando que el limón tiene la disposición de causar en nosotros una sensación de amarillo; de suerte que en esta explicación “amarillo” designa tanto una propiedad de una sensación cuanto la disposición del limón a provocar cierto tipo de sensación. De acuerdo a esto, las condiciones que hacen que un objeto sea amarillo pueden especificarse mediante el siguiente bicondicional:

X es amarillo si y sólo si cualquier ser humano normal capaz de percibir, estando en cierta relación R con x y en cierto tipo de circunstancia perceptiva C, tiene percepciones de amarillo.

42

En este artículo sólo he tratado de mostrar cómo pueden compatibilizarse las dos imágenes del mundo sin renunciar al realismo. Cómo se articulan a nivel metafísico las entidades de sentido común con las postuladas por la ciencia es un problema que, aunque estrechamente relacionado, ameritaría otro artículo. Searle (1994) sostiene que la relación entre los rasgos superficiales de las cosas y su microestructura es de causalidad e identidad. L. Baker (2006), en cambio, sostiene que la relación entre ambos niveles es de constitución. 43 Sobre la necesidad de una unificación de nuestra imagen del mundo, Cfr. Cussins (1992).

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Este bicondicional pretende decirnos en qué consiste, para un objeto, ser amarillo y, de este modo, explicar en qué sentido nuestras creencias pueden ser acerca del color amarillo de un objeto. Como vimos, la objeción de McDowell señalaba la imposibilidad de identificar sensaciones de amarillo independientemente de la identificación de objetos físicos amarillos.44 Por su parte, Stroud destaca aquí que, si bien el bicondicional es verdadero, también lo es si sustituimos el predicado “amarillo” por el de “ovoide”. Por esta razón –argumenta Stroud- la verdad del bicondicional no sirve para discriminar entre propiedades que pertenecen a los objetos en sí mismos y propiedades meramente subjetivas.45 Si se replicara en este punto que el bicondicional es necesariamente verdadero de “amarillo”, pero contingentemente verdadero de “ovoide”, podría contestarse –como hace Stroud- que no es cierto que el bicondicional para “amarillo” sea necesariamente verdadero. En una situación en la que los seres humanos normales tuviesen una morfología diferente, o en la que las leyes de la naturaleza no fuesen las que son, la relación con los objetos amarillos, en las circunstancias apropiadas, no causaría sensaciones de amarillo. Por otra parte, con frecuencia se señala que la inanidad explicativa de los colores es un signo de su estatus ontológico secundario. Se sostiene, en primer lugar, que no es necesario recurrir a los colores a la hora de explicar las interacciones causales de los objetos entre sí (los colores carecen de poder causal), mientras que las cualidades primarias son justamente las que resultan esenciales en tales explicaciones. En segundo lugar, se argumenta que los colores no pueden utilizarse para explicar nuestras percepciones de ellos; mientras que el recurso a las cualidades primarias es imprescindible para dar cuenta de nuestras percepciones cromáticas. Sin embargo, hay filósofos que sostienen todo lo contrario. En un sentido ordinario y perfectamente inteligible solemos decir:

(1) El color rojo se convirtió en rosa porque él le agregó color blanco. (2) Detuvo el auto porque el semáforo estaba en rojo. (3) La luz anaranjada del sol al atardecer hacía brillar el agua en el horizonte. (4) Sentía más calor que el resto de nosotros, pues estaba vestido completamente de negro. 44 45

Cfr. sección 3 de este artículo. Stroud (2000), cap. 6.

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En todos estos casos, los colores parecen desempeñar un claro papel explicativo. En este sentido, Broackes ha defendido la tesis según la cual las explicaciones que apelan al color de las cosas pueden ser autónomas con respecto a las explicaciones que se llevan a cabo en términos de la física básica. Dicha autonomía es entendida en dos sentidos diferentes. Por un lado, siguiendo a Putnam, Broackes sostiene que una explicación es autónoma cuando esa misma explicación podría ser válida en cualquier mundo posible (sin importar cuál fuera la microestructura de esos mundos) en el cual se encuentren las mismas propiedades de nivel superior. Ello sería compatible –sostiene Broackes- con la idea de que los colores supervienen sobre las propiedades físicas. Las explicaciones que apelan a los colores serían autónomas en el sentido de que serían indiferentes a las propiedades microestructurales en que se realizan. Por otro lado, una explicación es autónoma –continúa Broackes- si se determina según criterios propios, internos al tipo de explicación de que se trata. Esto es lo que sucede con explicaciones que recurren a términos de color. Para mis propósitos es importante resaltar que, si la propuesta de Broackes es correcta, no hay incompatibilidad entre una explicación realizada en términos de colores, y otra que se lleve a cabo recurriendo a la microestructura de las cosas. Mi presente percepción de azul –por ejemplo- podría ser explicada por el azul del buzo que está enfrente de mí; mientras que los procesos visuales subyacentes pueden ser explicados en virtud de los rasgos físicos relevantes. Por su parte Putnam, en discusión con Williams, señala que es preciso distinguir claramente entre las cualidades secundarias y la sensación de las cualidades secundarias. Así, por ejemplo, no debemos confundir la sensación de calor (que es algo subjetivo), con la temperatura (que es una propiedad objetiva de las cosas). Por otro lado, siguiendo en esto a Lettwin, Putnam sostiene que

Lo que la vista nos ofrece es una estimación muy buena (...) de ciertas potencialidades objetivas (reflectancias) de las superficies en cuestión. La visión del color no es una mera reacción de nuestra fisiología, sin relación ninguna con nada objetivo de la superficie explorada.46

En este sentido –sostiene Putnam- los colores son propiedades perfectamente válidas de las cosas, constituyen propiedades relacionales, no en el sentido de una relación de la superficie con las personas, sino en el sentido de que supone las 46

Putnam (1994: 144).

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relaciones de la superficie con la luz.47 Si esto es cierto, entonces tampoco aquí habría conflicto alguno entre ciencia y sentido común, pues la ciencia simplemente estaría confirmando que los colores son propiedades en cierto modo objetivas de las superficies. En cualquier caso, las críticas expuestas del disposicionalismo acerca de los colores y las propuestas de Putnam y Broakes sobre el estatus ontológico de los mismos permiten afirmar que la tesis según la cual los colores son meras propiedades secundarias no es obviamente verdadera. Con ello queda abierta la posibilidad al menos de una concepción de los colores (y tal vez, de todas las llamadas propiedades secundarias) más acorde con el realismo de sentido común. Por último, ¿qué hay con entidades como los pensamientos, los valores, el significado de las expresiones lingüísticas y las sensaciones? Desde luego, no puedo tratar esta cuestión aquí, aunque cabe indicar que, si las objeciones del tipo que se presentaron en la sección [3] de este trabajo son válidas, el sueño de reducir a la neurofisiología y eventualmente a la física todas esas entidades no puede ser mucho más que un sueño. Una vez más cabe esperar explicaciones diferentes trabajando en niveles distintos, aunque compatibles. Antes que el programa de la reducción, se torna plausible el de una integración entre perspectiva científica y de sentido común.48

5. Como ha quedado de manifiesto, la estrategia compatibilista que propongo mantiene la tesis de la independencia ontológica del mundo y reconoce al mismo tiempo el pluralismo conceptual. Dados ciertos intereses (que sólo pueden expresarse en el lenguaje ordinario, aunque sean intereses científicos) podemos pensar el mundo desde la perspectiva científica; dados otros intereses, en cambio, podemos pensarlo desde el punto de vista del sentido común (que involucra descripciones realizadas en el lenguaje ordinario, percepciones de objetos macroscópicos, etc). Sin embargo, la compatibilidad que propugno no es absoluta, pues es obvio que hay y puede haber puntos de contacto conflictivos entre ambas imágenes. En aquellos casos en los que estas perspectivas entran en conflicto, sólo cabe tomar una decisión fundamentada acerca de cuál es la correcta. Pero no hay criterios a priori que nos ayuden a establecer en cada caso de qué 47

Putnam (1994: 146). Sobre la posibilidad de ofrecer una explicación naturalista del pensamiento, la intencionalidad, la normatividad, la racionalidad, el significado, y la identidad, Cfr. el último capítulo de Stroud (2000); McDowell (2004), Bilgrami (2004), Davidson (2004), Rovane (2004), Putnam (1983) y Haack (2003) cap. 6. 48

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lado estará la verdad. Eso dependerá de las circunstancias, de otras creencias que aceptemos, de nuestros intereses y de cómo se comporta el mundo. Con todo, los conflictos entre la imagen científica y la imagen manifiesta no pueden ser generales, no pueden involucrar una incompatibilidad global entre ambas imágenes. En este punto remito a los argumentos esgrimidos hacia el final de la sección [3]. La inteligibilidad de la tarea científica descansa en buena medida en la validez e inteligibilidad de la imagen del mundo de sentido común. En la medida en que la ciencia necesita identificar aquellos hechos de la imagen manifiesta que pretende explicar, en la medida en que se vale de formas de razonamiento que empleamos a diario, que supone la confiabilidad de nuestras percepciones y que evalúa sus producciones según criterios y valores que están anclados en el mundo de la vida, en esa medida –digo- la compatibilidad de ambas imágenes tiene que ser muy amplia. Por ello, antes que hablar de un conflicto entre la imagen científica y la imagen manifiesta, pienso que sería más conveniente referirnos a ellas como dos formas que posee el hombre de ser-en-el-mundo, dos formas alternativas aunque complementarias, que se sustentan una a la otra.

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