Comicidad y parodia en la comedia burlesca del Siglo de Oro: El Hamete de Toledo, de tres ingenios

Comicidad y parodia en la comedia burlesca del Siglo de Oro: El Hamete de Toledo, de tres ingenios Carlos Mata Induráin La comedia burlesca del Siglo

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Comicidad y parodia en la comedia burlesca del Siglo de Oro: El Hamete de Toledo, de tres ingenios

Carlos Mata Induráin La comedia burlesca del Siglo de Oro1 aprovecha para sus fines humorísticos todos aquellos recursos que pudieran provocar la risa del espectador, que van desde la parodia de motivos líricos y dramáticos, a la ruptura del decoro y la inversión de los valores serios en el tratamiento de los personajes, pasando por una gama muy amplia de recursos que abarcan el doble plano de la comicidad escénica (vestidos y accesorios ridículos, golpes y carreras, bailes y movimientos descompuestos...) y la comicidad verbal (dilogías, paronomasias, chistes y todo tipo de juegos de palabras, modificaciones jocosas de refranes y frases hechas, alusiones escatológicas y sexuales...). Voy a dividir mi trabajo sobre El Hamete de Toledo en dos apartados: en primer lugar, aportaré los datos existentes sobre esta comedia burlesca de tres ingenios y resumiré su acción, refiriéndome brevemente a la relación con los modelos serios; en segundo término, analizaré la comicidad escénica y verbal de la pieza. 1. Datos externos. Resumen de la acción y relación con los modelos serios La comedia burlesca El Hamete de Toledo se encuentra recogida en la Parte veinte y nueve de comedias nuevas, escritas por los mejores ingenios de España (Madrid, 1668). No disponemos de datos sobre su representación. Los modelos serios son dos comedias del mismo título, una de Lope de Vega2 y otra de Belmonte y Martínez Meneses3. El argumento de la comedia seria de estos dos últimos ingenios, que sigue de cerca la burlesca, puede resumirse así: Hamete, un valeroso capitán argelino, es hecho prisionero en África; conducido como esclavo a Toledo, en casa de su dueño se reencuentra con su amada Argelina (que también sirve como esclava), de la que se vio separado tres años antes. En un primer momento, la mora rechaza a Hamete, pues piensa que en esos tres años se había olvidado de ella; sin embargo, más tarde descubre que la ha estado buscando todo ese tiempo, y los amantes se reconcilian. Por otra parte, un

Datos generales y bibliografía sobre la comedia burlesca pueden encontrarse en Comedias burlescas del Siglo de Oro, ed. e introd. de L, Arellano, C. C. García Valdés, C. Mata y M. C. Pinillos, Madrid, Espasa Calpe, 1999,9-36. El Hamete de Toledo, en Obras de Lope de Vega publicadas por la RAE (nueva edición), Obras dramáticas, tomo VI, Madrid, 1928, 171-208. Comedia famosa El Hamete de Toledo, de Belmonte y don Antonio Martínez, incluida en la Primera parte de comedias escogidas de los mejores ingenios de España, Madrid, 1562.

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criado de la casa, Bato, pretende a Argelina, lo que provoca los celos de Hamete. Injustamente castigados, afrentado el noble moro por su dueño (que le golpea con una caña) y marcada Argelina en su cara con la S y el clavo, Hamete enloquece y jura hacer una sangrienta venganza: mata a su ama y a varias personas más en su huida; al final, tras haberse hecho fuerte en la torre de una iglesia, es apresado, le aplican tormento, pide el bautismo y muere como cristiano con el nombre de Bautista. La comedia burlesca, de tres ingenios, comienza con una escena en que la criada Marina se queja de su ama porque la hace madrugar para limpiar toda la casa. En esto regresan de la guerra don Marcos y el criado Toribio. Ridiculamente, el amo tiene que pedir permiso para entrar en su propia casa, y su esposa doña Lorenza se lo concede, aunque le advierte que lo haga sin que se enteren los vecinos, porque en materias de honor hay que extremar las precauciones. Don Marcos le explica que trae como esclavo a Hamete, «un moro gran caballero/familiar del Santo Oficio» (vv. 118-19). Marina besa las manos a Hamete, quien se prenda al punto de la criada (en la reducción burlesca, se elimina todo lo concerniente a la relación anterior existente entre ambos). Don Marcos refiere a su esposa la jornada de Argel en que ha participado, describiendo ridiculamente la armada y los soldados cristianos, la tormenta que los arrojó a las playas africanas, los ejércitos del rey Mahomete el chico mandados por Hamete, etc. Cuando los dos ejércitos se juntaron, don Marcos prometió cuarenta reales a quien le trajese prisionero al capitán enemigo, y el propio Hamete se entregó para cobrarlos él mismo. Todo este pasaje parodia las relaciones similares (también en romance) que encontramos en los modelos serios. A partir de este punto la obra se centra en la relación amorosa entre Hamete y Marina: el moro explica «en confesión» a la criada que la ama, pero su conversación es sorprendida por Toribio, quien muestra su pesar con estas palabras: «porque si Hamete embadaja/sin remedio me encornuda» (w. 361-62). El criado reprende a Marina, acusándola de liviana, y Hamete le pide que tenga «paciencia» (v. 378), condición de los maridos cornudos. Después de reñir, los dos rivales se marchan haciendo ambos promesas de amar a Marina. La jornada II sigue desarrollando la historia de estos amores. Marina también está enamorada del moro, pero le desdeña para darle celos y mejor asegurar su amor. Toribio vuelve a sorprenderlos juntos, y él mismo alude con la expresión «tomar varas» a los cuernos que pesan sobre su cabeza ( w . 529-32; ya su nombre de «Toribio» connota 'cuernos'). Sigue un pasaje de gran comicidad escénica: el celoso criado se monta a caballito sobre una vara y empuña otra a manera lanza, embistiendo a Hamete y Marina para separarlos: Toribio: Afuera, afuera, afuera, aparta, aparta, aparta,

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que entra el valeroso Muza cuadrillero de unas cañas (vv. 563-66)4. Entonces Hamete, enfadado, da de coces al molesto rival (lo mismo que hace Hamete con el rústico Bato en la comedia de Belmonte y Martínez Meneses). Las escenas siguientes vuelven a insistir, por un lado, en las pendencias de Hamete y Toribio; por otro, en las sospechas de la dueña, doña Lorenza, acerca de la relación entre la criada y el moro, a los que continuamente sorprende juntos y a solas. Doña Lorenza, trasladada a un cigarral, baila y toca las castañetas para vencer su aburrimiento, mostrando su deseo de ir a Olías en un fragmento de jocosas rimas agudas: Doña Lorenza:

Dios me lleve allá otra vez, que allí le tenía en paz, con mis manos el solaz y de mi mano el juez. Donde suena el almirez del reloj sobra la voz, pues la que es menos veloz por llegar a la nariz se va como una lombriz tirando una y otra coz (vv. 885-94).

Al final de la segunda jornada, doña Lorenza, preocupada de nuevo porque Hamete y Marina andan siempre juntos, siendo «el doncel y ella doncella» (v. 1025), decide herrar a la criada. Al mismo tiempo, don Marcos castiga a Hamete por sus «no cometidas ofensas» (v. 1059). El noble moro se enfada, no tanto porque Marina haya sido herrada, sino por ver escrito en su cara el nombre de los amos y no el suyo. En cualquier caso, Hamete jura vengarse, de forma que al comienzo de la jornada III lo veremos acechando con un cuchillo y prometiendo hacer «una venganza sangrienta» (v. 1124). Todo el desenlace va a ser ridículo: cuando Hamete se presenta ante don Marcos y le dice que viene a matarlo, el amo le pide que vuelva otro día, porque en ese momento está muy ocupado para dejarse asesinar. No obstante, Hamete le hiere, y mata también a doña Lorenza; después de huir mata a un tabernero (en los modelos serios va dejando todo un reguero de sangre) y se hace fuerte en una torre, desde donde se defiende arrojando ladrillos al grito de «agua va». Toribio, que había sido nombrado alcalde, es uno de sus perseguidores. Viene a pedir socorro a su amo, pero don Marcos le explica que estima mucho a Hamete, como a un hijo, aunque haya matado a su mujer y a él le dejara herido; en lugar de ayudar a capturarlo, dispone que se le envíe una provisión de alimentos para que no pase hambre en su refugio. Al final, Hamete es reducido y llevado a prisión; se le aplica el tormento y, tras entrevistarse con Marina, se convierte al cristianismo y muere como un santo. Todo este final (la defensa de

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Son versos del romance anónimo de los amores del moro Muza (Duran, núm.!

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Hamete en la torre, la aplicación del tormento, la conversión y el bautizo...) sigue muy de cerca, pero en estilo ridículo, el de la comedia de Belmonte y Martínez Meneses. 2. Comicidad escénica y verbal En la comedia burlesca, la segunda suele ser mucho más abundante, pues prácticamente en cada verso leemos un chiste o un disparate. Sin embargo, en El Hamete de Toledo la comicidad escénica y de situación es bastante notable; a veces se nos revela por las acotaciones que nos informan del vestuario y los accesorios ridículos portados por los personajes, y en otras ocasiones las acciones ridiculas tienen que ser deducidas de las propias réplicas de los locutores. Por ejemplo, la acotación inicial reza así: «Sale Marina, medio desnuda con una escoba y unos zorros», es decir, con unas pieles de zorros para limpiar la casa. Se trata, precisamente, de una escena tópica: la queja del criado porque el amo le hace trabajar demasiado. Otras acotaciones nos informan acerca de algunos vestidos (Toribio de camino, acot. tras v. 69; Toribio de alcalde, acot. tras v. 1247: «Vanse, y sale Toribio de alcalde en su aldea, como se ha dicho»; la didascalia no lo explícita, pero seguramente llevaría alguna insignia de mando, quizá exageradamente ridicula). Respecto a objetos, tenemos el colchón que lleva a cuestas Marina (acotación tras v. 43 8), en principio para cardar su lana, como una de sus muchas tareas domésticas, aunque en realidad sirva para holgarse con Hamete; y el grillo que sujeta al moro en su prisión (acot. tras v. 1480). Gran fuerza cómica tiene la escena que sigue, ya comentada más arriba, en que Toribio toma las varas de sacudir el colchón, se monta sobre una de ellas (en la comedia burlesca es muy frecuente que salgan personajes montando caballitos de caña) y arremete con la otra contra el amante moro («Abrázala Hamete, y entra Toribio a caballo en una de las varas, divídelos dando carreras a una parte y otra», indica la acotación tras el v. 562). Otra escena que se presta a la comicidad visual es aquella con que acaba la jornada segunda, cuando Hamete se queja porque su amo don Marcos le ha golpeado. El actor exageraría sin duda los gestos de rabia y dolor del noble moro, a tenor de lo que indica la acotación tras el v. 1054: «Sale Hamete arrastrando, mordiendo la tierra, escupiendo sangre y haciendo bravuras». Es posible que los hierros que saca Marina en la cara fuesen también exageradamente ridículos (la acotación tras el v. 1069 dice tan sólo «Sale Marina herrada la cara»). Cómica es, asimismo, la escena final, en la que un estudiante aplica el tormento a Hamete para apresurar su conversión ( w . 1625-52): Sale Hamete y el verdugo atenaceándole, el estudiante y don Marcos. Estudiante: El valor que me has mostrado se ha de conocer aquí. Hamete: Yo lo padezco por mí, quítesele ese cuidado. Hace que le llega la tenaza.

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Estudiante: Muerte es muy aventurada; su paciencia al cielo plugo. Hamete: El demonio del verdugo tiene la mano pesada. Estudiante: Otra vez vuelve a morder la rigurosa tenaza. Dale. Hamete: Sor sacristán, ¿es mi maza? Estudiante: ¿Ahora lo ha echado de ver? Hamete: ¡Qué rigurosos dolores! Tendré paciencia, por Dios. Estudiante: Aquí, para entre los dos, no hay burlarse con señores. Todo el vulgo te ha clamado: consuélate en tanto daño. Hamete: Por esto solo cada año he de ser atenazado. Dale. Estudiante: Fuerte dolor le sujeta; no siente si tiene lobo. Hamete: ¿Usted piensa que soy bobo? Muy bien sé dónde me aprieta. Estudiante: Maltratado a todas luces le tiene el martirio fiero; de verle solo me muero. Dale. Hamete: Matóme, ¡Jesús y cruces! En las comedias burlescas, los personajes más elevados no tienen inconveniente en ejecutar unos bailes en escena, como por ejemplo el Comendador de Ocaña en la pieza de ese título. Aquí, la dueña de Hamete, doña Lorenza, baila y toca las castañetas (acot. tras v. 884) al tiempo de comentar que en Olías nacieron «la capona y zarambeque» (v. 884), dos bailes de la época, muy exagerados y vulgares de movimientos. Además de los bailes, encontramos otros elementos relacionados con el Carnaval, como los cencerros: Toribio los hace sonar para interrumpir una escena amorosa que está teniendo lugar entre su esposa y Hamete, aunque a este los sonidos se le antojan «las campanitas del alba» (v. 741; todo ese pasaj ees una burla ridicula de los tópicos líricos relacionados con el amanecer: los pájaros que con sus trinos le hacen salva, etc.). Vinculada al territorio de lo carnavalesco está también la mención de comidas y bebidas («asado, torreznos lampreados, solomo, polla, ensalada, cebolla, zorra, lobo 'borracheras'...»), a veces asociada a prácticas sexuales, como cuando se queja doña Lorenza de ver siempre juntos a Hamete y Marina:

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Carlos Mata Induráin Doña Lorenza: Marina, Hamete el criado, ¿pareceos buena ensalada con la pebre de un colchón? (vv. 641-43)

Habla de «ensalada» porque los dos son de religión distinta, él moro y ella cristiana, una mezcla confusa, como los componentes que se juntan en la ensalada, y emplea «pebre» porque era un tipo de salsa, metáfora aquí por algo que incita el apetito (sexual, por el contexto). Otras veces la mención de la comida y la bebida se hace jugando con una frase hecha: Toribio: Mal sabrán con quién se toman, pues haré, cuando se atrevan y sin convidarme beban, que con su pan se lo coman, (vv. 813-15) Aquí podríamos incluir también el empleo de lo que Bajtín denominó «lenguaje de la plaza pública»: me refiero al uso de bordoncillos y muletillas lingüísticas de un registro coloquial, pero lo comento en el apartado siguiente, el de la comicidad verbal. Por lo que toca al plano verbal, en esta pieza encontramos los recursos habituales en el género para provocar la risa: 1) dilogías: Marina juega con la dilogía de «correr» 'avergonzar' y 'mover la cortina': Esta cortina a mi ver la luz a esta cuadra ciega, y es tan poco palaciega que todos le hacen correr, (vv. 53-56) Don Marcos dice, refiriéndose al rey: «que sin ser alfaharero/le he hecho muchos servicios» (w. 164-65). Se juega con la palabra «perro», insulto tópico aplicado a los musulmanes. Por ejemplo, cuando Hamete ve a Marina y comienza a enamorarse de ella, exclama: «Virotes de amor, haced/que ésta se emperré conmigo» ( w . 144-45); y más tarde, cuando dice Marina: «Pene un poco y sepa el perro/que a mí no me le ha de dar» ( w . 449-50), ceugma que juega con la frase «dar perro» o «dar perro muerto», 'irse con una prostituta y no pagarle'; luego se insiste: «ni de ver se espanta nadie/un perro con una perra» (w. 961-62), esto es, 'un moro con una prostituta'; todavía más: en los w . 715-16 Toribio alude a él como un «mastín» guardador de Marina. Otro chiste se basa en la dilogía de «grandes»: 'títulos, potentados del reino, nobles' y 'de gran tamaño', sentido que comienza a operar al oponerle el otro adjetivo, «chicos» (es chiste habitual en la comedia burlesca): Don Marcos: Mandó tocar un clarín, a cuyos fieros graznidos

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como moscas se juntaron todos sus grandes, y chicos, (vv. 228-31) Encontramos muchos otros casos de dilogía: de «ojos»: «nos miró con malos ojos/la puente de Leganitos» (vv. 192-95, 'órganos de la vista' y 'huecos del puente'); de «cruda»: «Sus vasallos, gente cruda/aunque en maldades cocidos» (w. 220-21; «gente cruda» vale 'valentones, rufianes', pero juega con «cocidos» del verso siguiente); de «ver» (en relación con «estar bien visto»): «Y aunque todo el año estaba/en su palacio escondido/sin dejarse ver del pueblo/estaba el rey muy bien visto» ( w . 224-28); de «hacer pinicos»: «la emboscó en una montaña/que estaba haciendo pinicos» ( w . 26263; 'dar los primeros pasos en una actividad' y 'la montaña tenía pinos pequeños'); de «holear»: «pregúntaselo a mi amo,/que él sabrá de qué morimos/puesto que nos ha holeado» (w. 414-16; 'llamar con la voz hola' y 'aplicar los óleos de la extremaunción'); de «rastro»: «para que no topen rastro/si hiciere carnicería» ( w . 669-70; 'huellas' y 'matadero de reses'); de «soltar presos», dilogía escatológica (v. 1273; 'liberar prisioneros' y 'lanzar ventosidades'). A veces el juego está basado en el doble significado, físico y moral, de una palabra: Hamete: Si va a decir la verdad, Toribio está muy pesado. Toribio: ¿Qué mucho, si me ha cargado de aquesta la liviandad? (vv. 383-86) O es un poco más complicado: «No, no te azores/o te pondré las pigüelas», le dice Toribio a Marina (w. 955-56); es un juego en el que hay que interpretar «azorar» como lo que significa 'turbarse', pero también como una creación léxicajocosa 'comportarse como un azor'. 2) juegos de palabras paronomásticos: «Mas porque no se resista/tu cara al darme la salva/aunque es tan mala una calva/fuera por ti calvinista» ( w . 549-52); dice Toribio: «Las varas que se han dejado/a tomar voy por detrás,/dos varas que cargan más/cuando estoy tan envarado» (w. 529-32); o en los versos que Toribio ha compuesto a Marina: Toribio: Tan celoso y receloso y proceloso me tienes, que bienes ni parabienes oso a pedir, aunque esposo, donde vienes y previenes darme de esposo el reposo, (vv. 723-28) 3) juegos con frases hechas, alguno de cuyos elementos es modificado o interpretado festivamente: «¡Quién tuviera buena fama/para irse a echar a dormir!» (w. 7-8; Marina interpreta literalmente el sentido de la frase hecha «Cobra buena fama y échate

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a dormir»); comenta luego que a San Pedro «se le puso en la cabeza» morir acuchillado ( w . 37-40; 'se le ocurrió morir acuchillado', pero hay un juego con la alusión al martirio de San Pedro Mártir de Verona, que es el santo pintado en el cuadro que está limpiando; de San Lázaro dice que estaba como en ascuas ( w . 41-43; alude al martirio de San Lorenzo, que murió asado, en tiempos de Decio); la frase «tomar a pechos» que emplea Marina (en el v. 87) se interpreta literalmente, pues alude a que doña Lorenza la ha sorprendido abrazada a Toribio; más tarde le pregunta doña Lorenza: «¿Y en la ensalada hay cebolla?», y responde la criada: «No, sino huevos asados» (v. 315); Marina pregunta a Toribio cómo ha venido, es decir, 'qué tal ha llegado', y la respuesta es «Andando» (v. 67); pero inmediatamente ella se toma la revancha verbal: Toribio: ¿Qué hay de nuevo por acá? Marina: Solo lo que tú trajeres, (vv. 72-73)5 En fin, Toribio usa la frase hecha «Ciertos son los toros», para aludir a la certeza de sus cuernos: «Pues conforme las marañas/van enlazando los moros,/ya que son ciertos los toros/ha de haber toros y cañas» ( w . 537-40), etc. 4) disparates, tautologías, perogrulladas o imposibilidades lógicas: «Y desde que se ausentó/no vive en este lugar» (w. 19-20); «y aunque bien no le querían/era de todos mal quisto» ( w . 258-59); «Si nos matamos no doy/por nuestras vidas un higo» ( w . 280-81); «a cualquiera que matando/a Hamete le traiga vivo» ( w . 294-95); «y esta es la verdad del caso/según mentirse ha podido» ( w . 306-307); «Hoy moriréis, si aquí os mato» (v. 365); «Mira que estoy inocente/como el ánima de Judas» ( w . 381-82); «Que puede ser si se matan/que no les salga barato» (w. 425-26); «Pues que tan aprisa vas,/escucha, niña, y diréte/cosas que yo no las sé,/y que sé que tú las sabes» (w. 46770); «Por una carta lo supe/que me han de escribir mañana» ( w . 495-96); «Por ti me volviera turco/a no haber nacido moro» ( w . 543-44, donde «turco» y «moro» son cuasisinónimos 'infieles'); «Por el cielo soberano,/que de amarte estoy tan ciego,/que por no, no ser gallego/dejara de ser cristiano» ( w . 545-48); «Él sabrá lo que ha de hacer/otra vez, si esta le mato» ( w . 569-70); «Y hace allí menos calor/de invierno que en el estío» ( w . 871-72). Con estas chanzas y disparates, basados en absurdos e imposibilidades lógicas, se va construyendo buena parte de la comedia, en un constante ejercicio de floreo verbal. 5) Empleo de imágenes grotescas (las palabras de los reyes son «jeringas de los oídos», w . 242-43; «Argel, hasta allí estriñido,/como una canilla de hombres/se iba por los caminos», esto es, sufre una especie de 'diarrea', por el elevado número de soldados que salen a pelear; luego se emplea esta otra para los que caen en la batalla: «Mas dentro de un cuarto de hora/le dio al campo un tabardillo,/que de una parte y de otra/caían como mosquitos», w . 296-99); de hipérboles exageradas: «Pues sabe que son mis daños/tantos, tantos mis enojos,/que ha que peno por tus ojos,/dos más a menos, cien

5 Recuerda el refrancillo del que pregunta a un sastre qué hay de nuevo y responde «solo el hilo».

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años» ( w . 345-48). También son frecuentes las muletillas y expresiones del registro coloquial («si va a decir verdad, en mi conciencia, hocico, emperrarse, se me ha dado a mí dos pitos, dos higas...»), junto con el intercambio de insultos y remoquetes («perro, perra, necio, puto, mentecato...») y las alusiones, más o menos veladas, a prácticas sexuales («embadajar», v. 361; «cardar la lana», v. 438; «correr parejas», v. 521), etc. 6) En la pieza se hace uso de la onomástica burlesca: el nombre de Toribio, por su parecido fonético con «toro», nos ofrece pistas para pensar que el pobre marido de Marina va a tener la frente convertida en «espetera a puro cuerno», como diría Quevedo. Por otra parte, el nombre de la señora también sufre una reducción paródica, pues ya no se trata de una doña Leonor (como en las obras de Lope y Belmonte y Martínez Meneses) sino doña Lorenza, nombre de connotaciones rústicas. 7) Parte de la comicidad de la pieza procede del empleo incoherente de elementos religiosos6; así, suele ser habitual en la comedia burlesca que los personajes moros juren «a Dios y a esta cruz», vayan a misa y practiquen el ayuno cuaresmal; y, a la inversa, que los cristianos juren por Mahoma, etc. Aquí Hamete saluda con un «Loado sea Jesucristo» (v. 115); se dice de él que es «un moro gran caballero/familiar del Santo Oficio» (w. 118-19); el rey Mahomete lanza un «juro a Jesucristo» (v. 239); se habla de un escuadrón de «cien moros capuchinos» (v. 267); en otro pasaje leemos: «... y aquel a quien Alá santo/dársela fuera servido/San Pedro se la bendiga» ( w . 284-86; es clara parodia de la frase hecha «A quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga»); Hamete exclama: «¡Válgame Alá soberano,/y las palabras del Credo!» ( w . 1309-10); y cuando comete su venganza: «voy a ver si lo sagrado/me vale de algún convento» (w. 1196-97); igualmente, Marina se lamenta de que Hamete no la sacara por el vicario (w. 1391-92). En fin, hay también una alusión festiva al zanzarrón de Mahoma, cuando Toribio se queja con estas palabras de que Hamete le ha puesto una zancadilla: «¿Zancadilla, perro, a mí?/¿Váleste, en fin, del zancajo?» ( w . 769-70). 8) En las piezas de este género suelen ser frecuentes los juramentos y maldiciones burlescas, presentes en el Romancero de tema morisco. Aquí podemos leer este juramento burlesco de Hamete: Hamete: Por el santo zancarrón que en la cúpula más hueca de la gran casa de Meca se tiene en veneración; por Alá santo y sagrado, señor de los horizontes, más antiguo que los montes y mucho más empinado; por el siglo de mi abuelo, más noble que no los godos, 6 Véase F. Serralta, «La religión en la comedia burlesca del siglo XVII», Criticón, 12, 1980, 55-75.

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Carlos Mata Induráin y de mis parientes todos que tenga Dios en el cielo; por vida de mi señor, que es lo que puedo jurar más fácil de ejecutar y que cumpliré mejor, que sin que él me aconseje mate su generación, pidan después confesión y désela algún hereje, (vv. 1090-1109)

9) Animalización de los personajes. Por ejemplo, en la escena del besamanos dice Marina a don Marcos: «Señor, seas bien venido:/permite sorba las yemas/de tus dedos con mi hocico,/si las llaves de tus manos/no han echado los pestillos» ( w . 133-37); Hamete da de coces a su rival, etc. 10) Sátira de determinados estados. Por ejemplo, burla del matrimonio, que apunta cuando Hamete cuenta a don Marcos que va a matar a su mujer y este comenta: «Deja que goce ese bien» (v. 1152). No faltan las alusiones al marido cornudo, personificado en este manso Toribio, al que se le pide en un par de ocasiones «paciencia» ( w . 378 y 1000). Por otra parte, Marina queda caracterizada como la típica dama pidona en este pasaje: Marina: Mas que nunca, Hamete, acabes, pues con ello no me iré. Mas dime qué me darás y entrará todo en las cuentas. Hamete: Si con poco te contentas, daréte esta alma, y no más. Mas si como otras mujeres se precian con sus amantes de que las den para guantes, te daré para alfileres. Y si de cosas manuales se pagan las más cartujas, como te di para agujas te daré para dedales. Para peras no es razón, pues no riñes ni te inquietas; daréte para agujetas si quieres ser postillón, (vv. 471-88)

Como he tratado de mostrar, en El Hamete de Toledo, burlesca de tres ingenios, podemos encontrar los rasgos habituales de este tipo de piezas, en las que se muestra un universo degradado de motivos y personajes. Aquí la reducción paródica, que opera sobre temas, personajes y sentimientos, está centrada en el triángulo amoroso que forman Hamete, Marina y Toribio (en el modelo serio de dos ingenios, Hamete,

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Argelina y Bato). He tratado de mostrar las distintas categorías de la comicidad verbal, muy abundante, aunque en esta pieza la escénica es también notable. Cabe destacar la abundancia de acotaciones, cosa que no suele ser muy habitual en las piezas burlescas, muy escuetas a este respecto. En definitiva, espero que el análisis de esta comedia burlesca haya servido para destacar el interés de este corpus de obras que conviene recuperar, precisamente porque nos muestran el envés de la dramaturgia seria, el otro lado del tapiz de la Comedia nueva, con situaciones, personajes y temas urdidos, en este telar burlesco, con el doble hilo de la comicidad y la parodia.

AISO. Actas V (1999). Carlos MATA INDURÁIN. Comicidad y parodia en la comedia bu...

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