Cómo aterricé en las redes sociales

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MANUAL DE CONDUCTA EN LAS REDES SOCIALES
MANUAL DE CONDUCTA EN LAS REDES SOCIALES 14 Resolución Nro:.............../ Indice: 1 Introducción 1, 2 Lineamientos Básicos 3 Buenas Prácti

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Conociendo mi nivel de enganche a las redes sociales, resulta increíble creer que las conozca desde hace tan poco, pero así es. Si alguien me hubiese hablado hace apenas unos años del facebook, twiter, youtube… o incluso del Messenger, le hubiese mirado extrañada o desinteresada, como si de política me hablase (aclaro que de política tampoco entiendo nada). Conocí a un chico en unas vacaciones. Bueno, conocer quizá sea una palabra demasiado grande para expresar la realidad; aunque en verdad, ¿qué significa exactamente “conocer”?... Creo que tendré que buscar el significado exacto en otro momento. Como iba diciendo, en unas vacaciones en una estación de esquí de cuyo nombre no quiero acordarme (en reali-

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dad, sí me acuerdo, pero no viene a cuento), le “conocí” a “Él”. Era mi primera vez en una estación de esquí y “Él” era monitor. Como es de suponer, ni siquiera reparó en mí, aunque más adelante, para no quedar mal, aseguró todo lo contrario. Durante mi estancia allí mantuvimos no más de un par de “conversaciones”. Pero “Él” me parecía majo; vamos, que me molaba. Así que, me permití el lujo de tontear con. Me pasé una semana sin faltar un solo día a mis clases, buscándole por la estación y cruzando miraditas y algún que otro comentario vacilón. Ahí se quedó la cosa, y yo me volví a mi casa con la satisfacción de unos días divertidos, que me hicieron volver, en cierto modo, a mi época adolescente. Como os decía, hasta entonces, no sabía mucho de redes sociales, por no decir nada. Sí, sabía que existía internet y la verdad, me tenía loca… ¡Qué gran invento!, pero nada más. Desde luego, si alguien me preguntase qué me llevaría a una isla desierta, respondería, sin dudarlo… ¡Internet! ¿Se puede llevar Internet a una isla desierta? Una tarde aburrida, cogí mi pequeño juguete (me refiero al portátil, de esos otros juguetes hablaremos en otra ocasión), y me puse a navegar por internet. Entonces recordé que “Él”… (Sí, es cierto, va siendo hora que sepáis que “Él” se llamaba Alex). Como iba diciendo, Alex me había dejado una tarjeta donde aparecía la direccometadigital.com

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ción de una página web en la que ofertaba, además de los cursos de esquí, excursiones y muchas actividades más, que tampoco vienen a cuento. Busqué la tarjeta, creo que incluso desesperadamente, y tecleé la dirección. No sé muy bien por qué lo hice, pero en ese momento, cuando le vi allí mirándome sonriente desde la pantalla de mi portátil, no estaba segura si era mi día de suerte o era mi peor pesadilla. Le había borrado casi por completo de mi mente, pero el hecho de volver a verle despertó en mí, de nuevo, esos instintos de mis días de vacaciones. Reconozco que soy impulsiva, así que, actué como suelo hacerlo, a lo loco y por impulso. Casi sin pensarlo pinché en la ventana “contacto”… “enviar mensaje de texto” y al instante mi gestor de correo se abrió y mis dedos comenzaron a trabajar. Escribí un mensaje lo más sencillo, sugerente y enigmático que pude, diciendo que había estado recientemente en sus clases y que me había fijado en él. Nada más. Anónimo y como única vía de contacto mi correo electrónico. No sé si tardé más en escribirlo o en darle a la tecla de enviar. El caso es que cuando quise arrepentirme, ya no había vuelta atrás. Ya estaba hecho, sin quererlo, había entrado de cabeza en el universo de las redes sociales.

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Sí, ya sé que enviar un correo electrónico no tiene nada del otro mundo. Y no, no soy ninguna anticuada, claro que había enviado correos electrónicos antes…. en el curro. Pero esperad a ver lo que viene a continuación y lo entenderéis… La respuesta no se hizo esperar. Evidentemente, para un jovencito presumido y egocéntrico, ese mensaje era como chupar un caramelo. ¿Que por qué me gustaba si era presumido y egocéntrico? La verdad, no lo sé. Todo eso lo descubrí más tarde y tampoco viene a cuento. La contestación decía algo así: ¿Ah, sí? ¿Te gusté? Dime quién eres, déjame tu messenger, y hablamos. No podía dejar de mirar el mensaje. Mis piernas temblaban. Mis manos también. En realidad, todo mi cuerpo temblaba y mi cabeza… mi cabeza… mi cabeza sólo pensaba ¿QUÉ DEMONIOS ES EL MESSENGER? ¿Cuál es mi Messenger? Seguro que no tengo de eso, seguro que no tengo de eso. ……… ¡ahhhhhhhhhhhhh! ¿Sabéis? Yo tengo una teoría… creo que google no nació para utilizar Internet, sino que Internet apareció para que… ¡todos pudiésemos usar google! Así que, obedeciendo a mi teoría, corrí inmediatamente a consultar a San Google. Es posible que sea la última, ultimísima, en enterarme de todo, pero soy muy rápida aprendiendo. Así que, en un plis-plas me puse al día. Creé una cuenta cometadigital.com

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de Messenger y le envié mi dirección. Sólo quedaba esperar. ¿Esperar? ¿Esperar a qué? Eso del Messenger estaba guay, pero… ¿Cómo narices funcionaba? Sólo fue necesario investigar algo más, para descubrir cómo funcionaba aquello. Con un sencillo teclear de correo y una clave, y ya estaba en el universo del chat. Y allí… estaba “Él”… esperándome. Chateamos y tonteamos durante semanas. Me hice asidua al Messenger. Era como una droga y una forma de tener a Alex solo para mí. O al menos eso creía yo. Pero pasaron más semanas, incluso meses… y aquello se estaba volviendo soporífero. Me pasaba horas mirando la pantalla. Esperando que aquella ventanita ascendiese por el extremo derecho de mi pantalla, indicándome que Alex estaba conectado. Todo ello para que mi corazón diese un doble salto mortal, pero… ¿Qué pasaba cuando “él” no estaba? Esas esperas se hacían interminables. No podía seguir así. Solo tenía un contacto en mi Messenger y eso no era suficiente para mi nivel de enganche. ¿Cómo podía hacer para conseguir más contactos? Empecé a indagar y a preguntar a mis familiares, amigos, compañeros, vecinos, conocidos y no tan conocidos. Y ¿sabéis qué pasó? ¡Que todo el mundo me había traicionado! TODOS, ABSOLUTAMENTE TODOS tenían Messenger desde hacía tiempo. ¿Cómo habían podido cometadigital.com

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hacerme eso? ¿Por qué me habían ocultado esa información? ¿Qué clase de amigos y no tan amigos tenía? Me sentí humillada, decepcionada, pero ¡Feliz y contenta! Porque al fin tenía una larga lista de contactos. Empecé a ver luces verdes por todas partes, y ventanitas que emergían continuamente… “Susana acaba de iniciar sesión” “Mateo acaba de iniciar sesión”…. Era una autentica fiesta de inicio de sesiones. Un ir y venir de luces de colores. Pero mi verdadero centro de atención seguía siendo Alex. “Él” era el único que conseguía hacer de mis emociones un parque de atracciones. Una tarde mientras “chateábamos”, aunque quizá tampoco deba usar esa palabra a lo loco; ya que chatear, lo que se dice chatear, no chateábamos casi nada. Alex me mantenía horas y horas pegada a la pantalla del ordenador, pero manteníamos muy pocas conversaciones, lo que se dice fluidas. Una tarde, con mi ventanita de conversación del chat abierta y “Él”, como siempre, a su bola, sucedió: —¿Qué haces? —pregunté. —Estoy en Facebook —respondió. ¿Facebook? ¿Qué era eso? Otra palabra nueva para mí. Esta vez, no preguntaría a San Google. Esta vez “Él” me daría la respuesta. “Él” me había metido allí y me lo debía. cometadigital.com

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—¿Qué es Facebook? —pregunté. —Una página para ligar —respondió. ¿Una página para ligar? ¿Una página para ligar? ¡Tendría cara! Pues se iba enterar, porque yo también iba a ligar en Facebook. Anda que si iba a ligar… ¡JÁ! Menuda era yo. Entré en el universo de Facebook, pero no sabía que ahí también había que tener amigos. Así que aterricé allí más sola que la una, sin saber bien qué hacer con ese nuevo entretenimiento llamado Facebook. No me quedaba otra… tenía que volver a hacerlo... De nuevo, eché mano de mis familiares, ex-amigos, compañeros, vecinos, conocidos y no tan conocidos… (Ahora todos llamados “enemigos traidores”), para rellenar mi lista de amigos de Facebook. Aumentar el número de amigos allí resultó ser más fácil, ya que unos traían a otros. Sin embargo, tardé un tiempo en hacerme con esa red social. Hoy, unos años después, me reconozco adicta a las redes sociales. He tenido un millón o dos de contactos en Messenger, he borrado un millón de esos y he agregado de nuevo otros tantos. He tenido y tengo un número indefinido de cuentas de correo en Hotmail, gmail, yahoo… El Facebook es mi credo y pido permiso al twiter para realizar cualquier acción. Cuando no estoy delante del portátil, mi Iphone toma el relevo, y en itinerancia apenas me cometadigital.com

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comunico si no es por wasap. He conocido otras redes sociales de menor reputación que las anteriores. Y no podría vivir sin las unas ni sin las otras. Alex, por supuesto, fue una anécdota en mi vida. Una anécdota que quizá otro día contaremos, quizá en otra historia. Hoy, “Él” tiene su protagonismo aquí, en esta historia. “Él” me introdujo en las redes sociales. “Él” me ha traído hasta aquí. Gracias, Alex, por cerrarme tus puertas y abrirme las de este universo virtual.

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