CÓMO BRILLAR? (Ap. 1:12-2:7)

¿CÓMO BRILLAR? (Ap. 1:12-2:7) INTRODUCCIÓN.Cuenta la tradición primitiva (Eusebio en su Historia Eclesiástica), que Juan con María, la madre de Jesús

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¿CÓMO BRILLAR? (Ap. 1:12-2:7)

INTRODUCCIÓN.Cuenta la tradición primitiva (Eusebio en su Historia Eclesiástica), que Juan con María, la madre de Jesús, se trasladó a vivir a Asia Menor. No es por tanto de extrañar que Apocalipsis sea enviado, originalmente, a las iglesias de esa zona, sobre las que Juan tendría mayor responsabilidad. No vamos a tener, en este curso que empieza, predicaciones continuadas sobre las siete cartas a las iglesias de Asia menor, aunque sí iremos viendo, de forma intercalada, algunas de ellas. He titulado el mensaje de hoy ¿cómo brillar?, por la idea que me transmite la visión de Juan. Después de oír la voz del Señor y volverse, lo primero que vio fueron los siete candelabros de oro, que sin duda sirven para alumbrar (1:12) Aunque lo que verdaderamente brillaba, según el pasaje es el Señor Jesucristo en medio de ellos. Todo Él es de una riqueza esplendorosa (pero sobre esto volveremos más tarde). Así que los candelabros, que son las iglesias que aún están aquí en este mundo, deben reflejar la luz, el brillo de quien es la misma luz, es decir, el Señor. A tenor de la última parte de Ap. 2:5 “Si no te arrepientes, iré y quitaré de su lugar tu candelabro” nos da la idea de que es totalmente posible que cualquier iglesia pueda llegar a estar vacía de Cristo, quien es la luz, y aunque siga funcionando realmente ya no brille con la luz de Dios. Esto es totalmente posible para cualquier iglesia y desde luego para nosotros también. Es algo similar a cuando la gloria de Dios salió del templo judío. Y esto nos debe hacer temer, como individuos y como iglesias. Así que hemos de atender con mucho cuidado a estas cartas a las iglesias de Asia Menor. Hoy nos pararemos en el mensaje a la iglesia de Éfeso, cuyo pasaje hemos leído en 2:17. Solamente unas palabras acerca de quiénes eran estos ángeles a los que se dirigen las cartas, antes de entrar en materia. Lo importante es que están en la mano derecha del Señor. Él los tiene en sus manos. Algunos identifican estos ángeles, que significan mensajeros, con los pastores u obispos de las iglesias, y podría ser. Aunque lo más probable, ya que el contenido de las cartas es para toda la iglesia, es que los ángeles representan a las iglesias mismas, en su expresión de estar sentadas en los lugares celestiales. Si alguien tiene más 1

curiosidad sobre esto puede ahondar en comentarios o diccionarios bíblicos. Por mi parte lo dejo ahí. Lo importante, sin embargo, está en el mensaje que el Señor, a través de Juan, desea comunicar a cada iglesia en particular. Y a eso vamos. I.- EL CASO DE LOS EFESIOS.V. 2,3. El Señor conoce tus obras. Así que, nosotros podemos disimular pero el Señor conoce nuestras obras y nuestros motivos. Esta primera parte es un elogio, una afirmación. Les está declarando lo que están haciendo bien. Había duro trabajo, y además eran perseverantes en dicho trabajo, es decir, servían al Señor con perseverancia. Eso es bueno. Estaban tan identificados con las cosas buenas que ante los malvados “no podían soportarlos”. Está bien dolerse por el mal de los malvados, aunque tal vez se pasaban aquí al ‘no poder soportarlos’. Tenían además discernimiento para descubrir los falsos apóstoles. Esto es importante. A veces los cristianos con la idea de que no tenemos que juzgar a nadie, abdicamos de nuestra responsabilidad de discernir las falsedades de otros que se llaman cristianos, e incluso pastores o apóstoles –que parecía lo más alto– como era en este caso. Hay mucha confusión en las iglesias cristianas con esto. Pero realmente es importante este discernimiento. Ciertamente no tenemos que tomar nosotros la venganza, ni llevar adelante la condena, porque eso toca al Señor, más bien a nosotros nos toca orar por tales personas y amarlos. Pero sí es muy importante discernir lo falso de lo verdadero en los cristianos y en los líderes también.

Quiero hacer aquí un pequeño paréntesis de aplicación a nuestras vidas. Esto es importante para nosotros a todas las edades. En la vida hay verdad y error, hay lo bueno y lo malo. Y hemos de discernirlo e identificarnos con lo que Dios quiere, para cada ámbito de nuestra vida. El joven deberá de discernir hasta donde llega en su relación con otros. La relación con personas del otro sexo es necesaria. Pero el joven deberá discernir hasta qué punto debe llegar en esa relación, siguiendo parámetros de Dios. Y si corre peligro de ir más allá, huir, como Pablo dice a Timoteo. Una cierta diversión es necesaria, pero el joven o el adulto deberán discernir cómo usar su tiempo de acuerdo a valores de Dios y deberá aprender disciplina en este y en otros asuntos. Abdicar, es decir, no ejercer este discernimiento en todas las cosas que hacemos, porque nos gusta, porque nos sentimos muy a gustito haciendo esto o aquello es desembocar pronto en la tibieza espiritual y no solo espiritual sino también en la 2

imposibilidad de ser hombres y mujeres con criterios, con personalidad madura que llegan a ser luces, referencias, a sus semejantes en todos los ámbitos de la vida. Si nos olvidamos del discernimiento y simplemente nos dejamos llevar, habremos perdido buena parte de nuestra humanidad. Y lo que digo de los jóvenes digo también de los adultos en su vida laboral, en su familia, en sus relaciones sociales, uso del dinero, diversión, etc. No debemos abdicar del discernimiento espiritual, sino que hemos de buscarlo con todo empeño. Cerramos aquí el paréntesis aplicativo. Otras buenas obras que el Señor nos descubre en los efesios es que salían del ‘desánimo’ que generalmente viene por el sufrimiento. Salían del desánimo y perseveraban en el arduo trabajo. (v. 3) De cómo salir del desánimo que los sufrimientos de la vida nos trae, hablaremos otro día. Pero aquí lo apuntamos como una obra correcta que el Señor conocía en los cristianos de Éfeso. Saltando un poco hasta el v. 6 el Señor les menciona otra cosa que tenían también a su favor. “Aborrecían las prácticas de los nicolaítas, las cuales el Señor también aborrecía”. No quiero emplear mucho tiempo en describir quiénes eran o qué hacían mal estos nicolaítas, porque la verdad es que no sabemos casi nada de ellos. Algunos piensan que fue un movimiento dentro de la iglesia, iniciado por aquel Nicolás prosélito de Antioquía, que fue uno de los siete diáconos en Hech. 6:5. Las prácticas serían, según esta opinión, en crear una especie de orden sacerdotal que se elevaría sobre los demás creyentes; quizá esos falsos apóstoles que ellos habían descubierto lo pretendían. Otros, tomando en consideración el contexto de la carta a la iglesia de Pérgamo (Ap. 2:15), lo relacionan con la doctrina de Balaán, que en el fondo supone una permisividad en las costumbres, diciendo que se puede vivir con toda mundanalidad y eso no es problema. O, tal vez, podrían ser ambas cosas a la vez. Lo importante es que los efesios aborrecían, junto con el Señor, esas prácticas de los nicolaítas. Hasta aquí es lo que el Señor les dice positivamente. Sin embargo, en los v. 4 y 5 hay una amonestación durísima acerca de otras cosas, que el Señor también conoce, y están en el corazón de los efesios. Se trata de que “han abandonado su primer amor”. Y esto es tan dramático, que si no se arrepienten y rectifican, esa comunidad dejará de brillar con la luz de Cristo. Y aunque sigan haciendo todas sus actividades la luz de Dios ya no estará en ella. ¿En qué consiste esta pérdida del primer amor? A algunos les he oído hablar, con nostalgia, de que aquel primer amor cuando se convirtieron les llevaba a hacer esto y 3

aquello (predicaban, repartían folletos, etc.) Ahora ya no sienten ese calor y no hacen casi nada. Pero tengo bastantes dudas de que estemos atinando, cuando decimos esto, en cuanto a lo que consiste esa pérdida del primer amor. Porque los efesios trabajaban duro y perseveraban en la obra. Eran pacientes, discernían, se levantaban del desánimo y se ponían al lado de Dios frente a las prácticas erróneas. No estoy tratando de sentar cátedra en lo que significa la pérdida del primer amor y tal vez se pueda entender de otra manera. Pero si Dios llama a arrepentirse y volver a Él, no puede tratarse de algo que irremediablemente se apaga con el tiempo. Sino que el primer amor es algo absolutamente necesario para todos los cristianos, aunque llevemos muchos años siéndolo. La palabra en griego para ‘primer’ amor tiene el sentido tanto del primero en el tiempo, como del que ocupa el primer lugar; es decir, ‘el amor principal’. Desde luego, cuando iniciamos una relación de amor con nuestra novia, lo característico es que nos ocupemos en descubrir cómo es esa persona objeto de nuestro amor. Cuando ya le conocemos por tiempo, damos por sentado que sabemos cómo es. Y puede que trabajemos mucho para traer dinero a casa, que cuidemos de los hijos, etc. pero ya no estamos tan centrados en descubrir y disfrutar la compañía de la otra persona. Ya damos por hecho que conocemos sus respuestas, cómo es, lo que va a decir o hacer, etc. Hemos perdido el deseo de descubrir al otro. Ahora necesitamos las demás cosas de la vida para estar bien. Cuando nuestro amor está centrado en la otra persona decimos aquello de “contigo pan y cebolla”. Es decir, teniendo al otro es suficiente, no necesitamos nada más. Cuando el otro, solo, no es suficiente, entonces hemos perdido el primer amor. Y la señal es que nuestro principal amor ha pasado a otras cosas: nuestro trabajo, la economía, los bienes, el éxito, el ministerio cristiano, etc. Seguramente muchos de vosotros habéis visto aquella bella película “El violinista en el tejado”. Cuando aquel marido le pregunta y le insiste a su esposa si le ama. Ella casi se irrita. ¿Cómo que si te amo? Te coso los pantalones, te hago la comida, te he traído al mundo varios hijos, y así sigue relatando las cosas que hace. Pienso que a estos efesios les pasaba igual. Hacemos esto y aquello, ¿cómo no te vamos a amar? Los efesios empezaron bien, según los términos que Pablo usa en su epístola. Conociendo las riquezas de su gracia, el misterio de su voluntad que les había sido revelado, y sabiéndose a sí mismos que estaban para alabanza de su gloria. Pero poco a poco las propias actividades a las que Dios mismo les dirigía empezaron a ocupar su interés. Y dejaron de poner su atención en el Señor mismo y en su obra. Su identidad se fue haciendo en función de su capacidad para discernir lo correcto de lo incorrecto, de su dura labor, de su perseverancia, de esto y de aquello. Estas cosas llegaron a ocupar su principal amor. Sí, Cristo estaba también pero no era su primer y principal 4

amor. No estaban suficientemente bien con Él, solamente. No era, contigo pan y cebolla. Cristo solo no era suficiente para dar felicidad y sentido a su vida. Y esto, que nos puede parecer poco importante, es algo gravísimo. Porque hemos perdido el principal motivo de nuestra existencia, nuestro primer amor, que es descubrir y disfrutar y transmitir las riquezas de Cristo. Desde luego a todos los cristianos nos puede pasar algo así: Dejar nuestro primer amor, que es Cristo. II.- ¿CÓMO, ENTONCES, BRILLAR? ¿Cómo podemos, entonces, volver a brillar? Hemos de arrepentirnos de que algo, que no es el Señor mismo, ocupe nuestro principal amor. Hemos de arrepentirnos si esperamos de un novio o novia, de una carrera universitaria, de un trabajo, de un ministerio cristiano, de la comodidad y la tranquilidad, de la diversión, del éxito, o de cualquier otra cosa. Si esperamos, digo, que cualquiera de estas cosas sea lo que nos va a dar felicidad y sentido a nuestra vida, en vez de recibirlo de Cristo mismo y de su gracia. ¡Hemos de arrepentirnos! Repito la pregunta, ¿cómo podemos entonces volver a brillar? En algún sentido nos hemos de quedar solos con el Señor. Aunque tengamos otras muchas cosas hemos de quedarnos Cristo y nosotros solos, ninguna otra cosa importa. Y así volver a reencontrar en Él cada matiz de sus riquezas, de su gloria, de su obra, de su persona, de su gracia hacia nosotros. Tal vez necesitamos un reencuentro de este tipo, notable. Y después seguir aprendiendo día a día, practicando en nuestra meditación, que lo primero es seguir descubriéndole a Él. Hablarle a Él de estas cosas, comunicarnos con Él, oírle. ¡Eso es recuperar nuestro primer amor! Desde luego eso no nos dejará en el limbo, ni en el trance, sino que nos guiará y su gracia nos fortalecerá al trabajo duro que tenemos que hacer. Como los efesios, muchos de nosotros, necesitamos éste énfasis para brillar de verdad. Yo también lo necesito.

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