COMO VIVIR EN ESTE MUNDO. EL PRINCIPIO DEL AMOR. (Rom. 12:17-21)

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COMO VIVIR EN ESTE MUNDO. EL PRINCIPIO DEL AMOR (Rom. 12:17-21) INTROCUCCIÓN.Hoy veremos los vs. 17-21 del capítulo 12 de la epístola a los romanos. Capítulo sobre el que hemos estado hablando las semanas pasadas. En estos versículos Pablo nos propone algunos principios importantes acerca de Cómo han de vivir los cristianos en este mundo. El principio motor que se nos presenta aquí es el mismo que vimos la pasada semana en relación a la vida en la familia de Dios: El amor (agápe) que ha sido derramado por Dios en el corazón de cada creyente. Este es un tema amplio; hay muchos aspectos y enfoques para adquirir una perspectiva bíblica y equilibrada. Las soluciones demasiado simples son falsamente seguras. Los cristianos evangélicos hemos tenido, o tenemos, sobre este asunto diferentes énfasis. Por un lado las posturas más fundamentalistas que ponen el acento en: “Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo”. Este énfasis produce la tendencia, e incluso la enseñanza, de no intervenir, ni casi interesarnos, por los aspectos sociales o de la cultura en este mundo. La idea sería nosotros a lo nuestro, a la adoración en la iglesia y a la predicación para rescatar del mundo a los que podamos y ya está. Sin embargo, esta tendencia hace un énfasis adecuado en la necesidad de conversión, nuevo nacimiento, es decir, en evangelismo, lo cual es muy necesario. En el otro extremo, la posición más liberal, que tiende a comprender el reino de Dios casi exclusivamente como acción política y social. Hay un deseo tan grande de estar a la última en el pensamiento actual, que es desde ese pensamiento que se interpreta la propia Biblia y sus planteamientos morales. Es de alabar en esta tendencia el servicio social que se da a personas e instituciones en este mundo; en cambio se ve poca o nula necesidad del evangelio, como poder de Dios para el nuevo nacimiento y la conversión del corazón, al Señor. La perspectiva bíblica, aunque radical, es sin embargo más equilibrada que estos dos extremos. El texto de Jn. 17:15-18 creo que aporta ese equilibrio. “No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco lo soy yo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad. Como tu me enviaste al mundo, yo los envío también al mundo”. Así que se nos dice que no somos del mundo, pero se nos envía a este mundo. Y ello con la finalidad de servirle, proclamando el evangelio, enseñando cómo vivir aquí y haciendo bienes a todos, como Jesús los hizo.

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Es con este planteamiento, que trataremos durante varios domingos, el importante asunto de ¿Cómo vivir en este mundo? Hoy nos centraremos en Rom. 12:17-21 en lo que podríamos llamar ‘el amor como principio’ fundamental para conducirnos adecuadamente en el mundo. I.- LO QUE NO, Y LO QUE SÍ, HACE EL AMOR.En estos versículos veremos lo que los cristianos, en quienes ha sido derramado el amor (agápe) de Dios, harán hacia las personas de la sociedad en la que viven. Pablo nos describe aquí tres cosas que no deberán hacer; y, como contrapartida, otras tres que sí deberán hacer. -

No paguéis a nadie mal por mal (v.17) Sino procurad hacer lo bueno. En lo que dependa de vosotros… - No os venguéis hermanos míos (v.19) Sino dejad el castigo en las manos de Dios. - No te dejes vencer por el mal (v.21) Al contrario, vence el mal con el bien. 1. No paguéis a nadie mal por mal.Este texto no nos está diciendo que no discernamos el mal donde quiera que aparece. Tampoco dice que no le demos importancia al mal, ni que lo excusemos, ni que lo minimicemos o pensemos ‘todo el mundo es bueno’. No. El mal es tan perverso que costó el horrible sacrificio de nuestro Señor Jesucristo, quien era inocente, puro y apartado del mal. Lo que el texto nos dice es que no paguemos con otro mal, a quien nos hace mal. Porque cuando yo pago con otro mal, yo mismo también estoy haciendo lo malo. Y aunque esté cargado de razones por el mal que el otro me ha hecho, si yo respondo con otro mal estaré añadiendo más maldad a la situación. En casos de problemas de relación entre personas, sean matrimoniales o de otro tipo, es frecuente decir: ‘Sí, yo te hice eso, porque tú antes me hiciste aquello’. Y la otra persona dirá: ‘Sí, pero fue porque tú me habías hecho aquello otro’. Y así sigue una cadena de acciones y reacciones de mal que, si no se corta, puede terminar en que cada uno se va por su lado; o, en algo peor. La contrapartida a esto es hacer algo bueno (v. 17), aunque sea algo sencillo. También hemos de procurar la paz, pero no a cualquier precio. Hay dos cláusulas aquí en el v.18: ‘Si es posible’ y ‘en cuanto dependa de vosotros’, vivid en paz con todos. Esto significa que hemos de medir también con sentido común la posibilidad de la paz, aunque siempre la hemos de desear y buscar. Así que además del amor de Dios, me parece que se requiere cierto sentido común para actuar con cordura en muchas de estas circunstancias. La vida se vuelve toda una aventura, al ir descubriendo cómo caminar con amor y prudencia en cada situación. 2. No os venguéis hermanos míos.-

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“No os venguéis, hermanos míos, sino dejad el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: ‘Mía es la venganza, yo pagaré’”. (Rom. 12:19). La palabra que se traduce venganza, en griego (ekdikesis), significa castigo. Aquí vemos que el mal merece castigo. No se trata de que no tenga importancia, por el contrario, el mal necesita ser castigado. El asunto es que no me toca a mí ejercer ese castigo. Esa es la cuestión. Eso le toca a Dios. Lo que ocurre, a veces, es que no creemos en la justicia práctica de Dios, en este mundo. O no nos parece bien, la velocidad o su forma de aplicación. Pero Dios se compromete a juzgar y castigar todo aquello que está mal, por tanto hemos de dejarlo a Él. Y comprobaremos que Él es más sabio, y más misericordioso también; pero no dejará por inocente al culpable. Eso puede suponer que nosotros mismos recibamos también parte de ese castigo o disciplina. Es mejor dejar, siempre, a Dios el castigo. Por eso el creyente no debe tomar la venganza, sino encomendarse a Aquel que juzga justamente, como hizo el mismo Señor (1ª Ped. 2:23). Pablo nos enseña en el capítulo 13 que Dios lleva a cabo ese castigo o venganza, por medio de los poderes de la Sociedad, del Estado, o directamente por sus propias intervenciones. Aparece aquí un elemento de complejidad, ya que en la medida que tengamos responsabilidades en la Sociedad o en el Estado, habremos de ejecutar ese castigo. Por ejemplo, un cristiano que es juez ejercerá justicia y castigo. También un empresario tendrá que tomar, a veces, acciones de castigo, incluso el despido de un trabajador. Un policía deberá de actuar para que se castigue el mal. Y de hecho, a un nivel aún más general, un padre tendrá que castigar, a veces, a los hijos. Estas acciones de castigo que, acorde a su profesión en este mundo deberán ejercer a veces los creyentes, no contradicen el principio de que el castigo, o la venganza, es del Señor, sino que supone una colaboración con Él en esta Sociedad, para refrenar el mal. Este no es un asunto sencillo, en la práctica, para los creyentes; y lo trataremos con más detalle en otro mensaje próximo de cómo vivir en este mundo, que enfocaremos desde nuestra participación en la Sociedad y en la cultura. Otra contrapartida positiva a no tomar nosotros la venganza es lo que se nos dice en el v. 20. “Antes bien, ‘Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta”. El Señor que hace salir el sol sobre justos e injustos, hará también en aquellos en cuyo corazón ha sido derramado el amor de Dios, que den comida, bebida, cobijo, etc., a los que nos hacen mal. 3. No os dejéis vencer por el mal.“No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien”. (v. 21). Este versículo es como un resumen, una conclusión, de lo que venimos diciendo. Si respondemos a un mal con otro mal, somos vencidos por el mal. Si, como hemos estado viendo, procuramos hacer lo bueno, dejamos el castigo en las manos del Señor y atendemos las necesidades físicas, entonces venceremos el mal con el bien. A eso somos llamados. 3

II.- DOS HISTORIAS QUE LO ILUSTRAN.En los capítulos 24 y 25 de 1ª Samuel leemos dos sucesos de David, en los tiempos cuando era perseguido por Saúl, que ilustran lo que hemos estado diciendo. 1) La primera historia cuenta cómo en la injusta persecución del rey Saúl a David, entra en una cueva para hacer sus necesidades. En el fondo de la cueva estaba David escondido con sus hombres. Estos le dijeron: “En verdad, hoy se cumple la promesa que te hizo el Señor cuando te dijo: Yo pondré a tu enemigo en tus manos, para que hagas con él lo que mejor te parezca”. (1ª Sam. 24:4) A David al principio no le pareció mala idea, pero antes de hacerle daño le frenó su conciencia. (v.5) Sólo cortó el borde de su manto, pero no le hizo daño a Saúl. Tras salir Saúl de la cueva, cuando ya iba a una cierta distancia, David le dio voces diciéndole que había podido matarlo, pero no le había hecho daño, y le muestra el borde del manto que le ha cortado. (Leed 1ª Sam. 24:11-22) David, no toma la venganza, no ejerce el castigo, por el contrario le hace bien; él encomienda al Señor el ejercicio de la justicia y el castigo. ¡Que el Señor juzgue entre nosotros dos! ¡Y que el Señor me vengue de ti! (v. 12) Después cita un antiguo refrán: “De los malos la maldad”. Es decir, si yo te hago un mal, aún cargado de razones como estoy por todo lo que tú me estás haciendo, yo seré malo. “De los malos la maldad”. Así que, no responderé con un mal, sino con un bien. Esto no quiere decir que David no actuara con sentido común y práctico, porque al final, (v.22) Saúl se volvió a su palacio y David con sus hombres a su refugio. Fue prudente, y no escenificó una paz imposible. 2) La segunda historia la vemos en el capítulo 25. Es aquel suceso de David, con el necio Nabal y la sabia Abigaíl. Supongo que recordáis la historia. David manda algunos de sus hombres para recibir alimentos de Nabal, recordándole que siempre ha protegido a sus pastores y sus bienes. Nabal no les hace ni caso; y David, muy furioso, se lanza con 400 de sus hombres a aniquilar a Nabal y a todo lo suyo. David se sentía cargado de razones para castigar a Nabal, ya que le estaba devolviendo mal, por el bien que él le había hecho. Abigaíl se adelanta, llevándole varias cargas de provisiones; y sobre todo palabras llenas de sensatez y sabiduría, que frenan a David de tomarse la justicia por su mano. Una conclusión de las palabras de Abigaíl se hallan en los vs. 30 y 31 de capítulo 25. “Así que, cuando el Señor te haya hecho todo el bien que te ha prometido, y te haya establecido como jefe de Israel, no tendrás tú que sufrir la pena y el remordimiento de haberte vengado por ti mismo, ni de haber derramado sangre inocente.” Curiosamente, al día siguiente Nabal enfermó y murió a los diez días. CONCLUSIÓN.No se trata de cumplir estas normas como una moralidad que nos da algún mérito con Dios. De lo que se trata es de que en la medida en que somos impresionados y afectados por las ‘misericordias de Dios’, es decir, por el Evangelio de la gracia de Dios,

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nuestra mente será renovada y comprobaremos que vivir así es bueno, agradable y perfecto. “No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien”. Saquemos nuestras conclusiones, y actuemos en consecuencia.

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