Con el Papa. en la Sagrada Familia. Siete catequesis

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Con el Papa en la Sagrada Familia

Siete catequesis. Con el

Papa en la Sagrada Familia

Siete catequesis

Arquebisbat de Barcelona

Plegaria para preparar la visita apostólica del Santo Padre a Barcelona el próximo día 7 de noviembre de 2010 Dios y Padre nuestro, dirige tu bondadosa mirada sobre la Iglesia de Barcelona: bendícela con el rocío de tu gracia para que se prepare espiritualmente para acoger la visita apostólica del Papa Benedicto XVI. Esto nos mueve a rezar por él con afecto filial. Permanece siempre con él, Señor. Así como María, la Madre de tu Hijo. Guarda siempre su vida y su salud. Concédele la firmeza que diste al apóstol Pedro para que confirme en todos nosotros la fe que nos salva. Con nuestro Santo Padre, concédenos saborear la novedad constante del Evangelio. Con él, amar a la santa Madre Iglesia, hogar de comunión, misericordia y perdón. Como él, también nosotros reconozcamos la voz de Cristo por encima de cualquier otra voz, ya que sólo tu Hijo tiene palabras de vida eterna. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Arquebisbat de Barcelona

CON EL PAPA EN LA SAGRADA FAMILIA

Arquebisbat de Barcelona

Estimados y estimadas, Con motivo de la visita apostólica del Santo Padre Benedicto XVI a Barcelona para presidir la Dedicación del Templo de la Sagrada Familia, la archidiócesis ofrece unas catequesis que nos ayuden a prepararnos para esta visita, presentando el ministerio del Apóstol Pedro y de sus Sucesores, el siervo de Dios Antoni Gaudí, arquitecto genial y cristiano ejemplar, y el contenido artístico, bíblico, teológico y litúrgico del Templo de la Sagrada Familia. Estas catequesis se pueden trabajar personalmente, en reuniones parroquiales, en grupos de movimientos, en equipos de matrimonios, en grupos creados con esta finalidad, etc. Se puede comenzar la reflexión con la oración de esta visita apostólica, pidiendo al Señor que dé

muchos frutos espirituales y pastorales e intensifique nuestro trabajo evangelizador y misionero. “Con el Papa en la Sagrada Familia”. Todos estamos invitados a recibir y acoger con afecto a nuestro estimado Santo Padre Benedicto XVI. Barcelona, 15 de junio de 2010

† Lluís Martínez Sistach Cardenal-Arzobispo de Barcelona

Sumario Con el Papa en la Sagrada Familia.................................... 7

El Papa, obispo de Roma, nos visita.............. 9 Catequesis primera: Pedro, el pescador. .............................. 11 1. Un judío creyente y observante............................. 12 2. La llamada de Jesús................................................. 13 3. La confesión de fe.................................................. 15 4. Pedro y nuestro seguimiento de Jesús.................... 17 Catequesis segunda: Pedro, el apóstol. ............................... 21 1. La cruz y la Eucaristía............................................. 22 2. Una fe en camino................................................... 23 3. Necesidad del perdón............................................ 25 4. La humildad de Pedro............................................ 26 5. Pedro nos muestra el camino................................. 28 Catequesis tercera: Pedro, la roca sobre la que Cristo fundó su Iglesia.............................................................. 31 1. La misión de Pedro................................................. 32 2. San Pedro, fundamento de la Iglesia...................... 33 3. Pedro, testigo de la resurrección............................ 35 4. Pedro, custodio de la comunión con Cristo........... 37

Gaudí............................................................................ 39 Catequesis cuarta: El itinerario de fe de un hombre de Dios. 41 1. Infancia y adolescencia (1852-1867)..................... 42

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2. Juventud (1869-1882)............................................ 43 3. El encargo de la Sagrada Familia (1883-1893)....... 46 4. Un ayuno y la fidelidad a los medios espirituales (1894-1902)............................................ 48 5. La fecundidad del artista (1903-1910)................... 49 6. Abandono a la Providencia (1912-1924)............... 51 Catequesis quinta: El laico comprometido con su mundo y el artista como comunicador de la belleza de Dios... 55 I. El laico comprometido con su mundo........................ 56 1. El arquitecto de Dios.............................................. 57 2. El sentido de Iglesia............................................... 58 3. La vida familiar....................................................... 61 4. El compromiso público.......................................... 63 5. La atención a los pobres......................................... 65 II. El artista ante el misterio de la belleza....................... 67 1. La belleza de las piedras......................................... 68 2. La naturaleza como Creación inspiradora.............. 70 3. Jesucristo, manifestación del Invisible.................... 73 4. Cuando la arquitectura muestra la Trinidad........... 74

La Sagrada Familia................................................. 77 Catequesis sexta: El templo de la Sagrada Familia como altar, casa y testimonio.......................................... 79 1. Un templo para convocar, mostrar y celebrar la fe.80 2. La Iglesia como casa y familia de Dios................... 83 3. El sentido de la expiación...................................... 85 4. Una catequesis en piedra sobre Jesucristo.............. 87 Catequesis séptima: La familia de Nazaret como referencia espiritual........................................................ 95 1. Volver a Nazaret.................................................... 97 2. El matrimonio, primera piedra de la sociedad...... 100 3. La casa como hogar.............................................. 101 4. La familia como iglesia doméstica . ..................... 103

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CON EL PAPA EN LA SAGRADA FAMILIA Con motivo de la próxima visita del Papa a Barcelona para la dedicación del templo de la Sagrada Familia, nuestro Cardenal-arzobispo Lluís Martínez Sistach escribía el pasado 14 de marzo del 2010 una carta a todos los diocesanos en la que decía lo siguiente: “Pido a todas las parroquias, comunidades religiosas, movimientos, asociaciones, escuelas e instituciones de Iglesia que trabajen desde ahora en la preparación y realización de la visita apostólica que el papa Benedicto XVI hará a nuestra archidiócesis y ciudad de Barcelona, para que sea muy provechosa y fecunda para nuestra 9

santidad, que es la primera y fundamental vocación de todos los bautizados, y para ofrecer al Papa una acogida filial, devota y entusiasta”. Esta invitación, reiterada con frecuencia, la ha hecho extensiva a todos los diocesanos de Cataluña y del resto de España. Para facilitarlo se ofrecen estas catequesis. La primera serie de tres catequesis se centrará en el ministerio del apóstol san Pedro y de sus sucesores. La segunda serie procurará descubrir al Gaudí creyente, aportando una visión a veces olvidada pero imprescindible para comprender su obra. La tercera serie ofrecerá algunas claves para entender el significado excepcional de la iglesia de la Sagrada Familia, resaltando la importancia de esta obra para la misión evangelizadora actual y de las próximas generaciones.

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Primera parte

EL PAPA, OBISPO DE ROMA, NOS VISITA En la primera parte de esta serie de catequesis se nos ofrecen tres del Papa Benedicto XVI sobre la figura de Pedro, del cual es el sucesor el Papa. La primera se centra en Pedro, el pescador, que escucha la llamada de Jesús y le sigue. En la segunda nos fijamos en Pedro, el apóstol, testigo humilde que muestra el camino del seguimiento de Cristo. En la tercera nos acercamos a Pedro, la roca sobre la cual Cristo ha fundado la Iglesia.

Catequesis primera

PEDRO, EL PESCADOR1 Después de Jesús, Pedro es el personaje más conocido y citado en los escritos neotestamentarios: es mencionado 154 veces con el sobrenombre de Pétros, “piedra”, “roca”, que es traducción griega del nombre arameo que le dio directamente Jesús: Kefa, atestiguado nueve veces sobre todo en las cartas de san Pablo. Hay que añadir el frecuente nombre Simón (75 veces), que es una adaptación griega de su nombre hebreo original Simeón (dos veces: Hch 15,14; 2 P 1,1). 1

Audiencia general del 17 de mayo – L’Osservatore Romano, de 18 de mayo de 2006.

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1. Un judío creyente y observante Simón, hijo de Juan (cf. Jn 1,42) o en la forma aramea, bar-Jona, hijo de Jonás (cf. Mt 16,17), era de Betsaida (cf. Jn 1,44), una localidad situada al este del mar de Galilea, de la que procedía también Felipe y naturalmente Andrés, hermano de Simón. Al hablar se le notaba el acento galileo. También él, como su hermano, era pescador: con la familia de Zebedeo, padre de Santiago y Juan, dirigía una pequeña empresa de pesca en el lago de Genesaret (cf. Lc 5,10). Por eso, debía de gozar de cierto bienestar económico y estaba animado por un sincero interés religioso, por un deseo de Dios –anhelaba que Dios interviniera en el mundo– un deseo que lo impulsó a dirigirse, juntamente con su hermano, hasta Judea para seguir la predicación de Juan el Bautista (cf. Jn 1,35-42). Era un judío creyente y observante, que confiaba en la presencia activa de Dios en la historia de su pueblo, y le entristecía no ver su acción poderosa en las vicisitudes de las que era testigo en ese momento. Estaba casado y su suegra, curada un día por Jesús, vivía en la ciudad 14

de Cafarnaúm, en la casa en la que también se alojaba Simón cuando estaba en esa ciudad (cf. Mt 8,14 s; Mc 1,29 s; Lc 4,38s). Excavaciones arqueológicas recientes han permitido descubrir, bajo el piso de mosaico octagonal de una pequeña iglesia bizantina, vestigios de una iglesia más antigua construida sobre esa casa, como atestiguan las inscripciones con invocaciones a Pedro. Los evangelios nos informan de que Pedro es uno de los primeros cuatro discípulos del Nazareno (cf. Lc 5,1-11), a los que se añade un quinto, según la costumbre de todo Rabino de tener cinco discípulos (cf. Lc 5,27: llamada de Leví). Cuando Jesús pasa de cinco discípulos a doce (cf. Lc 9,1-6) pone de relieve la novedad de su misión: él no es un rabino como los demás, sino que ha venido para reunir al Israel escatológico, simbolizado por el número doce, como el de las tribus de Israel.

2. La llamada de Jesús Como nos muestran los evangelios, Simón tiene un carácter decidido e impulsivo; está dispuesto a imponer sus razones incluso con 15

la fuerza (por ejemplo, cuando usa la espada en el huerto de los Olivos: cf. Jn 18,10 s). Al mismo tiempo, a veces es ingenuo y miedoso, pero honrado, hasta el arrepentimiento más sincero (cf. Mt 26,75). Los evangelios permiten seguir paso a paso su itinerario espiritual. El punto de partida es la llamada que le hace Jesús. Acontece en un día cualquiera, mientras Pedro está dedicado a sus labores de pescador. Jesús se encuentra a orillas del lago de Genesaret y la multitud lo rodea para escucharlo. El número de oyentes implica un problema práctico. El Maestro ve dos barcas varadas en la ribera; los pescadores han bajado y lavan las redes. Él entonces pide permiso para subir a la barca de Simón y le ruega que la aleje un poco de tierra. Sentándose en esa cátedra improvisada, se pone a enseñar a la muchedumbre desde la barca (cf. Lc 5,1-3). Así, la barca de Pedro se convierte en la cátedra de Jesús. Cuando acaba de hablar, dice a Simón: “Rema mar adentro, y echad vuestras redes para pescar”. Simón responde: “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes” (Lc 5,4-5). 16

Jesús era carpintero, no experto en pesca, y a pesar de ello Simón el pescador se fía de este Rabino, que no le da respuestas sino que lo invita a fiarse de él. Ante la pesca milagrosa reacciona con asombro y temor: “Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” (Lc 5,8). Jesús responde invitándolo a la confianza y a abrirse a un proyecto que supera todas sus perspectivas: “No temas. Desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,10). Pedro no podía imaginar entonces que un día llegaría a Roma y sería aquí “pescador de hombres” para el Señor. Acepta esa llamada sorprendente a dejarse implicar en esta gran aventura. Es generoso, reconoce sus limitaciones, pero cree en el que lo llama y sigue el sueño de su corazón. Dice sí, un sí valiente y generoso, y se convierte en discípulo de Jesús.

3. La confesión de fe Pedro vivió otro momento significativo en su camino espiritual cerca de Cesarea de Filipo, cuando Jesús planteó a sus discípulos una pregunta precisa: “¿Quién dicen los hombres que soy yo?” (Mc 8,27). Pero a Jesús no le basta 17

la respuesta de lo que habían oído decir. De quien ha aceptado comprometerse personalmente con él, quiere una toma de posición personal. Por eso insiste: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mc 8,29). Es Pedro quien contesta en nombre de los demás: “Tú eres el Cristo” (Mc 8,29), es decir, el Mesías. Esta respuesta de Pedro, que no provenía “ni de la carne ni de la sangre”, es decir, de él, sino que se la había donado el Padre que está en los cielos (cf. Mt 16,17), encierra en sí como en germen la futura confesión de fe de la Iglesia. Con todo, Pedro no había entendido aún el contenido profundo de la misión mesiánica de Jesús, el nuevo sentido de la palabra Mesías. Lo demuestra poco después, dando a entender que el Mesías que buscaba en sus sueños es muy diferente del verdadero proyecto de Dios. Ante el anuncio de la pasión, se escandaliza y protesta, provocando la dura reacción de Jesús (cf. Mc 8,32-33). Pedro quiere un Mesías “hombre divino”, que realice las expectativas de la gente imponiendo a todos su poder. También nosotros deseamos que el Señor imponga su poder y transforme inme18

diatamente el mundo. Jesús se presenta como el “Dios humano”, el siervo de Dios, que trastorna las expectativas de la muchedumbre siguiendo el camino de la humildad y el sufrimiento. Es la gran alternativa, que también nosotros debemos aprender siempre de nuevo: privilegiar nuestras expectativas, rechazando a Jesús, o acoger a Jesús en la verdad de su misión y renunciar a nuestras expectativas demasiado humanas. Pedro, impulsivo como era, no duda en tomar aparte a Jesús y reprenderlo. La respuesta de Jesús echa por tierra todas sus falsas expectativas, a la vez que lo invita a convertirse y a seguirlo. “Ponte detrás de mí, Satanás, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres” (Mc 8,33). No me señales tú el camino; yo tomo mi camino y tú debes ponerte detrás de mí.

4. Pedro y nuestro seguimiento de Jesús Pedro aprende así lo que significa en realidad seguir a Jesús. Es su segunda llamada, análo19

ga a la de Abrahán en Gn 22, después de la de Gn 12: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8,34-35). Es la ley exigente del seguimiento: hay que saber renunciar, si es necesario, al mundo entero para salvar los verdaderos valores, para salvar el alma, para salvar la presencia de Dios en el mundo (cf. Mc 8,36-37). Aunque le cuesta, Pedro acoge la invitación y prosigue su camino tras las huellas del Maestro. Me parece que estas diversas conversiones de san Pedro y toda su figura constituyen un gran consuelo y una gran enseñanza para nosotros. También nosotros tenemos deseo de Dios, también nosotros queremos ser generosos, pero también nosotros esperamos que Dios actúe con fuerza en el mundo y transforme inmediatamente el mundo según nuestras ideas, según las necesidades que vemos nosotros. Dios elige otro camino. Dios elige el camino de la transformación de los corazones con el sufrimiento y la humildad. Y nosotros, como Pedro, debemos convertirnos siempre de nue20

vo. Debemos seguir a Jesús y no ponernos por delante. Es él quien nos muestra el camino. Así, Pedro nos dice: tú piensas que tienes la receta y que debes transformar el cristianismo, pero es el Señor quien conoce el camino. Es el Señor quien me dice a mí, quien te dice a ti: sígueme. Y debemos tener la valentía y la humildad de seguir a Jesús, porque él es el camino, la verdad y la vida.

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Catequesis segunda

PEDRO, EL APÓSTOL2 En estas catequesis estamos meditando en la Iglesia. Hemos dicho que la Iglesia vive en las personas y, por eso, en la última catequesis, comenzamos a meditar en las figuras de cada uno de los Apóstoles, comenzando por san Pedro. Hemos visto dos etapas decisivas de su vida: la llamada a orillas del lago de Galilea y, luego, la confesión de fe: “Tú eres el Cristo, el Mesías”. Como dijimos, se trata de una confesión aún insuficiente, inicial, aunque abierta. San Pedro se pone en un camino de seguimiento. Así, esta confesión inicial ya lleva en sí, como un 2

Audiencia general del 24 de mayo – L’Osservatore Romano, 25 de mayo de 2006

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germen, la futura fe de la Iglesia. Hoy queremos considerar otros dos acontecimientos importantes en la vida de san Pedro: la multiplicación de los panes –acabamos de escuchar en el pasaje que se ha leído la pregunta del Señor y la respuesta de Pedro–, y después la llamada del Señor a Pedro a ser pastor de la Iglesia universal.

1. La cruz y la Eucaristía Comenzamos con la multiplicación de los panes. Como sabéis, el pueblo había escuchado al Señor durante horas. Al final, Jesús dice: están cansados, tienen hambre, tenemos que dar de comer a esta gente. Los Apóstoles preguntan: “Pero, ¿cómo?”. Y Andrés, el hermano de Pedro, le dice a Jesús que un muchacho tenía cinco panes y dos peces. “Pero, ¿qué es eso para tantos?”, se preguntan los Apóstoles. Entonces el Señor manda que se siente la gente y que se distribuyan esos cinco panes y dos peces. Y todos quedan saciados. Más aún, el Señor encarga a los Apóstoles, y entre ellos a Pedro, que recojan las abundantes sobras: doce canastos de pan (cf. Jn 6,12-13). 24

A continuación, la gente, al ver este milagro –que parecía ser la renovación tan esperada del nuevo “maná”, el don del pan del cielo–, quiere hacerlo su rey. Pero Jesús no acepta y se retira a orar solo en la montaña. Al día siguiente, en la otra orilla del lago, en la sinagoga de Cafarnaúm, Jesús interpretó el milagro, no en el sentido de una realeza de Israel, con un poder de este mundo, como lo esperaba la muchedumbre, sino en el sentido de la entrega de sí mismo: “El pan que yo voy a dar es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6,51). Jesús anuncia la cruz, y con la cruz la auténtica multiplicación de los panes, el Pan eucarístico, su manera totalmente nueva de ser rey, una manera completamente opuesta a las expectativas de la gente.

2. Una fe en camino Podemos comprender que estas palabras del Maestro, que no quiere realizar cada día una multiplicación de los panes, que no quiere ofrecer a Israel un poder de este mundo, resultaran realmente difíciles, más aún, inaceptables para la gente. “Da su carne”: ¿qué quiere 25

decir esto? Incluso para los discípulos parece algo inaceptable lo que Jesús dice en este momento. Para nuestro corazón, para nuestra mentalidad, eran y son palabras “duras”, que ponen a prueba la fe (cf. Jn 6,60). Muchos de los discípulos se echaron atrás. Buscaban a alguien que renovara realmente el Estado de Israel, su pueblo, y no a uno que dijera: “Yo doy mi carne”. Podemos imaginar que las palabras de Jesús fueron difíciles también para Pedro, que en Cesarea de Filipo se había opuesto a la profecía de la cruz. Y, sin embargo, cuando Jesús preguntó a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?”, Pedro reaccionó con el entusiasmo de su corazón generoso, inspirado por el Espíritu Santo. En nombre de todos, respondió con palabras inmortales, que también nosotros hacemos nuestras: “Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios” (cf. Jn 6,66-69). Aquí, al igual que en Cesarea, con sus palabras, Pedro comienza la confesión de la fe cristológica de la Iglesia y se hace portavoz 26

también de los demás Apóstoles y de nosotros, los creyentes de todos los tiempos. Esto no significa que ya hubiera comprendido el misterio de Cristo en toda su profundidad. Su fe era todavía una fe inicial, una fe en camino; sólo llegaría a su verdadera plenitud mediante la experiencia de los acontecimientos pascuales. Sin embargo, ya era fe, abierta a la realidad más grande; abierta, sobre todo, porque no era fe en algo, era fe en Alguien: en él, en Cristo. De este modo, también nuestra fe es siempre una fe inicial y tenemos que recorrer todavía un largo camino. Pero es esencial que sea una fe abierta y que nos dejemos guiar por Jesús, pues él no sólo conoce el camino, sino que es el Camino.

3. Necesidad del perdón Ahora bien, la generosidad impetuosa de Pedro no lo libra de los peligros vinculados a la debilidad humana. Por lo demás, es lo que también nosotros podemos reconocer basándonos en nuestra vida. Pedro siguió a Jesús con entusiasmo, superó la prueba de la fe, abandonándose a él. Sin embargo, llega el momento en 27

que también él cede al miedo y cae: traiciona al Maestro (cf. Mc 14,66-72). La escuela de la fe no es una marcha triunfal, sino un camino salpicado de sufrimientos y de amor, de pruebas y de fidelidad que hay que renovar todos los días. Pedro, que había prometido fidelidad absoluta, experimenta la amargura y la humillación de haber negado a Cristo; el jactancioso aprende, a costa suya, la humildad. También Pedro tiene que aprender que es débil y necesita perdón. Cuando finalmente se le cae la máscara y entiende la verdad de su corazón débil de pecador creyente, estalla en un llanto de arrepentimiento liberador. Tras este llanto ya está preparado para su misión.

4. La humildad de Pedro En una mañana de primavera, Jesús resucitado le confiará esta misión. El encuentro tendrá lugar a la orilla del lago de Tiberíades. El evangelista san Juan nos narra el diálogo que mantuvieron Jesús y Pedro en aquella circunstancia. Se puede constatar un juego de verbos muy significativo. En griego, el verbo filéo expresa el amor de amistad, tierno pero no to28

tal, mientras que el verbo “agapáo” significa el amor sin reservas, total e incondicional. La primera vez, Jesús pregunta a Pedro: “Simón..., ¿me amas” (agapâs-me) con este amor total e incondicional? (cf. Jn 21,15). Antes de la experiencia de la traición, el Apóstol ciertamente habría dicho: “Te amo (agapô-se) incondicionalmente”. Ahora que ha experimentado la amarga tristeza de la infidelidad, el drama de su propia debilidad, dice con humildad: “Señor, te quiero (filô-se)”, es decir, “te amo con mi pobre amor humano”. Cristo insiste: “Simón, ¿me amas con este amor total que yo quiero?”. Y Pedro repite la respuesta de su humilde amor humano: “Kyrie, filô-se”, “Señor, te quiero como sé querer”. La tercera vez, Jesús sólo dice a Simón: “Fileîs-me?”, “¿me quieres?”. Simón comprende que a Jesús le basta su amor pobre, el único del que es capaz, y sin embargo se entristece porque el Señor se lo ha tenido que decir de ese modo. Por eso le responde: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero (filô-se)”. Parecería que Jesús se ha adaptado a Pedro, en vez de que Pedro se adaptara a Jesús. 29

Precisamente esta adaptación divina da esperanza al discípulo que ha experimentado el sufrimiento de la infidelidad. De aquí nace la confianza, que lo hace capaz de seguirlo hasta el final. Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: “Sígueme” (Jn 21,19).



5. Pedro nos muestra el camino

Desde aquel día, Pedro “siguió” al Maestro con la conciencia clara de su propia fragilidad; pero esta conciencia no lo desalentó, pues sabía que podía contar con la presencia del Resucitado a su lado. Del ingenuo entusiasmo de la adhesión inicial, pasando por la experiencia dolorosa de la negación y el llanto de la conversión, Pedro llegó a fiarse de ese Jesús que se adaptó a su pobre capacidad de amor. Y así también a nosotros nos muestra el camino, a pesar de toda nuestra debilidad. Sabemos que Jesús se adapta a nuestra debilidad. Nosotros lo seguimos con nuestra pobre capacidad de amor y sabemos que Jesús es bueno y nos acepta. Pedro tuvo que recorrer un largo camino hasta convertirse en testigo fiable, en “piedra”

de la Iglesia, por estar constantemente abierto a la acción del Espíritu de Jesús. Pedro se define a sí mismo “testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que está para manifestarse” (1 Pe 5,1). Cuando escribe estas palabras ya es anciano y está cerca del final de su vida, que sellará con el martirio. Entonces es capaz de describir la alegría verdadera y de indicar dónde se puede encontrar: el manantial es Cristo, en el que creemos y al que amamos con nuestra fe débil pero sincera, a pesar de nuestra fragilidad. Por eso, escribe a los cristianos de su comunidad estas palabras, que también nos dirige a nosotros: “Lo amáis sin haberlo visto; creéis en él, aunque de momento no lo veáis. Por eso, rebosáis de alegría inefable y gloriosa, y alcanzáis la meta de vuestra fe, la salvación de las almas” (1 Pe 1,8-9).

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Catequesis tercera

PEDRO, LA ROCA SOBRE LA QUE CRISTO FUNDÓ SU IGLESIA3 Reanudamos las catequesis semanales que comenzamos esta primavera. En la última, hace quince días, hablé de Pedro como del primero de los Apóstoles. Hoy queremos volver una vez más sobre esta grande e importante figura de la Iglesia. El evangelista san Juan, al relatar el primer encuentro de Jesús con Simón, hermano de Andrés, atestigua un hecho singular: Jesús, “fijando su mirada en él, le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que quiere decir ‘Piedra’” (Jn 1,42). 3

Audiencia general del 7 de junio - L’Osservatore Romano, 8 de junio de 2006

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Jesús no solía cambiar el nombre a sus discípulos. Si se exceptúa el sobrenombre de “hijos del trueno”, que dirigió en una circunstancia precisa a los hijos de Zebedeo (cf. Mc 3,17) y que ya no volvió a usar, nunca atribuyó un nuevo nombre a uno de sus discípulos. En cambio, sí lo hizo con Simón, llamándolo “Cefas”, nombre que luego fue traducido en griego por Petros, en latín Petrus. Y fue traducido precisamente porque no era sólo un nombre; era un “mandato” que Petrus recibía así del Señor. El nuevo nombre, Petrus, se repetirá muchas veces en los evangelios y acabará sustituyendo a su nombre originario, Simón.



1. La misión de Pedro

El dato cobra especial relieve si se tiene en cuenta que, en el Antiguo Testamento, el cambio del nombre por lo general implicaba la encomienda de una misión (cf. Gn 17,5; 32,28ss, etc.). De hecho, la voluntad de Cristo de atribuir a Pedro una importancia particular dentro del Colegio apostólico se manifiesta a través de numerosos indicios:  en Cafarnaúm, el Maestro se hospeda en la casa de Pedro (cf. 34

Mc 1,29); cuando la muchedumbre se agolpaba a su alrededor a la orilla del lago de Genesaret, entre las dos barcas allí amarradas Jesús escoge la de Simón (cf. Lc 5,3); cuando en circunstancias particulares Jesús se llevaba sólo a tres discípulos, a Pedro siempre se le nombra como primero del grupo:  así sucede en la resurrección de la hija de Jairo (cf. Mc 5,37; Lc 8,51), en la Transfiguración (cf. Mc 9,2; Mt 17,1; Lc 9,28) y, por último, durante la agonía en el huerto de Getsemaní (cf. Mc 14,33; Mt 26,37). Además, a Pedro se dirigen los recaudadores del impuesto para el templo y el Maestro paga sólo por sí y por Pedro (cf. Mt 17,24-27); Pedro es el primero a quien lava los pies en la última Cena (cf. Jn 13,6) y ora sólo por él para que no desfallezca en la fe y pueda confirmar luego en ella a los demás discípulos (cf. Lc 22,30-31).



2. San Pedro, fundamento de la Iglesia

Por lo demás, Pedro mismo es consciente de su situación peculiar: es él quien a menudo toma la palabra en nombre de los demás; habla para 35

pedir la explicación de una parábola (cf. Mt 15,15) o el sentido exacto de un precepto (cf. Mt 18,21) o la promesa formal de una recompensa (Mt 19,27). En particular, es él quien resuelve algunas situaciones embarazosas interviniendo en nombre de todos. Por ejemplo, cuando Jesús, entristecido por la incomprensión de la multitud después del discurso sobre el “pan de vida”, pregunta: “¿También vosotros queréis iros?”, Pedro da una respuesta perentoria:  “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,67-69). Igualmente decidida es la profesión de fe que, también en nombre de los Doce, hace en Cesarea de Filipo. A Jesús, que le pregunta “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”, Pedro responde:  “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo” (Mt 16, 15-16). Acto seguido, Jesús pronuncia la declaración solemne que define, de una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia:  “Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (...). A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 18-19). 36

Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras:  Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: “primado de jurisdicción”.



3. Pedro, testigo de la resurrección

Esta posición de preeminencia que Jesús quiso conferir a Pedro se constata también después de la resurrección:  Jesús encarga a las mujeres que lleven el anuncio a Pedro, distinguiéndolo entre los demás Apóstoles (cf. Mc 16, 7); la Magdalena acude corriendo a él y a Juan para informar que la piedra ha sido removida de la entrada del sepulcro (cf. Jn 20, 2) y Juan le cede el paso cuando los dos llegan ante la tumba vacía (cf. Jn 20, 4-6); después, entre los 37

Apóstoles, Pedro es el primer testigo de la aparición del Resucitado (cf. Lc 24,34; 1 Co 15,5). Este papel, subrayado con decisión (cf. Jn 20,310), marca la continuidad entre su preeminencia en el grupo de los Apóstoles y la preeminencia que seguirá teniendo en la comunidad nacida con los acontecimientos pascuales, como atestigua el libro de los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 1,15-26; 2,14-40; 3,12-26; 4,8-12; 5,111. 29; 8,14-17; 10; etc.). Su comportamiento  es  considerado tan decisivo que es objeto de observaciones y también de críticas (cf. Hch 11,1-18; Ga 2,11-14). En el así llamado Concilio de Jerusalén, Pedro desempeña una función directiva (cf. Hch 15 y Ga 2,1-10) y, precisamente por el hecho de ser el testigo de la fe auténtica, Pablo mismo reconoce en él su papel de “primero” (cf. 1Co 15,5; Ga 1,18; 2,7s; etc.). Además, el hecho de que varios de los textos clave referidos a Pedro puedan enmarcarse en el contexto de la última Cena, en la que Cristo le confiere el ministerio de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22,31s), muestra cómo el ministerio confiado a Pedro es uno de los ele38

mentos constitutivos de la Iglesia que nace del memorial pascual celebrado en la Eucaristía.



4. Pedro, custodio de la comunión con Cristo

El hecho de insertar el primado de Pedro en el contexto de la última Cena, en el momento de la institución de la Eucaristía, Pascua del Señor, indica también el sentido último de este primado: Pedro, para todos los tiempos, debe ser el custodio de la comunión con Cristo; debe guiar a la comunión con Cristo; debe cuidar de que la red no se rompa, a fin de que así perdure la comunión universal. Sólo juntos podemos estar con Cristo, que es el Señor de todos. La responsabilidad de Pedro consiste en garantizar así la comunión con Cristo con la caridad de Cristo, guiando a la realización de esta caridad en la vida diaria. Oremos para que el primado de Pedro, encomendado a pobres personas humanas, sea siempre ejercido en este sentido originario que quiso el Señor, y para que lo reconozcan cada vez más en su verdadero significado los hermanos que todavía no están en comunión con nosotros. 39

Segunda parte

GAUDÍ La segunda parte de estas catequesis se centra en la figura de Antoni Gaudí en su vertiente creyente. Para ello, en la primera catequesis se muestran algunas claves de su itinerario y progreso espiritual. En la segunda catequesis de esta serie nos detenemos en algunos rasgos del laico Gaudí como arquitecto, hombre de su tiempo y artista que a través de la belleza nos abre un camino hacia Dios.

Catequesis cuarta EL ITINERARIO DE FE DE UN HOMBRE DE DIOS Contamos con importantes aportaciones biográficas sobre Gaudí, que han insistido en la genialidad del artista y nos presentan su itinerario vital asociado a su obra. Sin embargo, queremos centrarnos en presentar una pequeña síntesis de su camino espiritual mostrando lo que podrían ser los momentos y rasgos determinantes.4 Nos proponemos, pues, seguir la pista del itinerario creyente del genial arquitecto suponiendo las incidencias de su vida y el desarrollo de su obra, pero fijándonos en las experiencias y los momentos claves de su camino espiritual. 4

Entre las biografías resaltamos las escritas por Ràfols (1928), Matamala (recuerdos recapitulados en 2009), Martinell (1951), Bergós (1954, 1972), Puig-Boada (1981), Bassegoda (1989, 1996) y como síntesis Tarragona (1999).

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1. Infancia y adolescencia (1852-1867): la herencia creyente “El gran libro, siempre abierto, que es necesario esforzarse en leer, es el de la Naturaleza” La infancia de Gaudí transcurre entre Riudoms y Reus. El primer ámbito representa la naturaleza y se ubica en la finca familiar del Mas de la Caldereta, mientras que el segundo tiene como referencia el taller de calderería de su padre. Bautizado en la iglesia parroquial de San Pedro de Reus, su familia le ofrece un ambiente piadoso y sencillo. De los primeros años y como experiencia fundante, probablemente hemos de resaltar los cuidados de sus padres, Antònia y Francesc. Antoni es el pequeño de cinco hermanos y tiene fuertes episodios de dolor debido a un reuma, que le impedirá acudir usualmente a la escuela, y que a la vez exigirá atenciones y desvelos, especialmente por parte de su madre. Debía de pasar largas temporadas en la finca acompañado de la ternura materna y rodeado de una escuela, donde en la belleza y la luz tuvo sus maestros, que desplegaron en él una acentuada curiosidad y un peculiar sentido de 44

la admiración. Esta sensibilidad le acompañó en los años que pasó en el colegio de los Padres Escolapios de Reus, donde se emocionaba especialmente en las liturgias solemnes dedicadas a Santa María. Lo que nos da la pista, ya tempranamente, de su gusto por la liturgia. A pesar de su destacada intuición, no era demasiado buen estudiante, ya que sus intereses artísticos seleccionaban sus esfuerzos. Más contemplativo que especulativo, prefería sus observaciones y dibujos que los libros. De aquellos tiempos data una alianza con sus amigos para reconstruir el monasterio de Poblet, teniendo como base sus dibujos. Sin embargo, el trabajo en el taller de su padre, en el que puntualmente colaboraba, le aportaba un sentido práctico y una capacidad de percepción de la forma espacial que le acompañaría toda la vida. Probablemente allí se fraguó su determinación de ser arquitecto como cauce de su inclinación artística.

2. Juventud (1869-1882): encrucijada de influencias “Esperar que las cosas lluevan sin poner todo nuestro esfuerzo, son boberías, como dice santa Teresa” 45

Gaudí se traslada a Barcelona para terminar el bachillerato y preparar su ingreso en la escuela de arquitectura. Vivirá, inicialmente, con su hermano Francesc, que estudia medicina. La venta de una parte del patrimonio familiar permite que los hijos puedan estudiar en la capital. Ahora la perspectiva se amplía en medio de una ciudad donde las condiciones sociales del mundo obrero son muy duras. Además, pronto se tiene que poner a trabajar para garantizar los medios para poder estudiar. Políticamente, se siente atraído por las andanzas de su paisano el general Prim, que en aquel momento es el referente del liberalismo progresista. Sus relaciones se despliegan tanto como su curiosidad, y van desde el poeta Bartrina, que se siente ateo militante, hasta Salvador Pagès, promotor del movimiento cooperativista inspirado en el socialismo utópico. Desde el punto de vista religioso, es un periodo de adormecimiento y sus preocupaciones inmediatas se centran en avanzar a duras penas en los estudios, el crecimiento de su conciencia social y su enamoramiento de Pepeta Moreu, una joven maestra de la escuela de la Cooperativa Mataronense, con la que al final no llegó a casarse. 46

A pesar de este cierto enfriamiento de la fe, trabaja sobre temas de sentido religioso como el dibujo para la puerta de un cementerio, basada en algunos símbolos del libro del Apocalipsis o la colaboración como ayudante en algunas reformas en la Catedral de Barcelona. Su motivación cristiana está enmarcada por los ideales románticos y fuertes motivaciones estéticas. En el espíritu de la Renaixença, siguiendo la inspiración de Verdaguer, se siente atraído para mostrar el mundo del Infinito y los textos del Apocalipsis cautivan su imaginación. Durante esta etapa, tres encuentros con la muerte marcarán una llamada a la profundidad y al sentido. En 1876 y con dos meses de diferencia, mueren su hermano Francesc y su madre Antònia. Apenas tres años después, muere su hermana Rosa que, separada ,le deja a su hija Roseta a su cuidado. Así que su título de arquitecto viene acompañado por la exigencia del cuidado del resto de su familia: su padre y su sobrina. Esta experiencia en el dolor se convertirá en un terreno fértil para reavivar su fe católica.

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3. El encargo de la Sagrada Familia (1883-1893): maduración espiritual “Todo cuanto he hecho ha dependido de las circunstancias; si eran favorables, para encomendarme a ellas, y si eran adversas, para luchar con ellas; siempre sirven; son la manifestación de la Providencia” Mientras trabajaba como arquitecto en la Cooperativa Obrera Mataronense, terminaba la cascada del Parque de la Ciudadela y construía en Comillas (Cantabria) una residencia de verano que luego se llamaría “El Capricho”, recibe el encargo de continuar el templo de la Sagrada Familia. Esta encomienda providencial marcará su vida, ya que podemos decir que, a la vez que Gaudí construye la Sagrada Familia, ocultamente el templo le va construyendo a él. Esta década supondrá la entrada en relación con distintos personajes claves de la Iglesia catalana que le marcarán tanto su vida como en la realización de algunos encargos significativos. Así, san Enrique de Ossó le encargará la realización del colegio-madre de la Compañía de Santa Teresa, las teresianas. Allí también 48

colaboraba como capellán mosén Jacint Verdaguer, al que Gaudí admiraba y con el que, a través de Eusebi Güell, coincidía en distintas circunstancias. Entre ellas el encargo de las Misiones Católicas de Tanger que, aunque no llegó a salir adelante, supuso un aliciente para el inquieto arquitecto. Sin embargo, dos personajes serán especialmente significativos. Por un lado monseñor Joan Baptista Grau, obispo de Astorga, que le encargará la realización del palacio episcopal; en el fondo, será su formador de la sensibilidad religiosa a través de la liturgia, que tanto motivará al constructor. El obispo intuye la genialidad del arquitecto y lúcidamente le orienta acercándole a las propuestas del movimiento de renovación litúrgica de Dom Guéranger, y le pone en contacto con mosén Torras i Bages de quien Gaudí ya había leído La Tradició catalana. El futuro obispo de Vic y animador del movimiento cristiano de la Renaixença de Cataluña, se convierte en guía espiritual y amigo de Gaudí. Su acompañamiento del artista modera y encauza sus inquietudes religiosas, orientan49

do el proceso de profundización en el que el arquitecto se centra, al irse progresivamente olvidando de casarse, tras fallidos intentos, y estar cada vez más identificado con su misión de construir la catedral de los pobres.

4. Un ayuno y la fidelidad a los medios espirituales (1894-1902): la intensidad y la confianza de la fe “La vida es una batalla; para combatir se necesita fuerza y la fuerza es la virtud. Que sólo se sostiene y aumenta con el cultivo espiritual, esto es, con las prácticas religiosas” El ayuno en la cuaresma de 1894 marca el inicio de esta etapa. Este gesto probablemente tiene que ver con el fracaso de una relación que, en vez de matrimonio, dio a luz a una religiosa y a un arquitecto célibe. Preparándose para la Pascua, extrema su ayuno mientras su familia y amigos se preocupan seriamente. Solamente mosén Torras i Bages logra moderar y reconducir fecundamente esta crisis hacia el territorio de la confianza y la alegría que se plasmará en la Portada del Nacimiento. Gaudí emprende el acompañamiento espiri50

tual con mosén Lluís Maria de Valls, que le animará a la fidelidad en la oración y en la práctica sacramental en el Oratorio de San Felipe Neri. Todo ello va templando el ánimo del arquitecto creyente que se identifica cada vez más profundamente con la construcción de la Sagrada Familia. Su vida se centra en su trabajo, sus paseos, la práctica religiosa, el cuidado de su reducida familia y un grupo de amigos con los que mantiene una relación de gran fidelidad. Tras el encargo de la casa Calvet, surge el proyecto del parque Güell, que tiene la novedad de ligar dos de sus grandes inquietudes: la naturaleza y la fe. Sin embargo, toda la actividad profesional va teniendo al templo expiatorio como fondo y motivación. Su vocación es una misión que expresa un anuncio, presentar el misterio cristiano como esperanza.

5. La fecundidad del artista (1903-1910): la misión creadora “Las grandes iniciativas sólo se logran con grandes dolores, pero de esa fragmentación del alma quedan trozos preciosos, frutos de tal sabor y olor, que sacian generaciones” 51

Tras la fase de síntesis y configuración de hábitos, continua una época de gran fecundidad artística, que a la vez ha de enfrentarse a graves dificultades. Los frutos serán de gran madurez y exigencia. Así, a la continuación de los trabajos de la Sagrada Familia, se asocian tres frentes destacados. Por una parte, el parque Güell progresa arquitectónicamente y en implicación personal, ya que allí compra la casamuestra a la que trasladará a su anciano padre y a su sobrina cada vez más enferma, a causa de su alcoholismo. Por otra parte, comienzan los trabajos de restauración de la catedral de Mallorca por encargo del obispo y amigo Pere Campins. Allí puede aplicar los criterios de la renovación litúrgica, que supondrá el traslado del coro al presbiterio, la liberación de la cátedra episcopal tras el desmonte del retablo barroco, y la colocación del altar mayor de cara a los fieles que ahora pueden ocupar las naves sin impedimentos de visión. Allí, en los elementos arquitectónicos y de mobiliario, se traduce un cambio eclesial que Gaudí anticipa. Y por último, emprende los encargos de las casas Batlló y Milà, en los que situará referencias cristianas como la cruz de cuatro 52

brazos y los anagramas de la Sagrada Familia en la primera, y la imagen de la Virgen María, que no pudo ser colocada en la fachada de la Pedrera por oposición de los propietarios. Como decíamos, durante esta época Gaudí ha de afrontar también problemas personales, como la muerte de su padre, y sociales, como la Semana Trágica con su alargada sombra antes y después de los hechos. Sin embargo, se siente con fuerza para abordarlo todo.

6. Abandono a la Providencia (1912-1924): la purificación mística “A medida que los años debilitan mi cuerpo, siento más ágil el espíritu” Sin embargo, el cuerpo y los años no aguantan las exigencias de un espíritu cada vez más fecundo. Unas graves fiebres de Malta paran su trabajo y le obligan a un retiro en Puigcerdà. Será un tiempo de prueba y una entrada en la debilidad. De la mano de San Juan de la Cruz, surgirá el portal de la Pasión como testimonio elocuente de este paso por el sufrimiento que prepara a Gaudí para la última etapa de su vida. 53

Tras las fiebres, su salud se verá afectada, pero también su soledad. Con la muerte de su sobrina Roseta, queda solo en la casa del parque. Además, van desapareciendo su protector, Eusebio Güell, y su maestro y guía Torras i Bages. Al enojoso conflicto con los propietarios de La Pedrera, sucede la crisis económica que paraliza las obras del templo expiatorio. Incluso la Iglesia de la Colonia Güell, que era un ensayo general para la Sagrada Familia, queda en maqueta realizándose únicamente la cripta. Sin embargo, Gaudí ya está en otra dimensión. Asume con paz su soledad, y con agradecimiento las atenciones de sus amigos y colaboradores; responde con coraje a la ausencia de fondos, y se hace mendigo para salvar el proyecto y movilizar a la sociedad; incluso responde pacífica pero tenazmente a la provocación anticatalanista de la dictadura de Primo de Rivera. Son años para la paciencia donde la paz no se turba y la esperanza se expresa en el gesto de la colocación de la primera piedra de la nave el día 8 de diciembre de 1920, con el cardenal Vidal i Barraquer presidiendo el acto. Ya en estos momentos, Gaudí se descansa confiadamente en la Providencia; ella es 54

en definitiva la que garantiza la culminación de su proyecto. “Es una obra que está en las manos de Dios y en la voluntad del pueblo. El arquitecto, viviendo en el pueblo y dirigiéndose a Dios, va haciendo su trabajo. La Providencia, según sus designios, es la que lleva la obra a término”. La Providencia, con su mano extendida y vigilante, de alguna forma, puede ser la autora de la imagen profética del portal del Rosario. En el grupo escultórico “La muerte del justo”, la Virgen y san José muestran al Niño Jesús a un anciano, pobre y en estado agonizante, para reconfortarlo. La obra partía de los apuntes que el escultor Llorenç Matamala tomó en una visita junto con Gaudí al Hospital de la Santa Cruz, que era el lugar de beneficencia cristiana para la acogida de los pobres. Cuando esculpió al agonizante puso el rostro de Gaudí en él casi 25 años antes de su muerte, justo debajo de la frase “Et in hora mortis nostrae. Amen”. Y así murió el día 10 de junio de 1926, pobre en el hospital de los pobres, y confortado en su fe después de ser atropellado por un tranvía cuatro días antes. Recibió la absolución y el viático y apenas se le oyó repetir: ¡Jesús! ¡Dios 55

mío! En aquel momento cuando cerraba definitivamente sus párpados descubría lo que había proclamado: “Los ojos son el sentido de la Gloria”.

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Catequesis quinta

EL LAICO COMPROMETIDO CON SU MUNDO Y EL ARTISTA COMO COMUNICADOR DE LA BELLEZA DE DIOS Si vamos más allá de las informaciones habituales sobre Gaudí, que resaltan tanto su genialidad como su carácter un tanto pintoresco, descubrimos a otro Gaudí bastante desconocido. Lo cierto es que la trascendencia de su obra nos ha llevado a preguntarnos por los resortes íntimos de su persona y, como ocurre frecuentemente, al enfrentarnos a los motivos profundos de su vida descubrimos que la in57

terpretación de sus realizaciones cobra otra perspectiva mucho más significativa. Más allá de los detalles y de las novedades técnicas hay una rica experiencia que se despliega en su misión de artista que quiere mostrar en su obra la huella del Creador.

i. EL LAICO COMPROMETIDO CON SU MUNDO Gaudí es un modelo sugerente para el creyente actual. El estudio y el contraste con los testigos que más íntimamente le trataron, tanto humana como espiritualmente, es esclarecedor. Todos son concordes en señalar la admiración que suscitaba más allá de su trabajo. La asistencia masiva a su funeral y los muchos testimonios de valoración entre los sectores más diversos, indican hasta qué punto se había convertido para sus conciudadanos en un referente de integridad y de convicción. Y esto resulta más sorprendente cuando sabemos que fue recogido como un mendigo, tras ser atropellado, y moría como un pobre en el hospital de los pobres. Como un creyente sencillo y coherente que desplegó una misión que aún 58

continúa. Desde esta perspectiva merece la pena rastrear en algunos rasgos de su vida laical de la que podemos afirmar que llegó a “contribuir desde dentro, igual que la levadura, a la santificación del mundo” (Lumen gentium, n. 31).

1. El arquitecto de Dios “Para hacer bien las cosas, es necesario: primero, el amor a ellas; segundo, la técnica” Este es el rasgo de su personalidad que más le identificaba, en la medida en que comprendió su profesión como una misión. A esta conciencia fue llegando progresivamente, y a ello estuvo especialmente ligado el proyecto de la Sagrada Familia. Aunque ya desde los comienzos resaltó por la originalidad de sus propuestas y la coherencia de sus convicciones. Curiosamente el tribunal de la escuela de arquitectura que le otorgó el título tenía conciencia perpleja de esta peculiaridad. Los encargos civiles y eclesiásticos abundan entre sus obras, pero paulatinamente se da una tendencia mayor a lo religioso, y de forma especial a la Sagrada Familia, que es la receptora 59

de todos sus ensayos y descubrimientos. Todo esto supuso renuncias atrayentes como el proyecto para construir un gran hotel en Nueva York, según una oferta de 1908 por parte de empresarios norteamericanos. Esta orientación del discernimiento nos indica hasta qué punto iba comprendiendo su trabajo como vocación, y cómo de forma cada vez más explícita marcaba sus elecciones y su trabajo cotidiano. La dedicación constante de horas y esfuerzo, así como el uso de los bienes en función de este fin, indican hasta qué punto tenía conciencia de su misión.

2. El sentido de Iglesia “La Iglesia no para de construir y por eso su cabeza es el Pontífice –que quiere decir que hace puentes–; los templos son puentes para llevar a la Gloria” Gaudí, durante toda su vida, estuvo rodeado de creyentes que marcaron y acompañaron su camino. Primero sus padres de religiosidad sencilla, más adelante su maestro y mentor Joan Martorell, después mantuvo relación de amistad con intelectuales creyentes como 60

el sacerdote-poeta Jacint Verdaguer o escritor Joan Maragall, o los obispos Grau de Astorga y Campins de Mallorca, pero sobre todo su amigo e inspirador Torras i Bages, obispo de Vic. Además, distintos sacerdotes fueron guías, consejeros y colaboradores como el futuro santo el P. Enric de Ossó, los oratorianos P. Lluís Maria de Valls y P. Agustí Mas, el jesuita P. Casanovas o el sacerdote diocesano responsable de la Sagrada Familia mosén Gil Parés. Esta trama de relaciones hace de Gaudí un hombre vinculado cordialmente a la Iglesia de su época. Lo que no quita que tuvo que afrontar algunas dificultades, como cuando el obispo Morgades le exigió tempranamente los planos globales del edificio o cuando el obispo Laguarda tuvo la “sensata” ocurrencia de ir terminando el templo partiendo de la fachada del Nacimiento y así tener ya una parroquia, al menos. “Cada uno debe hacer servir el don que Dios le ha dado” Este vínculo existencial de Gaudí con la Iglesia tenía raíces espirituales. Se sentía miembro de la Iglesia por gracia, por convicción de fe, pero además por su sentido de la misión evangelizadora. Aquel arquitecto, que terminó con61

vertido en constructor de un templo, siente la urgencia de llevar el Evangelio y la presencia de Dios a través de su obra al pueblo y a todas las gentes. Deseaba que sus obras invitaran a la fe, acercaran a Dios y sirvieran a los creyentes para confirmar y expresar su condición. Así su mayor satisfacción era organizar y participar en las celebraciones de las que era asistente y en ocasiones promotor. Entre los testigos, recuerdan especialmente su asistencia a la misa matutina de san Juan de Gracia, al oratorio de San Felipe Neri y a la catedral de Barcelona. Y también, de forma más significativa, a las celebraciones bajo una lona, en la nave central del templo expiatorio en torno a la festividad de san Pedro, donde colaboraba en la organización. Hemos de señalar también la formación cristiana de Gaudí, que se centraba especialmente en la liturgia, y desde ella se extendía en la compresión simbólica del arte cristiano y la música, especialmente el gregoriano. La síntesis teológica, fruto de su experiencia orante y celebrativa así como de sus diálogos y contrastes, tiene una coherencia y extensión muy notable como queda claro en la complejidad, armonía y riqueza de elementos de su obra. Era un laico, 62

pero con una sólida formación que se forjó de forma bastante autodidacta, siempre ligada a su experiencia como constructor.

3. La vida familiar “La familia es otro arte, que lleva consigo sagradas obligaciones, que deben cumplirse si uno toma este estado” El celibato de Gaudí tiene tres explicaciones confluyentes. Por una parte el fracaso, por variados motivos, de cuatro intentos de matrimonio. Estas dificultades van desde la ausencia de sintonía hasta la marcha a un convento de dos de sus candidatas. Por otra parte, la necesaria dedicación a los restos de su pequeña familia, su padre y su sobrina. Y por último, y probablemente como motivo más decisivo, por la intensa dedicación al trabajo como misión. Si bien esta situación llegó en algún momento a ser dolorosa, lo cierto es que Gaudí encontró el equilibrio personal en sus amigos, en la estabilidad de sus costumbres, en la centralidad de su profesión vivida de forma vocacional y en la intensidad de su vida espiritual. Especialmente significativo era su compromiso en el cuidado de su anciano padre y de la 63

enfermedad de alcoholismo de su sobrina huérfana. Esta fue abandonada por su padre, que también padecía esta dependencia, y pasó a ser acogida por Gaudí cuando muere su madre. Especialmente duro debió ser el acompañamiento cotidiano de la enfermedad de Roseta, y más en un hombre de sus ascéticas costumbres y sus convicciones. Sin embargo, siempre procuró la atención y el cuidado afectuoso de la enferma que murió después de 33 años en que su tío hizo de padre. Uno de los testigos más cercanos, el por entonces joven escultor Joan Matamala, nos recuerda el aprecio de Gaudí por la familia así como su cuidado paternal de algunos aprendices, artistas en dificultades y obreros del templo expiatorio. Aprecio que era correspondido por un pequeño grupo de amigos que siempre estuvieron dispuestos a la atención doméstica de la que Gaudí no era un especialista. Así, en la enfermedad, como en la época de las fiebres de malta, contó con el compañía experta del doctor Santaló, amigo cercano; como en las necesidades para la organización de la casa tras su soledad, en la que intervenía desde la familia Matamala a la familia guardiana del templo. 64

4. El compromiso público “El arquitecto sólo halla apoyo en la realidad, a diferencia del poeta, que puede construir el mundo a base de palabras” El arquitecto de la Sagrada Familia tenía fuerte conciencia de pertenencia a Catalunya y siempre fue defensor de su identidad cultural y lingüística. Un hecho significativo de esta convicción fue su detención, ya anciano, cuando quiso entrar a la iglesia de los santos Justo y Pastor para celebrar la eucaristía en memoria de los defensores de Barcelona. En pleno poder militar de la dictadura de Primo de Rivera, aquel acto era considerado subversivo y los guardias le impedían la entrada. Cuando el jefe de la guardia le recrimina que hable en catalán, Gaudí se confirma en su postura de defender su lengua. Los guardias le detienen; de allí pasa al calabozo del que sólo saldrá tras pagar una multa. Este gesto de un hombre anciano muestra el coraje y la fuerza interna de sus convicciones. Sin embargo, este compromiso no llega al ejercicio directo de la política. Así, cuando Prat de la Riba le visita para proponerle su candidatu65

ra, Gaudí rechaza la oferta convencido que su misión principal es la construcción del templo que sirve a su pueblo desde sus raíces más profundas. Esta negativa no quita su talante de participación social y ciudadana así como el seguimiento de los problemas sociales y políticos de su tiempo. Este compromiso le vincula a la participación en algunas asociaciones como el “Cercle Artístic de Sant Lluc”, el “Orfeó Català”, dirigido por su amigo Lluís Millet, o el “Centre excursionista de Catalunya”.

5. La atención a los pobres “Los pobres venían a pedir: ¿Dónde podrán acogerse mejor que al amparo del templo, que es la caridad cristina?” Cuando el pintor Joaquim Mir pinta un cuadro sobre la Sagrada Familia en el que destacan en primer plano un grupo de personas pidiendo, entre los que se encuentran algunos discapacitados y una madre sobre la que duermen dos pequeños, no se imaginaba que su pintura iba a añadir un adjetivo al templo. Así, Torras i Bages tuvo la ocurrencia de titular el cuadro “La catedral de los pobres”. 66

Esta denominación agradaba a Antoni Gaudí, ya que veía en ella la posibilidad de significar el objetivo de atención a los pobres que también significaba la construcción de la iglesia. Cuando coloca en el pórtico de la Gloria las obras de misericordia hace algo más que introducir un adorno al decorado. Trata de resaltar una opción por la solidaridad que se hacía patente en su propia vida. Así, visitaba frecuentemente enfermos, y no únicamente entre sus amigos, sino también en muchas ocasiones acompañaba a obreros del templo enfermos y otras personas sin temer el contagio. Realizaba habitualmente aportaciones solidarias a personas en dificultades desde sus propios ingresos, frecuentemente sacrificados también en las obras del propio templo. Un aspecto significativo de su sentido de la caridad hay que situarlo en el proyecto de las escuelas de la Sagrada Familia. Los hechos de la Semana Trágica le permiten tomar conciencia de la gravedad de la situación de miseria y ausencia de futuro de mundo obrero. Así, se centra en los operarios de la obra y en los vecinos de El Poblet, suburbio aislado que lindaba con el templo. En común con Mn. Gil Parés, 67

sacerdote responsable de la atención pastoral de la Sagrada Familia, deciden montar una escuela para los chicos de los albañiles del edificio y para los niños del barrio en general. La intuición partía de la urgencia de ofrecer educación y formación religiosa a las familias obreras. Así, Gaudí, con sus propios ahorros, levantó un edificio funcional entre 1908 y 1909 a base de ladrillo catalán. Formado por tres aulas cuyo perímetro tiene forma de tres corazones que representa a Jesús, María y José a través de los que se significa la clase de amor que ha de inspirar la acción educativa. La preocupación de Gil Parés y Gaudí, tras la construcción, se convirtió en realizar una verdadera experiencia de innovación pedagógica que, basada en los principios de la escuela activa de María Montessori, procurara ofrecer a los alumnos una formación integral, práctica y atenta a la naturaleza. Asunto que Antoni Gaudí seguía con interés, realizando aportaciones según su especialidad, especialmente en el área de la educación estética. Un artículo de 1914 en “Ilustración Catalana” nos da idea de la valoración social y educativa de este empeño.

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Las Escuelas de la Sagrada Familia han de ser comprendidas como uno de los proyectos más queridos por el arquitecto y que mostraba hasta qué punto su lúcido sentido de la caridad apuntaba a la promoción educativa de aquellos que tenían menos posibilidades. Además sitúa su fe en una perspectiva social coherente profundamente en el Evangelio que quería vivir.

II. EL ARTISTA ANTE EL MISTERIO DE LA BELLEZA “Ser original es volver al origen” Las obras de arte de Gaudí nacen de su propio dinamismo espiritual. La eclosión de reconocimiento internacional de Gaudí tiene que ver con la belleza y la originalidad de sus propuestas, pero sobre todo asombra especialmente la fuerza de su simbolismo que muestra un fuerte sentido espiritual. La conexión admirativa con nuestros contemporáneos tiene que ver con la transparencia del más allá que vemos reflejada en su visión del espacio, en las formas y estructuras de la piedra, en los colores de la cerámica y las trasformación obediente de la forja. No es extraño que desde las religiones 69

de Oriente o desde la búsqueda ecológica haya quien se sienta atraído por sus edificios, por sus jardines o por la infinidad de detalles que nos ha legado. Algunos han intentado encontrar respuestas ocurrentes, unas veces esotéricas y otras disparatadas, al sentido de su obra, pero la solución más sencilla y evidente se encuentra en la coherencia y autenticidad de su fe católica. La obra de Gaudí tiene su fuente y origen en la experiencia de Dios, vivida eclesialmente desde el acontecimiento de Jesucristo que es “el resplandor de su gloria” (He 1,3). Por eso es fácil, como veíamos, establecer el paralelismo entre sus realizaciones, especialmente en la Sagrada Familia, y su itinerario espiritual. Entre la exuberancia y variedad de sus símbolos, reconocemos el fundamento cristiano que los sostiene.

1. La belleza de las piedras “La Gloria es la luz, la luz da júbilo y el júbilo es la alegría del Espíritu” Fue el sacerdote, y más tarde obispo de Vic, Torras i Bages quien ayuda a aportar la pro70

fundidad bíblica, teológica y eclesial a las intuiciones de Gaudí. Su talento de artista encuentra, en las palabras del pastor, el sentido a su trabajo creador. Así, al labrar la forma en la materia descubre que la inspiración es como la luz divina que se esconde en ella. Esto se traduce en el aprecio por la materia que tiene en la encarnación su motivo radical. Como si el dinamismo del abajamiento de Dios también llevara a decir que el Verbo se hizo, en alguna medida, piedra. Como decía el obispo teólogo y poeta: “No rechacemos la materia. No rechacemos aquello en lo que resplandece la luz del sello artístico, que hasta las criaturas más ínfimas de la creación, los elementos más simples, en manos del hombre inspirado, pueden hablar a nuestro espíritu el lenguaje divino de la belleza”.5 El arquitecto de la Sagrada Familia sabía que la belleza tenía un poder provocador y atraía hacia la bondad y la verdad, a la vez que hablaba de ellas. Sabía que su obra invitaba y movía a la fe, que tras sus piedras se manifestaba una elocuencia que decía el Infinito. Que 5

Cardó, Carles, Doctrina Estètica del Dr. Torras i Bages, Barcelona, Ed. Catalana S-S., 1919, p. 150.

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el Invisible se hacía visible en un terreno, la obra de arte, en el que lo natural y lo divino se acercaban. Dicho también por la palabra de Torres y Bages, “la atracción que Dios ejerce sobre la criatura racional se efectúa por medio del amor (…) El arte sirve para llevar a los hombres hacia Dios, Amor sustancial de quien proceden todas las cosas”. Pero la belleza exige ser contemplada en profundidad; si no es así, se puede convertir en apariencia vacía, vanagloria en definitiva. Como confiesa Dimitri Karamazov a su hermano Aliocha en la novela Los hermanos Karamazov: “la belleza es una cosa terrible. Por ella pelean Dios y Satanás, y el campo de batalla es mi corazón”. Por eso Gaudí tantas veces hacía de guía a los visitantes para enseñar la hondura y la profundidad escondida tras las estructuras arquitectónicas y las figuras escultóricas.

2. La naturaleza como Creación inspiradora “La Creación continúa y el Creador se vale de sus criaturas; los que buscan las leyes de la naturaleza para conformar a ella nuevas obras, colaboran con el Creador” 72

La explicación profunda de las innovaciones técnicas de su arquitectura, del extraordinario despliegue simbólico de sus motivos y la capacidad expresiva de sus propuestas formales nace de la conciencia íntima de sentirse un creador. Como artista se siente prolongando una obra ya empezada, que no solamente se trata de imitar copiando, sino de ampliar en un proceso evolutivo hacia la plenitud. El acto creador de Dios no está agotado, sino que se dilata en la acción creadora de los seres humanos, de la cual los artistas son testigos. Desde el arte, Gaudí se siente parte del proceso evolutivo, que entiende en clave de creación hacia la salvación. No es una casualidad que el itinerario de los retablos de la Sagrada Familia se articule como historia de salvación según el esquema de creación (Nacimiento), pecado (Pasión) y salvación (Gloria). “Este árbol cercano a mi taller, este es mi maestro” Desde aquí consideraba a la naturaleza su maestra. En la fecunda corriente del franciscanismo catalán, siente que en sus secretos se esconden las estructuras más perfectas que sirven de modelos a la arquitectura. Por eso era un contemplativo constante y profundo 73

de ella, corrigiendo y ensayando de su mano. La fachada del Nacimiento es una eclosión de vida donde la piedra se anima para florecer en vegetales o flores y cantar con pájaros que se elevan al cielo a través de los árboles. Siendo la naturaleza su tratado de inspiración, recoge de ella las leyes geométricas de sus estructuras o los colores de sus imágenes. Consideraba que los mediterráneos han descubierto mejor sus secretos porque cuentan con el don de una luz inclinada que no es ni cegadora ni apagada. A través de ella se desvela el secreto de la armonía. Por eso en sus paseos le gustaba llegar al mar, del que decía que era el doble del cielo. Allí aprendía el sentido del color que complementa a la piedra acercándola a la luz a través de la forma. “¡Esto es un canto a la naturaleza! Sí, eso, pero… ¡llámela Creación!” Esta mirada gaudiniana es en el fondo una oración que busca tras la huella de Dios encontrar el sentido en el amor Creador. Por eso, reclamaba a los admiradores de lo natural el salto de la confesión. Pasar del fenómeno al fundamento, de la criatura a su Creador. 74

3. Jesucristo, manifestación del Invisible “¡Mirando a Jesucristo: El sí que, por nuestro amor, se hizo pobre de verdad!” Gaudí va pasando de una visión filosófica de la belleza a una visión profundamente cristiana. En esta dirección le ayuda especialmente la teología paulina que descubre la referencia a Cristo en todo lo creado. “El es Imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él” (Col 1,15-16). La entraña cristológica de la realidad le permite hacer una lectura de la belleza y del arte referido a Jesucristo, como veremos en nuestro recorrido en torno a la Sagrada Familia. Todo conduce a Cristo. La ternura y la fiesta de Cristo encarnado, el dolor sufriente de Jesús crucificado y el gozo eterno de su manifestación en Gloria. Ahora el icono es Cristo y en él está la puerta. Sólo así cabe interpretar la ilusión del 75

arquitecto cuando le fue encargado el misterio de Gloria de Montserrat. Representar al Señor Resucitado en la mañana de Pascua era un reto profundo a su fe. Se trataba de poner en piedra la visión paulina de una creación que ansiosa espera la recreación plena (cf. Rm 8,19-24). Lástima que el intento quedará parcialmente frustrado y la obra fuera encomendado a un discípulo, con dimensiones y criterios mucho más simples. El parque Güell también da cuenta de esta pretensión del artista; así la subida al monte de este jardín es, en el fondo, un camino espiritual. Se comienza con la razón mítica, en la entrada, para luego pasar por la contemplación de la naturaleza hasta la cima de la cruz. Sólo allí, en la presencia de Cristo, se alcanza el verdadero encuentro entre el cielo y la tierra. Allí el arte en la máxima simplicidad de una cruz desnuda alcanza su definitiva elocuencia.

4. Cuando la arquitectura muestra la Trinidad “Todo aquel que lo lea, hasta los incrédulos, entonará un himno a la Santísima Trinidad” 76

Nuestro recorrido por la belleza nos lleva desde la cruz a la Trinidad. Cuando Gaudí busca traducir a las formas arquitectónicas el misterio de la fe, procura conjugar la inspiración orante, las posibilidades simbólicas y la pericia técnica. Esto le obliga a pensar y repensar sus propuestas madurándolas y cuestionándolas desde su mirada creyente. La Trinidad, como culminación de la revelación de Dios, se convierte en el reto más insondable para expresar la profundidad del amor. Para el arquitecto, la superficie alabeada denominada “paraboloide hiperbólico” se convierte en la plasmación geométrica y mecánica que expresa este misterio. Lo peculiar de esta forma, que se parece a la ondulación de una silla de montar, es que, siendo una superficie curvada, se constituye por líneas rectas. Así, tres líneas rectas infinitas no paralelas generan en su movimiento la forma. Dos de ellas, el Padre y el Hijo, son las directrices; mientras que la tercera es el Espíritu, que en su movimiento al desplazarse por las otras dos genera la forma geométrica. Es como si la forma geométrica escondiera la huella de su Creador. Como si la materia hablara el lenguaje de su Dios. O como de77

cía Juan de la Cruz: “Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura, y, yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de hermosura”. En este caso, serán las líneas geométricas las que reciban simbólicamente las dimensiones del Dios tripersonal. Vayamos a otra pista trinitaria. En las torres figuran helicoidalmente colocados, de tres en tres, los Sanctus, Sanctus, Sanctus. Gaudí señala que el primero está dedicado al Padre y su color será el amarillo de la luz; el segundo en naranja estará dedicado al Espíritu Santo; y el tercero, en rojo, estará dedicado al Hijo. Precisa el artista creyente que el segundo es el Espíritu como comunicación del amor del Padre y el Hijo, y su color es la mezcla de los que representan a las otras dos personas trinitarias. Este canto orante en piedra y color que sale a la calle, tiene en la liturgia interior su fuente, y su testimonio realmente no es sino una confesión destinada al Amor fundante que baja hasta nosotros en Revelación, retornando luego en ascenso de alabanza. Como si las piedras cantaran a su Dios.

Tercera parte

LA SAGRADA FAMILIA Desplegamos esta tercera parte en dos catequesis. La primera se centra en el significado de la Sagrada Familia como templo para reunir a la comunidad en la liturgia de alabanza. La segunda se centra en la actualidad de la Sagrada Familia como modelo para las familias, la Iglesia y la sociedad.

Catequesis sexta

EL TEMPLO DE LA SAGRADA FAMILIA COMO ALTAR, CASA Y TESTIMONIO La Sagrada Familia no sólo forma parte del perfil urbano de Barcelona, sino que de la mano de Gaudí se convierte en una obra emblemática que atrae diariamente a miles de personas de todos los pueblos del mundo. Aunque el arquitecto fue tomando conciencia progresiva de la importancia de su misión, lo que no podría sospechar es que su proyecto tuviera la significatividad y la resonancia creciente que actualmente tiene. Aquella inspiración que le venía de Dios se convierte verdaderamente elocuente y proféticamente actual. 81

Así, el templo expiatorio es casa, altar y testimonio para muchos que vienen o vendrán a él.

1. Un templo para convocar, mostrar y celebrar la fe “Un templo, la única cosa digna de representar el sentir de un pueblo, ya que la religión es la cosa más elevada en el hombre” Como dice Benedicto XVI, “cuando la fe, especialmente celebrada en la liturgia, se encuentra con el arte, se crea una sintonía profunda porque ambas pueden y quieren hablar de Dios, haciendo visible al Invisible”.6 El templo de la Sagrada Familia, en la estela de las antiguas catedrales románicas y góticas, es un ejemplo elocuente de esta síntesis. La fe cristiana plantea una transformación en el concepto del templo de piedra, antiguo lugar sagrado del sacrificio. El nuevo templo es Jesucristo, que es el amor de Dios derramado sobre los seres humanos. Él con su vida es el templo nuevo y vivo. Nosotros estamos “edificados sobre el cimiento de los apóstoles y pro6

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La Catedral desde la arquitectura románica a la gótica, el trasfondo teológico, Audiencia general, 18 noviembre 2009

fetas, siendo la piedra angular Cristo mismo” (Ef 2,20). Por eso, el templo cristiano es para la celebración litúrgica, por la cual se convierte en un espacio de paz y reconciliación donde a través de la Eucaristía, Dios abraza en Cristo al mundo por medio de la Iglesia reunida. El templo cristiano salió de las catacumbas y de las casas (Domus ecclesiae o Domus Dei) para convertirse en basílica. Las más sencillas, con una sala rectangular cubierta de madera, fueron creciendo en tamaño así como variando en forma y materiales, especialmente en Oriente donde aparecieron mosaicos, frescos y cúpulas definiendo lo que sería el arte bizantino. Antonio Gaudí decía: “yo he ido a tomar la arquitectura allá donde la dejó el estilo bizantino”. Así, el templo de la Sagrada Familia se presenta como una gran montaña de piedra para el acercamiento a Dios en una verticalidad marcada por las doce torres que representan a los Apóstoles y los seis cimborrios que representan a Cristo, el de más altura, a María y a los cuatro evangelistas. Esto implica que el simbolismo se desplaza también a la arquitectura y cada elemento de la estructura forma parte de una finalidad significativa. Un peque83

ño detalle, la altura máxima será un poco más baja que Montjuïc, y así la obra del hombre no rebasara la de su Creador. Esta estrecha relación de la Sagrada Familia con los orígenes de la arquitectura cristiana también incorpora el período de las catedrales románicas y góticas, que a partir del final del siglo X y desde la tutela monacal comienzan a extenderse. El hecho de que abundaran más las imágenes tuvo en su origen una intención catequética y así algunos elementos del interior salen al exterior en sus portales. De esta forma, en el románico se subraya que Cristo es la puerta que lleva al cielo; mientras que en los portales góticos los motivos se diversifican y los temas bíblicos y teológicos se multiplican aportando un fuerte simbolismo. Esta salida del retablo a la calle es una de las líneas de continuidad con la Sagrada Familia. Pero en este caso, la novedad procede de que las tres portadas realizan una catequesis global que, desde Cristo encarnado, crucificado y glorioso, contempla el misterio de Dios y desvela el rostro del hombre hasta convertirlo en compromiso moral.

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2. La Iglesia como casa y familia de Dios “La Iglesia se sirve de todas las artes, tanto del espacio (arquitectura, escultura, pintura, orfebrería,…) como del tiempo (poesía, cantos, música,…). La liturgia nos da lecciones de la más depurada estética” En medio de las divisiones y los encuentros, los retos y las amenazas de nuestro mundo, la Iglesia se ofrece como casa para la familia de Dios convocada por su amor para toda la humanidad. El templo es la casa donde la Iglesia celebra la liturgia. Así la arquitectura y todas las artes se ponen al servicio de la celebración. El interior del templo se orientará principalmente a ella. La nave central estará constituida como un bosque plantado frente al trono de Dios. Las columnas, representando las diócesis del mundo, recordarán la arboleda del Apocalipsis y la visión del profeta: “Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento 85

y sus hojas de remedio” (Ez 47,12). El altar mayor, donde se consuma la presencia de Cristo, será visible ante todo el Pueblo de Dios y allí convergerá espontáneamente la atención de la asamblea de fieles. Por ello, Gaudí cuando explicaba la Sagrada Familia a los visitantes les contaba imaginativamente cómo se celebraría el culto a Dios en ella. Las ceremonias solemnes convocarían a toda la Iglesia diocesana que vendría desde los distintos lugares de oración y celebración a este gran espacio donde, con el obispo en la cátedra, los sacerdotes rodeándole, el pueblo reunido celebraría la liturgia entre el cielo y la tierra. La luz, generosa e intensa, encima del altar proviene de los grandes ventanales del cimborrio, iluminando el gran crucero, desde el que se contemplaría como visión principal la Santísima Trinidad. A la vez desde los ventanales del ábside, del crucero y las naves, se ofrece una luz armoniosa y moderada hacia el bosque de columnas. Desde allí las vidrieras muestran sus colores y sus representaciones a la asamblea reunida. Mientras, la schola cantorum ubicada en las gradas escalonadas en lo alto, desde los triforios, 86

canta la alabanza que es armonizada por los órganos y alegrada por el sonido de las doce torres con sus campanas. Así, la voz de la liturgia se hará oír desde toda Barcelona, con los variados sones del carillón gigante que forman los distintos tipos de campanas tubulares, con tubería de órgano o normales. La Iglesia convertida en fiesta celebra, como en la Jerusalén celeste, la unidad de la familia de hermanos en torno a su Dios. Desde ella se ofrece como signo y sacramento de unidad a la ciudad de todos los pueblos.

3. El sentido de la expiación “El templo de la Sagrada Familia es expiatorio. Esto significa que ha de nutrirse de sacrificios” El sentido de la expiación tiene que ver con la forma cómo está siendo edificado el templo. La construcción no consiste únicamente en levantar un edificio, sino que el camino de edificación tiene que ser coherente son su finalidad. No se puede construir de cualquier manera. No se trata ni de una cuestión técnica ni económica. Para celebrar en el templo la 87

Eucaristía de la reconciliación en Cristo, hay que construir un camino de perdón, y cada piedra se puede convertir no tanto en un objeto que se arroja, como en una ofrenda generosa y disponible para el perdón. Por eso, la Sagrada Familia es un templo expiatorio; pero ¿qué quiere decir esto? Realmente esta palabra merece una explicación. El punto de partida, como siempre, es mirar a Jesucristo. Él con su entrega de amor viene a trastocar el sentido antiguo de la expiación. No sólo Dios no exige la sangre de un inocente por los pecados de los culpables, sino que nos da la vida de su Hijo para destruir el pecado y recrear nuestras relaciones con Él y con los hermanos. La expiación es el sacrificio de amor del Hijo que nos trasforma en hijos y hermanos. “La vida es amor y el amor es sacrificio. El sacrificio es lo único realmente fructífero” Por eso, Gaudí plantea la construcción como si fuera una ofrenda para recrear el amor. Así, coloca en las columnas de los ventanales de los muros laterales el paralelismo de las tres ofrendas de los reyes sabios venidos de Oriente que eran oro, incienso y mirra como tres ofrendas 88

expiatorias necesarias para edificar el templo: limosna, oración y sacrificio. Se trata de un camino de perdón activo y pasivo. Y lo cierto es que él predica con el ejemplo; así, cuando se hace necesario parar las obras con motivo de la crisis económica originada por la primera guerra mundial, él mismo sale a mendigar. No se trata sólo de levantar un templo, sino de asumir una dinámica personal, comunitaria y social de sacrificio de amor. Una camino de expiación ante el poder del pecado, de la violencia, del mal en definitiva. Esto lo entendió perfectamente su amigo, el poeta Joan Maragall, cuando escribió para apoyar la campaña de recogida de fondos su famoso artículo: ¡Una gracia de caridad!

4. Una catequesis en piedra sobre Jesucristo Gaudí nos invita en la tradición de las viejas catedrales a realizar una meditación sobre Jesucristo a través de las imágenes que se concentran en los tres grandes acontecimientos de la Encarnación, la Pascua y la Glorificación. La novedad de nuestro recorrido es que fijará la mirada esencialmente en el Señor como clave 89

de interpretación de la riqueza simbólica de las estructuras arquitectónicas y los grupos escultóricos. Esta concentración en Jesús evitará que nos perdamos en detalles siempre tan elocuentes pero desprovistos de sentido sin esta perspectiva. “Erigir un pesebre tan grandioso y tan espléndido, que no pudiera ser considerado como el de una sola familia sino el de toda la ciudad de Barcelona” La portada del nacimiento representa la aparición de la Gracia en el nacimiento de Cristo. Cuando contemplamos este pórtico nos parece asistir a una inmensa fiesta donde la alegría se desborda en palmas, plantas y aves. Parece como si toda la naturaleza se revistiera de gozo en una perturbación primaveral en pleno invierno. Si es posible dar Vida a las piedras, aquí tenemos una realización. Vemos cómo las piedras cantan y danzan en la alegría de unas formas que más que el peso de la gravedad, recuerdan la solemnidad vibrante de un Paraíso anticipado. Si las piedras pueden expresar la vida, es que ya la Vida es distinta y nueva, sembrada de algo eterno en su finitud, una misteriosa ternura en su rigidez y una vi90

bración exultante en su quietud. Las piedras en su limitación tienen el don de permanecer. Cuando la mirada se centra y desciende por el ciprés hasta el pelícano, descubre el nombre de Jesús; y tras pasar por la coronación de María, se detiene en la Anunciación para llegar al Nacimiento siguiendo la estrella, corazón temático del portal. La composición del grupo protagonista, colocado en el capitel central, es de gran simplicidad. El Niño, alzado del pesebre, aparece insignificante en la inmensidad de piedra, hasta puede pasar inadvertido. Sin embargo, su lugar es central, mientras María y José le ofrecen su protección en actitud orante. Como si se tratase de una invitación a arrodillarnos para contemplarle y así poder cruzar la puerta que conduce al templo. El pequeño nos muestra su desnudez confiada que descansa en las manos de la Madre, que ligeramente lo alza como para mecerlo, aunque en el fondo es para mostrarlo. Ella, inclinada, parece no tener rostro, como si toda su faz estuviera ya grabada en el pequeño. José se inclina con las manos extendidas y vueltas hacia al niño, para ayudar, pero con la suficiente distancia como para no despertar el Misterio. A cada 91

lado, la mula y el buey, rodeándolos un grupo de ángeles músicos que nos hacen una llamada desde lo alto: “Jesus est natus. Venite adoremus”. Los que escuchan este llamamiento pueden entonar, también ellos, el mensaje de la noche navideña: Gloria in excelsis Deo, et in terra pax hominibus bonae voluntatis. “En contraste con la del Nacimiento, decorada, ornamentada, turgente, la de la Muerte es dura, pelada, como hecha de huesos” La meditación en torno a la segunda fachada se ha de centrar en Jesucristo, ya que es Él el único protagonista. Gaudí estructuró y dibujo la fachada de Poniente después de la grave enfermedad que le tuvo apartado varios meses y que le adentró en una profunda experiencia de asociación a la pasión del Señor acompañado por los textos de san Juan de la Cruz. Esta opción de resaltar plásticamente el dramatismo supone lucidez creyente, ya que la contemplación del amor entregado de Cristo supone reconocer en él al que carga con el pecado y el dolor de un peso y una intensidad tal que, sobrepasando la dimensión personal, tiene una densidad colectiva que procede de 92

unas cadenas que esclavizan a toda la humanidad. La fuerza dramática procede del “por nosotros” de su amor que carga con el mal que impide la realización del proyecto del amor. En este sentido, la parte baja de la fachada es una variación del Vía crucis dispuesto como el ascenso a un monte, que recuerda la senda que dibujó Juan de la Cruz para subir al CarmeloCalvario. Como si las estaciones propusieran un camino espiritual de ahondamiento en el misterio del amor de la mano del Jesús sufriente. Esta fachada se completa con la representación del Cristo resucitado, que no está representado en piedra. Como si para esta irrupción de novedad y esperanza sólo la luz y el color pudieran dar forma a la existencia transfigurada y gloriosa del Vencedor del pecado y la muerte. Se trata de una vidriera donde la trasparencia es protagonista en la rosa del gran ventanal central del crucero. Tanto desde fuera como desde dentro se puede contemplar al Resucitado, que se hace a la vez presencia sacramental y eclesial en el interior y anuncio y misión de esperanza en el exterior. Culmina la fachada de Poniente el Cristo en Ascensión que desde lo alto del puente entre las cuatro 93

torres-campanario prepara para la contemplación de la fachada de la Gloria. “Es una obra que está en las manos de Dios y en la voluntad del pueblo. El arquitecto viviendo en el pueblo y dirigiéndose a Dios, va haciendo su trabajo. La Providencia, según sus designios, es la que lleva la obra a término” Es toda una señal significativa que ésta sea la única fachada que queda pendiente y en la que se concentran diferentes dificultades urbanísticas para su realización. Como si las pruebas de la construcción se correspondieran con las pruebas de la vida, o como si el acceso y la visión de la Escatología no sólo fuera la última sino la de representación más difícil de imaginar en este entretiempo de la historia y la eternidad. Es ésta una perspectiva muy sugerente en un templo cuya construcción representa una trayectoria temporal que fácilmente superará los ciento cincuenta años. Pero en este caso la contemplación tendrá que ser imaginativa e interior. Lo que en este momento supone una cierta ventaja, ya que se asemeja a nuestra perspectiva creyente sobre la consumación del tiempo. Ya que “pues ahora vemos de un modo oscuro, como en un espejo” (1Co 13,12). La fa94

chada que ahora no vemos se convierte en bella parábola del plan de Dios: “he aquí, yo hago nuevas todas las cosas” (Ap 21,5).

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Catequesis séptima

LA FAMILIA DE NAZARET COMO REFERENCIA ESPIRITUAL “Hacer del mundo una familia, de cada familia un Nazaret” (Sant Josep Manyanet) En el origen del proyecto del templo de la Sagrada Familia hemos de señalar la intuición de san Josep Manyanet que, con su testimonio, sus fundaciones y sus escritos, proponía volver a Nazaret. Este apostolado intentaba abordar la situación social y espiritual devolviendo a la familia su dignidad según el modelo de la familia de Nazaret. 97

La semilla de esta inquietud se grabó especialmente en el librero Josep María de Bocabella, que presidía la Asociación de Devotos de San José. Así, después de un viaje a Roma, donde habían regalado al Papa una imagen de la Sagrada Familia, y tras pasar por Loreto, le vino la idea de reproducir en Barcelona la Santa Casa que estaba en la basílica italiana. Haciendo así resonar las palabras del Padre Manyanet:“la Casa de la Sagrada Familia es morada de paz y de verdadera alegría. Aquí se te enseñará y encontrarás lo que quieres y desea tu corazón”. Después de una serie de intentos fallidos, a finales del año 1881 por 171.000 pesetas de la época se compraba un solar ubicado entre las calles de Mallorca, Marina, Provenza y Cerdeña en pleno Ensanche de Barcelona. La idea era edificar un templo-catedral dedicado a Jesús, María y José. “Iglesia expiatoria… para mayor honra y gloria de la Sagrada Familia” (Obispo Urquinaona, en la celebración en que se puso la primera piedra del templo) El día de san José del año siguiente el obispo Urquinaona puso la primera piedra, y en este 98

momento el proyecto comenzó su larga andadura. Tras unos primeros planos, y con la cripta iniciada, el arquitecto Francisco de Paula de Villar dimite por algunas discrepancias técnicas con Joan Martorell, asesor de Bocabella en los asuntos del templo. En este momento entra en escena Gaudí, que el día 3 de noviembre de 1883 recibe el encargo de ser el arquitecto del templo expiatorio. Así, hasta su muerte, 43 años después, fue fiel a esta misión de construir un templo para la familia de todos los pueblos.

1. Volver a Nazaret “Todos necesitamos volver a Nazaret para contemplar siempre de nuevo el silencio y el amor de la Sagrada Familia, modelo de toda vida familiar cristiana” (Benedicto XVI) En aquel tiempo convulso, la Sagrada Familia de Nazaret se presentaba como modelo de unas nuevas relaciones que tiene en el amor de Dios su fundamento. El hecho de que ya en la cripta tengamos el relieve del escultor Josep Llimona como retablo del altar central y los siete altares absidales dedicados a la Sagrada 99

Familia de Jesús resalta hasta que punto en la base del templo contamos con esta inspiración. Como decía José Manyanet, el apóstol de la Sagrada Familia: “Figurémonos estar en la Casa de Nazaret en compañía de Jesús, María y José, oyendo sus palabras y observando sus acciones, y que con paternal cariño dicen a cada uno de nosotros: “Si quieres agradarnos, no dejes de copiar en ti lo que nosotros decimos y hacemos”. El sentido de volver a Nazaret nos lo explican estas palabras de Benedicto XVI: “La Sagrada Familia de Nazaret es verdaderamente el “prototipo” de cada familia cristiana que, unida en el Sacramento del matrimonio y alimentada de la Palabra y de la Eucaristía, está llamada a llevar a cabo la estupenda vocación y misión de ser célula viva no sólo de la sociedad, sino de la Iglesia, signo e instrumento de unidad para todo el género humano”7. Gaudí comprende que el templo y su proceso de edificación están al servicio de este empeño que supone un programa de vida y de construcción social basado en el amor familiar, concreto e histórico de Jesús, María y José. O dicho 7

Angelus, Fiesta de la Sagrada Familia, 31 diciembre 2006

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en palabras del padre Manyanet: “Por medio de la contemplación del misterio de Nazaret, Jesús desea instruirnos y consolidarnos en la verdadera virtud y perfecto amor de Dios, ya que para eso vino al mundo y se ha dignado formar parte de esta Familia, la cual debe ser el modelo de todas las demás”. Así pues, el templo será, en definitiva, un monumento al Amor. Su carácter expiatorio mostrará el sentido de la gratuidad que se manifiesta en una fidelidad sin límites. El sí de María a la voluntad de Dios y la tutela fiel de José permitirán que el Niño, engendrado y de la misma naturaleza del amor del Padre, crezca en esta historia rodeado de un amor sano, fuerte y libre forjado en las decisiones de disponibilidad y entrega. Nazaret se presenta así como un hogar y una escuela para aprender el amor esponsal, la maternidad y la paternidad y el sentido profundo de ser hijos y ser hermanos. La casa de Nazaret se nos muestra como el primer templo y la primera iglesia.

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2. El matrimonio, primera piedra de la sociedad “El “sí” personal y recíproco del hombre y de la mujer abre el espacio para el futuro, para la auténtica humanidad de cada uno, y al mismo tiempo está destinado al don de una nueva vida” (Benedicto XVI) Gaudí tiene una experiencia fundante del amor matrimonial. Su debilidad física marcada por el dolor temprano que el reuma le provoca en las articulaciones, vendrá compensada por los cuidados de Antònia, su madre, atenta a aliviar el sufrimiento de su hijo menor. Las atenciones de Francesc, su padre, le acercan al mundo del trabajo; así, el joven Antonio ayuda en pequeñas tareas en el taller de calderería de su progenitor. Esta referencia de la infancia marcará la comprensión de la familia humana vinculada a la experiencia de Dios. La trinidad terrenal de Jesús, María y José a la que se dedica el Templo tiene en el fondo un modelo trascendente que es la Trinidad divina que se manifiesta en su mayor hondura en el interior. La encarnación del Hijo será el punto de encuentro de la verticalidad divina y la horizontalidad humana que en102

cuentran en el templo toda su significatividad. Un templo que desde Nazaret invita a la Gloria como se desarrolla la misma construcción del edificio en sus diferentes pórticos. Así pues la Sagrada Familia se convierte en una invitación a edificar el amor desde el sí de los esposos que es “la primera piedra de la construcción de una sociedad”. Así, en la alianza conyugal del hombre y de la mujer se especifica la vocación al amor que surge del ser humano creado como imagen de Dios. Nos hacemos semejantes a Dios en esta experiencia del amor que sale de sí para darse en libertad. El amor está en el principio, y el matrimonio está en el fundamento de la familia y de la vida social. Esta perspectiva cambia al mundo que se redimensiona frente a los intereses económicos que usurpan el verdadero fundamento de lo auténtico y definitivo, y lo coloca ante la hondura que le da un sentido y una esperanza que tiene en Dios su origen y su meta.

3. La casa como hogar “En la familia, cada persona, ya sea el niño más pe103

queño o el familiar más anciano, es valorada por lo que es en sí misma, y no es vista meramente como un medio para otros fines” (Benedicto XVI) “El nacimiento del Niño la noche de Belén dio comienzo a la familia… La solemnidad de Navidad y, en su contexto, la fiesta de la Sagrada Familia, nos resultan especialmente cercanas y entrañables, precisamente porque en ellas se encuentra la dimensión fundamental de nuestra fe, es decir, el misterio de la Encarnación, con la dimensión no menos fundamental de las vivencias del hombre…, la familia” (Juan Pablo II, Homilía en Loreto, 8 noviembre 1979) Hoy ciertamente muchas familias están rodeadas de graves dificultades para realizar su proyecto. El trabajo se hace un bien escaso, la posibilidad de la vivienda se complica, incluso muchos tienen que emigrar de su tierra y de sus lazos familiares. Aquí también la Sagrada Familia va por delante cuando tuvo que afrontar la exigencia del censo en la hora del nacimiento de su hijo, vivió la falta de casa con la inseguridad que supone, y soportó la emigración obligada e incluso probablemente padeció la inseguridad laboral. 104

Sin embargo, las dificultades no agotan el amor. A través de apoyo mutuo, los esposos aprenden cotidianamente la renuncia a su propia individualidad, los hijos reciben la garantía de un amor fiel en el que crecer, los hermanos aprenden a compartir en reciprocidad y los mayores ayudan, a la vez que son cuidados. Esta trama de relaciones familiares es la herencia sobre la que se construye la persona que aprende el amor en libertad y la apertura a las necesidades de los otros. Así, la familia es el antídoto más poderoso contra el individualismo, el ámbito más estable para abordar los retos de la vida y la experiencia de gratuidad donde se reconoce de forma más elocuente el amor absoluto que nos funda. El hogar de Nazaret trasparenta y refleja el amor de la Trinidad divina, que es la fuente de toda experiencia comunitaria y social de los seres humanos.

4. La familia como iglesia doméstica y como impulso de compromiso social “La familia y la Iglesia, en concreto las parroquias y las demás formas de comunidad eclesial, están llamadas a la 105

más íntima colaboración en esa tarea fundamental que está constituida, inseparablemente, por la formación de la persona y la transmisión de la fe” (Benedicto XVI) La familia cristiana se vive en un dinamismo de comunión que le abre a ser iglesia más allá del territorio de sus relaciones de proximidad. Al saberse fundados en un amor que les trasciende, como la casa de los primeros cristianos, la familia acoge y sale de sí para participar de la comunidad cristiana, de la parroquia. Si el núcleo familiar se aísla, corre el peligro de no garantizar la transmisión de la fe y no ofrecer a sus miembros la fuente, que en la Palabra y la Eucaristía, sostiene su unidad. Las familias cristianas necesitan comunidades acogedoras que puedan acompañarlas en las peculiaridades de cada situación. Pero a la vez, las parroquias necesitan familias que creen una trama de comunión que pueda ser ámbito de crecimiento para las generaciones que vienen detrás. Esta sintonía mutua exige la disponibilidad de todos y esfuerzos renovados y creativos para atender las necesidades cambiantes y las dificultades siempre nuevas, especialmente para los más jóvenes. 106

La vida familiar lejos de encerrar, potencia el crecimiento de la conciencia social de los miembros, que comprenden que los problemas sociales les afectan y que las situaciones y personas más desfavorecidas suponen una invitación a dar lo que han recibido. Un hogar acogedor y comunicativo, capaz de relaciones sanas en crecimiento, es el mejor formador del compromiso social. La caridad cristiana como desbordamiento en el amor de Dios siempre encuentra caminos de generosidad desde las peculiaridades de cada uno de los miembros de la familia. “La comunidad social, para vivir en paz, está llamada a inspirarse también en los valores sobre los que se rige la comunidad familiar” (Benedicto XVI) Una sociedad que no cuida la protección de la familia acabará por encontrarse con graves problemas de cohesión social. Sus ciudadanos, sin la experiencia de las relaciones de crecimiento en el amor, se verán desmotivados para el compromiso ético y para la construcción social. Por eso, la mejor apuesta de una sociedad, más que las estructuras, son las personas; y el desarrollo de estas pasa por la instancia familiar. 107

Cuando han pasado casi 130 años del inicio de las obras del templo expiatorio, sigue teniendo actualidad la intuición que movió a aquellos creyentes: “ ¿Qué hacer para devolver a la familia su dignidad, la paz y la tranquilidad? No hay más que aficionarla a imitar el perfectísimo modelo de la Sagrada Familia, y de seguro se reformará, y reformada ella, quedará saneada la sociedad”. Hoy tenemos, cada vez más terminado, un símbolo elocuente que nos recuerda este empeño.

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