CONCEPTOS Boletín de la Universidad del Museo Social Argentino

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CONCEPTOS Boletín de la Universidad del Museo Social Argentino Av. Corrientes 1723 – C1042AAD – CABA. Tels. (54-11) 5530-7600 – Fax: (54-11) 5530-7614 Sarmiento 1565 – CABA – Tels. (54-11) 5217-9401/02 e-mail: [email protected] web site: www.umsa.edu.ar Año 87 – Año 2012 RECTOR Dr. Guillermo E. Garbarini Islas VICERRECTOR Dr. Eduardo E. Sisco VICERRECTORA ACADEMICA Trad. Públ. Alejandra Garbarini Islas SECRETARIO GENERAL Dr. Patricio M. Asensio Vives DIRECTOR DE GESTIÓN INSTITUCIONAL Dr. Félix Linfante FACULTAD DE ARTES Decano Arq. Claudio Barrera FACULTAD DE CIENCIAS ECONOMICAS Decana Cont. Públ. Claudia De Bonis FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Decana Lic. Virginia Tarsitano FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES Decano Dr. Federico Polak FACULTAD DE LENGUAS MODERNAS Decana Mag. María Cristina de Ortúzar SECRETARIA ACADÉMICA Lic. Leandra Martínez Rodríguez DIRECTOR DE PUBLICACIÓN Dr. Ernesto R. B. Polotto SECRETARIA DE REDACCIÓN Mag. María Fernanda Terzibachian EDITOR RESPONSABLE Museo Social Argentino

1

SUMARIO

2

4

Belgrano no fue un prócer Por Guillermo E. Garbarini Islas

8

Manuel Belgrano Por Héctor M. Enz

47

La crisis económica de 1929 y la actualidad Por Miguel Angel de Biase

62

Derecho sanitario y técnica legislativa Por Ignacio Millé

73

Posmodernidad y dialéctica Por José Manuel Martínez

75

Crónica: Sydney Lamb y la organización de la información del cerebro. Por Patricia Vázquez Fernández y Veronica Garro

79

Parámetros para la presentación de artículos, avances de investigación y reseñas para la Revista Conceptos

“La bandera argentina Dios sea loado, no ha sido jamás atada al carro triunfal de ningún vencedor de la tierra” (Domingo Faustino Sarmiento) Obviamente este número de Conceptos va especialmente dedicado al bicentenario de la bandera argentina y a su creador el General Doctor Manuel Belgrano. Pareciera inútil y redundante referirse y comentar ese aniversario y su significado, pero es el hecho que pareciera que los acontecimientos históricos se fueran desvirtuando, cada día más, como si el transcurso del tiempo los esfumara, desdibujando su importancia, que se mezcla con alguna moderna interpretación histórica que los separa de la realidad que les diera origen. La bandera que crea Belgrano, la blanca y celeste basada en la escarapela, “por no tener otra”, encarna los colores de la libertad que estas tierras venían ya olfateando desde 1807, representa la patria libre, la tierra, la moneda, la tradición, la religión, la forma y estilo de vida, la propiedad y el trabajo, son en suma los colores de la Patria, la que nos dieran los fundadores, la que tenemos obligación de hacer mejor sin cambiar su esencia, la única que es nuestra y a la que pertenecemos para toda la vida cobijados por esa bandera que hoy especialmente recordamos. Vaya así nuestro fervoroso homenaje a los sagrados celeste y blanco que Belgrano nos legó.

La Dirección.

3 CONCEPTOS Año 87/2012

Por Dr. Guillermo E. Garbarini Islas*

BELGRANO NO FUE UN PROCER Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano Pérez y González Islas nace el 3 de junio de 1770 en la gran casona familiar de la calle Santo Domingo -a pocos metros del convento del mismo nombre- que habita con sus doce hermanos y en la que fallece 50 años mas tarde.

chito político lo ha picado y comienza a relacionarse cada vez mas con una serie de personajes que reniegan del español, protestan contra sus privilegios y hablan de soberanía, de la voluntad social y, algunos, hasta de libertad e independencia.

Es hijo de Domingo Belgrano y Peri, italiano de Omeglia, en la Liguria, que cambia su Peri en Perez al afincarse en América, y de Josefa González Islas –de raigambre santiagueña -Loreto mas precisamente- hija de Luisa de Islas y Zamora y de Juan Guillermo Gonzalez (natural de Cádiz).

Pero antes, es cuando aparecen los ingleses.

Cuarto hijo de los trece, se destaca por sus dotes intelectuales –al igual que su hermano Domingo, el fraile- y estudia en el colegio de San Carlos primero y luego en España, en las universidades de Salamanca y Valladolid donde se recibe de abogado en 1793 y realiza además estudios de economía siguiendo a Quesnay y su fisiocracia. En 1794 tenemos a Belgrano en Buenos Aires, abogado, joven, rico, buen mozo (es rubio, de tez muy blanca, ojos celestes, voz aguda), especialmente atildado en el vestir, lo hace con elegancia (“cotorrita verde” lo llaman por el uso casi permanente del frac), es de los primeros hombres de Buenos Aires en usar perfume y en trocar en algo mas frecuente y habitual el tradicional baño mensual estival de la colonia. Europeo en sus modales y formación, es una de nuestras figuras con mas apodos: Don perfume y el carilindo (Encarnación Ezcurra), la Señorita, “ñorcito” Belgrano (en el Norte), bomberito de la patria (Rivadavia) y otros mas, de amigos y enemigos. Pero lo destaca –además de sus modales y cultura- su título de Secretario Perpetuo del Consulado, otorgado por merced real de Carlos IV, desde donde funda, entre otras cosas, la Escuela de Náutica y la de Dibujo. Cisneros lo designa director de un diario, el Correo de Comercio, que Belgrano convierte en una avanzada de sus ideas liberales en lo económico y político, por que el bi-

CONCEPTOS 4 Año 87/2012

Belgrano se une a los defensores estrenando su grado de capitán de milicias urbanas –conferido en 1796 por el Virrey Melo- y que recibió “para tener un vestido mas que ponerme que para tomar conocimiento en semejante carrera” dice en sus memorias. El resultado de la primera invasión es conocido y Belgrano parte a su estancia de Colonia para evitar el juramento de lealtad al rey inglés (“el amo viejo o ninguno” dice en sus escritos), retornando con Liniers para la Reconquista. Sus relaciones revolucionarias son cada vez mas intensas, redacta con Moreno la carta de principios de la Primera Junta, participa del Cabildo del 22 de mayo y el 25 de ese mes es elegido Vocal del Primer Gobierno Patrio, casi pareciera que contra su voluntad -siempre es bajo se perfildado que ese mismo día escribe en su cuaderno “apareció una Junta, de la que yo era Vocal, sin saber cómo ni por donde”. Rivadavia, su protector e íntimo amigo –desde la infancialo propone como emisario para hacer conocer los propósitos del Gobierno en el Paraguay, y allá parte don Manuel, a fines de 1810, al frente de algo que solo con optimismo puede llamarse ejército, del mismo modo que puede llamarse brigadier a su jefe (termina con ese grado la campaña). Soldados novatos, carentes de instrucción, descalzos la mayor parte y sin uniforme casi todos, no constituyen lo que puede llamarse con propiedad una tropa pese a los esfuerzos de su jefe. Los informes recibidos de los paraguayos resultan faltos de verdad. No es cierto que el Paraguay “se levantará

como un solo hombre” contra los españoles a la llegada del los porteños, por el contrario toman como una invasión la llegada de Belgrano y lo combaten con brío. La campaña militar es mala y si no acaba en desastre es por la habilidad política del jefe argentino que con sus manifiestos, cartas y declaraciones convierte en éxito la derrota, firma una honrosa capitulación con el General Cabañas (terminan con un abrazo), y logra que poco tiempo después Paraguay sacuda el yugo español. Pero en lo inmediato el resultado y las acusaciones contra el improvisado militar se suceden. Rivadavia acude una vez mas en socorro de su amigo y lo envía a Montevideo para sacarlo del alboroto porteño, pero es inútil, a su regreso, Buenos Aires se encuentra cubierto de carteles solicitando testigos para el juicio en su contra. La maniobra (puramente política) falla, nadie se presenta y el proceso cae. Belgrano está desanimado, sale del fracaso de su campaña militar cuando comienzan a brotar los primeros indicios de su gestión diplomática y es nombrado comandante del cuerpo de Patricios. Saavedra –una triste figura olvidada y maltratada por nuestra historia pese a ser de tremenda importancia su participación- es despojado del mando de ese cuerpo, regimiento de élite que luce con orgullo su trenza napoleónica. Se trata, una vez mas de cuestiones políticas, normales en un gobierno donde el vale todo parece ser la regla, recordemos solamente que al año del 25 de mayo la mitad de la Primera Junta estaba exiliada, desterrada o sometida a proceso. El famoso motín de las trenzas no fue tal, o al menos las célebres trenzas no fueron el motivo mas importante. El tema fue político y los famosos apéndices capilares sólo una apariencia o excusa mas o menos creíble. Belgrano lo sabe, pero obediente al deber y a la causa, aplica el reglamento, lo acata, manda fusilar y acepta comandar a los Patricios en su castigo y destierro, lejos de Buenos Aires, en el Rosario, donde tienen por misión impedir el paso español por el Paraná. Don Manuel, una vez mas, deja las comodidades del Consulado en Buenos Aires, de su Estudio y de sus amores para marchar a ese lejano paraje que no conoce y construir dos baterías que, sin consultar pero evidenciando una idea compartida ya por muchos criollos desde 1806, bautiza con los llamativos nombres de “Libertad” e “Independencia”. Estamos en 1811, mucho antes del congreso de 1816. Belgrano comienza ya a ser comentado. Más allá de su elegancia, de sus modales, de su figura (parece mas alemán que criollo), de sus éxitos amorosos en todos los terrenos, (arrastra una sífilis contraída en alguna pecaminosa escapada española), de su mala salud (hidropesía, proble-

mas bronquiales), es reconocido por su fuerza de voluntad, la firmeza de su carácter (no vacila en hacer fusilar a tres desertores y hace rezar luego a toda su tropa un rosario por ellos), Belgrano, decía, se hace conocido, es discutido en los círculos sociales, criticadas y alabadas sus ideas, sigue mas al norte hacia el Tucumán donde no solo tiene que dirigir un ejército casi inexistente sino lidiar con un gobierno no especialmente apegado a Buenos Aires. Una vez más ha sido flechado por Cupido. Su nuevo amor es una mujer casada – no es ni será la primera- Josefa Ezcurra, criolla en una casa de realistas, que se ha casado –o la han casado- con un español que ante los sucesos de Mayo decide poner mar de por medio y no retorna a América abandonando a su joven esposa que, en plan romántico sigue a Belgrano al Norte. De este romance quedará un hijo, don Pedro Rosas y Belgrano, criado por Juan Manuel de Rosas, cuñando de Josefa y será uno de los tres hijos, conocidos al menos, de Belgrano. Su estancia en el Tucumán no es fácil, todo está por hacer. No cuenta con verdadera colaboración, “la cosa está fraccionada” dice al barón de Holmberg, militar alemán unido a la causa patriota y amigo. Se mezclan la creación de la bandera, su retiro, su reaparición, las batallas de Las Piedras y Tucumán y Salta, el éxodo jujeño, sus disputas con Dorrego, Vilcapugio –una victoria que se escapa por órdenes contradictorias- Ayohuma… y una salud en plena decadencia. Belgrano vive agotado, duerme tres horas por día y recorre el resto de la jornada (el “ronderito” lo llaman sus soldados), tiene fuerza y carácter no obstante para poner en un coche en 24 horas al obispo de Salta (Nicolás Videla del Pino) por espía godo, eso sí con “todo decoro” y despacharlo a Buenos Aires para ser juzgado. Hace lo que puede, hace lo que sabe y sabe poco como militar, de suerte tal que recibe con alborozo a San Martin con quien mantiene luego un largo intercambio epistolar sobre cuestiones políticas (ambos son monárquicos y afirman que el paso colonia-república es demasiado rápido y debe pasarse previamente por una atenuada monarquía que suavice las pasiones y prepare el terreno). Ambos sostendrán esta postura en el Congreso de Tucumán en 1816, junto con Acevedo (Catamarca) y otros. Pero mientras tanto y despojado del mando, viaja a Buenos Aires para ser nuevamente juzgado por su actuación militar. No tengo mas defensa que la verdad, no soy militar ni pedí los cargos que me fueron otorgados, los acepté como una obligación, dice. El juicio, que tiene una vez mas un componente político, termina en un sobreseimiento. Mientras tanto Belgrano sigue sin cobrar sus sueldos, sin recibir el premio de un sable con guarnición de oro y 40.000 pesos que la Asamblea le votara por sus triunfos militares. Declina la gratificación y dona el dinero para hacer escuelas, la última fue inaugurada bajo la presidencia de Menem hace pocos años.

5 CONCEPTOS Año 87/2012

Su amigo Rivadavia lo auxilia una vez mas y pide se lo designe su acompañante para una misión en Europa. Allí se unirán a Manuel de Sarratea que trata de atraer al trono del Río de la Plata a Francisco de Paula de Borbón (hermano menor de Fernando VII), y al mismo tiempo lograr el apoyo inglés para la declaración de la independencia, encargo, diría, un tanto complicado. Lo esencial es, demás, lograr tiempo para que Fernando no despache a su General Morrillo y sus 15.000 hombres para el Río de la Plata, tiempo para que no ocurra aquí lo ya ocurrido en México, en Caracas donde Bolívar ve esfumados sus sueños y aires de hegemonía, y en Chile, con Rancagua. El imperio español pareciera rejuvenecerse y la caída de Napoleón después de Leipzig, da nuevos bríos al intento. Y allí parten ambos, a hacer…lo que se pueda. La gestión no tiene éxito, no se entienden con Larrea, Inglaterra da largas al asunto dado que no quiere romper formalmente con España, Napoleón siempre está presente, Carlos no quiere disgustarse con Fernando, Francisco de Paula no se decide, Belgrano se disgusta con Larrea… en suma las cosas no van bien para don Manuel que solo encuentra consuelo en el amor de María Isabel Pichegrú, una francesa exiliada en Londres, que invoca un heroico pasado familiar, jamás comprobado, y que años mas tarde seguirá a su amante a Buenos Aires, donde su tormentosa vida hace catarsis bajando a tiros desde su pensión las palomas de la Catedral. Pero no adelantemos, Belgrano regresa a Buenos Aires y no puede evitar la política, no entiendo, dice a su hermana, “volví vencido del Paraguay y me mandaron al norte, donde no me fue bien (su modestia olvida Tucumán que salva la soberanía de la Patria y hace que nunca mas tropas extranjeras ocupen suelo continental argentino) y me mandaron a Europa de donde vuelvo con las manos vacías y ahora…otra vez al norte”, General del Ejército Auxiliar del Perú. Un cuerpo armado que de eso solo tiene el nombre – sonoro por cierto- después de Sipe-Sipe. Tropa descalza, apenas vestida, sin armas sin disciplina, algo en suma que don Manuel ya conoce y comienza a remediar, dentro de sus pocas posibilidades. Mientras en Tucumán, en la casa que cede doña Francisca Bazán, casada con un español pero muy criolla ella, se reúne el Congreso. Un Congreso que no tiene dinero, los diputados están desperdigados por su cuenta y como pueden, ni carpetas, ni sede, solo coraje y que aparece como disminuido en suceso frente al alcanzado, ruidosamente por cierto, por la Asamblea de 1813. Como dije, Belgrano, al igual que San Martin, son partidarios de la independencia pero no de la república, creen que un interregno monárquico sería mas beneficioso (se vuelve a pensar en Carlota Joaquina, en un ……….., con gran horror de Buenos Aires, en ……..), pero todo esto es solo

CONCEPTOS 6 Año 87/2012

una teoría que muere a las dos de la tarde del 9 de julio de 1816 cuando ante la conocida pregunta de Paso un unánime y estentóreo “sí” declara la Independencia. Belgrano sigue defendiendo la puerta trasera del país, junto con Güemes, para dar tiempo a San Martin. Logra una tregua con algunos caudillos, la anarquía argentina ya ha comenzado, que le permite mejorar el estado de la tropa, vuelve a recaer en amores con una beldad tucumana (Dolores Helguero de quien tendrá una hija Manuela Mónica del Corazón de Jesús), trata de amainar conflictos internos entre gobernadores y ve decaer, una vez más y rápidamente su salud, que –recordemos- nunca fue buena. Su hidropesía se ha agravado al máximo, sus miembros hinchados no le permiten desplazarse, no admiten siquiera el calzado. La sífilis agrava su tradicional enfermedad bronquial que lo ahoga, apenas duerme y debe pasar la noche sentado, pide al Gobierno le otorgue permiso para viajar a Córdoba para cuidar su salud sin obtener respuesta ni fondos. Visita nuevamente Santiago del Estero y la capilla que fundara su tío abuelo el fraile Baltazar de Islas, para regresar luego –algo mejorado- a Tucumán. La tregua firmada con Estanislao López y otros cabecillas termina y la anarquía se renueva. Durante una revolución en Tucumán se pretende engrillarlo por considerarlo peligroso, a él, que apenas puede moverse y que dió y sigue dando todo por la Patria. Resuelve finalmente el regreso a Buenos Aires, empresa nada fácil por cuanto el país está partido en dos por los caudillos y para variar él sin dinero, fondos que le niega el Gobernador (o deberé decir el nuevo gobernador?), y que le facilita un amigo. El episodio se repite en Córdoba, Bustos rehúsa auxilio económico y es nuevamente un vecino, que recuerda todo lo que “ñorcito Belgrano” ha dado a la Patria, y le presta unos pesos para llegar a Buenos Aires, mas muerto que vivo, siempre acompañado por su fiel médico Redhead, un sabio inglés que se ha hecho pasar por norteamericano para facilitar su radicación y desplazamiento en estas tierras. Belgrano está en la ruina, ha disipado su peculio pagando cuentas del Gobierno, del ejército, de…de la Patria en suma y sin cobrar nunca un peso de sus sueldos ni premios ni gratificaciones. Lo visitan algunos amigos (Araoz de Lamadrid, ese fiel loco valiente), el amigo tucumano que le prestara dinero para su último viaje y algún otro. Es cuidado por su hermano, una sobrina, Juana, y el fiel Redhead, que no lo abandona en momento alguno. Solo, olvidado, abandonado, enfermo, pobre, ha vuelto para morir a la casa donde nació.

Pocos días pasan y Belgrano empeora de mas en mas. Amanece así el 20 de junio de 1820, un día triste en muchos aspectos. Gris, húmedo, frío, brumoso. Con una mano blanca, consumida, casi femenina, entrega su reloj al médico, siempre presente, diciendo “no se paga una amistad Doctor, téngalo como recuerdo”, deja como heredera de su único bien (una propiedad que le donara el Gobierno de Tucumán después de la batalla) a su hija Manuela Mónica (el pleito terminó en 1870) y entra en una suerte de sopor, apenas se le escucha…”patria mía” cuando fallece. Tiene 50 años y 17 días. No hay dinero para una lápida, se usa para ello la tapa de mármol de la cómoda familiar y un marmolero amigo que no cobra. El entierro es solitario, recién al año siguiente su amigo Rivadavia hará público el agradecimiento oficial del Gobierno a través de un sepelio formal.

Un solo periódico –de la media docena que aparecían en el Buenos Aires de entonces- el peripatético “Despertador Teofilantrópico Místico-Político” dirigido por un Cura medio chiflado y extravagante (el R. P. Castañeda), dio la noticia varios días mas tarde, en forma hasta escueta: ha muerto el General Belgrano. No otra cosa merece Belgrano de la sociedad en que vivió, de la Patria a la que todo entregó, de sus semejantes y conciudadanos. Por eso el título de este epítome sobre una vida tan conocida, por eso este homenaje tal vez un tanto ramplón, lo admito, a quien todo lo brindó, todo lo sufrió y nada pidió. Belgrano no fue un prócer, fue un mártir de la Argentina. Recordémosle así. ¡Qué Dios lo bendiga!

Su fallecimiento no es noticia. Buenos Aires está preocupado en otros cosas mas importantes que la muerte de don Manuel, un don nadie sin peso político.

*Dr. Guillermo E. Garbarini Islas Doctor en Ciencias Sociales Rector de UMSA Secretario de la Academia de Conocimientos Interdisciplinarios de Buenos Aires

7 CONCEPTOS Año 87/2012

Por Héctor M. Enz*

MANUEL BELGRANO Homenaje y Envío A dos siglos de la histórica creación de la Bandera Nacional Argentina, cubierta de gloria en todo campo de batalla en que flameó inspirando a sus héroes -erguida en la victoria, jamás humillada en la derrota-, el Museo Social Argentino cumple en elevar su homenaje a la Enseña Patria y a su Creador, el abogado y general del ejército nacional, don Manuel Joaquín José del Corazón de Jesús Belgrano. Esa Bandera no sólo tremoló en los campos de batalla. Flameó y por siempre flameará vital en todo corazón patriota, así como en toda obra de bien que bajo su amparo civil floreció, florece y continuará floreciendo en la integridad del ámbito patrio, acompañada por el respeto y la veneración de su pueblo que, incondicional, la ama lealmente frente a todo avatar del destino. Es testimonio para toda futura generación. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, febrero de 2012.

BELGRANO Y EL PABELLÓN NACIONAL Prolegómenos de Independencia 25 de Mayo de 1810, Primera Junta Patria, empero carente de formalidad soberana. Un pequeño símbolo distinguía a los patriotas alzados: la divisa celeste y blanca. Inmediatos sucesos bélicos contra tropas metropolitanas ante el levantamiento surgido, que lo fue en pretendida salvaguardia de los derechos de la Corona ante el invasor francés de la tierra cervantina. Aquí, cambios de gobierno: no más Virrey, Primera Junta con predominio nacional, Junta Grande, Triunvirato. Y el año de 1812: mes de febrero; día 27. Lugar en el planeta: la pampa argentina. Más propiamente Rosario, provincia de Santa Fe. Un villorrio. O mejor: una humilde capilla, la capilla del Rosario.

CONCEPTOS 8 Año 87/2012

Retiemblan las barrancas erguidas sobre el río leonado: los cañones saludan a la Bandera Argentina que nace besado el suelo de su ya pertenencia por las aguas del Paraná, su lienzo mimado por un viento bizarro que la ondea con aires erguidos de rebeldía y emancipación. Entonces sí. La Bandera de Belgrano, blanca y celeste, que distinguía con verdad soberana a las huestes de la Patria. El abogado y general Belgrano, su creador, no se acoquina ante el futuro inmediato. No oculta su voluntad patria, ni la enmascara tras fachadas recelosas de absolutismos de ultramar. Puede que otros sí. Él no. Cierto es que la doblez, el fingimiento -nunca la traiciónes, si no la principal, una de las armas fundamentales y, si se quiere, inteligente y lúcida jugada en el trato y coyuntura políticos: el mundo de la diplomacia en mucho se yergue sobre pilares de este tipo, bien lo sabían y practicaron en su hora tanto Talleyrand como Metternich, remontando su accionar hasta lo prevenido por leyes político-religiosas de Oriente. (Panchatantra). En este mundo nada es absoluto, sí la relatividad en su mayor o menor grado de tendencia hacia uno u otro extremo. Quien así no lo entiende, finalmente paga. La Primera Junta de Gobierno, nacida de una solapada pero indiscutible Revolución Patria el 25 de mayo de 1810, adoptó esta tesitura encubierta -“la máscara de Fernando VII”- para relativizar frente a España y el mundo el impromptu soberano que tras el embozo palpitaba, bien que sin una definida conducta de ruptura respecto al monarca. Se la tuvo además como medida prudente para no agitar de lleno al león hispano, que aún derrotado en su tierra por Napoleón, contaba con aliados poderosos para aspirar al desquite y la posible restauración de la dinastía borbónica, con todo lo que ello significaba y podía aparejar a la suerte del acto revolucionario. El hincapié del movimiento lo constituía la soberanía del pueblo, teoría suareciana.

En Europa, la relación de los hechos que provocaron la irrupción napoleónica en España y su rendición al invasor, nació de la necesidad francesa de vencer a Portugal, aliado de Inglaterra en su lucha contra la Francia imperial. Napoleón forzó el paso por España y en corto plazo sus tropas, al mando del mariscal Junot, transitaron el Portugal. La dinastía lusitana empero no cayó. Con la ayuda de la marina inglesa la Corte portuguesa embarcó hacia sus posesiones en Brasil llevando consigo quince mil hombres, mientras Junot llegaba a las puertas de Lisboa. Napoleón tomó en tanto cuenta de la debilidad de las fuerzas hispanas por lo que decidió -y lo logró sin mayores consecuencias, tras negociaciones-, hacerse de toda la península ibérica. Sorprendida por lo que en principio apareció como un derecho de paso y luego tomó todo el carácter de una conquista por parte de las aguerridas tropas francesas y las intenciones de Napoleón de cerrar todas las costas europeas a Inglaterra, el monarca Carlos IV se encaminó a Bayona y cedió ante las mismas, abdicando en favor de su hijo Fernando VII en 1808, quien fue de inmediato sustituido en el trono español por José Bonaparte, hermano del emperador francés. Ya tampoco sin embozos. El pueblo español empero no se rindió, y se formaron en diversos puntos Juntas populares de resistencia, coordinadas por la Junta Central de Sevilla. Entretanto, ante la noticia en estos lugares de la coronación de Fernando VII, en agosto de 1808 criollos y españoles juraron fidelidad al nuevo Rey Fernando VII, pues nadie aspiraba en abierta rebeldía a la independencia; era un estado de indefinición e indeterminación a ello, aunque la intuición y los callados comentarios y conjeturas actuaban. Belgrano, en cambio, sí aspiraba a ella, tanto de España -especialmente- como de todo otro dominio: así en una charla con el brigadier general Crawford -vencido el segundo intento de invasión inglesa, en 1807- le manifestó sus absolutos deseos emancipadores cuando aquél le “desplegó sus ideas acerca de nuestra independencia”, pretendiendo acercamientos terceros, ya fallido el intento conquistador de Albion. Al punto Belgrano le contestó:...“que ciertamente nosotros queríamos el amo viejo o ninguno; pero que nos faltaba mucho para aspirar a la empresa” (BELGRANO, Manuel: “Autobiografía”; edición titulada “Manuel Belgrano. Autobiografía y escritos económicos” Biblioteca Emecé Bicentenario, Grupo Editorial Planeta S.A.I.C., publicado bajo el sello Emecé; Buenos Aires 2009, pág 63). Fue una forma de darse a entender. Empero los sucesos peninsulares casi inmediatos vinieron a favorecer fuertemente sus aspiraciones patrias. Así lo destaca Belgrano, tras la conjetura del brigadier inglés respecto a la independencia de estas tierras, quien evidentemente, tratando de traer agua para su molino…“difirió para un siglo su consecución”.

Los caprichos del destino lo desmintieron, como a renglón seguido así lo refiere nuestro prócer: “¡Tales son en todo los cálculos de los hombres! Pasa un año y he ahí que sin que nosotros hubiésemos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la ocasión con los sucesos de 1808 en España y en Bayona. En efecto, avívanse entonces las ideas de libertad e independencia en América y los americanos empiezan por primera vez a hablar con franqueza de sus derechos. En Buenos Aires se hacía la jura de Fernando VII, y los mismos europeos -[españoles]- aspiraban a sacudir el yugo de España por no ser napoleónicos. ¿Quién creería que don Martín de Álzaga, después autor de una conjuración, fuera uno de los primeros corifeos?” (BELGRANO, Manuel: Autobiografía, op. cit. Ibíd.) Ciertamente, toda IberoAmérica aparecía en la época como recorrida por un poderoso nervio en ascuas. Miranda, en Venezuela, traicionado tan vilmente por Bolívar, fue un valiente y enérgico precursor. El pueblo del Alto Perú vivía en un sordo alzamiento, que estalló en los motines de Chuquisaca y La Paz, en mayo y noviembre de 1809; motines locales, sí, mas por prevenir, sangrientamente aplastados por tropas de los virreyes Cisneros y Abascal. En Buenos Aires se había entrevisto en tanto la posibilidad de sacudir el yugo ominoso. Tal como Belgrano lo destaca en sus Memorias, tras la caída de España ante tropas napoleónicas, la abdicación del Rey Carlos IV en favor de su hijo Fernando VII y los sucesos de Bayona que sentaron a José Bonaparte en el trono hispano -todo ello acaecido en el 1808-, tanto españoles como criollos apuraron juramento de fidelidad a Fernando VII. No aceptaron al Emperador francés en estas tierras y no se proclamaban vinculados a España sino al Rey. (LUNA, Félix; “Manuel Belgrano”, edición especial para S.A. La Nación, Buenos Aires, 2004), que así correspondía por tesis del absoluto Derecho Divino. América era del Rey, no de España. Apostaron empero los primeros a la creación de un imperio americano-español relacionado a la metrópoli, mientras los segundos veían crecer sus ansias y esperanzas de independencia, embozados bajo esa “máscara” que en tales circunstancias tuvo su nacimiento. La idea de independencia se había hecho carne en los patriotas con firmeza a partir de los victoriosos días de 1806 y 1807, cuando las invasiones inglesas. Tocóles a los patriotas una actuación definitoria en el resultado de ambas victorias logradas, lo que provocó en ellos el acrecimiento de su autoestima, de valoración soberana. Grupos se conformaron que confluyeron a la sorda formación del Partido de la Independencia, ya desde fines de 1806; partido generado bajo la conducción de Juan José Castelli e integrado, entre otros, por Manuel Belgrano -primo de aquél, ambos de ascendencia italiana-, Nicolás y Saturnino Rodríguez Peña, Hipólito Vieytes, Antonio Berutti, Manuel Padilla, Domingo French, Juan Martín de Pueyrredón y Juan José Paso. (FLORIA, Carlos, y GARCÍA BELSUNCE, César: “Historia de los Argentinos”). Éstos rumiaban la

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independencia, que sus deseos impulsaban para poner fin a la discriminación de que los criollos eran pasibles frente a la dominante población española, ésta que conformaba fueros de alta burguesía. Manuel Belgrano fue un factótum en tales coyunturas, cuando las circunstancias condujeron a la posibilidad de concretar en determinada forma la empresa. Lo acompañaban y acompañaron en su desplegado entusiasmo su pariente Juan José Castelli, Juan José Paso, Mariano Moreno y su gran amigo, Bernardino Rivadavia, que conformaban el más pujante y emblemático grupo liberal. Cornelio Saavedra acompañaba operando al mando del regimiento Patricios, compuesto de patriotas rioplatenses Subsistía, empero, el juramento a Fernando VII, caído y sustituido por una Junta Central conjurada en la España vencida por Napoleón, con el que el Buenos Aires tanto hispano como criollo -ambos bandos en rebelión platense- embozaban sus reales intenciones bajo un velo de prudencia. Esa prudencia no se hizo carne en los españoles residentes en esta Capital, que conspiraron sin más para tomar el poder directamente, de lo que da cuenta Belgrano en sus memorias al referirse a Álzaga como corifeo de dicha tendencia e intenciones: corifeo éste que sobresalía. en el Cabildo de Buenos Aires por lo pujante y autoritario de su temperamento. Simbolizaba además sin reparos los intereses de peninsulares residentes y el sistema monopólico implantado (LUNA, Félix: “Manuel Belgrano”,op. cit. p. 38). Políticamente se proclamaban republicanos e independientes. Mas la conjura de Álzaga fue superada, quizá debido a su frontal puesta en juego. En Buenos Aires, la fuerza militar estaba en manos de los criollos, avezados tras el rechazo del intento dominador inglés, ejercido en aquellas dos oportunidades, 1806 y 1807, de inmediato recuerdo. El bando hispano, en realidad, encabezado por Álzaga, prefería el ejercicio del comercio, de entidad rentable tal que le permitía el dominio dinerario. Pero cuando la fuerza hubo de tronar, éstos cedieron ante Saavedra y sus Patricios, que se hicieron de la Plaza Mayor. Desde Montevideo, empero, los rebeldes se comunicaron con la Junta Central española solicitando el remplazo del virrey Liniers -éste nombrado por su actuación ante el invasor inglésmal visto debido a su ascendencia francesa. Las acusaciones levantadas promovieron su relevo: a mediados de 1809 la metrópoli designó al oficial de marina Baltasar Hidalgo de Cisneros en reemplazo de Liniers. Era Cisneros un militar avezado en el gobierno de Indias, incluso combatiente en la memorable batalla de Trafalgar. O sea que se trataba de un líder con bien ganado prestigio. La jugada, empero, fue contraproducente a los intereses peninsulares de Buenos Aires, pues dio argumento a los patriotas, en la jornada del 22 de mayo de 1810, para tomar la iniciativa perdida por la burguesía hispana e impetrar de derecho la cesación del mando del virrey Cisneros. El argumento jugado fue el de que su poder sólo debía

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provenir del arbitrio del Rey español y éste había caído prisionero de Francia. La Junta Central carecía de fueros para sustituirlo en tal discernimiento, por lo que con arreglo a la teoría del jesuita Francisco Suarez -neotomista español- puesta en juego por el Dr. Castelli, “el poder volvía al pueblo”. La actuación de Belgrano en aquellas jornadas de Mayo, que culminaron con el derrocamiento del Virrey español Baltazar Hidalgo de Cisneros, posiblemente se haya ataviado del mismo sesgo ideológico. Pero su acción fue decisiva en otro orden de desempeño. Fue concluyente su actuación a través del despliegue ejecutivo que ejerció, de muy intensa actividad llevado de sus sueños independentistas. Trasladaba informes, anunciaba y gestaba decisiones subiendo y bajando sin respiro las escaleras capitulares, cuyos gastados escalones auguraban ya el definitivo paso al cenit de la Primera Junta de Gobierno Patrio, entendida como provisional en uso de cautelosa prudencia, prudencia de la que empero él no participaba íntegramente. En realidad, tal temperamento era necesario para dar alimento a la ficción que embozaba la realidad ante el frente externo; y necesaria para el frente interno, pues en nombre e invocación del todo el pueblo del territorio virreinal habían asumido su mandato los prohombres de Mayo, y se necesitaba su adhesión. Belgrano se sorprendió al ser designado como Vocal de la Junta Provisional: pero era figura necesaria, tanto por su talento cuanto por su muy cuidada instrucción y su recordado paso por la función pública; como así también por su entusiasta y decidida actuación militar durante la gesta del invasor inglés. Por eso Belgrano quería más. Quería la inmediata independencia, ya dibujado su ideal en aquellos prístinos afanes carlotistas, ideal plenamente manifiesto en 1816, cuando junto a San Martín y Pueyrredón propiciaba la creación, para estos territorios, de una monarquía americana de linaje incaico. Su parecer no cuajó en el sentido pretendido: es de recordar que la idea monárquica o imperial era la triunfante en las potencias europeas, el mundo de entonces; y esperando la aquiescencia del orbe se tentaba esa idea en definitiva fallida. Pero el Congreso de la histórica Tucumán vino no obstante a satisfacer sus ansias soberanas declarando la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata del dominio español; jugada extremadamente audaz frente al gigantesco León Hispano redivivo, aunque atacado y muy herido en muchas de sus colonias en rebeldía. Esa Declaración histórica, complemento de sus ansias soberanas, vino a satisfacer finalmente a éstas de derecho: bien que ya de hecho su celo patriótico les había dado cumplimiento al enarbolar el 27 de febrero de 1812 el Pabellón Nacional y hacerlo jurar en las históricas barrancas de la capilla del Rosario de Santa Fe por las baterías “Libertad” e “Independencia, que al caso erigiera cumpli-

mentando órdenes del Gobierno central. pabellón que, en lienzos blanco y celeste San Martín llevó al triunfo en gesta americana con el escudo nacional prendido en su centro, como expresión del respeto mutuo perviviente en toda instancia entre los dos Grandes.

unía una fibra temperamental común, y sus correligionarios todos del Mayo patrio, en particular referencia a Rivadavia y Moreno, amén de su primo hermano Castelli. Y de todos los patriotas de Mayo. Y de todos sus soldados y oficiales.

La providencia soberana Dijo Dios: “Haya luz”; y hubo luz. Y vio Dios ser buena la luz, y la separó de las tinieblas. (Génesis, 1, 3) Manuel Belgrano fue el cuarto hijo de trece, nacidos del matrimonio habido entre don Domingo Belgrano y Peri, italiano ligur de ilustre prosapia latina, y doña María Josefa Gonzalez Casero, de familia de renombre y actuación en estas tierras. El abuelo de ésta, Gonzalez y Aragón, era de origen gaditano. El casamiento de sus progenitores tuvo lugar el 4 de noviembre de 1757 en la Iglesia de la Merced, Virgen que sería más adelante tan cara a Manuel, en una oportunidad histórica. (“Belgrano” Instituto Nacional Belgraniano, Bs.As. 1996, p 12 y ss; “General BelgranoApuntes Biográficos”. Instituto Nacional Belgraniano, Bs.As. 1995, p. 1 y ss.) Nació Manuel en la ciudad porteña, Santa María de los Buenos Aires, el 3 de junio de 1770; y ya lo acompañaba en su destino la Providencia Divina, por los nombres que le fueron impuestos: “Manuel”, denominación simbólica y profética del Verbo encarnado, o de Nuestro Señor Jesucristo; aféresis de Emmanuel, que significa “Dios con nosotros” y con el cual el profeta Isaías designaba al Mesías. (Diccionario Enciclopédico Ilustrado ESPASA CALPE). “José”, padre de Nuestro Señor Jesucristo. “Joaquín”, padre de la Virgen María. “del Corazón de Jesús”, eterno abrigo del creador de la Bandera Patria, providente soberano: “Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano”. Toda su vida fue fiel ejemplo ético, fervoroso, místico y valiente de esa cariñosa imposición que selló sus destinos. Quiso esa Providencia que Manuel recibiera una educación más que esmerada: prolija y pulida, propicia para que su alma resplandeciese de cultura, de esa feraz cultura pía practicante, civilizada, adosada a un espíritu inteligente, ávido, libre y luchador, de visos que remembraban firmes talentos tanto áticos cuanto espartanos. Así lo recordaban en sus virtudes quienes lo alternaron: “No sólo oradores sagrados como Valentín Gómez y fray Cayetano Rodríguez, sino también sus compañeros de armas como el coronel Blas Pico, el general Paz y Celedonio Balbín dijeron del aprecio y el respeto que Belgrano se había conquistado entre cuantos lo conocieron y trataron”. (FURLONG, Guillermo S.J. en “Manuel Belgrano. Los ideales de la patria”, Instituto Nacional Belgraniano, Bs.As. 1995, pág.13). Y por supuesto, el Gral. José de San Martín, a quien lo

Desde su infancia fueron sumándose al encomio histórico, todos los académicos y maestros de Manuel, quien hizo sus primeras armas en Letras a los nueve años de edad en la Escuela de Dios del entonces dominicano Convento de San Pedro Telmo -hoy Basílica del Santo Rosario-.ubicada a treinta metros del lugar de su nacimiento y de su muerte; que lo fueron en la actual avenida Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires, donde una placa recordatoria alude a tales fastos del prócer en estos términos: “En este solar nació y murió el general Manuel Belgrano”. Sin más, con la modestia que él mismo hubiera deseado y habría concebido. Él, así tal cual, como humilde providente de la soberanía de su patria; esa patria de muy humilde pasado pero que por él no vaciló en su hora en ser sí misma: expresión soberana que tremoló por vez primera en paño celeste y blanco, jurado en febrero de 1812 en esas barrancas rosarinas por voces roncas de arrojo y entrega a la epopeya naciente. En ese momento nacía la Patria, bajo tales advocaciones de héroes juramentados.

Belgrano y su formación: su educación, sus ideas. Filósofo, economista, abogado, académico, escritor, periodista, educador. Su función consular y su obra progresista Otro puñado de historia de un Grande. En 1784, a los 14 años de edad, Belgrano ingresaba en el Real Convictorio Carolino para dar cumplimiento al ciclo secundario de sus estudios. Allí cursó Lógica y Metafísica en primer año, en el segundo Latín y Física, y en el tercero Ética y Moral. Se graduó en 1786, recibiendo su diploma de Licenciado en Filosofía el 19 de mayo de tal año. (GARCIA ENCISO, Isaías José: “Estudiante en Buenos Aires y en España” en op. cit., “Manuel Belgrano, los Ideales de la Patria” Instituto Nacional Belgraniano, Bs.As.1995, p.18). En el inmediato mes de noviembre presentó su certificado de graduación carolino ante la Universidad de Salamanca, en España, fundando en él su solicitud de ingreso a dicha institución de Altos Estudios. Había arribado a la Madre Patria

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en octubre de 1786 para cumplir o bien con los deseos de su padre, que lo quería formar como comerciante -que para ello lo había enviado-, o bien con los de su madre, que lo prefería como hombre de leyes. Optó en definitiva por los sueños de su progenitora y solicitó matrícula en la Facultad de Leyes de la Universidad salamanquina. El ámbito universitario español no era el más selecto de Europa, bien que superaba a todo comparativo americano. (BELGRANO, Mario: “Belgrano” Buenos Aires 1996, p. 19; --GARCÍA ENCISO, op. cit. p. 19). A su solicitud se dispuso que rindiera examen de Filosofía y Moral ante una mesa formada por eximios profesores de la Casa, prueba de la salió airoso. Ese mismo día se inscribió para cursar Leyes, según consta en el libro de Matrícula del año 1787. Los cursos se iniciaban el 18 de octubre, día de San Lucas, y terminaban el 24 de junio del año siguiente, día de San Juan. El rector de la Universidad era el Dr. Diego Muñoz Terrero, de concepciones liberales que prendieron en Belgrano; quien en dos años recibió instrucción de Instituciones Civiles mientras a la vez se desempeñaba como miembro activo de la Academia de Economía Política de Salamanca. Todo ello fue gestando su personalidad. En 1789, a los 19 años de edad, este joven Belgrano “de pelo rojo y ojos castaños” según reza el certificado expedido por la Universidad de Valladolid, firmado por el Rector y dos examinadores -esta es quizá la descripción más auténtica de su aire y aspecto- juró obediencia para matricularse en dicha Casa de Estudios y solicitó se le autorizase a rendir examen para optar al título de Bachiller en Leyes. Las autoridades accedieron a la petición, con que habiendo Belgrano superado este paso con éxito logró la distinción y el deseado pergamino. Se dio entonces al quehacer de tribunales adscribiéndose como pasante en bufetes de juristas, al par que estudiaba idiomas y lenguas varias: inglés, francés, italiano. Logró en Salamanca la presidencia de la Academia de práctica forense y economía política; y en Madrid, relativo a las mismas materias, fue miembro de la Academia Santa Bárbara. Su espíritu inquieto lo llevó a la lectura de dos obras fundamentales que templarían su espíritu adelantado: “El Balcacer, El Oráculo de los Filósofos” y “El Espíritu de las Leyes”, del “Inmortal Montesquieu”, según le comentara por carta a su madre: éste, de tinte enciclopédico, universal, político y liberal. Aquél, que abrió sus ojos a la economía fisiocrática, la agricultura y el gobierno rural. Leía también a Cabarrús y particularmente a Jovellanos. La Enciclopedia Francesa -no el jacobinismo “progre”, sangriento y absolutista, ni ninguna clase de libertinaje económico y financiero- fue alimento de sus inquietudes políticas y económicas: Diderot, D´Alembert, Turgot, Rousseau, D´Holbach, Quesnay, Gournay. A más, Adam Smith, y muy especialmente Filanghieri, Genovesi y Galiani -particularmente este último, leído en su idioma original- formaban parte de su indagadora e inquisitiva mirada: todos ellos acrisolaron su mente, poblándola de esa voluptuosa picazón que excita el nervio del intelecto y la razón.

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Fue en tales circunstancias que llegó a su inmediato conocimiento el acontecimiento revolucionario francés, que brindó al mundo un giro trascendental en orden al gobierno de los pueblos y al desencadenamiento de las nuevas ideologías. Esas ideas ya habían prendido en el fuero íntimo de Belgrano y ahora se plasmaban en la totalidad de su espíritu. Pues así lo señaló en sus Memorias: “… se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, propiedad y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre, fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido, y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento, directa o indirectamente”. Y con todo ello, además en España Gaspar Melchor Baltasar de Jovellanos, de cuyos pensamientos se nutrió con brío. Jovellanos se preocupaba señaladamente por esa ciencia que se perfilaba irradiante: la Economía Política. Como presidente de la Sociedad Económica de Oviedo recomendó en un discurso la lectura de las obras de Condillac, Mirabeau y de los trabajos de Campomanes, a quien consideraba el mejor economista de su país. Belgrano siguió al pie de la letra tales sus recomendaciones, lo que puso de manifiesto más tarde en sus sensatos escritos y su destacada actuación pública. Tanto y tan abigarrado bagaje científico y académico concurrió a proyectarlo para presentarse, de modo tal y en definitiva, el 31 de enero de 1793 ante la Cancillería de la Universidad de Valladolid, donde optó a rango mayor: rindió con lucimiento y obtuvo el título de Abogado el 6 de febrero inmediato. Con tal universitaria jerarquía y la que le procuraba su ingente formación cultural, al año siguiente, contando con 24 de edad y de regreso a Buenos Aires tras casi una década, culminaron sus ansias públicas. Esas ansias quizá las haya demostrado con algún empeño y acción, como lo señala algún autor. Mas su nombramiento al Real Consulado cual Secretario Perpetuo de la Institución se dio, según sus propias MEMORIAS, más al acaso que a su denuedo. Así lo expresa en ellas: “Al concluir mi carrera por los años de 1793, las ideas de economía política cundían en España con furor, y creo que a esto debí que me colocaran en la Secretaría del Consulado de Buenos Aires…sin que hubiese hecho la más mínima gestión para ello; y el oficial de secretaría que manejaba estos asuntos aún me pidió que le indicase individuos que tuvieran estos conocimientos, para emplearlos en las demás corporaciones de esta clase que se erigían en diferentes plazas de comercio de América”. Su viaje, en definitiva, obedeció al giro que tomó su batallado horizonte, relativo a un promisorio futuro concedido por la gracia real bien que logrado sin respiros en cuanto a idónea formación profesional y crematística invirtiera,

obtenido además a tan corta edad: honra cual la de hacerse cargo de la Secretaría del Real Consulado que en esta capital virreinal se abriría, según se le hizo conocer. Su nombramiento atendió a la voluntad del Rey, expresada superando su propia petición de asesoría consular, que elevara en España en nota fechada en octubre de 1793 dando relación de su formación y ponderables méritos. El Real Consulado se inauguró en junio de 1794, y desde entonces hasta 1810 -con alguna breve interrupción- estuvo a cargo de Manuel Belgrano, designado al caso Secretario Perpetuo de la Institución por Real Orden dada por voluntad del Monarca de España y las Américas. El Consulado era una Institución de señalada importancia política, económica y jurídica, que cumplía amplias funciones sociales, tal como en esmerada síntesis lo refiere Pedro Navarro Floria: “Fue un ámbito de debate y planificación de la política económica virreinal, particularmente en referencia a lo comercial. Fue un foco de difusión de ideas y de emprendimientos educativos, siempre orientado a las cuestiones planteadas por la producción. Fue, finalmente, el gremio de los principales comerciantes en la defensa de sus intereses corporativos y de preeminencia en la sociedad” (NAVARRO FLORIA, Pedro: “El Secretario del Consulado”, en “Manuel Belgrano, los ideales e la Patria”. Instituto Nacional Belgraniano, op. cit. ps. 21-24). Se ocupaba asimismo y en especial de la administración de justicia en los pleitos mercantiles (BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p. 24) Lo integraban un reducido número de grandes comerciantes -doce en total- y un síndico, de periodicidad bienal en sus cargos, élite considerada la parte más honorable de la sociedad. Y un Secretario Perpetuo, el gran hacedor, Belgrano, quien redoblándose en esfuerzos y no obstante su formación liberal -políticamente no muy expuesta- contó siempre con el apoyo de dos renombrados comerciantes catalanes, Domingo Matheu y Juan Larrea, que en el futuro cercano lo acompañarían formando parte de la Junta Revolucionaria de 1810. En general, puede sintetizarse que esta Institución se desempeñaba como una junta económica, debiendo propender al fomento y adelanto de la agricultura, el comercio y la industria, centrando en sí la jurisdicción mercantil para toda actuación relativa a la materia. El Secretario, que siempre es parte activa en la gestión de los cuerpos colegiados, para el caso estaba obligado a “escribir cada año una memoria sobre los objetos propios de su instituto”. Belgrano superó todo límite, su acción fue formidable en todo sentido. Se demostró incansable, sin experimentar en lo más mínimo la corrosión de la fatiga. Se batió siempre extremado en pos del progreso libre, como en su hora y llevado de los mismos sueños cumpliera también extremadamente con ellos su íntimo amigo, el primer Presidente argentino, Bernardino Rivadavia.

Trató Belgrano constantemente de mejorar la situación de los labradores y rancheros, y la del Virreynato en general adoptando toda clase de iniciativas conducentes a ello: fomentó el comercio interno, facilitó el tránsito por vías de comunicación fluviales, proveyó a la navegación interior, la construcción de nuevos caminos entre provincias, tales los de Catamarca-Córdoba, Tucumán-Santiago del Estero, San Luis y Mendoza, y los ligados al tráfico entre Buenos Aires y Chile; además a la construcción del muelle de Buenos Aires, sondeo del río y reconocimiento de la costa ( INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO:“General Belgrano-Apuntes Biográficos”, Bs.As.1942 ps. 2-3). No se detenía tras un escritorio: invariablemente reconocía lugares, parajes, zonas diversas, tomaba contacto con los naturales, se interesaba por su suerte, sus cultivos, por la necesidad de integrarlos al mundo mercantil del Virreynato. Fisiócrata liberal por excelencia, bregaba por el laboreo de los suelos, por el estudio de éstos, la rotación de cultivos, la selección de granos. A todo ello, sumó su respaldo a la instauración de dos Escuelas Prácticas: una de Agricultura, otra de Comercio. Su particular predilección por el desarrollo de la cultura agraria queda denotado en íntimos pensamientos de su pluma: “En todos los pueblos… la agricultura ha sido la delicia de los grandes hombres, y aún la misma naturaleza parece que se ha complacido y complace en que los hombres se destinen a ella… Dios ha prescripto a la naturaleza, no tiene otro objeto que la renovación sucesiva de las producciones necesarias a nuestra existencia”. Y en su fuero íntimo esto flameaba firmemente como después lo haría su bandera, tanto que en la segunda Memoria forjada, en 1796, se abocó a una consideración profunda de estos temas, planteando objetivos e ideas renovadoras como las que se han señalado, trascendentes a su tiempo. Tituló a la misma: “Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país agricultor”. Respondía toda esta actividad y cultura a las ideas de libertad de gestión y de comercio, como se ha dicho, influída su mente por la lectura de las obras de los fisiócratas franceses, Quesnay, Turgot, y de Adam Smith, “cuyo rigor individualista y liberal moderó con discreto eclecticismo mediante sus lecturas de Genovesi y Galiani”, al decir del Dr. Gondra (GONDRA, Luis Roque: “Las ideas económicas de Belgrano”, Bs.As. 1932, ps. 74,112 y ss.;--BELGRANO, Mario:”Belgrano”, op.. cit. ps. 27-28). En realidad, el libre cambio y el libre comercio eran sostenidos y hasta exigidos por Belgrano respecto a su vigencia en todo el interior del país, sobre manera execrando del monopolio -particularmente el estatal fomentado por la metrópoli-, y de toda intervención fiscal en la fijación de precios. Mas en relación al orden internacional se mostraba prudente en seguimiento de una máxima inglesa que establecía que:

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“La importación de mercancías que impiden el consumo de las del país o que perjudican al progreso de sus manufacturas, lleva tras sí necesariamente la ruina de una nación”. Esto, por supuesto, jugando a la excelencia del producto nacional, ya que en caso contrario se presta al abuso de especuladores y maniobreros. Nunca fue partidario de una absoluta y total libre importación, siempre que la competencia nacional ofreciera productos de calidad y accesibilidad en cuanto a mercancía y precio. (CONI, Emilio A. en “El nacionalismo económico de Belgrano”; Cfr. “Agricultura, Comercio e Industria coloniales -Siglos XVI-XVIII-”. Bs.As. 1941, ps. 67-71; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. pág. 32). Ínterin, bregaba sin desmayo por mejorar la situación de los paisanos del campo. Así se lee en sus memorias: “…esos miserables ranchos donde se ven multitud de criaturas que llegan a la edad de la pubertad sin haberse ejercitado en otra cosa que en la ociosidad, deben ser atendidos hasta el último punto. Uno de los principales medios que se deben adoptar a este fin son las escuelas gratuitas, a donde puedan los infelices mandar a sus hijos sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción: allí se les podrán dictar buenas máximas e inspirarles amor al trabajo, pues en un pueblo donde reine la ociosidad decae el comercio y toma su lugar la miseria”. En análogo temperamento, Belgrano cuidaba de la instrucción de las mujeres: “Igualmente se deben poner escuelas gratuitas para las niñas, donde se les enseñará la doctrina cristiana, a leer, escribir, coser, bordar, etc. Y principalmente inspirarles amor al trabajo para separarlas de la ociosidad, tan perjudicial, o más, en las mujeres que en los hombres”. En materia educativa fue muy amplia su intervención, pues en todo momento bregó por la creación de escuelas, a desarrollar función tanto en ciudad como en campaña, a fin de contribuir a ensanchar el horizonte cultural en orden a las primeras letras. Niños y niñas habrían de gozar -de cumplirse estos intentos- de este permanente celo, hasta esa época sólo plasmado en todo el Río de la Plata en una única escuelita a cargo del tesoro del Rey. Para fomentar la iniciativa en todo aspecto del quehacer, el ilustre Secretario creó una sistemática de premios a quienes se iniciasen en trabajos de agricultura, de industria, de artes, estudios y proposiciones en general, estadísticas poblacionales y de ocupación laboral. Aparte y fuera de su función consular es de fervoroso recuerdo lo espléndido y próvido de su genio, que se manifestara al destinar -tras los triunfos de su Ejército en Tucumán y Salta-, la suma que por mérito patriótico le reconoció el Gobierno de 40.000 pesos; suma que donó a

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efectos de que fueran destinados a la erección de cuatro escuelas para bien de la instrucción popular… lo que el ilustre país de sus sueños ha dado cumplimiento efectivo recién transcurridos doscientos años desde aquel estelar instante en que Belgrano extendiera su mano preñada de tan piadoso y desprendido afán. Desde su función en el Consulado, en seguimiento de pasiones de análoga virtud, fueron incesantes sus esfuerzos por ampliar toda vía de progreso para la colonia virreinal. En su Memoria del año 1796 -la segunda presentada y leída- definía un verdadero plan de trabajo en tal sentido, propugnando la creación de escuelas técnicas varias: de agricultura, dibujo, arquitectura, de hilazas de lana, de comercio y náutica. Tal programa sólo alcanzó punto de realización en cuanto a dos de las propuestas: la Academia de Dibujo (Escuela de Geometría, Arquitectura, Perspectiva y todas las demás especies de Dibujo) y la Escuela de Náutica, ambas creadas en 1799, para las que Belgrano, en su carácter de Secretario del Real Consulado, redactó los respectivos Reglamentos. Pero ambas instituciones no gozaron, tras un tiempo, del favor real, que si bien instaba a la acción adelantada, empero era celoso de cualquier traza o vestigio de, para la Metrópoli, innecesaria emancipación. La Academia de Dibujo dejó de funcionar por Real Orden en octubre de 1804, y la Escuela de Náutica por Real Orden de septiembre de 1806. Con relación al programa general proyectado por Belgrano, es de rigor señalar la excelencia de sus concepciones y vías de eventual ejecución. Así lo da a entender acabadamente el Ingº Nicolás BESIO MORENO, quien fuera miembro fundador del Museo Social Argentino y presidente del Centro Argentino de Ingenieros y de la Sociedad Científica Argentina, en su obra “Las fundaciones matemáticas de Belgrano”: “El pensamiento y la labor de Belgrano han sido el esfuerzo más vasto que se haya realizado en los tiempos de la colonia para implantar estudios un tanto extensos y profundos destinados a desarrollar las artes y las industrias y a enriquecer las mentes y capacidades individuales de los jóvenes de Buenos Aires”. Quince fueron las Memorias anuales redactadas por Manuel Belgrano en su función consular, dadas del 14 de junio de 1795 al 16 de junio de 1809; aunque sólo cuatro han llegado hasta nosotros en su integridad textual. De las restantes están registrados sólo los títulos y materias tratadas en seis de ellas en los libros de Acuerdos del Consulado. La última a la que diera lectura trata sobre el comercio libre, según lo refiere el ilustre Secretario en su Autobiografía. Como periodista, Belgrano colaboró en el “Semanario de Agricultura, Industria y Comercio”, que tuvo vida desde su aparición en 1802 hasta los fastos de la primera invasión inglesa. Un año antes, en 1801, había intervenido en la

fundación del “Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográfico del río de la Plata”, fomentado por la Junta de Gobierno del Real Consulado. Formó un club político nacido de una cofradía -la Sociedad Patriótica, Literaria y Económica-, club que tuvo por finalidad dar a conocer y accionar el pensamiento de la indocilidad patriótica y que adquirió modo informativo con la aparición del periódico “Correo del Comercio”. El mismo Virrey Cisneros encomendó ingenuamente su dirección a quien le diera forma y espíritu, el Secretario Perpetuo del Real Consulado. Su propósito era el de promover el estudio de las ciencias, las artes y la historia, aunque encubiertamente lo era el de despertar la conciencia de los criollos a su identidad nacional. Apareció en 1810, y recordaba más tarde Belgrano: “Hice el prospecto del Correo de Comercio que se publicaba en 1810, antes de nuestra revolución; en él salieron mis papeles, que no eran otra cosa sino una acusación contra el gobierno español; pero todo pasaba, y así veíamos ir abriendo los ojos a nuestros paisanos”. También se resentía el ilustre Secretario del estado cultural de la población; y así bajo el título “Educación” Belgrano criticaba la suerte miserable en que ésta se hallaba, carente la colonia de casas de enseñanza, significando: “A la falta de estos establecimientos debemos atribuir los horrores que observamos”. Fue siempre un atraído, hasta hechizado por la educación de los pueblos; en particular de su niñez. Lo demostró vívidamente en repetidas y valiosas oportunidades. Toda esta obra y actividad desarrolladas, unidas a su vasta cultura enciclopédica, gentil y natural presencia y carácter, que no por afable era menos arrojado y talentoso, le dieron un lugar de prominencia en la sociedad porteña de aquél tiempo, en circunstancias que ya anunciaban los profundos cambios revolucionarios que se avecinaban y que lo tendrían como uno de los principales actores del vasto acontecimiento.

El nacimiento militar de Belgrano. Las nuevas experiencias. Sus primeras armas en milicias. Su ascenso. Contexto revolucionario. Campaña del Paraguay. Belgrano, fundador de pueblos. A fines del siglo XVIII la situación internacional era confusa en Occidente, y peligrosa para las colonias hispanas. Europa se hallaba en plena crisis bélica, con la agresiva participación de Portugal, Inglaterra, Francia y asimismo de España, ésta sometida en definitiva por las fuerzas napoleónicas. Dadas las circunstancias, el Virrey Melo de

Portugal y Villena tomaba en estas tierras medidas preventivas. Entre ellas figuró el nombramiento de Belgrano, en 1797, como capitán de milicias urbanas, de momento a título honorífico pues ninguna hipótesis de conflicto se planteaba en concreto. Mas a mediados de 1806 la presencia de invasores ingleses, avistados ya en Maldonado, obligó a tomar medidas concretas, y entre ellas Belgrano fue nombrado Capitán graduado agregado al Batallón de Milicias Urbanas de Buenos Aires. Se le ordenó entonces la formación de una compañía de caballería con jóvenes del comercio, que sería instruída por oficiales veteranos. Pero poco pudo hacer, nada se le dio: en estas tierras no se tenían bien vistas las milicias. Destaca Belgrano con indignación: “… no los encontré…No habiendo tropas veteranas ni milicias disciplinadas que oponer al enemigo, venció éste en todos los pasos con la mayor facilidad… Todavía fue mayor mi incomodidad cuando ví entrar a las tropas enemigas y su despreciable número…”. El Comandante del ejército vencedor, William Carr Beresford, ante la capitulación operada el 2 de julio, ordenó a toda autoridad nativa civil y militar prestar juramento al Monarca extranjero, a lo que acota Belgrano:“Me liberté de cometer, según mi modo de pensar, este atentado, y procuré salir de Buenos Aires como fugado”, lo que logró subrepticiamente. Estando en la campaña, tuvo noticia de la organización de la resistencia con tropas veteranas de Montevideo y su desembarco al mando de Santiago de Liniers, quien recuperó la plaza porteña en las heroicas jornadas de la Reconquista, el 12 de agosto de 1806. Liniers, en goce del mando militar de Buenos Aires, organizó y dirigió la formación de cuerpos de voluntarios entonces y Belgrano participó en tal tarea, incluso recibiendo instrucción. Es en tal oportunidad que el prócer se dedica al estudio de la función castrense: en esa hora nacía el sagaz y combativo militar. Todo fue obra de pocos días -comenta en sus Memorias-: me contraje como debía, con el desengaño que había tenido en la primera operación militar, de que no era lo mismo vestir el uniforme de tal, que serlo”. Por elección de las compañías de Patricios, es designado por el Virrey en octubre de 1806 sargento mayor de la Legión de Patricios voluntarios urbanos de Buenos Aires. En tanto, se produce la segunda invasión al mando de John Whitelocke que con más de 10.000 veteranos de guerra secundados por una poderosa flota en apoyo, primeramente hizo pie tomando la plaza de Montevideo. En su posterior marcha hacia Buenos Aires vence el invasor a la resistencia porteña en los corrales de Miserere, pero no tiene la misma ventura al penetrar en la ciudad. Ésta, con

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algo más de 8.000 hombres en la defensa doblegó su poder, obligándolo a capitular el 6 de julio de 1807. Belgrano, que revistaba como Ayudante de Campo en la oportunidad, participó activamente en esa defensa y tuvo de su superior inmediato palabras de elogio: “…estuvo pronto al toque de generala, salió a campaña, donde ejecutó mis órdenes con el mayor acierto en las diferentes posiciones de mi columna, dando con su ejemplo mayores estímulos a su distinguido cuerpo, me asistió en la retirada [tras la caída en Miserere] hasta la colocación de los cañones en la plaza, tuvo a su cargo la apertura de una zanja en las calles de San Francisco para la mejor defensa de la plaza, y lo destiné a vigilar y hacer observar el mejor arreglo de las calles inmediatas a Santo Domingo, donde ha acreditado su presencia de espíritu y nociones nada vulgares con el mejor celo y eficiencia para la seguridad de la plaza, hallándose en ellos hasta la rendición del general de brigada Crawford, con su plana mayor y restos de la columna de su mando abrigada en el convento de dicho Santo Domingo..” (Gral. BALBIANI, citado en “General Belgrano - Apuntes bibliográficos”, Instituto Nacional Belgraniano, Bs.As. 1995, p. 10). Toda ocasión le fue desde entonces propicia para profundizar su cultura en tal sentido. Esto surge en forma notable de la correspondencia que más adelante cultivaría con su gran camarada de temperamento y espíritu, el general José de San Martín. La historia le brindaría reconocimiento. Una vez planteada la Revolución, la Junta Provisional consideró correctamente que había que trasladarla al interior, para lo que políticamente fueron agregados a su cuerpo diputados de provincias que en conjunto constituyeron la Junta Grande; mas también era el inmediato caso de imponer el movimiento revolucionario y defenderlo militarmente frente a la amenaza de los ejércitos de la metrópoli, de donde se jugó y vino el nombramiento de Belgrano como Comandante de las Fuerzas destinadas a la Banda Oriental, recaído en él fundamentalmente en atención a su genio firme y ordenado y antecedentes señalados. La plaza de Montevideo estaba en poder de los realistas y era hostil a Buenos Aires. En abril de 1810 Belgrano había cesado en su función consular y a principios de septiembre aceptaba el nuevo cargo, cuyo destino en el mismo mes se cambió para trocarlo por el que se avizoraba más peligroso y alzado, el Paraguay, región que por controversia histórica y desavenencias comerciales se había manifestado siempre contraria a la dirigencia porteña. En esos momentos nace el Belgrano militar, pleno de personalidad castrense. Bernardo de Velasco, Gobernador Intendente del Paraguay, al tener noticia del pronunciamiento revolucionario, había hecho jurar a una Asamblea de vecinos, en julio de 1810, firme acatamiento al Supremo Consejo de Regencia español, representante de Fernando VII, no obstante prevenir a

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Buenos Aires que mantendría “correspondencia y cordial amistad con la Junta Provisional”, mas no reconociéndole jerarquía de superioridad. En tal talante, mandó a formar junta de guerra para actuar en defensa eventual de la Intendencia a su cargo; mas en seguimiento de lo íntimo de su ánimo pasó incluso a los hechos y al frente de 600 hombres invadió el desquiciado territorio de los pueblos de las Misiones, haciéndose del arsenal allí dispuesto. A la vez, una flotilla retornada paraguaya tomaba posición frente a Corrientes. La elección de Belgrano al frente de la expedición destacada al Paraguay obedeció a ese temple metódico de su carácter: se conocía su actuación habida durante el curso de las invasiones inglesas, bien que no había tenido mucha ocasión de proyectar entonces sus virtudes bélicas, salvo en la concreta definición de la segunda de ellas. Mas esto último logrado, ello iba en consonancia con el reconocimiento que se hacía de su firme personalidad, segura y normada sin claudicación. En tales ocasiones pretéritas “todos lo habían visto desplegar en la enseñanza de su cuerpo y en los arreglos internos que lo habían preparado para la lucha, un espíritu asiduo y administrador de primer orden, acertadísimo empeño en establecer las condiciones elementales de unas buena disciplina, incansable aplicación en los ejercicios de la táctica y una honorabilidad tan natural y reflexiva en las cuestiones de orden y buen comportamiento de la tropa, que sin que nadie pudiese asegurar que él tuviese las calidades geniales de un experto general, debía creerse por lo menos que tenía las dotes más apreciadas del mando, con una capacidad relativa para no exponer la suerte de las fuerzas que se le confiaban por actos inconcebibles de imprudencia o descuido criminal” (LOPEZ, “Historia de la República Argentina, Tº III, ps.287-288; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. ps. 77-78). La Junta, entonces, para poner a cubierto militar “a los pueblos de la Banda Oriental, Santa Fe, Corrientes y el Paraguay” designó a un jefe de carácter para enfrentar con fuerzas armadas toda osada resistencia a sus fueros capitales y consideró mejor atender en primer lugar al frente paraguayo -y otras provincias inmediatas- que penar por el oriental. Y hacia tal destino se dirigió el así designado General en Jefe, Manuel Belgrano, autorizado “en clase de verdadero representante de la Junta, con los mismos honores, tratamiento, distinciones y facultades que a ésta corresponden”. (MUSEO MITRE: “Documentos del Archivo de Belgrano” Tº III, p. 94; --BELGRANO, Mario, op. cit. p. 76). Fue la fe de marcial bautismo del futuro glorioso general. Belgrano, padeciendo enfermedad y aún convaleciente, inició su marcha a Santa Fe con una dotación de 200 infantes de la guarnición porteña, provenientes de los cuerpos de Arribeños, Pardos y Morenos, y del regimiento de Granaderos de Fernando VII, llevando 4 piezas de artillería

de a 4 y 2 de a 2. En San Nicolás de los Arroyos se le unieron alrededor de 350 hombres más, simples milicianos -pocos veteranos- a los que alude Belgrano como “soldados bisoños” que “huyen la cara al hacer fuego”. Agregaba que “las carabinas son malísimas y a los tres tiros quedan inútiles”. No obstante, fuerza el paso y al llegar a Santa Fe es recibido como héroe, con rendición de honores por parte del teniente gobernador Manuel Ruiz y de toda la población, con vítores y aclamaciones. Santa Fe le aporta soldados, armas, un elevado subsidio, ganado, caballos y otros auxilios. Conmovido, Belgrano, haciendo uso de las facultades concedidas por la Junta, da título nobiliario al Ayuntamiento santafesino, sin dejar de remarcar al Cabildo la necesidad de instruír a los niños, evitar su deserción y amonestar a los padres que fueran negligentes en tal cumplimiento. Invariable, la educación. Puesto en marcha tras estos festejos -se iluminaron tres días las calles de la ciudad- cruza el río sin obstáculos hasta arribar a la Bajada del Paraná, área muy próxima a la actual capital entrerriana. Allí recibe el aviso del envío por la Junta de 200 Patricios de refuerzo. Recibe el alborozo de la población, donativos y caballos del alcalde Garrigó, y una generosa puesta a disposición de su fortuna para el ejército expedicionario por parte de doña Gregoria Pérez, a quien Belgrano gratifica con cálidas palabras de agradecimiento. El prócer organiza finalmente en tal lugar su ejército sumando incluso algunos más milicianos, constante la expedición en definitiva de 950 hombres, siempre machacados de disciplina por su Jefe: disciplina tan férrea que ordenaba pasar por las armas, sin más, a todo aquél que desertare. Este castigo se concretó respecto a dos desertores, ya en marcha hacia el Paraguay, al superar Entre Ríos y llegar a Corrientes en el paraje de Curuzú Cuatiá. Las órdenes dadas en Paraná no eran simples: estableció la degradación y aún la pena capital para todo oficial que vejara de palabra u obra a algún habitante de esas tierras. La pena capital asimismo correspondía, como desertor, a todo soldado que se separase sin permiso de la columna en marcha a más de 300 pasos, o que saliera de noche de las avanzadas. Fusilado sería todo soldado que incurriera en ello. El fusilamiento también correspondía a quien de la tropa ofendiese a algún vecino en su persona o propiedad en lo más mínimo, se tratase así del robo de “una gallina, un huevo que sea”. Quedaban prohibidos todo alboroto y gritería al entrar o salir de cualquier poblado, debiendo tanto oficiales como soldados dar ejemplo de urbanidad al paisanaje. (BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op., cit. p.82; ARCHIVO GENERAL DE LA NACION ARGENTINA, legislación,- Belgrano a la Junta, 20 de octubre de 1810). El tema era doblegar al gobernador Velasco, a quien se suponía en situación precaria dada la escasa instrucción de su tropa, y ocupar el territorio paraguayo.

En el paraje de Curuzú Cuatiá hizo Belgrano un alto. Reorganizó sus fuerzas y procedió a fundar dos pueblos: “Nuestra Señora del Pilar de Curuzú Cuatiá” y “Mandisoví”. Reglamentó su delineación urbana, fijándoles un terreno de dos leguas cuadradas a cada uno y trazó sus calles y manzanas, tratando de dotarlos de los elementos necesarios para su desarrollo. El mismo Belgrano nos refiere estas varias circunstancias respecto al primero: “En los ratos que con bastante apuro me dejaban mis atenciones militares para el apresto de todo, disciplina del ejército, sus subsistencias y demás, que todo cargaba sobre mí, hice delinear el nuevo pueblo de Nuestra Señora del Pilar de Curuzú Cuatiá, expedí un reglamento para la jurisdicción y aspiré a la reunión de población, porque no podía ver sin dolor que las gentes de la campaña viviesen tan distantes unas de otras lo más de su vida, o tal vez, en toda ella, estuviesen sin oír la voz de su pastor eclesiástico, fuera del ojo del juez, y sin un recurso para lograr alguna educación”.(INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano - Apuntes Geográficos”, op. cit. p. 35; --Documentos del Archivo de Belgrano, op. cit., Tº III, p.276; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit.ps. 79-85). Sensato y sistemático, dispuso a la vez la venta de solares para lograr tales recursos, amén de poner contribuciones a los más pudientes lugareños, encaminadas al objetivo procurado. Siempre el inagotable atinado de la disciplina militar. El gran organizador del progreso de la patria. Siempre y nuevamente el gran educador, obseso por la educación, cuyos sueños y realizaciones serían más adelante recordados por Sarmiento, al destacar a Belgrano como “el único propagandista de escuelas en la época de la Independencia”. El periplo belgraniano por Corrientes comprendió la marcha en expedición al norte, tirada sobre la costa oriental y el septentrión del Iberá. Al tocar el Paraná viró hacia el oeste para arribar por su litoral a La Candelaria, hoy en el límite entre Corrientes y Misiones. Había sido su intención desorientar a Velasco respecto al punto del cruce del río, lo que logró haciéndole repartir fuerzas sobre la ribera paraguaya; pero el caso es que no contaba con flota alguna para intentar la tarea, justamente en un punto donde el río era muy correntoso. Mitre destaca que tuvo que construir una escuadrilla al caso, compuesta de un gran número de botes de cuero, canoas, balsas de madera para el paso de tropas y bagaje, y una mayor que todas para el transporte de cañones. Con el consejo de un baquiano procedió al cruce, dejando parte de tropa en reserva, el que tuvo lugar entre las 3:30 y las 6 de la mañana del día 19 de diciembre de 1810. La operación fue exitosa: el desembarco, no obstante la corriente fluvial que desviaba la expedición

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hacia el oeste, finalizó en un lugar preconcebido llamado Campichuelo. Antes de esperar el arribo de toda su tropa y en conocimiento de que en el lugar acampaba una guardia enemiga, la atacó sin más con 27 soldados y 5 oficiales. La sorpresa y el espíritu ofensivo desplegado contribuyeron al éxito de este primer combate librado, sobrevenido contra un adversario que doblaba en número a los briosos atacantes. Ante la noticia del desembarco, el Comandante y Gobernador Velasco no tuvo interés en hostigar a Belgrano en su traslado. Sabía que el terreno pantanoso, plagado de lagunas, sumado al nutrido e impenetrable bosque selvático y las abundantes lluvias y torrentes, provocarían un desgaste natural en las fuerzas destacadas por Buenos Aires; con además el inconveniente logístico provocado por la internación expedicionaria en suelo inhóspito, cada vez más alejada del territorio correntino y reservas dejadas en falta. Sin embargo, la penetración tuvo otro resultado favorable, ocurrido en el monte de Maracaná, donde tras la persecución de una unidad paraguaya de 100 hombres por una compañía patriota, se logró su dispersión y la captura de armamento y 2 prisioneros. En su avance bajo lluvias torrenciales, superando ríos, malezas y arroyos, el 18 de enero Belgrano tuvo noticias de que Velasco estaba acantonado al norte del arroyo Paraguary con 7.000 hombres bajo su mando, con intenciones de presentar batalla. De los 7.000, 800 eran de infantería que contaba con armas de fuego y apoyo de artillería por su centro con 16 cañones. El resto lo componía la caballería, sin instrucción y armada de sable y lanza, tirada sobre ambos flancos, izquierdo y derecho. Belgrano se reunió con sus oficiales en Junta de Guerra y decidió el ataque al enemigo ¡con sólo 500 soldados y oficiales!, en opinión de que la tropa adversaria no era muy instruida y el entendimiento de que de todos modos sería muy difícil rehuir el combate y replegarse ante una caballería tan numerosa, lanzada al galope. Se atacaría de noche, antes del amanecer y por sorpresa, “para eludir el mayor poder de fuego del enemigo”. En el aún nocturnal amanecer del 19 de enero se atacó con dos líneas de infantería por el centro, asistidas de menguada artillería, apoyadas en sus flancos por un centenar de caballería cada una. Fue mantenida una reserva de 70 jinetes y 2 cañones sobre un monte cercano -alguna reserva le había llegado- con además milicianos y peones armados de palos que simulaban fusiles a esas primeras horas, táctica que Belgrano repitió en la infausta batalla de Vilcapugio con los indígenas volcados a su favor. Es de notar la sagacidad de Belgrano al utilizar este tipo camuflado de recurso. Él nos trae a la memoria aquél episodio contemporáneo jugado por el llamado “Zorro del Desierto” en África, cuando sin el blindaje adecuado y frente

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a un ejército inglés muy superior en armamento y número de tropa, hizo camuflar con armazones de madera, semejando tanques, a toda una numerosa flota de camiones que poseía, lanzándolos arenas abajo contra el enemigo que, engañado por la polvareda que estos pretendidos blindados de combate levantaban, huyó abandonando sus favorables posiciones. O sea, en conclusión respecto de Belgrano: tenía, sí, asaz escasa instrucción militar, mas contaba con mucha perspicacia, astucia y sagacidad, amén de sumar a su personalidad una férrea disciplina e inconmovible decisión de ataque y empuje batallador, que infundía valor a todo aquél que combatía bajo su mando. En el nocturnal paraje del arroyo Paraguary, tras fuego escaso aunque sorpresivo de artillería, la infantería patricia al mando de Machain y Espíndola -éste finalmente caído- los cargó frontalmente con tal violencia que rompió el centro enemigo tomándole cinco piezas de artillería y acometiendo ya en dirección a la localidad de Paraguary, donde se encontraba Velasco con su comando; quien creyéndose derrotado huyó del teatro de lucha abandonando incluso todo su equipo. Ciento veinte infantes persiguieron a Velasco, pero no estaba todo dicho. La muy numerosa caballería paraguaya entró en acción y consiguió cercar a la infantería veterana destacada en dos columnas, con que Belgrano con reservas guardadas y caballería pudo en parte salvar lo que ahora se presentaba como una derrota. Así fue. Sufrió en definitiva 150 pérdidas humanas, y los paraguayos 60. Los jefes de las alas paraguayas, de caballería, Gamarra y Cabañas, decidieron no perseguir a las fuerzas de Buenos Aires en repliegue, seguramente para acudir en apoyo del espantado Velasco. Frente a esto y a la enorme disparidad de fuerzas en juego, no puede sustentarse que Paraguary haya resultado un fracaso para los expedicionarios: sí una derrota con honor que dejó sembrada una semilla que más tarde, ya superados los fragores de la lucha expedicionaria, fructificaría. Pues Velasco no se presentó más a operaciones, sí su oficial Cabañas, paraguayo, quien puesto al mando y tras batallar en Tacuarí -otro trago amargo para los patriotas- tuvo ocasión de confraternizar y cambiar ideas revolucionarias con Belgrano, éste en el vértice de su inicial viva y activa diplomacia.

Belgrano, primer constitucionalista y constituyente argentino No fue perseguido entonces, en tanto desde La Candelaria recibía refuerzos del jefe correntino Rocamora: 120 hombres que incorporó a sus Patricios. Persistentemente requería a la Junta de refuerzos en municiones, equipo y dinero para el pago de la soldada., mientras ocupaba posiciones al sur del río Tacuarí, en un enclave protegido por aguas profundas y monte tupido. Allí lo encontramos el día de Navidad de 1810, liberando a todo prisionero tomado al ejército opositor, a quienes dispensándoles buen trato imbuía persistentemente de los principios del Mayo

rioplatense: libertad, propiedad y seguridad. Con ello continuaba la batalla en otro escenario, sembrando en tierra distante la semilla de la rebeldía sublime, que le rindió positivos y diplomáticos frutos. Empero, en las circunstancias del momento, era de esperar el relámpago del ataque rival, aún estando medianamente bien guarnecido. Aún así, Belgrano se tomó tiempo a destajo para redactar de a puño y letra lo que puede tenerse como la primera Constitución dada para un pueblo vario de la América Latina y sus solares. Formalmente se trató del “Reglamento Provisional para los 30 pueblos de las Misiones”, éstos desquiciados y librados a todo azar desde que tuvo lugar la expulsión de los jesuitas del territorio del Virreynato, en 1787. No es una mera conjetura lo sostenido, ya que tras la formalidad titular este cuerpo de leyes traía disposiciones políticas de máxima, dentro de un margen autonómico, que definían una verdadera Constitución -sin pretensión de tenerla como tal en la forma, mas resultando así en el fondo- en texto mechado de disposiciones reglamentarias accesorias. Las disposiciones del caso eran acordes a lo que de un texto Magno exigía la célebre Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano -su artículo 16dada en el París revolucionario el 26 de agosto de 1789: “Toda sociedad en la cual la garantía de estos derechos no está asegurada ni determinada la separación de poderes, no tiene constitución” Ergo y a contrario, si tiene asegurados los derechos de referencia y establecida la división de poderes, tiene Constitución. Los derechos referidos, en escala general comprensiva de diversas determinaciones circunstanciadas, la Declaración de los Derechos el Hombre y del Ciudadano los expresaba en sus artículos 1º y 2º: “Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos… La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Esos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión”. Y de hecho y de derecho, las prescripciones dadas por Belgrano a los 30 pueblos de las Misiones, entregadas en su hora para su cumplimiento al Teniente Gobernador de Corrientes don Elías Galván disponían por su artículo 1º: “Todos los naturales de Misiones son libres, gozarán de sus propiedades y podrán disponer de ellas como mejor les acomode, como no sea atentando contra sus semejantes”. Artículo 3º: Concedo un comercio franco y libre de todas sus producciones, incluso las del tabaco, con el resto de las provincias del Río de la Plata. De un tenor análogo en derechos resultan los artículos 2º y 4º.

Su sueño de la educación está contemplado cuando destina fondos y procedimientos para allegarlos a “escuelas de primeras letras,. artes y oficios” arts. 13º, 8º y 9º. El art. 16º reitera lo del fondo para las escuelas, y organiza políticamente los pueblos para su cumplimiento. Corregidor y Cabildo son autoridades ciudadanas. El Poder Político de la región lo reconoce, por el envío, al Teniente Gobernador del territorio. Igualmente se refiere al Superior Gobierno de la provincia y al Gobernador en los arts. 20 y 21. Los Cabildos y corregidores actúan dentro de esta esfera política municipal como administradores dependientes del Gobernador, .art. 21. El Poder Judicial, la administración de justicia, está contemplado en el artículo 20º: corregidores, alcaldes, en apelación al Superior Gobierno y la Real Audiencia. El art. 23º trata de la representación ante el Congreso Nacional por elección de diputados. El derecho a la Seguridad Pública está contemplado en el art. 24º. Y el derecho de resistencia a la opresión y la garantía del debido proceso figuran vistos en el art. 29º que culmina el dictado magno. Entre las disposiciones reglamentarias se distinguen, entre otras varias, normas de urbanización y, cómo no, las necesarias al crédito y fomento de la agricultura y la ganadería, tema de su constante prédica desde la época en que Belgrano insistía sobre la materia a través de los famosos escritos económicos de su entrega. El artículo 30º dispone el envío de este Reglamento, para su observancia, al Gobernador y a los Cabildos misioneros. Asimismo impetraba, finalmente: “Remítase igualmente copia a la Excelentísima Junta Provisional Gubernativa de la Provincia del Río de la Plata para su aprobación, y archívese en los Cabildos los originales para el gobierno de ellos y celo de su cumplimiento”. “Fecho en el Campamento de Tacuarí, a treinta de diciembre de mil ochocientos diez. Manuel Belgrano”. Indiciario del espíritu liberal, humanístico y ordenado que primaba en Belgrano es el envío previo con que el prócer daba inicio al documento: este envío traduce acabadamente el espíritu que lo animaba, acorde a los nobles términos con que se dirigiera al Teniente Gobernador de Corrientes: “A consecuencia de la proclama que expedí para hacer saber a los naturales de los pueblos de Misiones que venía a restituirlos a sus derechos de libertad, propiedad y seguridad de que por tantas generaciones han estado privados, sirviendo únicamente para las rapiñas de los que han gobernado, como está de manifiesto hasta la evidencia, no hallándose una sola familia que pueda decir ‘estos son los bienes que he heredado de mis mayores´ y cumpliendo con las intenciones de la excelentísima Junta de las Provincias del Río de la Plata, y a virtud de las altas faculta-

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des que como a su vocal representante me ha conferido, he venido en determinar los siguientes artículos, con que acredito que mis palabras no son las del engaño ni alucinamiento con que hasta ahora se ha tenido a los desgraciados naturales bajo el yugo de hierro, tratándolos peor que a las bestias de carga, hasta llevarlos al sepulcro entre los horrores de la miseria e infelicidad, que yo mismo estoy palpando con ver su desnudez, sus lívidos aspectos y los ningunos recursos que les han dejado para subsistir… Jamás he deseado tener conocimientos extensos sobre las materias que se versan mis disposiciones, como en esta ocasión, para darles todo el valor de que son capaces, y allanar el camino, no ya para la felicidad de estos naturales, sino para separarlos de la miseria y abatimiento en que viven”. La Junta dio su aprobación al Reglamento, que como reconocimiento a su íntima importancia jurídica y política fue distinguido por Alberdi en sus Bases a mediados del siglo XIX, y en 1958 incorporado a la Constitución de la Provincia de Misiones por decisión de la Honorable Convención Constituyente que en tal año sesionara, como Antecedente Histórico.

El combate de de Tacuarí. Capitulación y armisticio. Belgrano, motor de la primera Independencia latinoamericana. Las fuerzas patriotas se concentraban en el enclave bien defendido de río y monte. Recién en el mes de febrero de 1811 tomaron los bandos un cierto contacto, al enviar Cabañas a uno de sus oficiales como parlamentario. Belgrano tuvo ocasión de manifestarle que no era de ningún caso el enfrentamiento entre criollos, que venía para que todos pudieran gozar de los mismos derechos gozados por los españoles. De todos modos, no obstante haber instruido al adversario de las sanas intenciones patriotas, primaba en el antagonista paraguayo su espíritu localista. Mas la prédica tuvo, tras batallar, su recompensa. El ejército al mando de Cabañas sumaba en total 2000 hombres -sumadas 6 piezas de artillería- puestos en confrontación con 600 soldados arrinconados al sudeste del Tacuarí. Lo tupido y selvático del monte que obraba como defensa, fue sí un obstáculo al ataque paraguayo, mas en definitiva superado por Cabañas al darse éste a abrir una impensada picada de 10 kilómetros para caer sobre la tropa rioplatense. En principio, con heroico esfuerzo patricio, fue rechazado el dominante hasta el límite del monte; mas Belgrano no pudo contener el choque definitivo y optó por capitular, con un saldo de 300 vidas en pérdida. La historia recuerda muy emotivamente la del valiente “tamborcillo de Tacuarí”, incorporado en Corrientes, que cayó tamborileando a batalla sin retroceder un paso.

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Dado el caso irresistible, despachó Belgrano ante Cabañas a un parlamentario de origen paraguayo, Cálcena Echevarría, con el designio de convencer al triunfador de “que las armas de Buenos Aires habían ido a auxiliar y no a conquistar el Paraguay, pero que, puesto que rechazaban por la fuerza a sus libertadores, había resuelto evacuar la provincia, repasando el Paraná su ejército, para lo cual proponía una cesación de hostilidades que contuviese para siempre la efusión de sangre entre hermanos”. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano Apuntes biográficos”, op. cit. ps. 42-43). Propuso Belgrano a Cabañas, en la oportunidad y con gran tacto diplomático, el libre comercio de todos los frutos paraguayos con el Plata, el pago a vecinos paraguayos de todos los ganados consumidos por su ejército, que no se persiga a familias y paisanos que se hayan unido o demostrado simpatías con la fuerza expedicionaria y con la Junta de Buenos Aires y que todo prisionero fuera puesto en libertad con sus armas para el regreso a sus regimientos. Cabañas contesta que nada puede resolver por sí, aunque no opone objeción alguna a los propósitos de Belgrano, quien regresa a la Candelaria acompañado de varios oficiales de aquél en amplio tren de confraternización. La insistencia de Belgrano conduce a templar y aplacar ánimos, su correspondencia llega a más jefes y emisarios que se van sumando al pacifismo ofrecido, aunque manteniendo identidad nacional; al punto que Belgrano, en su nutrida correspondencia con la Junta porteña, concluye sosteniendo: “…Es preciso conocer a los países;… si yo hubiera conocido al Paraguay no se hubiera derramado una gota de sangre”. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano -Apuntes biográficos”, op. cit. p. 45). Belgrano, en tanto, organiza la retirada. Pide a Cabañas le conceda audiencia para exponerle sus proposiciones, reiterándole que no ha venido en tren de conquista sino para oficiar en beneficio y progreso del pueblo paraguayo. Cabañas acepta la propuesta, ambos se reúnen. Se confunden en un abrazo y conversan largamente. Entre los dos jefes ha nacido una esencial amistad. Belgrano remata sus proposiciones con una entrega a Cabañas de sesenta onzas de oro para atender a viudas y huérfanas de los muertos en batalla, que Cabañas acepta. El prócer, seguidamente y en reconocimiento de su actitud conciliadora, le obsequia su propio reloj de oro. Debe decisivamente concluirse en que la prédica soterrada de Belgrano, más su amigable capitulación en Tacuarí, rindieron victoriosos frutos: Velasco no esperaba, tal conducta de sus oficiales y tropa. Ello lo impacientó, lo malquistó a tal punto con sus subordinados que éstos, confesamente, manifestaban por lo bajo que estaban esperando el momento… Ese momento llegó el 14 de mayo de 181l, cuando los

oficiales de su ejército ocuparon los cuarteles de Asunción y lo reemplazaron en el mando político y militar por una Junta integrada por el coronel Fulgenio Yegros como presidente, a quien acompañaban el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia, el capitán Pedro Juan Caballero, el presbítero Francisco Javier Bogarín y Fernando de la Mora como vocales. Todo ello en actuación que coronó una declaración solemne de libre arbitrio -no así aventurada en su hora por los revolucionarios rioplatenses- al disponer: “…que después de haberse roto el vínculo con España el Paraguay se constituía desde la fecha en estado libre e independiente, y que se gobernaría sin intervención de Buenos Aires”. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano-Apuntes biográficos” op. cit. p- 45; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p.127). En oportunidad algo más lejana (1º de agosto) y ya transcurrido el equivocado proceso al que se lo sometiera respecto a su actuación expedicionaria, Belgrano fue designado por el Gobierno de Buenos Aires, junto con el Dr. Vicente Anastasio Echevarría, con la misión de convencer a la Junta paraguaya para que retornase al seno de las Provincias Unidas; ello a los efectos -argumentales- de marchar juntos en la lucha contra el enemigo común, ciertos en realidad pero que perseguían un fin encubierto: el de reconocimiento paraguayo a la autoridad rioplatense. Muchas entrevistas, intercambio de opiniones, notas cursadas y demás, no pudieron doblegar el indómito espíritu de independencia del Paraguay, que al mando efectivo del Dr. Rodriguez de Francia -llamado el dictador- insistió definitivamente en el temperamento adoptado, conservando empero buenas relaciones con el gobierno de Buenos Aires. Y así contestaba en definitiva que el Paraguay no podía apartarse de lo resuelto por el congreso de Junio declarando la completa Independencia del Paraguay; que agradecía su reconocimiento por Buenos Aires pero que sólo podía emplear sus fuerzas en defensa propia; que la Junta estaba ocupada en la reorganización de la administración y que lo propuesto por Buenos Aires -de formar parte de una confederación que comprendiese a las antiguas provincias del Virreynato- podría tratarse en nuevo Congreso. Mas nunca se alcanzó a doblegar la actitud y el empeño independiente del Dr. Francia. En lo que toca al juicio que ha merecido a varios autores nacionales la expedición al Paraguay y sus resultados en logros, Mitre da en el blanco cuando afirma que Belgrano: “…fue el verdadero autor de la revolución -[ë Independencia]- del Paraguay”. Alaba Mitre de Belgrano su firmeza como soldado y su habilidad en punto a ejercicio diplomático, que rindiera felices frutos, aunque no obstante lo hace responsable, como general, de lo que llama una “desastrosa campaña”. Mitre olvida, en esta equivocada parte de su juicio, aquellos enormes obstáculos que tuvo que salvar Belgrano en la expedición y los escasos recursos humanos y de ar-

mamento con que contó a su disposición. A más de ello, olvida reconocerle mérito de ataque -y triunfo- en los dos primeros combates librados, y sobre todo en la batalla de Paraguary, donde enfrentó, sin hesitación alguna, a un adversario que lo superaba en proporción de 11 a 1 entre soldadesca y milicianos de caballería; no obstante lo cual Belgrano rompió el frente, obligó a huír al jefe contrario por el centro y constriñó a la caballería contraria a volver sobre los pasos de su franca bien que atemperada victoria, tras la apresurada y rápida fuga del pávido comandante Velasco. Olvida también Mitre que el combate de Tacuarí fue asimismo librado en inferioridad de condiciones por el prócer, con tropa no precisamente de refresco como aquella de que gozaba Cabañas, que superaba a Belgrano en número de más de 3 hombres a 1, muy bien artillada y contando con el apoyo de una flotilla cruzada en el río, que también desembarcó gente en botes para entrar en combate. La memoria le es flaca a Mitre y no se detiene a mirar la viga en el ojo propio, pues olvida que por largos años el Paraguay, menguado en número de tropa frente a un multiplicado enemigo, sostuvo una lucha enérgica contando con aguerridos soldados, trabados en históricos combates y batallas contra tres adversarios -la Triple Alianza, Brasil, Argentina y Uruguay- los que sumados lo superaban con abundancia en caudal humano, armamento y flota, o sea en poderío de fuego, choque y dominio fluvial en proporción imponente. La expedición de Belgrano al Paraguay es verdaderamente gallarda y heroica, y aquí, en un trabajo de esta naturaleza, la consideración se ha extendido algo sobre ella porque el conocimiento general que se tiene de la misma no ha reparado mucho en el verdadero mérito que atesora y los altos merecimientos de su conductor en la primera actuación militar que le tocó realmente comandar. Dos juicios deben transcribirse con relación a esta primera gesta belgraniana. López, citado por Mario Belgrano, destaca que: “…fue admirable la fortaleza de espíritu que desplegó el general Belgrano para salvar con honra las banderas que se le habían confiado. Él supo salir de las dificultades que lo rodeaban con una dignidad personal y con una elevación de espíritu que hace verdaderamente gloriosa y rara esa primera página de su vida militar” (LOPEZ – “Historia de la República Argentina”, Tt ºIII, ps 315-316; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit.,p.116). El historiador militar coronel Leopoldo Ornstein ha expresado al caso: “Fue una notable operación de guerra. La marcha a través de la región mesopotámica en las condiciones en que fue realizada, el pasaje a viva fuerza del río Paraná y la penetración en territorio paraguayo, cubriendo así una de las líneas de operaciones más largas que se conocen, salvando toda suerte de obstáculos, luchando a la vez con el

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enemigo, las inclemencias del tiempo y de la zona, colocaron a Belgrano a la altura de los más destacados capitanes de las guerras de la Independencia”. Tal, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano: Bachiller en Leyes, Filósofo examinado, Abogado, Funcionario real, Economista, Periodista, Escritor, Político, Militar con grado de Comandante en Jefe y General, Fundador de pueblos, Constitucionalista y Constituyente, Expedicionario, Diplomático…Hombre de mucho bien. Y estaba llamado aun a más. Belgrano a la Banda Oriental. Su apartamiento y proceso. Su defensa, reposición y honores. Belgrano al Paraná. Creación de las baterías Libertad e Independencia. Promotor del servicio militar. En su marcha de regreso, vino a tener noticia -y aún antesde que pueblos diversos del Uruguay se habían levantado en apoyo de Buenos Aires, lo que en conocimiento de ello y antes del armisticio, Belgrano comunica a Cabañas: “Mientras usted se prepara a atacarme, nuestros hermanos de la Capilla Nueva de Mercedes han sacudido el yugo de Montevideo; a ellos los han seguido los del Arroyo de la China, Paysandú y hasta la Colonia”. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano - Apuntes biográficos”: op. cit. p. 47). Y efectivamente, el 28 de febrero de 1811 se había rebelado un grupo de gauchos uruguayos dando origen al alzamiento conocido como el “Grito de Asencio”, seguido por la toma de los poblados de Mercedes y Soriano. Ese movimiento armado sería más tarde conducido por José Gervasio Artigas. En plena retirada de la tierra guaraní, el 4 de abril Belgrano recibe la orden de la Junta de marchar a dar apoyo al movimiento oriental, que se presentaba desordenado y tumultuoso. La llegada del ejército patriota a la tierra charrúa impone disciplina y el orden necesario al triunfo del movimiento. Belgrano, con un refuerzo de 800 hombres enviados desde Buenos Aires, nombra a Artigas segundo jefe, reconociéndole dotes militares. Con su cuartel militar establecido en Mercedes y contando con la actuación de Artigas y Benavides, destacados al interior, Belgrano logra la ocupación de Minas, Maldonado, Canelones y la rendición de los pueblos de Colla y San José, y pone en duro aprieto a la plaza realista de Montevideo. Triunfa aquí por las armas y en el Paraguay por su diplomacia, y así logra el prócer imponer su estampa y nombre en los grandes jalones militares y políticos. Todo el norte guaraní-mesopotámico y el frente oriental charrúa quedan limitados a la sola resistencia realista de Montevideo: es el fruto obsequiado por el prócer a la revolución patriota de sus ideales y sus sueños. Mas la historia, en su transcurso, brinda también desdichas.

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Una rebelión en Buenos Aires, luchas intestinas habidas en abril que provocan la primera caída de una autoridad política desde el Mayo nacional, conduce entre sus consecuencias a la equivocada resolución de abrir proceso a Belgrano, instando a la formulación de cargos en su contra relativos a los resultados de su expedición al Paraguay. El 22 de abril se le forma Junta de Guerra presidida por Cornelio Saavedra, Jefe del regimiento Patricios y Presidente de la Junta de Mayo, que sustituye a Belgrano por José Rondeau en el mando de la tropa destacada en Uruguay y designa a José Gervasio Artigas Jefe de las milicias patrióticas. De inmediato se produce la indignada reacción del pueblo oriental. En nota enviada a Buenos Aires el 8 de mayo vecinos de Mercedes regañan a la Junta: “¿Qué podíamos temer teniendo al frente a su digno jefe Don Manuel Belgrano? Nada; su nombre era pronunciado con respeto hasta por nuestros mismos contrarios; Montevideo, que en sus papeles públicos tantas veces le había publicado derrotado y preso por los paraguayos, confesaba tácitamente que no podía soportar sin susto su cercanía, los portugueses le respetaban; el Paraguay le temía… Su presencia es uno de los objetos más interesantes para llenar nuestros vastos designios”. El ejército patriota se hacía eco de estos sentimientos manifestando a la Junta: “Los oficiales del Ejército patriótico…hacemos presente que es muy precisa la persona del señor vocal Manuel Belgrano…parta terminar la cuestión de los enemigos de la patria y del bien común. Nuestros contrarios le temen y le quieren por su rectitud”. Belgrano, ya en Buenos Aires en mayo, se entera de que por más que se insta a que se le formulen cargos, éstos no se presentan. Al contrario, oficiales y soldados que participaron con él de la campaña al Paraguay, hacen saber que: …“no habría ni un oficial ni un soldado que tuviera la menor queja que producir contra él”. Belgrano responde a la Junta: “Renuncio a todos los trámites. Fío mi defensa a la correspondencia que he tenido con V.E”. Y justamente al tiempo de tratarse el intento de juicio, llega a Buenos Aires la noticia de la revolución triunfante en el Paraguay y la declaración de su independencia. Ninguna mejor defensa que ésta para su dignidad, suerte y estampa. La Junta, empero, mantuvo un cierto recelo acusatorio, mas finalmente se vio obligada a declarar que: …“el general Manuel Belgrano se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y constancia dignos del reconocimiento de la patria; en consecuencia, queda repuesto en los grados y honores que obtenía”.

Tras ello, tuvo lugar su nombramiento diplomático para lograr el reconocimiento del Paraguay a su pertenencia rioplatense; gestión que hemos visto no alcanzó el logro esperado debido a la inconciliable conducta independiente sustentada señaladamente por el Dr. Francia. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano - Apuntes biográficos”; op. cit. ps. 47-52). Tras estos sucesos, en noviembre de 1811 Belgrano fue designado por el nuevo gobierno -el Triunvirato- Coronel del Regimiento nº 1 Patricios en reemplazo de Cornelio Saavedra, enviado al interior, -prácticamente un destierrotras padecer las armas patriotas el desastre altoperuano de Huaqui. Belgrano acata y agradece el nombramiento. Ejerce su autoridad, ordena cortar la coleta tradicional que distinguía a los Patricios -una suerte de trenza con una cinta que tomaba los cabellos caídos sobre la espalda-, amotinándose suboficiales y un cierto número de soldados en defensa de Saavedra, su jefe histórico. La insurrección, de la que no tomaron parte los oficiales y el resto de las milicias, mentada como “la rebelión de las trenzas”- fue finalmente reprimida por una fuerza de 300 Dragones al mando de Rondeau: la represión fue sangrienta y sus dirigentes resultaron en parte fusilados y en parte enviados a prisión. Se atribuyó también responsabilidad al Deán Funes y a diputados del interior que formaban parte de la Junta Grande Conservadora y apoyaban la asonada. También el regimiento sufrió menoscabo: perdió su número, antigüedad y uniforme. Y “para evitar todo motivo de rivalidad” el Triunvirato declaró “que todos los Cuerpos que componen el Ejército de la Patria son Patricios, y que ninguno podrá tener en adelante esta designación en particular”. (FITTE, Ernesto J.: “El motín de las trenzas”, cap. V. ps. 126-128). Fueron disueltas las compañías de granaderos 1ª. y 2ª. y la de artillería en consideración a que en ellas se había iniciado el movimiento sedicioso. Y el regimiento 1, con sus reliquias y al mando de Belgrano, pasó a revistar como número 5. Se sumaban como “patricios” en general, los regimientos 2, 3, 5 y 6. Corrían por entonces tiempos difíciles para el país, sumido en esas luchas intestinas con remate en Buenos Aires. El Brasil portugués se insinuaba contra los orientales, en tanto la marina realista, desde Montevideo, hostigaba las poblaciones costeras del Paraná en procura de víveres y riquezas. Era necesario defender las vías fluviales, el territorio interior y procurar la salvaguardia al norte. El Gobierno había ordenado construir baterías de defensa sobre el río Paraná, singularmente en el paraje de la capilla del Rosario, Santa Fe, para su protección del pillaje y los saqueos que Montevideo tramaba. El trabajo estaba en vías rudimentarias de cumplimiento bajo dirección del capitán Rueda, cuando Belgrano fue destacado a tal destino y propósito con finalidad conclusiva. Partió al frente

del Regimiento Patricio de Infantería nº 5 trasladando a la mayoría de su fuerza soldadesca. Se le había encargado, además, la vigilancia del río y sus costas entre la Bajada y San Nicolás. En Rosario, punto de destino al que arribó tras penosa marcha, encontró fuerzas de un regimiento de Dragones y otra tropa, más un piquete de artillería. Con ayuda de un teniente coronel de ingenieros español, Angel Monasterio, quien tomaría a su cargo la dirección de las obras, comenzó a operar el concluyente cumplimiento del mandato. Días más tarde se dirigiría al Triunvirato en elogio a la eficaz colaboración y conducción de Monasterio, apegado a la causa revolucionaria. Una batería fue emplazada en las mismas barrancas rosarinas, a la que llamó “Libertad”, desde donde dominaba un estrecho canal del río. La otra, levantada en la isla ubicada al frente, terminaba de compendiar sus patrióticos sentimientos tras su bautizo bajo el nombre de “Independencia”. Las obras tuvieron feliz conclusión, mas Belgrano hubo en tanto de soportar alguna vicisitud. Una de las principales dificultades que se le presentó durante su estadía en Rosario fue el abandono de las armas por los voluntarios, la deserción y otros delitos de orden militar. Tuvo que apelar a la aplicación de su fortificado espíritu de disciplina y al ajuste de subordinación, todo lo que vino, quizá, en íntimo aliento y alimento a la idea de pulsar la emotividad de la tropa combatiente bajo el paño de un pabellón nacional. Además y en concreto, propuso al Gobierno Central, con el objeto de combatir los vicios y la ociosidad de una juventud indolente, la formación de cuadros de reclutamiento obligatorio, de jóvenes de 18 a los 24 años de edad, uno por familia, para instruirse en el uso de armas y servir a la Patria. Fue el promotor de estas ideas de innovación, forjadoras de carácter y compromiso cívico. Sostuvo lo atinente dando cabo a su pensamiento con las siguientes palabras: “Por este medio los Regimientos lograrían completarse y nuestro Ejército se formará bajo principios más sólidos…y andando el tiempo no habría un vecino que ignorase el servicio y que para un caso de guerra no estuviese apto”. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO “General Belgrano - Apuntes biográficos”, op. cit. pág. 57). Es remarcable la admisión por el Gobierno de estas ideas, aprobadas el mismo 27 de febrero en que Belgrano daba nacimiento al sagrado lábaro de la Patria. Tenía el cobijo de la bandera en su mente, amparando, requiriendo y alentando a la vez la participación, el amor, la subordinación y el coraje criollos.

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La escarapela nacional. La Bandera Nacional y su creación Efectivamente, en el sentir de Belgrano anidaba no sólo la inquebrantable y permanente idea de proceder al robustecimiento de las fuerzas bajo su mando -y de toda fuerza bajo mando nacional- sino además, conociendo que un pabellón no sólo distingue sino que alienta, aspiraba a la de sumar al espíritu de la tropa el entusiasmo que despierta la presencia magna de un símbolo convocante patrio. En primera instancia, antes de tener por finalizadas las obras y a la espera de avanzadas españolas, el 13 de febrero de 1811dirige Belgrano un oficio al Triunvirato solicitando se deje de usar la escarapela de Fernando VII que llevan los ejércitos realistas para sustituirla por una “escarapela nacional”, que fuera conforme a los colores usados durante el Mayo patrio. Era chocante para Belgrano que se estuviese combatiendo con los mismos colores del Rey, lo que en su sentir restaba estímulo y entusiasmo a sus soldados en batalla. El oficio definía lo siguiente: “Parece llegado el caso de que V.E. se sirva declarar la escarapela nacional que debemos usar, para que no se equivoquen con la de nuestros enemigos, y no haya ocasiones que pueda sernos de perjuicio; y como por otra parte observo que hay cuerpos del ejército que la llevan de diferente modo que casi sea una señal de división, cuya sombra si es posible debe alejarse, como V.E. sabe; me tomo la libertad de exigir de V.E. la declaratoria que antes expuse”. El Triunvirato, acorde al pensamiento de Belgrano, dispuso en consecuencia por decreto del 18 de febrero: “En acuerdo de hoy se ha resuelto que desde esta fecha en adelante se haga, reconozca y use por las tropas de la patria la escarapela que se declara nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, y deberá componerse de los colores blanco y celeste, quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguían”. (MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, Bs.As., Tº II, ps. 692-693; --MUSEO MITRE: “Documentos del Archivo de Belgrano”, III, 482; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p. 141). No sólo el alma de Belgrano se colmó de gozo, todos los presentes lo vivieron: la “determinación ha sido del mayor regocijo de los hijos de la patria”, informaba el insigne jefe, acusando además “la firme resolución en que estamos de sostener la Independencia de América”. (--MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, op. cit. Tº II, p. 41; --BELGRANO, Mario: “Belgrano” op. cit. ps. 141-142; --INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano - Apuntes Biográficos”, op. cit. p. 58). De estos últimos términos y de los nombres bautismales dados a “sus” baterías, se desprende la consecuencia lógica de ir por más, de ir por la creación del símbolo revelador de la plena soberanía del Plata, independiente y libre del poder monárquico español.

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Como así lo hizo, y así ocurrió. El 27 de febrero de 1812 fue una fecha próvida para él y para la Patria. Ese día, Belgrano era designado General en Jefe interino del Ejército del Alto Perú en reemplazo de Juan Martín de Pueyrredón, cuyo estado de salud demandaba atención. Al propio tiempo, inauguraba las baterías costeras levantadas en barranca e isla rosarinas. Y a la vez, en ceremonia abierta a las seis y media de la tarde, presentaba en el lugar correspondiente a la batería “Libertad” la bandera por él creada, con que dirigiéndose a los soldados allí reunidos, los arengó: “Soldados de la Patria:…Juremos vencer a nuestros enemigos interiores y exteriores, y la América del Sud será el templo de la Independencia y de la Libertad. En fe de que así lo juráis decid conmigo: ¡Viva la Patria!”. La tropa contestó con un estentóreo ¡Viva!, tras lo cual Belgrano, dirigiéndose a un piquete allí formado ordenó al oficial del mismo: “Señor capitán y tropa destinada por la primera vez a la batería Independencia: id, posesionaos de ella y cumplid el juramento que acabáis de hacer”. Las tropas formaron en combate, se enarboló en ambas baterías la bandera así creada, saludada y cumplida con una gloriosa salva de artillería. (Señala Mario Belgrano, acerca del lugar en que fue izada por primera vez la enseña nacional, que “La Academia Nacional de la Historia aprobó, el 29 de julio de 1941, el informe del académico doctor Juan Alvarez, manteniendo la versión del general Mitre, según la cual la ceremonia se había celebrado en la batería Libertad, punto de vista que adoptó la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos Históricos. A su vez, el P.E. declaró lugar histórico, el 4 de febrero de 1942, `la antigua batería Libertad en Rosario, donde fue izada por primera vez la Bandera Nacional´,”, punto de vista que el comentarista acepta. Es de señalar que el Monumento a la Bandera, erigido en Rosario de Santa Fe, se ha levantado en el lugar de las barrancas rosarinas donde se reconoce que, presumiblemente, el lábaro argentino haya sido enarbolado y jurado por vez primera.- BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p. 144). Al acto asistió la mujer que había compuesto el paño nacional, María Catalina Echavarría de Vidal, a quien Belgrano, en conversación privada mantenida una semana antes, había solicitado su confección indicándole colores de los paños para su hechura. De éstos y de la ceremonia consumada informaba más tarde Belgrano a las autoridades de Buenos Aires: “Siendo preciso enarbolar bandera, y no teniéndola, la mandé hacer celeste y blanca, conforme a los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de V.E.” (BELGRANO, Mario: “Belgrano”. op.cit. p. 143; --MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano” Tº II, p. 31: “… mandéla hacer blanca y celeste…).

No lo fue. Los melindres cuasi-revolucionarios aún subsistían y las autoridades porteñas ordenaron severamente arriarla por oficio del 3 de marzo, invocando razones de política externa. Pero Belgrano había ya partido hacia el Norte dos días antes -hombre del deber-, enfermo su castigado cuerpo, a hacerse cargo de un tiñoso ejército, falto de todo, armas, hombres, dinero, mas sin saber del rechazo del Triunvirato a su símbolo: a esa bandera que le henchía el pecho, no obstante el delicado estado de su salud, porque sabía, como todo adelantado, que la sombra protectora de un símbolo inspirador multiplican el entusiasmo y la bravura de quienes batallan dispuestos a morir por ella. De tal bandera, la original rosarina, no han quedado rastros. Es de pensar que quedó unida, tras la partida de Belgrano al Norte, a la batería “Libertad”, pues allí fue jurada por el contingente a su mando, dispuesto a defender bajo ese lienzo patriótico la costa del Paraná. Este parecer está avalado por la propia correspondencia del general Belgrano, quien al recibir en Jujuy la orden definitiva -la segunda orden- de arriar bandera patria, al contestar al Triunvirato haber ignorado lo ordenado anteriormente del mismo tenor -en aquel 3 de marzo de 1812- destacaba que esa orden “…se remitiría al comandante de Rosario, y la obedecería, como yo lo hubiera hecho si la hubiese recibido”. Mario Quartaruolo reflexiona y deduce, como es lógico ante esta manifestación, que la bandera izada por primera vez quedó enarbolada en la batería rosarina y no fue llevada al Norte. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano - Apuntes Biográficos”, Bs.As. 1995, pág. 64, --QUARTARUOLO, Mario V.: “Los colores de la Primera Bandera Argentina”, en Anales del Instituto Belgraniano Central, nº 2, Bs.As. 1980). De la propia exposición de Belgrano dirigida al Gobierno central -en documento indubitado- surge la transparente realidad de sus colores: el celeste y el blanco, contenidos en dos franjas, cada una de ellas teñida de uno de esos dos colores (“donde no se distingue, no se debe distinguir”: principio fundamental de interpretación jurídica, y asimismo de lógica civil e histórica). En punto a la distribución horizontal o vertical de ambos paños en el cuerpo total de la bandera, preciso es referirse a la fuente que se estima la más cercana a la realidad aldeana de su origen, y es la que figura en “Temas de Historia de Rosario”, que determina exactamente tal partición: la primera bandera nacional nacida en barrancas e isla del Paraná, estaba conformada por el paño o franja blanca ensamblada al asta por un lado, y por el otro verticalmente ajustada al paño celeste. Mario Belgrano da de ello razón precisa al transcribir lo pertinente de los temas rosarinos mentados, citando “…aquella tradición rosarina, según la cual, doña María Catalina Echevarría de Vidal, hermana del doctor José Vi-

cente Anastasio de Echevarría, el compañero de Belgrano en la reciente misión al Paraguay, confeccionó la primera bandera argentina y que ésta era de dos franjas ‘blanca del lado del asta y celeste por fuera´. Estos datos figuran en p. 86 del libro Del pasado santafecino y americano. Temas de Historia, Rosario 1941, por Félix A. Chaparro, quien en otro trabajo Belgrano y los símbolos de la Patria, publicado en Junio de 1942 en el Boletín de Educación, de Santa Fe, insiste en que la bandera ‘se componía de dos bandas de paño o tela blanca y celeste unidas verticalmente y fijadas al asta por el lado blanco´. (BELGRANO, Mario: “En torno a los retratos de Rivadavia y Belgrano” en Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, Año XX, Tº XXVI, Buenos Aires, julio de 1941- junio de 1942. Nos 89-92 ps.14-15”; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, Instituto Nacional Belgraniano, Buenos Aires, 1996, ps. 142-143). Estos se consideran los verdaderos colores y la verdadera forma de su distribución en dos franjas verticales, la blanca pegada al asta y la celeste por fuera, de la primera bandera nacional, nacida a orillas del río leonado y en tal territorio jurada por los soldados de las baterías “Libertad” e “Independencia”, que la tuvieron unida a esos dos lemas insobornables de nuestra identidad nacional. Allí habrá quedado, desde allí tiende su sombra indeleble, espiritualmente indestructible sobre toda la Patria desde aquel célebre 27 de febrero de 1812, cuando daban las seis y media de la tarde. Es de tener muy en cuenta que ninguna constancia objetiva se opone a esa tradición lugareña, por lo que cabe reconocerle verdadero valor de auténtica fuente histórica, de acuerdo a lo que dispone el sano y científico ejercicio valorativo. Un adelanto al caso de la segunda bandera de Belgrano: éste, tras larga travesía al norte por orden del Gobierno, arriba a Jujuy en abril de 1812 para hacerse cargo del Ejército del Norte, Auxiliar del Perú. Allí encontró a sus habitantes de ordinario “fríos, indiferentes y tal vez enemigos”. De inmediato y aún padeciendo rastros del morbo que lo achacaba, se hizo cargo de los decaídos efectivos y tomó conciencia, como ya lo había hecho en Rosario, de la necesidad de contar con un estandarte que estremeciese los corazones patrios y los atormentara de pujanza y entusiasmo. Se dispone entonces a recuperar a los díscolos, piensa en una nueva bandera y proyecta su confección, que indudablemente encarga a femeninas manos jujeñas. Esta segunda bandera de Belgrano, primera del Ejército Auxiliar del Perú, lleva los mismos colores de la bandera madre, mas sus dos franjas -blanca y celeste- están dispuestas en forma horizontal. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “Anales Nº 2”, Bs.As. 1996, p.33.) Se puede inferir esta realidad conforme a lo que traduce un cuadro de Belgrano

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llevado a cabo en Londres, en 1815, presuntamente por el pintor francés Charbonier, donde aparece la bandera bicolor en franjas horizontales y en trance de combate. Es de estimar que el mismo retratado dio su conformidad a la escena que lo rodea, que es de batalla -presumiblemente Salta- según lo refiere su bisnieto Mario Belgrano en estos términos: “En esa escena se ve un jinete llevando una bandera de dos franjas horizontales, la superior blanca y la inferior azul celeste. No deja de llamar la atención esta disposición de los colores, que todo permite suponer fue hecha por indicación del propio general, pues no hay que olvidar que se trata de un retrato del natural”. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano - Apuntes biográficos”, op. cit. pág.- 63). (Esta imagen de Belgrano lo muestra con muslos crecidos, probablemente por efecto de la enfermedad que ya comenzaba a dañarlo). Ésa bandera es la que fue jurada el 25 de Mayo de 1812 por la tropa del Ejército del Norte y Auxiliar del Perú. La ceremonia se inició en horas de la mañana, cuando llevada por el artillero barón de Holmberg desde la casa habitación de Belgrano a los balcones del Cabildo de Jujuy, se la trasladó por la misma comitiva a la Iglesia Catedral, donde fue bendecida por el canónigo doctor Gorriti. Belgrano la hizo jurar en horas de la tarde por la tropa de su Ejército y ante el pueblo jujeño reunido en la histórica plaza, arengando entre otros términos del siguiente modo: “Yo no soy más que un jefe a quien vosotros impulsáis con vuestros hechos, con vuestro ardor, con vuestro patriotismo…” “¡Soldados de la Patria!, no olvidéis jamás que nuestra obra es de Dios, que él nos ha concedido esta Bandera, que nos manda que la sostengamos y no hay una sola cosa que no nos empeñe en mantenerla con el honor y el decoro que le corresponde…” A vosotros es a quienes corresponderá todo su reconocimiento si continuáis en el camino de la gloria…” “Jurad consigo ejecutarlo así, y en prenda de ello repetid: ¡Viva la Patria!”. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “Anales Nº 2”,op. cit. ps. 33-34 “La segunda bandera de Belgrano”). Tal es el mismo pabellón que acompañó al propio San Martín en su cruce de los Andes y batallas trasandinas por él libradas, no obstante el modelo que para el cuerpo de Granaderos confeccionaron las damas mendocinas -usado por la tropa- ésta con un escudo bordado al centro ocupando prácticamente todo el paño. El propio San Martín, muy respetuoso de Belgrano y unido temperamentalmente a él, llevó esa bandera de batalla en su campaña de los Andes, de dos franjas horizontales con un escudo perimetrado en su centro, tal como aparece en una famosa acuarela no fechada, de autor anónimo, que fuera donada al Museo Histórico Nacional en 1901 por Angel J. Carranza. Salvador Diego Navas, al exponer sobre esta acuarela -que reproduce en colores en su fascículo de estudio “La

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Bandera Argentina”, páginas centrales, comenta: “Acotemos que esta bandera se extravió y fue robada varias veces: que hubo que traerla desde Chile, y que en 1810 viajó a Buenos Aires para cubrir el féretro del Libertador, volviendo a perderse. Que en esos traslados viajó arrollada, arrugada, y `envuelta en papeles´, y que tras tantas peripecias y deterioro, juzgando que era genuina, se restauró y se unió a un asta”. (NAVAS, Salvador Diego: “La Bandera Argentina” ps. 13-14, Bs.As. 1993, Universidad del Museo Social Argentino-Instituto de Ciencias Políticas). En “Anales nº2” del Instituto Nacional Belgraniano figura un comentario en apartado : “Recordemos que San Martín, que había sido Jefe del Ejército Auxiliar en 1814, tuvo esa bandera en su habitación de acuerdo a ordenanza e hizo confeccionar la del Ejército de los Andes con igual número de franjas, aunque con un dispositivo diferente, agregándole el escudo” (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO, Anales nº2, Bs.As. 1996, ‘.36, nota 6). Viajamos. Llegamos, andando el tiempo, al momento en que el Ejército del Norte cae ante Pezuela y su tropa en la desgraciada batalla de Ayohuma.- Belgrano, en su retirada y en tanto reagrupaba su tropa en el pueblo de Macha, en territorio de la hoy Bolivia, dio orden de ocultar una bandera que en 1885 fue hallada en la capilla de Titiri del curato de Macha. En noviembre de 1892 el presbítero Primo Arrieta la entrega a la Municipalidad de Potosí, que la envía a la capilla de Guadalupe, en Sucre. Hoy luce en el “Museo Histórico de la Casa de la Libertad, la Sociedad Geográfica y de Historia”, de Sucre, como “La bandera blanca-celeste-blanca de Belgrano, o sea la primera de Argentina”. (?). Fajas horizontales “blanca-celeste-blanca”: o sea, una tercera bandera, que las circunstancias habrán hecho configurar de tal forma bastante más tarde en Jujuy -tras Salta y en camino a Vilcapugio- quizá por falta de paño celeste, pues ello se deduce del hecho de que queriendo el Cabildo de Jujuy contar con una bandera patria a las puertas de los próximos episodios altoperuanos, sólo pudo ofrecérsela Belgrano de paño blanco con las armas de la Asamblea General Constituyente pintadas sobre su íntegra albura, arreglada posteriormente con el celeste pintado. En los Anales nº 2 del Instituto Nacional Belgraniano, 1996, pág. 59, se lee: “Belgrano recién menciona ese estandarte bandera que obsequió al cabildo de Jujuy y que no era enseña de guerra; dice que lo hizo hacer sólo blanco. La única explicación que encontramos fue que en la pequeña y humilde ciudad de Jujuy de entonces no encontró paño celeste y, antes de alterar dicho color, prefirió dotarlo únicamente de blanco”. En página 83 consta que, al dirigirse al Triunvirato el 26 de mayo de 1813, Belgrano notificaba: “Acostumbrados estos pueblos a estandarte, deseó este

Cabildo sacar una Bandera, y le franqueé la del Ejército para la víspera y fiesta, y habiendo preparado una blanca en que mandé pintar las Armas de la Sobe rana Asamblea General Constituyente, que usa en su sello, después de haberla hecho bendecir, concluído el Te Deum se la entregué al expresado cuerpo con el honor y valor que habían manifestado los dignos hijos de esta Ciudad y su jurisdicción, que habían servido en mi compañía en las acciones de 24 de septiembre y 20 de febrero último; espero que sea de la aprobación de V.E.” (ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN ARGENTINA”: “La Bandera Nacional. Su Origen. Documentos Oficiales”. Casa Guillermo Kraft Ltda. Buenos Aires, documento 23; --INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO; Anales nº 2, Buenos Aires 1996, pág. 86, apartado 15). Se añade en el apartado 15, pág. 89, respecto a tal bandera obsequiada al Cabildo jujeño: “Es la que se halla actualmente en la Casa de gobierno de la ciudad de Jujuy, junto a la de campaña con la que se convocó al pueblo jujeño a presenciar la bendición de la bandera y demás actos del 25 de mayo de 1812. Muchos fueron los que sostuvieron que se trataba de la primitiva bandera de Belgrano, pues se la arregló posteriormente con color celeste. De haber recapacitado en la presencia del escudo de la Asamblea del año XIII no hubiesen caído en el error”. Precisamente es el mismo error en que caen quienes entienden que la bandera de Macha (blanca-celeste-blanca) corresponde al pabellón izado por primera vez en las barrancas rosarinas. Para las batallas libradas por Belgrano y su Ejército en el Alto Perú, probablemente haya sido confeccionado por manos jujeñas alguna otra divisa o ejemplar de paño blanco en mayoría y escaso celeste, que correspondería al modelo hallado en Macha. Es ello de toda lógica, dado que al formalizar su confección, Belgrano no habla de tres franjas y sólo de dos; y no se puede atribuir más a lo que estrictamente determina: “la mandé hacer celeste y blanca” (textual). Una réplica autenticada de la de Macha fue actualmente enviada por el Gobierno de Bolivia para lucir, desde el ppdo.26 de febrero de este año del Bicentenario del Pabellón Nacional -2012- en el Monumento a la Bandera de la Ciudad de Rosario. Pero cabe señalar, conforme a los datos históricos tradicionales, objetivos y lógicos referidos más arriba: no es la original rosarina que flameara virginal por vez primera en las barrancas del Paraná el 27 de febrero de 1812. (NAVAS, Salvador Diego: “La Bandera Argentina”, op. cit. p 12; y --matutino “CLARIN”, 28 de febrero de 2012, p. 13). Sólo de dos paños constaba, tirados bien vertical u horizontalmente: nunca de tres. Resta señalar que en Macha se hallaron dos banderas, en la capilla Titiri del curato de Macha. Se ha entendido que una eventual, de tres franjas celeste-blanca-celeste, era

una de las dos que allí se hallaron, conforme así es exhibido y confirmado un lábaro tal en el Museo Histórico Nacional. Pero ello es absolutamente incierto, dado que el cura del lugar, presbítero Primo Arrieta, al dar detalle de las dos banderas descubiertas, clavadas en un muro tras unos cuadros -remitidas al oficial Telésforo Aguirre, quien las gira a Potosí para luego pasar a la capilla de Guadalupe, en Sucre-, las describe en misiva de envío como “una azul y blanco y otra rojo y azul”, ésta supuestamente tocante a un cuerpo subordinado, y aquélla perteneciente al Ejército Auxiliar del Perú, o sea la blanca-celeste-blanca que es tenida como la que luciera Belgrano en Ayohuma, mandada a guardar y aparecida con la roja-azul en la capilla Titiri a fines del siglo XIX. (NAVAS, Salvador Diego; “La Bandera Argentina. op. cit. ps. 11-12). No cabe duda acerca de estas circunstancias, así como de que la de Macha que hoy en réplica autenticada luce en el Monumento a la Bandera erigido en Rosario, no es decididamente el pabellón original que flameara como signo de soberanía, por vez primera, en las legendarias barrancas del Paraná.

Belgrano al Norte. Páginas de su vida sentimental. El 1º de marzo de 1812 Belgrano iniciaba, desde Rosario de Santa Fe, su marcha al Norte como Jefe interino del Ejército Auxiliar del Perú acompañado de una exigua escolta. Se le había dado noticia de que venía bajando desde el Perú un ejército realista al mando de Goyeneche con tres mil hombres bien provistos, dispuestos a hacerse de la provincia de Salta del Tucumán para continuar desde allí al sur. Su presto espíritu de sacrificio y entrega no había descansado un tris. Como lo destaca Mitre, “tomó la posta el 1 de marzo, tendido en un carruaje a causa de sus dolencias, como el mariscal de Sajonia cuando iba a vencer en Fontenoy”. (MITRE, Bartolomé, en “Manuel Belgrano - Los ideales de la Patria”, Instituto Nacional Belgraniano, Bs.As. 1995, p. 55). Llega a Tucumán el día 19. De allí continúa hasta la posta de Yatasto, en Salta, a la que arriba el día 27. Lo espera en el lugar Pueyrredón, quien le delega el mando del triste ejército norteño. Traía Belgrano instrucciones reservadas para el jefe en retiro y otras dirigidas a él mismo, por las que se le notificaba de las intenciones realistas de iniciar una gran ofensiva sobre Salta. Prosigue entonces su marcha hacia Jujuy y el 3 de abril dirige al Cabildo jujeño su primera proclama: “Espero desempeñar por cuantos medios estén a mis alcances este cargo…apartad de vosotros todo lo que no sea espíritu de Patria”.

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Mas sólo encontró, según sus propias palabras: “…quejas, lamentos, frialdad, total indiferencia, y diré más, odio mortal”. Empero, y frente a todas las dificultades y negros nubarrones que empañaban el horizonte, la Providencia lo ayudó espiritualmente con la llegada y compañía a su lado de su primer amor; de su frustrado primer amor. Hagamos un paréntesis y retrocedamos una década en el tiempo. Belgrano era para entonces un joven apuesto de 32 entusiasmados años, dotado de grandes valores intelectuales y sobrada sabiduría política, Secretario del Consulado -una de las instituciones nuevas- cargo que vestía de prestigio a su figura: personalidad de linaje familiar espectable, y muy bien visto en los salones de la sociedad porteña. Conoció por esos tiempos a María Josefa Ezcurra, hermana de quien sería la esposa de Rosas el Restaurador, Encarnación Ezcurra. Y ambos se enamoraron perdidamente. El padre de María Josefa, no obstante lo distinguido del pretendiente, no consintió la unión debido a que no consideraba a Belgrano dotado de suficiente riqueza, pero sobre todo por el hecho de que su padre, un poderoso comerciante del círculo social, había sufrido las consecuencias de un gran desfalco cometido por su socio, haciéndolo responsable, por lo que tuvo que padecer el embargo todos sus bienes. O sea, que aquél no tuvo a Belgrano como buen partido, considerando que su familia había menguado en mucho su patrimonio y fama. El hecho es que dio en casamiento a su hija a un primo hermano de ella, Juan Esteban Ezcurra, quien en 1810, en tiempos de la Revolución, se pronunció por el Rey y sin más viajó a España, abandonando a su mujer. Ésta, en 1812, conociendo de Belgrano su destino al Norte, viajó durante cincuenta días para reunirse con su verdadero amor, en Jujuy. Lo acompañó durante el duro Éxodo Jujeño, y así la hallamos junto a él en Tucumán, asistiendo a la gran batalla. El 30 de julio de 1812 nacía el hijo de ambos, Pedro Pablo. Era hijo natural, desprovisto de toda legitimación, por lo que debiendo Belgrano continuar su campaña hacia el nuevo triunfo que lo esperaba en Salta, bajó ella a Buenos Aires y su hijo fue adoptado por Juan Manuel de Rosas y su mujer Encarnación Ezcurra, recién casados, con el nombre de Pedro Rosas y Belgrano. Su madre, la “tía” María Josefa, se encargó de su cuidado y atención. Belgrano, tras toda su vida militar y luego diplomática, bajó en circunstancias a Buenos Aires, mas no se sabe si volvieron a encontrarse, pese a vivir ambos en el mismo barrio de Santo Domingo. El tiempo teje olvidos y abre nuevos sueños. En las postrimerías de su vida, a los 46 años de edad, conoció Belgrano en Tucumán a quien sería su segundo gran amor, María Dolores Helguera, bella joven tucumana

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de negros ojos y edad de 18 años. Vivieron ambos un romance sin par, intenso y radiante. Belgrano le había dado palabra de casamiento, pero nuevamente intervino la autoridad paterna para casarla con otro hombre, que al poco tiempo la abandonó. Volvió ella con Belgrano, pero no pudieron por ley unirse en matrimonio debido a su previo enlace. En tanto, al poco tiempo, el 4 de mayo de 1819 nacía la hija de ambos, María Mónica del Corazón de Jesús. En su testamento, Belgrano manifestaba no tener “descendencia forzosa” -era hija ilegítima- pero sí reconocía a María Mónica como de su propia sangre, encargando a su hermano que mucho lo quería y era clérigo el fideicomiso de sus no muy intensos bienes para destinarlos al alimento y educación de su querida hija. Murió muy pobre, rodeado de algunos auténticos amigos, aunque abandonado de todos los anárquicos revolucionarios de la pacotilla de entonces, que sólo cortejaban al poder propio y sus propios bolsillos. “Sic transit gloria mundi”. Pero él no había buscado la gloria, ésta se regaló a él. San Martín, Paz, Pueyrredón lo honraron con su amistad y admiración. Su esplendor y humildad empero, movieron a la postrer proterva envidia de algunos insanos para un héroe que había vivido sólo para su otro gran amor, en toda su dimensión: la Patria, a la que dedicó su vida entera en desinteresado bien de su realce y grandeza. Volvamos a sus días de gloria.

El éxodo jujeño. Las épicas batallas, Tucumán y Salta. El Triunvirato había prevenido a Belgrano acerca de la proximidad e intenciones de un gran ejército que bajo las órdenes del general Goyeneche bajaba del Perú para hacerse, como finalidad inmediata, del Norte argentino, Salta y Tucumán, para después seguir al sur y “estrechar y llevar a su ruina el anárquico plan de los rebeldes de Buenos Aires.”. El brigadier Pío Tristán había convencido a Goyeneche de practicar esta maniobra, quien lo puso al frente de la tropa invasora. Las instrucciones recibidas por Belgrano ordenaban el repliegue regulado del Ejército del Norte hasta bajar a Córdoba. En Jujuy, y tras haber cumplido el rito de la jura de su segunda bandera, que en cumplimiento de los categóricos deseos centrales ordenó guardar -“hasta la fecha de su primera victoria”-, inicia la reculada general al sur, no sólo de la tropa, ya medianamente disciplinada, sino de toda la población, con su ganado, útiles, enseres, carruajes y demás, destruyendo todo lo que no se podía transportar. Nada quedó en pie. Muchos le regañaron mientras ponían al Gobierno de

Buenos Aires al corriente de sus quejas, cuajadas de animosidad contra el General implacable. Él Gobierno intervino solicitando de Belgrano una conducta más flexible, contemporizadora. Pero Belgrano no se detuvo en apocamientos. Siguió con su genio y conducta, empero dando al Gobierno, paso a paso, las explicaciones que él entendía pertinentes y solicitando apoyo. Fue su primera gran rebeldía. Pero era una rebeldía con causa, y muy justificada. La rebeldía del genio. Así lo trasunta la historia. A fines de julio de 1812 lanzaba Belgrano su famosa proclama a los pueblos de Salta. En aquel tiempo, Salta comprendía, además de su propia jurisdicción y territorio, las provincias de Jujuy, Tarija, y Tucumán. Decía en lo dispositivo: “Llegó la época de que manifestéis vuestro heroísmo, y de que vengáis a reuniros al Ejército auxiliador de mi mando, si así como aseguráis, queréis ser libres”. Y continuaba requiriendo la entrega de todas las armas, hierro y plomo; además, que los hacendados sacaran todas sus haciendas remitiéndolas a Tucumán, y a toda familia que abandonaran hogares, llevando consigo cosechas y todo efecto que pudiera ser útil al enemigo, con particular referencia a los mercaderes respecto de las cosas de su comercio: caso contrario sería todo dado al fuego, en seguimiento de la táctica de tierra arrasada. Quien contrariase las órdenes serían penados, a más de ser eventualmente declarados traidores a la Patria. Desertores o quienes de palabra o hecho atentasen contra la causa patriótica, serían pasados de inmediato por las armas. Pena de muerte para todo aquel que inspirase el desaliento y quien ante la primera orden no se dispusiera a marchar. Terminaba el bando con consideraciones de este tipo: “…los desnaturalizados obedecerán ciegamente… sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto”.a (--ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN ARGENTINA - Jujuy 29 de julio de 1812; --MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, op. cit. Tº II, p. 77). El Cabildo de Jujuy intervino, intervinieron personalidades. Hasta el mismo Consulado de Buenos Aires, en conocimiento del bando y otras órdenes de Belgrano, solicitó al Gobierno que se atenuasen medidas de consecuencias tan severas; que el mero hecho de disponer de granos y otros efectos que se dejasen abandonados no traería ventaja alguna al enemigo. En extensas consideraciones, Belgrano contestaba que

las exigencias a comerciantes y hacendados no eran tales pues siempre se encontraba en disposición de facilitarles auxilio a efectos del cumplimiento del bando; y que las amenazas de quemar todo lo que se abandonara o quedase en pro o a favor del enemigo, no eran tales, las había impartido ad terrorem, para obligar a su retiro. Mas lo cierto es que algún carruaje con granos y algunos con tabaco fueron en determinadas oportunidades pasto del fuego. En un fin de discurso se justificaba: “Todas estas medidas no las han llevado mal, según veo, los amantes de la Patria…” (BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p.167). Y tal terminó siendo la realidad. Su férrea e imbatible impronta terminó no sólo minando el terreno de miseria al invasor, sino también dando jugoso fruto espiritual a los ásperos aunque al fin conversos condescendientes del norte. Un historiador jujeño lo confirmaba: “Por fin se encolumna la caravana. Allí van las familias de abolengo, las de noble estirpe, los doctores y letrados, ahí van los labradores, los artesanos, las mujeres, los viejos y los niños: todos ellos formando un monumento viviente de ese heroísmo sin estridencias”. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano-Apuntes biográficos”. op cit. p. 760). Un ciudadano salteño escribía para entonces: “El tal bando ha sido muy conveniente, porque ha dado tal sacudón o movimiento a los pueblos, que los ha despertado del letargo y apatía en que estaban” (BELGRANO, Mario: “El bando de Belgrano”, p. 268; --ibid, VII, 14 - José Luis Carvallo a Ramón Olmedo, Salta, 6 de agosto de 1812; --“Belgrano”, op. cit. p. 168). El general Paz, quien se formara al lado de Belgrano -al que reverenciaba-, escribió: “No vacilo ni un instante que fueron de gran utilidad política: ellas despertaron los ánimos, ya medio resignados a sufrir el yugo español…; ellas, en fin, nos hicieron conocer que era una cuestión de vida o muerte para nuestra patria la que se agitaba, que era preciso resolverse a perecer o triunfar, fuera de que estas medidas enérgicas que recaían indistintamente sobre las personas más elevadas de la sociedad, hirieron la imaginación de las masas de la población y las predispusieron a desplegar esas fuerzas gigantescas que ellas mismas ignoraban …” (Gral. PAZ, José María: “Memorias”, edición Beverina, I, 96-97; --BELGRANO, Mario; “Belgrano”, op. cit. p. 168). Mario Belgrano concluye con esta consideración: “El bando se cumplió, alistándose unos en el ejército, retirándose la mayor parte, procediéndose a la extracción de los ganados y riquezas: este éxodo hace honor a las poblaciones que realizaron los sacrificios que la patria reclamaba en esos momentos”. (BELGRANO, Mario, ibid. p. 169). Manuel Belgrano, en sí y personalmente, tuvo otro motivo de complacencia, éste que estrechó los rigores del ejercicio

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de un mando intemperantemente intenso e implacable, sin claudicación novelesca alguna: lo acompañó en la gesta, codo a codo y para su bien, su primer gran amor, María Josefa Ezcurra, ella aventando incluso los aflicciones del morbo que aquejaba su indómita pero atormentada naturaleza. Estuvo con él en Tucumán, donde colaboró y asistió, desde la ciudad, al gran triunfo que puso el primer freno ponderable al poderío español. Ese triunfo tiene además un significado privativo, que amerita las condiciones de eximia conducción del gran general. Fue su segunda gran rebeldía, con absoluta causa y conocimiento de causa. Tanto y más que el rayo del brazo valen las luces de la mente y el fuego de la voluntad decisiva. En su marcha hacia el norte tuvo ocasión de conocer el espíritu patriótico que animaba a la población tucumana, a más de su concreta disposición al combate, en terreno desconocido para el gran ejército español que ahora, en la culminación del éxodo, venía pisándole los talones. En tales circunstancias, Belgrano, contrariando órdenes del Gobierno de continuar el éxodo, la retirada, anoticia a éste de su decisión de hacer frente. A principios de septiembre la vanguardia enemiga cae sobre la retaguardia patriota y la dispersa. Pero se enfrenta al toque con las posiciones del grueso del Ejército del Norte, al sur del río Las Piedras, con que Belgrano ordena el inmediato ataque y vence causando veinte pérdidas humanas a la vanguardia de Pío Tristán, tomándole además veinte prisioneros, armas y equipo. Se lo conoce como el combate de Las Piedras. No se trata de un triunfo notable, pero sí sumamente auspicioso. Belgrano entonces destaca a Balcarce a la próxima Tucumán, para tentar el espíritu de la población. Ésta se presenta aún más decidida que sus enérgicos soldados. Cuando entra a la ciudad, la encuentra toda en armas. Pero no se fortifica en ella. Siempre a caballo, ordena y organiza a su entusiasta tropa. Balcarce ha reunido un nuevo contingente de combate, 400 hombres de “caballería gaucha” decididos a todo, a los que se sumarían próximos refuerzos. Esta poderosa caballería no estuvo en las previsiones de Tristán. Belgrano fortifica la plaza y deja en ella una guarnición con seis piezas de artillería. Su ejército se corre al sur, con la idea de sorprender a Tristán. Tristán, con 3000 hombres a su mando, se acerca confiado, en el entendimiento de que Belgrano se ha hecho fuerte en la ciudad. Su idea es cortar el paso al sur del

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ejército patriota, evitando su retirada. Para ello piensa tomar el camino que baja desde el Perú, costeando la ciudad por el oeste. Esa es justamente la idea que tiene Belgrano, que adivina el pensamiento de su enemigo. Toma posiciones el 23 mirando al norte, se repliega a la noche sobre la ciudad y al día siguiente, 24 forma, nuevamente fuera de la ciudad al norte. Tristán venía siendo hostigado por partidas criollas que rabiosas se tiraban sobre su tropa y al punto se retiraban, creando confusión. Pero la gran sorpresa se la llevó al encontrar a Belgrano formado fuera de Tucumán, frente a sí y no fortificado en la ciudad. Venía Tristán muy confiado, sin armas cargadas su infantería y con los 13 cañones de su artillería aún montados en las mulas que los cargaban. Aráoz de Lamadrid, ante el enemigo, prendió fuego a pajonales en tres puntos, los que en aterradoras llamaradas alimentadas por el viento sur, obligaron a Tristán a desviarse hacia el camino del Perú, distante de la ciudad. La Madrid dio parte a Belgrano del movimiento enemigo y éste no hizo más que surcar Tucumán por su costado sur y oeste para instalarse al flanco de lo que preveía sería la formación enemiga, en el campo de las Carreras. Tristán giró hacia ese campo acercándose a Tucumán con su soldadesca totalmente desprevenida, y él mismo dándose con otra sorpresa mayor al hallarse repentinamente cara a cara con las fuerzas de Belgrano perfectamente dispuestas. La caballería criolla, en tanto, permanecía oculta en los bosques cercanos. Belgrano ordenó el inmediato ataque a la bayoneta por el centro, abriendo fuego su artillería al quedar los españoles a tiro, lo que provocó insospechado desorden en sus filas. A la vez, ordenó el ataque de la caballería patriota al mando de Balcarce, formada por gauchos tucumanos y algún número de veteranos dragones. Ésta cargó furiosa sobre los cuadros izquierdos españoles, desbandando a su caballería de Tarija, cuyos jinetes en desbande buscaban amilanados refugio hasta en los ranchos vecinos. Balcarce debía atacar también el centro, pero prefirió llegar a él por la izquierda española desbandada. Destaca Mitre: “El momento no podía ser más oportuno y al dar esta orden el general patriota acreditó golpe de vista”. (MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, op. cit. Tº II, p. 117; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p. 188). En lo que hace a la infantería, el mismo Belgrano, citado por Paz, se sorprendió al constatar la decidida actitud de sus alistados, desprovistos incluso del adecuado armamento: “Confieso que fue una gloria para mí -escribió Belgranover que el resultado de mis lecciones a los infantes para acostumbrarlos a calar bayoneta, al oír toque, correspondió a mis deseos” (PAZ, José María: “Memorias” I: “Fragmento de Memoria sobre la batalla de Tucumán”, por el general Belgrano).

Es de recordar que Belgrano mandaba un ejército de 1800 efectivos, recientemente formados e instruídos. El “Ejército Grande” español, por su parte, sumaba más de 3000 soldados veteranos. García Camba, relator español, recuerda este momento culminante de la batalla: “En este instante verdaderamente crítico, la caballería facciosa salió de su emboscada, hizo huír parte de la nuestra, y se presentó por la retaguardia de los batallones de Abancay -[evitando su poder de fuego]- y Cotabamba, los cuales, sorprendidos y aterrados a la vista de un espectáculo tan imponente, no supieron adoptar otro partido que el peligroso de acabar de desordenarse y acogerse al inmediato bosque. Este funesto ejemplo, que fue desgraciadamente seguido por los demás batallones, dio ocasión a que los intimidados y confusos infantes disidentes los persiguieran con audacia hiriendo y matando sin piedad a los que pudieran alcanzar de los realistas. (GARCÍACAMBÁ “Memorias”. Tº I, p. 125). La caballería tucumana, decisiva en el combate, fue un verdadero ciclón, dando alaridos a galope tendido: con sus lanzas en ristre desencajaron finalmente el centro y el ala izquierda realistas. Fue un huracán, al cual se sumó un furioso viento -tan huracanado como la lanzada caballería- levantado del sur trayendo bandas de langostas que castigaban a la soldadesca en medio de la polvareda levantada, como si fueran balazos. Los patriotas, acostumbrados al clima y al lugar, no se amilanaron. Pero los cuadros españoles quedaron desarticulados, generándose una total confusión en la batalla que premió los esfuerzos de Belgrano. Si algún símil histórico pudiera traerse a comparación de esta lid, él lo es el de la célebre batalla de Cannas, librada por el cartaginense Aníbal contra la flor y nata del ejército romano en tierras próximas a la Gran Urbe. En terreno muy arrinconado y polvoriento, Aníbal colocó a su ejército a espaldas de un viento que soplaba impetuoso, dando frente al enemigo. Con vista genial, antes de abrirse las hostilidades Aníbal hizo trotar fuertemente y en su lugar a toda su caballería, maniobra que levantó nubes de atiborrado polvo que envolvió al sorprendido ejército romano. Aníbal se lanzó de inmediato al ataque, y si bien el velo levantado cubría a todos, el vértigo de la sorpresa confundió de tal forma a los romanos que cayeron desparramados y vencidos sin paliativo alguno. Del pánico que cundió en Roma nació el famoso llamamiento: ¡Aníbal a las puertas! (¡Hannibal ad portas!). Probablemente, si en Vilcapugio la suerte no hubiera intervenido tan malignamente, podría haberse dado el caso de que fuera el propio Virrey del Perú quien se hubiera visto forzado a exclamar, además con todo el Alto Perú insurrecto sobre sus espaldas por obra y diplomacia del gran prócer: “¡Belgrano a las puertas!”.

En el caso de las puertas tucumanas, hasta ellas tuvo que retroceder el rodeado Pío Tristán, pretendiéndose ganador en tan sólo el ceñido terreno de un flanco. En cierto momento Tristán, que había conservado esa su ala derecha, se replegó sobre la ciudad creyéndose vencedor, pero Tucumán ya había sido ocupada por la infantería patriota y la guarnición que antes se descargara en defensa. Juzgándose aún victorioso por su ala derecha, intentó alucinado la rendición de los criollos; mas Belgrano, reuniendo tropa ya avanzaba sobre él, que se halló con sus espaldas así también amenazadas, cogido entre dos fuegos. Para mal de su suerte, sólo había sido autorizado por Goyeneche para avanzar hasta Salta, por lo que transcurrido el confuso día 25, a hora nocturnal se retiró con sigilo huyendo al norte. Belgrano, en tal conocimiento, destacó 600 hombres al mando de Díaz Vélez para hostigar a la retaguardia enemiga en huída, cobrándose otra victoria sobre una partida española llegando al río Las Piedras. Al día siguiente Belgrano hizo su composición de lugar sobre el campo mismo de batalla: Había vencido terminantemente: sobre el suelo de la lid yacían 453 muertos realistas y permanecían 687 prisioneros, 3 banderas, 13 cañones, 358 fusiles, 183 bayonetas, 39 lanzas, 38 carretas con 70 cajones de munición y 87 tiendas de campaña. Las bajas del Ejército del Norte, Auxiliar del Perú, fueron de 65 muertos, 1 oficial y 187 heridos. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano-Apuntes biográficos”,op. cit. p. 72). Victoria completa, en batalla que tuvo lugar el 24 de septiembre de 1812, día de Nuestra Señora de las Mercedes. Belgrano, que percibió internamente su protección, la nombró y distinguió ante tropa y pueblo reunidos, “Generala del Ejército”, en emotiva ceremonia y procesión celebradas en el campo de batalla. Allí, ante su virginal imagen estatuaria, le depositó al pie su bastón de mando. La patria y la revolución a salvo. Pero esto no fue suficiente para Belgrano, no obstante los premios y reconocimiento recibidos desde Buenos Aires. Ahora, quiere perseguir a Tristán, quien se ha acantonado en Salta Lo hace sin tomarse respiro, apenas reordenadas sus fuerzas y en plena estación de lluvias. Antes tuvo que imponer su mando a oficiales díscolos que se disputaban entre sí los méritos del triunfo logrado. Hubo de hacerlo, muy sentido mas afirmado en su temple ante envidias, rivalidades y reyertas que costaron el alejamiento de un colaborador sin par, técnico en artillería y de gran experiencia lograda en campos de batalla de Europa, el barón de Holmberg, empero defendido enérgicamente por Paz. También el oficial Moldes se vio perjudicado. Tras varios episodios de indocilidad, calmos los entusiasmos del triunfo y resta-

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blecida la acostumbrada disciplina de su marca, Belgrano reinició su marcha al norte en enero de 1813, y entre el 12 y 13 de febrero lo hallamos cruzando el río Pasaje, donde jura obediencia a la Asamblea General Constituyente del Año XIII. Ésta lo nombra Capital General, -cargo que humildemente rechaza- gesto que habla de la anchura de su genio. Y ante el pabellón que disciplinadamente guardara obedeciendo aquellas tajantes y ya antiguas órdenes del Gobierno Central -previas al gran triunfo logrado en el Campo de las Carreras-, lo enarbola conforme a sus designios de así hacerlo tras el logro de la primera victoria. El juramento a la Asamblea comprende también la jura de la nueva enseña. Dirigiéndose a sus soldados los arenga: “¡Este será el color de la nueva divisa -[la nueva, no la de Rosario, tremolada y asentada en las baterías del Paraná]con que marcharán al combate los nuevos campeones de la Patria!”. (BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p.211). Y desde entonces, el vadeado río Pasaje llevará el nombre de Río del Juramento -que hace grabar en un tronco de árbol- aguas que vieron flamear la segunda bandera de Belgrano, blanca y celeste mas entonces tendida en dos franjas horizontales. Tras ello Belgrano avanza al norte, impertérrito ante las inclemencias del temporal desatado. Ya no lo acompaña su amada, que dará a luz en tierras del sur a Pedro Pablo, su hijo, adoptado por Juan Manuel de Rosas y Encarnación Ezcurra cuando aún don Juan Manuel ni se insinuaba como el Restaurador. Con algunos refuerzos enviados desde Buenos Aires, dinero, uniformes, pertrechos y armas más 13 piezas de artillería, reúne Belgrano 3000 hombres. La misma cantidad de tropa consigue rehacer Pío Tristán, acantonado en Salta. Éste no entreveía como exitoso cualquier avance del Ejército del Norte hacia Salta. Sabía no obstante que los patriotas se habían puesto en marcha y así lo comunicaba a su superior Goyeneche el 13 de febrero de 1812, el mismo día en que se daba la jura de la bandera en el río Pasaje. Pero no daba crédito al ejército patriota. Realmente, quería Tristán presentar batalla. Belgrano, no obstante el tiempo tempestuoso, fuerza la marcha. Encuentra a su paso una partida realista y la bate. Los dispersos informan a Tristán de la inalterable brega del prócer, quien no se da respiro no obstante las lluvias y tempestad desatadas, hundiendo botas y arrastrando cañones por el barro. Tristán se engaña a sí mismo: no cree a Belgrano capaz de avanzar en tales condiciones, capacitado para tal proeza. Esta marcha remembra la que forzara en idénticas condiciones el mariscal prusiano Blücher, quien sorprendió a Napoleón por sus espaldas en Waterloo cuando Wellington había iniciado el repliegue y la huída al conjuro de -“¡O Blücher o la noche!; ello cuando ya la Guardia Imperial del

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Gran Corso avanzaba sobre el ejército inglés para definir la batalla. Stefan Zweig narra esta definición en su obra “Momentos estelares de la Humanidad”. El prusiano, pese a la tempestad desatada, empero no se detuvo. Sí lo hizo el segundo de Napoleón, el mariscal Grouchy, quien incumplió torpemente la orden de este Grande de avanzar hasta el campo de batalla sin sosiego y pese a cualquier riesgo o destemplanza. No lo hizo: así se escribe, y se escribió entonces la historia para los venideros tiempos. Puede por tanto destacarse la idéntica voluntad de Belgrano y de su entusiasta tropa, que ya lo veneraba, como un momento estelar en la historia de los pueblos sudamericanos y su abrillantada lucha por su libertad y honor. Máxime teniendo en cuenta la quebrantada salud de Belgrano, aquejado de terciana o fiebre y cefalea intermitente, quien no dio un solo paso atrás en su marcha y ni siquiera alentó un respiro, lo que da cuenta de su voluntad de triunfar y del triunfo mismo. Pues bien se ha dicho que, no obstante Vilcapugio y Ayohuma, en las que intervino un hado impensadamente perverso, Tucumán y Salta fueron gloriosas y marcaron un destino: sin ellas no hubieran existido Chacabuco y Maipú, ni Boyacá, Carabobo y Pichincha. Ni los baqueanos que acompañaban a Belgrano creían que el avance pudiese llegar al término fijado. Las intensas lluvias inutilizaban los caminos, mas no se constituyeron en piedras que Belgrano no superara. Tras varias jornadas bajo el imperio de un copioso temporal, tuvo Belgrano a su vista la ciudad de Salta. La ruta que conducía a la ciudad entraba a ésta por el Este, y hacia tal punto, Portezuelos, destacó el glorioso general tropa de vanguardia, casi como tirando un cebo. Mas el grueso de la tropa, por consejo del capitán Apolinario Saravia, baqueano conocedor del lugar, tomó por un camino -la quebrada de Chachapoyas- que rodeaba Salta y conducía al Norte, en tanto Tristán había fortificado su posición con vistas al arribo por Portezuelos, que miraba al Sudeste de Salta. El avance del Ejército del Norte bajo condiciones climáticas tan desfavorables y su aparición por la retaguardia española -cortando a Tristán su eventual retirada e incluso la posibilidad de dar aviso a la ayuda de 500 efectivos que éste dejara apostados en Jujuy- lo sorprendieron. –“¡Sólo que fueran pájaros!” exclamó. Tuvo que redistribuir sus fuerzas, no sin guardar serias dudas de las verdaderas intenciones de Belgrano. De la maniobra de Belgrano da cuenta el general Paz en sus Memorias (PAZ, José María, Tº I, p.114). Belgrano, empero, refiere que la sorpresa no fue total aunque tuvo su efecto. Su intención había sido la de “sorprenderlo al enemigo totalmente hasta entrar por las calles de esta capital. Las aguas me lo impidieron y ya fueron indispensables otros movimientos; pues que habíamos sido descubiertos, respecto a que fue preciso dar algún descanso a

la tropa y proporcionarle que secase su ropa, limpiar sus armas, recorrer sus municiones y demás”. (MUSEO MITRE: “Documentos del archivo de Belgrano”, Tº IV p. 372; --BELGRANO, Mario: “Belgrano” op. cit. p. 213). El día 19 a las 11 horas salió Belgrano de su acampe hacia Salta, consiguiendo divisar la tropa española. En la noche el agua había caído muy abundante y aún bajo esa inclemencia, tras un lapso de descanso obligado decidió el avance, enfermo como estaba, pues había tenido en esos momentos un vómito de sangre. Pero se repuso y en una mejora del tiempo montó a caballo y ordenó el ataque: a Díaz Vélez por derecha y a Martín Rodríguez por izquierda. Cuerpos de infantería y escuadrones de caballería se encolumnaron a las órdenes de Dorrego, Superí, Pico, Forest, y Alvarez; Zelaya(a quien veremos no llegar a tiempo en Vilcapugio) con sus dragones cubría el ala derecha y los jinetes de Antonio Rodríguez el ala izquierda. En reserva quedaban el cuerpo de infantería de Perdriel y dos escuadrones de dragones al mando de Gonzalez Balcarce y Antonio Arévalo. Giles, Luna, Villanueva, Martínez y Paz estaban a cargo de la artillería. Belgrano, jefe del ejército, quedaba con las formaciones de reserva llevando, dice Mitre “la nueva bandera azul y blanca que por primera vez iba a recibir el bautismo del fuego y de la sangre”. Entre giros del combate, en determinado momento y tras una intervención eficaz de la caballería al mando de Zelaya, Belgrano redobló la orden de ataque a Dorrego, que había defeccionado en parte, mandándole “llevarse por delante al enemigo”. Temerosos los realistas de la victoriosa caballería patriota, opusieron alguna resistencia mas en definitiva se desordenaron y fugaron hacia la ciudad. Mitre acota: “La línea argentina avanzaba a medida que iba venciendo”. (BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. ps.215-216; --MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, op. cit. Tº II, p. 177). El enemigo quedó cortado. En el centro de la ciudad Tristán trataba de reordenar sus fuerzas y organizar la resistencia. Pero ya la tropa no le respondía, fruto del desorden y la confusión. Tristán, reuniendo Consejo de Guerra, acordó capitular. La capitulación contenía siete apartados impuestos por Belgrano. Los dos primeros, los de mayor importancia y eficacia batalladora, estipulaban: 1º.- “El ejército del Perú [peruano] saldría al siguiente día de la Plaza de Salta, con todos los honores de la guerra, quedando ahora en la posición que ocupaban las tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata. A las tres cuadras rendirían las armas que entregarían con cuenta y razón como igualmente la artillería y municiones; 2º.- El general, los jefes, oficiales debían prestar juramento de no volver a tomar las armas y por todos los soldados del ejército a quienes les concedía el general Belgrano que pudieran volver a sus casas, contra las Provincias Unidas

del Río de la Plata en las que se comprendían las de Potosí, Charcas, Cochabamba y La Paz”. Fue una victoria espléndida, lograda el 20 de febrero de 1812 y recordada por Mitre como el triunfo más completo de que se tenga memoria en los anales argentinos. Los realistas dejaron 17 jefes y oficiales prisioneros en batalla, 481 muertos, 114 heridos y 2.776 rendidos, entre éstos 5 oficiales generales y 93 subalternos. Trofeos ganados: 3 banderas, 10 piezas de artillería, 2.188 fusiles y demás armas y pertrechos. La tropa de Belgrano sufrió la pérdida de 103 muertos, 433 heridos y 42 contusos. (BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p. 219). La capitulación y libertad a los vencidos concedida por Belgrano ha sido objeto de críticas. Pero muy bien se cuidó Tristán en hora inmediata de retirar sus huestes, ya que la confraternización con los soldados del Plata fue considerada peligrosa y en grado sumo por el General en Jefe realista, Goyeneche, quien recordando los resultados de la prédica belgraniana en el Paraguay y la posterior independencia de esta provincia, se cuidó de repartir a todos sus vencidos y juramentados en Salta en regiones diversas de su mando, ordenando “cuantas providencias creyó adecuadas para impedir la rapidez del fuego eléctrico de la libertad, que veía con rabia derramarse por todas partes desde que conocieron y observaron en Salta las ideas y virtudes del general Belgrano”…Sólo unos 300 soldados, con 5 ó 7 oficiales de los juramentados que se prestaron a no respetar la palabra empeñada, accedieron a los pedidos de Goyeneche y formaron El Batallón de la Muerte. Los demás se negaron y siguieron su ruta a La Paz, Puno, Cuzco y Arequipa, en donde diseminados enpezaron a encender el amor a la libertad”. (GAZCÓN, Eugenio Agustín: “La capitulación de Salta”, en Revista del Río de la Plata, TºVIII, p. 508).

Donación de la Asamblea General Constituyente. Destino dado a los fondos otorgados en premio. El Reglamento para escuelas La continuación de la campaña. Vilcapugio - Ayohuma Tras el espléndido triunfo de Salta Belgrano se dedicó a reorganizar la tropa, que las bajas y enfermedades habían reducido a 2.500 hombres, y a administrar el territorio altoperuano que había quedado bajo su mando. A fines de marzo, con su Ejército algo restablecido, abandonó Salta dirigiéndose a Jujuy. La noticia del triunfo logrado el 20 de febrero entusiasmó en sumo grado a multitudes de patriotas, reunidos en públicas demostraciones. Entre otras alabanzas y declaraciones, la Asamblea General Constituyente declaró a los combatientes de Salta “beneméritos de gratitud en alto grado”, y decretó se otorgara Belgrano un sable de guarnición de oro que llevaba la siguiente inscripción: “La

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Asamblea Constituyente al Benemérito General Belgrano”. Además proveyó la entrega al mismo de 40.000 pesos señalados en valor de fincas pertenecientes al Estado”. [Hoy en día esa suma equivaldría, aproximadamente, a la cantidad de 100 millones de pesos]. Es un hecho de conocimiento público, que la historia argentina registra cual gesto de íntima nobleza, ese generoso desprendimiento del donatario, quien destinó tales fondos para la erección de cuatro escuelas en cuatro diferentes regiones del norte: Tarija, Jujuy, Santiago del Estero y Tucumán. Aceptado el ofrecimiento por el Gobierno, Belgrano, con sentido práctico, dictó un extenso Reglamento para dar íntegro cabo a su gesto en pro de la instrucción, dando destino de 10.000 pesos como capital a cada escuela, estableciendo renta, sueldo de maestros, su nombramiento por oposición, quedando éstas bajo vigilancia de los Ayuntamientos y de él mismo. Declaraba además cuáles debían ser las funciones de los maestros, la cultura de orden y respeto que debían inspirar a sus alumnos, la corrección con que éstos debían comportarse, y muchas otras disposiciones que hablan muy en favor del elevado grado de su formación espiritual y ordenatriz. En tanto, El Gobierno requería de Belgrano celeridad para volver a ponerse en marcha y continuar ya con la campaña altoperuana. Requería la marcha hacia el norte, hacia Potosí, pero desconocía mucho de la cruda realidad que padecía el Ejército del Norte, Auxiliar del Perú, y de la propia enfermedad que se hacía carne en el cuerpo de Belgrano. Este contestaba: “…quisiera volar si me fuera posible, pero por todas partes se me presentan dificultades para la marcha. Después del estrago que recibió el ejército en la acción del 20, en Salta, y del que ha causado y está causando la terciana, que ha sido muy excesiva, ha concurrido la demora que ha habido en la conducción del Parque de artillería de Tucumán a ésta; el que no podía aportar todos los útiles de guerra que necesito, porque todos los recursos están agotados y cada cosa ofrece mil obstáculos para conseguirla, el que el camino está asolado y no se han requerido los ganados necesarios para la subsistencia de la tropa, que todos deben llevarse desde aquí, y es menester traer los más de ellos de la Frontera”. (ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN ARGENTINA,- Belgrano al Gobierno, Jujuy 22 de abril de 1813). Anunciaba, no obstante, la salida de alguna fuerza hacia Suipacha. Se han levantado críticas a Belgrano por no haberse puesto de inmediato en movimiento. Pero son evidentemente infundadas. El prócer estaba al borde de sus fuerzas, muy acometido. Escribía el 3 de mayo: “Ya dirigí a V.E., el último extraordinario, atacado de una terrible fiebre que se declaró en terciana que me arruinó a términos de hacerme penoso aún hablar; felizmente la he

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desterrado, y hoy es el primer día, después de los doce que han corrido, que me halla capaz de algún trabajo”… “Sé muy bien la importancia de la celeridad; pero también sé que no nos conviene aventurar nada en nuestras circunstancias y que nuestra salud consiste en la posible seguridad de nuestros golpes”. (ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN ARGENTINA: - Ejército Auxiliar del Perú - Enero a junio 1813 - Belgrano al Gobierno - Jujuy, 3 de mayo de 1813). Belgrano continuaba el 12 de mayo su oposición, en relación a las dificultades que el teatro de operaciones ofrecía: ¿De qué sirven las facultades [que se le concedieran] en unos países sin proporciones, y sin los recursos necesarios; en unos países donde si se necesitan las maderas es preciso ir a cortarlas a los montes, y por consiguiente son inservibles? Donde no hay transportes, donde no hay infinitos renglones que son necesarios. Yo creo que V.E. no recuerda cuáles son estos lugares, ni las distancias, ni las dificultades que se presentan para las atenciones aún las más sencillas del Ejército…” …“Venir la infantería casi sin calzado, y con vestuario de la estación, venir la caballería sin frenos y sin espuelas; venir la artillería con sólo las cureñas precisas, y no haber repuesto ni de hombres para los muertos, heridos y enfermos, ni de todos los demás renglones que ha sido preciso hacerlos, y aún se trabajan, no es para continuar las marchas, ni para sacar todo el provecho de la victoria que se debiera” “No ha habido parálisis en los movimientos, ni en nada de cuanto ha estado a mi cargo, ni mi genio lo permite, ni mi deseo de concluir cuanto antes con la comisión que me reviste, y que me es sumamente odiosa, y que no hay instante que no ansíe por verme libre de ella; es una injusticia, sea dicho con todo respeto, atribuirme el más pequeño descuido, porque no lo tengo…Aseguro a V.E. que me sería de la mayor satisfacción que viniese otro a vencer o allanar los obstáculos que embarazan la marcha del ejército, y que por más que redoblo mis esfuerzos todo lo hallo lento, y lo peor es que sin que pueda remediar, sino con el tiempo; con gusto serviría con el fusil al hombro a sus órdenes” (ARCHIVO GENERAL DE LA NACION ARGENTINA: -Ejército Auxiliar del Perú- Belgrano al Gobierno - Jujuy, 12 de mayo de 1813). Pero no había caso. El Gobierno insistía en marchar en condiciones penosas hacia tierras no totalmente conocidas, careciendo incluso Belgrano de mapas para alejarse a más de doscientas leguas de la base de operaciones. Así éste lo hacía conocer: “…pues como dije al Gobierno que me mandó a desempeñar esta comisión no tengo conocimiento de los lugares, y sólo me hallo sin un plan militar, sin un plan topográfico, pero ni aún geográfico que se acerque algo a la verdad, que es cosa bien singular para uno a quien se le llama General…pues a cuatrocientas o quinientas leguas de distancia no es fácil acertar en estas materias”(ARCHIVO

GENERAL DE LA NACION ARGENTINA: Belgrano al Gobierno - Jujuy, 30 de mayo de 1813; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”. op. cit. ps. 230-232). Finalmente, y ante un tono más conciliador y condescendiente de Buenos Aires, Belgrano anunciaba al Gobierno desde Humahuaca -sin dejar de lado sus protestas, de completar los efectivos y la organización necesarios para ponerse en marcha- que comenzaría a moverse en dirección a Potosí. Fue el momento en que, al partir, dejó Belgrano al Cabildo de Jujuy esa bandera de paño blanco con las armas de la Soberana Asamblea General Constituyente pintadas en su centro, como estandarte legado a “los dignos hijos de esta ciudad”.(BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. ps.234-235). Pero no cabía duda. Belgrano conocía que estaba en inferioridad de condiciones, y que su decisión verdadera hubiera sido la de fortalecerse antes que aventurarse sin plenitud batalladora a lo desconocido. Aquí vienen a la memoria, como justificativo histórico posterior en alrededor de un siglo a la conducta y vacilaciones de Belgrano, las palabras que el mariscal von Rundstedt, a la sazón llamado por el Gobierno de Turquía para hacerse cargo de las fuerzas turcas como Jefe de su Estado Mayor, le dirigiera negándose a abrir ataque contra fuerzas enemigas: “No doy batalla si no cuento, al menos, con el 50 por ciento de posibilidades de éxito para la operación”. No cabe duda. Belgrano era un gran General, sabía lo que afirmaba y decidía. Obligado a combatir, aún en desventaja táctica y geográfica, estuvo así y todo a un paso de ganar la gran guerra por el Perú. El destino, cruel, se interpuso. Sus rebeldías contra las órdenes del Gobierno son leyenda. Siempre estuvieron causadas. En Tucumán, lo hizo contra la orden de no presentar batalla. En inferioridad de condiciones, empero, conocía la disciplina que había impuesto a sus tropas, el apoyo entusiasta que le había prestado la población y la bravura soberbia de esa criolla caballería tucumana, verdaderamente arrasadora en combate. En Salta, forzó el paso contra borrascas y tormentas, lluvias y lodos pastosos que se presentaban como imposibles de superar y a los que rindió en mucho su salud; mas supo conducir a sus soldados, en ese torbellino, a un subrepticio ataque que entrampó al jefe contrario, batiéndolo no sólo con el coraje de sus bravos sino principalmente con la astucia que lo caracterizaba como adalid. Y en todo ello se movió y motivó como rebelde… pero con absoluta causa y conocimiento de las sopesadas circunstancias. Ese mismo conocimiento, ese mismo diríase olfato, intuición, lo movió a rebelarse en principio y de continuo contra la orden de proseguir su expedición en traslación

altoperuana, superadora del norte jujeño, sin contar con mayores y mejores auxilios. Y cuando finalmente lo hizo por cumplimentar disciplina, sabía que estaba en inferioridad de condiciones, con un ejército a su mando que no se había repuesto totalmente del desgaste sufrido tras dos históricas batallas libradas con denuedo, además sufriendo deserciones, superadas medianamente con la inclusión de nuevos reclutas; pero reclutas al fin. En Potosí contaba finalmente con 3.500 hombres para dar batalla, bisoños en su tercera parte, con 14 piezas de artillería y dos obuses de apoyo. Los españoles habían reunido en Oruro a más de 4.000 veteranos y 18 piezas de artillería. Miles de indígenas apoyaban a Belgrano, pero no constituían una fuerza disuasiva. Al igual que en Paraguary, hizo formar en línea una cantidad de ellos sobre unas alturas, contando con el efecto puramente presencial. Sí, en cambio, tras una curiosa y animada entrevista con el influyente cacique Cambay, se había asegurado contar, por el norte, con una intensa masa indígena que cortaría, en sus planes, la eventual retirada del ejército realista, al que preveía vencido. Al mando de esta división había puesto a un prestigioso jefe indígena, Baltazar Cárdenas, nombrándole coronel del ejército. En Cochabamba, además, había puesto bajo órdenes del coronel Cornelio Zelaya a 1.000 hombres de caballería y 500 de infantería. Belgrano se había instalado con el grueso de su ejército en la pampa de Vilcapugio. Pezuela, el jefe realista, por su parte, en su marcha al sur había destacado un escuadrón de caballería y dos compañías de infantería como avanzada de observación al mando del coronel Castro, que en su movimiento chocó repentinamente con la indiada de Cárdenas. Ésta, tomada de sorpresa, fue fácilmente dispersada bien que desvió a Castro del centro del próximo combate. No obstante, Castro logró hacerse de un importante tesoro: en la refriega capturó varias cartas de Belgrano en las que detallaba su inteligente plan. Pezuela se hizo de las mismas y tomó inmediata cuenta del peligro de cercado en que se hallaba. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “Manuel Belgrano. Los ideales de la Patria” op. cit. p. 75;-- BELGRANO, Mario: “Belgrano” op.cit. p. 239). Con verdadera audacia el jefe español varió sus planes en conocimiento de los de Belgrano y su cerco, y se dirigió sin más, de inmediato, al encuentro de las fuerzas patriotas acampadas en Vilcapugio. Corría el día 1º de octubre de 1813. Los partes daban plena fe de la voluntad de embestida ordenada por Pezuela. Pero Belgrano no estaba desprevenido. Comprobada la presencia y el inesperado avance español, ordenó ¡a las armas!, con que cumplida que fue esta orden los realistas, en su improvisada arremetida y con cuerpos entremezclados de infantería y caballería, se

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hallaron cara a cara con el ejército patriota bien formado y en pie. Consecuencia: la izquierda y el centro de las líneas atacantes fueron totalmente destruidas, y sólo resistía su derecha bajo el mando de los coroneles Picoaga y Olañeta. El General Belgrano dio orden entonces al coronel Perdriel para que con el regimiento 1 de Patricios, que se hallaba de reserva, corriese en apoyo del ala izquierda patriota y atacase a la bayoneta la resistencia española, lo que no logró el tan esperado efecto definitivo por falta de resolución de Perdriel, hecho que tuvo mucho que ver con dos acontecimientos posteriores que se sucedieron en desmedro de la ya cantada victoria. A esta altura y siendo las once y media de la mañana, Pezuela consideraba perdida la batalla y ordenaba la retirada. Las tropas argentinas, entusiastas, se consideraban triunfantes, y el mismo Belgrano, en sus Memorias, se refiere a este momento como al que consideró extraordinario y victorioso en pleno. Los realistas huían en desorden y en vano su General intentaba reorganizarlos, hostigados por nuestras tropas de caballería. El general Paz alude a este momento crucial de las hostilidades: “El mismo Pezuela, dando por perdida la batalla, había fugado hasta Condo-Condo, de donde le hicieron volver las noticias que le llevaron de su ala derecha. Es hasta ahora, y lo fue entonces, un impenetrable misterio por qué nuestras vencedoras tropas suspendieron el ataque y lo es mucho más por qué emprendieron la retirada. Se aseguró que la habían batido los tambores de algún cuerpo, que las voces que la mandaron se oyeron distintamente; pero fue imposible averiguar donde tuvo origen esa fatal equivocación”. (PAZ, José María - “Memorias”, Tº I, p.157). Mitre refiere que la orden de retirada habría sido dada por el sargento mayor Ramón Echevarría, que mandaba el batallón Cazadores. Error trágico, ya que la batalla, aunque flaqueara el ala izquierda patriota aunque no al punto de ceder nada, podría haberse definido muy a favor con sólo perseguir a Pezuela y su soldadesca en franca retirada y desaliento. Mitre agrega: “Al oír la llamada y volver las tropas la vista hacia atrás, vieron, según unos, la derecha destrozada; y según otros, una fuerza que creyeron ser enemiga. El hecho es que el pánico se apoderó de ellos, y sin que nadie pudiera contenerlos, se pusieron en desordenada retirada gritando: al cerro, al cerro”. (MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, op. cit. TºII, p. 220; -- BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p. 247). Quiso entonces el destino trocar la victoria ya clamada en inicua derrota, a saber debido a cuatro circunstanciales contingencias: La primera de ellas, la ya referida: Perdriel no actuó a la altura de los hechos, “no se llevó al enemigo por delante”, como acostumbraba Belgrano a exigir al ordenar un

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ataque a la bayoneta. El ala derecha realista se mantuvo y por allí se filtró un inesperado y muy azaroso y extraño triunfo español. La segunda: El coronel Zelaya, destacado para actuar sobre la retaguardia española con la caballería de Cochabamba, debido a que Pezuela había adelantado el ataque no llegó a tiempo al campo de batalla. Sí lo hizo, en cambio, el coronel realista Castro, aunque poco más o menos que por una desdichada casualidad. La tercera: El ala derecha realista, sostenida por los coroneles Picoaga y Olañeta ante el irresoluto ataque del coronel Perdriel, no hubiera empero resistir si no hubiera intervenido el acaso a su favor, si, como refiere García Camba “la divina Providencia no protege a las armas de España guiando a Castro al combate en un momento tan crítico”. (GARCÍA CAMBA: “Memorias”. op. cit. Tº I, p. 134). Castro, tras la incidencia con la retaguardia india, se había dirigido hacia el campo de Vilcapugio para hacerse parte en la batalla eventual. Pero no encontrando a nadie a quien atacar en el campamento patriota, pues toda la línea argentina se había corrido en persecución de Pezuela, emprendió la retirada, cuando algo más tarde sintió el tronar de los cañones y allí se dirigió, a pesar del cansancio que hacía mella en su tropa: y actuó sin vacilar, accionando drásticamente en socorro de la derecha española. Esta ala era lo único de España que permanecía en combate cuando ya el mismo enemigo se consideraba vencido, habiendo el grueso de su tropa y su propio mando picado en desordenada retirada mientras nuestros nacionales festejaban “en medio de su triunfo”. Tomada el ala izquierda argentina entre dos fuegos, aquí los guerreros de Belgrano no pudieron resistir la irrupción de la caballería realista y se refugiaron en los cerros. Estos hechos, refiere García Camba, convirtieron “en vencedores a los vencidos”. (GARCÍA CAMBA, “Memorias, op. cit. Tº I, p. 154). La cuarta: pero no fue todo como García Camba lo refiere, pues lo que decididamente definió la batalla fue otra causa cooperante. No todo se debió a la embestida de Castro sobre sólo una parte del ejército de Belgrano. Es de suponer que aquí, en el ala izquierda patriota y en ese preciso momento, se dio el infortunado toque de retirada. Y este toque confundió a todo ejército vencedor, que volaba persiguiendo a Pezuela y sus vencidos. El misterio que refiere Paz queda así develado. Confundida la tropa vencedora por el inesperado toque de retirada de su ala izquierda, se desorientó entendiéndolo dado en general: suspendió por ello la persecución y el ataque ampliamente triunfador y volvió grupas a tropiezos, desordenadamente; lo que Pezuela aprovechó y girando a su vez sin pérdida de tiempo, de acometido se trocó en acometedor, valiéndose de la desbandada confusa y desorientada que ganó a nuestras huestes del Plata. Fue el signo del destino.

El ala izquierda, en tanto, había quedado destrozada, privada de sus mejores jefes: el coronel Alvarez, el mayor Baldón y el capitán Villegas, y a la vista de su huida parcial, el desbande se generalizó. Belgrano logró en su retroceso reunir a varios cientos de sus leales, y llevado del espíritu de lucha que siempre lo distinguió, los arengó con firmeza, aunque seguramente destrozado su apasionado corazón por haber perdido el triunfo que ya apretaba en su puño: “Soldados: hemos perdido la batalla después de tanto pelear. La victoria nos ha traicionado pasándose a las filas del enemigo en medio de nuestro triunfo. ¡No importa! Aún flamea en nuestras manos la bandera de la Patria”. (INSTITUTO NACIONAL BELGRANIANO: “General Belgrano.Apuntes biográficos” op. cit. p.80). Si se quiere practicar un paralelo histórico, en su medida se dio algo así como lo que sucedió a Napoleón en Waterloo. Castro intervino en ataque y Zelaya no llegó. Pero fue el infortunado rebato el que realmente cambió la historia. En horas del anochecer Belgrano preparó personalmente del repliegue. El frío era excesivo, las privaciones colosales y el cansancio golpeaba más que la lucha. Impertérritos, seguían a su jefe enfermo. Aunque el fuego pudiera divisarse, pidieron permiso para fumar al menos. Belgrano contestó: “Hasta este punto llegan los miramientos y el respeto que me tienen. Fumen todos, que si a la luz de nuestros cigarros viene el enemigo, se encontrará con pitadores que le darán para tabaco”. (BELGRANO, Mario; “Belgrano”, op. cit. p.250). Marcharon por la noche y al amanecer indios del lugar les proveyeron de algún alimento. Belgrano, al ingerirlos, se descompuso. Rehecho de inmediato, aunque no obstante enfermo, continuó cuidando de sus bravos en marcha hacia Macha, paraje cercano a Ayohuma, al que llegó el 5 de octubre. Fue poco a poco rehaciendo su ejército, llamando a destacamentos que tenía apostados en distintos lugares y evitando con rigor las deserciones, con lo que llegó a reunir l.000 hombres. Desde Cochabamba Arenales remitió auxilios y hombres. Ortiz de Ocampo, presidente de Charcas también contribuyó con caballadas, recursos de toda clase y un regimiento de 1.200 soldados, mientras Warnes desde Santa Cruz de la Sierra contribuía asimismo con auxilios diversos. Con intrépida prestancia, logró reunir en un lapso no muy extendido 3.000 hombres entre infantes y caballería, bien que en cierta cantidad se trataba de tropa no muy adiestrada, a lo que Belgrano sustituía con su rigor y su temperamento de choque, y la milicia en sí con su pasión patriótica. En opinión de Belgrano, una retirada hubiera implicado la deserción de un importante número de combatientes, como bisoños más dados al regreso que al esfuerzo, por lo que consideró indispensable no hesitar, hacer frente nuevamente y no retroceder. Evidentemente, enfermo y todo, su sangre aún estaba caliente; pero debió tener en cuenta

que sus reflejos, influidos por la depresión que le provocaba un triunfo que se le había escapado de las manos y el morbo que lo atenaceaba, no eran los mismos que los reinantes en Tucumán y Salta, e incluso que en Vilcapugio. Pezuela, por su parte, logró reunir 3.500 soldados, y avistando las posiciones argentinas el 13, aunque no muy convencido resolvió atacar al día siguiente. Belgrano resolvió por sí y bajo su exclusiva responsabilidad, no rehuír la contienda. Reunió a sus principales oficiales en junta de guerra para escucharlos, pues sabía que no eran de su idea y que preferían evitar la acción inmediata. No les prestó crédito, pese a la diversidad de planes que le propusieron manifestando “que su cabeza era sólo responsable a la Nación del buen o mal éxito de la acción que estaba resuelto a presentar”. El mayor Emilio Loza comenta que “En Belgrano no era un alarde; así íntegro y responsable fue toda su vida: Admirable lección de amor a la responsabilidad. Iba a la batalla porque estaba convencido de que su ejército era superior al enemigo. Error de apreciación. Eso fue todo” (MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, op. cit. p 732 ; -- LOZA, Emilio: “La Guerra terrestre (18141815)”; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p. 261). Pero no fue eso todo. El todo estuvo también integrado por su estado físico, por su morbo creciente, por su martilleo moral: de intención era el mismo que en Tucumán, pero no en sus reflejos ni en la justipreciación de la oportunidad. Presentó frente adelantando su plan y sin derivar su planteo conforme al curso del combate. Incluso desperdició la ocasión de atacar a Pezuela cuando éste intentó -y lo logró- pasar sus fuerzas y pesadas piezas de artillería por un desfiladero que le hubiera resultado mortal. Allí pretendieron el ataque oportuno sus oficiales. Él no se movió. Ni se corrió cuando Pezuela lo cercó por su costado. ¿Tan firme estaba en su convicción vencedora? No fue su error, sino su único y gran pecado el que lo perdió: con la mente afiebrada, tentó al Cielo, afirmándose en su aflicción. Pero Dios no responde a las tentaciones humanas, por más que el sufrimiento las ampare. Jugó y perdió. Sólo su fe, ella sola… no era solo lo que concernía. Pezuela obligó a Belgrano a cambiar de frente, a variar su plan, que lo hizo tardíamente, sin entender el sentido de la oportunidad. Pese a ello, sus hombres se batieron con un denuedo inigualable confirmando lo que después tanto Lamadrid como Pezuela reconocían: “Se mantenían con tanta firmeza como si hubieran echado raíces en el lugar que ocupaban”. Uno caía y otro inmediatamente lo sustituía. Pero fue inútil. La carta ya estaba jugada, y a destiempo. Belgrano quedó con un puñal clavado en su pecho. Vilcapugio hubiera sido suyo, de no haberse dado el hado perverso de un tambor o un clarín mal interpretado por tropas ya victoriosas. Y Belgrano hubiera podido ganar el Alto Perú, pues con su

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diplomacia había conseguido el apoyo de todos los aborígenes y pueblos de origen, que le respondían afectuosamente y estaban prestos a sublevarse en integridad una vez que se conociera su victoria, esa victoria que no fue. Y nadie le hubiera podido disputar el título de Padre de la Patria, como que junto con San Martín reconocidamente le corresponde. Como también lo siguió siendo, y lo es, con el Güemes no convencional, en una trilogía esplendorosa de valor sin límites.

Retirada de Belgrano. Su reemplazo por San Martín. Su separación del mando del Ejército. El proceso abierto. Su destino diplomático. El Congreso de Tucumán Belgrano comenzó su retirada al mando de un ejército prácticamente deshecho. Pero pensaba reconstruirlo con milicias de Salta y Tucumán, cuyos vecinos lo honraban y habían dispuesto ya la recluta de milicianos con gran entusiasmo, para concentrarse en Jujuy. A la vez el Gobierno nacional había dispuesto el envío de tropa de socorro al mando del entonces Coronel José de San Martín, compuesta del batallón nº 7 de infantería, 250 granaderos a caballo y cien artilleros con servicio de ocho piezas de calibre vario. Al enterarse del envío Belgrano escribía al Gobierno. “Todavía quisiera más, hablo con la franqueza con que acostumbro, que V.E. le diese el mando en jefe, quedando yo en el ejército con mi regimiento, o de soldado…” A la vez dirigía el siguiente correo a San Martín, con quien ya por vía epistolar se conocían y respetaban: “No sé decir a usted lo bastante cuánto me alegro de la disposición del gobierno para que venga de jefe… Vuele usted si es posible; la patria necesita que se hagan esfuerzos singulares y no dudo de que usted los ejecute…”. (BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. ps. 269-270, y citas de dicha correspondencia al pie). A comienzos de enero de 1814 Belgrano dejaba atrás a Jujuy para concentrar el grueso del Ejército en Tucumán. Dorrego cubría en tanto la retirada por retaguardia. El Gobierno, habiéndole quitado antes el cargo de Capitán General concedido en octubre de 1812, el 18 de enero escribía a Belgrano contestando a su dimisión presentada el 17 de diciembre último, haciéndole saber que accedía a su pedido de quedar al frente del regimiento nº 1, debiendo entregar al mando del Ejército Auxiliar del Perú al coronel San Martín. Sobrevino entonces el célebre encuentro de ambos grandes en la posta de Yatasto, confundiéndose uno y otro,

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desde entonces, en lo que llegó a ser una sólida y estrecha amistad. San Martín quedó impresionado por la campaña llevada a cabo por Belgrano, enfermo y valiéndose fundamentalmente de su temple y la imposición de férrea disciplina, transmitiendo conocimientos a tropa y oficiales, sin mayores medios que contar para socorro y en ejercicio cumplido a grandes distancias de su centro y jefatura política. El juicio de San Martín fue el más favorable de los que se dieron durante el proceso a Belgrano, de todos los que en el mismo sentido emitieron particularmente los oficiales que habían servido a su mando. San Martín pidió incluso que se suspendiese el proceso y las diligencias a practicar por el auditor de guerra. El Gobierno insistía y Belgrano hubo de bajar hasta Luján adonde arribó el 12 de junio, localidad en la que permaneció arrestado escasos días; pues debido a su estado de salud, le fue permitido permanecer en la quinta de un pariente en San Isidro, lugar en que comenzó a escribir sus Memorias. En su correspondencia varia con San Martín le había dado a conocer algunos de sus puntos de vista, que a más de otros muchos cursados, revelan la grandeza de su espíritu, quizá en mucho preñado de su ascético ardor, casi monástico: “La guerra allí -le escribía refiriéndose al Norte- no sólo la ha de hacer usted con las armas, sino con la opinión”… “Acuérdese usted que es un general cristiano, apostólico, romano”. Concluía sus exhortaciones con un envío muy de su corazón: “Añadiré únicamente que conserve la bandera que le dejé y que la enarbole cuando todo el ejército se forme”. Así lo hizo San Martín, quien a más, incumpliendo en su hora la determinación del Congreso de Tucumán que fijaba oficialmente la forma de la bandera en tres bandas horizontales, celeste-blanca-celeste, siguió usando personalmente en su campaña de los Andes la bandera de dos bandas horizontales de Belgrano -blanca y celeste- con el escudo nacional sólo perimetrado al centro. Retornando al proceso a que se lo sometiera, relativo a su actuación tras la batalla de Salta -o sea la campaña altoperuana, Vilcapugio y Ayohuma- remataba Belgrano en que lo “celebraba infinito”, y que eran “sus paisanos quienes se habían empeñado en hacerlo general”. Abierto el proceso, no se concretó ningún cargo en su contra, por lo que al cabo de un breve lapso el Gobierno hubo de dictar su sobreseimiento en la causa. (MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, Tº II, ps. 286-287; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. ps. 278-279). Con este galardón en su favor, Belgrano es designado, a fines de 1814 y juntamente con Rivadavia, para integrar una misión diplomática a Inglaterra, Ésta llevaba el propósito de procurar el reconocimiento de Inglaterra a la independencia

de las Provincias Unidas del Río de la Plata, para que actuando Albión como mediadora, forzara el reconocimiento de España en idéntico sentido. Se daba por entonces el caso de que derrotado Napoleón en Waterloo, en toda Europa renacía el poder monárquico, el de la España sobremanera, de la que se conocía su disposición a enviar un ejército de 15.000 hombres a estas tierras para poner fin a todo proceso insurrecto y revolucionario. Mas la misión fracasó: el gabinete británico no prestó su consentimiento a la iniciativa. Belgrano escribe entonces al Gobierno comunicándole su parecer: ningún intento en el sentido procurado llegará a buen puerto. Se decide su retorno a Buenos Aires para que informe personalmente sobre éste y otro proyecto alternativo presentado por Sarratea -encargado de negocios en Londres- el cual, gestionado también por Rivadavia que permanece en misión, acaba en el mismo desenlace. Sarratea pretendía la entronización en el Río de la Plata de Francisco de Paula, nieto del rey español Carlos IV, lo que habría de derivar -acorde a su modo de pensar- en el establecimiento en estas tierras de una monarquía constitucional, independiente pero unida por vínculo al trono español. Belgrano en principio entendió factible y muy favorable el proyecto, pero ante determinadas resistencias y dificultades que entendió insalvables, quitó su apoyo a esta iniciativa, que juzgó también naufragada. En tanto, en estas comarcas, San Martín había dejado el mando del Ejército del Norte, Auxiliar del Perú, que le fuera conferido; ejército éste que pasó a reconocer como Jefe, por mandato de Buenos Aires, al General Rondeau. A su pedido, fue San Martín designado Gobernador de Cuyo. Allí fue formando una tropa regular, a la que en la primavera de 1814 se unieron los restos del derrotado ejército chileno, uno de cuyos conductores había sido, y lo era, Bernardo de O´Higgins. El general Paz se había quejado del apartamiento de Belgrano, privándolo de la jefatura del Ejército Auxiliar del Norte; y así lo hizo saber en sus Memorias: “La separación del mando en jefe del general Belgrano fue un mal que ha pagado muy caro la República: no porque el general San Martín no fuese digno de reemplazarlo, y con ventaja si se atiende a sus superiores conocimientos militares, sino porque habiéndose éste separado también a los pocos meses, dejó un vacío inmenso, que no pudo llenar el general Rondeau. ¡Oh! ¡Si el general Belgrano hubiese continuado o hubiese vuelto a reemplazar al general San Martín, es seguro que nuestras armas no hubieran sufrido reveses vergonzosos, y nuestros ejércitos no se hubiesen desquiciado, dejando en el Alto Perú el recuerdo de escándalos numerosos y acabando con el crédito que habíamos adquirido”. (PAZ, José María: “Memorias” Tº I, p. 197; --MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, op. cit. Tº II, p. 286; -- BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. ps.276-277).

Se refería Paz a la conducta de las milicias patriotas y al desastre de Sipe-Sipe, sufrido por los patriotas el 29 de noviembre de 1815, que cerró toda pretensión rioplatense de recuperar para el país el territorio altoperuano. Rondeau carecía del temple riguroso e inflexible de Belgrano. Éste, en agosto de 1816, fue puesto nuevamente al mando de ese ejército, pero ahora totalmente deshecho, desmoralizado y en rebeldía, del que se hizo cargo en Las Trancas, Tucumán, el 7 de tal mes. La tropa había sido abandonada por sus oficiales en masa e incluso por el propio Rondeau. Reorganizar esa tropa fue tarea ímproba para Belgrano, quien con esa fuerza debía atender a la seguridad del Congreso reunido a efectos constituyentes en Tucumán. Poco estaba en sus manos llevar a cabo, ya que todos los recursos del erario nacional se destinaban para entonces, y de allí en más, al Ejército de los Andes, que San Martín levantaba en Mendoza, organizando su paso a Chile a fin de dar batalla para luego, victorioso como lo fue, continuar por el Pacífico a Lima, sede del Virreynato del Perú. La frontera norte recibía en tanto embestidas realistas, pero todas fueron rechazadas. De acuerdo a la idea de San Martín, las guerrillas gauchas de Martín Güemes, otro grande, se deberían batir como avispas filosas atacando y retrocediendo, y así sucesivamente, contra todo avance español e impidiendo de tal modo la cristalización de avanzadas. Y lo lograron con amplitud. En tanto, Belgrano permanecía como fuerza de reserva al mando de su decaído Ejército en actitud pasiva, a la espera de cualquier defección considerable de la guerrilla norteña, la que felizmente no se produjo. Esta situación habrá hecho hervir la sangre al gran General.- Mitre así lo da a entender: “Sólo un hombre de la abnegación de Belgrano podía aceptar esta posición, y sólo él ocuparla con dignidad y servir de reserva a las guerrillas de Salta, velando por el orden público a su espalda, cuando estaban reservadas para otros las glorias de que él no podía participar”. Y de tal modo continuó su estrella. La única y postrer actividad pública de relieve que le cupo tuvo lugar en Tucumán, en ocasión de debatirse en el Congreso allí reunido la forma de Estado pretendida para la Patria; ésta que se afirmaba al conjuro de una declaración de Independencia a la que él tanto había aspirado y por la que tanto había luchado, incluso en permanente desmejora terciana y a vómitos de sangre, con la insaciable y creciente hidropesía, sin defeccionar ni un instante. Su idea fue, en el Congreso reunido en 1816, la de prohijar el establecimiento de una monarquía constitucional para el país -atento el peligroso movimiento monárquico resucitado en Europa- con que no hallando en la población de las Provincias Unidas un referente de prosapia tal, propuso para el sitial a un descendiente de linaje incaico. La idea, novedosa como defensa política ante el problema exterior, fue apoyada por San Martín y Pueyrredón, pero

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abandonada por Buenos Aires considerándola impropia, ya que necesariamente trasladaba el centro del poder al norte. Declarada la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, el Congreso continuó desde 1817 sus sesiones en Buenos Aires erigiendo al Directorio como sistema político de gobierno. Dictó una Constitución, conocida como la de 1819, de tinte marcadamente centralista y unitario, que fue en definitiva rechazada por el interior provinciano, ya abiertamente declarado en estado de rebeldía. La anarquía hacía presa absoluta del país. Incluso Belgrano manifestó su desacuerdo con tal Carta, bien que la juró con su acostumbrada disciplina, aunque bajo la reserva expresada.

No obstante, imponía a la tropa su carácter y disciplina. Mas quedaba sólo el espíritu: de materialidades, nada. Y estaba en constante disposición de atender a los requerimientos de Güemes, como podía hacerlo solamente privándose él mismo y así a su tropa de lo indispensable. El 11 de diciembre de 1817 el Gobierno le ordena bajar a Córdoba con 400 soldados para mantener el orden público. Fue el principio de un largo fin. Ha expuesto Mitre en este sentido: “Desde ese día el Ejército Auxiliar del Perú quedó perdido para la guerra de la Independencia; pero ya la inmunidad de la frontera argentina por el Norte era un hecho y Salta se bastaba para hacerlo respetar”. (MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, op. cit. Tº II, p. 628).

Su actuación tras hacerse nuevamente cargo del Ejército Auxiliar del Norte. La anarquía provincial. Su enfermedad y sus desdichas postreras. Su pobreza. El erario sin recursos.Sus amistades. Su testamento. La anarquía capitalina. Su fin invocando a la Patria.

En provincias, en tanto, y en el litoral, Santa Fe y otras, se había desatado ya la guerra civil, la guerra caótica montonera. San Martín y Belgrano fueron llamados a participar en las disensiones internas, para ponerles fin. San Martín se negó, objetando que su lucha era contra el poder español y no contra sus connacionales. Belgrano, en cambio, considerándolo un deber patriótico, aunque con repugnancia acató la orden. Y así, designado Comandante en Jefe de las Fuerzas del Litoral, hubo de enfrentar situaciones que hablaban a las claras del abierto y vívido brote de la disolución nacional, desdorado en la vorágine de luchas intestinas que libraban los caudillos ensoberbecidos, Artigas, Ramírez, Bustos, López, y todo aquél que por cualquier causa levantaba cabeza. Cada cual por “su rancho, su casa, su jurisdicción…soberana”.

La situación nacional al hacerse cargo Belgrano nuevamente del Ejército Auxiliar del Perú, había comenzado a ser incoherente y confusa. El erario nacional estaba exhausto. La anarquía en provincias palpitaba ya por doquier. Sin recursos y perturbándolo constantemente la idea fija de participar en la lucha por el Norte, destacó el prócer, en tan obligado desnivel, un grupo de 300 hombres con dos piezas de artillería al mando de Aráoz de Lamadrid, que se unieron a las partidas de Güemes. Tal era la idea de San Martín, apoyar a Güemes con grupos de veteranos del ejército, y en cierta manera distraer al enemigo por el Alto Perú. Pero no más, nada más. Pero Belgrano quiso más, dispuso enviar el regimiento nº 2 al mando de Juan Bautista Bustos para ubicarse a la retaguardia de una fuerza realista, a efectos de cortarle la retirada y darse a la persecución del enemigo. Su dinámica expuesta, empero, no contó con la aprobación del Gobierno. En correspondencia a San Martín, le expresaba: “Por lo que hace a mí, estoy en el empeño de ponerme en estado de movilidad para cooperar a los movimientos de usted, pero son tantas las dificultades y tantos los obstáculos, así físicos como morales, que dudo poder llevar a su asistencia mis ideas. El orden está paliado en estas tres provincias: dicho entre nosotros, el egoísmo de rancho, de casa, de ciudad, de jurisdicción, a lo más, está en su vigor, y para curar esta enfermedad se necesitan los auxilios pecuniarios de que carezco” (GONDRA, Luis R. op. cit. p. 8: -- Documentos del Archivo de San Martín, Tº IV, p. 9 – Tucumán 25 de septiembre de 1817).

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La disciplina que Belgrano impuso a sus soldados en la campaña, empero, se mantuvo en todo momento incólume. Era Belgrano verdaderamente un General legendario, épico, no un romántico y cándido de pacotilla que tuvo la peregrina idea de levantar alguna vez bandera, como en general la historia vulgar ha dado en glosar caprichosamente su noble y diamantina figura. Soportaba por entonces mil privaciones. El Gobierno, absolutamente desorientado, ignoraba cerrilmente a su General. Le ordenaba juntar tropa en condiciones para hacer frente a una expedición española que se presumía intentaría la recuperación de la colonia, y que se prevenía constituida por alrededor de ¡18.000 a 20.000 hombres! Belgrano en tanto no se aquietaba en sus repetidas quejas, dando fe redoblada del estado en que se debatía el Ejército a sus órdenes: “Ordena el Señor Director se eleven las tropas de línea al mayor número, ¿Cómo podré hacerlo con el ejército que mando, cuando no puedo mantener los hombres que hoy lo componen? Hablo con la circunspección que me caracteriza: muchos días pasan que absolutamente no tengo qué dar de comer ¡ni aún a los jefes! Es preciso palpar

esta miseria para formar concepto del grado de heroicidad a que puede ascender la paciencia humana”. (ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN ARGENTINA - Belgrano al Gobierno - Fraile Muerto, 27 de junio de 1819; --BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. p. 356). El cuadro no era mentido. Así lo constataba un viajero inglés que tuvo ocasión de contemplar el paso de dicho Ejército en la época: “Los soldados iban en estado lastimoso, muchos descalzos y vestidos de harapos, y como el aire matutino era penetrante, pasaban tiritando de frío cual espectros vivientes”. (HAIG, Samuel: “Bosquejos de Buenos Aires, Chile y Perú”, Biblioteca del matutino La Nación, 1918; --BELGRANO, Mario, p. 356). Esta historia heroica pocos argentinos la conocen. Pero no pocos pueden, en su conocimiento, intuír cuál sería el afligente estado de ánimo de un valeroso Jefe que con toda aflicción sufría por sus hombres -hoy le llamamos stress, bien que por entonces multiplicado, por cierto- al punto de causarle cada vez más recaídas en el desesperante estado de su salud; al punto de que tanto oficiales y amigos como su familia le rogaban bajara a Buenos Aires para tratarse antes de que se desatara la tragedia. Pero nada corroía su incólume voluntad, pese a que la hidropesía que lo aquejaba se estaba haciendo carne en él. El gobernador de Córdoba, Manuel Antonio Castro, describía un cuadro que lo impresionó vivamente: “Acababa de asaltarlo el primer ataque de la enfermedad de que murió; dormí en su tienda desabrigada y húmeda; observé que pasaba la noche en pervigilio y con la respiración anhelosa y difícil. Sospeché gravedad en la enfermedad y le insté encarecidamente se fuese conmigo a Córdoba a medicinarse para su salud; se excusó firmemente…él debía su vida a la paz y la tranquilidad común”. Más adelante, en primavera y hallándose el ejército en Capilla del Pilar, un médico enviado por Castro constató en él un estado muy avanzado de hidropesía. Castro le volvió a insistir en cuidarse, en viajar a Córdoba, a lo que el prócer contestó: “La conservación del Ejército pende de mi presencia; sé que estoy en peligro de muerte, pero aquí hay una capilla donde se entierran los soldados, y también se me puede enterrar a mí”. (Documentos del Archivo de Belgrano, Tº I, p. 216; -- BELGRANO, Mario: “Belgrano, op. cit.,p. 357) No era obcecación. Tenía un elevado sentido del deber. Era un “hombre del deber”. La enfermedad, empero, recrudecía, y se vio obligado a pedir licencia. El Gobierno se la concedió abiertamente por ser “en sumo grado interesante a la patria y muy conforme a los deseos de la Supremacía el restablecimiento de la salud de V.E., deteriorada por los continuos sacrificios y penalidades consagrados en obsequio del bien general”. (ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN ARGENTINA: El Gobierno a Belgrano, 2 de septiembre de 1819). Belgrano abandonaba el Ejército, “su Ejército”. El 10 de

septiembre de 1819 se despedía de “sus soldados” en un breve discurso al que, entre otros concepto, daba fin en estos términos: “Nada me queda que deciros, sino que sigáis conservando el justo renombre que merecéis por vuestras virtudes, cierto de que con ellas daréis gloria a la Nación, y correspondéis al amor que os profesa tiernamente vuestro general”. (MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano, Tº III, p. 246). El 11 de septiembre se despedía definitivamente del ejército, haciendo entrega del mando al general Fernandez Cruz. En su marcha hacia Tucumán es recibido en Córdoba por su amigo el gobernador Castro y los jefes de la guarnición cordobesa. Era el momento del alejamiento. Su escolta de veinticinco hombres se detuvo, todos bajaron de sus caballos y prorrumpiendo en llanto lo despidieron exclamando: “Adiós nuestro general: Dios vuelva a V.E. la salud y le veamos cuanto antes en el ejército”. Belgrano se conmovió íntimamente y agradeció a Córdoba y su gobierno las atenciones recibidas, y a todos, los sentimientos que le profesaran. Prosiguió tras ello su marcha al norte. Acota Mitre: “Esta fue la última ovación que el vencedor de Tucumán y Salta recibió en vida”. (MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, op. cit. Tº III ps . 246-247). En Tucumán tuvo lugar un suceso doloroso. La guarnición local se había sublevado y hallando a Belgrano en casa y en cama el jefe revoltoso -capitán Abraham Gonzalez, de origen uruguayo- pretendió engrillarlo sin razón alguna. Hubiera sido una tortura inútil, sin razón de ser. Sus piernas estaban tan hinchadas que no podían soportar siquiera roce alguno. Intervino entonces enérgicamente su médico de cabecera, el Dr. Redhead, e impidió que se diera cumplimiento a una orden tan inhumana. De inmediato el Congreso intervino, haciendo responsable al gobernador Bernabé Aráoz, recientemente asumido, de la salud del “General en Jefe y Capitán General de aquellas provincias”. Empero Belgrano, en conocimiento de su ya grave estado de salud y no hallando en el lugar otro amigo más que don José Celedonio Balbín, le hizo conocer su voluntad de regresar a Buenos Aires, para lo que hubo de aceptar del mismo, contra su sentimiento, un préstamo de dos mil quinientos pesos pues nada tenía, y el gobierno de provincia, al efecto, se había negado a prestarle cualquier tipo de ayuda. Recibió empero ayudas varias: Carlos del Signo, en Córdoba, le adelantó 400 pesos; para pago de dos médicos que lo asistieron en Tucumán, Manuel Berdía y Baltazar Texerina, y auxilio de su médico José Redhead,

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1.600 pesos; Teodoro Fresco, 1.300 pesos; Pedro Castañeda 400 pesos. Reemprendido el viaje, varias manos se le tendieron tras arribar a la ciudad porteña y trasladarse a San Isidro para descansar en algo de su mal. En estado de total postración, a fines de marzo de 1820 el gobernador Ramos Mejía le remitió 300 pesos excusándose por la pobreza del erario; la Junta de Representantes, el 30 de mayo de 1820 puso a su disposición 500 pesos, cargados a lo que se le debía, y también por sueldos devengados entregó a su pariente Domingo Estanislao Belgrano, el 7 de junio, otros 1.500 pesos. Sus amigos dudaban incluso de su vida, En su retorno a la ciudad dirigió al Gobernador Manuel de Sarratea una nota recordándole la deuda que el país guardaba para con él, en definitiva $ 13.020. Comenzaba su primer pedido, que repitió con angustia en otra ocasión, casi en tono de súplica: “Postrado en mi salud con accidentes de suma gravedad…”. Reiteradas fueron sus solicitudes, y reiteradas las evasivas: no por falta de voluntad sino porque el erario estaba exhausto. Esa era la realidad nacional. (BELGRANO, Mario: “Belgrano”, op. cit. ps. 362 a 365). Pero a aquel gran Secretario Perpetuo del Real Consulado, Abogado y gran General en Jefe de Ejércitos de la Patria, no le faltó familia ni le escasearon amigos, en esas horas trágicas, que de algún modo lo consolaran. Lo visitaban no sólo miembros de su familia, entre ellos el canónigo Domingo Estanislao Belgrano, sino que también, según éste comenta: “se veía favorecido de visitas diarias, de casi todos los médicos del pueblo, quienes iban sólo por la amistad y por ver si podían prestar al paciente algún alivio con lo que únicamente se creían recompensados. Aráoz de Lamadrid, uno de sus mejores oficiales, lo visitó, a quien le encargó corregir unos apuntes que le había hecho llegar, para que los corrigiera y se los trajese. Volvió a tener la alegría de encontrarse con su amigo Balbín, a quien aseguró que “luego de que el país se tranquilice le pagarán -[el Gobierno]- a mi albacea, el que queda encargado de satisfacer a usted con el primer dinero que reciba”. Su albacea era el nombrado canónigo, Domingo Estanislao Belgrano, quien cumplió con la manda, como lo hizo constar Balbín a un año del fallecimiento del prócer. (ELGRANO, Mario: “Belgrano” op. cit. ps. 366-367). También cumplió con el Dr. Redhead al entregarle en pago de sus servicios su reloj de oro, quejándose: “Es todo cuanto tengo que dar a este hombre bueno y generoso”. (MITRE, Bartolomé: “Historia de Belgrano”, Tº III, p. 461). Desgraciadamente para él, para lo que él pensaba y vivía en esos últimos momentos, sabía del estado de disolución en que había entrado el país, sabía de la montonera anárquica y del caos político que abrumaba a la ciudad revolucionaria de Mayo. El mismo día de su muerte, 20

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de junio de 1820, a los cincuenta años de edad cumplidos bajo el signo de la entrega y el sacrificio, nacía el héroe a la inmortalidad, en la precisa jornada en que Buenos Aires sufría la asunción sucesiva al poder de tres Gobernadores obsesivos de imperio caótico. En su testamento designó albacea y heredero a su recordado hermano Domingo Estanislao Belgrano -sacerdote en Córdoba y Buenos Aires- y recordó que, no teniendo herederos forzosos ascendientes ni descendientes, lo que quedara de sus bienes, pagadas las deudas, fueran destinados a la educación de su hija “Manuela Mónica del Corazón de Jesús”, que a la sazón contaba un año de edad. Esta voluntad envolvía en realidad un fideicomiso. Era un sentimiento reiterado respecto de su hija natural: un año antes había dispuesto, en nota dirigida al Cabildo de Tucumán, que “La cuadra de terreno contenida en la donación que me hizo la M. I. Municipalidad, y consta de los documentos antecedentes, con todo lo en ella edificado por mí, pertenece por derecho de heredad a mi hija Da. Manuela Mónica del Corazón de Jesús, nacida el cuatro de Mayo de mil ochocientos diecinueve en esta Capital, y bautizada el siete…” Al testar, Belgrano encargaba a su hermano albacea el fiel cumplimiento de sus últimos anhelos. Mas el terminal y más profundo sentimiento lo dedicó, al dar su alma, a su amada Patria, en un postrer suspiro que envolvía toda la pasión que en esos instantes supremos lo acongojaba en lo más íntimo de su heroica personalidad, sapiente de la anarquía desatada en el cuerpo político de su venerada tierra natal: -“¡Ay, Patria mía!” Fue el broche luminoso con que cerró el medio siglo de su existencia terrenal. Belgrano en todo tiempo sustentó una recia, penetrante y a la vez piadosa y noble calidad humana. Era sesudo, hábil, poseedor de gran cultura y cultivo civil, firme hombre de derecho y economista de la libertad fisiocrática, tenaz, insistente en la porfía, éticamente incorruptible; esmeradamente educado y religioso hasta rozar el misticismo. Dormía pocas horas, cuatro lo más, y escribía mucho, lo que sorprende al tomar contacto con sus escritos, sus memorias y la extensa e intensa correspondencia que a trazo de pluma propia desarrollaba sin ayuda de secretario o escribiente alguno. Era en extremo diligente, rápido en la marcha, bien de pie a tierra o montado a caballo durante jornadas extendidas; tenía la intuición de quien palpita el futuro sin equívocos, y una voz atenorada que fue en alguna ocasión motivo de burla por quien creía que se era más hombre por vocear con tono rudo, áspero, o por medir más ancho de hombros. Él, en cambio, sí dio cátedra de hombría con su entrega, su disciplina y su organización del mando y la batalla, tal como le reconoció en todo momento otro gran jefe, el general Paz: era parco, organizaba y no discurría; castigaba la indisciplina, era férreo en tal sentido y en el mantenimiento del orden, y

cuando hablaba en combate, “lo hacía sólo para ordenar el ataque”. San Martín lo tuvo en su predilección, fueron grandes compañeros, compadres de la Patria. “Rojo de pelo y ojos castaños”, fue así descripto en su paso por la Universidad de Valladolid, donde se graduara de abogado. Por su parte, Mitre ofrenda una distinguida semblanza del prócer: “Era en vida de regular estatura, de ojos grandes de color azul sombrío, de cabello rubio y sedoso, de color muy blanco y algo sonrosado, cuya apariencia hacía recordar el tipo de las razas del norte de Europa, indicando un temperamento sanguíneo linfático, vivificado por el fluido nervioso. Su fisonomía era bella y simpática, y el carácter que prevalecía en ella era el de una grave serenidad… Los retratos y bustos que han popularizado su imagen lo representan ocupando la región craneana más de un tercio de la cabeza, que hace recordar el tipo de Bonaparte en su juventud; pero si se examinan sus líneas fundamentales, sus planos suavizados y sus simétricas curvas, se percibe que más bien que el receptáculo de una poderosa inteligencia, es más el coronamiento de un cuerpo y de un alma bien equilibrada en que se dilatan sus facultades morales”.

Un retrato del “Belgrano Militar”, pintado en momentos previos a la gran batalla de Tucumán en la concepción pictórica de R. Gonzalez Moreno -colección del general Isaías J. Enciso- lo muestra en una terminante actitud de decisión a fondo, resuelto a todo, oteando lo que se venía. Es que en batalla Belgrano se transformaba, ya no eran la mansedumbre y la solicitud el cívico atributo de su personalidad. Pues aunque se trate de un dicho popular, es muy cierto aquello de que “el malo más malo, es el bueno cuando se pone malo”. Pero no es de maldad de lo que se trata al hacer referencia a Belgrano. Lo es respecto de su intrepidez, de su bizarría y de su audacia y coraje, que se embravecía a su hora, multiplicado: jamás claudicaba en instancia alguna. Transcurrido el espíritu del combate, empero, era la inteligente y fértil nobleza de su talante la que privaba. Lo demostró en redobladas oportunidades y en su vida toda, que obedeció a su plena conciencia del Bien, al que se ofrendó él todo en favor del país y sus paisanos. Joaquín V.Gonzalez lo ha caracterizado en la integridad de su genio en tan sólo tres geniales, cristianas palabras: “Vivió de darse”. “Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer celeste y blanca”…

*Héctor María Enz Abogado. Dr. en Ciencias Jurídicas y Sociales (UMSA) Ex Profesor titular de Derecho Político (UMSA) Investigador del Museo Social Argentino.

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Por Miguel Ángel de Biase*

LA CRISIS ECONOMICA DE 1929 Y LA ACTUALIDAD RESUMEN El colapso económico. Impacto en el sistema financiero. Crisis del sistema bancario. Causas y efectos. El papel de la Reserva Federal. El “New Deal” y las ideas de John Maynard Keynes. Su efecto en la República Argentina. Medidas estatales. Creación del Banco Central. La nueva crisis mundial. La situación económica de EEUU. Conclusiones.

INTRODUCCIÓN El objetivo inicial del trabajo que me permito presentar, fue el de referirme a la crisis económica de 1929 y a su impacto en el sistema financiero de EEUU y en el de nuestro país; el New Deal y las medidas aquí tomadas en dicho orden financiero. Los acontecimientos mundiales y el desarrollo de la nueva crisis, extendieron mi labor, en el tiempo de elaboración y tamaño. También influyó la seducción permanente de referirse al legendario colapso y a la figura del mítico Keynes y su influencia intelectual, siempre vigente, más allá de cualquier discrepancia.

1.El inicio de la crisis y su desarrollo La depresión que empezó a mediados de 1929, fue según la opinión de Milton y Rose Fridman (Fuente: “Libertad de elegir” – Biblioteca de Economía – Ediciones Orbis SA – 1983), una catástrofe de dimensiones sin precedentes para los Estados Unidos. La renta monetaria se redujo a la mitad antes que la economía alcanzara el punto más bajo de la crisis en 1933. La producción total disminuyó en un tercio, y el desempleo alcanzó la cifra sin precedentes del 25 por ciento de la población activa. Para el resto del mundo la recesión no fue más suave. Dicen que a medida que se extendía a otros países, la producción bajaba, el

desempleo aumentaba y el hambre y la miseria llegaban a todas partes. Señalan que en Alemania, la depresión ayudó a Adolf Hitler a alcanzar el poder, allanando el camino a la Segunda Guerra Mundial. Y que “en el ámbito de las ideas, la depresión convenció al hombre de la calle de que el capitalismo era un sistema inestable destinado a sufrir crisis cada vez más graves. Aquel aceptó los puntos de vista cada vez más compartidos por los intelectuales; el Estado tenía que desempeñar un papel más activo, intervenir para compensar la inestabilidad privada incontrolada; actuar como un volante de regulación para promover la estabilidad y asegurar el bienestar”. Tal visión resultó un elemento importante del rápido crecimiento del intervencionismo, en particular de la administración central. Indican los prestigiosos economistas citados, que la profesión económica, cambió radicalmente de opinión y afirmó que el “dinero no importaba” y que John Maynard Keynes, uno de los economistas más importantes del Siglo XX, ofreció una teoría alternativa. La revolución keynesiana – a su juicio – no sólo prendió en la profesión, sino que aumentó una justificación atractiva para una serie de medidas que condujeron a una amplia intervención pública. Da un testimonio claro del escenario de la infortunada situación el reporte anual del Secretario de Comercio norteamericano, citado en el telegrama del 7 de Enero de 1932 (Fuente: Ámbito Financiero – 29/10/1998), que indicaba: • “De Enero de 1930 a Julio de 1931, el índice de producción industrial cayó 205% respecto del año precedente”. • “El índice de desempleo aumentó a 18%, el de salarios perdidos a 25%”. • “El volumen de las mercaderías transportadas por ferrocarriles cayó 21,7% mientras que el número de personas

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transportadas disminuyó el 29,2%”. • “El índice de precios brutos que alcanzó 96,7 en 1929, cayó a 69,5 en 1931. El costo de vida, de 98 en 1929 bajó a 84,4 en Junio de 1931”. • “En 1931, las exportaciones norteamericanas cayeron 34% frente al año anterior y las importaciones, 37%”

nómica había alcanzado su punto máximo en Agosto de 1929, dos meses antes del derrumbe de la bolsa, y en ese momento aquella había descendido apreciablemente. El desastre del mercado de capitales era un reflejo de las dificultades económicas en aumento, unido a la explosión de un alza especulativa insostenible.

De un comentario periodístico de fecha 25/03/1930 de un periódico de Nueva York, citado también por nuestro “Ámbito Financiero”, resulta ilustrativo extraer: “… Después de las estimaciones oficiales ciertamente alejadas de la verdad, aparecieron los desempleados. En el mes de Febrero de 1930 entre 1,5 y 2 millones de personas más que en la misma época de 1929”.

La quiebra del mercado, amortiguó – según Friedman – la disponibilidad tanto de los empresarios, como de los consumidores para gastar y aumentó los deseos de éstos de incrementar su liquidez con objeto de hacer frente a cualquier emergencia, agregando una insoluble presión a las entidades bancarias.

“Ahora hay entre 3 y 3,5 millones de personas sin trabajo. Pero esta cifra no es una simple aproximación, es de una fuente oficial, y el optimismo es la regla del gobierno hoy en día, porque no ha tenido en cuenta las profesiones no manuales que son muy numerosas y esa cifra no es pública…”.

2. El sistema de la Reserva Federal en los EEUU

Agregaré algunos párrafos de un artículo aparecido en la Revista “De Sur a Norte” – Perspectivas sudamericanas sobre Estados Unidos – Vol. 4 Nº 5 – 11/2000, página 79. Editado por el centro Regional de Estudios sobre EEUU – Autor Pablo A. Pozzi – UBA, que describen con síntesis y precisión aspectos dramáticos de la crisis, allí se dice: “… Todos los estratos sociales sufrieron una serie de sacudidas: Había cuatro millones de desempleados en 1930 y nueve millones para 1932. Los que no habían perdido el trabajo sufrieron recortes salariales o trabajaban por migajas. Las organizaciones de beneficencia intentaban abastecer a millones d personas hambrientas y sin hogar, pero sus recursos no eran suficientes. No había garantía para aquellos que perdieron sus ahorros para siempre con la quiebra de los bancos o cuando las acciones se desplomaron. Se detuvo la producción, la industria se paralizó y los agricultores preferían destruir el trigo, el maíz y la leche antes de venderlos a pérdida. Franklin D. Roosevelt señaló que un tercio de la nación tenía problemas de vivienda y alimentación. Peor aún, había millones de estadounidenses sin hogar, refugiados que venían de las ciudades y deambulaban por todo el país en trenes de carga, víctimas de las regiones de sequía azotadas por vientos de tierra conocidos como dust bowl, gente que buscaba una nueva vida más hacia el oeste, y niños vagabundos, separados de sus padres. Los médicos daban cuenta de un aumento de los casos de desnutrición. Algunas personas saqueaban negocios de comestibles para no morirse de hambre…”. La visión popular es que la depresión empezó el “jueves negro”; 24 de Octubre de 1929, cuando la Bolsa de Nueva York se derrumbó. Tal como lo narra Friedman, tras varias alzas y bajas intermedias, el mercado de capitales acabó en 1933, en un nivel aproximadamente seis veces más bajo que en 1929. La quiebra de la bolsa fue importante, pero no marcó el inicio de la depresión. La actividad eco-

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En Octubre de 1907, cerró temporalmente la Kniekerbocker Trust Company, el tercer banco de depósitos de importancia de la ciudad de Nueva York, al experimentar dificultades financieras y el retiro masivo de sus depósitos. Los bancos de todo el país, reaccionaron mediante una “restricción de pagos”. Ello evitó la quiebra de más bancos y acabó con los retiros masivos. Al cabo de trece meses se normalizó la situación. A partir de allí, se dicta la Ley de la Reserva Federal de 1913, cuyo sistema empezó a funcionar a fines de 1914, algunos meses después de la guerra en Europa. Cuando se la creó, Gran Bretaña era el centro del mundo financiero, basado en un patrón oro, pero indudablemente era el patrón de la libra esterlina. Se consideraba a la Reserva Federal, como un medio para evitar los pánicos bancarios y para facilitar el comercio, y en segundo lugar, como el banquero del Estado. Al finalizar la Primera Guerra Mundial, los Estados Unidos habían remplazado a Gran Bretaña como principal centro financiero del mundo. La mejor época del sistema, según lo indica el propio Friedman, fue sin duda durante el resto de la década del veinte. Dice que a lo largo de estos años, actuó como un verdadero volante de regulación, aumentando la tasa de crecimiento monetario cuando la economía daba muestras de flaqueza, y reduciéndola cuando empezaba a crecer demasiado rápido. Ese éxito lo atribuye a Benjamín Strong, primer director de la Reserva Federal de Nueva York, hasta su muerte en el año 1928.

3.El colapso bancario y la Reserva Federal Producido el quiebre de la Bolsa, la actuación posterior del sistema de la Reserva Federal, reforzó considerablemente sus efectos depresivos. Según Friedman, uno de sus principales críticos, si bien actuó rápidamente para aliviar el impacto, comprando títulos de la deuda pública, con lo que aumentaba las reservas bancarias. Esta medida permitió a los bancos conceder créditos adicionales a las compañías que operaban en la Bolsa y comprando Valores a éstas y a otras empresas afectadas por la quiebra. Por la ausencia del mencionado Strong, enseguida también comenzó a actuar de distinta forma, respecto a como lo había hecho a lo largo de la ya citada década del veinte. Así, el propio Friedman indica que, en vez de aumentar con rapidez la oferta monetaria en un porcentaje superior al corriente, para compensar la contracción económica – agrego de mi parte que aquí sí coincide con Keynes – dejó que la cantidad de dinero disminuyera lentamente a lo largo de 1930. Para el citado Premio Nobel de Economía, el efecto combinado de las consecuencias de la crisis de la Bolsa y la lenta reducción de la cantidad de dinero, fue una recesión bastante severa y que aún en el caso de haber acabado ésta a finales del año 1930, o a principios de 1931, de no producirse el colapso monetario, habría sido una de las depresiones más graves del siglo XX. Esta situación, a pesar de todo, hasta el otoño de 1930, no se vio afectada por dificultades financieras o por retiros masivos de depósitos en las entidades bancarias. La forma de la recesión, se modifica cuando una serie de quiebras en el Medio Oeste – afectado por la sequía – y en el sur de los EEUU, destruyeron la confianza en los bancos y aumentaron los intentos de liquidez, tratando de convertir los depósitos en dinero efectivo. El pánico llegó también al centro financiero. En Nueva York, el 11 de Diciembre de 1930, cierra el denominado Banco de los Estados Unidos. Era el banco comercial más grande que hasta esa fecha, había caído en la historia del país. Por su nombre y envergadura, su quiebra constituyó, sin duda, un importante ataque a la confianza en el sistema bancario. Un plan para salvar al Banco fracasó debido principalmente al carácter particular de dicha entidad y como dice Friedman, también a los prejuicios de la comunidad bancaria. Su mismo nombre, al atraer a los inmigrantes, molestaba a los otros bancos, y “lo más importante”, el banco era propiedad de judíos, estaba dirigido por ellos y servía principalmente a su comunidad. Era uno de los po-

cos bancos en manos de los judíos en un sector que casi más que ningún otro, había sido el reducto de “las familias ilustres y poderosas”. A último momento, Joseph Broderick, superintendente de bancos del Estado de Nueva York, intentó reflotar el salvataje, advirtiendo que su fracaso, iba a constituir el error más grave de su historia bancaria. La liquidación del Banco, llevada a cabo en los peores años de la depresión, acabó pagando a sus depositantes 92,5 centavos por cada dólar entregado. No había duda, de que de haber resistido la crisis inmediata, ningún cliente hubiera perdido suma alguna. La quiebra del Banco de los Estados Unidos, más allá del perjuicio de sus dueños y depositantes, tuvo para el país efectos muy importantes y prolongados. Los clientes de las entidades financieras, ya en todo EEUU, preocupados por la seguridad de sus tenencias allí confiadas, se unieron a los pánicos aislados anteriores. Los bancos quebraron a centenares (352 cerraron sus puertas sólo durante el mes de Diciembre de 1930). La existencia del sistema de la Reserva Federal, impidió la aplicación de la restricción de pagos de los bancos – drástica medida – condicionada quizás, porque los bancos más sólidos creyeron equivocadamente – como se vio – que esas medidas no eran necesarias, confiando que el sistema resolvería sus dificultades. Desgraciadamente dicha Fed, también en la opinión de Friedman, en lo esencial no actuó y dejó que la crisis siguiera su curso, procediendo del mismo modo en 1931, cuando se produjo un segundo colapso bancario. Ya en 1933, el pánico bancario, alimentado por la situación política, fue una suerte de final de tal triste historia. En efecto, el Presidente en ejercicio, Herbert Hoover y el elegido en Noviembre de 1932, Franklin D. Roosevelt, que asumiría el cargo el 4 de Marzo de 1933, no tomaban medidas. El primero no deseaba hacerlo sin la aprobación del electo, éste por su parte, no quería hacerlo hasta su asunción. En sus memorias, Hoover, lapidariamente concluye: “Llegué a la conclusión de que el consejo de la Reserva era una caña demasiado débil para que un país se apoyara en ella en tiempos difíciles”. Para el balance final, me parece importante aportar cifras – suministradas por Friedman (ya largamente citado) – del colapso del sistema bancario de EEUU. A mediados de 1929, existían cerca de 25.000 bancos comerciales. A principio de 1933, esta cifra quedó reducida a 18.000. Cuando el ya Presidente Roosevelt, decidió terminar con el cierre bancario, diez días después de que hubiera empezado, algo menos de 12.000 bancos fueron autorizados

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a funcionar, a los que se agregaron más tarde otros 3.000. Por lo tanto, en total, unos 10.000 de los 25.000 bancos existentes en 1929, desaparecieron durante esos cuatro años, ya sea mediante procesos de quiebra, fusión o liquidación. La cantidad total de dinero – la base monetaria – disminuyó en forma proporcional. De cada 3 dólares en depósitos y efectivo en manos del público en 1929, a principios de 1933 solo quedaban 2; final irrebatible de un colapso monetario, hasta allí sin antecedentes.

4. Las medidas de la Administración Roosevelt. El New Deal. Las políticas anti – crisis. El rol de John Maynard Keynes. La elección de Roosevelt, popular gobernador del Estado de Nueva York; como conductor de un país cuyo hombre común había perdido la fe en el sistema económico imperante, estaba desesperado y deseaba para su tranquilidad, una promesa de que existía una salida, abrió el camino a sus esperanzas. El nuevo presidente, convocaba a ese optimismo, con su imagen. El 4 de Marzo de 1933, inicia su presidencia, en un momento en que la economía se encontraba en la peor circunstancia. Tras ordenar el cierre de los bancos, en su discurso inaugural renovó dicha esperanza, afirmando que: “… lo único que debemos temer es el temor…”, y puso en marcha su plan de medidas, conocido como el New Deal, “la nueva política económica”. Convocó a un comité de especialistas, que procedían principalmente de las universidades, especialmente de la de Columbia. Reflejaban sus miembros el cambio que se había producido con anterioridad en el pensamiento de los recintos universitarios, citado al inicio de este trabajo. Los asesores del Presidente, estaban por lo tanto dispuestos a considerar la depresión como un fracaso del capitalismo y a creer que una activa intervención gubernamental constituía la solución adecuada. A ese grupo de trabajo se incorpora Keynes, a solicitud del primer mandatario, teniendo una influencia considerable en sus decisiones. A este momento de mi exposición, la mención del famoso economista y previo al análisis de las medidas efectuadas por el New Deal, que lo tuvo como mentor, me convoca enriquecer esta labor, aportando datos de su personalidad y actuación anterior a su contribución a la solución de la crisis. Posteriormente y ya en el camino del análisis de sus posibles causas, mencionaré aspectos de su pensamiento, considerados en su obra de 1936, la famosa “General

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Theory of Employment, Interest and Money”, sus objeciones a la teoría clásica y otras visiones de sus teorías.

5. John Maynard Keynes (1883 – 1946). Nació en Cambridge (Inglaterra). Su padre, John Meville Keynes, fue un distinguido catedrático de la Universidad de Cambridge, íntimo amigo de Alfred Marshall, ya unánimemente considerado el más grande de todos los economistas clásicos de ella. Su madre también fue profesora allí, siendo el primer matrimonio de docentes autorizado por la estricta casa de estudios. Se educó en Eaton y en el King’s College de su ciudad de origen. A su regreso de la India, ingresó como funcionario en el Tesoro de Inglaterra, siendo unos años más tarde el principal representante del mismo, en la Conferencia de Paz de Versailles en 1919, luego de la finalización de la Primera Guerra Mundial. Disconforme con las condiciones económicas impuestas a la vencida Alemania por la Comisión de Reparaciones, que fijó una deuda total de 132.000.000 millones de marcos oro (33.000 millones de dólares), abandonó el servicio exterior, publicando en 1920, su libro “Las consecuencias económicas de la paz”, que le generó fama y arduas polémicas. (Fuente: “Historia Universal de las Ideas Políticas” – Ricardo Luis Quellet – Pág. 286/288). Las reparaciones, mínimamente cumplidas (Alemania efectuó un pago inicial en metálico de 250 millones de dólares), tuvieron consecuencias políticas y financieras en Europa, allí advertidas y luego consumadas; son un antecedente valioso para considerar las posibles causas de la futura crisis mundial. Desde su vuelta a Cambridge, después de la Primera Guerra Mundial, no renunciaría a la actividad académica, además fue consultor de importantes firmas y director de una gran compañía de seguros. Ya rodeado de fama y prestigio, fue convocado por el gobierno norteamericano para colaborar con los asesores del Presidente para la ejecución del plan anticrisis, del que según la opinión general, fue su autor intelectual. En un momento en que se atacaba a la democracia en otras partes del mundo, los logros del New Deal, tuvieron especial importancia. A fines de 1933, Keynes le escribió al mandatario una carta abierta: “… Usted se ha vuelto el depositario de la confianza que todos aquellos que en cualquier parte del mundo buscan enmendar los males de nuestra condición a través de la experimentación razonable dentro del mar-

co del sistema existente. Si usted fracasa, la imagen del cambio racional quedará dañada en todo el mundo, y la única opción será la oposición entre la ortodoxia y la revolución…”. (Fuente: Franklin D. Roosevelt and the new-deal 1932-40 – William E. Leutchemburg – 1963). (Resaltado propio). Desconfiaba Keynes de Roosevelt, este era político y popular, él era intelectual y solo popular en su aristocrático cenáculo – como decía Tocqueville, las aristocracias crean “amplios recintos de los que no se puede salir y en los que tampoco se puede entrar” – ; no dejaba de criticar las vacilaciones del presidente, a quien visiblemente no había logrado convencer en la única entrevista que tuvieron en el verano de 1934. “Creía en el valor supremo de la autoridad intelectual, en la sabiduría de una élite escogida con esmero”1. En 1936, publica su famosa teoría, compendio final de su brillante aporte a la ciencia económica, que sí está fuera de discusión. Durante la Segunda Guerra Mundial, volvió a trabajar para el tesoro de Inglaterra y fue delegado para la Conferencia de Bretton Woods en 1944, de donde surgirían el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional para la Reconstrucción y el Fomento (BIRF). Keynes fue un defensor de los alcances globales de los asuntos económicos. Estaba convencido de que los problemas que afectaban a una Nación, se sentirían indirectamente en sus vecinos. Y así como propiciaba una intervención estatal en las economías nacionales, también trabajó por una intervención supranacional para la estabilización de los asuntos que afectaban al mundo. (Datos biográficos, fuente: “Economía – En el pensamiento, la realidad y la acción”, Páginas 368/69 – Daniel Pérez Enrri, Ediciones Macchi - 2000). 1. (Citado por Harrod, R.F. “The life of John Maynard Keynes” – Londres – Mac Millan, 1952)..

5.1. Sus objeciones a la teoría clásica Dice Dudley Dillard – profesor de Economía en la Universidad de Maryland (EEUU) – un profundo estudioso del economista inglés, que su libro “General Theory of Emplyment, Interest and Money” (1936) ha adquirido dentro de los doce primeros años siguientes a su publicación, una influencia sobre el pensamiento de los economistas profesionales y los autores de la política, que ningún otro libro en toda la historia del pensamiento económico en un número comparable de años. (Fuente: “La teoría económica de John Maynard Keynes”, del economista citado, Biblioteca Aguilar 1977). Agrega que lo mismo que “La riqueza de las Naciones” de Adam Smith (1776) y “El Capital” de Marx, ya en el Siglo XIX, la General Theory, ha sido el centro de la polémica entre los escritores, tanto profesionales, como no profesionales, y que el libro de Smith es un resonante reto al mercantilismo. El libro de Marx es una crítica demoledora al capitalismo y el de Keynes, es una repudiación de los fundamentos del “laissez faire” y que finalmente, libro tras libro los economistas más preminentes reconocen una gran deuda a su pensamiento estimulante, aún aquellos que lo han discutido. Para Dillard, la teoría económica clásica está basada en el supuesto del empleo total del trabajo y demás factores de la producción. Que puede haber períodos que se aparten del empleo total, pero éstos se consideran como anormales y su explicación no constituye una parte básica de la materia que se ocupa la ciencia económica clásica. Si bien en alguna época no hay realmente empleo total, la teoría clásica afirma que hay siempre una “tendencia” hacia el empleo total. La situación normal es un equilibrio estable de empleo total. Si la perturbación persiste, la escuela clásica “la atribuye a la interferencia de los gobiernos o los monopolios privados en el libre juego de las fuerzas del mercado”. En contraste con esto, dice que Keynes considera que la situación normal de ese capitalismo, es un empleo fluctuante, y yo me permitiría decir que la crisis de 1929, le dio “en esa oportunidad la razón”. En el inicio del Capítulo II de su libro, transcribe un párrafo de The General Theory, de este modo: “… yo sostendré que los postulados de la economía clásica son aplicables a un caso especial y no al caso general… Más aún las características del caso especial supuesto por la teoría clásica no son de la sociedad económica en la que realmente vivimos, de donde resulta que sus enseñanzas engañan y son desastrosas si intentamos aplicarlas a los hechos de la experiencia…”. Agrega Dillard (Pág. 29 de su libro aquí referido), que el gran defecto de la teoría clásica es su alejamiento de las

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condiciones del mundo capitalista contemporáneo. En muchos aspectos significativos la teoría clásica, tal como la resume Alfred Marshall2 (“Principles of Economics”, publicado por primera vez en 1890), es más útil en una economía socialista, que puede suponerse muy próxima al ideal del empleo total. En las economías capitalistas, en que el paro intenso, los ciclos económicos, la inflación y otras formas de inestabilidad constituyen los problemas principales de la política estatal, la necesidad básica es de una teoría que diagnostique estas enfermedades de una manera que proporcione una guía para la acción encaminada a su solución y mejoría. Concluye que tal teoría nueva y más pertinente ha surgido en la teoría general del empleo, del interés y el dinero de Keynes. (Resaltado propio) Si bien el objeto de mi labor, no es el análisis profundo de una discusión, aún no resuelta y mucho menos para dilucidarla, caer en la simplificación de que la controversia estaría dada, en si el mercado sólo por sí mismo soluciona todo, o el Estado debe intervenir; diré que quizás la solución de la crisis en “ese momento determinado” – lejos en el tiempo – nos lleve a acciones permanentes equivocadas, ya que la realidad ya le da al mundo señales de peligro, habida cuenta que el tamaño de los problemas y el contexto, son absolutamente diferentes.

5.2. Neo-liberalismo y Keynesianismo Dice Pierre Delfaud que desde la década del treinta, los economistas liberales no han dejado de impugnar la legitimidad del keynesianismo. No tanto porque la posición del mismo Keynes en cuanto al futuro del capitalismo liberal pareciera excesiva, sino por cuanto su crítica a los automatismos reguladores y su apelación a la intervención del Estado podrían poner en funcionamiento un engranaje conducente a un dirigismo cada vez mayor. Dado que la “revolución Keynesiana” tuvo origen en el terreno teórico, es en ese mismo terreno donde debería respondérsele, perfeccionando el análisis económico de inspiración “neo-clásica” (Fuente: Pierre Delfaud: “Keynes y el keynesiasnismo” – Colección “Temas del Hombre”, Editorial Huemul - 1978).

5.3. Keynes y el capitalismo liberal Según el autor que estamos siguiendo, Keynes no se oponía por principio al capitalismo, cuya principal virtud – decía – era el respeto estricto al individualismo, al cual él adhería particularmente. Más, lo que sí impugnaba, era simplemente su capacidad para asegurar automáticamente un equilibrio armonioso. En esas condiciones una intervención global y limitada del Estado debía permitir asegurar el pleno empleo y luego, un desarrollo económico suficiente para conducir el sistema a su fin.

5.4. Marxismo y Keynesianismo En un ensayo aparecido en Nueva York en 1926, “Laiseer-faire and communism”, dice Keynes: “que las teorías de Marx eran ilógicas, viejas, erróneas desde el punto de vista científico, carentes de interés práctico para el mundo moderno”. De su “Essais de persuasión”3: “… si se trata de lucha de clases, mi patriotismo personal y sincero, así como el de todo el mundo (…) está del lado de mi propia clase. No puedo permanecer insensible a mi concepto de justicia y sentido común, pero la lucha de clases me encontrará del lado de la burguesía ilustrada.” Como vemos, volvemos a encontrar el clima intelectual que respiraba el “Grupo de Bloomsbury”. (Resaltado propio). En correspondencia a G.B. Shaw (citado por Harrod), escribe Keynes: “… Acabo de intentar una vez más leer al viejo Marx… pero sin hallar en él otras cosas que chicanerías pasadas de moda”. Y además, “… Acabo de escribir una obra (la Teoría General) llamada a revolucionar singularmente, no en lo inmediato, pero sí en el curso de los diez próximos años, la forma de abordar los problemas económicos. Se producirá un gran cambio, y en particular, serán pulverizados los cimientos ricardianos del marxismo”. Aquí aparecen con nitidez los rasgos de su personalidad, brillante y provocativa hasta la inmodestia.4 La objeción a Marx, según Delfaud, no se basó en el contenido del Capital, sino en lo que consideraba su “parentesco” con los Grandes Clásicos de comienzos del Siglo XIX.

2. Keynes, fue discípulo de Marshall. Durante la mayor parte de su Carrera, aceptó y

3. “Essais sur la monnaie et l’ economie” (Essais de persuasión) – París – Payot 1972

enseñó los principios clásicos según su maestro; como así también algunos principios

– Mencionado por Delfaud .-

clásicos que consideró válidos y útiles.

4. La aguda incursión en los rasgos de su personalidad, es de Delfaud – Op. Citado.

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Podría hacerse un paralelo con la visión de Marx del capitalismo, para éste se desaparición era necesaria para que el proceso llegara a su término, para Keynes puede desarrollarse dentro del marco de las instituciones actuales del sistema, con la sola condición de asegurar su regulación mediante una política global apropiada. 5.4.1. La crítica marxista Mattik dice que la obra de Keynes no es otra cosa que la repetición burguesa genial del análisis marxista, última oportunidad de un capitalismo inteligente que prefiere la eutanasia de los rentistas antes que el fantasma de la revolución social. (Fuente: “Marx y Keynes” – París – Gallimard, 1972 – de dicho autor, citado por Delfaud). Agrega precisamente Delfaud, que la función objetiva del Keynesianismo queda así confirmada según la interpretación marxista. La teoría keynesiana, sin que su autor haya sido realmente consciente, viene a justificar una intervención generalizada del Estado que permite aplazar temporariamente la crisis general del sistema. El intervencionismo keynesiano es, así, la ideología sustentadora del “capitalismo monopolista del Estado”, tal como lo testimoniaría su éxito en los períodos de crisis, donde jamás el proceso de concentración es tan intenso, y su adopción por parte de los gobiernos demócratas en los Estados Unidos, por otra parte, explícitamente respaldados por las grandes industrias.

5.5. Las “recetas” de Keynes Así concluye nuestro certero autor: “… Bajo este título vagamente irónico acogemos las recomendaciones keynesianas. Primero, con cierta irritación por el tono panfletario que las acompañaba, luego, con una perplejidad no menos cierta al estudiar la Teoría General; y por último con una unanimidad aparente al salir de la crisis, pero no despojada de reservas puesto que el liberalismo clásico no ha sido, de hecho todavía desarticulado. No es difícil distinguir en las políticas keynesianas su aspiración en el orden interno y en el externo. Es por este último que Keynes adquirió la mayor notoriedad, por sus críticas al retorno al patrón oro (plan presentado en la Conferencia Monetaria de Bretton Woods), pero este aspecto es en realidad secundario en el sentido de que sólo aparece como condición que posibilita al primero. La política keynesiana no está, ante todo, para uso interno, exenta incluso de cierta dosis de “nacionalismo económico” como lo testimonia la ostensible admiración de Keynes por el mercantilismo”.

6. El New Deal en los Estados Unidos Diré aquí siguiendo a Maurice Niveau (Fuente: “Historia de los Hechos Contemporáneos” – editorial Ariel – Economía – Nueva Edición Ampliada), que la política económica del Presidente Roosevelt, quiere ser innovadora, se trata de una plan que se propone, de una parte reactivar el consumo y la inversión; de otra parte, poner fin a ciertos abusos que a su juicio eran la base del origen de la crisis. Para el autor, no es éste una forma de socialismo, ni intento de planificación. Tuvo como finalidad primera la de salvar el sistema capitalista. Sin embargo, el New Deal, fue sin duda un reformismo en la medida que puso, por primera vez en acción en los EEUU, un conjunto importante de medidas de intervención gubernamental en el terreno de la economía. El primer objetivo fue, en la opinión del autor citado, la reactivación, había que lanzar los precios al alza, devolver la confianza a los inversores, distribuir el poder de compra a los consumidores.

6.1. Medidas en el campo del dinero y del crédito. Reformas al sistema bancario. › El 9 de Marzo de 1933, se prohíbe el atesoramiento y las exportaciones de oro. › El 12 de Marzo de 1933, se otorga al presidente una serie de poderes: a) puede pedir a los bancos de Reserva federal el aumento de los créditos hasta los 3.000 millones de dólares y el aumento de la emisión de billetes, sin contrapartida en oro, también hasta los 3.000 millones; b) puede elevar el dólar hasta el 50% de su valor oro; c) puede autorizar la acuñación de monedas de plata en cantidades ilimitadas. El presidente recibe el poder de crear tanta inflación como desee. En virtud de tales facultades, anuncia el 22 de Octubre que la Tesorería comprará el oro no ya a u$s 20,67 la onza, sino a u$s 31,36. El 16 de Enero de 1934 se eleva a u$s 34,35. Esta devaluación del dólar tuvo como finalidad la de fomentar las exportaciones y de hacer subir los precios interiores. De todos modos – resalta Niveau – los precios no aumentaron proporcionalmente a la devaluación del dólar. › El 16 de Junio de 1933, la Banking Act para remediar algunas deficiencias estructurales del sistema bancario americano y proteger a los depositantes, crea un seguro, sobre los depósitos bancarios. Las demás medidas allí tomadas, modifican ciertas prácticas bancarias con el fin de impedir la distribución de créditos que pudieran servir para financiar la especulación de la Bolsa. A su juicio, es el esfuerzo de reforma y consolidación más serio, realizado desde la creación de la Reserva Federal. De 1934 a 1936, se adopta toda una serie de nuevas medidas para completar esta importante reforma de la estructura bancaria y

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financiera de los Estados Unidos. Interpretadas a la luz de los preceptos keynesianos, el conjunto de estas medidas que llevan el nombre de Morgenthau, Secretario del Tesoro, vinieron a liberar a los Estados Unidos de la presión del patrón oro, a fin de practicar una política interna de emisión monetaria acelerada para reanimar la actividad económica.

6.2. Otras acciones En el terreno agrícola, el gobierno anterior (Hoover), había creado en 1929, un organismo de sostenimiento de los precios agrícolas, encargado de comprar y almacenar los productos agrícolas con el fin de reducir su oferta en el mercado. A esta política de retención, Roosevelt añade una política de limitación de las cosechas – “el fantasma era la superproducción” – conteniendo medidas monetarias. El gobierno indemnizaría a los campesinos “que redujeran” la superficie cultivada. En Enero de 1938, la Corte Suprema declara que esta medida es inconstitucional. Se paga por no sembrar o por cultivar legumbres que mejoren la calidad del suelo inculto. De 1932 a 1939, las superficies cultivadas de trigo, maíz, algodón y tabaco disminuyeron en un 20% y la población activa agrícola en un 7%. En el ámbito industrial, el 15 de Junio de 1933, se introdujo una serie de medidas revolucionarias, teniendo como finalidad reactivar la actividad económica, evitando la sobreproducción y obligando a las empresas a aceptar ciertas reglas del juego, propias de un régimen competitivo. El gobierno quiso conseguir un aumento de los salarios, una reducción de las horas de trabajo y un alza de los precios. Se lo autorizó a financiar obras públicas por un valor de 3.300 millones de dólares. Otra gran realización industrial del New Deal, es el plan hidroeléctrico del Valle de Tennessee, de amplia intervención estatal, sin embargo la Corte Suprema, lo aprobó en 1933, todo ello en el marco de un vasto proyecto de reactivadora obra pública. En el terreno social, su acción fue beneficiosa. La ayuda a los desocupados, defendiendo el poder de compra, contribuyó al mantenimiento de la actividad económica. Los objetivos sociales y económicos, fueron compatibles con una depresión. (Resaltado propio). Cerraré este punto, siguiendo la opinión del autor que nos ha ocupado; éste indica que no son fáciles de medir las consecuencias de esta vasta política innovadora que fue el New Deal y que no faltaron las críticas del lado de los fanáticos de la libre empresa, que vieron siempre en la acción del Estado, una causa de mayor depresión. Al margen de las disputas puramente doctrinales, su influencia debe

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considerarse en función de la recuperación y del alcance social de las medidas adoptadas, y agregaré por mi parte, siempre adheridos a la coyuntura económica, a cuyo servicio estuvieron.

7. Su repercusión en la República Argentina – Medidas implementadas. Esta crisis, nacida en EEUU, llega a nuestro país al inicio de 1932. Largos meses sin cobrar los empleados públicos y con síntomas parecidos a los de casi todos los países afectados. Le corresponde al entonces Ministro de Hacienda, en la presidencia del Gral. Justo, Dr. Federico Pinedo, asumir las medidas anticrisis. En la idea generalizada de que la súper producción, era una importante causante del colapso económico, se crean instituciones estatales reguladoras de la misma; la Junta Nacional de Granos, la de Carnes, el Instituto Nacional de Vitivinicultura. Regulaciones tales como la instalación de precios mínimos y sostén, para asegurar la continuidad de la actividad agropecuaria, en peligro al no poder colocar sus productos en el mundo, por la crisis. Se incorporan al sistema tributario impuestos como el de las transacciones (tasa inicial 1,25%, luego impuesto a las Ventas y desde 1975, impuesto al Valor Agregado) y a los réditos (actualmente impuesto a las Ganancias) y se crea un organismo recaudador, ahora Dirección General Impositiva, dependiente de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP). Se realiza un importante plan de obras públicas, al estilo de la acción norteamericana.

7.2. Influencia en el sistema bancario y financiero. El rol del Banco de la Nación. Creación del Banco Central. Indica Marcelo G. Cañelas (Fuente: “Economía y Política Bancaria”, fs. 347/348 – Selección Contable – Bs. As., 1967), que la Argentina pasó tiempos muy difíciles como consecuencia de la gran depresión. En los primeros años de la década del treinta, el Estado tenía muchos acreedores impagos por la falta de recursos de Tesorería; el gobierno había girado en exceso contra el Banco de la Nación; existían obligaciones y servicios pendientes a favor del exterior que era imprescindible no desatender para conservar el prestigio del crédito nacional y el presupuesto ofrecía dificultades para mantener el equilibrio. En procura de recursos se emitió el Empréstito Patriótico, el que sólo pudo colocarse en un 79% de inversores, llevando el resto al “redescuento” de la Caja de Conversión (creada por

Pellegrini en la crisis del 90), es decir, a la “monetización” lisa y llana, en su entender. El gobierno estaba endeudado con los bancos y ellos tenían sus créditos congelados con fuertes inversiones en valores mobiliarios de difícil liquidación, que restaban la más mínima dosis de liquidez. Se transfirió el problema al Banco de la Nación Argentina (también establecido por Pellegrini en 1891), por el redescuento en primer lugar y por los créditos directos con comisiones a bancos. Dice que el Banco de la Nación, aún en sus propias dificultades – en el marco de la general crisis – actuó con una política conciliatoria, según Cañelas, haciendo posible que el más grande colapso que recuerda la historia económica del mundo se pudiera superar en la Argentina, evitando liquidaciones bancarias que habrían producido dolorosas consecuencias y graves “pánicos” y “corridas” en el sistema, anotándose sólo el cierre de pequeños establecimientos bancarios sin significación alguna, sin arraigo, contrariamente a las experiencias sufridas en aquella oportunidad, por otros países. En el plano del ordenamiento del sistema financiero, se crea en 1935 el Banco Central de la República Argentina, que centraliza como su nombre lo indica, diversas funciones de autoridad monetaria – monopolista de la emisión – y financiera, hasta allí dispersas, se establecen garantías de los depósitos y controles de cambio. El Banco Central, nace como una entidad, independiente en su gestión monetaria (Primera Ley de Bancos, Nº 12.156) y como dice Cañelas: “… se creó dentro de la corriente general derivada de la acción de los Comités de la Liga de las Naciones. Su antecedente doctrinario se encuentra en los votos de las Conferencias de Bruselas y de Génova y toda su estructura se piensa en lo clásico, aunque en la práctica no resulte tan clásico”. Agrega, que cuando con gran énfasis se insiste en la frase característica sobre “la independencia esencial del Banco”, se quiere dar la idea de que a igual que el Banco de Inglaterra y principales bancos centrales, su estructura debe ser ortodoxa dentro de los principios clásicos, porque la mayor preocupación estaba en que el Estado no tratase de convertir en fondos propios los recursos del banco, lo que sería tanto más posible cuanto más débil fuera su gobierno. Finaliza aquí: “… Como solución en el caso argentino en el año 1935, se encontró la “forma mixta” en la propiedad del capital, dotándoselo de un directorio independiente, ingeniosamente integrado como después no lo ha estado con tanta felicidad en ninguna de las posteriores organizaciones…”. El Banco Central se constituía con la transferencia del ac-

tivo y pasivo de la Caja de Conversión cuyo oro debía ser revaluado a un equivalente de no más de $ 42.000 por barra típica de 12,441 Kg., con lo que se obtendría el fondo de recursos de $ 701 millones para formar el capital estatal del Banco Central de $ 10 millones y el capital y la reserva del Instituto Movilizador de Inversiones (organismo transitorio de saneamiento del sistema bancario) por $ 390 millones, quedando un remanente de $ 301 millones que se destinó a amortizar la deuda del gobierno con el Banco de la Nación por $ 150 millones a pagar Letras de Tesorería por $ 139,5 millones y a dejar depositados $ 11,6 millones para la Tesorería en el Banco Central. (Cañelas: pág. 348/52). Para la curiosidad, nostalgia y reflexión, reproduciré el primer balance del Banco Central de la República Argentina: ACTIVO • Deudas de bancos accionistas 9.500.000,00 • Oro en el país (el de la Caja y revaluación) 1.224.417.645,96 • Cuentas de corresponsales en el exterior 122.556.688,62 • Bonos Consolidados del Tesoro Nacional 400.000.000,00 • Bono de Garantía (deuda del gobierno por exceso de deudas sobre el activo) 118.883.755,44 • Moneda subsidiaria para compensar la emisión de $ 5 y menos cuyo total figura en billetes junto con los que quedan a cargo exclusivo del Banco Central de la República Argentina. 11.008.133,62 SUMA DEL ACTIVO 1.886.366.223,64 PASIVO • Capital Suscripto 20.000.000,00 • Billetes en circulación 964.423.830,00 • Cuentas corrientes oficiales 136.337.509,50 • Cuentas corrientes de bancos accionistas incluidos los depósitos exigidos por las operaciones de la Cámara Compensadora 578.532.592,99 • Cuentas corrientes varias 1.888.111,61 • Importe a transferir al Instituto cuando se constituya para su capital de Ley 10.000.000,00 Suma reservada para el saneamiento del sistema bancario que será dispuesta por el Instituto 163.595.234,98 • A disposición del Gobierno Nacional como remanente del revalúo que queda destinado al pago de la deuda flotante bancaria 11.588.944,56 SUMA DEL PASIVO 1.886.366.223,64

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No puede dejar de llamar la atención – y no es tarea de expertos – la inclusión en el activo de reservas de oro (cautelosamente revaluado) por $ 1.244.417.645,96, frente al pasivo de $ 964.423.830.-, proveniente del total de los billetes en circulación. Prudente fue el gobierno en la crisis financiera y acertado en la normalización del sistema, con la feliz creación de su banca central. En su tiempo, también Pellegrini – fue su Ministro de Hacienda Vicente F. López – en la crisis del 90, económica y política, al completar el período presidencial por la renuncia de Juárez Celman, pudiendo decir al finalizar el mandato constitucional: “… La crisis que hemos atravesado ha sido la más dura y larga de nuestra historia, pero las fuerzas vivas del país han resistido y han vencido y la próxima administración podrá inaugurar una era de franca convalecencia, en la que casi seguro que nuestra joven y robusta naturaleza recuperará en muy poco tiempo la fuerza perdida”. No se equivocó quizás el más brillante, entre otros brillantes hombres de la generación del 80; entre 1890 y 1914, la Argentina creció a una tasa que fue el doble de los países europeos y mayor que la de los Estados Unidos, colocando al nuestro en un lugar de privilegio en el mundo. Debemos recordarlo. Volviendo al Banco Central – que como se dijo – la ley le dio carácter de institución mixta, tomando como modelo el Banco de Inglaterra, de quien el gobierno recibió asesoramiento (Informe del experto inglés Sir Otto Niemeyer – 1932 – directivo del Banco). Su primer gerente general fue el economista Raúl Prebisch, admirador de Keynes y de posterior destacada labor en la C.E.P.A.L.). En 1946 se lo estatiza, a cuyo efecto absorbe el capital privado y lo transforma en un organismo autárquico del Estado, subordinándolo – como aún sucede – a los designios de la conducción económica de turno. (Fuente: “Curso de Política Económica Argentina” – Páginas 391/393 – Roberto T. Alemann.). Como vemos, Argentina tuvo su New Deal y sus neoKeynesianos, saliendo así de una crisis, probablemente distinta y mucho más leve, que las padecidas por otras economías.

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8. Causas y Efectos Existe una gran discusión en torno a las causas de la gran depresión. Las posturas, según Pablo A. Pozzi (ya citado) se sintetizan brevemente en aquellos que plantean que el eje era el subconsumo y los que insistían en las características de sobreproducción del sistema capitalista. El piensa que el modelo de acumulación de capital, inaugurado en Estados Unidos a partir de 1876 y cuyo eje central era la libertad de mercado y la no intervención del Estado para paliar los ciclos económicos, estaba agotado. En esa idea, creía que se basaron las políticas del New Deal. Dice Niveau (también citado), que es importante detenerse a pensar sobre las causas de la crisis de 1929 y la depresión subsiguiente, con el fin de apreciar mejor el alcance de las políticas de recuperación utilizadas por los gobiernos. Agrega, que es evidentemente mucho más fácil enumerar las causas que estimar su importancia relativa y que de todas maneras hay que examinar dos problemas distintos: en primer lugar el crack de la bolsa de 1929 y a continuación la profundidad de la depresión y su extensión mundial. En su opinión, es más difícil de explicar el primer acontecimiento que el segundo y los autores no siempre han distinguido con la suficiente claridad las causas específicas del crack, de las causas de la depresión general. De esa extensión y en la relatada opinión de Friedman, entiendo que responsabiliza de ella a la Reserva Federal, por su lentitud y falta de convicción para aumentar la necesaria liquidez, que imponía la situación. Lord Lionel Robbins (“Le Grande Depression”- 1929-1934, París, Payot 1935 – citado por Nievau), dice al respecto, “… No parece que haya lugar para suponer que una tal evolución pudiese adquirir grandes proporciones en un sistema que no se viese perturbado por otras causas de depresión, si nos remitiéramos a las perturbaciones similares del período de preguerra, habría quizás alguna razón para considerar que tras un intervalo de liquidación y de baja de precios, los negocios se presentarían bajo una luz más favorable y que se asistiría a una progresiva recuperación. Pero las cosas se han desarrollado de manera distinta durante la crisis actual”. “No basta una sola razón para explicar este fenómeno. Está permitido hacer remontar la génesis de la crisis al hundimiento de un movimiento general de inflación, lo que podría ser considerado como causa única. Pero la evolución ulterior de la depresión se ha visto manifiestamente afectada por una tal gran magnitud de influencia, que toda tentativa de agruparlas bajo una sola rúbrica, tiene que ser forzosamente acusada de simplificar demasiado. Desórdenes políticos, medidas tomadas deliberadamente, debilidades estructurales, mentalidades nacionalistas, todos estos factores han jugado un papel que no se puede ignorar…”.

Resumiré, en lo que queda de mi trabajo, el debate sobre las causas del problema, con una nueva mención de Niveau, sobre la evolución de las estructuras de la economía mundial en la que el peso de la economía americana no ha dejado de crecer. Es este peso – a su juicio – el que explica la “exportación” rápida de la depresión. El efecto de dominio y de dimensión de la economía de EEUU, se vio ampliado por el cese de las exportaciones de capitales que alimentaban las corrientes de los cambios. No fue solamente Alemania la que se vio duramente afectada, sino también todos los países de América Central y del Sur, que habían sido inundados de capitales americanos. Privados de estos medios de financiación, estos países dejaron de comprar sus mercaderías. Los Estados Unidos y los demás países industriales, disminuyeron sus compras de materias primas, cuyos precios bajaron rápidamente. El mecanismo del multiplicador negativo intervino también en las relaciones internacionales y que las medidas proteccionistas (aumento de los derechos arancelarios, restricciones cuantitativas), aceleraron la caída del comercio exterior. Los efectos fueron considerados en páginas anteriores y el dramatismo de la situación, como así también las medidas del New Deal, implementadas por el gobierno norteamericano y más allá de cualquier discrepancia de si la solución representó modificaciones al sistema de dicho país, que permitieron el crecimiento vertiginoso de las décadas de 1950 y 1960 o lo fue por la Segunda Guerra Mundial, la que fomentó tanto la recuperación económica como el desarrollo de la política y organización del gobierno, que debía desempeñar un papel fiscalizador permanente en la economía y sólo los gastos necesarios para financiar la guerra fueron lo suficientemente grandes como para superar el estancamiento y estimular el crecimiento sostenido de la economía (Fuente: Brad Wiley – de la citada publicación “De Sur a Norte”, Vol. 4 Nº 5 – Noviembre 2000), no hubo discusiones de que por esa vía, la solución a la crisis de ese momento llegó. Sus características terminales – ya descriptas – entiendo necesitaban – como se hizo – entre otras medidas, la inyección de dinero al sistema vía emisión directa, sin que el mismo, en esa circunstancia, fuera peligroso. Tampoco la intervención del Estado, reclamada allí por todos, como la pérdida no recomendable de algunas libertades – atenuadas por la intervención de su Corte Suprema – objeción de los detractores del New Deal, siempre enmarcado en tal situación extrema.

9. La filosofía del New Deal, como comportamiento permanente. La nueva crisis y la situación de la economía de EEUU. Existe una suerte de opinión generalizada de que el gobierno, si bien le quitó a las empresas sus privilegios tradicionales, el New Deal podría considerarse “un salvador del capitalismo”, y que fue una respuesta “revolucionaria a una situación revolucionaria”. La solución así lograda, como así sus prácticas, no pueden considerarse – más allá de aquella grave coyuntura – receta permanente en el comportamiento de los gobiernos, que se equivocan gravemente en la posología del remedio. Tenemos la experiencia actual, una nueva crisis, las señales de peligro ya son realidad día a día, desembocando en el complicado presente de la economía norteamericana y su deuda pública, la situación de Grecia, ya consumada, y las dificultades – ya visibles – de otros países de Europa (Italia, Francia, España, Inglaterra, Portugal y otros) marcando a fuego, el ocaso definitivo del otrora publicitado “Estado de Bienestar”. Por distintas razones, ha transcurrido un lapso prolongado desde la conclusión original de la tarea hasta el envío de la misma para su publicación. Entiendo por lo tanto necesario aportar la información que actualiza la situación de la economía mundial, agravada tal lo sugerido en precedentes páginas y, además, otras alternativas referidas a la realidad norteamericana, que oportunamente, la hallarán como este párrafo, intercaladas en el texto primitivo. Digamos entonces, que los acontecimientos se precipitaron, ya los avatares económicos comienzan a cobrar sus víctimas políticas (Ej.: caída del gobierno italiano); tras una cumbre de dos días, 23 de los 27 países que integran la Unión Europea (UE), acordaron un nuevo tratado buscando poner fin a la crisis del euro. Su texto será aprobado antes de Marzo de 2012. Participaron del acuerdo los 17 países que integran la eurozona (los que tienen al euro como moneda), más Bulgaria, Dinamarca, Letonia, Lituania, Polonia y Rumania. Tres países que no apoyaron el pacto – dado en Bruselas – (Hungría, República Checa y Suecia), podrían firmarlo luego de consultar con sus Parlamentos, mientras que sólo el Reino Unido quedó fuera tras negarse a ceder privilegios de su City financiera, como querían Berlín y París. En lo sustancial, la cumbre refuerza el poder de los bancos a partir de dos medidas: como pretendía Alemania, la UE no creará por ahora “eurobonos” ni obligaciones de pago con aval del Tesoro europeo para mutualizar las deudas de los países del bloque y los bancos no tendrán que

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participar en rescates para pagar la deuda soberana. Asimismo los países firmantes sufrirán durísimas sanciones si superan un déficit fiscal del 3% en relación al PBI. No hay sanciones acordadas. Para evitar esos déficit excesivos, los países deberán enviar sus presupuestos nacionales a la Comisión Europea que podrá revisarlos. Los países tendrán que informar con antelación cuánto dinero piensan pedir prestado. La UE reforzará con 200.000 millones de euros los recursos del FMI para afrontar hipotéticos nuevos rescates. (Fuente: Clarín – 11/12/2011). Previamente en Octubre de 2011, debió prestar 250.000 millones de euros a Grecia, Irlanda y Portugal. Respecto de la deuda griega, que redondea la suma de 350.000 millones de Euros, el 160% de su PBI, 70.000 millones son préstamos europeos y 75.000 millones son bonos en manos del Banco Central Europeo (BCE), esa parte no se toca. Se propone una quita del 50% - a través de un canje – a los restantes 200.000 millones. Dicha quita voluntaria de los bancos aún no fue aceptada por los acreedores. El analista Wolfgang Münchau, en el Financial Times, asegura que el acuerdo comentado, no cerrará la crisis. Sostiene que hay una significativa probabilidad que todo termine con un acuerdo “involuntario”, que es precisamente lo que los gobiernos de la eurozona “han venido luchando por evitar”. (Fuente: Clarín, 28/10/2011). Continuando con la actualización mencionada, me permito citar que el 15/12/2011, la primera ministra alemana Angela Merkel, predijo ante su Parlamento, que la crisis en Europa “durará años”. El clima depresivo fue acentuado por la misma Merkel, quien volvió a oponerse al refuerzo de la capacidad de préstamo de los mecanismos de estabilidad financiera europeo. Ya en el cierre de este propósito, agregaré que también en Bruselas, los países de la eurozona, acordaron el 19 de Diciembre, reforzar al FMI con al menos 150.000 millones de euros, pero no lograron convencer a otros europeos como Gran Bretaña, que se negó a participar en un proyecto que apunta a ayudar a los países frágiles de la Unión Monetaria. Por otra parte, el FMI aprobó en la misma fecha, el desembolso inmediato a Portugal de 2.900 millones de euros, que corresponden al tercer tramo del préstamo que fue acordado en Mayo, luego de completar la segunda revisión que se le hizo al comportamiento económico de ese país europeo. (Fuente: Ámbito Financiero, 20/12/2011). En el mismo día y proveniente de la misma fuente, resaltan las declaraciones de la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, en las cuales aconsejó a los países emergentes, entre los que se encuentra la Argentina, “que se aseguren de tener suficientes reservas” para enfrentar los coletazos de la crisis europea. El sabio consejo llega en un momento

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en que las reservas del país acumulan una caída cercana a los u$s 7.000 millones en el año, contemporáneo con el peligroso aterrizaje de “nuevos keynesianos” – todos ellos de auténtica fabricación nacional e instalados en sensibles puestos de la conducción económica del país – a las playas argentinas. La fiesta – orgía dineraria a la cual seguramente Keynes, el maestro no bien comprendido de sus organizadores, no hubiera querido concurrir – no ha cesado, el 21 de Diciembre, el Banco Central Europeo prestó 489.000 millones de euros al 1% a tres años a 523 bancos. La inundación de liquidez produjo alivio, pero nada más, porque muchos se preguntan cuánto dinero irá a las empresas y a los privados para sanear la economía europea. El Banco Central Europeo, que preside el italiano Mario Draghi (ex vicepresidente de Goldman Sachs Internacional para Europa – 2002/06 y luego Gobernador del Banco de Italia), puso en realidad 200.000 millones de euros, el resto eran deudas por operaciones a muy corto plazo y hasta un año de vencimiento, de créditos otorgados por el BCE a los bancos europeos, que fueron integrados en el préstamo a tres años. (Fuente: Clarín, 22/12/2011). Y por último, una noticia – quizás no muy buena – el flamante jefe de gobierno español Mariano Rajoy, nombró al economista y banquero Luis de Guindós para la cartera de Economía (fue presidente de Lehman Brothers para España y Portugal hasta su quiebra). Recordemos que Mario Monti, designado el 16 de Noviembre como Primer Ministro italiano, es economista y fue asesor internacional de Goldman Sachs, hasta su nombramiento. Por otra parte, el profesor de Harvard, Lucas Papademus, premier griego desde el 10 de Noviembre, fue gobernador del Banco Central griego, participante en el ocultamiento parcial a partir del 2002 de la deuda pública griega a las autoridades supervisoras de Bruselas, asesorado por Goldman Sachs. (De la misma fuente y fecha). Esperamos que en las futuras responsabilidades estos señores, tengan más “suerte” que en sus desafortunadas anteriores labores, tal como se lo “deseó” Marcelino Iglesias, Secretario del PSOE de España a Luis de Guindós. El otrora robusto euro ya está enfermo. También el Departamento del Tesoro norteamericano, tiene ex funcionarios de esas instituciones, que con su errado funcionamiento profundizaron la crisis. La crisis del año 1929, se inició en los Estados Unidos – para expandirse luego a casi todo el mundo – todos los efectos de cualquier problema económico actual allí virtualizado, tendrá segura repercusión en casi todo el mundo, quizás en algunos países con caracteres diferenciados, pudiendo incluir también de ese modo a nuestro país.

A partir del año 2007, comienza en aquel el problema de los inmuebles hipotecados, con la falta de pago de las deudas, siguiendo en el 2008, tras la caída de Lehman Brothers, las dificultades de Merryll Lynch, General Motors, empresas y algunos bancos, etc., todo coincidente con la llegada al poder de su actual presidente Obama. Dice el economista José Slaba Serrate (Fuente: Ámbito Financiero – 09/08/2011): “En 2008 / 2009, la política económica logró impedir la Gran Depresión II. Evitó el colapso financiero. Pero ello tuvo un precio, no se destruyó tampoco el exceso de endeudamiento. La crisis original era de crédito privado. Comprometer al sector público en su rescate fue un truco que obró el milagro. La deuda pública fue parte de la solución. Corolario: la deuda bruta conjunta (pública y privada) no se redujo, sino que aumentó. Y quedó claro que la tranferencia de riesgo habilitaba mayores probabilidades a que la crisis de crédito pudiera propagarse al soberano”. Agrega que: “Cuando Europa cometió el peor error de política económica post Lehman, que fue apostar la suerte de la eurozona al caballo del ajuste fiscal en una pista intransitable, mostró que la pesadilla era posible. Los países grado de inversión podían desmoronarse en un santiamén. Por cierto, no tropezaron los más adeudados. Japón es todavía un refugio. El pecado capital de Grecia, Irlanda y Portugal fue no contar con un banco central propio (exclusivo) que replicara lo que hizo la FED o el Banco de Japón o el de Inglaterra (comprar deuda pública ante el primer síntoma de sospecha). El espectáculo de bonos del gobierno que antes fueron solución – cayendo en picada – desde un pedestal que se suponía intocable es un problema. Grave.” La deuda de EEUU, anterior a la aprobación parlamentaria que subió su techo, era la siguiente: en miles de millones: China 1.160; Japón 912; Arabia Saudita 230; Brasil 211; Taiwan 153; Hong Kong (China) 122; Rusia 115; Suiza 108; Canadá 91 y Alemania 61 (Fuente: Clarín – 07/08/2011). Los cinco mayores tenedores de bonos del Tesoro norteamericano son, en miles de millones: China 1.160; Japón 912, Gran Bretaña 347; OPEP (Organización de Exportadores de Petróleo) 230 y Brasil 211. El congreso estadounidense, le autorizó al Tesoro de manera inmediata el 2 de Agosto, tras dramática puja, a endeudarse por unos 400.000 millones de dólares, día histórico en que EEUU pudo haber caído en dafault. A ese momento, se agregaron pronto otros 500.000 millones de dólares y en la segunda etapa del proceso abierto con esa ley, se espera entre u$s 1,2 y 1,5 billones en extensión del límite. Por otra parte, se le exige al tesoro recortes de gastos por u$s 917.000 millones en los próximos diez años y más adelante deberá seguir ahorrando hasta poder quitarle al default entre 2 y 2,5 billones de dólares. Obama debió

resignar su intento de subir los tributos de empresas y de las clases más ricas. (Fuente: Clarín – 03/08/2011). Respecto del acuerdo, dice el Diario del Pueblo, órgano oficial del Partido Comunista Chino: “… Aunque EEUU evitó el dafault, sus problemas de deuda siguen. Peligra la recuperación de su economía y hay un mayor riesgo y turbulencias para la economía mundial”. Cabe preguntar, si este aluvión de dólares que lanzó la administración de Obama, desde 2008 a 2011 para auxiliar empresas, entidades financieras y bancos, la venia solicitada para aumentarlo, hubiera sido permisible en la opinión de Keynes y su mente ordenada, fuera del contexto de una crisis terminal que lo justificara, como la suscitada en el año 1929, tan lejano como distinto, a la problemática actual norteamericana. El senado norteamericano ahora aprobó con fecha 17 de Diciembre, el proyecto de ley de alrededor de un billón de dólares para mantener el estado funcionando hasta finales del año fiscal 2012 y, de paso, le concedió una extensión de dos meses al recorte de los impuestos sobre los salarios de la clase media. Con esos fondos acordados a último momento y que evitaron un colapso federal, el gobierno podrá hacer frente a los gastos de sus ministerios y agencias. La administración Obama, redujo su déficit presupuestario a u$s 137.300 millones de dólares en Noviembre. Representa un cambio sustancial frente a los u$s 150.400 del mismo mes de 2010, ya que implica un descenso del 8,7%. El año fiscal 2011, que concluyó en Septiembre, se cerró con un déficit de 1,29 billones de dólares. Esa cifra representa un 8,7% del PBI del país, que es cercano a los 14 billones de dólares. Para 2012 el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos pronostica un déficit de 1 billón de dólares. (Fuente: Clarín, 18/12/2011). Dice Paul Krugman, Premio Nobel de Economía (Fuente: Clarín 07/08/2011), tras resumir la situación de ese momento, juicio que no queda invalidado por la actualización efectuada: “… Y ¿por qué deberíamos estar sorprendidos de esta catástrofe? ¿De dónde se suponía que venía el crecimiento? Los consumidores agobiados todavía por la deuda que contrajeron durante la burbuja inmobiliaria no están listos para gastar. Las empresas no ven motivos para expandirse dada la falta de demanda de los consumidores.” Agrega que las tasas de interés y precios de acciones en baja nos dicen que los mercados no están preocupados, ni por la inflación, ni por la solvencia de Estados Unidos, lo están por la falta de crecimiento. No parece estar preocupado el Nobel por la desorbitante

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deuda, déficit y emisión, el mundo lo está por las consecuencias de la posible pérdida de neutralidad del dólar, reconocido como moneda de reserva. Robert Kuttner (Fuente: New York Times – separata de “Clarín” 13/08/2011), dice que en esta crisis global de amenazadora deflación económica, los EEUU tienen muchas más opciones que Europa, y en realidad que la mayor parte del mundo y que Washington sigue disfrutando de lo que Charles De Gaulle llamaba el “exorbitante privilegio” de emitir dinero que se reconoce como patrón global y de tomar crédito en su propia moneda a tasas de interés bajas. Agrega que los EEUU tienen la extraordinaria capacidad de resolver una crisis económica prolongada que – a su juicio – después de todo, fue consecuencia de la “negligencia de las instituciones financieras” estadounidenses. No le cabe duda, que en la opinión generalizada en dicho país, el crecimiento económico se hará cargo de la deuda, como sucedió con la contraída tras la Segunda Guerra Mundial. En tal sentido, el columnista citado que titula su trabajo “No es la Deuda es la Economía”, y en el mejor estilo del New Deal, propone un recreación de las clásicas medidas, diciendo que su país, podría encabezar la salida del estancamiento económico con un “gran programa de inversión pública” destinado a la creación de empleo y la reanimación de la demanda. Enfatiza que la mayor parte de ese gasto público, en infraestructura, energía limpia, transporte ferroviario moderno, sistemas cloacales y de agua avanzados y sistemas eléctricos de redes inteligentes – parece que el gran país del norte, no tiene nada de eso y asistiríamos a su refundación – generaría empleos en el sector privado. Finaliza su añeja recomendación diciendo que el restablecimiento de la demanda en los EEUU, sería bueno para sus socios comerciales de todo el mundo. Cabe preguntarse si esa es la propuesta correcta o habrá otras también correctas, justamente en el final de sus líneas, hay una mención a una frase de Winston Churchill – el estadista notable, patriota de todo el mundo libre en la Segunda Guerra Mundial – en el sentido de que siempre se puede confiar en que los estadounidenses hacen lo correcto, una vez que han intentado todo lo demás. Más allá de la fina ironía del experimentado político y el verdadero sentido de sus palabras formuladas, en un momento crítico del conflicto; que se haga lo “correcto”, lo que le suceda a la economía de EEUU, trascenderá sus fronteras e impactará a todos, sin excepciones.

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10. CONCLUSIONES El mundo precisamente, debe recuperar la memoria, los gobiernos, la austeridad, la prudencia y el orden5, dejando definitivamente en el pasado los ajustes y planes salvadores, funesta eclosión de sus gestiones desprovistas de tales “anticuadas virtudes”: volver los ojos a la historia, “el saber de los saberes”6, como dice Félix Luna: “… Ningún conocimiento está cargado con tanta sabiduría humana como la historia, puesto que representa el drama entero de nuestra especie. Pero tampoco existe un depósito tan rico que sea menos usado, y así lo demuestra la monótona reiteración de errores, injusticias y crímenes que siguen ensombreciendo al mundo de hoy…”. Atribuía Cervantes a la historia la función de “advertencia de lo por venir”; en desacuerdo nuestro historiador, indica que los historiadores no son oráculos, como los ancianos de las tribus primitivas, pero todos coincidimos cuando afirma: “que son los guardasellos del tiempo pasado, que pesa y condiciona el presente de modo inevitable”. (Fuente: Félix Luna, “Conversaciones con José Luis Romero” – Editorial Sudamericana – Abril de 1986 – Pág. 11/13). Cerraré – lo prometo y lo haré – estas páginas diciendo que la crisis, que se profundizó a partir del peligro advertido, ya está instalada de modo tal, que es difícil ser optimista en cuanto a su conclusión y consecuencias. Tampoco arrima demasiada esperanza – a mi juicio – sin poner en gratuita tela de juicio la capacidad y honestidad de los gobernantes de los países, que más han de gravitar en su solución, la forma de encararla, nerviosa, excesivamente coyuntural y creo improvisada, sin total consenso, ejecutada por economistas sólidamente comprometidos en los graves pretéritos errores y signada por un dispendio monetario, cuya eficacia arroja demasiadas dudas. 5. Ya en España y en vías de concretarse en Italia; la exigencia del equilibrio presupuestario, adquirirá rango constitucional (Fuente: Clarín, 01/12/2011). 6. La calificación es de José Luis Romero. 7. “Alexis de Tocqueville – Una lectura introductoria”, Enrique Aguilar – Editorial Sudamericana – 1ª Ed., Buenos Aires 2008 – Citas Iniciales.

De no ser solamente un ciclo económico con su consecuente agravamiento final, o la penalización a los desmanes del fallido e incontrolado sueño financiero y ya tratarse de un insoluble problema estructural de la economía occidental, ésta deberá replantearse profundamente sus acciones y organización, recuperar – como se dijo – la ortodoxia gubernamental, ejercer el poder administrando el dinero público con tino, transparencia y responsabilidad, sin que ello implique abandonar las obligaciones que a todo Estado le compete, cualesquiera sea su tamaño y sistema político, o la situación tenderá a complicarse y las dificultades serán recurrentes. Pero como siempre, los problemas económicos y esta crisis quizás sean superados; en lo material, todo puede ser reparado, reconstruido o reemplazado, sin embargo bastará para que el mundo se salve, el resguardar su Arca de Noé: la libertad, “eterna culpable” y víctima; la libertad de pensamiento y creación, de mercado, de empresa, la de virtualizar la inclinación natural del ser humano en tal condición, la de hacer lo que cree más le conviene en el marco del ordenamiento legal existente y el respeto a los derechos e intereses ajenos, aunque traicione la ideología y planes de demagógicos gobiernos, los cuales queriendo salvar sus propios errores, tratan de enterrarla junto con ellos y en el mismo funeral. La economía – la experiencia nos lo enseña – castiga a esa demagogia con invariable crueldad. Nada mejor entonces, para darle entidad al final enunciado, que reproducir una imperdible “confesión” de Alexis de Tocqueville, a John Stuart Mill: “… Amo la libertad por gusto, la igualdad por instinto y por razón. Estas dos posiciones que tantas personas fingen tener, creo sentirlas realmente en mí y estar presto a hacer por ellas grandes sacrificios. Estas son las únicas ventajas que me reconozco…”7.

* Miguel Ángel de Biase Licenciado en Administración de Empresas Contador Público Nacional (UMSA) Profesor titular de Economía Política I de la Facultad de Ciencias Económicas (UMSA) Consejero Titular del Museo Social Argentino

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Por Ignacio Millé*

DERECHO SANITARIO Y TECNICA LEGISLATIVA I. Introducción El propósito de este artículo es considerar la situación actual del derecho sanitario desde el punto de vista de la Técnica Legislativa. En este sentido intentamos abarcar distintos aspectos que hacen a la elaboración de una ley de salud desde la redacción, la estructura del texto normativo, la lógica interna y su inserción en el ordenamiento jurídico. Además incorporamos algunas características propias de la legislación sanitaria para tener en cuenta desde aspectos referidos a la bioética, el derecho constitucional y el derecho administrativo.

II. Legislación Sanitaria y Técnica Legislativa La legislación sanitaria es una parte de la legislación general del Estado, integrada por un conjunto de normas jurídicas de distinto rango - leyes, decretos, resoluciones, disposiciones, etc. - que disponen sobre la materia de salud; estas normas son las expedidas por los órganos competentes de acuerdo a sus respectivas competencias constitucionales, como el Congreso de la Nación, las Legislaturas Provinciales, el Ministerio de Salud de la Nación o provinciales o Entes Descentralizados, como la Administración Nacional de Medicamentos y Tecnología Médica – ANMAT -. Las fuentes del derecho sanitario son la Constitución Nacional - CN -, los tratados de Derechos Humanos con jerarquía constitucional del artículo 75 inciso 22 de la CN y la reglamentación de esta normativa primaria presente en las leyes nacionales, provinciales y sus normas derivadas de rango administrativo. Por lo tanto se puede afirmar que la legislación sanitaria es una especie del género “legislación nacional” integrante del ordenamiento jurídico - pero no reconocida como una rama del derecho -, que debe ser establecida conforme a los fundamentos y principios de la CN y los tratados internacionales incorporados con rango constitucional y debe garantizar el derecho a la salud de los habitantes del país, afianzando el

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principio de justicia en las relaciones que se producen en el ámbito de la salud.1 Por su parte, la técnica legislativa es el conjunto de procedimientos y herramientas intelectuales que se aplican a la redacción de las normas jurídicas, sean leyes, decretos, resoluciones o normas de menor rango. Este conjunto de herramientas que devienen en destrezas específicas, integran un conjunto de reglas que apuntan elaborar textos normativos sin defectos o con la menor cantidad posible de defectos.2 En este sentido podemos dividir a la técnica legislativa en formal o externa, que refiere a los procedimientos que debe seguir un proyecto de ley para convertirse en ley, y una técnica legislativa interna, que tiene que ver con la elaboración del texto de la ley referido a su contenido normativo. Decimos la ley, y como objeto de nuestro estudio, entendemos que la ley es considerada por el ciudadano común tanto como el texto escrito, como también en lo referido a su contenido, distinción que como veremos, tiene singular importancia para el derecho sanitario. La ley tiene también como origen una decisión política del legislador para impulsarla y el contenido de esta decisión debe estar plasmado en el texto normativo. Para que ese contenido sea interpretado de la mejor manera y llevado al texto normativo por el técnico legislativo debe cumplir con tres requisitos básicos:3 a) Debe tener coherencia con el resto del ordenamiento

1. Madies, Claudia y Garay, Oscar. La Legislación Sanitaria, el Digesto Jurídico y el cambio de paradigmas. Digesto Jurídico Argentino. Legislación del Bicentenario. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. 2011. Página 122.. 2. Ubertone, Fermín. La calidad del texto normativo. Ponencia del Segundo Congreso de Administración Pública – Sociedad, Gobierno y Administración Pública, Córdoba, noviembre de 2003. 3. Pérez Bourbon, Héctor. Manual de Técnica Legislativa. EDUCA. 2008. Página 18.

jurídico, de modo tal que no quede una norma aislada. b) Debe reflejar fielmente el contenido de la decisión política del legislador que tuvo la iniciativa. c) Debe interpretarse el texto legal de la misma manera por cualquier persona que lo lea, a fin de que de su interpretación unívoca consagre la seguridad jurídica del ciudadano y la misma exégesis de los jueces.

base de la finitud de los recursos del Estado para garantizar el derecho a la salud, mientras que el acceso a la salud es un supuesto regulable por la Administración, en el que se reconoce el derecho a la salud conforme a la igualdad de oportunidades que ofrecen los recursos posibles del Estado, en el establecimiento de condiciones mínimas que subvengan las necesidad de los grupos vulnerables.

En este sentido afirmamos que la técnica legislativa aplicada al derecho de la salud consiste en utilizar herramientas específicas y regladas en la elaboración de normas para que estas se inserten correctamente en el ordenamiento jurídico, sean el fiel reflejo de la decisión política que las generó y provoquen la misma interpretación en todos sus lectores, de modo tal que el atributo que destaque esta normativa sea la claridad en su comprensión, y que, de existir dificultades en el acceso a los derechos que aquellas establecen, no sea por su confusión, fallas en la redacción o errores de estructura dentro de las normas. Como en ningún otro caso, y por el profuso conocimiento social y una repercusión general diferente a otras normas, las leyes sanitarias deben ser lo comprendidas lo mejor posible por todas las personas, sean o no profesionales del derecho.

Párrafo aparte merece la consideración del destinatario desde el punto de vista de la Bioética, disciplina que contiene normas nacidas de principios y valores morales, que en el plano jurídico se denomina Biojurídica, y que, comprende, valora y asegura la dignidad de la persona humana y rescata ante todo, la vida humana, y debe establecer los correspondientes límites legales a la biomedicina y a la biotecnología. De la bioética han surgido principios rectores que en buena medida se han receptado en la Ley 26.529 de Derechos del paciente, historia clínica y consentimiento informado5, a saber: 1) de Beneficencia, es hacer el bien o no hacer el mal, se debe procurar el bienestar del paciente, causar el menor perjuicio posible, no causar daños, o sea es la búsqueda del bien y el amor por el ser humano y en general por toda la sociedad. 2) de Autonomía, es el respeto a la dignidad y a la autodeterminación de las personas, es decir el derecho a no interferir y a decidir sobre cuestiones relacionadas con el cuerpo y la vida de cada persona, y es el deber de no coartar las acciones autónomas del individuo. 3) de Justicia, parte de dar a cada quien lo suyo, es decir que la acción del médico debe estar orientada a la imparcialidad y al deber de no discriminar.6 De estos principios se derivan los postulados de la Bioética: 1) El deber de confidencialidad, que es el respeto a la intimidad y privacidad de la persona, por medio del secreto profesional. 2) El deber de veracidad, por el que se le debe comunicar al paciente con la celeridad y prudencia del caso, la verdad acerca de su estado y alternativas terapéuticas, evitando lo que se llamaba la mentira piadosa. 3) El consentimiento informado, que implica la debida información que haya sido comprendida por la persona y su libre adhesión.

III. Características de las leyes sanitarias Decíamos que la legislación se debe caracterizar por la claridad y comprensión de su normativa y que esta cualidad adquiere particular relevancia en la legislación sanitaria. Sin embargo, existen otras características, de cuyo análisis en el estado actual de la legislación sanitaria surgen muchas de las dificultades con las que el usuario se encuentra a la hora de acceder a los derechos que se consagran. Sin pretender hacer una regla general, atento a la variedad de leyes de este cuerpo legal, queremos destacar esas características a continuación, ya que son habituales en muchas de las leyes. a) Destinatarios. Tomamos el término “destinatario” en dos sentidos: 1) el de estar dirigido a los ciudadanos a quienes comprende el contenido de la ley, al decir de Kelsen, son las leyes secundarias dirigidas a los ciudadanos, en contraposición a las primarias, que van dirigidas a los funcionarios. En este sentido Alf Ross dice que “el contenido real de una norma de conducta es una directiva para el juez, mientras que la directiva al particular es una norma jurídica derivada…, deducida de aquélla”.4 2) el que destaca la generalidad del acceso al derecho humano a la salud, presente de forma categórica en nuestra CN por medio de la incorporación de los tratados de derechos humanos con jerarquía constitucional, conforme al artículo 75 inciso 22. Por su parte, la regulación expresa que la CN hace del derecho a la salud, es desde el punto de vista de los derechos de los consumidores y la relación de consumo. Distinguimos también el derecho a la salud del derecho al acceso a la salud; esta distinción parte de la

En este campo mencionamos como normativa nacional vigente al Convenio para la protección de los Derechos Humanos y la dignidad del ser humano con respecto a las aplicaciones de la Biología y la Medicina, - Convenio de Asturias o de Oviedo de 1997-7, la Ley 24.742 de Comités hospitalarios de Ética8 y el Decreto 426/989 de creación de

4. Ross, Alf. Sobre el derecho y la justicia. Capítulo II. http://www.uv.es/mariaj/textos/ ross.pdf 5. Ley 26.529 de Derechos del paciente, historia clínica y consentimiento informado. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/160000-164999/160432/norma.htm 6. Prunotto Laborde, Adolfo. Bioética y derecho. Boletín Zeus Nº 7174, 7 de Mayo de 2003. 7. Convenio de Asturias de Bioética. http://www.filosofia.org/cod/c1997ast.html 8. Ley 24.742 de Comités Hospitalarios de Ética. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/40000-44999/40993/norma.html 9. Decreto 426/98 Creación de la Comisión Nacional de Biomédica. http://www.infoleg. gov.ar/infolegInternet/anexos/50000-54999/50409/norma.html

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la Comisión Nacional de Ética Biomédica en el ámbito del Ministerio de Salud de la Nación.

en estos casos impida la correcta aplicación de la ley, entonces procede la definición.

b) Prioridad de la Salud Pública. Este principio se relaciona con el Interés Social, el Bien Común, el Orden Público y el Poder de Policía del Estado. Estos conceptos tienen que ver con las limitaciones individuales que el estado puede imponer en defensa de los derechos colectivos o en razón de una emergencia. En este sentido se destaca que los derechos individuales establecidos en la CN no son absolutos, ya que pueden ser reglamentados y restringidos en su amplitud por el mismo precepto constitucional que establece el goce de los derechos “conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio”; como ejemplo particular vale el caso de la reciente modificación de la ley de prohibición de venta de medicamentos fuera de las farmacias10, lo que garantiza la intervención de un profesional farmacéutico o de auxiliares capacitados de la farmacias, a fin de informar a los usuarios sobre las consecuencias del uso o la automedicación de medicamentos de venta libre.

El legislador utiliza la técnica definitoria cuando recepta “un término nuevo o atribuye a un término de uso común un significado no usual, o bien delimita – precisándolo a los fines de su aplicación – un término genérico”14, es decir le da a la definición un carácter estipulativo, por el que se indica con total precisión a qué concepto se refiere la ley cuando se utiliza una determinada palabra o frase.15

Por su parte, el derecho al acceso a la salud y el interés social tienen sus limitaciones individuales, que entendemos que tampoco pueden vulnerarse, como la objeción de conciencia de los profesionales de la salud intervinientes, para determinadas prácticas que puedan colisionar con sus principios éticos, morales, religiosos o su formación profesional. Para estos casos, las leyes suelen prever la obligación para los establecimientos de salud de reemplazar al profesional objetor de conciencia por otro, de modo tal que la práctica objetada por aquel se lleve a cabo igual.11

En las leyes de salud es factible la inclusión de definiciones, por lo que se deben tener en cuenta las reglas generales en cuanto a su ubicación al inicio de la ley o de la parte de la ley a la que afectan, la aplicación en entidades que trasciendan al mundo del derecho –por ejemplo no debe definirse “persona humana”-16 y en particular se debe tener en cuenta: 1) la posibilidad de que en algunos casos se establezcan en un anexo en el que se delegue la posibilidad de que la Administración lleve a cabo su modificación, de modo tal que no sea necesaria una ley para esto; y 2) la consulta a varias fuentes para establecer la definición más adecuada, entre las que debe priorizarse la opinión de la Administración. d) Establecimiento de programas y registros. El marco legal en el que la Administración debe ejecutar la ley debe quedar con el suficiente margen de operatividad, como para que no se torne ni una ley excesivamente reglamentaria que limite su aplicación, ni una ley tan escueta que implique una delegación impropia de facultades.

c) Terminología técnica y definiciones. En principio la consagración de definiciones en un texto legal debe ser evitada. Esto es porque una eventual modificación a una definición requiere el engorroso trámite de una ley y no porque se haya difundido que Dalmacio Vélez Sarsfield lo sostenía en su famosa nota del artículo 495 del Código Civil12; en realidad Vélez Sarsfield deja a salvo la definición cuando “tenga por efecto restringir la significación del término de que se sirva, a las ideas que reúnan exactamente todas las condiciones establecidas por la ley”13 y por otra parte y en el mismo sentido, si el contexto en el que el término técnico está incluido no permite su conocimiento o el sentido es diferente al uso habitual, de modo tal que

El punto justo corresponde a unas facultades suficientemente amplias que la Administración reciba, para que dentro de ese marco establezca con su propia facultad reglamentaria, el grado de aplicación correspondiente, el que siempre estará limitado por las partidas que le asigne el Congreso; en consecuencia la materia considerada y la forma establecida no deben quedar previstas conforme a la delegación de facultades en los términos del artículo 76 de la CN. En la legislación sanitaria resulta relevante el grado de amplitud con el que la Administración se pueda desenvolver, dado los mencionados caracteres propios que esa legislación tiene, como son el de interés social, bien común, orden público y poder de policía. En el mismo sentido, la creación de programas o planes concretos, resulta cuanto menos invasiva de la zona de reserva de la

10. Ley 25.567 modificatoria de la Ley 17.565 de Regulación del Ejercicio

14. Pagano, Rodolfo. Técnica Legislativa y sistemas de informática” de “Informática y

de la actividad farmacéutica. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anex-

derecho”, página 33, en página 91 Vol. 2, Depalma, Bs.As., 1988

os/160000-164999/161721/norma.html

15. Pérez Bourbon, Héctor. Obra citada. Página 45

11. Ley 26.130 Régimen para las intervenciones de contracepción quirúrgica. http://

16. Leiva Fernández, Luis, Ensayos de Derecho Civil y Técnica Legislativa, página 172,

www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/resaltaranexos/115000-119999/119260/norma.html

La Ley, Bs.As., 2007

12. http://www.consejosdederecho.com.ar/codigocivilanotado.htm 13. Vínculo citado en 6

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Administración, por lo que el texto legal debe estar referido en lo posible a la determinación de políticas públicas sanitarias. En cuanto a los registros, se suelen incluir su creación con el carácter de organismos. En el ámbito sanitario, las estadísticas, las investigaciones, las comparaciones, la denominada situación epidemiológica y el derecho a la información por los usuarios, requieren de la instrumentación de registros en el área coordinadora nacional, registro al que reporten, según los casos, las jurisdicciones. Los registros suelen tener algunos datos de acceso público, pero siempre deben respetar el derecho al resguardo y protección de los datos personales, según la ley 25.326.17 e) Coordinación y adhesión con las provincias. La salud es en general, una facultad no delegada por las jurisdicciones, por lo que el carácter rector y coordinador del Ministerio de Salud, debe quedar expresamente establecido en los temas sanitarios. Sin embargo, en el reparto de competencias legislativas de la Nación y de las Provincias, se suele distinguir entre las exclusivas, las concurrentes y las excepcionales de Nación y Provincias. En materia sanitaria y por aplicación de los artículos 5, 75 incisos 18 y 19 y 125 de la CN, las competencias para legislar son compartidas, sobre todo en el “poder de policía de bienestar”. Queda claro que no hay dificultad para considerar que el estado federal debe legislar sobre cuestiones de salud que involucren relaciones entre la Nación y Provincias, relaciones internacionales en materia de salud y tránsito inter jurisdiccional. También legisla el Congreso en los casos mencionados, en los que se privilegia a la salud pública sobre los derechos individuales; son materias de regulación del comercio y sanitario que trascienden la mera libertad de comerciar mercaderías. Por el contrario, respecto de los procedimientos administrativos que suelen tener las leyes sanitarias respecto de las sanciones, es imprescindible la adhesión, como facultad exclusiva de las provincias. De hecho, los recursos humanos con que cuenta la Administración Central no alcanzarían para cumplir las funciones para que las que es investido por las diversas leyes por lo que se ha generado un organismo de coordinación, el Consejo Federal de Salud – COFESA -, organismo colegiado que incorpora a todos los Ministros de Salud de las jurisdicciones, que si bien no tiene un poder decisorio vinculante para aquéllas, representa en cambio un ámbito de coordinación fundamental de la política sanitaria, en la que la Administración Central suele promover convenios para ejercer el poder de policía. Sobre este punto se ampliará a la hora de tratar el estado del derecho sanitario y su armonización.

Salud se interrelacionen con las del Ministerio de Desarrollo Social – de hecho comparten el edificio donde ambos ministerios se asientan -, las del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y el Ministerio de Economía, como los más destacables entre los ministerios, así como con otras áreas sin rango ministerial que dependen del Poder Ejecutivo como la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la Lucha contra el Narcotráfico - SEDRONAR - o con organismos descentralizados. Pese a que surge como una función evidente de cada organismo la de trabajar conjuntamente cuando sus competencias sean comunes en algunos aspectos, se suele incluir esta obligación –Ley 26.687 de Regulación de la publicidad, producción y consumo de los productos elaborados con tabaco, artículo 2718-, dado el complejo entramado que implica la materia sanitaria y su coordinación federal en cada área, con organismos intervinientes de las jurisdicciones. g) Establecimiento de órganos consultivos. Los derechos que promueven las leyes sanitarias generan la necesidad de participación de los sectores privados involucrados, los que en algunas ocasiones son convocados para integrar organismos consultivos que establece la propia ley. Es el caso de la Ley 26.682 de Regulación de Medicina Prepaga, la que en su artículo 27 establece un Consejo Permanente de Concertación como órgano consultivo, con representantes ad honorem del Ministerio de Salud, la Secretaría de Comercio Interior, de los usuarios y de los prestadores de salud.19 Las decisiones de estos organismos no son vinculantes, pero se generan ámbitos en los que los sectores interesados influyen en la generación de la normativa reglamentaria que los comprende. h) Financiamiento e inclusión de cobertura de prestaciones. 1) Financiamiento: tiene que ver con el régimen presupuestario y la provisión de los recursos para el cumplimiento de los objetivos. Es habitual en las leyes sanitarias la generación de gastos que el Estado debe proveer, por lo que conforme al artículo 28 de la ley 24.156 de Administración Financiera20 se exige la inclusión de normas que tengan ver con ese financiamiento y su origen en la medida que impliquen un incremento del presupuesto establecido; el origen puede ser una partida específica del presupuesto para el Ministerio de Salud, un fondo fiduciario alimentado con un aporte obligatorio de determinados

17. Ley 25.326 de Protección de datos personales. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/60000-64999/64790/texact.htm 18. Ley 26.687 de Regulación de la publicidad, producción y consumo de los productos elaborados con tabaco. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/resaltaranexos/180000-184999/183207/norma.htm Ley 26.687 de Regulación de la publicidad,

f) Relación con otras áreas de la Administración. En la función propia de cada área de la administración puede ocurrir que las competencias confluyan. En la legislación sanitaria es habitual que las facultades del Ministerio de

producción y consumo de los productos elaborados con tabaco. http://www.infoleg. gov.ar/infolegInternet/resaltaranexos/180000-184999/183207/norma.htm 19. Ley 26.682 de Regulación de Medicina Prepaga. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/resaltaranexos/180000-184999/182180/norma.html 20. Ley 24.156 de Administración Financiera. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/ anexos/0-4999/554/texact.html

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sujetos, un impuesto especial de emergencia que pagan todos los ciudadanos, etc. Por otra parte, se suele establecer la facultad que tiene el Jefe de Gabinete de Ministros, según el artículo 37 de la citada ley 24.156, de reasignar partidas para el caso de que se considere necesario impulsar alguna de las políticas antes de que el Presupuesto se la otorgue o para el caso de que el presupuesto del año siguiente no fuera aprobado por el Congreso y fuera necesario aplicar el anterior –artículo 56 de la ley 25.72521 y artículo 27 de la citada ley 24.156-. 2) Cobertura de prestaciones: El financiamiento por parte del Estado proviene de la obligación que la ley establece respecto de la cobertura de determinadas prestaciones que eventualmente se podrían incluir en el Programa Médico Obligatorio – PMO -. Consideramos que el listado de prestaciones y el rango y nivel de cobertura de determinada patología, deben ser actualizados por la Administración y el Congreso solo debe limitarse a incluir en la ley el derecho de los sujetos comprendidos. Un buen ejemplo de esta forma de legislar la cobertura asistencial es la ley 26.58822, que declara de interés nacional la atención médica, la investigación clínica y epidemiológica, la capacitación profesional en la detección temprana, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad celíaca. Párrafo aparte merece la inclusión de los llamados efectores de la salud, es decir los prestadores de los servicios médicos, los que se suelen incluir en un artículo aparte con una fórmula que no deje lugar a duda de que están todos incluidos y que en su parte común reza: “Las obras sociales enmarcadas en las Leyes 23.660 y 23.661, la obra social del Poder Judicial de la Nación, la Dirección de Ayuda Social para el Personal del Congreso de la Nación, las entidades de medicina prepaga y las entidades que brinden atención al personal de las universidades, así como también todos aquellos agentes que brinden servicios médicos asistenciales a sus afiliados independientemente de la figura jurídica que posean, deben brindar cobertura asistencial…”. Esta cobertura requiere en general de la determinación reglamentaria pero la Justicia ha fallado más de una vez que la determinación del derecho de los usuarios comprendidos en una ley se aplica en forma operativa, tal como ha ocurrido en el caso de la mencionada ley 26.588 de celiaquía.23

21. Ley 25.725 Presupuesto 2002. http://infoleg.mecon.gov.ar/infolegInternet/anexos/80000-84999/81258/texact.htm 22. Ley 26.588 de Declaración de interés nacional la atención médica, la investigación clínica y epidemiológica, la capacitación profesional en la detección temprana, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad celíaca. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/160000-164999/162428/norma.html 23. http://www.mundoceliaco.com.ar/tag/justicia/ 24. CSJN, Fallos, 237: 636, caso Mouviel, año 1957 25. http://www.anmat.gov.ar/alimentos/normativas_alimentos_caa.asp 26. http://www.anmat.gov.ar/webanmat/Codigoa/Ley_18284_1969.pdf

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i) Operatividad. La aplicación total y efectiva de una ley necesita del cumplimiento de actos que emita el Poder Ejecutivo, como la reglamentación, o de circunstancias establecidas por la propia ley, como la entrada en vigencia, las disposiciones transitorias - que rigen el proceso ordenado del sistema jurídico anterior al de la nueva ley – o la modificación y derogación de otras leyes. 1) Reglamentación. La aplicación plena de una ley de salud requiere casi siempre la reglamentación que el Poder Ejecutivo establezca en un plazo que la misma ley le determina. Este plazo rara vez se cumple, pero no creemos que implique un incumplimiento sancionable, toda vez que la reglamentación es resorte exclusivo del Poder Ejecutivo, siempre que esa demora no sea irrazonable y que no impida el acceso a los derechos consagrados por la ley. La reglamentación por parte del Poder Ejecutivo es una facultad reglada, en cuanto a que esta actividad estatal está regulada por el artículo 99 inciso 2° de la CN. Esta norma establece que la reglamentación no puede alterar el espíritu de la ley reglamentada con excepciones por lo que el Poder Ejecutivo puede reglamentar circunstancias concretas de las acciones reprimidas siempre que exista una ley anterior definida para respetar el principio de división de poderes y la garantía de “ley previa”. El Poder Ejecutivo no puede dictar esa la ley previa. Reglamentar es tornar explícita una norma que ya existe y a la que el Poder Legislativo le ha dado sustancia y contornos definidos.24 Los reglamentos son reglas de alcance general porque se aplican a los sujetos obligados que están contenidos en la ley y son también obligatorios porque provienen de la ley que los establece, por lo que no pueden derogar, ampliar, modificar y restringir el contenido de esa ley, pero sí pueden aclarar su ambigüedad o vaguedad, ya que el reglamento tiene por objeto lograr la aplicación y observancia de la ley por la sociedad. La reglamentación se suele hacer por decreto firmado por el Poder Ejecutivo, son los decretos reglamentarios o de ejecución, o por normas de menor rango – resoluciones, disposiciones, decisiones administrativas, circulares, directivas, instrucciones, etc. - que dictan los organismos de la Administración Central o de los entes descentralizados. Un caso particular de reglamentación de la legislación sanitaria es el Código Alimentario Argentino25 cuya ley marco es la 18.28426 que remite a los anexos de aquel. Cuando el Congreso debe modificar alguna disposición que tenga que ver con el contenido de los anexos –por ejemplo el artículo 12 de la ley 26.588 citada en la nota N° 16-, debe incluir una norma que le otorgue un plazo a la Administración para que lo lleve a cabo; en este caso, entendemos que no tiene potestad el Congreso para modificar directamente la legislación reglamentaria que obra en los anexos – tal como se pretende en algunos proyectos de ley -, sobre todo en un ámbito – el de los alimentos -, en el que la

compatibilización y armonización de normas con los países del Mercosur, exige la intervención de funcionarios de los organismos especializados pertinentes que solo están presentes en la Administración. En un sentido similar, entendemos que los casos de la derogación de decretos reglamentarios por parte del Congreso, cuando modifica leyes que están reglamentadas, no nos parece procedente. Es claro que la Constitución Nacional atribuye esta actividad reglamentaria al Poder Ejecutivo, por lo que éste, al advertir la sanción de una ley modificatoria que amerite cambiar la reglamentación de la ley modificada, la debe consumar en el sentido indicado por la ley modificatoria.27 2) Entrada en vigencia y normas transitorias. a) Entrada en vigencia: Las leyes sancionadas por el Poder Legislativo deben ser a continuación promulgadas por el Poder Ejecutivo en forma expresa o tácita, y con ello se dispone su cumplimiento, por lo que no alcanza con la sanción del Congreso para afirmar que una ley existe, ya que podría ser vetada por el Poder Ejecutivo. Como aún los ciudadanos no tuvieron conocimiento de su contenido, la ley no puede serles aplicada. Para que esto ocurra se necesita un último acto conjunto con la promulgación, que es la orden que el Poder Ejecutivo debe dar para su publicación en el Boletín Oficial. Para la vigencia de las leyes rige el Código Civil (Art.2°), que establece que si la ley no dispone la entrada en vigencia, ésta se cuenta a partir del octavo día de su publicación oficial. La ley no puede implicar su efecto retroactivo, salvo disposición en contrario y siempre que no se afecten derechos amparados por la Constitución. Una ley puede establecer que distintas disposiciones de su texto entren en vigencia en momentos distintos, tal como se ha establecido en la ley 26.687, de Regulación de la publicidad, promoción y consumo de los productos elaborados con tabaco; por caso sus artículos 37 (empaquetado y mensajes sanitarios en los paquetes de productos elaborados con tabaco) y 38 (publicidad de productos elaborados con tabaco) establecen respectivamente: “Art. 37.- La presente ley entrará en vigencia a partir del día siguiente al de su publicación, con excepción de lo dispuesto por los artículos 10, 11, 12 y 13, que lo harán un1 año después. Art. 38.- La instrumentación de los artículos 5º, 6º, 7º y 8º empezará a regir a partir de los ciento ochenta (180) días de la publicación de la presente ley.” El sistema de entrada en vigencia en nuestro país es el uniforme, es decir que la ley se aplica desde el mismo momento en todo el territorio; este sistema es el mayoritario en el derecho comparado, difiriendo solamente la cantidad de días que se establecen cuando la ley no determina su entrada en vigencia (en general son más días que los establecidos por nuestro Código Civil).

Otros países, como México, Chile o Brasil establecen un sistema escalonado de entrada en vigencia según la distancia existente entre el lugar en que la ley es publicada y el lugar donde se aplique. b) Normas transitorias: La sanción y promulgación de una ley implica la modificación de la realidad social y política que la comprende; este cambio no se producirá en forma instantánea por la mera existencia de la ley, sino que requiere de disposiciones transitorias para el proceso que transcurre por la aplicación de un régimen jurídico nuevo respecto del anterior. Para eso están las disposiciones transitorias.28 La aplicación de normas transitorias refiere al establecimiento de una obligación temporaria o condicional, y genérica para que los sujetos obligados por la ley modificada se acojan a determinado régimen – que puede ser la reglamentación anterior – hasta tanto ocurra la modificación de ese reglamento, o que un determinado organismo se integre con los miembros actuales hasta que la ulterior integración modificada por la ley modificatoria se pueda hacer efectiva. 3) Modificación y derogación de leyes. Si bien estas técnicas no tienen que ver estrictamente con la operatividad de la ley, no puede soslayarse que su utilización inadecuada provoca errores de interpretación, que podrían redundar en fallas u omisiones en su ejecución. La modificación apunta a la eliminación total o parcial de un articulado, el que debe ser sustituido por otro sin que se produzca su extinción total, mientras que por la derogación se elimina una ley de la legislación y sus normas quedan suprimidas del ordenamiento jurídico. Ambas técnicas tienen reglas comunes y propias, entre las comunes queremos destacar el carácter expreso y preciso de cada uno: una derogación y una modificación deben identificar con certeza la norma a la que derogan o modifican, de modo tal que no se tenga por supuesto o implícito, algo que debe ser explícito, ni se incurra en fórmulas genéricas indeterminadas de derogación como “Derogase todo lo que se oponga a la presente ley”, que generan más incertidumbres que certezas.29 Por su parte, una modificación debe ser hecha sobre la ley original y no sobre las modificatorias, ya que estas son normas instantáneas que dejaron de existir al momento de cumplir la función de modificar. Otra particularidad de las modificaciones refiere a que cuando una ley se modifica en una sola oportunidad en la mayor parte de su articulado

28. Pérez Bourbon, Héctor. Obra citada. Página 57. 29. Pérez Bourbon, Héctor. Obra citada. Página 136.

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conviene derogarla y sancionar un régimen nuevo. La derogación tiene un principio elemental que es el de” ley posterior deroga a la ley anterior”; también es recomendable derogar las leyes modificatorias, pese a que son leyes inexistentes, su inclusión expresa en una ley, contribuye a depurar la legislación. 30

IV. Estructura de las leyes sanitarias. En el marco de un modelo de estructura de una ley se pueden distinguir algunas características propias de las leyes de salud. Para esto se sugieren las siguientes divisiones temáticas que deben estar incluidas en Títulos y capítulos, de acuerdo al siguiente orden: 1) Objeto: debe estar claramente establecido en el primer artículo determinando el tema que se quiere legislar. 2) Ámbito territorial: las leyes sanitarias se aplican en todo el territorio salvo para los casos de emergencias sanitarias, en las que se determina una determinada zona o municipio donde solo se aplican las normas relativas a la emergencia, como la aplicación de una vacuna o ya en un ámbito más relacionado con la asistencia social, las exenciones fiscales; 3) Ámbito personal: refiere a los sujetos a los que se aplica y remitimos a lo expresado en el inciso a) del punto I de este trabajo. 4) Definiciones: remitimos a lo expresado en el inciso c) del punto I de este trabajo. 5) Objetivos: se plantean fines de la ley que amplían el objeto, pero que serán particularizados en el resto del articulado. Son propósitos generales que dan marco e introducen los grandes temas que en la ley se regulan, aplicando la norma general de la estructura de una ley sobre legislar primero lo general y después lo particular. 6) Autoridad de aplicación: es conveniente que esté entre los primeros artículos para luego referir en el resto del texto a una autoridad que ya esté creada o mencionada, de modo tal que no se haga referencia a un organismo que no surge del texto hasta ese momento. Se deben establecer su integración, funciones y funcionamiento. Las funciones y funcionamiento remiten a la competencia de las personas jurídicas - o la capacidad para los órganos administrativos -; a diferencia de lo que sucede con relación a la capacidad en el derecho privado, es la excepción, es decir, que en el ámbito del derecho admi-

30. Pérez Bourbon, Héctor. Obra citada. Página 137.

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nistrativo, la competencia debe estar otorgada en forma expresa o estar razonablemente implícita en la expresa. La competencia no se supone, y debe surgir directa o indirectamente de una norma que la impute al órgano de que se trate. En ese sentido, la ley 19.549 de Procedimientos Administrativos, dispone que la competencia de los órganos administrativos, será la que resulte, según los casos, de la CN, de las leyes y de los reglamentos dictados en su consecuencia, y que su ejercicio es una obligación de la autoridad o del órgano correspondiente (Art. 3°, Ley 19.549). 7) Parte especial: se establecen después de las normas generales referidas a fines y objetivos y están ordenadas por tema y en capítulos o en la forma que se haya elegido. Entre estas normas pueden estar: contenido de la política pública sanitaria que se establece, obligaciones de los sujetos, requisitos para acceder a un derecho o para que un establecimiento o actividad funcione y normas referidas a la defensa e información del usuario y a la capacitación, entre otras; 8) Sanciones: los regímenes sancionatorios relacionan al derecho administrativo con el penal, ya que el concepto de sanción, remite en esencia al tipo penal y a su pena. El poder sancionador del Estado es una de sus prerrogativas, es de carácter irrenunciable, intransferible e imprescriptible. Esta facultad utilizada en el marco del mencionado Poder de Policía del Estado: es otorgada por la ley, por lo tanto es genérica y no tiene un objeto determinado, ya que la ley la crea con un contenido preciso y razonable, aplicable a un universo de sujetos. En el régimen sancionatorio se debe establecer claramente el procedimiento y sobre todo, detallar cada una de las conductas que resultarán infracciones, así como las sanciones propiamente dichas. Se recomienda establecer distintos niveles de sanciones según la gravedad de la infracción. También es recomendable delegar en el organismo oficial que mide los precios, la actualización de las sanciones que sean multas pecuniarias. La aplicación de sanciones a los administrados requiere de la consideración de principios que hacen a los derechos fundamentales como son los de defensa, igualdad, legalidad y reserva de ley, y más concretamente respecto del Derecho administrativo, los de razonabilidad e informalismo a favor de los usuarios. Destacamos el principio de legalidad, que lleva consigo el de reserva de ley, por el que la sujeción de hechos a la aplicación y ejecución de normas que tengan rango de ley y que provengan del Poder Público, implica necesariamente que aquellas deben ser compartidas entre el Poder Ejecutivo y el Judicial, es decir la revisión que este último hace, es parte de la distribución de competencias atribuidas por la norma de rango legal. En este sentido, entendemos que el principio de legalidad que rige en materia de “sanciones administrativas en sentido estricto” es el principio de legalidad administrativa, ya que las conductas deberán estar descriptas, tipificadas y establecida la correspondiente sanción en el “ordenamiento jurídico-administrativo”; no es necesario entonces, exigir la existencia

de una ley en sentido formal, sino que alcanza una mera “cobertura legal” en los términos antes señalados”.31 El principio de legalidad como valla que la CN impone a la Administración a través del control judicial de sus actos, nos lleva a la mención de los requisitos constitucionales mínimos que la Corte estableció para la configuración de un control judicial suficiente y adecuado en el “leading case” Fernández Arias.32 En este caso, la Corte estableció que habrá control suficiente cuando se les reconozca a los litigantes el derecho a interponer recursos ante los jueces ordinarios y cuando se les niegue a los tribunales administrativos la potestad de dictar resoluciones finales que hagan cosa juzgada, en cuanto a los hechos y al derecho controvertido. 9) Financiamiento: remitimos a lo expresado en el inciso h) del punto III de este trabajo; 10) Disposiciones finales: en esta división se incluyen las normas de adhesión por parte de las provincias, las que tengan que ver con la incorporación de la ley a la legislación - las derogaciones y las normas transitorias - y la reglamentación en un plazo determinado, temas que hemos abordado en el inciso i) del punto III sobre operatividad, al que remitimos. Por último, una ley siempre tiene un artículo de forma por el que la autoridad parlamentaria debe comunicar la ley sancionada al Poder Ejecutivo; atento a que cumplida esta comunicación perdería su razón de ser, la práctica le ha dado una función estructural como es la de establecer un final, señalando a su artículo anterior, como el último de la ley.33 Esta función estructural resulta importante a la hora de la incorporación de nuevos artículos a la ley, de modo tal que en las ulteriores modificaciones se mantenga el numeral del artículo de forma y se agreguen los artículos nuevos, debajo de los artículos originales de tema similar, con las locuciones latinas bis, ter, quater, quinquies, etc., técnica que pese a sus resistencias, se sigue utilizando.34

V. El Digesto Jurídico Argentino y el estado de la legislación sanitaria. El Digesto Jurídico Argentino es el primer aporte institucionalizado al ordenamiento legal del Estado en el que se han depurado las leyes de la Nación sancionadas desde 1853. Su objetivo es promover la seguridad jurídica, la transparencia y la facilidad de acceso y funcionamiento de la Justicia. Esta obra titánica recientemente presentada35, aunque todavía en estudio, depuró el ordenamiento jurídico, reduciéndolo a 3.104 normas vigentes.

constitucionales y de facto, con distintas numeraciones y distintos tipos de normas, las que en muchos casos se superpusieron o fueron modificadas o incluso derogadas de forma implícita o por desuso, produciendo una maraña compleja de normas que, solo provoca falta de certidumbre y falta de acceso a los derechos que consagran. Esta situación, a la que el derecho sanitario no es ajeno, hizo que desde la década de 1950 se produjeran diversas iniciativas para ordenar el ordenamiento jurídico, las que se concretaron recién en 1998 con la mencionada Ley 24.967 que reza como objetivo: “fijar los principios y el procedimiento para contar con un régimen de consolidación de las leyes nacionales generales vigentes y su reglamentación.”36 Esta obra se orienta en el sentido de aplicar la técnica de la consolidación legislativa, la que opera eliminando de la legislación no solo las normas derogadas expresamente, sino también las que perdieron su vigencia en forma implícita, las que resultaron incompatibles con la sanción de un nuevo régimen, las que dejaron de utilizarse por desuso y las que simplemente cumplieron su objeto. El remanente de esta consolidación, denominado por el artículo 4° de la ley como “derecho positivo no vigente”, tendrá un valor jurídico equivalente “a los principios generales del derecho en los términos del artículo 16 del Código Civil”. Lo importante del régimen establecido es la obligación de actualizar la legislación permanentemente y con el mismo sistema, de modo tal que el Digesto sea el ordenamiento vigente en forma simultánea con las derogaciones, modificaciones e incorporaciones legislativas.

V. 1. El derecho sanitario en el Digesto El derecho sanitario, expresión acuñada en la década de 1950 merced a los proyectos de Código de Derecho Sanitario de principios de esa década, comprende los supuestos específicos en pos de fines sociales y comunitarios que tienen a la salud como objeto. Es en base a los principios de consenso que la comunidad internacional promueve desde hace varias décadas, en los que se fundamenta la creciente importancia e impulso de normas de carácter sanitario, cuya impronta se traslada al derecho interno e implica una consideración operativa y estudio sistemáticos y autónomos.

31. Rocha Pereyra, Gerónimo. Sobre el Derecho Administrativo Sancionador, elaborado

La fuente del Digesto proviene de la ley 24.967 del año 1998, sancionada por el Congreso en función de su competencia establecida por el artículo 75 CN inciso 12, el que dice que compete a aquel el dictado de los códigos de legislación de fondo “en cuerpos unificados o separados”. La causa del Digesto es la profusa sanción de normas de nivel legislativo desde 1853 por parte de gobiernos

sobre la base de la Tesina presentada en el Curso de Especialización en Derecho Administrativo Económico. Revista de Derecho Administrativo (REDA) N° 43, abril de 2003. Editorial Lexis Nexis. 32. CSJN “Fernández Arias c/ Poggio s/ sucesión”. Fallos, 247:646 (1960). 33. Sagripanti, Sandra. Artículo de forma. http://www1.hcdn.gov.ar/dependencias/dip/ publicacion/RevDerPar13.pdf 34. Clavell Borras, Javier. “Introducción a la Técnica Legislativa”, página 72. Banco de Boston, Bs. As.1984 35. http://www.jus.gov.ar/prensa/noticia.aspx?id=984 36. Ley 24.967. Digesto Jurídico Argentino. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/ anexos/50000-54999/51470/norma.htm

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Sin embargo, el derecho sanitario no ha sido incluido con este carácter autónomo en el Digesto Jurídico Argentino. El artículo 7° de la ley 24.967 estableció veintiséis (26) categorías en las que se encasillarían las leyes y la normativa reglamentaria. Dice el artículo 7°: “Categorías. Las leyes y reglamentos que integren el Digesto Jurídico Argentino se identificarán por su categoría con la letra correspondiente, que individualizarán la rama de la ciencia del Derecho a la que corresponde, a saber: A) Administrativo; B) Aduanero; C) Aeronáutico - Espacial; D) Bancario, Monetario y Financiero; E) Civil; F) Comercial; G) Comunitario; H) Constitucional; I) de la Comunicación; J) Diplomático y Consular; K) Económico; L) Impositivo; M) Industrial; N) Internacional Privado; O) Internacional Público; P) Laboral; Q) Medio Ambiente; R) Militar; S) Penal; T) Político; U) Procesal Civil y Comercial; V) Procesal Penal; W) Público Provincial y Municipal; X) Recursos Naturales; Y) Seguridad Social; Z) Transporte y Seguros”. Esta falta de inclusión de la legislación sanitaria en las categorías que se establecieron contrasta con la de otras ramas novedosas que se han incorporado como el derecho industrial, u otras de menor autonomía como el derecho diplomático y consular; en este sentido creemos que se ha soslayado la importancia del derecho sanitario, dado su carácter autónomo, sistemático y de materia y contenido concretos. Estas divisiones obligaron a diseminar la legislación sanitaria por las otras ramas establecidas, como la de derecho administrativo, derecho civil, derecho del medio ambiente y derecho de la seguridad social, entre otras, lo que seguramente no va a contribuir a resolver de forma decisiva el complejo entramado legal que este cuerpo legal plantea. Sin embargo, por lo menos desde un punto de vista operativo y de hecho, el derecho sanitario ha sido separado en el Digesto Jurídico Argentino. De esto da cuenta la presentación reciente del Digesto y su informe adjunto publicado por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos37, en el que la mentada legislación especial ha merecido un capítulo aparte, con la intervención de los profesionales del derecho del Ministerio de Salud de la Nación. En este sentido, y tomando un criterio estricto de considerar una legislación que concretara la socialización de la medicina y una “semisocialización” de la farmacia, se detectaron cincuenta y cinco (55) normas sanitarias vigentes, las que fueron incluidas en las ramas de derecho administrativo, derecho civil, derecho de la seguridad social y derecho ambiental.38

V.2. Estado del derecho sanitario. En el inciso e) del punto III de este trabajo habíamos destacado la distribución de competencias entre la Nación y las Provincias y a la Ciudad de Buenos Aires en materia sanitaria, así como el carácter no delegado en la competencia federal, que su legislación tiene. La distinción de facultades conduce a destacar que a la Nación y las Jurisdicciones tienen como competencia concurrente en materia de policía de bienestar, tiene la Nación competencia exclusiva en leyes de promoción del bienestar general y bien común, sobre la formación de profesionales, tránsito inter jurisdiccional y lo referido a lo pertinente en materia de tratados internacionales sobre salud y que las Jurisdicciones tienen su competencia exclusiva en materia de poder de policía sanitario respecto de la salubridad, moralidad, seguridad pública y habilitación. A esta característica jurisdiccional que significa el dictado de legislación por veinticinco (25) jurisdicciones – Nación, Ciudad de Buenos Aires y Provincias -, se le debe agregar la sucesión de distintos tipos de gobierno – constitucionales y de facto -, los gobiernos de distinto signo político, el anacronismo que implica la legislación de distintas épocas, la falta de articulación y de consenso previo entre las Jurisdicciones. Las consecuencias de estas diferentes fuentes generadoras de derecho y del profuso dictado del derecho sanitario son la fragmentación, la falta de un sistema integrado y racional entre la Nación y las Provincias, un estado general de desarmonía que puede generar desigual acceso del mismo derecho a la salud por parte de ciudadanos de distintas jurisdicciones, el exceso descontrolado de legislación, sobreabundante y superpuesta – en técnica legislativa se llama “contaminación legislativa” -, la falta de información por parte de los ciudadanos y en definitiva la falta de certeza en el acceso a los derechos que las leyes sanitarias consagran. Destacamos en este tema a la “contaminación legislativa”, a la que definimos como el crecimiento descontrolado de normas que surgen por la sanción de nuevos regímenes legales cuyos preceptos podrían estar incluidos en otras

37. Digesto Jurídico Argentino. Legislación del Bicentenario. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. 2011 38. Madies, Claudia y Garay, Oscar. Digesto Jurídico Argentino. Legislación del Bicentenario. Página 125. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. 2011

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leyes ya vigentes – y por lo tanto solo se deberían modificar éstas - o por la falta de eliminación de legislación modificatoria implícita o de la que ya cumplió su objeto. A esta abundancia legal que tachamos de nociva, se le podría agregar un componente que es habitual en la legislación sanitaria: la falta de criterio utilizado en la redacción de modificaciones de leyes vigentes, en las que esa modificación queda expresada de manera diferente o fuera de contexto a cómo está la ley modificada, por ejemplo la incorporación en el año 2006 de un párrafo en el inciso c) del artículo 6° de la ley 25.673 del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable.39 La complejidad legislativa resultante de la contaminación legislativa obstaculiza las siguientes acciones, en los siguientes actores:40 a) al Ciudadano el entendimiento claro y simple de las normas vigentes que lo rigen y que debe observar; b) a la Administración la correcta gestión de los asuntos públicos; c) al Congreso o al Parlamento, el coherente desarrollo de la actividad legislativa, razón central de su existencia; y, d) a la Justicia la tarea de impartir la misma en forma rápida, certera y tempestiva. En definitiva el estado de nuestra legislación - y en particular en el de la legislación sanitaria - se define por el vocablo desorden con sus componentes de fragmentación, incoherencia, superposición, inflación, contaminación, oscuridad y desconocimiento de las leyes.41

VI. Conclusiones Hemos analizado las características, la estructura y la situación del derecho sanitario. Estos antecedentes nos permiten avanzar en algunas conclusiones y en el planteo de algunas soluciones. En primer lugar, el diagnóstico en cuanto a la situación del derecho sanitario desde el punto de vista de la técnica legislativa es sombrío. La fragmentación, la contaminación legislativa, la falta de certeza, la superposición de normas, la falta de igualdad en el acceso al derecho a la salud, son algunas de sus fallas emergentes. Por otra parte, las características y la estructura del derecho sanitario, tal como han sido descriptos, permiten un análisis técnico que ratifica el estado de situación diagnosticado. Por último el Digesto Jurídico Argentino, aún sin haber incluido al derecho sanitario, es un avance y un reconocimiento de las falencias mencionadas, que se extienden a todo el ordenamiento jurídico nacional. En este sentido queremos plantear desde nuestra opinión algunas soluciones al estado de crisis del derecho sanitario: I) Ley General – o Federal – de Salud: hemos considerado en el punto V.1 el proyecto discontinuado del Código de Derecho Sanitario, que podría ser el origen de este pro-

yecto de una Ley General de Salud, que otros países ya concretaron (México, España, Perú, Chile, etc.). Esta ley sería un marco ideal para concretar el llamado “Federalismo Cooperativo” – o de Concertación – por el que queden enmarcadas de un modo más preciso las competencias de las Jurisdicciones. Por su parte, se regularía en una ley lo que hoy está diseminado y se encararía una propuesta de coordinación entre los tres (3) subsectores de la salud: Estado, Obras Sociales y Empresas de Medicina Prepaga. Esta ley marco debería incluir una “tabla axiológica” que garantice una legislación equitativa en la que se particularicen derechos constitucionales básicos relacionados con la salud42, a la que hay que complementar con la adopción del método de la evidencia científica en su redacción y elaboración, lo que “implica estudiar e investigar en base a las pruebas y datos objetivos que emanan de toda la legislación sanitaria, y extraer las conclusiones científicas con el propósito de ayudar al legislador a tomar decisiones fundadas, produciendo como consecuencia, legislación en salud racional y equitativa.”43 II) Coordinación inter jurisdiccional: La marcada desarmonía que caracteriza al derecho sanitario se puede corregir desde una visión de política pública sanitaria con la participación de los actores involucrados. Es por esto que el Consejo Federal de Salud – COFESA, creado por ley 23.373 - congrega a las autoridades máximas sanitarias de las Jurisdicciones, para que junto con el Ministerio de Salud de la Nación lleven a cabo consensos que permitan la aplicación de esas políticas de manera coordinada e igualitaria. Un incipiente paso – todavía no es ley - que se está concretando en estos últimos años es el Consejo Federal Legislativo de Salud – COFELESA44-, que integran legisladores provinciales y nacionales de las Comisiones de Salud o similares de todo el país; su objetivo es la armonización de la legislación sanitaria y la consideración de consensos y propuestas por parte de quienes son los que dictarán la legislación pertinente. En la medida que se impulse el funcionamiento de estos organismos en la concreción de sus objetivos, se contribuiría a frenar en gran medida la fragmentación y desarmonía legislativas. III) El Digesto Jurídico Argentino: la importancia de esta magna obra hay que destacarla como un paso en la depuración de la legislación innecesaria y en el acceso de la legislación vigente por los ciudadanos. Este proceso ayudará a acercar a estos ciudadanos a un derecho sanitario más igualitario, aunque no es la panacea mágica de este 39. Ley 25.673 del Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/75000-79999/79831/texact.htm 40. Garay, Oscar. www.unesco.org.uy/mab/fileadmin/shs/redbioetica/Garay.doc 41. Brenna, Ramón G., El ordenamiento de las leyes, La Ley 2001-A, 987. 42. Madies, Claudia y Garay, Oscar. Ob. Citada. Página 127 43. Garay, Oscar. www.unesco.org.uy/mab/fileadmin/shs/redbioetica/Garay.doc 44. http://www.diputados.sanluis.gov.ar/diputadosasp/paginas/InfoPrensaDetalle. asp?TemaId=1&InfoPrensaId=428 45. LEGISALUD. http://leg.msal.gov.ar/ 46. Resolución Min. Salud 1673/2007. LEGISALUD. http://www.infoleg.gov.ar/infolegInternet/anexos/135000-139999/135869/norma.htm

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objetivo. IV) Bases de datos de Derecho Sanitario: el acceso a la información es uno de los derechos fundamentales en los que se basa el derecho a la salud y el de la relación de consumo. En la Argentina existen varias bases que se han generado respecto de temas particulares de la salud, pero queremos destacar una, creada en el ámbito del Ministerio de Salud – Legisalud45 - mediante la Resolución MS 1673/200746, y que contiene una base digital de consulta de toda la Legislación Sanitaria Nacional y Provincial de la República Argentina a texto completo – salvo el Código Alimentario Argentino -. También comprende normativa relacionada con Derechos Humanos y comunitaria sobre salud del MERCOSUR, de la UNASUR y documentos nacionales e internacionales sobre Bioética. Esta base resulta eficaz a los fines del acceso a la información y los derechos que promueven las leyes de salud y resultará sumamente útil para quienes trabajen en la armonización legislativa de este cuerpo legal. V) Manual de Técnica Legislativa: si bien estas guías son habituales en algunas legislaturas, no siempre son de uso obligatorio; su aplicación se limita a una referencia no vinculante, lo que limita la eficacia de sus directivas. La obligatoriedad de reglas de técnica legislativa y la especialización en la materia sanitaria, sin duda redundaría en la concreción de los objetivos de armonización y certeza que este trabajo plantea. El derecho sanitario adquiere una autonomía e importancia crecientes, lo que promueve una mayor actividad legislativa. Varias leyes de particular importancia fueron sancionadas en los últimos dos (2) años: Ley 26.687 de Regulación de la publicidad, promoción y consumo de los productos elaborados con tabaco, Ley 26.689 de Promoción del cuidado integral de personas con enfermedades poco frecuentes, Ley 26.688 de Declaración de interés nacional la investigación y producción pública de medicamentos, materias primas para la producción de medicamentos, vacunas y productos médicos, Ley 26.682 del Marco Regulatorio de Medicina Prepaga, Ley 26.657 de Derecho a la Protección de la Salud Mental, Ley 26.588 de Declaración de interés nacional la atención médica, la investigación clínica y epidemiológica, la capacitación profesional en la detección temprana, diagnóstico y tratamiento de la enfermedad celíaca, su difusión y el acceso a los alimentos libres de gluten, Ley 26.586 de Creación del Programa Nacional de Educación y Prevención sobre las Adicciones y el Consumo Indebido de Drogas, Ley 26.567 de Prohibición de venta de medicamentos fuera de las farmacias, Ley 26.548 del Archivo Nacional de Datos Genéticos y la 26.529 de Derechos del paciente, historia clínica y consentimiento informado. Estos avances logrados en materia de legislación sanitaria

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y el Digesto Jurídico como punto de partida para la actualización de la legislación, representan cambios significativos en cuanto a la concepción de la salud en el rango legislativo y además, un avance en pos de la integración del sistema de salud en el marco del federalismo cooperativo o de concertación, base fundamental de nuestro sistema de gobierno.

*Ignacio Millé Abogado Asesor de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación

VII.- Bibliografía Diccionario de Términos Parlamentarios. Imprenta del Congreso de la Nación, Bs.As., 2008. Digesto Jurídico Argentino, Legislación del Bicentenario. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, Bs.As., 2011. Recalde, M.Cecilia. Nuestra Constitución, El Derecho, Bs.As., 2006. Ekmekdjián, Miguel. Análisis Pedagógico de la Constitución Nacional, Depalma, Bs. As., 1996. Ross, Alf. Sobre el derecho y la justicia. http://www.uv.es/ mariaj/textos/ross.pdf López Olvera. Miguel A. Técnica Legislativa, Mc. GrawHill, México, 2002. Pérez Bourbon, Héctor. Manual de Técnica Legislativa, Fundación Adenauer, Bs.As., 2008. Meehan, José H. Teoría y técnicas legislativas, Depalma, Bs.As., 1976. Luis Leiva Fernández. Ensayos de Derecho Civil y Técnica Legislativa, La Ley, Bs.As. 2007. Clavell Borras, Javier. “Introducción a la Técnica Legislativa”, Banco de Boston, Bs. As.,1984. Clavell Borrás, Javier. Como redactar mejor. Librería “El foro”, Bs.As., 1992. Pagano, Rodolfo. Técnica Legislativa y sistemas de informática” de “Informática y derecho”, Depalma, Bs.As., 1988. Revista de Derecho parlamentario N° 1. Imprenta del Congreso de la Nación, Bs.As., 1987.

Por José Manuel Martinez*

POSMODERNIDAD Y DIALÉCTICA The ultimate notion or Begriff is then a fully self-sufficient concept which is a kind of causa sui or “cause of itself”; Spinoza´s “God or Nature” would be an appropriate analogy… Fredric Jameson1

La dialéctica moderna es resultado de la teoría del conocimiento de la ilustración. Una vez definidas las condiciones del conocimiento ilustrado, objetivo y racional, permanecían zonas de perplejidad cognitiva, las aporías de la razón, a las que hacía referencia Kant. La relectura hegeliana de esas aporías como contradicciones productivas no terminó con la cuestión. Como se sabe corrió mucha agua en el río del pensamiento y fue común pensar en la dialéctica como un sistema y un método cancelado junto con el siglo XIX, particularmente cuando ciertas formas dialécticas habían perdido su sentido cognitivo para transformarse en verdadera propaganda. La dialéctica pudo pensarse entonces, como una de las formas del delirio totalizante del yo o como un sistema totalizante de naturaleza puramente ideológica. El conocimiento no ideológico en cambio, mantuvo las mismas pretensiones de verdad que la dialéctica reclamaba para sí; la naturaleza de estas verdades difería: para el conocimiento dialéctico, en todo caso era el todo el que podía reclamar una verdad histórica; en cambio para el conocimiento positivista tanto el método dialéctico como su posible sistematicidad eran falsos ya que no remitían

1. Jameson, Fredric, Valences of Dialectic. Verso: London, 2010; en referencia a Hegel.

a una fuente de verificabilidad subjetiva observacional. Cuando la dialéctica pretendió refutar esa pretensión atomística del positivismo, como lo hizo Hegel y el materialismo dialéctico vulgar, mostró su propio origen iluminista, siendo a su vez absolutista o tercamente historicista, fundamentalmente por su teleologismo. La perspectiva del todo pareció eclipsada y con ello la ética racional, el gran arte y finalmente se llegó a cuestionar hasta la validez de un derecho internacional común a todas las naciones y a todos los hombres y mujeres. Sin embargo, después de la Segunda Guerra Mundial sólo algún pensamiento recalcitrantemente contra-fáctico había podido negar que el historicismo nacionalista que se autoproclamaba hegeliano y las formas totalitarias del materialismo dialéctico fueran falsas ideologías, formas de falsa conciencia. Esas ideologías materiales hegemónicamente excluyentes fueron algo más que teorías erradas o mala poesía y con su caducidad pudieron haber reducido la dialéctica a la mera historia de la filosofía, al menos hasta la topología del deseo de Lacan, la hermenéutica de lo negativo de Bataille y la Dialéctica Negativa de Adorno, con sus indagaciones en el lenguaje del deseo, la relación entre sinsentido y lenguaje y la problemática de la reducción del conocimiento a dominación. La posmodernidad vuelve a plantear con alto grado de escepticismo los problemas de un potencial “absoluto”, básicamente negándolo. El pensamiento posmoderno en sus formas pirrónicas extremas deriva hacia las formas del escepticismo clásico más radical. ¿El punto de vista de la totalidad está completamente fuera de consideración? Entonces: ¿es cosa sólo de temperamento elegir entre epistemologías más o menos modernas o asimilar el conocimiento al poder o algún otro sustituto metafísico de derivación como el “sacrificio” o el “compromiso”? ¿El todo de las relaciones sociales o de la cultura queda fuera de consideración en pleno desarrollo de la globalización? Voy a enunciar sólo algunos mínimos puntos para argumentar que no es así y que el método dialéctico tiene mucho que hacer con totalizaciones empíricas de vital importancia para la crítica. Para el pensamiento posmoderno, tanto las ideologías materiales de la historia y la sociedad, como la teoría de la ideología, con la que las teorías de carácter crítico señalaban los “errores” de la “falsa consciencia”, como una re-

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futación cognitiva de carácter observacional subjetivo, no pasan de ser dimensiones de una praxis grupal anacrónica, fijada en la repetición de los juegos hegemónicos triviales de una consciencia cínica. “Absoluto” sería entonces el término que designa a una mala “totalización”. Pero, como ya sugerí, ¿hay totalizaciones postmodernas? ¿Cuál es el papel de la negación en un contexto postmoderno? ¿Qué es lo “real” y “para quién”? La respuesta a estas preguntas filosóficas de trascendencia práctica (ética, estética y jurídica) depende fundamentalmente de dos cosas, a saber: de cómo se piensen la posmodernidad2 y la dialéctica (básicamente depende del abandono de los sistemas más o menos metafísicos o absolutos fundados en la “identidad” y en la “positividad” del sistema, para dar lugar a nuevas lecturas dialécticas de “lo real”)3. Relacionar los pensamientos críticos contemporáneos es un paso difícil pero necesario para el análisis dialéctico; no se trata sólo de oponerlos, como tampoco pueden excluirse entre sí; es particularmente fértil la relación entre el binarismo estructuralista y el carácter in-esencial del concepto en Adorno, por un lado y por otro la Deconstrucción y las dialécticas criticas contemporáneas que no pueden ser sino negativas y deconstructivas, es decir no identitarias y no sistémicas4. Esa relación ya fue propuesta aunque en una forma más antagónica por la Teoría Crítica. En todo caso no es el debate Popper-Adorno sino la Teoría Estética de Adorno5 el modelo de relación entre teorías contemporáneas6. Al hacer la crítica de la cultura, Adorno ponía en juego teorías no alineadas, ni subsumibles en una genericidad; los todos interpretativos abiertos son diferentes, irreductibles a sistema, pero mapean y replican formas de la cultura cuyas relaciones ya no aparecen cerradas. El programa adorniano-jamesoniano de análisis dialéctico, fecundo en relaciones entre la posmodernidad y la dialéctica funda sus operaciones interpretativas en una indagación en lo real que mapea y replica dialécticamente las totalidades empíricas analizadas (indagación siempre hipotética de un noúmeno detrás de los fenómenos ideológicos culturales) y para ello entra en relación con un campo teórico-crítico abierto.

4) La crítica se produce como una dialéctica deconstructiva de carácter parcial, o lo que es lo mismo, hay dialécticas en un doble sentido: producciones independientes irreductibles entre sí y críticas “especiales”. En las 438 páginas de Postmodernism, Jameson nos proporcionó modelos de deconstrucción dialéctica, en las 625 páginas de Valences of the Dialectic completó ese trabajo al nivel de la dialéctica en general. Primero replicó dialécticamente los procesos del sistema del capitalismo tardío en un mapeo exhaustivo de la cultura contemporánea, ahora generaliza este punto de vista y lo extiende a todo el pensamiento contemporáneo, particularmente al más crítico. Entonces, podemos concluir con Jameson que si hay alguna chance de aproximación –intermitente- a lo Real es precisamente por la replicación deconstructiva y dialécticamente mediadora de los procesos de mapeo desde los que se pueden plantear propuestas, siempre provisorias, a la cuestión de los todos de la cultura.

*José Manuel MARTINEZ [email protected]

2. En Postmodernism, or, The Cultural Logic of Late Capitalism, Durham: Duke University Press, F. Jameson hace depender la definición de posmoderno de las características propias del capitalismo tardío, globalización, dominio de la circulación, abstracción de las relaciones sociales, dominio del proceso sobre la “cosa” y el “sujeto”, es decir la radicalización de las notas que T.W.Adorno observaba en su Dialéctica Negativa, 3. La cuestión de la Aufhebung es el punto crucial para las dialécticas contemporáneas: su desplazamiento (que podríamos llamar la tesis Bataille-Derridá; cfr.: Derrida, Jacques, La Escritura y la Diferencia, Anthropos: Barcelona, 1989; particulrmente pp. 377 y siguientes) o su supresión (tesis Adorno-Jameson; cfr.: F.Jameson, Valences of Dialectics, II. Hegel Without Aufhebung)) decide acerca del carácter epistémico del análisis. En el texto sigo la segunda tesis que no justifico por falta de espacio: la remisión al conjunto de la obra de T.W. Adorno y de F- Jameson es obligada.

Para terminar esta breve presentación, quiero proponer algunas condiciones mínimas de producción del análisis teórico dialéctico contemporáneo, que pongo a la consideración del lector: 1) Hay una continuidad fragmentaria entre el proyecto ilustrado que es radicalizado por el análisis dialéctico posmoderno (es decir que hay un conocimiento verdadero que va más allá de lo que meramente “aparece”7. 2) Pero la dialéctica no es una filosofía primera; la negación del carácter absoluto de la dialéctica y de todo sistema cultural es condición de posibilidad para el pensamiento contemporáneo y la crítica desde esta perspectiva supone un cambio antropológico todavía inacabado. La Aufhebung como “pliegue” deleuziano, como fracaso del concepto, restituye también el lugar eminente de lo que “aparece” en el análisis dialéctico. 3) El binarismo de lo que “aparece” tiene sus ironías ya que la economía es cognoscible; junto con el carácter cognitivo afirmativo-negativo de la organización social8, el análisis económico-antropológico es un fundamento dialéctico de las actividades críticas de la cultura.

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4. Cfr.: F. Jameson, Valences of Dialectics, pp. 17 y 18: siguiendo a T.W. Adorno, se opone a la noción de las cosas y los conceptos como entidades positivas: concepts are necessarily defined against each other, and come in constellations, of which the binary pair is only the simplest and more rudimentary form… dice; … binary opposition is the paradigmatic form of all ideology… and that therefore, far from being celebrated as the elementary structure of all meaning, it is rather to be tracked down as the fundamental mechanism of all false consciousness and social and political error. En cuanto a la deconstrucción, en el capítulo 3 – Hegel´s Contemporary Critics - del mismo libro, F. Jameson rescata la crítica de la Aufhebung como repetición, por parte de Derrida (p. 105), la “negatividad” en Deleuze (p. 114) y la “exterioridad” en Blanchot: language as far as posible of itself... outside of itself ( p. 122). 5. Adorno, T.W., Teoría Estética, Orbis: Buenos Aires, 1983. Piénsese en las teorías de Berg y Schönberg, pero también en Valéry, Brecht y Benjamin, y naturalmente, en Beckett y la negativa a la interpretación (Cfr.: op.cit. p. 44). 2. En Postmodernism, or, The Cultural Logic of Late Capitalism, Durham: Duke University 6. F. Jameson, Postmodernism, op. cit., cfr. capítulo 7: Theory, Inmanence and Nominalism in Postmodern Theoretical Discourse. 7. Para la relación entre “verdad” y “apariencia”, cfr.: Wellmer, Albrecht, Sobre la dialéctica de modernidad y postmodernidad. La balsa de la Medusa: Madrid, 1993. 8. Cfr.: F. Jameson, Postmodernism, op. cit., cap. 8, Economics; también del mismo autor la op. cit. Valences of the Dialectic, capítulos 17 y 18: Globalization as a Philosophical Issue y Globalization and Political Strategy.

Por Patricia Vazquez Fernández - Verónica Garro*

CRÓNICA: SYDNEY LAMB Y LA ORGANIZACION DE LA INFORMACIÓN DEL CEREBRO. Introducción El conocido neurolingüista Sydney Lamb visitó nuestro país a fines del 2011, y sólo un reducido grupo de especialistas tuvimos oportunidad de disfrutar de su disertación sobre la organización de la información en el cerebro y las columnas corticales. Lamb, actualmente en la universidad de Rice, (EEUU) ha merecido el reconocimiento unánime de la comunidad científica como creador de la teoría de redes relacionales del lenguaje, que otrora se conociera como teoría de la lingüística estratificacional. En estos momentos está transitando la formulación de una teoría aglutinante, que le permitirá vincular los tres grandes nodos de su perspectiva: la teoría de las redes relacionales, las estructuras neurológicas y los procesos del pensamiento. Con Pathways of the brain, a ser editado próximamente en castellano, estableció la primera teoría que intenta explicar el lenguaje enmarcado en el plano biodinámico cerebral. Es decir que, el sistema lingüístico localizado y distribuido en la corteza cerbral, pretende respaldarse en la observación empírica indirecta. En uso de un período becario subvencionado por la Fundación Fullright llegó a nuestro país para disertar en el Instituto de Neurociencias Cognitivas y en centros universitarios de Mendoza. Curioso caso el de Lamb, que suele restringir sus exposiciones públicas en Latinoamérica, donde cuenta con uno de sus mejores seguidores, el Dr José María Gil (UNMP), excelso lingüista. Como pincelada histórica, es útil considerar que es famoso por ser una de las primeras voces que se alzó contra la posición generativista, lo que le valió ser raleado del diálogo académico por mucho tiempo. Sin embargo, a la luz de la falta de evidencias que provocó aquélla, su trabajo sobre lingüística estratificacional fue sumando seguidores dentro del universo epistemológico. El investigador inglés brindó una amena conferencia en su lengua, sobre la organización de la información en el cerebro y, como creemos que el contenido de su disertación

resultará interesante a los colegas y estudiantes, he aquí una síntesis de los pasajes más innovadores, a través de lo expuesto en esa ocasión, que presentamos traducido al español. El Prof. Lamb inició su exposición provocadoramente preguntando a la audiencia sobre los senderos escondidos de la mente y el cerebro, que, sugirió, creía resultarían de interés a quienes lo escuchábamos por constituir parte de las bases neurocognitivas del lenguaje. El silencio absoluto, la expectación por sus palabras, y en cuestión de segundos había logrado tener a su audiencia cautivada. Lamb reniega del enfoque tradicional de la lingüística analítica, prefiriendo su propio método de trabajo, la catálisis o proceso modelizante que lleva a cabo a través de la construcción de estructuras que no alcanzan a ser observables directamente, pero cuya existencia puede presumirse a partir de la evidencia obtenida del análisis. Casi al pasar, deslizó la delimitación del campo de la de lingüística neurocognitiva, aquella que” intenta fusionar los elementos de la psicolingüística y la neurolingüística”. Su posición objeta el uso de explicaciones metafóricas que emplean los lingüistas neurocognitivos, vg. “la información en el cerebro está representada por medio de símbolos puestos en sitios de los cuales más tarde podrán ser removidos”, en una suerte de naturalización de la idea de disponibilidad al traslado que se predica de la información. Y he aquí lo novedoso de su aporte.

El cerebro y la representación de las palabras Contrariamente a lo que sucede con las entradas lexicalizadas en un diccionario, la configuración que asume la información sobre la palabra a nivel cerebral no se condice con la concentración que exhibe a nivel de aquellos repertorios, en los que encontramos una entrada para cada término, condensada en un mismo sitio: fonológica, gráfica, gramatical y semántica. En el cerebro, la situación es

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distinta, sostuvo el disertante. Allí, cada palabra se representa como una amplia red en la que los distintos tipos de información se ubican en diferentes lugares. La forma de representación de las palabras en el cerebro facilita la clave para entender la estructura lingüística así como ilumina el modo en que el cerebro trabaja, desde una perspectiva más amplia. Así, cada entrada en el lexicon detenta una versión compacta, o lexical, que permite acceder a la información a través de la recuperación en dos tiempos: búsqueda y lectura; y otra entrada distribuida entre distintas localizaciones. A este último tipo de información distribuida se accede a través de la activación, siguiendo las conexiones, de modo tal que a diferencia de lo que sucede con las entradas compactas, aquí no se requiere iniciar una búsqueda de la información previamente, antes de leerla. Mientras que en un diccionario cada entrada tiene un encabezamiento y una explicación del término referenciado, compuesta por información de distinta naturaleza: fonológica (especialmente en inglés, con la forma figurada de la pronunciación, en símbolos fonéticos), etimológica, gramatical y semántica propiamente dicha. En el cerebro, en cambio, hablaremos de redes funcionales, término originalmente acuñado por Pulvermüller (2002) en su trabajo sobre los circuitos cerebrales de la palabra y el orden serial. Los distintos tipos de información (conceptual, perceptual, gramatical, fonológica) están en distintas partes de la red, interconectadas entre sí.

Bases neurofisiológicas Un párrafo especial merece la descripción de los fundamentos anatomofisiológicos que expuso el neurolingüista. En el cerebro encontramos, básicamente, dos tipos de sustancia: gris y blanca. La primera, de alrededor de 3 mm de espesor, consiste en columnas de cuerpos celulares de aproximadamente 3 mm de longitud, conocidas como columnas corticales, que jugarán, como veremos a lo largo de esta crónica, un rol fundamental en la organización de la información cognitiva en el cerebro. Cada columna se extiende en sentido arriba-abajo, por dentro de la sustancia gris. Por ello, en su topografía, la sustancia gris posee una disposición bidimensional de columnas corticales. Al observar la citoarquitectura cortical, es posible encontrar seis capas celulares diferenciadas, que toman denominación en sentido arriba-abajo: por debajo de la capa I, la II y III están conformadas por células piramidales y axones locales colaterales, formadores de los circuitos locales. La capa IV está formada por células estrelladas y en la capa V es posible observar los axones descendentes que atraviesan las capas VI y la sustancia blanca, encargada de proveer conexiones de larga distancia. Vista esquemática de la citoarquitectura cerebral: se observan con tres métodos de tinción diferentes, la disposición de las seis capas celulares. A modo enumerativo, Lamb menciona algunos haces de

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fibras de larga distancia: el fascículo Arquatto, el tracto frontoccipital superior, y el inferior, el tracto longitudinal interno, el tracto longitudinal superior y el fascículo unciforme. Los fascículos que interconectan zonas a larga distancia dentro del cerebro responden a la topología de la estructura cortical, cuyo grosor depende por entero de las columnas. Por ello, en esta perspectiva neurolingüística, el cortex es un diseño: • Bidimensional, al suponer los nodos interconectados, • tridimensional, al considerar la estructura interna de los nodos (específicamente la profundidad de cada columna a lo largo de las seis capas celulares corticales) y las conexiones intracorticales, a través de los fascículos (sustancia blanca) A los fines de dar sustanciación a su hipótesis, la teoría de redes neurolingüísticas recurre a los siguientes datos obtenidos de la investigación por neuroimágenes: 1. El cerebro es una red, compuesta por neuronas interconectadas. La actividad nerviosa viaja a lo largo de los senderos neurales, compuestos por las neuronas corticales que se reúnen en columnas de diferentes tamaños. 2. Las columnas se disponen en distintos tamaños, siendo la unidad de este sistema la construcción formada por entre 70 y 110 neuronas, llamada minicolumna. 3. Cuando una minicolumna se activa, todas sus neuronas comienzan a activar, a su vez, las redes relacionales que las vinculan con otras columnas. Así, pueden localizarse distintos tipos de información: toda la información en el cerebro tiene la forma de una red; de allí que se hable del sistema humano de información, una de cuyas porciones es el sistema lingüístico y conceptual, en el cual cada lexema y concepto se erigen como verdaderas subredes. Lamb reconoce a Pulvermüller (2003, 2005) la agudeza para la creación del término red funcional, que condensa su visión del sistema neurolingüístico.

Las tres hipótesis esenciales de la neurolingüística funcional Hipótesis Nº1. Redes funcionales. Las palabras están representadas a nivel cortical como redes funcionales. Cada red funcional se extiende por una extensa área del cortex, incluyendo información perceptual, fonológica así como conceptual. A mayor especificidad, los conceptos nominales configuran redes principalmente en el giro angular (giro temporal medio y giro supramarginal). A modo de ejemplo, podemos imaginar el concepto “perro”: sabemos cómo luce un perro, porque tenemos información visual, procesada a nivel occipital; sabemos también cómo se oye su ladrido, porque podemos procesar esa información auditiva en el lóbulo temporal, y conocemos cómo se ve su pelaje porque procesamos la información somatosensorial en el parietal. Todo ello, en conjunto, constituye información perceptual, y se sustenta en sub-redes con varios nodos, interconectadas entre sí a una red mayor, junto con estructuras anexas capaces de procesar la información conceptual correspondiente.

Hipótesis Nº2. Los nodos son columnas corticales. Los nodos se implementan en columnas corticales. Sabemos que los nodos son los verdaderos centros ejecutivos de las redes funcionales, y, por hipótesis I, sabemos que en éstas se representa la información a nivel cerebral. Una red funcional es un centro de trabajo al interior del entramado cortical, que consiste en nodos y sus interconexiones neurales inter-columnares, con sus respectivas sinapsis. A la hora de predicar las propiedades del nodo en tanto columna cortical, la neurolingüística funcional recurre a los hallazgos de Mountcastle (1997), y que Lamb eligió ilustrar con la cita, tomada de Neurociencia Perceptual: “la unidad efectiva de operación no es la neurona aislada y su axon, sino los haces o grupos de células y sus axones con propiedades funcionales y conexiones anatómicas similares”. Hipótesis Nº3. La especificidad nodal en las redes funcionales. Cada nodo en una red funcional tiene una función específica. En esta tercera hipótesis, Lamb aborda el rol de la diferenciación en el tratamiento de la información a nivel nodal. Sostiene que los nodos en cada región de una red funcional constituyen una subred, cuya función se coordina con aquella típica de la zona cortical en la que estén localizados. Así, el reconocimiento fonológico opera a nivel del área de Wernicke, la sub-red encargada de procesar la información visual abarca la región occipital y “la zona inferior del lóbulo temporal”, así como la sub-red tactil se sitúa en el lóbulo parietal. Así como cada nodo de una sub-red tiene una función específica dentro de la especificidad que detenta a su vez, la sub-red por dentro de la red funcional. Comentó Lamb en su exposición que está trabajando en una ampliación de esta hipótesis, en lo referente al principio de adyacencia inter sub-redes. Los nodos de funciones relacionadas se localizan en las adyacencias, así, cuanto más íntimamente relacionada sea la función, más cercanamente adyacentes se ubicarán los nodos de las diferentes sub-redes dentro de una red funcional.

Las columnas corticales La evidencia neuroanatómica ha sido aportada por los experimentos realizados en gatos, monos y ratas, en quienes se practicaron penetraciones en el cortex a través de microelectrodos: Si se seguía una dirección perpendicular a la superficie cortical, se registró actividad neuronal con el mismo tipo de propiedades responsivas, a diferencia de lo que sucedía si la misma no era perpendicular. Se concluye que todas las neuronas de una misma columna responden al estímulo de modo igual, diferenciándose de aquellas de las columnas adyacentes. Así, aparecen otros nuevos componentes en esta arquitectura peculiar: las minicolumnas, cuyo ancho no suele ser mayor al diámetro de una célula piramidal, cercano a los 30-45 m de diámetro, extendiéndose a lo largo de las seis capas corticales (3 a 6 mm de largo), de forma cilíndrica. Para tener una idea

aproximada, si aplicásemos un factor multiplicador por cien, las dimensiones corresponderían a las de un túbulo de 4 mm de ancho por 35 cm de largo. Recordemos, que el espesor de la corteza está dado por el largo de las columnas. Lamb, inspirado en los aportes de Mountcastle (1998) sostiene que en un centímetro cuadrado de corteza hay 146.000 minicolumnas, mientras que hay 110.000 neuronas por milímetro cuadrado. Así, en el área de Wernicke (de unos 20 cm2) habría 2.920.000 minicolumnas. Pero ¿qué sucede a nivel nodal? Los nodos columnares están conectados a los nodos cercanos y distantes, mientras que las conexiones con los primeros son tanto excitatorias como inhibitorias, a través de axones horizontales, las conexiones a los nodos distantes son excitatorias exclusivamente, a través de los largos axones mielinizados de las neuronas piramidales. Finalmente, los hallazgos relacionados con el funcionamiento columnar señalan que la columna es el módulo esencial de los sistemas perceptuales, y probablemente también de los sistemas motores. Cada columna tiene una función altamente específica a nivel local. La estructura columnar se ha encontrado en todos los mamíferos en que ha sido investigada, siendo confirmada por los estudios detallados de la percepción visual, auditiva y somatosensorial de los cerebros de gatos y monos vivos.

¿Es aplicable al lenguaje? Partimos de la base que el sistema lingüístico esta situado en la corteza cerebral. Dicho sistema se organiza en estratos. Se podría inferir entonces, a partir de evidencias empíricas indirectas, que hay diferentes subsistemas en la corteza cerebral para los diferentes estratos lingüísticos. Tal como menciona Lamb, cada nodo de la red se implementa a nivel neurológico como una columna cortical. Así, al percibir una palabra suceden una serie de conexiones de excitación y de inhibición entre las columnas corticales obteniendo información. En los experimentos realizados con animales, se han observado que en la percepción visual, auditiva y somatosensorial, las columnas corticales se usan como nodos básicos en una red relacional. En este sentido se podría hipotetizar sobre el reconocimiento de sonidos y del habla en el cerebro humano a partir de columnas corticales. Es así como Lamb realiza derivaciones acerca de los datos y los procesos lingüísticos en la biología humana. La neurología por su parte, ofrece evidencia empírica indirecta que pueden cotejarse con las hipótesis de las teorías lingüísticas. Si bien las tres hipótesis reúnen un potencial riquísimo en su extrapolación potencial al campo de la rehabilitación de la patología de la comunicación humana, deben desarrollarse aún más las líneas de extrapolación al lenguaje. Señala Lamb que nuestro conocimiento sobre las columnas corticales proviene fundamentalmente de estudios

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de percepción en gatos, monos y ratas, cuyo objetivo no ha sido investigar lenguaje, como es obvio, puesto que tal función es privativa de los seres humanos, en quienes ese tipo de experimento neuroquirúrgico es inadmisible. En este punto cabe preguntarse si, en todo caso, revisten alguna relevancia. Y de allí surge la cuarta hipótesis de la teoría de redes funcionales.

Hipótesis Nº4. Extrapolación al universo humano. Los hallazgos relativos a la estructura cortical y funcional devenidos de experimentos con animales, pueden extrapolarse a sus símiles humanos. En palabras de Lamb, esta hipótesis es de hecho asumida como válida por los neurolingüistas basándose en que tanto la estructura como las funciones corticales son relativamente uniformes entre los mamíferos. De ello sobreviene una extensión: la hipótesis Nº4-a, que sostiene “la extrapolación puede ser extendida tanto a las estructuras como funciones lingüísticas y conceptuales”. Las razones se encontrarían en la aparente uniformidad local de la estructura y funcionalidad cortical entre todas las áreas corticales humanas con excepción de las áreas primarias. Recordemos al respecto, que tanto las áreas primarias visual como auditiva son conocidas por presenar estructuras especializadas entre los mamíferos, y que las áreas de alto nivel, localmente, son altamente uniformes. Contraargumentativamente, Lamb objeta que ni los gatos ni los monos poseen lenguaje, y que el lenguaje debe tener propiedades únicas de su representación estructural en el cortex. Se responde afirmativamente en tal sentido, pero sostiene que las diferencias son una consecuencia no de una diferente estructura a nivel local sino de diferencias de conectividad. La red funcional no tiene distintos tipos de estructura para diferente clase de información, sino diferentes tipos de conectividad para que operen las conexiones horizontales y verticales. Abonando la idea de uniformidad de la estructura cortical, Lamb sostiene que lo que distingue una clase de información de otra es “a qué está conectada”. Los tendidos y nodos son aproximadamente los mismos en toda la extensión cortical, de allí que se hable de uniformidad de la estructura cortical: mismos tipos de estructura columnar, mismas clases de neuronas y tipos de conexiones. Las diferentes áreas tienen distintas funciones en razón de a qué están conectadas. Es oportuno en este punto recordar que el cerebro opera como una red, y que la operatividad consiste en la activación que viaja a lo largo de los senderos de la red, de nodo columnar a nodo, a lo largo de las fibras nerviosas. La operación está controlada por los nodos individuales, y básicamente es de dos tipos: • Integración: un nodo recibe activación de las fibras conectoras, • Transmisión: una vez activado, envía la activación a lo largo de sus fibras de salida (axones) Así, Lamb define las funciones de las columnas corticales:

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• Integración: una columna se activa si recibe suficiente activación de otras columnas o del tálamo. Puede ser activada a varios grados distintos y puede mantener la activación viva por un período de tiempo dado. • Transmisión: una columna activada transmite la activación a otras columnas, de dos modos distintos, excitando o inhibiendo. De allí que desde la perspectiva de la teoría neurolingüística de redes funcionales, la reinstalación funcional de un evento cognitivo abolido por una noxa (vg: un ACV o stroke) pueda ser concebido en términos del ajuste de las fuerzas de conexión y de umbrales de excitación e inhibición. Si bien aún hay muchos aspectos que reclaman ser profundizados por la teoría que propone Lamb, es innegable la apertura a un nuevo escenario de gran potencial de desarrollo en el campo de la clínica de la patología de la comunicación humana.

*Dra. Patricia Vazquez Fernández Doctora en Fonoaudiología Docente e investigadora UMSA Directora Organizadora Doctorado en Fonoaudiología UMSA. Lic. Verónica Garro Docente e investigadora de la UNSL. Doctoranda UMSA.

Referencias Gil, J. (2009), “Neurología y lingüística: la teoría de redes relacionales como una alternativa ante Chomsky”, Revista de investigación lingüística, nº12, 343-347. Lamb, S. (1999), Pathways of the brain, La Haya: John Benjamin. Mountcastle, V (1997)., “The columnar organization of the neocortex” en Brain, 120 (4): 701-722 Mountcastle, V. (1998), Perceptual neuroscience: the cerebral cortex, Cambridge, MA: Harvard University Press Pulvermüller, F. (2003). The neuroscience of language. Cambridge: Cambridge University Press. Pulvermüller, F. (2005). “Brain mechanisms linking language and action”, Nature Reviews Neuroscience, 6(7), 576-582.

Prof. Dr. Sydney Lamb Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 2 Febrero 2012.

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