Conexión con el hogar

Conexión con el hogar Ejercicio de palabras Queridos familiares: PALABRAS DE VOCABULARIO capataz rechinar vigoroso empleado regordearse desafío

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Enlace con el hogar no. 28 H Actividad
Home Connections For use after Unit Four, Session 2. NOMBRE FECHA Enlace con el hogar no. 28 H Actividad NOTA PARA LA FAMILIA DEL ALUMNO El Origam

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Conexión con el hogar Ejercicio de palabras

Queridos familiares:

PALABRAS DE VOCABULARIO capataz rechinar vigoroso

empleado regordearse desafío

PALABRAS DE ORTOGRAFÍA exhalación anexo convexo excusa existir

luxación tórax Ximena extremo inflexión

máximo mexicano saxofón Xavier indexar

No siempre suena igual. Vamos a escribir las palabras de la lista en dos columnas. En una pondremos aquellas palabras en que la x suene como j y, en la otra, las demás. Luego, por turno, las deletrearemos.

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¡A representarlo! ¿Puedes hacer que adivine una palabra sin decirme nada? Vamos a turnarnos para escoger una palabra y, luego, jugaremos a las charadas o la representaremos para que el otro adivine. Podemos usar un método o el otro, según cómo resulte más fácil expresar la palabra.

(doblar aquí)

alegremente florecer satisfacer

¿Por qué algunos cuentos son tan buenos que pueden ser narrados una y otra vez? Todas las culturas tienen fábulas que se transmiten de generación en generación. Esta semana estamos leyendo Juan Verdades, una nueva versión de un relato que ha sido contado y vuelto a contar innumerables veces en México. El ambiente es interesante, pero son los personajes y el argumento los que hacen que el cuento sea verdaderamente memorable. De hecho, el mismo relato podría estar situado en otro lugar y, si bien el efecto emocional sería diferente, el tema de la fábula no cambiaría. Estoy aprendiendo a analizar cuentos desde diferentes perspectivas.

Destrezas de la semana Comprensión: Personajes, ambiente, argumento Vocabulario: Partes de las palabras: sufijos Ortografía: Palabras con x, x como j

Nombre

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Extraña ficción

• Escribe una palabra para cada elemento de la lista. Luego, agregaremos nuestras propias palabras para completar el cuento. • Al leerlo en voz alta, escucharemos cómo nuestras opciones cambian el relato.

A. nombre femenino: B. adjetivo: C. profesión: D. ciudad: E. nombre masculino: F. verbo de acción: G. ciudad: H. adverbio:

era una muy

(A)

(B) . Vivía en



.

(C)

(D)

Un día,

se mudó al (E)

lado. Él era también un vecino inusual, ya que le gustaba

todos los días. Por (F)

supuesto,��

y (A) se enamoraron. Para su luna



(E)

de miel viajaron a

y ���������������� se divirtieron (G)

tanto que decidieron mudarse allí. No ������������� es preciso decir que vivieron

por siempre. (H) 136

Los buenos escritores manejan el ambiente, los personajes y el argumento con mucho cuidado. Sus opciones hacen que los relatos sean divertidos e interesantes. Vamos a escoger algunas opciones al azar para escribir un cuento realmente extraño.

Resumir

Personaje

Ambiente

Argumento

¿Cuál es el estado de ánimo de Benny mientras viaja en dirección sudoeste al

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Comprobar la comprensión

comienzo del cuento? ¿Cómo cambia a medida que avanza el cuento y por qué? ¿Cómo cambian los sentimientos de su madre? Usa la Tabla de resumen para resumir los principales acontecimientos.

Los secretos de

Pensar y comparar escribir su autobiografía? ¿Por qué el hecho de encontrar los documentos familiares la ayudará a escribir? (Analizar personaje, ambiente y argumento) 2. ¿Qué tipo de reliquias, escritos, fotografías, etc. conservas de tus antepasados? ¿Qué revelan estos objetos sobre quiénes fueron, de dónde vinieron y en qué época vivieron? (Sintetizar) 3. Nombra algún elemento que nos permita aprender sobre el pasado. (Algunos ejemplos son: herramientas, objetos de arte, ruinas, momias, libros, relojes, construcciones y fotografías.) ¿Por qué elegiste ese? Describe qué podemos

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1. En tu opinión, ¿por qué la madre de Benny quiere

aprender a partir de él. (Evaluar)



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Old Mesilla Becky Cheston ilustraciones de K. E. Lewis

Contenido

Capítulo Uno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 Capítulo Dos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 Capítulo Tres. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 Capítulo Cuatro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18 Comprobar la comprensión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20

Si Benny Stone hubiese podido saber lo que sucedería, probablemente estaría ansioso por llegar a Old Mesilla. Pero, en cambio, se sentía muy incómodo. El asiento del auto le daba calor y lo hacía transpirar más, la camisa le picaba y deseaba estar de regreso en su casa. A su mamá le pasaba algo completamente diferente. Mientras más se alejaban de Minneapolis, más se relajaba. Era como si descargara peso a medida que avanzaban en dirección sudoeste, con la capota del convertible baja. De repente, señaló algo. —¡Mira! ¡Ahí está! En el asiento trasero, Rey, el labrador retriever negro de Benny, se dio vuelta obedientemente mientras el viento hacía que una oreja le golpeara la cara.

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20 de noviembre de 1854 Hoy nuestro pequeño pueblo va a hacer historia. Diez millones de dólares han pasado a otras manos. México puede ser más rico, pero aquí, en Old Mesilla, tenemos un nuevo hogar: Estados Unidos. En cualquier momento, el general estadounidense Sam Garland y el general mexicano Ángel Trías firmarán la compra Gadsden. Para el final del día, el valle de Mesilla y una porción de 30,000 millas cuadradas a lo largo de la frontera mexicana dejarán de pertenecer a México y pasarán a manos de Estados Unidos. Las banderas de ambos países ya flamean en la plaza...

Los exploradores llegaron a un lugar con piso de tierra compacta. Las luces de las linternas dejaron ver una habitación pequeña, amoblada con un viejo sofá, un escritorio de madera, una silla y un armario bajo. Benny deslizó la puerta corrediza del armario. —¡Mira, mamá! —exclamó asombrado. En el interior había papeles sueltos, carpetas de cuero y periódicos amarillentos. A pesar de que la luz era tenue, Benny pudo ver el destello de entusiasmo en los ojos de su mamá. Ahora tendría muchas historias familiares. Y él también.

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Capítulo Uno

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Quince minutos más tarde, ya habían husmeado debajo de los listones flojos del piso de madera y descubierto una puerta trampa de metal de tres pies cuadrados. Intentaron abrirla, pero no podían ni moverla. Ataron una cuerda resistente a la argolla y tiraron juntos hasta que lograron levantarla, con un chirrido a oxidado. Por un momento, sorprendidos al ver ese agujero oscuro, se sentaron a su alrededor a contemplarlo. Enseguida Benny corrió a buscar a Carla y Cole localizó a su padre, que trajo al tío Bob, linternas y más cuerdas. El papá de Cole, Carla y Benny se ataron cuerdas a la cintura y descendieron por la escalera, mientras Cole y Kip los alumbraban con linternas y el tío Bob aseguraba las cuerdas.

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6 de mayo de 1902 Hoy, para mi cumpleaños, Isabel, mi yerno Francisco y mis tres nietos me regalaron un armario de cedro para que guarde mis escritos. Lo construyeron en el taller de Francisco y tiene dos estantes y una puerta corrediza. Mi querida Sofía también participó en esto, a pesar de que, cuando los papeles se acumulan, me amenaza con tirarlos al fuego. Pero Isabel me comprende, porque ella conserva tesoros de su infancia y sabe que mis palabras son mis tesoros. No soy un hombre rico, qué otro legado puedo dejar más que estas palabras...

Al costado del camino se veía un gran cartel: —Bienvenido a Nuevo México, tierra de encantos —leyó Benny antes de dejarlo atrás. No se quejaba porque ver a su mamá tan sonriente y relajada daba sentido al viaje. Bueno, casi. Aún podía nombrar unas diez cosas que preferiría hacer durante el verano en lugar de pasarlo en un pequeño pueblito del sudoeste, pero aceptaba el desafío. —Estás ansiosa por ver la vieja casa, ¿no, mamá? —Realmente sí, estoy ansiosa —dijo Carla Díaz-Stone, inclinándose para alborotar el cabello de su hijo, que ya estaba muy despeinado.

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Epílogo

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Benny envidiaba el entusiasmo de su madre. Después de publicar tres novelas, trabajaba en su autobiografía y estaba atascada. Sí, padecía un auténtico caso de bloqueo mental. Las ideas no le fluían y no podía escribir. Esperaba que este viaje le trajera toneladas de recuerdos de familia, pero ¿era necesario que él la acompañara? Benny se recostó y estudió el extraño escenario. Tierra seca y endurecida, cactus, juncias desaliñadas y, de tanto en tanto, un álamo decorando el terreno. Nada que ver con la maleza y los bosques densos que bordean las carreteras de la parte central de Estados Unidos. Benny miraba por la ventana y leía los carteles de salida a medida que avanzaban. Entrecerraba sus ojos para leer los nombres: Tucumcari, Santa Rosa, Albuquerque. Ese le sonaba familiar. —¿A qué distancia estamos? —preguntó Benny a su mamá. —Nuevo México es un estado grande, cariño —respondió Carla—. Y Old Mesilla está bien al sur, casi al límite de la frontera. A Benny no le gustó oír eso. —Lo que significa... —Aproximadamente dos horas. ¿Quieres que nos detengamos para almorzar?

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—¡Aquí! —gritó Benny. —Tengo que hablar contigo —dijo Kip mientras entraba en la habitación precipitadamente—. ¡Tengo una idea! —En ese momento se le enganchó la zapatilla en un hilo suelto de la alfombra. Kip se fue deslizando y enredando en la alfombra hasta que ésta quedó amontonada en el rincón. —¿Estás bien? —le preguntó Benny. —Sí —respondió Kip, rechinando los dientes—. Lamento lo del piso. —Una de las tablas del piso de madera se había astillado y se veía un corte de unas seis pulgadas. —Quizá podamos pegarla —dijo, mientras trataba de poner la tablita rota otra vez en su lugar—. ¿Qué es eso? —Parece un anillo —contestó Cole—. Levántalo. Benny lo intentó, pero el anillo estaba unido a algo. Pudieron ver una placa de metal debajo del piso de madera. —¡Oigan, no es un anillo! —dijo Cole—. Es la argolla con la que se abre una puerta trampa. Quizá sea la antigua entrada al sótano. —¡Lo sabía! —se regodeaba Kip—. Era lo que trataba de decirte antes de caerme. Isabel, en la nota, decía que enterraba sus cosas para resguardarlas, “como lo hace mi padre”. —¿Crees que Orlando Díaz escondía sus documentos bajo tierra? —preguntó Benny. —Hay sólo una manera de saberlo —contestó Kip, y sus ojos brillaban de entusiasmo.

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—Pero Orlando Díaz, el padre de Isabel, era escritor —comentó Kip—. ¿No dejó notas, cartas y ese tipo de cosas? —No queda nada de la vieja oficina del periódico —dijo Carla, negando con la cabeza—. Y nadie encontró nada aquí. —Quizá no estén en un lugar obvio —señaló Benny. —¡Claro! —dijo Cole—. ¿Y si hay un escondite secreto en algún lugar de la casa? —Eso suena como un buen argumento de ficción —contestó Carla, revoleando los ojos, mientras comenzaba a levantar la mesa. A partir de ese momento, Benny y Cole (y Kip) se apegaron a la idea de que los escritos de Orlando Díaz existían. ¡Qué bueno sería encontrarlos! Era el material auténtico de los antepasados de Benny, que su mamá necesitaba para el libro. Y para su inspiración. Pero, después de una semana, la búsqueda no había arrojado ningún resultado. —Tiene que haber algo que nos hayamos olvidado de revisar —dijo Cole. —¿Qué haría ahora un detective o un arqueólogo? —se preguntó Benny. Oyeron a Rey y Polo ladrando en el patio y se asomaron por la ventana. Vieron a Kip con su uniforme de la liga de béisbol infantil y, enseguida, se sintió el portazo de la puerta mosquitera. —¿Benny?, ¿Benny?

12 de febrero de 1862 Ha pasado casi un año desde que los confederados se apoderaron de Mesilla. Observo con mucho detenimiento al coronel Baylor, nuestro gobernador autoproclamado, mientras se pasea de una punta a la otra del cuartel cercano a la plaza. Para nadie es un secreto que al hombre le agrada el lugar, pero yo no confío en él. Quizá otros crean en los billetes del confederado, pero yo no. Sin embargo, temo por lo que pueda sucederle a los comerciantes si Mesilla vuelve a manos de la Unión... —No puedo creer que este restaurante esté todavía aquí —Carla terminó el último bocado de su taco y tomó un largo sorbo de limonada—. Pero, aparentemente, hay muchas tiendas nuevas en Santa Rosa. Benny había terminado su chile y estaba estudiando el mapa de la zona de Santa Rosa que aparecía en su mantel individual. —Manantiales naturales en Blue Hole: la capital del buceo en el Sudoeste. Eso suena interesante. O estas viviendas en los acantilados —comentó Benny—. ¡Un momento! Justo aquí está la tumba de Billy the Kid. ¡Fíjate! —Podemos visitar todos esos lugares si lo deseas, Benny —dijo su mamá—, pero primero nos instalaremos en Old Mesilla. Tenemos todo el verano por delante.

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Capítulo Dos

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—No me lo recuerdes —refunfuñó Benny. —¿Sabes? —dijo Carla—. Billy the Kid fue juzgado y sentenciado en mi pueblo natal, en el tribunal del condado. Ahora lo han convertido en una tienda de objetos sobre él. —¿Una tienda de obsequios? ¿Para un forajido tan conocido? —Hay mucho de historia en Old Mesilla —Carla se puso de pie y pagó la cuenta—. Ya verás. Afuera, Rey dormía a la sombra. Cuando salieron Benny se arrodilló a su lado y desenvolvió un buen trozo de pan de maíz que le había guardado en una servilleta. Se lo puso adelante y sacudió vigorosamente hasta la última migaja de la servilleta. De inmediato, Rey se despertó y tragó la delicia. Benny se rió: Rey era capaz de devorar lo que fuera.

13 de abril de 1881 Hoy Billy the Kid fue finalmente sentenciado a muerte por los delitos que cometió. Dio su consentimiento para que yo lo visite más tarde, en la prisión, pero no le concederá más entrevistas al Newman Semi-Weekly de Las Cruces. “Newman me ha tratado muy mal”, dijo en la corte. “Pero creo que el News está siempre dispuesto a brindarles a los lectores las dos caras de la historia.” Tengo la sensación de que aún no hemos oído la última palabra sobre Billy... Llevaban 11 días en el lugar y lo acontecido hasta el momento satisfacía por completo las expectativas de Benny. A pesar de que no había tenido ganas de venir, ahora se estaba divirtiendo. Pero su mamá lo preocupaba: el entusiasmo de los primeros días se había desvanecido rápidamente y continuaba sin poder escribir. —Cuando escribo ficción, los argumentos surgen fácilmente. Quizá no pueda escribir mi autobiografía —les decía una noche, mientras cenaban. Benny había invitado a Cole y Carla había insistido para que Kip también se quedara—. Pensé que aquí encontraría mucho sobre lo cual escribir, pero todos los recuerdos parecen haber muerto con mis antepasados.

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Capítulo Cuatro

Todos permanecieron un momento en silencio, maravillados al escuchar el antiguo relato. Luego Kip gritó: —¡Polo! Devuélveme el sombrero. Benny vio que Kip era una niña. ¡Kip era una niña!

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Querida Madre Tierra: Hoy te entrego mis objetos más preciados para que los guardes en un lugar seguro, como hace mi padre. Él me dijo que ese hombre malvado, Billy the Kid, escapó de prisión y tengo miedo de que robe mis cosas. A mi muñeca le gusta que le canten, su nombre es María.

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—Vamos, mamá, ¿qué dice? —preguntó Benny. Carla leyó en voz alta:

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—¡Bueno, chicos! —dijo Carla—. ¡Vuelvan al auto! Benny no podía creer que su madre no hubiese vuelto a Nuevo México desde que se casó con su padre. Se habían conocido en la Universidad de Minnesota, donde ambos enseñaban inglés. Cuando se divorciaron, hacía tres años, Benny pensó que ella querría regresar al Sudoeste. “Si yo hubiera hecho eso, tú no podrías haber crecido junto a tus padres”, le contestó al niño cuando le preguntó sobre esto. Carla se quedó, siguió trabajando como docente de tiempo parcial y como escritora mientras Benny vivía una semana con su papá y otra con ella. Si bien no era la vida perfecta, tampoco estaba tan mal. Los padres tenían un trato cortés entre ellos y Benny valoraba eso. Viajaron el resto del camino con la capota del convertible extendida para protegerse del sol. En un momento, Benny pasó al asiento trasero, donde se quedó dormido con la cabeza apoyada en la peluda barriga de Rey. Soñó que se sumergía en los manantiales de Blue Hole y Billy the Kid, con una máscara de buceo, lo perseguía a caballo. En el fondo del lago estaba su casa de Minneapolis, ¡si tan sólo pudiera llegar a ella! Un grupo de tacos nadaba a su lado y su cara estaba muy, pero muy mojada. Al abrir los ojos comprobó que sólo se trataba de la lengua de Rey, que lo lamía para despertarlo. Y allí estaba su mamá que parada frente a él, susurraba alegremente: —¡Llegamos!

Era extraño caminar por la casa que había pertenecido a la familia de su madre durante casi 200 años. Su tía María, que vivía en Albuquerque, ayudaba a mantenerla y a menudo pasaba los fines de semana en ella. Benny fue directo a investigar la heladera: la tía María había dejado una nota de bienvenida y muchos comestibles. Benny reparó en lo fresca que se mantenía la casa a pesar del calor. Es que estaba hecha de adobe, que son ladrillos de lodo y paja. Benny llevó su equipaje a la habitación de atrás, donde dos grandes ventanas daban a un pequeño patio. Al correr las cortinas, Benny vio a Rey husmeando la tierra. ¡Un momento! Era un labrador, pero color chocolate oscuro, no negro. Vio a Rey investigando el lugar detrás de este perro. También, a un niño en pantalón corto, que parecía de su edad y lo saludaba con la mano.

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1º de abril de 1881 Un acontecimiento triste golpea hoy a Old Mesilla. Desde la compra Gadsden hemos disfrutado de una gran prosperidad como uno de los principales centros de transporte y comercio del Sudoeste y con orgullo reivindicamos una estación central para la línea de diligencias de Butterfield. Pero hoy el progreso nos dejará de lado, ya que el primer tren del Ferrocarril de Santa Fe llegará a Las Cruces...

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Capítulo Tres

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—¡Aquí hay algo! Mami, mira eso —Benny se arrodilló y sacó tierra con las manos hasta que apareció un objeto amarronado. —Se parece a... no sé, a un trozo de cerámica —dijo Carla. Benny levantó un jarrón de boca ancha y se lo dio a su madre con cuidado. Estaba descascarado en partes y tenía una gran grieta de arriba a abajo. Carla lo giró y de su interior cayeron un cepillo de hueso tallado y una antigua muñeca cosida a mano. Benny recogió el cepillo. —Tiene algo escrito del otro lado —dijo—. Por Isabel Pilar Díaz. —Déjame verlo —dijo Carla y le arrebató el cepillo—. Isabel Pilar... esa era mi bisabuela. —Oigan, ¡miren esto! —Cole había descubierto dentro del jarrón un trozo de pergamino amarillento. Se lo entregó a la mamá de Benny diciendo: —Cuidado, está casi roto ahí, en los pliegues. Los tres se sentaron con las piernas cruzadas sobre la tierra mientras Carla desdoblaba el papel lentamente. —Isabel escribió esto, está en español —dijo, y por un minuto leyó en silencio.

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Benny saltó. Cole y Kip lo siguieron hasta donde Rey y Polo estaban cavando, muy vigorosamente, un enorme pozo. Con los hocicos en el suelo, rascaban la tierra muy deprisa y la desparramaban en todas direcciones. —Basta de cavar, perros, ¡BASTA DE CAVAR! Cada vez que uno de los niños tomaba a su perro del collar, el otro saltaba y lo liberaba. Mientras tanto, Kip salió del pozo con una pelota roja. —Estaban tratando de enterrar esto —dijo y tiró la pelota. De inmediato, los perros corrieron tras ella. Recién entonces Carla y los niños pudieron inspeccionar el daño. —Es un hueco realmente gigante —dijo Benny. Cole corrió a su casa y regresó con un par de palas. Se dispuso a rellenar el pozo, pero Benny lo detuvo.

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Benny corrió hacia la cocina y salió por la puerta trasera. El niño extendió su mano y dijo: —Soy Cole Sullivan. Vivimos al lado. —Soy Benny Stone. Veo que ya conociste a Rey. ¡Chócala, muchacho! —indicó Benny a su mascota. Rey le ofreció la pata a Cole. —Este es Polo; bueno, Apolo en realidad —dijo el vecino. —Así que Apolo —dijo Benny riéndose—. Podría tener algún apodo disparatado. —¿Algo así como “Apolo T. Cuido”? —Pensaba en “Apolo T. Largas” —dijo Benny y los dos se rieron—. ¿Ese es tu hermano? —preguntó. Un niño muy delgado, de unos nueve o diez años, se asomaba por la cerca del patio.

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Cole se dio vuelta. —Definitivamente: no. Es Kip, que está a punto de IRSE. —Vamos —lloriqueó Kip—, yo también tengo derecho a ver al nuevo vecino —exclamó y arrojó una pelota roja. Los perros corrieron tras ella. Benny y Cole se sentaron en la galería de ladrillos. —Si dejas que Kip merodee, dentro de muy poco tendrás una sombra —le advirtió Cole. Benny se rió. —No estoy seguro de que pueda hacer otra cosa este verano —dijo y le contó a Cole por qué su mamá y él habían hecho el viaje. —Estoy trabajando un poco con mi papá, pintando casas y ese tipo de cosas —comentó Cole—. Estoy seguro de que podría tener otro empleado de tiempo parcial. El padre de Cole tenía una compañía de remodelación. Había un capataz de vacaciones y los trabajos se le estaban acumulando. Kip aún se asomaba por la cerca del patio mientras Cole le contaba a Benny que su familia se había mudado a Old Mesilla desde Houston, en Texas. Habían venido de vacaciones cuando él tenía cinco años y a sus padres les había encantado el pueblo. El padre pensó que teniendo a Las Cruces a sólo cinco millas al norte y a El Paso, en Texas, a sólo 40 al este, su empresa de remodelación podría florecer. Y así sucedió. La madre de Benny interrumpió a los muchachos. —¡Ya tienes dos nuevos amigos! —exclamó, contenta. Pero al darse vuelta gritó: —Benito, ¡los perros!

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