Conflicto en los Grandes Lagos: la comunidad Batwa y la lucha por sus derechos. Sofía Castro Mariel

Conflicto en los Grandes Lagos: la comunidad Batwa y la lucha por sus derechos Sofía Castro Mariel África Subsahariana AI 030/2010 30 de agosto de 2

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Conflicto en los Grandes Lagos: la comunidad Batwa y la lucha por sus derechos

Sofía Castro Mariel

África Subsahariana AI 030/2010 30 de agosto de 2010

RESUMEN

La situación de la comunidad Batwa en la región de los Grandes Lagos, en el corazón de África, se ha visto erosionada por la irrupción del Estado-Nación pos descolonización que trajo aparejado numerosas consecuencias, en especial en relación a las tierras donde habitan los pueblos originarios. El reconocimiento de los derechos políticos, a la educación y a la salud se considera una necesidad cada vez más urgente en el seno de una sociedad compleja, heterogénea e interétnica. El reclamo de estos derechos es el punto de partida de una lucha transversal e inquebrantable que tiene su razón de ser en la protección de una cultura y una memoria que se encuentra, en la actualidad, en una situación de riesgo.

Conflicto en los Grandes Lagos: la comunidad Batwa y la lucha por sus derechos Sofía Castro Mariel1

Revisión Histórica

Durante la época de la colonización del continente africano, las metrópolis europeas se repartieron a discreción los territorios africanos sin tener en cuenta la realidad de las comunidades, su composición étnica, su cultura, su forma de vida, provocando la desintegración parcial y, en muchos casos total, de los pueblos que originariamente habitaban estas tierras. La “situación colonial” constituyó una etapa de crisis profunda para los pueblos de África, que ha llevado necesariamente, a

“caracterizar a las sociedades como un todo, en sus diversas interrelaciones y en su devenir histórico” (Stavenhagen, 1962:109). Las tradiciones culturales fueron quebrantadas violentamente desintegrándolas y en algunos casos suprimiéndolas, como consecuencia de la imposición de la organización social europea y de nuevos patrones de pensamiento (Ciaffa, 2008:121).

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La autora es estudiante de Relaciones Internacionales y Ciencia Política (UCC).

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A mediados del siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial, se produjo un fuerte proceso independentista en cadena que llevó a la mayoría de los países a desligarse de la dominación colonial que desde el siglo XIX se había establecido y consolidado en la región. La descolonización trajo aparejada la instauración del Estado-Nación y de los gobiernos constitucionales occidentales, reflejo de los sistemas gubernamentales europeos (Buffa, 2006), provocando que la situación del continente se viera radicalmente modificada: se heredó una impronta cultural foránea, numerosas consecuencias políticas y económicas, conflictos étnicos, discriminación, pobreza, marginalidad, y la virtual dependencia de los grandes organismos financieros mundiales, todo esto en el marco de un sistema capitalista que ya se encontraba implantado. En la región de los Grandes Lagos, la independencia fue declarada a partir de la década del 60’. En 1960 la República Democrática del Congo (ex Zaire) se independizó de Bélgica, y en 1962 lograron su independencia las Repúblicas de Uganda, Burundi y Ruanda. Estos territorios con anterioridad habían sido habitados por grupos y comunidades, con características diferentes a las que se implantaron con la nueva forma de organización estatal. Uno de los pueblos que ha sufrido las consecuencias de la colonización y de la imposición cultural europea, ha sido el de los Twa, también conocido como Batwa2 o “Pigmeos”, considerados como los primeros pobladores de los bosques ecuatoriales de la región de los Grandes Lagos, al este de África (Lewis, 2000). Tradicionalmente eran un pueblo dedicado a la caza y a la recolección, con una tradición oral trasmitida de generación en generación, y una organización social basada en lazos de parentesco. Hacia finales del siglo XIX, la sobreexplotación y la destrucción de los bosques impactaron negativamente en su forma de vida (Lewis, 2000), empujándolos a buscar medios de subsistencia diferentes a los que hasta el momento habían desarrollado. Al trazarse los límites artificiales de los Estados-nación, la comunidad quedó dividida, quedando los lazos de parentesco desplazados por el “principio territorial”, base de la dominación en la integración tanto política como social de los nuevos Estados (Stavenhagen, 1962).

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El micro informe de Minority Rights Group internacional sobre Derechos territoriales de los Batwa en Ruanda, establece que siguiendo “la normativa bantu de plural y singular (…) [la palabra] ‘Batwa’ es el plural y ‘mutwa’ el singular”. 2004, Pág. 4

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La situación de los Batwa en la región de los Grandes Lagos

El trato que el pueblo Batwa ha recibido ad-intra ha sido y continúa siendo diferente en cada Estado, no obstante, el desplazamiento forzoso y la expropiación de las tierras constituyeron un denominador común en la región. Teniendo presentes diversos informes de la Organización Minority Rights Group Internacional (MRGI), la calidad de vida de los Twa se ha visto profundamente vulnerada. Tanto en República Democrática del Congo (RDC), en Ruanda, como en Uganda, sus tierras fueron confiscadas creando áreas protegidas para preservar la ecología y el medio ambiente, como así también para el turismo y para el desarrollo económico, convirtiéndolas en propiedad del Estado. Esto trajo aparejado un sinnúmero de secuelas relacionadas, en su mayoría, con los modos de subsistencia y la marginación política y social de los Batwa. Durante la década de los 90’, la creación de los Parques Nacionales en Uganda acarreó como consecuencia el desplazamiento de la comunidad Batwa y la expropiación de las tierras donde habitaban. Los Twa se vieron obligados, sin su consentimiento, a trasladarse a las zonas periféricas del bosque, donde quedaron relegados y marginados social y políticamente, sin que se les reconociera el derecho a las territorios que originalmente poseían (Zaninka y Kenrick, 2002). Este drástico cambio de hábitat, los condujo a buscar nuevas formas de subsistencia como la alfarería y la agricultura, y a vivir en las periferias de las ciudades, constituyendo el estrato más bajo y marginado de la población. En Uganda, son considerados una minoría en riesgo, y habiendo perdido gran parte de su estilo de vida, y de su cultura, se les hace muy difícil sobrevivir. El gobierno, por su parte, se mantiene reacio a colaborar con los Batwa, quienes carecen de representación política en el sistema de gobierno y son comúnmente estigmatizados como “marginados sociales”. En la República de Ruanda, su contexto presenta rasgos similares a los anteriormente descriptos. Los Batwa constituyen el 0.4% del total de la población ruandesa, mientras que los Hutus representan el 85% y los Tutsi el 14%3. En 1933 la creación del Parque Nacional Parque Nyungwe con el objetivo de proteger su fauna y su flora, provocó la expulsión de los Batwa que allí residían, despojándoles de sus tierras y de sus medios de subsistencia. “Los derechos tradicionales de los Twa a los

bosques nunca fueron reconocidos ni por los gobernantes locales ni por las leyes coloniales, lo que ha determinado que en la medida en que se han talado los bosques, 3

UNPO REPRESENTATION: batwa http://www.unpo.org/members/7861

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los Twa se han convertido en ocupantes ilegales sin tierras propias” (Jackson, 2002:5). Como agravante de la situación, durante el Genocidio de 1994, conflicto en principio entre Hutus y Tutsis, los Batwa fueron duramente asesinados, dejando sin vida a una tercera parte de su población, y siguen sufriendo las consecuencias de tan inhumana masacre: “Las pérdidas de los Twa nunca han sido reconocidas por el gobierno

ruandés posterior al genocidio. Sienten que han sido olvidados en la reconstrucción post-genocidio de la sociedad ruandesa” (Jackson, 2002:7). Su integración dentro de la sociedad, y su representación y participación política han sido muy limitadas, sin embargo, este año, al igual que lo sucedido en Burundi, se les ha conferido el derecho a voto para las elecciones presidenciales del 9 de agosto (AFORNLINE; 2010). Por otra parte, tanto el acceso a la educación como a los servicios de salud son muy precarios. En la República Democrática del Congo, la comunidad Batwa fue también expulsada del bosque donde habitaba cuando se decidió crear el Parque Nacional Kahuzi-Biega ubicado en la región oriental del país. Durante la “Segunda Guerra del Congo” en 1998, se propagó una ola de violencia generalizada que provocó la muerte de un gran número de habitantes, y el desplazamiento hacia países vecinos (ACNUR; 2009). Entre los años 2002 y 2003, el Movimiento para la Liberación del Congo (Mouvement de Libération du Congo), que operó en el país luchando contra el régimen establecido del presidente Laurent-Désiré Kabila hasta los Acuerdos de Pretoria que pusieron fin al conflicto, organizaron una campaña denominada “Effacer le tableau'” con el objetivo de ganar control sobre territorio congoleño, siendo uno de sus objetivos la matanza, la tortura, el secuestro y el ejercicio de la violencia sexual contra un gran número de Batwa4. Finalmente, y a pesar de los rasgos comunes que presenta en relación a los problemas sobre la tierra la República de Burundi con los demás países analizados, la situación ostenta características particulares debido a que la representación en los órganos parlamentarios es, desde el año 2005, efectiva. Los Twa gozan de un estatus legal reconocido, y han obtenido, en vísperas de las últimas elecciones municipales y nacionales realizadas en los meses de mayo y julio, el derecho al sufragio (Mundo Negro Digital, 2010).

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MRGI. http://www.minorityrights.org/5090/democratic-republic-of-the-congo/batwa-and-bambuti.html

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El reclamo de la comunidad Batwa

Como se señalaba en el apartado anterior, la expropiación de las tierras por parte del poder estatal, significó el desplazamiento forzoso de toda una comunidad, que se vio obligada a retirarse hacia las periferias del bosque, poniéndose en cuestión su propia subsistencia y su identidad. La acción estatal fue respondida por los Batwa a través de luchas inexpugnables y de resistencias al poder establecido y a las formas de subjetivación (Foucault, 1996) que, desde la colonia, han intentado cuestionar la autenticidad de su comunidad, de sus tradiciones y de su forma de vida, imponiéndole nuevos rasgos culturales y excluyéndolos de los márgenes de una sociedad “occidentalizada” de corte capitalista. A partir de esta situación es posible considerar que el reclamo realizado por los Batwa puede ser motivo de dos causas: 1) el reclamo por derechos legítimos que tradicionalmente pertenecen a la comunidad; 2) el reclamo por derechos que, si bien son asumidos como propios, reflejan la cristalización de la imposición cultural. En cuanto al primer punto, debe tenerse en cuenta que en su mayoría, los pueblos originarios poseen un vínculo muy significativo con el territorio en el que habitan: “Son los lugares donde vivieron sus ancestros y donde se desarrollan su historia, conocimientos, prácticas de sustento y creencias. Para gran parte de los pueblos, el territorio tiene un significado sagrado o espiritual, que va mucho más allá del aspecto productivo y económico de la tierra” (OIT, 2009:92). El reclamo por las tierras que originariamente poseían los Twa es legítimo, si se tiene en cuenta que han vivido en ellas desde antes de la colonia, y si son considerados como los primeros pobladores de la región. Si bien, el gobierno Ugandés ha intentado compensar a los Batwa con algunas parcelas de tierra para su cultivo, la concesión no ha representado un porcentaje significativo (Zaninka y Kenrick, 2002). Según un informe presentado por MRGI, en Rwanda tan sólo un 1.6% es propietario de tierra fértil para el cultivo, y un número reducido de Batwa poseen ganado; mientras que la mayoría es arrendatario u ocupan ilegalmente las tierras para su labrado (Mugarura y Ndemeye, 2004). Esta lucha ha constituido un motivo primordial que ha propiciado la creación de organizaciones que expresen la voluntad y la opinión de los Batwa, omitida por sus gobiernos. En la actualidad, se está llevando a cabo una lucha conjunta entre la comunidad y distintas organizaciones internacionales no gubernamentales, entre ellas, el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales, Minority Rights Group Internacional,

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Forest People Programme, y organizaciones propias como la Organización Unida para el Desarrollo Batwa en Uganda. Esta última ha servido, por un lado, como canal entre los reclamos de los Batwa y las autoridades de gobierno a fin de encarar el diálogo que lleve a la una resolución pacífica de las controversias, y por otro lado, como una vía tendiente a reafirmar los derechos de la comunidad y mejorar sus condiciones de vida (Zaninka y Kenrick, 2002). En Ruanda se creó CAURWA (Communauté des Autochtones Rwandais), una organización no gubernamental sin fines de lucro que trabaja por el pueblo Batwa ruandés, con el objetivo de promover y proteger sus derechos y a ayudar a generar ingresos suficientes para su subsistencia (Zunia Knowledge Exchange; 2008). Este tipo de formas de asociación ha permitido que los Batwa estén representados legalmente y que sus reclamos hayan tenido eco tanto a nivel estatal como internacional ya que, de lo contrario, carecerían de voz para ser escuchados por altos funcionarios de gobierno. En materia de derecho internacional también se ha tenido en cuenta la situación de los comunidades originarias, la Organización Internacional del Trabajo, ha establecido en su Convenio 169 sobre “Pueblos Indígenas y Tribales en Países

Independientes” de 1989, las siguientes consideraciones en relación a los derechos a la tierra: en su artículo 14, “Deberá reconocerse a los pueblos interesados el derecho de propiedad y de posesión sobre las tierras que tradicionalmente ocupan. Además, en los casos apropiados, deberán tomarse medidas para salvaguardar el derecho de los pueblos interesados a utilizar tierras que no estén exclusivamente ocupadas por ellos, pero a las que hayan tenido tradicionalmente acceso para sus actividades tradicionales y de subsistencia. A este respecto, deberá prestarse particular atención a la situación de los pueblos nómadas y de los agricultores itinerantes. 2. Los gobiernos deberán tomar las medidas que sean necesarias para determinar las tierras que los pueblos interesados ocupan tradicionalmente y garantizar la protección efectiva de sus derechos de propiedad y posesión. 3. Deberán instituirse procedimientos adecuados en el marco del sistema jurídico nacional para solucionar las reivindicaciones de tierras formuladas por los pueblos interesados”. Por otra parte, en su artículo 16 se establece “1. A reserva de lo dispuesto en los párrafos siguientes de este artículo, los pueblos interesados no deberán ser trasladados de las tierras que ocupan. 2. Cuando excepcionalmente el traslado y la reubicación de esos pueblos se consideren necesarios, sólo deberán efectuarse con su consentimiento, dado libremente y con pleno conocimiento de causa. Cuando no pueda obtenerse su consentimiento, el traslado y la reubicación sólo deberán tener lugar al

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término de procedimientos adecuados establecidos por la legislación nacional, incluidas encuestas públicas, cuando haya lugar, en que los pueblos interesados tengan la posibilidad de estar efectivamente representados” (OIT, 1989). El gobierno estatal de cada uno de los países considerados, debería respetar las disposiciones del Convenio 169, y para ello contar con organismos para la resolución de los conflictos, como asimismo, disponer de los ámbitos y procedimientos adecuados para “garantizar la consulta y participación de los pueblos indígenas en la toma de decisiones” (OIT, 2009:96) en especial en relación al reclamo que les compete. En el año 2009, en la capital de Uganda, Kampala, los representantes de la Organización Unida para el Desarrollo Batwa en Uganda, se reunieron con el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de Uganda, y con representantes de algunos Ministerios del Gobierno, lo que constituyó un importante paso en el reconocimiento de sus derechos (Forest People Programme, 2010). Haciendo hincapié en el segundo punto, el gobierno de Burundi, a fines del año 2009 principios de 2010, otorgó a los habitantes twa, por vez primera, un documento de identidad, confiriéndole reconocimiento a un pueblo antes excluido de toda esfera de la sociedad. En vísperas de las últimas elecciones nacionales y municipales, les fue asignado, asimismo, el derecho al sufragio, lo que constituyó un avance “muy significativo” en materia legal y en su integración social y política (Mundo Negro Digital, 2010). De igual manera, los Batwa borundeses se vieron favorecidos con el acceso gratuito a la educación y a la asistencia sanitaria. Sin embargo, es menester señalar, que esta mejora se logró gracias a la acción conjunta de la asociación autónoma de la comunidad Batwa Uniproba (Unissons-nous pour la Promotion des Batwa) liderada por Liberate Nicayenzi, diputada twa que llegó a ejercer el cargo por primera vez en las elecciones del año 2005, y por apoyo del pueblo Batwa. Esta Organización fue creada en 1999, con el objetivo de incrementar el estándar de vida de los Batwa en el país, y fomentar su integración en los distintos ámbitos sociales, económicos, políticos y culturales. La constitución de la República de Burundi, establece en su artículo 164, sobre la elección de los miembros de la Asamblea Nacional, que 3 diputados deberán ser del grupo étnico Twa, quedando la minoría representada en el órgano parlamentario (Constitución de la República de Burundi, 2005). Si se tienen en cuenta los casos descriptos, las luchas han estado llevándose a cabo a través de distintos medios, pero apuntando a un mismo fin: mantener viva la identidad y la memoria de la comunidad Batwa. La primera, por medio de la lucha por

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recuperar aquel espacio que ancestralmente ocuparon y les pertenece; y la segunda, por su inclusión e integración en una sociedad compleja, adoptando nuevas responsabilidades y el acceso a servicios antes negados, y a los que no podrían acceder de otro modo, debido a que su acceso sólo sería posible a través de la vida en la naturaleza.

Consideraciones finales

En cuestiones de derecho, la inclusión de las minorías en las normas fundamentales de los Estados adquiere, en la mayoría de las situaciones, un sentido meramente formal. Por lo general, no se condice la norma constitucional con lo que, en la realidad acontece en el seno de una sociedad. En un intento por insertar estos grupos minoritarios en el marco de una sociedad compleja y heterogénea, se pretende crear normas de carácter general y con pretensión de universalidad, que alcance a todos los grupos por igual y esto, muchas veces, lleva a dejar de lado las particularidades de cada grupo en cuestión. La homogeneización de la sociedad occidental no tiene en cuenta las realidades dispares de las comunidades indígenas, ni promueve un reconocimiento efectivo de su valor cultural, de sus tradiciones, y de su forma de organización, diferente a la impuesta por el modelo de los Estados Modernos. El reconocimiento distintivo de cada comunidad es imprescindible para el respeto a la diversidad y a la conservación de estilos de vida y tradiciones que poseen un valor único e inconmensurable. Es por eso, que puede considerarse la lucha por las tierras, como un reclamo justo y necesario. Cada pueblo debe tener derecho a demandar lo que es propio, para asegurar la pervivencia de su memoria. Los Batwa se han visto inmersos en una lucha, que paulatinamente está dando sus frutos. Si bien este reconocimiento como propietarios legítimos de los territorios donde habitaban, no ha sido concretado aún por las autoridades, en relación a los derechos políticos el panorama ha sido otro. Cabe preguntarse si este último hecho fortalece o debilita la identidad cultural de la comunidad. Puede considerarse que los Batwa, inmersos en una sociedad que tanto daño le ha hecho a su comunidad, están actualmente reclamando derechos ajenos como si fueran derechos propios, como el derecho al sufragio o a un documento nacional de identidad, claro reflejo de la imposición cultural occidental. Quizás debería tenerse en cuenta la delicada situación por la que atraviesan, pensando en que si ellos desean tener voz y voto para preservar su cultura, deberán aceptar, en cierta medida, las

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reglas del juego impuestas, de lo contrario, es posible que se dificulten los medios para conseguir tal reconocimiento cultural, político y social. La pérdida de parte de los rasgos de una cultura y la adopción de nuevas formas de vida puede ser, en algunas situaciones, favorable en vistas a no perder la totalidad de la cultura. Es importante que el vínculo entre los pueblos Batwa no se quebrante puesto que de esta manera, al compartir una misma identidad y una misma lucha, podrán seguir conservando su cultura, su tradición y su memoria.

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Año

2005.

Disponible

en:

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